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LA ÉTICA Y LA ÉTICA PÚBLICA

Conference Paper · January 2013

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Juan Huaylupo
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LA ÉTICA Y LA ÉTICA PÚBLICA

Juan Huaylupo Alcázar1

RESUMEN

La ética es una expresión muy usada en el presente, ante los crecientes y


generalizados procesos de corrupción, violencia y transgresiones a los derechos de las
personas, organizaciones y pueblos. Los acontecimientos del presente, que privatizan
los beneficios y socializan la crisis, han contribuido a la evocación permanente de la
ética en múltiples escenarios en la sociedad contemporánea. La ética no ha sido
objeto de crítica en los siglos de existencia, por el contrario, se tiene la convicción que
ella, al ser practicada puede resolver todos los problemas que emanan de una
sociedad individualista, desigual y excluyente.
El presente trabajo, como una blasfemia, explora y critica la visión universal de lo
bueno, pertinente y valioso que se le atribuye, para sustentar que sólo es aparente
la significación idéntica, para interpretarla como plural y diversa según la
multiplicidad de la organicidad social en las sociedades heterogéneas. Asimismo, se
hace una reflexión de lo público para aproximarse al conocimiento de los implícitos
de una concepción sobre la ética pública.

LA ÉTICA Y LAS RELACIONES SOCIALES

Es una consideración generalizada el evocar la inexistencia de ética cuando existen


conductas improcedentes socialmente o procesos que violentan los derechos individuales y
sociales. Sin embargo, la ética no es la causante de tales prácticas, dado que, ningún
fenómeno simple o complejo, puede ser originado por una determinación inexistente. El
conocimiento de lo real, sólo puede ser evidenciado, comprendido o explicado en la
interacción causal peculiar de factores existentes. Pero, esta consideración hace referencia
indirecta que lo ético, es el respeto a pautas de comportamiento y actuación establecidas
por una colectividad en interacción cotidiana. La ética en esta sentido, contribuye a la
regularidad de las relaciones sociales, como un saber que nos instruye y condiciona la
actuación individual ante los otros2.

1
Catedrático en Administración Pública. Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica.
El presente ensayo es producto ampliado de una Conferencia efectuada en la Facultad de Ciencias
Económicas el 25 de abril del 2012.
2
Es una especulación imaginar una sociedad pre-ética, en un mundo sin normas, donde lo regular fuera el
dominio por la fuerza en una lucha infinita de todos contra todos, como imagino Hobbes. En esa ilusión la
sociedad, la socialidad y el propio ser humano seria inexistente. Asimismo, es persistente la idea reductiva e
individualista de interpretar la historia y la sociedad, así como, la ética, la cultura o todo fenómeno social,
como originadas por individuos que tienen la capacidad de influir sobre los demás y gestar procesos sociales.
La ética y la ética pública

Las relaciones cotidianas o los patrones de interacción social son constructos gestados a
través de los tiempos por los grupos y pueblos, en condiciones particulares. Las pautas de
valores y conductas de los individuos en las organizaciones sociales, o la ética, tienen raíces
históricas y culturales, las cuales modelan las relaciones de los individuos. Se podría
afirmar, que la ética es la forma concreta como se manifiesta la historia, cultura e
identidad común de una colectividad. Esto es, la calificación de ético o antiético no es
arbitraria, ni puede ser definida individualizadamente, responde a valores y prácticas
validadas socialmente por la historia y cultura de un grupo o pueblo particular. La ética
no está conformada por comportamientos mecánicos ni son formas sin contenidos,
susceptible de imitar y reproducir, posee contenidos particulares que se manifiestan con
formas en apariencia similares a otras, aunque con contenidos y significaciones que son
específicos. De tal manera, la ética constituye un modo que propicia y contribuye a la
comunicación y acción de las personas en sus comunidades.

La validación universal de lo ético, es un equívoco, o es una manifestación intencionada


de imposición de valores y prácticas de una sociedad sobre otras, lo cual se aleja de toda
consideración ética, para convertirse en un proceso de dominación que pretende erradicar
toda referencia a un pasado, historia y cultura de los pueblos, para validar la posición del
invasor o dominador. Las prácticas de los colonizadores que imponían patrones de
comportamiento a los colonizados, no eran prácticas éticas, dado que se exigía
comportamientos que eran ajenos y extraños a las poblaciones, mientras que se
irrespetaban los propios. La dominación es el ejercicio de un poder autoritario que
transgrede a toda ética.

La convivencia entre individuos y sociedades, supone el respeto de las distintas


cosmovisiones y comportamientos de las colectividades orgánicas, creer que sólo los
valores de una sociedad o cultura deben prevalecer sobre otros, ha sido una infame
práctica que violenta la ética propia y ajena, para ser de modo descarnado de
autoritarismo de toda naturaleza en el mundo. La dominación o la autocracia, niega
todo poder que emane de la sociedad, de toda decisión y voluntad colectiva, luego no
respeta ninguna moral que emane de la colectividad de organizaciones o pueblos.

La ética en los regímenes esclavistas y feudales era la asociación de principios y valores


directamente relacionados con poderes autocráticos, no requerían de una validación
social, más allá de la clase en el poder, pero eran facultades encubiertas de una aura de
aparente justicia imparcial amparada por la incuestionable presencia de algún Dios que

2
Juan Huaylupo Alcázar

designaba lo bueno y castigaba lo malo. Lo divino, el poder y la ética conforman una


inseparablemente unidad dominante en aquellas sociedades. La conmoción social por las
revoluciones burguesas transformaron esa triada, para hacer social y terrenal, el poder, la
política y la ética. La sociedad ya no era, un constructo divino de reyes y aristócratas, ni la
ética representaba la imparcialidad de una justicia divina. Sin embargo, las religiones a
través de los tiempos, buscan incidir sobre el comportamiento de los individuos y
sociedades, porque asume representar a incuestionables dioses de lo bueno 3. Lo sagrado y
ético para los poderes autoritarios, es un ideal para lograr sumisas obediencias, quizás por
ello, no es extraña ni esta alejada, su asociación con intencionalidades autoritarias de
algunos Estados. Así, la ética como religión, será la expresión política de viejos regímenes
autoritarios e individualistas en el presente globalizado.

El prejuicio o creencia de valores universales que se expresan del mismo modo, como suele
atribuírsele a la ética, se ha convertido en una posición que no admite reflexión ni
requiere evidencia alguna, como un mito o un dogma incuestionable. De este modo, la
ética se convierte en un régimen inexplicable, que sin razonamiento alguno se impone a
la actuación concreta de los individuos en cualquier tiempo y espacio. Esa concepción, es
la negación de valores y comportamientos acordes con la voluntad, conciencia y
dinamismos de las poblaciones, para convertirse en una cárcel que se impone a los
individuos como una dominación, encubierta como única y mejor forma de actuación
individual y colectiva.

