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01413-2017-PA/TC
Con un impecable sastre propio para una entrevista de trabajo en el lugar que
siempre soñó, María toma el ascensor común de su edificio para dirigirse al primer
piso, donde su taxi la espera. En el mismo piso, suben al ascensor su anciana vecina
y su joven nietecita de apenas dos años. Antes de llegar al primer piso, el ascensor se
detiene y sube a él su vecino José, con sus mascotas: tres perros siberianos. El sastre
de María se llena de pelos y quizá de algún cariñito propio de los 3 perritos (baba),
mientras que la niña empieza a llorar desconsoladamente pues es cinofóbica −miedo
a los perros−, con lo cual la anciana vecina se altera al ver tan afectada a su nietecita.
¿Esto se pudo evitar? ¿En el Reglamento del Edificio, aprobado por la Junta de
Propietarios, se podía pactar algo al respecto? ¿Con qué límites y bajo qué
condiciones? ¿"Mis derechos terminan donde empiezan los del otro"? ¿Qué se puede
hacer? Estas son algunas dudas que teníamos −y, en algunos casos, yo sigo
teniendo− con motivo de la Sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el
Expediente N° 01413-2017-PA/TC ("Sentencia")[1]. A continuación, se resumen los
hechos relevantes del caso:
(i) En el "Edificio Antonio Miró Quesada" ("Edificio"), sujeto al régimen de
propiedad exclusiva y de propiedad común[2], una unidad inmobiliaria en el Piso 16
es de propiedad de Juan Fernando Ruelas Noa ("Sr. Ruelas") desde diciembre de
2012. Entre esa fecha, y diciembre de 2015, el Sr. Ruelas no ocupó su
departamento[3].
(ii) El 03 de julio de 2015, cuando el Sr. Ruelas ya era propietario de su departamento
pero todavía no vivía en él, se inscribió una modificación al Reglamento Interno del
Edificio ("Reglamento") en Registros Públicos[4], acordada por la Junta de
Propietarios del Edificio ("Junta"):
"35.8 DE LA TENENCIA DE MASCOTAS:
35.8.1. No está permitida la tenencia de mascotas en el edificio.
35.8.2. Queda terminantemente prohibido el ingreso o permanencia de visitas
con animal.
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35.8.3. Los residentes que, a la entrada en vigencia del presente reglamento,
tengan mascotas en los departamentos podrán conservarlas por excepción, hasta
su deceso. Dichas mascotas deberán circular únicamente por las escaleras de
servicio, estando prohibido el uso de ascensores para dicho efecto, bajo
apercibimiento de aplicarse una multa al propietario y/o inquilino u ocupante,
equivalente al 15% del valor de la cuota ordinaria de mantenimiento".
(iii) Desde antes de la modificación al Reglamento, el Sr. Ruelas era propietario de
una mascota: una perrita llamada "Chira", quien sufre una lesión articular en la
columna. No obstante, la Junta le habría aplicado la prohibición pues recién se mudó
en diciembre de 2015 al departamento (en efecto, no era "residente" al momento de
su aprobación en julio de 2015, que es lo que señala el Reglamento). Como
consecuencia de ello, el Sr. Ruelas habría tenido que bajar con Chira desde el Piso 16
por las escaleras, lo cual habría afectado la salud de Chira (o eventualmente la suya,
pues otra opción habría sido que él baje por las escaleras, cargándola los dieciséis
pisos). Cada vez que tomaba el ascensor, lo multaban con S/ 30.00.
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determinó que no había vencido ningún plazo pues la afectación denunciada es
"continua".
