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APUNTES DE FILOSOFÍA. 2º BACHILLERATO Pag.

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¿Qué doctrinan ofrecieron los solistas en esta situación histórica?


Al plantearnos este interrogante pretendemos conocer un poco mejor
qué hubo de positivo y qué de negativo en las alternativas que los sofistas
ofrecieron a sus conciudadanos.
- Es verdad que los sofistas, además de buscar el saber en cuanto tal,
atendieron a cuestiones prácticas, y que para ellos resultaba esencial el
conseguir alumnos. Pero también es verdad que la finalidad práctica de
sus doctrinas tenía su aspecto positivo: gracias a ellos el problema
educativo y el afán pedagógico pasan a primer plano y asumen un
nuevo significado. En efecto, se transformaron en divulgadores de la
idea según la cual el conocimiento y la virtud no dependen de la
nobleza de la sangre y del nacimiento, sino que se basan en el
aprendizaje. Se comprende así por qué para los solistas la indagación de
la verdad estaba necesariamente ligada a su difusión.
- Los solistas exigieron una compensación a cambio de sus enseñanzas.
Esto escandalizaba enormemente a los antiguos. porque para ellos el
saber era consecuencia de una comunión universal desinteresada, en la
medida en que sólo accedían al saber los aristócratas y los ricos, que
tenían resueltos los problemas prácticos de la vida y podían dedicar al
saber el tiempo libre de necesidades. Los solistas habían convertido el
saber en comercio y, por tanto, debían exigir una compensación para
vivir y para poder dedicarse a su difusión, viajando de ciudad en ciudad.
Rompían así el esquema social que limitaba la cultura a determinadas
clases de la población, ofreciendo la posibilidad de adquirirla al resto de
las clases sociales.
- Se les reprochaba su carácter errante y no respetar el apego antiguo a la
propia ciudad, que para los griegos de entonces era una especie de
dogma ético. Los sofistas supusieron que los estrechos límites de la polis
ya no tenían razón de ser y, más que de una ciudad, se sintieron
ciudadanos de la Hélade.
- Los sofistas manifestaron una notable libertad de espíritu con respecto
a la tradición, las normas y las conductas codificadas, y mostraron una
confianza ilimitada en las posibilidades de la razón. Por tal motivo
fueron llamados los «Ilustrados griegos», expresión que les define muy
bien, entendida en el contexto histórico correspondiente.
Indiquemos finalmente que los sofistas no formaron en absoluto un
bloque compacto de pensadores. Representan un conjunto de afanes
independientes, destinados a satisfacer idénticas necesidades, utilizando medios
análogos. Por ello podríamos distinguir tres grupos de solistas:
• Los grandes y célebres maestros de la primera generación, que no
carecían de criterios morales y a los que mismo Platón consideraba
dignos de un cierto respeto.
• Los aristas, es decir, los que utilizaron el arte de vencer en las
discusiones respetando las afirmaciones del adversario sin considerar su
verdad ni su falsedad. Llevaron a un extremo el aspecto formal del
método, sin interesarse por los contenidos y careciendo asimismo de la
altura moral de los maestros.
• Los sofistas políticos, que utilizaron sus ideas en un sentido que hoy
calificaríamos de «ideólogos», es decir, con finalidades políticas.
Cayeron en diversos excesos, llegando incluso a la teorización del
inmoralismo.
B) Sócrates
Sócrates en su juventud estuvo en contacto con la filosofía de algunas
escuelas naturalistas anteriores, pero no se halló satisfecho con ellas, porque se
contradecían hasta el punto de sostener el todo y lo contrario de todo.

