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DIAPOSITIVAS

INTRODUCCIÓN

Cuando Marx comienza a elaborar en el año 1857 su proyecto teórico de «crítica de la


economía política», el cual es designado generalmente como su «obra de madurez»,
empieza redactando un texto en el que reflexiona sobre la cuestión del método. En este
texto lleva a cabo una crítica a Hegel que se diferencia de manera importante de la que
había realizado en escritos anteriores. En dichos escritos, el concepto crítico
fundamental que Marx esgrimía contra Hegel era el de «abstracción especulativa». La
crítica marxiana partía de que el pensamiento hegeliano se movía exclusivamente en el
ámbito de la abstracción.

Primero Marx había seguido en lo fundamental la crítica de Feuerbach a Hegel, que


reivindicaba lo sensible y lo material frente a las abstracciones hegelianas.
Posteriormente comprendió que Feuerbach seguía preso del universo de discurso
hegeliano, que su concepto de «hombre» estaba determinado de modo tan abstracto
como las abstracciones de la filosofía de Hegel, lo que le llevó a abandonar la filosofía
antropológica feuerbachiana. Pero los nuevos planteamientos que adopta Marx
conjuntamente con Engels en 1845, desde los que realizan su crítica al idealismo de
Hegel y de los jóvenes hegelianos, tienen a su base una concepción empirista latente,
que se seguirá manteniendo en los años inmediatamente posteriores.

Es sólo a partir de 1857 cuando Marx va a abandonar definitivamente esta concepción.


Este cambio de posición teórica implica que la crítica a la filosofía hegeliana se va a
llevar a cabo desde supuestos distintos. Marx va a volver a criticar la reducción
hegeliana de la realidad sensible al pensamiento, pero para ello no recurrirá a una
posición empirista, ni tampoco va rechazar de forma abstracta esta reducción, a la
manera de Feuerbach, sino que se va a criticar el modo en que tiene lugar esa reducción
en Hegel, lo que le va a permitir poner de manifiesto los supuestos implícitos del
idealismo hegeliano e impugnar así la pretensión de Hegel de un pensamiento sin
supuestos y en 1957 define el método científico correctamente precisamente como un
camino que progresa de lo abstracto a lo concreto. Frente al planteamiento
feuerbachiano de que constituye una inversión del camino correcto «la marcha que ha
seguido hasta ahora la filosofía especulativa de lo abstracto a lo concreto».
CAPÍTULO I

LO ABSTRACTO Y LO CONCRETO
Lo abstracto (del latín “abstractio”; aislamiento) es una faceta, una parte de un todo, lo
unilateral, lo no desarrollado; lo concreto (del latín “concrescere”, crecer por
aglomeración) es lo compuesto, lo complejo, lo multifacético. En la historia de la filosofía,
hasta Hegel, lo concreto se entendía sobre todo como multiplicidad sensorialmente dada
de cosas y fenómenos singulares; lo abstracto, como característica de los productos
exclusivos del pensar (Abstracción). Hegel fue el primero en introducir en la filosofía las
categorías de abstracto y concreto en el sentido específico en que ha sido empleado,
desarrollándolo, en la filosofía marxista: lo concreto es sinónimo de interconexión
dialéctica, de integridad que se descompone en partes; lo abstracto no es un contrario
de lo concreto, sino una etapa en el movimiento de lo concreto mismo, es lo concreto
sin revelarse, sin desplegarse, sin desarrollarse (Hegel compara la relación entre lo
abstracto y lo concreto, por ejemplo, con la relación entre la yema y el fruto, entre la
bellota y la encina).

No obstante, lo concreto, según Hegel, es característico únicamente del “espíritu”, del


pensamiento, de la “idea absoluta”. En cambio, la naturaleza y las relaciones sociales
de las personas han aparecido como su “ser-otro” no verdadero, como manifestación
abstracta, de facetas singulares, de momentos de la vida del espíritu universal. Desde
el punto de vista de la filosofía marxista, el portador de lo concreto, su sujeto, es la
realidad material, el mundo de las cosas y de los fenómenos finitos, sensorialmente
dados. Lo concreto de un objeto es la interconexión objetiva de sus partes, determinable
por la relación esencial, sujeta a ley, que figura en su base; en cambio, lo concreto del
conocimiento es el reflejo de dicha interconexión real en el sistema de conceptos que
reproducen estructural y genéticamente el contenido objetivo del objeto.

Lo abstracto en la realidad misma es expresión de insuficiencia, de falta de


desenvolvimiento, de carencia de desarrollo, de limitación de cualquiera de sus
fragmentos al tomarse tal fragmento por sí mismo, al margen de sus nexos o de su
historia ulterior. Así, pues, el conocimiento abstracto se contrapone al concreto como
conocimiento unilateral que fija tal o cual faceta del objeto al margen de todo nexo con
las otras facetas, al margen de su estar condicionado por el carácter específico del todo.
Tenemos, por consiguiente, que si la mera reproducción de la multiplicidad sensorial no
puede ni debe ser el objetivo del conocimiento teórico, en no menor medida queda
excluido que pueda servir de tal objetivo la disociación de ciertos nexos “absolutos”.
Pues, no bien tales nexos se aíslan, pierden lo que tienen de concreto y de verdadero.
El conocimiento teórico realmente científico consiste en un movimiento del pensar que
parte de la multiplicidad sensorial de lo concreto y llega a la reproducción del objeto en
toda su esencialidad y complejidad. El procedimiento que permite reproducir
teóricamente en la conciencia la integridad del objeto estriba en la ascensión de lo
abstracto a lo concreto, lo cual constituye la forma universal en que se desenvuelve el
conocimiento científico, el reflejo sistemático del objeto en conceptos. La ascensión de
lo abstracto a lo concreto, como procedimiento para trabar los conceptos en un sistema
íntegro que refleje la disociación objetiva del objeto investigado y la unidad de sus
partes, presupone el movimiento inicial de lo concreto (de lo dado en la contemplación)
a lo abstracto.

En este último camino se forman los conceptos que reflejan los aspectos y propiedades
singulares del objeto, aspectos y propiedades que sólo pueden ser comprendidos en
tanto son considerados como momentos de un todo, determinables por el contenido
específico del mismo. De ahí que sea necesario distinguir lo concreto como objeto que
se estudia, como punto de partida de la investigación (lo concreto sensible) y lo concreto
como culminación, como resultado de la investigación, como concepto científico del
objeto (lo concreto conceptual).

I.1. Lo abstracto y lo concreto como categorías:


Podemos decir que lo abstracto y lo concreto son categorías muy importantes de la
dialéctica marxista, en tanto que teoría del conocimiento y lógica. Estas categorías
surgidas de la necesidad del comprender profundamente el proceso del conocimiento
nos permiten captar la dialéctica del reflejo de la realidad en la conciencia humana, el
análisis de estas categorías es una tarea directa de la lógica dialéctica, pero estas
categorías solo pueden ser comprendidas definiendo el lugar que ocupan en el proceso
de conocimiento, que refleja en forma profunda y multifacética la dialéctica del mundo
objetivo. Las categorías de lo abstracto y lo concreto se hallan íntimamente vinculadas
con otras categorías de la dialéctica y en particular con los esencia y fenómeno, ley,
análisis y síntesis, lo lógico y lo histórico.

