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Caterina Ruta
1 Del Lungo, Andrea, «Pour une poétique de l'incipit», Poétique, 94 (1993), pp. 131-
152.
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giner l'incipit en tant que zone (plutót que point) stratégique de passage dans le texte,
dans la fiction, dont les limites sont souvent motriles et incertaines et dont l'ampleur
peut varier considérablement selon les cas», Del Lungo, op. cit. (nota 1), p. 137.
13 Barthes, Roland, «Par oü commencer?», Poétique, 1 (1979) y S/Z, Paris, Étitions du
Seuil, 1970, y Brooks, Peter, Redingfor the Plot, Nueva York, Knopf, 1984, pp. 29-30.
14 Se trata de las preguntas que ponía la retórica clásica en la parte de la inventio: quis?
quid? ubi? quibus auxilis? cur? quomodo? quando? Sobre la posibilidad de esta-
blecer una relación entre el exordio de la oración clásica y el incipit narrativo cfr.
Mariani, Franca, «II libro di sabbia»: una lettuta degli incipit», en Almeida, Ivan;
Mariani, Franca y Parodi, Cristina, Tre saggi su Borges, Urbino, Centro Internazionale
di Semiótica e di Lingüistica, 1999, pp. 27-34.
15 Barthes, op. cit. (nota 13), p. 4.
16 Aunque la idea de un movimiento dinámico que lleve la situación desde el comien-
zo de una historia hasta el final está presente en casi todos los autores citados, la ela-
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21 Beckett, Samuel, Fin de partie, París, Les Éditions de Minuit, 1957, p. 91.
22 A este propósito cfr. Ferroni, Giulio, «Finale di partita» en Frabotta, Biancamaria,
ed., Arcipelago malinconia, Roma, Donzelli Editore, 2001, pp. 211-222.
23 Véanse especialmente Sartre, Jean Paul, La nausee, París, Gallimard, 1990 (1938),
y Benjamin, Walter, «El narrador», Revista de Occidente, 42 (1973), pp. 301-333 (en
especial el párrafo XI, en la versión original Der Erzahler. Betrachtungen zum Werk
Nikolai Lesskows, en Gesammelte Schriften, Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1977 (1936),
vol. II, pp. 438-465). Con este ensayo, derivado de su reflexión sobre la obra del es-
critor ruso Nicola Lesskow, Benjamin se inserta en el debate sobre la muerte de la
novela, más precisamente de la narración, en el que había participado ya también
José Ortega y Gasset {Ideas sobre la novela, 1925). Las referencias a los dos inte-
lectuales, Sartre y Benjamin, se encuentran repetidas veces en el libro de Brooks
(nota 13).
24 Utilizo siempre el texto Cervantes, Miguel de, Novelas ejemplares, edición de Jorge
García López, Barcelona, Editorial Crítica, 2001.
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El tiempo, pues, que queda libre, después de haber cumplido con to-
dos los deberes, tanto de trabajo como religiosos, hay que dedicarlo a
alguna forma de entretenimiento moderado para hacer descansar nues-
tro intelecto, nuestro «espíritu» en palabras del autor. El valor de entre-
tenimiento honesto que las narraciones de Cervantes contienen está con-
firmado, como todos sabemos, en dos de las Aprobaciones que autorizan
la publicación de la colección. En la de fray Juan Bautista Capataz, ade-
más, se usa la palabra «eutrapelia», que tan detalladamente han anali-
zado en su significado etimológico y en su evolución semántica Bruce
W. Wardropper y Joseph R. Jones28. En este caso estamos en una parte
del peritexto externa al texto cervantino, desde donde se envían al lec-
tor señales sobre la novedad del género, la ejemplaridad del contenido
y el ingenio del escritor.
He tenido ya la ocasión de relacionar la idea expresada por Cervantes
al comienzo de su libro con el final de El coloquio de los perros, en el
que el licenciado Peralta, acabada la lectura de la transcripción de
28 Cfr. Wardropper, Bruce W., «La eutrapelia en las Novelas ejemplares de Cervantes»,
en Bellini, Giuseppe, ed., Actas del VII Congreso de la Asociación Internacional de
Hispanistas, Roma, Bulzoni, 1982, I, pp. 153-169 y Jones, Joseph R., «Cervantes y
la virtud de la 'eutrapelia': la moralidad de la virtud de esparcimiento», Anales
Cervantinos, XXII (1985), pp. 20-30.