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Posteriormente estuvo en contacto con algunos sofistas, pero se reveló


contra ellos por el modo de enseñar y el saber filosófico que ofrecían en el
contenido de su doctrina, hasta considerarlas como los principales causantes de la
decadencia de Atenas. Criticará el individualismo y relativismo de los sofistas
más representativos como Protágoras y Gorgias.
Para Protágoras «todo es relativo»: no existe una verdad absoluta y
tampoco existen valores morales ni bienes absolutos. El único criterio es el
hombre individual: «el hombre es la medida de todas las cosas». «Lo más útil,
conveniente y oportuno será lo que habrá que hacer en cada circunstancia
determinada». La virtud principal es la habilidad para hacer prevalecer cualquier
punto de vista sobre el contrario.
Con la habilidad se puede triunfar y abrirse camino en las asambleas
públicas, en los tribunales o en la vida pública en general.
Gorgias lleva el escepticismo y relativismo a sus extremos más
negativos: el nihilismo. El ser no existe, si existiera no lo podríamos conocer; si
el ser lo pudiéramos pensar no lo podríamos expresar. Así elimina la posibilidad
de llegar a una verdad absoluta o al conocimiento de la verdad de las cosas.
La razón se limita a iluminar hechos y circunstancias de la vida para
analizar qué se debe o no se debe hacer, que variará según el momento, la edad o
la característica social del momento. Una acción puede ser buena o mala según
quién, cómo, cuándo y dónde se realice.
Ante este relativismo individualista el único valor es la palabra,
portadora de persuasión, de creencia y sugestión. La retórica se convierte en el
arte de persuadir mediante la palabra.
El hombre queda reducido a sensibilidad relativizadora o sujeto de
emociones móviles o como realidad biológica y animal sin naturaleza espiritual.
Sócrates considera frívolas y vacías este tipo de enseñanzas, porque
engendran irracionalidad y actitudes utilitaristas que minaban el respeto a las
leyes, a la verdad, a la moral y la religión de la polis.
Sócrates centró definitivamente su interés en la problemática del
hombre. Se preguntó: ¿Cuál es la naturaleza y realidad última del hombre? ¿Cuál
es la esencia del hombre?. Desde estas coordenadas consagrará su vida a la
formación moral de la juventud y a enseñar cuál es la misión de la filosofía. Ésta
debe procurar la virtud, dejando a un lado intereses personales y la búsqueda de
las riquezas, que tanto interesaban a los solistas. Más que hacer filosofía,
Sócrates está preocupado por enseñar a filosofar.
La autoexperiencia moral en Sócrates
El hombre es su alma (psyque), puesto que su alma es precisamente
aquello que lo distingue de manera específica de cualquier otra cosa. Sócrates
entiende por alma nuestra razón y la sede de nuestra actividad pensante y ética.
El alma es el yo pensante, es decir, la conciencia y la personalidad tanto
intelectual como moral.
Si el alma es la esencia del hombre, cuidar de sí mismo significa cuidar
no el propio cuerpo (que sólo es un instrumento), sino la propia alma (que es el
sujeto- hombre). Enseñar a los hombres el cuidado de la propia alma es la tarea
suprema del educador. Se lee en la Apología: «no es el cuerpo de lo que debéis
preocuparas ni de las riquezas ni de ninguna otra cosa, antes y más que del alma,
para que ésta se convierta en óptima y virtuosísima; que la virtud no nace de la
riqueza, sino que la riqueza nace de la virtud, así como todas las demás cosas que
constituyen bienes para el hombre, tanto para los ciudadanos individuales como
para la polis».
La conclusión es evidente: nos ordena conocer el alma aquel que
advierte «conócete a ti mismo». Sócrates llevó esta doctrina hasta tal punto de
conciencia y reflexión crítica que podemos deducir las consecuencias siguientes.
1) Reflexión del hombre sobre sí mismo

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Típicamente socrático es su insistente llamamiento a la interioridad,