Como otras categorías gnoseológicas, lo abstracto y lo concreto, poseen un contenido


objetivo; es decir, reflejan las leyes objetivas por las que se rigen los fenómenos de la
naturaleza y de la sociedad.

Esta investigación puede enmarcarse mejor dentro de la sintaxis lógica, en tanto su


objetivo es estudiar la estructura lógica de lo que llamaré “representaciones xi
abstractas”.7 Desafortunadamente, el término “sintaxis lógica” ha caído en relativo
desuso (y descrédito) en filosofía. Sin embargo, el concepto le resultará familiar a
muchos: la estructura o sintaxis lógica de un concepto de la que hablo está determinada
por el conjunto de sus relaciones lógicas o analíticas (uso los dos términos de manera
sinónima, y espero que a lo largo del libro quede claro el porqué) con otros conceptos
dentro del mismo lenguaje o sistema de conceptos. De esta manera, el presente trabajo
se enmarca dentro del estudio de los fundamentos de la lógica en el sentido amplio en
el que la entienden filósofos como Johan van Bentham (manúscrito), Jon Barwise y Jerry
Seligman (1997), es decir, una lógica filosófica y formal (pero no necesariamente
formalizada en un lenguaje matemático). Esta concepción amplia de la estructura o
sintaxis de las representaciones, no distingue entre forma lógica y estructura semántica.

Comúnmente, lógica y semántica se distinguen entre sí porque la primera trata con


inferencias en algún sentido más fundamentales que las segundas (y la sintaxis o forma
lógica aparece, por lo tanto, como una noción de estructura más fundamental que la
semántica) (Gómez-Torrente 2000). Sin embargo, una vez que adoptamos una
perspectiva más general de la forma lógica y del significado de las representaciones,
dicha distinción se vuelve innecesaria. Si ignoramos la pregunta de qué inferencias son
las más fundamentales, la distinción pierde sentido y podemos hablar indistintamente
de lógica o semántica. Esta perspectiva – adoptada explícitamente por autores como
Etchemendy (1999) y Van Benthem (manúscrito) – es la que adopto en mis
investigaciones.

Ahora en el conocimiento, lo abstracto puede darse porque los diferentes aspectos y las
diversas propiedades y relaciones de los objetos fenómenos, poseen una relativa
autonomía, se distinguen entre sí, se hallan en una distinta relación con la esencia: para
ello, en el conocimiento se puede separar unos objetos o propiedades del objeto,
abstrayéndolos de otros.

En la historia de la filosofía hace ya tiempo que se viene planteando el problema de la


correlación entre lo abstracto y lo concreto en el conocimiento, y desde entonces las
diferentes corrientes filosóficas lo abordan y resuelven de distinta manera.

I.2. Lo abstracto y lo concreto en la lógica formal:


En la lógica formal, el conocimiento concreto es la percepción sensible, inmediata de las
cosas y el conocimiento abstracto consiste en separar lo que hay de común similar en
ellas. La capacidad de los seres humanos para pensar lógicamente es fruto de una
prolongada evolución social. Precede a la invención de la lógica formal en millones de
años. Locke ya expresó esta idea en el siglo XVII: “Dios no ha sido tan ahorrador con
los hombres como para hacerlos meras criaturas con dos patas y dejarle a Aristóteles
la tarea de hacerlos racionales”. Detrás de la lógica, según Locke, hay “una capacidad
ingenua de percibir la coherencia o incoherencia de sus ideas”.1 Las categorías de la
lógica formal no caen del cielo. Han tomado forma en el curso del desarrollo socio-
histórico del género humano. Son generalizaciones elementales de la realidad reflejadas
en las mentes de las personas. Se deducen del hecho de que cualquier objeto tiene
ciertas cualidades que lo distinguen de los demás objetos; que cualquier cosa mantiene
cierta relación con otras cosas; que los objetos forman categorías más amplias, en las
que comparten propiedades específicas; que ciertos fenómenos provocan otros
fenómenos, etc.

El problema de lo abstracto y lo concreto se relaciona directamente con el modo de


concebir la información de los conceptos científicos. En la filosofía ha dominado
dur5ante largo tiempo el punto de vista lógico-formal acerca de la formación de los
conceptos, punto de vista que en esencia consiste lo siguiente: Existen cosas y
fenómenos que se dan en nuestras sensaciones y percepciones. Analizando las
percepciones de las cosas y destacando en ellas algunas partes elementales y
determinados rasgos, el investigador comprar estos rasgos y halla los que son comunes
y similares entre ellos.

La dialéctica reconoce que todo se encuentra en un proceso de cambio y desarrollo. La


dialéctica de lo concreto y lo abstracto suministra sin duda, el camino más adecuado
para, paso a paso y utilizando el conjunto de instrumentos, profundizar en la búsqueda
de las interrelaciones estructurales. Los hombres y mujeres necesitan directivas para
poder, a partir de ellas, deducir ideas y representaciones. Esas representaciones se
pueden aprender, muchas veces lucen oscuras y confusas, otras, pensadas y aceptadas
por tradición y costumbre. Reflexionar ayuda a comprender cómo los hombres y mujeres
reducen la complejidad del mundo con la estructuración de esas
representacionesCarlos Marx empleó para su crítica de la economía
política consideraciones fundamentales sobre las relaciones del análisis general y
concreto. En la introducción a el “Grundrissen, la crítica de la economía política”
presentó firmemente que sería falso tomar acríticamente, lo real y lo concreto –los datos-
como punto de partida de la investigación. Estas son “las representaciones caóticas de
la totalidad”.

“Lo concreto es concreto porque es la síntesis de muchas certezas, la unidad de la


diversidad. De allí, el pensamiento surge como proceso de síntesis, como resultado, no
como punto de partida, aun siendo el verdadero punto de partida y su
representación”.Este importante principio no alcanza para establecer, cómo tienen que
observarse programas concretos de investigación. Exactamente allí comienzan
frecuentemente las debilidades de los análisis marxistas, ya que no proporcionan
suficiente claridad sobre cuestiones metodológicas. Por un lado, se han orientado los
historiadores marxistas, como E.P. Thompson o Eric Hobsbawn, en la forma de proceder
global en Marx, cómo trabajó Marx, en el primer tomo del capital, en la descripción del
sistema de fábricas inglés. Por otro lado, no ha resaltado el marxismo ninguna clara
posición para la cuestión de cuantificabilidad, que se diferencie del racionalismo crítico.
Si se toma de Marx seriamente el método abstracto, que se basa en la
conceptualización, pierde significado el problema de la generalización de su tesis
abstracta, así, por ejemplo, la sociedad humana es un organismo social sumamente
complejo.

En toda sociedad se han determinado fuerzas productivas y relaciones de producción,


así como diferentes formas de la superestructura: el Estado, la religión, la filosofía, etc.
Toda sociedad posee su propia cultura y su propia ciencia. La sociedad es la unidad de
estos distintos aspectos, cada aspecto tiene, sin embargo, sus rasgos peculiares y sus
propias leyes de desarrollo. En el proceso cognitivo es necesario separar y estudiar los
aspectos determinados de la sociedad. Así proceden las diferentes ciencias. Unas
estudian el desarrollo de la técnica, otras convierten en objeto de estudio las relaciones
de producción y un tercer grupo de ciencias aborda el estudio de la historia de la cultura,
de las ciencias, etc., lo abstracto surge al separar estos aspectos, propiedades y nexos
determinados del objeto con el fin de captar su esencia.

