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Esta obra de Moliere se presentó en 1659, es una comedia sobre dos provincianas recién llegadas a la
gran ciudad, que confunden a dos criados con unos señores de excelente posición económica y
talento. Las situaciones graciosas se suceden sin parar y puede adaptarse perfectamente a la época
actual. Preciosas ridículas hay en cualquier tiempo.
GORGIBUS.- ¿Es muy necesario, hacer tanto gasto para pintarse el hocico? Díganme, por favor: ¿Qué
le han hecho a esos caballeros que salieron con tanta frialdad? ¿No les había dicho que los recibieran
como a sus futuros maridos?
MADELÓN.- ¡Papá! No se puede empezar por el casamiento.
GORGIBUS.- ¿Y por dónde quieres entonces que empiecen? ¿Por vivir juntos?
MADELÓN.- ¡Ah, papá, lo que dices es propio del siglo antepasado! deberías ponerte al día con
nuevas ideas.
GORGIBUS.- No necesito nuevas ideas. Te digo que el matrimonio es una cosa santa y sagrada.
MADELÓN.- ¡Dios mío! ¡Si todo el mundo pensara así, se acabarían muy pronto las series de Netflix!
Bonita cosa si los enamorados se casan sin dificultad.
GORGIBUS.- ¿Qué dices?
MADELÓN.- Papá , aquí está mi prima, que te dirá igual que yo: que el matrimonio no debe nunca
llegar sino después de las otras aventuras. Es preciso que un amante, para ser agradable, sepa poner
publicaciones de amor, tomar fotos de su novia para instagram, dedicar canciones, bloquear a todas
las tipas que lo siguen, publicar estados de amor en whatsapp. Debe haber aventuras, rivales que se
atraviesan ante una inclinación arraigada, persecuciones de los padres, los celos, las quejas, las
desesperaciones, los bloqueos, las reconciliaciones. El llegar de buenas a primeras a la unión
conyugal, hacer al amor tan solo al concertar el contrato matrimonial y empezar justamente la novela
por la cola, papá no hay nada más vulgar que ese proceder, y me dan náuseas solo de pensar en eso.
GORGIBUS.- ¿Qué tonterías estoy oyendo?
CATHOS.- En efecto, tío; mi prima tiene razón. Apuesto a que esos dos señores no han visto nunca
una telenovela. Vienen a conocernos con ropa pasada de moda y no tienen cuenta en ninguna red
social. ¿Qué amantes son esos?
GORGIBUS.- Creo que están locas las dos; no logro entender nada de esto.
MADELÓN.- ¡Oh, por favor, papá. llámanos de otro modo y no con esos nombres raros!
GORGIBUS.- ¡Cómo! ¿Esos nombres raros no son suyos?
MADELÓN.- ¡Dios mío, qué naco! Uno de mis asombros es que hayas podido tener una hija tan
orgánica y espiritual como yo.
GORGIBUS.- No consiento en modo alguno que lleven otros nombres que los suyos, y en cuanto a
esos señores de que se trata, conozco sus familias y sus bienes, y quiero que se casen con ellos. Me
canso de mantenerlas son una carga demasiado pesada para un hombre de mi edad.
MADELÓN.- Déjanos disfrutar de la ciudad adonde acabamos de llegar. Déjanos forjar a gusto la
trama de nuestra novela y no apresures tanto su final.
GORGIBUS.- (Aparte.) No cabe duda, están locas. (Alto.) Repito que no entiendo nada de todas esas
tonterías; quiero ser amo absoluto, y para cortar toda clase de discursos, o se casan las dos muy
pronto, o que serán monjas; lo juro de verdad.
Escena VI
CATHOS y MADELÓN.
CATHOS.- ¡Dios mío, qué padre más terco tienes!
MADELÓN.- ¿Qué quieres? Me da pena. Me cuesta trabajo convencerme que yo pueda ser realmente
hija suya, y creo que, un buen día, alguna aventura vendrá a revelarme un origen más ilustre.