La ética como un conjunto de valores, creencias y tradiciones, modela cotidianamente los


comportamientos individuales en una colectividad determinada. Sin embargo, la ética no
es individual, el patrón de comportamiento ético seguido y respetado por muchos, es una
construcción inédita a través del tiempo de cada colectividad. Así, es parte integral de la
cosmovisión creada por la imaginación, experiencias y dilemas de los pueblos. No es un
patrón impuesto ni una formalización reglamentaria o estatutaria, ajena a la
cotidianidad e historicidad de las poblaciones. Las creencias y prácticas ideológicas, míticas
o políticas en la historia de los pueblos, han construido inextricablemente una ética. Se
podría afirmar, que es una fuente que otorga sentido, consistencia y personalidad a los
sujetos y colectividades. Cuando la actuación de las personas es aceptada en razón de
nuestras creencias, es una muestra de una comunidad que comparte valores, actitudes,

3
Inmanuel Kant (2005) destacaba que la mayor elaboración de los principios éticos guardan
correspondencia con las exigencias de las religiones, a lo que se podría agregar, la universalidad y rigidez de
dichos postulados.

3
La ética y la ética pública

experiencias y un futuro común. Sin embargo, no es posible esperar que las cosmovisiones,
valores y acciones puedan ser comprendidas y aceptadas por cualquier individuo,
comunidad o cultura 4 . Es un mito el creer que la ética es neutral, valida todas las
colectividades en todos los tiempos. La universalidad de las creencias es la negación de la
particularidad de las culturas, de la diversidad y pluralidad de realidades, pensamientos e
ilusiones, así como, es la anulación de la libertad de imaginar destinos diferentes para las
sociedades. La inmutabilidad de la ética y las sociedades es una fantasía de un mundo
estático y mecánico. La ética forma parte de una concepción de mundo, integrada a la
vida cotidiana y devenir de cada organicidad social, no es independiente ni
determinadora de la sociedad.

Todo irrespeto o transgresión a las pautas éticas establecidas socialmente, son censurables
y condenables por un orden o poder establecido. La ética en todos los tiempos, ha
actuado decisivamente en la conservación o defensa de prácticas arraigadas socialmente,
como un modo de reproducir a una colectividad determinada, luego supone e implica
poder. La sanción o castigo a quienes violan un orden establecido, es social y en muchos
casos también jurídica. Las pautas éticas no son naturales, espontáneas ni son inventos de
dioses o autócratas, son constructos sociales respetados para la continuidad de un sistema
de valores y comportamientos compartidos. La validación social de la ética también
justifica y garantiza la reproducción del sistema originario, así como, supone e implica
poderes establecidos. La ética no es neutra ni imparcial, se nutre del sistema, así como le
es útil y necesaria, como lo evidenciaba Aristóteles (1959), al justificar la imposibilidad de
autodeterminación a los esclavos.

El asociar la ética con lo bueno, correcto y lo aceptado socialmente, ha permitido


asociarla con la justicia (MacIntyre, 1991) y la legalidad, sin embargo, la normatividad
jurídica no necesariamente se corresponden. La ética podrá ser formalizada, aunque para
su respeto y validación no requiere de leyes, como tampoco ellas hacen referencia directa
con las conductas éticas ni con la justicia requeridas por la pluralidad social en sus
contextos. La distancia de separación entre la ética y la justicia se hace abismal, ante una
formalización jurídica resultado de componendas, negociaciones cupulares o chantajes,
que privatizan el bienestar y castigan a los trabajadores o cuando se aprecia que los

4
La ética o el patrón de comportamiento en contextos sociales determinados, conformaron las bases para
los deberes y derechos de los individuos, los cuales no eran universales ni nacionales, pero al formalizarse y
perennizarse en normas jurídicas rígidas, se autonomizaron de su origen para depender de los imperios de
gobiernos y de negociaciones entre legisladores, que violentan la historicidad, organicidad y ética
ciudadana.

4
Juan Huaylupo Alcázar

castigados y condenados en las cárceles son los pobres y excluidos de la sociedad. Los
Estados y su aparato institucional no es neutro, como tampoco lo son las leyes ni el modo
de hacerlas cumplir. Así, es posible afirmar que no es ético ni justo el sistema y poder que
arrebata libertad, democracia y organicidad a la heterogeneidad social.

“Ningún juez puede condenar aplicando rigurosamente la ley sin un poco de


remordimiento y de mala conciencia, es decir, sin ese fondo de humanidad (nunca
agotable en la definición del derecho positivo) y sin el cual toda justicia pasa de ser pura y
simple barbarie.” (Vattimo, 2012: 11).

La legalidad que supone e implica poder, ha generado ilegitimidad, ha provocado la


penalización de los excluidos, de los que no tienen voz. La legalidad no se relaciona con lo
moral en el presente, sino con la perpetuación de poderes exclusivos y excluyentes, que
violentan pensamientos, comportamientos y valores que emanan de la historia, cultura y
vida de la diversidad social.

La ética hace referencia a una colectividad social, no es individual, en todos los casos, es
una construcción histórica, como una condición para la convivencia y la vida en sociedad.
Las culturas suponen e implican principios éticos, implícitos o explícitos. Las prácticas
individuales que respetan los valores de la comunidad y cultura, también la representan.
La manifestación ética se presenta como individual y operativa en las relaciones
cotidianas, pero su origen y respeto son de una comunidad. La historicidad de los pueblos,
la cultura, la identidad social constituyen las bases de toda ética, sin las cuales no existe, es
subyacente a toda actuación de los individuos en sociedad.

La ética da consistencia a las relaciones entre las personas, a la vez que coadyuva a la
identidad orgánica y posibilita la socialidad en sus relaciones. Toda ética es colectiva y en
ese sentido pública, en tanto que es una construcción colectiva y porque es común a una
población, no al universo social, sino a una colectividad integrada 5. De este modo, la ética
no es resultado de decisiones autocráticas o de otros con pretensión mesiánica, que
imponen prácticas caprichosas y arbitrarias, distintas o contrarias a las arraigadas histórica
y culturalmente por los pueblos. El que se imponga formas particulares de actuación a las
poblaciones, no se relaciona con la ética, ellas son formas violentas de dominación a las
poblaciones, a quienes se les ha privado de la libertad de actuación en correspondencia

5
El contexto liberal contemporáneo se ha difundido la idea de una ética privada, en contraste con una
ética pública, pero apreciando lo privado como manifestación del interés individualizado y empresarial, no
de una colectividad. Lo ético trasciende la visión y práctica individualista, imaginar que el interés y devenir
privado sea el de todos, es suponer relaciones históricas y culturales estandarizadas o robotizadas, lo cual es
absurdo e inexistente. La determinación individualista de lo social, es antitético con respecto de la ética,
porque irrespeta los valores creados y validados por cada comunidad particular.

5
La ética y la ética pública

con sus formas de vida. La coacción, represión y el miedo provocada por dogmas y tiranos
contra los valores, las actitudes y comportamientos de las poblaciones, para imponer
comportamientos a favor del dominio, no crea ética alguna, por el contrario la niega y la
destruye, como a los patrones de vida de las poblaciones.

Las rupturas sociales son críticas a la ética, al orden jurídico y poderes establecidos.
Revertir las prácticas dominantes ha implicado la destrucción sus cosmovisiones, para
reivindicar proyectos de vida, cultura y ética de los pueblos (Dussel, 1998). En democracia,
no existe homogeneidad ética, sino diversidad y respeto a los patrones culturales de la
heterogeneidad social y orgánica.

El irrespeto a los valores y pautas establecidas por parte de individuos, ha originado en


todos los tiempos, sanciones de diversa naturaleza, según la valoración de la gravedad de
la violación y la naturaleza de las organizaciones y sociedades, así como ha derivado en
ingobernalidad o ilegitimidad a gobernantes autocráticos.

