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JAVIER MELLONI

Camino Hacia la interioridad.

La presencia de la persona hace que la palabra tenga una densidad mayor.


El tema caminos hacia la interioridad.
Previos:
1.- La interioridad no se opone a la exterioridad: atención hacia afuera.
Vamos hacia la profundidad de lo vivimos y somos para estar más abiertos
a la exterioridad.
La interioridad es una alternativa a la superficialidad.
2.- La interioridad no es una cuestión de maquillaje: para estar bien con
nosotros mismos. Esto nos atañe a todos como seres humanos y como
cristianos, es un modo de vivir. No se trata de cuatro técnicas. Es un modo
de estar en el mundo que es alternativo, contracultural. Cada generación tiene
sus oportunidades y sus obstáculos. En este momento vivimos en la selva de
asfalto. Hay un éxodo a la ciudad y eso es un medio nuevo, el urbano que
hace que una gran franja del planeta sea igual. Las grandes ciudades se
parecen mucho: calles, metro, tiendas, etc… Además cada vez hay gente de
los cinco continentes en todas partes. Todos estamos cada vez más en todas
partes. Eso genera confusión, agitación.
Instalaron en Francia el TGV (tren de alta velocidad) y un comentarista dijo:
ahora tenemos trenes de alta velocidad pero no se nota de cómo estábamos
antes. Como tenemos más tiempo, ponemos más cosas para hacer. Tenemos
una hiperaceleración de experiencias continuas que no somos capaces de
asimilarlas. Es cierto que los jóvenes tienen mayor velocidad neuronal por
juventud pero también por cultura, tienen más capacidad de asimilación.
Igual hay unos mínimos que si no cuidamos, naufragaremos todos.
Hablamos de un modo no solo de sobrevivir, sino de vivir creativamente, de
responder a las circunstancias y situaciones que vivimos no de un modo
acción reacción, repetitivo y compulsivo que es como solemos hacer
normalmente porque no tenemos espacio para responder. Sino que podamos
responder de un modo de vivir con calidad y calidez.
La interioridad es abrir un espacio interior a todo lo que vivimos para que lo
que vivimos para que todo lo que vivamos tenga un sabor diferente y que en
el modo de vivirlo nuestra respuesta a la interioridad sea serena, lúcida,
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amable, y eso será sólo si la vida encuentra en nosotros un espacio sereno
donde acoger y responder, nuestra vida será más bella, más luminosa, más
articulada para responder a los retos.
AMBITOS DE LA INTERIORIDAD:
- Con nosotros mismos.
- Con los demás.
- Con las cosas.
- Con la información que nos llega.
El primer ámbito de la interioridad es nosotros mismos. Todos tenemos
grados de profundidad. Santa Teresa dice que tenemos siete grados de
interioridad, siete castillos hasta llegar al lugar nupcial, lugar de intimidad
con Dios y con nosotros mismos. No podemos llegar a Dios a los demás y a
las cosas sino a través de nosotros mismos. Somos únicos. La totalidad del
don que se nos confía somos nosotros mismos y ¿qué hacemos con nosotros
mismos? En nuestras relaciones, el que reacciones de un modo u otro no
depende de la noticia, depende de nosotros. La misma noticia produce
efectos distintos según la resonancia que hay en mí esa noticia según mi
historia personal mi historia de experiencias. Continuamente estamos
configurando la realidad que vivimos. No vemos la realidad tal como es sino
tal como somos y en la medida que tenemos conocimiento como somos
tenemos posibilidad de conocer la realidad.
Nuestra cultura está creada de tal manera para ir hacia afuera. Hemos creado
un montón de estímulos que vienen de fuera. Así parece que estamos siempre
en un partido de frontón: viene-sale y así no tenemos oportunidad de
percatarnos cómo llega a nosotros lo que está viniendo y cómo sale de
nosotros lo que está saliendo. Ese recibir la realidad y devolver la realidad
pasa a través de nosotros mismos. Es indispensable el conocimiento de sí
mismo y es responsabilidad de cada uno.
Una de las grandes aportaciones del s. XX es la psicología como la ciencia
del alma. El poder comprender que cada una de nuestras respuestas vienen
de mucho más lejos de lo que vemos, poder bucear al origen de mí mismo, y
comprender por qué actúo o siendo de tal manera.
Tao: ante la agitación hormigueante de los seres, no contemples más que su
regreso. Detengámonos significativamente un par de veces al día o ir
haciendo pausas para ver cómo de mí salen palabras, gestos y reacciones sin
ningún control para que regresen a mí y con la conciencia de mi respuesta
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adecue mejor aquello que estoy devolviendo al mundo porque el mundo está
continuamente entrando en mí atravesándome y volviendo al mundo.
Hay cosas que pasan (noticias, excesivas noticias), hay cosas que nos pasan
y cosas que nos traspasan, ¿podemos distinguirlas? Cómo distinguir el grado
de implicación del impacto de fuera y cómo devuelvo mi respuesta para que
no sea repetitiva la respuesta, que no ancle la situación siempre con la misma
respuesta sino que sea creativa, que mueva la situación hacia una respuesta
mejor y mayor y no estar dándole vueltas siempre a lo mismo. Eso es sólo
posible si tenemos conocimiento de qué está entrando en mí, qué está
produciendo en mí lo que está entrando en mí y cómo lo devuelvo de nuevo
al mundo, eso es conocimiento de uno mismo.
Dejar de culpar a los demás y señalarse a sí mismo no para culpar sino para
comprender. Sólo podemos amar lo que comprendemos, sólo podemos
comprender lo que identificamos, sólo podemos identificar lo que
observamos. Para observar hay que tener tiempo. No el mucho saber harta y
satisface más el gustar y sentir interiormente de las cosas. Para esto es muy
difícil con tantas cosas que están llegando a nosotros. Hay que hacer un
ejercicio de autoconciencia de todo lo que estoy viviendo.
Cuando empezamos a tener conocimiento de porqué estoy respondiendo de
esta manera y no de otra, cual es el miedo detrás de la ira, cual es la ira detrás
del miedo, toda reacción tiene su reverso dentro de nosotros mismos y hacer
este ejercicio requiere mucha honestidad y contención y cuando lo voy
haciendo nos permite comprender más a los demás. Cuanto más nos
conocemos más comprendemos cómo actúan los otros y no nos quedamos
con la ofensa sino ¿por qué me ha producido tanto disgusto? ¿Qué herida hay
en mí que me produce tanto daño? La reacción del otro tiene una causa más
profunda y es por la que actúa aunque él no lo sepa.
Jesús: poner la otra mejilla: acá hay un profundo sumergimiento en la
interioridad de lo que hay en esa relación: uno contiene la ofensa del otro y
llega a comprender que en el violento hay impotencia: sólo tiene el grito, el
golpe. Puedo contener y mirar a los ojos y en esa mirar a los ojos, el violento
comienza a desarmarse y podemos empezar a reconocer.
La interioridad aplicada a las relaciones humanas consiste en vernos siempre
por primera vez. Creemos que nos conocemos demasiado, no hay espacio
para lo nuevo. La interioridad regala a la relación lo nuevo, lo inédito, porque
cada momento es un momento nuevo y depende de nuestra reacción si lo
hacemos nuevo o viejo, lo de siempre, una reacción compulsiva.

