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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA

DE MÉXICO
FACULTAD DE DERECHO
SEMINARIO DE DERECHO PENAL
ASPECTOS CRIMINOLÓGICOS,
VICTIMIOLÓGICOS Y DE LA PENOLOGÍA
DEL HOMICIDIO DOLOSO EN LA CIUDAD DE
MÉXICO

TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE


LICENCIADO EN DERECHO

PRESENTA

ÁNGEL GARIBALDI DUPUY SANTIAGO


CTA. 075743680
ASESOR: MTRO. ALEJANDRO LÓPEZ GARCÍA
ASPECTOS CRIMINOLÓGICOS, VICTIMIOLÓGICOS Y DE
LA PENOLOGÍA DEL HOMICIDIO DOLOSO EN LA CIUDAD DE
MÉXICO

ÍNDICE
Introducción………………….………………………………………………………….I
Capítulo I. Marco histórico del homicidio doloso en México ……….………….…1
I.1 El homicidio doloso en la Cultura Azteca…..……………..…………….1
I.2 El homicidio doloso en la época Colonial………………….……………3
I.3 El homicidio doloso en el México Independiente………….……….......8
I.4 El homicidio en el México Posrevolucionario……………….…………13
Capítulo II. Marco teórico conceptual en torno al homicidio doloso……….……16
II.1 El homicidio doloso y el Derecho Penal…………………………….…17
1.1.1 El homicidio doloso …………………………….………………22
II.2 La Criminología y el homicidio doloso …………………………………30
II.3 La Victimología y el homicidio doloso ………………………………….38
II.4 La Penología y el homicidio doloso ……………………………………41
II.4.1 La punibilidad, punición y pena ………………………………42
II.4.2 Punibilidad del homicidio doloso en la Ciudad de México…43
II.4.3 Substitutivos de la prisión ……………………………………..48
Capítulo III. Posiciones teóricas criminológicas respecto al homicidio doloso…50
III.1 Claus Roxin…………………………………………………………….....50
III.2 Günther Jakobs…………………………………………….………….…53
III.3 Alessandro Baratta………………………………………….…………….57
III.4 Michael Foucault…………………………………………….…………....60
III.5 Luigi Ferrajoli………………………………………………….…………..63

Capítulo IV. El homicidio doloso en la Ciudad de México……………….……....66


IV.1 Aspectos teóricos y metodológicos respecto al homicidio….……….66
IV.1.1 Estructura social y el homicidio……………………………....67
IV.1.1.1 Clase social………………………………………….……….67
IV.1.1.2 Género………………………………………………………..70
IV.1.1.3 Edad…………………………………………………….……72
IV.1.1.4 Raza y aspectos étnicos……………………………..…….74
IV.1.1.5 Delincuencia común y organizada……………………….75
IV.1.2 Metodología……………………………………………………………77
IV.2 Estadísticas y cifras 2000-2009……………………………………:…80
IV.3 Principales zonas delictivas………………………………………:….87
IV.4 Características de los homicidios, de los homicidas y de las
víctimas ……………………………………………………………:…90
IV.4.1 Uso de armas de fuego……………………………………:..91
IV.4.2 Homicidios pasionales……………………………………...:93
IV.4.3 Homicidios de la delincuencia organizada y contra
personal de seguridad………………………………………95
IV.4.4 Homicidios de género……………………………………….:97
IV.4.5 Días y horarios de los homicidios…………………….…..101
IV.4.6 Perfiles de los homicidios y móviles del homicidio……..104
IV.4.7 Victimización………………………………………………...106
IV.4.7.1 Las “viudas negras”………………………….......108
Capítulo V. Penología del homicida doloso. Tratamiento jurídico
de los homicidas……………………………………………………………112
V.1Sentencias de los homicidas en la Ciudad de México……..115
V.2 El sistema penitenciario de los homicidas…………………:.121
V.3 Las prisiones en la Ciudad de México………………………:123

Conclusiones…………………….…………………………………………126
Propuesta……………………………..…………………………………….:130
Bibliografía………………………………………………………………….:134
INTRODUCCIÓN

En nuestro país de principios del siglo XXI, se presentan más de cinco mil
homicidios cada año y en la ciudad de México se llevan a cabo más de seiscientos
cincuenta asesinatos anuales. Así, sin estar en un estado de guerra, los seres
humanos se matan cotidianamente.
El Derecho y el sistema penal de un país tienen como principales objetivos
prevenir la comisión de los delitos y castigar a aquellos que osan violentar el orden
jurídico de la sociedad. Aún más cuando se trata del ataque al bien jurídico más
valioso: la vida humana.
La realidad, sin embargo, nos muestra que ello está cada vez más lejos de
la verdad. Día con día, los mexicanos nos matamos por causas no precisamente
accidentales, fortuitas, por negligencia o falta de cuidado. La muerte se planea y
se ejecuta fría y calculadoramente. Y la sociedad, junto con los caminos de la
justicia que se ha trazado, se ve impotente para controlar este auto flagelo de los
seres humanos.
Desde luego que ello no es privativo de nuestro país ni mucho menos de
nuestra Capital. La misma humanidad nos muestra un abanico muy extenso de
este comportamiento delictivo y asesino. A lo largo de la Historia Mundial, los
eventos asesinos no son sólo fragmentos anecdóticos en el devenir de los
pueblos. Constituyen a veces, actos realmente fundadores de una nación.
La muerte deliberada de alguien se presenta como un acto decisivo y
fundamental para justificar el derrotero nacional, mientras en el otro lado se
fustiga, socialmente hablando, a los que matan y que, principalmente, no alcanzan
a librar el juicio penal satisfactoriamente.
¿Por qué mata el ser humano a otro semejante? ¿Qué motiva a una
persona a quitarle la vida a otra de una manera no accidental, sino de una forma
más o menos planeada? ¿Cómo reacciona la sociedad ante el delito del homicidio
y qué respuestas penales se les infringen a los homicidas? ¿Qué tratamiento
jurídico se les da los infractores del bien jurídico más preciado?

I
¿Quién mata más, los hombres, las mujeres, los jóvenes, los pobres, los
más educados o los de más bajo nivel de escolaridad? ¿Quién es más asesinado,
es decir, quién tiene más probabilidades de ser muerto por otra persona? ¿Hay
diferencias acaso en el tratamiento penal de este delito que se deriven de esas
diferencias sociales, aunque se traten, aparentemente, de los mismos hechos
delictivos?
La modernidad de la época actual, ¿ha modificado los patrones de castigo
de acuerdo a esa caracterización social? Y, finalmente, ¿qué está haciendo la
sociedad mexicana para prevenir tales violaciones a las leyes penales? Las penas
impuestas, ¿han sido efectivas?, ¿se ha logrado, ya no digamos prevenir el delito,
sino cuando menos disminuir sus tasas?
La búsqueda de respuestas a todas estas interrogantes, nos llevará al
análisis pormenorizado de este delito en particular y de las consecuencias sociales
de su tratamiento.
El problema específico de esta investigación es dilucidar claramente cuáles
son las causas sociológicas de los homicidios dolosos en la ciudad de México, sus
características y singularidades, así como precisar cómo es su tratamiento jurídico
y penología, para que de esta manera se pueda llegar a elaborar una propuesta
alternativa para el castigo socio jurídico a este delito.
Se pretende establecer aspectos fundamentales de la Criminología,
Victimología, del Derecho penal y de la Penología, en torno al delito del homicidio
doloso en la Capital del país en los inicios del siglo XXI. Así, se establecerá,
dentro de lo científicamente posible, cómo y por qué se desarrollan los crímenes,
las características específicas de las víctimas, una “radiografía geográfica, cultural
y económica” de este delito en la ciudad de México, así como el tratamiento
jurídico penal a los encontrados culpables.
Se tratará de indagar todos aquellos aspectos tanto jurídicos como
sociológicos que giran alrededor del por qué un ser humano mata a otro, qué
características tienen tanto los criminales como las víctimas, así como el
tratamiento jurídico social en el castigo a dicho delito y su comportamiento a lo
largo de la primera década del presente siglo. Para ello se tomarán algunos casos
II
específicos y se mostrarán los castigos a que se hicieron objeto, es decir, qué
condenas se les dieron a los homicidas.
No se pretende, sin embargo, entrar al Derecho comparado, es decir,
establecer esquemas comparativos entre marcos jurídicos de diferentes países,
pues ello implicaría desarrollar técnicas de investigación que van más allá de los
objetivos del presente trabajo. Evidentemente en un futuro se podrá desarrollar
este aspecto para contestar, por ejemplo, por qué nos matamos más los
mexicanos que los suecos. De ahí que esta investigación es al interior de la
sociedad mexicana actual y, específicamente, de la Ciudad de México.
Asimismo, es necesario precisar que no es el estudio del homicidio en
general el objetivo del presente trabajo. Se descartan totalmente a los homicidios
culposos o accidentales, pues es evidente que en esos casos el culpable de tales
acciones no es un sujeto que haya intentado de manera deliberada matar a un
semejante, aun cuando el resultado final sea la muerte de otro ser humano. Lo
que se busca es precisamente encontrar qué lleva a un individuo a privar de la
vida a otra persona, las características en que se comete el homicidio y el
tratamiento o sanción jurídico-social al asesino.
De la misma manera, se toma a la Ciudad de México, porque ésta es un
gran crisol que nos puede mostrar cómo se da el comportamiento social con
respecto a un problema socio jurídico determinado. El amplio espectro social que
nos presenta esta enorme urbe, con una sólida base estadística criminalística más
o menos confiable, permite apreciar lo que se puede considerar un gran
laboratorio social. Y nuestro objetivo, como científicos sociales, es precisamente
encontrar respuestas a las problemáticas que experimentan los conglomerados
humanos. Esta es una excelente oportunidad.
A partir de lo manifestado, se puede establecer que la pretensión final de
este trabajo es formular una propuesta jurídico penal en torno al tratamiento del
homicidio doloso, es decir, consignar que el actual sistema de penas no ha sido de
ninguna manera efectivo en, ya no digamos la prevención del crimen, sino ni
siquiera en el acto punitivo mismo. La tasa de crímenes sigue peligrosamente alta
y los sistemas de castigo socio jurídico, más que castigar al verdadero
III
delincuente, pareciera que van de la mano con la que podíamos llamar
“fabricación de criminales”.
Sin pretender establecer un profundo análisis del sistema penitenciario, que
por sí mismo da para un amplio trabajo de investigación, sí se busca relacionar el
homicidio doloso con los castigos que la sociedad supuestamente establece a los
asesinos, para tratar de formular una liga entre ambos aspectos y ver si realmente
cumplen con su cometido final, que no podría ser otra cosa que prevenir y evitar
los asesinatos. Y en última estancia, castigar para que no se volviera a cometer el
crimen.
¿Qué tanto un castigo sería lo suficientemente fuerte para evitar volver a
cometer otro homicidio? Sin olvidar, claro, que la misma lógica penal ordena
largas penas a los homicidas dolosos y que en teoría una vida normal no
alcanzaría para cometer varios crímenes. Parece que aquellos que tienen una
serie de crímenes son atrapados después de cometerlos y no precisamente
sucede que después del primero, sean atrapados, juzgados y condenados, y que
luego que salen tuvieran oportunidad de volver a cometer otro crimen y pasar por
el mismo proceso.
En suma, se pretende también apreciar cómo funciona el sistema de
castigo jurídico respecto a los homicidios dolosos en el sistema penal mexicano y
la manera en que la sociedad mexicana actúa con relación al crimen y cómo éste
se modifica con la acción punitiva. Y a partir de ello, cómo se podría establecer un
nuevo marco sancionador para estos delitos.
A manera de hipótesis de trabajo, se establecerá lo siguiente:
1. El asesinar a otro ser humano es algo consustancial en las sociedades. Por
una u otra causa, el “privar de la vida a otro” es algo cotidiano y forma parte
de la cultura del ser humano;
2. Existen ciertos parámetros en los homicidios dolosos: los varones tienden a
ser más “asesinos”, así como los jóvenes matan más que otros grupos de
edades.

IV
3. Existe cierto paradigma en el tipo de víctimas, o sea, hay un determinado
padrón en las personas asesinadas. Tienden a ser varones, jóvenes entre
17 y 30 años.
4. El actual sistema sancionador del delito de homicidio doloso es totalmente
ineficiente para controlar este delito. Un modelo más acorde con una cierta
reposición real y efectiva del homicida orientado hacia la posible reparación
del daño infringido, haría más realista la meta de sancionar y al mismo
tiempo prevenir el desarrollo delictivo homicida. Quizá convenga recordar
aquella frase de Maquiavelo que retrata más la naturaleza del hombre en
este sentido: “Los hombres olvidan más rápidamente la muerte de su padre
que la pérdida de su patrimonio”. Un sistema que sancione con severidad,
patrimonialmente hablando, al homicida, más que su reclusión
penitenciaria, sería más efectivo para prevenir el delito. El homicida tendría
que trabajar para pagar su deuda con la sociedad y, principalmente, con los
deudos de la víctima.

Lo que se pretende hacer con el homicidio doloso en la ciudad de México


en los últimos diez años es analizar sus causas, características, formas sociales
de respuesta a la peligrosidad de los sujetos que lo realizan, la manera en que se
realiza y, finalmente, elaborar una propuesta factible que permita vislumbrar un
mucho mejor control que el que actualmente se está llevando a cabo.
Fuentes importantes de recopilación de información son los medios
periodísticos de la Capital del país, así como las estadísticas referidas a los
homicidios dolosos en la Ciudad de México en los últimos diez años. Se recogerán
aquellos datos disponibles respecto a los actores y las víctimas de los homicidios
intencionales y las características relevantes que les rodearon.
Para ello, en primer lugar, se hará un breve recorrido histórico del homicidio
doloso en México. Se verá cómo se presentaba en la época prehispánica, en la
Colonia, en el México Independiente y, finalmente, en la etapa Posrevolucionaria.
Asimismo, se tratará también la reacción social frente a ese delito por parte de la
sociedad y de los marcos jurídicos respectivos.
V
Enseguida, se mostrará el marco teórico conceptual en torno al homicidio
doloso, se verá qué dicen la Criminología, la Victimología, el Derecho Penal y la
Penología respecto al acto de matar a un ser humano; qué se ha dicho al respecto
y cómo ha sido tratado por los estudiosos y científicos del tema.
En tercer término, se revisarán las distintas posiciones teóricas de algunos
autores relevantes respecto al Derecho Penal y el tratamiento punitivo de los
delitos y, particularmente, de los homicidios.
El cuarto Capítulo, será referido a la presentación de la problemática
específica. Así, se verá lo relativo al homicidio doloso en la Ciudad de México en
los primeros años del siglo XXI. Se construirá un mapa jurídico y sociológico de
este delito, sus causas, manifestaciones, características, reacciones sociales y,
finalmente, el impacto social y jurídico del homicidio en la sociedad mexicana.
Asimismo, el último Capítulo será referido a la manera en que la sociedad
mexicana capitalina, por medio de su sistema judicial, trata a los sujetos activos de
este delito, es decir, qué tipo de penas o condenas se hacen merecedores estos
homicidas.
Finalmente, se harán una serie de breves consideraciones,
recomendaciones y conclusiones obtenidas mediante el desarrollo de la
investigación y donde se elaborará una propuesta alternativa, desde el punto de
vista penológico, para tratar de resolver de la mejor manera posible la prevención
de este delito y detener la tendencia alcista de las cifras criminales.
Es necesario que los estudiosos sociales podamos entrar al campo de las
propuestas para de verdad solucionar los graves problemas sociales. Ése es el
sentido de la ciencia social.

VI
CAPÍTULO I
Marco histórico del homicidio doloso en México

Toda situación actual tiene su pasado que en cierta forma la explica y


conforma. Por ello es importante presentar un breve panorama histórico de cómo
ha sido tratado en la época pasada el delito del homicidio doloso. Sin pretender
hacer un examen exhaustivo del Derecho Penal mexicano pretérito, sí se busca
visualizar el tratamiento a este delito en el pasado, para apreciar su justa
dimensión el tratamiento actual. De ahí el objetivo central del presente apartado
sea mostrar la manera en que la sociedad responde ante lo que ya se ha llamado
el máximo delito que puede cometer un ser humano: el asesinar a un semejante
de forma intencional y con un objetivo claro de privarlo de su bien más preciado: la
vida.
I.1 El homicidio doloso en la Cultura Azteca.
La Sociedad Azteca representa un punto culminante de las Culturas
Mesoamericanas. Herederos de grandes tradiciones culturales, los Aztecas
conforman una verdadera sociedad en por contar con lo que podríamos considerar
un completo sistema jurídico penal.
El Sistema Penal Mexica se presentaba de una forma sumamente rigorista,
se basaba en una gran severidad moral y jurídica y partía de una notable cohesión
política. Recordemos que el sistema político azteca era totalmente ejercido por
una clase dominante formada por los sacerdotes, los nobles y los militares.
Las restantes clases sociales, desde los comerciantes, campesinos,
artesanos hasta los esclavos, estaban sujetos a un rígido esquema de
organización social dentro del cual cada parte hacía su papel asignado. Ello no
quiere decir que las clases dominantes no estaban sujetas al orden social. Todo lo
contrario: tenían que poner el ejemplo. La severidad en el orden social era para
toda la sociedad.

1
Tenemos, además, que los aztecas imponían a los pueblos vecinos un
fuerte sistema de dominio basado en lo que el historiador Enrique Semo llama
“despotismo tributario”.1
De acuerdo con la concepción cosmogónica azteca, el individuo formaba
parte del cuerpo social que tenía como objetivo alimentar a los dioses. Nunca
proclamaron la igualdad y dentro del grupo recibía mayores responsabilidades
quien tenía mayores méritos y una vida más ejemplar2, pero ello se reflejaba
también en el ámbito penal.
A lo largo del tiempo, los aztecas contaron con el llamado Código Penal de
Netzahualcóyotl, que significó un gran avance, pues estableció límites a la
venganza privada, aunque también le proporcionó una gran flexibilidad
interpretativa a los jueces.3
El homicidio doloso, como muchos otros delitos, era comúnmente castigado
con la pena de muerte. Parece ser que hacían la distinción entre el culposo y el
doloso, pues establecieron que en el caso del culposo se tenía que pagar una
indemnización pecuniaria y en ocasiones le seguía la esclavitud.
Otras sanciones aplicables eran la mutilación y el destierro temporal o
definitivo, dependiendo de la gravedad del delito. A veces los castigos se
extendían a los parientes del sentenciado hasta el cuarto grado, todos recibían el
mismo castigo, inclusive los nobles, ya que ellos debían de dar el ejemplo.4
Como se dijo, el homicidio era castigado con la muerte; sin embargo, la
esposa del ofendido podía solicitar la esclavitud del sujeto activo. No se
consideraba como una atenuante el hecho de que el homicida hubiese encontrado
a la víctima teniendo una relación adúltera flagrante con su cónyuge.
Lo que se podría considerar como una fuerte reacción social era el hecho
de que a quien utilizaba el veneno como medio homicida era fuertemente
repudiado, lo que podría ser considerado como un antecedente del homicidio

1
SEMO, Enrique. La lucha de clases en la historia de México. Siglo XXI, México,
2
GONZÁLEZ Domínguez, María del Refugio. Historia del Derecho Mexicano. México, UNAM, 1981, basado en el texto de
LÓPEZ Austin, La Constitución real de México-Tenochtitlán, México.
3
ROBLEDO Gutiérrez, Jaime. La normativa penal de las culturas maya y azteca. Tomado de:
http://www.cienciaspenales.org/REVISTA24/Aproximacionalanormativa.htm del 17 de marzo 2010.
4
Ídem.

2
calificado, por suministrar veneno de manera insidiosa.5 Incluso el matar a un
esclavo o esclava era penado con la muerte. El aborto se castigaba igualmente
con la pena capital.
El régimen penal mexica no establecía distinción entre lo que conocemos
como autor intelectual y autor material. Ambos eran culpables, lo que sucedía
también con los cómplices. La pena de muerte era sumamente cruel, pues se
hacía por descuartizamiento, cremación en vida, estrangulamiento,
machucamiento de la cabeza con piedras y la decapitación.
En tiempos de paz, era prohibido portar armas para la población (con
excepción de los guardias y los cazadores), por lo que el duelo (la incitación al
mismo más bien) se castigaba con pena de muerte, pues se consideraba un delito
contra la seguridad pública, sólo se permitía en tiempos de guerra y si el duelo era
por el amor de una doncella, el ganador podía desposarla.
La sociedad azteca no estableció lo que podríamos considerar un sistema
penitenciario; no existió el concepto de penas de prisión a largo plazo, pues
solamente se utilizaban cárceles temporales o más bien jaulas de madera a modo
de encierro provisional para mientras se ejecutaba la pena correspondiente, para
prisioneros de guerra, delincuentes, esclavos fugitivos, recapturados o cualquier
otro individuo.

I. 2 El homicidio doloso en la época Colonial


La llamada “conquista”, independientemente de que haya sido o no una
verdadera conquista, significó literalmente el derrumbe social, económico y cultural
de las sociedades prehispánicas, principalmente de la azteca o mexica. Si bien
eso no se dio de la noche a la mañana, sí puede decirse que dicha caída se
presentó más o menos rápidamente por diversas circunstancias, principalmente
por las epidemias, las enfermedades y la desorganización que se derivó de la
derrota de la principal fuerza militar en el área mesoamericana.

5
Ídem

3
El primer esfuerzo de los españoles fue tratar de obtener el mayor provecho
económico a la conquista de los nuevos territorios, aunque al mismo tiempo
procuraron imponer, en términos generales, un nuevo modelo político gobernante.
Es por ello que será hasta 1535 cuando el virreinato se estableció de manera
estable y que duró hasta el fin del periodo Colonial, en 1821. El virrey, junto con
las autoridades eclesiásticas, fueron las principales instituciones políticas de la
Nueva España.
En términos jurídicos, en esta época se destaca por su importancia la
"Legislación de Indias". El rey Felipe II en el año de 1527, ordenó que se
establecieran en las audiencias de México ante los órganos judiciales que
existieran como en España dos Procuradores o Promotores fiscales, uno para
asuntos civiles y otro para asuntos penales.
Posteriormente, en el periodo virreinal, se introdujeron las leyes penales
españolas a los nuevos territorios americanos, aunque el verdadero Derecho
vigente durante este tiempo fue el Derecho Indiano como principal, y el Derecho
de Castilla supletoriamente. Hubo diversas recopilaciones de leyes, de las que fue
el cuerpo principal la Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias de
1680, adicionada con los Autos Acordados hasta Carlos III (1759), monarca con
quien comenzó una legislación más especializada.
Dentro de los nueve libros que componen la recopilación existe diseminada
y en desorden, la regulación penal, pero es el libro VII el especializado en esta
materia. En su Título primero se regula la figura de los “pesquisidores”,
encargados de la función investigadora hasta la aprehensión de los presuntos
responsables; y los “jueces de comisión”, designados por audiencias y
gobernadores para casos extraordinarios y urgentes.
El Título segundo regulaba lo relacionado a juegos y jugadores. El tercero
sólo era incidentalmente penal pues, tratando de “casados y desposados en
España e Indias” disponía la prisión para los que debían volver a la metrópoli para
reunirse con sus cónyuges. El Título cuarto establecía la expulsión para
vagabundos y gitanos. Disponía en su Título quinto un cruel sistema intimidatorio
contra mulatos, negros, berberiscos e hijos de indios, constituido por tributos al
4
rey, prohibición de portar armas y transitar por las calles de noche, obligación de
vivir con amo conocido, penas de trabajo minas y azotes, penas impuestas en
procedimientos sumarios.
Y un atisbo de ciencia penitenciaria se hallaba en sus Títulos sexto y
séptimo, sobre cárceles, carcelarios y visitas carcelarias. En su último Título VIII
se fijaban los delitos, las penas y su aplicación, y por cuanto a los indios
establecía para los delitos graves la sustitución de la pena de azotes y las
pecuniarias, con trabajos personales en conventos o ministerios y cuando el delito
era leve la pena debía adecuarse procurando dejar al reo en su oficio y con su
mujer; sólo se les podía entregar a sus acreedores para pagarles con sus
servicios, y si eran mayores de 18 años se les empleaba en donde no hubiera
caminos o bestias de carga. Los delitos cometidos contra indios merecían pena
mayor que en otros casos.
Se permitía el sistema de composición de manera excepcional y las penas
eran distintas según la casta a que se perteneciera.
De aplicación supletoria, ya se ha anotado, fue el Derecho castellano: el
Fuero Real (1255), Las Partidas (1265), el Ordenamiento de Alcalá (1348), las
Ordenanzas Reales de Castilla (1484), las Leyes de Toro (1505), la Nueva
Recopilación (1567) y la Novísima Recopilación (1805). El ordenamiento de Alcalá
dedica el Título XXII a los “omecillos”, y la Novísima Recopilación de 1805
contempla el homicidio simple, el justificado, el alevoso, el cometido en la Corte, o
por medio de incendio, o en ocasión del robo, nos dice el investigador argentino
Ricardo Levenne.6
De la misma manera, continúa diciéndonos Levenne, la Suma de las leyes
penales de Francisco de la Pradilla, adicionada por el licenciado Francisco de la
Barreda (Madrid, 1639), se refiere con toda detención al homicidio doloso,
castigado con pena de muerte, al preterintencional, al justificado, al cometido en
legítima defensa o por un clérigo, o con veneno, al parricidio y al homicidio alevoso
o por precio.7

6
LEVENNE, Ricardo. El delito de homicidio. 3ª Edición, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1977, p. 27
7
Ídem

5
Asimismo, de estas legislaciones conviene resaltar a las Partidas, en cuya
Setena, dedicada casi exclusivamente a la materia penal, estableció las
acusaciones por delitos las facultades de los jueces; sancionó las traiciones, los
retos, lides y acciones deshonrosas; las infamias, falsedades y deshonras; los
homicidios, violencias, desafíos, treguas; robos, hurtos, daños; timos y engaños;
adulterios, violaciones, estupros, corrupciones y sodomías, truhanería, herejía,
blasfemia, suicidio y a los judíos o moros.
Establece la prisión preventiva (Título XXIX), los tormentos y las penas, y
dio facultades para imponer pena según albedrío del juzgador. Estableció penas
distintas según la condición social de los reos y las circunstancias de tiempo y
ejecución del delito.
De acuerdo con el Dr. Mario Téllez,8 las Siete Partidas, atribuidas a Alfonso
X, El Sabio, es sin discusión y en orden cronológico, la obra doctrinaria de
naturaleza jurídica más antigua y de mayor influencia en la América hispánica. Y
en el México Independiente de las primeras décadas su prestigio y autoridad no
fue diferente.
En muchos pleitos penales constituyeron el único fundamento jurídico
utilizado durante todo el proceso y es uno de los textos más utilizados en la
práctica, además de que todas las obras doctrinarias se sustentan en él.9
Las Siete Partidas fue un texto dividido en siete grandes apartados, de allí
su nombre, y cada una de ellos a su vez, se dividió en Títulos y éstos en leyes. De
las dieciséis leyes de que constaba la Séptima Partida, el Título 8 estaba dedicado
por completo a los homicidios, o “De los Omezillos” como rezaba su encabezado.
En la introducción del Título se adelantaba de forma sumaria su contenido: los
homicidios injustos o con derecho, la definición de homicidio, las clases de este
delito, quién podía denunciarlo, ante quién, de qué manera y las penas
correspondientes.

8
TÉLLEZ, Mario y RAMÍREZ, Merizanda. El homicidio y la doctrina penal mexicana previa a la codificación, en
www.scjn.gob.mx/SiteCollectionDocuments/PortalSCJN/RecJur/BibliotecaDigital.
9
GONZÁLEZ Domínguez, María del Refugio. Historia del Derecho Mexicano, México, Mc Graw Hill – UNAM,
1998, pp.45-46

6
La primera ley daba la siguiente definición: “Homicidium, en latín, tanto
quiere decir, en romanze, como matamiento de ome”; definición que, salvo la
cuestión lingüística, marcaría la pauta de lo que ha establecido hasta la actualidad
la doctrina contemporánea, o sea, el privar de la vida a otro. En esa misma ley se
distinguían tres clases de homicidio: el que se cometía tortizeramente, es decir, el
ahora denominado homicidio doloso; el que se cometía con derecho y el que
“acaesce por ocasión”, donde de alguna manera se adelantaba lo que sería
mucho tiempo después el homicidio culposo.
En las leyes subsecuentes del Título 8 se describen los casos en que debía
aplicarse la pena de muerte por la comisión de ese delito; y aunque era aplicada
en numerables ocasiones, bajo ciertas circunstancias imponían otros castigos o
simplemente no imponían ninguno, por ejemplo cuando se trataba de la legítima
defensa, la defensa del honor, la muerte del ladrón nocturno, del salteador de
caminos y en otros supuestos más (leyes 2 a 5); supuestos que en su mayoría
habían sido reconocidos desde la tradición románica. En otras leyes del mismo
título se hace referencia al parricidio y al uxoricidio (ley 12); al aborto y a lo que
ahora se denomina negligencia médica, ambos equiparados al homicidio (leyes 6
y 7) porque su comisión se penaba con la muerte.
En lo que se refiere a la punibilidad del delito de homicidio, se establecía la
sanción del destierro para las muertes culposas o imprudentes. Se tenía en cuenta
la condición social del autor. Si el homicida fuese un “caballero” u otro “hidalgo”, la
pena era el destierro indefinido a una isla y confiscación de sus bienes si no
tuviera parientes. Pero si el autor fuera de un lugar común se le sanciona con la
pena capital.
Esta cuestión, dice el doctor Mario Téllez, basándose en los estudios de
Sánchez Arcilla10, es sumamente importante, porque constituyó uno de los
elementos distintivos del derecho novohispano y que permaneció por varios siglos:
las penas impuestas por la comisión de un determinado delito variaban según la
condición social del individuo que lo cometía. Será hasta el siglo XVIII y ya con

10
TÉLLEZ, Mario, op. cit., cfr. SÁNCHEZ Arcilla, José y MONTANOS, Ferrin, “El homicidio”, en Estudios de
historia del derecho criminal, Madrid, Dyldnson, 1990.
7
cierta autoridad hasta el siglo XIX, cuando con el liberalismo y el principio de
igualdad jurídica ello empezó a cambiar.

I.3 El homicidio doloso en la época Independiente


Con la Independencia de México, en 1821, la situación jurídica no cambió
de manera importante, antes al contrario, siguió prácticamente igual, con el
aderezo de que la inestabilidad política de los primeros cincuenta años de vida
Independiente contribuyó al desorden y la anarquía en la aplicación de las leyes,
cualquiera que éstas fueran.
Además, el objetivo central de los grupos políticos en pugna, era el sistema
político Constitucional, ya sea federal o central, republicano o monárquico, y las
legislaciones civil, mercantil, penal o de cualquier otra índole, simplemente no eran
en absoluto prioritarias. Así entonces, la situación jurídico penal prácticamente
pasó inalterable en los primeros años de vida Independiente del país.
La falta de regulación penal llevó a las autoridades Independientes, a
declarar la continuación de la vigencia de todas las leyes que hubieran regido en
el país en todo lo que no se opusiera al nuevo sistema y siempre que alguna
nueva legislación no la hubiere derogado.
Independientemente de los cambios constantes de los sistemas federal y
central, se aplicaron, en primer lugar, las leyes de los Congresos de los Estados y
las leyes generales, los Decretos de las Cortes de España y Reales Cédulas,
pasando por las Ordenanzas, las Leyes de Indias, la Novísima y Nueva
Recopilación, las Leyes de Toro, Ordenanzas Reales de Castilla, el Ordenamiento
de Alcalá, el Fuero Real, el Fuero Juzgo, las Siete Partidas, e incluso el Derecho
Canónico y el Derecho Romano.
No es sino hasta la Constitución de 1857 cuando se establecen las bases
de nuestro Derecho Penal, sobre todo con la inclusión de las llamadas garantías
individuales y con las Leyes de Reforma en donde se promulga de manera
definitiva una legislación de carácter laico y se despoja a la Iglesia de las enormes
facultades que tenía.

