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Como cualquier otra subdisciplina jurídica el Derecho ambiental presenta una serie de rasgos
peculiares o características, que, precisamente, son los que hacen que dicha subdisciplina
tenga cierta autonomía, o dicho en otras palabras: que sus reglas o normas tengan una unidad
tal que sea oportuno estudiarlas como un sistema, como un todo.
Junto a esas características, existen también una serie de principios específicos, que sirven
como hilos conductores entre las diferentes normas jurídicas que la integran.
La interdisciplinariedad para el derecho ambiental, supone, así, que sea necesario acudir a
otras disciplinas como la ecología para regular aquellas conductas que deben ser evitadas o
limitadas por sus efectos en términos de contaminación y de agotamiento de recursos
naturales.
El derecho ambiental, tiene, entonces, un sustrato ecológico, es decir, se basa en los avances
que se dan en el ámbito de la ecología.
Además de lo anterior, en este ámbito, más quizá que en ningún otro, la tradicional división
federación-estado-municipio no garantiza la consecución de los objetivos de las normas, ya
que los problemas que afectan al medio ambiente no reconocen fronteras y los elementos
naturales se encuentran tan íntimamente relacionados entre sí que los límites político-jurídicos
existentes no resultan útiles para la protección del medio ambiente.
Como señala Lozano Cutanda, existen, asimismo, problemas competenciales derivados del
carácter intersectorial que reviste la protección del medio ambiente, toda vez que:
Por todo ello, diversos autores han subrayado la espacialidad singular como una de las
características del Derecho ambiental, haciendo énfasis en que:
los imperativos ecológicos hacen que el ámbito espacial de las actuaciones administrativas
venga dado en función del marco más o menos impreciso en que tienen lugar los mecanismos
de emisión-transporte-inmisión. Este ámbito puede ser mayor o menor según los subsistemas
que se acoten dentro del sistema general, delimitándose así los contornos imprescindibles
para que la acción administrativa sea eficaz [ii] [1] .
Es, por lo tanto, algo unánimemente aceptado que, para que la acción administrativa en
materia ambiental sea eficaz, se deben acotar subsistemas ecológicos, los cuales no se
solapan estrictamente con los sistemas sociales que dan lugar a organizaciones político-
administrativas dotadas de imperium propio o derivado. Sin embargo, la complejidad de llevar
esto a la práctica es enorme, puesto que desde la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, que es la norma de mayor rango en el país, hasta la Ley General del Equilibrio
Ecológico y la Protección al Ambiente, las Constituciones locales o las leyes ambientales
estatales, todo el sistema de distribución de competencias se basa en la división federación-
estado-municipio, y cualquier intento de gestión que no tome en cuenta esta división habrá de
chocar inevitablemente con trabas y obstáculos políticos y, más aún: jurídicos [2] .
Por ello, y con la idea de que la acción administrativa sea eficaz el derecho ambiental debiera
basarse en otra estructura de división competencial.
En este sentido, hay quien afirma que la cuenca [iii] podría ser una unidad administrativa muy
eficaz en materia ambiental y que podría ser utilizada para la gestión de otros recursos
naturales.
Ello conllevaba que las políticas ambientales sectoriales se estructurasen, asimismo, desde
este punto de vista y que las políticas ambientales estatales se formulasen tomando en cuenta
a la cuenca como unidad ambiental, sustituyendo, por ende, la tradicional estructura político-
administrativa basada en la división federación-estado-municipio, por otra que considerase la
espacialidad singular [3] de la cuestión ambiental.
La mayoría de las cuencas que existen en el país transcurren por más de un estado, éste es el
caso de la cuenca de la Antigua que cubre parte de los estados de Puebla y Veracruz;
además, por un estado puede transcurrir más de una cuenca, con lo cual la política ambienta
estatal, según los planteamientos tradicionales no tendría sentido y debería sustituirse por
políticas ambientales para cada una de las cuencas.
A pesar de los planteamientos del Programa Nacional de Medio Ambiente para el período
2001-2006 se hicieron pocos avances en relación al manejo integral de las cuencas del país.