El pensamiento liberal del presente al privilegiar lo privado y lo individual, también ha


destacado la existencia de una ética privada, la cual paradójicamente, es tan privada
como las condiciones sociales en las cuales surgió. Sin embargo, una moral privada que no
obedezca a patrones sociales, históricos o culturales, supone la atomización social de lo
individual, que no implica respeto ni reconocimiento moral a los otros ni de los otros. No
existe moralidad que pretenda ser sólo reguladora del comportamiento de un individuo,
como tampoco podrá existir una ética individual ni privada, menos aun, que avasalle
intereses, valores y normas colectivas y públicas. Es un absurdo imaginar la sociedad como
una masa amorfa, sin organicidad, regulación ni orden social, así como, carente de
democracia y poder social. El proyecto individualista y liberal es una propuesta contraria
a toda ética, es una guerra contra la sociedad, de polarización extrema y de dictadura
global6.

“La voluntad libre se mueve en un vacío; queda desvinculada de los lazos sociales, que son
lo que da su sentido a la vida ética. A la noción atomista de una persona que es
presentada como propietaria de sí misma, le corresponde una noción contractualista de
sociedad, que niega a un contexto vital que ha sido reducido al cálculo y al interés propio
toda cualidad moral a él inmanente:
«Para que una sociedad sea una comunidad en sentido fuerte, la comunidad debe ser
constitutiva para las autocomprensiones compartidas de los participantes y estar
encarnada en sus avenencias institucionales, sin que si limite a ser meramente un atributo

6
La destrucción privada y empresarial ha llevado a Adela Cortina (2010) a sustentar una controversial
afirmación: la existencia de una ética sin moral.

6
Juan Huaylupo Alcázar

de los planes de vida de ciertos participantes.»” (Sandel, 1983: 173. Tomado de Habermas,
2000: 92).

“En cambio, tan pronto partamos del concepto de individuo de suyo socializado y veamos
el punto de vista moral situado germinalmente en la estructura de reconocimiento
recíproco de los sujetos que actúan comunicativamente, la moral privada y la justicia
pública, ya no se distinguirán en el plano de los principios, sino solamente en lo que
respecta al grado de organización y a la mediación institucional de las interacciones.
Resultará claro entonces que las personas están moralmente obligadas como individuos
que se respetan entre sí de la misma manera que lo están como miembros de una
comunidad que realiza objetivos colectivos.” (Habermas, 2000: 173).

Una posición de esta naturaleza sólo admitirá el imperio individual sobre los demás, sin
moral ni ley. La fantasía liberal niega la existencia y condición de toda moral, además de
no aceptar el condicionamiento ni reconocimiento de una comunidad de vida e intereses
ni Estado, más allá de la individualización en la vida social.

Las visiones que sobreponderan lo privado sobre el interés público, es la manifestación del
individualismo posesivo imperante, lo cual es antiético hacia una colectividad que es
condenada a la exclusión, pobreza y explotación contra clases subalternas. La
globalización de los consorcios y negocios privados que alteran y destruyen la historicidad,
cultura y la ética, son formas perversas, similar a los procesos bélicos, que no solo asesinan
y destruyen la infraestructura física, económica y militar, también desfalcan las bases
orgánicas y superestructurales (ideológicas, jurídicas, subjetivas y éticas) de los supuestos
adversarios. La confrontación de clases es también enfrentamiento ético, pero no es
equivalente a la imposición de propietarios globales, que también se enfrentan entre ellos
por el dominio y control absoluto del planeta.

La ética es multiforme como lo son las identidades sociales, en un contexto plural,


heterogéneo y desigual. Lo pertinente en determinados grupos, es impertinente o
indiferentes en otros, así como no es posible la identidad social ni ética entre clases o
grupos sociales antagónicos. Los franceses no tienen comportamientos sociales similares a
los norteamericanos, ni estos a los peruanos u otras culturas. La diversidad social guarda
correspondencia con la pluralidad ética, su dinamismo guarda correspondencia con la
constitución y devenir de las organizaciones de la que forma parte. La ética no es
uniforme ni universal, como tampoco existe sin tiempo ni espacio. La ética especulativa
tiene una orientación teleológica, fatalista o finalista, que implica relaciones dictatoriales
de aparente neutralidad y universalidad.

7
La ética y la ética pública

Es una regularidad apreciar que las valoraciones éticas tienen distintas significaciones
entre las poblaciones, como distintos son los momentos sociales que las crean. En toda
sociedad, no se acepta como ético, el que se irrespete la propiedad, tradiciones y derechos,
como tampoco, los transgresores admitirán como correcto, ni ético, el que sean asaltados y
violados sus intereses, derechos y pautas de conducta en sus grupos de referencia social.
Pero, ello no supone éticas comunes, el contexto de un sistema mundial que privilegia la
propiedad, no implica que todas las relaciones sociales sean determinadas por este único
factor, como tampoco homogeniza la ética. Asimismo, la diversidad de los patrones éticos
diferirá entre los partidos políticos, clases sociales, grupos de interés o grupos mafiosos, los
cuales tienen cosmovisiones, estilos de vida y horizontes de futuro distintos, contradictorios
o antagónicos. De tal modo, no existe ética sin comunidad, ella es inherente a la socialidad
de las personas, pero tampoco es posible la ética sin democracia.

LA FILOSOFÍA DE LA ÉTICA

El origen de la ética occidental, se encuentra en Grecia -aproximadamente en el siglo IV


a. C-, etimológicamente está asociada a la palabra ethos, cuya significación es «carácter»
o «modo de ser», consideración que hace referencia a las particularidades de
comportamiento individual que lo modela y lo diferencia de otros individuos. De este
modo era interpretado por Heráclito de Éfeso (540-470 a.C), quien sentenciaba que
“Ethos antropou daimon'” lo cual ha sido interpretado de modos diversos 7, predominando
la traducción: “el carácter es para el hombre su destino”. Desde esta aproximación, dada
por Heráclito, se aprecia la dimensión individualista, que como herencia griega (Jaeger,
2001), hoy se complementa y articula con el individualismo posesivo del sistema
predominante. El modo de ser individual no sólo es una postura indeterminada, es una
valoración y una actuación en razón de un interés explicito y particular, o dicho de otro
modo, es una actuación orientada según una valoración particular.

Pero la cosmovisión griega no es la única orientación etimológica e ideológica sobre la


ética, la palabra moral procede de la expresión latina mos, cuyo significado es similar al

7
Leonardo Boff (2007) interpreta la afirmación de Heráclito, “Ethos antropou daimon'” como «la
casa es el ángel protector del ser humano» que como una voz profética de cada individuo que “proveniente
de un ser superior”, que permite establecer un espacio de realización humana, como “… un pequeño lugar
sagrado…”. La significación de lo ético como el carácter o modo de ser apreciado, es una perspectiva que
guarda continuidad conceptual, porque diviniza las relaciones de concordia, bondad y felicidad, pero, las
delimita como no originarias del ser humano.

8
Juan Huaylupo Alcázar

griego, hace referencia al carácter y modo de ser de las personas, por ello tienen un uso
indistinto cotidianamente.