8
Antes de 1872, la legislación penal estaba dispersa en un sinnúmero de
cuerpos y leyes, además de presentar un carácter mixto, dado que prevalecían
medidas que venían desde la época Colonial, pero coexistían con las leyes
decretadas por los gobernantes mexicanos de la época.11
Sin embargo, hasta 1871, cuando se recupera la Capital de la República del
Imperio de Maximiliano, se promulga lo que podría considerarse un Código Penal
moderno y que empezó a regir a partir de 1872. En este aspecto ya se recoge lo
que ahora conocemos como el principio de legalidad en materia penal, es decir,
que la autoridad no puede considerar ningún acto como delito si éste no ha sido
previamente establecido en una ley previa, que esté escrita y cuya interpretación
sea estricta, además de que, obviamente, el poder público sólo puede hacer
aquello que la ley lo faculte expresamente. Se pretende acabar con la
discrecionalidad casi abierta que tenía el juzgador.
En 1884 se promulgará otro Código que estará vigente hasta 1929. Ese
primer Código Penal conjugó la justicia absoluta con la utilidad social; la base de la
responsabilidad penal era la moral fundada en el libre albedrío, la inteligencia y la
voluntad; cataloga atenuantes y agravantes con valor progresivo matemático;
reconoce de manera limitada el arbitrio judicial; la pena tiene caracteres aflictivos y
retributivos, se acepta la pena de muerte, igualmente algunas medidas preventivas
y correccionales.
Este Código intentó ser integralmente reformado, respetando sus principios
y sistema, sólo para introducir nuevas y benignas medidas punitivas, aunque en lo
que se refiere al tratamiento del homicidio, sigue recogiendo muchos aspectos de
las Siete Partidas.
De la misma manera, ese primer Código recoge los valores esenciales del
liberalismo, aunque establecía una serie de factores que sesgaban las sentencias
judiciales: un sacerdote que mataba, por el sólo hecho de ser clérigo, se
consideraba un crimen grave; una mujer que cometía un delito se consideraba
más reprobable que si lo hubiera cometido un hombre.12

11
SPECKAM Guerra, Elisa. Crimen y castigo, 1ª Edición, El Colegio de México y la UNAM, México, 2007, p. 23.
12
Ídem, p. 16

9
La corriente positivista consideraba que debía aplicarse una justicia
diferenciada, con base en la peligrosidad del sujeto delincuente, así como en la
Escuela de la antropología criminal, que supone que puede haber en
determinados individuos una predisposición fatal al crimen, dice la investigadora
Elisa Speckman.13
Este Código Penal mexicano no mantuvo separados totalmente las
nociones de delito y de moral. Efectivamente, se cometía un delito cuando se
cometía una acción tipificada como delictiva, pero esta acción era invariablemente
considerada como dolosa, voluntaria y consciente. Si no era así, o sea, lo que
ahora conocemos como culposa, no se consideraba como responsable.14
Los delitos más penados eran los que atentaban contra la vida o la salud de
las personas. Obviamente dentro de ellas el homicidio ocupaba el primer sitio y de
ser cometido con premeditación, alevosía, ventaja o traición, merecía la pena
capital.
También se contemplaba esa sanción si la víctima era ascendiente del
homicida, es decir, en los casos de parricidio; pero no cuando era su
descendiente, “lo cual refleja una concepción sumamente jerárquica de la familia y
en la cual el padre tenía amplios derechos sobre los hijos”15. Recordemos que
todavía hasta 2002, la propia Constitución reservaba la pena de muerte a los
“traidores a la patria, al parricida” y otros más. Aunque los códigos penales
actuales en la práctica ya habían cancelado la pena de muerte.
El homicidio no calificado tenía una pena de doce años de prisión; además
la sanción disminuía si se cometía en riña, pudiendo bajar hasta seis años si el
acusado no la había provocado. El duelo era permitido por “la defensa del honor” y
por una causa moral.16 Si el marido asesinaba a la esposa y a su amante, la
sanción se reducía a menos de la mitad, así como también a su hija y a su
corruptor, tras ser sorprendidos durante el acto carnal, pues se creía que las

13
SPECKAM Guerra, Elisa. Crimen y castigo. Op. cit., p. 16.
14
Ídem, p. 33-35
15
Ídem, p. 39
16
Ídem, pp. 39-41

10
casadas que eran infieles al marido, o a los solteros que perdían su virginidad,
manchaban a los varones de la familia.
Si una madre soltera que cometía infanticidio lo hacía impulsada por la
vergüenza que le provocaba su estado, impidiendo la deshonra de su familia,
podía recibir tan sólo cuatro años de prisión; pero si lo hacía una madre casada en
unión legítima, la sanción se duplicaba.
De ahí que en el renglón de los delitos contra las personas revelara que en
la mente de los legisladores estaban presentes dos consideraciones: el individuo
debía refrenar sus pasiones y controlar sus emociones, pero su violencia (incluso
la que le llevara al homicidio) se justificaba si la expresaba de “forma civilizada y
honorable” y si actuaba en defensa del honor propio y familiar, sigue diciendo Elisa
Speckman Guerra.17
Hay que resaltar, sin embargo, que esta situación diferenciada en el trato
hacia los hombres y mujeres homicidas en términos de punibilidad y punición no
se ha acabado por completo. Cierto es que ahora existe un principio básico de
igualdad ante la ley y ya no se presenta esa diferenciación con relación al género
para establecer los castigos penales a nivel del legislativo (la punibilidad); pero en
lo que se refiere a la punición, es decir, a la aplicación concreta de esa sanción
normativa a un (o una) hombre o mujer, sí sigue existiendo una cierta
discriminación de género, aunque ahora puesta por los jueces al dar su sentencia.
Como se verá más adelante en el tema del tratamiento judicial a los
homicidas en la época actual, cuando se trata de condenar a los hombres
homicidas en los casos de violencia familiar, sus penas son en promedio de
dieciocho años, seis meses, mientras que si se trata de mujeres homicidas por el
mismo tipo de delito (homicidios derivados de violencia familiar), su castigo
punitivo es en promedio de veintitrés años, tres meses. “Esto implica que las
mujeres sentenciadas por homicidio tienen una sentencia que, en promedio,
resulta ser un veinticinco por ciento más elevada de la que por el mismo delito

17
Ídem, pp. 41-42

11
obtienen los varones”18. La historia y sus valores siguen pesando, a pesar de que
decimos lo contrario.
Regresando a la época referida, los homicidios no constituían un delito
frecuente. Su tasa era tan sólo del 2 por ciento, mientras las lesiones eran casi el
64 por ciento y el robo el veinte por ciento.19 Con relación a homicidios y
homicidas famosos en esta época, existen algunos ejemplos que nos mostrarían
cómo se presentaba este hecho criminológico.
En el Porfiriato, por ejemplo, existe el caso famoso del llamado “Tigre de
Santa Julia”, cuyo nombre era Jesús Negrete y quien fue uno de los bandidos más
célebres de la época20. Cometió muchos homicidios dolosos en su carrera criminal
y fue condenado por un jurado popular a…¡cinco penas de muerte!21. El dos de
diciembre de mil novecientos diez fue fusilado.
La prensa y la sociedad de ese tiempo lo ponen como un ejemplo de un
criminal desalmado y cuya figura concordaba con aquellas imágenes que los
primeros estudios de la antropología criminal indicaban propia de esos seres, casi
desadaptados sociales llenos de odio hacia sus semejantes. Aparentemente, él
mismo se jactaba de ser un desalmado homicida y rechazaba ser un vulgar ladrón,
pues aunque el matar a un semejante es mucho más grave, ello era muestra de
hombría, mientras que el robar era equivalente a ser pusilánime o poco hombre.22
Existió otro caso de un asesino famoso, pero éste era de prostitutas en la
ciudad. Se trata de Francisco Guerrero, “El Chalequero”, quien primero fue
acusado de matar a más de diez prostitutas.23 En 1888 fue procesado y
condenado a muerte, pero después se le conmutó esa pena a veinte años de
prisión, quizá porque se consideraba que matar prostitutas no era tan grave.
Sin embargo, después de que salió libre y en 1908 apareció una anciana
asesinada en la misma forma que aquellas prostitutas, se encontró que Francisco
Guerrero había vuelto a ser homicida. Fue condenado de nuevo y evaluado de

18
AZAOLA Elena. “Mujeres sentenciadas por homicidio en la ciudad de México”, “papers” del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México, 1997, p. 95
19
SPECKAM Guerra, Elisa. Crimen y …Op. cit., pp. 62-63.
20
Ídem, p. 177.
21
Ídem.
22
Ídem, p. 181.
23
Ídem, p. 183
12
acuerdo con la misma lógica de la Antropología criminal, pues se consideró un
verdadero asesino sin consideración y con amplios deseos de sangre por sí
mismo. Era un “criminal nato”,24 de acuerdo con la famosa clasificación de Ferri.
La pena de muerte era la más frecuente para los homicidas, incluso aunque
no fueran seriales o “criminales natos”. Hay varios casos de crímenes pasionales
que también merecieron dicha pena capital, como el caso célebre de Arnulfo
Villegas, quien siendo casado dejó a su esposa e hijos y se hizo novio de otra
chica de quince años.
Al enterarse ésta de esa situación, la novia quiso terminar con el novio e
irse de la ciudad, pero Arnulfo no lo aceptó y el día de su supuesta partida él la
asesinó, porque, se dijo en la prensa, él pensaba que ella era “mía o de nadie”25.
Clásico crimen pasional.
En lo que se refiere a la administración de la justicia, los jueces de lo
criminal sólo fungían como jueces de derecho, pues los tribunos populares
actuaban como jueces de hecho, “en otras palabras, los miembros del jurado
decidían sobre la culpabilidad o inocencia del acusado, calificaban el delito y
determinaban la presencia de circunstancias exculpantes, agravantes o
atenuantes, mientras que los jueces, con base en ese veredicto, aplicaban la pena
que designaba la ley”26.
Desde 1869 se estableció el juicio por jurados en materia criminal;
originalmente eran once miembros del jurado, pero en 1891 se redujo a nueve.27

I.4 El homicidio doloso en la época Posrevolucionaria


Con la Revolución Mexicana de 1910-1917, el sistema jurídico mexicano se
trasformó totalmente en lo que respecta a su forma de gobierno, pero en el
aspecto penal la situación siguió siendo prácticamente igual a la época anterior.
Se reafirman las garantías individuales y se establecen las garantía sociales, en

24
Ídem, pp. 181-190
25
Ídem, p. 189.
26
Ídem, p. 252
27
Ídem, p. 253, citando la Ley de Jurados, del 15 de junio de 1869.

13
donde se postula el carácter tutelar del Estado mexicano para proteger a las
clases débiles. En el ámbito penal se estable también la suplencia de queja, para
defensa de los acusados que carecen de una defensa adecuada.
En 1929, el presidente Emilio Portes Gil expidió un nuevo Código Penal,
estableció los grados del delito y de la responsabilidad, catalogó atenuantes y
agravantes y a pesar de que dio la facultad a los jueces de indicar otras nuevas o
valorar las legales, el arbitrio judicial fue muy limitado, se estableció la prisión
celular y, como novedades, sustituye a la responsabilidad con la social como
fundamento de la pena cuando se trataba de enfermos mentales; suprimió la pena
de muerte; estableció la multa basada en la “utilidad diaria” del delincuente; la
condena condicional; la reparación del daño exigible de oficio; así como las
granjas escuelas y los navíos escuelas, que no se realizaron por causa de la
pobreza del erario.
En 1931, sin embargo, se revisó totalmente dicho Código. Entonces se
consideró que el delito tiene causas múltiples, como resultado de fuerzas
antisociales; se conceptualiza a la pena como un mal necesario que se justifica
por la intimidación, la ejemplaridad, la expiación en aras del bien colectivo, la
necesidad de evitar la venganza privada y, fundamentalmente para conservar el
orden social.
Mantiene abolida la pena de muerte e introduce como novedades la
extensión uniforme del arbitrio judicial por medio del establecimiento de amplios
mínimos y máximos para todas las sanciones, además fija reglas adecuadas para
el uso de dicho arbitrio, reglas que apuntan en la justicia penal una orientación
antropológica y social. Perfecciona a su vez la condena condicional, la tentativa, el
encubrimiento, la participación delictiva, algunas excluyentes y se da carácter de
pena pública a la multa y la reparación del daño.
En 1999 se expide un nuevo Código Penal para el Distrito Federal que
establece todo lo que ya se ha señalado anteriormente y que sigue en vigor en la
actualidad, con las modificaciones y adecuaciones posteriores que le ha hecho la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal y que de alguna manera lo ha distinguido
de los demás Códigos de la República, sobre todo en lo que se refiere a ciertas
14
disposiciones como, por ejemplo, la despenalización del aborto en las primeras
doce semanas.
Recordemos que a partir de la reforma política de los años noventa del
siglo XX, el Distrito Federal puede elegir a sus propios gobernantes y legisladores
locales, cuando ya se tienen legislaciones penal y civil propias.
Pero para saber con más exactitud cuál es el panorama del homicidio
doloso en la época contemporánea en la ciudad de México, lo más conveniente es
adentrarnos en nuestra temática específica, es decir, revisar cuál es la situación
que nos presenta esta gran urbe en lo que se refiere al hecho de matar a un ser
humanos por parte de otro semejante, aspectos que se tratarán en el capítulo IV.

15
Capítulo II.
Marco teórico conceptual en torno al homicidio doloso.

Es evidente que el homicidio es el más grave de los delitos que puede cometer el
ser humano. La mayoría de las sociedades occidentales han procurado evitarlo
estableciendo penas y castigos. Se atenta contra el más preciado de los bienes
jurídicos tutelados: la vida humana, y se busca que el castigo sea ejemplar para,
supuestamente, impedir que siga sucediendo.
Este cometido de tratar de evitar los homicidios, sin embargo, dista mucho
de ser alcanzado. Casi podríamos asegurar que la historia humana es también la
historia de homicidios de todo tipo, principalmente de aquellos que podemos
considerar como dolosos, es decir, que tuvieron una plena intención de ser
cometidos.
Por lo general, las culturas más importantes de la Historia de la Humanidad
contienen casos muy específicos en los cuales el matar a un ser humano es
considerado como un hecho heroico y honroso. Esos homicidios incluso son
colocados, no precisamente para ser considerados como delitos, como actos que
en muchos casos son considerados valiosos y que asimismo son celebrados por
el resto de los miembros del grupo social al que se pertenece.
Lo que sí es claro y evidente, es que cuando menos en los ámbitos ético y
jurídico, el homicidio en general ha sido condenado. Y tratándose del doloso, la
severidad en la reacción social ha sido también más o menos unánime.
En términos generales, podemos decir que en la época actual y en nuestra
sociedad existen tres clases de homicidios: el doloso, que se comete con la
voluntad y con ánimo de matar; el culposo, que se realiza contra la misma
voluntad del actor o sujeto activo y una variante de este último, el homicidio
casual, que se produce por un caso fortuito. En esta situación, sin embargo,
difícilmente se considera homicidio, pues no hay un sujeto activo, propiamente
hablando, aunque haya la muerte de un ser humano.
Existe, además, una cierta variedad del homicidio doloso, en la que el
sujeto activo pretende realizar un hecho delictivo (un asalto, por ejemplo) y en esa
16
acción se ve “obligado” por las circunstancias del caso a matar a uno o varios
sujetos que tuvieron la mala fortuna de estar en esos momentos presentes en
dicha acción criminal. Aunque nosotros no podemos decir que existió una
intención manifiesta de matar a esas específicas personas, la ley penal sí lo
considera doloso porque evidentemente realiza actos delictivos con plena
intención y generalmente se está dispuesto a todo, incluso a matar, con tal de
lograr su objetivo.
La penalidad de este tipo particular de homicidio es, pues, a partir de la
consideración del dolo. Pero este tipo de homicidio doloso no será objeto
específico de estudio de este trabajo, como más adelante se explicará. Lo
relevante para este trabajo será el doloso del primer tipo, es decir, simplemente el
que hace que una persona mate a otra por una razón específica, que está
consciente de a quién mata y por qué lo hace.
En este Capítulo, se hará un estudio jurídico y sociológico del fenómeno del
homicidio doloso. Se analizará qué dice al respecto el Derecho Penal, la
Criminología, la Victimología y la Penología en torno al más grave de los delitos: el
matar voluntariamente a un semejante.
II.1 El homicidio doloso y el Derecho Penal
En términos generales, podemos decir que el mismo surgimiento del
Derecho Penal se dio como consecuencia de buscar el objetivo central de
preservar la vida humana como bien jurídico fundamental, junto con los otros
considerados básicos en la vida social (el patrimonio, la libertad, la integridad
corporal, etcétera). Así, no es casualidad que el primer ordenamiento jurídico de
una sociedad civilizada de que se tiene noticia sea precisamente un código con
una amplia gama de aspectos penales, civiles, económicos, administrativos y
laborales: el Código de Hammurabi.28 En éste, además de muchas otras
sanciones penales, está la más famosa ley punitiva: la Ley del Talión, el “ojo por
ojo, diente por diente”. El suprimir la vida de otra persona se castigaba, simple y
sencillamente, con la muerte. El “talión”, de talis, el mismo o semejante, señalaba

28
CARRANCÁ y Trujillo, Raúl y CARRANCÁ y Rivas, Raúl. Derecho Penal Mexicano, 22ª Edición, Porrúa, México, p. 111-
112.
17
una especie de venganza con sentido humanitario, hasta la dimensión exacta de
la ofensa.29
Lo relevante de esta Código, con respecto a nuestra temática, es que ya
distinguía entre dolo, culpa y caso fortuito, lo que ninguna otra sociedad antigua
había hecho.30
Sin pretender ahora hacer un análisis histórico del delito de homicidio, sí se
precisará que quizá uno de los cambios más sustanciales ha sido en el de a quién
se considera “persona”, pues es evidente que en la época antigua, en el
esclavismo, quitarle la vida a un esclavo, por ejemplo, no era considerado un delito
si el que lo llevaba a cabo era el dueño; si el que lo ocasionaba era otra “persona”,
lo único que tenía que pagar era el monto económico que cubriría el valor
monetario del esclavo.
En la época moderna y en nuestro país, el Derecho Penal clasifica al delito
de homicidio de varias maneras. En nuestros Códigos, el Federal y el del Distrito
Federal, es definido de una manera simple, de tipo abierto que describe una
acción o conducta que puede realizar cualquier sujeto y cuyo núcleo esencial está
dado por el acto de “privar de la vida a otro”, como lo plantean el artículo 123 del
Código Penal del Distrito Federal y el 302 del Código Penal Federal.
En principio, la definición del homicidio es más o menos sencilla, pues se
parte de que tal acción consiste en la conducta de un ser humano, cualquiera que
éste sea, que produce antijurídicamente la muerte de otro ser humano, también
cualesquiera que sean sus características, edad, sexo, raza, condiciones
económicas, sociales, morales, de salud, etc. Así, los elementos jurídicos del
delito de homicidio, es decir, la conceptualización de todas y cada una de las
partes integrantes del tipo legal de tal delito, serían:31
a) El elemento material u objetivo: la privación de la vida a una persona;
b) El elemento moral o subjetivo: la intención delictuosa, dolosa, o el actuar de
manera negligente o culposa.

29
Ídem, p. 110.
30
Ídem, p. 111.
31
OSORIO Y Nieto, César Augusto, El homicidio. Estudio jurídico, médico legal y criminalístico,Porrúa, México 2008
pp. 5-15.
18
c) El núcleo del tipo: el acto de privar de la vida a otro ser humano.
d) El bien jurídico protegido: la vida humana.
e) Las formas o medios de ejecución: cualquiera, o sea, todos aquellos medios
o formas físicas que puedan ser susceptibles de ocasionar la muerte de una
persona, sin importar su naturaleza o condición. Quizá, los únicos medios
que tienen problemas para ser aceptados como propicios para ocasionar la
muerte, sean los de carácter moral, pues ha sido prácticamente imposible
determinar que alguien murió por causas de ese tipo. Algunos autores
sostienen que no es admisible la comisión de homicidios por causas
morales,32 mientras que otros manifiestan el punto de vista contrario.33
f) Lesiones mortales como nexo causal, son aquellas que, según lo establece
el Art. 124 del Código Penal del Distrito Federal, cuando la muerte se deba
a las alteraciones causadas por la lesión en el órgano u órganos
interesados y alguna de sus consecuencias inmediatas sea precisamente la
pérdida de la vida y que la persona fallezca por complicación determinada
inevitablemente por dicha lesión.
g) La culpabilidad que, en términos generales y para el objetivo de este
trabajo, es el más importante elemento del delito de homicidio, pues se trata
de establecer la reprochabilidad del sujeto activo. Se puede presentar como
dolo o intención y culpa o imprudencia. El carácter doloso se presenta
precisamente cuando el agente activo del delito de homicidio, lo hace de tal
manera que manifiesta una clara intención de llevar a cabo la acción
delictiva. Su acto es totalmente voluntario y sin ninguna duda el resultado
de la conducta es el que estableció previamente. Sus elementos son la
voluntad y la decisión conscientes de violar un deber. Mientras que en el
caso de la culpa, el reproche es únicamente del actuar imprudente o
negligentemente, cuando hay ausencia de cuidados o precauciones
exigidas por la ley y cuyos resultados de la acción no son los que se
querían o deseaban.

32
Cfr. JIMÉNEZ, Huerta, Mariano. Derecho Penal Mexicano, Tomo II, Porrúa, México, 1984, p. 39
CARRANCÁ y Trujillo, Raúl y CARRANCÁ y Rivas, Raúl, Código Penal Anotado, Porrúa, México, 1973, p. 569.
33

19
h) Los sujetos, en ambos casos, tanto en el pasivo como en el activo, pueden
ser de cualquier tipo y sin ninguna cualidad en especial. Basta que sea un
ser humano, el que le quita la vida a otro y el que es privado de ella, para
que se hable del delito de homicidio simple. En algunos casos sí será
necesario especificar los sujetos. Por ejemplo, en el caso del delito de
parricidio, obviamente será necesario que sea el padre del sujeto activo la
víctima, para que se actualice ese delito específico. Lo mismo en el caso de
infanticidio, donde el sujeto pasivo tendrá que ser un infante de menos de
veinticuatro horas de nacido, según el artículo 126 del Código Penal del
Distrito Federal. Para los fines de nuestro trabajo, adquiere singular
importancia la clasificación de los tipos de sujetos, tanto de los activos
como de los pasivos. Es decir, se resaltarán cuáles son los tipos de sujetos
activos más comunes y cuáles, si es el caso, serían los pasivos más
susceptibles de convertirse en víctimas.

De la misma manera, el delito de homicidio, en lo que se refiere a la


conducta del sujeto activo, puede ser de acción u omisión; por el resultado es un
delito material; por el daño, es un delito de lesión; en cuanto a su culpabilidad,
puede ser doloso o culposo; por su estructura, es un delito simple; es también un
delito unisubjetivo, por el número de sujetos que pueden intervenir, aunque
también es evidente que puede ser realizado por varios sujetos en diversos grados
(autor material, autor intelectual, autor mediato, coautor y cómplices,34 tal como lo
regula el artículo 22 del Código Penal del Distrito Federal); por su forma de
persecución es de oficio, por su duración es instantáneo, por la materia, puede
ser del orden común, federal o militar y tiene como resultado la pérdida irreversible
de la vida de una persona física.35 El homicidio también conoce lo que se llama
“en grado de tentativa”, es decir, cuando el sujeto activo pretende realizar el acto,
pero que por diversas circunstancias no fue posible llevarlo a cabo, bien sea

34
OSORIO y Nieto, Op. cit., p. 11
35
Ídem, p. 13.
20
acabado (por causas ajenas) o inacabado (por causas propias). Ello es también
penalizado, aunque el homicidio como tal no sea alcanzado.
El homicidio, sin embargo, no es tan fácil de clasificar en términos jurídicos,
pues, como dice la maestra Griselda Amuchategui, “¿cuán antijurídico es matar?,
¿existen grados o niveles de antijuridicidad?, ¿todas las privaciones de vida son
igualmente antijurídicas?, ¿puede ocurrir que una muerte sea más grave, otra
menos grave y otra de plano ni sea penada?, ¿el reproche penal, social y moral
puede ser distinto?, ¿algunas privaciones de vida son ‘justificables’?”36
De esta manera, el delito de homicidio tiene muchas variantes en la
legislación penal. Existen, por ejemplo, varias hipótesis delictivas relativas al
hecho de matar a alguien, y obviamente la punibilidad es diferente y, en
ocasiones, incluso no existe pena o castigo alguno (en casos de legítima defensa,
del cumplimiento de un deber, etc.).
Hay también las llamadas agravantes y excluyentes de responsabilidad.
Así, tenemos el homicidio en riña (con una penalidad menor), homicidio en
legítima defensa (que carece de punibilidad), homicidio simple, homicidio por
emoción violenta (también con una penalidad menor), homicidio culposo (que en
algunos casos tiene una penalidad de la mitad del homicidio simple –manejar en
estado de ebriedad y/o huir del lugar del accidente y no auxiliar a la víctima-, y en
otros no tiene penalidad, como es el caso de tránsito de vehículos), aborto (que
viene siendo algo así como homicidio equiparado, pero con una penalidad
mínima), eutanasia activa o pasiva (una especie de homicidio consentido) y,
finalmente, tenemos a nuestro caso específico: el homicidio doloso, que puede ser
simple, calificado, atenuado y con agravantes.
Recordemos que lo calificado, sin embargo y a pesar de que el Código
Penal del Distrito Federal solamente así lo consigna, no necesariamente significa
que es más grave, sino simplemente que hubo circunstancias, tanto atenuantes
como agravantes, que clasifican de manera diferente el citado delito del homicidio.
Como señala Joaquín Escriche, las circunstancias calificativas son “los accidentes

AMUCHATEGUI Requena, Griselda. Derecho Penal, 3ª Edición, Oxford, México, 2005, p. 73.
36

21
y particularidades del tiempo, lugar, modo, condición, estado y demás que
acompañan algún hecho o dicho.”37 En otras palabras, las circunstancias o
elementos de hecho que modifican la clasificación del delito, en términos que
agravan o atenúan la hipótesis típica del delito, son llamadas calificativas.
Pero veamos específicamente cómo se considera el homicidio doloso y sus
distintas peculiaridades.

II.1.1 El homicidio doloso.


Como se precisó anteriormente, el matar a alguien dolosamente significa
que la voluntad previa del sujeto activo es justamente el de quitarle la vida al
sujeto pasivo. Se tiene la plena intención de hacerlo y “obra dolosamente el que,
conociendo los elementos objetivos del hecho típico de que se trate, o previniendo
como posible el resultado típico, quiere o acepta su realización”, según reza el
artículo 18 del Código Penal del Distrito Federal.
Un homicidio simple doloso es “aquel hacer o no hacer humano que
produce la muerte de una persona, sin que exista una situación de superioridad
absoluta del agresor para con el agredido de manera que aquel no corra riesgo
alguno; ni superioridad en por las armas empleadas, habilidad en el manejo de
ellas o número de partícipes, ni medios que debiliten la defensa del pasivo, ni éste
se encuentre inerme o caído y el agresor armado o de pie; o se violen derechos de
lealtad, fe o seguridad que se considere debiesen existir en razón de
determinados vínculos o circunstancias”38; además de otros aspectos que denoten
que no existe una situación evidente de superioridad, pero que sí se da la voluntad
de hacer el acto delictivo homicida.
La ley penal mexicana en el Distrito Federal establece varias características
del homicidio calificado. Tenemos que existen de dos tipos: los atenuantes y los

37
ESCRICHE, Joaquín, Diccionario Razonado de Legislación y Jurisprudencia, Ed. Librería e Imprenta Ch. Bouret,
París, 1888, p. 442, citado en OSORIO y Nieto, Op. Cit., p. 23.
38
OSORIO y Nieto, op. cit. p. 17.

22
agravantes. Los primeros son cuando existe una circunstancia que disminuye la
malicia o el grado de delito, como lo plantea el maestro De Pina.39
En principio distingue al homicidio por razón del parentesco y lo califica con
agravantes. Mientras el homicidio simple doloso puede ser castigado por una pena
de ocho a veinte años de prisión, el que se comete contra un pariente ascendiente
o descendiente en línea recta, hermano, adoptante, adoptado, cónyuge, concubina
o concubino u otra relación de pareja permanente, la prisión puede ir de diez a
treinta años. O sea, se considera más grave el matar a un pariente que a una
persona no relacionada en términos de parentesco, como lo plantea el artículo 125
de Código citado. Si el caso es de carácter culposo, o sea, por negligencia o
imprudencia, simplemente “no se impondrá pena alguna”, dice el artículo 139 del
Código Penal del Distrito Federal.
En cambio, cuando es el caso de una madre la que priva de la vida a su hijo
menor de veinticuatro horas de nacido, la pena es menor, de tres a diez años de
prisión, con la caso además de que el juez tiene que tomar en cuenta las
circunstancias del embarazo, las condiciones personales de la madre y los móviles
de la conducta (artículo 126 del Código Penal del DF). Aquí se supone que el
juzgador considerará los casos específicos de embarazos no deseados y niveles
de escolaridad, entre otros, para ser magnánimo o duro, según el caso, a pesar de
que la Constitución menciona que los jueces tienen prohibido tomar en cuenta la
“mayoría de razón”, para imponer penas en juicios de carácter criminal, según lo
mandata el segundo párrafo del Artículo 14 Constitucional.
Asimismo, se hace una exclusión del dolo, considerando a éste como una
acción premeditada y voluntaria de causar la muerte de alguien, cuando es el caso
del llamado suicidio asistido, es decir, cuando se le prive a alguien de la vida por la
petición expresa, libre, reiterada, serie e inequívoca del sujeto pasivo, siempre y
cuando existan razones humanitarias y haya una enfermedad incurable en fase
terminal. Aquí la penalidad es mínima, de dos a cinco años de prisión, con la
posibilidad obvia de salir bajo fianza por tratarse de un delito no grave, pues este

39
DE PINA, Rafael, Diccionario de Derecho, Ed. Porrúa, México, 1975, p. 55, citado en OSORIO y Nieto, op. cit., p.25

23
tipo específico “no integra los elementos del cuerpo del delito de homicidio”, según
lo establece el artículo 127 del citado Código.
Estos últimos casos son los que se conoce como atenuantes del homicidio.
La maestra Griselda Amuchategui dice que “las circunstancias atenuantes son
casos específicos en los cuales el legislador consideró que, dadas las condiciones
en que se produce el homicidio, se debe aplicar una sanción menor que la
correspondiente a un homicidio simple intencional (…) Los homicidios atenuados,
llamados también privilegiados, que contempla la legislación penal mexicana son:
a) consentido; b) en riña o duelo; c) por infidelidad conyugal, d) por corrupción del
descendiente y e) por emoción violenta.”40
En este último caso, por ejemplo, la penalidad es de apenas una tercera
parte de las penas que corresponden por su comisión, según el artículo 136 del
Código Penal. En la situación de riña, el castigo al sujeto activo es de cuatro a
doce años de prisión, y en el caso del homicidio consentido, la penalidad es de
dos a cinco años, siempre y cuando se cumplan las condiciones de ese tipo penal
(que haya petición expresa, libre, reiterada, seria e inequívoca del sujeto pasivo y
que medien razones humanitarias y la víctima padeciera una enfermedad
incurable en fase terminal). Aunque la maestra menciona el caso de la “infidelidad
conyugal”, éste ya fue derogado en 1994. Solamente se refiere ahora al homicidio
por razón del parentesco, como ya se mencionó.
Pero la cuestión cambia completamente cuando se trata ya específicamente
del homicidio doloso calificado y agravado, en términos estrictos. Nuestro Código
habla entonces simplemente de “homicidio calificado” y el artículo 128 del Código
Penal habla de una pena de veinte a cincuenta años de prisión en este caso.
Como vemos, la penalidad es totalmente diferente en este caso, mucho mayor.
En este último aspecto, es decir, de la supuesta dureza de la pena al
homicidio calificado, ha habido incluso cierta polémica al respecto, pues en
algunos casos se ha considerado desproporcionada dicha pena. En octubre del
2009, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, negó un

40
AMUCHATEGUI, Griselda. Op. cit., pp. 148-149.

24
Amparo a una persona que consideró que la pena de prisión que se le impuso por
homicidio calificado violaba el artículo 22 de la Constitución, que se refiere a la
prohibición de las penas excesivas o inusitadas.41
La Suprema Corte determinó la constitucionalidad de la pena de prisión de
veinte a cincuenta años de prisión a quien cometa homicidio calificado en el
Distrito Federal y resolvió que el artículo 128 de Código Penal del Distrito Federal
no vulnera el principio de proporcionalidad, previsto en el citado artículo 22
constitucional. Así lo estableció la Suprema Corte de Justicia de la Nación:

El artículo 128 del Código Penal para el Distrito Federal, al establecer que a quien
cometa homicidio calificado se le impondrán de veinte a cincuenta años de prisión, no
viola el principio de proporcionalidad de las penas contenido en el artículo 22 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en razón de que si bien el delito de
homicidio en su forma básica se sanciona con una pena cuya temporalidad es de ocho a
veinte años de prisión, es evidente que atento a la naturaleza del ilícito, la suma
importancia del bien jurídico protegido, y la forma especial de su ejecución, o por el
proceso motivacional que lo determinó, el legislador consideró sancionarlo con más
severidad, lo cual respeta el principio de razonabilidad jurídica, pues en el caso del delito
de homicidio calificado es más reprochable el desvalor de la conducta desplegada.42

Se considera homicidio calificado (artículo 138), aquel que es realizado con


ventaja, traición, alevosía, retribución, por el medio empleado, saña, en estado de
alteración voluntaria u odio.

El mencionado artículo establece:


Existe ventaja:
a) Cuando el agente es superior en fuerza física al ofendido y éste no se halla
armado;
b) Cuando es superior por las armas que emplea, por su mayor destreza en el
manejo de ellas o por el número de los que intervengan con él;
c) Cuando el agente se vale de algún medio que debilita la defensa del
ofendido; o

41
Periódico La Jornada, México, D.F., de octubre 17 de 2009.
42
Tesis: 1a. CCXXVIII/2009; 9a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; XXX, Diciembre de 2009; Pág. 282; [T.A.]; Amparo
directo en revisión 1405/2009. 7 de octubre de 2009. Cinco votos. Ponente: Juan N. Silva Meza. Secretario: Jaime Flores
Cruz. Registro No. 165791

25
d) Cuando éste se halla inerme o caído y aquél armado o de pie.
La ventaja no se tomará en consideración en los tres primeros casos, si el que
la tiene obrase en defensa legítima, ni en el cuarto, si el que se halla armado o de pie
fuere el agredido y además hubiere corrido peligro su vida por no aprovechar esa
circunstancia.
II. Existe traición: Cuando el agente realiza el hecho quebrantando la confianza
o seguridad que expresamente le había prometido al ofendido, o las mismas que en
forma tácita debía éste esperar de aquél por las relaciones de confianza real y actual que
existen entre ambos;
III. Existe alevosía: Cuando el agente realiza el hecho sorprendiendo
intencionalmente a alguien de improviso, o empleando acechanza u otro medio que no le
dé lugar a defenderse ni evitar el mal que se le quiera hacer;
IV. Existe retribución: Cuando el agente lo cometa por pago o prestación
prometida o dada;
V. Por los medios empleados: Se causen por inundación, incendio, minas,
bombas o explosivos, o bien por envenenamiento, asfixia, tormento o por medio de
cualquier otra sustancia nociva para la salud;
VI. Existe saña: Cuando el agente actúe con crueldad;
VII. Existe estado de alteración voluntaria: Cuando el agente lo comete en
estado de ebriedad o bajo el influjo de estupefacientes o psicotrópicos u otras sustancias
que produzcan efectos similares.
VIII. Existe odio cuando el agente lo comete por la condición social o
económica; vinculación, pertenencia o relación con un grupo social definido; origen
étnico o social; la nacionalidad o lugar de origen; el color o cualquier otra característica
genética; sexo; lengua; género; religión; edad; opiniones; discapacidad; condiciones de
salud; apariencia física, orientación sexual, identidad de género; estado civil; ocupación o
actividad de la víctima.

Es necesario precisar que para que exista un homicidio doloso calificado


agravado, se requiere la presencia de sólo una de las causas mencionadas en el
citado artículo 138 del Código Penal del DF. El Código Penal Federal, en su
artículo 315 añade la condición de “premeditación”, definiéndola cuando el sujeto
activo cause intencionalmente el daño, después de haber reflexionado sobre el
delito que va a cometer. Así entonces, es agravado porque existe la circunstancia
que aumenta la malicia de un delito y por lo tanto la gravedad del castigo.
En todas esas circunstancias está de manera por demás clara y
contundente, la consideración de lo calificado, agravado y doloso. Se trata de un

26
actuar, no sólo con la plena intención de buscar el resultado, sino además con
ánimo de causar daño, de actuar de manera ventajosa, oculta y de tomar ventaja
del hecho homicida. Implica actuar con insidia, así como poner en juego astucia y
engaño.
Sin embargo, como se dijo anteriormente, para efectos de este trabajo, se
tienen que hacer algunas precisiones. Quizá el término de homicidio calificado
doloso con todas las agravantes posibles, sea el mejor aplicado al caso de
delincuentes homicidas que, al realizar sus actos delictivos, no dudan en absoluto
en matar a quien se oponga a tales acciones. De hecho, el llevar armas y
cualquier objeto de agresión, los hace ya proclives al homicidio,
independientemente de que su objetivo primario no sea el matar a alguien en
específico. Hay incluso una jurisprudencia que plantea justamente el caso de
cuando sucede un homicidio en una situación de robo, aun cuando un sujeto
activo del robo no haya cometido directamente el homicidio, sino un compañero:

DOLO EVENTUAL EN CASO DE ROBO Y HOMICIDIO.- Si al llevarse a cabo un


robo por dos sujetos, y en virtud de su comisión, se produce el diverso delito de
homicidio por uno de los dos sujetos que iba armado, en términos de la fracción I del
artículo 13 del Código Penal el otro es copartícipe, puesto que intervino en la
ejecución del delito de homicidio, aún cuando pueda aceptarse que él no haya sido
quien directamente causó las lesiones mortales a la víctima. En el caso se advierte la
operancia en el copartícipe de un dolo eventual en el homicidio pues al participar en
el robo ejecutado con el empleo de la violencia, ya que el actor materia iba armado,
aceptó dicho resultado contingente al no realizar conducta alguna tendiente a
evitarlo.43

Pero este tipo de homicidios no es particularmente interesante para los


objetivos de la presente tesis. No es difícil precisar que el móvil central de esos
asesinatos sea precisamente de carácter económico, pues el objetivo central del
delito es la obtención de bienes pecuniarios y el asesinato se presentó porque

43
Amparo directo 4189/80. Prudencio Antonio González Estrada. 27 de abril de 1981. Cinco votos. Ponente: Francisco
Pavón Vasconcelos. Citado en OSORIO y Nieto, op. cit., p. 21

27
alguien “estuvo en el lugar equivocado y en el momento indebido”, como suele
decirse. Incluso, se puede adelantar, como se verá en el Capítulo IV, este tipo de
homicidios dolosos es el más numeroso en nuestra Capital. Los homicidios
derivados de asaltos violentos ocupan desafortunadamente el primer lugar en las
causas de este delito.
No es así el caso cuando, también existen motivos económicos y se lleva a
cabo el asesinato, pero de alguien que sí es conocido y que incluso se tienen ligas
de cualquier tipo con el sujeto pasivo, bien sean de carácter de parentesco o
simplemente de amistad o de otro tipo similar. Aquellos homicidios dolosos
productos de asaltos violentos se consignarán solamente para efectos
comparativos y de estadísticas, pero se enfocará más la atención a los dolosos
que, con plena intencionalidad, son cometidos por los seres humanos en contra de
otros seres humanos de manera consciente de a quién se mata. No por accidente,
no por estar en ese lugar “equivocadamente”, ni tampoco porque se le cruzó en el
camino ni por una causa justificatoria de pleno derecho. Simplemente por matar
conscientemente.
Asimismo, con relación a quién o quiénes pueden ser el o los autores de un
delito de homicidio, la doctrina y la ley penal mexicana mencionan lo siguiente:
 Autor material: Es la persona que realiza la actividad física para concretar el
acto de matar a otro ser humano. El Código Penal del DF dice que es
responsable quien realice el “delito por sí” (artículo 22)
 Autor intelectual: Es el sujeto que aporta elementos anímicos, psíquicos y
morales, para que tenga verificativo el homicidio por parte de otro sujeto. El
Código Penal del Distrito Federal menciona que es culpable quien
determine “dolosamente al autor a cometerlo.”
 Autor mediato: Es el sujeto que para ejecutar un homicidio se sirve de otro;
la ley penal mexicana menciona que también es culpable el que “lo lleve a
cabo sirviéndose de otro como instrumento”.
 Coautor: Es el sujeto que también participa activamente en la acción
material del homicidio, junto con otro u otros autores.