(vii) Hasta eso, normalmente, llegaría la actuación del Tribunal Constitucional, pues
al determinar que la demanda era procedente (o, al menos, no era improcedente por
lo dispuesto en el artículo 5.10° del CPConst.), debía devolver el expediente al Poder
Judicial, para que sea el Juzgado quien emita su Auto Admisorio y corra traslado a
la parte demandada (la Junta) para que se defienda del fondo del asunto y el proceso
siga su trámite regular. No obstante, existen casos en los que el Tribunal
Constitucional se pronuncia sobre el fondo por primera vez, pues antes nunca lo
hubo por el rechazo liminar. ¿Las razones? Las enunciadas en el Fundamento
Jurídico N° 04.
(viii) Esta última opción fue la que tomó en este caso. Encontró que "se aprecia una
tensión" entre la potestad de la Junta "para adoptar las medidas que juzgue
necesarias a fin de garantizar la seguridad de los residentes y visitantes del edificio,
así como las condiciones de salubridad del mismo" versus "los derechos al libre
desarrollo de la personalidad y de tránsito del demandante". Utilizó una
herramienta metodológica conocida como "test de proporcionalidad" para resolver
el caso. El Tribunal Constitucional identificó que el artículo 35.8° del Reglamento
era la medida limitadora de derechos fundamentales (al libre desarrollo de la
personalidad y a la libertad de tránsito del demandante) y que no superaba el "juicio
de necesidad", pues planteó opciones menos restrictivas de los derechos del
demandante.
(ix) En el Fundamento Jurídico 19, estableció que las normas contenidas en los
artículos 35.8.1. y 35.8.3. del Reglamento "resultan desproporcionadas y
configuran una transgresión a los derechos al libre desarrollo de la personalidad
y al libre tránsito en los términos expuestos en la presente sentencia". En el
Fundamento Jurídico 20 señaló, respecto del artículo 35.8.2. del Reglamento, que
"prohibir el ingreso o permanencia de visitas en compañía de animales no puede
significar de ninguna manera restringir la entrada de perros guía al edificio en el
cual habita el demandante, incluso a sus áreas privadas".
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(x) Finalmente, en la parte resolutiva (decisoria) de la Sentencia: (i)se declaró
fundada la demanda de amparo y, por lo tanto, inaplicable al demandante los
artículos 35.8.1 y 35.8.3 del Reglamento; (ii)se le ordenó a la Junta que deje sin
efecto cualquier apercibiendo o sanción impuesta al actor en aplicación de dicho
Reglamento; (iii)le ordenó a la Junta que "tenga en cuenta" lo indicado en la
Sentencia sobre los perros guías al momento de aplicar el artículo 35.8.2 del
Reglamento; (iv)declaró que los Fundamentos Jurídico 19 y 20 de la Sentencia
serían ahora "doctrina jurisprudencial" conforme al Artículo VI del Título Preliminar
del CPConst.; y, finalmente, (v), condenó a la Junta al pago de "costos y costas
procesales".
Habiendo resumido el caso, en el siguiente acápite plantearé algunos temas que
fluyen de la Sentencia, sobre los que sería bueno conversar.
Uno de los primeros comentarios a la Sentencia vino por parte del profesor
Mejorada[6], quien señaló que el fundamento de la Sentencia se construyó sobre un
"presupuesto equivocado": "se ha entendido que el agravio es una “imposición”
contra la voluntad y la libertad del actor. Se ha creído que el reglamento interno de
un edificio es una “norma legal” y que la junta de propietarios es una autoridad que
impone reglas. Por eso el colegiado dispone la “inaplicación” de ciertos artículos
del reglamento considerados inconstitucionales". Agrega que el Reglamento "no
contiene normas. Es en realidad un “contrato”, con “estipulaciones” aceptadas
voluntaria y libremente por cada propietario de las secciones exclusivas. Al
adquirir un espacio en el condominio, el dueño acepta y se hace parte de este
contrato".
En mi opinión, es indispensable saber qué entendemos por "norma". Como señala el
profesor Elmer Arce, "en general, todas nuestras acciones están reguladas por
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normas de todo tipo"[7]: jurídicas, morales o sociales. Solo las primeras cuentan con
respaldo oficial del Estado, quien se encarga −de oficio o a pedido de parte, con
coerció o con coacción− de hacerlas cumplir.