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29 Traté este punto en mi «Introduzone» a Cervantes, Miguel de, // dialogo dei cani, a
cura di María Caterina Ruta, Venecia, Marsilio, 1993, pp. 9-27, y en «Alcuni aspet-
ti strutturali di El casamiento engañoso y Coloquio de los perros, en Romero Muñoz,
Carlos; Pini Moro, Donatella, y Cancellier, Antonella, eds., Atti delle Giornate cer-
vantine, Padua, Unipress, 1995, pp. 65-74. Sugestiones parecidas se encuentran en
Riley, Edward C , «La profecía de la bruja (El coloquio de los perros)», en Actas del
I Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos,
1990, pp. 83-94, y en Álvarez Martínez, José Luis, «El final del coloquio de Peralta-
Campuzano», en La estructura cíclica del Coloquio de los perros de Cervantes,
Badajoz, Editora Nacional de Extremadura, 1994, pp. 71-73. Tengo que precisar, sin
embargo, que no me había detenido en ellas antes de la revisión de este trabajo.
30 Lecercle, Francois, «Le récit inachevé», editado por Didier y Ponnau, op. cit. (nota
25), pp. 14-15.
31 Lecercle, op. cit. (nota 30), p. 15.
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32 Ruta, María Caterina, «II Don Chisciotte e la 'gioia'di Sciascia», en Tedesco, Natale,
ed., Avevo la Spagna nel cuore, Quaderni Leonardo Sciascia, Milán, Edizioni La vita
felice, 2001, pp. 83-93.
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33 Riley, Edward C , «Cómo se termina un relato. Los finales de las Novelas ejempla-
res», en Vilanova, Antonio, ed., Actas del X Congreso de la Asociación Internacional
de Hispanistas (Barcelona, 21-26 de agosto de 1989), Barcelona, PPU, 1992, I, pp.
691-702.
34 Véanse Kermode, op. cit. (nota 10); Brooks, op. cit. (nota 13); Bonheim, Helmut,
The Narrative Modes, Cambridge, Brewer, 1982, y Lodge, David, The Art ofFiction,
The Independent on Sunday, 1991-1992.
35 Cfr. García López, Jorge, «Finales de novela en las Ejemplares-», Anales cervanti-
nos, XXXV (1999), pp. 125-192.
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en muchos puntos son poco verosímiles, pero variando en cada caso al-
gún pormenor. Asumiendo una posición clasificatoria parecida a la de
Riley, García López comenta así su demostración:
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44 Díaz Migoyo, art. cit. (nota 43), pp. 129-130. El crítico se basa en los resultados de
la investigación de Forcione, Alban K., Cervantes and the Humanist Vision: a Study
ofFour Exemplary Novéis, Princeton, Princeton University Press, 1982.
45 Cfr. el Homenaje a lean Canavaggio en preparación.
46 Véase la teorización de Andrea Del Lungo citada en la nota 1.
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52 Cfr. Avalle Arce, Juan Bautista, «Introducción» a Miguel de Cervantes, Novelas ejem-
plares, Madrid, Castalia, 1.1, pp. 19-28.
53 «Don Juan dijo que no saldría de lo que él ordenase; pero que, ante todas cosas, se
había de desposar con Preciosa. Concedió licencia el arzobispo para que con sola una
amonestación se hiciese» (p. 107).
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actitud por parte del narrador. En el primer caso este respeto produce un
retraso que da tiempo para descubrir del todo las identidades de los dos
jóvenes, también en el sentido moral, y para concederles todos los pri-
vilegios pertenecientes a su verdadera posición social. En el segundo,
don Francisco de Cárcamo, padre de Andrés-don Juan, tiene el tiempo
de trasladarse de la corte a Murcia para participar en los festejos del
«desposorio». Los padres no ocultan la satisfacción recíproca de que el
matrimonio combine el amor de sus hijos con los intereses económicos,
y todo vuelve a su orden: Preciosa recupera su condición social y al no-
vio prometido, Juan su honra y a su amada, y a los gitanos y la meso-
nera les son perdonadas las culpas. La difusión de la noticia de un caso
tan raro se confía a los poetas, entre los cuales se nombra al licenciado
Pozo, rompecabezas de los eruditos de finales del siglo xrx. Ésta sería
la burla que Cervantes haría a ciertos lectores determinados, variando
con la introducción de un personaje —probablemente inventado— la
convención de la fórmula conclusiva54.