invitando al hombre a reflexionar sobre sí mismo. Esta investigación interior
debe tender a poner al hombre, a cada hombre individual, en claro consigo
mismo, a llevarle al reconocimiento de sus propios límites y hacerle justo y
virtuoso.
La primera condición de este examen es el reconocimiento de su propia
ignorancia: «sólo sé que no sé nada», principio fundamental de la sabiduría. Sólo
quien sabe que no sabe, procura saber, mientras quien se cree en la posesión de
un saber ficticio, no es capaz de investigar, no se preocupa de sí mismo y
permanece irremediablemente alejado de la verdad y de la virtud. Esta
afirmación, representa la antítesis polémica de los solistas, que hacían profesión
de sabiduría y pretendían enseñarla a los demás; Sócrates, por el contrario, hace
profesión de ignorancia. El saber solista en un no-saber, ficticio, privado de
verdad, que confiere sólo presunción y jactancia e impide asumir la actitud
sumisa de la investigación interior, única digna para los hombres.
La segunda condición de la invitación de Sócrates a reflexionar sobre sí
mismo no es ensimismamiento, ni pura introversión en el propio yo, sino una
curiosidad insaciable, un ansia ardiente de verdadero saber y de la mejor manera
de vivir. Por el conocimiento de sí mismo llegamos a conocer nuestro verdadero
bien, de lo cual se derivan las normas universales válidas para nuestra conducta.
El autoconocimiento socrático no es más que buscar dentro del mismo
hombre, (alma), la fuente de la verdad y de la conducta moral.
2) Conocimiento y virtud
Tarea fundamental del hombre es conocer su propia naturaleza humana,
es decir, su alma, la razón presente en cada uno. La meditación sobre el propio
ser conduce a la conciencia de uno mismo, al conocimiento de la virtud.
La virtud del hombre no podrá ser más que lo que hace que el alma sea
como debe ser, de acuerdo con su naturaleza, o sea, buena y perfecta. En esto
consiste, según Sócrates, la ciencia o conocimiento verdadero: en conocer la
recta conducta moral, la práctica del bien y la perfección; el vicio, lo opuesto a la
virtud, es decir, la ignorancia. Observamos que el conocimiento está tan
íntimamente unido al bien y la virtud que se identifican ambos.
El hombre no puede tender más que a saber lo que debe hacer o lo que
debe ser, y tal saber es la virtud misma.
Los verdaderos valores morales no son aquellos que están ligados a las
cosas,, exteriores, como la riqueza, el poder o la fama; tampoco aquellos que
están ligados al cuerpo, como la vida, la fuerza física, la salud o la belleza, sino
exclusivamente los valores del alma, que se hallan todos incluidos en el
conocimiento.
La reflexión anterior implica dos consideraciones:
a) La virtud, todas y cada una de ellas: sabiduría, justicia, fortaleza,
templanza.... es esencia o conocimiento. El vicio, todos y cada uno de
ellos, es ignorancia.
b) Nadie peca voluntariamente y quien hace el mal lo hace por
ignorancia del bien.
Estas dos afirmaciones resumen lo que ha sido denominado
«intelectualismo socrático», en la medida en que reducen el bien moral a
conocimiento, considerando como algo imposible conocer el bien y no hacerlo.
Por un lado, Sócrates, trata de someter la vida humana y los valores
morales al dominio de la razón que es la que conoce. Puesto que para él, la
naturaleza misma del hombre es su alma, o lo que es lo mismo, la razón, y las
virtudes son aquellos valores morales que perfeccionan plenamente la naturaleza
del hombre, es evidente que las virtudes resultan ser una forma de ciencia y de
conocimiento que desarrollan la perfección del alma.

