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Santiago, diez de septiembre del año dos mil nueve.


Vistos:
Se elimina la primera parte del fundamento décimo de la sentencia en
alzada, desde donde dice: ?Que en relación?? hasta ??por analogía?.
Y se tiene, además, presente:
Primero: Que conforme lo ha sostenido esta Corte es útil precisar que
la circunstancia de encontrarse reguladas algunas responsabilidades
por normas de derecho público no impide que ellas puedan extinguirse
por el transcurso del tiempo, en razón que la prescripción es de
carácter universal e indispensable para asegurar criterios de certeza y
seguridad en las relaciones jurídicas y, por ello, puede operar en todas
las disciplinas que pertenecen al derecho público. Por consiguiente,
acorde a este predicamento, la prescripción de las acciones procede
en nuestro derecho positivo como regla general, la que sólo cesa
cuando por ley se determine su imprescriptibilidad;
Segundo: Que asentada la premisa que la prescripción, como regla
general, es aplicable también en el ámbito del derecho administrativo
sancionador, cabe consignar que la Ley N°18.410 no contempla
disposiciones que establezcan la imprescriptibilidad de las acciones
destinadas a castigar las infracciones administrativas relativas a la
normativa e léctrica;
Tercero: Que ante la ausencia de norma expresa en el ordenamiento
citado, y tratándose de disposiciones especiales, debe entenderse que
-en lo no contemplado expresamente en ellas- deben aplicarse
supletoriamente las reglas del derecho común que, según la materia
específica, correspondan;
Cuarto: Que en orden a dilucidar esta cuestión valga considerar que
en el ámbito que se trata no corresponde aplicar la prescripción de seis
meses que respecto de las faltas contempla el artículo 94 del Código
Penal. En efecto, la sola circunstancia que la infracción conlleve una
sanción pecuniaria no transforma ese ilícito en una falta penal o deba
reputársele como tal, toda vez que esta sanción es, según el artículo
21 del Código Penal, una pena común para los crímenes, simples
delitos y también para las faltas;
Quinto: Que si bien la potestad sancionadora de la Administración
forma parte del denominado ?ius puniendi? del Estado, no es menos
cierto que la sanción administrativa es independiente de la sanción
penal, por lo que debe hacerse una aplicación matizada de los
principios del derecho penal en materia de sanción administrativa, no
siendo razonable aplicar el plazo de prescripción de las faltas, porque
al ser una prescripción de corto tiempo ?seis meses- resultaría eludida
la finalidad del legislador de dar eficacia a la Administración en la
represión de estos ilícitos y la sanción contemplada en la ley carecería
de toda finalidad preventiva general;
Sexto: Que esta independencia entre la sanción administrativa y la
sanción penal queda claramente establecida si se considera que la
primera puede afectar a las personas jurídicas, en cambio en la
legislación penal chilena ello resultaría imposible;
Séptimo: Que, por lo demás, las consideraciones que la jurisprudencia
y la doctrina han venido formulando acerca de la unidad del poder
sancionador del Estado -más allá de las naturales diferencias entre las
sanciones administrativas y las penales- y a la necesidad de someter a
unas y otras a un mismo estatuto de garantías, sus diferencias no
pueden ser dejadas de comprender o soslayar y de ser apreciadas
separadamente;
Octavo: Que, en efecto, si bien principios elementales entre una y otra
son comunes y lógicos, como ocurre con los relativos al non bis in
idem, a la irretroactividad de la ley sancionadora, al principio pro reo y
a la necesidad de prescripción de la respectiva acción persecutoria, no
es posible desentenderse de la imposibilidad jurídica que se advierte
en asimilar la contravención administrativa a una falta penal -única
manera de concluir en un plazo de prescripción de seis meses para la
respectiva acción persecutoria- la que surge de la naturaleza intrínseca
d
el castigo;
Noveno: Desde luego, por cuanto la sanción penal presenta
características ineludibles, suficientemente estudiadas por la doctrina,
como son las de su moralidad, esto es, su fundamento ético; su
aflictividad, destinada al restablecimiento del equilibrio social
perturbado; su proporcionalidad a la naturaleza de la ilicitud penal de
que se trate; su personalidad o individualidad; su igualdad, esto es,
una misma conducta debe tener una idéntica sanción; su ejemplaridad,
es decir, su potencialidad de intimidación; su publicidad, no sólo