Sin embargo, en el quehacer filosófico a la ética es el estudio de la moral, esto es su


significación, comprensión o explicación de los comportamientos de las personas en
sociedad, aun cuando la discusión en torno de la ética, regularmente no está referida a
formas reflexivas o interpretativas del comportamiento de las personas, sino de las
conductas de las personas. Consideración que no resuelve la ambigüedad en el uso de las
expresiones de ética y moral8, lo que en parte se aprecia cuando Adolfo Sánchez Vázquez
afirma que las personas:

“… no sólo actúan moralmente…, sino que también reflexionan sobre el comportamiento


práctico, y lo hacen objeto de reflexión o de su pensamiento. Se pasa así del plano de
práctica moral al de la teoría moral; o también, de la moral efectiva, vivida, a la moral
reflexiva. Cuando se da este paso, que coincide con los albores del pensamiento filosófico,
estamos ya propiamente en la esfera de los problemas teórico-morales, o éticos” (Sánchez,
1999: 19).

Las reflexiones de la ética en el presente ensayo, giran en torno del sustento


epistemológico de las valoraciones que promueven prácticas concretas, lo cual no discrepa
de los conceptos diferenciadores entre moral y ética, lo cual nos permite comprender la
moral en relación con su significación social e interpretación de dicho proceso. La
implicancia entre ética y moral guardan correspondencia, dado que entre la actuación de
lo qué se hace y cómo se materializan las valoraciones de los individuos en contextos
sociales, sólo tienen significaciones analíticas cuando trascienden las práctica
individualistas, más allá de interpretaciones autorreferenciales. Sin embargo, es
contradictorio imaginar que el estudio de la moral, implique el cumplimiento de una serie
de enunciados que deban regular la moralidad, consideración que se aleja del quehacer
científico para asociarse a una ideología, pensamiento o normatividad que no admite
reflexión ni discusión alguna.

Revelar las significaciones e implícitos de las valoraciones morales de determinadas


comunidades, permiten no solo comprender el sustento epistemológico de las mismas, sino
que también desnudan la cosmovisión de las colectividades y sus implicancias históricas,
culturales e ideológicas, que las distingue de otras entidades sociales. En esa medida la
ética, la filosofía o en general las ciencias, han resultado subversivas ante discursos y

8
En el comunicación cotidiana la ética y moral suelen confundirse, mientras que la ética hace referencia a
un conocimiento o explicación del comportamiento social, la moral es la acción concreta. Adela Cortina
(1990) considera a la ética como un conocimiento que orienta a la acción o un saber práctico.

9
La ética y la ética pública

prácticas, porque evidencian, inconsistencias o permite descubrir intencionalidades


encubiertas en discursos o prácticas asumidas como incuestionables.

Esto es, la distinción teórica de la ética respecto de la moral, es importante para


comprender el comportamiento social, pero esa distinción no ha estado acompañada de
la superación de obsoletas concepciones mecanicistas y absolutas de la ciencia9 y la ética.
Así, la ética es vista como una doctrina que guía y orienta el quehacer cotidiano, con lo
cual se distorsiona el carácter explicativo o interpretativo de los fenómenos reales, para
convertir a la ética en una dimensión normativa o teleológica.

Afirmar que la ética es el estudio de la moral, para simultáneamente postular que es lo


bueno, sin duda confunde y homogeniza la ética con la moral y lo bueno, lo cual no es
ningún estudio ni comprensión de la moral de las colectividades, a la vez, vacía de
contenido a la ética, por su equivalente tautológico. La concepción de lo bueno como lo
ético, ha resultado funcional para el poder, que lo define y delimita10, pero es inconsistente
epistemológicamente, así como, es ambiguo y contradictorio en aplicaciones mediáticas y
en el uso intencionado de algunos gobiernos y personajes políticos.

La polisemia de la ética, se denota también desde su dimensión filosófica, dado que es


parte constitutiva de ella y porque su concepción está en directa relación con las diversas
escuelas de pensamiento filosófico. Las perspectivas kantiana, fenomenológica, axiológica,
tomista u otras, constituyen el ámbito de su interpretación y valoración. Las distintas
exégesis del mundo tienen una perspectiva crítica o asertiva, lo cual implica la adopción
de alguna valoración, dado que juzga un comportamiento o realidad en razón de una
interpretación y postura individual, pero no será moral ni ética, hasta en tanto, no se
corresponda con un sentimiento y una conducta colectiva.

9
La visión epistemológica formalista (Castells y De Ipola, 1983), asume una vieja concepción de la ciencia,
según la cual se establece la forma de hacer las cosas y obtener los resultados esperados, o la forma como
debe comportarse la realidad. Así, algunas disciplinas ponen un absoluto acento a las supuestas teorías para
controlar y manipular la realidad, tal el caso de las concepciones dominantes en la economía, la
administración, el derecho, la ética, entre otras. Por ello, Antonio Sacristán Colás (1990), afirma que las
aplicaciones tecnocráticas y mecanicistas de la “teoría” económica, con también las causantes de las crisis
económicas, como se evidencia contemporáneamente en las decisiones que se adoptan en la crisis
económica europea.
10
En la sociedad contemporánea lo ético, es objeto de manipulación desde el ejercicio estatal, así es
considerado como correcto y bueno, el abuso de la cantidad como criterio para la definición o delimitación
de lo que se debe hacer en una sociedad. Así, por ejemplo, las leyes o los aprobaciones legislativas
efectuados exclusivamente por el numero de partidarios o aliados, sin sustento en argumentos, reflexiones ni
estado del conocimiento, así como carentes o ignorantes de la historia, cultura o de las tradiciones, sin duda
no son prácticas éticas ni democráticas, son ejercicios tiránicos, encubiertas de una inconsistente y absurda
formalidad.

10
Juan Huaylupo Alcázar

Una ética concebida como lo bueno, equivalente a lo valioso, lo importante o lo que


debería ser, así como el correcto de vivir o hacer las cosas, valoración que tiene distintas
vertientes que se remontan desde el origen mismo de la expresión. La versión que guarda
continuidad con el pasado, pero de mayor incidencia en el presente, data del
planteamiento del filosofo británico George Edward Moore (1873-1958) que en Principia
Ethica (1954), publicado en el año 1903, que trata sobre “… los principios fundamentales
del razonamiento ético” (Moore, 1959: IX), donde establece que lo bueno es “… la cuestión
importante de toda la ética” (Moore, 1959: 5), concepción se repite de modo
incuestionable contemporáneamente.

G. E. Moore al indeterminar e indefinir lo bueno ha inventado una categoría vacía, sin


cualidad para ser impregnada ni ser esencial a ningún fenómeno, objeto o
comportamiento. Así, lo bueno y lo ético se convierten en expresiones mágicas,
fantasmagóricas y autorreferenciales. Las palabras, símbolos o signos que son medios de
comunicación entre personas, que expresan realidades, procesos, relaciones o sentimientos,
contrasta con lo analizado, donde lo bueno o lo ético podrán emplearse calificando el
comportamiento y actuaciones, sin fundamento ni evidencia alguna, pero validas por sí
mismas, las cuales además, deben ser aceptadas omnímodamente. Es tautológica la
afirmación que hace de la ética “… incluye todos los universales juicios que afirman la
relación de la bondad de cualquier tema, y por lo tanto incluye la casuística.” (Moore,
1959), lo cual permite enunciar como ético, cualquier intención, acción o conducta, que se
justifica por sí misma con la simple evocación de bondad. La manifestación tautológica y
autorreferencial de una ética, es una filosofía especulativa que invita a la veneración
mesiánica o dogmática de lo bueno o lo ético11.