28
 Cómplice: Es el sujeto auxiliador que realiza una actividad indirecta, pero
que resulta muy útil para la comisión del homicidio; el mismo artículo 22 del
citado Código menciona que la culpabilidad también es de quien
dolosamente preste ayuda o auxilio al autor para su comisión. También se
menciona a quien o quienes con posterioridad a su ejecución, auxilien al
autor en cumplimiento de una promesa anterior al delito de homicidio.

Finalmente, para el análisis dogmático del delito de homicidio, la ley penal


mexicana establece las llamadas excluyentes de responsabilidad, es decir,
aquellas situaciones cuando a pesar de haberse cometido un homicidio en
términos literales, es decir, en el hecho de que “alguien priva de la vida a otro”, no
se configura propiamente el hecho delictivo por las diversas circunstancias que se
pueden presentar. El ejemplo más claro de ello está en la llamada legítima
defensa, que es cuando ante un peligro real, actual e inminente de un daño a un
bien jurídico propio o ajeno, y siempre que no medie provocación por parte del
agredido, se mata al agresor.
Lo mismo se presenta en el caso llamado de “estado de necesidad”, que
consiste en obrar por la necesidad de salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno,
frente a una circunstancia extraordinaria que representa un peligro real, actual o
inminente y sin tener el deber de afrontar y que no exista otro medio menos
perjudicial a su alcance, con lo cual se causa el daño o afectación a la vida de otra
persona.
Otros aspectos excluyentes del delito de homicidio, serían el llamado
“ejercicio de un derecho”, que podría presentarse cuando alguien mata a otra
persona de una manera, llamémosle así, legítima, pues se lleva a cabo en medio
de la ejecución de una actividad lícita y sin que medie irracionalidad en su
necesidad, como puede ser el ejercicio de una profesión, de un deporte o de otra
actividad similar. Finalmente, está también el llamado cumplimiento de un deber,
que es cuando se causa la privación de la vida obrando legítimamente cumpliendo
un deber, siempre que exista necesidad racional del medio empleado.

29
De la misma manera, el delito de homicidio doloso también contempla el
hecho de la llamada tentativa, que es cuando el sujeto activo pretende llevar a
cabo el delito, pero por diversas circunstancias no es posible terminarlo, es decir,
no se alcanza la muerte de la persona que se pretendía. También es penalizado,
ya sea que el resultado homicida no se dé por causas internas o externas a la
voluntad del sujeto activo.
También, en términos de perseguibilidad, como ya se mencionó, el delito de
homicidio doloso se persigue de oficio, pues es el más grave de todos los hechos
delictivos.
En suma, para el Derecho Penal mexicano existe una clara especificidad en
el caso de los delitos de homicidio doloso, tanto del agravado como del atenuado.
Las penalidades son distintas, como se verá en la parte de la Penología, pero en
todos los casos existen claramente establecidas las características del tipo penal
para que sea considerado de esa forma.
Veamos ahora qué dice la Criminología con respecto al estudio del delito de
homicidio doloso.

II.2 La Criminología y el homicidio doloso


La Criminología es una ciencia relativamente moderna. No surge, como el
Derecho Penal, casi desde la misma creación de la sociedad civilizada, sino
mucho tiempo después. Al ser humano le interesó primeramente castigar el
homicidio que saber y analizar por qué los seres humanos se matan entre sí.
Es hasta fines del siglo XIX y principios del XX, con César Lombroso44
(médico), Enrico Ferri45 (sociólogo) y Rafael Garofalo46 (jurista), cuando surge lo
que se considera lo precursor de la Criminología,47 aunque a su vez existe
también el antecedente de César Beccaria que, con su Tratado de los delitos y las
penas, en la segunda mitad del siglo XVIII, ya se realiza lo que se podrían

44
LOMBROSO, César. Tratado antropológico experimental del hombre delincuente. Félix Alcan, Editeur, Francia, 1892
45
FERRI, Enrico. Sociología Criminal. Valleta, Ediciones, 1ª Edición, Buenos Aires, 2005
46
GARÓFALO, Rafael. La criminología. Nápoles, 1885
47
PLATA Luna, América. Criminología, criminalística y victimología. Oxford, University Press, México, 2007, p. 1.
30
considerar estudios científicos del delito y de las penas que conllevan su
realización.48
El maestro Luis Rodríguez Manzanera49 plantea que la Criminología es una
ciencia sintética, causal, explicativa y natural de las conductas antisociales,
definición que retoma a su vez de don Mariano Ruiz Funes y perfeccionada por el
maestro Quiroz Cuarón. También menciona que el término Criminología es
convencional, pues aunque se refiere al estudio en general de las conductas que
por su naturaleza van contra la sociedad, dadas las condiciones de su aparición se
enfocan principalmente al caso de los homicidas, pues el crimen, particularmente
hablando y desde la época de los romanos, se refería a los delitos muy graves.

En un principio, los crímenes quedaban reducidos a unos cuantos: traición a la


patria, parricidio, sacrilegio, estupro e incesto. Es decir, se identifica como crimen los
delitos muy graves, y así es como la palabra crimen se va a aplicar generalmente a
homicidio y aún más justamente al homicidio calificado. Sucede que lo primero que se
estudió en el siglo pasado para formar nuestra ciencia fueron criminales, delincuentes
generalmente homicidas (…) y por lo tanto se fue pensando no en estudiar al raterillo
común y corriente, sino estudiar a los grandes asesinos. Es el antropólogo francés
PABLO TOPINARD (1830-1911) el primero en utilizar el vocablo Criminología, sin
embargo, quien acuñó el término para que llegara a ser verdaderamente internacional y
aceptado por todos fue el jurista italiano RAFAEL GARÓFALO, quien junto con sus
compatriotas CÉSAR LOMBROSO (que habla de "Antropología Criminal") y ENRICO
FERRI (que denomina la materia "Sociología Criminal") pueden considerarse los tres
grandes que fundan la Criminología, llamándoseles por esto "Evangelistas" de esta
ciencia. No es pues la Criminología el estudio de los criminales tomando como criminal al
asesino, sino que es el estudio de los criminales tomando como tales a todos aquellos
que cometen alguna conducta antisocial.50

Para la Criminología no es lo mismo el delito que un crimen. El delito es


referido exclusivamente a una infracción de una ley penal, mientras que el crimen
es una conducta antisocial que causa problemas de desorganización y
desadaptación social. En el sentido del aspecto delictivo, la Criminología tiene un
objeto de estudio de tres dimensiones: la del delito, la del delincuente, y la de la
delincuencia. Estudia y analiza el por qué de los delitos, de las razones del
delincuente y de la problemática social que significa la delincuencia. No solamente

48
Cfr. RODRÍGUEZ Manzanera, Luis. Clásicos de la Criminología. 1ª Coedición INACIPE-UBIJUS, México, 2006
49
RODRÍGUEZ Manzanera, Luis. Criminología, 2ª Edición Porrúa, México, 1981
50
Ìdem. p. 9.

31
los delitos graves, sino cualquier conducta antisocial y que pone en peligro la
estabilidad social. Es cierto que pone especial énfasis en los graves,
particularmente en el caso de los asesinos en serie, de los homicidas en potencia
y de los crímenes que causan más impacto en la sociedad.
El criminólogo se pregunta qué educación han recibido los delincuentes u
homicidas, cuál es su potencial genético, qué tipología tienen, etcétera. “La
Criminología –que comprende una tipología y un diagnóstico- lleva a cabo
estudios sociológicos, psiquiátricos, psicológicos u otros para analizar la
personalidad de los delincuentes e intenta reflexionar acerca de todos los
mecanismos que intervienen para que se realicen actos antisociales.51
Para la Criminología, existen diversos ejes epistémicos para el análisis de
las conductas antisociales y delictivas.52 Se tienen tres niveles: el conductual, el
personal y el estadístico o sistema de medición. En el nivel conductual, la
Criminología lo ve como un crimen; para el Derecho Penal lo significativo es el
delito; para la Victimología (como se verá más adelante), lo relevante es la
victimización como un fenómeno por el cual una persona se convierte en víctima.
En el nivel personal, la Criminología ve al criminal como especie; mientras
que para el Derecho Penal es el delito la especie y, finalmente, para la
Victimología obviamente la especie son tanto el victimario como la víctima.
En el nivel de lo estadístico o sistema de medición, la criminalidad es vista
como un conjunto de conductas antisociales y sistematización de sus
características en un tiempo y lugar determinados. El Derecho Penal estudia los
rangos y formas de la delincuencia, mientras que la Victimología, de acuerdo con
Mendelshon, analiza el total de las características biopsicosociales comunes a la
víctima en general, que la sociedad desea controlar y combatir sin importar cuáles
son sus determinantes. El maestro Rodríguez Manzanera precisa que es el total
de victimizaciones dadas dentro de un límite espacial y temporal lo relevante para
esta disciplina.53

51
PLATA Luna, América, op. cit., p. 4.
52
Apuntes del profesor Alejandro López García, en el curso de Criminología, UNAM, SUA, mayo del 2011.
53
Ídem.

32
Para la Criminología los puntos más relevantes vienen a ser los móviles del
homicidio. En el caso del homicidio doloso calificado con agravantes, los
criminólogos tienen varias posiciones. En el caso de los llamados asesinatos
amorosos, por ejemplo, mencionan que la baja tolerancia a la frustración, la
impulsividad y los estados de emoción violenta, pueden desencadenar que la
violencia de pareja termine en homicidio,54 de acuerdo con los criminólogos del
Instituto Nacional de Ciencias Penales, David Ordaz y Yadir Fernández.
Los citados criminólogos del INACIPE, sostienen que las infidelidades, la
violencia sexual, el abuso de poder y el maltrato sicológico y físico son algunos de
los factores que pueden propiciar el homicidio hacia la pareja. Éste se presenta
por una acumulación de la violencia, hasta que uno de los miembros pierde el
sentido de la realidad. En este sentido dicen que hay dos tipos básicos de
homicidio contra la pareja: los racionales y los pasionales. En éstos, hay una
cosificación del otro, un amor desbordado en el que se busca tener el control del
otro y se teme su pérdida, y ante la amenaza de esa ausencia se le busca
conservar a cualquier precio. Dentro de esta clasificación, están los emotivos, que
generalmente no son planeados, surgen espontáneamente a raíz de un conflicto o
por la acumulación de tensión.
En los crímenes racionales, continúan los criminólogos citados, la persona
busca obtener un beneficio, ya sea una recompensa sicológica (de liberación), de
estatus (erradicar la presión social) o material (ganancias económicas, de bienes o
herencias). Así, las distintas formas de asesinar a la pareja tienen un significado:
los estrangulamientos, acuchillamientos y asfixias pueden estar vinculados con
homicidios de tipo pasional, los envenenamientos o disparos con arma de fuego
obedecen a resentimientos, mientras que el ordenar el crimen a un tercero puede
deberse a la búsqueda de un beneficio.
Aunque no se puede definir un perfil de quienes pueden llegar a asesinar a
su pareja, hay ciertos rasgos que caracterizan a los homicidas, como falta de

54
Entrevista de Eduardo Pérez a los criminólogos del INACIPE David Ordaz y Yadir Fernández, en el periódico Reforma,
México DF., del 14 de febrero de 2010.

33
autocontrol, impulsividad, celos, idealización e incluso la presencia de un trastorno
sicológico asociado, terminan mencionando estos criminólogos del INACIPE.
Asimismo, también se ha establecido sociológicamente que los homicidios
pasionales se resuelven con armas blancas o por métodos convencionales
(envenenamiento, asfixia, golpes, etcétera); mientras que los que son
consecuencia de robos, asaltos o violencia callejera, se resuelven con armas de
fuego, principalmente.
La Criminología actual presenta muchos datos respecto a los homicidios
tanto dolosos como culposos. Algunos autores han desarrollado propuestas
teóricas interesantes que se analizarán detenidamente en el Capítulo siguiente.
Asimismo, también se estudiarán los aspectos particulares de la criminalidad de la
ciudad de México y de acuerdo con los objetivos del presente trabajo en el
Capítulo cuatro.
Por ahora, se precisarán algunos aspectos clásicos criminológicos del
homicidio, principalmente aquellos establecidos por uno de los más importantes
sociólogos y fundador de algunas grandes ramas de la Sociología Jurídica, entre
otros ámbitos del saber social: Emilio Durkheim.
Durkheim plantea aspectos que hoy son ya básicos en el estudio
criminológico del homicidio. En primer término, en su clásico estudio sobre el
suicidio,55 el sociólogo francés plantea que pareciera que hay un antagonismo
entre el homicidio y el suicidio que parecen formar “dos corrientes opuestas, de tal
manera que uno puede ganar sólo con la pérdida del otro o, en todo caso, que se
trata de dos canales diferentes de una sola corriente, alimentada por una sola
fuente que, en consecuencia, no puede moverse en una dirección sin retroceder
en una proporción semejante en la otra.”56 En otras palabras, hay una relación
inversamente proporcional entre el homicidio y el suicidio. Cuando el primero
aumenta, el segundo disminuye y viceversa.

55
DURKHEIM, Emilio. El suicidio. La Pléyade, 1ª Edición, Buenos Aires, 1995.
56
Cfr. RUIZ Harrell, Rafael, “La ciudad y el crimen/ Mortal sospecha”, Periódico Reforma, México, D.F. del 7 de noviembre
de 2005.

34
De la misma manera, para Enrique Ferri,57 el homicidio y el suicidio son dos
caras del mismo fenómeno, la violencia, que es mayor o menor según aumente o
decrezca la “civilización”. El impulso básico del ser humano, afirman, lo inclina a
matar, mas el avance de la civilización va favoreciendo formas más pacíficas del
trato y aborreciendo la violencia. El resultado es que el impulso a matar se ve
frenado por las costumbres imperantes y en lugar de asesinar a otro, el homicida
dirige la violencia contra sí mismo y se priva de la vida.
Así, en los países más civilizados, hay una disminución de los homicidios
deliberados, mientras que el suicidio aumenta. El suicidio termina por superar en
números al homicidio deliberado. Durkheim, sin embargo, encuentra otra
explicación al suicidio y establece su famosa clasificación del mismo (suicidio
altruista, anómico y egoísta) como avances hacia la desintegración social y no
precisamente como evolución de la civilización, como lo sostenían los primeros
criminólogos.
El homicidio, junto con el suicidio e independientemente de esa relación
inversamente proporcional entre ambos fenómenos sociales, son muestras de los
hechos anómalos o disfuncionales de la sociedad, en donde el ser humano ejerce
la violencia contra su misma especie en aras de diversos y variados objetivos,
como se verá más adelante con el estudio de algunos casos concretos.
Emilio Durkheim plantea que a pesar de que todos los criminólogos están
de acuerdo en que el delito tiene un carácter patológico y de que el crimen no se
observa sólo en la mayoría de las sociedades de tal o cual especie, sino que se
observa en las sociedades de todos los tipos y la delincuencia o criminalidad
existe en todas partes,58 el hecho concreto es que lo normal sería que una
determinada tasa de criminalidad no rebase un cierto nivel para cada tipo social
que su historia y características lo haya hecho cotidiano.59 De ahí que “el delito (o
crimen, según otras traducciones) es normal porque una sociedad exenta del

57
FERRI, Enrico. Sociología Criminal, Valleta Ediciones, 1ª Edición, Buenos Aires, 2005, y RUIZ Harrell, Rafael, “La
ciudad y el crimen/ Matarse o matar”, Diario Reforma, México, D.F. del 28 de marzo de 2005.
58
Cfr. DURKHEIM, Emilio, Las reglas del método sociológico, Editorial La Pléyade, Buenos Aires, 1974, p. 99.
59
Ídem, p. 100

35
mismo es absolutamente imposible.”60 Sin embargo, en una nota Durkheim aclara
que el hecho de que el crimen o delito sea un fenómeno de sociología normal, no
significa que el criminal sea un individuo normalmente constituido desde el punto
de vista biológico o psicológico.
Durkheim nos sigue diciendo que el crimen es necesario para un buen
funcionamiento de la sociedad, está vinculado con las condiciones fundamentales
de toda vida social y por esta misma razón es útil.61 Y esto lo menciona por el
hecho de que el crimen a su vez permite que se legitime al gobierno o autoridad
encargada de combatirlo, aspecto que parece paradójico, pero que se explicará un
poco más adelante en el apartado de Penología.
En lo que se refiere al delito, Durkheim aportó algo muy importante en su
intento de explicarlo a través de su concepto de “anomia”. Para este sociólogo, los
valores y normas tradicionales se ven socavados sin ser remplazados por otros.
Existe anomia cuando no hay unas normas claras que guíen el comportamiento en
una determinada área de la vida social y conducen a los individuos a infringir el
orden social, llevándolos al área delictiva o antisocial. El suicidio, por ejemplo,
tiene un caso particular cuando es el “anómico”, o de la persona que vive la
quiebra de sus expectativas normativas para sus necesidades y deseos, como el
del hombre de negocios en ruina. Así, es la misma situación que lleva a un ser
humano a cometer delitos cuando, por ejemplo, se encuentra en una situación
desesperada.62
El papel que cumple la delincuencia, además, sirve paradójicamente de
estabilidad en la estructura social, pues permite que se creen instituciones y
acciones legitimadoras del gobierno frente a la sociedad. El crimen es obviamente
un factor antisocial y su existencia pone en juego a la sociedad y en duda su razón
de ser.

60
Ídem.
61
Ídem, p. 104
62
Cfr. DURKHEIM, Emilio, Las reglas del método sociológico, Barcelona, Orbis, 1985; SORIANO, Ramón, Sociología
del Derecho Edit. Ariel, Barcelona, 1997, p.95; GIDDENS, Anthony, Sociología, Alianza Editorial, Madrid, 1998, p. 236.

36
La sanción penal, aunque en general tiende a cumplir una función
simbólica, reafirma la legalidad y establece que las autoridades pueden estar en
control y las convenciones políticas que hacen posible la vida social conservan su
vitalidad y su fuerza. En lugar de ser elemento de ruptura, la criminalidad, a la
larga, funciona como un factor de cohesión social, puntualiza el maestro Rafael
Ruíz Harrell.63
Sin embargo, esto también se presta a demagogia pura. Las autoridades
públicas esgrimen constantemente acciones en los medios su “lucha contra la
delincuencia” como una forma de decirle a la sociedad “estamos trabajando”,
aunque en realidad no hagan nada efectivo. El aumento constante de las penas,
por ejemplo, es utilizado demagógicamente como una manera de acabar con la
criminalidad, aunque en términos reales no sólo no disminuye, sino que incluso
aumenta. Ya Durkheim advierte que la pena será ineficaz; incrementar su
frecuencia o rigor sólo servirá para poner en evidencia la debilidad e ineficiencia
del gobierno, dice el maestro Rafael Ruiz Harrell.64
La criminología y la investigación criminal respecto al homicidio, nos han
proporcionado numerosos datos respecto a la incidencia de variables en este
fenómeno social, es decir, nos han planteado la relación que existe o que puede
incidir entre dos aspectos sociales: por un lado el homicidio en sí y, por el otro,
algunas variables socioeconómicas que afectan la manera en que los seres
humanos se matan. De ahí que han sacado a relucir, por ejemplo, el papel que
juega el aspecto racial y el género en el homicidio. Según estudios sobre el
homicidio en los Estados Unidos de América, los hombres de raza negra han
tenido una tasa muchísimo mayor de homicidios que otros grupos65, tendencia que
sin embargo disminuyó a partir de los setentas del siglo XX, cuando se aumentó la
tasa de las mujeres de raza negra.

63
RUIZ Harrell, Rafael, “La ciudad y el crimen/la versión de Durkheim”. Periódico Reforma de la Ciudad de México, del 4 de
noviembre de 2002.
64
Idem.
65
SMITH Dwayne M. y ZAHAN Margaret A. Homicide, a Sourcebook for the Study of Homicide, Primera Edición, Sage
Publications, EUA, 2009, p. 13.

37
En lo que se refiere a la relación de la edad con el homicidio, se menciona
que tradicionalmente los grupos de jóvenes entre quince y veinticuatro años y los
adultos de veinticinco a treinta y cuatro, son los que presentan tasas de homicidio
sustancialmente más altas que los promedios nacionales.66
Y así en general, la criminología nos aporta mucha información respecto a
la manera en que los hechos sociales diversos (los mencionados como la raza, la
edad, además de muchos otros como el ingreso, el barrio o colonia, los aspectos
sentimentales, económicos, familiares, nivel de estudios, etcétera, inciden o
influyen de manera preponderante en el fenómeno del homicidio. Se ha
encontrado que, por ejemplo, una gran parte de los homicidios suceden en la
familia (el veinticinco por ciento), con un adicional diez por ciento que involucra
una intimidad sexual (aunque no precisamente de miembros consanguíneos), que
el cuarenta y dos por ciento suceden entre amigos y que solamente el doce por
ciento se presenta entre personas extrañas.67 Las causas más comunes de los
homicidios en los Estados Unidos incluyen los siguientes aspectos: motivos
relativamente triviales, el treinta y cinco por ciento, aspectos domésticos, el
catorce por ciento, celos, el once punto seis por ciento y alteraciones derivadas de
aspectos monetarios, poco más del diez por ciento. El robo solamente contó para
casi el 7 % y la venganza por el 5.3 %.68
Precisamente en el Capítulo respectivo a los homicidios en la ciudad de
México, se aplicarán esos aspectos científicos de la criminología para hacer una
“radiografía” del homicidio doloso en la Capital del país.

II.3 La Victimología y el homicidio doloso


La Victimología es quizá una disciplina un tanto dejada de lado. El interés
principal de los seres humanos, paradójicamente, estuvo orientado, primero, hacia
el delito mismo; después hacia el delincuente (de ahí nació, como ya fue
mencionado, la Criminología); por último, hasta tiempos recientes, la atención se

66
Ídem, p. 14.
67
SMITH Dwayne M. y ZAHAN Margaret A. Homicide. Op. cit., p. 16
68
Ídem, pp. 16-17

38
ha enfocado hacia la víctima, es decir, al sujeto pasivo del delito de homicidio. Y
decimos paradójicamente, porque pensamos que la atención debió haberse
centrado en la parte dañada, no únicamente de manera social, sino en términos
concretos y específicos, en el ser humano que sufrió en carne propia el delito
homicida. Quizá se pensaba que una vez que la víctima está muerta, obviamente
la atención debía ponerse en el homicida, pues lo único que en la vida no tiene
solución es la muerte misma. No se puede revivir a alguien, es cierto, pero es
también evidente que la prevención de nuevos crímenes debía ser un objetivo
central de la ciencia jurídica y criminológica.
La Victimología es la ciencia que estudia y analiza a la parte pasiva del
delito, sus características, condiciones y pretende establecer algunas pautas o
patrones de conducta de las víctimas, cuando las hay. Como dice el maestro Luis
Rodríguez Manzanera, “indudablemente hay situaciones y lugares victimales; así,
los fines de semana, las vacaciones, las horas nocturnas, ciertas ciudades,
determinados barrios, momentos de crisis moral o económica, etcétera,”69 son
tiempos, modos y lugares propiciatorios para los delitos en general y para el
homicidio en particular.
En ese sentido, la Victimología plantea diversos aspectos respecto a la
propensión a ser víctima de un delito. Se puede estar más expuesto si uno visita
determinados lugares; si está en demasiada cercanía con alguien, pues “el
criminal necesita estar cerca de la víctima para lograr sus propósitos”70; la
promiscuidad y proximidad familiar es altamente favorecedora de los delitos de
violación y abuso sexual que en muchas ocasiones terminan en homicidios; se
victimiza también más a una persona de la misma clase o situación
socioeconómica o de una clase cercana o inmediata: “la mayoría de las víctimas
pertenecen a la misma clase social a la que pertenecen los delincuentes.”71

69
RODRÍGUEZ Manzanera, Luis. Criminología clínica. 2ª Edición, Editorial Porrúa, México, 2008, p. 314.
70
Ídem.
71
Investigación del Instituto de Defensa Social de la ONU, UNSDRI, El desajuste Social Juvenil y los Derechos Humanos
dentro del contexto urbano, Fratelli Palombi Editori, Roma, Italia, 1984, citado en RODRÍGUEZ Manzanera Luis,
Criminología clínica, op. cit., p. 315.

39
Lo anterior, sin embargo, no es absoluto. En realidad, “así como nadie está
exento de culpa penal, dice Newman, o, dicho de otra manera, así como cualquier
individuo puede llegar al delito canalizando una tendencia inmanente o ante
determinadas condiciones sociales, así también, aunque por diversos motivos, con
igual o mayor facilidad, se puede llegar a ser víctima de un crimen.” 72
El hecho de ser víctima de un delito culposo, en realidad no puede ser
achacado al mismo sujeto pasivo. Poco se podría decir que un sujeto tiene culpa
de la negligencia o descuido de otro. Pero en el caso de los delitos dolosos,
evidentemente cabría mucho más el hecho de tener un cierto “perfil” victimal.
El maestro Luis Rodríguez Manzanera menciona que hay autores que
señalan que las mismas víctimas tienen predisposición a ser tales. Para ello se
destaca el concepto de precipitación victimal73, que es cuando existe una víctima
precipitante, que es aquella que contribuye ampliamente al hecho, siendo el
directo y positivo precipitante del mismo. La víctima vicia la relación, envía
diversas señales que recibe el receptor (victimario), y puede presumirse que es la
misma víctima la que genera el comportamiento criminal en el autor.74
Sin embargo, la tendencia no es precisamente el decir que aparte de
víctimas, son culpables, algo claramente injusto desde cualquier punto de vista. Se
dice entonces que tales posiciones carecen de precisión científica75 y que, más
que hablar de “víctimas precipitantes”, habría que hablar de “participación de la
víctima” y “vulnerabilidad de la víctima”.
Por ello América Plata Luna nos habla de que hay un debate doctrinal76 en
torno a este aspecto. Ciertos especialistas manifiestan que el criminal no escoge
al azar a la víctima y que la elección se deriva de aspectos preexistentes al acto
criminal entre el delincuente y la futura víctima. En suma, esa situación “conduce a

72
NEWMAN, Elías. Victimología. Editorial Universidad Argentina, 1984, p. 22.
73
RODRÍGUEZ Manzanera, Luis. Criminología clínica, op. cit., p. 313.
74
Ídem.
75
Ídem, p. 314.
76
PLATA Luna, América. Criminología …op. cit. pp. 117-119.

40
los criminólogos-victimólogos a afirmar que, sin los vínculos preexistentes, el
crimen no habría tenido lugar.”77
Sin embargo, ello no quiere decir que la misma víctima propició ser objeto
del delito, sino que evidentemente para que diera un homicidio o delito doloso,
tiene que haber forzosamente razones para ello, lo que no significa que tales
causas sean justificadoras. Simplemente se saca a relucir lo que los
investigadores llaman “el móvil” del delito. Y ello sería precisamente uno de los
propósitos centrales de esta investigación. Vamos a apreciar cuáles serían las
razones o causas del por qué los seres humanos matan a sus semejantes, aún
cuando pudieran tener ciertos lazos de unión, relación, intimidad o parentesco
entre ellos. Es la Victimología la que nos daría respuestas a esas interrogantes.
En suma, aunque la Victimología es muy amplia y su objeto de estudio78
abarca aspectos tales como la victimización criminal (proceso, modelos,
frecuencia, propensión y reacción), la víctima misma (su tipología, su selección,
sus características, sus relaciones con el criminal, su papel, sus percepciones y
actitudes, su tasa de reincidencia e incluso su transformación en agresor) y la
forma en que la trata el sistema penal, nuestro interés científico en este aspecto y
su relación con el homicidio doloso estará centrado en analizar la relación causal
de actos y de características de la víctima y del criminal en la ciudad de México en
los albores del siglo XXI.

II.4 La Penología y el homicidio doloso.


La Penología es, de acuerdo con el maestro Luis Rodríguez Manzanera,79
una ciencia que estudia la reacción social y el control social que se produce contra
las personas o conductas que son captadas por la colectividad como dañinas,
peligrosas o antisociales. Así, hay diversos tipos de reacción penal: pueden ser
capital, corporal, infamante, restrictiva, suspensiva de derechos, medidas de
seguridad, etcétera. La pena privativa de la libertad o sea, la prisión, es quizá la

77
Ídem, p. 118
78
PLATA Luna, América. Criminología …op. cit., pp. 121-122
RODRÍGUEZ Manzanera, Luis. Penología. Reacción social y reacción penal, 4ª Edición, Editorial Porrúa, México, 2004,
79

p. 1
41
más conocida y también la más temida, además de obviamente la pena capital,
pero que cuando menos en nuestro país y en la mayoría de las sociedades
civilizadas, está prohibida constitucionalmente.
Dentro de la Penología, se convierte de primordial importancia el definir
algunos conceptos básicos para comprender cabalmente el hecho de cómo la
sociedad pretende castigar al infractor de la ley penal. Veamos estos aspectos.

II.4.1 Punibilidad, punición y pena.


La punibilidad es resultado de la acción legislativa. Consiste en amenazar
de privación o restricción de bienes, que queda plasmada en la ley para casos de
desobediencia al deber jurídico penal. Es la posibilidad de sancionar al sujeto que
realiza algo prohibido o que deja de hacer algo ordenado por la ley penal. Su
función es la prevención general por medio de la intimidación.
Tiene varios principios: de necesidad, es decir, debe ser estrictamente
indispensable; de generalidad, o sea, debe estar dirigida no a un solo individuo
sino a todo el conglomerado social; de abstracción, no es referida a un caso
concreto, sino a la totalidad de hechos que tienen lugar bajo su vigencia; de
monopolio del ius puniendi, es decir, los particulares no pueden hacerse justicia
por su propia mano. Ello es privativo y deber del Estado.
La punición es la fijación de la concreta privación o restricción de bienes al
autor del delito. Es la concreción de la punibilidad a un caso individual. Se da en la
instancia judicial y es el juez el dictaminador de la privación o restricción de bienes
mencionada en la punibilidad.
Los principios rectores son similares a los de la punibilidad: de necesidad,
de personalidad, o sea, la punición solamente es sobre el individuo que cometió el
delito; de legalidad, es decir, estar determinada por la ley (nulla poema sine lege y
nullum crimen sine lege); de competencia judicial; de defensa, en donde el
acusado tiene derecho a una defensa justa; y de particularidad, sólo se aplica a un
caso concreto, único.
La pena es la privación efectiva o restricción de bienes que lleva a cabo el
Poder Ejecutivo sobre la persona que ha sido condenada legalmente. Es la
42
ejecución de la punición que lleva a cabo la autoridad administrativa. Su finalidad
es impedir que el sujeto vuelva a delinquir, aunque también se persigue el que la
colectividad se entere para que nadie más se atreva a cometer el delito. Sus
límites son los derechos humanos y la propia culpabilidad del sujeto.
Al igual que los otros dos aspectos, sus principios rectores son: la
necesidad, la personalidad, la individualización, la particularidad, la concreción.

II.4.2 Punibilidad del homicidio doloso en la Ciudad de México


La punibilidad del homicidio doloso es variada. De acuerdo con el Código
Penal del Distrito Federal, el homicidio doloso simple tiene una pena de ocho a
veinte años de prisión, mientras que para el homicidio simple doloso por
parentesco es una pena de entre diez y treinta años, además de la pérdida de los
derechos que pudiera tener el sujeto activo sobre el pasivo, incluyendo los
sucesorios.
El homicidio doloso calificado con agravantes es castigado con una pena
que va de los veinte a los cincuenta años, mientras que el infanticidio tiene
solamente una pena de tres a diez años. El homicidio consentido tiene de dos a
cinco años de castigo.
En el caso de un homicidio en una riña, la penalidad es de cuatro a doce
años, si se trata del provocador, mientras que si es el provocado, tiene de tres a
siete años. En el caso del homicidio por emoción violenta, la punibilidad es de un
tercio de la pena correspondiente al doloso simple.
En junio del 2011 se estableció una nueva penalidad para un delito
específico de homicidio, el llamado feminicidio80. La punibilidad de este nuevo tipo
de delitoe sanciona las conductas de violencia extrema en contra de una mujer por
el sólo hecho de serlo. Así, no basta que una mujer sea privada de la vida por otra
persona para considerar que existe feminicidio, sino que se requiere la
acreditación de antecedentes de maltrato dirigido a la mujer, tales como

80
Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en su página: http://aldf.gob.mx/comsoc-hasta-60-anos-
quien-cometa-feminicidio--7986.html del 29 de junio de 2011.
43
amenazas, lesiones --infamantes o degradantes. Es decir, situaciones que
demuestran el desprecio hacia la mujer.
Se establecen penas de 20 a 50 años de prisión por el delito de feminicidio,
sanción que se eleva de 30 a 60 años cuando entre el agresor y la víctima haya
existido una relación sentimental, efectiva o de confianza; de parentesco, laboral,
docente o cualquiera que implique subordinación o superioridad y se acredita
cualquiera de los supuestos establecidos.
Esas modificaciones incluyeron adicionar el Capítulo VI Feminicidio y el
artículo 148 Bis del Código Penal del Distrito Federal donde se establecen como
razones de género el privar de la vida a una mujer cuando la víctima presente
signos de violencia sexual de cualquier tipo; se le hayan infringido lesiones
infamantes, degradantes o mutilaciones, previas o posteriores, a la privación de la
vida.
También si existen datos que establezcan, ante cualquier autoridad, que se
cometieron actos de amenazas, acoso, violencia o lesiones del sujeto activo en
contra de la víctima; el cuerpo sea expuesto, depositado o arrojado en un lugar
público o la víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a
su muerte.
De acuerdo con lo anterior, se puede decir que hay una amplia punibilidad
para el homicidio doloso en la Ciudad de México. Se castiga con más o menos
severidad, cuando menos al nivel normativo. Cuando veamos los casos
específicos, veremos qué tanta correspondencia hay en el aspecto punitivo, es
decir, cuando ya los jueces aplican la punibilidad normativa y la aplican a casos
concretos y determinados. Y lo mismo podemos decir cuando se hable de la pena,
es decir, cuando es el poder ejecutivo el encargado de hacer su labor y castigar al
delincuente. Las prisiones no son necesariamente el mejor ejemplo de la
racionalidad humana y los resultados nos hablan de poca o escasa efectividad del
Estado para controlar los delitos, particularmente los homicidios.
Como se dijo anteriormente, Durkheim nos plantea algunas cosas
interesantes al respecto de la manera en que una sociedad combate al crimen y

44
delitos. Como dice el maestro Rafael Ruiz Harrel,81 una de las creencias más
antiguas y socorridas por los gobernantes que les hacen partícipes a los demás
seres humanos, es que la delincuencia puede reducirse castigando al autor del
crimen. Así, se parte también de la convicción de que las penas más severas son
las más eficaces. Y ello se enarbola demagógicamente por ciertas organizaciones
políticas oportunistas para tratar de obtener más votos.82
Estas dos nociones, sigue diciendo el maestro Ruiz Harrell, han procurado
servir de justificación a lo largo de la historia humana para toda clase de excesos y
crueldades. En nombre de la justicia, se han propiciado torturas y sufrimientos
para los responsables de los delitos y crímenes y “todo, absolutamente todo, ha
sido inútil y el crimen sigue tan campante.”83
Quizá el primero en romper el dogma, dice Ruiz Harrell, fue Emilio
Durkheim que al publicar cien años atrás La división del trabajo social,84 precisó
con gran claridad que las sanciones penales son muy poco eficaces como medios
de control de la delincuencia. Sin embargo, y debido al hecho de que las
sociedades humanas no conservan una institución, una práctica o un rito si no
satisface ciertas necesidades, principalmente políticas, se dio a la tarea de
precisar cuáles eran las que se veían satisfechas por los castigos que la ley ha
venido defendiendo a lo largo de la historia humana.
Así, la respuesta de Durkheim, puesta en términos contemporáneos por el
maestro Ruiz Harrell, dice que la sanción penal es como parte de un lenguaje por
medio del cual una sociedad alienta la solidaridad entre sus miembros y se
presenta ante otras sociedades como parte de la comunidad humana.
Algunos aspectos aclaran el punto, continua el maestro Ruiz. Al sancionar
en la ley el homicidio, la violación o el robo, México le está diciendo a otras
naciones que respeta y defiende la vida humana, la libertad sexual y la propiedad
y, con ello, que forma parte de la comunidad mundial y no es un país de bárbaros.