respecto del castigo sino del justo proceso que a ella condujo; su
certeza e ineludibilidad; su prontitud, en relación a su comisión; su
revocabilidad para remediar una eventual injusticia; su temporalidad y
divisibilidad, para amoldarse a las características del hechor, todas
condiciones no necesariamente presentes en la sanción administrativa,
pero sí, aplicables a crímenes, simples delitos y faltas;
Décimo: Que, además, si bien en doctrina es posible hablar de
algunos simples delitos y faltas como ?delitos bagatelas o enanos?, no
por ello han dejado de ser tratados como infracciones propias del
derecho penal e interpretados de acuerdo con sus principios. De
donde se desprende que por nimia que fuere la sanción anexa al
hecho, éste no deja de ser delito penal por tal circunstancia;
Undécimo: Que, de otra parte, tampoco puede decirse del derecho
penal o del derecho procesal penal que formen parte del derecho
común (Corpus Iuris Civilis),puesto que los primeros, son especiales
en relación al último, atendida la limitada proporción de ciudadanos al
cual se aplican, la particularísima función social que desempeñan y la
finalidad directa a la cual apuntan. Por otra parte, ha sido costumbre
de los juristas, desde los tiempos romanos, aludir al derecho civil
como al derecho común por excelencia, puesto que todo ser humano,
desde la inscripción de su nacimiento hasta aquella de su defunción,
ha vivido en todos los actos jurídicos de su existencia sujeto a este
derecho; y, muy excepcionalmente, al derecho penal y procesal penal,
si llegara a incurrir en delito;
Duodécimo: Que también es útil recordar el artículo 20 del Código
Penal, en cuanto señala que ?no se reputan penas?. las multas y
demás correcciones que los superiores impongan a sus subordinados
y administrados en uso de su jurisdicción disciplinal o atribuciones
gubernativas?. Estas últimas, las atribuciones gubernativas, son
aquellas que corresponden al Estado administrador como propias del
jus puniendi que le pertenece en el ámbito administrativo respectivo;
Decimotercero: Que, por último, aceptar la prescripción de seis meses
para la aplicación de la sanción administrativa atenta contra la debida
relación y armonía que debe guardar la legislación, ya que no resulta
coherente que la acción disciplinaria por responsabilidad administrativa
de los funcionarios públicos prescriba en cuatro años, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 158 del Estatuto Administrativo y 154 del
Estatuto Administrativo para Funcionarios Municipales y, en cambio,
tratándose de la acción sancionatoria dirigida contra particulares,
prescriba en el plazo de seis meses;
Decimocuarto: Que, entonces, el defecto normativo de omisión de un
plazo razonable y prudente de prescripción en la ley N° 18.410, en que
incurriera el legislador, impone el deber de encontrar en la legislación
positiva, actual y común, la solución del problema que ha sido
promovido debiendo acudirse a las normas generales del derecho
común dentro del ámbito civil y, en ese entendido, hacer aplicación a la
regla general de prescripción extintiva de cinco años a que se refiere el
artículo 2515 del Código Civil;
Decimoquinto: Que, en este punto conviene destacar que la aplicación
de la normativa del ordenamiento ordinario en materia de prescripción
de las acciones que aquí se tratan no lo es en carácter supletorio,
basada en principios generales del derecho, sino en virtud de un
manda
to expreso del legislador, consignado en el artículo 2497 del Código
Civil, confor me al cual las reglas relativas a la prescripción se aplican
igualmente a favor y en contra del Estado, de las iglesias, de las
municipalidades, de los establecimientos y corporaciones nacionales y
de los individuos particulares que tienen la libre administración de lo
suyo;
Decimosexto: Con todo, el término de prescripción para el caso de la
infracción administrativa habrá de contarse desde que ocurrieron los
hechos.
Se confirma la sentencia apelada de cinco de mayo último, escrita a
fojas 57.
Adoptada con el voto en contra de los Ministros señores Oyarzún y
Brito, quienes estuvieron por revocar la sentencia apelada y acoger la
reclamación por encontrarse prescrita la acción, en virtud de las
siguientes razones.
1°) Que el análisis de la materia en referencia debe iniciarse
desestimando toda posición que propugne la imprescriptibilidad de las
infracciones y sanciones administrativas, respecto de aquellas
situaciones donde la ley correspondiente no haya establecido de
manera expresa un plazo determinado para que opere la prescripción.
