Sei sulla pagina 1di 5

· ...

Ana Rita Valero

Pillis ymacehuales
en la capital del Virreinato

D ecían los tenochca del siglo XV que no existía quién pudiera sitiar a Tenochtitlan, por-
que allí se encontraban nada menos que "los cimientos del cielo"; era el lugar "donde
se posan las águilas" y "donde se yerguen los tigres".)
Sin embargo, al poco tiempo de que los poetas del México antiguo cantaban con esa sen-
sibilidad, el drama se cierne sobre Tenochtitlan; ésta, totalmente colapsada cae desmorona-
da, víctima precisamente de un eficaz y rápido sitio de menos de tres meses. Para finales de
agosto de 1521, siete de ocho partes de la ciudad han quedado destruidas;2 las acequias
contaminadas con la putrefacción de los cadáveres; tal vez un cincuenta por ciento de la
población ha muerto y la otra mitad se encuentra evacuada, no sólo por las circunstancias
de inhabitabilidad que privan en ese momento, sino por órdenes expresas de Corté .
Se trata de un espacio urbano desmantelado eficientemente por la estrategia castellana,
una zona de desastre que se va a instaurar como área prohibida.
Surgen en ese entonces dos criterios con respecto al qué hacer con la ciudad; lo conqui ta-
dores, conociendo la vulnerabilidad estratégica de la isla y los inconvenientes urbanístico de
plantar una ciudad en una zona pantanosa y sin agua potable, aconsejan fundar la nueva capi-
tal fuera de México, en alguna de las poblaciones ribereñas como Coyoacán, las lomas de Tacu-
baya o Texcoco,3 que eran lugares en tierra firme, "donde estuviera mejor y no donde e tá".4
Pero también la presencia siempre imponente del mundo indígena insiste y pre iona an-
gustiosamente para regresar a sus viejos dominios, en un intento por recuperar no ólo su
antigua territorialidad sino su estructura toda, íntimamente ligada a la ciudad. 5
Seguramente Cortés pensó y analizó con acuciosidad las dos posibilidades. Decidió final-
mente quedarse en Tenochtitlan para aprovechar ciertas estructuras fiscales de los indios
que le serían muy útiles y que tenían su base en la capital; también para desalentar un posi-
ble renacimiento indígena al incautar esta ciudad enérgicamente bajo el poder español.
Una vez tomada la decisión, el primer paso es levantar el veto para que los indios empie-
cen a regresar a Tlatelolco y Tenochtitlan. Lo hacen complacidos. Sin embargo, el escena-
rio que encuentran es totalmente distinto al que habían dejado antes de la guerra. El
centro de la ciudad queda totalmente expropiado. Ya no pertenece a sus antiguos dueños.
Es la zona que va a llamarse en aquella época "la traza" y que hoy conocemos como "el pri-
mer cuadro" (; mejor dicho, como el "centro histórico". Abarcaba un área de 170 a 180 hec-
táreas que equivaldría a una cuarta parte de la ciudad prehispánica y que debe haber sido
la mejor, dueña quizás de una infraestructura más acabada puesto que allí vivía la alta no-
bleza mexica. Así lo prueban los palacios de Axayácatl y los de los Moctezuma (cerca del
centro ceremonial) o el de Cuauhtémoc (por la plaza de Santo Domingo).

) "Colección de cantares mexicanos", Biblioteca Nacional de México, Folios 19v. y 20r., en Miguel León-Portilla: Los
antiguos mexicanos, Fondo de Cultura Económica, México, 1971, pp. 78-79.
2 Hemán Cortés: Cartas de relación, POITÚa, México, 1979, p. 157.
3 José María Marroquí: La Ciudad de México, facsimilar,Jesús Medina editor, México, 1969, T.l, p. 22.
4 Ídem.
5 Anónimo, "Relato de la Conquista", redactado en 1528, versión directa del náhuatl por Ángel María Garibay, en
Sahagún: HisWria genoal de las cosas de la NueuaEspaña, POITÚa, México, 1979, pp. 813-822.

.... . ...
22
.•..