81
RUIZ Harrell, Rafael, “La ciudad y el crimen/La versión de Durkheim”, Periódico Reforma, México D.F. del 4 de noviembre
del 2002.
82
En las elecciones presidenciales del 2006, el Partido Verde Ecologista de México manejó su propaganda con el tema de
la pena de muerte para los secuestradores y asesinos. Obtuvo así un porcentaje de votos que de otra manera le hubiera
sido difícil alcanzar.
83
RUIZ Harrell, “La versión de Durkheim”, op. cit.
84
DURKHEIM, Emilio. La división del trabajo social, Edit. Pléyade, México, 1964.
45
Y al aprehender y castigar a un infractor, las autoridades le están diciendo a los
ciudadanos que su vida y su seguridad les son importantes, al grado de que están
decididas a lastimar a quien los lastime.
El gobierno que no cumple su deber de castigar al agente antisocial está
minando su soberanía y su autoridad, sobre todo si el fracaso alcanza a los
crímenes que tienen mayor impacto social, como los secuestros de personas
importantes o los homicidios en la vía pública. El gobierno que es incapaz de
imponer un Estado de derecho está erosionando muy seriamente su autoridad
política.”85
Emilio Durkheim es particularmente claro al mencionar que la sanción penal
no puede dar origen a la autoridad. La refuerza si ya hay un orden que la sustente,
pero no la crea. Por eso mientras más legítimo y estable sea el gobierno, menos
necesidad habrá de aterrorizar a la población con la amenaza de castigos
excesivos. Si la autoridad no es fuerte, advierte el sociólogo francés, la pena será
ineficaz. Incrementar su frecuencia o rigor sólo servirá para poner en evidencia la
debilidad e ineficiencia del gobierno, termina planteando Ruiz Harrel.
También el maestro Luis Rodríguez Manzanera, como casi todos los
criminólogos actuales, hace una intensa crítica a la pena de prisión.86 Aunque ésta
no es tan antigua como la pena de muerte o el castigo corporal, sí existe desde
Roma, pero sus resultados han sido contrarios a la supuesta solución del
problema de la criminalidad, antes al contrario, ha propiciado un aumento
exponencial de los delitos y ha implicado serios gastos del Estado y peligros para
la sociedad por lo que implica la cada vez mayor sofisticación de la delincuencia
organizada en donde el estar en prisión de ninguna manera les priva de seguir
llevando a cabo sus actos delictivos.
El problema central es que hasta la fecha no se le ha encontrado un
sustituto eficaz. La sociedad en general no quiere que los delincuentes estén
conviviendo con ella, como si no la hubiese dañado. Prefiere tenerlos confinados
en lugares especiales.

85
RUIZ Harrell, “La versión…”, op. cit.
86
Cfr. RODRÍGUEZ Manzanera, Luis, Penología, op. cit.

46
La prisión es una de las más dramáticas formas de la reacción penal. Sus
funciones son:

 Afirmar el reproche de la sociedad hacia determinadas conductas;


 Pretender una prevención general;
 Intimidar y que sea vista como sanción;
 Reafirmar la fuerza del Estado;
 Descalificar el hecho delictivo;
 Ejemplificar lo que puede pasar al delinquir;
Sin embargo, aparte de estas funciones “manifiestas” (a la manera del
funcionalismo de Merton87), hay otras funciones “latentes”, es decir, escondidas y
que a veces son más demostrativas que las anteriores. Ellas son:

 Justificar al Estado;
 Reivindicar, de venganza, más que de justicia;
 Proporcionar un estigma social;
 Reproducir la criminalidad;
 Reforzar la propiedad privada;
 Mantener el “statuo quo”;
 Controlar a los opositores políticos y en general a aquellos que están en
contra de los valores comúnmente aceptados por la sociedad;
 Controlar las clases dominadas;
 Castigar a los pobres (no pueden pagar un proceso propio de ayuda
jurídica);
 Y muchas otras más que hacen del sistema penitenciario un fracaso total
como justicia social.

87
MERTON, Robert. Teoría y estructura social. Fondo de Cultura Económica, México, 1970, citado en GIDDENS,
Anthony, Sociología, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 708.

47
II.4.3 Substitutivos de la prisión
Todo lo anterior ha abonado para que los estudiosos de la criminología,
penología y demás ciencias penales, hayan estado proponiendo desde hace
tiempo otras formas más efectivas de reacción penal.
Éstas han sido: la sustitución por medidas de seguridad, las condenas
condicionales y libertades preparatorias y, en general, los sustitutos de la pena.
Para ello, se han establecido ciertos principios universales de las Reglas Mínimas
en el tratamiento de los presos.
Así, en las llamadas Reglas de Tokio88, se han establecido una serie de
principios básicos para promover la aplicación de medidas no privativas de libertad
y su propósito va encaminado a reducir la aplicación de penas de prisión. Entre las
medidas propuestas se encuentran las siguientes: sanciones verbales, libertad
condicional, penas privativas de derechos e inhabilitaciones, sanciones
económicas y penas en dinero, incautación o confiscación, etcétera.
En el texto del profesor Luis Rodríguez Manzanera se anexa otro
documento llamado “Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos”, cuyo
objeto “no es describir en forma detallada un sistema penitenciario modelo, sino
únicamente establecer, inspirándose en conceptos generalmente admitidos en
nuestro tiempo y en los elementos esenciales de los sistemas contemporáneos
más adecuados, los principios y las reglas de una buena organización
penitenciaria y de la práctica relativa al tratamiento de los reclusos.” 89
Al leer estas reglas mínimas (separación por categorías –sentenciados,
preventivos, sexos, edades, tipo de crímenes-, buena alimentación, condiciones
higiénicas, accesorios necesarios, visitas de familiares, ejercicios físicos,
capacitación, servicios médicos adecuados, programas de rehabilitación,
contactos con el mundo exterior, respeto del personal penitenciario, etc.), no
queda más que hacer una pequeña sonrisa y decir que en México, parece ser que
se leyó todo eso pero para hacer exactamente lo contrario. No está de más decir

88
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de libertad, “Reglas de Tokio”,
adoptadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la Resolución 45/110, del 14 de diciembre de
1990.
89
RODRÍGUEZ Manzanera, Luis. Penología., op. cit., pp. 261-283

48
que los principales problemas de hacinamiento, por ejemplo, que sufren las
prisiones mexicanas, además de ser un auténtico “infierno de los pobres.”90
Hay que trabajar muchísimo más en esta área penal. Los tratamientos
penales en México tienen que ser reformulados a la luz de todos los avances de
las ciencias criminológicas y penológicas. ¿Quién será el gobierno que de verdad
se eche a cuestas esa tarea? Quizá nosotros, o nuestra generación, no lo vea. Es
una tragedia.
Todo ello conduce a plantear la urgente necesidad de modificar casi
radicalmente la forma en que el Estado castiga a los delincuentes y de manera
particular a los homicidas. Los datos de criminalidad que se verán más adelante,
darán pautas al respecto.

90
BOLAÑOS, Claudia. ”Cárceles, infierno de los pobres”, en el periódico Reforma de México DF., del 16 de mayo de 2009.

49
Capítulo III.
Posiciones teóricas criminológicas respecto al homicidio doloso.

La Criminología es una ciencia que estudia el fenómeno delictivo en sus


tres dimensiones, el delincuente, el delito y la delincuencia. Existen algunas
propuestas teóricas muy relevantes respecto a este tema y a ellas se enfocará en
este apartado, para tratar de comprender más en su completa dimensión al
homicidio doloso.

III.1 Claus Roxin


Claus Roxin es un abogado y jurista alemán destacado por su labor en el
ámbito del Derecho Penal, Procesal Penal y Teoría del Derecho. En uno de sus
textos principales, La Evolución de la Política Criminal, el Derecho Penal y el
Proceso Penal,91 Roxin postula que lo importante a considerar de la teoría de la
pena es el punto de partida de su función preventiva, más que la retributiva.
Plantea que no es suficiente para castigar la mera culpabilidad del sujeto
activo, sino que es necesario que esta pena tenga una función preventiva, es
decir, es más importante el interés de la sociedad por la preservación de la
tranquilidad social, que el hecho mismo de castigar al individuo delincuente. El
castigo, por sí mismo, carece de necesidad; la pena carece de justificación teórica,
no tiene ninguna legitimación social y no debe imponerse, plantea el profesor Juan
Bautista Rodríguez Ruiz, refiriéndose a Claus Roxin.92
Roxin pone en duda todo el sistema penitenciario, su supuesta función de
rehabilitación y readaptación social que dice tener. Desde el punto de vista de
Roxin, sólo se debe aplicar la pena privativa de libertad a casos realmente graves
como lo son los delitos capitales, y no se debería aplicar a delitos menores. Las
penas no son medios adecuados para luchar contra la criminalidad, porque el

91
ROXIN, Claus. La Evolución de la Política criminal, el Derecho Penal y el Proceso Penal. Tirant le Blanch,
Valencia, 2000.
92
RODRÍGUEZ Ruiz, Juan Bautista. La Evolución de la Política Criminal: el Derecho Penal y el Proceso
Penal. Rev. derecho (Valdivia). [online]. dic. 2001, vol.12, no.2 [citado 01 Abril 2010], p.263-265. Disponible en la World
Wide Web: <http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-09502001000200022&lng=es&nrm=iso>.
ISSN 0718-0950
50
delito siempre va a estar presente en la sociedad, debido a que al ser tan variada
en sus facetas, existen individuos que tienen problemas mentales y experimentan
crisis emocionales para una vida tranquila y socializante. De acuerdo con la
profesora Bohemia Guerrera93, para Roxin el delito y las conductas antisociales
serán como una salida de su situación desesperante; también se da el caso
de personas que al querer aumentar su riqueza, encontrarán en delitos mayores
(desfalcos o delitos económicos) también una salida, como también existirán las
relaciones familiares conflictivas o por último, la miseria del mundo que provocará
delitos patrimoniales o los clásicos delitos contra la propiedad.
El problema que tenemos en nuestro caso, es la inutilidad de las penas
privativas de la libertad en el caso de delitos menores. Pero en la situación del
homicidio, la cuestión no es precisamente clara, pues aquí se plantea que
prácticamente sí es necesaria la pena privativa de la libertad para los homicidas.
Concretamente en el caso del homicidio doloso, como en el caso de que
esté asociado al secuestro, Claus Roxin incluso plantea que ese delito debe ser
imprescriptible, pues su gravedad es extrema.94
Para Roxin, la llamada imputación objetiva procede solamente cuando hay
una acción concreta y consciente determinada del activo: “un resultado causado
por el sujeto, sólo debe ser imputado al causante como su obra y sólo cumple el
tipo objetivo cuando el comportamiento del autor haya creado un riesgo no
permitido para el objeto de acción. Así, de conformidad con la profesora Giovanna
Vélez Fernández95, para Roxin y con respecto a nuestro tipo de homicidio doloso,
le importa, ante todo, confrontar a través de una perspectiva objetiva de la
imputación, la incorporación del dolo al tipo del ilícito. Así, en otras palabras, el
homicidio sólo deberá ser castigado penalmente cuando se realice dolosamente.

93
GUERRERA, Bohemia. En el sitio wordpress.com: http://bohemiaguerrera.wordpress.com/instrumentos-del-
derecho-penal-global/claus-roxin-problemas-actuales-en-la-politica-criminaluna-sintesis-una-breve-opinion/ del 31 de marzo
del 2010.
94
BELLO, Andrés, Noticias, http://noticias.unab.cl/unab-en-los-medios/claus-roxinsecuestro-permanente-y-
homicidios-deberian-ser-imprescriptibles/ del 23 de septiembre de 2009.
95
VÉLEZ Fernández, Giovanna. “La imputación objetiva: fundamento y consecuencias dogmáticas a partir de las
concepciones funcionalistas de Roxin y Jakobs” en http://www.unifr.ch/ddp1/derechopenal/articulos/a_20080527_35.pdf del
8 de mayo de 2011.
51
A partir de 1950, avanza la idea de la función resocializadora de la pena,
donde, tratándose de delitos no graves, deben proponerse sanciones que no
impliquen prisión. Para los graves debe establecerse que el delincuente sea
enviado a establecimientos social terapéuticos para que con ayuda psicológica,
psiquiátrica y pedagógica laboral pueda reinsertarse a la comunidad.
Roxin ha propuesto la existencia de factores subjetivos para la ejecución de
la pena, aunque no precisamente como elementos del tipo, sino sólo relevantes
para el juicio, cuestión que se complica dado que el tipo doloso, en esencia,
contiene elementos subjetivos.
Los problemas estriban en que dentro de la posición funcionalista que
representa Roxin, la función de la pena no tiene como principal beneficiario al
propio delincuente, al resocializarlo, sino que el fin por excelencia de la pena, la
función que debe cumplir la pena, es salvaguardar el orden jurídico, como
condición esencial para la vida en comunidad mediante la protección de bienes
jurídicos.
Sin embargo, Roxin hace una crítica válida al sistema retributivo, pero que
pocos se atreven a postular como política pública: la eliminación de las prisiones
no sólo por su inutilidad para prevenir el delito, sino incluso para readaptar el
delincuente. Las prisiones, según este criterio, se convierten en el centro de
producción de más y mejores delincuentes, o sea, más peligrosos.
Roxin menciona:
Las penas privativas de libertad son además un medio particularmente problemático en
la lucha contra la criminalidad, puesto que más que (dar) soluciones a dicho problema,
ofrece contradicciones. ¿Cómo se puede educar a alguien alejándolo de la sociedad o
dándole condiciones de vida distintas a las que solía tener, alejándolo de su núcleo
familiar y de amistad, reuniéndose con potenciales delincuentes al interior de un centro
de reclusión y con una calidad de vida infrahumana?96

La prevención debe darse, no desde la cárcel misma, sino desde la propia


sociedad, es decir, ser una especie de “prevención predelictual”, que
evidentemente tenga su base en medios de política social como proporcionar
condiciones de vida aceptables y que la policía sea más dedicada a servir a la

96
ROXIN, Claus. La Evolución de la Política criminal, el Derecho Penal y el Proceso Penal. Tirant le Blanch,
Valencia, 2000,

52
comunidad en términos de seguridad, protección y ayuda necesaria en cualquier
aspecto. La prisión solamente sería la “ultima ratio” del derecho penal.97
Lo ya mencionado, abre el abanico de posibilidades de sanción, pues es
mucho más eficaz una lucha contra la delincuencia que el endurecimiento de las
penas. Pero el problema no es tan simple, pues son las propias autoridades y los
intereses políticos que proporciona el poder coercitivo, las que se oponen a
eliminar lo que ellos llaman “guerra contra la delincuencia”, que es más bien una
guerra no contra el delito, sino contra el delincuente y en ello pretenden encontrar
la justificación ideológica a su labor.
La cuestión es que al supuestamente “eliminar” a un delincuente, quizá se
está creando otro mucho más peligroso y, además, otros más ocuparán su lugar.
Pero claro, mientras más delincuentes existan, más presupuesto habrá para los
cuerpos coercitivos y para el aparato supuestamente anti criminal del Estado.
Muchos intereses en juego.

III.2 Günther Jakobs


Jakobs es catedrático emérito de Derecho Penal y Filosofía del Derecho en
la Universidad de Bonn, Alemania. Es un intelectual que ha estudiado a los
clásicos de la teoría del contrato social (Hobbes, Rousseau, Kant) y con base en
ellos formula su teoría acerca de lo que se llama “Derecho Penal del ciudadano”
versus “Derecho Penal del enemigo”.98
Cuando Jakobs habla del “Derecho del ciudadano”, se refiere al vínculo
entre personas titulares de derechos y deberes, quienes obviamente cumplen en
términos generales con el orden jurídico. Cuando por alguna causa, ese orden
jurídico se quebranta por la acción individual de una persona, el Derecho se le
aplica y se le somete para que en el futuro este ciudadano respete la ley, después
de pagar su culpa, poniéndose énfasis en el aspecto de reparación del daño y en
su reinserción en la sociedad.

97
Ídem.
98
JAKOBS Gunter, Manuel. “Derecho Penal del ciudadano y derecho penal del enemigo” en JAKOBS Gunter,
Manuel y CANCIO Melía, Manuel. Derecho Penal del enemigo, Cuadernos Civitas, Thompson, Madrid, 2003

53
Pero cuando se habla del “Derecho penal del enemigo”, se relaciona a que
existe una fuerte coacción, o sea, el uso de la fuerza total para hacer efectivo el
Derecho, pues es obvio que se ha infringido una norma jurídica de tal manera que
la aplicación de la fuerza coactiva está autorizada por el Derecho contra un
“enemigo” que está luchando contra nuestra seguridad y nuestro sagrado orden
jurídico.
Esta connotación de “enemigo” implica que tanto de uno como de otro lado
(Estado y delincuente), hay una guerra donde “todo se vale” y, paradójicamente,
el Derecho es violentado. Para el Estado la justificación es evidente: alguien
quiere destruir nuestra sociedad y la obligación estatal es defenderla, cueste lo
que cueste.
El enemigo es considerado alguien que ha infringido el contrato social y
que por lo tanto ya no puede participar de sus beneficios. La pena es una señal de
guerra contra el delincuente, como menciona Fichte, “la ejecución del animal no es
una pena, sino sólo instrumento de seguridad.”99
Jakobs estudia profundamente al teórico contraactualista Thomas Hobbes,
de cuya obra retoma su “estado de naturaleza”, que produce al hombre como lobo
del hombre, de ahí deriva la idea de que el ser humano, por naturaleza, es
ambicioso de poder y de ansia de dominio.
Para Hobbes, la libertad del ser humano se circunscribe a “hacer y dejar de
hacer lo que se quiera con tal de que se pueda (…); quien quiera y pueda, puede
matar a otro sin causa alguna”100. Obviamente, en el estado de naturaleza no hay
delitos, pues al no existir orden jurídico, no es posible su quebrantamiento. Los
delitos sólo serán posibles en una sociedad organizada jurídicamente.
El problema, dice Jakobs, es que en determinadas circunstancias, en una
sociedad civilizada (o sea, con un orden jurídico), se regresa hacia aquel concepto
de guerra, cuando al delincuente se le ve como “enemigo”. Cita el caso del 11
septiembre del 2001, en Nueva York, donde el Estado estadounidense desató lo
que se llamó “guerra contra el terrorismo”, que evidentemente implicó también el

99
Citado por Jakobs, en JAKOBS Gunter, Manuel. Derecho…, op. cit., pág. 27
100
Ídem, p. 34

54
rompimiento del orden jurídico civilizado del que tanto se vanagloriaban los
estadounidenses. Las garantías individuales del “debido proceso” se rompieron de
manera evidente y gran parte de la sociedad estadounidense parecía estar
totalmente de acuerdo.
Es por ello, dice Jakobs, “el Estado puede proceder de dos modos con los
delincuentes: puede ver en ellos personas que delinquen, personas que han
cometido un error, o individuos a los que hay que impedir mediante coacción que
destruyan el ordenamiento jurídico”101. Ambos pueden ser legítimas, en
determinadas circunstancias, pero también puede ser usada en el lugar y el
momento equivocados.
En el primer caso se trata de la delincuencia común, del ladrón u homicida
que comete delitos, a los que hay que castigar respetando totalmente el orden
jurídico del debido proceso, poniendo énfasis en la reparación del daño. En el
segundo, se trata de algo más que delincuencia organizada, donde los
delincuentes son verdaderos enemigos de la sociedad a los que hay que tratar
como tales, pues es una guerra contra la delincuencia.
Esa doble forma de actuar estatal, lleva a que una gran parte del Derecho
Penal del ciudadano, aquél en el que se respetan totalmente las normas del
debido proceso, las garantías individuales y los Derechos Humanos hacia el
delincuente, procurando realmente su reinserción a la sociedad, a fundirse con el
Derecho Penal del enemigo, donde evidentemente se desata una “guerra” y se
busca eliminar, así como aniquilar físicamente a la persona infractora del orden
penal, considerándolo un verdadero “enemigo social”.102
De lo anterior, Jakobs resume que en el Derecho Penal del ciudadano, la
función manifiesta de la pena es la contradicción, mientras que en el Derecho
Penal del enemigo, el objetivo central es la eliminación de un peligro. Ambos
pueden ser legítimos, según las circunstancias.
Por otro lado la pena, dice Jakobs, “no sólo significa eso, sino que también
produce físicamente algo; así, por ejemplo, el preso no puede cometer delitos

101
JAKOBS, op. cit., p. 47
102
Idem, p. 50.

55
fuera del centro penitenciario.”103 Este aspecto obviamente suena interesante en
México, porque la realidad nos muestra lo contrario, es decir, cuando los
delincuentes están en la cárcel, no necesariamente dejan de delinquir, al contrario,
siguen haciéndolo y de una manera mucho más sofisticada.
Las penitenciarías, se dice, vienen siendo las universidades del crimen. No
solamente entra un primodelicuente, por ejemplo, y sale todo un profesional
totalmente calificado para las actividades criminales, en la misma cárcel los
internos se las ingenian para seguir cometiendo delitos con ayuda,
evidentemente, tanto de custodios como de otros delincuentes que están libres.
Jakobs menciona que por principio, el orden jurídico debe mantener dentro
del Derecho también al criminal. “El delincuente tiene derecho a volver a
arreglarse con la sociedad y para ello debe mantener su status como persona,
como ciudadano.”104
Obviamente el delincuente tiene el deber de proceder a la reparación del
daño, pues el “delincuente no puede despedirse arbitrariamente de la sociedad a
través de un hecho.”105 Así Jakobs apunta a que lo principal de un hecho delictivo
es procurar que el delincuente deje de serlo y que pague por lo que cometió, no es
términos puramente de retribución o castigo físico, sino en el aspecto de lo que se
conoce como reparación del daño a la víctima y al ofendido.
En este asunto de “reparación del daño” hay evidentes problemas
tratándose del delito de homicidio, sea doloso o culposo. Evidentemente, en el
caso del culposo debe revisarse incluso si hay o debe haber pena. Pero en el caso
del doloso, sí debe haber una punibilidad categórica. Sin embargo, hay que tomar
en cuenta, lo que dice Jakobs con relación a su polémica con la teoría que postula
que el Derecho Penal debe proteger los bienes jurídicos, “cuando existe un bien
jurídico lesionado la inmediata urgencia a responder es si el Derecho Penal tiene
que reaccionar ante ese menoscabo. Sin embargo, el Derecho Penal no puede
revivir al muerto: el Derecho Penal sólo puede mantener la vigencia del Derecho,

103
Ídem, p. 27
104
Ídem, p. 23
105
Ídem, p. 28

56
en este caso la vida, y eso es lo único que cuenta, mas no el objeto que, en sí, ya
está perdido.”106
Así, lo que plantea Günther Jakobs es que en el caso del homicidio doloso,
si bien dicha conducta, por ser precisamente dolosa, merece mayor pena que un
hecho de error o imprudente, no puede plantearse tampoco una pena excesiva, no
sólo porque no arregla nada, sino por lo planteado anteriormente en contra de la
concepción del supuesto “enemigo” social.
La reparación del daño tendría que ser no en términos de devolver lo
perdido: una vida humana, aspecto imposible, sino lo mejor que pudiera
compensar con respecto a los ofendidos, ya no precisamente a la víctima.
De ahí que Jakobs menciona: “Lo que caracteriza el comportamiento
humano, jurídico penalmente relevante, no es que lesione o ponga en peligro
bienes jurídicos –esto también se produce por catástrofes naturales, animales,
etc.-, sino su significado: contiene el esbozo de un mundo.”107 Así entonces lo que
habría que plantear es cómo se puede establecer la responsabilidad penal de
alguien que consciente y dolosamente mata a otro. Es decir, es tarea del juez
establecer cuál fue realmente el significado de la acción de homicida, a la hora de
establecer la pena y partir en consecuencia.

III.3 Alessandro Baratta


Jurista y sociólogo italiano, fallecido en 2002, hizo importantes
contribuciones a la Sociología del Derecho y al Derecho Penal desde el punto de
vista de esta disciplina y de la propia Criminología. Uno de sus principales textos
es Criminología crítica y crítica del Derecho Penal108. De acuerdo con el maestro
Eugenio Zaffaroni, Baratta “nunca dejó de señalar los méritos limitativos del

106
JAKOBS, Günther. “El Derecho Penal no puede resolver los problemas de la sociedad” en la Revista THEMIS,
49, Revista de Derecho, Perú, mayo 2008, tomado de: http://www.themisderecho.org/index.php?option=com_docman&task
del 9 de mayo 2011.
107
JAKOBS, Günther. La imputación objetiva en derecho penal. Universidad Externado de Colombia, 1998, tomado de
“Estudio de la teoría de la imputación objetiva en Derecho Penal” en http://www.monografias.com/trabajos82/teoria-
imputacion-objetiva-en-derecho-penal/teoria-imputacion-objetiva-en-derecho-penal2.shtml del 9 de mayo 2011
108
BARATTA, Alessandro, Criminología crítica y crítica del Derecho Penal. Il Mulino, Bolonia, 1982.
Criminología crítica y crítica del derecho penal. Introducción a la sociología jurídico-penal, Siglo XXI Editores, col.
Criminología y Derecho, México, 1ª edición 1986, 7ª edición 2001, 264 pp.
57
liberalismo penal y de demandar el respeto al discurso garantista; jamás omitió
subrayar la importancia heurística de los Derechos Humanos.”109
Para Baratta, la “pena constituye, respecto del impulso criminoso, un contra
estímulo.”110 Además, siguiendo a Ramagnasi, la pena no es el único medio de
defensa social; antes bien, el mayor esfuerzo de la sociedad debe dirigirse a la
prevención del delito, a través del mejoramiento y desarrollo de las condiciones de
la vida social.111
Baratta, de conformidad con la profesora Lolita Aniyar de Castro112, se
mueve constantemente en el terreno de la filosofía jurídico penal; la suya es una
crítica del Derecho desde un punto de vista liberal y garantista. Así, se confrontó
con la teoría normativa de la culpabilidad y a la teoría del delito como una ofensa
al bien jurídico (característico de la dogmática autoritaria de la teoría nacional
socialista).
Insiste en mantener los elementos objetivos y subjetivos del delito, para una
doctrina penal inspirada en los principios del Estado de Derecho en su función
original de garantía de libertad frente a la potestad punitiva del Estado.113 En otras
palabras, frente al deseo de castigar por sí mismo a una supuesta o real falta
jurídica, está con mayor presencia la supremacía de los derechos humanos y de
los principios de legalidad y de seguridad, bases fundamentales del Estado de
Derecho.
El Derecho Penal, sostiene, está atrasado con respecto a la Sociología. La
Criminología ha aportado nuevas luces sobre el actuar delictivo que el Derecho
Penal ha quedado rebasado. Toma aspectos psicoanalíticos y sociológicos para la
explicación del fenómeno criminal y pone de relieve la característica fundamental

109
ZAFFARONI, Eugenio Raúl, “Adiós a Alessandro Baratta” en la Revista Latinoamericana de Derecho Penal
y Criminológica, Argentina, junio de 2002. Tomado de www.iuspenalismo.com.ar
110
BARATTA, Alessandro, Criminología… op. cit. p. 28
111
Ídem, p. 28
112
ANIYAR de Castro, Lolita. “Alessandro Baratta: un hombre del renacimiento en el siglo XX”. Notas y
referencias sobre la obra de Alessandro Baratta, Trabajo mecanográfico, p. 2.
113
Ídem., p. 3
58
de los fenómenos sociales, donde la teoría social está determinada
históricamente.114
La suya, es una postura contra lo que se denomina “la ideología de la
defensa social.”115 Así, plantea que no se trata de posicionarse frente al “bien o al
mal”, a lo “normal o lo anormal”, a lo “legítimo frente a lo ilegítimo”, en suma,
contra la concepción de que el fin de la pena es la prevención del delito. Para
Baratta, mientras más está una sociedad basada en la desigualdad, más necesita
medidas represivas del Derecho Penal.116 De ahí su concepción realmente liberal
y antidogmática. “Las más graves violaciones a los Derechos Humanos no son
sancionadas por el sistema penal. Por las condiciones de vida de los
latinoamericanos, por ejemplo, nadie responde.”117
Alessandro Baratta, con sus obras, plantea “la necesidad de una sociología
jurídico-penal que permita el funcionamiento efectivo del sistema penal en la
sociedad capitalista avanzada. En efecto, la “nueva criminología” o “criminología
crítica” pone la prospectiva macro sociológica como factor central para el estudio y
la interpretación de la desviación. Para ello, la sociología jurídico-penal analiza la
formación, aplicación del sistema penal, así como el sistema como momento
“institucional” de la reacción al comportamiento desviado y del control social
relativo, así como la conexión del sistema penal con la estructura socioeconómica
relativa.”118
En ese sentido, un aporte principal de este autor es el tratar el asunto
criminológico, y con ello el del homicidio, desde una perspectiva sociológica y no
únicamente desde el puro punto de vista del Derecho Penal punitivo y dogmático.

114
Ídem, p. 5
115
Ídem
116
Ídem, p. 7
117
Ídem, p. 14.
118
Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, "Referencias académicas", en Seguridad Pública
[Actualización: 22 de mayo de 2006], en www.diputados.gob.mx/cesop/

59
III.4 Michael Foucault
Con Michael Foucault se alcanzan niveles interesantes en la concepción
tanto del manejo del poder, como de la manera en que la sociedad castiga a los
infractores no sólo del orden jurídico, sino también del orden social y la
convivencia cotidiana.
En su texto Vigilar y castigar,119 Foucault se pregunta: ¿De dónde vienen la
práctica y el curioso proyecto de encerrar para corregir que traen consigo los
códigos penales de la época moderna? ¿Una vieja herencia de las mazmorras de
la Edad Media? Más bien una tecnología nueva: el desarrollo, del siglo XVI al XIX,
de un conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar
a los individuos y hacerlos a la vez “dóciles y útiles”. Vigilancia, ejercicios,
maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros,
son formas de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de
manipular sus fuerzas.120
Este texto es una obra clásica, sumamente polémico y controversial.
Foucault no sólo desafió a la sociedad de su tiempo (fue de los primeros en
solicitar la legalización de las uniones homosexuales); mostró que gran parte de
las relaciones sociales giran en torno al poder, al discurso del poder. Así, los
seres humanos tratan en todo momento de manejar un cierto discurso en torno al
ejercicio de la capacidad de imponer la voluntad propia a la de los demás. Para
eso se valen de la educación, de la sexualidad, del derecho y de muchas otras
prácticas sociales.
En Vigilar y castigar, Foucault hace un parangón o analogía entre las
prisiones y las escuelas. Su esencia es la misma: el ejercicio del mandar y
obedecer, el de castigar a quien se atreva a desafiar el orden establecido. La
educación, junto con el Derecho Penal, trata de establecer los límites a los que

119
FOUCAULT, Michael. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo XXI de Colombia, col. Criminología y
derecho, México, 1976, p. 320
120
Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, "Referencias académicas", en Seguridad Pública
[Actualización: 22 de mayo de 2006], en www.diputados.gob.mx/cesop/

60
puede llegar el ser humano. En ese sentido, las prisiones y las escuelas se
parecen.
Aunque con el tiempo estas dos instituciones cambian y se modernizan, su
esencia se mantiene intacta. En la prisión, por ejemplo, Foucault manifiesta cómo
se modernizan las formas de castigo. Vigilar y Castigar de 1975, empieza con una
descripción muy gráfica de la ejecución pública del regicida Damiens en 1757.
Contra esta situación, Foucault expone una prisión gris. Ochenta años
después, busca entender cómo pudo ocurrir tal cambio en la forma de castigar a
los convictos en un período tan corto. Estas dos formas de castigo tan
contrastantes son dos ejemplos de lo que llama "tecnologías de castigo". La
primera, la tecnología de castigo 'monárquica', consiste en la represión de la
población mediante ejecuciones públicas y tortura. La segunda, el "castigo
disciplinario", según dice, es la forma de castigo practicada hoy día; este castigo le
da a los "profesionales" (psicólogos, facilitadores, guardias, etc.) poder sobre el
prisionero: la duración de la estancia depende de la opinión de los profesionales.
Foucault compara la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamadas
panópticos de Bentham (1748-1832), consistentes en establecimientos
propuestos para guardar a los presos con más seguridad y economía, para
trabajar al mismo tiempo en su reforma moral, con medios nuevos de asegurarse
de su buena conducta, así como proveer a su subsistencia después de su soltura
(nunca construidas pero tomadas en cuenta).
En esa prisión, un sólo guardia puede vigilar a muchos prisioneros mientras
el guardia no puede ser visto. El oscuro calabozo de la pre-modernidad ha sido
reemplazado por la moderna prisión brillante, pero Foucault advierte que "la
visibilidad es una trampa". A través de esta óptica de vigilancia, dice, la sociedad
moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento, términos que
considera tan íntimamente ligados que con frecuencia habla del concepto "poder-
conocimiento".
Foucault sugiere que en todos los planos de la sociedad moderna existe un
tipo de 'prisión continua', desde cárceles de máxima seguridad, trabajadores
sociales, policía, maestros, hasta el trabajo diario y vida cotidiana. Todo está
61
conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de seres humanos por otros, en
busca de una 'normalización' generalizada.
En este texto es donde se encuentran las mejores perspectivas y
herramientas para pensar la práctica educativa de otra manera. Hay una absoluta
brillantez en su estudio de los métodos de vigilancia y control, observando una
“microfísica del poder”.
Los intentos de “normalización”, las divisiones y distribuciones estrictas de
tiempos y espacios, los agrupamientos, las clasificaciones y calificaciones, los
diagnósticos, el suplicio de los cuerpos en mayor o menor medida, los controles de
la actividad, las sanciones, también “normalizadoras”, aluden a un intento de
definición de nuestra cultura frente a “lo otro”, lo anormal.
Hay que pensar en las semejanzas entre las instituciones aludidas: paseos
por el patio a determinadas horas, actividades reguladas, distribuciones en alas y
celdas colectivas, celdas de exclusión, profesionales “sanadores”, colegios
internos… y tantas otras. En definitiva, lo bueno frente a lo malo, el
disciplinamiento de los cuerpos así como de las conciencias a través de ellos, y al
revés. En palabras del autor:

Quizá nos dan hoy vergüenza nuestras prisiones. El siglo XIX se sentía
orgulloso de las fortalezas que construía en los límites y a veces en el corazón de las
ciudades. Le encantaba esta nueva benignidad que remplazaba los patíbulos. Se
maravillaba de no castigar ya los cuerpos y de saber corregir en adelante las almas.
Aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas figuraban una verdadera empresa
de ortopedia social. A los que roban se los encarcela; a los que violan se los
encarcela; a los que matan, también. ¿De dónde viene esta extraña práctica y el
curioso proyecto de encerrar para corregir, que traen consigo los Códigos penales de
la época moderna? ¿Una vieja herencia de las mazmorras de la Edad Media? Más
bien una tecnología nueva: el desarrollo, del siglo XVI al XIX, de un verdadero
conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los
individuos y hacerlos a la vez “dóciles y útiles”. Vigilancia, ejercicios, maniobras,
calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de
someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus
fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales, en el
ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina. El siglo XIX inventó, sin
duda, las libertades; pero les dio un subsuelo profundo y sólido – la sociedad
disciplinaria de la que seguimos dependiendo.121

121
FOUCAULT, Michael, Vigilar y … Op. cit., p. 89.

62
Es así como este brillante autor establece una de las más duras críticas a
los sistemas educativos y al penal, pues postula que los educadores, como tales,
han fracasado, pues han hecho de la instrucción escolar algo similar a una prisión,
en donde el alumno parece que está a fuerza y su mayor felicidad es cuando sale
de la escuela. La paradoja del saber y del conocimiento. Y no se diga de los
juristas y los procuradores de justicia, pues los delitos siguen desarrollándose con
impunidad.