Para unos es abstracto considerando el plano de la expresión conceptual, es decir,


abstracto en el sentido del realismo. Para otros es también real “abstraído de las
motivaciones y de la interpretación de actores concretos”). Marx instauró en la tradición
científica la economía política. En vez de tomar teorías de otros y probarlas
empíricamente, Marx contrastó el análisis crítico conceptual con otros pensadores. Lo
concreto y con ello la investigación empírica está presente desde el comienzo hasta el
final del proceso de investigación. Investigar es un proceso circular, pero que nunca
regresa al punto de inicio, sino que avanza en espiral.

Aunque la lógica es tan sólo una parte del sistema hegeliano, es precisamente aquella
en la cual tiene su comienzo y a la que, al final, retorna todo él; más aún, el propio
método con el que se unifica o traba todo su sistema es también de índole lógica. Para
Hegel, incluso el yo y el tiempo, temas de estudio de este congreso, son conceptos –el
uno, existente como tal; y el otro, en su completa exterioridad, pero el concepto, como
es bien sabido, constituye el objeto propio de la lógica. Por donde cabe inferir que sólo
si se estudia la naturaleza lógica del concepto podrá comprenderse adecuadamente el
resto de sus otras manifestaciones. De su parte, la lógica es un saber con una larga
historia y muy anterior a Hegel, de manera que, si él ha querido inscribir su metafísica
en esa área del saber, ella podrá servir de puente para entender su filosofía. En
consonancia con esto, no resultará disparatada la propuesta de investigar lo que une y
lo que diferencia a la lógica hegeliana respecto de la lógica al uso o lógica formal, sino,
más bien, un modo conveniente de acercarse y de hacer accesible a otros el
pensamiento de Hegel. Mi objetivo en este trabajo es precisamente ése: servirme de
una referencia a la lógica al uso, para introducir y ayudar a entender la lógica de Hegel
así como el conjunto de su pensamiento. A ese fin, consideraré, primero, el papel de la
lógica formal en Hegel (I); intentaré, después, destacar lo que distingue a la lógica
hegeliana y le permite desarrollar una lógica de contenidos (II); y, tras considerar el
tránsito al tiempo y al yo (III), acabaré señalando algunos implícitos básicos de su
filosofía que afectan en concreto a la concepción del hombre y de las ultimidades.

La primera afinidad entre la lógica formal y la lógica hegeliana se encuentra en que


ambas se ocupan del saber con un mismo método, es decir, con el método reflexivo, o,
lo que es igual, con el uso de la negación. La lógica formal utiliza metódicamente la
negación, pero de modo suave, como la mera desconsideración de los contenidos, a fin
de atender sólo a las relaciones sin categoremáticas entre las proposiciones o
expresiones del pensamiento. Aunque Hegel no podía conocer los desarrollos
posteriores de la lógica formal, supo captar en la lógica de su tiempo esa misma idea,
que él describe con precisión:

“El concepto de la lógica se asienta hasta ahora sobre la separación, supuesta de una
vez por todas en la conciencia ordinaria, del contenido del conocimiento y de la forma
del mismo, o de la verdad y de la certeza”

La situación de la lógica a la que hace referencia Hegel es la vigente en la filosofía


moderna, la cual, según él, contiene tres presupuestos: 1) que la materia del
conocimiento existe en sí, fuera del conocimiento, y que el pensamiento se le añade a
esa materia como una forma vacía; 2) que entre ambos componentes existe una relación
jerárquica según la cual el objeto es perfecto y está acabado, mientras que el
pensamiento es imperfecto y ha de amoldarse como forma al objeto; y 3) que, en esta
relación, el pensamiento, aunque se hace más determinado, no sale de sí, mientras que
el objeto sigue siendo una cosa en sí, y, por tanto, que los dos están aislados. Hegel
señala que esa separación y aislamiento —que reduce el conocimiento a mera
subjetividad, y convierte el saber en simple opinión— fueron introducidos por la reflexión
moderna, la cual es en sí misma un paso atrás respecto del pensamiento antiguo, para
cuya metafísica las cosas son como las pensamos, en el sentido de que lo conocido es
la esencia de las cosas mismas.

Sin embargo, ese paso atrás es entendido por Hegel como necesario para poder llegar
a la maduración completa de la razón. Sin ese peculiar planteamiento, nos aclara él, no
se habría podido notar la necesaria contradicción de las determinaciones del
entendimiento, es decir, no habrían surgido las antinomias kantianas, cuya
imprescindible aportación consiste, según Hegel, en obligar al pensamiento a una
intensificación definitiva de la reflexión. Kant interpretó que las antinomias reflejaban un
conflicto o contradicción de la razón consigo misma, y no se dio cuenta de que la
contradicción era, más bien, una oportunidad para elevarse por encima de las
limitaciones del entendimiento. Por eso, en vez de dar el último paso hacia lo alto,
reconociendo que las determinaciones del entendimiento no son satisfactorias, volvió a
refugiarse en el conocimiento sensorial para tener algún objeto sólido.

Pero como sabía que ese conocimiento no ofrece más que fenómenos o apariencias,
admitió su carácter insatisfactorio, culpando a la razón por ello y sometiéndola a crítica8.
Aun así, Kant tendría el mérito de haber elevado la dialéctica a la categoría de operación
necesaria de la razón9. Para Hegel, por tanto, no se trata de abandonar la reflexión
lógica moderna, sino de llevarla hasta el final, de manera que si hasta su momento
histórico ella sólo (i) había superado la objetividad inmediata, (ii) la había determinado
(mediante la negación) y (iii) la había separado de la subjetividad, ahora debería ir más
allá de esta determinación separadora y relacionar la objetividad y la subjetividad entre
sí. Pero precisamente al intentar relacionarlas es cuando aparece la contradicción, y con
ella la razón, pues al poner en relación la segunda reflexión (unificadora de las
divisiones) con la primera (superadora de la inmediación objetiva) en la forma de negar
lo primeramente separado por la reflexión, ésta última resulta intensificada. Tal
intensificación de la reflexión es lo que le permite convertir la lógica en metafísica o
filosofía especulativa, y también lo que más notoriamente diferencia a la lógica hegeliana
de la lógica contemporánea.