La ética formalizada como es estudio de la moral o de manera más especifica como la


investigación general de lo bueno (Moore, 1959), no sería más que la identificación de
aquella conducta, comportamiento o ejercicio de virtudes que son inmanentemente
buenas. La delimitación tautológica de lo bueno por parte de la ética, también la
configura de modo circular. Algo es bueno porque es bueno 12 , como una cualidad

11
Al respecto convendría recordar la apreciación relacional de lo bueno que hace Shakespeare en la
tragedia Hamlet, cuando en un diálogo se afirma: “Nada hay bueno ni malo, si el pensamiento no lo hace
tal” (Shakespeare, s/f: 49), lo cual pone de manifiesto que las cualidades de bueno o malo, no son externas
sino internas a los sujetos que la valoran, lo cual es contrario a la concepción de bueno o malo, como
dimensiones absolutas e independientes de los individuos, grupos o sociedades.
12
“Lo que quise decir al afirmar que “bueno” denota una cualidad, es algo que creo poder decir con mucha
sencillez. Quería decir, simplemente, que la propiedad de ser valioso por sí mismo era una propiedad
intrínseca, no relacional: eso y nada más”. (Moore, 1959a: 97).

11
La ética y la ética pública

intrínseca e indefinible (Clotet, 2003), hace también a la ética autorreferencial, absoluta y


universal, sin articulación con conocimiento alguno ni proceso real. “La ética, en la medida
en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo
absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia.” (Wittgenstein,
1990: 43).

La permanente evocación de la ética, no es por su capacidad comprensiva ni normativa,


sino por una creencia, fe o concepción ideológica, que imagina que el mundo y las
relaciones sociales puedan ser regulados por prácticas que sean buenas, valiosas o
benéficas para todos. Ese mundo igualitario o estandarizado, es una utopía que ha
iluminado en distintos momentos de la historia movimientos políticos y religiosos, pero es
un universo imaginario. Conmover las estructuras de la desigualdad y la exclusión del
presente globalizado, o la construcción de nuevos, contrarios y radicales valores y
prácticas, será apocalíptica, según el cardenal italiano, Carlo María Martini (Eco y
Martini, 1997), pero ello no ocurre espontánea ni casualmente, tendrá que ser una
construcción social y orgánica. Sería también la construcción de una nueva ética o el fin
de ella, en un imaginario mundo igualitario, pero esa utopía no es el horizonte del
presente.

La acción humana no es arbitraria, obedece a intencionalidades e intenta obtener


determinados resultados, en condiciones sociales particulares, pero ello no necesariamente
es una actuación ética, si no responde a patrones de actuación culturales o irrespeta los de
otros13. La atribución autónoma de efectuar prácticas éticas indefinidas y asumidas como
implícitas, porque así lo dispone algún poder podrán ser legales, pero no constituyen
prácticas éticas.

Lo bueno, no está referido a las cosas, sino a la actuación humana, en relación con sus
referentes sociales o con los otros grupos o sociedades. La vida en sociedad para su
funcionamiento y reproducción, implica el respeto normas establecidas formalmente y de
aquellas que emanan del devenir colectivo, esto es, no todas las regulaciones del
comportamiento individual, son regulaciones éticas.

El imperio del individualismo, el razonamiento circular o tautológico, limita la posibilidad


de otorgarle sentido a un sentimiento, conducta y pensamiento común en cada espacio-

13
La ética no supone supremacía frente a otras valoraciones, no serán idénticas en contextos sociales
distintos, pero no implica que unos valores deben prevalecer sobre otros.

12
Juan Huaylupo Alcázar

tiempo social. Lo ético como lo bueno, es inconsistente por una pretendida universalidad y
por su autónoma absolutización de los procesos sociales del cual depende. Lo ético es
relacional y múltiple, no es un objeto, técnica ni procedimiento, como tampoco son leyes,
reglamentos, símbolos, signos o mensajes. Está relacionado con la intencionalidad y
percepción de una actuación, cuya significación trasciende al individuo.

Las interpretaciones relacionales de lo ético, en muchas ocasiones no están referidas


exclusivamente a valoraciones sobre el hacer, sino también al deber hacer, lo cual ha
derivado en la obligatoriedad de deberes formalizados, que ante cualquier
incumplimiento es considerado como una violación, no sólo a la norma establecida, sino
también a la ética. Sin embargo, las pautas éticas, establecidas histórica y culturalmente,
no están cosificadas jurídicamente, son dinámicas y peculiares, directamente referidas al
devenir de la organicidad social. Se podría afirmar, que en razón de la libertad de los
individuos, se podrán conformar formas de actuación, de ser y de carácter, en relación con
los momentos y valoraciones existentes. Así, la ética podría ser considerada como el
conocimiento de una valoración social para la acción. En tal sentido, la socialidad y
organicidad de los individuos, nos hace poseedores de una ética impregnada de culturales
e historia, así como de prejuicios y estereotipos particulares.

La normatividad jurídica no necesariamente representa la voluntad, la intencionalidad ni


los intereses de las comunidades sociales, menos aún en ámbitos políticos donde se han
impuesto tratados de libre comercio que privilegian a empresarios de una potencia
económica y militar, así como han obligado la aprobación de leyes que benefician a
intereses globalizados y privatizan la función estatal. La obligatoriedad del cumplimiento
de leyes indignas, son atentados contra la ética y la ciudadanía. El cumplimiento de
normas jurídicas, se han convertido en el presente globalizante, en imperativos
dictatoriales y contrarios a sus predicados.

Las rebeliones son intentos colectivos por reivindicar o conquistar prácticas, pensamientos
y aspiraciones, contra un sistema que lo limita o anula. Los vínculos del poder y la ética
establecidos, no son aliados a la deconstrucción de una ética que sustenta un sistema
político.

Los temas filosóficos en Occidente, han sido tratados por personalidades que la historia del
pensamiento reconoce, pero muchas de sus reflexiones no estaban directamente
relacionadas con la situación o preocupaciones existentes en la pluralidad social de sus

13
La ética y la ética pública

contextos. Los análisis de los filósofos racionalizaban la práctica política estatal a la vez
que trascendían la cotidianidad, para ser planteamientos universales, sin tiempo ni
espacio, así como desprovistos de toda vivencia común. La filosofía era una reflexión
individualizada vinculada con el ejercicio del poder, atributos que aun es posible de
apreciar.

La filosofía no siempre fue concebida como un constructo social, como la conciencia lúcida
y crítica de la situación y condición individual en una sociedad o época, como la concibe
Augusto Salazar Bondy (2006) y Ignacio Ellacuría (1976 y 1985), entre otros.

La concepción y aceptación de una filosofía desde la dominación, no sólo es una herencia


del pasado, cuyo influjo irradió y condicionó al mundo. Las cosmovisiones de otras
realidades políticas y sociales, así como de las clases subalternas fueron ignoradas, no
estaban presentes como protagonistas de pensamiento ni como sujetos sociales. El
pensamiento único o el individualismo metodológico, no han sido formas interpretativas
exclusivas del liberalismo contemporáneo, ellas forman parte intrínseca de una larga
historia filosófica occidental, donde los temas de reflexión rondaban horizontes ajenos a la
vida común del ciudadano, pero que eran autodefinidos como trascendentes. Así, la
reflexión filosófica de nuestra América, no fue auténtica, no respondía a los problemas
comunes y preocupaciones de nuestras realidades, revalorar el rico pensamiento filosófico
latinoamericano, es una tarea aun pendiente y con ella la identidad de nuestra América.