El énfasis preventivo del derecho ambiental se refiere a que las normas jurídicas en este tema
buscarán que el daño ambiental no se produzca, ya sea porque se exijan determinadas
condiciones para llevar a cabo una actividad, ya porque impongan límites a determinados
materiales, ya porque exijan que se utilice determinada tecnología.
Aunque más que intentar que no se produzca el daño ambiental, las normas jurídicas intentan
garantizar que el daño o impacto ambiental de las diferentes actividades se encuentre dentro
de los límites “tolerables”.
Existe, por supuesto, una discusión continua acerca de si esos umbrales máximos están bien
fijados, es decir, si realmente responden o no a su objetivo. Según los ambientalistas estos, en
la mayoría de las ocasiones, no se fijan correctamente y debieran ser más bajos para
garantizar que los elementos ambientales no se exponen a situaciones de contaminación
insostenibles.
2.4. El componente técnico-reglado
Como señala Martín Mateo “la normativa del Derecho ambiental incluye prescripciones
rigurosamente técnicas que determinan los niveles de emisión o de inmisión…”. “Aspectos
normativos sustanciales se contienen en simples Anexos y en cuadros de doble entrada que
precisan las condiciones en que deben realizarse las actividades afectadas”.
En México las Normas Oficiales Mexicanas son un claro ejemplo de esto. Se trata de normas
técnicas, elaboradas por el ejecutivo federal, cuyo objeto es uniformar determinados procesos,
productos o servicios con el fin de proteger la vida, la seguridad y el medio ambiente.
Son de aplicación general y de observancia obligatoria, las NOM se asocian más a referencias
técnicas ligadas a principios tendientes a salvaguardar valores e intereses de orden público e
interés social, por tanto, de carácter oficial y aplicación obligatoria.
Las NOM son expedidas por las dependencias gubernamentales; se elaboran conforme con
los mecanismos de participación y los plazos establecidos por la Ley Federal de Metrología y
Normalización (en adelante LFMN). La elaboración de propuestas está abierta a cualquier
interesado, la formulación de anteproyectos es atribución de las dependencias
gubernamentales, quienes los someten a consideración de los Comités Consultivos
Nacionales de Normalización, CCNN.
Al igual que en las NOM, en muchas ocasiones encontramos las prescripciones detalladas de
los umbrales máximos de contaminación en anexos de reglamentos, mientras que en las
normas de mayor jerarquía (Constitución Federal, Constituciones locales, leyes…) no es
habitual encontrar descripciones de los límites que habrán de respetarse para llevar a cabo
cierta actividad o proceso.
Esta característica del derecho ambiental se refiere a la presencia en muchas de las normas
jurídicas en materia ambiental, del principio quien contamina paga, el cual pretende la
internalización de las externalidades ambientales, es decir, que sea el potencial contaminador,
el que va a llevar a cabo determinada obra o actividad con incidencia sobre el medio
ambiente, el que asuma todos los costes económicos de la prevención y el control de la
contaminación.
De esta manera, el derecho ambiental tiene una clara vocación redistributiva, en el sentido de
que, a través de sus disposiciones, se busca que no sea la sociedad en su conjunto la que
reciba las externalidades negativas procedentes de los fenómenos de contaminación, sino que
el potencial contaminador las prevenga y controle.
Como señala el mismo autor, el derecho ambiental “es sustancialmente un Derecho público,
aunque a sus objetivos puedan concurrir normas de otra naturaleza, como las que regulan las
relaciones de vecindad” [i] .
Es decir, la mayoría de las normas de derecho ambiental son normas de derecho público; el
grueso de la normatividad en esta materia se encuentra dentro del derecho administrativo.
La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al ambiente, que es la norma básica en
el tema es una norma de derecho administrativo; también lo es la normativa sectorial, por
ejemplo la Ley de Aguas Nacionales, la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, la
Ley General de Vida Silvestre, etc.
En materia ambiental encontramos, entonces, que los intereses públicos se sitúan por encima
de los intereses privados, lo cual no resulta extraño tomando en consideración que la calidad
de los elementos ambientales constituyen un interés de todos, incluso de toda la Humanidad,
como ya lo reconoce el Derecho internacional.
En ocasiones, incluso se habla de intereses difusos, como esos intereses públicos, cuya
tutela, si bien difícil de orquestar jurídicamente, queda de manifiesto como un interés de toda
la sociedad.