III.5 Luigi Ferrajoli


Este jurista italiano, juez, intelectual y filósofo, autor de varios textos sobre
Derecho, es considerado uno de los mejores exponentes de la Teoría del
Garantismo Penal.122 De la misma manera, su principal texto, Derecho y razón:
teoría del garantismo penal,123 es también tomado en cuenta como uno de los
mejores manuales de Derecho Penal y Filosofía del Derecho.
Garantismo es sinónimo de un Estado Constitucional de Derecho, es decir,
un Estado comprometido con el respeto a las garantías individuales de toda su
población, sea considerada delincuente o no, pues todos son ciudadanos. La ley
condiciona y a su vez es condicionada por el respeto total a los derechos
fundamentales.
Ferrajoli menciona que, por ejemplo, el Ministerio Público, debe ser tan
independiente como los jueces. Se trata de alguien que tiene la titularidad de la
acción penal, es decir, “de la llave que abre la puerta de la justicia.”124 También
plantea que aunque el federalismo fue una gran conquista en materia de
democracia, no tiene mucho sentido en el ámbito penal, pues se presta a una
cierta desigualdad jurídica de sus ciudadanos, cuando en una entidad una
determinada conducta es considerada delito, en otra del mismo país no es tal.
Debería haber un solo código penal en un país, afirma este autor italiano.

122
MORENO Cruz, Rodolfo: “El modelo garantista de Luigi Ferrajoli. Lineamientos generales”, en Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, Número 120, Biblioteca Jurídica Virtual, Instituto de Investigaciones Jurídica de la UNAM, México,
2010, www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/ México, 2010.
123
FERRAJOLI, Luigi, Dere.cho y razón: teoría del garantismo penal, Trotta, Madrid, 1995.
124
FERRAJOLI, Luigi. Periódico El Universal, el 14 de febrero de 2010, México, DF.
63
Los criminales deben ser tratados como ciudadanos, juzgados como tales y
dotados de plenos derechos y garantías. El utilizar al ejército en la lucha contra la
delincuencia es simplemente un grave error. Complica la situación en lugar de
resolverla.
Ferrajoli pone como ejemplo al de las armas y las drogas. Con relación al
primer caso, dice que debe prohibirse terminantemente su posesión, comercio,
transporte y cualquier manejo de las mismas. Ningún ciudadano debe tener armas
y punto. Ello compete al Estado.
Y en el caso de las drogas, debería legalizarse su posesión, pues sólo
representan peligro para el adulto que las consume, mientras que las armas son
peligrosas para “el otro”, para los demás, no para el poseedor de ellas. El Estado
que permite la posesión de armas y penaliza la de las drogas, tendrá serios
problemas de delincuencia (habría que ver simplemente a los Estados Unidos de
América).
Luigi Ferrajoli expone que la fuerza del derecho en la lucha a la criminalidad
consiste sobre todo en su diferencia asimétrica con la violencia de los delitos,
“solamente esta asimetría que se manifiesta en el respeto de todas las garantías,
y de la persona imputada, tiene la capacidad a largo plazo, de deslegitimar
éticamente, políticamente, y de aislar socialmente al delito.”125
Ferrajoli precisa que la idea de que la criminalidad organizada se puede
combatir con las formas de la guerra, es una respuesta más irracional que puede
parecer eficaz, “se habla de la guerra al narcotráfico, al crimen, y de los criminales
como enemigo, pero el Estado de Derecho no conoce enemigos, conoce
solamente ciudadanos.”126
Afirma que el lenguaje de la guerra puede producir también abusos, y que
con la ideología de la guerra el criminal organizado, el terrorismo, el narcotráfico,
es elevado al nivel del Estado, “la guerra significa una condición de paridad entre

125
Conferencia Magistral: El garantismo penal, convocada por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito
Federal(CDHDF) y la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PJGDF), 5 de febrero de 2010, México, D.F.
126
Ídem.

64
Estado y los individuos, produce el efecto paradójico de elevar el delito al mismo
nivel del Estado.”127
En su texto Derecho y razón, Luigi Ferrajoli analiza la problemática de los
fundamentos del Derecho Penal que se aprecia en la grave falta de
correspondencia que se presenta entre el sistema normativo de las garantías y el
funcionamiento efectivo de las instituciones encargadas de castigar a los
delincuentes.
El jurista italiano habla en su obra sobre las variadas formas de ilegitimidad
e injusticia provocadas por la falta de adecuación del modelo o por las agresiones
contra las garantías individuales. Frente a la crisis del modelo, propone una
reformulación política en el marco de una teoría general del garantismo.
Luigi Ferrajoli trata de hacer comprender que el Derecho Penal, si bien
busca sancionar las conductas a las que se les imputa algún o algunos delitos, ha
de contemplar la defensa del presunto responsable en el contexto de los Derechos
Humanos y de éstos su factor común: el derecho a la libertad. Y para frenar la
ilegalidad del poder por medio de otorgar las garantías procesales al presunto
individuo que, como persona, tiene derechos y éstos han de respetarse al máximo
para sentenciarlo en caso de que se prueben los actos y hechos de su
conducta.128

127
Ídem
128
CEPEDA, Neri, Álvaro. “Luigi Ferrajoli: derecho, razón y antimilitarismo”, en la Revista Contralínea 172, del 07
marzo 2010 – www.contralinea.com.mx

65
CAPÍTULO IV
El homicidio doloso en la Ciudad de México.

Antes de entrar de lleno al estudio del homicidio doloso en la Capital del


país, es necesario precisar algunos aspectos de orden teórico y metodológico que
nos pueden servir de guía en la interpretación de los datos e información relativa a
los delitos de orden homicida en la Ciudad de México. Tales aspectos son
fundamentales, por ejemplo, qué papel juega la estructura social en el homicidio,
el grado de incidencia de las clases sociales en ese delito, cómo influye el género
para la incidencia delictiva homicida y, en fin, qué papel juegan fenómenos
sociales como la delincuencia organizada en tal fenómeno delictuoso.
En esta parte se tratará de profundizar con relación a la manera de abordar
este hecho desde el punto de vista de la Sociología, la Criminología y el Derecho,
pero principalmente con el objetivo de contar con instrumentos de análisis para los
datos disponibles alrededor de las cifras de homicidios en esta gran urbe.
Para lograr lo anterior, se presentarán las formas teóricas y metodológicas
en que se ha estudiado este fenómeno y, a su vez, en las que se basará para la
clasificación y análisis de los casos homicidas en la sociedad mexicana
contemporánea, tomando como muestra a la población de la Ciudad de México.

IV.1 Aspectos teóricos y metodológicos respecto al homicidio.


El homicidio es un tópico que fascina tanto a los investigadores académicos
como al público en general. Basta escribir esta palabra en un buscador de internet,
y aparece un enorme cúmulo de información, como lo plantean Dwayne Smith y
Margaret A. Zahan.129 El grave problema es que la mayoría de estos datos están
inconexos, confusos y en muchas ocasiones contradictorios. Ello hace necesario
precisar cómo se abordará el problema central de esta investigación y bajo qué
aspectos se tratará de resolver dicha problemática.

129
SMITH M. Dwayne y ZAHAN, Margaret A. Homicide. A Sourcebook of Social Research. Sage Publications,
Estados Unidos, 1999, p. 3

66
IV.1.1 Estructura social y el homicidio
El estudio del homicidio, desde el punto de vista de la perspectiva social,
establece la premisa de que el acto en donde una persona mata a otro ser
humano no es simplemente un acto de violencia individual. Ello se convierte en un
“hecho social”, como diría Durkheim,130 y sigue de alguna forma ciertos modelos
sociales. Así, es común que en estudios sobre el tema se hable de influencias
estructurales y sociales en el acto homicida e, incluso, de rupturas estructurales
que liberan o empujan a la gente a la violencia contra sus semejantes, es decir,
elementos sociales y de una u otra forma compelen a los individuos a ejercer
actos violentos capitales contra sus congéneres.
De ahí se establecerán y buscarán cuáles son esos elementos de la
estructura social que ejercen ciertas influencias en los seres humanos para llevar
a cabo uno o varios homicidios. Dentro de esa estructura social se habla, por
ejemplo, de ciertas posiciones sociales o estatus que pueden determinar ciertos
esquemas de homicidio. Así, es interesante ver cuáles son los niveles de
homicidio de acuerdo a cada clase social, o con relación a ciertas comunidades.
Los principales elementos de la estructura social que podrían intervenir en
el caso del homicidio doloso serían: la clase social, el género, la edad, la misma
delincuencia, sea organizada o individual y la cuestión étnico racial. Veamos
algunos estudios en relación al homicidio con cada uno de estos elementos
sociales, es decir, cómo se relacionan el homicidio con cada una de esas variables
sociales, como lo plantean los estudios clásicos de la Sociología y cuyo ejemplo,
también clásico, es el famoso estudio de Durkheim respecto al suicidio.

IV.1.1.1 Clase social.


La división de la sociedad en grupos sociales, concretamente en clases
sociales, significa, entre otras cosas, desigualdad en la propiedad, posesión y
acceso a los recursos económicos de los diversos grupos humanos que integran

130
Cfr. DURKHEIM, Emilio. Las reglas del método sociológico, La división del trabajo social y El suicidio,
Op. cit.

67
la sociedad. El estudio sobre la relación entre la pobreza, la injusta distribución del
ingreso y el homicidio, ha sido muy común en la literatura criminal.131
De esta manera, no es muy difícil imaginar la estrecha correlación entre el
acto de matar a un semejante y la pobreza o la injusta distribución de la riqueza.
Es razonable asumir que cuando la gente vive en situaciones de extremas
necesidades económicas, la lucha por la sobrevivencia es intensa. La pobreza en
sí misma es un componente estructural muy fuerte para empujar a cualquier
persona a estar “enojada con la vida” y, por lo tanto, muy proclive a la violencia
contra sus semejantes. Ello no implica, sin embargo, que se pueda decir que los
pobres sean más predispuestos a la violencia, pues fácilmente se pueden
encontrar ejemplos de hechos violentos con independencia de la cuestión
económica de los sujetos intervinientes.
La base para sostener una hipótesis que reforzaría el hecho de que una
precaria situación económica fuera una condición favorable para cometer un
homicidio, está en ciertos datos de algunas investigaciones en Estados Unidos.
Las personas internas en prisiones por haber cometido homicidio son, en su
mayoría, provenientes de los sectores de desempleados y de las clases bajas o de
bajo ingreso,132 según cifras del Bureau of Justice Statistics de 1993 en los
Estados Unidos.
Una gran parte de los estudios e investigaciones respectivas, indican la
presencia de población de bajos ingresos, aunado a otros indicadores sociales
como bajo índice de escolaridad, alta mortalidad infantil, viviendas precarias y
desajustes familiares, en los casos de alta tasas de homicidios.133 La pobreza, la
desigualdad económica y la desproporción en el reparto de bienes económicos,
parecen ser importantes factores componentes del homicidio, según los estudios
citados.
De la misma manera, un gran número de estudios e investigaciones
reportan que naciones con un alto índice de desigualdad en el ingreso tienden a

131
Cfr. SMITH y ZAHN, Op. cit. p. 29.
132
Ídem, p. 30
133
Ídem.

68
mostrar altas tasas de homicidios.134 Al mismo tiempo, los países más
desarrollados tienen tasas homicidas mucho más bajas, como lo podemos ver en
la siguiente tabla:
TASAS DE HOMICIDIO INTENCIONAL POR CADA 100 MIL HABITANTES, 2004
REGION TASA
ÁFRICA DEL SUR 37.3
AMÉRICA CENTRAL 29.3
AMÉRICA DEL SUR 25.9
TOTAL ÁFRICA 20
CARIBE 18.1
AMÉRICA 16.2
EUROPA DEL ESTE 15.7
ÁFRICA DEL NORTE 7.6
PROMEDIO DEL MUNDO 7.6
AMÉRICA DEL NORTE 6.5
EUROPA 5.4
OCEANÍA 4
ASIA 3.2
SUR DE EUROPA 3.2
EUROPA OCCIDENTAL 1.5
Fuente: Global Burden of Armed Violence Report. Geneve Declaration on Armed Violence and
Development. Septiembre de 2008.

De la misma manera, si lo vemos por país específico, la situación es similar:

PAÍS TASA (2008)


HONDURAS 60.9
EL SALVADOR 51.8
VENEZUELA 52
COLOMBIA 38.8
BRASIL 22
MÉXICO 11.6
LITUANIA 8.6
CHILE 8.1
ARGENTINA 5.2
ISRAEL 2.4
PAÍSES BAJOS 1.0
AUSTRIA 0.5
MÓNACO 0.0
Fuente: UNODC. International Statistics on Crime and Justice, 2010

134
Ídem.

69
IV.1.1.2 Género
Con relación al género, podemos decir que es una variable significativa en
relación con la violencia y el homicidio. Según los estudios respectivos, las
mujeres representan mucho menores porcentajes en las tasas de homicidios que
el que realmente tendrían de acuerdo con su número total.
En Estados Unidos, por ejemplo, en 1993, las mujeres comprendían el 23 %
de las víctimas de homicidio, mientras que representaban la mitad de la población
estadounidense.135 Asimismo, cuando se trata de mujeres victimarias, la
desproporción es mucho mayor, pues sólo constituyen el 9 % de los sujetos
activos en los casos de homicidios.136
En México, para el año 2009, el 87 % de las víctimas de homicidios en
general fueron hombres y el 12 % restante estaba compuesto por mujeres.137 En
lo que se refiere al género de los delincuentes, el 93 % de los infractores de la ley
es masculino, según datos de 2007,138 y solamente en el 2 % de los eventos
delictivos, participa una mujer sola; en el restante 5 %, la participación delictiva es
conjuntamente de un hombre y una mujer.
En suma, como dice el maestro Luis de la Barreda Solórzano, “las mujeres
no tienen participación alguna en 9 de cada 10 delitos. Así ocurre en todo el
mundo. O sea que, por decirlo con la añeja fórmula machista, la delincuencia es
–en cuanto a delincuentes, no en cuanto a las víctimas- cosa de hombres.”139
En un análisis de victimización, es importante tener en cuenta la variable de
género. La tasa de mujeres como víctimas de ofensas criminales homicidas está
creciendo mucho en algunas regiones de nuestro país. En términos sociológicos y
criminológicos, una alta tasa de homicidios de mujeres simplemente representa

135
SMITH y ZAHN, Homicide…Op.cit. p. 32
136
Datos del FBI (Federal Bureau of Investigation), tomados de SMITH y ZAHN, Homicide…Op.cit. p. 32
137
CUADERNOS DEL ICESI No. 6, Encuestas Nacionales sobre Inseguridad, Mortalidad por homicidios en
México, Instituto ciudadano de estudios sobre la inseguridad, a.c., Luis de la Barreda Solórzano, Director General, Mario
Arroyo Juárez, Investigador. México, enero 2010, p. 24
138
CUADERNOS DEL ICESI No. 1, 2008, p. 41,
139
DE LA BARREDA Solórzano, Luis, “Delincuencia femenina”, en el periódico La razón de México, 9 de octubre
de 2009.

70
una extrema forma de dominio masculino, como desafortunadamente se ha
apreciado en los casos de las mujeres muertas en Ciudad Juárez, donde la
impunidad y la inoperancia de la procuración de justicia son la norma imperante.
Aquí se maneja como hipótesis que la victimización de la mujer está inversamente
relacionada al estatus social de la mujer en un sentido absoluto.
Se puede afirmar que entre más grande es la desigualdad de género, se
produce una mayor victimización de la mujer, pues los hombres se sienten “más
libres” de usar la violencia contra mujeres cuando ellos están en una situación de
dominio sobre el género femenino.140
Cuando se combinan otros indicadores sociales tales como educación,
ingreso, ocupación y posición en el trabajo, junto con la de género, no aparece
una relación muy estrecha con las cifras de homicidios. Sin embargo, cuando se
contrastan otros datos, como el estatus matrimonial, por ejemplo, la situación
cambia; la tasa de mujeres siendo asesinadas por sus esposos es
significativamente más alta en ciudades donde la brecha entre hombres y mujeres
es más grande, con relación a la educación universitaria y lo mismo sucede
cuando las mujeres experimentan mayores tasas de desempleo que los
hombres.141
De esta manera, también es importante tener en cuenta otros aspectos,
además del género, como sería el tipo de relación entre la víctima y el (la)
victimario(a). Hay muchas situaciones homicidas cuando se presentan relaciones
íntimas amorosas, es decir, incidentes homicidas que giran en torno a situaciones
cuando los sujetos activo y pasivo son esposos, separados, amantes, divorciados
o concubinos. Asimismo, también tenemos numerosos casos de mujeres madres
homicidas, principalmente cuando se trata de adolescentes y/o de muy bajos
ingresos y de escasa o nula escolarización; las tasas de homicidios de infantes
son más grandes en países con altas tasas de madres adolescentes.
Algunos estudios muestran que cuando una mujer está envuelta en un
homicidio a su esposo, casi siempre ha sufrido previamente ciertos niveles de

140
SMITH y ZAHN. Homicide…Op. cit, p. 33
141
Idem, p. 33.

71
violencia y amenazas por parte de su compañero marital. Así, la mujer casada que
comete un homicidio generalmente lo hace a causa de un incidente en el cual cree
o piensa que tanto ella misma como sus hijos están en grave peligro.142
Como hipótesis central y final en el caso del género y su relación con el
homicidio, se puede establecer que la mujer representa un caso muy particular,
pues por su situación específica, hay una incidencia relativamente pobre en ese
acto criminal. La mayoría de los homicidas son del género masculino.
Cuando es el caso contrario, es decir, cuando la mujer es la victimaria,
hasta se utiliza como tema para series televisivas dramatizadas, que incluso
exageran el sufrimiento de las mujeres que las orillan a cometer asesinatos hacia
sus hombres quienes en la mayoría de los casos las ultrajan y desprecian por el
hecho de ser simplemente mujeres.143 El asesinato de sus explotadores aparece
casi justificado en el drama novelesco.

IV.1.1.3 Edad
La edad representa también una importante dimensión de la estratificación
social con relevantes repercusiones en el ámbito criminal y que tiene explicaciones
estructurales en el homicidio.
Los estudios al respecto indican que existe una forma básica de relación
entre las variables de la edad y el homicidio. Las tasas respecto a una edad
específica de víctimas y victimarios tiende a subir cuando se incrementa la edad
desde la infancia hasta la primera adolescencia, alcanzando un límite superior en
los últimos años de esa adolescencia y los primeros años de los veintes, para
empezar a caer después de los veinticinco años de edad.144

142
BROWNE Angela, WILLIAMS Kirk y DUTTON Donald, “Homicide Between Intimate Partners” en SMITH y
ZAHN, Homicide…op. cit. p. 158.
143
Tal es el caso de la serie “Mujeres asesinas” de la televisión mexicana (Televisa) que en los últimos años se ha
presentado con gran éxito comercial.
144
SMITH y ZAHN, Homicide…op. cit. p. 35.

72
Algunos sociólogos145 sostienen que cuando los adolescentes experimentan
dificultades para alcanzar ciertas metas sociales a través de medios
convencionales y, al mismo tiempo, pueden sentirse libres de los constreñimientos
propios de la infancia, ello los impulsa a manejarse como si fueran adultos en esas
situaciones violentas que terminan en homicidios.
En términos de problemas de delincuencia, el sector juvenil es de gran peso
en una sociedad que experimenta también graves problemas económicos, tales
como el desempleo. Y si a eso le añadimos que los jóvenes tampoco ven
satisfechas sus expectativas, se agrava el problema social donde abundan
quienes no estudian ni trabajan (llamados despectivamente “ninis”) y por ende ven
en las actividades criminales un medio de sobrevivencia y de obtención rápida de
satisfactores económicos.
En pasar de ser delincuentes juveniles a ser homicidas hay,
desafortunadamente, un trecho muy delgado que transitar. En nuestro país, casi el
cuarenta por ciento de los delincuentes se encuentran entre los dieciocho y los
veinticinco años de edad, siendo el grupo delincuencial de mayor proporción.146
La estructura demográfica de un país determinará también sus tasas
homicidas. El factor edad afecta indudablemente al factor criminal. Hay altas tasas
de homicidios cuando un país tiene un gran porcentaje de su población joven y
viceversa. En países donde hay una fuerte población madura, sus tasas criminales
son más bajas.147
En nuestro país y de acuerdo con datos de la Red por los Derechos de la
Infancia (REDIM), los adolescentes de entre 15 y 17 años son cada vez más
frecuentemente víctimas de homicidio en México. Tan solo entre el año 2000 y el
2008 se registraron 2,442 asesinatos de mexicanos en ese rango de edad.148 A

145
Véanse los estudios de David Greenbergh (1977), “Delinquency and the age structure of society”.
Contemporary Crisis 1, pp. 189-224, citado en SMITH y ZAHN, Homicide…op. cit., p. 35.
146
CUADERNOS DEL ICESI No. 1, op. cit., p. 42
147
Esto se puede apreciar en las tablas ya mencionadas de las tasas de homicidios intencionales en países
subdesarrollados, que también tienen una mayoría de población joven.
148
VEGA, Margarita. Periódico Reforma, México, D.F., del 20 de noviembre de 2010.

73
nivel nacional, se estima que 9 de cada 100,000 adolescentes mueren
asesinados.149

IV.1.1.4 Aspectos étnicos.


En poblaciones con fuerte presencia de elementos raciales, el factor raza
influye decisivamente en el ámbito criminal. En Estados Unidos, por ejemplo, la
variable racial tiene una fuerte correlación con los homicidios intencionales. La
población negra (o afroamericana, como últimamente se designa a los miembros
de esa raza en ese país), componen aproximadamente el doce por ciento del total
poblacional; sin embargo, constituyeron en 1993 el cincuenta y un por ciento de
los homicidas.150
Así, cuando existe una desigualdad racial, se presenta también una fuerte
presión para que los miembros de las minorías raciales, injustamente tratadas en
términos sociales, ejerzan actos criminales homicidas. Los reportes de
investigación ponen en evidencia la desigualdad racial en donde está
positivamente relacionada con los asesinatos intencionales que se suceden en las
áreas metropolitanas de las grandes ciudades estadounidenses.151
Para concluir esta parte, mencionaremos la importancia de la utilidad de
una perspectiva sociológica y criminológica para entender las fuerzas sociales
que producen el homicidio. Esto revela que personas con diferente posición socio
estructural, exhiben también diferentes niveles de implicación en un homicidio,
tanto en el papel de víctima, como en el de victimario. También apreciamos que la
variación de las tasas de homicidios se debe en gran medida a la variación de los
modelos sociales y culturales envueltos, y por ende los elementos
sociodemográficos influyen decisivamente en tales cambios.
Conjuntados los aspectos anteriores, se puede señalar, como lo hacen los
estudios clásicos de la Criminología, que los principales transgresores criminales,
social y estructuralmente hablando, son jóvenes, varones y pobres.

149
Ídem.
150
Cifras del FBI, citadas en SMITH y ZAHN, op. cit. p. 31
151
Ídem.

74
Del total de homicidas convictos en 1995 en Inglaterra, por ejemplo, el 82 %
eran hombres, y el 45 % tenía menos de 21 años de edad152.

IV.1.1.5 Delincuencia común y organizada


Por sí misma, la delincuencia, tanto la llamada organizada, como la no
organizada, la dedicada al narcotráfico, secuestro o simplemente a asaltos
pequeños e importantes, es la principal causante de homicidios dolosos. La amplia
incidencia delictiva organizada ha conducida a que incluso se le consigne en una
normativa especial. De acuerdo con la Ley Federal contra la Delincuencia
organizada, en su Artículo 2, dice:
Cuando tres o más personas se organicen de hecho para realizar, en forma
permanente o reiterada, conductas que por sí o unidas a otras, tienen como fin o
resultado cometer alguno o algunos de los delitos siguientes, serán sancionadas por
ese sólo hecho, como miembros de la delincuencia organizada.

Los delitos a que se refiere esta Ley son: terrorismo, acopio y tráfico de
armas, tráfico de indocumentados, tráfico de órganos, corrupción de personas
menores de 18 años y trata de personas. El Artículo 4 de esta Ley también
menciona a los delitos contra la salud y el Artículo 7 dice que supletoriamente se
aplicará esta Ley a los delitos federales que menciona la legislación penal federal.
Por lo anterior, y dada la amplia diversidad de delitos previstos, así como de
los grandes intereses económicos en juego, es evidente la gran disponibilidad de
recursos humanos, armas e influencias que se relacionan con esta actividad
delictiva. Además, tenemos una gran actividad homicida que está teniendo lugar
en nuestro país, sobre todo en los últimos años. Tan sólo en el año del 2010, más
de 15,000 personas fueron asesinadas en crímenes relacionadas con la
delincuencia organizada153, y durante el sexenio del Presidente Felipe Calderón se
han presentado más de 40,000 muertos y 13,000 mil desaparecidos.154

152
MAGUIRE Mike, MORGAN Rod y REINER Robert. Manual de criminología. Oxford, University Press, México,
2002, p. 114.
153
OLIVARES, Emir y VALADEZ, Alfredo. Periódico La jornada. Ciudad de México, del 23 de abril de 2011
154
AVILÉS, Jaime, columna Desfiladero, Periódico La jornada. Ciudad de México del 23 de abril de 2011.

75
La gran complejidad de la situación que deriva del narcotráfico y en general
de la delincuencia organizada, ha desembocado entonces en un gran número de
homicidios dolosos. Sin embargo, el tema por sí mismo no puede tratarse en este
trabajo, por ameritar una investigación propia y que ya muchos investigadores lo
han hecho155 o lo están haciendo.
Esta situación es verdaderamente crítica en nuestro país y ojalá se supere
pronto, lo que se aprecia muy difícil dado que el actual gobierno de Felipe
Calderón insiste en su estrategia de “guerra contra el crimen organizado y el
narcotráfico”.
Ya en el Capítulo II se señalaron los peligros de llamar a la tarea policiaca
de prevenir y controlar la delincuencia como “guerra” o algo parecido. Hasta el
peor delincuente es miembro de la sociedad mexicana y no puede tratársele como
un traidor a la patria.
Estas acciones del crimen organizado y del propio gobierno, han provocado
no sólo muchos homicidios de los delincuentes y fuerzas del orden, sino de
muchas otras personas que simplemente no tenían nada que ver y que en algunos
momentos las propias autoridades han llamado de una manera totalmente
irresponsable “daños colaterales”.
De ahí que los homicidios de personas, seres humanos, que estaban “en el
lugar y momento equivocados” son muy frecuentes y lamentablemente la
investigación respectiva así como las acciones judiciales y penales respecto a
tales delitos, no siguen el curso que deberían de seguir legal y normalmente en
otra situación. Simplemente se observan las notas periodísticas cotidianas donde
se habla de “tantos muertos por enfrentamientos entre policías, soldados y
sicarios”, y nada más.

155
Cfr, Véase el excelente estudio realizado por ESCALANTE Gonzalbo, Fernando. “Homicidios 2008-2009. La
muerte tiene permiso”, Revista Nexos, México, DF., enero de 2011

76
A las fosas comunes se van muchos cuerpos sin una investigación seria
sobre las verdaderas causas de sus muertes y mucho menos sin los procesos
penales correspondientes a los homicidas. Por ello se insiste que esto queda fuera
de la presente investigación por los objetivos planteados originalmente. Solamente
se consignarán cuando ello se requiera.
También precisamos que estos numerosos homicidios dolosos producto de
las actividades de la delincuencia organizada y del narcotráfico, no se han
presentado en una gran dimensión en la Ciudad de México.
Son los Estados del norte del país (Baja California, Sonora, Chihuahua,
Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), así como algunos sitios de Durango,
Michoacán, Nayarit, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas, Guerrero y Morelos,
donde es más complicada la situación delictiva producto del tráfico de drogas.
La Ciudad de México, quizá por ser asiento de los poderes federales, es la
que cuenta con una mayor vigilancia tanto de las fuerzas armadas federales como
locales y dispone de una mayor organización policíaca centralizada (a diferencia
de los Estados, donde hay fuerzas municipales muy impreparadas y fácilmente
corruptibles), no es foco de la actividad preponderante de esos grupos criminales.

IV.1.2 Aspectos metodológicos


De la misma manera y para terminar este aspecto, se hará una reflexión
metodológica antes de entrar de lleno a los datos de la Ciudad de México. El
homicidio es, estadísticamente, un raro evento. Ocurre mucho menos
frecuentemente que otros delitos violentos. En Estados Unidos, por ejemplo, con
una población de más de doscientos cincuenta millones de habitantes, en los años
noventas ocurrieron un promedio anual de casi veinticinco mil homicidios
intencionales, esto es, apenas el 0.00948 por ciento de la población se vio
afectada por un crimen. Esta cifra representa el 0.44 % de la población
estadounidense.156 En comparación con México, aquí hubo más de 1,135,000
asaltos agravados, incluyendo robo y violaciones.

156
Cifras del FBI, citadas en SMTH y ZAHN, op. cit. p. 75

77
Las cifras de México son similares, pues en el periodo que va del año 2000
al 2008, se dieron 250,509 homicidios en general (un promedio anual de poco más
de 28,000 muertes), de los cuales 111,000 fueron dolosos, para un promedio
anual de 12,337 homicidios provocados intencionalmente.157 Así, los homicidios en
general representarían en México una afectación al 0.00025 % de la población
(considerándola de 110 millones en ese lapso). Los dolosos estarían afectando al
0.000112 % de la población total.
Esto no significa que el homicidio debe ser minimizado como un evento
delictivo. Al contrario, su impacto es mucho mayor que cualquier otro delito y
tiene repercusiones sociales, humanas, económicas y culturales de gran
envergadura.
Solamente se menciona lo anterior para poner de relieve las dificultades
teóricas y metodológicas en su estudio. Es muy problemático, por ejemplo,
observar, analizar directamente a los sujetos envueltos en los eventos homicidas.
Cuando se estudian, se basan en fuentes secundarias, periodísticas o de otro tipo
que pueden en cierta medida tergiversar fácilmente el hecho delictivo por lo que
resultan más novelas o historias dramatizadas que estudios científicos.
Por otro lado, aunque en la Capital mexicana se llevaron a cabo, por
ejemplo, 1,510 homicidios en 2006, de los cuales 649 eran dolosos,158 se puede
decir con seguridad que no hubo dos homicidios iguales o similares. Si se quisiera
profundizar en cada uno de ellos, veríamos que la información del sujeto activo,
del pasivo, de la circunstancia, de los móviles y del cualquier otro elemento que
intervino en el acto delictivo, son totalmente únicos, muy particulares. Cada
homicidio tiene su propia historia, como cualquier novelista de misterio lo puede
certificar. A muchos les tocó ser parte del acto por “estar en el momento y lugar
equivocado”, pero muchos otros esconden variados y complejos procesos
sociales, así como verdaderos dramas individuales.

157
Sistema Nacional de Seguridad Pública y CONAPO.
158
Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, Estadística Anual 2006, Dirección General de Política y
Estadística Criminal.

78
Las complejidades del comportamiento humano, las múltiples influencias y
motivaciones sociales son raramente evidentes y más fácilmente inventadas por la
propia policía, los testigos, los periodistas o incluso el propio Poder Judicial, que
es quien finalmente tiene la última palabra para determinar si hubo o no un
homicidio, jurídicamente hablando.
Como dicen los investigadores consultados en este tema,159 la mayoría de
los homicidios de la vida real son probablemente mucho más complicados que los
que son típicamente reflejados en novelas de misterios o de cualquier otro medio
de comunicación masiva.
Lo expuesto hasta aquí resalta las dificultades metodológicas para distinguir
y clasificar los distintos tipos de homicidios presentados en la sociedad humana.
Pero si bien no hay dos homicidios iguales, podríamos decir que hay algunos más
parecidos que otros. Las circunstancias sociales, económicas y culturales pueden
ser similares, los motivos de los victimarios, las relaciones entre los sujetos activo
y pasivo pueden ser clasificadas de una manera igual o semejante.
Podemos clasificar a los homicidios en varias categorías o taxonomías que,
si bien pueden parecer arbitrarias, únicamente se proponen para posibilitar su
estudio y análisis con fines puramente académicos, pero no para condenar o
estigmatizar, ya sean a las víctimas o a los victimarios.
El presente trabajo de campo consiste, primordialmente en lo siguiente: se
hace una recopilación de datos e información sobre los homicidios dolosos en la
Ciudad de México de los últimos diez años. Las principales fuentes son las
dependencias oficiales y las notas periodísticas respectivas. Se observa cómo se
desarrollan los eventos delictivos, según las noticias publicadas, y se clasifican
los homicidios en las diversas formas propuestas, que van desde considerar las
categorías o elementos sociales vistos en este Capítulo (por género, edad, clase
social, etc.), hasta por las colonias o delegaciones donde dichos homicidios se
llevaron a cabo. También se consignan aquellos eventos delictivos homicidas que
son de alguna forma relevantes, según ciertos criterios noticiosos o de mayor

159
SMITH y ZAHN, Homicide…op. cit. p. 96

79
impacto en la opinión pública. Se trata también de clasificar a los sujetos pasivos
desde una óptica de la victimología.