El conocimiento empírico es importante, por ejemplo, para reconocer las diferencias de


estructura entre las familias de los campesinos y de los trabajadores o de las capas
medias; o, para comprender adecuadamente los fenómenos vinculados al desarrollo de
la población es necesario conocer el modo diverso en que es abordada la planificación
familiar por hombres y mujeres y sus fundamentos. Esto nos retrotrae nuevamente al
tema de la formación de teorías. Género y condición de clase se muestran como
abstracciones que reproducen las conductas humanas como incertidumbres.
CAPÍTULO II
II.1. El proceso de elevación de lo abstracto a lo concreto:
En el curso de su análisis del método de la economía política. Marx formula una serie
de proposiciones de un inmenso alcance filosófico. Es el caso de la tesis según la cual
la única vía posible y justa que permite al pensamiento resolver el problema específico
del conocimiento teórico del mundo que nos rodea es “elevándose de lo abstracto a lo
concreto”

En la concepción de Marx: “lo concreto es la unidad de la diversidad”, “Esta es la razón


de que aparezca en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como
punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida de la intuición y de la
representación (…) el todo, tal como aparece en el espíritu, como una totalidad pensada,
es un producto del cerebro pensante, que se apropia el mundo de la única forma que le
es posible, según un modo que difiere de la apropiación artística, religiosa práctico-
espiritual de ese mundo”.

En el movimiento de lo abstracto a lo concreto no se crea el objeto concreto mismo, que


ya existía antes e independientemente de que fuera conocido; lo que surge es el
concepto concreto para él. El método qué se eleva de lo abstracto a lo concreto, donde
“las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por la vía
del pensamiento”2 es definido por Marx como: “el método científico correcto”.

Como estas tesis son de una importancia muy particular para la interpretación del
método de El Capital nos pararemos más detalladamente, teniendo en cuenta que ellas
han sido, a menudo el objeto de falsificaciones acerca de las ideas económicas y
filosóficas de Marx.

Primero hace falta recordar que Marx no entiende, en ningún caso lo concreto como una
simple imagen de la intuición viva, como la forma sensible del reflejo del objeto en la
conciencia y lo abstracto como la sola “abstracción del espíritu”. Si leemos las
proposiciones de Marx citadas más arriba, ateniéndose a una tal concepción de lo
abstracto y de lo concreto, que es la del empirismo estrecho y del neo-kantismo,
caeremos en lo absurdo y nos encontraremos en desacuerdo total con la teoría del
reflejo. Estamos en presencia de una ilusión: Marx recomendaría partir de la abstracción
del espíritu como de un dato inmediato, para elevarse a la imagen de la intuición viva,
como a una cosa secundaria, derivada del pensamiento.
Desde el punto de vista que Marx dio, las definiciones de lo abstracto y de lo concreto,
las proposiciones citadas caracterizan justamente la dialéctica del paso de la intuición
viva al pensamiento abstracto, de la intuición y la representación a lo concreto tal como
ello se manifiesta en el pensamiento teórico.

Marx es, ante todo, un materialista. En otros términos: él parte del hecho de que las
abstracciones, con ayuda de las cuales; por la síntesis de las cuales; el teórico
reconstruye el mundo por el pensamiento, representan copias mentales de momentos
particulares de la realidad objetiva misma, momentos puestos en evidencia por el
análisis. Dicho de otra forma, suponemos como evidente que cada definición, tomada
aparte, es el producto de la generalización y del análisis de los datos inmediatos de la
intuición. En este sentido (pero solamente en este sentido) ella es el producto de la
“reducción” de lo concreto en la realidad a su expresión sintetizada y abstracta en la
conciencia.

En lo que concierne a las definiciones que usaba la economía política premarxista. Marx
dice que ellas son todas productos del movimiento de lo concreto, dado en la
representación hacia las abstracciones cada vez más descarnadas. Por eso Marx
caracteriza el camino histórico recorrido por la economía político como un camino que
parte de lo real y lo concreto y conduce primero a las “abstracciones más descarnadas”.
y solamente después de estas abstracciones descarnadas a un sistema, a una síntesis,
a una combinación de abstracciones que forman una teoría. “Reducir” la plenitud
concreta de la realidad a su expresión abstracta en la conciencia, es evidentemente, la
condición sin la cual ninguna investigación teórica especial puede desarrollarse ni
siquiera comprometerse.

Es sabido que el teórico no encuentra preparadas, a nivel de conocimiento, todas las


definiciones con las cuales él forma un sistema. Su tarea no se limita a agrupar
formalmente las frágiles abstracciones ya preparadas aplicando las reglas conocidas de
esta operación. Cuando él organiza un sistema de abstracciones ya preparadas,
obtenidas anteriormente, hace siempre de ellas un análisis crítico; él las verifica
confrontándolas con los hechos y de esta misma forma recorre en cierto modo,
nuevamente el proceso que se eleva de lo abstracto, en la realidad a lo concreto en el
pensamiento. Así, de este modo esta “subida” no es únicamente ni tan siquiera una
“premisa” de la edificación de un sistema científico, sino un momento orgánico de esta
edificación misma.
La marcha de nuestro conocimiento desde lo concreto-sensible a través de lo abstracto
hacia lo concreto, reproducido sobre la base del conocimiento de la esencia de los
fenómenos, expresa la ley dialéctica de la negación en el desarrollo del saber humano.
Las definiciones abstractas particulares, cuya síntesis da lo concreto en el pensamiento,
se forma en el curso de este mismo proceso. Así, el proceso teórico que conduce al
conocimiento concreto está siempre al mismo tiempo, en cada uno de sus eslabones
como en su conjunto, es un proceso de reducción de lo concreto a lo abstracto.

En otros términos, se puede decir que elevarse de lo concreto a lo abstracto, por una
parte, y elevarse de lo abstracto a lo concreto, por otra parte, son aquí dos formas que
se implican mutuamente en el proceso de apropiación teórica del mundo, o sea, del
pensamiento abstracto”. Cada una de ellas no se realiza más que a través de su
contraria, en unión con ella. La elevación de lo abstracto a lo concreto sin su contraria,
la elevación de lo concreto a lo abstracto se convertiría en un conjunto puramente
escolástico de frágiles abstracciones ya hechas y copiadas de otra parte sin un espíritu
crítico.

Pero ¿por qué Marx, que tiene en cuenta todo esto, hace justamente del método que
consiste en “elevarse de lo abstracto a lo concretó” el único método científico posible y
correcto de apropiación teórica del mundo? Es que la dialéctica (a diferencia del
eclecticismo) no razona según el principio “de un lado, del otro lado”, sino que indica en
todos los casos el lado determinante, dominante, el momento de unidad de los contrarios
que es decisivo en el caso considerado. He aquí un axioma de la dialéctica.

Es específico y característico del proceso de la apropiación teórica (a diferencia de la


simple toma de conciencia empírica de los hechos) que cada “abstracción”, tomada por
separada, se forma en el curso del movimiento general de la investigación, en el
movimiento hacia una concepción cada vez llena, completa (es decir, concreta) del
objeto. Si un acto dado de generalización no es al mismo tiempo un paso adelante en
el desarrollo de la teoría, un paso que va de un conocimiento ya alcanzado a un nuevo
conocimiento más completo, si ello no hace avanzar toda la teoría y no la enriquece de
una nueva determinación general (sino que sólo hace repetir lo ya conocido),

En otros términos, lo “concreto” (es decir el movimiento permanente hacia una


comprensión teórica cada ver más concreta) es aquí el fin específico del pensamiento
teórico. En tanto que es un fin de tal naturaleza, lo “concreto” define como ley la manera
de actuar del teórico (se trata de una acción mental naturalmente) en cada caso
particular, por cada generalización tomada aparte.
II.2. La lógica dialéctica y la definición del concepto:
La lógica dialéctica (lógica de las diferencias y de las oposiciones) es una mediación
entre la lógica formal “pura” y el análisis dialéctico de las contradicciones en el
movimiento; este análisis dialéctico, mal situado, poco cultivado, se ha oscurecido y su
campo desaparece –o más bien parece desaparecer– ante la lógica “pura” y ante la
lógica de las oposiciones. Pero en la concepción más amplia que aquí se presenta, el
pensamiento lógico se integra en el pensamiento dialéctico como un momento del
mismo.

