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ÍNDICE

LITERATURA

Capítulo Pág.

I. Neoclasicismo .................................................................................................................. 71

II. Romanticismo I ................................................................................................................ 81

III. Romanticismo II ...............................................................................................................


89

IV. Realismo francés ............................................................................................................. 97

V. Realismo ruso ............................................................................................................... 103

VI. Generación del 98 .......................................................................................................... 115

VII. Generación del 27 .......................................................................................................... 123

B la cka m es
Neoclasicismo

Capítulo I
Contexto histórico - Creó arquetipos. por su parte, está hermano y el noble
- Satírico. enamorado de una Anselmo, un hombre de
- Descubrimiento de las - Ridiculiza a la muchacha pobre, Mariana, cincuenta años, con quien
ruinas de Herculano, burguesía. con quien es indudable Harpagón quería casar a
Pompeya y - Comediógrafo que el avaro no lo dejará Elisa, abre a ambos sus
Roma satírico. casarse. En efecto, brazos. ¡Es su padre!
- Auge del Racionalismo - Gran observador de Harpagón tiene proyectos
(influencia de René costumbres. muy diferentes y hace En otro tiempo por
Descartes) saber a sus hijos que está una serie de
- Surge en Francia E dispuesto a tomar para sí circunstancias
durante el gobierno de l a Mariana. Una intrigante, novelescas, la familia se
Luis XIV (Rey Sol) Frosine, se encarga de había dispersado en un
máximo representante a negociar el matrimonio, la naufragio. Llega entonces
del Absolutismo, v joven no conoce a Cleanto y propone un
creando éste, la a Harpagón e ignora que es trueque a su padre; hará
Academia Francesa el padre del galán que la que le devuelvan su dinero
r
para controlar el arte. corteja. La grotesca figura si Harpagón le da a
o
de Harpagón la llena de Mariana. Harpagón
R espanto, pero la aparición consiente en todo, incluso
- Género:
a de Cleanto la reconforta. en que Elisa se case con
Dramático
Harpagón, ante las Valerio a condición de que
c - Especie:
buenas relaciones que las dos bodas no le
i Comedia
inmediatamente ve cuesten nada, y que se le
- Cinco actos. Está
o establecerse entre los pague un traje nuevo para
en verso
n jóvenes, concibe una asistir a ellas.
sospecha que quiere
a Personajes:
comprobar. Finge haber T
l reflexionado sobre su a
i - El rico Harpagón, el
edad y propone a Cleanto r
avaro
s que sea él quien se case t
- Elisa, hija de
m con Mariana. Cleanto cae u
Harpagón.
en la trampa, pero en f
o - Cleanto, hijo de
cuanto su padre los o
Harpagón.
desengañase le anuncia (
- Filosofía del - Valerio, fingido
que ya las cosas han F
conocimiento basada criado de Harpagón,
llegado a ese extremo, no r
en la razón, en enamorado de
se le cederá sino es por la a
oposición al E
fuerza. Bruscamente, un g
Subjetivismo y al l
terrible descubrimiento m
Empirismo i
distrae la cólera del avaro, e
s
pues le han robado una n
a
cajilla con diez mil t
Molière (Francia 1622 .
francos, que guardaba o
- 1675) - Mariana, amada de
enterrada en el jardín. El )
Cleanto.
ladrón es La flecha, criado
Su verdadero nombre
de Cleanto al que A
era Jean-Baptiste Argumento
Harpagón había C
Poquelin, abandonó el
El rico Harpagón tiene despedido. T
puesto de tapicero real
que ostentaba su padre dos hijos que no lo O
quieren ni lo estiman, Pero las sospechas
por dedicarse al teatro
Elisa y Cleanto. La primera caen sobre Valerio, a
T
ha conocido a un joven consecuencia de una
Obras: E
que para acercarse a ella, denuncia del mayordomo
R
se ha introducido en casa que quiere hacer pagar al
Tartufo, El Avaro, El C
de su padre como señor intendente los
enfermo imaginario, El E
intendente bajo el nombre palos que recibió de él;
médico a palos, Don Juan, R
de Valerio; Cleanto, para disculparse, Valerio
El Misántropo, Las O
no tiene más remedio que
Preciosas Ridículas. dar a conocer su
E
verdadero nombre.
Características: s
Mariana reconoce
c
entonces en él a su
e
n
a

I
D
a
m
i
s

D
o
r
i
n
a

Damis- Que el rayo


acabe aquí con mi
destino, que me llamen
por todas partes el mayor
de los bergantes, si hay
fuerza alguna o respeto
que me detenga; ¡y si no,
hago cualquier asonada!

Dorina- Moderad, por


favor, un arrebato tal;
vuestro padre no ha hecho
más que hablar,
simplemente. No realiza 5
LITERATURA
uno todo lo que se AÑO

propone, y del dicho al


hecho hay siempre mucho
trecho.
Damis- Tengo que hacer cesar los manejos de ese fatuo dejo juntos.
y que decirle dos palabritas al oído.
Dorina- ¡Ah, poco a poco! Con él, como vuestro padre,
dejad obrar a vuestra madrastra. Tiene cierto
ascendiente sobre Tartufo, que acata, complaciente,
cuanto ella dice, y que es, tal vez, una de sus
debilidades. ¡Pluguiese a Dios que fuera cierto! La cosa
estaría bien. En fin, vuestro interés la obliga a mandarle
venir; quiere ella sondearle sobre el enlace que os
atormenta, saber sus sentimientos y advertirle de las
enojosas cuestiones que puede promover si va él a
cifrar alguna esperanza en tal propósito. Su criado dice
que está rezando y no he podido verle; mas ese mismo
sirviente me dijo también que iba a bajar. Marchaos,
pues, os lo ruego, y dejadme esperar.
Damis- Puedo estar presente en esa conversación.
Dorina- De ninguna manera. Es preciso que estén
solos. Damis- No le diré nada.
Dorina- Os chanceáis; conocemos vuestros arrebatos
habituales, y sería el mejor modo de estropear el
negocio. Salid.
Damis- No; quiero presenciarlo sin
enojarme.
Dorina- ¡Qué molesto sois! Aquí llega.
Retiraos.
(Damis va a ocultarse en un cuartito, al fondo de la
escena).

Escena II
Tartufo y Dorina

Tartufo- (Hablando en voz alta a su criado, que está en


la casa, en cuanto ve a Dorina) Lorenzo, guardad mi
cilicio con mis disciplinas y rogad al Cielo que os ilumine
siempre. Si vinieran a verme, estoy con los cautivos,
repartiendo allí el dinero de las limosnas.
Dorina- (Aparte) ¡Cuánta afectación y cuánta
fanfarronería!
Tartufo- ¿Qué queréis?
Dorina- Deciros...
Tartufo- (Sacando un pañuelo de su
bolsillo.)
¡Ah Dios mío! Antes de hablar, tomad este pañuelo, os
lo ruego.
Dorina- ¡Cómo!
Tartufo- Taparos ese seno, que no podría ver. Se ofende
a las almas con semejantes prendas, que suscitan
malos pensamientos.
Dorina- Sois entonces muy débil a la tentación, ¡y la
carne causa una gran impresión sobre vuestros
sentidos! No sé, en verdad, qué ardor os arrebata; mas
yo no soy tan pronta a los deseos. Y, aunque os viera
desnudo de arriba abajo, no me tentaría vuestra piel.
Tartufo- Poned un poco de pudor en vuestro lenguaje, o
me marcho ahora mismo.
Dorina- No, no; soy la que voy a dejaros en paz, pues
tengo que deciros tan sólo dos palabras. La señora va a
venir a esta sala a pediros la merced a un momento de
charla. Tartufo- ¡Ay! Con mucho gusto.
Dorina- (Aparte) ¡Cómo se suaviza! A fe mía, sigo
creyendo lo que ya he dicho.
Tartufo- ¿Vendrá
pronto?
Dorina- Me parece que la oigo. Sí, ella es en persona; os
Escena III
Elmira y Tartufo

Tartufo- Que el cielo os conceda, con su infinita bondad,


la salud del alma y del cuerpo y bendiga vuestros días
tanto como lo desea el más humilde de los que su amor
inspira. Elmira- Os agradezco tan piadoso deseo. Mas
tomemos asiento para estar mejor.
Tartufo- (Sentado.) ¿Cómo os encontráis de vuestra
dolencia?
Elmira- (Sentada.) Muy bien; ya estoy limpia de fiebre.
Tartufo- Mis preces no tienen el mérito necesario para
haber conseguido esa gracia divina; mas no he hecho al
cielo ninguna súplica piadosa que no haya tenido por
objeto vuestra convalecencia.
Elmira- Vuestro fervor se ha preocupado por mí en
demasía. Tartufo- No podría uno querer demasiado a
vuestra amada salud, y por restablecerla hubiese dado
la mía.
Elmira- Eso es llevar muy lejos la caridad cristiana, y os
debo mucho por todas esas bondades.
Tartufo- Hago por vos mucho menos de lo que
merecéis. Elmira- He querido hablaros en secreto de un
asunto, y estoy aquí satisfecha de que nadie nos espíe.
Tartufo- Ello también me encanta y, sin duda, me es
grato, señora, verme a solas con vos. Esta es una
ocasión que he pedido al cielo, sin que me la haya
concedido hasta hoy. Elmira- Por mi parte, lo que deseo
es una breve plática, en la que se abra vuestro corazón,
sin ocultarme nada (Damis, sin que le vean, entreabre la
puerta del cuarto en donde se oculta para escuchar la
conversación.)
Tartufo- Y yo no quiero más, como gracia especial, que
mostrar ante vuestros ojos mi alma entera, jurándolos
que los comentarios que he hecho ante las visitas que
vuestros atractivos reciben aquí no los ha motivado
ningún odio hacia vos, sino más bien el celoso arrebato
que me arrastra y el puro impulso...
Elmira- Así los considero yo también, y creo que mi
salvación os proporciona esa preocupación.
Tartufo- (Coge la mano a Elmira y le estrecha los
dedos.)Sí, señora; sin duda; y mi fervor es tal...
Elmira- ¡Ay! Me apretáis demasiado...
Tartufo- Es por exceso de celo; no tuve nunca intención
de haceros ningún daño, y antes preferiría... (Coloca
sus manos sobre las rodillas de Elmira.)
Elmira- ¿Qué hace ahí vuestra mano?
Tartufo- Palpo vuestro vestido; es muy suave la tela.
Elmira- ¡Ah, cesad, por favor, que soy muy cosquillosa!
(Elmira hace retroceder su sillón, y Tartufo se vuelve
a acercar a ella.)
Tartufo- (Tocando la pañoleta de Elmira.) ¡Dios mío, qué
maravilloso es el punto de esta labor! Hoy día se trabaja
con manos milagrosas; nunca se ha visto nada igual.
Elmira- Es cierto. Mas hablemos un poco de vuestro
asunto. Dicen que mi marido quiere devolver su palabra y
entregaros su hija. Decidme: ¿es cierto?
Tartufo- Algo de eso me ha dicho; mas, señora, a decir
verdad, no es esa la dicha por la que suspiro, y veo en
otra parte los maravillosos hechizos de la felicidad que
constituye todo mi deseo.
Elmira- Es que vos no amáis las cosas terrenas.
Tartufo- Mi pecho no encierra un corazón de piedra. Elmira- Os oigo hablar, y vuestra retórica con términos
Elmira- Por mi parte, creo que todos vuestros suspiros harto vigorosos se explica ante mi alma. ¿No teméis que
tienden al cielo, y que en este mundo no hay nada que sienta yo el capricho de contar a mi esposo ese fuego
sucite vuestro anhelos. galante, y que la pronta noticia de un amor de ese
Tartufo- El amor que no liga a las bellezas eternas no género pueda alterar la amistad que él os tiene?
sofoca en nosotros el amor a los temporales; nuestros Tartufo- Sé que sois demasiado benévola, y que
sentidos pueden ser fácilmente hechizados por las obras perdonaréis mi atrevimiento; que disculparéis la humana
perfectas que ha forjado el cielo. Sus atractivos, flaqueza de los violentos arrebatos de un amor que os
reflejados, brillan en vuestras semejantes; mas en vos ofende, y que tendréis en cuenta, viendo vuestro
ha puesto él sus más raras maravillas; ha esparcido talante, que uno no es ciego y que el hombre es de
sobre vuestro rostro bellezas que pasman los ojos y carne.
conmueven los corazones; y no he podido veros, Elmira- Otros quizá tomasen esto de modo muy distinto;
criatura perfecta, sin admirar en vos al Creador de la pero mi discreción quiere revelarse aquí. No contaré el
naturaleza y sin sentir mi corazón herido por un ardiente asunto a mi marido; mas deseo, en cambio, una cosa de
amor hacia el más hermoso de los retratos en que él vos, y es que apresuréis sin rebozo, y sin ningún enredo,
mismo se retrató. Temí al principio que este fuego la boda de Valerio con Mariana; que renuncieis vos
secreto fuera una hábil sorpresa del espíritu maligno, e mismo a la injusta influencia que quiere enriquecer
incluso mi corazón se decidió a huir de vuestros ojos, vuestra esperanza con el bien ajeno, y...
creyéndolos un obstáculo para mi salvación. Mas supe,
al fin, ¡oh beldad adorable!, que esa pasión puede no Escena IV
ser la culpable y compaginarse con el pudor, y ello me Elmira, Damis y Tartufo
permite entregarle mi corazón. Es en mí, lo confieso, una
gran osadía atreverme a ofrendaros este corazón; sin Damis- (Saliendo del aposento donde se ocultaba.) No,
anhelos lo esperan todo de vuestra bondad, y nada señora, no; esto debe divulgarse. Estaba yo en este
esperan de los vanos esfuerzos de mi insignificancia. sitio, desde donde he podido escucharlo todo; y la
En vos están mi esperanza, mi bien, mi tranquilidad; de bondad del cielo parece haberme llevado allí para
vos depende mi pesar o mi beatitud; y voy a ser, en fin, confundir el orgullo a un traidor que me ofende, para
por vuestra sola sentencia, feliz si lo queréis, desdichado abrir un camino que me lleve a la venganza de su
si os place. Elmira- La declaración es totalmente hipocresía y de su insolencia, y que desengañe a mi
galante; mas, en verdad, un poco sorprendente. Creo padre, mostrándole a la luz del día el alma de un
que deberíais fortalecer mejor vuestro pecho y razonar bandido que os ha hablado de amor.
un poco sobre tal deseo. Un devoto como vos, afamado Elmira- No, Damis; basta con que él llegue a enmendarse
en todas partes... y procure merecer el perdón a que me comprometo. Ya
Tartufo- ¡Ah! No porque sea devoto dejo de ser hombre; que lo he prometido, no me desmintáis. No está en mi
y cuando llega uno a contemplar vuestros celestiales carácter provocar escándalos; una esposa se ríe de tales
hechizos, el corazón queda prendido en ellos y no necedades y no perturba con ellas los oídos de su
razona. Ya sé‚ que tal discurso parece extraño en mí; marido.
mas, señora, después de todo, no soy un ángel; y si Damis- Tenéis vuestras razones para hablar así, y yo
condenáis la confesión que os hago, culpad de ello a tengo también las mías para hacer lo contrario. Querer
vuestras encantadoras prendas. En cuanto vi brillar su perdonarle es una burla, y el insolente orgullo de su
esplendor más que humano, fuisteis la soberana de mi santurronería ha vencido hartas veces mi justa cólera
alma; la dulzura inefable de vuestras divinas miradas y ha promovido demasiados trastornos en nuestra
forzó la resistencia en que mi corazón se obstinaba; casa. El bergante ha manejado a mi padre demasiado
todo lo superó: ayunos, rezos y lágrimas, e hizo que mis tiempo, causando perjuicios a mi pasión y a la de
anhelos se volvieran hacia vuestros encantos. Mis ojos y Valerio. Es preciso que quede él desengañado del
mis suspiros os lo han dicho mil veces, y para pérfido, y el Cielo me ofrece un medio fácil para ello. Le
explicarme mejor empleo ahora la voz. Si miráis, con debo esta ocasión, y es demasiado favorable para no
alma algo benévola, las tribulaciones de vuestro indigno aprovecharla: tenerla en la mano y no utilizarla, sería
esclavo; si vuestras bondades acceden a consolarme y merecer que viniese a quitármela.
se dignan rebajarse hasta mi vacío, tendré‚ por vos, Elmira- ¡Damis!...
¡oh suave maravilla!, un fervor con ninguno comparable. Damis- No; sólo haré mi voluntad, si os place. Mi alma
Vuestro honor no corre conmigo el menor riesgo, ni se siente ahora colmada de contento, y vuestros
tiene que temer ninguna desdicha por mi parte. Todos discursos pretenden en vano obligarme a renunciar el
esos galanes cortesanos cuyas mujeres están locas, son placer de poder vengarme. Voy a despachar el asunto; y
ruidosos en sus actos y vanos en sus palabras; se les ve he aquí, justamente, con qué darme satisfacción.
jactarse sin cesar de sus éxitos; van siempre a divulgar
los favores logrados, y su lengua indiscreta, en la cual Escena V
se confía, deshonra el altar en que su corazón se Orgón, Damis, Tartufo y
sacrifica. Mas las gentes como yo ardemos con un fuego Elmira
prudente, con el cual se está siempre seguro del
secreto. El cuidado que ponemos en nuestro renombre Damis- Vamos a festejar, padre, vuestra llegada con
responde de todo ante el ser amado; y en nosotros se un suceso muy reciente que os sorprenderá mucho.
halla, el aceptar en nuestro corazón, un amor sin Estáis bien compensado de todos vuestros halagos, y el
escándalo y un placer sin temores. señor estima vuestras ternuras a soberbio precio. Su
gran celo por vos acaba de revelarse; llega, nada menos,
que a deshonrarnos.
Le he sorprendido aquí haciendo a la señora de esta encolericéis! Preferiría yo sufrir la pena más dura antes
casa la confesión de una pasión culpable. Ella tiene un que recibiera él, por mi culpa, el menor arañazo.
carácter dulce, y su corazón, harto discreto, quería Orgón- (A su hijo.) ¡Ingrato!
guardar ese secreto a toda costa; mas yo no puedo
tratar con mimo semejante imprudencia, y creo que
ocultároslo sería causaros una ofensa.
Elmira- Sí; sostengo que no se debe turbar el reposo de
un marido con todas esas frases hueras; que no
puede depender de eso el honor, y que nos basta con
saber defendernos de ellas. Este es mi parecer, y no
hubierais dicho nada, Damis, de haber yo tenido algún
ascendiente sobre vos.

Escena VI
Orgón, Damis y Tartufo

Orgón- ¿Puedo creer, ¡oh cielo!, lo que acabo de oír?


Tartufo - Sí, hermano; soy malo y culpable; soy un
desdichado pecador cargado de iniquidad, el mayor
desalmado que ha existido. Cada instante de mi vida
está lleno de manchas, y es tan sólo un montón de
crímenes e inmundicias; y veo que el cielo, para castigo
mío, quiere mortificarme en esta ocasión; de cualquier
gran delito que pueda reprochárseme, no pienso
tener el orgullo de defenderme. Creed lo que se os
dice, aprestad vuestro enojo y, como a un criminal,
arrojadme de aquí: no podrá corresponderme en
patrimonio la vergüenza suficiente que no haya merecido
con creces.
Orgón- (A su hijo.) ¡Ah traidor! ¿Y te atreves con esta
falsedad a querer empañar la pureza de su virtud?
Damis- ¡Cómo! La fingida dulzura de esta alma
hipócrita,
¿osará
negar...?
Orgón- ¡Calla, maldito
bicho!
Tartufo- ¡Ah! Dejadle hablar; le acusáis injustamente. Y
haréis mejor en creer su relato. ¿Por qué os mostráis
tan favorable a mí ante semejante acción? ¿Sabéis,
después de todo, de qué soy capaz? ¿Os fiáis,
hermano, de mi aspecto? ¿Y me juzgáis mejor por todo
lo que se ve? No, no; os dejáis engañar por la
apariencia. Soy todo, menos,
¡ay!, lo que se piensa. Todo el mundo me toma por un
hombre de bien; mas la pura verdad es que no valgo
nada. (Dirigiéndose a Damis) Sí, mi querido hijo,
hablad; habladme, pérfido, infame, perdido, ladrón,
homicida; abrumadme con nombres más odiosos aún;
no he de contradeciros, lo merezco; y quiero de rodillas
sufrir su ignominia, como una afrenta que merecen los
crímenes de mi vida.
Orgón- (A Tartufo.) Hermano mío, esto ya es
demasiado. (A su hijo.) ¿Tu corazón no se convence,
traidor?
Damis- ¡Cómo! Sus discursos os seducirán hasta el
punto... Orgón- (Ayudando a levantarse a, Tartufo.)
¡Calla, bergante! Hermano, ¡eh! ¡Alzaos por favor! (A su
hijo.) ¡Infame! Damis- Puede...
Orgón- ¡Calla!
Damis- Me sofoca la rabia. ¡Cómo!
Paso...
Orgón- Si dices una sola palabra, te romperé los brazos.
Tartufo- Hermano, en nombre de Dios, ¡no os
Tartufo- Dejadle en paz. Si es preciso, de rodillas, Orgón- ¿Qué importa? ¿Veis acaso que mi corazón los
pediros su perdón... escuche?
Orgón- (Cayendo también de rodillas y abrazando a Tartufo- No cejarán, sin duda; y esos mismos cuentos
Tartufo.) que rechazáis ahora quizá sean escuchados otra vez.
¡Ay! ¿Os burláis? (A su hijo.) ¡Bribón! ¡Contemplad su Orgón- No, hermano mío;
bondad! nunca.
Damis- Así, pues... Tartufo- ¡Ah, hermano! Una esposa puede sorprender
Orgón- ¡Silencio!
Damis- ¡Cómo!
Yo...
Orgón- ¡Silencio, digo! ¡Sé muy bien el motivo que te
obliga a atacarle! Le odiáis todos, y hoy veo, esposa,
hijos y criados, desatados contra él. Se emplean
descaradamente toda clase de cosas para echar de mi
casa a este devoto ser; pero cuantos más esfuerzos
hacen por expulsarle de aquí, más quiero utilizar para
retenerle; voy a apresurarme a entregarle mi hija,
para confundir el orgullo de toda mi familia.
Damis- ¡Piensa obligarla a aceptar su
mano!
Orgón- Sí, traidor, y esta misma noche, para que
rabiéis.
¡Ah! Os desafío a todos, y os haré ver que es preciso
obedecerme y que soy aquí el amo. Vamos, a
retractarse, y a echaros al momento, bergante, a sus
pies, pidiéndole perdón.
Damis- ¿Quién? ¡Yo! Ante este bribón, que con sus
imposturas...
Orgón- ¡Ah, te resistes, miserable, y le diriges injurias!
(A Tartufo.) ¡Un palo! ¡Un palo! ¡No me contengáis! (A su
hijo.)
¡Fuera! ¡Sal ahora mismo
de
mi casa! Y no tengas la osadía de volver a
ella.
Damis- Sí, me iré; mas...
Orgón- ¡Pronto, abandona este lugar! Te desheredo,
truhán, y te lanzo, además, mi maldición.

Escena VII
Orgón y Tartufo

Orgón- ¡Ofender así a una persona


santa!
Tartufo- ¡Oh cielo! ¡Perdónale el dolor que me causa! (A
Orgón.) Si supierais con qué disgusto veo que intentan
denigrarme ante mi hermano.
Orgón- ¡Ay!
Tartufo- El solo pensamiento de esta ingratitud hace
sufrir a mi alma un suplicio tan duro... El horror que me
causa... Tengo tan oprimido el corazón, que no puedo
hablar, y creo que eso me matará.
Orgón- (Corriendo, deshecho en lágrimas, a la puerta
por donde ha expulsado a su hijo.) ¡Bribón! Me
arrepiento de haber contenido mi mano y de no haberte
acogotado en el sitio. (A Tartufo.) Reponeos, hermano,
y no os enojáis. Tartufo- Cesemos, cesemos estos
penosos debates. Veo los grandes trastornos que
ocasiono en esta casa, y creo que es preciso, hermano
mío, que salga de ella.
Orgón- ¡Cómo! ¿Os
chanceáis?
Tartufo- Aquí me odian, y veo que intentan suscitar
vuestras sospechas sobre mi fe.
fácilmente el alma de su marido. Ilustración. Hijo del escritor Nicolás Fernández de
Orgón- No, no. Moratín, cultivó en su juventud los círculos intelectuales
Tartufo- Dejad que, alejándome de aquí, les quite todo de Madrid de Carlos III y llegó a ser desterrado por
motivo para atacarme así. profesar las ideas renovadoras de Jovellanos. Escribió
Orgón- No; seguiréis aquí; va en ello mi vida. diversos libros de viajes acerca de sus estancias en
Tartufo- Pues bien: tendré que mortificarme. No Francia, Inglaterra e Italia, donde trabó contacto con las
obstante, si queréis... nuevas tendencias teatrales de la época. Su crítica a la
Orgón- ¡Ah! sociedad y a las convenciones teatrales de entonces se
Tartufo- Sea; no hablemos más de ello. Mas sé cómo manifiesta en su sátira en prosa La derrota de los
hay que conducirse en este asunto. El honor es pedantes y en obras como La comedia nueva o el café,
delicado, y la amistad me obliga a prevenir los rumores El barón, La mojigata y, sobre todo, El sí de las niñas, un
y los motivos de sospechas; huiré‚ de vuestra esposa y recordado ataque contra la educación femenina
no me veréis... Orgón- No; la veréis a menudo, pese a tradicional. Sus Obras dramáticas y líricas fueron
todos. Hacer rabiar al mundo es mi mayor placer, y editadas en París en 1825, tres años antes de su
quiero que con ella os vean a todas horas. Y no es esto fallecimiento, seguidas en 1833, ya póstumamente, por el
bastante: para mejor afrontarlos a todos, no quiero ensayo Orígenes del teatro español, una importante
tener más heredero que vos; voy al instante a haceros contribución al estudio de la dramaturgia peninsular.
donación entera de mis bienes. Un noble y franco amigo
que torno por yerno es para mí más querido que un hijo,
una esposa y unos padres. ¿No aceptaréis lo que os El sí de las niñas
propongo?
Tartufo- ¡Hágase la voluntad divina en todo! Con El sí de las niñas, el neoclásico Leandro
Orgón- ¡Pobre hombre! Vayamos pronto a redactar la Fernández de Moratín consigue crear una obra de
escritura: ¡y que ello haga reventar de despecho a la carácter netamente español a partir de la comedia
envidia! dieciochesca francesa. La pieza, ligera e inteligente,
consta de tres actos, está escrita en prosa y fue
Jean Racine (Francia 1639 - 1699) representada por primera vez en el año
1806, con gran éxito. Su argumento trata de una viuda
Gran poeta trágico, fue un gran estudioso de los que, al verse al borde de la miseria, decide casar a su
clásicos. Trató la pasión femenina (Eurípides moderno). hija con un hombre mayor de gran fortuna. Paquita,
Es el más representativo del Neoclasicismo. la muchacha, acepta los planes de su madre a pesar de
estar enamorada de don Carlos, sobrino de su futuro
Obras: marido. Sorprendentemente, es don Diego, el
maduro galán rechazado, quien resuelve el problema
Athalía, Esther, Andrómaca, Fedra, Bajazet, casando a los jóvenes. Este desenlace inesperado es
Mitrídates, Berenice, Británico. uno de los signos de modernidad de la obra.

Características:
Félix María Samaniego (Laguardia, 1745-1801)
- Gran conocedor de la naturaleza humana.
- Argumentos sencillos. Escritor vasco cuyas sencillas y graciosas fábulas
- Perfección en el estilo.
- Obedeció a las normas neoclásicas. para
niños le han valido un lugar propio en la historia de la
Jean de la Fontaine (Francia 1621 - 1695) literatura. Nació en una familia aristocrática, e,
influenciado por los enciclopedistas franceses, dedicó su
Perteneció a una familia burguesa, y formó parte de vida al bienestar de sus compatriotas de Euskadi. En
un círculo de jóvenes poetas llamados "Los Caballeros 1783, se involucró en una disputa literaria con el
de la Tabla Redonda", por su admiración a estos temas. fabulista Tomás de Iriarte, que había sido su
Amigo de Molière y Racine. colaborador, y, en 1793, fue confinado en un monasterio
a causa de ataques realizados en su nombre contra la
Obras: Iglesia. Sus célebres Fábulas morales, escritas para sus
estudiantes de la Sociedad Vasca, figuran incluso hoy en
Los amores de Psiqué y Cupido, Narraciones y los programas escolares.
Cuentos, Fábulas.
El perro y el cocodrilo
Leandro Fernández de Moratín
(Madrid, 1760 - París, 1828) Bebiendo un perro en el
Nilo al mismo tiempo corría.
Considerado el maestro de la comedia neoclásica -Bebe quieto- le decía
española, Leandro Fernández de Moratín es una de las un taimado cocodrilo.
figuras más destacadas de las letras castellanas de la Díjole el perro prudente:
-Dañoso es beber y andar,
¿pero es sano el aguardar
a que me claves el
diente?
¡Oh, qué docto perro viejo! Acercóse a olerla
Yo venero tu sentir el dicho animal,
en esto de no seguir y dio un resoplido
del enemigo el consejo. por casualidad.

En la flauta el aire
se hubo de colar,
La zorra y las uvas y sonó la flauta
(Libro IV - Fábula VI) por casualidad.

Es voz común que a más del «iOh!», dijo el borrico,


mediodía, en ayunas la zorra iba «¡qué bien sé tocar!
cazando; ¡y dirán que es mala
halla una parra, quédase la música asnal!»
mirando de la alta vid el fruto
que pendía. Causábala mil ansias Sin regla del arte,
y congojas borriquitos hay que
no alcanzar a las uvas con la garra, una vez aciertan por
al mostrar a sus dientes la alta casualidad.
parra negros racimos entre verdes
hojas. Miró, saltó y anduvo en Características del Neoclasicismo
probaduras, pero vio el imposible ya español
de fijo. Entonces fue cuando la
zorra dijo: Al morir Carlos II, rey España, último de los Austria pues
«No las quiero comer. No están no deja descendencia, ocupa el trono español, a
maduras». principios del siglo XVIII, Felipe V, príncipe francés de la
No por eso te muestres impaciente, familia de los borbones. La influencia francesa se hace
si se te frustra, Fabio, algún sentir en España en todos los aspectos y las tendencias
intento: aplica bien el cuento, filosóficas y literarias del iluminismo y la ilustración se
y di: No están maduras, frescamente. manifiestan en la actividad cultural de la época.

El movimiento renovador trae como consecuencia fijar el


Tomás de Iriarte idioma sobre la base del criterio de autoridad. En 1714
(Puerto de la Cruz, Tenerife, 1750-1791) se crea la Real Academia de la Lengua Española (limpia,
fija y da esplendor a la lengua), y ésta se ocupará de
Escritor, poeta y dramaturgo español. Se educó en editar el Diccionario de la Lengua Castellana y la
Madrid, siendo sus obras creativas más importantes las Gramática, obras que desde entonces se editan
Fábulas literarias, publicadas en 1782. Uno de sus periódicamente.
grandes aportes al humanismo neoclásico fue su
traducción del Arte Poética de Horacio. Iriarte tenía En el género lírico, se destacan tres autores: Tomás de
como norma "unir lo útil con lo bello", de manera que Iriarte, José Cadalso y Gaspar Melchor de Jovellanos. El
sus relatos reflejen las preocupaciones de la época: teatro neoclásico tiene como figura más importante a
utilidad de las reglas, necesidad de un estilo sencillo y Leandro Fernández de Moratín. Las obras de este autor,
claro, etc. Así, "El burro flautista" nos quiere demostrar como todas las del teatro neoclásico, se ciñen a las
que sin las reglas del arte sólo puede acertarse por reglas de las tres unidades:
azar.
De acción: el argumento sigue una línea temática
El burro flautista única.
De lugar: la acción transcurre en un mismo
Esta fabulilla, sitio.
salga bien o mal, De tiempo: la acción no debía extenderse más de lo
me ha ocurrido ahora que pudiera durar en escena, y el límite máximo del
por casualidad. desarrollo de la idea argumental era de veinticuatro
horas.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico PRINCIPALES AUTORES Y OBRAS
por casualidad. Representativas de los distintos géneros

Una flauta en ellos Género lírico: Meléndez Valdés, Jovellanos y los


halló, que un zagal fabulistas
se dejó olvidada Iriarte y Samaniego (lírico –
por casualidad. didáctico)
Género dramático: Ramón de la Cruz, quien se
destacó en el sainete, obras de inspiración popular;
Leandro Fernández de Moratín, dentro de la más
estricta línea neoclásica.
Género narrativo: José Cadalso, con su obra de que se llama criar bien a una niña: enseñarle a que
análisis crítico de la sociedad española, Cartas desmienta y oculte las pasiones inocentes con una
Marruecas. pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las
ven instruidas en el arte de callar y mentir».
Leandro Fernández de
Moratín.

El sí de las niñas

La obra: es una comedia costumbrista escrita en tres


actos, en prosa, característicamente neoclásica
por su composición y su intención didáctica y
moralizadora.

Resumen del
argumento

* Acto Primero. La escena transcurre en una posada


de Alcalá de Henares (allí se desarrollarán los tres actos,
con lo que se cumple la unidad de lugar). Don Diego,
hombre serio y formal de unos 59 años conversa con su
criado Simón a quien le comenta su intención de casarse
con doña Francisca -Paquita- joven delicada y obediente,
recién salida del convento donde ha sido educada y
quien acaba de cumplir dieciséis años. Doña Irene,
madre de la joven, muestra su interés y entusiasmo
por esta boda que considera conveniente y ventajosa
para su hija y asegura al pretendiente que «la hija es
obediente y no se apartará jamás de lo que determine
su madre». Pero Paquita ama a un joven militar, don
Félix, a quien comunica por medio de Rita, su criada y
confidente, su situación.

* Acto segundo. Doña Irene destaca ante su hija las


buenas condiciones de don Diego: sus buenas morales y
la abundancia de sus bienes materiales. Don Félix,
quien resulta ser Carlos, sobrino de don Diego se
encuentra furtivamente con Paquita, le asegura a la
joven, por el amor que se profesan, que la rescatará de
tan enojosa situación. Tío y sobrino se encuentran y
aquél procura que éste parta a cumplir con sus deberes
militares pues no quiere que, por el momento, se entere
de sus planes.

* Acto tercero. Don Carlos, descubierta la identidad


del pretendiente de su amada, le comunica a Paquita que
debe partir y que en una carta le explica los motivos de
su alejamiento. Don Diego descubre el secreto de los
jóvenes y reprocha a la madre que haya abusado de su
autoridad para disponer del amor de la hija. Reunidos los
dos jóvenes, don Diego los bendice y les desea felicidad.

Análisis de la obra. La acción es sencilla y lineal. Se


cumple estrictamente las tres unidades. Las acotaciones
escénicas marcan que toda la obra transcurre en un
mismo lugar y desde las siete de la tarde hasta las cinco
de la mañana del día siguiente. En el primer acto se
van presentando los personajes a través del diálogo y
queda planteado el asunto; en el segundo, se plantea el
conflicto y el juego escénico se enriquece con la
presentación de todos los personajes; en el tercer
acto se produce el desenlace, y con él se expone la
intención didáctica y crítica del autor: Mostrar los errores
de la educación de las niñas en su época, «esto es lo
Todo se les permite, menos la sinceridad. Con tal que no permiten un instante de quietud.
no digan lo que sienten, con tal que se presten a
pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro,
sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien
criadas, y se llama excelente educación la que inspira en
ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo» (Don
Diego, Acto tercero, escena VIII).

El lenguaje es sencillo y el diálogo ágil; las oraciones


son breves y de construcción directa. Los personajes,
tanto amos como criados hablan la misma lengua, ya que
no es intención del autor marcar diferencias ni
pintoresquismos idiomáticos.

Personajes: Los principales son don Diego y doña


Paquita, y están muy linealmente dibujados en la obra.
Ninguno de los dos presenta honduras psicológicas.

Don Diego, es el hombre maduro, razonable y


bondadoso quien no ha buscado en la joven la
realización de una gran pasión sino una compañera
joven para su próxima vejez. Y renuncia a sus proyectos
cuando comprende que Paquita quiere a otro hombre.
Con él se identifica el autor.

Doña Francisca, -Paquita- es obediente, soñadora e,


indudablemente, refleja las características que la
educación de su época impone a las jóvenes.

Doña Irene, la madre, es tal vez el personaje menos


simpático. Se la presenta interesada y poco perspicaz.

Don Carlos, el enamorado galán, correcto y leal, no


ofrece más interés que el de ser necesario para el
desarrollo de la trama.

Los criados, en especial Simón y Rita, son los clásicos


confidentes que permiten la presentación de los
personajes protagónicos.