IV.2 Estadísticas y cifras 2000-2009


En general, se puede decir que los homicidios en la Ciudad de
México son como los de cualquier gran ciudad en el mundo. La gran concentración
demográfica, las múltiples actividades realizadas en ella, la amplia diversidad de
intereses de todo tipo y muchos aspectos más, hacen de la Capital del país un
enorme crisol para observar los fenómenos sociales de una manera interesante.
Como entidad federativa y en términos formales y jurídicos, no es
posible hablar de la Ciudad de México en sentido estricto, pues habría que
considerar también a los múltiples municipios conurbados del Estado de México
que existen alrededor de la Capital del país. Para efectos de este trabajo, se
toman los datos del Distrito Federal, por ser una entidad totalmente diferenciada
jurídica y territorialmente hablando.
A nivel nacional, el Distrito Federal se ubica por debajo del término
medio de acuerdo con la tasa de homicidios, es decir, está dentro de las entidades
que muestran menor número de homicidios a nivel muy inferior con respecto de
las entidades que presentan mayores tasas de este delito.
En el período estudiado, del dos mil al dos mil ocho, se llevaron a
cabo 14,279 homicidios en el Distrito Federal, lo que hace que en términos de
tasa, o sea, del número de homicidios por cada 100 mil habitantes, se hable de 18
homicidios, muy por debajo de la media nacional, que es de 27 homicidios por
cada 100 mil habitantes.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública y del Consejo
Nacional de Población, CONAPO, los datos son los siguientes:

80
HOMICIDIOS DEL ORDEN COMÚN
REGISTRO ANTE AGENCIAS DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LAS ENTIDADES
FEDERATIVAS

ENTIDAD HOMICIDIOS TASA


(2000 AL 2008) /100 MIL HAB.
YUCATÁN 2,157 13
NUEVO LEÓN 5,425 14
COAHUILA 3,386 15
TABASCO 2,822 16
BAJA CALIFORNIA SUR 735 16
SAN LUIS POTOSÍ 3,648 17
HIDALGO 3,657 17
DISTRITO FEDERAL 14,279 18
AGUASCALIENTES 1,717 18
CAMPECHE 1,228 18
ZACATECAS 2,306 19
BAJA CALIFORNIA 4,703 19
VERACRUZ 12,822 20
GUANAJUATO 9,294 21
COLIMA 1,066 21
TAMAULIPAS 6,064 22
DURANGO 3,227 24
QUERÉTARO 3,442 25
PUEBLA 12,213 25
JALISCO 15,646 26
NAYARIT 2,450 29
SONORA 6,922 32
CHIHUAHUA 9,417 32
MICHOACÁN 12,301 34
MORELOS 5,136 35
MÉXICO 45,511 37
TLAXCALA 3,711 39
CHIAPAS 15,684 41
QUINTANA ROO 3,974 41
OAXACA 13,643 43
GUERRERO 12,405 44
SINALOA 11,520 49
REPÚBLICA 252,509 27
Fuente: Sistema Nacional de Seguridad Pública y CONAPO

81
Así, con base en esta última tabla, la Ciudad de México está apenas en el
octavo lugar de las entidades que menos homicidios se registran. Sinaloa,
Guerrero y Oaxaca son las que más homicidios tienen registrados en agencias del
Ministerio Público y la tasa a nivel nacional sería de 27 homicidios por cada mil
habitantes.
De acuerdo con las fuentes oficiales de los homicidios en la Ciudad de
México, es decir, de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, tenemos los
siguientes datos.
HOMICIDIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO.
Tasa por cada cien mil habitantes, 2000-2009

AÑO TASA
2000 17.3
2001 19.2
2002 20.0
2003 18.6
2004 17.4
2005 17.4
2006 17.1
2007 18.1
2008 17.0
2009 16.5

PROMEDIO 17.9
Fuente: Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Dirección General de Política y Estadística Criminal.
Informes Estadísticos Delictivos en el Distrito Federal, en los años 2000 al 2009

De conformidad con estos datos, el Distrito Federal no tiene una tasa


elevada para los homicidios, pues apenas alcanza los 18 homicidios por cada
100,000 habitantes.
Sin embargo, para otras fuentes, la situación no es así. Si bien la Ciudad de
México, según el Instituto Mexicano de estudios sobre la Inseguridad (ICESI),160
encabeza la lista de las entidades con la tasa delictiva más alta del país, aunque

160
PRADO, Henia. Periódico Reforma, México, D.F., del 27 de agosto de 2009.

82
en lo que se refiere a homicidios en general y dolosos en particular, no presenta
la misma característica.
De acuerdo con las cifras y estadísticas de mortalidad de la Secretaría de
Salud y del INEGI, en el año dos mil México tenía una tasa de 10.15 homicidios
por cada 100 mil habitantes, misma que descendió paulatinamente hasta registrar
una tasa de 8.82 en 2004, registrando incrementos en los dos años siguientes
para disminuir de nuevo en 2007 y situarse en 8.38, una de las más bajas en
décadas161. Por otro lado, durante ese periodo, la mayoría de las defunciones por
homicidio se concentraron en diez entidades federativas. El primer lugar fue
ocupado por el Estado de México (18), seguido por el Distrito Federal (9),
Guerrero (7), Chihuahua, Michoacán y Oaxaca (6), seguidos por Jalisco (5),
Sinaloa, baja California y Veracruz (4).
De conformidad con esa información, la Ciudad de México ocupa un nada
honroso segundo lugar por el número de homicidios, teniendo como líder en ese
aspecto a su entidad vecina, el Estado de México.
Lo anterior, desafortunadamente, es algo muy común en México. Las
fuentes carecen en la mayoría de los casos de confiabilidad. Las dependencias
públicas manejan los datos de una forma muy irresponsable y de manera
constante hasta se contradicen. Aunque es importante consignar, como lo hace
Manuel Gil Padilla, director de Política y Estadística Criminal, de la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal,162 que puede existir discrepancia entre
algunas cifras de las dependencias debido a que el INEGI elabora sus estadísticas
de mortalidad con base en certificados de defunción, la Procuraduría General de
Justicia del Distrito Federal con las averiguaciones que inicia, y el Servicio Médico
Forense con el número de cuerpos que recibe para practicarles necropsias.

Pero también se presentan caso como el que muestra el ICESI:

161
CUADERNOS DEL ICESI No. 6. Encuestas Nacionales sobre Inseguridad, Mortalidad por homicidios en
México, Instituto ciudadano de estudios sobre la inseguridad, a.c., Luis de la Barrera Solórzano, Director General, Mario
Arroyo Juárez, Investigador. México, enero 2010.
162
Periódico Reforma, México, DF., del 4 de mayo del 2008

83
…es necesario señalar que las autoridades del Distrito Federal no están
informando adecuadamente a la población capitalina. De enero a julio (del 2008),
por ejemplo, el Servicio Médico Forense registró 416 homicidios, mientras que la
Procuraduría del DF sólo reconoció 340. Este descenso artificial del 18.3 por ciento
resulta todavía más inquietante si se toma en cuenta que en el resto de las
entidades federativas, sin excepción, los datos que ofrecen sus procuradurías
superan entre el 15 y el 25 por ciento a las que proporcionan sus servicios forenses
respectivos. En el único caso en que esto ocurre a la inversa es el del Distrito
Federal, de tal manera que los 6.6 homicidios por cien mil personas que nos están
163
ofreciendo en 2006 es una cifra falsa.

Pero mejor hay que enfocarse en el problema central de este trabajo y


hacer un seguimiento adecuado a las características diversas del homicidio doloso
en la Capital del país.
Ahora veamos las cifras con respecto al homicidio doloso, primero a nivel
nacional y luego las de la Ciudad de México:
HOMICIDIOS DOLOSOS
TOTAL Y POR CADA 100 MIL HABITANTES
REGISTRO ANTE AGENCIAS DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LAS ENTIDADES
FEDERATIVAS

ENTIDAD HOMICIDIOS TASA /100


(2000 AL 2008) MIL HAB.
YUCATÁN 255 2
AGUASCALIENTES 254 3
NUEVO LEÓN 1,508 4
QUERÉTARO 589 4
GUANAJUATO 2,069 5
COAHUILA 1,143 5
HIDALGO 1,133 5
ZACATECAS 701 6
BAJA CALIFORNIA SUR 253 6
CAMPECHE 410 6
JALISCO 3,848 6
VERACRUZ 4,196 7
TABASCO 1,302 7
COLIMA 366 7
DISTRITO FEDERAL 6,467 8

163
ICESI, “Homicidios dolosos”, en Subterráneo, Metro, noviembre 2008.

84
SAN LUIS POTOSÍ 1,809 8
TAMAULIPAS 2,303 9
PUEBLA 4,080 9
SONORA 2,211 10
NAYARIT 1,011 12
MORELOS 1,696 12
MICHOACÁN 4,505 12
DURANGO 1,971 14
QUINTANA ROO 1,662 18
MÉXICO 21,649 18
CHIAPAS 6,829 18
CHIHUAHUA 5,532 19
BAJA CALIFORNIA 4,703 19
TLAXCALA 2,079 22
SINALOA 5,640 24
GUERRERO 8,425 30
OAXACA 10,436 33
REPÚBLICA 111,035 12
Fuente: Sistema Nacional de Seguridad Pública y CONAPO

Ahora veamos las cifras específicas de los homicidios dolosos en la Ciudad


de México.

HOMICIDIOS DOLOSOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO

PROMEDIO
AÑO HOMICIDIOS
DIARIO
2000 710 1.9
2001 808 2.2
2002 749 2.1
2003 715 2.0
2004 705 1.9
2005 697 1.9
2006 646 1.8
2007 712 2.0
2008 710 1.9
2009 747 2.0

PROMEDIOS 719.9 2.0


Fuente: Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Dirección General de Política y Estadística Criminal.
Informes Estadísticos Delictivos en el Distrito Federal, en los años 2000 al 2009

85
De las tablas anteriores y comparativamente con la de homicidios del orden
común, tenemos que en el Distrito Federal, de 14,279 homicidios, el 45 %, o sea,
6,467, son de carácter doloso. Esta proporción es un poco mayor que en otros
estados, pues mientras en los del orden común estábamos en el octavo lugar (de
menor a mayor), en los dolosos estamos en el lugar número quince. También de
esos datos se desprende que en la Capital del país hay, en promedio en el periodo
estudiado, 4.35 homicidios diarios, de los cuales casi 2 son dolosos, con una tasa
de 8 por cada 100,000 habitantes.
Esta cantidad es pequeña en comparación con otros estados de la
República, pues por ejemplo en Oaxaca y Guerrero, tienen una tasa de 30 ó más
homicidios dolosos por cada 100,000 habitantes, aspecto que contradice el dicho
de que en localidades urbanas la gente se mata más que en las comunidades
rurales.
Esto último es resaltado por el maestro Ruiz Harrell, quien afirmó que:

…el análisis de las circunstancias socioeconómicas que acompañan al


homicidio revela que conforme avanza la civilización y se corrigen ciertas carencias
básicas -como la ausencia de energía eléctrica o de un piso de cemento-, los
homicidios dolosos bajan. Para abatir el homicidio doloso es mucho más eficaz poner
un firme en el piso y llevar luz que castigar duramente al culpable. No digo que los
asesinos no merezcan un castigo, ya que hicieron algo injusto. Lo que afirmo es que
164
es falso creer que con solo castigar a los homicidas disminuirán los asesinatos.”

También es necesario resaltar que en los últimos diez años, o sea en el


periodo de estudio, ha habido una baja en el número de homicidios dolosos. El
director del Instituto Ciudadano de Estudios sobre Inseguridad, Luis de la Barreda
Solórzano, afirmó que con base en la encuesta Nacional sobre Inseguridad se
comprobó que en 1997 se cometían más homicidios dolosos que diez años
después.165

164
RUIZ Harrell, Rafael, La Ciudad y el Crimen / Homicidios dolosos, Periódico Reforma del 20 de noviembre de 2006.
165
Notimex, 28 de noviembre del 2008. www.notimex.com.mx/t1msn/notasrss.php?noticia_id=1047532956

86
Siguiendo con el análisis de estas cifras de homicidio doloso en la Ciudad
de México, es importante reflexionar respecto a qué tan graves o no graves son
esos números. En cierto sentido, no estamos en una situación particularmente
delicada si la comparamos con otras ciudades en el mundo. No con la de los
países altamente desarrollados, donde evidentemente estaremos en desventaja,
sino de países con similar desarrollo al nuestro.
El maestro Ruiz Harrell plantea que, por ejemplo, dadas la cifra de la tasa
de 11.1 de homicidios dolosos en el país, los datos de la Ciudad de México no
muestran una situación grave por sí misma. Simplemente se observa que el
Estado más violento de la República, en el año de 2005, Oaxaca, alcanzó una
tasa de 34.7 por 100,000 personas, mientras que en el Distrito Federal había un
modesto 5.4.
Estas cifras, continúa indicando el maestro Ruiz Harrell, son más
reveladoras si vemos comparativamente las de otras grandes ciudades. Río de
Janeiro, por ejemplo, alcanzó en 2005 una tasa de 43.2 homicidios por cien mil,
ocho veces mayor que la nuestra. Sao Paulo, que llegó en 2001 a una tasa de
70.3 asesinatos por cada cien mil habitantes, vio disminuir este tipo de violencia
en los dos años siguientes, pero en 2004 se inició un repunte que concluyó en
2005 en una tasa de 71.3 homicidios dolosos por cada cien mil personas, o sea
más de trece veces mayor que la del DF.166
De ahí que se puede decir que aunque no son para orgullecernos las cifras
referidas de los homicidios dolosos en la Ciudad de México, tampoco revisten la
gravedad de los de una ciudad brasileña, por ejemplo, donde, como diría alguna
canción mexicana, “la vida no vale nada”.

IV.3 Principales zonas delictivas.


En lo que se refiere a la clasificación de las principales zonas de la Capital
donde se cometen más asesinatos, tenemos una variedad de datos, tanto

166
RUIZ Harrell, Rafael, “La ciudad y el crimen/ciudades sin control”. Periódico Reforma, de la
Ciudad de México, del 22 de enero del 2007.
87
periodísticos como de las propias autoridades capitalinas. Veamos algunos de
ellos.
Existen dos criterios para establecer los índices delictivos: el que dice en
números absolutos y que nos indican simplemente cuántos homicidios se
presentan en tal o cual zona, y los que nos indican los números relativos, es decir,
los que toman en cuenta el total de la población de esa zona y con ello se
obtienen las llamadas tasas.
La Delegación donde suceden más crímenes y delitos, es Iztapalapa, pero
como también es la más poblada de la ciudad, su tasa no es tan elevada. En ese
aspecto, la Delegación Cuauhtémoc es la que obtiene una tasa mayor, aunque
suceden ahí menos delitos y homicidios en números absolutos.
De acuerdo con un estudio de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal
(ALDF), y tomando como base el año del 2004, en la Ciudad de México existen 91
colonias con los mayores índices delictivos, pues se cometen principalmente
robos, lesiones, violaciones y homicidios dolosos, según un informe que dio a
conocer Carmen Segura, presidenta de la comisión de Seguridad Pública de la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal.167
Entre las colonias que tienen alto índice delictivo están Jardines del
Pedregal y San Ángel, en Álvaro Obregón; Del Valle y Santa Cruz Atoyac, en
Benito Juárez; Pedregal de Santo Domingo y El Carmen, en Coyoacán; Roma y
Centro en Cuauhtémoc; Juan Escutia y Leyes de Reforma en Iztapalapa, entre
otras.
No obstante lo anterior, de acuerdo con los informes de la Procuraduría
capitalina, la mayoría de las víctimas del homicidio se presentaron en las calles de
la Delegación Iztapalapa. La zona oriente del Distrito Federal se convierte así en la
más violenta, por encima de las delegaciones Gustavo A. Madero y
Cuauhtémoc.168
Dicho informe de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal
plantea que en el 2004 en Iztapalapa se cometieron 154 homicidios dolosos,

167
Periódico Reforma de la Ciudad de México, del 26 de junio del 2007.
168
Periódico Reforma de la Ciudad de México, del 4 de noviembre del 2005

88
seguida por Gustavo A. Madero con 116, y Cuauhtémoc con 83 asesinatos. Las
cifras del 2004 son de 710 homicidios dolosos, como ya vimos en el cuadro
respectivo. Éstos principalmente se deben a ajustes de cuentas por drogas o por
rivalidad entre pandillas, y se cometieron con armas de fuego o con arma blanca,
indicó la Procuraduría del Distrito Federal.
Con datos más recientes, la situación se confirma respecto a las zonas más
conflictivas de la capital del país. En el año de 2009, se registró un total de 747
muertes dolosas, de las cuales el 57 %, esto es, 430 casos, se concentraron sólo
en cuatro delegaciones: Iztapalapa, con 169, en Gustavo A. Madero con 126, en
Cuauhtémoc con 68 y en la Venustiano Carranza con 67.169
Las colonias de Iztapalapa más conflictivas de este ilícito, son Santa Cruz
Meyehualco, Santa Martha Acatitla, Juan Escutia, Ejército de Oriente y Desarrollo
Urbano Quetzalcóatl. Las colonias de la Gustavo A. Madero donde se cometen
más homicidios son San Felipe de Jesús, La Nueva Atzacoalco, Vasco de
Quiroga, Gabriel Hernández y la Pradera. La colonia Morelos, de la Venustiano
Carranza y de la Cuauhtémoc, es también de las más peligrosas de la Capital.
Si vemos los datos con base en las tasas, tenemos la siguiente tabla.
HOMICIDIOS REGISTRADOS EN AVERIGUACIONES PREVIAS INICIADAS SEGÚN DELEGACIÓN
DELEGACIÓN TASA

CUAUHTÉMOC 35
VENUSTIANO CARRANZA 33
AZCAPOTZALCO 31
MIGUEL HIDALGO 25
BENITO JUÁREZ 21
GUSTAVO A. MADERO 20
TLALPAN 17
MILPA ALTA 16
IZTACALCO 15
IZTAPALAPA 15
ÁLVARO OBREGÓN 13
CUAJIMALPA 12

Fuente: ICESI, Composición delictiva en el Distrito Federal por Delegación Política, Denuncias ante agencias del
MP, 2004

169
PRADO, Henia. Periódico Reforma, del 2 de marzo de 2010.

89
De conformidad con la tabla anterior, tenemos que la Delegación
Cuauhtémoc, que comprende la zona más céntrica de la Ciudad de México, es
donde se cometen más asesinatos, relativamente hablando. Ello se debe a que
esa es una región más comercial que habitacional, donde mucha gente acude a
realizar compras, negocios o cualquier otra transacción comercial. Pero como los
habitantes que ahí viven son relativamente pocos, la tasa se eleva.
Mientras que en Iztapalapa, que es la zona más poblada en términos
habitacionales, aparece como si se llevaran a cabo pocos homicidios, dada la gran
densidad demográfica. Pero definitivamente es la región donde la gente se mata
más. En el primer semestre del 2006, por ejemplo, el Ministerio Público había
iniciado trescientas averiguaciones previas por el delito de homicidio, de las cuales
más de la mitad ocurrieron en la Delegación Iztapalapa.170
A las muertes generadas por asaltos, riñas por ingesta de alcohol o
problemas pasionales, considerados como cotidianos por los investigadores, se
acumularon en ese periodo al menos 23 casos relacionados con delincuencia
organizada y narcotráfico, según la misma nota referida.
Las Delegaciones que encabezan los homicidios con armas de fuego son
Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Álvaro Obregón y Benito Juárez.171

IV.4 Características de los homicidios, de los homicidas y de las víctimas.


Estudio de casos.

Aunque jurídica y penalmente no es muy relevante la forma en que se


comete un homicidio doloso (en el dolo está precisamente el agravante penal,
aunque puede ser peor si se hace con alevosía, ventaja o a traición), es
interesante ver las diversas formas en que los seres humanos se matan, lo cual
dice mucho acerca de su cultura y formas sociales de convivencia.

170
Periódico Reforma de la Ciudad de México, 14 de julio del 2007.
171
Periódico Reforma de la Ciudad de México, 2 de mayo de 2007

90
IV.4.1 Uso de armas de fuego
Así como en el homicidio en general, el Estado de México y el Distrito
Federal son entidades también líderes por la mayor presencia de armas asociadas
a la comisión de delitos. El treinta y siete por ciento de los hechos delictivos en la
Ciudad de México están asociados al uso de armas de fuego.172
El uso de armas de fuego en los homicidios parece ser una constante. En
todo México, en el cincuenta y dos por ciento de los casos de homicidios se
utilizaron armas de fuego durante el periodo que va del año dos mil al dos mil
siete173. De nuevo, la Capital del país ocupó el segundo lugar en ese aspecto,
pues el diez por ciento del los homicidios a nivel nacional se presentaron en la
Ciudad de México con esa característica de la utilización de un arma de fuego. El
total de defunciones por armas de fuego en la Capital del país fue como sigue:

DEFUNCIONES POR ARMA DE FUEGO EN LA CAPITAL DEL PAÍS174

AÑO HOMICIDIOS
2000 554
2001 601
2002 568
2003 538
2004 515
2005 475
2006 461
2007 495
PROMEDIO
ANUAL 525.9
PROMEDIO
DIARIO 1.4
Fuente: Cuadernos del ICESI No. 6, p. 21

172
Notimex, 28 de noviembre del 2008. http://www.notimex.com.mx/t1msn/notasrss.php?noticia_id=1047532956,
p. 17
173
Ídem, pp. 18-20
174
ARROYO JUÁREZ, Mario. Mortalidad por homicidios en México. Cuadernos del Instituto Mexicano de
estudios sobre la inseguridad, A. C., No. 6, México, enero 2010
91
En el cuadro anterior observamos que en la Ciudad de México ocurren cada
día, en promedio, casi un homicidio y medio con la utilización de un arma de
fuego.
Los capitalinos solemos utilizar ese instrumento mortífero con una
frecuencia casi cotidiana y no hay momento de descanso para ese delito. En ese
sentido, estamos casi a la par que el Estado de Guerrero, donde tradicionalmente
la gente se mata a balazos y muy lejos del Estado de Baja California Sur, donde
suceden menos de un homicidio por mes utilizando un arma de fuego.175
A los hombres les gusta más usar armas de fuego para matar que a las
mujeres. En los homicidios de hombres, en el 60 % de los casos se dio esa
situación, mientras que en los del género femenino, la presencia de un arma fue
del 35 %.176 Las mujeres prefieren también objetos cortantes (19 %),
ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación (17 %) y otros medios no
especificados (17 %). Los hombres utilizan poco el estrangulamiento o
ahorcamiento (5 %).177
Informes de la Subprocuraduría de Averiguaciones Previas Centrales
mencionan, además, que en el 17 por ciento de los homicidios se utilizó arma
punzocortante, el 15 por ciento fueron por traumatismos, y el 13 por ciento
restante por intoxicaciones o golpes con armas contundentes.178
Tomando como base otra fecha más reciente, el año del 2009, la situación
no es muy diferente. De los 747 homicidios dolosos de ese año, 428, es decir, el
57 %, fueron realizados con arma de fuego; 145 (19 %) con un arma
punzocortante y otro porcentaje igual de las muertes se debieron a los golpes del
agresor.179
De acuerdo con informes de la Procuraduría General de Justicia del Distrito
Federal, en la Ciudad de México, 1 de cada 4 homicidios dolosos investigados por
el Ministerio Público es producto de un asalto.180 La dependencia citada registró

175
Notimex, 28 de noviembre del 2008. http://www.notimex.com.mx/t1msn/notasrss.php?noticia_id=1047532956,
p. 17
176
Ídem p. 24
177
Ídem, p. 25
178
Periódico Reforma de la Ciudad de México, del 2 de mayo de 2007.
179
Nota de Henia Prado, del periódico Reforma del 2 de marzo de 2010.
180
Periódico Reforma de la Ciudad de México, del 6 de enero de 2008.

92
durante el 2007 unos 700 asesinatos, de los cuales alrededor del 25 % ocurrieron
durante robos o asaltos, indicaron fuentes de la oficina procuradora de justicia
capitalina.
Dichas fuentes explicaron que alrededor del 15 % de los homicidios fue
motivado por venganzas de todo tipo, entre ellas las ejecuciones perpetradas por
sicarios o relacionadas con delincuencia organizada. Otro 15 % de los crímenes
se debió a riñas generadas principalmente por el consumo de alcohol o drogas, y
el resto se trató de problemas pasionales o aún no se conocen sus causas con
precisión, agregó personal de la Fiscalía para Homicidios.181
Si es por fechas el análisis, diciembre se convierte en uno de los meses
más violentos, debido a la ingesta de alcohol durante las festividades, mientras
que, por el contrario, agosto es generalmente el mes con menos asesinatos.182

IV. 4.2 Homicidios pasionales


Los homicidios por amor son un tema muy recurrente en las historias y
novelas y se prestan para que los medios cinematográficos exploten este tema. En
la vida real son más complicados. De acuerdo con un reporte periodístico, en la
Ciudad de México la segunda causa más frecuente de homicidios son los
conflictos pasionales, tan sólo después de las riñas, según el Fiscal Central de
Investigación para Homicidios de la Procuraduría General de Justicia del DF,
Alfredo Díaz Escobar.183Las razones más señaladas por los agresores para matar
a sus parejas son los celos y las peleas constantes.
A pesar de que los crímenes cometidos en nombre de la pasión no son
exclusivos de los hombres, sí son los más comunes, aseguró Díaz Escobar.
Según las estadísticas de la dependencia capitalina, como ya lo vimos, se
cometen un promedio diario de dos homicidios dolosos.
De los 747 casos de asesinatos registrados en 2009, los casos de peleas o
riñas ocuparon el primer lugar, le siguieron los pasionales, y en tercer lugar, por

181
Ídem.
182
Ídem
183
Periódico La jornada, México, D.F., el 15 de febrero de 2010.

93
resistirse a ser asaltado. Los homicidas atribuidos por la procuraduría capitalina a
motivos pasionales pueden llegar a lo escalofriante: insistir en continuar una
relación, bailar con otra persona, elegir una pareja distinta, maltratos, herencias o
estar embarazada, por mencionar algunas causas.
Por ejemplo, el caso de Andrés Tenorio Caballero, de 19 años de edad, que
en diciembre del 2009 fue presentado como el responsable de matar de cuarenta
y seis puñaladas y descuartizar a su novia por no creer ser el padre del bebé de la
mujer. Los hechos ocurrieron cuando Tenorio Caballero acompañó a Rebeca
Girón Jiménez, de 23 años, a un laboratorio a practicarse un ultrasonido que
reveló que tenía siete semanas de embarazo. Sin embargo, ella vivía con otro
hombre. Las piernas de la mujer fueron encontradas junto a una placa del
ultrasonido en la zona de La Merced y Andrés fue detenido por estos hechos.184
De acuerdo con el fiscal de homicidios, estos sucesos ocurren tras una
cadena continua de violencia en las relaciones sentimentales.185
En otro ejemplo, en febrero del 2009, Rita Paloma Santamaría Espinosa,
de 23 años de edad, fue agredida por su novio, quien disparó tres veces. Falleció
una semana después.
En un último caso, que refuerza lo dicho, tenemos que el día de los
enamorados, Christian Joel Balcázar Medina agredió a su pareja porque, según
sus declaraciones, se enteró de que lo engañaba con otro hombre, así que la
invitó a dar una vuelta en su auto, donde le reclamó y le disparó, aunque después
trató de simular que habían sido víctimas de un asalto. Los métodos y los motivos
son innumerables. “El denominador común es que se cometen por amor”.

184
Periódico El Universal, de la Ciudad de México, del 23 de enero de 2010
185
Diario La jornada, Ciudad de México, del 15 de febrero de 2010

94
IV.4.3 Homicidios de la delincuencia organizada y contra personal de
seguridad
Generalmente uno podría pensar que ser policía o agente de seguridad186
contiene un gran riesgo por las tareas que implica. Obviamente este personal está
en una situación de mayor probabilidad de ser asesinado que la de un ciudadano
común. En términos individuales, existe una razón para ello, pues no es lo mismo
ser “Juan Pérez” que un agente de policía, para efectos de estar en riesgo de ser
objeto de un homicidio. “Es más probable que un efectivo de seguridad sea
víctima (de un homicidio) que el resto de los ciudadanos.”187 Pero si se le ve en
términos generales y sociales, no es así, pues el gran grueso de homicidios tiene
por objeto la sociedad en general y no precisamente a los cuerpos de seguridad.
Los homicidios contra personal de seguridad en la Ciudad de México,
representan, en el periodo estudiado, aproximadamente entre el cuatro y el nueve
por ciento de los homicidios totales dolosos.188
También hay que tomar en cuenta cuando se habla de homicidios contra
personal de seguridad, se trata propiamente de un tipo particular de homicidios,
pues éstos son realizados por parte de la llamada delincuencia organizada, como
ya vimos, se entiende que hay toda una organización e investigaciones previas del
personal policíaco y son propiamente ejecutados por parte de este tipo de
delincuentes.
En los estudios referidos se entiende incluso el término “ejecución”, como
un homicidio calificado cometido por o en relación con el crimen organizado.189
Como dice la investigadora Polanska, dicho término no es una tipificación penal
del delito en México, pero tanto las autoridades, como la prensa y los académicos
lo utilizan con el sentido ya mencionado.

186
Se considera personal de seguridad a policías, agentes de tránsito, guardias, detectives, vigilantes y miembros
de las fuerzas armadas –tanto terrestres como marítimos y aéreos-, según clasificación y estudio de POLANSKA,
Malgorzata, en “Los homicidios y la violencia organizada en México. ¿Un incremento real?”. Serie Documentos electrónicos
No. 1, enero 2010, Programa Seguridad y Ciudadanía, FLACSO, Chile
187
POLANSKA, Malgorzata, en “Los homicidios…op. cit., p. 4
188
Ídem, p. 10
189
Ídem, p. 2.

95
En la Ciudad de México no es un problema tan grave, estadísticamente
hablando, el asunto de las ejecuciones, como sí lo es en la zona norte de la
República, sobre todo en los últimos años, producto de la llamada
“narcoviolencia”. Prácticamente todos los días hay noticias de homicidios de este
tipo y hasta hay nuevos términos en el argot periodístico, como el de “narco
fosas”, en donde hay descubrimientos macabros de varios cadáveres acumulados
en hoyos en la tierra. Uno de los casos más dramáticos se presentó en el
Municipio de San Fernando, en Tamaulipas, en abril de 2011, donde se
encontraron nada más y nada menos que ¡ciento setenta y siete cuerpos!190 Una
gran parte de estos homicidios se da con migrantes que van hacia los Estados
Unidos, tanto de mexicanos como centroamericanos. No solamente son personas
pobres, sino que se convierten también en víctimas del crimen organizado y de
secuestradores.
En este sentido, en la capital del país tenemos una situación que diríamos
“curiosa”, si no fuera porque hablamos de homicidios, pero que en realidad
encubre una determinada forma de conducta humana de búsqueda de evadir
responsabilidades y de evitar el castigo penal cuando se comete un homicidio. En
muchas ocasiones, los delincuentes u homicidas comunes están imitando las
formas de operar de los sicarios ligados a cárteles de la droga para despistar a las
autoridades cuando cometen sus delitos.191 Este fenómeno se ha venido
presentando justamente en los últimos diez años, según las autoridades de la
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, pues los homicidas incluso
llegan a utilizar armas de alto poder y a dar el tiro de gracia a las víctimas.
La Procuraduría capitalina tuvo conocimiento en la primera mitad del 2009
de por lo menos tres casos de homicidios donde los responsables atan a sus
víctimas y dejan recados indicando que se trató de una venganza de “Los Zetas” o
“La familia” de Michoacán192. Sin embargo, las investigaciones sacaron a relucir
que en realidad los responsables de los homicidios fueron personas cercanas a

190
Periódico La jornada, México, D.F., del 22 de abril de 2011
191
SIERRA, Arturo. “Imitan homicidas narcoejecuciones”. Diario Reforma Ciudad de México, del 22 de julio 2009.
192
Ídem.

96
las víctimas, incluyendo esposa, hijos o cuñados. Tratan, en suma, de despistar
imitando a los grupos de la delincuencia organizada.
En marzo del 2009, por ejemplo, fueron detenidos los hermanos Roberto
Josué y Rubén Javier Sánchez Vázquez, por su presunta responsabilidad en el
homicidio de su madre y hermana, cuyos cuerpos fueron encontrados dentro de
una camioneta en la colonia Narvarte. Según la procuraduría, los hermanos
trataron de aparentar que el crimen lo habían realizado sicarios a sueldo. Los dos
hombres ataron a las mujeres, las golpearon y notificaron a la policía que ellas
habían recibido llamadas amenazantes.
En otro caso similar, Alfredo Suástegui González fue detenido en
Iztapalapa, luego de que en el mes de abril de 2009, presuntamente mató a su
cuñado, lo amarró de pies y manos y le prendió fuego. El hombre después declaró
que tuvo una discusión con su familiar y lo mató a golpes, pero decidió amarrarlo y
prenderle fuego para desviar las investigaciones.
En algunos casos, sigue mostrando el reportaje de referencia, se denuncian
secuestros de una persona, pero en realidad ésta ha sido asesinada.

IV. 4.4 Homicidios de género


En este aspecto del género como variable del homicidio, hay dos vertientes.
La primera, cuando la mujer es la víctima y, la segunda, cuando es la victimaria.
Cuando se trata de la mujer como sujeto pasivo es quizá más relevante, porque se
le considera como un verdadero problema social, es decir, está la situación de la
desventaja y desigualdad de la mujer en la sociedad que se ve agravada por este
hecho extremo, el de matar a la mujer no por otro motivo sino por el hecho mismo
de ser del género femenino. En el segundo caso, su importancia es totalmente
menor con relación a su comparación con los hombres, es decir, como ya se ha
mencionado, la inmensa mayoría de los sujetos activos en el caso del delito de
homicidio es del género masculino. La mujer no tiene el apetito de matar.
Pero la situación es diferente cuando se trata de la mujer como sujeto
pasivo del delito de homicidio. En mayo del 2008, empezó a operar en la Ciudad
de México la Agencia Especial de Investigación para la Atención del Delito de
97
Homicidio Doloso en Agravio de Mujeres y Personas con Orientación o
Preferencia Sexual y de Género. La misma creación y existencia de esta nueva
dependencia nos indica la seria problemática de los homicidios de género al cual
debe prestársele atención, como ya se estableció al inicio de este capítulo.
Dentro de esa misma óptica de caracterizar los homicidios de mujeres
cuando se distinguen de los homicidios en general, la Asamblea Legislativa del
Distrito Federal, como ya se mencionó, el 29 de junio de 2011 aprobó reformas
legales para tipificar el feminicidio como delito en el Distrito Federal, con pena de
20 hasta 50 años de prisión, sanción que puede incrementarse de 30 a 60 años en
caso de que exista alguna relación sentimental, afectiva, de confianza, de
parentesco, laboral, docente o cualquiera que implique una subordinación previa
entre el agresor y la víctima.193
Los asambleístas modificaron los Códigos Penal y de Procedimientos
Penales, así como la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia,
para definir el feminicidio como la privación a la vida a una mujer por razones de
género.
Entre esas razones se consideraron: que la víctima presente signos de
violencia sexual de cualquier tipo, se le hayan infligido lesiones infamantes,
degradantes o mutilaciones previas o posteriores a la privación de la vida, o bien
que existan antecedentes de amenazas, acoso, violencia o lesiones del sujeto
activo contra la víctima; que el cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado o
arrojado en un lugar público o que haya sido incomunicada. Estos aspectos se
tipificaron en un nuevo artículo de Código Penal del Distrito Federal, el 148 Bis.194
En casi dos años, del 2008 al 2010, ha habido la situación de veinticuatro
presuntos homicidas de mujeres y homosexuales quienes han sido enviados a la
cárcel esperando su proceso.195 La mayoría de los responsables eran familiares,
amigos o conocidos de las víctimas, que aprovecharon esa situación para cometer
el homicidio de manera premeditada. De esos casos, doce fueron crímenes contra

193
GONZÁLEZ. Rocío y LLANOS, Raúl, Periódico La Jornada México, D.F., del 30 de junio de 2011.
194
Asamblea Legislativa del Distrito Federal. http://aldf.gob.mx/comsoc-hasta-60-anos-quien-
cometa-feminicidio--7986.html del 29 de junio de 2011.
195
SIERRA, Arturo. Periódico Reforma, México, DF., del 28 de marzo de 2010
98
mujeres y niñas, lo cual generó la detención de quince presuntos responsables.
Otros siete fueron homicidios contra personas homosexuales, estando nueve
personas detenidas por dichos delitos.
Un importante motivo en estos homicidios puede estar en lo que se conoce
como “crímenes de odio”, es decir, personas con cierto sentimiento homofóbico
que matan porque simplemente odian a los homosexuales o a aquellos que
poseen ciertas características raciales específicas.
Aproximadamente un 14 % de los homicidios pueden considerarse como
“feminicidios”,196 es decir, contra mujeres que viven en una reiterada violencia, que
son agredidas constantemente por hombres que tienen una relación directa con
ellas, generalmente concubinos, esposos o amantes.
En 2010, por ejemplo, se llevaron a cabo ciento siete feminicidios en la
Ciudad de México, donde el perfil de la víctima es el de mujeres que viven en
medio de una reiterada violencia, por casos que van desde celotipia hasta
conflictos laborales.197 Este tipo de homicidios son de violencia extrema y se
relacionan con el género, es decir, con el simple hecho de ser mujer. Dichos
homicidios no sólo se han registrado al interior de inmuebles sino en la vía pública,
y en todos había “relaciones directas de las víctimas con los agresores.”198
En suma, se puede decir, como lo hace el maestro Rafael Ruiz Harrell199,
que no son muchas las mujeres que privan de la vida a un ser humano de manera
deliberada. Por cada veinte varones asesinos hay, en nuestro país, una asesina.
En general, de cada cien homicidios dolosos, cinco fueron cometidos por mujeres
y el resto por varones. Hasta donde se sabe, la proporción ha venido creciendo:
en 1950 era de dos mujeres por noventa y ocho hombres; en 1985 fue de tres a
noventa y siete.
Las cifras anteriores han de tomarse con reserva, ya que de acuerdo con el
maestro Ruiz Harrell, del total de homicidios intencionales que se cometen en la

196
Cálculo propio basado en la cifra de homicidios dolosos en total y los que se refirieron a mujeres en el año
2010.
197
BOLAÑOS, Claudia. Periódico El Universal. México, DF., del 9 de febrero de 2010, según el procurador
capitalino Miguel Ángel Mancera.
198
Ídem.
199
RUIZ Harrell, Rafael, “La ciudad y el crimen/Mujeres que matan”, Diario Reforma, de la Ciudad de México, del
20 de marzo 2006
99
República sólo alrededor del cuarenta por ciento llega a resolverse y, como podrá
suponerse, sólo en tales casos es posible saber el sexo del autor.
Obviamente se toman en cuenta solamente los casos en que sí se conoce
el género del sujeto activo. Hay estados en los cuales la proporción de asesinatos
en los que se descubre al culpable es todavía menor, como Tlaxcala donde es del
8.7 %; el Estado de México, con 14.3 %; Chiapas con 15.9 % o Puebla con 21.2
%. Esto es importante porque la proporción de mujeres homicidas es menor
conforme aumenta la de homicidios resueltos, indica el maestro Ruiz Harrell.
Asimismo, el citado investigador menciona que en el 2004 hubo más o
menos 1.5 mujeres homicidas por cada millón de habitantes. Las entidades con la
mayor proporción de asesinas fueron Baja California Sur, con 5.03 por cada millón
de personas; Colima con 2.89; Chihuahua, con 2.88; Baja California, con 1.97 y
Guerrero, con 1.82. Los estados con el menor número fueron Nuevo León,
Coahuila, Oaxaca, Tlaxcala y Yucatán, todos con menos de 0.7 mujeres homicidas
por cada millón de habitantes. La Ciudad de México ocupa un lugar intermedio con
1.27. En términos absolutos la entidad con más mujeres homicidas es nuestra
Capital.
En lo que se refiere a consignaciones penales, del año 2000 al 2004, se
enviaron a prisión, en promedio anual, a 11.2 mujeres como presuntas
responsables de homicidio doloso. El promedio en toda la República fue de 124.
En el lapso apuntado fueron encontrados culpables de homicidio el 87 % de los
varones, y mientras que el 77 % de las mujeres fueron sentenciadas.
Hay datos interesantes respecto a la proporción de los homicidios
perpetrados por mujeres y varones y sus respectivas víctimas. Mientras el 95 % de
los homicidas son varones, sus víctimas constituyen el 85 % de hombres. En
cambio, las mujeres homicidas matan efectivamente a más hombres (56 %), pero
también a mujeres en proporción similar, aunque menor (44 %). De los hombres
que murieron asesinados, el 97 % perdió la vida a manos de otro hombre y

100
solamente casi el 3 % a manos de una mujer. En cuanto a las mujeres
asesinadas, el 84 % fue muerto por un varón y el 15.8 % por otra mujer.200
De acuerdo con las investigaciones del maestro Ruiz Harrell, hay
diferencias muy acusadas tanto en el tipo de víctimas como en el medio para
llevar a cabo el homicidio. Las mujeres matan sobre todo a personas de su círculo
íntimo, familiar: en el 2003, el 69 % de las personas asesinadas por mujeres
fueron familiares, cónyuges o amantes de la homicida. En el caso de los hombres
sólo el 21.4 % mata a personas de ese círculo. La mayor parte de las víctimas de
los varones eran amigos, conocidos distantes o desconocidos (60.4 %), mientras
que en el caso de las mujeres homicidas la proporción es mucho menor (18.2 %).
Hay también serias diferencias en el medio que emplean los hombres y las
mujeres para matar a una persona, como ya lo vimos. Los hombres favorecen
decididamente el arma de fuego (casi el 60 %), las mujeres las emplean menos
(casi el 37 %). En cambio las asesinas usan con más frecuencia puñales y
verduguillos (26.4 %) que los varones (18 %); acuden con más frecuencia al
ahogamiento o asfixia (casi el 11 %) frente al casi 4 % en los varones. Y, por
tradición histórica, emplean más los venenos: el 6.4 % de los homicidios
cometidos por mujeres tuvieron esa causa, mientras que sólo el 0.3 % del de los
varones se debieron a eso. Hay países en los cuales se juzga como homicidio
justificado que la mujer mate a quien la golpea o maltrata reiteradamente. Si eso
ocurriera en México, perderían su calidad de dolosos más de la mitad de los
homicidios cometidos por mujeres, puntualiza finalmente el maestro Ruiz Harrell.