Por otro lado, la autonomía privada −innata a los particulares pues se sustenta en el
principio constitucional de libertad− puede manifestarse en hechos normativos o no
normativos. ¿En dónde encajaríamos a los reglamentos internos que aprueban las
Juntas de Propietarios? Descartaría que tengan un origen moral o meramente social,
pues tienen reconocimiento legal expreso en artículo 39° y siguientes de la Ley N°
27157. Cuentan con respaldo normativo, pero, ¿son "normas jurídicas" (hechos
normativos)?
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Por lo tanto, ninguna actuación privada (normativa o no), puede ser
contraria a lo dispuesto por la Constitución y el bloque de
constitucionalidad[10]. Si bien se rigen por el principio de legalidad
aplicable a los privados[11], la autonomía privada no puede vulnerar
derechos fundamentales. Asumir lo contrario sería permitir, por ejemplo, que
en un edificio la respectiva Junta de Propietarios acuerde con una abrumadora
mayoría que ninguna mujer puede ser propietaria de un departamento, o que en un
Estatuto de una persona jurídica se permita expulsar a un miembro sin garantizarle
ningún derecho procesal en sede privada (como la defensa). ¿Suena razonable para
ustedes? Para mí, por lo que asumo pacíficamente que los derechos fundamentales
tienen eficacia horizontal y aplican también a los privados.
Es decir, el Reglamento de la Junta del Edificio no podía vulnerar derechos
fundamentales. ¿Cómo determinar ello? Sin duda, el estándar o canon con el que
juzgamos la constitucionalidad de la autonomía privada no es igual al estándar o
canon con el que analizamos la constitucionalidad de una "norma legal" (por
ejemplo, una ley). Por poner un caso, sería válido que la Asociación Civil "El Club de
Bigotones del Perú", impida el ingreso como asociados de personas sin ningún pelo
entre el labio superior y la nariz (después de todo, es un club de gente con bigote).
No obstante, la conclusión no sería la misma si ese mismo requisito −tener bigote−
se lleva a una ley que determine el acceso a la función pública. El derecho a la
igualdad (vinculado con el derecho de asociación en el primer caso y con el derecho
de acceso a la función pública en el segundo), aplica en ambos casos, pero no con
igual intensidad.
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C. Materias procesales:
No obstante, de seguro les llamó la atención que, pese a ser una improcedencia
liminar, el Tribunal Constitucional ingrese al fondo del asunto. Me explico
rápidamente: presentada la demanda de amparo, el Juez de primera instancia debía
calificar la demanda. En este caso, su calificación fue negativa: la declaró
improcedente, pues entendió que había vencido el plazo para demandar. Contra la
improcedencia liminar, el Sr. Ruelas apeló. De conformidad con el artículo 47° del
CPConst., el Juez puso en conocimiento del demandado (la Junta) el recurso. Lo que
normalmente hace un demandado, como no se ha admitido a trámite la demanda y
por lo que formalmente no está presentando su contestación a la misma, es solo
defenderse de lo que conoce: la resolución que declaró la improcedencia liminar de
la demanda. Eso no es una defensa de fondo. No correspondería ejercer una
defensa de fondo pues la demanda no se ha admitido a trámite: no ha sido emplazado
con la demanda para contestarla, solo ha tomado conocimiento de la apelación del
demandante contra la improcedencia liminar.
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a lo solicitado). ¿Cómo el Tribunal Constitucional puede entrar al fondo del asunto
si la parte demandada nunca ha visto la demanda y anexos?