La lógica dialéctica se debe a la creación de Hegel, aunque muchos de sus


pensamientos y de sus conclusiones fueron planteados en la Grecia Antigua
por Heráclito de Éfeso y Aristóteles. Lógica dialéctica ubica la atención en el hallazgo
de las fuentes de desarrollo, en la inteligencia de que este responde a la contradicción
dialécticamente interpretada.

Se lee a Lenin La lógica formal...toma las definiciones formales, guiándose por lo que
es más habitual o por lo que salta a la vista más a menudo y se limita a eso...la lógica
dialéctica exige que vayamos más lejos. Para conocer de verdad el objeto hay que
abarcar y estudiar todos sus aspectos, todos sus vínculos y 'mediaciones'. Jamás lo
conseguiremos por completo, pero la exigencia de la multilateralidad nos prevendrá
contra los errores y el anquilosamiento.

La lógica formal, que parte del criterio de que una determinada abstracción agota al
contenido del concepto, se contenta, al definir el concepto con la definición que se hace
con auxilio del género próximo y de la diferencia específica.

La lógica formal ha establecido una serie de reglas y condiciones a las que hay que
atenerse en toda definición. Entre ellas figuran las siguientes: observar la
proporcionalidad de la definición, es decir, la extensión del concepto definido debe ser
igual a la del concepto que define; la definición no debe ser negativa, la definición debe
ser precisa y clara. Los economistas metafísicos, al abordar las categorías económicas
superiores como, por ejemplo, el capital, se asombran al discutir las contradicciones que
les son inherentes. Por último, en la definición hay que incluir a la práctica social como
criterio de verdad y como definidor práctico de lo que el hombre necesita del objeto en
una fase determinada del desarrollo de la sociedad. Todas las definiciones científicas
tienen por fundamento la generalización de la actividad práctica humana, que es la que
fija los nexos de un objeto dado, que sus diferentes aspectos y distintas cualidades con
lo que el hombre necesita, es decir, una definición ocupa el primer plano y se presenta
como la más esencial e importante, de acuerdo con las condiciones históricas y las
necesidades prácticas del hombre.

El concepto es una forma del raciocinio humano, mediante la cual se expresan los
caracteres generales de las cosas. El proceso del conocimiento de la Naturaleza por el
hombre comienza con las percepciones sensoriales, por la observación directa de tales
o cuales cosas y fenómenos de la Naturaleza. Pero el conocimiento no queda detenido
en esta primera fase; se eleva a la fase superior, a la de la formación de conceptos, de
categorías y de leyes. El concepto es el resultado de la síntesis de la masa de
fenómenos singulares. En el proceso de esta síntesis abstraemos las propiedades y
momentos casuales y no esenciales de los fenómenos, y formamos conceptos que
reflejan las conexiones y las propiedades esenciales, fundamentales, decisivas, de los
fenómenos y de las cosas. En el proceso de la formulación de los conceptos se crea el
peligro de su alejamiento de la realidad. Por ejemplo, el concepto de número nació
mediante la abstracción de los números singulares, particulares, que señalan tal o cual
cantidad de cosas concretas. Sin embargo, los idealistas siguen considerando hasta hoy
que el concepto de número, como los demás conceptos matemáticos, son apriorísticos,
que existen antes e independientemente de toda experiencia del hombre. La lógica
formal, idealista, enseña, que el concepto, como lo general, está completamente
abstraído de todo lo particular y concreto. La dialéctica materialista denuncia el carácter
metafísico de semejante separación entre lo general y lo particular y concreto. El
materialismo dialéctico parte del criterio de que las síntesis auténticamente científicas
de la realidad realizadas en los conceptos, llevan implícita toda la riqueza de lo
particular, de lo individual, de lo singular. Los conceptos científicos comprobados por la
práctica, son una verdad objetiva, dan un reflejo profundo de la realidad. En
los Cuadernos Filosóficos Lenin define de esta manera el papel que los conceptos
científicos desempeñan en el conocimiento: “El raciocinio, elevándose de lo concreto a
lo abstracto, no se aleja, si es un raciocinio justo... de la verdad, sino que se acerca a
ella. La abstracción de materia, de ley de la Naturaleza; la abstracción de valor, &c.; en
una palabra, todas las abstracciones científicas (justas, serias, no absurdas) reflejan
más exactamente, más profundamente, más plenamente la Naturaleza. De la
observación viva al raciocinio abstracto, y de él a la práctica, tal es la senda dialéctica
del conocimiento de la verdad, del conocimiento de la realidad objetiva”.

Ahora hablemos un poco de la definición, para que la definición refleje el desarrollo del
objeto, se requiere también el descubrimiento de sus contradicciones. Una definición
que no ponga de relieve las contradicciones existentes en el desarrollo del objeto no es
una verdadera definición.
II.3. La concepción hegeliana de lo concreto
Hegel fue el primero en concebir el desarrollo del conocimiento como un proceso
histórico sometido a leyes independientes de la voluntad y de la conciencia de los
hombres. El descubrió la ley de la elevación de lo abstracto a lo concreto, ley que dirige
todo el curso del desarrollo de las conciencias.

Descubre primero esta ley en calidad de simple constatación empírica: la cultura


espiritual de la humanidad se desarrolla gradualmente. Es indiscutible que el mundo
espiritual del hombre se enriquece progresivamente, que se vuelve más complejo y más
multiforme, y en este sentido más completo. Pero a pesar de toda su complejidad, este
mundo sigue único, dirigido por las mismas leyes y representa, pues, una verdadera
unidad en la diversidad. El movimiento de lo abstracto a lo concreto aparece, sobre todo
en Hegel, como la forma empírica indiscutible en la cual se realiza el proceso de
edificación del “reino del espíritu”. Al principio es un reino de forma simple y pobre; es
decir, que es muy abstracto: conforme pasa el tiempo se complica, se enriquece y se
diversifica; se vuelve más completo.

No hay aquí todavía nada de dialéctico ni de idealista.

El idealismo y, al mismo tiempo, la dialéctica especifica de Hegel comienzan después,


cuando Hegel plantea la cuestión de los resortes motores del desarrollo del reino del
espíritu.

Para Hegel, la naturaleza que existe fuera del espíritu no se desarrolla. Ella se opone a
la conciencia como un cuadro eternamente parecido a sí mismo y estancado en el
tiempo. Es en la consideración activa de este cuadro inmóvil, de este reino, donde las
cosas guardan eternamente las mismas relaciones entre sí, que la conciencia realiza su
naturaleza activa. La toma de conciencia como tal, comprende en si misma al resorte
de su propio desarrollo.