CATHOS.- Sería muy de creer, y tiene todas las apariencias de ello; en cuanto a mí, cuando me
contemplo…
Escena VII
CATHOS, MADELÓN y MAROTTE
MAROTTE.- Hay alguien que quiere verlas.
MADELÓN.- ¿Quién es?
MAROTTE.- Un tal Mascarilla, dice que es un influencer.
MADELÓN.- Es, sin duda, un ingenio que nos habrá encontrado en el Facebook.
CATHOS.- Seguramente, querida.
Escena VIII
MAROTTE y MASCARILLA.
MAROTTE.- Señor, dentro de un momento vendrán las señoritas.
MASCARILLA.– Que no se apresuren; estoy aquí instalado cómodamente para esperar.
MAROTTE.- Ya llegan.
Escena IX
MADELÓN, CATHOS, MASCARILLA y MAROTTE.
MASCARILLA.- (Después de haber saludado.) Señoritas, les sorprenderá la osadía de mi visita; su
reputación me trae ante ustedes, y el mérito posee para mí tan poderosos encantos, que corro tras él
por todas partes.
MADELÓN.- Si persigues el mérito, no debes cazar en nuestras tierras.
MASCARILLA.- ¡Ah!¡Falsa modestia!. La fama pone justamente de manifiesto lo que valen.
CATHOS.- Hay que ofrecer sillas.
MADELÓN.- ¡Marotte!
MAROTTE.- Sí.
MADELÓN.-Trae una silla.
(Sale MAROTTE.)
MASCARILLA.- ¿hay aquí seguridad para mí?
CATHOS.- ¿Qué temes?
(Vuelve MAROTTE con un sillón y sale de nuevo.)
MASCARILLA.- Algún robo de mi corazón. Veo aquí ojos que tienen aspecto de ser muy malas piezas,
de atacar a las libertades.
MADELÓN.- No temas nada; nuestros ojos no tienen malos propósitos y tu corazón puede descansar
con tranquilidad.
CATHOS.-Por favor, siéntese.
MASCARILLA.- ¿qué les parece la ciudad?
MADELÓN.- Es hermosa, un centro de buen gusto, no como en el pueblo.
MASCARILLA.- ¿Salen mucho, qué tal su vida social?
MADELÓN.- ¡Ay! No somos aún conocidas; pero tenemos un amiga que nos ha prometido llevarnos a
todos los bares y antros de moda.
MASCARILLA.- Yo puedo ser su guía, conozco a toda la gente importante de aquí.
MADELÓN.- ¡Ah Dios mío! Nos encantaría salir contigo.
CATHOS.-Sobre todo queremos conocer a gente bien, que esté relacionada y sea famosa, un político
o un artista.
MASCARILLA.- Bueno, yo soy un poeta y podrán encontrar en los cafés algunas de mis canciones,
poesías y escritos.
MADELÓN.- ¡Ah! Será realmente algo de una perfecta belleza;
MASCARILLA.- Pero todo lo hago por amor al arte, no por el dinero.
MADELÓN.- ¡Me imagino que será un gran placer verse impreso!
MASCARILLA.- Solo pongo mis escritos en un blog. A propósito, me gustaría recitarles un poema que
hice ayer.
MADELÓN.- Somos todo oídos.
MASCARILLA.-
¡Oh, oh! No estaba atento;
mientras te miro, sin vil pensamiento,
tus ojos, furtivos, me roban el corazón.
¡Al ladrón, al ladrón, al ladrón, al ladrón!
CATHOS.- ¡Ah, Dios mío! Es llegar al más alto grado de la galantería.
MASCARILLA.- Todo lo que hago tiene un aire es fresco. ¿Han observado ese principio? ¡Oh, oh! Es
extraordinario. ¡Oh, oh! como un hombre que cae de pronto en la cuenta. ¡Oh, oh! Es la sorpresa,
¡Oh, oh!
MADELÓN.- Sí; encuentro admirable ese ¡oh, oh!