El otorgarle al pensamiento filosófico una condición social, histórica y cultural, no es


admisible en la universalidad a sus deducciones sobre los temas en apariencia
trascendentes a toda realidad. Sin embargo, la filosofía no subordina a los sujetos sociales
ni su historicidad. Esta filosofía de la filosofía, a decir de Dilthey (1954), permite
desmitificarla, particularmente en las consideraciones sobre la ética, a la vez que admite
su pluralidad.

SOBRE LA ETICA PÚBLICA

La ética pública ha sido y es apreciada como un asunto estatal, sin embargo las
diferencias sociales y políticas entre Estados, no permite hacer una generalización válida
para todos y en cualquier tiempo-espacio. La denominación a los Estados es común, aun
cuando todos son particulares, porque son producto de relaciones sociales y de poder
gestados históricamente, los atributos de los Estados no son generales ni comunes en

14
Juan Huaylupo Alcázar

cualquier contexto. El Estado como forma organizativa de la sociedad, su quehacer será


particular e inédita, como específica será su actuación moral.

La constitución social y política de los Estados es simultáneamente la conformación de un


sistema de derechos que el Estado debe amparar, respetar y reproducir. Sin embargo,
habría que reconocer, que no todos los entes estatales fueron creados por similares gestas
o acuerdos sociales nacionales, en muchos casos regímenes coloniales crearon Estados que
representaban los intereses del invasor en el espacio nacional. Los símbolos, creencias y
tradiciones, así como las formas organizativas fueron debilitados o erradicados por la
fuerza de las armas y la religión. La ética de esos Estados era inexistente, no sólo frente a
las sociedades que eran dominadas, también de transgredían los patrones de vida y
comportamiento de sus sociedades originarias.

La larga data individualista y pragmática en las sociedades occidentales, es continua en


razón del pasado griego, la cual se refuerza con las peculiaridades individualistas de la
globalización contemporánea. Así, adquire una dimensión ideológica sustantiva, que
como una atadura originaria, imposibilita desarraigarse de sus contradicciones, a pesar de
las múltiples evidencias de la socialidad de los pueblos y de los vaivenes de la democracia.

Creer que todos los individuos, organizaciones y sociedades puedan valorar las acciones y
pensamientos del mismo modo, es imaginar un mundo mecánico, inexistente en la
realidad fáctica, es una ideología del poder que busca perennizar el interés privado como
interés general o universal para todos. Es negarle la particularidad de las formas sociales
existentes en un mundo plural, desigual y dinámico. La imposición de patrones,
comportamientos y acciones ajenas y extrañas a las colectividades sociales, no son ni
tienen una connotación ética, puesto que no responden a las conductas, conciencias ni
concepciones de las poblaciones, pero actúan como un recurso necesario que justifican el
ejercicio de acciones en prejuicio de los dominados. Los nazis y todo régimen tiránico
justificó, con pretendidas verdades, actuaciones que son vergüenzas para las sociedades y
la humanidad.

Sin embargo, la concepción generalizada de la ética, no ha cambiado su valoración sobre


el comportamiento humano, lo cual es una evidencia de una interpretación necesaria en
una sociedad que requiere validar prácticas, consideradas adecuadas y pertinentes para
la reproducción de un sistema sobre las valoraciones de otros sistemas existentes, en un
mismo contexto social e histórico. Recurrir a la ética concebida como una conducta o

15
La ética y la ética pública

comportamiento bueno, independientemente de los actores involucrados en las acciones,


de la cultura, identidad y contexto social, trasciende a la ética para convertirla en un
recurso ideológico que valida las prácticas individualistas y universales del pasado, pero
útil y necesaria en un contexto privatizador y globalizante del presente. Es contradictorio
que el arcaísmo del pasado, sea funcional en el presente, sin duda, ello da cuenta de una
regresión social y política de la sociedad contemporánea.

El quehacer de los Estados ha sido y es distinto, no sólo por la diversidad de condiciones de


su origen, sino por el dinamismo de las relaciones sociales en cada contexto social de su
actuación. En ningún caso es posible evidenciar condiciones, prácticas y resultados
idénticos en la acción estatal en las sociedades, como tampoco lo han sido sus
representaciones sociales ni su actuación cotidiana. Sin embargo, son abundantes las
recomendaciones sobre las acciones de deben ejecutar y cómo deben hacerlo, esto es,
asumen que los problemas son idénticos como iguales serán sus soluciones. El finalismo y el
fatalismo están presentes en las bien intencionadas propuestas para la obtención de
buenos resultados. Se cree que es posible proponer y hacer acciones correctas, buenas o
éticas desde los Estados para las sociedades y los individuos, sin embargo, cuando esas
prácticas incrementan la iniquidad, la pobreza y la exclusión, se valoran como decisiones
correctas, pero con aplicaciones erradas, lo cual es una evocación contemporánea a la
tautología de Moore.

“Hay una sed de ética en América Latina. La opinión pública reclama en las encuestas y
por todos los canales posibles comportamientos éticos en los líderes de todas las áreas, y
que temas cruciales como el diseño de políticas económicas y sociales y la asignación de
recursos sean orientados con criterios éticos.” (Kliksberg, 2007: 20).

El otorgar a la ética la cualidad de transformar una sociedad excluyente, de modificar los


procesos de explotación de una acumulación de capital, que genera desigualdad e
iniquidad, sin duda es un sobredimensionamiento inviable, así como la creencia que son
los líderes, los que pueden crear políticas públicas benefactoras o buenas (Huaylupo,
2009; 2007). La epistemología individualista metodológica, en una noción generalizada
que hermana al liderazgo con la ética, en tal sentido, se reitera que para el actuar ético
estatal, o políticas públicas, se deben ejecutar correctamente los procesos diseñados
administrativa y técnicamente, para obtener los resultados esperados, los cuales en
muchos casos no son políticas ni públicas.

16
Juan Huaylupo Alcázar

La pretensión del hacer cosas buenas, ha incidido en los modos técnicos de diseñarlas,
ejecutarlas y evaluarlas, lo cual autonomiza las acciones de las circunstancias por la que
atraviesa una sociedad, su organicidad social, así como los anhelos ciudadanos.

Esta concepción tecnocrática de ética pública ignora la naturaleza social y política del
Estado, o la representación social de su poder, que incide directamente en la forma y
contenido de su intervención en la sociedad. Asimismo, imaginar que los Estados deban
efectuar actividades intrínsecamente buenas, niega la diversidad y pluralidad de las
formas políticas existentes en las sociedades, así como ignora la existencia de un sistema
integrado y contradictorio clasistamente.

La visión tecnocrática en las últimas décadas en América Latina, son una expresión del
pensamiento único, como único y excluyente es el interés privado que representa. Las
acciones liberales transformaron las sociedades, se perdió libertad, democracia,
organicidad y representación plural en el Estado, pero no como un producto y resultado
estandarizado, sino por el ejercicio de una representación privada. Lo correcto y bueno
para los empresarios globales, son verdaderos atentados contra los derechos ciudadanos y
la calidad de vida, así como son transgresiones contra la ética y lo público. Los proyectos y
aplicaciones estandarizados que desregulan la acción estatal en la sociedad, según los
ajustes estructurales, el Consenso de Washington, los tratados de libre comercio y los
procesos de privatización de la función pública14, han sido acciones contrarias a la ética,
porque violentaron la voluntad, intereses y aspiraciones ciudadanas y orgánicas de la
sociedad civil.