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Por otra parte, afirma que el hombre por su propia naturaleza busca
siempre su propio bien, su felicidad y que, cuando hace el mal, en realidad no lo
hace porque sea un mal, sino porque espera obtener de ello un bien. Esto supone
que nadie hace el mal a sabiendas, porque la voluntad no puede querer el mal
como tal.
Sócrates traslada el determinismo intelectual al campo moral,
traduciéndolo en determinismo voluntarista. El bien, que es lo útil para el
individuo y para la ciudad, obra de tal suerte sobre la razón del que lo conoce,
que, una vez conocido, influye sobre la voluntad, la cual no puede menos que
generarlo y practicarlo.
La ciencia o conocimiento da siempre la virtud, de manera que
conocimiento, virtud y felicidad (bien) son inseparables: saber para obrar bien y
obrar bien para ser feliz.
3) El autodominio y la felicidad
La manifestación más significativa de la excelencia de la razón humana
es lo que Sócrates denominó «autodominio», esto es, reside en el dominio de uno
mismo durante los estado de placer, de dolor y de cansancio, cuando uno está
sometido a la presión de las pasiones y de los impulsos.
«Cada hombre, considerando que el autodominio es la base de la virtud,
debería procurar adquirirlo. El autodominio significa dominio de la propia
animalidad mediante la propia racionalidad; significa que el alma se convierte en
señora del cuerpo y de los instintos ligados con el cuerpo».
Sócrates identifica la libertad humana con este domino racional de la
animalidad. El hombre verdaderamente libre es aquel que sabe dominar sus
instintos; el verdaderamente esclavo es aquel que no sabe dominarlos y se
convierte en víctima de ellos. Este proceso de autocontrol lleva a la «autonomía»
del individuo como tal.
El hombre que vence los instintos e inclina todo lo superfluo, le basta
con la razón para vivir feliz. La felicidad no puede venir de las cosas externas ni
del cuerpo, sino sólo del alma, porque ésta, y sólo ésta, es la esencia del hombre.
El alma es feliz cuando está ordenada, es decir, cuando es virtuosa. «En
tu opinión, dice Sócrates, quien es virtuoso, ya sea hombre o mujer, es feliz; el
injusto y el malvado son infelices».
Volvemos a constatar la dimensión ético-práctica que transmite el
pensamiento socrático: la felicidad sólo puede el hombre encontrarla en la
práctica de las virtudes, en la realización del bien, en una recta conducta moral
basada en Injusticia y en una forma de vida propiamente humana.
Consecuente con su pensamiento permaneció fiel a su conciencia moral
hasta su muerte. Tras su condena, algunos amigos, intentaron inducirle a la fuga,
que habían preparado. Sócrates rehusó. En el Critón de Platón, se exponen las
razones de su negativa. Quiere dar con su muerte un testimonio decisivo a favor
de su confianza. Había vivido hasta entonces enseñando Injusticia y el respeto a
la ley; no podía, con su fuga, ser injusto hacia las leyes de su ciudad y desmentir
así, en el momento decisivo, toda su obra de maestro.
Por otra parte, no temía a su muerte, aunque no tuviera una absoluta
certeza de la inmortalidad del alma, alimentaba la esperanza de una vida después
de la muerte, que fuese para los hombres justos mejor que para los malvados.
Este testimonio de fidelidad a su conciencia moral es la mejor expresión
de la autoexperiencia moral de Sócrates.
4) ¿Qué camino siguió Sócrates para llevar al hombre al encuentro consigo
mismo?
El método socrático adquiere la forma de Diálogo, a través de una serie
de preguntas y respuestas en las que el interlocutor se ve obligado a plantearse la
reflexión interior.

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En un primer lugar, el medio para promover a los demás el


reconocimiento de su propia ignorancia, que es condición de la investigación
interior, será la ironía. Este es el interrogante tendente a descubrir al hombre su
propia ignorancia, abandonándolo a la duda y la inquietud para obligarle a
investigar. Es el caminó del descubrimiento de la nulidad del saber ficticio para
poner al desnudo la ignorancia fundamental, que el hombre oculta a sí mismo
con el ropaje de un saber hecho de palabras y de vacío. De esta manera le
encamina hacia la búsqueda auténtica de sí mismo, hacia la liberación del saber
ficticio, que él cree como verdadera ciencia.
En un segundo momento, les hace descubrir poco a poco la verdad, la
cual está en el alma de la persona pero que ignora poseerla, para que la saque
fuera «dando la luz». Este procedimiento es la mayéutica, significa arte de ayudar
a dar a luz. Es la pedagogía socrático: ayudar al hombre a descubrir la verdad
interior y sacarla a la luz.
El arte de la mayéutica no es en realidad más que el arte de la
investigación en común. El hombre no puede por sí sólo llegar a ponerse en claro
consigo mismo, su investigación no puede quedarse en la individualidad, sino
que sólo puede ser fruto de un diálogo continuo con los demás y consigo mismo.
El método dialéctico de Sócrates representa un rechazo total al
individualismo radical de los sofistas, quienes utilizan a los demás para arrancar
el asentimiento que le asegura el éxito, pero no llega nunca a la sinceridad
consigo mismo ni con los demás.

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