Por otro lado, no comparto su análisis de que "ejerció su derecho de defensa", pues
si no tuvo conocimiento de la demanda y anexos, ¿cómo se va a poder defender sobre
el fondo? Se habrá podido defender sobre la forma (el plazo de interposición de la
demanda, que era lo único en discusión en ese momento), pero no sobre el fondo (la
razonabilidad de lo contenido en el Reglamento). Es más, resulta bastante elocuente
que, a diferencia de otros casos, la Sentencia no contiene ni una sola línea de
la (supuesta) defensa de la Junta. No reseña sus "alegatos" y no queda
claro si en efecto ellos se defendieron diciendo que el Reglamento se
sustentaba en seguridad y salud, o si ello fue una intuición del Tribunal
Constitucional. Si se defendió, ¿no hubiese sido correcto señalarlo en la parte de
"¿Antecedentes", que por cierto sí contiene lo que dice la Demanda (a la cual
obviamente sí tuvo acceso el Tribunal Constitucional), la Resolución de primera
instancia y la de segundo grado?
Nadie discute que los fines de los procesos constitucionales deberían primar (de
forma razonable) sobre las exigencias de tipo procedimental o formal. Pero una cosa
es una formalidad (la forma para proteger el fondo) y otra cosa un formalismo (la
forma por la forma). El derecho de defensa de la parte demandada no puede
ser obviado, por más "económicos", "céleres" y "tuitivos" que queramos
ser. Se puede haber generado, de hecho, indefensiónde la parte demandada. Por
supuesto, existen casos de improcedencia liminar que sí podrían ser
resueltos en el fondo por el Tribunal Constitucional, pero solo si se acredita
que de verdad existe una defensa oportuna de la parte demandada sobre el fondo del
asunto, antes de que el Tribunal Constitucional resuelva de forma final y definitiva
un proceso que normalmente se debe discutir en dos grados previos (Juzgado y Sala
Superior) antes de llegar al Supremo Intérprete de la Constitución.
Por ejemplo, el tema del plazo fue advertido por el Juzgado, ¿pero quizá si se admitía
a trámite la demanda y se corría traslado de la misma a la Junta, ésta hubiese
deducido una excepción de falta de agotamiento de la vía previa (si así lo previese el
Reglamento) o de convenio arbitral (si está pactado que las controversias de la Junta
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del Edificio se resuelvan en esa vía), por ejemplo? Las reglas procesales existen
por algo: dan certeza y seguridad, para todos. Hoy ha sido un caso
materialmente justo (el del Sr. Ruelas y Chira), pero, ¿qué impide que con la misma
"flexibilidad" e invocando los mismos principios se resuelva, no lo sé, el amparo de
un condenado por violación de menores sin que exista la defensa de la parte
demandada?
(i) El Sr. Ruelas tuvo conocimiento del acto lesivo y estuvo en posibilidad de
interponer la demanda, por lo que el plazo de sesenta (60) días hábiles empieza a
correr normalmente. En el caso concreto, desde que se inscribió la modificación al
Reglamento en julio de 2015 o, en todo caso, desde que residió efectivamente en su
departamento en diciembre de ese mismo año. Sea cual sea la fecha que
consideremos en la que se produjo la afectación, tendría sesenta (60) días hábiles y
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la demanda recién se interpuso el 04 de mayo de 2016, cuando largamente ya
había vencido el plazo(sea cual sea que consideremos el acto lesivo).
(ii) Ello ocurre con los actos lesivos que son actos pasados o presentes: es un
hecho concreto que ocurrió o que viene ocurriendo actualmente (numeral 1 del
artículo 44° del CPConst.). En cambio, también existen los actos lesivos de tracto
sucesivo o actos continuados. Como señala el profesor Samuel Abad, "[s]e trata
de una lesión en la que se unen sin solución de continuidad las categorías antes
mencionadas, pues el acto se ha estado realizando (acto pasado), se viene llevando
a cabo (acto presente) y seguramente seguirá realizándose (acto futuro o
amenaza)"[13]. Es decir, situaciones que se han generado y seguirán generándose
sin solución de continuidad (ejecución sucesiva y efectos que se producen y
reproducen periódicamente). En estos casos de actos lesivos continuos,
como señala el numeral 3 del artículo 44° del CPConst., el plazo de
sesenta (60) días hábiles no empieza a computarse sino hasta que "ha
cesado totalmente su ejecución".