El respeto a los derechos ciudadanos, así como la democracia, lo público y nacional, es una
práctica ética del Estado. Lo público y lo nacional no es un invento de autocrático ni
abstracción inexistente, es una construcción ciudadana en interrelación plural y compleja.
Ignorar lo público y lo nacional, desde el poder estatal es una intencionalidad política y
clasista. Las imposiciones legales violan lo público y lo nacional, también lo hacen con los
patrones éticos existentes, afectando la reproducción de la sociedad, a la vez que
debilitan el poder estatal en su capacidad reguladora de la sociedad y particularmente
sobre los propietarios globales. El irrespeto a los valores arraigados históricamente, está
provocando formas autoritarias y corruptas en el ejercicio del poder estatal, así como

14
Las condiciones políticas liberales internacionales y nacionales, promovieron cambios desde las cúpulas del
poder político formal, para imponer tratados, leyes y acciones directamente vinculadas con los intereses
globales en los contextos nacionales, los cuales promovieron el crecimiento y la rentabilidad privada,
creando creciente desempleo, pobreza, exclusión y deterioro de los servicios públicos del Estado.

17
La ética y la ética pública

pérdida de identidad, creando disenso y dispersión en la voluntad ciudadana, y con ello


afectando sus capacidades de convocatoria, negociación, propositiva y de acción
colectiva, ante la destrucción de organizaciones sociales y populares.

La aparente explicación autorreferencial, de la ética y la actuación estatal, es una ilusión


individualista que desfigura la realidad para crear una ficción que privilegia
exclusivamente al individuo, como independiente y autónomo de la totalidad social y
contextual15.

El Estado en ningún caso determina lo público, lo común en la heterogeneidad social, es


un atributo y posibilidad de la organicidad de la sociedad. La sociedad capitalista
requirió, como forma constitutiva ideológica y política, el establecimiento de la igualdad
jurídica en la desigualdad social (Offé, 1982), como una condición necesaria para integrar
a todas las clases sociales en un único proceso económico y político. La pluralidad y
heterogeneidad social en igualdad jurídica ha posibilitado la diversidad y multiplicación
de organizaciones (Drucker, 1987), como un medio para lograr, defender, conservar o
ambicionar anhelos comunes, entre los entes orgánicos en un contexto societal. En la
interacción de la heterogeneidad organizativa, de una sociedad interdependiente y
desigual, se construye lo público, a la vez que conforma sociedad civil.

La determinación de la sociedad civil es vital para la actuación de un Estado, en una


sociedad desigual, en igualdad jurídica, pero plural e integrada, sin embargo, la
organicidad social, los derechos cívicos ni la democracia podrían ser garantizados sin la
actuación del Estado. Lo público se gesta desde la sociedad civil, así como la política, pero
no se podrían reproducir sin la intervención y capacidad estatal, para regular una
sociedad desigualdad y plural. Lo público asociado al quehacer estatal, es una
determinación de la sociedad civil, cuya correspondencia histórica se vincula con el Estado
Social o Benefactor, que no todas las sociedades lograron construir ni conservar.

Creer que lo público es el agregado de conciencias, valoraciones y acciones de individuos


indistintos, o como equivalente a la prestación de servicios ofrecidos a una población
indiferenciada, es una visión generalizada de solo aparente diferenciación con lo privado,
concebido como el resultado de una convicción e interés personal. De este modo, lo
15
Son múltiples las expresiones individualistas en el pensamiento y quehacer de lo público y lo ético, las
cuales reiteran, como atentados a la inteligencia, viejas y obsoletas posiciones, así Jeremy Bentham (1748-
1832) afirmaba: “… la comunidad es un cuerpo ficticio, compuesto de personas individuales que se
consideran, por decirlo así, como sus miembros. ¿Cuál es entonces el interés de la comunidad? Es la suma de
los intereses de los miembros individuales que la componen” (Bentham, 2000: 15)

18
Juan Huaylupo Alcázar

público queda reducido a un agregado despersonalizado de individuos, sin un estatuto


propio ni distinto a lo privado e individual (Pereyra, 1984; Kosik, 1991). Lo público reducido
a una sociedad de masas amorfo, heterogéneo, sin conciencia ni voluntad colectiva, es
una visión similar a la que sostenía Nietzsche (2006), que la consideraba como un
“rebaño”, “manada” o muchedumbre que se mueve y actúa por una voluntad de poder
del superhombre. Dimensión individualista es obsoleta, desde la epistemología, la ciencia
y la historia (Zemelman, 2005; Huaylupo, 2009). Lo público como la adición de
voluntades y acciones privadas, excluye a la colectividad valorada como una masa
ignorante, informe e indiferenciada16.

Lo absurdo de la tesis individualista de lo público, no impide que sea extensamente usada


en el propio ejercicio estatal, lo cual ha resultado funcional en el presente liberal, que
otorga a la intencionalidad privada el sobredimensionamiento de interés general de la
sociedad (Huaylupo, 2008; 1999; Iazetta, 2003).

A pesar de la superficialidad cuantitativa sobre lo público, es una valoración que tiene


una extendida aplicación, incluso en el ámbito teórico, se asume erradamente que toda
intervención estatal en la sociedad es política pública (Meny y Thoenig, 1992) e incluso que
se cree, que también es política pública el diseñar técnicamente acciones dirigidas a
grupos o la sociedad en su conjunto, independientemente de la orientación social de las
medidas adoptadas (Aguilar, 1993; Lindblom, 1991).

Las constantes referencias contemporáneas a la ética pública, tienen como implícito que
el Estado deberá hacer políticas públicas, entendiendo que son acciones benéficas a la
colectividad, las cuales por ser buenas, serán también éticas. Aún cuando, sean efectuadas
sin la participación ni decisión ciudadana, ni respetar las necesidades ni anhelos de las
poblaciones, porque se estima que son decisiones de carácter especializado y técnico que
las poblaciones ignoran, lo cual niega la concepción misma de política y de lo público
(Arent, 2008; Bauman, 2001; Mouffe, 1999).

El haber identificado al Estado de Bienestar con lo público, de ningún modo supone, que
dicha característica sea la de todo Estado. Asimismo, no podrá asociarse como público ni

16
Al respecto y como ejemplo de esta visión, Alfonso López Quintas, de la Real Academia Española de
Ciencias Morales y Políticas, afirma: “El hecho de crecer comunitariamente supera por elevación la
dicotomía de “público” y “privado”. Decimos que la vida familiar es algo privado respecto a la vida social,
que es para nosotros algo público. Ciertamente, cabe afirmar en este sentido que hay una esfera privada y
una pública. Pero no es menos cierto que la vida familiar es la proyección comunitaria de la vida privada
de los esposos y los hijos.” (López, s/f).

19
La ética y la ética pública

éticas las acciones que realizan los Estados, independientemente de su orientación social,
dado que sus intervenciones no son neutrales ni técnicas, son intervenciones
comprometidas socialmente. Todo Estado interviene en sus sociedades, pero no toda
intervención estatal es pública ni en cualquier espacio-tiempo social.