El espíritu se manifiesta como lo único concreto, es decir, como el único sistema de


fenómenos actuando los unos sobre los otros y transformándose los unos en los otros
para desarrollarse y continuar desarrollándose. En cuanto a la naturaleza, es totalmente
abstracta y metafísica por su propia esencia: todos sus fenómenos están dispuestos los
unos junto a los otros, distintos los unos de los otros, “exteriores” los unos a los otros.
Según la expresión de Hegel, ella se descompone en sus momentos abstractos en
cosas, objetos y procedimientos distintos e independientes los unos a los otros. En el
mejor de los casos, la verdadera dialéctica no hace más que reflejarse, aparecer
confusamente en la naturaleza.
El filósofo atribuye a la naturaleza misma la limitación metafísica de los conocimientos
de su época sobre la naturaleza. Pero allí donde las ciencias de la naturaleza habían
empezado a distinguir la dialéctica de las cosas en sí, él vio igualmente alusiones a un
carácter concreto real y a una interacción dialéctica viva de los fenómenos. Es así como
ve una forma imperfecta de lo concreto en la vida orgánica. Descubre una interacción
viva, que une a todos los miembros de un organismo vivo en un sistema único, en el
interior del cual cada miembro no tiene sentido ni existencia más que gracias a su
interacción con los otros. Una mano cortada se descompone y deja de tener incluso la
forma exterior de una mano. Ella no puede existir separadamente, abstractamente.
Hegel ve aquí un débil parecido con el carácter concreto de lo que él considera un rasgo
exclusivo del mundo del espíritu. Pero en el reino de la química, las interacciones son
aún más débiles, aunque presente todavía a título de alusiones. El oxígeno, por ejemplo,
puede existir al lado del hidrógeno sin estar forzosamente ligado a él en forma de agua.
Pero en un organismo, las relaciones de este tipo son imposibles; la mano no puede
existir separada de la cabeza; las dos sólo existen en su interacción. Una partícula que
no posee más que propiedades mecánicas, sigue idéntica a ella misma cualquiera que
sea la ligazón que la une con otras partículas idénticas. Privada de esta ligazón, es decir,
abstracta, sigue siendo siempre la misma y no se pudre, como lo hace una mano
[amputada] ligada al cuerpo.

El sistema hegeliano de la naturaleza es un sistema de grados, empezando por la esfera


abstracta de la mecánica para llegar hasta la esfera relativamente concreta de la vida
orgánica. La pirámide está coronada por el espíritu, en el que todo el significado se halla
justamente contenido en su carácter concreto, en el inter-condicionamiento mutuo
absoluto de todas sus manifestaciones.

¿En qué reside la falsedad de esta construcción?

Ante todo, en que recoge las representaciones históricamente limitadas de las ciencias
naturales de su tiempo, que no contienen todavía, efectivamente, una dialéctica
consiente para los caracteres absolutos de la naturaleza humana. El hecho de que la
naturaleza en su totalidad es efectivamente un sistema único en el desarrollo de formas
de movimiento de la materia condicionándose unas a otras; el hecho de que la
naturaleza en su conjunto, el hombre incluido, es un concreto objetivo, este hecho es
mixtificado por Hegel en su sistema, en el cual lo abstracto, es decir: el mecanismo, es
el descubrimiento de lo concreto espiritual.
No admite concreto inmanente, es decir, condicionamiento reciproco de los fenómenos
en el interior de una totalidad natural, a ninguna otra forma de movimiento que a la de
la razón pensante

Hegel considera de la misma forma la esfera de la vida económica de la sociedad. Es,


para él, la esfera de la necesidad y de la razón”, donde individuos particulares,
separados los unos de los otros, se encuentran en interacción, cada uno no entrando
en ligazón con los otros más que porque debe mantenerse justamente como único,
como individuo absoluto, como átomo social particular.

Aquí también es fácil subrayar que Hegel toma la limitación metafísica de la economía
política de su tiempo (él conocía perfectamente los teóricos ingleses) por un rasgo de la
esfera económica misma. La razón, es decir, en la terminología hegeliana: la forma
abstracta de la conciencia, reina y gobierna en la esfera de la sociedad civil.

En esta esfera, los contrarios siguen, no mediatizados, inconciliables: chocan y se


repelen los unos a los otros. Esta es la razón por la cual un desarrollo real es imposible.
Una misma relación se reproduce eternamente: la de las necesidades a su modo de
satisfacción. Por eso la única forma posible de paso a lo superior, en el seno del cual
todos los extremos abstractos de la esfera económica hallan su solución, es el paso a
la realidad jurídica. El derecho es ese concreto supremo que se manifiesta en la esfera
de la vida económica descompuesta en sus momentos abstractos.

Aquí vemos cómo la lógica de Hegel y su concepción dialéctica, pero al mismo tiempo
esencialmente idealista, de lo concreto y de lo abstracto sirve a la apología del estado
de cosas existentes.

Cabe examinar de más cerca la aproximación hegeliana de la economía política. Por


otra parte, es aquí -y precisamente en la manera de comprender lo concreto- donde
aparece con claridad la oposición entre la dialéctica idealista de Hegel y la dialéctica
materialista de Marx; por otra parte, un segundo hecho aparece no menos claramente:
la dialéctica idealista aporta una justificación al carácter metafísico del pensamiento de
los clásicos de la economía burguesa (Smith, Ricardo, etc.), y esto porque niega el
carácter auténticamente dialéctico del objeto mismo de la economía política haciendo
de él una esfera donde las definiciones abstractamente racionales corresponden
enteramente al carácter del objeto.

Un hecho salta a la vista desde el principio: para esta interpretación, la esfera de la vida
económica no es concreta; no es un sistema de interacciones entre los hombres y las
cosas en un desarrollo histórico que pueda ser comprendido como una estera
efectivamente concreta. La economía no es más que una de las numerosas
manifestaciones del espíritu concreto”, es decir, una manifestación abstracta de una
naturaleza del hombre más elevada. Esta naturaleza “más elevada” de la cual uno de
sus aspectos aparece bajo la forma de la actividad económica, no es más que la
voluntad obrando según un fin, sustancia del derecho, de la vida económica, de la
política y así sucesivamente. Una vez admitido este punto de partida, Hegel no
considera en la economía más que lo que puede ser interpretado en calidad de
manifestación de la voluntad racional.

Por eso todas las determinaciones de la economía, todas las categorías de la vida
económica, el valor, el beneficio, el salario, etc., se presentan como formas abstractas
de la voluntad racional corno formas particulares de su ser social. La razón se manifiesta
en la economía bajo una forma que no corresponde a su naturaleza universal, sino a
una sola de sus manifestaciones, unilateral y abstracta. La voluntad universal concreta
no crea forma adecuada a su naturaleza más que bajo el aspecto del derecho del
Estado. El Estado es, según Hegel, la realidad concreta de la voluntad universal y
abarca todas las formas particulares y, por consiguiente, abstractas, de su propia
manifestación; comprende la economía como “sistema de necesidades”.

La esfera de la actividad económica de los hombres no es un sistema concreto de


interacciones entre los hombres y las cosas, nacido y desarrollándose
independientemente de la voluntad y de la conciencia de los individuos. Ella no puede
ser objeto de una ciencia particular y no puede ser considerada más que en el sistema
de las determinaciones universales de la voluntad racional, es decir, en el interior de la
filosofía del espíritu de la filosofía del derecho de Estado. Ella es, entonces, una de las
esferas particulares de la actividad de la razón, una forma abstracta de la razón
actuando en la historia.