En el Fundamento Jurídico 3, el Tribunal Constitucional señala que el acto lesivo es
continuado pues "el actor [el Sr. Ruelas] sigue viviendo con su mascota y la Junta
Directiva continúa exigiéndole el cumplimiento de las disposiciones contenidas en
el inciso [sic] 8 del artículo 35 del Reglamento".¿Cómo podemos diferenciar
entre un acto lesivo pasado o presente y un acto lesivo continuado o de
tracto sucesivo?Por lo que señala el Tribunal Constitucional en este caso concreto,
no queda claro. La Sentencia parece haber descartado que el plazo se cuente desde
que se inscribió la modificación al Reglamento (julio de 2015), o que el plazo se
cuente desde que empezó a residir en su departamento (diciembre de 2015). No
consta en la Sentencia, en todo caso, que él se haya visto impedido de demandar en
alguno de esos momentos. Considero que, en próximas oportunidades, el
Tribunal Constitucional debería desarrollar con más detalle este tema,
pues sin duda es procesalmente relevante.
Poniéndome en el Caso Ugarteche[14], y utilizando el criterio de la
Sentencia, por ejemplo, también podríamos hablar de un acto lesivo
continuado o de tracto sucesivo, pues sin duda el Sr. Ugarteche y el Sr. Aroche
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siguen casados y el Estado Peruano sigue sin reconocer su matrimonio válidamente
celebrado en el extranjero. Si es así, no tendría sentido la excepción de prescripción
deducida por el RENIEC y amparada por la Sala Superior, por lo que el Tribunal
Constitucional debería entrar al fondo del asunto (que, debería ser fundado,
conforme a la OC-24/17 de la CorteIDH).
Volviendo al caso del Sr. Ruelas y Chira, y dejando de lado el asunto del plazo, otro
tema procesalmente relevante es el de la doctrina jurisprudencial vinculante,
que nadie sabe explicar bien qué es ni en qué consiste ni en qué se diferencia
puntualmente del Precedente [Vinculante] establecido en el Artículo VII del Título
Preliminar del CPConst. A mi parecer, es una institución muy "particular".
Pero, en fin, como no todos los caminos a Roma son iguales, los Magistrados
discreparon en otros asuntos (y es por eso que hay una Sentencia en mayoría y dos
Votos Singulares). Desde esta columna quise que se coloquen los reflectores sobre
los otros temas que me han generado algunas dudas.
El Derecho es muy amplio y general como para afirmar que uno tiene la "verdad".
Cada uno tiene algo que decir. El punto central radica en qué tan sustentado es eso
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que afirmamos, para ver quién nos convence más en un momento determinado. En
este caso, he querido llamar la atención sobre el caso a la luz del Derecho Procesal
Constitucional, pues mientras que los casos pasan, la jurisprudencia queda. Lo que
quiero decir es que más allá del caso concreto, lo que ha sido señalado por el Tribunal
Constitucional tendrá incidencia sobre los casos que siguen. Y qué duda cabe que lo
aquí señalado tendrá muchas repercusiones en el futuro: Chira marcó tendencia.
[6] MEJORADA, Martín. "La sentencia del Tribunal Constitucional sobre mascotas
y la aparente imposición". 11 de julio de 2019. La Ley.
Ver: https://laley.pe/art/8217/la-sentencia-del-tribunal-constitucional-sobre-
13
mascotas-y-la-aparente-imposicion(visto por última vez el 11 de agosto de 2019 a las
19:58 horas).
[7] ARCE ORTIZ, Elmer Guillermo. "Teoría del derecho". Lima: Fondo Editorial de
la Pontificia Universidad Católica del Perú. 2013. p. 43.