- En el primer acto de El sí de las niñas queda


planteado el asunto alrededor, del cual se desarrollará la
trama de la obra, así como también se describe a sus
protagonistas. Lea con atención el texto transcrito:

Escena Primera
Don Diego, Simón

(Sale don Diego de su cuarto. Simón, que está sentado


en una silla, se levanta).
DON DIEGO.- ¿No han venido
todavía? SIMÓN.- No, señor.
DON DIEGO.- Despacio la han tomado por
cierto.
SIMÓN.- Como su tía la quiere tanto, según parece, y no
la han visto desde que la llevaron a Guadalajara.
DON DIEGO.- Sí. Yo no digo que no la viese; pero con
media hora de visita y cuatro lágrimas estaba concluido.
SIMÓN.- Ello también ha sido extraña determinación la
de estarse usted dos días enteros sin salir de la posada.
Cansa el leer, cansa el dormir.. Y, sobre todo, cansa la
mugre del cuarto, las sillas desvencijadas, las estampas
del hijo pródigo, el ruido de campanillas y cascabeles
y la conversación ronca de carromateros y patanes, que
DON DIEGO.- Ha sido conveniente el hacerlo así. Aquí usted tiene ¿para quién ha de ser?
me conocen todos y no he querido que nadie me vea. DON DIEGO.- Dices bien... ¿Y sabes tú lo que es una
SIMÓN.- Yo alcanzo la causa de tanto retiro. Pues ¿hay mujer aprovechada, hacendosa, que sepa cuidar de la
más en esto que haber acompañado usted a doña Irene casa, economizar, estar en todo?... Siempre lidiando con
hasta Guadalajara, para sacar del convento a la niña y amas,
volvernos con ellas a Madrid?
DON DIEGO.- Sí, hombre; algo más hay de lo que has
visto. SIMÓN.- Adelante.
DON DIEGO.- Algo, algo... Ello tú al cabo lo has de
saber, y no puede tardarse mucho... Mira, Simón, por dios
te encargo que no lo digas... Tú eres hombre de bien...
Ya ves que hemos sacado a esa niña del convento y nos
la llevamos a Madrid.
SIMÓN.- Sí,
señor.
DON DIEGO.- Pues bien... Pero te vuelvo a encargar
que a nadie lo descubras.
SIMÓN.- Bien está, señor. Jamás he gustado de
chismes. DON DIEGO.- Ya lo sé, por eso quiero fiarme
de ti. Yo, la verdad, nunca había visto a la tal doña
Paquita; pero mediante la amistad con su madre, he
tenido frecuentes noticias de ella; he leído muchas de las
cartas que escribía; he visto algunas de su tía la monja,
con quien ha vivido en Guadalajara; en suma, he tenido
cuantos informes pudiera desear acerca de sus
inclinaciones y conducta. Ya he logrado verla; he
procurado observarla en estos pocos días, y a decir
verdad, cuantos elogios hicieron de ella me parecen
escasos.
SIMÓN.- Si, por cierto... Es muy linda
y...
DON DIEGO.- Es muy linda, muy graciosa, muy
humilde... Y sobre todo, ¡aquel candor, aquella
inocencia! Vamos, es de lo que no se encuentra por
ahí... Y Talento... Sí, señor mucho talento... Con que,
para acabar de informarte lo que yo he pensado es ...
SIMÓN.- No hay que
decírmelo. DON DIEGO.- ¿No?
¿Por qué?
SIMÓN.- Porque ya lo adivino. Y me parece excelente
idea. DON DIEGO.- ¿Qué dices?
SIMON.-
Excelente
DON DIEGO.- ¿Con que al instante has
conocido?...
SIMÓN.- ¿Pues no es claro?... ¡Vaya!... Dígole a usted
que me parece muy buena boda; buena, buena.
DON DIEGO.- Sí, señor... yo lo he mirado bien, y lo
tengo por cosa muy acertada.
SIMÓN.- Seguro que
sí.
DON DIEGO.- Pero quiero absolutamente que no se
sepa hasta que esté hecho.
SIMÓN.- Y en eso hace usted
bien.
DON DIEGO.- Porque no todos ven las cosas de una
manera, y no faltaría quien murmurase, y dijese que era
una locura, y me ...
SIMÓN.- ¿Locura? ¡Buena locura!... ¿Con una chica
como esa, eh?
DON DIEGO.- Pues ya ves tú. Ella es una pobre... Eso
sí... Pero yo no he buscado dinero, que dineros tengo;
he buscado modestia, recogimiento, virtud.
SIMÓN.- Eso es lo principal... Y, sobre todo, lo que
que sin una es mala, otra es peor, regalonas, aunque no la conozco, sé que es una señora de
entrometidas, habladoras, llenas de histerismo, viejas, excelentes prendas; mira tú si doña Irene querrá el bien
feas como demonios... No, señor; vida nueva. Tendrá de su hija; pues todas ellas me han dado cuantas
quien me asista con amor y fidelidad, y viviremos como seguridades puedo apetecer.. La criada, que la ha
unos santos. Y deja que hablen y murmuren y... servido en Madrid y más de cuatro años en el convento,
SIMÓN.- Pero siendo a gusto de entrambos, ¿qué se hace lenguas de ella; y sobre todo me ha informado
pueden decir? de
DON DIEGO.- No, yo ya sé lo que dirán; pero... Dirán
que la boda es desigual, que no hay proporción en la
edad, que... SIMÓN.- Vamos, que no me parece tan
notable la diferencia. Siete u ocho años a lo más.
DON DIEGO.- ¡Qué hombre! ¿Qué hablas de siete u
ocho años? Si ella ha cumplido dieciséis años pocos
meses ha. SIMÓN.- Y bien, ¿qué?
DON DIEGO.- Y yo, aunque gracias a Dios estoy robusto
y... Con todo eso, mis cincuenta y nueve años no hay
quien me los quite.
SIMÓN.- Pero si yo no hablo de
eso. DON DIEGO.- Pues ¿de qué
hablas?
SIMÓN.- Decía que... vamos, o usted no acaba de
explicarse, o yo lo entiendo al revés... En suma, esta
doña Paquita,
¿con quién se
casa?
DON DIEGO.- ¿Ahora estamos ahí?
Conmigo. SIMÓN.- ¿Con usted?
DON DIEGO.-
Conmigo
SIMÓN.- ¡Medrados
quedamos!
DON DIEGO.- ¿Qué dices? Vamos,
¿qué? SIMÓN.- ¡Y pensaba yo haber
adivinado!
DON DIEGO.- Pues ¿qué creías? ¿Para quién juzgaste
que la destinaba yo?
SIMÓN.- Para don Carlos, su sobrino de usted, mozo de
talento, instruido, excelente soldado, amabilísimo por
todas sus circunstancias... Para ése juzgue que se
guardaba la tal niña,
DON DIEGO.- Pues no,
señor. SIMÓN.- Pues bien
está.
DON DIEGO.- ¡Mire usted qué idea! ¡Con el otro la había
de ir a casar! ... No, señor; que estudie sus
matemáticas. SIMÓN.- Ya las estudia, o, por mejor
decir, ya las enseña. DON DIEGO.- Que se haga hombre
de valor y..
SIMÓN.- ¡Valor! ¿Todavía pide usted más valor a un
oficial que en la última guerra, con muy pocos que se
atrevieron a seguirle, tomó dos baterías, clavó los
cañones, hizo algunos prisioneros, y volvió al campo
lleno de heridas y cubierto de sangre?... Pues bien
satisfecho quedó usted entonces del valor de su
sobrino, y yo le vi a usted más de cuatro veces llorar de
alegría cuando el rey le premió con el grado de teniente
coronel y una cruz de Alcántara.
DON DIEGO.- Sí, señor; todo es verdad; pero no viene
a cuento. Yo soy el que me caso.
SIMÓN.- Si está usted bien seguro de que ella le quiere,
si no le asusta la diferencia de la edad, si su elección es
libre. DON DIEGO.- Pues ¿no ha de serlo?... ¿Y qué
sacarían con engañarme? Ya ves tú la religiosa de
Guadalajara sí es mujer de juicio; ésta de Alcalá,
que jamás observó en esa criatura la más remota DON DIEGO.- Y que siguió escribiéndome, aunque algo
inclinación a ninguno de los pocos hombres que ha perezoso, siempre con la data de Zaragoza.
podido ver en aquel encierro. Bordar, coser, leer libros SIMÓN.- Así es la
devotos, oír misa y correr por la huerta detrás de las verdad.
mariposas, y echar agua en los agujeros de las DON DIEGO.- Pues el pícaro no estaba allí cuando me
hormigas, éstas han sido su ocupación y sus escribía las tales cartas.
diversiones... ¿Qué dices? SIMÓN.- ¿Qué dice
SIMÓN.- Yo nada, usted?
señor. DON DIEGO.- Sí, señor. El día tres de julio salió de mi
DON DIEGO.- Y no pienses tú que, a pesar de tantas casa, y a fines de setiembre aún no había llegado a
seguridades, no aprovecho las ocasiones que se sus pabellones... ¿No te parece que para ir por la posta
presentan para ir ganando su amistad y su confianza, y hizo muy buena diligencia?
lograr que se explique conmigo en absoluta libertad... SIMÓN.- Tal vez se pondría malo en el camino, y por no
Bien que aún hay tiempo... Sólo que aquella doña Irene darle a usted pesadumbre...
siempre la interrumpe, todo se lo habla... Y es muy DON DIEGO.- Nada de eso. Amores del señor oficial y
buena mujer, buena... devaneos que le traen loco... Por ahí en esas ciudades
SIMÓN.- En fin, señor, yo desearé que salga como puede que... ¿Quién sabe? Si encuentra un par de ojos
usted apetece. negros, ya es hombre perdido... ¡No permitiría Dios que
DON DIEGO.- Sí; yo espero en Dios que no ha de salir me le engañe alguna bribona de estas que truecan el
mal. Aunque el novio no es muy de tu gusto... ¡Y qué honor por el matrimonio!
fuera de tiempo me recomendabas al tal sobrinito! SIMÓN.- ¡Oh!, no hay que temer... y si tropieza con
¿Sabes tú lo enfadado que estoy con él? alguna fullera de amor, buenas cartas ha de tener para
SIMÓN.- Pues ¿qué ha que le engañe.
hecho? DON DIEGO.- Me parece que están ahí... Sí, busca al
DON DIEGO.- Una de las suyas... Y hasta pocos días no mayoral, y dile que venga, para quedar de acuerdo en la
lo he sabido. El año pasado, ya lo viste, estuvo dos hora a que deberemos salir mañana.
meses en Madrid... y me costó buen dinero la tal visita. SIMÓN.- Bien
En fin, es mi sobrino, bien dado está; pero voy al está.
asunto. Llegó el caso de irse a Zaragoza su regimiento... DON DIEGO.- Ya te he dicho que no quiero que esto se
Ya te acuerdas de que a muy pocos días de haber salido trasluzca, ni... ¿Estamos?
de Madrid recibí la noticia de su llegada. SIMÓN.- No hay miedo que a nadie lo cuente. (Simón se
SIMÓN.- Sí, va por la puerta del Foro. Salen por la misma tres
señor. mujeres con mantillas y basquiñas. Rita deja un pañuelo
atado sobre la mesa, y recoge las mantillas y las dobla.)
Romanticismo I

Capítulo II
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p constituye una de las más en la habitación de Fausto condenada a muerte. Ya
e bellas creaciones de la cuando éste retorna. El en prisión, Margarita paga
c literatura universal. perro se hincha su delito, y cuando Fausto
i Fausto era un anciano desmesuradamente, arde acude y pretende
e doctor que todo lo sabía. y de las llamas surge un libertarla, ella se niega.
: Sólo el "misterio de la caballero, era Muere en la prisión,
vida" no podía Mefistófeles, el diablo, recibiendo el perdón de la
D descubrirlo. Se hizo mago, quien le propone un Santísima Virgen, quien
r más todo fue en vano. pacto: él le devolverá la salva su alma. Las
a Sin haber tenido mujer e juventud perdida para aventuras del
m hijos ni haber disfrutado que pueda gozar de la rejuvenecido Fausto no le
a de los placeres del vida plenamente y le causan a éste sino
mundo, desconsolado no acompañará a todas sinsabores. Mefistófeles,
- esperaba sino la muerte. partes para darle cuanto en tanto promete a Fausto
Cuando iba a beber un desee. A cambio, Fausto un mundo lleno de
v brebaje mortal escucha le entregará su alma, si riqueza, gloria, triunfos y
e absorto el jubiloso toque obtiene un momento de sobre todo de poder. Para
r pascual de las campanas. felicidad plena, y si en un esto, Mefistófeles conduce
s Arroja la copa de veneno determinado momento a Fausto al palacio del
o y sale a la calle con su quiere detener el tiempo. Rey. El reino atraviesa
díscípulo Wagner. Un perro El doctor acepta, firma el una grave crisis
P les sigue, el cual entra pacto. De pronto salen económica, pero
a también volando de la habitación. Mefistófeles la salva.
r Llegan a una taberna, la Enseguida desciende con
t de Auerbach en Leipzig, Fausto a las entrañas de la
e donde los parroquianos tierra. Ahí donde están las
s embriagados entonan fuerzas generatrices de las
: cánticos. Se produce un cosas. Evócanse a Helena
percance y salen volando y Paris. Fausto cree
I Fausto y Mefistófeles, en encontrar la felicidad
la capa mágica de éste. máxima con la hermosa
( En la cocina de una bruja Helena. Euforión, el hijo
1 bebe Fausto un filtro y se de ambos muere a
8 transforma en un joven consecuencia de una
0 arrogante y ávido de vivir caída. Helena se
8 el placer. Con la ayuda de desvanece entre tinieblas.
) Mefistófeles seduce y se De vuelta al reino le
, burla de Margarita, una presta eficaz ayuda al
hermosa niña. diablo y el doctor, al
I Mefistófeles recurre a los soberano, en una guerra.
I clásicos trucos de la El rey le concede a
táctica amorosa -regalos, Fausto una provincia.
( joyas, etc.- y consigue Excítase desaforadamente
1 que Margarita acceda a su ambición,
8 recibir a Fausto en su convirtiéndose en poco
3 habitación; pero, para tiempo en un amo muy
1 esto, Margarita ha dado a rico y poderoso. Más no se
) su madre una pócima para siente feliz a pesar de
Personajes: Fausto, que se duerma y no se todo lo que ha obtenido a
Mefistófeles, Margarita, entere de la clandestina través de Mefistófeles.
Valentín, la madre, cita. Este hecho trae Ciego y anciano maldice
Helena, Paris, Euforión consigo terribles de su suerte. Pronuncia la
consecuencias: la madre frase secreta: "Si yo
Monumental obra del más muere por efecto del pudiera decirla al instante:
grande poeta alemán de narcótico. En un lance, / Perdura! ¡Eres tan
todos los tiempos, Fausto da muerte a hermoso!,
Wolfgang Goethe, nacido Valentín, un arrogante / entonces podrías cumplir
en Francfort del Mein el soldado, hermano de con tu misión; / podría
28 de octubre de 1749. Margarita. Ésta inculpada pararse el reloj, caer las
Esta obra, a cuya de dar muerte a su propia agujas. / y el tiempo
perfección Goethe dedicó madre y a su hijo, el abolirse para mí". Fausto
sesenta años de su vida, concebido con Fausto, es trata de disiparse en la
5
LITERATURA AÑO
embriaguez de los
sentidos, en los goces y
dolores de la vida terrena:
"Y lo que es concedido a
la humanidad entera /
quiero yo gozarlo en mi
ser personal". Acude
Mefistófeles, pero no
puede llevarse su alma,
por haberse mantenido
ésta pura, a pesar de
todo lo ocurrido, se apoderan de ella los espíritus El Fausto
celestes. El tema de esta obra lo tomó Goethe de una (Fragmento de la primera parte)
leyenda medieval que circuló por todas las literaturas.
Además existió un doctor Fausto, famoso por su extraña ¡Ay, dolor; ay, dolor! Con puño poderoso has destruido
ciencia, en la Alemania del siglo XVI. Amigo fraternal de el mundo seductor: se derrumba, cae en ruina. Un
Schiller, le escribió a éste el 11 de enero de 1797: semidiós lo ha hecho trizas. Nosotros llevamos más
"Tengo absoluta necesidad de verlo, pues he llegado a allá los escombros de la nada, y lloramos la belleza
la situación de no poder escribir sobre nada sin que perdida. ¡Tú, poderoso entre los hijos de la tierra,
previamente hayamos conversado a nuestras anchas". reconstrúyelo más espléndido, créalo de nuevo en tu
Goethe murió en Weimar el 22 de marzo de 1832, a los pecho!
83 años de edad. Sus restos fueron sepultados en el
panteón de los Príncipes de Weimar. CORO DE ESPÍRITUS

Fausto (Invisible) FAUSTO:


¿Qué puedes darme tú, pobre diablo? El espíritu
Importancia: humano,
en sus altas aspiraciones, ¿ha sido acaso nunca
"Fausto" es como se ha dicho: "el producto de las comprendido por sus semejantes? Si, tú tienes un
reflexiones y experiencias de una larga vida". Goethe la manjar que no sacia; tienes oro bermejo que, como un
empezó en azogue, sin cesar se escurre de la mano; un juego en el
1774 y terminó en 1831. Fausto, Mefistófeles, Margarita, cual nunca se gana: una joven que, reclinada sobre mi
Helena, son figuras inmortales a cuya creación pecho por medio de guinos se entiende ya con el vecino;
colaboraron, por una parte la relidad de la vida del la gloria, bello placer de los dioses, que se desvanece
autor y por otra, reminiscencias de sus muchas lecturas cual fugaz meteoro. Muéstrame el fruto que se pudre
y hondos estudios. antes de cogerlo, y árboles que diariamente se cubren
de nuevo verdor.
Esta obra constituye una de las creaciones más
personales, más independientes, de más honda y MEFISTÓFELES:
revolucionaria originalidad. No me arredra un encargo tal. Esos tesoros que dices,
yo te los puedo ofrecer. Mas, amigo querido, también se
Género literario: acerca el tiempo en que podamos regaladamente comer
en paz alguna cosa buena.
Teatral. (Drama
FAUSTO:
simbólico) Tema: Si jamás me tiendo descansado sobre un lecho ocioso,
perezca yo al instante; si jamás con halagos puedes
La lucha del hombre para encontrar la felicidad y la engañarme hasta el punto de estar yo satisfecho de mí
salvación. mismo; si logras seducirme a fuerza de goces, sea aquél
para mí el último día. Te propongo la apuesta.
Argumento: MEFISTÓFELES - ¡Aceptada!

Fausto, es un anciano doctor, cargado de sabiduría ya FAUSTO:


que ha consagrado toda su vida a la ciencia. ¡Choquen nuestras manos! Si un día le digo al fugaz
Atormentado por incesantes dudas interiores, hace un momento: ¡Detente!, ¡eres tan bello!, puedes entonces
pacto con el demonio. A tenor de ese pacto. Fausto cargarme de cadenas, entonces consentiré gustoso en
concede su alma a Satanás que aquí toma el nombre de morir. Entonces puede doblar la fúnebre campana;
Mefistófeles. Satanás a cambio, se compromete a entonces quedas eximido de tu servicio; puede pararse
devolverle la juventud con todos sus goces y darle el el reloj, caer la manecilla y finir el tiempo para mí.
amor de Margarita, cristiana doncella que vivía con su
madre en una pequeña casa. MEFISTÓFELES:
Piénsalo bien; no lo echamos en
Efectivamente, con la intervención de una hechicera olvido.
quien da de beber a Fausto un elixir prodigioso, éste
recobra la juventud y enseguida se dispone a seducir a FAUSTO:
la inocente Margarita por medio de valiosos Pleno derecho tienes para ello. No me obligue con
presentes y con la intervención de una vecina llamada temeraria presunción. Tal como me hallo, esclavo soy.
Martha. Lo consigue pero a costa de la muerte de la Que lo sea tuyo o de otro. ¿Qué me importa?
madre y de la hermana de Margarita.
MEFISTÓFELES:
La obra termina con la expiación que Fausto sufre por Hoy mismo, en el banquete doctoral llenaré mis
sus pecados, logrando así la salvación, después de funciones de servidor. Una cosa no más..... Por razones
enamorarse de Helena, quien se evapora cuando él va a de vida o de muerte, te pido un par de líneas.
abrazarla.
FAUSTO: Hernani
¡Eso más! ¿También me pides un escrito, pedante? ¿No
has conocido todavía ningún hombre ni palabra de ACTO
hombre? PRIMERO
¿No basta que mi palabra hablada deba disponer de mis EL REY
días para siempre? El mundo se desencadena sin cesar En Zaragoza
en todas sus corrientes, ¿y a mí ha de tenerme sujeto
una promesa? Pero esta idea quimérica está arraigada en
nuestro
corazón; ¿quién quiere de E H Cuarto dormitorio. Es de
buena voluntad librarse L u noche. Hay una lámpara
de ella? E g sobre una mesa.
¡Dichoso aquél que S o
mantiene pura la fe en su : E
pecho! Ningún sacrificio le Es ( s
pesará jamás. Pero un la 1 c
pergamino, escrito y san 8 e
sellado, es un espantajo gre 3 n
ante el cual todo el un 2 a
mundo se amedrenta. La fluid
palabra expira ya en la o - I
pluma; la cera y la piel muy
tienen el señorío. ¿Qué sing DOÑA JOSEFA DUARTE,
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quieres de mí, espíritu ular. vieja, vestida de negro,
8
maligno? con adornos de azabache
8
¿Bronce, mármol, F a lo Isabel la Católica. D.
5
pergamino, papel? A CARLOS. (Llaman, dando
)
¿Tengo que escribir con U un golpe a una puertecita
buril, cincel, pluma? Te S secreta a la derecha. La
Es ya difícil de juzgar con
dejo enteramente libre la T dueña, que está cosiendo
parcialidad debido a la
elección. O una cortina carmesí,
fama que ha adquirido. En
: poesía, Víctor Hugo posee escucha. Dan un segundo
M No haya miedo alguno golpe.)
grandes dotes como
E de que rompa yo este DOÑA JOSEFA.- ¿Será él
versificador, cualidad a la
F pacto. Cabalmente lo que ya? (Otro golpe.) Llaman
que se añade una gran
I prometo es la tendencia en la escalera secreta;
fuerza de imaginación.
S de todas mis energías. voy a abrir.
Destacan entre sus
T Demasiado me envanecí; (Abre y entra don Carlos
obras Las Orientales, Las
Ó no pertenezco mas que a arrebujado hasta los ojos
hojas del otoño, de
F tu condición. El grande y con el sombrero
carácter lírico-personal,
E Espíritu me desdeñó, y calado).
Los rayos y las sombras.
L ante mí se cierra la B
Pero esta primera etapa,
E naturaleza. Roto está el u
de claro sabor romántico,
S hilo del pensamiento; e
cede el lugar a otra de
: largo tiempo ha que estoy n
más hondo pensar
¿Cómo puedes exagerar hastiado de todo saber. a
filosófico originada a
tu facundia con tal calor? Apaguemos las ardientes s
partir de la muerte de su
Una pequeña hoja pasiones en los abismos hija; dos grandes poemas
cualquiera es buena para de la sensualidad. Bajo n
marcan esta etapa: Las
el caso. Firmarás con una impenetrables velos o
contemplaciones y La c
gotita de tu sangre. mágicos apréstese al leyenda de los siglos, h
punto toda maravilla. ambas de carácter
F Lancémonos en el e
grandioso. La leyenda de s
A bullicio del tiempo, en el los siglos tiene traza de ,
U torbellino de los gran poema, casi de
S acontecimientos. Alternen epopeya y quiere ser c
T uno con otro entonces, como una Biblia a
O como puedan, el dolor y versificada; en la obra b
: el placer, la suerte sobresalen algunos a
Si eso te satisface próspera y la adversa. momentos de alto lirismo. l
plenamente, pase Sólo por una incesante
l
como chanza. actividad es como se
e
manifiesta el hombre.
r
M
o
E V .
F í (D. CARLOS se
I c desemboza y se ve que
S t lleva un rico traje de
T o terciopelo de la moda
Ó r castellana de 1519. La
F vieja retrocede con
espanto). mismo? diablo! F
¡Ah! ¡No JOSEFA.- Sí. D A
sois D. . .
Hernani! CARLOS -
¡Dios mío! .- Pues C
¡Socorro! ocúltam A N
D. CARLOS. (Asiéndola e R o
por el brazo.)-.Si ensegui L
pronuncias una sola da. O t
palabra más, mueres. JOSEFA. S e
Dime, ¿estoy en el - ¡A vos! . n
aposento de doña Sol, D - g
prometida del duque de . o
Pastrana, su tío, señor tan N
venerable como celoso? C o s
¿La hermosa joven ama a A i
un caballero imberbe, que R t t
recibe todas las noches, e
L i
admitiendo tras él O o
también al viejo? ¿Estoy e
S
bien informado? Contesta. q
. m
u
JOSEFA.- Me acabáis de - e
i
prohibir hablar bajo pena j
v
de muerte. D. CARLOS.- A o
o
Sólo quiero que me r
c
contestes sí o no a lo que m .
a
te pregunté. ¿Es tu señora í s D. CARLOS. (Examinando
doña Sol de Silva? . . el escondrijo.) - ¿Será
J JOSEFA. (Abriendo un esto la covacha de la
O J estrecho armario escoba en que cabalga
S O simulado en la pared.)- esta bruja?
E S Entrad aquí. (Introduciéndose con
F E dificultad.) ¡Uf!
D
A F JOSEFA.(Juntando las
.
. A manos escandalizada.)-
- . ¡Un hombre
C
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D. CARLOS.- ¿El duque, su
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futuro esposo, está ahora
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fuera de su casa?
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D. CARLOS.- JOSEFA.- j
¿Espera tu ¡Aquí! a
señora al joven Jamás. ?
galán? D. CARLOS. (Saca del
JOSEFA.- Sí. bolsillo un puñal y J
D. CARLOS.- dice.) Escoge. JOSEFA. O
(Era verdad.) (Escogiendo el S
¿Se ven aquí bolsillo.)- ¡Sois un E
en esta HERNANI.- ¡Una hora nada más! ¡Y cuando ésta
habitación! transcurra ángel mío, es preciso olvidar o morir! ¡Pasar
D. CARLOS.- ¿Es acaso mujer el galán que espera tu contigo sólo una hora el que quisiera pasar contigo la
ama? JOSEFA.- ¡Oh Dios! Oígo sus pasos. Señor, cerrad vida y después la eternidad!
pronto ese armario.
D. CARLOS.- Si me descubrís, contaos con los difuntos.
(Cierra el armario.)
JOSEFA.- ¿Quién será este hombre? Yo voy a llamar...
pero,
¿a quién? Todos duermen en la casa, excepto nosotras
dos. El otro va a llegar y a él le interesa esto, y tiene
buena espada. (Pesando el bolsillo.) Después de todo no
debe ser ningún ladrón. (Esconde el bolsillo al ver que
viene doña Sol.)

Escena II

JOSEFA, D. CARLOS oculto, DOÑA SOL, luego

HERNANI SOL.- ¡Josefa!