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En el juego del frontón tengo la capacidad de tomar la pelota mirarla y
comprender el mensaje interior que tiene ese golpe, puedo sentir el latido de
ese corazón que busca reconocimiento, así lo puedo devolver de un modo
que genere una nueva relación. Lo exterior no es lo más importante. Dentro
de lo que está sucediendo hay otras razones más profundas que si las observo
se descubren. Cuando Jesús con la mujer adúltera quieren pillarle, Jesús
dibujaba en la arena, interiorizaba la situación, no caía en la trampa y en esa
detención la respuesta que da es totalmente inesperada. No los acusa, les
retorna a sí mismos, a su verdad, al antes de la compulsión de tener que tirar
una piedra porque eso es lo fácil. Y en esa vuelta a sí mismos se van retirando
uno a uno desde los más ancianos quizá porque se dan cuenta de lo que iban
a hacer. Jesús introduce en una situación muy intensa, una respuesta que
libera a todos: los fariseos son liberados de ser sentenciadores de muerte, ella
es reconocida en su dolencia y restaurada: no peques más y Jesús es salvado
de estar en un lado o en el otro.
Jung: porque nos cuesta pensar, juzgamos. Juzgar es demasiado fácil, cuando
juzgamos sentenciamos desde nuestros registros sin entender por qué está
sucediendo. Si la verdad no da vida no es verdadera. Si aquello que llamamos
verdad no está dando vida, no es suficiente, es mi verdad o es una verdad,
pero no es la verdad. La verdad y la vida van juntas. La verdad no es lo
inmediato, requiere mucha más comprensión. Cuanto más sabemos lo que
está en juego en nuestra manera de percibir las cosas, más afinados somos
en nuestra manera de comprender y escuchar a los demás. Sentenciar es lo
fácil. Pensar y comprender por qué eso está sucediendo y dar alternativas que
nos salven a todos, que podamos ser capaces de pasar de la víctima y el
verdugo, del juez y el condenado, de esas divisiones que nos ponemos unos
a otros, eso da a la humanidad sabiduría: capacidad de regenerar una
situación que parecía perdida.
Interioridad es ir a la raíz de las cosas, tener la audacia de bucear y bucear
hasta ir a la raíz para realmente sanar el árbol.
Interioridad respecto de las cosas.
¿Cuántos de ustedes al salir de casa, al abrir el armario de la ropa, han
reverenciado la oportunidad de elegir la prenda para ponerse? ¿O los
distintos calzados? ¿O al desayunar agradecer el poder elegir lo que comer?
¿Cuántas cosas a lo largo del día nos rozan y nos pasan desapercibidas?
Tenemos que pasar una guerra o algo así para volver a casa y agradecer la
cantidad de cosas que tenemos y no nos damos cuenta. Hay un extraño
veneno en nuestra cultura que nos hace desear siempre más y quedar siempre