IV.4.5 Días y horarios de los homicidios.


Pareciera un poco de broma, pero resulta que diversas investigaciones han
sacado a relucir que los delincuentes tienen hasta su horario201 y días preferidos,
tanto para cometer los delitos más comunes (robo), como para matar.
El investigador Carlos Vilalta, del Centro de Investigación y Docencia
Económica (CIDE) postula que los homicidas y violadores prefieren trabajar por

200
Ídem.
201
MARTÍNEZ, Diana. Periódico Reforma, de la Ciudad de México, del 28 de noviembre de 2010, basado en una
investigación del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) realizado por el investigador Carlos Vilalta.
101
las noches, mientras que los secuestradores por las mañanas y los traficantes de
drogas por las tardes. Basado en encuestas en la población de los reclusorios del
Distrito Federal, Vilalta indica que de alguna manera somos más proclives a la
victimización dependiendo del día y la hora del día. Los homicidios dolosos
suceden más frecuentemente en las noches (incluso los culposos), pues muchos
de ellos están relacionados con el consumo de alcohol y drogas, a diferencia del
robo, por ejemplo, que sucede a todas horas del día o la noche, dependiendo de
las circunstancias particulares que propician el actuar del ladrón.
De acuerdo con el citado investigador, los internos por el delito de homicidio
indicaron que en promedio habían consumido alcohol por lo menos seis horas
antes de cometer el delito referido, además que se cometen más por la noche
porque está relacionado con el consumo de sustancias tóxicas y principalmente
los fines de semana donde hay reuniones familiares y de amigos con la presencia
de alcohol.
Esto último es reafirmado por el maestro Rafael Ruiz Harrell, quien en su
última colaboración periodística antes de su lamentable fallecimiento,
precisamente la dedicó al tema del día de la semana donde suceden más
homicidios dolosos.202 Dice Ruiz Harrel que “hay días que en un sentido delictivo
son muy tranquilos. El de navidad, el 25 de diciembre, es uno de ellos: a no ser
por el viernes santo y el primero de enero, es el día que registra menos crímenes
a lo largo del año”.
En lo que se refiere a los delitos en general, los días de festividades
religiosas importantes (semana santa, navidad, año nuevo) son días de poca
frecuencia delictiva, pero no en lo que se refiere a los delitos de sangre y, por
supuesto, al homicidio.
Podemos decir que la relación de los delitos en general y de los homicidios
es inversamente proporcional: mientras en las festividades religiosas u oficiales
importantes (y por lo tanto de descanso laboral), hay menos eventos delictivos, en
lo que se refiere a los homicidios es al revés: aumentan significativamente.

Periódico Reforma, “La ciudad y el crimen/delitos de Navidad”, del 24 y del 31 de diciembre del 2007.
202

102
El mes de diciembre, a partir del análisis de las cifras mensuales de 2000 a
2006, revela la tendencia, nos dice el maestro Ruiz Harrell. Si el número medio de
cada uno de los diversos tipos de delitos fuera de 100 por mes, diciembre sería un
mes bajo, con 94.7 delitos en total. Sólo que no se distribuirían igual. En robos
tendría 94.6 y en violaciones 89.2, pero en homicidios intencionales tendría 107.2,
o sea una proporción significativamente mayor que la media. Esto último se
registra en los días que hemos venido considerando. Los días primero de enero
tienen casi el doble de homicidios dolosos que cualquier otro día del año; los
viernes santos exceden en 32 % la media diaria y el día de navidad la supera en
12 %.
Para el maestro Ruiz Harrell el fenómeno tiene una triste explicación: “la
tranquilidad resulta, así, de que los ladrones descansan porque la gente se queda
en su casa y muchos comercios no trabajan, mas por desgracia no sucede lo
mismo con la violencia familiar que esos días se desata. Son los parientes y
amigos los que en las fiestas y reuniones familiares de esos días, suben los
índices de homicidio doloso y conservan estables los índices de lesiones con ese
carácter.”203 Así, resulta por demás decepcionante que el lugar más tranquilo para
evitar ser asesinado durante las festividades, no es de ninguna manera el llamado
“hogar, dulce hogar”, sino al contrario.
De acuerdo con el citado investigador, “hay pruebas de que este aumento
ha de atribuirse a la violencia familiar. Se trata de que la distribución de los
diversos tipos de delitos es en la semana muy similar. Así, sólo que ahora
suponiendo 700 crímenes por semana, o sea un promedio de 100 por día, los
homicidios dolosos se distribuyen en la Ciudad de México -de nuevo considerando
del 2000 al 2006-, con 99 los lunes; 69 los martes; 79 los miércoles; 89 los jueves;
102 los viernes y 131 tanto en sábado como en domingo. El incremento de los
fines de semana tiene la misma explicación que el aumento que se registra en los
días festivos de fin de año y de semana santa: la violencia intrafamiliar.204

203
Ídem.
Ídem.
204

103
Así, si queremos evitar ser asesinados por miembros de la familia extensa,
los martes es el día bueno y los fines de semana definitivamente habría que estar
lejos de la familia, sobre todo cuando hay alcohol y disputas por cualquier tipo.
Finaliza el maestro Ruiz Harrell mencionando que el hecho nos debe alertar
sobre la composición de los homicidios calificados de dolosos, intencionales o
deliberados. Más o menos la tercera parte son homicidios en riña, ya que ese es
su origen. Alrededor del 55 % son resultado de la violencia familiar,
comprendiendo en el término "familia" a los compadres, amigos y conocidos que
se invita a las fiestas de esos días -incluyendo los domingos. El 12 % restante,
que también es un promedio aproximado, comprende los homicidios calificados, o
sea aquellos en que hay premeditación, alevosía y ventaja, como los asesinatos
por venganza o por cuestiones de amor o deudas de juego.
IV.4.6 Perfiles de los homicidas y móviles del homicidio
Al principio de este trabajo se preguntó por qué mata el ser humano.
Cuestionamos sobre cuáles causas empujan a las personas a matarse unas a
otras y qué motivos son lo suficientemente poderosos para “arreglar”
definitivamente un problema. Al contrario de la novela de César Güemes,205 en
donde existen asesinos a quienes lo único que les interesa es satisfacer su deseo
de victimario y no porque existan otros fines, como obtener dinero, conseguir un
cargamento de drogas o hacerse de un territorio, a nosotros sí nos interesa saber
por qué los homicidas hacen lo que hacen.
En un inicio, diríamos junto con Ricardo Levene,206 el homicidio doloso
responde a una pasión, a un móvil. Pasión en el sentido que maneja Ferri como
pasiones sociales, lícitas o morales (el amor, la fe, la política, religiosa, etc.), y las
antisociales, que son aquellas movidas por el odio, la venganza, la ambición,
etc.207
En realidad, no hay muchos datos públicos al respecto, fuera de los propios
expedientes personales. Si bien a la Criminología y a la Sociología le interesan

205
GÜEMES, César, Soñar una bestia, Alfaguara, México, 2011
206
LEVENE, Ricardo, El delito de…Op.cit, p. 197..
207
Ídem, p. 170.
104
saber las causas y móviles de los homicidios, al Derecho Penal le interesa más el
resultado y la forma en que el homicidio se presentó.
Si el homicidio fue efectuado con dolo o culpa. Y si es con dolo, cuáles
elementos lo acompañan (saña, traición, alevosía, etc.). El saber las causas puede
significar algo de relevancia solamente para determinar si existen atenuantes o
agravantes, o incluso si se puede hablar de excluyentes de responsabilidad, pero
no más. Lo que el Derecho Penal tratará de establecer es cuáles son las
circunstancias en las que se dio el evento delictivo, para determinar con exactitud
si existen o no los elementos típicos del delito (conducta, tipicidad, imputabilidad,
punibilidad, culpabilidad) y proceder en consecuencia.
De acuerdo con algunos estudios ya citados,208 a partir de la revisión de
una muestra de cuatrocientos cincuenta expedientes de hombres y mujeres
sentenciados por homicidio en la Ciudad de México (400 de hombres y 50 de
mujeres), se encontraron las principales causas de dichos homicidios:
HOMBRES:
Riñas o peleas……………… 49 por ciento
Asaltos ……………………… 28 por ciento
Violencia intrafamiliar…….. 8 por ciento
Abuso de autoridad ………. 4 por ciento.
Otros………………………… 11 por ciento
MUJERES:
Violencia intrafamiliar…………… 76 por ciento del total
Contra niños …………………52 por ciento (del 76 previo)
Contra niños propios ……... 65 por ciento (del 52 previo)
Contra hijos de pareja….… 35 por ciento (del 52 previo)
Contra pareja o esposo….. 22 por ciento (del 76 anterior)
Contra su madre ………….. 2 por ciento (del 76 anterior)
Asaltos en la calle……………… 24 por ciento del total

208
AZAOLA Elena. “Mujeres sentenciadas por homicidio en la ciudad de México”, “papers” del CENTRO DE
INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL, México, 1997.
www.raco.cat/index.php/papers/article/viewFile/25436/61209
105
¿Qué se obtiene de los datos anteriores? Los hombres son más dados a
pelear contra otro hombre y matarse por cualquier motivo, desde los pasionales o
amorosos, hasta los de insignificantes incidentes de tránsito. Que las muertes por
asaltos son desafortunadamente muy frecuentes y que los problemas familiares
tienen un gran peso en la violencia social.
Esto último es de gran relevancia en el caso de las mujeres, pues para ellas
su principal mundo es el ámbito familiar y por ello es ahí donde se realizan más
homicidios realizados por el género femenino.
De los homicidios registrados por el Ministerio Público y consignados a un
juez, en el último año del periodo de esta investigación (2009), el 96 % mereció el
auto de formal prisión; el 2 % fue liberado por falta de elementos para procesar; el
0.8 % fue declarado sujeto a proceso; el 0.2 % no sujeto a proceso y también el
0.2 % tuvo reclusión provisional en un departamento especial.209
Del total de presuntos culpables juzgados por el delito de homicidio durante
ese mismo año, 748 casos, en el 95 % de ellos se encontró al sujeto activo
culpable. Y solamente al 5 % de los acusados se declaró inocente.210 Esto habla
de que, o los abogados defensores de los homicidas son bastante malos, o de que
el sistema penal mexicano está hecho más para condenar que para realmente
impartir justicia. Nos inclinamos, por simple sentido común, a este último aspecto,
pues no es posible decir que en la mayoría de los casos el Ministerio Público
tenga la razón.
Para ejemplificar un poco la dificultad que estriba en la caracterización de
los móviles o motivos de los homicidios dolosos, veamos ahora cómo se pueden
analizar a las víctimas de los homicidas.

IV.4.7 Victimización
El asunto de la victimología de los homicidios dolosos de la Ciudad de
México ya se ha vislumbrado con la información anterior, pero se profundizará un

209
INEGI. Estadísticas judiciales en materia penal de los Estados Unidos Mexicanos 2009.
210
Ídem

106
poco más en este aspecto para que quede claro cuál es la radiografía de las
víctimas o sujetos pasivos.
Como ya se mencionó, uno de cada cinco homicidios dolosos en el Distrito
Federal es contra mujeres, y aunque la cifra es baja, especialistas advierten que,
generalmente, las mujeres son asesinadas con extrema violencia y por gente que
las conoce.211
Cifras de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal indican
que, por ejemplo, durante el año 2005 se registraron 726 homicidios, de los cuales
124 fueron contra mujeres. Del total de casos, por lo menos 11 víctimas fueron
mujeres de la tercera edad.
Un problema serio es que la mayoría de las víctimas del sexo femenino son
asesinadas tras ser agredidas, inclusive violadas, por amigos, pareja o familiares
como consecuencia de la violencia intrafamiliar y de género que persiste,
aseguran fuentes de la procuraduría capitalina. Los hombres mueren más, pero en
condiciones diferentes, como riñas, venganzas o presas de la inseguridad.
Los homicidios dolosos contra el género femenino disminuyeron un 14 %
en relación al 2004, cuando se registraron 144 casos, la cifra más alta en los
últimos cinco años, según datos del Servicio Médico Forense.
Por lo general, aseguran los investigadores de la procuraduría citada, las
mujeres conocen a su agresor, que puede ser el vecino, la pareja o un familiar; es
mínimo el número de las que fallecen en otro tipo de circunstancias
Los homicidios regularmente se ejecutan con arma blanca, pero la muerte
no es lenta, pues las víctimas antes fueron golpeadas o abusadas sexualmente.
Un fenómeno que se tiene detectado es que incluso cuando existen
problemas personales entre dos hombres y se genera una venganza, ésta se
consuma lastimando o asesinando a un familiar y no directamente al implicado.
También como ya se mencionó, la mayor parte de las veces la víctima de
un homicida hombre es justamente otro hombre joven, con el cual se riñe por un
motivo cualquiera puesto que, lo que “en realidad se disputa, es el deseo de

211
Periódico Reforma, de la Ciudad de México, DF., del 7 de marzo 2006

107
mostrar, de dejar una evidencia que elimine, que anule de una vez por todas,
cualquier duda acerca de la propia superioridad, la propia fuerza. En la mujer, en
cambio, el homicidio parece ser el desenlace de múltiples episodios de violencia
en la que, algunas veces, ella ha ocupado el lugar de víctima, otras de victimario, y
en donde los motivos parecen ser más complejos y difíciles de descifrar.”212
Asimismo, en el caso de tratarse de mujeres homicidas, sus víctimas en su
mayoría son niños (52 %). En estas situaciones, hay un factor dramático: de esos
niños, en el 62 % de los casos son sus propios hijos y en el 35 % restante son
hijos de su misma pareja, o bien niños que habían sido adoptados, se los habían
regalado o se hallaban bajo su cuidado por ser hijos de algún familiar (sobrinos,
nietos, hermanos).213
También sale a relucir que la mayoría de esos hijos asesinados por su
propia madre, tenían entre 0 y 5 años de edad (75 %).214 Aspecto que por lo
demás es tremendamente dramático.
Por otro lado, en general, la mayoría las víctimas del homicidio están entre
los 18 y 39 años de edad (casi el 60 %), según las encuestas del ICESI del 2009
ya mencionadas.
Para ejemplificar un poco la dificultad para la clasificación de los homicidios
dolosos, se verá en seguida un caso donde las estadísticas lo muestran como
muerte por asalto, pero que es más complicado que ello, pues se envuelven
aspectos monetarios, pasionales e incluso de delincuencia organizada, por el
número de sujetos que intervinieron en el caso. Con un criterio parecido al
periodístico, es decir relevante para la opinión pública, veremos este caso en su
desarrollo “iter criminis”.

IV.4.7 Las “viudas negras”.


En enero de 2010 la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal
ejercitó acción penal contra una joven mujer y su madre, acusadas del homicidio

212
AZAOLA, Elena, “Mujeres sentenciadas … Op. cit., p. 96
213
Ídem.
214
Ídem.

108
del joven Rubén Romero Reverte Escalante, de veinte años, con el propósito de
cobrar cinco seguros de vida que sumaban treinta y dos millones de pesos, cuyas
beneficiarias eran la abuela y la madre de la joven mujer, Leslie Madeline
Arellanes Arredón. Posteriormente se les conocerá a las tres mujeres como las
“viudas negras.”215
Lo que más llama la atención de este evento delictivo, no es precisamente
el motivo del crimen, prosaicamente económico (cobrar el seguro), como
seguramente son la gran mayoría de los delitos en la Ciudad de México
(patrimoniales), pero que desembocan con un homicidio, sino la manera en que
se fraguó y cómo terminó.
Leslie y Rubén se conocieron cinco años antes durante sus estudios de
preparatoria; mantuvieron una relación de noviazgo que después se convirtió en
concubinato. Durante ese lapso, la madre de Leslie le pidió entrar ilegalmente a la
casa de su exmarido, el juez Raúl Becerril Páez, para que le robara alguna
correspondencia que ella necesitaba. Rubén, sin embargo, fue descubierto y fue a
parar un año en el Reclusorio Norte.
Posteriormente, aunque esto se supo después del homicidio del joven
Rubén, ese juez resultó muerto “por un atropellamiento” y la beneficiaria del
seguro fue precisamente la mamá de Leslie, la señora Emma Arguello Jurado, de
aproximadamente seis millones de pesos. Con ese dinero, madre e hija se fueron
de vacaciones a Europa.
Cuando sale de la cárcel Rubén (llama la atención cómo éste “aguantó” esa
pena por un delito que su propia suegra le pidió que hiciera), estuvo viviendo con
Leslie y en ese tiempo fue asegurado por varias compañías y se nombró como
beneficiarias a la madre y abuela de su concubina. Se presume que la firma de las
pólizas de los seguros fue falsificada, porque era muy obvio que Rubén
sospecharía de algo turbio.
De acuerdo con las investigaciones del caso, el cuerpo del joven Rubén fue
encontrado el 21 de agosto del 2009 en la colonia Jardín, Delegación Coyoacán,

215
Diario Reforma de la Ciudad de México, del 7 de enero 2010.

109
con una nota que decía “Gabriel que esta sea nuestra reconciliación para siempre.
Te amo”. El cuerpo del joven asesinado presentaba traumatismo craneoencefálico,
alteraciones viscerales y laceraciones de diversos golpes. Dos días después,
Leslie se presentó en la Fiscalía especializada, en calidad de testigo de identidad
para reconocer el cadáver de Rubén Gabriel Romero. Dijo que como no tenía
familia, ella reclamaría el cuerpo para sepultarlo.
Pero algo llamó la atención del Agente del Ministerio Público, pues solicitó
ocho copias certificadas de la averiguación previa. En ese momento, el Ministerio
Público empezó otra línea de investigación, que lo llevó a averiguar que Rubén
estaba asegurado por cinco compañías diferentes por diversos montos y que, en
caso de ser muerte violenta, se duplicarían. En total, más de cincuenta millones de
pesos.
Otra persona que participó fue el hermano de Leslie, Ricardo Arredón
Arguello, quien estaba preso en el Reclusorio Oriente y quien también desde la
cárcel se encargó del asesinato de Rubén. Toda una cadena en torno al homicidio
de un joven estudiante cuya propia amante fue la principal instigadora.
Como mencionábamos, llama la atención el hecho de que no se trata de un
simple homicidio pasional entre dos amantes cuyas pelean desembocan en el
homicidio, bien sea por celos o por otra causa, como ya hemos visto. Ahora se
trató de un simple motivo económico y no importó que en la relación entre Leslie y
Rubén hubiera o no un fuerte sentimiento amoroso, cuando menos por parte de
Rubén.
Es decir, qué clase de motivos llevan a una mujer joven, a matar a su propio
novio-pareja, ayudada incluso por su hermano, madre, su abuela y un grupo de
sicarios que quizá ella ni conocía. Toda una confabulación familiar en contra de un
sujeto cuya única falta era estar enamorado y confiado. Y claro, las mujeres no
ejecutaron ellas mismas el homicidio (contrataron a unos sicarios enviados por el
hermano desde el Reclusorio Oriente) y en las estadísticas aparece que el
homicidio fue ejecutado por varones, no por mujeres, cuando en realidad así
debían aparecer.

110
A la fecha de este trabajo, todavía no termina el proceso en contra de estas
mujeres. Las dificultades del caso son obvias. El Ministerio Público tiene muchos
problemas para comprobar la intervención directa de las mujeres en el caso
homicida. Se trata, obviamente, de “autoras intelectuales” del homicidio, pero ni se
ha sabido nada de los autores materiales del mismo, pues en un principio se le
había catalogado como un asesinato producto de la delincuencia común, asalto o
algo así.
Con las evidencias documentales se establece relativamente de manera
clara el interés de estas mujeres en el homicidio del joven, pero no es fácil
demostrar que ambas lo fraguaron físicamente, pues aquí interviene otro sujeto, el
hermano de Leslie quien, desde la propia cárcel, hizo los arreglos necesarios para
que otras personas fueran quienes directamente privaron de la vida al joven
Rubén
Para finalizar este caso, la Procuraduría capitalina indicó que en los últimos
tres años, del 2006 al 2009, se han detectado al menos 5 casos de homicidios por
interés monetario, como cobrar un seguro de vida o recibir una herencia.216 En
esos homicidios, hombres y mujeres asesinaron a sus cónyuges y hasta un
hombre mató a su hermano por un interés monetario.
Penalmente, la traición y alevosía son los principales factores del crimen,
pues la víctima confía en la persona que la mandó matar. Asimismo, dice el Fiscal
de Homicidios de la Procuraduría del Distrito federal, Alfredo Díaz, este tipo de
homicidios tiene diversas agravantes, como es la premeditación, que significa que
fue planeado y ejecutado, la alevosía, pues la víctima es tomada por sorpresa,
también hay ventajas, y, por supuesto, la traición, porque hay una relación familiar
o de amistad.217

216
Nota de Arturo Sierra en el periódico Reforma , México, D.F., del 31 de enero de 2010.
217
Ídem.

111
Capítulo V.
Penología del homicida doloso. Tratamiento jurídico de los homicidas.

¿Qué hace la sociedad con un homicida? Si supuestamente el homicidio es


el peor delito cometido por el ser humano, es obvio que el castigo social a los
homicidas tiende a ser severo. No solamente en términos de rechazo social a los
responsables, sino principalmente con una sanción penal reparadora del daño
causado, cuando, por obvias razones, no puede tener reparación alguna, pues
nadie puede devolver la vida a quien fue muerto. Por tanto, esta necesidad de
castigo es mayor cuando el homicidio fue realizado dolosamente.
Prácticamente, en todas las sociedades la pena es la mayor que se puede
infringir a un ser humano. No es tampoco raro que muchos países todavía tengan
vigente la pena más severa que puede existir: la pena de muerte, o pena capital,
que no es otra cosa que un homicidio doloso legalizado.
En la actualidad, 60 de los 191 Estados miembros de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) mantienen la pena de muerte en sus legislaciones y 29 la
aplican regularmente218. La usan por lo general cuando el homicidio es agravado y
practicado por personas que en su haber tienen, o una larga cadenas de hechos
delictivos, o el asesinato fue perpetrado de tal manera que provoca un fuerte
resentimiento social.
No es este el lugar para un debate amplio sobre la pena de muerte; sin
embargo, pensamos que definitivamente es obsoleta e ineficaz para solucionar el
problema de la delincuencia, además de que agrava el ambiente social al
satisfacer solamente el ánimo, no de castigo de los sujetos ofendidos directamente
con el homicidio, sino de la misma venganza. El odio y resentimiento obtienen de
la pena de muerte un gran caldo de cultivo para desarrollarse, así como
convertirse en un círculo vicioso donde la violencia solamente genera más
violencia, sea de los particulares o de las propias autoridades.

218
ZAMPARUTTI, Elisabetta. Que nadie toque a Caín. La pena de muerte en el mundo. Informe 2004, Madrid.

112
Baste mencionar que la pena de muerte ha sido uno de los castigos más
antiguos de la humanidad y ha sido ineficaz para resolver el problema de la
delincuencia y el de los homicidios. En los países en donde se aplica seguramente
los índices delictivos son justamente de los más elevados.
Gran parte de los países en donde se aplica la pena de muerte son
precisamente aquellos que tienen regímenes dictatoriales. De los 60 países que
aplican la pena de muerte, 47 tienen un Estado no democrático, pues son
dictaduras o regímenes autoritarios, y en ellos tuvo lugar el 98.6 % de las
ejecuciones219.
Los Estados Unidos de América son la excepción que confirma la regla. Es
el único gran país desarrollado que la sigue aplicando y el que tiene más alto el
índice delictivo. Ningún país europeo la utiliza, pero tampoco ningún otro país
desarrollado tiene la concentración del ingreso como la tiene este país
norteamericano.
En el caso de México, aparentemente ya superamos ese debate, aunque
todavía aparece como bandera de algún partido político que trata de aprovecharse
del descontento social y obtener ganancias electorales. Mucha gente todavía
piensa que eso puede solucionar el grave problema de la inseguridad o
delincuencia.
Recordemos que todavía hasta el año 2005, la propia Constitución, en el
Art. 22 establecía, en su tercer párrafo la prohibición de la pena de muerte por
delitos políticos y, en cuanto a los demás, mencionaba que sólo podría imponerse
al traidor a la patria en guerra extranjera, al parricida, al homicida con alevosía,
premeditación o ventaja, al incendiario, al plagiario, al salteador de caminos, al
pirata y a los reos de delitos graves del orden militar220.
El profesor Carrancá y Rivas menciona que fue el presidente Emilio Portes
Gil, con el Código Penal de 1929, el que eliminó del catálogo de las penas la de

219
Ídem
CARRANCÁ y Rivas, Raúl, Derecho penitenciario, 4ª. Edición, Porrúa, México, p. 40.
220

113
muerte (artículos 69 al 78), con lo que en la práctica real de la justicia penal, en los
hechos, estaba anulada esta pena capital.
En el Código de Justicia Militar también se permitía la pena de muerte, pero
fue derogado su artículo 142 en el año 2005, que la regulaba. Es necesario
destacar que este Código militar, contrario al espíritu y letra de la Constitución,
todavía menciona, en su artículo 102 que “la intención delictuosa se presume,
salvo prueba en contrario”. Un concepto contrario al de presunción de inocencia
que postula la Constitución
En suma, si bien la justicia penal no aplica la pena capital, sí en cambio el
sistema jurídico es bastante duro con los homicidas dolosos. Las condenas son
particularmente severas, máxime que en un gran número de casos los homicidios
van acompañados de otros delitos, principalmente el de secuestros
(convirtiéndose en secuestro agravado), asaltos a mano armada, violaciones,
delitos contra la salud, etcétera.
Los jueces, entonces, acumulan las penas respectivas y es frecuente
encontrar penas que rebasan con mucho el promedio de una vida humana.
Aunque el Código Penal del Distrito Federal establece en su artículo 33 que la
duración de la pena no será menor de tres meses ni mayor de sesenta años
(incluso cuando sean dos o más penas en sentencias diferentes, la suma no podrá
exceder de los setenta años), es común que a secuestradores y asesinos
múltiples les apliquen penas que rebasan los setecientos u ochocientos años.221
Obviamente esto último son los casos excepcionales de asesinos en serie o
secuestradores, quienes prácticamente han perdido la cuenta de cuántos
homicidios han llevado a cabo y sus sentencias parecieran totalmente ficticias,
pues ni con varias vidas podrían los homicidas cumplirlas en su totalidad.
En el caso de homicidas dolosos específicos particulares, tampoco son
tratados benévolamente por los jueces. Sus castigos son ejemplares y difícilmente

221
Como lo veremos más adelante con el caso de la “mata viejitas”, Juana Dayanara Barraza Samperio, a quien
el 31 de marzo del 2008, el juez 67 de lo penal, con sede en Santa Martha Acatitla le dictó sentencia de 759 años y 17 días
de prisión por 17 homicidios y 12 robos cometidos en agravio de personas de la tercera edad.

114
podría un homicida cumplir a cabalidad su condena y salir a la vida de una
manera, digámosla así, “reincorporado a la sociedad” totalmente, como lo ordena
el Artículo 18 Constitucional.

V.1 Sentencias de los homicidas en la ciudad de México.


Si se toma como base el análisis de la investigadora Elena Azaola222, se
encuentra que al revisar cuatrocientos expedientes de hombres sentenciados por
homicidio en la ciudad de México, el promedio de las penas dictadas por los
jueces fue de 18 años, 6 meses.
Para las mujeres, sin embargo, es más alto, pues las penas tienen en
promedio, más de 23 años de condena, como se señaló en relación a la
desigualdad de género en las variables sociales del homicidio.
Si se toma en cuenta un criterio puramente periodístico, de aquellos
homicidios que merecieron la atención de los medios de comunicación masivos, la
situación obviamente es peor en este sentido. En una muestra de 31 casos
consignados en los medios, tenemos que el promedio de penas impuestas a los
homicidas fue de 43 años de prisión, como se observará más adelante en la
exposición de dichos casos.
Para ello, se elaboró una tabla donde se consignan estos eventos que
aparecieron en los medios. Se tomó esa información porque de alguna forma
refleja, desde el punto de vista de la Sociología y la Penología, el “castigo” social
que se infringe a los homicidas. No únicamente es la punición que el poder judicial
establece sobre el homicida, sino también la condena social a dichos actos
delictivos, en la cual los medios masivos de comunicación son muy importantes.
Aunque no está de más resaltar el lamentable papel que en la mayoría de
los casos juegan los medios, principalmente la televisión y algunos periódicos
amarillistas, cuando de manera indigna presentan a las personas acusadas de tal
o cual delito como si fueran de verdad auténticos culpables y no presuntos
culpables (en realidad, tendrían que ser “presuntos inocentes”, considerando la

222
AZAOLA, Elena “Mujeres sentenciadas…”Op. cit.
115
presunción de inocencia, que ya ha sido elevada a rango Constitucional en la
reforma penal de 2008), pues todavía ni siquiera se les ha hecho juicio o proceso
alguno, ni mucho menos se les ha comprobado su responsabilidad penal en la
comisión de actos homicidas. Pero no es extraño que los medios se
autoproclamen en una especie de juzgadores de la conciencia moral de la
sociedad.
Por eso ahora se consignarán a aquellos que ya fueron sentenciados por un
juez y que así aparecieron en los medios las noticias respectivas.
En la tabla siguiente aparecen, en la primera columna, el (los) homicida(s)
procesado(s) y condenado(s); en la segunda, el tipo específico del(os)
homicidio(s) cometido(s), otros delitos y la(s) víctima(s), y en la tercera columna la
pena impuesta. En este último caso recordemos que se refiere a la suma total de
las penas por la totalidad de los delitos cometidos por los homicidas.

HOMICIDA(S) EVENTO(S) DELICTIVO(S) PENA


1. Octavio Aguilar Trejo, Perpetró un homicidio durante una 31 años
alias "El Tavo”. discusión en calles de la delegación
Iztapalapa, en julio de 2009.
2. Erika Iris Martínez García Robo calificado y homicidio de tres 41 años
y José Luis Montes Núñez, custodios de la empresa Tameme, en
alias "El Chino", marzo de 2003, colonia Narvarte,
Delegación Benito Juárez.
3. Fernando Crespo Padilla, Cómplices del homicidio de tres custodios 32 años
Anaís Rivera Méndez y de la empresa Tameme, en marzo de
Arturo Avalos Torres 2003, colonia Narvarte, Delegación Benito
Juárez.
4. Los hermanos Marco Asesinaron a un matrimonio de ancianos 75 años 10
Abundio y Octavio Alvarado en la Colonia Triángulo, Delegación meses
Montiel Cuajimalpa, para luego robar arte sacro
del siglo XVII de su residencia, en febrero
de 2008.
5. María Gabriela Nieto Cómplice en el asesinato de ancianos en 56 años cinco
Flores, alias "La Xóchitl" la Colonia Triángulo, Delegación meses
Cuajimalpa para luego robar arte sacro
del siglo XVII de su residencia, en febrero
de 2008.

116
HOMICIDA(S) EVENTO(S) DELICTIVO(S) PENA
6. Andrés Tenorio Cabello, Homicidio de una joven embarazada, 32 años
alias “El Negro” o “El Rebeca Jirón Jiménez, a la que apuñaló
Metiche” en casi cincuenta ocasiones y cuyo
cadáver mutiló, en la colonia Merced
Balbuena, Delegación Venustiano
Carranza, en diciembre de 2009.
7. Juana Dayanara Barraza Se ha estimado que el número total de 759 años y 17
Samperio, conocida sus víctimas es de entre 42 y 48, aunque días
popularmente como “La el juez la condenó por 17 homicidios y 12
Mataviejitas”. robos cometidos en agravio de personas
de la tercera edad, durante los noventas
hasta 2006, en diversos lugares de la
ciudad. Fue atrapada en la Colonia
Moctezuma, Delegación Venustiano
Carranza.
8. Orlando Magaña Asesinato de los cinco integrantes de la 384 años y
Dorantes, también conocido familia Narezo Loyola y de dos cuatro meses
como "El Chacal" de trabajadoras domésticas; Ricardo José
Tlalpan Narezo Benavides y su esposa, Diana
Patricia Loyola Bautista; sus tres hijos:
Ricardo Jesús, Andrea y Diana, y de las
empleadas Margarita Cortés Santiago y
Virginia de los Ángeles Pacheco
Maldonado, en la Colonia Toriello Guerra,
Delegación Tlalpan, en noviembre de
2002.