JOSEFA.-
¡Señora!
SOL.- ¡Ah! Temo que haya sucedido una
desgracia. JOSEFA.- ¿Por qué?
SOL.- Porque Hernani debía estar ya aquí. (Óyense
pasos por la puerta secreta.)
JOSEFA.- Ya
viene.
SOL.- Abre antes que
llame.
La dueña abre la puerta y entra HERNANI, que viene
con capa y sombrero. Debajo de la capa viste el traje de
los montañeses de Aragón, de paño pardo, con coraza
de cuero. Lleva en el cinto un puñal, una espada y un
cuerno de caza.
SOL.- ¡Hernani! (Corriendo hacia
él.)
HERNANI.- ¡Doña Sol! ¡Por fin te veo y me habla tu voz!
¿Por qué la suerte nos ha separado tanto? ¡Tengo tanta
necesidad de verte para olvidar a los demás!...
SOL.- ¡Qué mojado vienes! ¿Llueve
mucho? HERNANI.- No lo sé.
SOL.- ¡Debes tener
frío! HERNANI.- No.
SOL.- Quítate la
capa.
HERNANI.- ¡Sol de mi vida!, dime; cuando inocente y
tranquila duermes por la noche y el sueño plácido
entorna tus ojos y entreabres las rosas de tus labios,
¿no te dice tu ángel lo dulce que es tu cariño para el
infeliz a quien todos abandonan y rechazan?
SOL.- ¡Ah!... ¡Pero has tardado mucho! Sé franco y dime
si tienes frío.
HERNANI.- ¡Frío a tu lado! Cuando el amor celoso hierve
en la cabeza y en el corazón agita sus tempestades,
¿qué nos importa que las nubes del cielo nos lancen
agua o relámpagos?
SOL.- Dame, dame la capa y la espada. (Doña Sol le
quita la capa.)
HERNANI. (Llevando la mano al pomo de la espada.)-
No, ésta no; es otra amiga inocente y fiel. ¿Está
ausente de casa tu tío y futuro esposo?
SOL.- Sí; podemos disponer de una
hora.
SOL.- verdugo ya conoce; hombres de corazón y de hierro,
¡Hernani!... que nunca se enmohecen, que tienen agravios que
HERNANI. (Con amargura.)- Soy feliz cuando el duque vengar, y tendrás que ser la reina de mi banda, porque
no está en casa; y como el ladrón que tiembla cuando yo sólo soy un bandido.
fuerza una puerta, así entro a verte y robo al anciano
una hora de su dicha. ¡Me creo feliz, y él sentiría que le
robase yo una hora, cuando él me roba a mí la vida!
SOL.- Cálmate. (Entregando la capa a la dueña.) Josefa;
ponla a secar. (Haciendo a Hernani unas señas mientras
que la dueña se va.) Acércate a mí.
HERNANI.- Pero, ¿el duque está
ausente? SOL.- Sí, bien mío. No pienses
más en él.
HERNANI.- ¡No he de pensar en él si va a ser tu futuro
esposo! ¡Te besó el otro día y quieres que le aparte de
mi memoria!
SOL.- No debe tenerte intranquilo un beso paternal.
HERNANI.- Te besó como amante, como marido, como
celoso, como hombre a quien debes pertenecer. Es un
viejo insensato, que al pie del sepulcro y al terminar su
vital jornada necesita una mujer, y siendo un frío
espectro quiere unirse a una joven, no viendo que,
mientras que con una mano coge la tuya, la muerte se
apodera de su otra mano. Temerariamente ha venido a
colocarse entre nosotros.
¿Quién te obliga a semejante
matrimonio? SOL.- El rey lo dispone así.
HERNANI.- ¡El rey! Mi padre murió en el cadalso,
condenado por el suyo, y aunque mi odio hacia él
envejeció después de aquella inmolación, para el hijo
de aquel rey mi odio siempre es joven; y desde mi
tierna edad juré vengar en el hijo la muerte de mi
padre. Por todas partes busco al rey de ambas
Castillas, porque es eterno el odio que nos
profesamos mi familia y la suya. Nuestros padres han
combatido durante treinta años sin compasión y sin
remordimiento contra esa raza real, y aunque mis
padres han muerto, su odio vive en mí. ¡Y el rey es el
que forja ese execrable himeneo! Tanto mejor. Le
buscaba y él se me aparece en mi camino.
SOL.- ¡Me
aterras!
HERNANI.- Voy cargado con el peso de un anatema,
que hasta a mí mismo me espanta. Escúchame, doña
Sol: el hombre a quien el rey te destina, Ruy de Silva,
tu tío, es duque de Pastrana, rico hombre de Aragón
conde y grande de España. A falta de juventud, puede
proporcionarte tanto oro y tantas joyas, que podrá
relucir tu cabeza entre las cabezas reales y podrás
excitar la envidia hasta de las reinas. En cambio, yo soy
pobre, y desde mi niñez no poseo más que los bosques y
las montañas; quizá pudiera ostentar algún ilustre
blasón, que hoy deslustra una mancha de sangre; acaso
poseo derechos que yacen en la oscuridad cubiertos con
el paño negro del patíbulo, y si mi esperanza no es
falaz, acaso un día pueda hacer brillar mi espada; pero
hasta ahora sólo he recibido del cielo el don común a
todos los mortales; el aire, la luz y el agua. Pero ha
llegado la ocasión en que te libres del duque o de mí;
elige entre los dos: o ser su esposa o seguirme.
SOL.- Te
seguiré.
HERNANI.- Si me sigues, has de vivir entre mis rudos
compañeros, que están proscriptos como yo y que el
Cuando me perseguían en ambas Castillas, solo y hablemos claro. Vos amáis a doña Sol y venís todas las
huyendo por bosques y montañas, tuve que buscar asilo noches a miraros en el espejo de sus ojos. Me parece
seguro, y Cataluña me acogió como una madre. Crecí bien, pero yo también amo a doña Sol y deseo conocer
entre sus montañeses, pobres, pero altivos y libres, y al que he
cobré tal crédito entre ellos, que mañana, si hago
resonar esta bocina, acudirán a ayudarme en son de
guerra tres mil bravos montañeses. ¡Te estremeces! Te
doy tiempo para que reflexiones lo que debes hacer.
Piensa que si me sigues será tu suerte errar conmigo
por bosques, montes y arenales, y entre hombres
parecidos a los demonios de tus sueños pavorosos;
recelar de todo, de las miradas, de las palabras, de los
pasos, de los ruidos; oír silbar las balas de los
mosquetes amenazando vidas y anunciando muertes;
vivir proscripta y errante como yo, y acaso, seguirme
donde yo seguiré a mi padre; a la horca.
SOL.- Te
seguiré.
HERNANI.- El duque es rico, honrado y grande de
España; conserva limpio el escudo de su familia, tiene
gran influencia en la corte, y al entregarte la mano, te
entrega con ella tesoros, títulos, felicidad...
SOL.- Partiremos mañana. No debe chocarte mi extraña
audacia. No sé si eres mi demonio o mi ángel; sólo sé
que soy tu esclava. Ve donde quieras; iré contigo; que te
quedes o que partas, seré tuya. ¿Por qué obro así? Yo
misma lo ignoro. Conozco que tengo necesidad de
verte, de verte a todas horas y siempre. Cuando se
aleja de mí el ruido de tus pasos, creo que mi corazón
deja de latir; me faltas tú, y creo que yo estoy ausente
de mí misma; pero cuando vuelvo a oír el ruido de tus
pasos, recuerdo que existo, y siento que vuelve a mí el
alma fugitiva.
HERNANI. (Estrechándola en sus brazos.)- ¡Ángel mío!
SOL.- Te espero mañana a la medianoche. Ven con tu
gente y colócate debajo de mi ventana; da tres
palmadas y... verás si soy brava y decidida.
HERNANI.- ¡Pero tú no sabes quién soy
yo!
SOL.- Ni me importa. De todos modos te seguiré.
HERNANI.- Ya que quieres seguirme, es preciso que
sepas el nombre, el título, el alma y el destino que oculta
el pastor Hernani. Amabas a un bandido; ¿amarás
también a un proscripto?
D. CARLOS. (Abriendo bruscamente la puerta del
armario.)-
¿Acabaréis de referir vuestra historia? ¿Creéis que se
está cómodamente en este escondrijo?
(HERNANI. Retrocede asombrado doña Sol lanza un grito
y se refugia en brazos de éste, mirando espantada a
don Carlos)
HERNANI. (Echando mano a la espada.)- ¿Quién es ese
hombre?
SOL.- ¡Cielos!
¡Socorro!
HERNANI.- ¡Silencio, doña Sol! Cuando esté yo a
vuestro lado, suceda lo que suceda, no tenéis que
reclamar más defensa que la mía. (A don Carlos.) ¿Qué
hacíais ahí?
D. CARLOS.- ¿Qué hacía? Me parece que no cabalgaba
por ningún bosque.
HERNANI.- El que se chancea después de la afrenta, se
expone también a hacer reír a su heredero.
D. CARLOS.- A cada cual le llega su turno. Señor mío,
visto muchas veces penetrar por la ventana, mientras yo HERNANI.- ¡Qué
permanecía en la puerta. dice!
HERNANI.- Os juro, pues, que os he de hacer salir por D. CARLOS.- Os mando que
donde yo entro. abráis.
D. CARLOS.- Eso lo veremos. Ofrezco mi cariño a esta (Siguen llamando; la dueña abre
dama, y podemos partírnosle si queréis- Comprendo que temblando). SOL.- ¡Estoy muerta!
abriga su alma tal tesoro de ternura y de bondad, que
seguramente será suficiente para saciarnos a los dos.
Queriendo averiguar, en fin, esta noche lo que tanto me
empeñaba, me sorprendisteis y me escondí aquí para
escucharos. Pero oía muy mal y me ahogaba muy bien, y
además, me chafaba toda la ropa..., por eso salgo.
HERNANI.- Mi daga tampoco está bien en la funda y
rabia por salir al aire libre.
D. CARLOS.- Como queráis,
caballero.
HERNANI. (Sacando la espada.)- En guardia,
pues.
D. CARLOS. (Sacando también la suya.)- Pues en
guardia. SOL. (Interponiéndose.)- ¡Dios mío! ¡Hernani!
D. CARLOS.- Tranquilizaos,
señora.
HERNANI.- Decidme vuestro nombre. (a don
Carlos.) D. CARLOS.- Decidme antes el vuestro.
HERNANI.- Es un secreto fatal que me callo para
revelárselo un día a un hombre, el día que mis plantas
vencedoras le pisen y mi espada penetre en su corazón.
D. CARLOS.- ¿Cómo se llama ese otro
hombre? HERNANI.- No os importa.
Defendeos.
(Cruzan las espadas; Doña Sol cae desfallecida en un
sillón. Al mismo tiempo llaman a la puerta y la dama se
levanta sobresaltada).
SOL.- ¡Cielos! ¡Llaman a la
puerta!
(Cesa el combate. Sale doña Josefa por la puerta
secreta). HERNANI.- ¿Quién es el que llama?
JOSEFA.- ¡Qué conflicto, Dios mío! ¡Es el
duque! SOL.- ¡El duque! ¡Estoy perdida!
JOSEFA.- ¡El desconocido! ¡Los dos con las espadas
desnudas! ¡Se estaban batiendo!
(Los dos adversarios envainan los aceros. Don Carlos se
cala el sombrero y se emboza hasta los ojos. Siguen
llamando).
HERNANI.- ¿Qué
hacemos?
UNA VOZ FUERA.- ¡Doña Sol,
ábreme!
La dueña va a abrir y HERNANI la
detiene. HERNANI.- No abráis.
JOSEFA. (Sacando el rosario.)- ¡Santiago Apóstol,
sacadnos de este apuro!
Siguen llamando.
HERNANI. (a don Carlos.) - Ocultémonos
allí. D. CARLOS.- ¿En el armario?
HERNANI.- Entrad, que yo me encargo de que
quepamos los dos.
D. CARLOS.- Gracias, se está ahí demasiado bien.
HERNANI.- Huyamos, pues, por allí. (Indicando la
puerta secreta.)
D. CARLOS.- Huid vos; yo aquí me
quedo.
HERNANI.- ¡Vive Dios que me pagaréis cara esta
jugada! D. CARLOS.- Abrid la puerta. (A Josefa.)
Escena III D. CARLOS, desembozándose y quitándose el
sombrero. RUY.- ¡Santo Dios, el rey!
Los mismos, D. RUY GÓMEZ DE SILVA. (Barba y SOL.- ¡El rey!
cabellos blancos, traje negro.) -Criados con antorchas. HERNANI.- ¡El rey de
España!
RUY.- ¡Dos hombres en el cuarto de mi sobrina y a
estas horas! Venid todos aquí, que esto vale la pena de
verlo. Doña Sol, creo que tres hombres somos
demasiado en mi casa. ¿Qué hacen aquí estos
caballeros? En tiempos del Cid y de Bernardo, iban
ambos por España honrando ancianos, y protegiendo
doncellas; eran hombres gigantes y fuertes, a los que
pesaba menos el hierro de sus armaduras que a
vosotros el terciopelo de vuestros trajes; respetaban las
canas, santificaban sus amores en la iglesia, no hacían
traición a nadie y conservaban el honor de su prosapia.
Si deseaban casarse, tomaban a la mujer a la luz clara
del día, tomábanla sin tacha, con la espada, el hacha o
la lanza en la mano. Pero a estos felones, que cometen
sus fechorías durante la noche, y que a espaldas de los
esposos roban el honor de las mujeres, el Cid, nuestro
ilustre abuelo, los hubiera creído viles, los hubiera hecho
ponerse de rodillas, y por haber degradado la nobleza,
hubiera abofeteado sus blasones con la vaina de su
espada. Eso harían los hombres de otros tiempos con
los hombres de ahora. ¿Qué habéis venido a hacer
aquí? ¿Creéis que sólo soy un viejo que he de servir de
risa a los jóvenes?
¿Se van a reír de mí, que he sido antiguo soldado de
Zamora y que he encanecido en la guerra? Vosotros
indudablemente no os reiréis.
HERNANI.- Señor
duque...
RUY.- ¡Silencio! Disponéis de toda clase de armas,
gozáis de jaurías y de festines, de las danzas y de todos
los placeres de la juventud, y os falta un juguete, y por
juguete queréis tomar a un infeliz anciano. Rompedle,
pues; pero plegue a Dios que no os salten las astillas
a la cara. Seguidme.
HERNANI.- Señor
duque...
RUY.- ¡Seguidme! No es esto cosa de risa; tengo en mi
casa un tesoro, que es el honor de una doncella, que es
el honor de toda una familia; esta joven, a quien yo
amo, es mi sobrina, y dentro de poco será mi esposa. La
creo casta y pura, pero veo que no puedo abandonar mi
hogar ni una sola hora, sin que un ladrón de honras se
deslice en él.
¿Queréis algo más de mí? (Se arranca el collar.) Tomad,
pisotead mi Toisón de Oro. (Se quita y arroja al suelo el
sombrero.) Deshonrad mis canas, y podréis
vanagloriaros mañana en la ciudad de que sois dos
jóvenes insolentes y disolutos, que habéis empañado
la frente pura de un anciano.
SOL.- ¡Ah!
Señor...
RUY.- ¡Escuderos! ¡Escuderos! ¡Venid aquí! Traedme el
hacha, el puñal y la daga de Toledo. Vosotros dos
seguidme, don Carlos. (Dando un paso.)- Duque, no se
trata ahora precisamente de eso. Ante todo hay que
tratar de la muerte de Maximiliano, emperador de
Alemania.
RUY.- ¡Os
burláis!
D. CARLOS.- Sí; Carlos I. Mi augusto abuelo, el girones, si me ayuda la fortuna, he de coser más de uno
emperador, ha muerto, según he sabido esta misma al sacro imperio, y si me arrancaran algunos,
noche, y vine a participarte sin demora esta noticia, a ti, remendaría mis Estados con otros ducados y con otras
mi leal súbdito, y a pedirte consejo, de noche y de islas.
incógnito. RUY.- Consolaos, señor; en el imperio de la justicia, los
RUY GÓMEZ despide a sus criados haciendo una señal y muertos aparecen más santos y más augustos.
se acerca al rey, al que doña Sol examina con sorpresa D. CARLOS.- El rey Francisco I es un ambicioso, y en
y con temor, mientras Hernani permanece aislado cuanto ha muerto el emperador ha alzado la vista hasta
mirándole con ojos chispeantes. el imperio.
RUY.- ¿Por qué tardar tanto en abrirme la ¿No posee a la Francia cristianísima? Como la herencia
puerta? es
D. CARLOS.- Veníais demasiado acompañado... Cuando
un secreto de Estado me trae a tu palacio, no es
para comunicárselo a tus servidores.
RUY.- Perdonad, señor. Las
apariencias...
D. CARLOS.- Basta. No hablemos ya de
esto. RUY.- ¡Ha muerto vuestro augusto
abuelo!
D. CARLOS.- Su muerte me ha sumido en la tristeza y
en la inquietud.
RUY.- ¿Quién va a heredar su
corona?
D. CARLOS.- La pretende el duque de Sajonia, y
Francisco
I de Francia es otro de los
pretendientes.
RUY.- ¿Dónde se reunirán los electores del
imperio?
D. CARLOS.- En Aix-la-Chapelle, en Spira o en Francfort.
RUY.- ¿Nuestro rey y señor, que Dios guarde, no ha
pensado nunca en el imperio?
D. CARLOS.-
Siempre.
RUY.- A vos solo os
corresponde. D. CARLOS.- Lo
sé.
RUY.- Vuestro augusto padre fue archiduque de Austria,
y el imperio tendrá presente que era abuelo vuestro el
que acaba de morir.
D. CARLOS.- Además soy ciudadano de
Gante.
RUY.- En mis años juveniles tuve el honor de ver a
vuestro ilustre abuelo; yo soy el único que sobrevivo de
todo un siglo; han muerto ya todos los que en él
vivieron. Era un emperador magnífico y poderoso.
D. CARLOS.- Roma se decide por
mí.
RUY.- Era valiente sin ser tirano; la corona le sentaba
muy bien. (Se inclina y besa la mano a D. CARLOS.)
¡Os compadezco, señor!
D. CARLOS.- El Papa desea recobrar la Sicilia, pero el
emperador no puede poseer la Sicilia, y si me elige, hijo
dócil, le devolveré a Nápoles. Poseamos el águila, que
después... ya veremos si le dejaré roer los alones.
RUY.- Con gran alegría vería el veterano del trono ceñir
su corona a su ilustre nieto. ¡Con qué júbilo lo
presenciaría si viviese!
D. CARLOS.- El Padre Santo es hábil. ¿Qué significa la
Sicilia? Es una isla que cuelga de mi reino, un jirón que
apenas conviene a España. Por eso me pregunta:
«¿Qué harías, hijo mío, de esa isla atada al cabo de un
hilo? Tu imperio está mal construido; dame unas tijeras y
cortemos.» Gracias, Santísimo Padre, porque de esos
pingüe, no es extraño que la codicie. Decía al rey Luis el va demudado, pálido y esquivo; y
emperador mi abuelo: «Si yo fuera Dios Padre y tuviese en su rápida fuga no desmaya
dos hijos, haría Dios al primogénito y al segundo rey de hasta que al fin, del suelo
Francia.» ¿Crees que Francisco pueda tener algunas venturoso
esperanzas? que fue después de Asur, pisa la playa.
RUY.- Es un rey victorioso.
D. CARLOS.- Pero para conseguirlo era preciso burlar las
leyes. La Bula de Oro prohíbe que sea elegido un Hagamos alto aquí -dijo
extranjero. RUY.- Entonces, señor, vos sois rey de tranquilo-; hemos hallado al fin
España. seguro asilo; estamos en el límite
D. CARLOS.- Pero soy ciudadano de Gante. del mundo.
RUY.- La última campaña ha encumbrado mucho al rey Y al sentarse, del cielo en lo más
Francisco. alto, severo el ojo vio; sintió que el
miedo surgía de su mente en lo
profundo.
LA LEYENDA DE LOS Y -"¡Escondedme"! -gritó. Con
SIGLOS sobresalto la turba de sus hijos, puesto
el dedo sobre el labio, a su padre
Cuando, seguido de sus hijos fieles contemplaba que en el terror más
que el cuerpo abrigan con hirsutas hondo se agitaba; Caín dijo a Jabel, de
pieles, livido el rostro, sueltos los quien descienden
cabellos, los que en la arena del desierto
bajo la tempestad que le azotaba, extienden seguras tiendas de trenzado
huyendo de Jehová, Caín pelo:
marchaba, de la tarde los últimos
destellos, "Cúbreme con tu tienda protectora".
llegó, sombrío, al pie de abrupta Y al momento, con plomos sobre el
sierra que una extensa llanura suelo la muralla flotante queda fija.
limitaba. Entonces Tsila, dulce cual aurora,
Y su esposa y sus hijos, sin la blonda niña de sus hijos hija:
aliento, dijeron a Caín: "Somos la "¿Ya no lo ves?", le dijo con
tierra; tendidos, reposemos hasta anhelo,
el día". Mas Caín, pensativo, no y él: -¡Lo veo! ..., respóndele aturdido.
dormía,
y al levantar la faz al firmamento Judal, padre de aquellos que al
que de fúnebre sombra se sonido de marcial tambor y trompa
cubría, fiera cruzan por los poblados,
en medio de él, oscuridad decidido,
rasgando, un ojo vio que le miraba dijo: "Alzaré de bronce una barrera".
fijo. Bien pronto quedó alzada, y tras su escudo pusieron a
Caín:
"Muy cerca estoy aún" trémulo dijo mas él decía:
Y los suyos al punto despertando "¡Sí ..., me mira ..., lo veo todavía!"
les fuerza a caminar sin más reposo;
treinta días va huyendo presuroso; Trad. E. Diez Canedo
treinta noches camina fugitivo;
sin tregua, sin descanso, tembloroso
Romanticismo II
C trasladarse a colección de 66
Madrid, colaboró en poemas breves del a
a varias romántico sevillano g
p publicaciones, Gustavo Adolfo o
notablemente en El Bécquer constituye t
í contemporáneo. un hito en la a
t Entre 1861 y 1863 literatura española d
publicó en y es considerada la o
u periódicos las obra inaugural de
l Leyendas, y hacia la poesía moderna s
o 1867 compuso las en castellano. Con u
Rimas, cuyo estilo sencillo y una
manuscrito se especial t
I perdió en medio de musicalidad, explora e
la Revolución de el mundo de la s
I 1858 obligando al fantasía y la o
I autor a importancia del r
recomponerlo sentimiento y el o
Gustavo Adolfo Bécquer ayudado por su recuerdo, ,
memoria. Son presentando al
(Sevilla, 1836-Madrid, también de su poeta como un d
1870) Poeta y narrador autoría Cartas artesano de la e
desde mi celda, belleza, unificador
español, figura capital del redactado durante de experiencia e a
una temporada en intelecto. Sus s
Romanticismo el monasterio de temas principales u
en su país. Entre los temas Veruela, varias son el amor, la n
más recurrentes de su obras de teatro, desilusión y la t
subjetiva, fantástica y adaptaciones de muerte. Bécquer o
altamente sensible poesía dramas franceses e compuso sus Rimas s
reunida bajo el título de italianos y Cartas hacia 1867, pero el
Rimas, se encuentran el literarias a una manuscrito se f
amor, la soledad y la mujer. Bécquer perdió en medio de a
relación entre los misterios colaboró también en la Revolución de l
vitales y la estética, el proyecto editorial 1868 y el autor se t
desarrollados en un estilo Historias de los vio obligado a a
fresco y sencillo. Su prosa, templos de España reescribir los ,
recogida en las coloridas y redactó poemas de
Leyendas, explora además numerosos artículos memoria. e
de estos asuntos la de crónica social. n
incógnita de la muerte, Muerto a los 34 R m
delatando una fascinación años, fue I u
por ambientes y personajes reconocido M d
anacrónicos, oníricos y póstumamente por A e
fantásticos, y una afinidad la crítica y el c
por la Edad Media. Gustavo público, llegando a i
I
Adolfo Domínguez Bastida, ser considerado ó
V
como era su nombre una de las figuras
original, quedó huérfano seminales de la l
N
siendo niño, creció junto a literatura moderna a
o
su hermano, el pintor en español.
Valeriano, y se dedicó al l
d
arte plástica durante un R i
i
tiempo, antes de decidirse i r
g
por el cultivo de las m a
á
letras. Experimentó el a ;
i
abatimiento por un s s
matrimonio desavenido, p
serias dificultades Publicadas en 1871 o
q
económicas y escaso éxito bajo el título de El d5
u
como escritor durante libro de los LITERATURA rAÑO
e
varios años. Después de gorriones, esta á
,
no así
haber Mientras haya duerme
poetas; Mientras las unos ojos que en el
pero ondas de la reflejen los fondo
siempre luz al beso ojos que los del
habrá palpiten miran, alma,
poesía. encendidas, mientras y
mientras el sol responda el un
las labio a
desgarradas suspirando al voz
nubes de labio que co
fuego y oro suspira, mo
vista, mientras Láz
mientras el sentirse aro
aire en su puedan en un ,
regazo beso dos esp
lleve almas era
perfumes y confundidas, qu
armonías, mientras exista una e le
mientras haya en el mujer hermosa, dig
mundo primavera, ¡habrá poesía! a: !
¡habrá poesía! ¡Le
R ván
Mientras la ciencia I tat
a descubrir no M ey
alcance las A an
fuentes de la vida, da!
y en el mar o en V "
el cielo haya un I
abismo que al
cálculo resista, Del
mientras la salón
humanidad siempre en el
avanzando no sepa ángulo
a dó camina, oscuro,
mientras haya un de su
misterio para el dueño
hombre, tal vez
¡habrá poesía! olvidad
a,
Mientras se silencio
sienta que se sa y
ríe el alma, sin cubiert
que los labios a de
rían; polvo
mientras se llore, veíase
sin que el llanto el arpa
acuda a nublar la
pupila; ¡Cuantas notas
mientras dormía en sus
el cuerdas, como
corazón el pájaro
y la duerme en las
cabeza ramas,
batalland esperando la
o mano de nieve
prosigan que sabe
, arrancarlas!
mientras haya
esperanzas y ¡Ay! -pensé,-
recuerdos, ¡Cuántas
¡habrá poesía! veces el genio
RIMA XV ¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos las
Cendal flotante de leve palabras ardientes a sonar;
bruma, rizada cinta de blanca
espuma, rumor sonora
de arpa de oro,
beso del aura, onda de
luz, Eso eres tú.

RIMA XVII

Hoy llega al fondo de mi alma el sol;


hoy la he visto ..., la he visto y me ha (mirado
...,
¡Hoy creo en Dios!

RIMA XXI

-¿Qué es poesía?, dices, mientras


clavas en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo
preguntas? Poesía... eres tú.

RIMA XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima y a


mi labio una frase de perdón; habló
el orgullo y se enjugó su llanto, y la
frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo
amor, yo digo aún: —¿Por qué callé
aquel día? Y ella dirá: —¿Por qué no
lloré yo?

RIMA XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire. Las


lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se
olvida,
¿sabes tú adónde va?

RIMA
LIII

Volverán las oscuras


golondrinas en tu balcón sus
nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus
cristales jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu
hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas
que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas
madreselvas de tu jardín las
tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más
hermosas sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de
rocío cuyas gotas mirábamos
temblar y caer como lágrimas
del día...
tu corazón de su había pedido en matrimonio a la hija de un opulento
profundo sueño tal señor; mas el padre de la doncella, de quien se
vez despertará. murmura que es un poco avaro... Pero ¡calle! hablando
Pero mudo y absorto y de del ruin de Roma, cátale aquí que asoma. ¿Véis aquél
rodillas como se adora a que viene por debajo del arco de San Felipe, a pie,
Dios ante su altar, como yo embozado en una capa oscura y precedido de un solo
te he querido...; criado con una linterna? Ahora llega frente al retablo.
desengáñate, ¿Reparásteis, al desembozarse para saludar a la
¡así... no te querrán! imagen, en la encomienda que brilla en su pecho?
A no ser por ese noble distintivo, cualquiera le creería a
MAESE PÉREZ EL un lonjista de la calle de Culebras. Pues éste es el padre
ORGANISTA en cuestión. Mirad cómo la gente del pueblo le abre
( paso y le saluda.
L
e Toda Sevilla le conoce por su colosal fortuna. El solo
y tiene más ducados de oro en sus arcas que soldados
e mantiene nuestro señor el rey don Felipe, y con sus
n galeones podría
d
a
)

En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y


mientras esperaban que comenzase la Misa del
Gallo, oí esta tradición a una demandadera del
convento.
Como era natural, después de oírla,
aguarde impa- cientemente que comenzase la
ceremonia, ansioso de asistir a un prodigio.
Nada menos prodigioso, sin embargo, que el
órgano de Santa Inés, ni nada más vulgar
que los insultos motetes que nos regaló su
organista aquella noche.
Al salir de la misa no pude por menos de
decirle a la demandadera con aire de burla:
-¿En qué consiste que el órgano de maese
Pérez suena ahora tan mal?
-¡Toma -me contestó la vieja-, en que ése
no es el suyo!
-¿No es el suyo? ¿Pues qué ha
sido de él?
-Se cayó a pedazos de puro viejo, hace una
porción de años.
-¿Y el alma del
organista?
-No ha vuelto a aparecer desde que colocaron
el que ahora le sustituye.
Si a alguno de mis lectores se le ocurriese
hacerse la misma pregunta, después de leer
esta historia, ya sabe el por qué no se ha
continuado el milagroso portento hasta
nuestros días.

I
¿Véis ése de la capa roja y la pluma blanca en
el filtro, que parece que trae sobre su justillo
todo el oro de los galeones de Indios; aquél
que baja en este momento de su litera para
dar la mano a esa otra señora que, después
de dejar la suya, se adelanta hacia aquí,
precedida de cuatro pajes con hechas? Pues
ése es el marqués de Moscoso, galán de la
condesa viuda de Villapineda. Se dice que
antes de poner sus ojos sobre esta dama
formar una escuadra suficiente a resistir a la del Gran la catedral...Pero él, nada... Primero dejaría la vida que
Turco... abandonar su órgano favorito... ¿No
Mirad, mirad ese grupo de señores graves: esos son los
caballeros veinticuatros. ¡Hola, hola! También está aquí
el flameante, a quien se dice que no han echado ya el
guante los señores de la cruz, merced a su influjo en los
magnates de Madrid... Este no viene a la iglesia mas que
oír música... No, pues si maese Pérez no le arranca con
su órgano lágrimas como puños, bien se puede asegurar
que no tiene su alma en su almario, sino friéndose en
las calderas de Pero Bolero...
¡Ay, vecino! Malo... malo... Presumo que vamos a tener
jarana. Yo me refugio en tu iglesia. Pues, por lo que
veo, aquí van a andar más de sobra los cintarazos que
los Patermóster. Mirad, mirad: las gentes del duque de
Alcalá doblan la esquina de la plaza de San Pedro, y por
el callejón de las Dueñas se me figura que he
columbrado a las del de Medinasidonia. ¿No es lo dije?
Ya se han visto, ya se detienen unos y otros sin pasar
de sus puestos... Los grupos se disuelven... Los
ministriles, a quienes en estas ocasiones apalean
amigos y enemigos, se retiran... Hasta el señor
asistente, con su vara y todo, se refugia en el atrio... Y
luego dicen que hay justicia. Para los pobres...
Vamos, vamos, ya brillan los broqueles en la
oscuridad...
¡Nuestro Señor del Gran Poder nos asista! Ya comienzan
los golpes... ¡Vecina! aquí... antes que cierren las
puertas. Pero. ¡calle! ¿Qué es eso? Aun no han
comenzado cuando lo dejan. ¿Qué resplandor es
aquél?... ¡Hachas encendidas!
¡Literas" Es el señor
Obispo.
La Virgen Santísima del Amparo, a quien invocaba ahora
mismo con el pensamiento, lo trae en mi ayuda... ¡Ay!
¡Si nadie sabe lo que yo debo a esta Señora!... ¡Con
cuánta usura me paga las candelillas que le enciendo los
sábados"... Vedlo, qué hermosote está con sus hábitos
morados y su birrete rojo.... Dios lo conserve en su silla
tantos siglos como yo deseo de vida para mí. Si no fuera
por él, media Sevilla hubiera ya ardido con estas
disensiones de los duques. Vedlos, los hipocritones,
cómo se acercan ambos a la litera del prelado para
besarle el anillo... Cómo le siguen y le acompañan,
confundiéndose con sus familiares. Quién diría que esos
dos que aparecen tan amigos, si dentro de media hora
se encuentran en una calle oscura... Es decir,
¡ellos, ellos!... Líbrame Dios de creerlos cobardes. Buena
muestra han dado de sí peleando en algunas ocasiones
contra los enemigos de nuestro Señor... Pero, es la
verdad, que si se buscaran... Y se buscaran con gana de
encontrarse, poniendo fin de una vez a estas continuas
reyertas, en las cuales los que verdaderamente baten el
cobre de firme con sus deudos, sus allegados y su
servidumbre.
Pero vamos, vecina, vamos a la iglesia antes que se
ponga de bote en bote..., que algunas noches como
ésta suele llenarse de modo no cabe un grano de trigo...
Buena ganga tienen las monjas con su organista...
¿Cuándo se ha visto el convento tan favorecido como
ahora?... De las otras comunidades puedo decir que le
han hecho a maese Pérez proposiciones magníficas.
Verdad que nada tiene de extraño, pues hasta el
señor obispo le ha ofrecido montes de oro por llevarle a
conocéis a maese Pérez? Verdad que sois nueva en el fallecimiento de algún amigo. Entonces, como la
barrio... Pues, es un santo varón; pobre, sí, pero mortandad au me nt ab a, s ie mp re es pe rá ba
limosnero cual no otro... Sin más parientes que su hija mo s en te ra rn os , diariamente, de la pérdida de
ni más amigo que su órgano, pasa su vida entera en algún ser querido. Y, al final, temblábamos al acercarse
velar por la inocencia de la una y componer los registros cualquier mensajero. El propio aire del Sur nos
del otro... ¡Cuidado que el órgano es viejo! Pues nada, él parecía oler a muerte. Aquel pensamiento
se da tal maña en arregarlo y cuidarlo, que suena que es sobrecogedor se adueñaba, en verdad, de mi
una maravilla... Como que te conoce de tal modo, que a
tientas... Porque no sé si os lo he dicho, pero el pobre
señor es ciego de nacimiento... Y con qué paciencia lleva
su desgracia!... Cuando le preguntan que cuánto daría
por ver, responde: "Mucho, pero no tanto como créis
porque tengo esperanza! ¿Esperanzas de ver? "Sí, y
muy pronto - añade sonriendo como un ángel- Ya
cuento setenta y seis años. Por muy larga que sea mi
vida, pronto veré a Dios...".

Edgar Allan Poe (EE.UU. 1809 -


1894)

Tuvo una vida penosa, fue alcohólico e incomprendido


en su época y país.

Obras:

- Narrativa: Narraciones extraordinarias: “El gato


negro”, “La caída de la casa Usher”, “Los asesinatos
de la Calle Morgue”, “El corazón delator, Silencio, El
escarabajo de oro”, “El pozo y el péndulo”, “El barril
de amontillado”, “El retrato oval”, “Metzengernstein”,
“La carta robada”, “La esfinge de calavera”,
“Manuscrito hallado en una botella”.
- Poesía: “El cuervo”, “Tamerlán”, “El araf”,
“Poesías”.

Características:

- Inaugura el género
policial.
- Atmósfera angustiante y
opresiva.
- Revalorado por Baudelaire.
- Lenguaje exaltado y
sencillo.
- Padre del cuento policial y de
misterio.
- Padre del cuento
moderno.

La esfinge de calavera

Durante la terrible epidemia de cólera en Nueva York,


había yo aceptado la invitación de un pariente para
pasar dos semanas con él en el retiro de su cottage
ornée a orillas del Hudson. Teníamos allí, en torno
nuestro, todos los recursos ordinarios de las diversiones
veraniegas, y vagando por los bosques, tomando
apuntes, paseando en bote, pescando, bañándonos y
dedicando algunas horas a la música o a la lectura,
hubiéramos podido pasar el tiempo bastante
entretenidos, sin las pavorosas noticias que, cada,
mañana, nos llegaban de la populosa urbe.

No pasaba un día que no nos trajese la noticia del


alma por entero. No podía yo hablar, pensar ni soñar en pasaba, aquellos pocos y gigantescos de la selva que
ninguna otra cosa. habían

Era mi anfitrión de un temperamento menos excitable, y


aunque con el ánimo muy deprimido, se esforzaba por
reanimarme. Su inteligencia, animadora de una gran
filosofía, no estaba afectada nunca por quimeras. Si
bien bastante sensible a la influencia del terror, no le
inquietaban sus sombras.

Sus esfuerzos por sacarme del estado de tristeza


anormal en que me sumía, se veían frustrados en gran
parte por ciertos libros que hube de encontrar en su
biblioteca. Eran éstos de un carácter que hacía germinar
cualquiera de las semillas de superstición hereditaria
que permanecían latentes en mí. Había yo leído
aquellos libros sin que él lo supiera, y por eso se sentía
perplejo con frecuencia ante las violentas escenas que
ejercían sobre mi imaginación.

Uno de mis temas favoritos era la creencia popular en


los presagios, una creencia que, en aquella época de mi
vida, estaba dispuesto a defender seriamente, y sobre
tal tema sosteníamos largas y animadas discusiones. Él
demostraba la sinrazón de la fe en tales cuestiones, y yo
afirmaba que el s en ti mi en to p op ul ar, br ot an
do c on a bs ol ut a espontaneidad, sin apariencias de
sugestión, poseía en sí mismo elementos evidentes de
verdad y merecía un gran respeto.

El hecho es que, al poco tiempo de mi llegada a la


quinta, me sucedió allí un incidente tan de todo punto
inexplicable y con un carácter tan inusitado, que se
podía disculpar el que lo considerase yo como un
presagio. Me aterró y, al mismo tiempo, me trastornó y
me dejó tan perplejo, que transcurrieron muchos días
antes de que pudiese tener ánimos para comunicarle el
caso a mi amigo.

Casi al anochecer de un día sumamente caluroso,


estaba yo sentado con un libro entre las manos, ante la
ventana abierta y alcanzando un lejano panorama de las
orillas del río; la vista de una montaña distante, cuya
superficie, bastante cercana, estaba desprovista, por eso
que se llama un derrumbamiento, de vegetación. Mis
pensamientos habían vagado desde desde el libro que
tenía delante a la tristeza y desolación de la vecina
ciudad. Al levantar mis ojos de la lectura, cayeron sobre
la desnuda montaña, y sobre un objeto, sobre un
monstruo viviente de horrorosa conformación que se
abrió camino rápidamente desde la cumbre hacia la
parte inferior, desapareciendo al cabo en la espesa
selva de abajo. Cuando aquel ser se mostró primero a
mi vista, dudé de mi propio juicio, o al menos de la
evidencia de mis propios ojos. Y pasaron muchos
minutos antes de que pudiese convencerme a mí mismo
de que no estaba loco ni soñaba. No obstante, al
describir al monstruo, que vi con claridad y que vigilé con
toda tranquilidad durante el tiempo de su avance, temo
que mis lectores no se den por convencidos de varios
puntos, como a mí mismo me ocurrió.

Estimando el tamaño del ser en comparación con el


diámetro de los grandes árboles cerca de los cuales
escapado a la furia del desplome de tierras, deduje que aunque señalara yo con toda minuciosidad la carrera
era mayor que cualquier barco de línea actual. del animal mientras se abría camino bajando por la
superficie pelada de la montaña.
Digo barco de línea porque, además, la forma del
monstruo sugería esa idea, y el casco de uno de
nuestros setenta y cuatro puede dar una noción muy
pasable de su contorno general. Estaba la boca del
animal al extremo de una trompa de unos sesenta o
setenta pies de largo, con el grosor de la de un elefante
ordinario. Cerca del arranque de esta trompa tenía una
inmensa cantidad de pelos negros e hirsutos, más de los
que puede tener el pelaje de varios búfalos, y
proyectándose desde esos pelos hacia abajo y hacia los
lados, salían dos blancos colmillos parecidos a los del
jabalí, pero de un tamaño infinitamente mayor.
Extendidas hacia adelante, paralelas a la trompa,
ostentaba a cada lado una gigantesca asta de treinta a
cuarenta pies de largo, al parecer de puro cristal y en
forma de prisma perfecto, que reflejaban de manera
magnífica los rayos del sol poniente. El tronco estaba
conformado como una cuña con la punta hacia Tierra.
Desde éste se extendían dos pares de alas, cada una de
unas cien yardas de largo; un par colocado encima de
otro. Y todo él cubierto de densas escamas metálicas.
Cada escama tendría como unos diez o doce pies de
diámetro. Observé que los pares superiores e inferiores
de alas estaban unidos por una fuerte cadena. Pero la
principal singularidad de aquella horrible bestia era la
imagen de una calavera que cubría casi toda la
superficie de su pecho, y que estaba trazada con notable
propiedad en un blanco deslumbrador sobre el color
terroso del cuerpo, como si hubiese sido
cuidadosamente dibujada por un artista. Mientras
contemplaba yo aquel animal terrorífico, y en particular
el aspecto de su pecho, con un sentimiento de horror y
de temor, con un sentimiento de maldad cercana que
me era imposible reprimir por ningún esfuerzo de la
razón, vi la enorme boca en la extremidad de la trompa
abrirse de repente, brotando de ella un sonido tan fuerte
y expresivo de temor, que sobrecogió mis nervios como
la aparición de un difunto.

Y cuando, finalmente, el monstruo desapareció en la


falda de la montaña, caí desmayado al punto sobre el
suelo.
Al recobrarme, mi primer impulso, naturalmente, fue
comunicar a mi amigo lo que acababa de ver y de oír;
pero un inexplicable sentimiento de repugnancia me
impidió hacerlo entonces.

Por último, una noche, tres o cuatro días después del


suceso, estábamos sentados juntos en la estancia desde
la cual vi la aparición; ocupaba yo el mismo sitio ante la
misma ventana, y él estaba tendido sobre un sofá cerca
de mí. La asociación de lugar y de tiempo me impulsó a
darle cuenta del fenómeno. Me escuchó hasta el final,
no sin dejar de reírse al principio, y luego adoptó un
gesto serio con exceso, como si mi locura estuviese
fuera de toda sospecha. En aquel momento tuve de
nuevo una clara visión del monstruo, el cual, con un
estremecimiento de terror absoluto, señalé entonces a
su atención.

Miró él avidamente, sosteniendo que no se veía nada,


Sentíame ahora harto alarmado, pues consideraba -¡Ah! ése era -exclamó luego-, ése era, subiendo por la
aquella visión como un presagio de mi muerte, o peor superficie de la montaña, y admito que se trata de un
aún, como el síntoma precursor de un ataque de locura. ser de aspecto muy notable. Con todo, no era en modo
Me eché vivamente hacia atrás en mi silla, y durante alguno tan grande ni estaba tan distante como usted
unos minutos escondí mi cara entre las manos. Cuando imaginó. Porque el hecho es que, cuando serpeaba
descubrí mis ojos, no era ya visible la aparición. subiendo por ese hilo que una araña había tejido a
través del marco de la ventana, tendría el dieciseisavo de
Mi anfitrión, sin embargo, recobró hasta cierto punto la una pulgada de longitud máxima, y estaría a una
tranquilidad de ánimo, y me interrogó muy distancia también de un dieciseisavo de pulgada de su
minuciosamente respecto a la conformación de aquel ser pupila.
imaginario. Cuando estuvo plenamente informado sobre
ello, suspiró a fondo, como si se sintiera descargado de El corazón delator
un peso intolerable, y empezó a hablarme con una calma
que me parecía excesiva, de varios puntos de filosofía ¡ES VERDAD! nervioso, muy, muy terriblemente
especulativa que habían constituido ante temas de nervioso yo había sido y soy; ¿pero por qué dirán
discusión entre nosotros. Recuerdo que insistió con ustedes que soy loco? La enfermedad había aguzado
mucho empeño, y entre otras cosas, en la idea de que mis sentidos, no destruido, no entorpecido. Sobre todo
la causa principal del error en todas las investigaciones estaba la penetrante capacidad de oír. Yo oí todas las
humanas está en el peligro que corre la inteligencia cosas en el cielo y en la tierra. Yo oí muchas cosas en el
rebajando o atribuyendo un valor excesivo a la infierno. ¿Cómo entonces soy yo loco? ¡Escuchen! y
importancia de un objeto, por una simple medición observen cuan razonablemente, cuan serenamente,
errónea de su proximidad. puedo contarles toda la historia.

-Para evaluar correctamente, por ejemplo -dijo-, la Es imposible decir cómo primero la idea entró en mi
influencia ejercida sobre la humanidad a lo largo del cerebro, pero, una vez concebida, me acosó día y noche.
tiempo por la consumada difusión de la Democracia, no Objeto no había ninguno. Pasión no había ninguna. Yo
dejará de representar un dato la distancia de la época amé al viejo. El nunca me había hecho mal. Él no me
en que tal difusión pudo efectuarse. Aun así, ¿puede había insultado. De su oro no tuve ningún deseo. ¡Creo
usted indicarme un escritor que haya escrito sobre el que fue su ojo! Sí, ¡fue eso! Uno de sus ojos parecía
gobierno que pensara nunca en esa rama especial del como el de un buitre — un ojo azul pálido con una nube
tema, digno siempre de discusión? encima. Cada vez que caía sobre mí, la sangre se me
helaba, y entonces de a poco, muy gradualmente, me
Hizo una pausa, se incorporó y, dirigiéndose hacia una decidí a tomar la vida del viejo, y así librarme del ojo
librería, sacó un tratado corriente de Historia Natural. para siempre.
Me rogó entonces que cambiase de asiento con él, pues
así podía ver mejor los pequeños caracteres de la Ahora éste es el punto. Ustedes me imaginan loco. Los
impresión; sentose en mi sillón ante la ventana, y locos no saben nada. Pero ustedes deberían haberme
abriendo el libro, prosiguió su disertación en el mismo visto. Ustedes deberían haber visto cuan sabiamente yo
tono de antes. procedí
—¡con qué cuidado! — ¡con qué previsión, con qué
-Por su excesiva minuciosidad al describir el monstruo - disimulo, yo me puse a trabajar! Nunca fui más amable
explicó-, puedo en todo momento probarle lo que era. con el viejo que durante toda la semana antes de
En primer lugar, permítame leerle una descripción, para matarlo. Y cada noche cerca de la medianoche yo giraba
chicos de escuela, del género sphinz, de la familia el picaporte de su puerta y lo abría, ¡oh, tan
crepuscularia del orden lepidoptera y de la clase insecta suavemente! Y entonces, cuando había hecho una
o insectos. La descripción dice así: "Cuatro alas apertura suficiente para mi cabeza, ponía una oscura
membranosas cubiertas de pequeñas escamas linterna sorda todo cerrada, cerrada para que
coloreadas, de aspecto metálico; boca formando una ninguna luz saliera, y entonces metía mi cabeza. ¡Oh,
trompa enrollada, debida a una prolongación de la ustedes habrían reído al ver cuan hábilmente la metía!
quijada, sobre cuyos lados se encuentran rudimentos de La movía lentamente, muy, muy lentamente, para no
palpos vellosos; las alas inferiores están adheridas a las perturbar el sueño del viejo. Me tomó una hora poner
superiores por unas cerdas, antenas en forma de porra mi cabeza entera dentro de la apertura hasta poder ver
prolongada, prismática; abdomen puntiagudo. La como él yacía sobre su cama. ¡Ja! ¿habría sido un loco
Esfinge de Calavera causa un gran terror entre el vulgo, tan inteligente como para hacer esto? Y entonces cuando
y al mismo tiempo, el tono triste del lamento que mi cabeza estaba bien dentro del cuarto abrí la linterna
profiere y esa imagen de la muerte que muestra sobre cuidadosamente — oh, tan cuidadosamente —
su coselete aumenta el miedo de la gente". cuidadosamente (ya que los goznes crujían), la abrí
apenas tanto como para que un único rayo delgado
Cerró el libro, recostándose sobre el sillón en la misma cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante
postura que tenía en el momento de contemplar al siete largas noches, cada noche sólo a la medianoche,
"monstruo". pero encontraba el ojo siempre cerrado, y así era
imposible hacer el trabajo, porque no era el viejo quien
me vejaba sino su Ojo Perverso. Y todas las mañanas,
cuando el día irrumpía, iba con audacia a su cuarto y le
hablaba valientemente, llamándolo por su nombre en un
tono cordial, y averiguando cómo había pasado la
noche.
Entonces pueden ver que tendría que haber sido un Estaba abierto, bien, bien abierto, y me puse furioso al
viejo muy profundo, en verdad, para sospechar que cada observarlo. Lo vi con perfecta precisión — todo un azul
noche, cerca de las doce, yo lo observaba mientras sombrío con un horrendo velo encima que heló la misma
dormía. médula de mis huesos, pero no pude ver nada más de
la persona o cara del viejo, ya que había dirigido el rayo
Hacia la octava noche fui más precavido que lo común como por instinto precisamente sobre el punto maldito.
en abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con
más rapidez que mi propia mano. Nunca antes de esa ¿Y ahora, no les he dicho que lo que ustedes confunden
noche había yo sentido el alcance de mis propias con locura no es sino la hiperestesia de los sentidos?
facultades, de mi sagacidad. Apenas podía contener mis ahora, digo, vino a mis oídos un sonido apagado,
sentimientos de triunfo. Pensar que allí estaba yo, sordo, penetrante, así como el de un reloj envuelto en
abriendo la puerta poco a poco, y él ni siquiera soñaba algodón. Reconocí ese sonido también. Era el golpeteo
con mis actos o pensamientos secretos. Yo casi reí con del corazón del viejo. Aumentó mi furia como el golpeteo
la idea, y quizás él me oyó, ya que de repente se movió de un tambor estimula al soldado en el coraje.
en la cama como alarmado. Ahora ustedes pueden
pensar que di marcha atrás — pero no. Su cuarto era Pero aún así me contuve y me quedé quieto. Apenas
tan negro como la brea con la pesada oscuridad (las respiraba. Sostuve la linterna inmóvil. Traté de
persianas estaban bien cerradas por el miedo a los mantener lo más firmemente que pude el rayo sobre el
ladrones), y por eso sabía que él no podía ver que la ojo. Mientras tanto el compás infernal del corazón
puerta se abría, y seguí empujándola constantemente. aumentó. Creció más rápido y más rápido, y más fuerte
y más fuerte, cada instante. ¡El terror del viejo debe
Entré mi cabeza, y estaba por abrir la linterna, cuando haber sido extremo! Se hizo más fuerte, digo, más
mi pulgar se resbaló sobre la lata que la cerraba, y el fuerte cada momento! — ¿me entienden bien? Les he
viejo saltó en la cama, gritando, "¿Quién anda ahí?" contado que soy nervioso: y sí lo soy. Y entonces a la
hora muerta de la noche, en el silencio terrible de esa
Me quedé muy quieto y no dije nada. Durante una hora casa vieja, un ruido tan extraño como ése me excitó a
entera no moví ni un músculo, y mientras tanto no lo oí un terror incontrolable. Pero aún así, por algunos
acostarse. Todavía estaba sentado en la cama, minutos más me contuve y me quedé quieto. Pero el
escuchando; al igual que yo, lo he hecho noche tras golpeteo se hizo más fuerte, ¡más fuerte! Pensé que el
noche, escuchando los relojes de la muerte en la pared. corazón iba a estallar. Y ahora una inquietud nueva se
apoderó de mí — ¡el sonido sería oído por un vecino!
En un momento, oí un suave gemido, y supe que era el ¡La hora del viejo había llegado! Con un gran alarido,
gemido del terror mortal. No era un gemido de dolor o abrí la linterna y salté dentro del cuarto. Él gritó una
de pena — ¡oh, no! Era el sonido sofocado que se vez — solamente una vez. En un instante lo arrastré al
levanta desde el fondo del alma cuando ésta se piso, y tiré la pesada cama sobre él. Entonces sonreí
sobrecarga de temor. Yo conocía bien el sonido. Hace alegremente, al ver el acto tan bien hecho. Pero por
algunas noches, justo a medianoche, cuando todo el muchos minutos el corazón siguió latiendo con un
mundo dormía, ha brotado de mi propio pecho, sonido ahogado. Esto, sin embargo, no me molestó; no
profundizando, con su tremendo eco, los terrores que podría oírse a través de la pared. En algún momento
me enloquecían. Digo que lo conocía bien. Yo sabía lo cesó. El viejo estaba muerto. Saqué la cama y examiné
que el viejo sentía, y lo compadecí aunque en mi el cadáver. Sí, él estaba muerto, bien muerto como una
corazón riera. Sabía que él había estado despierto desde piedra. Puse mi mano sobre el corazón y la mantuve allí
el primer ruido débil cuando se había vuelto en la varios minutos. No había pulsación. Bien muerto como
cama. Sus temores habían estado creciendo en él una piedra. Su ojo ya no me molestaría más.
desde entonces. Había tratado de imaginarlos sin
causa, pero no podía. Se había estado diciendo a sí Si todavía me creen loco, ya no lo pensarán cuando
mismo, "No es nada, es el viento en la chimenea, es describa las precauciones sabias que tomé para el
sólo un ratón corriendo en el piso," o, "es un grillo que ocultamiento del cuerpo. La noche pasaba, y trabajé
ha cantado sólo una vez." Sí, se había tratado de rápidamente, pero en silencio. Lo primero que hice fue
confortara sí mismo con estas suposiciones; pero fue desmembrar el cadáver. Corté la cabeza. Después, los
todo en vano. TODO EN VANO, porque la Muerte brazos. Después, las piernas.
aproximándose a él, lo había acechado con su sombra
negra y había envuelto a la víctima. Y era la influencia Levanté tres de las tablas del piso del cuarto, y deposité
fúnebre de la sombra no percibida lo que le hizo sentir, todo entre las maderas. Luego reemplacé las placas tan
aunque no veía ni oía, sentir la presencia de mi cabeza hábilmente, que ninguno ojo humano — ni siquiera el
dentro del cuarto. suyo
— podría haber detectado algo fuera de lugar. No había
Cuando hube esperado un largo tiempo muy nada para lavar — ninguna mancha de ningún tipo — ni
pacientemente sin oír que se recostara, resolví abrir un un rastro de sangre -. Había sido demasiado cuidadoso
poco — una muy, muy pequeña rendija en la linterna. para que eso ocurriera.
Así la abría — ustedes no pueden imaginar qué tan
sigilosamente, - hasta que al fin un único rayo tenue Cuando había llegado al fin de estas labores, eran las
como el hilo de una araña se disparó desde la rendija y cuatro en punto —aún oscuro como a medianoche.
cayó sobre el ojo de buitre. Cuando la campanada señaló la hora, hubo un golpe en
la puerta de
calle. Bajé para abrir con el corazón alegre, —porque ¡más fuerte! ¡más fuerte!
¿qué había de temer yo ahora? Entraron tres hombres, —
quienes se presentaron, con perfecta suavidad, como
oficiales de policía. Un grito había sido oído por un
vecino durante la noche; la sospecha de algún crimen se
había despertado, la información había llegado a la
oficina de la policía, y ellos (los oficiales) habían sido
enviados para investigar las propiedades.