En cuanto materialista, Marx se opone a Hegel en esta cuestión. El materialismo le da


la posibilidad de tener una visión más profunda sobre la dialéctica misma en este orden
de cosas. Esto es lo más interesante.

Para Marx, la esfera de las interacciones económicas de los hombres es enteramente


una esfera concreta de la vida social, que posee sus propias leyes de movimiento
inmanentes. En otros términos, es relativamente independiente de todas las otras
formas de la actividad viva social de los hombres, y por ello es el objeto de una ciencia
particular. El sistema de interacciones económicas de los hombres hacia un desarrollo
histórico y todos sus aspectos están ligados los unos a los otros por su unidad de origen.

Es importante subrayar a este propósito que el sistema de relaciones económicas no es


sólo relativamente, sino absolutamente, autónomo e independiente de la voluntad y de
la conciencia de los individuos, aunque, él se forme con la más activa participación de
la voluntad y de la conciencia. El carácter mismo de esta participación de la voluntad
consiente al proceso de formación del sistema no está determinado de antemano y del
exterior por la “naturaleza del espíritu”, sino una vez más por el sistema mismo de las
relaciones económicas en el interior del cual se encuentran los hombres dotados de
voluntad y de conciencia. La voluntad y la razón son aquí modos de otra sustancia, sus
manifestaciones abstractas, su producto. Todas las determinaciones de la voluntad y de
la conciencia de los individuos, atraídos por el proceso de desarrollo del sistema
económico, se deducen literalmente del carácter del propio movimiento interno del
sistema en su totalidad y son concebidos como los productos del movimiento de ese
sistema.

Así, desde ese punto de vista, todo se encuentra invertido y puesto cabeza abajo. Es el
materialismo la causa y la condición principal del hecho de que, en la dialéctica, penetre
la concepción de la economía mucho más profunda y largamente que en las posiciones
hegelianas.

Para Hegel, la categoría de lo concreto no puede ser empleada sino cuando se trata de
la voluntad consiente y de sus productos. Desde el punto de vista de Marx esta categoría
capital de la dialéctica puede ser empleada de lleno por todas partes, no importa en qué
esfera del ser natural y social, y ella es independiente de todo espíritu; por consiguiente,
de las manifestaciones de la vida del espíritu mismo, es decir, del desarrollo de toda la
esfera de la ciencia social, e incluido el pensamiento, esfera de la lógica.

Según la construcción hegeliana, ninguna forma del movimiento de la naturaleza puede


ser comprendida como forma concreta, como sistema históricamente surgido y
desarrollado de sí mismo, fenómenos que ligan las interacciones internas. Toda esfera
de este género adquiere una relación cualquiera con lo concreto sólo cuando se le
puede interpretar como engendrada por el espíritu, como modo de la sustancia del
espíritu. Las interrelaciones no son posibles a los ojos de Hegel, más que de forma
puramente ideal; ellas sólo pueden ser planteadas por el espíritu, por el concepto.
TEOLOGÍA DE LA VALORIZACIÓN
Autor: Raúl Prada Alcoreza
Página web: https://www.bolpress.com/2018/03/28/teleologia-de-la-valorizacion/

Producir lo abstracto con medios de producción concretos, hacer que la lógica de lo


abstracto prepondere y dirija a las lógicas de lo concreto; acumular abstractamente,
ocasionando una gran desposesión y despojamiento concretos. Estas parecen ser las
características más notables del sistema-mundo moderno. Hay otras características,
algunas de ellas dadas a conocer por la crítica de la economía política; es más, por la
crítica de la economía política generalizada. Sin embargo, bastan estas características
mencionadas para preguntarnos sobre el desajuste entre el imaginario institucionalizado
y las dinámicas singulares productoras y producentes. ¿Por qué se da? Esta pregunta
cobra más importancia cuando ya conocemos las consecuencias incontrolables de este
desajuste entre lo abstracto y lo concreto. ¿Qué hace que las sociedades modernas
orienten sus acciones, prácticas, conocimientos, ciencias, saberes, instrumentos,
tecnologías, a producir lo abstracto, en vez de enriquecer lo concreto? ¿Hay algo en las
sociedades humanas, que, a partir de un momento, se encaminan por este desajuste o
disyunción? Más grave aún sería preguntarse ¿si hay algo en el humano que lo lleva
por este camino de la separación de lo abstracto y lo concreto, valorizando lo abstracto
y desvalorizando lo concreto?

No se trata, de entrada, de descartar lo abstracto o la labor imaginativa que lleva a la


abstracción; de ninguna manera, la imaginación es una de las capacidades primordiales
del ser humano. El problema es que, a partir de un determinado momento o, si se quiere,
de momentos diferidos, se ha disociado la imaginación del conjunto integrado de las
capacidades corporales humanas. Dando lugar a que sea la imaginación la encargada
de configurar y definir el mundo, vale decir, representarlo; dejando al resto de las
facultades o capacidades humanas como sirvientes de las demandas de la imaginación.
Por este camino, las sociedades modernas han generado un producto supremo de la
imaginación; este es la razón; hablamos de la razón abstracta, no de la razón efectiva
ligada a las dinámicas de la fenomenología de la percepción. La razón abstracta o la
razón fantasma, como la nombramos, es, por así decirlo, la facultad suprema.
Reconocida institucionalmente por la filosofía y la ciencia de la modernidad. Ya
Emmanuel Kant criticó esta suposición racionalista, al convertir a la razón en una de las
facultades del ánimo o del sujeto; al presentarla articulándose a otras facultades para
generar el entendimiento. Sin embargo, la Crítica de la razón pura quedó como libro de
formación o, en el mejor de los casos, como referente indispensable en el despliegue
de las corrientes kantianas. Para que se nos entienda lo que queremos decir, la crítica
filosófica de Kant tiene consecuencias prácticas.

Entre las consecuencias prácticas, hay que tomar en cuenta las composiciones y
combinaciones de las facultades del sujeto, que dan lugar al entendimiento y al
conocimiento; así como a la aplicación práctica de los mismos. Sin embargo,
efectivamente, las sociedades modernas se encaminaron por los caminos abiertos por
la razón abstracta, como si fuera la facultad suprema y conductora. Las consecuencias
catastróficas de ir por estos caminos las analizaron Max Horkheimer y Teodoro Adorno;
criticando el racionalismo instrumental de la modernidad. Este racionalismo instrumental
ha ido muy lejos, atraviesa los tejidos sociales, las instituciones, la vida cotidiana, las
ciudades y las todas conformaciones sociales humanas. Es la razón abstracta la
responsable de las producciones continuas de lo abstracto; la que ha definido los fines
de manera abstracta, como fines abstractos. Es así que se explica que las dinámicas
económicas estén orientadas a producir la acumulación abstracta, que se llama capital,
o, en el caso del socialismo real, la acumulación abstracta del valor, que, si bien no se
lo clasifica como capital, sino como trabajo abstracto, no deja de ser lo mismo. El capital
está leído en términos monetarios, en tanto que el valor “socialista” esta leído en
términos de valor abstracto, que contiene trabajo abstracto. En otras palabras, los
socialistas interpretan lo mismo de manera más filosófica, por así decirlo, en tanto que
los economistas burgueses interpretan de una manera práctica y operable. Como dice
Robert Kurz, en su iluminador libro El colapso de la modernización, el socialismo real se
encargó de la valorización abstracta replegándose a los pliegues más profundos del
capital, esto es, a los pliegues del valor y del trabajo3. Llámese acumulación de capital
o acumulación socialista, como fue nombrada esta acumulación en el periodo de la
Nueva Política Económica, no importa; lo que importa es que se trata de la acumulación
de lo que se considera la sustancia de la producción y la valorización, el trabajo.
Socialistas y liberales nuca salieron de la teoría del valor, de sus marcos y de sus
contextos paradigmáticos.