' dicha área estaba muy poblada, como lo ha demostrado la investigación arqueo-
Ademas, 1 .. d 1 -
" Ed ard Calnek encuentra que os SItIOS e centro son muy pequenos por estar muy
1ogJca. w . .
' 'd'dos con ocupaciones que van de cuatro a seIS generaclOnes,6 de manera que al
su bd IVI I , • ., •
tomar los espan- aJes esa zona afectan a una lffiportante parte de la poblaclOn meXlca que
.
nene qu e acomodarse tal vez en calidad de "arrimados", en otros lugares.
Viene entonces un desorden general junto con un desajuste muy severo en materia de vi-
'~enda porque aparece un ~portanten~ero de f~?i~ que ~~e~ desarraigadas ~r la
expropiación. Se presenta asl una especie de revoluclOn mmobiliaria: el gran desconCIerto
del principio, provocado por la euforia de aquel traumático momento, trae consigo abusos
y atropellos, no solamente de los españoles vencedores en contra de los venc~dos sino tam-
bién en el interior de la república de indios, donde los caciques actuaron muchas veces en
detrimento de los macehuales. El fenómeno también sobreviene dentro de la república de
españoles, donde no faltaron los roces y disgustos por las casas y solares. De suerte que
surge un sobrecalentamiento de la propiedad urbana provocado tal vez por un exceso de
demanda.
Si bien es cierto que una buena parte de la población tenochca ha muerto, también es
que Cortés diseña una bien pensada campaña encaminada a lograr la rápida recuperación
de la capital. Tal es su éxito que llegan a la ciudad no sólo los antiguos tenochca sino tam-

bién indios del exterior interesados en quedarse. Lo hacen el grupo de daxcaltecas que se
instala en México, o el de los mixtecos o los zapotecas que viviendo allí ni siquiera hablaban
el náhuatl. 7 Toda ésta es gente atraída por las ventYas que ofrece la ciudad: 1) la exención
d tributos para los habitantes de México, sin duda un atractivo para repoblar la capital;8
2) la introducción del salario por primera vez en México, ciertamente otro gran incentivo;9
3) o inclu o la brillantez de la vida citadina con múltiples actividades que se reaIizaban en la
capital y que le deben haber dado brillo y prestigio al vivir allí, como aquellas famosas pro-
ion de Corpus Christi tan lujosas en las que podían participar sólo "los que trabajan en
la iudad".IO De suerte que cuando en el resto del reino se deja sentir la baja demográfica,
la población de México sigue en aumento;ll para 1560, Vasco de Puga afirma que la pobla-
ión indíg na de la ciudad no ha disminuido.I 2
Pero además de numerosa, la república de indios dentro de la capital fue también cuali-
tativamente diferente. En primer lugar estuvo la antigua nobleza indígena, los aristócratas
d sangre que logran sobrevivir a la Conquista y que conservan buena parte de sus priviIe-
gio y algo de sus propiedades; son los antiguos datoani que se convierten en caciques dedi-
cados a labores de gobierno local. Lo más granado de la alta nobleza mexica se instala en la
ciudad, algunos incluso viviendo dentro de la "traza" española.
Recién concluida la Conquista, se van confirmando poco a pOco distinguidos cacicazgos y
eñoríos del México antiguo; en la ciudad y sus alrededores se dan formalmente nueve. Es
Cortés directamente quien concede el señorío y cacicazgo de Tacuba a doña Isabel de Moc-
tezuma, la bellísima tecuichpo, quien vivía dentro de la traza, por cierto en la calle que hoy
se llama Regina, aliado de su esposo Juan Cano según consta en acta de cabildo fechada el
28 de noviembre de 1525.
A !Iacahuepantzin, hijo de Moctezuma y heredero directo del imperio azteca, a quien se
baunza como Pedro, le dan el barrio de San Sebastián Atzacualco, al noreste de la traza, "y

.6. Edward A. Calnek: "Conjunto urbano y modelo residencial en Tenochtit1an", en Ensayo soln el desamJlJo urlxmo tk
MIlXlCO, Sepselentas, México, 1974.
; A.G.N., Ramo de Indios, vol. 17, Cols. 234v. y 235v.
En 1560 Vasco de Puga defiende la exención de tributos para -los indios de México, y en 1562 el virrey Velasco insis-
te sobre el mismo punto. France V. Sholes y Eleanor B. Adams: Sobre el modo tk tributar los indios tk la Nueva España a su ma-
Jesl~ 15~1-1564, Documentos para la historia del México colonia!, México, 1984, p. 45.
. SI bien es cierto que hubo mú1'bpIes lITe
. gulan'dades a! respecto, tamblen" lo es que se dictan.• .
cedulas en el tenor SI-
gwente: "Para que se puedan c tra . di . . . .
on lar m os que mediante un salano Justo t:rab<Yen en los edificios de la ciudad de Te-
nochtitlan-México "Fol' 72 - d '
. 1 0 , ano e 1532, en Vasco de Puga: Cedulario tk la Nueva España, facsimilar del impreso origina!
de 1563, Condumex, México, 1985.
:~ Actas de Cabildo, 10 de junio de 1533 y 3 de octubre de 1552.
Charles Gibson' Los azJe ba' el J __' • -
12 Sh I . cas 1)0 """"nwespañol, 1519-1810, ed. Siglo XXI, México, 1960, p. 387.
o es y Adams: Sobre el11Wdo tk tributar...