Sonreí, — ¿porque qué había yo de temer? Les di la


bienvenida a los caballeros. El grito, dije, fue mío en un
sueño. El viejo, mencioné, había partido al campo. Llevé
a mis visitantes por toda la casa. Los invité a que
buscaran
—que buscaran bien. Los conduje, en un momento, a su
habitación. Les mostré sus tesoros, seguros, inalterados.
Con el entusiasmo de mi confianza, traje sillas al cuarto,
y les rogué que descansaran aquí de sus fatigas,
mientras yo mismo, con la osadía salvaje de mi triunfo
perfecto, coloqué mi propio asiento en el mismo lugar
sobre el que descansaba el cadáver de la víctima.

Los oficiales estaban satisfechos. Mi comportamiento los


había convencido. Yo estaba particularmente tranquilo.
Ellos se sentaron y mientras yo contestaba
animadamente, charlaron de cosas familiares. Pero,
mientras tanto, sentí que me iba poniendo pálido y deseé
que se fueran. La cabeza me dolía, y me imaginé un
zumbido en mis oídos; pero ellos aún estaban sentados,
y aún charlaban. El zumbido se hacía más claro:
hablé desenfrenadamente para conseguir librarme de
lo que sentía: pero continuó y ganó carácter definitivo
— hasta que, en un momento, descubrí que el ruido no
estaba dentro de mis oídos.

Sin duda que ahora me puse muy pálido; pero hablé


más fluidamente, y en voz más alta. Sin embargo el
sonido aumentó — ¿y qué podía hacer? Era un sonido
apagado, sordo, penetrante — muy parecido al que
hace un reloj envuelto en algodón. Me costaba respirar,
y sin embargo los oficiales no lo oían. Hablé más
rápido, más vehementemente pero el ruido
constantemente aumentaba. Me levanté y argumenté
sobre tonterías, en un tono alto y con gesticulaciones
violentas; pero el ruido constantemente aumentaba.
¿Por qué no se iban ellos? Recorrí el piso de aquí para
allá con pasos pesados, como si me excitaran a la furia
las observaciones de los hombres, pero el ruido
constantemente aumentaba. ¡Oh Dios! ¿qué podía yo
hacer?
¡Lancé espuma — enloquecí — maldije! Movía la silla en
la que había estado sentado, y la hacía rechinar sobre
las tablas, pero el ruido se levantaba sobre todo y
continuamente aumentaba. Se hizo más fuerte — más
fuerte — ¡más fuerte! Y todavía los hombres charlaban
gratamente, y sonreían. ¿Era posible que no lo oyeran?
¡Dios Todopoderoso! — ¿nada, nada? ¡Ellos oían! —
¡ellos sospechaban! — ¡ellos sabían! — ¡ellos se estaban
burlando de mi horror! — esto pensé, y esto pienso.
¡Pero cualquier cosa era mejor que esta agonía!
¡Cualquier cosa era más tolerable que este desprecio!
¡Ya no podía soportar más esas sonrisas hipócritas!
¡Sentí que debía gritar o morir! — y ahora —otra vez —
¡escuchen! ¡más fuerte! ¡más fuerte!
"¡Villanos!" grité, "¡no disimulen más! ¡Admito el acto! —
¡arranquen las tablas! — ¡aquí, aquí! — ¡es el latir de su
horrible corazón!"

Walt Whitman (1819 - 1892)

"El Cantor de América". Poeta estadounidense,


abandonó la escuela y se puso a trabajar en diversos
empleos.

Obras:

Hojas de hierba, Niños de Adam, Toques de tambor,


Vistas democráticas, Días ejemplares, Canto a mi
mismo.

Características:

- Creó el mito en que los EE.UU. es el país de la


ingenuidad y la esperanza.
- Exaltó al hombre común.
- El desahogo sexual era lo más importante.
- Puente entre el romanticismo y el realismo.
- Estilo popular.
- Poeta nacional de los Estados Unidos.

Hojas de hierba

Género: Lírica
Autor: Walt Whitman

(1)
Canto a mi Mismo
Me celebro y me canto a mí mismo
Y por lo que yo diga ahora de mí, te lo
digo de tí,
porque lo que yo tengo lo tienes
tú y cada átomo de mi cuerpo es
tuyo también

Vago ...... e invito a vagar a mi alma Vago


y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
(29)

Mi lengua y cada molécula de mi


sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron
aquí, de padres que engendraron otros
padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de
estos vientos también.

Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo


mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a
la energía original
de la naturaleza desenfrenada.
(30)
(2) Víctor Hugo (Francia 1802 - 1885)
Las casas y los aposentos están
cargados de perfumes, Su padre fue general napoleónico, es la máxima figura
los estantes y los armarios están de la literatura francesa
cargados de perfumes. Obras:
Aspiro y me complazco en su
fragancia siento su influjo enervador. - Narrativa: Los miserables, Nuestra Señora de París.
pero me rebelo ..... Me rebelo y me escapo - Teatro: Cronwell, Hernani, Rey Blas, Los burgraves,
Lucrecia Borgia.
La atmósfera no es un perfume - Lírica: Odas y poesía diversas , Odas y baladas ,
No tiene el gusto de las Orientales, Las hojas de otoño, Cantos del
esencias; es inodora crepúsculo, Nuevas Odas, Las voces interiores, Los
está hecha para mi boca rayos y las sombras.
y yo lo absorbo y la adoro como a mi - Épica: La leyenda de los siglos.
novia. Iré a los repechos donde comienzan
los Tengo treinta y siete años. Mi salud es Características:
perfecta
Y con mi aliento puro - Según él, el hombre debe dedicar su vida a tratar de
comienzo a cantar extirpar el mal en el mundo.
hoy - Vio a la sociedad y el futuro en forma optimista.
y no terminaré mi canto hasta que me - Estilo grandioso y elegante.
muera. - Inicia el teatro romántico francés.
Que se callen ahora las escuelas y - Dominó varios géneros.
los credos.
Atrás. A su sitio Charles Baudelaire (Francia 1821 -
Sé cuál es su misión y no lo
olvidaré que nadie lo olvide. 1867) Obras:

bosques - Crítica: El arte romántico


y me desnudaré para gozar enloquecido - Lírica: Las flores del mal
su contacto.
Características:
Me gusta ver el vaho de mi
aliento las ondas del río. - Límite del romanticismo.
los hilos de seda que se cruzan entre - Expresó el trágico destino humano y una visión
los árboles mística del universo.
las horquillas donde descansa la vid. - Precursor del simbolismo.
Me gusta oír los ecos. - Gusto en sus obras por la muerte, la estética de lo feo
(mal, demonio).
Otros autores románticos - Estaba en contra de la burguesía.

Friedrich Schiller (Alemania 1759 - Alejandro Dumas (Francia 1802 -

1805) Obras: 1870) Obras:


- Drama: Los bandidos, Don Carlos, Guillermo Tell, María - Novela: Los tres mosqueteros, El conde de
Estuardo. Montecristo.
- Lírica: Oda a la alegría.
Alejandro Dumas (hijo): La dama de las camelias.
Realismo francés

Capítulo IV
Los iniciadores del quinientas figuras estos caprichos se
realismo francés son identificables; además de ( desprendía hasta de sus
Balzac y Stendhal, autores otras mil quinientas N últimos enseres. Con el fin
a quienes algunos críticos anónimas, sin contar la o de verlas muy bien
los clasifican dentro del aparición de personajes v casadas con un Conde y
segundo romanticismo. reales como Dante, Luis e un Banquero,
Más adelante encontramos XVIII, Napoleón, etc. l respectivamente, les
la obra de Flaubert, a entregó casi completa su
netamente realista; y De La comedia humana ) fortuna. Sus frívolas hijas
como una derivación del destacan las siguientes no sólo no supieron
realismo, hallamos el novelas: T corresponder a este gran
naturalismo, corriente e gesto de generosidad de
literaria iniciado por Emilio Eugenia Grandet, Papa m su padre, sino que ellas y
Zola Goriot, Las Ilusiones a sus maridos
perdidas, La piel de zapa, : continuamente lo
Honoré La busca de lo absoluto, Narra la vida de un padre despreciaban y se
de Balzac La solterona, El cura de que por ver felices a sus avergonzaban de él; razón
(Francia Tours, Los pequeños hijas les da toda su por la que Goriot se
1799 - burgueses, Los chuanes, El fortuna y queda en la recluye en una mísera
1850) primo Pons. ruina económica. casa de huéspedes.
Enfermo, se convence de Muere aniquilado por la
Balzac iba a ser el gran P la ingratitud de ellas. pena al comprender el
emperador de la novela, a resultado de sus errores y
que no se resigna a pintar A sin tener el consuelo de
p
unos ambientes r que sus hijas estuviesen
á g junto a él en su agonía.
determinados, una vida
privada, o tratar unos u
aspectos o franjas del G m F
mundo. Él aspira a o e r
contarlo y resumirlo todo, r n a
estrujando la vida entera i t g
para obtener un o m
o
significado que sólo puede : e
expresarse en la libertad t Goriot era fabricante de n
de la forma novelesca. Su harinas y pastas para t
ambición será según su G sopa. Tenía inmensa o
propia frase. "Hacer la é idolatría por sus hijas "¿Se han divertido mucho
competencia al registro n Delfina y Anastasia, a mis hijas?" Preguntó
civil", es decir, crear otro e quienes educó en un Goriot reconvenciendo a
mundo completo que r ambiente de mimo y Eugenio.
rivalice con la sociedad. o refinamiento impropio de -¡No piensa más que en
El universo tal como es su humilde clase. Se sus hijas! -exclamó
no le basta; y lo verá L sentía feliz si sus hijas Bianchón-. Esta noche me
como un punto de i disfrutaban de un baile o ha dicho más de cien
referencia a partir del cual t de un teatro y para veces: "Bailan. Al fin
poder imaginar una nueva e satisfacer tienen el traje". Las llamó
síntesis a la que llamará, r por sus nombres. Me
La comedia humana, obra a hacía llorar, con sus
que reúne la totalidad de r exclamaciones: "¡Delfina,
la obra balzaquiana (97 i Delfinita! ¡Nasia!" Palabra
novelas). o de honor -terminó
: diciendo el estudiante de
Un estudioso de Balzac, medicina; era para
Fernand Lotte, estableció N deshacerse en llanto.
un censo de los a
-Delfina, ¿está ahí
personajes que pueblan r verdad?- dijo el viejo-
La comedia humana y r ¡Ya lo sabía yo!
gracias a él sabemos con a Y sus ojos recobraron una
toda precisión que en el t gran viveza para mirar a
conjunto de las novelas i su alrededor y hacia la
de Balzac, aparecen v puerta.
cerca de dos mil o -Bajó para decir a Silvia
que preparen los de un
sinapismos, éste es el neófito.
momento favorable -dijo -Vamos, entonces sólo yo
Bianchón. cuido por cariño a ese
Rastignac se quedó solo pobre anciano -repuso
con el anciano, sentado a Eugenio.
los pies de la cama, con Si me hubieras visto esta
los ojos fijos en aquella mañana, no dirías eso
espantosa cabeza que -replicó el estudiante de
daba pena de ver. Medicina, sin ofenderse
"La señora de Bauséant por la suposición-. Los
se va; ése se muere. Las médicos que han
almas generosas no ejercido no ven más que
pueden estar en este la enfermedad; yo veo
mundo. ¿Cómo van a todavía al enfermo.
armonizar los grandes Se fue dejando solo a
sentimientos con una Eugenio con el anciano.
sociedad mezquina, ruin, Se temía una crisis que no
superficial?". tardó en sobrevenir.
El recuerdo de la fiesta a -¡Ay! ¿Es Ud. querido?
que había asistido -dijo Goriot reconociendo
contrastaba en aquel a Eugenio.
momento con el -¿Está usted mejor? -le
espectáculo de la cama preguntó el estudiante,
del moribundo Bianchón cogiéndole una mano. 5
LITERATURA
volvió de pronto. AÑO

Oye, Eugenio, acabo de


ver al médico director, y
he vuelto a toda prisa. Si
manifiesta síntomas de
recuperar la razón, el
habla, acuéstale sobre un
gran sinapismo, de
manera que la mostaza le
llegue desde la nuca hasta
los riñones y llámanos.
-
Q
u
er
id
o
Bi
a
nc
h
ó
n
-d
ij
o
E
u
g
e
ni
o.
-¡Oh! Se trata de un
hecho científico -dijo el
estudiante de
Medicina
con todo
el ardor
-Sí, tenía la cabeza como si me la apretaran con un grandes asuntos con su marido. Como he insistido ha
torno; pero va mejor. ¿Ha visto usted a mis hijas? salido el señor de Restaud en persona, y me ha dicho así
Vendrán al punto, en cuanto sepan que estoy enfermo. "¿Se muere el
Me han cuidado tanto cuando vivíamos en la calle de la
Jussienne. ¡Dios mío! Quisiera que mi cuarto estuviera
limpio para recibirlas. Un joven ha quemado todos mis
troncos.
Oigo que sube Cristóbal para traerle leña, que le envía
precisamente ese joven.
-Bien, y ¿cómo pago la leña? Si no tengo un céntimo. Lo
he dado todo, todo. Estoy a expensas de la caridad.
Estaba bien el vestido de Nasia? Me siento mal. Gracias,
Cristóbal; Dios te lo pagara; yo no tengo nada.
-A ti y a Silvia os pagaré yo -dijo Eugenio al oído al
criado.
-¿Mis hijas me han dicho que iban a venir, no es verdad
Cristóbal? Vete otra vez; te daré un duro. Diles que no
me siento bien, que quisiera abrazarlas, verlas antes de
morir. Diles eso; pero sin asustarlas mucho.
Cristóbal se marchó a una seña de
Rastignac.
-Van a venir -siguió diciendo el anciano- Las conozco.
¡Qué pena va a tener si muero la pobre Delfina! ¡Y
también Nasia! Quisiera no morirme para no hacerlas
llorar. Morir, querido Eugenio, es noverlas más. Al sitio
donde vaya me he de aburrir. Para un padre, el infierno
es estar sin sus hijos, así que yo he hecho el
aprendizaje desde que están casadas. Mi paraíso estuvo
en la calle de la Jussienne. Bajaban por la mañana:
"Buenos días papá" Me las ponía sobre las rodillas y
les hacía mil mimos, mil caricias. Ellas me
acariciaban graciosamente. Almorzábamos juntos todas
las mañanas, comíamos después, en fin, era padre,
gozaba de mis hijas. Cuando estaban en la calle de la
Jussienne no pensaban, no sabían nada del mundo me
querían mucho,
¡Dios mío! ¿Por qué no han sido siempre pequeñas?
¡Oh! Estoy mal, me va a estallar la cabeza. ¡Perdón,
hijas mías! Padezco horriblemente, y para que yo sienta
tiene que ser un verdadero dolor, porque vosotras me
habéis hecho fuerte contra él. ¡Dios mío! Si siquiera
tuviera sus manos entre las mías, no sentiría el menor
dolor, ¿Cree usted que vendrán? ¡Cristóbal es tan
bruto! Debía de haber ido yo mismo. Cristóbal las verá.
Pero usted ha estado ayer en el baile. Dígame, ¿Cómo
estaban? No sabían nada de mi enfermedad, ¿Verdad?
Si lo hubieran sabido no habrían bailado, ¡pobrecillas!
No quiero estar más enfermo. Todavía, les hago mucha
falta. Sus fortunas corren peligro. ¡Y qué maridos los
suyos! ¡Cúrenme, cúrenme ustedes! ¡Lo que estoy
padeciendo!... Ya ve usted, tienen que curarme porque
necesitan dinero y yo sé dónde hay que ir a ganarlo. Iré
a fabricar a Odesa, soy listo y ganaré millones.
¡Padezco horrores!
Goriot guardó silencio un instante empleando todas sus
fuerzas para sufrir el dolor.
-Si mis hijas estuvieran aquí, no me quejaría. ¿Por qué,
pues, me quejo, ahora?
-Sobrevino un ligero amodorramiento que duró
bastante. Volvió Cristóbal. Rastignac, creyendo que
Goriot dormía, dejó al criado que le diera cuenta de su
cometido en alta voz.
-Señor -dijo-, primero he ido a casa de la señora
condesa, con quien me ha sido imposible hablar; tenía
señor Goriot? Pues bien: es lo mejor que puede hacer.
Necesito ultimar con la señora algunos asuntos
importantes; irá cuando hayamos terminado". Parecía
estar muy disgustado. Iba yo a salir cuando la señora
entró en la antesala por una puerta que yo no había
visto, y me dijo: "Cristóbal, di a mi padre que tengo una
discusión con mi marido, y que no puedo dejarle. Se
trata de una cuestión de vida o de muerte para mis
hijos; pero que en cuanto acabe iré". Y la señora
baronesa, ¡otra qué tal! No la he visto y, por tanto, no
he podido hablarle. ¡Ah! Me ha dicho la doncella. "La
señora ha vuelto del baile a las cinco y cuarto y ahora
está durmiendo. Si la despierto antes de las doce me
reñirá. Le diré que su padre sigue peor cuando
despierte y me llame. Para dar una mala noticia, nunca
es tarde".
¡Me he cansado de suplicar! Sí, sí... He pretendido
hablar con el señor barón, y había salido.
-¡No vendrá ninguna de sus hijas! -exclamó Rastignac.
Voy a escribir a las dos.
-¡Ni una! -Respondió el anciano, incorporándose en el
camastro -la una está ocupada, la otra duerme. Ya lo
sabía. Hay que morir para saber lo que son los hijos...
Amigo mío, no se case usted; no tenga hijos. Usted les
da la vida,
¡No, no vendrán! Desde hace diez años lo sabía.
Algunas veces lo sospechaba; pero no osaba creerlo.

Dos lágrimas rodaron por el borde irritado de sus ojos,


sin caer.
-¡Ay! Si fuera rico, si hubiera guardado mi fortuna, si no
se la hubiera dado, las dos estarían aquí y me comerían
a besos. Viviría en un palacio, tendría hermosas
habitaciones, criados, fuego en la chimenea. ¡Mis hijas
llorarían, y sus maridos y sus hijos! Tendría todo eso.
¡Pero no tengo nada! Con dinero se tiene todo hasta
hijas, ¿Dónde está mi dinero? Si tuviera tesoros que
dejar, me cuidarían las tendría a mi lado, las vería. ¡Ay,
hijo mío, mi único hijo, prefiero mi abandono y mi
miseria! Al menos, un desgraciado cuando le aman sabe
que es de veras. No; quisiera ser rico, así las vería. ¿Y
eso que quién sabe? Las dos tienen corazones de roca,
las quería demasiado para que ellas me quisieran a mí.
Un padre debe ser siempre rico, y ha de tener a sus
hijos de la brida como a caballos traidores. En cambio,
yo estaba de rodillas ante ellas. ¡Miserables! Así coronan
su conducta para conmigo desde hace diez años. ¡Si
supiera usted lo complacientes que estaban conmigo en
los menores detalles al principio de su matrimonio! ¡Qué
cruel martirio padezco! Acabo de dar a cada una cerca
de ochocientos mil francos, así que no podían, ni ellas ni
sus maridos, portarse mal conmigo. Me recibían muy
amables: "Padre mío, por aquí, papaito por allá" En sus
mesas siempre había un cubierto puesto para mí. Comía
con sus maridos, que me trataban con consideración.
Parecía que todavía me quedaba algo.
¿Por qué? Si yo no había dicho nada de mis negocios.
Un hombre que da ochocientos mil francos a sus hijas
es un hombre a quien se debe cuidar, y me cuidaban;
pero era por el dinero ¡El mundo no es bueno, lo sé por
experiencia! Me llevaban en coche al teatro, y asistía a
las fiestas. Se decían hijas mías, y confesaban que yo
era su padre. Como no soy tonto, a mí no se me
escapaba nada. Así, cuando
algunos de aquellos elegantes preguntaba al oído de Madame Bovary
mis yernos: "¿Quién es este señor?" Es el tío de los
cuartos, es rico. "¡Ah diablo!" decían. Y me miraban con Cuando Carlos volvía, encontraba junto a la lumbre,
el respeto debido a mi dinero. Si a veces les molestaba para que se calentaran, sus zapatillas, sus camisetas
un poco, pagaba, en cambio bien mis defectos. Además. aparecían perfectamente dobladas, sus camisas no
¿Quién es perfecto? Tengo la cabeza como una llaga. carecían ahora de botones y hasta le era dado
En estos momentos estoy padeciendo lo que hay que contemplar en simétricas pilas sus gorros de dormir.
padecer para morir, mi querido Eugenio; pues bien: eso Emma no se oponía, como otras veces, a pasear por el
no es nada en comparación con el dolor que me causó huertecito; las propuestas de su marido eran aceptadas
la primera mirada con que Anastasia me dio a entender sin rechistar, si bien nunca se adelantaba a los deseos
que había dicho un disparate que la humillaba; su tan resignadamente acogidos, y cuando León veía a
mirada me dejó helado. Hubiera querido saber de todo; Bovary junto al fuego, después de la comida, las manos
pero lo que supe fue que estaba de más en la tierra. Al en el vientre, los pies en los morillos de la chimenea
día siguiente fui a la casa de Delfina para consolarme, y arrebolado el rostro por la digestión, radiante los ojos de
cometí otra tontería que la enfadó. Me volví loco, estuve felicidad, con la niña que se arrastraba por la alfombra,
ocho días sin saber que hacer. No me atrevía a ir a y aquella mujer de fina catadura que le besaba en la
verlas por temor a sus reproches. Y ya me tiene usted frente por encima del respaldo de la butaca, se decía
despedido de casa de mis hijas. ¡Dios mío! Tú que para sus adentros:
conoces las miserias, las penas que he sufrido, puesto
que sabes las puñaladas que he recibido durante estos - ¡Qué locura! ¿Cómo llegar hasta
últimos años que me han envejecido, cambiado, ella?
matado, encanecido, ¿por qué me haces seguir
padeciendo? He expiado bastante el pecado de amar Le pareció, pues, tan virtuosa e inaccesible, que toda
demasiado. Mis hijas se han vengado de mi cariño, me esperanza, incluso la más remota, la abandonó.
han atenazado como verdugos. Y, sin embargo, eran mis
hijas, lo eran todo para mí. Si necesitaban alguna cosa, Este renunciamiento la colocaba precisamente en
joyas, lo que fuera, me lo decían sus doncellas, y se extraordinarias condiciones. Se desprendió él de sus
las regalaba para que me recibiesen bien. No carnales atractivos, que no había de alcanzar y se
obstante, me daban siempre lecciones sobre mi manera aposentó en su corazón, elevándose siempre y
de conducirme en sociedad. Empezaban a avergonzarse destacándose a la manera de una apoteosis que alza su
de mí. Ahí tiene usted para qué sirve educar bien a los vuelo. Era uno de esos sentimientos puros que no se
hijos. No podría sin embargo, a mi edad ir a la escuela. oponen al disfrute de la existencia, que se cultivan por
¡Qué horrible dolor. Dios mío! ¡Los médicos! ¡Si me su misma exquisitez y cuya pérdida afligiría más que una
abrieran la cabeza no padecería tanto! ¡Mis hijas; mis no gozosa posesión.
hijas! ¡Anastasia. Delfina! Quiero verlas. Mandé a los
gendarmes a buscarlas. ¡Que las traigan a la fuerza! La Emma adelgazó, sus mejillas palidecieron, su rostro se
justicia está de mi parte, todo está de mi parte, la alargó. Con sus negros aladares, sus grandes ojos, su
naturaleza, el Código Civil ¡Protesta! La patria perecerá recta nariz, su andar de pájaro y siempre silenciosa, ¿no
si los padres se ven pisoteados. Es evidente. La parecía que atravesaba por la existencia sin rozarla
sociedad, el mundo se basan en la paternidad; todo se apenas y que llevaba en la frente el vagaroso rostro de
derrumba si los hijos no quieren a su padres. ¡Oh, verlas, alguna sublime predestinación. Hallábase tan pesarosa y
oírlas, no importa lo que me digan con tal de oír sus tan tranquila, tan reservada y tan dulce a la vez, que
voces, eso bastará para calmar mis dolores!". uno se sentía junto a ella presa de un glacial encanto,
de ese escalofrío que se siente en las iglesias entre el
Gustavo Flaubert (Francia 1821 - perfume de las flores y la frialdad de las marmóreas
1880) losas. Ni siquiera los extraños escapaban esta
seducción. El farmacéutico decía:
Flaubert es el prototipo del escritor que sólo vive para la
literatura, y que posee un afán de perfección al que -Es una mujer de grandes recursos y estaría muy bien
sacrifica mucho tiempo y al que dedica titánicos esfuerzos en una subprefectura.
(su lentitud y sus exagerados escrúpulos -nos habla de
días enteros de angustia para elegir un adjetivo- son Los acomodados admiraban su economía; los clientes
proverbiales). Es el artista solitario y exclusivo que hace su finura; los pobres, su caridad.
del arte un absoluto intransigente, una religión, y que
de este modo anticipe toda una mentalidad que se irá Ella, empero, rebosaba codicia, rabia, encono. Aquel
desarrollando a fines del s. XIX para culminar en la vestido de sencillos pliegues ocultaba un trastornado
época actual. corazón, y que los labios tan púdicos no descubrían el
tormento. Estaba enamorada de León y buscaba la
Obras: soledad para poder deleitarse más gustosamente con
su imagen. La presencia del joven turbaba la
Madame Bovary, Educación sentimental, Salambó, voluptuosidad de aquella meditación, Emma, al oír sus
Bouvard y Pecuchet. pasos conmovíase y luego ante él, la emoción se
derrumbaba, y tras de esto le quedaba un inmenso
asombro, que terminaba en tristeza.
León ignoraba que cuando salía de casa de ella, Y permanecía derregada, jadeante, inerte, sollozando
desesperada, Emma se levantaba tras él para verle por quedo y con lágrimas en los ojos.
la calle. Inquietábanla sus acciones, espiaba su rostro,
hasta inventó una historia para poder visitar su cuarto. - ¿Por qué no se lo dice usted al señorito? - preguntaba
La mujer del boticario era para ella dichosísima porque la criada, al presenciar tales crisis.
dormía bajo el mismo techo, y sus pensamientos iban
continuamente a posarse en aquella casa, como los - Son los nervios - respondía Emma - ., no le hables del
pichones de El León de Oro que acudía allí para remojar asunto porque le afligirías.
en las canales sus rosadas patitas y sus níveas alas.
Pero cuanto más se percataba de su amor, más y más lo - A usted, señorita - proseguía felicidad , - le ocurre lo
reprimía, para que no se mostrase y disminuyese. mismo que a la Guérine, la hija del tío Guérin, el
Hubiera querido que León lo adivinase, y se imaginaba pescador del Pollet, a la que conocí en Dieppe antes de
catástrofes e incidencias que lo hubiesen facilitado. entrar al servicio de la señorita. Estaba la pobrecita tan
Lo que sin duda la contenía era el espanto o la pereza, triste, tan triste, que al verla de pie en el umbral de su
como asimismo el pudor. Pensaba que había casa se la hubiese tomado por un alma en pena. Su
exagerado la nota que ya no era tiempo y que todo dolencia consistía, según parece, en una especie de
estaba perdido. El orgullo, además y el placer de bruma que se había colado en su cabeza y no la podía
decirse: "Soy virtuosa" y de contemplarse, con curar los médicos, ni el cura tampoco. Cuando le daba
resignado talante, en el espejo, consolábala un poco del un ataque fuerte, se iba a orillas de la mar, y allí la veía,
sacrificio que creía hacer. al pasar, el teniente de carabineros, tendida boca abajo
y llorando sobre la arena. Después de casada, según
Entonces, los apetitos carnales, las ansias de dinero y dicen, se le pasó.
las amorosas melancolías, todo se confundió en un
mismo sufrimiento y en lugar de desentenderse, su - Pues a mí - decía Emma - se me ha presentado
imaginación aferrábase más a él, exitándola a sufrir y después de casada.
buscando cuantas ocasiones se presentaban. Un plato
mal servido o una puerta entreabierta eran motivos de Henri Beyle, Stendhal (Francia 1783 -
irritación; y quejábase de no poseer vestidos de
terciopelo, de su falta de dicha, de la excesiva elevación 1842) Obras:
de sus sueños, de su vivienda demasiado estrecha.
Novelas: Rojo y negro, La cartuja de
Y lo que más la exasperaba era que Carlos no parecía Parma.
darse cuenta de su suplicio. La convicción de hacerla
dichosa, abrigada por su marido, la juzgaba como un
necio insulso, y como una ingratitud su seguridad a este Rojo y negro
propósito. ¿A qué, pues, su prudencia? ¿No era él acaso
el obstáculo para toda la felicidad la causa de toda XXIV Una
miseria y como la opresora hebilla de aquel complejo capital
cinturón que la oprimía por todos lados?
¡Cuán diferente sería mi estado de ánimo si yo llegase a
Todo el odio que atesoraba, motivado por sus esa noble plaza de guerra para ser oficial de alguno de
sinsabores, lo hizo recaer sobre Carlos, y aun cuando se los regimientos encargados de defenderla!- exclamó
esforzaba por aminorarlo, sólo conseguía aumentarlo, nuestro viajero lanzando un hondo suspiro, cuando vio a
pues esta tarea inútil uníase a sus otros motivos de lo lejos, sobre el lomo de una montaña, los muros
desesperación y contribuía más aún al alejamiento. La negruzcos de la ciudad de Besangon.
propia apacibilidad de su vida incitábala a la rebelión,
así como la estrechez doméstica y la paz conyugal No es sólo Besangon una de las ciudades más hermosas
ponían en su alma ensueños de grandezas y adúlteros de Francia, sino también abundante en personas de
arranques. corazón y de genio; pero Julián llegaba a ella solo,
Hubiera querido que Carlos la golpeara, para detestarle pobre, y sin recomendaciones que le permitieran abrigar
más justamente y vengarse de él. ¿Sería necesario no esperanzas de entrar en contacto con los hombres
dejar de aparecer risueña, escuchar continuamente distinguidos.
que era dichosa, fingir serlo y hacerlo creer?
Su amigo Fouqué le había proporcionado un traje
Una tal hipocresía, empero, no era de su gusto, y modesto, que era el que llevaba al pasar los puentes
sentíase deseosa de huir con León a cualquier parte, levadizos. Lleno su espíritu de la historia del sitio de
muy lejos, para ensayar una nueva vida; pero al punto 1674, quiso ver, antes de encerrarse en el seminario, los
se abría en su alma un vagaroso y ensombrecido muros de la ciudadela. Dos o tres veces corrió
abismo. verdadero peligro de ser detenido por los centinelas, por
haber penetrado en lugares que la administración militar
- El caso es que no me quiere - pensaba - ¿Cómo va a veda rigurosamente al público, a fin de poder obtener
ser de mí? ¿Desde dónde ha de venirme el consuelo, el doce o quince francos del heno, que en ellos crece.
socorro, el alivio?
cesar. El mal era inmenso, la obra de reparación muy ¿Se ríe el lector? Que se acuerde de la infinidad de
difícil: no tenía más remedio que dibujar en lo sucesivo faltas que comiendo un huevo, cometió el célebre abate
con sus actos un carácter completamente nuevo. Delille en el almuerzo a que fue invitado por una gran
señora de la corte de Luis XVI.
Nada le dio tanto trabajo ni le produjo tantos disgustos
como los movimientos de sus ojos que, con mucha Ante todo, se esforzó Julián por llegar al non culpa, que
razón, suelen llevar siempre bajos los seminaristas. es el estado del seminarista cuyas actitudes, manera de
mover los brazos, los ojos, etc., no indican nada de
- ¡Qué necio y qué presumido he sido!- se decía con mundano, pero tampoco son prueba de que absorba
desaliento-. Creía que había aprendido la ciencia de todas sus facultades la idea de la otra vida y de la nada
vivir, y no estoy ni en sus comienzos. ¡Cuán difícil es ser de la presente.
hipócrita!
¡Los trabajos de Hércules son juego de niños A diario encontraba Julián escritas en las paredes de los
comparados con éste! El Hércules de los tiempos corredores frases como ésta: “¿Qué son sesenta años
modernos fue Sixto V, que supo engaitar por espacio de de pruebas en comparación de una eternidad de delicias
quince años a cuarenta cardenales... ¿Pero es que aquí o de otra de llamas voraces en el infierno?” No las
de nada sirve la ciencia? Estudiar dogma es perder miraba con desdén Julián, antes por el contrario,
lastimosamente el tiempo... Los libros no tienen más comprendió que le convenía tenerlas siempre muy
finalidad que la de hacer caer en la celada a los tontos presentes. Su misión, si llegaba a ser sacerdote, sería
como yo... ¡Pobre de mí! Me he aplicado a estudiar, mis llevar al Cielo las almas de los fieles confiadas a su
adelantos me llenaban de orgullo... ¡qué estúpido! solicitud, y esta obra no podría realizarla si su exterior no
Sólo han servido para crearme enemigos se diferenciaba del de los seglares.
encarnizados... Chazel, que vale más que yo, que sabe
más que yo, tiene buen cuidado de hacer faltas en sus Un día, habían pasado ya algunos meses desde que
lecciones: si alguna vez, muy contadas, las da sin falta Julián se aplicó con diligencia a corregir su exterior,
es por distracción. ¡Ah! ¿Por qué no me advertiría el nuestro héroe fue llamado inopinadamente por el rector.
señor Pirard? Su espanto no tuvo límites cuando aquel le dispensó la
misma acogida que tanto le aterrara el día de su
Una vez desengañado Julián, los ejercicios interminables entrada en el seminario.
de piedad ascética, que hasta entonces le parecían
mortalmente odiosos, monopolizaron la mayor parte de - Explícame qué significan estas palabras escritas en
su tiempo. A fuerza de reflexionar con severidad sobre este naipe- le dijo con voz tonante.
su conducta, y atento, sobre todo, a no incurrir en
exageraciones, Julián no aspiró a figurar de repente Julián leyó:
entre los seminaristas que sirven de modelo a sus
camaradas, se guardó muy bien de llevar a cabo actos “Amanda Binet, café de la Jirafa, antes de las ocho.
significativos, es decir, actos que suponen en quien los Decir que es de Genlis y primo de mi madre.”
realiza gran fondo de perfección cristiana. En los
seminarios se conoce un sistema de comer los huevos
pasados por agua que anuncia los progresos hechos en
la vida devota.
Realismo ruso