9. Daniel Arizmendi López, Homicidios, privación ilegal de la libertad, 225 años de


también conocido como “El delincuencia organizada, lavado de dinero prisión
Mochaorejas” y portación de arma reservada al uso del
Ejército, durante varios años (atrapado en
2006) y en diversos lugares de la Ciudad.
10. Mario Martínez, alias Tres secuestros agravados diversos, 733 años 4
"La Muñeca”, Daniel Tapia llevados a cabo entre 2007 y 2008, en meses (a toda
Lozada, Jesús Alejandro diversos lugares de la Ciudad. la banda)
Linares López o Hernández
López, "El Gordo"; Jaime
Calzada Téllez, e Irene
González Arellano
11. Iván Rodrigo Fernández Dos secuestros agravados diversos, en 219 años 8
Torres o Miguel Pérez varios puntos de la Ciudad (condenado meses 4 días
Suárez o Arturo Mendoza en septiembre de 2009).
Ruiz o Arturo Pérez Ortega
12. Martín Camacho Reyes, Cuatro secuestros agravados diversos, en 164 años 9
alias "El Caquín”. diversas colonias de la Ciudad, meses 3 días
condenado en septiembre de 2009.

117
HOMICIDA(S) EVENTO(S) DELICTIVO(S) PENA
13. José Luis Romo Trujano Trató de evadir su revisión en el 21 años de
operativo del alcoholímetro, en marzo del cárcel. Sin
2009, en la Delegación Álvaro Obregón; embargo, el
arrolló con su vehículo a un policía TSJDF, en
preventivo, el cual más tarde falleció. Se una
consideró homicidio doloso, pero apelación, la
después, en una apelación, se cambió a redujo a
culposo al considerar que no hubo dolo cuatro años
en los hechos, pues “el ánimo del y tres meses.
sentenciado no era otro más que evitar el Salió con
operativo”. fianza.
14.Jorge Norberto El sentenciado, junto con otros cuatro 41 años y tres
Hernández García sujetos interceptó y asaltó a José Carlos meses
Huerta López, a quien luego dio muerte la
noche del 5 de noviembre de 2008 en la
colonia Nueva Atzacoalco, delegación
Gustavo A. Madero
15. Raúl Osiel Marroquín Secuestros y homicidios en bares de la 300 años
Reyes, alias "El Sádico", - Zona Rosa, Delegación Cuauhtémoc así
emulo del Marqués de como de la Colonia Asturias, Delegación
Sade- y su cómplice Juan Venustiano Carranza, contra varias
Enrique Madrid Manuel personas con preferencias sexuales
diferentes, en los años 2005 y 2006.
16. Oswaldo Aristóteles Homicidio de Alí Dessiré Cuevas 35 años de
Morgan Colón Castrejón, en septiembre 2009, en prisión
Coyoacán; fue asesinada de 26
puñaladas; homicidio calificado con saña
(crueldad) y alteración voluntaria
(presencia de drogas en la sangre).
Luego se reclasificó y se eliminó la saña.
17. Noé Iniestra Ortiz, Homicidio calificado y secuestro de la 90 años de
Edilza González de León, y doctora Carmen Gutiérrez de Velasco, en prisión
Jorge Ortiz Salinas. la Colonia Jardines del Pedregal, San impuesta a
Ángel, Delegación Álvaro Obregón, en cada uno
julio de 2004.
18. Jorge Montoya Hinojosa Homicidio de Enrique Soster Gasca en 42 años y seis
o Víctor Manuel Hernández las inmediaciones de un puesto de meses
López o Manuel Trejo hamburguesas, y en dos robos a
Hinojosa, alias “La transeúntes, en el perímetro de
Chiquita”. Iztapalapa, en julio de 2009.
19. Iván Zarate Chávez o Privó de la vida a balazos a Tomás 33 años y
Mauricio Zarate Chávez, Baruch Espinoza Sojo y lesiones por nueves meses
alias “El Limón” o “El Kiko disparo de arma de fuego contra un de prisión
Limón” testigo por cuestiones sentimentales; el
homicida vio a la víctima platicando con
su pareja. El delito fue consumado en la
colonia Morelos, Delegación Iztapalapa,
en 2004.

118
HOMICIDA(S) EVENTO(S) DELICTIVO(S) PENA
20. Miguel Ángel Herrera Homicidio del científico francés 41 años de
García Christopher Augur, minutos después de prisión
que había realizado una operación en una
casa de cambio en el aeropuerto de la
ciudad de México en enero de 2009,
Delegación Venustiano Carranza.
21. Javier Covarrubias Homicidio calificado en grado de 100 años de
González parentesco en contra de sus dos hijos cárcel
menores. Primero había denunciado que
sus hijos le fueron robados en el Barrio de
Tepito, Delegación Cuauhtémoc, en mayo
del 2009.
22. Pablo Zúñiga Solís o Secuestro agravado cometido en contra 70 años de
Pablo Miguel Zúñiga de Yolanda María Cevallos Coppel, en prisión a cada
Salazar, Sofía Gómez julio 2009, en la Colonia Águilas Pilares, uno de los
Zapata, Jorge Luis Badillo Delegación Álvaro Obregón, aunque el participantes.
Popoca, Gilberto Acevedo homicidio lo cometieron en la Colonia San
Gutiérrez y Guillermo Jerónimo Nativitas, Delegación
Moreno Ortiz. Se supone Xochimilco, donde tenían su casa de
que el homicidio fue llevado seguridad. El supuesto homicida principal
a cabo por un sujeto que o uno de los líderes, “El Alexis” o “El
tenía cinco nombres Iván”, también mató a dos policías de élite
diferentes: Arnoldo de la procuraduría capitalina: el
Gutiérrez Solís, Armando comandante Carlos Julio Rincón Juárez y
Gutiérrez Solís, Sergio el jefe de grupo José Antonio Moreno
Flores Castillo, Sergio Sánchez e inmediatamente se suicidó.
Flores Caballero y Juan
Carlos Ramírez Pérez, “El
Alexis” o “El Iván”
23. Yeni Fabiola Rosas Cómplices del secuestro agravado 52 años y seis
Ortiz o Jenifer Fabiola cometido en contra de Yolanda María meses de
Rosas y María de la Cruz Cevallos Coppel, en julio del 2009, en la prisión
López o Emérita Colonia Águilas Pilares, Delegación
Castellanos Rangel Álvaro Obregón
24. Marcelo Fernando Homicidio de Carla María Jiménez Baños, 48 años, 1
Martínez directora del preescolar del Colegio mes, 15 días.
Winston Churchill, en la Colonia
Guadalupe Inn, Delegación Álvaro
Obregón, en julio 2007. El homicida
ingresó hasta la Dirección d ela escuela
en donde estudiaba su hijo menor y le
disparó en la cabeza cuando ella estaba
atendiendo a otros padres de familia.
25. Cesar Freyre Morales Secuestro y homicidio de Hugo Alberto 63 años y seis
Wallace, en julio del 2005, en Plaza meses de
Universidad, Delegación Coyoacán. Caso prisión
muy sonado porque fue prácticamente su
madre la que solucionó el caso, ante la
ineptitud de la Procuraduría capitalina.
119
HOMICIDA(S) EVENTO(S) DELICTIVO(S) PENA
26. Juana Hilda Lomelí Cómplice del homicidio y secuestro de 43 años de
Hugo Alberto Wallace, en julio del 2005, cárcel
en Plaza Universidad, Delegación
Coyoacán
27. Alfonso Tentle Acosta, Linchamiento y homicidio de dos 46 años de
Cayetano Ulloa Hernández, inspectores de la Policía Federal, Víctor cárcel
César Zamudio Arenas, Mireles Barrera y Cristóbal Bonilla Martín,
Felipe Guevara Guerrero, en la Delegación de Tláhuac, en
Guadalupe Pérez noviembre de 2004. Evento de gran
Hernández, Jesús Acatitla trascendencia política que incluso
Vázquez, Magdalena provocó que el Presidente Vicente Fox
Sánchez López, Marcelo destituyera al entonces Secretario de
Santiago Montes y Óscar Seguridad Pública del Distrito Federal,
Domingo Lovera Reyes. Marcelo Ebrard Casauvón.
28. Mauricio Bagnis Castillo Homicidio calificado contra su esposa 30 años
Mariana Cabrera el 17 de junio de 2003,
en la Colonia Jardines del Pedregal,
Delegación Coyoacán.
29. Los hermanos Tony y Cómplices del homicidio y secuestro de 46 años y 3
Alberto Castillo Hugo Alberto Wallace, en Plaza meses
Universidad, Delegación Coyoacán, en
julio del 2005.
30. Rubén Arredondo Homicidio de su esposa Eliana Nazar 90 años
Juárez Sanfilippo y de su abogado Eduardo
Martínez Castro, quien promovía el
divorcio de la pareja, en febrero 2008, en
la Colonia Campestre Churubusco,
Delegación Coyoacán.
31. José Luis Ortiz Rosales Homicidio calificado en agravio de 15 años de
Claudia Verónica Castro Vélez, esposa cárcel
del homicida, en septiembre del 2009, en
la Colonia Puerta Negra, en la Delegación
Álvaro Obregón. Aprovechó que se
encontraban en un sitio oscuro para
golpear a su esposa y posteriormente
lesionarla en trece ocasiones en el
abdomen y tórax con un arma punzo
cortante.
FUENTES: 1. Nota de Notimex, del 8 de febrero de 2011; 2 y 3: Notas de Notimex, del 8 de julio de 2004; 4 y 5:
Información de Notimex, en WRadio, de enero 28 de 2009; 6: Nota de Reporteros Policíacos del 1 de enero 2010; 7, 8, 10,
11, 12, 13 y 14: Nota de El Sol de México, del 17 de enero de 2010 en la sección Metrópoli, “Sentencias que hacen historia”;
9: Nota de Silvia Otero, en El Universal, del 3 de julio de 2006; 15: Nota de Arturo Sierra, en Reforma, del 5 de abril de
2009; 16: Nota de Gladis Torres Ruiz, en Milenio del 19 de septiembre de 2010; 17: Noticieros Televisa, del 22 de
noviembre de 2005; 18: Nota de Reporteros Policiacos, del 13 de abril de 2010; 19: Nota de Terra TV, en
www.terra.com.mx,del 16 de marzo de 2011; 20:Nota de Claudia Bolaños, en El Universal, del 27 de abril de 2010; 21: Nota
de El Economista, del 8 de septiembre de 2010; 22 y 23: Nota de David Saúl Vera, en Milenio, del 6 de julio de 2009; 24:
Nota de Excélsior, del 27 de enero de 2010; 25, 26 y 29: Nota de salvador Macedo del 19 de abril de 2011 en
www.aztecanoticias y El Universal del 4 de diciembre de 2010; 27: Nota de Alfredo Méndez, en La Jornada, del 14 de mayo
de 2009; 28: Nota de Luis Cruz y Yáscara López, en Reforma del 15 de marzo de 2011; 30: Nota de Arturo Sierra del
Reforma, del 5 de abril de 2009; 31: Nota de Notimex, del 22 de enero de 2011.

120
Como se puede apreciar, el castigo penal es bastante fuerte y largo para los
homicidas dolosos. No solamente el Código Penal para el Distrito Federal
establece, como ya vimos, en el Artículo 128 la pena de veinte a cincuenta años
de prisión en el caso de homicidio calificado, al contrario del artículo 123 que habla
solamente de ocho a veinte años para el homicidio simple.
Obviamente no es lo mismo “doloso” que “calificado”, dado que, para el
primer caso, sólo basta que el sujeto activo “conociendo los elementos objetivos
del hecho típico de que se trate, o previniendo como posible el resultado típico,
quiere o acepta su realización”, según reza el artículo 18 del Código citado. Pero
para que sea calificado, requiere que el homicidio haya sido cometido con
”ventaja, traición, alevosía, retribución, por el medio empleado, saña, en estado de
alteración voluntaria u odio”, como lo mandata el artículo 138 del Código Penal de
la capital del país.
Así, todo homicidio calificado será doloso, aunque no todo homicidio doloso
será calificado. Y en la mayoría de los casos presentados en la tabla anterior eran
calificados, por eso las penas tan altas. Pero cuando se habla de homicidios
simples, aunque sean dolosos, el promedio de las penas es de dieciocho años,
como también ya se mencionó. En ambos casos, sin embargo, las penas son
severas.
Tampoco está de más recordar que esas penas tan altas en la mayoría de
los casos, se deben a que hubo concurso de delitos, siendo éstos graves también
(secuestro, asalto a mano armada, disparos de arma de fuego, delincuencia
organizada, en pandilla, etcétera).

V.2 El sistema penitenciario de los homicidas.


Sin tratar de plantear un estudio completo del sistema penitenciario en
México, se puede manifestar que tal sistema deja mucho que desear. Es cierto
que en términos teóricos se ha establecido, incluso a nivel Constitucional, el
objetivo de tal sistema como el de buscar la reinserción y readaptación social del
delincuente a la sociedad. Por eso su nombre ahora es el de “centros de
readaptación social”.
121
Pero la realidad opaca y echa por tierra cualquier buen deseo que se pueda
tener con respecto al alcance de la resocialización de los que han cometido algún
delito. Las cárceles actuales son todo menos centros de readaptación social.
Ya numerosos estudios han demostrado la grave problemática de las prisiones
en México.223 A manera de conclusión y de acuerdo con Elena Azaola y Marcelo
Bergman, se resumirán los siguientes puntos, con referencia al sistema
penitenciario en general y no únicamente para el tratamiento de los homicidas
dolosos:

 En los últimos tiempos ha habido un considerable incremento en las


condenas y cuya extensión ha provocado una explosión de la población
carcelaria;
 Existe una notoria precariedad de los programas de readaptación social
que, además, se hace cada vez peor con el aumento de los internos;
 La corrupción tiene una gran presencia, no sólo entre los reclusos, sino en
las propias autoridades de todos los niveles;
 El control interno de las cárceles está cada vez más en manos de pandillas
y liderazgos de algunos reclusos;
 Los programas de educación y reentrenamiento son poco efectivos y la
desolación de los internos es cada vez mayor;
 Las autoridades muestran una administración muy deficiente y hay un
mínimo o casi nulo control efectivo dentro de los reclusorios;
 Falta total de coordinación institucional, además de la carencia de una
adecuada planificación que provoca que el sistema penitenciario provoque
todo menos una readaptación social;
 Hay un endurecimiento de los castigos, tanto para los delitos menores como
para los graves, aunque la abundancia de los primeros es lo que provoca la
sobrepoblación carcelaria;

223
Cfr. AZAOLA Elena y BERGMAN Marcelo. Cárceles en México. Cuadros de una crisis. En:
http://es.scribd.com/doc/52674808/11-Investigacion-Carceles-en-Mexico-Marcelo-Bergman-y-Elena-Azaola. De los mismos autores:”De
mal en peor: las condiciones de vida en las cárceles mexicanas”, publicado en la Revista Nueva Sociedad No. 208, marzo-abril de 2007.
122
 De manera principal, las cárceles son un espacio de castigo para los pobres
y marginados, mientras que los delincuentes de mayor capacidad
económica encuentran la manera de evadir las penas o, en el peor de los
casos, de vivir más cómodamente dentro de esos espacios;
 La violación a los Derechos Humanos es también constante, pues en
ocasiones falta hasta lo más indispensable para una vida más o menos
aceptable;
 A la par de la situación desastrosa de las cárceles, su efecto disuasorio de
la privación de la libertad es muy limitado, dado que quienes realmente
terminan en prisión no son, por lo general, los delincuentes más peligrosos
y sofisticados, sino mayoritariamente quienes no pudieron corromper a las
autoridades o no pudieron montar una defensa jurídica adecuada;
 En la actualidad, se carece de una verdadera voluntad política y social para
revertir la situación señalada, además la creciente inseguridad imperante
en la sociedad abona muy poco para mejorar el sistema penitenciario;
 Existen pésimas condiciones de vida para casi un cuarto de millón de
presos (a nivel nacional): hacinamiento, falta de atención médica, pésima
alimentación, son algunos de los muchos problemas que afrontan los
internos de cualquier tipo.

V.3 Las prisiones en la Ciudad de México


Dado que obviamente el homicidio un delito grave, los homicidas deben
estar confinados a sectores específicos de las prisiones. Pero en términos reales,
prácticamente todas las prisiones están sobresaturadas y no existe una división
clara por tipo de delito. La división mandataria es una ficción; conviven internos
que apenas están por ser procesados, junto con los ya sentenciados, procesados,
aquellos quienes se señala que cometieron delitos graves con no graves, etcétera.
La promiscuidad es su característica relevante.224

224
LÓPEZ Trujillo, Javier Enrique, “La readaptación social en México”.
www.reclusorios.df.gob.mx/descargas/readaptacionsocialmx.pdf
123
De acuerdo con datos estadísticos del Gobierno del Distrito Federal, la
población penitenciaria por diversos delitos al 31 de diciembre de 2009 era de
40,102 internos,225 y que están operando al 199 % de su capacidad.226 De esos,
los homicidas comprendían poco más del 8%. La mayoría de la población (62%)
está compuesta por los acusados de robo. Si se clasifican por grupos, los
homicidas constituyen el segundo lugar por su número, seguidos de cerca por los
acusados de delitos contra la salud, los de delitos sexuales y los secuestradores.
En el Distrito Federal se cuenta con los siguientes reclusorios227:

RECLUSORIO CARACTERÍSTICAS
Reclusorio Preventivo Varonil Norte Dado que es preventivo, los internos
son acusados, procesados y sentenciados en
primera instancia. Cuenta con 5,430 espacios,
pero su sobrepoblación es de más del 60 %.
Centro de Ejecución de Sanciones Los internos están a punto de cumplir
Penales Varonil Norte su condena.
Reclusorio Preventivo Varonil Oriente Al igual que el del Norte, los internos
son acusados, procesados y sentenciados en
primera instancia. Cuenta con 5,604 espacios.
Centro de Ejecución de Sanciones Es un centro para internos próximos a
Penales Varonil Oriente compurgar sus sentencias y aquellos que sus
condenas no sean mayores a 6 meses, que
cubran perfiles como es la buena conducta.
Reclusorio Preventivo Varonil Sur Como en los otros preventivos, los
internos son acusados, procesados y
sentenciados en primera instancia. Cuenta con
3,656 espacios, pero su sobrepoblación es de
655.
Penitenciaría del Distrito Federal Es la principal prisión para los
homicidas. Fue planeada para sustituir a la
famosa Lecumberri. Cuenta con zona de

225
Gobierno del Distrito Federal, Secretaría de Gobierno, Subsecretaría del Sistema Penitenciario,
http://www.reclusorios.df.gob.mx/reclusorios/index.html del 5 de agosto de 2011.
226
Periódico El Sol de México, México, DF., del 26 de abril de 2009.
227
Gobierno del Distrito Federal, Secretaría de Gobierno, Subsecretaría del Sistema Penitenciario,
http://www.reclusorios.df.gob.mx/reclusorios/index.html del 5 de agosto de 2011.
124
segregación para internos de alta peligrosidad,
así como de castigo o de aislamiento total.
Tiene un dormitorio con la categoría de máxima
seguridad.
Centro Varonil de Rehabilitación Atiende internos con problemas de
Psicosocial (CEVAREPSI) enfermedades mentales.
Centro de Readaptación Social Varonil Está destinado a primodelincuentes, a
Santa Martha Acatitla (CERESOVA) jóvenes con sentencias menores de 10 años y
por delitos patrimoniales.
Centro Femenil de Readaptación Social Para mujeres acusadas, procesadas y
Santa Martha Acatitla sentenciadas.
Centro Femenil de Readaptación Social En este centro están las internas
Tepepan psiquiátricas y crónicas degenerativas
vulnerables. Se reciben internas por necesidad
de atención especializada y medicamento
controlado.

125
CONCLUSIONES

PRIMERA: A pesar de que el homicidio es el más grave de los delitos que


puede cometer un ser humano, ha sido consustancial a su proceder cotidiano. El
matar a un semejante ha sido uno de los elementos más comunes en el accionar
social. Se mata por dolo, por culpa o por un accidente; lo más grave es cuando se
priva de la vida con toda la premeditación posible a seres que supuestamente no
se debería por el hecho de tener una relación previa de amor o de cualquier otro
sentimiento. El homicidio doloso es quizá uno de los peores delitos que puede
cometer una persona, pues el ser humano es el único animal que mata
arbitrariamente, es decir, sin que medie una razón de sobrevivencia o de
verdadera necesidad, cuyas razones pueden ser muchas y variadas.
SEGUNDA: Por su trascendencia y cotidianeidad el homicidio,
particularmente el doloso, ha sido objeto de estudio y atención para tratar de evitar
que suceda. Una de las primeras leyes elaboradas por los seres humanos fue
precisamente la de prohibir el matar a un semejante; por lo mismo, en el Código
de Hammurabi y en los “Diez Mandamientos” del Cristianismo, se establece de
manera categórica la norma de prohibir y castigar el homicidio. La Historia de la
Humanidad, está llena de verdaderos homicidios dolosos que, en muchos casos,
son alabados por la “Historia Oficial”.
TERCERA: En la legislación penal mexicana, propiamente en la del Distrito
Federal, existe claramente especificado que en el caso de un homicidio simple se
castigue con una pena de 8 a 20 años de cárcel; pero si es calificado doloso, con
ventaja, alevosía, traición, saña, retribución, u odio, se impondrán de 20 a 50
años de prisión al que lo cometa. Incluso si es culposo a un familiar cercano, no
se impondrá pena alguna. De la misma manera, establece las excluyentes de
responsabilidad para el caso de la legítima defensa, estado de necesidad,
cumplimiento de un deber o ejercicio de un derecho.
CUARTA: La Criminología también refiere al homicidio doloso, auxiliada
con la Sociología y otras ciencias de la conducta humana, estudia y establece los
móviles que orillan a los hombres y mujeres a matarse entre sí. Se habla de
126
homicidios pasionales, de género, simples o complejos, por objetivos económicos
y de la amplia variedad de métodos utilizados para ello; desde el arma de fuego
utilizada principalmente por los hombres, hasta las armas blancas, preferidas por
las mujeres. Asimismo, queda establecido que los hombres son mucho más
homicidas que las mujeres, que los jóvenes lo hacen más que los adultos y
cuando en una sociedad hay más homicidios, disminuyen los suicidios, y
viceversa. En suma, la Criminología aporta elementos para dilucidar la relación
entre diversas variables sociales referentes al homicidio doloso.
QUINTA: La Victimología menciona que existen muchas personas que, por
su forma de ser, son “propensas” a sufrir un delito y particularmente a ser
asesinadas. Existe el concepto de “precipitación victimal” que a aquellas víctimas
precipitantes, las cuales son aquellas quienes contribuyen ampliamente al hecho y
que por su conducta, envía una señal al receptor victimario, el cual genera el
evento homicida. Hay también modelos victimarios específicos que muestran la
relación entre conductas y/o eventos y el hecho homicida doloso. Por parte de la
Penología, se precisa una amplia gama de formas del “castigo social” hacia los
homicidas dolosos, desde la tradicional y antiquísima pena capital, hasta el
encarcelamiento común.
SEXTA: En el caso del Distrito Federal, las penas por el homicidio doloso
van desde el simple, de los 8 a los 20 años de prisión, hasta la del calificado con
agravantes, de 20 a 50 años de cárcel, incluso con la más reciente penalidad
impuesta al feminicidio, donde la pena puede llegar hasta los 60 años de
encarcelamiento.
SÉPTIMA: Hay múltiples posiciones teóricas de los criminólogos y
especialistas del Derecho Penal en torno a este delito del homicidio doloso, cuyo
principal objetivo es el evitar o cuando menos, disminuir la incidencia delictiva. Se
sostiene que el punto de partida debe ser la función preventiva, más que la
retributiva. También se cuestiona todo el sistema penitenciario y se manifiestala
carencia de necesidad del propio castigo penal, pues sólo sirve para justificar el
sistema jurídico punitivo del Estado.

127
OCTAVA: Se formula una crítica sólida a las famosas “guerras” contra la
delincuencia, en las cuales se trata a los presuntos delincuentes como “enemigos”,
dejando de lado que ello es un problema interno, socialmente hablando pues no
hay tal enemigo. La mayoría de los criminólogos sostienen posturas jurídicas
filosóficas de carácter garantista en defensa de los Derechos Humanos por
encima del ansia retributiva.
NOVENA: Históricamente, el homicidio doloso ha sido tratado de diversas
formas en las legislaciones penales respectivas. Con los aztecas, se mantenía un
marco sumamente estricto y la pena de muerte era la más común para el
homicidio premeditado. No existía un sistema carcelario propiamente dicho, pero
sí se establecían sistemas y procesos jurídicos para tal delito.
DÉCIMA: En la época Colonial se estableció la legislación española. La
desigualdad racial y social dominante determinó que las penas fueran aplicadas
según la casta a la que se perteneciera. La pena de muerte siguió predominando
para el homicida doloso. Lo mismo trasciende a la época Independiente, aunque
es hasta 1871 donde se promulgó el primer Código Penal moderno, donde se
establecen derechos garantistas y liberales.
DÉCIMA PRIMERA: La pena de muerte fue utilizada para castigar a los
homicidas dolosos hasta bien entrado el siglo XX. Es hasta la promulgación de un
nuevo Código Penal en 1929, cuando se moderniza la punibilidad y el tratamiento
de los delincuentes, de conformidad con la falta cometida.
DÉCIMA SEGUNDA: El homicidio doloso en la Ciudad de México presenta
una interesante radiografía, pues a pesar de su gran concentración demográfica,
su tasa es mucho más baja que en más de la mitad de las demás entidades
federativas del país. Sus dos homicidios dolosos diarios dicen mucho con relación
al carácter no homicida de la mayoría de sus habitantes. Sin embargo, una
disección más precisa muestra zonas y colonias con un alto grado de marginalidad
socioeconómica que a su vez presentan también mayores tasas homicidas.
DÉCIMA TERCERA. Los hombres y jóvenes son los sectores homicidas
más numerosos en la Ciudad de México. Por medio de riñas, asuntos pasionales y
su resistencia a ser asaltado, manifiestan su agresividad delictiva dolosa. De la
128
misma manera, también se resalta que las fiestas familiares y en días festivos son
un caldo de cultivo favorable para los homicidios dolosos. A diferencia de otros
delitos más frecuentes, como el robo, el capitalino prefiere matarse en esos días.
DÉCIMA CUARTA: Con relación a la penología del homicidio doloso en la
Ciudad de México, el castigo penal más frecuente es la prisión y la condena, en
términos generales, es de periodos de tiempo muy largos. Aunque en promedio
los hombres son condenados a 18 años de cárcel y las mujeres a más de 23, hay
muchos homicidas cuyas condenas sobrepasan incluso el promedio de vida de
cualquier persona.
DÉCIMA QUINTA: En una muestra de ciertos homicidas relevantes ante la
opinión pública y los medios, sale a relucir que las condenas a ellos son
extraordinariamente severas, pues prácticamente se les asignan cadenas
perpetuas, principalmente porque al delito de homicidio calificado doloso se le
agregan otros delitos conexos, de similar gravedad (secuestro, violación, asaltos a
mano armada, etc.)
DÉCIMA SEXTA: El sistema penitenciario del Distrito Federal es, como el
del resto del país, totalmente inoperante para lograr una verdadera readaptación
social de los delincuentes, sean del delito que sea, pues están organizados más
para reprimir y castigar que para resocializar, como lo mandata el artículo 18
Constitucional. De ahí que se deben establecer alternativas para lograr dicho
propósito, aspecto que deberá trabajarse en el futuro.

129
PROPUESTA

Elaborar una propuesta puede ser sencillo y complicado a la vez. Sencillo


porque podría plantearse algo muy general sin importar realmente su real
posibilidad. Y complicado porque debe proponerse algo que tenga una sólida base
jurídica y al mismo tiempo que sea factible realizarlo, aunque en términos políticos
enfrente serias reticencias.
Y con esto último quiero decir que detrás del sistema penitenciario y de la
procuración de la justicia hay muchos intereses políticos y económicos que
difícilmente harían posible cualquier cambio relevante, pues pareciera que así
como están funcionando las cosas hay muchos intereses beneficiados, dado que
no se hace realmente algo por cambiar.
El principal punto de una propuesta sería cambiar radicalmente el sistema
retributivo de las penas. No le sirve de nada al sistema social la existencia de
pesados y costosos sistemas penitenciarios hechos más para cobijar la corrupción
que para la real y completa resocialización o reinserción del delincuente al mundo
social.
No se plantea que las prisiones desaparezcan por completo. No sería
posible ni tampoco conveniente, porque hay individuos que realmente tienen que
estar confinados por su alto grado de peligrosidad (violadores compulsivos,
abusadores infantiles, asesinos seriales), sino que se transformen realmente en
centros de trabajo y reeducadores.
Tendría que replantearse el concepto de “libertad de empleo”, por ejemplo.
Así, a un delincuente condenado por homicidio doloso, se le debe obligar a
trabajar y a pagar obligatoriamente lo que se conoce como “reparación de daño”.
Hacerle una merma a su patrimonio sería más conveniente que una condena de
algunos años en prisión en donde prácticamente todos los ciudadanos contribuyen
a mantenerlo y alimentarlo por varios años, a pesar del daño que cometió.
El trabajo en prisión debe aparecer no como una posibilidad voluntaria de
hacerlo, sino que tiene que ser obligatorio y formar parte de su condena. Quizá
supondría el peligro de convertirse en una especie de esclavitud. Como en el
130
pasado, cuando se cometieron muchas injusticias con el trabajo forzado. Pero
aquí es donde deben entrar los aspectos garantistas y de defensa de los derechos
humanos.
Habría que pensar realmente en qué favorece que los índices de
delincuencia en general se mantengan altos o se incrementen, en lugar de
reducirse. Es evidente que la estructura socio económica es la principal variable a
modificarse si realmente se quiere disminuir la delincuencia. Más escuelas y
plazas de trabajo y mucho menos presupuesto a policías y armamento, llevarían a
la baja esas tasas delictivas.
Pero también contribuye en gran medida, no sólo la impunidad imperante,
sino el hecho mismo de que la retribución es literalmente débil y la amenaza de
prisión no pesa mucho que digamos en el ánimo del delincuente para disuadirlo de
lo que hace. Un potencial delincuente pensaría, primero, en las escasas
posibilidades de que lo atrapen; luego, si lo detienen, la también poca probabilidad
de que lo juzguen y condenen, dadas las amplias perspectivas de corrupción
imperantes que intervendrían antes de que eso pase.
Y, finalmente, también las pocas posibilidades de que realmente la prisión
represente algo insalvable, sobre todo si se cuenta con algunos recursos y no está
de más señalar que ahí hay, cuando menos, comida y atención médica.
Es evidente que si en la prisión hubiera una verdadera obligación de
trabajar y de pagar lo relativo a la reparación e indemnización del daño, habría
menos homicidas y delincuentes en general.
Jurídicamente, tendría que ampliarse lo relativo a la reparación del daño,
algo ya incluido en la legislación, y agregarle lo relativo a lo que llamaremos
indemnización, que no nada más sería reparar el daño causado, sino ampliarlo a
la imposición de un castigo pecuniario por medio del trabajo realizado en la
misma prisión.
En el Código Penal tendría que incluirse, en lo que respecta al
señalamiento de la pena en términos de años de prisión, el margen o rango del
castigo por concepto de indemnización, planteado en términos de días de trabajo
y/o de ciertas cantidades. Y el juez tendrá que tomar en cuenta tanto la situación
131
económica de la víctima y los daños causados a dependientes u ofendidos, como
la propia del sujeto activo.
Tendría que plantearse el embargo de sus propiedades, cuentas, etc., para
garantizar los pagos correspondientes. Pero el centro penitenciario sí debe de ser
considerado como un verdadero ente económico productivo y el interno como un
trabajador con lo que ello represente.
Los cambios a la legislación respectiva tendrían que ser en los términos
siguientes:

 En primer término, cambios Constitucionales. El artículo 5 no tendría


que ser modificado, pues ahí se establece claramente que “nadie
podrá ser obligado a prestar servicios personales sin la justa
retribución y sin su pleno consentimiento, salvo el trabajo impuesto
como pena por la autoridad judicial”. Pero sí el artículo 18, en donde
se agregaría un postulado como el siguiente:
“El sistema penitenciario se organizará con la base del trabajo
obligatorio que como pena haya establecido la autoridad
judicial y se ajustará a lo ordenado en el artículo 123”.

 De la misma manera, en el artículo 22 se debe ampliar el segundo


párrafo y decir:

“No se considerará confiscación la aplicación de bienes de una


persona cuando sea decretada para el pago de multas o
impuestos, ni cuando la decrete una autoridad judicial para el
pago de responsabilidad civil y/o penal derivada de la comisión
de un delito, de la reparación del daño y de la indemnización
correspondiente que decrete en su condena la autoridad
judicial”.

 En el Código Penal del Distrito Federal, en su artículo 70, se le


agregaría un párrafo que especificara:

En el caso de los delitos calificados dolosos, la pena de prisión


incluye también la obligación de realizar el trabajo penitenciario
respectivo. Cuando se trate de homicidios dolosos la pena incluirá
además el pago de la indemnización a los deudos u ofendidos.

132
 En los respectivos artículos del Código Penal que establecen las
penas a los diversos tipos de homicidios calificados dolosos, se
deberán puntualizar los rangos para el pago de las indemnizaciones
correspondientes.
 De la misma manera, en la Ley de Ejecución de Sanciones Penales
del Distrito Federal se deben hacer las adecuaciones
correspondientes para establecer la obligatoriedad del trabajo en las
penitenciarías y reclusorios.

Finalmente, es necesario reflexionar más acerca de la delincuencia en


general y del homicidio en particular en lo que se refiere a las medidas de
prevención, más que de retribución, aspecto muy difícil debido a toda la maraña
de intereses políticos y económicos en juego. Es prácticamente lo mismo que
sucede con el narcotráfico, pues la mayoría de los gobiernos se niegan a legalizar
la droga y siguen invirtiendo enormes cantidades de recursos en una lucha
totalmente inútil y sangrienta, pero que indudablemente produce ganancias a
ciertos grupos muy poderosos.
Obviamente no se plantea que se legalice el homicidio. Siempre se tiene
que castigar su realización, pero si los esfuerzos se dedicaran primordialmente a
educación, seguridad social y desarrollo socioeconómico, los delitos forzosamente
tenderían a bajar. Quizá nunca desaparezcan por completo, pues la misma
naturaleza humana lo tiene implícito, dados los valores materiales predominantes.
E incluso, la misma característica homicida del ser humano posiblemente nunca
desaparezca por completo, pero evidentemente con una mejor educación, salud y
empleos, por ejemplo, la gente tendría cada vez menos razones para matar a un
semejante. Y si lo hace, pues un mejor y más eficiente castigo sería afectarle sus
intereses patrimoniales, además de hacerlo trabajar forzosamente.
Estas medidas tendrían quizá mucho mayor efecto disuasivo que las penas
convencionales. Pero desafortunadamente el homicidio doloso difícilmente
desaparecerá; habría que contentarse con disminuirlo, y eso, creo firmemente que
sí es posible.
133
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HEMEROGRAFÍA

1. EL ECONOMISTA. Jorge Nacer Gobera. Presidente y Director General,


México, D.F. www.eleconomista.com.mx
2. EL SOL DE MÉXICO. Mario Vázquez Raña, Director General, editado
por Organización Editorial Mexicana, México,
http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/
3. EL UNIVERSAL. Juan Francisco Ealy Ortiz, Presidente Ejecutivo y del
Consejo de Administración, Editado por Compañía Periodística
Nacional, México, D.F., www.eluniversal.com.mx
4. LA JORNADA. Carmen Lira Saade, Directora General y Carlos Payán
Velver, Director Fundador, Editado por DEMOS, Desarrollo de Medios,
S.A. de C.V., México, D.F., www.jornada.unam.mx
5. NOTIMEX. Agencia de noticias del Estado Mexicano.
www.notimex.com.mx
6. REFORMA. Alejandro Junco de la Vega Elizondo, Director, México,
D.F., www.reforma.com

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