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Lectura: Exclusión: una práctica cotidiana en la actualidad

Bruno Burgos Iñiguez

Según la UNESCO (1) “uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el mundo de hoy en día es el
número cada vez mayor de personas que están excluidas de una participación positiva en la vida económica,
social, política y cultural de sus comunidades”. Y en otro párrafo del mismo texto: “la pobreza, la etnia, la
religión, la discapacidad, el sexo o la pertenencia a un grupo minoritario pueden limitar el acceso a la
educación o ser causa de marginación dentro del sistema educativo, aunque las consecuencias culturales,
sociales y económicas exactas de esos factores varían de una época a otra, de un país a otro y de un lugar a
otro”.

Estas afirmaciones no sorprenden a nadie, pues la discriminación es lamentablemente una de las primeras
características de la sociedad en ser advertida por el ser humano cuando llega a cierta edad. Lo alarmante es,
justamente, que no haya sorpresa al leer una cosa así. Y es que la exclusión está articulada, en diferentes
grados y maneras, a nuestras ideologías y subjetividades, a nuestras relaciones laborales, educativas e
institucionales en general, a nuestros vínculos psicoafectivos, a nuestros deportes, a nuestras expresiones
culturales y a nuestras actividades recreativas. En consecuencia, vivimos en un mundo donde la dinámica de
exclusión tiene mecanismos que interactúan con todos los otros mecanismos sociales que permiten nuestra
vida “civilizada”. La exclusión está enraizada en la sociedad.

¿Y qué es, puntualmente la exclusión? Rodríguez Rojo (2) indica que “por exclusión social se entiende la
imposibilidad de una persona o de un grupo social para participar activamente en las esferas económicas,
culturales, políticas o institucionales de la sociedad”. Esta imposibilidad de participación tiene como
protagonista activo a la comunidad, institución o sujeto que excluye y como sujeto pasivo a quien es excluido;
pero generalmente ese sujeto excluido pasa, en otro tiempo y espacio, a ser quien excluye. Esta dualidad “me
discriminan, luego yo discrimino; unos me hacen menos a mí y yo hago de menos a otros” es un modus
operandi que lamentablemente se filtra en la construcción de identidades, en el devenir de los modos de
pensar y sentir y en la configuración de las relaciones humanas. El individuo aprende a vivir con esta realidad y
se termina adaptando a ella, dejando, cada vez más, de ser consciente de sus actitudes excluyentes,
naturalizando la exclusión y propagándola en la crianza a los hijos, en la enunciación de opiniones, en la
formación de actitudes, en los hechos cotidianos. Excluir es una práctica que va en deterioro de la cultura
inclusiva que queremos.

1 UNESCO, Superar la exclusión mediante planteamientos integradores en la educación. 2003. En


http://unesco.org/images/0013/001347/134785s.pdf. Revisado el 26 de abril de 2012.

2 Rodríguez Sojo, Martín. Exclusión cultural en América Latina y el Caribe. 2010

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