Capítulo V
Fedor Dostoievski casa de los muertos lugar donde los ricos se ruleta en donde gana y
(Moscú 1821 - San (1862), Crimen y castigo pasean y divierten, y al luego le hace burlarse de
Petesburgo 1881) (1866), El jugador (1867), Ruletenburgo, elegante una pareja de Barones, lo
El idiota (1867), Los escenario de los casinos y que motiva su despido del
Fedor Dostoievski. Nació demonios (1870), El juegos de azar. Con él servicio al General. Este
en Moscú (Rusia) el 30 de adolescente (1875), Los van sus menores hijos, su ha venido de vacaciones
octubre de 1821. Tuvo hermanos Karamazov hijastra Polina y está a la espera del
una infancia enfermiza a (1880), Alexádrovna, personaje fallecimiento de su tía
pesar de la cual realizó femenino central, Antonida Vasilevna,
brillantes estudios en la E Mademoiselle Blanche, su temible y rica
Escuela de Ingenieros de pretendida futura esposa, terrateniente y señora de
San Petersburgo; pero la madre de ésta, un Moscú, de 75 años que se
para entonces ya lo
l francés de Grillet, el propio halla enferma. El general
tentaba la fiebre literaria y Yvánovich y el aya de los contando como segura la
a ella se abocó jug niños. El inglés mister herencia que recibirá de
defraudando las Astley, está cerca de ellos su tía, despilfarra a manos
esperanzas paternas. ado y es el observador llenas en honores a De
Publica en una revista paciente y sereno de los Grillet, en cuyo favor
su primera novela Pobres acontecimientos. hipotecó todos sus bienes,
gentes que le da cierta r Yvánovich se halla y en Mademoiselle
celebridad. En 1849 es enamorado de Polina a la Blanche, una francesa a
encarcelado injustamente Géne que ha confesado de quien seducen lujos y
y condenado a muerte diversas maneras su boatos.
ro amor pero es rechazado. 5
por denunciar el régimen Todo
LITERATURAse precipita
AÑO
zarista, pero su pena fue Polina juega con él, lo cuando llega al hotel la
Liter
conmutada a trabajos impulsa a apostar en la abuela Ana Vasilevna con
forzados en Siberia y a ario: su servidumbre. Ella es
cuatro años de penurias inválida y se moviliza en
en la cárcel, que Narr su sillón, que alguien
templaron su físico y su tiene que llevar. Su
moral. Conoció entonces, ativo llegada como es de
el sufrimiento, la miseria suponer, trastoca todo; en
del pueblo, el trabajo y la (Nov primer lugar
muerte. desenmascara delante de
La publicación de su ela) todos al general y le
novela Crimen y Castigo niega públicamente su
(1866) aminora en algo Tem herencia, y ayuda a Polina
su pobreza y penuria, sólo y los niños para que vivan
las deudas y necesidades a: en su palacio, en Rusia.
lo acosan constantemente. Ana Vasilevna se
Murió en 1881. Es genial La pasión de los juegos muestra con un carácter,
creador de caracteres, de azar que lanza a sus energía y lucidez
maestro en el análisis víctimas a la insospechables. Y como
psicológico de sus desesperación y al está enterada de que éste
personajes a menudo fatalismo. es un lugar de juegos de
enfermos o anormales y azar, ordena a Yvánovich
casi siempre en conflicto A la lleve a la ruleta. Se
con la sociedad. Vivió r entusiasma con el rodar
aquejado por la miseria y g de la bolita y comienza a
el mal de la epilepsia. u apostar; por supuesto
m gana en pocos minutos.
O e Al día siguiente vuelve
b n a la ruleta pero
r t Yvánovich, que sabe
a o cómo crece la pasión por
s : el juego, se niega a
: Alexei Yvánovich está acompañarla.
como ayudante o maestro Aun así, la abuela va
Pobres gentes (1846, de los hijos de un general con el mayordomo y
primera novela) , quien pertenece a la pierde. Quiere recuperar y
Humillados y ofendidos aristocracia rusa. Este va vuelve a jugar en días
(1861), Recuerdos de la al extranjero, a Homburg, sucesivos y poco a poco
se ve envuelta por el mañana. Entre las diez y
ambiente de emoción y las once se encuentran
riesgo y va perdiendo junto a las mesas de juego
todo hasta quedar en la los jugadores auténticos,
ruina. los desesperados, los
Usando el poco dinero individuos para quienes el
que posee, Alexei balneario existe sólo por
Yvánovich apuesta a la la ruleta, que han venido
ruleta y gana mucho. sólo por ella, los que
Aparece M. Blanche que apenas se dan cuenta de
ha abandonado al general lo que sucede en torno
porque no tiene herencia suyo ni por nada se
y convence a Yvánovich, la interesan durante toda la
lleve a París en donde temporada sino por jugar
dilapida el dinero en un de la mañana a la noche y
mes. Yvánovich vuelve a quizá jugarían de buena
Homburg ahí se entera del gana toda la
fin de los personajes. La
abuela muere en Rusia.
Mister Astley encuentra
otra vez en Ruletenburgo
a Yvánovich quien no ha
podido vencer la tentación
del juego y a pesar de las
advertencias de Astley,
vuelve a apostar,
iniciándose de nuevo el
drama del jugador.

E
l

j
u
g
a
d
o
r
(
F
r
a
g
m
e
n
t
o
)

Eran las diez y cuarto.


Entré en el casino con
una firme esperanza y con
una agitación como nunca
había sentido hasta
entonces. En las salas de
juego había todavía
bastante público, aunque
sólo la mitad del que
había habido por la
noche, hasta el amanecer si fuera posible. Siempre se nada, me infundía temor, y coloqué cuatro mil florines
dispersan con enojo cuando se cierra la sala de ruleta a al negro. Tras de mí, otros nueve individuos apostaron
medianoche. Y cuando el crupier más antiguo, antes del también al
cierre de la sala a las doce, anuncia: Les trois dernier
coups, messieurs!, están a veces dispuestos a arriesgar
en esas tres últimas posturas todo lo que tienen en los
bolsillos -y, en realidad- lo pierden en la mayoría de los
casos-. Yo me acerqué a la misma mesa a la que la
abuela había estado sentada poco antes. No había
muchas apreturas, de modo que muy pronto encontré
lugar, de pie, junto a ella. Directamente frente a mí,
sobre el paño verde, estaba trazada la palabra Passe.
Este passe es una serie de números desde el 19 hasta
el 36 inclusive. La primera serie, del 1 al 18 inclusive, se
llama Manque. ¿Pero a mí qué me importaba nada de
eso? No hice cálculos, ni siquiera oí en qué número
había caído la última suerte, y no lo pregunté cuando
empecé a jugar, como lo hubiera hecho cualquier
jugador prudente. Saqué mis veinte federicos de oro y
los apunté al passe que estaba frente a mí.

- Vingt-deux! -gritó el
croupier.

Gané y volví a apostarlo todo: lo anterior y lo


ganado.

- Trente et un! -anunció el crupier-. ¡Había ganado otra


vez!
Tenía, pues, en total ochenta federicos de oro. Puse
los ochenta a los doce números medios (triple ganancia
pero dos probabilidades en contra), giró la rueda y
salió el veinticuatro. Me entregaron tres paquetes de
cincuenta federicos cada uno y diez monedas de oro.
Junto con lo anterior ascendía a doscientos federicos
de oro. Estaba como febril y empujé todo el montón
de dinero al rojo y de repente volví en mi acuerdo. Y
sólo una vez en toda esa velada, durante toda esa
partida, me sentí poseído de terror, helado de frío,
sacudido por un temblor de brazos y piernas. Presentí
con espanto y comprendí al momento lo que para mí
significaría perder ahora. Toda mi vida dependía de
esa apuesta.

- ¡Rouge! -gritó el croupier-, y volví a respirar. Ardientes


estremecimientos me recorrían el cuerpo. Me pagaron
en billetes de banco: en total cuatro mil florines y
ochenta federicos de oro (aun en ese estado podía
hacer bien mis cuentas).

Recuerdo que luego volví a apostar dos mil florines a


los doce números medios y perdí; aposté el oro que
tenía además de los ochenta federicos de oro y perdí.
Me puse furioso: cogí los últimos dos mil florines que
me quedaban y los aposté a los doce primeros
números al buen tuntún, a lo que cayera, sin pensar.
Hubo, sin embargo, un momento de expectación
parecido quizá a la impresión que me produjo madame
Blanche en París cuando desde un globo bajó volando
a la tierra.

- ¡Quatre! -gritó el banquero. Con la apuesta anterior


resultaba de nuevo un total de seis mil florines. Yo
tenía ya aire de vencedor; ahora nada, lo que se dice
negro. Los croupieres se miraban y cuchicheaban - Escucha, colegial: detesta la mentira, incluso la
entre sí. En torno, la gente hablaba y esperaba. mentira piadosa... Supongo que no le habrás dicho ni
una palabra de mi visita.
Salió el negro. Ya no recuerdo ni el número ni el - A Dios gracias, sé lo que debo hacer -dijo Smurov, y
orden de mis posturas. Sólo recuerdo, como en añadió con un suspiro-: No creo que Carillón pueda
sueños, que por lo visto gané dieciséis mil florines; consolarlo. Su padre, el capitán, nos ha dicho que hoy
seguidamente perdí doce mil de ellos en tres apuestas le regalará un
desafortunadas. Luego puse los últimos cuatro mil a
passe (pero ya para entonces no sentía casi nada;
estaba sólo a la expectativa, se diría que
mecánicamente, vacío de pensamientos) y volví a
ganar, y después de ello gané cuatro veces seguidas.
Me acuerdo sólo de que recogía el dinero a
montones...

Los hermanos Karamazov


Los amigos pequeños

Pero Kolia ya no la oía. Al fin estaba libre. Al salir a la


calle hundió momentáneamente la cabeza entre los
hombros y exclamó: "¡Vaya frío!", y tomó el camino de
la plaza del mercado. Antes de llegar a la plaza se
detuvo ante un edificio, sacó del bolsillo un silbato y lo
hizo sonar con todas sus fuerzas. Sin duda, era una
señal convenida. Un minuto después salió de su casa un
niño de once años, de tez colorada y protegido, como
Kolia, por un recio y elegante gabán. Este muchacho
era Smurov, alumno de la clase preparatoria (Kolia
estaba ya en la sexta) a hijo de un funcionario
acomodado, al que sus padres habían prohibido que
fuera con Krasotkin, cuya conducta les parecía
vergonzosa; de modo que Smurov había tenido que salir
de su casa furtivamente.

Como el lector recordará, Smurov formaba parte del


grupo que había apedreado a Iliucha hacía dos meses, y
él fue el que habló con Alejo Karamazov.

- He estado una hora esperándote, Krasotkin -dijo sin


rodeos
Smurov.
Los dos chicos siguieron el camino de la
plaza.
- Si me he retrasado -repuso Kolia-, la culpa no ha sido
mía, sino de las circunstancias.
¿No te azotarán por haberte reunido
conmigo?
- ¡Qué ocurrencia! A mí no me azotan nunca... Ya veo
que está aquí Carillón.
- Sí, lo he traído.
- ¿Para que nos acompañe hasta la
casa?
- Sí.
- ¡Lástima que no sea
Escarabajo!
- Escarabajo no puede ser, porque ha desaparecido.
Nadie debe saber dónde está.
Smurov se detuvo de
pronto.
- Oye, Kolia: Iliucha dice que Escarabajo tenía el pelo
largo y de un gris violáceo, o sea como el de Carillón.
¿Y si le dijéramos que Carillón es Escarabajo? A lo
mejor, lo creía.
cachorro de moloso auténtico, con el hocico negro. con él. Kolia había despertado su curiosidad al decir
Cree que este animalito consolará a Iliucha, pero yo que iba a ver a
no opino así.
- ¿Cómo está Iliucha?
- Mal, muy mal. A mí me parece que está tísico.
Conserva todo el conocimiento, pero respira con gran
dificultad. El otro día pidió que lo llevaran a dar un
paseo, le pusieron los zapatos, y el pobre cayó
después de dar unos pasos.
«Ya te dije, papá, que estos zapatos no me venían
bien. Siempre he tenido dificultad para andar con
ellos.» Creyó que se había caído por culpa de los
zapatos, y era la debilidad lo que le había hecho caer.
No creo que viva toda esta semana. Herzenstube lo
visita. Vuelven a tener dinero en abundancia.
- ¡Los muy canallas!
- ¿Quiénes?
- Los médicos, toda esa chusma doctoral, individual y
colectivamente. Detesto la medicina; no sirve para
nada. En fin, ya estudiaré a fondo esta cuestión. Oye,
os habéis vuelto muy sentimentales los de tu clase:
creo que vais todos los días a visitar al enfermo.
- Todos no. Somos unos diez los que lo vamos a ver
todos los días.
- Lo que más me sorprende es la conducta de Alexis
Karamazov. Mañana o pasado se va a juzgar a su
hermano por un crimen espantoso y esto no le impide
ponerse sentimental con los colegiales.
- Aquí nadie se pone sentimental. Piensa que tú mismo
vas a reconciliarte con Iliucha.
- ¿A reconciliarme? Es una palabra que me repugna. Por
otra parte, no permito a nadie que analice mis actos.
- Ya verás qué contento se pone Iliucha al verte. No
sabe nada de tu visita. ¿Por qué has tardado tanto en
decidirte?
-exclamó con vehemencia
Smurov.
- Eso es cosa mía y no tuya. Yo voy por mi propia
voluntad; vosotros, en cambio, vais porque os llevó
Alexis Karamazov. De modo que no es lo mismo.
Además, tú no sabes por qué voy yo. A lo mejor, no
pretendo reconciliarme. ¡Qué expresión tan estúpida!
- Karamazov no está allí. Desde luego, al principio
fuimos con él, pero después nos acostumbramos a ir
solos, primero uno y después otro, y todo con la
mayor naturalidad, sin sentimentalismos. Su padre se
conmovió al vernos. Perderá la razón cuando Iliucha
se muera. Se da cuenta de que no tiene salvación. No
puedes figurarte lo que se alegró al ver que nos
reconciliábamos con Iliucha. Éste ha preguntado por ti,
pero no ha dicho nada más. Su padre acabará loco o
se ahorcará. Antes ya tenía el aspecto de un demente.
Es un buen hombre, ¿sabes?, que ha sido víctima de
un error. Ese parricida no debió maltratarlo como lo
hizo días atrás en la taberna.
- Dmitri Karamazov es para mí un enigma. Hace tiempo
que podía haber hecho amistad con él, pero hay
momentos en que me alegro de haberlo mantenido a
distancia. Además, tengo de él un concepto que quiero
comprobar.

Dicho esto, Kolia se sumió en un grave silencio, que


compartió su amigo. Smurov respetaba a Kolia
Krasotkin y no osaba, ni mucho menos, compararse
Iliucha espontáneamente. Sin duda, había una razón
misteriosa para que Krasotkin hubiera adoptado de
pronto esta resolución.
Iban por la plaza del Mercado, sorteando carros y aves
de corral. Bajo los sobradillos de las tiendas había
mujeres que vendían tortas, hilos y otros muchos
géneros. En nuestra ciudad llaman ingenuamente
ferias a estos mercadillos domingueros que se
celebran en gran número durante el año.

Carillón corría alegremente, desviándose de continuo a


derecha e izquierda para olfatear algo. Y cuando se
encontraba con algún congénere, le oliscaba también
del mejor grado, según las reglas en use entre los
perros.
- Me gusta observar la realidad, Smurov -dijo de pronto
Kolia-. ¿Te has fijado en que los perros se olfatean
cuando se encuentran? Esto es entre ellos una ley
natural.
- Una ley ridícula.
- Pues no, te equivocas. No hay nada ridículo en la
naturaleza, aunque el hombre, con sus prejuicios, crea
lo contrario. Si los perros pudieran razonar y criticar,
verían en nosotros tantas cosas ridículas como
nosotros vemos en ellos, tantas o más, pues estoy
convencido de que son numerosísimas en las
relaciones humanas. Esta idea es de Rakitin y me
parece acertadísima. Soy socialista, Smurov.
- ¿Qué es el socialismo? -preguntó Smurov.
- La igualdad para todos, la comunidad de opiniones, la
supresión del matrimonio, la libertad de observar la
religión y las leyes que a uno le convengan, etc., etc.
Tú eres todavía demasiado joven para comprender
estas colas... Hace frío, ¿verdad?
- Sí, doce bajo cero: mi padre acaba de verlo en el
termómetro.
- ¿Has observado que en pleno invierno, cuando estamos
a quince e incluso a dieciocho grados bajo cero, el frío
es más soportable que ahora, al principio, cuando hay
todavía poca nieve y hiela de pronto a los doce
grados? Esto sucede porque las personas no están
todavía habituadas al frío. En nosotros todo es un
hábito, incluso la política. Mira qué tipo tan gracioso.
Kolia señalaba a un campesino de considerable
estatura, enfundado en una pelliza de piel de cordero,
de aire bonachón, que, al lado de su carreta, se
calentaba las manos, protegidas por mitones, dando
fuertes palmadas. Su barba estaba cubierta de
escarcha.
- Tienes la barba helada, amigo -dijo Kolia levantando la
voz y en un tonillo mordaz cuando pasó por su lado.
- Hay muchas barbas heladas -replicó el campesino
sentenciosamente.
- No te molestes -suplicó Smurov.
- No temas, no se enfadará. Es un buen hombre. ¡Adiós,
Mateo!
- Adiós.
- ¿De veras te llamas Mateo? -Sí. ¿No lo sabías?
- No. He dicho el nombre al azar.
- ¡Qué casualidad! ¿Eres estudiante?
- Exacto.
- ¿Te azotan?
- Sí.
- ¿Fuerte? apresuradamente del campo de batalla y volvió al cerro
- A veces. de Schevardino. Sentado sobre una silla plegable,
- La vida es dura -suspiró el buen pálido, hinchado, con los ojos turbios, la nariz colorada,
hombre. la vo z ro nc a y si nt ié nd os e pe sa do , es
- Adiós, Mateo. cu ch ab a involuntariamente el cañoneo, sin levantar los
- Adiós. Eres un muchacho ojos. Con un
simpático.
Los dos colegiales continuaron su camino.
- Es una buena persona -dijo Koila-. Me gusta hablar con
la gente del pueblo. Hacerle justicia.
- ¿Por qué le has dicho que nos azotan? -preguntó
Smurov.
-Para darle gusto.
- No lo
entiendo.
- Oye, Smurov: no me gusta dialogar con los que no
me comprenden desde un principio. Hay cosas
imposibles de explicar. A ese hombre se le ha
metido en la cabeza que a los colegiales hay que
azotarlos, que el colegial que no recibe este castigo
no es colegial. Si yo le hubiera dicho que no me
azotan, lo habría confundido. En fin, tú no puedes
comprender estas cosas. Hay que saber hablar al
pueblo.

León Tolstoi (1828 - 1910)

Su nombre verdadero era Liev Nikolaevich. Comenzó


con relatos cortos inspirados en Turgueniev.

Obras:

Narrativa: La guerra y la paz, Ana Karenina, La sonata


de Kreutzer, Resurrección, Los cosacos, Una vida
contagiada, El nihilista, Esclavitud moderna, La muerte
de Iván Ilich, Diario.

Comedia: Historia de un caballo, Polinkushka, Felicidad


conyugal.

Características:

- Creyó en la fraternidad universal mezclando ideas


socialistas y cristianas
- Sicologista
- Analizó su sociedad
- Combinó socialismo y
cristianismo
- Heredero de la épica
antigua

La guerra y la paz
El aspecto terrorífico del campo de batalla, cubierto de
muertos y de heridos unido a la pesadez de cabeza, a la
noticia de que veinte generales que conocía habían caído
y la conciencia de la debilidad de su mano, antes
poderosa, produjo una impresión inesperada a
Bonaparte. Por lo general, le gustaba examinar a los
caídos, poniendo a prueba con eso su fuerza moral. Pero
aquel día, el espantoso aspecto del campo de batalla
había vencido esa fuerza moral en la que creía
estribaban su mérito y su grandeza. Se retiró
aburrimiento morboso esperaba que llegara al fin de esa "La guerra de Rusia ha debido de ser la más popular de
obra a la que creía estar ligado pero que no podía los tiempos modernos; era la guerra del buen sentido y
detener. Un sentimiento personal, humano, prevaleció de los
por un breve instante sobre la imagen artificial de la
vida a la que servía desde hacía tanto tiempo. Sentía
pesar sobre su alma los sufrimientos y las muertes que
había presenciado en el campo de batalla. La pesadez
de cabeza y la opresión de pecho le recordaron la
posibilidad de sufrimiento y de muerte también para él.
En aquel momento no deseaba para sí Moscú, el triunfo
ni la gloria (¿qué más gloria podía necesitar?). Lo único
que quería era descanso, paz y libertad. Pero cuando
estuvo en el cerro de Semionovskoie el jefe de
artillería le había propuesto llevar allí unas cuantas
baterías a fin de aumentar el fuego contra las tropas
rusas concentradas ante Kniaskovo. Bonaparte había
accedido y ordenado que le informaran del efecto que
producirían esas baterías.

Un ayudante de campo vino a decirle poco después que


doscientos cañones habían abierto fuego contra los
rusos, y que a pesar de ello estos no se habían movido
de su sitio.

- Nuestro fuego los barre por filas enteras; sin embargo,


permanecen firmes.
Quieren más todavía!... exclamó Napoleón con voz
ronca.
- Sire? -preguntó el ayudante de campo, que no había
oído bien.
- Quieren más todavía, dénselo! -respondió Napoleón
frunciendo el entrecejo

Aun sin que diese órdenes, se hacía lo que deseaba y


tomaba disposiciones tan sólo porque creía que las
esperaban. De nuevo se transportó a aquel mundo
artificial de antes, poblado de visiones de grandeza, y
de nuevo, como un caballo que gira en torno a una noria
y se imagina que hace algo para sí mismo, cumplió
dócilmente el deber cruel, penoso e inhumano que le
estaba predestinado.

El espíritu y la conciencia de ese hombre, que llevaba


más penosamente que los otros actores de esa obra la
carga de lo que pasaba, no sólo se ensombreció aquel
día y a aquella hora, sino que hasta el fin de su vida no
pudo comprender el bien, la belleza, la verdad ni el
significado de sus propios actos, tan contrarios a todo lo
bueno y tan alejados de todo lo humano. Era incapaz de
renunciar al bien y a la verdad.

No sólo aquel día, al recorrer el campo de batalla


sembrado de cadáveres, de hombres mutilados (por su
voluntad, según creía), calculó cuántos rusos había por
cada francés y, engañándose, encontró motivos para
alegrarse, porque según él, por cada francés habían
caído cinco rusos. No sólo aquel día encontró, como
escribió en una carta a París, que el campo ha estado
soberbio, -porque había en él cincuenta mil cadáveres,
sino también en la isla de Santa Elena, en el silencio de
la soledad, donde dijo que iba a consagrar sus ocios a
la exposición de las grandes obras que había llevado a
cabo, escribió:
verdaderos intereses, la del descanso y la de la hambrientos, se preguntaban si les ordenarían seguir
seguridad de todos ; era una guerr a puramente matándose; en
pa cífica y conservadora".

"Era por la gran causa, el fin de las casualidades y el


principio de la seguridad. Aparecería de nuevo horizonte
y se iban a desarrollar nuevos trabajos para el
bienestar y la prosperidad de todos. Se había fundado el
sistema europeo; no se trataba más que de organizarlo.

"Satisfecho respecto de estos grandes puntos y


tranquilo en todas partes, yo también hubiera tenido mi
congreso y mi Santa Alianza. Son ideas que me han
robado. En esa reunión de grandes soberanos,
hubiéramos tratado de nuestros intereses en familia y
hubiéramos contado entonces, de dueño a servidor con
todos los pueblos.

"D e es te m od o, E ur op a hu bi er a ll eg ad o
a se r verdaderamente un solo pueblo, y cada cual,
viajando por todas partes, se hubiera encontrado
siempre en la patria común. Hubiera pedido la libertad
de todos los ríos navegables, la comunidad de los
mares y que los grandes ejércitos permanentes
quedaran reducidos a la escolta de los soberanos.

"Al regresar a Francia, al seno de la patria, grande,


fuerte, magnífica, tranquila y gloriosa, hubiera
proclamado sus límites inmutables, ya que cualquier
guerra futura hubiera sido puramente defensiva;
cualquier engrandecimiento nuevo, antinacional.
Hubiera asociado a mi hijo al Imperio: mi dictadura
habría terminado y hubiera comenzado su reino
constitucional...
"París habría sido la capital del mundo y los franceses la
envidia de las naciones...!

"Mis ocios y los días de mi vejez hubieran sido


consagrados, en compañía de la emperatriz y durante el
aprendizaje real de mi hijo, a visitar lentamente, como
una verdadera pareja de campesinos, con nuestros
propios caballos, todos los rincones del Imperio,
perdonando culpas y sembrando, por todas partes
monumentos y buenas obras".

¡Destinado por la Providencia al triste y servil papel de


verdugo de los pueblos, trataba de convencerse de que
la finalidad de sus actos era el bien de los pueblos y
que quería guiar los destinos de millones de seres y
hacer el bien por medio del poder!

Por encima del campo, antes tan alegre y hermoso, en


el que bajo el sol matinal resplandecieran las bayonetas
y se elevaran humaredas, reinaba ahora una niebla
húmeda, impregnada de humo, y el olor extraño, acre a
salitre y sangre. Se cernieron unas nubecillas y una
lluvia menuda empezó a caer sobre los cadáveres, los
heridos y los hombres espantados, sin fuerzas, que
empezaban a dudar. Aquella lluvia parecía decir:
"¡Basta! ¡Basta, hombres!
¡Cesad...! ¡Recobraos! ¿Qué
hacéis?".

Los soldados de ambos ejércitos, cansados y


todos los rostros se veía la vacilación, y en cada alma sino porque le era imposible. Todos los generales, los
surgía esta pregunta: "¿por qué debo matar y dejarme oficiales y los soldados
matar?
¡Matad a quien queráis, haced lo que os antoje, pero yo
no quiero seguir!".

Al atardecer, esa idea había madurado en el alma de


todos. En cualquier momento todos esos hombres
podían horrorizarse de lo que hacían, abandonarlo todo
y huir a donde fuese.

A pesar de que al final de la batalla los hombres sentían


todo el horror de su proceder y les hubiera alegrado
cesar, una fuerza incomprensible y misteriosa seguía
guiándolos. Los artilleros cubiertos de sudor, de polvo y
de sangre, cansados y sin aliento, reducidos a la tercera
parte, traían las cargas, cargaban, apuntaban y
encendían las mechas; los proyectiles volaban de ambos
lados con la misma rapidez y crueldad, destrozando
cuerpos humanos y continuaba realizándose aquel
acontecimiento pavoroso, que no se debía a la voluntad
de los hombres sino a la de aquel que rige el mundo
entero.

C ua lq ui er a qu e hu bi es e vi st o la s úl ti ma
s fi la s desorganizadas del ejército ruso, habría dicho
que los franceses no tenían más que hacer otro
pequeño esfuerzo para aniquilarlo. Y cualquiera que
hubiese visto las últimas filas del ejército francés habría
dicho que los rusos sólo debían hacer un pequeño
esfuerzo para que este desapareciera. Pero ni los
franceses ni los rusos lo hacían, y la llama de la batalla
se extinguía lentamente.

Los rusos no hicieron ese esfuerzo porque no eran ellos


los que habían atacado a Napoleón. Al principio de la
batalla estaban en la carretera de Moscú, interceptando
el paso, y, al final, seguían allí exactamente igual que
antes. Aun cuando su objetivo hubiese sido derrotar a
los franceses, no hubieran podido hacer ese último
esfuerzo porque sus tropas estaban batidas, no había
una sola parte del ejército que no hubiese sufrido en el
combate, y porque, siguiendo en sus puestos, habían
perdido la mitad de su ejército.

Los franceses, alentados por el recuerdo de victorias


obtenidas por espacio de quince años, con la seguridad
de que Napoleón era invencible, con la conciencia de
que se había adueñado de la mitad del campo de batalla,
que sólo había perdido la cuarta parte de sus tropas y
que aún contaba con la Guardia intacta, compuesta de
veinte mil hombres, hubieran podido hacer fácilmente
aquel esfuerzo. Eran ellos los que debían hacerlo, pues
atacaban a las tropas rusas con objeto de desalojarlas
de sus posiciones, porque mientras siguieran
interceptando el paso a Moscú, no podían conseguir su
meta y todos sus esfuerzos y sus bajas eran inútiles.
Algunos historiadores dicen que para ganar la batalla le
hubiera bastado a Napoleón hacer entrar en acción a su
Vieja Guardia. Hablar de lo que hubiera pasado si
Napoleón hubiese cedido su vieja Guardia es lo mismo
que si nos preguntáramos qué ocurriría si el otoño se
convirtiera en primavera. Eso no podía haber ocurrido.
Bonaparte no cedió su Guardia, no porque no quisiera,
del ejército francés sabían que eso no podía hacerse como si trarase
porque el espíritu de las tropas había decaído y no lo
permitía.

No era únicamente Napoleón quien experimentara un


sentimiento semejante a una pesadilla, que parece que
el impulso del brazo decae impotente. Todos los
generales y los soldados del ejército francés,
participaran o no en la contienda, con la experiencia de
las batallas anteriores (en las que después de un
esfuerzo diez veces menor que en esta obligaban al
enemigo a huir), estaban embargados de la misma
sensación de horror ante ese enemigo que, habiendo
perdido la mitad de sus hombres, seguía en su puesto,
tan amenazador, al final de la batalla como lo estuviera
al principio. La fuerza moral del ejército francés
atacante se había agotado. Los rusos no obtuvieron en
Borodino esa victoria que se define por unos guiñapos
atados a unos palos que se llaman banderas, y por el
espacio en el que están las tropas, sino una victoria
moral, la que convence al enemigo de la superioridad
moral de su adversario y de su propia debilidad. La
invasión francesa, como una fiera rabiosa que en su
huida ha sido mortalmente herida presentía su perdición.
Pero no podía detenerse, de la misma manera que al
ejército ruso, dos veces más débil, le era imposible no
ceder. Después del impulso que había hecho, el ejército
francés podía aún llegar hasta Moscú; pero no, una vez
allí, las tropas rusas no hicieron ningún esfuerzo; debía
perecer, desangrándose por la herida mortal que había
recibido en Borodino. El resultado directo de la batalla
de Borodino fue la huida inmotivada de Napoleón de
Moscú, el regreso por el antiguo camino de Esmolensco,
el aniquilamiento de quinientos invasores y la perdición
de la Francia napoleónica sobre la que, en Borodino, dejó
caer por vez primera su brazo un adversario de una
fuerza moral superior.

La sonata a Kreutzer
Capítulo I

La primavera se
iniciaba.

Dos días duraba ya nuestro viaje en ferrocarril, con sus


inacabables noches.

Cada vez que el tren se detenía, nuevos viajeros subían


a nuestro coche mientras otros descendían. En aquel
incesante subir y bajar del coche siempre quedaban tres
personas que, como yo, no se apearían tal vez hasta la
estación más distante.

Estás eran una señora, ni joven ni vieja, de semblante


marchito, con paletó de hombre y gorra a la cabeza,
que fumaba continuamente. Su acompañante, caballero
locuaz, de unos cuarenta años, que llevaba un bonito
equipaje, muy bien arreglado. Por último, otro caballero
de edad mediana, bajo de estatura y nervioso, con unos
ojos muy abiertos y brillantes, de color indefinido y muy
atractivos; ojos que miraban con ligereza de un lado
a otro. Se mantenía apartado de nosotros, y no entabló
conversación con viajero alguno casi todo el trayecto, era
de evitar toda clase de relaciones con sus compañeros sonriente- cuando yo pasé por su lado, ella abiertamente
de viaje. Contestaba brevemente cuando se le dirigía la declaró a su marido que no podía ni quería vivir con él,
palabra y se ponía a mirar por la ventanilla del coche. porque....

Atribuí tal obstinación a que le pesaba la Seguramente continuó, pero no me enteré del resto de
soledad. su frase, distraído por un nuevo viajero y por el paso del
Parecía que él entreveía mi pensamiento y cuando revisor.
nuestros ojos se encontraban, lo que sucedía a
menudo, porque estábamos sentados casi frente a
frente, volvía la cabeza y evitaba entablar conversación
conmigo, al igual que con los otros viajeros. Al
atardecer, aprovechando una larga parada, el caballero
del equipaje lujoso, que según me dijeron, era un
abogado, abandonó el coche con su señora y salió a
tomar un té. Entraron nuevos viajeros durante su
ausencia, entre ellos un señor muy alto, bastante viejo y
completamente afeitado, al parecer comerciante,
embutido en un amplio capote de pieles y cubierta la
cabeza con una no menos holgada gorra. Este
comerciante se sentó frente al asiento vacío del
abogado y su compañera; empezó a conversar muy
pronto con un joven que parecía viajante de comercio y
que igualmente, acababa de subir. El viajante empezó la
conversación diciendo que el asiento de enfrente estaba
ocupado, y el viejo respondió que él se apeaba en la
próxima estación. Así empezó la charla. Como el tren
estaba parado y yo me hallaba cerca de esos dos
viajeros, podía oír trozos de su plática, mientras
guardaba silencio.

En primer lugar, hablaron del precio de los artículos en


el mercado y , en general, de asuntos del comercio;
nombraron a alguien que ambos conocían y después
departieron sobre la feria de Nijni- Novgorod.

El comerciante se ufanaba de conocer personas que


andaban allí de devaneos y francachelas, pero el viejo
no lo dejó continuar y empezó a contar antiguas
hazañas amorosas y francachelas en las que había
tomado parte en Kunavino, siendo joven. Se vanagloriaba
de tales recuerdos, y sin duda creía que en nada
padecía con eso la seriedad.

Narraba cómo, en Kunavino, estando beodo, había


hecho tales locuras que podía narrarlas únicamente en
voz baja.

El viajante rio estrepitosamente. El viejo también se reía


mostrando dos dientes amarillentos y agudos. Al no
interesarme semejante charla, salí del vagón para
estirar un poco las piernas, y me encontré al pie de la
portezuela al abogado que regresaba a su sitio, seguido
de su señora.

- ¿Dónde va usted? - me dijo- No tendrá tiempo; han


dado ya el primer toque y no tardarán en dar el
segundo.
Y así fue, pues apenas llegué a la cola del tren, sonó
la campana. En el momento de entrar, el abogado
hablaba en alta voz con su señora. Sentado frente a
los ríos, el comerciante permanecía contrito y
ensimismado.

- Como iba diciendo, pues -explicó el abogado


Cuando se impuso el silencio nuevamente, volví a oír la casa.
voz del abogado; la conversación pasaba de un caso Todo marido puede dominar a su mujer. ¡Por ello es
particular, a consideraciones de tipo general. más fuerte! Sé muy bien que hay estúpidos que se dejan
conducir
- Sigue después de la discordia, las disputas entre
ambas partes, las dificultades económicas y los
esposos se separan.

Rara vez sucedían esas cosas antiguamente.... ¿No es


cierto? -preguntó el abogado a los dos comerciantes.

- ¿Qué temor? -preguntó la


señora.
- ¿Qué temor? ¡Pues el temor del esposo! ya se lo he
dicho. Sí, del esposo.
- Eso terminó para
siempre.
- No, señora; eso no puede terminar nunca. Eva, es
decir, la mujer, salió de la costilla del hombre y hasta el
fin del mundo, no será otra cosa- dijo el anciano
moviendo severamente la cabeza y con tal aire de
triunfo, que el viajante, creyendo decidida la victoria
a su favor, rio estrepitosamente.
- Sí esa es la opinión de ustedes, los hombres- replicó la
señora, sin darse por vencida y mirándonos a nosotros-
Ustedes se han reservado la libertad solamente para su
uso, en cuanto a la mujer, quieren encerrarla en un
serrallo. Mientras todo les está permitido a ustedes,
¿Verdad?
- ¡Es muy
distinto?
- De modo que, según opina usted, al hombre le está
permitido todo, ¿no es cierto?
- Nadie ha dicho tal cosa señora, lo que pasa es que, si
el hombre anda fuera de casa en malos pasos, no
aumenta la familia. Pero la mujer, la esposa, es un
cristal que fácilmente se rompe- prosiguió con idéntica
seriedad.
El auditorio se subyugaba evidentemente por la
autoridad de su voz. La misma señora se veía
derrotada, pero no se daba por vencida.
- Pero sin embargo, usted debe admitir que la mujer es
un ser humano que tiene sentimientos como el marido.
¿Si no ama a su esposo, cuál debe ser pues su
comportamiento? Conteste. - ¡Si no le ama! - dijo el
viejo indignado y con el ceño fruncido- ¡Pues sólo
faltaría eso! Se le obliga a que lo ame.
- Este razonamiento pareció de perlas al comisionista,
que se creyó obligado a acogerlo con muestras de
aprobación.
- No, señor; eso no es posible. Nunca podrá obligarse a
nadie a querer por la fuerza. Cuando no hay cariño, no
existe posibilidad.
- Y si la mujer engaña al marido, ¿qué ha de hacerse
entonces? -dijo el abogado.
- Eso no es posible - contestó el abuelo- Hay que andar
con mucho tiento.
- Pero, ¿y si a pesar de la atención, sucede usted en
que frecuentemente sucede....¿no?
- ¡Sucede entre los señorones, es cierto, pero entre
nosotros no! -respondió el,abuelo- y bien merecido
tienen cuanto les ocurra a aquellos maridos estúpidos
que no someten a su mujer. Pero, sin embargo, nada
de alboroto. Tenga o no cariño; pero que no trastome la
por sus mujeres ... peor para ellos que allá se arreglen músculos de las mejillas,
con su modo de vivir.
Guardaron todos silencio. El comisionista adelántose en
la discusión, dijo siempre sonriente:
- Ciertamente, ha ocurrido un escándalo en la casa de
nuestro príncipe, y no es fácil comprender el asunto con
toda claridad. Se trata de una mujer que gusta de las
diversiones y que ha empezado a malograrse. Él es un
hombre serio e inteligente. Primeramente fue con el
tenedor de libros. El marido, con suavidad, trató de
encaminarla de nuevo a la razón; pero ella no cambiaba
de conducta, al contrario, cometía actos cada vez más
deplorables, incluso llegó a robarle dinero. Él la
maltrataba. ¡Cómo si no! La convivencia iba de mal en
peor. Empezó a admitir los halagos de un hereje, es decir
de un hombre que no era cristiano .. de un judío, con
perdón de ustedes. ¿Qué podía hacer mi príncipe? La ha
dejado a sus anchas, y él ahora lo pasa como soltero,
mientras ella vive por esos mundos de Dios.
- Es que el marido es un estúpido - dijo el viejo- Si
desde el primer día no la hubiera dejado suelta, y la
hubiese atado corto, viviría honestamente. ¡Ya lo creo!
Desde el principio hay que acabar con esas libertades.
NO TE FIES DEL CABALLO EN CAMINO REAL, NI DE LA
MUJER EN TU CASA, dice el proverbio.
En aquel instante, el revisor pasó pidiendo los billetes
para la próxima estación. El viejo le dio el suyo.
- Sí, hay que someter al sexo femenino a tiempo, si no,
se lo llevará todo diablo.
- Pero vamos. ¿usted no se ha divertido también en
Kunavino con buenas mozas? - preguntó el abogado
sonriendo maliciosamente.
- ¡Eso es otro asunto! - replicó el comerciante
gravemente
- Adiós- añadió levantándose del
asiento.
Envuelto en su capote de paño, y cogiendo su equipaje
salió del coche y saludó quitándose la gorra.