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insatisfechos por el último anuncio o porque lo tiene el vecino o la vecina.
Interiorizar es agradecer, detenerse antes de tomar algo y venerarlo.
Si no agradecemos nos convertimos en seres muy exigentes y nunca
habíamos tenido tanto y nunca habíamos estado tan insatisfechos que es una
locura. La sociedad de bienestar crea malestar. Hay más gozo de vivir en la
posguerra que en estos momento que teniéndolo todo no tenemos nada
porque no nos damos el tiempo de saborearlo. Cuanto más cosas tenemos
menos gozamos de ellas porque como hay tanta cosas de las que gozar… y
es una estupidez colectiva además de provocar una gran desigualdad
mundial.
¿Hacia dónde corremos? Planetariamente, o esto lo paramos entre todos y
detenemos esa velocidad y hacemos que quepamos todos o nos daremos un
tortazo y el dolor será muy grande, ojalá nos lo podamos saltar o eludir. Nos
hemos impuesto una velocidad que no sabemos quién controla. Sí lo sabemos
en la medida que seamos conocedores de nosotros mismos, que habitemos
nuestra propia interioridad, nuestra propia conciencia para tener una vida
más consciente y agradecida.
Los regalos que hacemos por Navidad, etc… son tantos que no tienen tiempo
de disfrutar los regalos que les damos. ¿Cómo salimos de esto? Hemos
creado una adicción de la abundancia. Lo que añade la interioridad a otras
palabras es consciencia. No es una categoría moral que obliga o castigue,
sino es una invitación a ser nosotros mismos cada vez más pero nadie nos va
a obligar a eso. El camino de la nueva manera de entender la religión es
hacernos conscientes y responsables de cada instante que estamos viviendo
porque ese instante es nuestro, pasa a través nuestro y al mismo tiempo es
irrepetible, no se va a dar de nuevo jamás, el que lo recibamos de manera
honda y sagrada depende de la conciencia que le pongamos y eso es otro
nombre de la interioridad. El adentro de cada cosa, de cada palabra que
utilizamos está palpitando de vida, de ser en este momento y no otro,
mientras que estamos pendientes de lo que vendrá o de lo que fue y así
perdemos la atención de la sacralidad del aquí y ahora que es lo único que
tenemos.
Interioridad en relación con toda la información que nos llega.
Las redes sociales nos enredan, es una forma nueva de esclavitud según con
la consciencia con la que usemos los medios. ¿Qué selección hacemos de la
información que recibimos o damos a todos los niveles? Los medios son de
incomunicación porque el margen que nos damos para la respuesta que nos
estamos dando no da para verificar si vale la pena. Hay muchas más fake
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news de las que pensamos. Eso es algo nuevo y depende de la atención que
nosotros adquiramos respecto de los instrumentos que están hechos para
aceptar la vida pero requiere de mucha atención para no quedar arrastrados
a lugares que no queremos ir, eso depende del acto consciente de ir o no ir.
Y eso requiere mucha atención.
Un paso más. A donde apunta con más profundidad la palabra interioridad
es vivir de unas claves más profundas. Vivimos en un tiempo en el que
muchas cosas se están haciendo añicos: abusos, progresiva crisis de
credibilidad de la Iglesia, crisis de los modelos políticos, ideológicos… en
muchos ámbitos crisis de los puntos de referencia. O perecemos o nos
volvemos cínicos, indolentes, descreídos o tenemos la oportunidad de ir a un
lugar más profundo de eso mismo que antes confiábamos. La interioridad es
la posibilidad de “ir mar adentro” y más adentro. Y cuando van más adentro,
mar adentro, la pesca agotada de la orilla se convierte en pesca abundante
porque van a otros lugares a pescar.
Lo que estamos viviendo en tantas realidades es una oportunidad para ser
más adultos y verdaderos con lo que estamos viviendo. Pasar de los peces
muertos de la orilla e ir más adentro para volver a confiar unos en otros y
echar la red y pescar otros peces. La interioridad es la asunción de la propia
responsabilidad en nuestra Iglesia, comunidad y mundo en el que vivimos en
el que se han puesto en crisis nuestras referencias que nos parecían intocables
porque a lo mejor habíamos delegado a otros lo que es indelegable. Y
nosotros hacemos nuestra propia profundidad y experiencia de ir a las
fuentes de la vida. Sólo podemos alcanzar nuevas regiones de nosotros
mismos o de la Iglesia o del mundo cuando pasamos ciertas crisis que no son
el final sino un nuevo comienzo y ese dinamismo de muerte y resurrección
es el dinamismo de nuestra fe, estamos continuamente terminando ciclos que
se acaban y ciclos que comienzan. Nuestro primer nacimiento es un desgarro,
nacimos del lugar que teníamos todo, sino nacemos el mismo lugar nos
produciría muerte nuestra y de nuestra madre. En la medida que pasamos
esas crisis se alcanzan nuevas claridades. Eso es sólo posible si vivimos en
profundidad cada cosa que hacemos cada día. En la medida que somos sí
mismo/a, todos los recursos brotan de nosotros mismos si tenemos la
confianza y la apertura por un lado para ponernos en cuestión y para confiar
en aquello que ponemos en cuestión.
Por tanto, hablar de interioridad es hablar de profundidad y eso es atravesar
las diferentes crisis que nos da la vida para que cada una de ellas sea ocasión
de crecimiento.