.•..
23 ....
....

una calle entera en la ciudad de México para que en ella construya". De suerte que su casa,
vecina de la parroquia de San Sebastián, estuvo técnicamente dentro de la traza en el área
donde hoy se encuentra la plaza Torres Quintero (esquina de J. J. Herrera y Rodríguez Pue-
bla).13
Pocos años después de la hecatombe que sufre su familia, don Pedro Tlacahuepantzin se
va a España y allí es recibido personalmente por el emperador Carlos V y por el príncipe
Felipe 11, a quienes hace una serie de peticiones; sin embargo, tal vez como resultado de la
catástrofe sufrida por los Moctezuma, don Pedro cae en un fuerte alcoholismo, por lo que
nó le pueden dar mayores preeminencias.l 4
Se sabe que por el año de 1525 otro de los hijos de Moctezuma tuvo su casa edificada
junto a la iglesia de San Hipólito, en el camino hacia Tacuba al norte de la actual A1a-
meda. 15
De las casas de don Diego de Mendoza Austria y Moctezuma, el rico nieto del emperador,
dicen que eran "muy grandes, con muchos sitios de 200 varas en cuadro", 16 10 cual en medi-
das modernas serían unos 21,889 m 2,17 enorme superficie similar a las casas de Cortés en el
centro de la ciudad. Se dice que tenía también "un gran palacio" que pudo haber estado en
Tecpancaltitlan, Huehuecalco o Zapotlán. 18
Tecpancaltitlan, en la jurisdicción de San Juan Moyotlán, se llamaba la Santa Cruz en
la época colonial y correspondería hoya la zona que está entre las calles de Independen-
cia al norte, Pugibet al sur, San Juan de Letrán al oriente y Luis Moya al poniente. Lo cu-
rioso es que la etimología de Tecpancaltitlan es precisamente "donde se jUlllan lo
nobles", lo cual podría ser indicativo de que este palacio exisúa desde ante de la caída
de México.
Zapotlán (lugar de zapotes), que se llamó Santo Cristo en la Colonia, perteneció al
mismo barrio de San Juan Moyotlán, entre las actuales calles de Tacuba al non , av nida
Juárez al sur, Dr. Mora al oriente y Rosales al poniente; mientras que Huehue al o (casa de
los viejos), llamado Santa Verónica en la Colonia, tenía al norte la avenida Juárez y Hum-
boldt en una línea quebrada; al sur Independencia hasta Azueta, al orient Ayuntamiento y
al poniente Bucareli que era la orilla de la laguna. 19
Por otro lado, los indios mixtecos y zapotecos que se asentaron en la ciudad, tal v z lo hi-
cieron al norte de ésta, por San Andrés Colhuacatonco (lugar que da vuelta 1 agua), ya
que más adelante se congregaron cerca de una capilla dedicada a u tra eñora d l Ro a-
rio, en el convento de Santo Domingo cerca de Colhuacatonco. 2o
Antes de la Conquista se había dado el fenómeno de un cierto centralismo; parec ser
que algunos nobles de las provincias tenían casa en Tenochtitlan, donde pa aban t mpora-
das; costumbre que tal vez sigue en los tempranos años de la Colonia. Ejemplo d ell son
Alva Ixtlilxóchitl, oriundo de Texcoco, a quien le dieron Tlatelolco por u participación n
la Conquista, y don Hernando, el rico gobernador de Cuernavaca, quien teniendo allí pro-
piedades con caña de azúcar, plátanos, piñas, granadas, precisamente junto al ingenio del
Marqués del Valle, era al mismo tiempo "estante" en Tenochtitlan hacia 1536. 21 Segura-
mente todas estas distinguidas familias acaparan los mejores sitios de los barrios citadinos;