Capítulo II

Cuando se hubo marchado el viejo, la conversación


volvió a generalizarse.
- Recuerda a un anciano del Antiguo
Testamento.
- Es un Domostroy (11 - dijo la señora- ¡Vaya unas ideas
más feroces sobre la mujer y el matrimonio!
- Señores - dijo el abogado- con respecto al matrimonio,
todavía nos sentimos muy lejanos de las ideas europeas.
En primer lugar, los derechos de la mujer; luego la
mujer libre, después el divorcio, como cuestión todavía
pendiente, y en fin, qué sé yo...
- Lo que no son capaces de comprender sujetos como
ése y lo esencial - interrumpió la señora- es que sólo el
amor consagra el matrimonio y que el verdadero
matrimonio es el consagrado por el amor, y no otro.
El viajante estaba atento a las conversaciones que oía
para explotarlas en el futuro.
- ¿Y qué clase de amor consagra el matrimonio? - dijo
de improviso el caballero nervioso y ensimismado, que sin
que ninguno de nosotros lo apercibiera, se había
aproximado. Se hallaba de pie con la mano apoyada en
el respaldo del asiento y visiblemente exitado. Tenía
enrojecido el rostro, una vena de la frente hinchada y los
temblorosos. El v ia ja nt e ta mb ié n pr of ir ió u n mo no sí la
El Domostroy es un código matrimonial de los tiempos bo d e desaprobación.
de -¡Sí, comprendo! - dijo gritando más que
Iván el todos-
Terrible. ¡Ustedes hablan de lo que se cree que existe, y yo hablo
-¿Y qué clase de amor es ése que ofrece el de lo que existe realmente! Todo hombre experimenta lo
matrimonio? que ustedes llaman amor, por las mujeres bonitas, y
- Prosiguió. muy poco por su propia esposa. De ahí el refrán que no
-¿Qué amor? - repuso la señora- ¡La compenetración de miente: LA MUJER AJENA ES MIEL Y LA PROPIA, HIEL.
los esposos!
- Pero, ¿Cómo puede ocurrir que el matrimonio sea
capaz de ofrecer una compenetración? - Continuó
impresionado visiblemente el caballero nervioso.
Y pareció que intentaba dirigirse en forma enojosa a la
señora.
Así lo comprendió ella, y empezó a
turbarse.
-¿Cómo? Pues muy sencillo -
dijo.
El caballero nervioso inmediatamente
replicó:
-¡No; muy sencillo,
no!
- La señora dice- interrumpió el abogado señalando a su
esposa - que el matrimonio supone una inclinación, un
amor, si usted quiere, y que cuando el amor existe, el
matrimonio representa algo sagrado, pero sólo en tal
caso.
Mientras que todo matrimonio que no se base en una
afección natural, el amor no encierra ninguna obligación
moral, ¿No es cierto señora?... Por tanto... prosiguió el
abogado, intentando continuar la conversación.
El impresionable caballero, esforzándose por
contenerse, no lo dejó acabar e inquirió:
- Ciertamente, señor, pero ¿Cómo ha de entenderse ese
amor, que según la opinión de ustedes, es la única cosa
que consagra el matrimonio?
- Todos sabemos qué significa el amor - exclamó la
señora.
- Pues yo no lo sé, y desearía conocer la definición que
usted le da.
- En verdad, muy sencilla.
Quedó absorta y prosiguió
así:
- El amor ... el amor ... es la preferencia por una
persona, excluyendo a todas las demás.
- ¿Una preferencia por cuanto tiempo? ¿Por un mes, por
dos días, por media hora? - arguyó con una impaciencia
especial el caballero.
- Tranquilícese y perdone, puesto que su contestación
es muy distinta a la mía, que intenta rechazar, es que
no me ha entendido sin duda.
- ¡Sí, me refiero exactamente a lo mismo! De la
preferencia de una persona a todas las demás ... Pero
pregunto: ¿Una preferencia por cuánto tiempo? Este es
el punto discutible.
- ¿Por cuánto tiempo? Por mucho, a veces por toda la
vida.
- En realidad, eso no se da jamás en la vida real, sólo se
escribe en las novelas, pues la preferencia de uno sobre
todos, rara vez dura varios años. Por lo común sólo dura
meses, cuando no semanas, días, horas, minutos.
-¡Ah! No, señor ¡Se halla usted es un error! - dijimos los
tres a la vez.
- Es mostruoso lo que usted dice. Y, ¡no es cierto que algún modo. Pero no existe más base que la antigua, la
realmente existe entre los seres humanos ese que ya no admite
sentimiento que se llama amor y que dura, no años ni
meses sino toda una larga vida?
- No, no es cierto, lo mantengo. Aún en el caso de que
Menelao hubiese preferido a Helena por toda la vida.
Helena prefirió a Paris. Es lo que ha sucedido, sucede y
sucederá siempre, y no puede ser de otra manera.
Como tampoco puede pasar que en un saco lleno de
garbanzos, dos de ellos, marcados por una señal
especial, vayan a colocarse siempre el uno al lado del
otro. Y queda fuera de duda totalmente, que Helena o
Menelao, bien pronto han de sentir el desprecio o el
cansancio moral. La única diferencia que puede haber
en esto, es que el uno se cansa más temprano o más
tarde que el otro. Pero amarse toda la vida, vamos,
señores, afirmo que no se ve más que en las novelas y
que es un cuento para niños. Amar a una persona toda
la vida es afirmar que una vela pueda dar luz
eternamente.
- Usted se refiere tan sólo al amor físico ... ¿No admite
usted un amor basado en una analogía espiritual, en
una comunión de ideales?
- Todo es posible. Pero en tal caso, la procreación es
innecesaria. Perdonen ustedes la crudeza de mi
expresión. Lo raro es que esa armonía de ideales se
ve entre personillas jóvenes y agraciadas y no se ve
entre viejos
- Añadió con una irónica sonrisa- Sí; yo afirmo que el
amor, que el verdadero amor, no consagra el
matrimonio, como solemos creer, sino que, por el
contrario, lo extingue.
- No comparto tal opinión - replicó el abogado- pues sus
asertos sobre el matrimonio son desmentidos por la
realidad. Y si no toda la humanidad, una gran parte de
ella sí hace vida conyugal y muchos esposos acaban
tranquilamente una larga vida de unión.
El caballero nervioso sonrió
maliciosamente.
-¿Y sigue usted afirmando que el matrimonio se basa en
el amor? Y si yo niego la existencia de todo amor que el
que proviene del goce sensual, ¿quiere usted probarme
por el hecho del matrimonio la existencia del amor, que
es, por parte del hombre, un acto impulsivo, y una
falsedad, por parte de la mujer?
- No es cierto - dijo el abogado- Yo sólo digo que los
matrimonios existen y han existido.
-Pero, ¿cómo y por qué? Existen y han existido para
gentes que han visto y ven el matrimonio la
verdad del sacramento... una obligación contraída ante
la Divinidad. Para esos, existe; para nosotros, no es más
que ruindad e impostura. Estamos persuadidos de ello y
predicamos el amor libre para acabar tan ignominiosa
farsa. Pero predicar el amor libre no es una substancia
sino el retorno a la promiscuidad de los sexos, usted
dispense señora, al pecado, o a la buena de Dios de los
RASKOLNIKS No son ya tan sólidos como antes, los
viejos cimientos y hay que edificar sobre otros
nuevos, pero nunca predicar el libertinaje.
Se exaltó de tal modo al expresar así, que todos
guardadon silencio asombrados.
-No obstante, la situación provisional es difícil. Las
gentes comprenden que no se puede admitir al azar el
pecado. Es preciso regularizar las relaciones sexuales de
nadie. Las personas siguen casándose lo mismo que manera!
antes, pero han perdido la fe en el matrimonio, lo - ¿Desea acaso
que en consecuencia, supone, la violencia y la falsedad. descansar?
La falsedad, por sí sola, no es para los esposos una - En absoluto.
carga pesada, ambos cónyuges representan una - Entonces ¿Quiere que le cuente mi
comedia considerándose monógamos ( cosa que no vida?
está bien, si son polígamos en realidad). Pero, en fin, En ese momento entró el revisor de boletos. Mi
eso puede soportarse pacientemente. Mas cuando acompañante lo miró con enojo y esperó a que se
marido y mujer, como sucede a menudo, después de ausentara de nuevo. Inició después su relato, sin
haberse comprometido a pasar juntos toda la vida (sin interrupción. Al hablar, su rostro se alteró varias veces
saber por qué) se encuentran con que sienten deseos de tan completa manera, que en
de separarse al segundo mes, y, sin embrago, siguen
viviendo juntos, entonces su vida en común se
transforma en algo diabólico. Tales víctimas tienen,
como único consuelo de sus males, la embriaguez y el
suicidio.
La violencia de la situación era manifiesta y todos
permanecieron en silencio.
-Realmente hay que aceptar que, en circunstancias
determinadas, la vida marital termina en un desastre
espantoso. Por ejemplo, vean ustedes, el caso de
Poznysev
-dijo el abogado, queriendo desviar la conversación de
aquel inapropiado y demasiado excitante terreno -¿Han
leído ustedes cómo ocasionó, la muerte de su esposa,
por celos? Contestó la señora que nada sabía sobre ese
crimen. El caballero nervioso no despegó los labios, pero
su rostro se trasmudó. De repente dijo:
-Comprendo que sabe usted quien
soy.
- No, no he tenido ese
gusto.
- El gusto no es muy grande. Yo soy
Poznysev.
Nuevo silencio. Poznysev se sonrojó, y palideció
nuevamente.
- A fin cuentas, nada importa. No quiero causarles
molestias, ustedes dispensen.

Capítulo
III

De nuevo me senté en mi sitió. El abogado y la señora


hablaban en voz baja. Yo estaba sentado junto a
Poznysev, en silencio. Tenía deseos de hablarle, pero no
sabía cómo comenzar. Y así, pasó una hora, hasta la
siguiente estación, en la que se apearon el viajante, el
abogado y la señora. Poznysev y yo nos quedamos
solos.
-¡Lo afirman, pero hablan falsamente! -exclamó
Poznysev.
- ¿De qué habla
usted?
- Del mismo asunto,
naturalmente.
Se apretó las sienes con las manos, descansando los
codos en las rodillas.
- El matrimonio, el amor, la familia... ¡Falsedad,mentira,
engaño!
Después se levantó y, corriendo la cortinilla, se sentó de
nuevo, permaneciendo así, más de un minuto.
- No le es agradable a usted mi presencia,
¿verdad?
- ¡Oh! ¡De ninguna
cada una de sus variaciones, no recordaba en absoluto liberarse de todo lazo moral respecto de una mujer
el aspecto anterior. La boca, los ojos, el bigote, hasta la con quien se tiene relaciones
barba, todo era nuevo, pero mantenía una hermosa y
emocionada expresión.
Estas alteraciones tenían lugar en la media sombra que
nos rodea súbitamente. Presentaba un semblante
durante cinco minutos, en seguida, sin saber cómo
variaba de nuevo.

Capítulo IV

- ¡Ea! Pues voy a contarle la horrenda historia de mi


vida y mis avatares. Sí horrenda, la misma historia
es más horrenda que su cruento desenlace.
Se detuvo un momento, reflexionó y
prosiguió:
- Hay que contarlo todo desde un principio, para su
completa comprensión; hay que explicar cómo y por que
me casé y hay que explicar lo que antes de mi
matrimonio era yo. Primero debo explicar mi posición.
Hijo de un rico hidalgo de la estepa, antiguo mariscal de
la nobleza, fui alumno de la Universidad, licenciado en
Derecho. Contraje matrimonio a los treinta. Pero antes
de hablar de ello quiero contarle la vida que llevaba de
soltero y las erróneas ideas que abrigaba sobre el
matrimonio en aquel tiempo.
Yo llevaba, como tantos otros que presumen de
distinción, una existencia corrompida y depravada, a
pesar de lo cual, estaba muy convencido de ser hombre
de una respetable moral.
Mi opinión sobre la moral emanaba de la ignorancia en
mi familia, de esas especiales disposiciones, tan
comunes en la esfera de nuestros nobles propietarios
territoriales, pues todos mis parientes permanecían fieles
al juramento de fidelidad que al contraer matrimonio,
habían hecho. Así desde la infancia, en mí albergaba el
sueño de una existencia conyugal poética y
engrandecida. Mi esposa sería un dechado de todas
las virtudes. La pureza de nuestra vida co ny ug al , in
ma cu la da , nu es tr o mu tu o ca ri ño ,
inquebrantable. Así pensaba yo, muy orgulloso por la
nobleza de mis intenciones.
Pasaron diez años sin apresurarme a contraer
matrimonio, llevando una sosegada vida de soltería, y
haciendo lo que yo llamaba, la juiciosa y tranquila vida
del soltero .... No tenía apetitos contra la naturaleza, no
me consideraba un seductor, ni convertía la disolución
en principal objeto de mi vida, sino que participaba del
placer sin ofender a las conveniencias sociales y
ciertamente, me juzgaba de una irreprochable moralidad.
Entablaba relaciones con mujeres que no le pertenecían
a nadie más que a mí y yo no les pedía más que un
transitorio placer.
Nada de anormal veía en ello, sino que por el contrario,
me felicitaba por no formar lazos duraderos a mi
corazón, y miraba como prueba de honradez el pagar
siempre con dinero constante. Nunca trabé relaciones
con mujeres que pudieran estorbar mi porvenir
dándome un hijo o enamorándose. Si alguna vez llegó a
existir un amor efímero o un hijo, procuré no enterarme.
Y, me juzgaba a mí mismo, un hombre plenamente
honesto, con tal existencia. No me daba cuenta de que
los lazos físicos no constituyen por sí solos la
degradación sino que más bien, ésta consiste en
carnales. de embriaguez, se aprovechó para persuadirnos.
¡Y, yo consideraba como un mérito tal Fuimos. Tan inocente como yo, mi
liberación!
Recuerdo que me inquieté seriamente una vez a causa
de haber olvidado pagar a una mujer, cuyas caricias, las
inspiró el amor y no el interés, sin duda. No me
tranquilice hasta mandarle dinero, considerándome
totalmente libre de ella entonces. No desee estar de
acuerdo conmigo. -
exclamó de pronto en forma impulsiva - Ya conozco
esas ilusiones; todos en general, y usted en particular,
si no es una excepción rara, tiene las mismas ideas que
yo entonces tenía. Y si está de acuerdo conmigo, es sólo
ahora; antes usted no pensaba así. Yo tampoco
pensaba así. Si hubiera tenido a alguien que me contara
lo que ahora yo le cuento no me habría sucedido lo que
me pasó . Pero en fin, la cosa no es para tanto. Usted
perdone:
Es horrendo, verdaderamente horrendo este abismo de
engaño y depravación en que vivimos, frente al
problema auténtico de los derechos femeninos.
-¡Qué es lo que entiende usted por el AUTÉNTICO
problema de derechos femeninos?
- El problema es definir ese ser singular, organizado de
distintos modo que el hombre y cómo deben mirar a la
mujer, ese ser y el hombre. Pero sigamos con mis
recuerdos.

Capítulo V

- Tuve la más completa desorientación por espacio de


diez años, al soñar con el amor más noble y hasta vivir en
nombre de ese amor. Sí antes de contarle cómo asesiné
a mi mujer, he de decirle de qué modo me fui
corrompiendo.
Afirmo que antes de haberla conocido, la maté. Maté a
LA MUJER desde el momento en que gusté de los
placeres sensuales sin amor, y con eso, DESDE
ENTONCES maté a la MÍA. Después de haberme
atormentado y de haber vivido largo tiempo en continuo
suplicio, puedo decir, que sólo entonces, he admitido mi
crimen y el origen de todas mis desdichas. Oíga usted
pues, como se iniciaron mis desdichas. Tenía 16 años
estaba todavía en el colegio y mi hermano mayor
estudiaba el primer curso. En aquella época yo no era
inocente ni mucho menos, aunque no andaba en tratos
con mujeres aún, como la mayoría de los infelices niños
de nuestra sociedad. Algunos de mis compañeros, hacía
más de un año que me habían abierto los ojos, me
torturaba la idea de la mujer, no como un ser más, sino
la idea de la mujer como algo extraordinariamente
agradable; la idea de la desnudez de la mujer. En mi
soledad, la pureza se hallaba lejos. El suplicio era
constante para mí, como seguramente lo habrá sido
para usted y para tantos otros muchachos. Rogaba a
Dios y me humillaba, me poseía un temor indefinido.
En la imaginación y en los últimos hechos reales, me
hayaba ya corrompido, pero me faltaba llegar a los
hitos. Sin haber puesto todavía las manos en otro ser
humano, me sentía perdido. La salvación era aún posible,
cuando he aquí que, un estudiante muy alegre de los
que se llaman mozos de chispa - es decir, uno de los
mayores granujas, amigo de mi hermano, al que ya
debíamos el saber beber y jugar a las cartas, una noche
hermano, cayó esa noche... Y yo, un ingenuo de mismo, sin salir del cuarto, me invadió una tristeza tan
dieciseis años, caí igualmente y contribuí a la deshonra profunda, que me daban ganas de llorar: ¡de llorar la
de la mujer, sin comprender lo que hacía. No he pérdida de mi inocencia, la destrucción para siempre de
pensado nunca que cometiese un acto reprobable por mis relaciones con la mujer! Se anulaban de pronto mis
ello. Es verdad que la Biblia tiene diez mandamientos; relaciones con la mujer. No eran posibles en adelante;
pero los mandamientos son sólo para recitarlos delante desapareció la pureza de una
de los curas, y no parecen indispensables, ni siquiera
como los preceptos sobre el uso del UT en las
composiciones condicionales.
A las personas de autoridad, nunca les oí decir que esto
fuera un acto reprobable. Al contrario, me decían que
había hecho bien, que, después de este acto, mis
padecimientos y mis angustias se calmarían: eso lo he
leído o lo he oído. Las personas mayores afirmaban que
era saludable y mis amigos creían ver cierta audacia
merecedora de elogio, en ello. El hecho era pues, digno
de alabanza. En cuanto al riesgo de una enfermedad no
hay que temer. ¿No se cuida el gobierno de ello? El
atiende al orden regular de las cosas públicas, asegura
la higiene de la corrupción en beneficio de todos
nosotros, jóvenes y viejos; cuidan de tal vigilancia,
médicos responsables.
¡Perfectamente bien! La salud mejora con tal libertinaje
y la corrupción regularizada se convierte en institución.

Algunas madres, para que la salud de sus hijos no se


altere por lo que a este caso se refiere, llegan a
preocuparse. ¡Y la misma ciencia los envía a los
lupanares!
- ¿Por qué emplea usted el término ciencia?
-pregunté.
-Los que deben atender la ciencia son los
médicos.
¿Quién pervierte a los jóvenes afirmando tales reglas de
higiene?

-¿Quién pervierte a las mujeres adiestrándolas en el


sentido de no tener hijos? ¿Quién vigila la enfermedad?
¡Ellos!
- ¿Por qué no atender a la
enfermedad?
-Porque atender a la enfermedad es dar carta blanca a
la depravación.
-No, porque
entonces...
-Es cierto; con la más pequeña parte de los esfuerzos
que se gastan en curar el desenfreno, la enfermedad ya
habría desaparecido hace tiempo, mientras que ahora,
todos los esfuerzos se agotan no en suprimir la
depravación, sino en apoyarla, combatiendo sus
consecuencias. Pero no es esto lo que interesa
realmente; se trata de que yo, como la mayor parte de
los hombres de nuestra clase, incluso los aldeanos, he
pasado por el horrible trance de caer, y no porque me
inclinase a la atracción natural de cualquier mujer, de
ningún modo. Caí en el lazo porque no veía en ese
hecho vergonzoso más que una función legítima y útil
para la salud, porque otros no veían en él más que un
excusable y hasta inocente esparcimiento en un joven.
Empecé a entregarme a esos placeres que creía propios
de mis años, del mismo modo que a fumar y a beber
porque no lo consideraba una caída.
Sin embargo, hubo en esa primera caída algo
enternecedor y especial. Recuerdo muy bien que allí
relación. Me había convertido en un ser lascivo, y la - ¡Moby Dick a la vista!... ¡Nos precipitamos sobre ella!
lascivia es un estado físico semejante al de ...¡Ah, Fedal ah! ... En cuanto la vi, se cumplió lo que
morfinómano, del fumador o del borracho. dijiste.
Del mismo modo que los hombres pierden en tal estado
la normalidad, así, el que ha conocido varias mujeres
para el placer, no goza tampoco de ellas; ya no es un
hombre normal. Es un voluptuoso, un anormal para
siempre. Y del mismo modo como el borracho y el
morfinómano tienen aspectos y actitudes específicas, el
voluptuoso también la tiene.
Puede reprimirse y luchar; pero sus relaciones con las
mujeres, habrán dejado de ser simples ingenuas y
fraternales. A un voluptuoso se le puede reconocer en la
forma de mirar a una joven, y yo me volví voluptuoso.
Lo confieso plenamente. Lo he sido siempre desde
entonces.

Hermann Melville (EE.UU. 1819 - 1891)

Obras:

Novela: Moby
Dick.

Moby Dick

Importancia:

El acopio de datos que hace Melville de la técnica


ballenera; caraterísticas, costumbres e importancia
comercial e industrial de la ballena, convierte a Moby
Dick en una obra única en su género. es considerada
"clásica" en la Literatrura estadounidense.

Género literario: Narrativo. (Novela de

aventuras) Tema:

Moby Dick, en canto épico, narra la lucha del hombre


contra la naturaleza, especialmente en el ambiente
marino.

Argumento:

Acab, capitán del barco Pequod, desata una lucha


apasionada, llena de encono, contra Moby Dick, cetáceo
famoso por su ferocidad y jura que sólo acabará con la
destrucción de la ballena. Así sucede en efecto, pero
antes, Moby Dick, en su desesperada defensa, hunde al
barco ballenero. el único sobreviviente es Ismael, quien
relata el drama vivido.
La acción tiene lugar en los parajes oceánicos
frecuentados por los buques balleneros.

ELÚLTIMOENCUENTR
O

"La mañana amaneció fresca y transparente, y en medio


de una ansiedad febril, el Pequod continuó cabalgando
sobre las olas como un sabueso tras su presa. Al fin,
cercano ya al mediodía. Acab en su observatorio del polo
mayor, profirió con voz espeluznante.
El mar te devoró en tu puesto de piloto. Ahora veremos tendones que se extendían en la vasta zona frontal
si tu profecía resulta con nosotros. ¡Ah, pero si muero. parecían de furor
Moby Dick se irá conmigo al fondo del océano!

Una hora más tarde, las tres balleneras fueron lanzadas


sobre las aguas, y al verlas alejarse hacia el mostruo
blanco que quebraba furiosamente el cristal azul de la
superficie levantando torrentes de espuma.Starbuck
murmuró con los ojos húmedos:

- Dios tenga piedad de ti


Acab....

...Unos minutos más tarde, las ballenas de Pequod


entraron en la zona dominada por el mostruo blanco.
Súbitamente se produjo una marejada, y por una señal
de los vigias, un buzo dirigido hacia abajo, Acab
comprendió que la ballenera se había sumergido.

Pero como decidieron encontrarse cerca del sitio de


salida de Moby Dick, se desvió ligeramente del rumbo
que seguía. Y en medio del infinito silencio que pareció
caer sobre el lugar en que se desarrollaba aquel
encuentro mortal, sólo se oían sollozos de las olas
contra la proa de las embarcaciones.
De acuerdo a un plan táctico de Acab, las balleneras en
esta ocasión, navegaban en bloque, para atacar
simultáneamente al monstruo cuando las embistiera. De
pronto las aguas que las circundaban empezaron a
agitarse, formando amplios círculos. Luego se
levantaron con velocidad vertiginosa, lo mismo que en
aquel instante estuviera emergiendo desde el fondo del
mar una montaña de hielo sumergido. Unos segundos
después se oyó una especie de pavoroso gruñido
submarino, y todos los tripulantes de las balleneras
sintieron que la sangre se les helaba de espanto
cuando, cubierto de sedales enmarañados, arpones y
lanzas retorcidas, sugió del mar una colosal forma, que
dio un salto oblicuo por encima de las olas.

Enseguida, aquella cosa espantable, envuelta en tenue


velo de niebla logró flotar unos segundos en la
atmósfera frisada, volviendo a sumergirse en el océano.

Las aguas fueron proyectadas a más de treinta pies de


altura.

Fulguraron así durante unos momentos, como una


cascada de pedrería, y al fin, se desplomaron,
convertidas en una densa lluvia de copas, dejando
lechosa y arremolinada la superficie de mar que rodeaba
al monstruo blanco.

- ¡Vamos adelante! - aulló


Acab.

Las balleneras se lanzaron al ataque; pero Moby Dick,


enfurecido por la encarnizada persecución de que era
objeto y por los hierros que llevaba incrustados,
quemándola por dentro, se revolvió para embestirlas de
frente.

En un segundo, las embarcaciones tuvieron entre ellas


la cabezota del monstruo. las gruesas hileras de
cuando embistió los botes, separándolos y arrojando por Otros autores realistas
los aires los arpones y las lanzas de las lanchas de los
oficiales. Las embarcaciones una vez más quedaron con Nicolás Gogol (Rusia 1809 - 1852)
sus proas aplastadas, liberándose intacta, sólo la de
Acab... Influencia romántica

En aquellos momentos, Moby Dick, nadaba muy Obras:


tranquila, lejos delante del Pequod que se había detenido
un momento en su marcha para recogera los náufragos. Novelas: Las almas muertas, Taras bulba, Nochebuena.
La ballenera de Acab sed deslizó ahora por el costado
del buque, y el indomable anciano, al mirar hacia arriba,
vio a Tashetego, Daggos y Cincueg trepando a las cofas Anton Chéjov (Rusia 1860 - 1904)
de los tres palos. Fue entonces cuando le gritó al Piel
Roja que buscara martillo y clavos, y otra banderola Obras:
para clavarla al palo.
Dramas: La Gaviota, El jardín de los cerezos.
Media hora más tarde, Acab se encontró a corta
distancia del mostruo que parecía dormitar fatigado. En
medio de la montaña de niebla humeante que lanzaba Máximo Gorki "Alexis Peshco" (Rusia 1868 - 1936)
por el aventador, el capitán del Pequod lanzó el arpón.
Moby Dick rodó como una gran convulsión, hasta dar Obras:
con el costado del bote. Sin romper ninguna de sus
tablas la volcó, y tan rápidamente, que si Acab no Novelas: La Madre.
hubiera estado asido a la parte superior de la regala,
habría ido a parar al mar. Charles Dickens (Inglaterra 1812 - 1870)

Obras:
Enloquecida de dolor y de cólera, la ballena giró entre
torbellinos de agua, y al ver frente a ella a la oscura Novelas: Picwick Paper 's, Oliver Twist, Tiempos
masa del buque, cargó contra el Pequod, difíciles, David Copperfield, Historia de dos ciudades.
comprendiendo que aquello era la causa de todas sus
persecuciones. Sumergiéndose debajo del casco que se
hundía, la ballena pasó, estremeciéndose, a lo largo
de la quilla; pero, dándose vuelta bajo el agua, salió de
nuevo a la superficie, a pocos metros del bote de Acab.
Al verla éste, loco de cólera, impotente, le lanzó el
arpón que le quemaba la mano.

-¡Toma, y que el infierno nos lleve a los dos! -


rugió.

Al ser alcanzado por el arpón, la ballena nadó con


velocidad fantástica, y yo señalado por el destino para
ocupar el puesto del hombre de proa en la ballenera de
Acab, pude contemplar, horrorizado, cuando nuestro
capitán, aullando como un demonio, fue agarrado del
cuello por la espira volante del sedal. Unos instantes
después y antes de que pudiéramos hacer nada, la
pesada trenza del extremo de la cuerda saltó de la tina
vacía, derribó a un remero, y, golpeando el agua,
desapareció en las profundidades, arrastrando a Acab.
Generación del 98
Capítulo VI había en España”. “La victoria en las elecciones
generación de 1898 ama municipales, se proclamó
Contexto histórico los viejos pueblos y el la Segunda República M
paisaje; intenta resucitar Española. Alfonso XIII se i
En 1898 la los poetas primitivos vio obligado a huir de g
intervención de la marina (Berceo, Juan Ruiz, España. u
norteamericana liquidó Santillana); da aire al e
definitivamente la guerra fervor por el Greco” ( ... l
con Cuba, que era como ).
un cáncer maligno que Casi paralelamente en
d
debilitaba las estrategias el tiempo florecía en el
e
del país. El tratado de campo de la lírica la
París suponía la pérdida tendencia modernista,
que pretendía superar al U
de Cuba, Puerto Rico y
Romanticismo y al n
Filipinas. Este
momento histórico es Naturalismo. Rubén a
una importantísima Darío (que, aun siendo m
cesura en la Historia nicaragüense, tuvo una u
de la España moderna. gran influencia directa y n
La pérdida de las últimas decisiva en la literatura o
colonias provocó una española) y Juan ( 1864, Bilbao ,
estupefacta conciencia Ramón Jiménez (1881 - España 1936,
1958 ), autor de una Salamanca, España )
pública de la debilidad
del país en el concierto poesía exquisita y
cerebral que guiaría a la Intenso activista
de las naciones. Las
siguiente generación cultural y luchador
ideas regeneracionistas
poética, son sus incansable contra la
y la inquietud por los
principales banalidad, el
problemas nacionales,
representantes. noventayochista Miguel
base del pensamiento
En lo histórico, los de Unamuno representa
“krausista” (de Krause,
primeros años del siglo el espíritu existencialista
filósofo alemán de la
XX están marcados en en su generación.
escuela hegeliana, que
España por la Paradójico hasta la
tuvo un discípulo
prosperidad de los contradicción, inquieto en
aventajado en España,
nacionalismos, la mala lo religioso y en lo
Sainz del Río) y de la
conducción de la guerra político, vivió en estado
Institución Libre de
de Marruecos (una de alerta permanente
Enseñanza, también
guerra carente de frente a la condición
krausista en sus
sentido político) y el trágica del ser humano,
orígenes, fueron
fortalecimiento de los pero su compromiso
recogidas por la
partidos y sindicatos social le llevó a ser
Generación del 98.
obreros. La semana desterrado entre 1924 y
En palabras de Azorín,
trágica de Barcelona 1930 p or s u op osi
esta generación “se
(1909), sangrienta ci ón a l a di ct ad u
esfuerza, en fin, en
revuelta popular, la ra d e Primo de Rivera,
acercarse a la realidad y
creación de la CNT, convirtiéndose en
en desarticular el idioma,
central sindical de diputado
LITERATURA a5 su
socialista AÑO
en agudizarlo, en aportar
orientación libertaria regreso.
a él viejas palabras, con
(1911), y las huelgas Catedrático de
objeto de aprisionar
generales son otros griego y después rector
menuda y fuertemente
tantos hitos de esta en la universidad de
esta realidad”. “La
época. El desgaste del Salamanca, Unamuno
curiosidad mental por lo
régimen monárquico fue un apreciable poeta
extranjero y el
cuando el general Primo gracias a sus Poesías
espectáculo del desastre
de Rivera se hizo con el (1907), a El Cristo de
(se refiere a la pérdida
poder (1923). Los Velázquez (1920) y a un
de las colonias) han
republicanos unieron póstumo Cancionero,
avivado su sensibilidad y
sus esfuerzos y en 1931, publicado e n 1953.
han puesto en ella una
tras su abrumadora Pre ocu p a do p or d
variante que antes no
os t em a s b á s icos sentimiento trágico de la
-la sociedad española y vida (1913) y La agonía
el sentido de la vida-, del cristianismo (1925)
encontró en la novela su suponen sus grandes
mejor medio de cimas en el ámbito de la
expresión, de forma que reflexión. Aunque parte
el recorrido por su de su obra parece
evolución novelística envejecer con los años,
refleja con precisión su la vitalidad medular del
atribulada trayectoria resto de sus creaciones
vital, en la que se movió le mantiene como un
siempre entre la destacado exponente de
espiritualidad y la crisis la narrativa de principios
de fe, por un lado, y del siglo XX.
entre la práctica política
y el análisis social
teórico, por otro.
Sus primeras novelas
relevantes fueron
Amor y pedagogía
(1902) y Niebla (1914),
con las cuales creó el
género que denominó
“nivola” y situó por
primera vez en
castellano a un
personaje que se revela
contra los designios de
su autor. Le siguieron las
psicológicas Abel
Sánchez (1917), Tres
novelas ejemplares y un
prólogo (1920) y la Tía
Tula (1921), además
de la excepcional San
Manuel Bueno, mártir;
donde trató el tema de la
eternidad y la mentira
con genial maestría. En
el terreno ensayístico -el
teatral ha quedado
siempre eclipsado por
su farragosa
complejidad-, trató los
grandes temas de la
España del primer cuarto
de siglo con obras como
Andanzas y visiones
españolas (1912) y los
de la historia peninsular
en libros como Vida de
don Quijote y Sancho
(1905). Sin embargo, son
sus ensayos sobre temas
de religión y
espiritualidad los que le
señalan como un
destacado filósofo.
En este sentido, Del
Nie conquista del yelmo de Mambrino, que si bien
era “hijodalgo de solar conocido, de posesión
bla y propiedad, y de devengar quinientos
sueldos”, no descendía de reyes, aunque, no
Augusto Pérez, a quien su mujer ha obstante ello, el sabio que escribiese su historia
abandonado, decide suicidarse. Sin embargo, podría deslindar de tal modo su parentela y
antes de quitarse la vida, viaja a Salamanca. En descendencia, que le hallase ser quinto o sexto
la ciudad castellana emprenderá una larga nieto de rey. Y de hecho no hay quien, a la
discusión con Miguel de Unamuno acerca de su larga, no descienda de reyes, y de reyes
determinación de matarse, la cual será
combatida verbalmente por el autor, que intenta
hacer desistir de sus propósitos a Pérez con una
retahíla de pensamientos propios y ajenos.
Niebla (1914) es una de las más famosas
“nivolas” -como llamaba el escritor a sus
novelas- del artista y filósofo bilbaíno.
Contemporánea de su ensayo Del sentimiento
trágico de la vida (1912), rezuma, además de
excelencia intelectual y una prosa exquisita, la
influencia de Pascal, Kant y Schopenhauer,
nortes metafísicos de Unamuno en su
aproximación existencial a la realidad, que
rechazaba el racionalismo en un intento
ferviente de repudiar el nihilismo de Nietzsche
para retornar al cristianismo. También concurre
en Niebla otro gran tema unamuniano, la
dificultad de la convivencia y la comunicación
entre los seres humanos. Una de las obras más
“cristianas” del autor, en el sentido de ver a
Jesús como Dios hecho hombre no tanto para
redimir del pecado a los individuos cuanto
para asegurarles una supervivencia anímica y
física, esta novela se encuentra entre las
fundamentales de la llamada Generación del 98.

La vida de don Quijote y


Sancho

Nada sabemos del nacimiento de Don


Quijote, nada de su infancia y juventud, ni de
cómo se fraguara el ánimo del Caballero de la
fe, del que nos hace con su locura cuerdos, nada
sabemos de sus padres, linaje y abolengo, ni de
cómo hubiera ido asentándosele en el espíritu las
visiones de la asentada llanura manchega en que
solía cazar; nada sabemos de la obra que hiciese
en su alma la contemplación de los trigales
salpicados de amapolas y clavelinas; nada
sabemos de sus mocedades.
Se ha perdido toda memoria de su linaje,
nacimiento, niñez y mocedad; no nos la ha
conservado ni la tradición oral ni testimonio
alguno escrito, y si alguno de estos hubo, ya se
ha perdido o ya se ocultó en polvo secular. No
sabemos si dio o no muestras de su ánimo
denodado y heroico ya desde tierno infante, al
modo de esos santos de nacimiento, que ya
desde mamoncillos no maman los viernes y días
de ayuno por mortificación y dar buen ejemplo.
Respecto a su linaje, declaró él mismo a
Sancho, departiendo con este después de la
destronados. Mas él era de los linajes que son y no viéndolos así soñó alguna vez con ver tierras nuevas y
fueron. Su linaje empieza en él. correr mundo”.