MASCARILLA.- Parece que no es nada.
CATHOS.- Estas son cosas que no tienen precio.
MASCARILLA.- Tienes un gusto excelente.
MADELÓN.- ¡Vaya! No lo tengo del todo malo.
MASCARILLA.- Pero ¿no admiras también ese «no estaba atento», «no estaba atento», no lo
advertía? Manera natural de hablar; «no estaba atento, mientras te miro, sin vil pensamiento»,
mientras inocentemente, sin malicia ni impureza, como un pobre carnero «te miro», es decir, me
complazco en contemplarte, te observo, te examino; «Tus ojos, furtivos…» ¿Qué les parece esa
palabra «furtivos»? ¿No está bien escogida?
CATHOS.- Perfectamente bien. ¿Qué significa?
MASCARILLA.- «Furtivos», es decir, obrando a escondidas; parece como si fuera una gato que acaba
de atrapar un ratón; «furtivos»…
MADELÓN.- No puede haber nada mejor.
MASCARILLA.- «me roban el corazón». Me lo arrebatan, me lo quitan. «¡Al ladrón, al ladrón, al
ladrón, al ladrón!»
MADELÓN.- tiene un tono espiritual y galante.
MASCARILLA.-También le puse música
CATHOS.- ¿Estudiaste música?
MASCARILLA.- Para nada.
CATHOS.- ¿Y cómo puede realizarse eso?
MASCARILLA.- La gente de calidad lo sabe todo sin haber aprendido nunca nada.
MADELÓN.- Seguramente, querido.
MASCARILLA.- Escuchen, a ver es de su agrado (Canta.) «¡Oh, oh! No estaba atento…» (canta el
poema completo con alguna tonada de una canción de moda)
CATHOS.- Qué canción, provoca la muerte.
MASCARILLA.- ¿No encuentran bien expresado el pensamiento en la canción? «¡Al ladrón!…» Y
luego, como si se gritara muy fuerte: «Al, al, al, al, al ladrón». Y súbitamente, como una persona sin
aliento: «¡Al ladrón!».
MADELÓN.- Eso es saber la entraña de las cosas, la verdadera entraña, la entraña de la entraña. Todo
es maravilloso, me entusiasman la música y la letra.
CATHOS.- No he visto nunca nada de tal vigor.
MASCARILLA.- Todo lo que hago se me ocurre espontáneamente, sin estudio.
MADELÓN.-¡qué afortunado!
MASCARILLA.- ¿Y ustedes que hacen?
CATHOS.- Somos ninis
MADELÓN.- Ni estudiamos, ni trabajamos y tampoco nos divertimos porque mi papá no quiere
pagarnos un mejor plan de Internet.
MASCARILLA.- Me ofrezco para llevarlas al teatro.
MADELÓN.- Nos encantaría.
MASCARILLA.-Pero aplaudan con fuerza aunque no les guste la obra, todas las personas importantes
aplauden y elogian la obra aunque no le entiendan nada. Ustedes parecen actrices.
MADELÓN.- Hicimos una obra en la escuela.
MASCARILLA.- Habrá que verla. Yo escribí una que quiero hacer representar.
CATHOS.- ¡Vaya! ¿Y quién actuará?
MASCARILLA.- ¡Buena pregunta! Un actor famoso de Televisa, por supuesto, solo ellos son capaces
de dar valor a las cosas; los otros son unos ignorantes, que recitan como si hablaran; no saben hacer
sonar los versos y detenerse en el buen momento. ¿Y cómo se podría saber dónde se halla el bello
verso, si el comediante no se detiene en él y no nos advierte así que hay que provocar el murmullo?
CATHOS.- En efecto, hay maneras de hacer percibir a los oyentes las bellezas de una obra.
MASCARILLA.- ¿Qué les parecen estos calcetines? ¿Combinan con el traje?
CATHOS.- Por completo.
MASCARILLA.- ¿Está bien escogida la bufanda?