13 'Testimonio sobre los autos seguidos sobre la capellanía fundada por don Pedro Moctezuma en el Convento de
Santo Domingo de México', en Boletín del Archivo Histórico Diocesano, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México,
diciembre, 1986. Selección y transcripción de Angélica Inda.
14 Roberto H. Barlow: Tlar.elolco fuentes e histarias, vol. n, INAH, UDtA, 1987, p. 317.
15 Fray Toribio Benavente Motolinía: Memuriales o libros de las cosas de la Nueva España y de los naturales della, UNAM, Mé·
xico, 1971, primera parte, Cap. 35, pp. 120-121.
16 Guillermo Femández de Recas: Caci=gos y nobiliario indígena de la Nueva España, Biblioteca Nacional de México,
México, 1961, p. 278.
..
17 Considerando la vara como de 835.9 mm
18 Femández de Recas, p. 278.
19 Alfonso Caso: Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlar.elolco, trabajo leído en la VI Mesa Redonda de la Sociedad Me-
xicana de Antropología en el mes de septiembre de 1954.
20 Francisco Sedano: Noticias ¡;/.e México, prólogo de J. García Icazbalceta, México, Imprenta J. R. Barredillo, 1880, 2
tomos-Il, p. 43.
21 Índice de prorocolos ¡;/.el archivo ¡;/.e notarías, T.2, 1959, p. 55.

.... . ...
24
»
.•..

Don Pedro Tlacahuepantzin y doña Isabel de Moctezuma en el Códice Cozcatzin.

s habla también de que los indios que vivían entre la ciudad y Chapultepec, "tenían gran-
d s casas y edificios".22
O ntro de la traza no podemos olvidar a la célebre "Doña Marina", casada con Juan Jara-
millo, quien tuvo solar nada menos que en la calle de Tacuba, la mejor de la ciudad, como
consta en acta de cabildo de fecha 26 de octubre d~ 1526, así como otros solares en la ac-
tual calle de Cuba (9 de mayo de 1525), donde se cree que estuvo su casa, de dos pisos,
bien construida, con un gran patio y su portón de fierro. Es allí donde muere La Malinche,
respetada por las dos repúblicas y auxiliada por el padre Motolinía, a quien deja sus últimas
disposiciones. 23
Estas familias nobles vivieron con lujo en aquella época, desde antes de la Conquista así lo
hacían, y las que logran mantener su status tras la caída de México, conservan e! gusto por lo
suntuoso que ya tenían de antaño, pero además con ciertos ingredientes españoles que ad-
quieren en aquel entonces y que disfrutan especialmente. Así, por ejemplo, adoptan con agra-
do e! uso de la cama; les gustaba también tener libros y escribanías24 pero curiosamente no les
atraen los muebles de comedor. 25 En cuanto a la ropa, usar e! ajuar completo al estilo español
era considerado de altajerarquía, así como portar armas o montar a caballo era un lujo.
Sin embargo, los pillis, es decir la nobleza indígena, eran sólo una pequeña minoría, por-
que e! grueso de la población, no sólo capitalina sino novohispana toda, fue sin duda la de
los macehuales, considerada por los españoles e! "pueblo llano" que vivía en los cuatro ba-
rrios principales: SanJuan Moyotlán, San Sebastián Atzacoalco, San Pablo Zoquipan y Santa
María Cuepopan, densas aglomeraciones de xacales, casas y complejos habitacionales. Estos
últimos formados por un solar con varias construcciones que albergaban por lo general a
una familia extensa; tal vez sería la versión indígena de las casas solariegas españolas.
Los macehuales estuvieron dedicados a varias tareas, entre las que sobresale la de la cons-
trucción, sobre todo al principio, durante la llamada "fiebre arquitectónica" de! siglo XVI.

22 Actas de Cabildo, 23 de mayo de 1542.


23 Federico Gómez de Orozco: Drma Marina la dama de la Conquista, Xóchitl, México, 1942..
24
25 Delfina
. López Sarrelange: La nobleza ind'tnmn
·b....·.......
de Pátzcuaro en la ...yv.....,
DIuorn uirreinal, UNAM México
' "
1965 p. 159.
ldem.

..•. . ...
25
....

