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Informe de lectura

Texto: Basurko, Xavier. «Comer y beber juntos: símbolo básico de la eucaristía». En Para
comprender la Eucaristía, 13-28. Navarra: Editorial Vebo Divino, 1997.

Presentado por: Angel Recuenco Quitorán.

1. RESEÑA DEL TEXTO:

Para poder afrontar el sacramento de la Eucaristía y su profundidad como signo, en el siguiente


texto el autor parte por hacer una reflexión netamente antropológica de la carga simbólica de la
acción de “comer y beber”. A lo largo del texto, el autor, desde tres postulados básicos
antropológicos (el biológico, el sociológico y el histórico) desentraña los distintos mensajes que la
comida humana transmite, categorizándola como sacramento primitivo1, capaz de transmitir mucho
más de lo que es en sí misma. Así, asocia el acto de alimentarse con formulaciones más elaboradas,
como intimidad e intimación, comunicación e incluso con la capacidad de transmitir cultura. El autor
se vale de estos tres postulados para señalar cómo a través de la comida se puede conocer el modelo
antropológico de una sociedad, y contrapone la antropología de dominación con el modelo
propuesto por la Eucaristía cristiana, en la cual lo humano y lo divino comulgan.

2. ELEMENTOS DESTACABLES:

 La noción de interiorización del alimento: el autor parte de una constatación concreta y real
de cómo en el acto de alimentación se dan, en síntesis, dos procesos, de los cuales uno es
controlable (la ingesta) y otro no (el proceso metabólico de asimilación del alimento). Esta
visión del proceso alimenticio se puede extrapolar a la vida del hombre, en la cual hay una
dimensión proyectual en la que el hombre mismo es capaz de planificar y establecer
criterios, objetivos y opciones en la propia vida; pero también hay otra dimensión, más
misteriosa, en la que la vida se le coloca delante al hombre como apertura a aquello que
está fuera de mi dominio, y que el autor resume como “un enigma resuelto por una
sabiduría más sabia que yo mismo”.2 Además, esta constatación, vista ahora desde el paso
del alimento del orden del tener al orden del ser, también se puede aplicar a las relaciones
humanas, en las cuales hay, ciertamente, interiorización del otro. Esto, aplicado por el
mismo autor a la Eucaristía, se asocia a la noción de incorporación entre Cristo y el creyente.
 La idea de “gramática culinaria”: el autor parte de verificar que, a lo largo de la historia, en
cada cultura se pueden identificar elementos específicos relacionados con la preparación,
la misma ingesta y el modo de realizarla, y la jerarquización de los alimentos. Estos códigos
alimentarios están estrechamente relacionados con otros criterios sociales que, a través de
la comida, se pueden identificar, como la estratificación social, códigos de valores, normas
y costumbres establecidas, relaciones sociales, y la visión del prójimo, por ejemplo. El autor

1
Xavier Basurko, «Comer y beber juntos: símbolo básico de la eucaristía», en Para comprender la Eucaristía
(Navarra: Editorial Vebo Divino, 1997), 14.
2
Ibíd., 15.
se vale del principio de la “correlación de los dos cuerpos”3, en la cual “la experiencia física
del cuerpo sostiene una visión particular de la sociedad”.4
 El doble contenido de la acción de confesar, y la decadencia de la bendición de la mesa:
luego de haber pasado por la explicación de cómo a través de la comida, y más precisamente
de la Eucaristía como verdadero acto comensal cristiano, implica un doble reconocimiento,
tanto de la dependencia del hombre en relación a Dios y del alimento (y todo lo demás)
como don, y el reconocimiento de nuestra colaboración con Dios; el autor, desde la
perspectiva de otro (Robert Ledogar), constata cómo la bendición de la mesa (acto por el
cual se relaciona la acción de comer con una perspectiva religiosa) ha decaído, y esto en
relación a su mismo contenido: al agradecer a Dios (una confesión de alabanza) por el pan
ofrecido implica también reconocer una responsabilidad real (que incluso podría decirse
que está presente sacramentalmente) de aquél que no lo posee y a quién, en el modelo
antropológico de dominación, se le ha arrebatado (una confesión de culpa). Esto,
relacionado con la Eucaristía, se podría traducir con una formulación de Ledogar, citado por
Basurko: “Dar gracias a Dios por un alimento que ha sido arrebatado a los pobres sería
reconocido por todos como un acto de hipocresía monstruosa. Todos suponemos que el
ladrón tendrá al menos la decencia de quedarse en silencio”.5 De aquí el que el artículo
termine proponiendo la adopción de un nuevo estilo de vida.

3. PREGUNTAS ABIERTAS:
 Ante la constatación del autor del valor del pan y el vino como signos de
cotidianidad y de fiesta en una determinada porción del mundo, a saber, el
occidente cristiano, ¿Cuán factible es plantearse a nivel teológico, litúrgico y
pastoral, la asunción de otros signos culturalmente significativos en el propio lugar?
 Ante la constatación de la pérdida de la carga simbólica del “comer con el otro”
frente a la propuesta consumista e individualista de la sociedad, y ante el cambio
de la dinámica familiar, ¿qué criterios debe tener una catequesis eucarística de
índole mistagógica? ¿Qué otros símbolos usar para transmitir el valor de la
Eucaristía?

3
Basurko, «Comer y beber juntos», 20.
4
Ibíd.
5
Ibíd., 27.

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