Antes dijimos que los humanos no controlan los efectos de masa de sus acciones y sus
prácticas; también debemos decir que una vez desencadenados estos efectos masivos,
se convierten como en condicionantes del quehacer humano. Se convierten en
condiciones de posibilidad históricas instrumentales, para seguir con el concepto y sus
consecuencias de la racionalidad instrumental. Son estas condiciones de posibilidad
artificiales, es decir, construidas por los humanos, las que se toman como realidad. No
podemos dejar escapar la ocasión de señalar la paradójica situación; al ser conformadas
por las sociedades humanas, no podrían llamarse, tampoco serían, condiciones, menos
de posibilidad; empero, funcionan como tales en los imaginarios institucionalizados
modernos. Entonces, se puede concluir que, una vez, desatados los efectos masivos,
éstos, como al cristalizarse, se convierten en rutas, en andamios, en conductos, incluso
en escaleras de la edificación. Las sociedades institucionalizadas, enfrascadas en estas
orientaciones establecidas, las siguen ciegamente, olvidando que pueden desandar el
camino y recomenzar de otra manera, con otros recorridos, en mejores condiciones y
con mejores perspectivas y proyecciones, más bien, armónicas que desajustadas y
desequilibrantes.

¿Qué es el valor?

Hablamos de lo que dice del valor la teoría económica. Resumiendo, es tiempo de


trabajo cristalizado; Karl Marx lo define como el tiempo socialmente necesario del
trabajo. Si es así, el valor tiene que ver con la producción y con la productividad. La
producción hace que se genere valor, la productividad define la longitud del tiempo
socialmente necesario. El logro de la productividad implica modificaciones en la longitud
del tiempo socialmente necesario, a mayor productividad el tiempo socialmente
necesario se acorta. En consecuencia, los productores de mayor productividad definen
o determinan la longitud del tiempo socialmente necesario; los productores de menor
productividad sufren el efecto de esta determinación; como su longitud de tiempo de
trabajo es mayor al tiempo socialmente necesario determinado, la parte sobrante de la
longitud es lo que no se valoriza, por así decirlo, lo que pierden. Entonces, requieren
más tiempo para producir lo mismo como producto. Se trata de tiempo que no se
valoriza; se podría decir, tiempo sin valor. Se habría trabajado en vano, desde la
perspectiva de la valorización. Es un tiempo de trabajo consumado en vano.

Es el tiempo socialmente necesario el que se impone sobre el trabajo; este tiempo


califica al trabajo; no es cualquier trabajo el que valoriza, sino el tiempo de trabajo
socialmente necesario, vale decir el trabajo productivo. Entonces, no se trata pues de
trabajo; no es el trabajo, en general, lo que valoriza, sino el trabajo productivo. De lo que
se trata, por lo tanto, en la valorización, para valorizar, es ser trabajo productivo, no
cualquier trabajo, menos un trabajo no productivo. Como los ritmos de productividad
cambian, se aceleran, la productividad es compulsiva, se acelera, la productividad se
encuentra en competencia. En esto, tiene también razón Robert Kurz, en el sistema
moderno, en la teleología de la valorización, no puede descartarse la competitividad, se
conciba este sistema en la forma liberal o en la forma socialista.
CONCLUSIONES

1. Aunque lo abstracto y lo concreto tengan diferentes conceptos, ambos llegan a


relacionarse íntimamente entre sí. Lo concreto es el punto de partida y la meta
del conocimiento, mientras que lo abstracto es sólo un aspecto, una fase del
conocimiento de lo concreto, y como dice Hayakawa, cuando la abstracción
alcanza un alto grado, perdemos todo contacto con el objeto, porque empleamos
menos el conocimiento y la razón.

2. Para Hegel los significados de abstracto y concreto eran diferentes, pero para el
marxismo, lo abstracto hacia su paso a lo concreto no soy contrarios, ni
diferentes más bien lo llaman como una etapa en el movimiento de lo concreto
mismo. Los conceptos que hoy en día tenemos sobre todas las cosas, no fueron
definidos de la noche a la mañana y de manera sencilla, pasaron por largos
procesos de comparación, diferenciación y observación en su característica
repetitiva para que lo puedan definir; sin embargo, eso no quiere decir que la
ciencia no deja de modificar a estos conceptos.

3. En nuestro mundo moderno cada vez más está gobernando lo abstracto, las
personas nos dejamos guiar más por lo fantasioso, por lo ideal y estamos
dejando de lado a la lógica y el razonamiento. La abstracción se mide por escalas
y al parecer la mayoría de personas nos encontramos en las más altas,
significando no ver la esencia de lo concreto sino más bien lo superfluo.
BIBLIOGRAFÍA

1. M.M ROSENTAL Y G.M STRAKS: Categorías del materialismo dialéctico-


EDITORIAL, GRIJALVO S.A MÉXICO D.F 1960 .
2. https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/12/la-dialc3a9ctica-de-lo-
abstracto-y-de-lo-concreto.pdf JOÃO VASCO FAGUNDES: La dialéctica de lo
abstracto y de lo concreto en el proceso de conocimiento en karl marx.
3. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:Endoxa-2010-25-
5060&dsID=Documento.pdf CÉSAR RUIZ SANJUÁN: La articulación de lo
abstracto y lo concreto en el proceso de conocimiento teórico
ÍNDICE

Contenido
DIAPOSITIVAS ................................................................................................................................ 1
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 2
CAPÍTULO I .................................................................................................................................... 3
LO ABSTRACTO Y LO CONCRETO ................................................................................................... 3
I.1. Lo abstracto y lo concreto como categorías: ...................................................................... 4
I.2. Lo abstracto y lo concreto en la lógica formal: ................................................................... 5
CAPÍTULO II ................................................................................................................................. 10
II.1. El proceso de elevación de lo abstracto a lo concreto: .................................................... 10
II.2. La lógica dialéctica y la definición del concepto: ............................................................. 13
II.3. La concepción hegeliana de lo concreto .......................................................................... 15
TEOLOGÍA DE LA VALORIZACIÓN ................................................................................................ 20
Autor: Raúl Prada Alcoreza ..................................................................................................... 20
Página web: https://www.bolpress.com/2018/03/28/teleologia-de-la-valorizacion/ ...... 20
¿Qué es el valor? ..................................................................................................................... 22
CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 23
BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................................. 24

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