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la pena de muerte es un síntoma de una cultura de violencia, no su solución.

Métodos de ejecución

• Decapitación
electrocución
• Ahorcamiento
• Inyección letal
• Armas de fuego

Ejecución de personas que eran menores de edad en el momento del delito

Hay países que siguen condenando a muerte y ejecutando a personas que eran menores de
18 años en el momento del delito, a pesar de que el derecho internacional de los derechos
humanos prohíbe la aplicación de la pena de muerte en tales casos. El número de esas
ejecuciones es reducido en comparación con el total de ejecuciones anuales registradas por
Amnistía Internacional,

pero su importancia va más allá de las cifras, y pone en cuestión el compromiso de los
Estados ejecutores de respetar el derecho internacional.

Desde 1990, Amnistía Internacional ha documentado en 10 países 145 ejecuciones de


personas que eran menores de edad en el momento del delito: Arabia Saudí, China, Estados
Unidos de América, Irán, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo, Sudán, Sudán
del Sur y Yemen.

Varios de estos países han cambiado ya sus leyes para excluir esta práctica. En Irán, las
ejecuciones de personas menores de edad en el momento del delito duplican con creces el
número la suma esas ejecuciones en los restantes nueve países. En el momento de redactar
el presente informe, esa cifra ascendía en Irán a al menos 97 ejecuciones desde 1990.

¿Dónde tienen lugar la mayoría de las ejecuciones?

En 2018, la mayoría de las ejecuciones de las que se tuvo noticia se produjeron en China,
Irán, Arabia Saudí, Vietnam e Irak, por ese orden.

China sigue siendo el mayor ejecutor del mundo, aunque se desconoce la verdadera magnitud
del empleo de la pena de muerte en ese país, ya que los datos correspondientes están
clasificados como secreto de Estado. En la cifra global de 2018 de al menos 690 ejecuciones,
no se incluyen los miles de ellas que, según se cree, tuvieron lugar en China.

Excluyendo a China, el 78% de las ejecuciones registradas se produjeron en sólo cuatro


países: Arabia Saudí, Irak, Irán y Vietnam.

Ejecuciones por año

En 2018, Amnistía Internacional registró, al menos, 690 ejecuciones repartidas en 20 países,


lo que supuso un descenso del 31% con respecto al año 2017, en el que se registraron, al
menos, 993 ejecuciones. Se trata del número más bajo de ejecuciones registradas por
Amnistía Internacional durante los últimos 10 años.
Condenas a muerte por año

Amnistía Internacional registró, al menos, 2.531 condenas a muerte nuevas en 54 países en


2018, lo que supuso un ligero descenso con respecto a las 2.591 de 2017. Se tenía constancia
de que al finalizar 2018 había en todo el mundo al menos 19.336 personas condenadas a
muerte.

Razones para abolir la pena de muerte.

Es irreversible y se cometen errores. La ejecución es la máxima pena y es irrevocable:


nunca se puede descartar el riesgo de ejecutar a personas inocentes. Por ejemplo, desde
1973 más de 160 personas condenadas a muerte en Estados Unidos fueron posteriormente
exoneradas o liberadas tras haberse demostrado su inocencia. Otras personas han sido
ejecutadas pese a la existencia de serias dudas sobre su culpabilidad.

No disuade contra el crimen. Los países que mantienen la pena de muerte suelen afirmar
que es una forma de disuasión contra la delincuencia. Sin embargo, esta postura ha sido
desacreditada en repetidas ocasiones; no hay pruebas que demuestren que sea más eficaz
que la cadena perpetua a la hora de reducir la delincuencia.

Suele emplearse en sistemas de justicia poco imparciales. En muchos de los casos


registrados por Amnistía Internacional, las ejecuciones se consumaron tras juicios
manifiestamente injustos, en los que se emplearon pruebas obtenidas bajo tortura y no se
facilitó asistencia letrada adecuada. En algunos países la pena de muerte es preceptiva para
determinados delitos, con lo que los jueces no pueden analizar las circunstancias del delito ni
las de la persona acusada antes de dictar condena.

Es discriminatoria. El grueso de la pena de muerte recae, de manera desproporcionada,


sobre personas de entornos socioeconómicos desfavorecidos o pertenecientes a minorías
raciales, étnicas o religiosas. Éstas tienen, por ejemplo, acceso limitado a representación legal
o se encuentran en situación de desventaja ante el sistema de justicia penal.

Se usa como herramienta política. Las autoridades de algunos países, como Irán y Sudán,
usan la pena de muerte para castigar a opositores políticos.

¿Qué hace Amnistía Internacional para lograr la abolición de la pena de


muerte?

Amnistía Internacional lleva 40 años haciendo campaña en todo el mundo por la abolición de
la pena de muerte.

Amnistía hace un seguimiento del uso que los Estados hacen de esta forma, la más extrema,
de castigo cruel, inhumano y degradante con el fin de señalar públicamente a los países que
siguen aplicándolo y hacer que rindan cuentas por ello. Anualmente, publicamos un informe
con las cifras correspondientes y las tendencias de cada país. El último, titulado Condenas a
muerte y ejecuciones 2018, fue publicado en abril de 2019.

El trabajo de la organización en contra de la pena de muerte adopta múltiples formas, entre


ellas, proyectos específicos basados en trabajo de incidencia y de campaña en las regiones
de África, Asia y Oceanía, América y Europa y Asia Central; el refuerzo de normas nacionales
e internacionales en contra del uso de la pena capital, respaldando, por ejemplo, la adopción
por parte de la Asamblea General de la ONU de resoluciones sobre una moratoria de la pena
de muerte; y ejercer presión en relación con casos de personas que se enfrentan a una
ejecución inminente. También respaldamos las acciones y el trabajo del movimiento
abolicionista a escala nacional, regional y global.

Cuando Amnistía Internacional comenzó ese trabajo en 1977, sólo 16 países habían abolido
totalmente la pena de muerte. Hoy día la cifra asciende a 106, más de la mitad de los países
del mundo. El número de países abolicionistas en la ley o en la práctica es superior a dos
tercios del total.

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