El humanismo cristiano es la idea de la persona humana y de la sociedad que se
basa en los valores y principios del cristianismo. Constituye, en ese sentido, un estándar de pensamiento o filosofía política, que forja hacia la sociedad humana dichos valores y principios, a fin de que estos infundan las relaciones entre los seres humanos y los orienten en su labor de construir un orden social justo, solidario y ético.
Las fuentes del humanismo cristiano son, principalmente, la filosofía cristiana y la
Doctrina Social de la Iglesia, las cuales establecen orientaciones fundamentales sobre la concepción de la persona, los valores del orden social, la justicia en las relaciones humanas y entre los Estados, el bien común como finalidad de la acción política y la ética como sustento de ésta.
Sin embargo, el humanismo cristiano también se nutre del valioso aporte de
filósofos y pensadores cristianos, que desde la laicidad y la experiencia social y política, han desarrollado importantes concepciones sobre diversos aspectos de la sociedad y del Estado, contribuyendo a conformar un pensamiento homogéneo, integrado y global sobre estas materias.
El humanismo cristiano, en tanto que doctrina o pensamiento general sobre la
persona, la sociedad, el Estado y la política, no es patrimonio de ninguna ideología ni de un partido político. Su vocación es inspirar la acción social y política, porque aspira a realizarse en la vida concreta y cotidiana de la sociedad y ser, en tal sentido, fundamento para la acción política y social de los cristianos, pero no por ello se agota, se identifica ni avala determinadas conductas políticas específicas, ya que el eventual desarrollo de ideologías o programas políticos, encarnados en determinados partidos, es responsabilidad exclusiva de éstos y de su particular interpretación y aplicación del pensamiento humanista cristiano.
El humanismo cristiano, por su relevante exaltación de la dignidad de la persona
humana, pone en primer lugar, la cuestión de los derechos fundamentales de ésta, haciendo de ellos el eje de cualquier política concreta de Estado, porque entiende y sostiene que el Estado está al servicio de la persona y no la persona al servicio del Estado.
el paradigma consiste en un esquema básico de interpretación de la realidad, que
comprende supuestos teóricos generales, leyes y técnicas que son adoptados por una comunidad de científicos.
Los paradigmas facilitan la construcción de la ciencia ya que la aparición de un
paradigma influye en la estructura de un grupo que se desenvuelve en un campo científico concreto. Tiene implicaciones en la práctica escolar diaria, pues el paradigma actúa como un ejemplo aceptado que incluye leyes, teorías, aplicaciones, e instrumentaciones de una realidad educativa y pedagógica. Se convierte en un modelo de acción pedagógica, que abarca la teoría, la teoría – práctica y la práctica educativa.
El paradigma cognitivo y el ecológico deben complementarse para dar
significación a lo aprendido, pues el potencial de aprendizaje, o sea la dimensión cognitiva se desarrolla mediante la socialización contextualizada, es decir la dimensión ecológica contextual. El aprendizaje significativo desde la arquitectura del conocimiento, puede ser receptivo o por descubrimiento guiado o autónomo, apoyándose en una arquitectura conceptual en forma de escaleras visuales- mentales que vayan desde los hechos a los conceptos y de los conceptos a los hechos.