Cuenta Motolinía que era talla intensidad de! trabajo en las obras de la ciudad, que no se
podía andar en las calles, a pesar de ser anchas, por la cantidad de obreros que iban y ve-
nían con material de un lado para otro. Fray Toribio relata que los indios acostumbraban
cantar con una melodía débil y monótona mientras trabajaban, y que esta especie de mur-
mullo no cesaba ni de día ni de noche, lo cual explica la rapidez en la edificación de Méxi-
co.
Fueron indios los albañiles, los canteros, los carpinteros que hicieron toda la obra de la
ciudad: e! acueducto de Chapultepec que traía eragua dulce, las ataranzas, las casas reales,
las calzadas y a1barradas, el hospital de indios, los conventos de la Concepción, de los fran-
ciscanos, de los dominicos, de los agustinos. Todo se hizo con la mano de obra indígena.
También surge en ese momento el trabajo doméstico, cuando los indios e indias empie-
zan a colocarse como criados en las casas de los españoles. Pero además, los indios de Méxi-
co aprenden pronto las artes y los oficios de España, en los que por cierto -de acuerdo
con Sahagún-, destacan desde un principio con habilidad e ingenio. La lista de activida-
des es enorme. Por ejemplo, la de los bordadores quienes organizaron legalmente el pri-
mer gremio en la Nueva España en 1546, cuando gobernaba don Antonio de Mendoza;26
hubo también encajeros, fabricantes de espadas, campaneros, fabricantes de sillas de mon-
tar, guanteros, herreros, sastres muy capaces. Dicen que al finalizar la primera generación
colonial, lo~ sastres indios sabían hacer jubones, chalecos, pantalones y toda la ropa del
ajuar español. 27 Algunos de estos artesanos siguieron la costumbre prehispánica de vivir en
determinados barrios según su ocupación. Así, un censo de profesiones indica que en Ci-
matlán vivían los dedicados a las artes pictóricas y a la metalurgia; en Tequipec los albaJliles;
en Xocotitlán los fabricantes de sal; en Atlampa los cazadores de patos y los petaleros; en
San Salvador de las Huertas los jardineros; en Atenco los hilanderos; en Apahuascan lo za-
pateros y fabricantes de botones; en Atecocoleca los sombrereros. 28
Existieron además agricultores y pescadores, cuyos oficios eran muy importantes en la
isla; pero sobre todo el de los comerciantes, debido a que muchos indios se d dicaron al co-
merciO doméstico en los mercados de la ciudad y además al interregional exu-amuros de la
capital. Dicen que pocas ciudades en el mundo estaban tan ricamente abaste ida como la
de México, gracias a las rutas de canoas controladas por los indios que entraban diariam 'n-
te hasta e! centro de la ciudad. 29
Se ha observado que tras el impacto de la Conquista surge en los indios un sentimiento
de autodefensa o de sobrevivencia que los hace atrincherarse materialmente dentro de la
estructura familiar hogareña, de manera que aquellas familias que lograr conservar su casa,
le otorgan un valor excepcional y se aferran a ella defendiéndola con brío y en rgía.
Así, nobles y macehuales se enraizan en sus posesiones; aprenden las formas jurídi as es-
pañolas rápidamente para defenderse de los ataques a sus propiedades. Sucede entonces
que se presenta, dentro de lo que Zorita ha llamado "el pleitismo indígena", un verdadero
diluvio de litigios que rebasa en ocasiones los tribunales novohispanos y llega a altas instan-
cias españolas.
Si en un principio la posición de los indios ante las formas europeas provoca desorienta-
ción general, al poco tiempo éstos asimilan las reglas jurídicas españolas, se defienden con
tenacidad30 y, aprovechando el espíritu respetuoso de aquéllas, logran conservar sus anti-
guas posesiones circundantes a la traza central. /)

26 Charles Gibson, op. cit., pp. 408-409.


27 Archivo Histórico de Hacienda, lego 224, exps. 2, 3, 5 Y6 Ylego 225, exp. 27, en Gibson, pp. 408-409.
28 Ídem.
29 José An tonio VilJaseñor y Sánchez: Theatro americano, 1746, edición facsimilar impresa en México en 1986 por la fa-
milia Corúna del Valle, pp. 62-67.
30 Silvia Zavala: Las instituci01ltS jurídicas en la Conquista !k América, POITÚa, México, 1971, p. 118; A.G.N., Ramo de In-
dios, vol. 2, exp. 506, 554, 738, 854 Y917; vals. 3, exps. 220, 224, 228, 236, 334, 426, 454, 511, 622, 830, etc.

.... 26

Potrebbero piacerti anche