Es extraño sin embargo, cómo los diligentes


rebuscadores que se han dado con tanto ahínco a
escudriñar la vida y milagros de nuestro caballero no
han llegado aún a pequisar huellas de tal linaje, y
más ahora en que tanto peso se atribuye en el destino
de un hombre a eso de su herencia. Que Cervantes no
lo hiciera, no nos ha de sorprender, pues al fin creía
que es cada cual hijo de sus obras y que se va
haciendo según vive y obra; pero que no lo hagan
estos inquisidores que para explicar el ingenio de un
héroe husmean si fue su padre gotoso, catarroso o
tuerto, me chocó mucho, y solo me lo explico
suponiendo que viven en la tan esparcida cuanto
nefanda creencia de que Don Quijote no es sino ente
ficticio y fantástico, como si fuera hacedero a humana
fantasía el parir tan estupenda figura.
Aparécenos el hidalgo cuando frisaba en los
cincuenta años, en un lugar de la Mancha, pasándolo
pobremente, con una “olla de algo más vaca que
carnero, salpicón las más noches, duelos y
quebrantos los sábados, lentejas los viernes y algún
palomino de añadidura los domingos”, lo cual todo
consumía “las tres partes de su hacienda acabando de
concluirla”, sayo de velarte, calzas de velludo para las
fiestas, con sus pantuflas de lo mismo, y los días de
entre semana ... vellón de lo más fino”. En su parco
comer se le iban las tres partes de sus rentas; en un
modesto vestir, la otra cuarta. Era, pues, un
hidalgo pobre, un hidalgo de gotera acaso, pero de
los de lanza en astillero.
Era hidalgo pobre; mas, a pesar de ello, hijo de
bienes, porque, como decía su contemporáneo el
doctor don Juan Huarte en el capítulo XVI de su
“Examen de ingenios para las ciencias”, la ley de la
partida dice que hijodalgo quiere decir: hijo de
bienes; y si se entiende de bienes temporales, no
tiene razón porque hay infinitos hijosdalgos pobres
e infinitos ricos que no son hijodalgos; pero sí quiere
decir hijo de bienes que llamamos virtud, tiene la
misma significación que dijimos. Y Alonso Quijano era
hijo de bondad.
En eso de la pobreza de nuestro hidalgo estriba la
más de su vida, como de la pobreza de su pueblo
brota el manantial de sus vicios y a la par de sus
virtudes. La tierra que alimentaba a Don Quijote es
una tierra pobre, tan desollada por seculares
chaparrones, que por donde quiera afloraban a ras de
ella sus entrañas berroqueñas. Basta ver cómo van
por los inviernos sus ríos, apretados a largos trechos
entre tajos, haces y congostos, y llevándose al mar
en sus aguas fangosas el rico mantillo que habría de
dar a la tierra su verdura. Y esta pobreza del suelo
hizo a sus moradores andariegos, pues o tenían que ir
a buscarse el pan a luengas tierras, o bien tenían que
ir guiando a las ovejas de que vivían, de pasto a
pasto. Nuestro hidalgo hubo de ver, año tras año,
pasar a los pastores pastoreando sus merinos, sin
hogar asentado, a la de Dios nos valga, y acaso
Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) ¿Para qué llamar
caminos a los surcos del
Nombre al margen de las grandes generaciones de azar?
las letras españolas (1898 y 1927), el de Antonio Todo el que camina anda,
Machado brilla con luz propia como una de las como Jesús, sobre el
cumbres líricas de este país. Pese a no contar con una mar.
producción muy extensa, la mezcla de razón, realismo
y sentimiento, la recuperación de los poetas del Siglo En preguntar lo que sabes
de Oro o de Bécquer confluyeron en una voz única e el tiempo no has de
irrepetible. Nacido en Sevilla y criado en Madrid, en perder.
1900 tuvo la oportunidad, junto a su hermano Y a preguntas sin respuesta,
Manuel, de conocer a Rubén Darío en París. ¿quién te podrá responder?
De regreso a la capital, fue columnista de la revista
Helios y publicó sus dos primeras obras: Soledades ¿Dónde está la utilidad
(1903) y Soledades, galerías y otros poemas (1907), de nuestras
trabajos que anticipan la relación existente entre el utilidades? Volvamos a
paisaje y el estado de ánimo del autor, los símbolos la verdad: vanidad de
referentes al paso del tiempo, la presencia de las vanidades.
obsesiones y más íntimas angustias del hombre. Tras
unos años como catedrático de francés en institutos Todo hombre tiene dos
de Soria, la muerte de Leonor Izquierdo, con quien se batallas que pelear:
había casado en 1909, marcará profundamente su en sueños lucha con Dios;
obra posterior; del mismo año de su viudez, 1912, es y despierto, con el mar.
Campos de Castilla, donde el poeta abandona en
cierto modo la tan querida intimidad para asomarse a Caminante, son tus huellas
unos paisajes que sus versos vuelven eternos. La el camino, y nada más;
depresión, no obstante, afecta al volumen de su caminante, no hay camino,
producción poética, de modo que hasta Nuevas se hace camino al andar.
canciones (1924) no vuelve a publicar. Son tiempos Al andar se hace
de acercamiento al movimiento obrero, de una camino, y al volver la
búsqueda de la justicia social que le llevará a vista atrás
radicalizar más y más su post ura polít ica, aun se ve la senda que nunca
que siemp re d esde el republicanismo. Algunas se ha de volver a pisar.
obras de teatro escritas al alimón junto a su hermano Caminante, no hay camino,
-caso de La Lola se va a los puertos (1929)-, son el sino estelas en la mar.
antecedente de Juan de Mairena, su gran trabajo en
prosa, recopilación de artículos y diálogos publicados Bueno es saber que los vasos
en la prensa desde 1934. Las Canciones a Guiomar, no sirven para beber:
del anterior Cancionero apócrifo, y las Poesías de lo malo es que no sabemos
Guerra son las últimas cumbres de su trayectoria. para qué sirve la sed.
Estalla la Guerra Civil y Machado debe abandonar ¿Dices que nada se pierde?
Madrid en un penosísimo exilio por Valencia, Si esta copa de cristal
Barcelona, y, finalmente, el sur de Francia. Allí, pocos se me rompe, nunca en
días después de la muerte de su madre, el poeta ella beberé, nunca jamás.
fallece exhausto y descorazonado.
Dices que nada se
Proverbios y cantares pierde y acaso dices
verdad, pero todo lo
Nunca perseguí la perdemos
gloria ni dejar en la y todo nos perderá.
memoria
de los hombres mi canción; Todo pasa y todo queda,
yo amo los mundos sutiles, pero lo nuestro es pasar,
ingrávidos y gentiles pasar haciendo caminos,
como pompas de jabón. caminos sobre la mar.

Me gusta verlos Morir ... ¿Caer como gota


pintarse de sol y grana, de mar en el mar
volar inmenso?
bajo el cielo azul, temblar ¿O ser lo que nunca he sido:
súbitamente y quebrarse. uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
Anoche soñé que oía Estos chopos del río, que acompañan
a Dios, gritándome: ¡Alerta! con el sonido de sus hojas secas
Luego era Dios quien el son del agua, cuando el viento
dormía, y yo gritaba: sopla, tienen en sus cortezas
¡Despierta! grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son
Cuatro cosas tiene el hombre fechas. Álamos del amor que ayer
que no sirven en la mar: tuvisteis
ancla, gobernalle y remos, de ruiseñores vuestras ramas llenas;
y miedo de naufragar. álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
Mirando mi calavera álamos del amor cerca del
un nuevo Hamlet dirá: agua que corre y pasa y sueña,
He aquí un lindo fósil de álamos de las márgenes del
una careta de carnaval. Duero, conmigo vais, mi corazón
os lleva.
Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol José Martínez Ruiz, (Azorín)
... Un hombre a tientas (1873, Monóvar 1967, Madrid)
camina; lleva a la espalda un
farol. Aunque estudió Derecho y se dedicó con
Ya hay un español que intensidad al periodismo, José Martínez Ruiz -Azorín
quiere vivir y a vivir empieza, desde 1904- pasa por ser uno de los grandes
entre una España que muere prosistas del siglo XX. Cabeza visible de la
y otra España que bosteza. Generación del 98, en cuyo embrionario Grupo de
Españolito que vienes los Tres participó junto a Baroja y Maeztu, transitó
al mundo, te guarde Dios. entre una juventud exaltada y una madurez tradi-
Una de las dos Españas cionalista que le llevó a ser diputado conservador en
ha de helarte el corazón. cinco ocasiones. Pasó de anticlerical a católico
convencido, apoyó a Primo de Rivera y luego a la
República, se exilió en París y vivió el periodismo como
Campos de Soria u n a e s cu e l a y la l it e rat u ra como d ocu
( De Campos de Castilla ) m en t o autobiográfico. Además, fue un intelectual
preocupado por la realidad española y obsesionado
VII por el tiempo y los paisajes. Con obras como El alma
castellana (1900), Los pueblos (1905), La ruta de
“Colinas plateadas, Don Quijote (1905), Castilla (1912), El paisaje de
grises alcores, cárdenas España visto por los españoles (1917) y Una hora
roquedas por donde trazó el de España (1924), ha legado a la historia unas
Duero descripciones únicas, de estilo conciso y lírico, muy
su curso de ballesta descriptivo y melancólico incluso en sus tres únicas
en torno a Soria, oscuros encinares, novelas, tituladas La voluntad (1902), Antonio Azorín
ariscos pedregales, calvas sierras, (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo
caminos blancos y álamos del río, (1904), protagonizadas por el alter ego del autor que
tardes de Soria, mística y guerrera, dio pie al célebre seudónimo. Entre sus ensayos,
hoy siento por vosotros, en el fondo resaltan Lecturas españolas (1912), Al margen de los
del corazón, tristeza, clásicos (1915) y Rivas y Larra (1916).
tristeza que es amor. Campos de
Soria donde parece que las rocas José Ortega y Gasset (1883 - 1955, Madrid)
sueñan conmigo vais! ¡Colinas
plateadas, grises alcores, cárdenas Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad
roquedas! Central, Ortega y Gasset completó sus estudios en
Leipzig y Berlín, de donde regresó con la voluntad de
VIII dotar al pensamiento latino del carácter sistemático
de los grandes pensadores germanos, en detrimento
He vuelto a ver los álamos dorados, de sus constantes intuitivas. La cátedra de Metafísica
álamos del camino en la ribera del en la Universidad de Madrid y la Revista de Occidente,
Duero, entre San Polo y San Saturio, fundada por él en 1923, fueron los dos mostradores
tras las murallas viejas desde los que impulsó unas ideas que trataron de los
de Soria - barbacora más diversos temas y que, a menudo, reclamaron la
hacia Aragón en castellana tierra. presencia de “minorías selectas”, de mentalidad
individual, capaces de gobernar al
masificado hombre común. Su primer
libro tras varios años de colaboración periodística, no Unidad (1926). Como simpatizante republicano, la
obstante, tuvo más que ver con la historia literaria y Guerra Civil obliga a Juan Ramón a exiliarse en La
llevaba por título Meditaciones sobre el Quijote (1914). Habana, Florida y Puerto Rico, donde dará clase en
Le siguieron El tema de nuestro tiempo (1923), varias universidades. Siempre entregado por
La deshumanización del arte (1925), La rebelión de las completo a la egocéntrica elaboración de “la Obra”,
masas (1930), Estudios sobre el amor (1940), y un corresponden a este periodo final los Romances de
amplísimo catálogo de obras publicadas a título Coral Gables (1942), Dios deseado y deseante (1949),
póstumo, como El hombre y la gente (1957) y Pasado libros de prosa como Españoles de tres mundos
y porvenir para un hombre joven (1962). (1942), y ensayos como Poesía y Literatura (1941).
El creador del “yo y mi circunstancia” definió un Tras su muerte, la “inmensa minoría” a quien estaba
sistema propio de pensamiento, también ejecutó una dirigida su poesía no ha dejado de loar lo
búsqueda del lenguaje que lo capacitara para conceptual, la desnudez y sinceridad de una de las
transmitir sus ideas. En ese sentido, fue autor de una más grandes voces de las letras españolas.
prosa elegante y de gran riqueza, con la metáfora y
el constante cambio de punto de vista como Poesía
principales características. Maestro y referencia
indiscutible de la vida intelectual Vino primera pura,
hispanoamericana de su tiempo, José Ortega y vestida de inocencia;
Gasset analizó en la moda, el deporte, la política, el y la amé como un niño.
paisaje y el arte, todo aquello que pudiera incluirse
dentro de la categoría de “las circunstancias”, en Luego se fue
efecto logró configurar un completísimo sistema vistiendo de no sé
filosófico sobre el que se han erigido gran parte de qué ropajes;
las ideas y cultura posteriores. y la fui odiando sin saberlo.

Llegó a ser una reina


Juan Ramón Jiménez fastuosa de tesoros ...
(1881, Moguer 1958, Puerto Rico)
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!

Aunque influenciada por el modernismo, el Mas se fue desnudando


simbolismo y el novecentismo, la obra de Juan Ramón y yo le sonreía.
Jiménez es absolutamente personal, debe su fuerza al
complejo y obsesivo carácter de uno de los Se quedó con la túnica
contados autores e s pa ñ ole s qu e ha n re ci bi de su inocencia
d o e l Pre m io N ob e l de Literatura (1956). antigua. Creí de nuevo
Como en tantos otros casos, tras estudiar Derecho en en ella.
Sevilla es la marcha a Madrid (1900), el contacto con
figuras clave como Valle-Inclán y Rubén Darío lo que Y se quitó la túnica
marca al joven Jiménez. Bajo el tutelazgo de esos dos y apareció desnuda toda.
grandes, publica Ninfeas y Almas de violeta, con ¡Oh pasión de mi vida,
poemas escritos desde 1896, obras que definirán una poesía desnuda, mía para
primera época de sencillez y musicalidad. La muerte d siempre!.
e l p a dre , n o ob s t an t e , s e rá e l p i s
tol e ta z o de salida para una serie de neurosis,
depresiones y aislamiento, con prolongadas estancias Platero y yo
en sanatorios europeos y en su mismo pueblo natal.
A partir de 1912, de nuevo en Madrid, dirige las Platero
ediciones de la Residencia de Estudiantes, se casa I
con Zenobia Camprubí - colaboradora inseparable
del poeta y traductora de Rabindranath Tagore-, y Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por
funda las revistas Sí, Índice y Ley. Y Jardines Lejanos fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva
(1905), Pastorales (1911), y el poema en prosa huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son
Platero y yo (1914), son clave a la h ora d e duros cual dos escarabajos de cristal negro.
comp re nd e r e s t a p rim e ra e t ap a ; se Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia
abre la segunda con Diario de un poeta recién casado tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las
(1917). En él la poesía se vuelve abstracta, de una florecillas rosas, celestes y gualdas ... Lo llamo
complejidad desnuda que tiene en la belleza su fin dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo
absoluto. alegre que parece que se ríe, en no sé qué
La imagen del mar, la búsqueda del “nombre exacto cascabeleo ideal ...
de las cosas”, y una idea panteísta del mundo son Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas,
características principales de Eternidades (1918), o mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los
higos morados, con su cristalina gotita de miel ...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña
... ;
pero fuerte y seco por dentro, como de piedra ...
Cuando
paseo sobre él, los domingos, por las últimas Nos metimos las manos en los bolsillos, sin querer, y
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos la frente sintió el fino aleteo de la sombra fresca, igual
de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: que
- Tien’ asero
...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo
tiempo.

Mariposas blancas
II

La noche cae, brumosa y morada. Vagas claridades


malvas y verdes, perduran tras la torre de la iglesia.
El camino sube, lleno de sombras, de campanillas, de
fragancia de hierba, de canciones, de cansancio y de
anhelo. De pronto, un hombre oscuro, con una gorra
y un pincho, roja un instante la cara fea por la luz del
cigarro, baja a nosotros de una casucha miserable,
perdida entre sacas de carbón. Platero se amedrenta:
- ¿Ba argo?
- Vea usted ... Mariposas blancas
...
El hombre quiere clavar su pincho de hierro en el
seroncillo, y yo lo evito. Abro la alforja y él no ve
nada. Y el alimento ideal pasa, libre y cándido, sin
pagar su tributo a los Consumos ...

Juegos del anochecer


III

Cuando, en el crepúsculo del pueblo, Platero y yo


entramos, ateridos, por la oscuridad morada de la
calleja miserable que da al río seco, los niños pobres
juegan a asustarse, fingiéndose mendigos. Uno se
echa un saco a la cabeza, otro dice que no ve, otro
se hace el cojo ... Después, en ese brusco cambiar de
la infancia, como llevan unos zapatos y un vestido, y
como sus madres, ellas sabrán cómo, les han dado
algo de comer, se creen unos príncipes:
- Mi pare tié un reló e
plata.
- Y er mío, un cabayo.
- Y er mío, una ejcopeta.
Reloj que levantará a la madrugada, escopeta que no
matará el hambre, caballo que llevará a la miseria ...
El corro, luego. Entre tanta negrura, una niña
forastera; que habla de otro modo, la sobrina del
Pájaro Verde, con voz débil, hilo de cristal acuoso en
la sombra, canta entonadamente, cual una princesa:
Yo soy laaa viudiiitaaa
del Condeee de Orée
...
¡ ... Sí, sí! ¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al
amanecer vuestra adolescencia, la primavera os
asustará, como un mendigo, enmascarada de
invierno.
- Vamos, Platero ...

El eclipse
IV
cuando se entra en un pinar espeso. Las gallinas se
fueron recogiendo en su escalera amparada, una a
una. Alrededor, el campo enlutó su verde, cual si el
velo morado del altar mayor lo cobijase. Se vio,
blanco, el mar lejano, y algunas estrellas lucieron,
pálidas. ¡Cómo iban trocando blancura por blancura
las azoteas! Los que estábamos en ellas nos
gritábamos cosas de ingenio mejor o peor, pequeños
y oscuros en aquel silencio reducido del eclipse.
Mirábamos el sol con todo: con los gemelos de
teatro, con el anteojo de larga vista, con una botella,
con un cristal ahumado; y desde todas partes: desde
el mirador, desde la escalera del corral, desde la
ventana del granero, desde la cancela del patio, por
sus cristales granas y azules ...
Al ocultarse el sol que, un momento antes todo lo
hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor
con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la
transición larga del crepúsculo, lo dejaba solo y
pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y
luego plata por cobre. Era el pueblo como un perro
chico, mohoso y ya sin cambio.
¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la
torre, los caminos de los montes!.
Platero parecía, allá en el corral, un burro menos
verdadero, diferente y recortado; otro burro ...

Platero y yo

Este breve libro donde la alegría y la pena son


gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito ...
¡qué sé yo para quién! ... para quién escribimos los
poetas líricos ... Ahora que va a los niños, no le quito
ni le pongo una coma. ¡Qué bien! “Dondequiera que
haya niños, -dice Novalis-, existe una edad de oro”.
Pues por esa edad de oro, que es como una isla
espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y
se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo
sería no tener que abandonarla nunca. ¡Isla de
gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los
niños; siempre te hallé yo en mi vida, mar de duelo;
y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin
sentido, igual que el trino de la alondra en el sol
blanco del amanecer!”; es con esta “Advertencia a los
hombres que lean este libro para los niños”, con que
el escritor español Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
apertura su famosa obra en prosa “Platero y yo”,
sucesión de cientotreintaiocho estampas que
representan aspectos, reflexiones, paisajes y
costumbres andaluces en las que el poeta dialoga
monocordemente con un borriquito típico del paisaje
andaluz, al que llama “Platero” y que describe como
“Pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que
se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo
los espejos de azabache de sus ojos son duros cual
dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se
va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,
rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y
gualdas ...
Lo llamo dulcemente “¿Platero?”, y viene a mí con un andaluz inundado de rosas, del que el poeta solo es
trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué capaz de trasladarnos su blancura, su luz y su
cascabeleo ideal ... Come cuanto le doy. Le gustan fragancia: “Veníamos los dos,
las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas
de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita
de miel ... Es tierno y mimoso igual que un niño, que
una niña ... ; pero fuerte y seco por dentro como de
piedra. Cuando paseo sobre él, los domingos, por las
últimas callejas del pueblo, los hombres del campo,
vestidos de l im p i o y de s p aci osos se q ue d
a n m i rá n d ol o:
- Tiene acero ... Tiene acero. Acero y plata de luna, al
mismo tiempo. (“Platero y yo”.
Los Premios Nobel de Literatura; Plaza Janes
Editores,
1967 - Tomo VII, pág 1583). En esta obra no existe
un argumento propiamente dicho, sino descripciones
donde el poeta conversa con Platero familiarmente;
se siente en íntima comunicación con los humildes,
los “pobres de espíritu”, el tonto del pueblo, los niños
mendigos, los braceros andaluces, rodeado por un
paisaje típico de la España tradicional con sus
procesiones dominicales: ... “Mira, Platero, qué de
rosas caen por todas partes: rosas azules, rosas
blancas, sin color ... Diríase que el cielo se deshace
en rosas. Mira cómo se me llenan de rosas la frente,
los hombros, las manos. ¿Qué haré yo, con tantas
rosas?. ( ... ) Parece, Platero, mientras suena el
Angelus, que esta vida nuestra pierde su fuerza
cotidiana, y que otra fuerza de adentro, más altiva,
más constante y más pura, hace que todo, como en
surtidores de gracia, suba a las estrellas, que se
encienden ya entre las rosas. ... Más rosas ... Tus
ojos, que tú no ves, Platero, y que alzas mansamente
al cielo, son dos bellas rosas”. (Edic. cit, Ibidem, “X
¡Angelus!” -pág. 1589). Para crear esta, la más
emotiva historia acerca de burros que se haya escrito
en todos los tiempos, incluyendo la del rucio de
Sancho, diseminada en el “Quijote”, Juan Ramón ha
situado a su personaje en uno de los ambientes
más hermosos que se puedan encontrar en la tierra:
el de Andalucía, la romántica provincia española del
sol, las rosas, las golondrinas y las guitarras que
hablan. Por allí va y viene Platero, diríase que con las
orejas bien abiertas, escuchando siempre las sutilezas
de su amo y gran amigo: “Ahí la tienes ya, Platero,
negrita y vivaracha, en su nido gris del cuadro de la
Virgen de Montemayor, nido respetado siempre.
Está la infeliz como asustada. Me parece que esta vez
se han equivocado las pobres golondrinas, como
se equivocaron, la semana pasada las gallinas,
recogiéndose en su cobijo cuando el sol de las dos las
eclipsó. ( ... ) Están ya aquí, Platero, las golondrinas,
y apenas se les oye, como otros años, cuando el
primer día de llegar lo saludan y lo curioso todo,
charlando sin tregua en su rizado gorjeo ... ”. (Edic.
cit, Ibidem; “XII Las golondrinas”
-pág. 1591). El mundo de Juan Ramón es una
Andalucía depurada, como depurado es su lenguaje;
es un mundo casi espiritual, de belleza pura; es, para
decirlo en lenguaje casi juanramoniano, un campo
cargados, de los montes; Platero, de almoraduj; yo, perdió a su esposa Eurídice el mismo día de la boda;
de lirios amarillos. Caía la tarde de abril. Todo lo que descendió a los infiernos y encantó con su música a
en el Poniente había sido cristal de oro, era luego los dioses, quienes le devolvieron a Eurídice a
cristal de plata; una alegoría, lisa y luminosa, de condición de que no mirase hacia atrás hasta
azucenas de cristal. Después el vasto cielo fue cual trasponer el Tártaro.
un zafiro transparente, trocado en esmeraldas. Yo
volvía triste ... ( ... ) Retorno
... ¿adónde?, ¿de qué?, ¿para qué ... ? Pero los lirios
que venían conmigo olían más en la frescura tibia de la
noche que se entraba; olían con un olor más
penetrante y, al mismo tiempo, más vago, que salía
de la flor sin verse la flor, flor de olor solo, que
embriagaba el cuerpo y el alma desde la sombra
solitaria”. (Edic. cit, Ibidem; “XXII Retorno” -págs.
1597-1598). El inquieto Platero se lastima a veces las
patas con alguna púa larga de naranjo o de algún
arbusto de los que abundan por los campos
andaluces; en otros casos, alguna sanguijuela se le
agarra fuertemente en la lengua o en el paladar
cuando va a beber en alguna fuente, por más que
beba en la parte más clara y con los dientes bien
cerrados.
Es entonces cuando el viejo Darbón, su fiel médico,
debe poner toda su ciencia al servicio del argentado
animal:
... “Darbón, el médico de Platero, es grande como el
buey pío, rojo como una sandía. Pesa once arrobas.
Cuenta, según él, tres duros de edad. Cuando habla
le faltan notas, cual a los pianos viejos; otras veces,
en lugar de palabra, le sale un escape de aire. Y estas
pifias llevan un acompañamiento de inclinaciones de
cabeza, de manotadas ponderativas, de vacilaciones
chochas, de quejumbres de garganta y salivas en el
pañuelo, que no hay más que pedir. Un amable
concierto para antes de la cena. No le queda muela ni
diente, y casi solo come migajón de pan, que ablanda
primero en la mano. Hace una bola y ¡a la boca roja!
Allí la tiene, revolviéndola, una hora. Luego, otra bola
y otra. Masca con las encías, y la barba le llega,
entonces, a la aguileña nariz. Digo que es grande
como el buey pío. En la puerta del banco, tapa la
casa. Pero se enternece, igual que un niño, con
Platero. Y si ve una flor o un pajarillo, se ríe de
pronto, abriendo toda su boca, con un gran risa
sostenida, cuya velocidad y duración él no puede
regular, y que acaba siempre en llanto. Luego, ya
sereno, mira largamente del lado del cementerio
viejo: -Mi niña, mi pobrecita niña ...” (Edic. cit,
Ibidem; “XLI Darbón” -págs. 1611-1612).
En algunos casos la narración que hace el poeta se
intelectualiza tanto que anula toda posibilidad de
entendimiento en una persona poco ilustrada como
puede ser el caso de un niño. Esto sucede en la
estampa titulada “Ronsard”, en la que hace alusión al
célebre poeta francés Pierre Ronsard (1521-1585),
cuya fama llegó a oscurecer la de Petrarca, incluso en
Italia. Ronsard creía en la tradición legendaria de
que sus ascendientes procedían de la patria de
Orfeo. Pero, ¿quién era Orfeo?
... según la mitología, Orfeo, hijo de Eagro, rey de
Tracia y de la musa Calíope, diestro tañedor de lira,
Desobedeció Orfeo y perdió por segunda vez a su Vieja de Toros, la Fuente Vieja, campos y nuevos
esposa. Desconsolado erraba por los campos de campos hasta que debe llegar el fin de todo eso. Ya
Tracia sin querer unirse a ninguna otra mujer, y las lo
tracianas, ofendidas por su indiferencia, lo
despedazaron. Por último, cita Juan Ramón
Jiménez, seis versos de Ronsard, pero en francés, lo
cual exige el conocimiento de aquel idioma. Veamos
ahora, con la ayuda dada, como el texto se nos
muestra más transparente: ... “Libre ya Platero del
cabestro, y paciendo entre las canastas de margaritas
del pradecillo, me he echado yo bajo un pino, he
sacado de la alforja moruna un breve libro y,
abriéndolo por una señal, me he puesto a leer en alta
voz: Comme on voit sur la branche au mois de maila
rose / En sa belle jeunesse, en su premiére fleur /
Rendre le ciel jalous de ... Arriba, por las ramas
últimas, salta y pía un leve pajarillo, que el sol hace,
cual toda la cima verde suspirante, de oro. Entre
vuelo y gorjeo se oye el partirse de las semillas que el
pájaro se está almorzando
... jaloux de sa vive couleur ... Una cosa enorme y
tibia avanza, de pronto, como una proa viva,
sobre mi hombro. Es Platero, que, sugestionado, sin
duda, por la lira de Orfeo, viene a leer conmigo.
Leemos: ... vive couleur / Quand l’aube ses pleurs au
point du jour l’a ... Pero el pajarillo, que debe de
digerir aprisa, tapa la palabra con una nota falsa.
Ronsard, olvidado un instante de su soneto Quan en
sangeant ma folátre j’accole ...”, se debe de haber
reído en el infierno ...”.
(Edic. cit, Ibidem; “XLVIII Ronsard” -pág. 1616). Juan
Ramón, que fue un hombre de carácter, se rebela
ante la forma irónica en que se alude al asno en los
diccionarios, y en la estampa que rotula “Asnografía”,
parece desquitarse con los académicos de la Real
Academia de la Lengua: ... “Leo en un Diccionario:
ASNOGRAFÍA, s.f: Se dice, irónicamente, por
descripción del asno. ¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan
noble, tan agudo como eres! Irónicamente ... ¿Por
qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya
descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si
al hombre que es bueno debieran decirle asno! ¡Si al
asno que es malo debieran decirle hombre!
Irónicamente ... De ti, tan intelectual, amigo del viejo
y del niño, del arroyo y de la luna, paciente y
reflexivo, melancólico y amable, Marco Aurelio de los
prados ... Platero, que sin duda comprende, me
mira fijamente con sus ojazos lucientes, de una
blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y
chispeante, en un breve y convexo firmamento
verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera
que yo le hago justicia, que yo soy mejor que esos
hombres que escriben Diccionarios, casi tan bueno
como él!. Y he puesto al margen del libro:
ASNOGRAFÍA, sentido figurado: Se debe decir, con
ironía, ¡claro está!, por descripción del hombre imbécil
que escribe Diccionarios”. (Edic.cit,Ibidem:“LV
Asnogragía” - págs.1621-1622). Y así, entre estación
y estación, entre nochebuenas y carnavales, el
tiempo continúa su inexorable paso, y, con él, se
suceden andanzas por el Cementerio Viejo, la Plaza
dijo, con letras imborrables, el gran vasco don Miguel consagración definitiva, con el Premio Nobel que se
de Unamuno: ... “porque todo tiene que concluir le otorgó a su autor en 1956.
en este mundo, y acaso en el otro”. Juan Ramón lo
sabe y, en una de las páginas más bellas como
dolorosas que se hayan escrito jamás en la literatura
universal, nos dice:
... “Encontré a Platero echado en su cama de paja,
blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié
hablándole, y quise que se levantara ... El pobre se
removió todo bruscamente, y dejó una mano
arrodillada. ... No podía ... Entonces le tendí su
mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura,
y mandé venir a su médico. El viejo Darbón, así que
lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta
la nuca y metió sobre el pecho la ca bez a con
gestion a da, igu a l qu e un péndulo. -Nada
bueno, ¿eh? No sé que contestó ... Que el infeliz se
iba ... nada ... Que un dolor ... Que no sé que raíz
mala ... La tierra, entre la hierba ... A mediodía,
Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le
había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y
descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo
rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas
viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una
polvorienta tristeza ... Por la cuadra en silencio,
encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol
de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres
colores ...”. Edic.cit,Ibidem;“CXXXII La muerte” -págs.
1674-1675). Dicen que el tiempo va borrando con su
paso los recuerdos; pero lo que se ha amado con el
corazón inmaculado y con la entrega con que solo el
alma sabe hacerlo, no se borra jamás. Y así nos lo
enseña aquel varón de Moguer que fue Juan Ramón
Jiménez. Allá en Moguer, en el célebre huerto de la
Piña, como un monumento que nos invita a amar a
los animales, está sepultado aquel burrillo que fue el
deleite de nuestra infancia. Allí iba Juan Ramón a
hablar con su querido amigo: ... “Esta tarde he ido
con los niños a visitar la sepu ltura de Pla
tero, qu e está en el huerto de la Piña, al pie del
pino redondo y paternal. En torno, abril había
adornado la tierra húmeda de grandes lirios
amarillos. Cantaban los chamarices allá arriba, en la
cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino
menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la
tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo. Los
niños, así que iban llegando, dejaban de gritar.
Quietos y serios, sus ojos brillantes en mis ojos, me
llenaban de preguntas ansiosas. - ¡Platero amigo! -le
dije yo a la tierra- : si, como pienso, estás ahora en
un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a
los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizás,
olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí? Y
cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa
blanca, que antes no había visto, revolaba
insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio
...” (Edic.cit, Ibidem; “CXXXV Melancolía” -
pág.1676). La historia de ese pequeño asno, gris,
perfumada de gracia y de emoción, con el marco de
la villa natal del poeta al fondo, ha entrado hace
tiempo en la literatura universal. Y, en ella, y como
Generación del 27
Capítulo VII cultivó en sus inicios la siglo XX, las obras de
canción tradicional Marcel Proust, James
Contexto histórico andaluza, si bien Joyce y Franz Kafka hicieron evidente la crisis
posteriormente cultivaría de la estética
Entre la Generación una poesía de tono más decimonónica y la
del 98 y la del 27 intelectual y simbólico; insuficiencia de la
-cuyas características por su parte Lorca, tradición literaria
expondremos a poeta del sentimiento moderna para expresar
continuación- puede trágico, se dedicó con la complejidad psíquica y
situarse a José Ortega y éxito al teatro. Luis cotidiana del hombre.
Gasset (1883-1955), Cernuda, sevillano, fue Estimulados por la
maestro intelectual de un poeta de profunda necesidad a la que
las generaciones sensibilidad íntima, estas obras respondían,
posteriores. Los huraño y atormentado. e interesados en las
narradores principales de Más llano es Gerardo interpretaciones de
este período intermedio Diego, afiliado a los Nietzsche, Freud y Marx,
son Ramón Pérez de “ismos” y a las corrientes intelectuales y artistas
Ayala (1881-1962) y van g u ard i st a s p europeos y americanos
Gabriel Miró (1879- ropi a s d e los sintieron la necesidad de
1930). añ os 30. Pedro nuevos métodos de
La Generación del 27 Salinas fue básicamente investigación y creación
está compuesta por un un poeta del amor, si estética.
grupo de escritores bien se registra en su Las vanguardias de
nacidos a principios del obra en prosa una las primeras décadas del
siglo, dotados de cultura capacidad crítica y un siglo agruparon
universitaria y afectos a profundo conocimiento internacionalmente los
la depuración lírica de la literatura española. esfuerzos de artistas
iniciada por Juan Ramón Vicente Aleixandre, lírico comprometidos con la
Jiménez. apasionado y panteísta creación de un nuevo
La causa común que en sus orígenes, fue gusto a través del cual
les unió fue la evolucionando hacia fuera posible explorar
celebración de, en 1927, una poesía más los ámbitos irracionales
del centenario de la preocupada por el e inconscientes de la
muerte de Góngora y devenir de los hombres. experiencia humana. La
Argote, poeta al que Dámaso Alonso, gran literatura del Surrealismo
estudiaron (Dámaso crítico e historiador, y el Dadaísmo, entre
Alonso, F. García Lorca), publicó su principal obra, otros movimientos de la
editaron (Jorge Guillén, Hijos de la ira en plena época, buscaba dar
Gerardo Diego) e posguerra, influyendo cabida a la
imitaron (R. Alberti). profundamente en la espontaneidad y a la
Veían en Góngora el poesía de la época. representación del
modelo de una poesía Jorge Guillén, individuo en su
culta, intelectual, catedrático, profundo integridad. Aunque como
minoritaria. Entre las conocedor de la lírica esfuerzo conjunto y
concepciones estéticas hispánica, llevó a cabo discernible las
que les guiaban, hay que en Cántico una honda vanguardias literarias
tener en cuenta el exploración casi tuvieron corta duración,
neopopularismo, metafísica de la su énfasis en la
expresión intelectualizada experiencia cotidiana, experimentación y la
y depurada del folklore. transparentándola en liberación de las formas
El surrealismo fue una lírica escueta, de habría de influir en el
cultivado por varios exaltación contenida y arte y la cultura a lo
escritores de esta plenitud ontológica. largo del siglo.
generación.
La generación de Las vanguardias S
1927 es casi por entero del siglo XX u
una generación lírica. r
Rafael Alberti, como En las décadas r
Federico García Lorca, segunda y tercera del e
a El grupo surrealista,
l en cuya historia
i abundan las peleas y
s expulsiones debido al
m carácter dominante de
o André Breton y a los
compromisos políticos
Este movimiento que el movimiento fue
artístico y literario activo adquiriendo, contó,
5
en Francia durante las además de los autores LITERATURA AÑO

décadas tercera y cuarta mencionados, con figuras


del siglo XX se definió en como Antonin Artaud y
el Primer manifiesto del Raymond Queneau.
Surrealismo, publicado en Entre las principales
París en 1924 y firmado obras que se produjeron
por André Breton, Louis según las tendencias
Aragon, Paul Élouard y surrealistas, se cuentan
Benjamin Péret, entre algunas españolas de la
otros. Su estética, que Generación del 27,
reflejaba el desencanto
europeo ante el desastre
de la Primera Guerra
Mundial, constituyó una
reacción ante el
racionalismo y propuso
la integración de los
aspectos conscientes e
inconscientes de la
experiencia psíquica
humana, en busca de
una mayor realización de
la facultad imaginativa
capaz de revelar al sujeto
aspectos sobre sí mismo
y el lenguaje.
Heredero de los
descubrimientos
psicoanalíticos de Freud,
el Surrealismo se
interesó en la vida
onírica del individuo,
explorando la
comunicabilidad y la
belleza de los sueños en
busca de la
manifestación de una
realidad comprehensiva.
Crítico de la superfluidad
y arrogancia de las
formas literarias
convencionales, se
interesó en la e xp e rim
e n ta ci ón y l a in ve
st i g aci ón m e tód i
ca , fomentando la
producción literaria a
través de procesos
novedosos, tales como la
escritura automática.
como Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, La casada infiel
Sobre los ángeles de Rafael Alberti y Espadas como
labios de Vicente Aleixandre. En América Latina, el Y que yo me la llevé al río
movimiento habría de inspirar a autores como creyendo que era mozuela
Octavio Paz, César Vallejo, Alejo Carpentier, Juan pero tenía marido.
Rulfo y Julio Cortázar. Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
Federico García Lorca
y se encendieron los grillos.
(1898, Fuentevaqueros 1936, Granada)
En las últimas esquinas
toqué sus pechos
Miembro destacado de la Generación del 27 y, dormidos, y se me abrieron
probablemente, uno de los autores españoles de de pronto como ramos de
mayor renombre internacional, Federico García Lorca jacintos.
vio su vida puntuada por los dos grandes desastres El almidón de su enagua,
del devenir h is p a no e n l a p ri me ra m i t ad me sonaba en el oído,
d el s ig l o X X : la pérdida de las colonias y el como una pieza de seda
comienzo de la Guerra Civil. En el período que rasgada por diez cuchillos.
transcurre entre ambos sucesos, Lorca demuestra Sin luz de plata en sus
una sensibilidad que le lleva a expresarse en copas los árboles han
diferentes ámbitos artísticos, ya el musical crecido
-estudia piano y guitarra junto a Manuel de Falla-, ya y un horizonte de
el gráfico, ya aquel en el que más notablemente perros ladra muy lejos
destacaría: el literario. Tras unos primeros poemas del río.
de 1916, su producción se verá notablemente
influenciada por el ambiente de la Residencia de Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
Estudiantes de Madrid, donde entra en contacto con
bajo su mata de pelo
Juan Ramón Jiménez, Luis Buñuel, Salvador Dalí, etc,
hice un hoyo sobre el
entre los años 1919 y
limo. Yo me quité la
1928. A esa época corresponden las obras teatrales corbata.
El maleficio de la mariposa y Mariana Pineda , y Ella se quitó el vestido.
el Libro de poemas. En 1928, la publicación del Yo el cinturón con
Primer romancero gitano coincide con la fundación, revólver. Ella sus cuatro
en su Granada natal, de la revista Gallo. Al año corpiños.
siguiente, se traslada Lorca a Nueva York en un viaje Ni nardos ni caracolas
de varios meses que será el embrión del Poeta en tienen el cutis tan fino,
Nueva York, obra de tintes surrealistas, entre la ni los cristales con luna
fascinación y el horror que le produce esa ciudad relumbran con ese brillo.
mecanizada que llega a esclavizar al hombre, con la Sus muslos se me escapaban
que se abre su etapa más popular. Poema del cante como peces sorprendidos,
jondo (1931, aunque escrito una década antes), la mitad llenos de
Bodas de sangre, Yerma, y la colaboración con lumbre la mitad llenos
Manuel de Falla en las representaciones de El amor de frío. Aquella noche
brujo dan idea de las principales claves de una obra corrí
marcada por el tiempo, el amor y la muerte, por el el mejor de los caminos
choque entre la posición social y la fuerza del sexo, montando en potra de
nácar sin bridas y sin
que frecuentemente recurre al folklore andaluz y a la
estribos.
tradición de su tierra para llenar de sensualidad y
No quiero decir, por
misterio cada composición. Llanto por Ignacio
hombre, las cosas que ella
Sánchez Mejías (1935), y Primeras canciones (1936) me dijo.
no pueden abstraerse de tan enlutada imaginería: si la La luz del entendimiento
primera es un homenaje al torero muerto, la segunda me hace ser muy
es la última obra del autor, que es detenido y fusilado comedido. Sucia de besos y
en el barranco de Viznar, Granada, por los arena,
enemigos de la República. Entre las acusaciones que yo me la llevé del río.
motivaron la ejecución, las de rojo y homosexual Con el aire se batían
aparecen como las más determinantes. las espadas de los lirios.