Confrontando la situación inicial de La gitanilla con su desenlace,
se nota que, en virtud de los sospechosos indicios diseminados al co-
mienzo, se ha provocado efectivamente un vuelco del estado social de
la joven. Como ha observado el crítico Laspéras, cuando la joven (que
previamente, en cuanto gitana, ya había reclamado su derecho a la libre
elección), es introducida en una familia aristocrática, declara obedien-
cia a la voluntad paterna respetando un orden social distinto con res-
pecto al matrimonio. El premio será el de la unión con Andrés después
de dos años de prueba, unión que en la sociedad gitana hubiera podido,
incluso, prescindir de la sanción sacramental. Es evidente el enfrenta-
miento que se establece entre los dos órdenes y la diferencia entre la li-
bertad que impera en la sociedad gitana y las muchas obligaciones que
limitan a los componentes de la sociedad «otra», la dominante. Si nos
preguntamos hacia dónde va la preferencia de Cervantes, cada uno de
nosotros puede aducir su propia opinión, encontrando en la misma obra
del escritor argumentaciones a favor de una posición o de la otra. Desde
mi punto de vista creo que Cervantes defendía con fuerza la idea de la
libertad pero su tarea de escritor era la de pintar la sociedad de su tiem-
po en todas sus facetas. El lector avisado se daría cuenta de las infrac-
ciones por él cometidas: infracción del código petrarquista, llevando al
extremo el retrato físico y moral de la gitanilla, e infracción del código
narrativo en la que parece ser una obra de la madurez del autor. La in-
novación en la vertiente de la interpretación del mensaje transmitido por
54 Riley, art. cit. (nota 33, 1992), p. 595 y García López, art. cit. (nota 35).
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la novela, por consiguiente, sería cuanto menos una mirada ambigua, in-
quieta o perpleja ante la organización de la sociedad en la que le había
tocado vivir.
Quiero añadir una consideración más, la de que en esta conclusión
aparece una voz narrante en primera persona («Olvidábaseme de de-
cir...»), la misma que se esconde detrás de la forma verbal «Parece», con
la que inicia el cuento y que de esta forma revela haber dominado toda
la narración según una focalización muy peculiar. No son raras las me-
talepsis en la obra cervantina, se sabe, pero creo que la presencia cons-
tante del narrador en las Novelas ejemplares sustituye en alguna medi-
da las ocasiones de debate externas a las narraciones que la existencia
de un marco permite en las otras colecciones de novelas, insertándolas
en las narraciones mismas.
Conviene confrontarse, ahora —tras haber analizado dos finales de cie-
rre feliz—, con una de las dos conclusiones negativas de la colección. La
reflexión teórica nos sugiere que tanto en el escritor como en el lector la
idea del fin de una obra literaria puede evocar, además de la idea del si-
lencio, de la ausencia de la palabra, también la de la muerte. Por el ago-
tamiento del acto de creación se genera un estado de «melancolía» que se
potencia fuertemente si a éste se suma la muerte del protagonista.
En el final de El licenciado Vidriera, el primer final trágico de las
Novelas ejemplares, secundado por el de El celoso extremeño, se des-
cubre la «curación repentina» del protagonista, misteriosa y total como
su locura, que da lugar primero al desengaño con respecto a la carrera
de las letras, y sucesivamente a la muerte en el ejercicio de las armas.
En un trabajo de 1984 Jorge Urrutia propone una articulación de la ma-
teria narrativa en cuatro partes, en lugar de las tres que habitualmente
se subrayan55. De esta forma las líneas dedicadas a contar el periodo de
formación del protagonista y las del párrafo final tienen una extensión
bastante parecida frente a la mayor extensión de las partes dedicadas al
viaje a Italia y al periodo de la locura.