Estamos, así, ante una disciplina social, marcada ante todo por necesidades sociales.
A diferencia de otras ramas del derecho, las normas jurídicas en materia ambiental se
encuadran o incardinan dentro de otra subdisciplina jurídica.
Como señala Carmona Lara [i] , “El problema ecológico tiene aspectos que abarcan, por su
contenido de universalidad, a todas las denominadas ramas del derecho. Sin embargo existe
la necesidad de integrar una nueva categoría jurídica que se sustente en principios jurídicos
de orden universal.
El derecho ambiental en México y en la mayoría de los países no tiene una autonomía clara,
sino que se sirve de diversas Instituciones procedentes de otras subdisciplinas jurídicas para
tutelar el medio ambiente. Así, lo que le da unidad es el objeto de regulación.
- Derecho constitucional
- Derecho administrativo
- Derecho penal
- Derecho ambiental
- Derecho fiscal
- Derecho internacional
Esta doble naturaleza de las normas ambientales nos lleva a buscar en ella la normativa
procesal pertinente, por ejemplo, lo cual significa que no exista un derecho procesal ambiental
sino tantos como ordenamientos confluyentes existen en el tema.
En la mayoría de los países, la legislación ambiental, como señala Lozano Cutanda [i] , es
muy amplia, variada, dispersa y frecuentemente confusa.
Este tipo de normas jurídicas, en sus inicios, protegían los elementos ambientales para su
mejor disfrute.
Como señala la autora anteriormente citada: “Durante el siglo XIX se adoptaron disposiciones
destinadas a regular los recursos más importantes para la vida económica y social de la
época: montes, minas, aguas, caza y pesca”. Se trataba, en términos generales, de una
legislación de ideología liberal, que partía del respeto absoluto a la propiedad privada y que
buscaba preservar la calidad del recurso para proteger la salud humana.
Estas normas jurídicas ya han evolucionado, algunas de ellas, para responder a la pretensión
de prevención y control de la contaminación y al objetivo de garantizar un desarrollo
sustentable en el país, de acuerdo a lo dispuesto por el artículo 25 de la Constitución.
Diferentes sectores:
Urbanismo
Agricultura
Industrial
Circulación
Energía, etc.
Como hemos señalado, en la mayoría de los países conviven este tipo de normas jurídicas,
las cuales tienen un origen diferente, así como objetivos y fines también diferentes. Ello hace
que la legislación ambiental sea confusa, como ya hemos mencionado anteriormente.
Como señala Lozano Cutanda, existen, asimismo, problemas competenciales derivados del
carácter intersectorial que reviste la protección del medio ambiente, toda vez que :
(…)
XXI G). Para expedir leyes que establezcan la concurrencia del Gobierno Federal, de los
gobiernos de los Estados y de los municipios, en el ámbito de sus respectivas competencias,
en materia de protección al ambiente y de preservación y restauración del equilibrio
ecológico”.
Este principio implica que existan competencias en materia ambiental a nivel federal, estatal y
municipal, las cuales se encuentran recogidas tanto en la LGEEPA, como en las Leyes
Federales Sectoriales que regulan algún aspecto o sector ambiental concreto.
“Artículo 124. Las facultades que no estén expresamente concedidas por esta Constitución a
los funcionarios federales se entienden reservadas a los Estados”.
De esta manera, las competencias que no han sido expresamente atribuidas a la Federación
se entienden reservadas a los estados.
“en materia ambiental existe una concurrencia de competencias con fronteras limitadas. Es
decir, que al mencionar “en el ámbito de sus respectivas competencias”, parte del supuesto de
que cada uno de los tres niveles de gobierno es titular de distintas facultades sobre el
particular” [xv] .
El mismo autor sostiene que la concurrencia a la que se refiere el artículo 73 fracción XXIX G:
“no es de carácter legislativo sino administrativo y que por tanto el reparto de competencias
para legislar en materia ambiental sólo está determinado por el propio texto constitucional, sin
perjuicio de que una ley emitida por el Congreso de la Unión pueda ampliar la esfera de
competencias de los restantes niveles de gobierno” [xvi] .