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No hay nada escrito de antemano. La Palabra de Dios que leemos es para
interpretar la palabra de Dios que realizamos. La Palabra de Dios del Antiguo
y Nuevo Testamento no es para quedarnos en ella sino para que ilumine
nuestra vida en tanto que es palabra de Dios. Profundizar nuestra vida es la
capacidad de leer como Palabra de Dios lo que parecen letras y palabras
sueltas que no tienen sentido. Tienen sentido al comienzo y al final del día:
disponernos y recogernos para poder reinterpretar el aparente caos que
hemos vivido, esa palabra de Dios que nos va dándonos mensajes. Esto es
hoy orar, no para pedirle a Dios que nos solucione nada, sino para creer que
Dios nos necesita a nosotros para solucionarlo todo y eso es una madurez en
la fe. Creer verdaderamente en la segunda venida del Señor, ¿cómo viene
Cristo? A través de cada uno de nosotros, viene por el mismo camino por el
que cada uno de nosotros vamos y nos encontramos en cada momento. Su
venida es nuestra ida, quien tiene que venir es el Cristo total, cósmico que
somos cada uno de nosotros. Todo lo que pedimos nos lo estamos pidiendo
a nosotros mismos, porque nos revierte hacia nosotros, para eso existimos,
en cada uno de nosotros está el potencial de acercar la segunda venida de
Cristo que se da a través del camino que cada uno hacemos, porque Cristo
está acá en lo que cada uno hace y es.
Interiorizar es mirar nuestra vida desde esta infinita profundidad, creer y
vivir que no hay ningún momento de nuestra vida que no esté en la presencia
de Dios. En Él somos, nos movemos y existimos. Ese Dios es mucho mayor
y diferente que el Dios en el que infantilmente nos apoyamos. Como si Él
nos hubiera de resolver lo que Él está esperando que siendo nosotros
completemos hacia Él. Pero eso no lo hacemos solos sino que lo hacemos
porque en Él somos, nos movemos y existimos. Pero ¿cómo somos, como
nos movemos y existimos? Depende de cada uno de nosotros. Todo está dado
y todo está por hacer y entre ese dado y por hacer estamos cada uno de
nosotros y en la irrepetibilidad de todo eso hacemos desde que nos
levantamos hasta que nos acostamos ¿cómo vamos a saber si eso es lo
adecuado sino somos conscientes de lo que hacemos? Y qué bello y qué
profundidad nace de cada uno de nosotros cuando lo que hacemos lo
hacemos con conciencia. Qué fortaleza y qué verdad, qué vida verdadera.
Estamos juntos, en comunidad, no estamos solos. Juntos/as conspiramos por
la causa del Reino pero para eso tenemos que inspirar todo lo que vivimos,
de recibir cada instante en toda la densidad que tiene y desde el adentro de
cada cosa devolvemos la realidad que está gestándose dentro de nosotros.
S. Ignacio: si vivimos lo que tenemos que vivir, vivimos en consolación.

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Consolación comporta también dolor pero significa que eso que vivimos
tiene sentido, vale la pena, hay que atravesarlo. Hay un gozo de fondo y
desde ese gozo de fondo hay que vivir lo que toque.
PREGUNTAS
Lo que introduce la consciencia, la interioridad es, primero, sentirlo,
reconocerlo de nuevo, pero con una gran paradoja: ¿eso que sucedió en mí
hace tantos años, sucedió entonces, sigue estando en mí ahora?, pero el ahora
de hoy no es el ahora de hace 20 años. Hay algo en el presente que tiene una
fuerza transformadora que hace que en el aquí y ahora de la experiencia de
Dios

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