Me ayuda en mi reflexión el recuerdo del análisis estructural del
Lazarillo de Tormes que el estudioso checo Bélic dio a conocer a fina-
les de los años 60. En él explicó la evidente diferencia de extensión en-
tre los tratados del texto según la importancia que cada episodio tenía
en la formación del picaro. El poco espacio dedicado a los tratados cuar-
55 Urrutia, Jorge, «El Licenciado Vidriera», Edad de Oro, III, pp. 289-297, ahora en El
tejido cervantino, Sevilla, Editorial Don Quijote, 1992, pp. 59-74. También Joaquín
Casalduero había individuado en la novela cuatro partes, pero sin encontrar una ex-
plicación estructural, cfr. Sentido y forma de las «Novelas ejemplares» Madrid,
Gredos, 19692 (1943).
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61 Cfr. Riley, Edward C , «Sepa que yo soy Ginés de Pasamonte», Lecturas del «Quijote»,
Barcelona, Crítica, 2000, después en Riley, Edward C , La rara invención. Estudios so-
bre Cervantes y su posteridad literaria, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 51-71.
62 Entre otras citas recuerda el paso ya aludido de Walter Benjamín (nota 23).
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vincentes por lo que se refiere a las razones de orden social; se podría pen-
sar en un cambio de dimensión modesta, proporcionado a los orígenes de
los dos jóvenes y no tan pretencioso como el de Tomás Rueda, que hu-
biera turbado una jerarquía social que se creía inamovible. Lo único que
el texto nos autoriza a confirmar es la lección moral que los dos jóvenes
sacan de su experiencia, haciendo deslumhrar una flexibilidad de actitud
temperamental que la fisiognomía de la época no dejaba concebir63.
Después de mucha teoría y de algunos análisis hay que sacar algu-
nas conclusiones, aunque es casi imposible decir algo nuevo sobre la
obra que nos ha interesado. Consideradas la extensión y la tipología de
sus narraciones, es cierto que Cervantes utiliza varias modalidades de
comienzo, confiadas a un narrador extradiegético y heterodiegético.
Cuando el relato empieza in medias res o que se reconstruye desde el
final siempre es fácil recuperar el tablean inicial. En cualquier caso, el
narrador distribuye estratégicamente las funciones que marcan el inci-
pit, estableciendo el pacto narrativo con el destinatario, a veces también
interno al texto, y atrapándolo en la red de sus tentativas de seducción.
En cuanto a los datos informativos que tienen que introducir al lector
en la historia, a veces el escritor mantiene un tono reticente; la misma
reticencia que en alguna ocasión vuelve a aparecer hacia el final. Hemos
visto, además, que en muchos casos prevalecen las fórmulas tradiciona-
les de los cuentos folclóricos, donde se juntan elementos de idealismo
y de realismo, pero es aquí donde, más que en otros lugares de la na-
rración, se deja paso a la ironía. Se trata de una ironía que en mi opi-
nión se dirige sobre todo al blanco literario, involucrando el orden so-
cial y el eclesiástico. Cervantes no está repitiendo a la letra ninguna
fórmula introductoria ni concluyente, porque no está conforme con los
significados que ellas transmiten en relación con la sociedad que repre-
sentan. Su humanismo, que hay que entender no sólo en el sentido cris-
tiano, sino en una acepción más amplia, le induce a un gran respeto de
los valores más altos del ser humano, pero la experiencia lo ha hecho
llegar a una visión casi siempre desengañada de la sociedad. Cuando
Don Quijote ya no puede soñar, muere, como mueren Tomás Rueda y
Carrizales, como enferma Campuzano y los perros se recogen a practi-
car la beneficencia. Cuando el estado social permite que los sueños se
realicen, el equilibrio final no siempre restablece una situación ideal en
la que solamente triunfen los sentimientos puros. Los intereses econó-
micos y la defensa de los privilegios sociales intervienen para moderar
toda forma de utopía que pudiera ocultar la realidad objetiva.
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BIBLIOGRAFÍA
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