Asumir que el Estado debe hacer labor benéfica debido a los profundos desequilibrios
sociales existentes las cuales son debidos a carencias éticas en las prácticas sociales y
estatales (Kliksberg, 2007). Desde esta posición, el Estado es un actor externo a las
desigualdades sociales, que debe hacer buenas prácticas públicas, como una labor
caritativa, lo cual es una distorsión ideológica y una falsa conciencia estatal, porque lo
que ocurre en la sociedad excluyente, tiene en el Estado a un activo y comprometido
actor. La individualización y la pretendida universalidad de la ética, contribuyen a
validar un sistema que profundiza y recrea iniquidades sociales.

De ese modo, lo público y lo ético, queda reducido a procesos instrumentales o técnicos, a


la vez que los convierte en un asunto de buenas intensiones o filantropía social y estatal
hacia los pobres, considerados causantes de su propia condición e incapaces de solucionar
su problemática social17. Esta aparente buena acción abriga una consideración asistencial
peyorativa, hacia una colectividad que es apreciada como objeto de decisiones ajenas a
sus intereses, problemática y anhelos. Esas “buenas” decisiones y acciones omiten, ignoran
o desconocen los derechos ciudadanos de las poblaciones que están integrados en una
sociedad excluyente.

En esa posición, lo público es ajeno de los beneficiados y propio de los benefactores. Los
buenos son los realizadores de lo ético, mientras que los excluidos son objetos, sin
cualidades ni humanidad. De modo similar, Aristóteles (1993) sostenía que la democracia,
solo podría ser construidas y disfrutadas por aquellos por disponen de tiempo para
reflexionar, mientras que los otros, solo obedecen y trabajan, lo cual guarda
correspondencia con el pensamiento conservador republicano, en la campaña por la
presidencia de EE.UU., Mitt Romney, en Boca de Ratón, afirmó: “Mi trabajo no es
preocuparme por esa gente. Nunca lo voy a convencer de que deben hacerse
responsables en lo personal y velar por sus vidas.” (Tomado de: Krugman, 2012: 34A).

17
“La razón tecnocrática es chata y conservadora, pero el pensamiento utópico sin programas ha
demostrado ser impotente y, a veces, dañino.” (Lahera, 2002: 41).

20
Juan Huaylupo Alcázar

La apropiación privada de lo público, así como, la individualización de los logros, trabajos


y productividad de la colectividad, es la fuente de inequidad que ha validado el sistema
capitalista. La inmunidad e impunidad por la desigualdad de las relaciones sociales
complementarias, entre el capital y el trabajo, entre los beneficios privados y públicos, así
como en las desigualdades de género, nacionalidad, cultura, color de la piel, etc., pone de
manifiesto que se está frente a una problemática que no es casual ni excepcional, por el
contrario, constituye una regularidad, de un sistema que se sustenta en la reproducción de
inequidad y desigualdad, o dicho de otra manera de un contexto social, político, jurídico,
económico e ideológico que transgrede los derechos igualitarios de las personas. En tal
sentido, asombrarse, “poner grito en el cielo” o “rasgarse las vestiduras” por actuaciones
antiéticas, corruptas de gobiernos, empresarios y muchos otros, son expresiones cínicas en
unos o ingenuas en otros, pero son relaciones cotidianas de un sistema que crece y se
expande, en directa relación con las desigualdades que genera, como una práctica que le
es inherente y funcional más allá del espacio nacional, luego la transgresión a los derechos
individuales, sociales y nacionales, no es contradictoria ni marginal en el devenir del
sistema prevaleciente. Sin embargo, habría que señalar que ese proceso no fue siempre
creciente ni efectuado sin oposición, por las propias fuerzas y movimientos sociales y que
en muchas ocasiones los derechos fueron reivindicados y fortalecidos, como conquistados
otros, a pesar de leyes o formas de ejercerlas, pero también habría que indicar que la
iniquidad y la exclusión se han profundizado en algunos contextos, como se ha
concentrado y centralizado la riqueza mundial, en los tiempos de la crisis económica
contemporánea.

El privilegio a la individualización y la privatización del bienestar, ha agudizado los


procesos de corrupción en el ejercicio de la función estatal e incrementado la desigualdad
social y política en las poblaciones. La relativa autonomización del poder estatal de las
necesidades sociales y nacionales y su renuncia a regular las empresas globales, así como la
imposibilidad de garantizar el respeto de los derechos igualitarios y democráticos de la
ciudadanía, pone en evidencia la inexistencia de una ética pública y la convierten en una
ilusión fantasmagórica. No existe ética pública en la transgresión de los derechos
ciudadanos y el irrespeto del derecho de los pueblos a la democracia y la organicidad de
la pluralidad social.

Las ideologías como cárceles de larga duración, como afirmaba Braudel (1984),
constituyen ataduras autosuficientes, que polarizan la sociedad, donde los derechos

21
La ética y la ética pública

ciudadanos de los pobres y excluidos, desaparecen para ser sustituidos por actos de
caridad o asistencialismo gubernamental. Es un deber y responsabilidad ética estatal,
garantizar la calidad de vida de la población y la nacionalidad, así como es un derecho
cívico demandarlo y luchar por conquistarlo.

Lo público, como lo común a todos, no es una coincidencia fortuita de ideas, criterios o


acciones, no es un agregado amorfo de individualidades, por el contrario, expresa
identidad, situación, anhelos y memoria histórica de la heterogeneidad social y orgánica.
Lo público es inherente a la organicidad de las colectividades, no del Estado ni de la
burocracia internacional.

La relación entre lo público y lo privado no tiene que ser contradictorio o antagónico,


dado que lo público implica la interrelación de lo privado, así como lo privado supone la
existencia de un orden común o público que garantiza su existencia y reproducción. La
usurpación de lo público por lo privado, así como prácticas que en atribución de lo
colectivo se violentan derechos privados, son acciones transgresoras de todo derecho y
moral, promotoras de una real violencia y orden ilegitimo.

La ética y lo público tienen relación, hacen referencias de una colectividad unida por
vínculos históricos, afectivos, conductas y de un horizonte de vida de los individuos en
sociedad. Lo público es lo común, como comunes son las orientaciones y acciones éticas en
cada contexto orgánico.

La vida social otorga contenido a la ética y lo público, aspectos que a su vez deberán
guiar el quehacer estatal, en tanto que la conformación social del Estado, sea la
representación de la pluralidad social existente. Esto es, lo público no es atributo del
Estado, ni capricho de caducos autócratas, es la historia y cultura expresada en la
articulación, identidad y actuación orgánica de la sociedad.

Los Estados autoritarios que se han autonomizado de sus sociedades, por la fuerza de las
armas o por elecciones 18 , no están en capacidad de hacer políticas públicas ni actuar
éticamente.

18
Las elecciones legales se le ha otorgado el calificativo de democráticas, aun cuando la democracia
trasciende el acto instrumental de votar, por ello, es posible afirmar que los resultados electorales pueden ser
auténticos imperios privados sobre la colectividad pública y ética.

22
Juan Huaylupo Alcázar

La democracia, lo nacional ni lo ético puede ser garantizado en la globalización, sin la


acción de un Estado, ni los Estados modificarán sus prácticas privatizadoras e
individualizadoras, sin la voluntad, decisión ni participación ciudadana plural y orgánica.

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