[8] O también llamadas "normas no estatales", Derecho producido por particulares
que tienen la competencia de producir "normas" (un mandato que tiene una
consecuencia, la cual puede encontrar respaldo en el Estado).
[9] LANDA ARROYO, César. "El Derecho del Trabajo en el Perú y su proceso de
constitucionalización: análisis especial del caso de la mujer y la madre trabajadora".
En: THĒMIS-Revista de Derecho N° 65. 2014. p. 221.
[10] El término está en discusión, pero por él me refiero a todo lo demás que integra
el canon de control constitucional o convencional: por ejemplo, los Precedentes del
Tribunal Constitucional, las decisiones (en función contenciosa o consultiva) de la
CorteIDH, entre otros.
[11] Constitución de 1993.
"Artículo 2.-Toda persona tiene derecho: […]
24. 24. A la libertad y a la seguridad personales. En consecuencia:
a. Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que
ella no prohíbe".
[12] LANDA ARROYO, César. "La constitucionalización del Derecho Civil: el derecho
fundamental a la libertad contractual, sus alcances y sus límites". En: THĒMIS-
Revista de Derecho N° 66. 2014. p. 314. Como señala el autor, cuando la Constitución
peruana tutela la "libertad contractual" o "de contratación" (patrimonial), también
incluye a la libertad de convenir (no patrimonial).
[13] ABAD YUPANQUI, Samuel B. "El proceso constitucional de amparo". Tercera
edición. Lima: Gaceta Jurídica. 2017. p. 115.
[14] MONGE MORALES, Gonzalo J. "El caso Ugarteche: Tribunal constitucional y
matrimonio entre personas del mismo sexo". En: Ius360. 28 de febrero de 2019.
Ver: https://ius360.com/publico/constitucional/el-caso-ugarteche-tribunal-
constitucional-y-matrimonio-entre-personas-del-mismo-sexo/(Visto por última vez
el 11 de agosto de 2019 a las 21:57 horas).
14
[15] Suscribo los comentarios del profesor Francisco Avendaño al respecto: "¿Qué
ocurre si la Junta de Propietarios modifica el Reglamento Interno de un edificio
estableciendo una restricción a la propiedad, como la prohibición de tener
mascotas? El supuesto exacto es que la modificación sea aprobada por mayoría, ya
que si todos los propietarios están de acuerdo en establecer la restricción, no
existiría inconveniente alguno. Pues bien, tal acuerdo no sería oponible al
propietario que no estuvo presente en la Junta o que votó en contra, porque de lo
contrario se afectaría su derecho de propiedad, al establecer una restricción a su
sección exclusiva que él no aprobó. La Junta de Propietarios puede establecer –
inclusive por mayorías– restricciones a los bienes comunes de un edificio, pero no
a la propiedad privada. Así como el propietario es el único que puede vender su
inmueble, el propietario es el único que puede establecerle restricciones (salvo,
claro está, que sean legales)". AVENDAÑO ARANA, Francisco. "Decisión
constitucional sobre las mascotas en la propiedad horizontal". 12 de julio de 2019.
La Ley. Ver: https://laley.pe/art/8228/decision-constitucional-sobre-las-mascotas-
en-la-propiedad-horizontal(visto por última vez el 11 de agosto de 2019 a las 22:13
horas).
Nota del autor: con este artículo se refuerzan los vínculos con Forseti, destacada
asociación de la Universidad del Pacífico, que viene compitiendo sanamente "de
igual a igual" con las mejores asociaciones de estudiantes del país (como mi querida
THĒMIS, mi casa cuando estudié Derecho en la PUCP). Es un honor y un privilegio
para mí que me permitan compartir mis ideas −algunas locas y otras no tanto− a
través de esta columna en Forseti. No es la primera colaboración con Forseti y, Dios
mediante, tampoco será la última.
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