Me porté como quien


soy. Como un gitano
legítimo. La regalé un
costurero grande de raso
pajizo
y no quise enamorarme porque teniendo
marido me dijo que era mozuela cuando la
llevé al río.
Poeta en Nueva York y su marido han huido. La madre ordena a su hijo y a
los que están a su lado, salir en pos de los amantes
para matarlos.
Como sugiere su título, el libro Poeta en Nueva
York, escrito por Federico García Lorca entre 1929 y
1930, pero publicado póstumamente en 1940,
describe en verso libre la impresión que le causó al
artista la ciudad de los rascacielos. El volumen, lejos
de ser un canto a la modernidad, deplora la
inhumanidad de la metrópolis, de paso que critica
las injusticias de la sociedad n ort e a me ri ca n a
. E l ca ráct e r d e d e n un ci a e s
singularmente palpable en lo que se refiere a los
negros y los homosexuales, que vendrían a
desempeñar a nivel simbólico un papel similar al
de los gitanos en la producción lorquiana previa: la
opresión de la pureza, el atropello y sometimiento
del mágico “duende” que todavía habita en las
culturas menos “civilizadas” que las occidentales. La
masificación, el materialismo y el imperio de la
máquina son otros temas subyacentes en Poeta en
Nueva York. Entre las influencias de la obra,
descollan los ecos cosmopolitas de Rubén Darío y
Walt Whitman, además del movimiento surrealista,
presente sobre todo en las arriesgadas y contundentes
imágenes. El libro supone una de las contadas
ocasiones en que Lorca abandonó su temática
andaluza habitual, amén de ser uno de los hitos
líricos de la Generación del 27, la literatura española
del siglo XX y las letras universales.

Bodas de sangre

Género literario : Teatral


(tragedia)
Tema : La muerte, ruptura violenta y
prematura del ciclo vital:
nacimiento
- procreación - muerte.
Argumento :

Acto I

La madre y el novio conversan sobre el matrimonio


de éste. Surge en la memoria de ella el recuerdo del
esposo y el hijo, muertos a manos de los Félix en una
rivalidad generacional. La madre irá a pedir la mano
de la novia. El novio se marcha al campo y ella
conversa con una vecina, quien le informa que su
futura nuera había estado de novia con uno de los
Félix.

Acto II

Se realizan los preparativos para la boda en casa de


la novia, quien se muestra descontenta y angustiada.
Llega Leonardo Félix, le recrimina el paso que va
a dar, recordándole que la pasión que los uniera
no ha concluido a pesar de estar él casado. Se inicia
la fiesta y todo parece desarrollarse normalmente
hasta que la mujer de Leonardo anuncia que la novia
Acto III

Las leñadoras comentan los sucesos en el bosque.


Aparece la muerte que pide a la luna ilumine los
senderos para que el novio encuentre a los amantes y
la sangre corra. Ambos hombres resultan muertos en el
duelo. La novia vuelve a buscar el perdón de la
madre, pero esta se lo rechaza. Aquella elige
quedarse completamente sola para llorar a sus
muertos.

Escena II
Acto I

MADRE: (La madre queda sentada de espaldas a la


puerta. Aparece en la p ue rt a l a V E
CIN A, vestida de color oscuro, con
pañuelo a la cabeza). Pasa.
VECINA: ¿Cómo estás?
MADRE: Ya ves.
VECINA: Ya bajé a la tienda y vine a verte. Vivimos
¡tan lejos!
MADRE: Hace veinte años que no he subido a lo alto
de la calle.
VECINA: Tú estás bien.
MADRE: ¿Lo crees?
VECINA: Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al
hijo de mi vecina con los brazos cortados
por la máquina. (se sienta).
MADRE: ¿A Rafael?
VECINA: Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que
tu hijo y el mío están mejor donde
están, dormidos, escansando, que no
expuestos a quedarse inútiles.
MADRE: Calla, todo eso son invenciones, pero no
consuelos.
VECINA: ¡Ay!
MADRE: ¡Ay! (pausa)
VECINA: (triste) ¿Y tu hijo?
MADRE: Salió.
VECINA: ¡Al fin compré la
viña! MADRE: Tuve suerte.
VECINA: Ahora se casará.
MADRE: (Como despertando y acercando su silla a la
silla de la vecina) Oye.
VECINA: (En plan confidencial). Dime.
MADRE: ¿Tú conoces a la novia de mi hijo?
VECINA: ¡Buena muchacha!
MADRE: Sí, pero ...
VECINA: Pero quien la conozca a fondo no hay nadie.
Vive sola con su padre allí, tan lejos, a diez
leguas de la casa más cercana. Pero es
buena. Acostumbrada a la soledad.
MADRE: ¿Y su madre?
VECINA: A su madre la conocía. Hermosa. Le relucía
la cara como a un santo; pero a mí no me
gustó nunca. No quería a su marido.
MADRE: (Fuerte) ¡Pero cuántas cosas sabéis las
gentes!
VECINA: Perdona. No quise ofender; pero es verdad. por el vientre, como si en ese gesto estuviera el
Ahora, si fue decente o no, nadie lo dijo. De secreto de la fecundidad: ... “Te diré, niño mío,
ésta no se ha hablado. Ella era orgullosa. que sí, / tronchada y rota soy para ti / ¡Cómo me
MADRE: ¡Siempre igual! duele esta cintura / donde tendrás primera cuna! /
VECINA: Tú me preguntaste. ¿Cuándo, mi niño vas a venir?” (“Obras completas de
MADRE: Es que quisiera que ni a la vida y ni a la Federico García Lorca”, Editorial Losada; pág: 16,
muerte las conociera nadie. Que fueron Tomo III). Yerma no ha visto en Juan al hombre, sino
como dos cardos, que ninguna persona las al padre, al varón que puede darle hijos. Ningún
nombre y pinche si llega el momento. sacrificio será suficiente con tal de alcanzar la dicha
VECINA: Tienes razón. Tu hijo vale mucho. de ser madre; pero el destino parece haberla
MADRE: Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho marcado y aún no comprende por qué no puede salir
que la muchacha tuvo novio hace tiempo. encinta. Su obsesión es tanta que no deja de repetir:
VECINA: Tendría ella quince años. Él se casó ya hace ... “A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras, estas
dos años, con una prima de ella, por cierto. se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las
Nadie se acordó del noviazgo. gentes dicen que no sirven para nada”.
MADRE: ¿Cómo te acuerdas tú? Constantemente sueña con un hijo para el que teje
VECINA: ¡Me haces unas entre cantos: ...” ¿De dónde vienes, amor, mi niño? /
preguntas! De la cresta del duro frío. / ¿Qué necesitas, amor, mi
MADRE: A cada uno le gusta enterarse de lo que le niño? / La tibia tela de su vestido. / ... ¡Que se agiten
duele. ¿Quién fue el novio? las ramas al sol / y salten las fuentes alrededor! / ...
VECINA: Leonardo. MADRE: En el patio ladra el perro, / en los árboles canta el
¿Qué Leonardo? VECINA: viento. / Los bueyes mugen al boyero / y la Luna me
Leonardo el de los Félix. riza los cabellos. / ¿Qué pides, niño, desde tan lejos?”
MADRE: (Levantándose) ¡De los Félix! (Edic. Cit.:Ibidem, pág. 16). La visita de María, una
VECINA: Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? amiga de su juventud, la pone al tanto de la preñez
Él tenía ocho años cuando las cuestiones. de ésta. Ambas recuerdan que de todas las novias de
MADRE: Es verdad ... Pero oigo eso de Félix y es lo su tiempo, Yerma es la única que aún no ha sido
mismo (entre dientes) Félix que llenárseme madre, pero aun así aconseja y habla como mujer
de cieno la boca (escupe) y tengo que que ha parido muchos hijos: ... “Tener un hijo no es
escupir, tengo que escupir por no matar. tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos
VECINA: Repórtate, ¿qué sacas con eso? crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra
MADRE: Nada. Pero tú lo comprendes. sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los
VECINA: No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le tienes se les vuelve veneno ...” (Edic. cit;Ibidem,
digas nada. Tú estás vieja. Yo también. A ti pág. 22). La aparición de Víctor, un amigo de su
y a mí nos toca callar. juventud, le hace revivir la llama del amor que años
MADRE: No le diré nada. atrás sintiera por él. Cuando Víctor abandona la casa
VECINA: (Besándola). Nada. luego de una fugaz visita, Yerma acude presurosa al
MADRE: (Serena). ¡Las cosas! sitio donde ha estado éste y respira fuertemente como
VECINA: Me voy, que pronto llegará mi gente del si aspirara aire de montaña. Si bien Yerma refleja en
campo. su actitud la falta de amor que siente por el marido,
MADRE: ¿Has visto qué día de calor? su honradez refrena sus impulsos hacia cualquier
VECINA: Iban negros los chiquillos que llevan el agua otro hombre. Yerma cumple cuatro años de casada,
a los segadores. Adiós, mujer. sumida en una rutina que la va consumiendo: todos
MADRE: Adiós. (La madre se dirige a la puerta de la los días lleva los alimentos a Juan al campo de los
izquierda. En medio del camino se detiene y Olivos, donde pasa algunos minutos charlando con
lentamente se santigua). algunas viejas. Yerma se sigue entregando a aquel
hombre con el que se casó a instancias de su padre,
Yerma “para ver si llega, pero nunca para divertirme”. Unas
lavanderas, a orillas del río, comentan los sucesos del
Reintegrado García Lorca a España en 1934, en pueblo: La infertilidad de Yerma y el hecho de que
diciembre del mismo año, Margarita Xirgu -a quien Juan haya llevado a su casa a sus dos hermanas para
cabe la gloria de haber sido su descubridora e que vigilen a su mujer, aun cuando esta no le haya
incitadora teatral y durante muchos años su mejor dado motivos. Cierta tarde Juan regresa del campo, y
intérprete- estrena “Yerma”, tragedia de la no encuentra a Yerma en casa. Recrimina a sus dos
maternidad frustrada. Yerma, la protagonista, se ha hermanas por haberla dejado salir sola: ... “Una de
desposado con un labriego llamado Juan, hombre vosotras debía salir con ella, porque para eso estáis
celoso que no quiere que su mujer salga de la casa aquí comiendo en mi mantel y bebiendo mi vino. Mi
en que viven. Yerma vive en una constante angustia vida está en el campo, pero mi honra está aquí. Y mi
que cotidianamente la hacen pasarse la mano honra es también la vuestra”. (Edic.cit; Ibidem, pág:
56). Los enfrentamientos entre ellos son frecuentes
y de una violencia verbal donde Yerma siempre tiene vaya de su casa y que busque otro hombre: la vieja
una respuesta a las ideas y ofensas del marido: ... le dice que detrás de una ermita, cercana
“Juan:
-¿Es que no conoces mi modo de ser? Las ovejas en
el redil y las mujeres en su casa. Tú sales demasiado.
¿No me has oído decir esto siempre?. Yerma:
-Justo. Las mujeres dentro de sus casas. Cuando las
casas no son tumbas. Cuando las sillas se rompen y
las sábanas de h ilo se gasta n con el u so.
Pero a qu í no. Cada noche, cuando me acuesto,
encuentro mi cama más nueva, más reluciente,
como si estuviera recién traída de la ciudad”. Todas
las discusiones desencadenan siempre en lo mismo:
en el hijo deseado ... “Yo he venido a estas cuatro
paredes para no resignarme. Cuando tenga la
cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra
la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd,
en esa hora me habré resignado”, dice Yerma
tajantemente. Dos años más tarde, sumida en su
desesperación, Yerma recurre a Dolores, la
conjuradora, quien le ha prometido un hijo: ... “Que
mi lengua se llene de hormigas, como está la boca de
los muertos, si alguna vez he mentido. La última vez
hice la oración con una mujer mendicante que estaba
seca más tiempo que tú, y se le endulzó el vientre de
manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí abajo
en el río, porque no le daba tiempo de llegar a las
casas, y ella misma los trajo en un pañal para que los
arreglase”. (Edic.cit; Ibidem, pág:76), dice Dolores
orgullosamente. Cuando una de las dos viejas que
han acompañado a Yerma a casa de Dolores le
reprocha su mórbida obsesión, Yerma pronuncia
una palabras, de las más bellas de la obra lorquiana:
... “Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para
dormir tranquila, y óyelo bien y no te espantes de lo
que digo: aunque ya supiera que mi hijo me iba a
llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo
su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por
un hombre vivo que nos apuñala que llorar por
este fantasma sentado año tras año encima de mi
corazón”. En el fondo, Yerma piensa que su marido
no ansía tener hijos y que por eso ella no puede
fecundar. Cuando ya está por amanecer, Yerma se
dispone a partir no sin antes prometer a Dolores una
fanega de trigo por sus servicios. Grande es la
sorpresa de Yerma al encontrarse en la puerta con
Juan y sus dos hermanas; se produce entonces una
acerba discusión en la que Juan ofende duramente a
su mujer diciéndole que seguro lo está engañando
con otro hombre. Yerma reacciona fieramente
diciéndole que su honra está por encima de todo.
Pasan los días y, como última esperanza, Yerma
acude a una romería en plena montaña, donde a
través de rezos y ruegos espera alcanzar la gracia
divina: en una especie de danzas e invocaciones,
hombres y mujeres beben vino y se mezclan en
barahúnda. Mientras el deseo sexual se apodera del
ambiente una vieja se acerca a Yerma y le dice que la
culpa es de su marido ya que ni su padre, ni su
abuelo, ni su bisabuelo se portaron como
hombres de casta. Entonces le propone que se
a donde están, está sentado su hijo quien también
busca una mujer hermosa como ella. Yerma se niega
y la vieja se marcha, no sin antes gritarle “marchita”.
Aparece entonces Juan, que ha seguido la escena
oculto tras un carro. Juan confiesa que no le interesa
tener hijos y que tampoco los necesita, y que en la
mujer solo ha buscado a la hembra. Juan la abraza y
trata de besarla, pero Yerma desesperada, da un
grito y aprieta la garganta de su esposo hasta
matarlo. Cuando llega la gente se confiesa marchita,
con el cuerpo seco para siempre: ...
¿Qué queréis saber?. No os acerquéis, porque he
matado a mi hijo. ¡Yo misma he matado a mi hijo!.

Pedro Salinas (1891, Madrid 1951, Boston)

Con una poesía que hizo del amor su tema central,


Pedro Salinas recibió el sobrenombre de “Poeta del
alma” de manos de su gran amigo y compañero de
la Generación del 27, Jorge Guillén. Precisamente es
según el análisis de Guillén que generalmente se
procede al estudio de la obra de Salinas, dividida en
tres etapas. La primera, representada por trabajos
como Presagios (1923) y Seguro azar (1929), se
caracteriza por la influencia de Juan Ramón Jiménez
en el intento de trascender la anécdota y alcanzar así
lo absoluto, también por los experimentos ultraístas y
futuristas que buscan describir el mundo mecanizado
e irracional que rodea a esta creación.
Catedrático en las universidades de Murcia y
Sevilla, su formación ha bebido tanto de las
vanguardias como del liderazgo del autor de Platero y
yo, a versos de “poesía p u ra ” le s si g u en otros
m á s com prom et i d os y testimoniales. La
segunda etapa, compuesta por La voz a ti debida
(1933) y Razón de amor (1936), dos libros que
deben entenderse como unidad, se centra
exclusivamente en el tema amoroso, con dos
amantes que viven la plenitud de sus sentimientos
para luego separarse y, finalmente, evocar lo
anteriormente vivido. Aquí, la figura de la amada se
funde con la del poeta, que a fin de cuentas es su
creador. Por último, la tercera fase de la poesía de
Salinas se preocupa por el dolor y el caos que se ha
apoderado del mundo en obras como El contemplado
(1946) o Confianza (1955). Corresponde este periodo
a los años de exilio del escritor, aquellos en los que
ejerció la docencia en varias universidades
norteamericanas, y es que su biografía es paralela a
la de tantos literatos españoles de la época, en
especial a las de quienes integraron la Generación del
27. Piezas teatrales como Judith y el tirano o La
cabeza de la Medusa, la novela La bomba increíble
(1950), y gran número de trabajos críticos -entre
los que podrían destacar Jorge Manrique o La poesía
de Rubén Darío, ambos de 1947-, complementan el
legado de un poeta que, a partir de “la autenticidad,
la belleza y el ingenio”, compuso algunos de los más
grandes versos de la lengua castellana.
lenta
Para vivir no quiero ...
de gozar, de amar, sin nombre.
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,


las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
solo tú serás tú.

Y cuando me preguntes
quién es el que te
llama, el que te quiere
suya, enterraré los
nombres, los rótulos, la
historia. Iré rompiendo
todo
lo que encima me
echaron desde antes de
nacer.
Y vuelto ya al
anónimo eterno del
desnudo,
de la piedra, del
mundo, te diré:
“Yo te quiero, soy yo”.

¿Por qué tienes nombre tú ...

¿Por qué tienes nombre


tú, día, miércoles?
¿Por qué tienes nombre
tú, tiempo, otoño?
Alegría, pena, siempre
¿por qué tenéis nombre: amor?

Si tú no tuvieras
nombre, yo no sabría
qué era
ni cómo, ni cuándo. Nada.

¿Sabe el mar cómo se llama,


qué es el mar? ¿Saben los
vientos sus apellidos, del Sur
y del Norte, por encima
del puro soplo que
son?

Si tú no tuvieras
nombre, todo sería
primero,
inicial, todo
inventado por mí,
intacto hasta el beso
mío. Gozo, amor: delicia
Nombre: ¡qué puñal :
clavado los precios, los catálogos,
en medio el azul del océano en los
de un mapas, los días y sus noches,
pecho los telegramas viejos
cándido y un amor.
que sería Tú, que no eres mi amor,
nuestro ¡si me llamaras!
siempre Y aún espero tu voz:
si no fuese por su telescopios abajo,
nombre! desde la estrella,
por espejos, por túneles,
¡Si me llamaras, sí, por los años bisiestos
... puede venir. No sé por
dónde. Desde el prodigio,
¡Si me llamaras, sí; siempre. Porque si tú me
s llamas
i - ¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
m incógnito, sin verlo.
e Nunca desde los labios que te
beso, nunca
l desde la voz que dice: “No te vayas”.
l
a Jorge Guillén (1893, Valladolid 1984 , Málaga)
m
a Tachada a menudo de oscura e intelectual, la
r poesía de esta figura clave de la Generación del 27 es
a en realidad un ejemplo de humanidad y sencillez,
s un canto al universo y a la vida, al modo en que el
! hombre debe hallar su lugar en el mundo. Estudiante
de Filosofía y Letras, se hospeda Jorge Guillén en la
L Residencia de Estudiantes de Madrid entre 1911 y
o 1913; a partir de entonces, sus viajes por Europa
-incluida una estancia de seis años como lector en la
d Sorbona de París-, le permiten profundizar en el
e
análisis de poetas como Mallarmé y Valery -de
j
quien tradujo El cementerio marino-, ligarán su
a
vida definitivamente al ambiente académico. Tras
r
í publicar en diversas revistas literarias, como Índice o
a Carmen, en 1928 aparece Cántico , trabajo que
Guillén revisaría en tres ocasiones (1936,
t 1945 y 1950), primero de los tres grandes volúmenes
o en los que se dividirá su poesía hasta 1968, cuando
d se reúne bajo el lema de Aire nuestro. Ya avanzada la
o Guerra Civil, en 1938 marcha el autor a Estados
, Unidos, donde imparte clases de Literatura
Española en diversas universidades. Pero las
t vicisitudes propias a tan intenso período histórico
o -plagado de caos, guerra y muerte-, tardarían aún
d unos años en fructificar artísticamente; Clamor,
o compuesto por Maremágnum (1957), Que van

l
o

t
i
r
a
r
í
a
a dar en la mar (1960) y A la altura de las para la poesía moderna y muy
circunstancias (1963), denota melancolía y
resignación ante los aspectos negativos de la
existencia humana, frente a aquella alegría de vivir y
al tono jubiloso en que se desarrollaba Cántico. No
obstante, la síntesis vuelve a mostrarse positiva, y
Homenaje refleja el triunfo de la razón y de la belleza
frente a los elementos destructores con que la historia
siembre el devenir humano. Fuera de esta trilogía, por
tanto fuera también de Aire nuestro, deben
mencionarse ... Y otros poemas (1973, aunque
incluye Guirnalda civil, de 1970), y Final (1982), una
suerte de testamento del poeta que por fin ha
regresado al hogar, a quien por fin se ha reconocido
en la propia casa, con el Premio Miguel de Cervantes
de 1977. A su muerte, Jorge Guillén legó también
libros de crítica literaria y una importante labor como
traductor.

Vicente Aleixandre (1898, Sevilla 1984, Madrid )

Excepcional representante de la Generación del


27, el único que no se exilió tras la guerra civil pese
a sus ideas izquierdistas, Aleixandre ha sido
galardonado con el Premio Nobel de Literatura
(1977). Nacido en Sevilla pero criado en Málaga, vivió
en Madrid desde los nueve años. Doblegado por una
delicada salud, se vio obligado a no efectuar
esfuerzos físicos, por lo que, influenciado por la obra
de Rubén Darío, entregó su tiempo a la poesía y,
desde 1949, a la Real Academia de la Lengua.
Caracterizado por la imagen visionaria y el versículo
amplio y solemne, logró su más reconocido poemario,
escrito en la posguerra, con Sombra del Paraíso
(1944), un enorme éxito que convirtió su casa en
objeto de peregrinación para los jóvenes creadores, a
quienes siempre atendió con célebre diligencia.
Antes, sin embargo, había escrito bajo los auspicios
del surrealismo y de Juan Ramón Jiménez. Ámbito,
aparecido en 1928 y fiel a los postulados de la poesía
pura, además de Espadas como labios (1932), Pasión
por la tierra (1935) y La destrucción o el amor
(1935), una de sus obras maestras, donde recreó el
poder de la unidad amorosa como único camino para
la plena comunión existencial. Tras la alegórica y aún
pesimista Sombra del paraíso, Aleixandre inició una
nueva etapa con Mundo a solas (1950) y, sobre
todo, Historia del corazón (1954), en las que cambió
su escepticismo inicial por un anhelo de fusión con la
vida que alcanzaría su plenitud en En un vasto
dominio (1962) y Retratos con nombre (1965).
Desde 1968, sin embargo, la vejez y la muerte serían
de nuevo el eje de su creación. Los excepcionales
Poemas de la consumación, aparecidos ese mismo
año, o los metafísicos Diálogos del conocimiento, de
1974, serían sus últimas obras, aunque en 1991 se
recogieron algunos de sus poemas inéditos en En
gran noche. Los encuentros (1958) y la recopilación
de artículos Prosas recobradas (1987) serían las
únicas aportaciones en prosa que cabe reseñar de
Aleixandre, convertido en un punto de referencia
próximo a las generaciones posteriores por haber
Con dignidad murió. Su sombra cruza.
resuelto su célebre distinción entre palabras vivas y
palabras muertas con la preocupación por la palabra
necesaria.

Unidad en ella

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,


rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian
fugitivos, volando a la región donde nada
se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,


brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con
esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,


porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de
fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un
fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,


enrojecido el rostro por tu purpúrea
vida,
deja que mire el hondo clamor de tus
entrañas donde muero y renuncio a vivir para
siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del


todo, quiero ser tú, tu sangre, esa lava
rugiente
que regando encerrada bellos miembros
extremos siente así los hermosos límites de la
vida.

Este beso en tus labios como una lenta


espina, como un mar que voló hecho un
espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente
pelo, un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este
mundo.

El olvido

No es tu final como una copa vana


que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.

Por eso lentamente levantas en tu mano


un brillo o su mención, y arden tus
dedos, como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y
calla. El frío quema y en tus ojos
nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.
Mano entregada haber vivido en Francia,

Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.


Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro
hueso insobornable, el triste hueso adonde no llega
nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor
hermoso.

E s p or l a p ie l se cre t a, s ecret a m en t e a
bi e rta , invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán
dulce;
por donde mi voz penetra hasta tus venas
tibias, para rodar por ellas en tu escondida
sangre,
como otra sangre que sonara oscura, que
dulcemente oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo, que ahora resuena mío, mío poblado de
mis voces profundas,
oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo,
oh cuerpo solo sonido de mi voz poseyéndole.

Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que solo el


hueso rehúsa
mi amor -el nunca incandescente hueso del
hombre-. Y que una zona triste de tu ser se rehúsa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese lento contacto
de tu mano,
de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donte te pueblo y canto completo entre tu carne.

Luis Cernuda (1902, Sevilla 1963, México D.F.)

Dotado de una sensibilidad enfermiza y autor de


una d e l a s ob ra s má s in f l uye n te s de l
a p oes í a contemporánea, el sevillano Luis Cernuda
supone uno de los casos de unidad creativa más
impresionantes del siglo. Agrupados desde 1936 bajo
el título común de La realidad y el deseo, los poemas
de este alumno de Pedro Salinas que vivió exiliado
desde la guerra civil destacan por su melancolía y
su desesperanza, expresadas con una depuración
lingüística difíciles de superar. Bajo la influencia de
Eliot, Baudelaire, Mallarmé, Hölderlin, Goethe,
Garcilaso y Bécquer, Cernuda trató t em a s com
o la s ol ed a d , la b e l le z a y e l
am or con u n a e x q ui s i te z y cohe re nci a
extraordinarias, aunque a lo largo de los años pasó
de las formas cultas -incluyendo por igual el
surrealismo o la métrica clásica- a un tono coloquial
alejado de la vistosa musicalidad de sus inicios.
Lejano a modas y corrientes, en parte gracias a
Inglaterra, Estados Unidos y México, comenzó a
publicar con Perfil del aire (1924-27), próximo a la
poesía pura, y pasó por una etapa vanguardista con
Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos
(1931) antes de hallar el estilo adecuado para su
concepción de la soledad humana en la excelente
Donde habite el olvido (1933). Llegaron después la
continuista Invocaciones (1935) y la espiritual Las
nubes, escrita durante la guerra civil, pero con el
exilio se refugió aún más en sí mismo y de ese modo
vieron la luz Como quien espera el alba (1941), el
poema en prosa Ocnos (1942) o Vivir sin estar
viviendo (1949). Ya en México, donde residiría hasta
su muerte, inició una relación con un amante
anónimo que le inspiraría sus versos más
humanizados, como en Con las horas contadas (1956)
o en la nostálgica Desolación de la quimera (1962),
considerada una de sus mejores obras. En su
conjunto, La realidad y el deseo abarca un proceso
creativo de casi cuatro décadas marcadas por una
belleza y delicadeza inusitadas, que han hecho de la
obra de Cernuda una de las más respetadas dentro y
fuera de España. Su axioma más popular, según el
cual el amado es una invención del amante, resume
su visión profundamente subjetiva del mundo, la de
un hombre que vivió en sí mismo pero supo
transmitir con maestría el interior de todo ser
humano.

Te quiero

Te quiero.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la
arena o iracundo como órgano
impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,


que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,


frentes melancólicas que sostienen el
cielo, tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las


plantas, leves criaturas
transparentes

Te lo he dicho con el agua,


vida luminosa que vela un fondo de
sombra, te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:


más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
Los placeres prohibidos (1931)
Rarael Alberti Promoción 1936
(1902 - 1999 Puerto de Santa María, Cádiz) (Guerra civil española) (1936 -
1939)
Poeta y pintor vocacional, síntesis popular de
tradición y vanguardismo, el gaditano Rafael Alberti Miguel Hernández (1910, Orihuela 1942, Alicante )
asombra por la variedad y el virtuosismo de su obra,
dos rasgos que le permitieron alzarse a los veintitrés Considerado el miembro más joven de la
años con e l P re mi o Na ci on a l d e Li t e ra t Generación del 27, aunque por edad debiera
u ra y q u e posteriormente le han convertido en pertenecer a la del 36, Miguel Hernández supone uno
uno de los grandes poetas del siglo XX. Último de los casos más hondos del siglo en cuanto a
bastión de la prolífica Generación del 27, tuvo una vocación poética se refiere. Criado en una familia
existencia intensa y honda, que vivió con el visceral muy humilde, tuvo que trabajar desde niño como
apego que desprenden sus versos. Tras debatirse pastor de cabras, por lo que su formación fue por
entre la pintura y la poesía, Alberti sufrió una profunda completo autodidacta. Aún así, se integró en las
crisis espiritual que le llevó a perder la fe, lo que tertulias literarias que su amigo Ramón Sijé
permitió en 1927 confirmar su ya sedimentada organizaba en Orihuela, y allí conoció a su futura
experiencia poética, aunque jamás abandonó su esposa, Josefina Manresa. Trasladado a Madrid en
afición plástica. Afiliado al Partido Comunista en 1931, 1934, conoció a Vicente Aleixandre y Pablo Neruda,
se vio obligado a exiliarse tras la guerra civil. Durante con quienes colaboró para fundar la revista Caballo
cuatro décadas residió en Argentina e Italia, de donde verde para la poesía y dio pie a sus ideas más
regresó en 1977 para permanecer en su localidad revolucionarias.
natal hasta la muerte. A lo largo de su dilatada Al tiempo que publicaba sus primeros poemas, fue
trayectoria, galardonada en 1983 con el Premio voluntario republicano en la guerra civil, lo que le
Cervantes, cultivó con maestría los más diversos supuso la prisión y condena a muerte en 1939.
temas, tonos y estilos, pasando de la poesía pura al Conmutada la pena por la de cadena perpetua,
humor y de la angustia vital a la pasión política con Hernández inició un largo y penoso periplo por
extraordinaria brillantez. Ya en su primera obra, cárceles de Huelva, Madrid y Sevilla, durante el cual
Marinero en tierra (1925), empleó con destreza conoció la muerte de uno de sus hijos y contrajo una
inusitada las formas populares, así como en el ritmo y tuberculosis que acabaría con su vida cuando solo
el color. La nostalgia de la bahía y las salinas, tenía cuarenta y dos años. Su obra de madurez,
evocadas por el autor desde su convalecencia en un publicada tras Perito en luna (1934), llegó con El rayo
sanatorio de la sierra madrileña, alcanzan en esta que no cesa (1936), donde amor y muerte
obra una lúdica estilización que Alberti repetiría en La aparecen como las dos caras de la misma moneda y
amante y El alba del alhelí. Hacia 1927, en cambio, se encuentran elegías célebres como la dedicada a
se decantó con Cal y canto por lo culto y lo Ramón Sijé. Aún más comprometidas fueron sus
vanguardista, pero su agónica crisis de fe remodelaría obras posteriores, Viento del pueblo (1937), El hombre
el estilo del autor hasta conducirle a su obra maestra, acecha (1939) y el Cancionero y romancero de
Sobre los ángeles (1927), en la que empleó la técnica ausencias (1938-41), compuesto ya en prisión con
surrealista para desbrozar su más íntima comezón una línea popular que se debate entre el amor a su
vital. Tras seguir una línea similar en otros poemarios, mujer e hijos y la desolación de su vida entre
Alberti saltó a la poesía social y de arenga y denuncia rejas. Justamente famosas son en ese sentido sus
con De un momento a otro (1937), El poeta en la Nanas a la cebolla, respuesta a una carta de su
calle (1938) y Entre el clavel y la espada (1941). esposa en la que se lamentaba de poder ingerir
Su obra en el exilio, compuesta por más de veinte solo ese alimento. Miguel Hernández, erigido en un
títulos, se concentra en poemarios como Retornos de mito de la poesía social, fue también autor de
lo vivo lejano (1952), en los que combina la nostalgia algunas obras teatrales, como el autosacramental
del destierro con un continuo deseo innovador. Activo Quién te ha visto y quién te ve, y sombra de lo que
hasta muy avanzada edad, Alberti escribió también eras o el drama social El labrador de más aire. Sin
obras de teatro (El hombre deshabitado, El adefesio o embargo, su arte en la unión de formas cultas y
Noche de guerra en el Museo del Prado) y unas populares y sus extraordinarias metáforas han hecho
apreciadas memorias tituladas La arboleda perdida de gran parte de su poesía una referencia
(1942). indiscutible.
Volverás al arrullo de las rejas de los
Elegía
enamorados labradores. Alegrarás la sombra
de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
disputando tu novia y las abejas.
me ha muerto como del rayo Ramón
Sijé, con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano


de la tierra que ocupas y
estercolas, compañero del alma,
tan temprano. Alimentando lluvias,
caracolas
y órganos mi dolor sin
instrumento, a las desalentadas
amapolas.

daré tu corazón por alimento.


Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el
aliento.

Un manotazo duro, un golpe


helado, un hachazo invisible y
homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi
herida, lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,


y sin calor de nadie y sin
consuelo voy de mi corazón a
mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el


vuelo, temprano madrugó la
madrugada, temprano estás
rodando por el suelo.

No perdono a la muerte
enamorada, no perdono a la vida
desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta


de piedras, rayos y hachas
estridentes sedienta de catástrofes y
hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los


dientes, quiero apartar la tierra parte a
parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta


encontrarte y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi
hoguera: por los altos andamios de
las flores pajareará tu alma
colmenera
de angelicales ceras y labores.
Tu corazón, ya terciopelo ajado, Una mujer morena,
llama a un campo de resuelta en luna,
almendras espumosas mi se derrama hilo a hilo
avariciosa voz de enamorado. sobre la cuna.
A las aladas almas de Ríete, niño,
las rosas del que te tragas la luna
almendro de nata te cuando es preciso.
requiero,
que tenemos que hablar de Alondra de mi casa,
muchas cosas, compañero del ríete mucho.
alma, compañero. Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
De: El rayo que no cesa Ríete tanto
(1934-1935) que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Nanas de la Soledades me quita,
cebolla cárcel me arranca.
Boca que vuela,
(Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una corazón que en tus
carta de su mujer, en la que le decía que no labios relampaguea.
comía más que pan y cebolla)
Es tu risa la espada
La cebolla más victoriosa,
es vencedor de las flores
escarcha y las alondras.
cerrada y
pobre:
escarcha
de tus días
y de
mis
noche
s.
Hambr
ey
ceboll
a,
hielo
negro y
escarcha
grande y
redonda.

En la cuna
del
hambre mi
niño
estaba.
Con
sangre de
cebolla se
amamanta
ba.

Pero tu
sangre,
escarchad
a de
azúcar,
cebolla y
hambre.
Rival del sol. Al octavo mes ríes
Porvenir de mis con cinco azahares,
huesos y de mi amor. con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
La carne aleteante, como cinco jazmines
súbito el párpado, adolescentes.
y el niño como
nunca coloreado Frontera de los besos
¡Cuánto jilguero serán mañana,
se remonta, aletea, cuando en la
desde tu cuerpo! dentadura sientas un
Desperté de ser niño: arma. Sientas un fuego
nunca despiertes. correr dientes abajo
Triste llevo la boca. buscando el centro.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna, Vuela niño en la doble
defendiendo la risa luna del pecho;
pluma por pluma. él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
Ser de vuelo tan alto, No te derrumbes.
tan extendido, No sepas lo que pasa
que tu carne parece ni lo que ocurre.
cielo cernido.
¡Si yo pudiera De: Cancionero y romancero de
remontarme al origen ausencias. ( 1938
de tu carrera! - 1941 )

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