Como lo ha afirmado reiteradamente esta Corte, refiriéndose al tema,
la prescripción extintiva constituye un principio general de derecho que
adquiere presencia plasmándose positivamente en todo el espectro de
los distintos ordenamientos jurídicos, resultando excluida sólo en
aquellos casos donde por ley o atendida la naturaleza de la materia, se
establece la imprescriptibilidad de las acciones.
Ella representa, en efecto, junto a otras instituciones, como la
caducidad, los plazos, el abandono del procedimiento y la preclusión,
una manifestación determinante, en el ámbito de las relaciones
jurídicas, del factor tiempo, del que se ha dicho que es ?el recipiente
en donde se agita o modifica el derecho? (Pedro Lira Urquieta.
?Derecho Civil Comparado. De la Prescripción Extintiva en el Derecho
Civil Chileno?. Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1945. página
3).
Mediante la prescripción extintiva se propende al resguardo del orden
social y a la seguridad, estabilidad y consolidación de las relaciones
jurídicas; de allí que juristas como Savigny hayan afirmado que se trata
de una de las instituciones más importantes y saludables en el campo
del derecho y que se haya agregado que resulta condición
insustituible para la tranquilidad colectiva, desde que sin ella, la
sociedad sería un caos o un estado de conflicto permanente;
2°) Que, aceptándose, entonces, como premisa que, aun en el
silencio de la ley ?según ocurre en el caso de que se trata en estos
autos- las infracciones y sanciones administrativas han de someterse a
los efectos jurídicos de la prescripción, corresponde determinar la
modalidad del plazo o extensión del tiempo con que cuenta la
Administración para ejercer las acciones destinadas a fiscalizar y
sancionar los ilícitos ubicados en el ámbito de su potestad represiva;
3°) Que semejante cuestión se encuentra íntimamente vinculada con
la naturaleza de las sanciones administrativas y del Derecho
Administrativo Sancionador, bajo cuyo imperio, aquéllas se investigan
y aplican por la Administración.
Modernos cultores del Derecho Administrativo que se han preocupado
de estudiar el tema, como Otto Mayer, Guido Zanobini, Eduardo
García de Enterría y Regis Fernández de Oliveira, han asentado la
doctrina predominante en la actualidad acerca de que entre las
contravenciones administrativas y las infracciones delictuales no
existen diferencias ontológicas o de esencia sino rasgos distintivos
accidentales o de graduación cuantitativa.
Graficando esta situación se ha dicho por un destacado penalista: ?La
contravención reproduce o puede reproducir, en pequeño, todas las
cualidades o características que se atribuyen a los delitos? (Sebastián
Soler. Derecho Penal Argentino. Tomo I. Editorial TEA. Buenos Aires.
1989. Página 298).
Más claramente se ha referido a este punto el catedrático y ex
ministro de esta Corte don Enrique Cury Urzúa: ??la diferencia entre el
ilícito gubernativo (administrativo) y el penal es exclusivamente
cuantitativo. Entre ambos, en efecto, sólo puede hacerse una distinción
de magnitudes. El administrativo no es sino un injusto de significación
ético-social reducida, que, por tal razón, sólo debe ser sometido a
sanciones leves cuya imposición no requiere garantías tan severas
como las que rodean a las de la pena penal? (Curso de Derecho
Penal. Parte General. Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de
Chile. 1999. Página 76);
4 0) Que, en consonancia con tal predicamento, se entiende que el
Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho Penal tienen origen
común en el ius puniendi único del Estado, del cual constituyen
manifestaciones específicas tanto la potestad sancionatoria de la
Administración como la potestad punitiva de los Tribunales de Justicia.
De esta similitud se desprende como consecuencia la posibilidad de
aplicar supletoriamente en el ámbito de las sanciones administrativas
algunos de los principios generales que informan al derecho penal.
De allí que se haya expresado: ?cada vez que se plantea una
cuestión no prevista respecto a estas infracciones ?de índole
administrativa- se hace ineludible para los jueces recurrir a los
principios generales del derecho penal para determinar su solución?
(Enrique R. Aftalión, citado por Susana Lorenzo. ?Sanciones
Administrativas?. Editorial ?B de F?. Montevideo. 1996. Página 30)
Refiriéndose al mismo tópico, el profesor Ramiro Mendoza Zúñiga, -
quien adhiere al criterio de considerar ?la unidad esencial del orden
sancionatorio?- señala:? ?la jurisprudencia se inclina por solucionar los
casos no previstos mediante la recurrencia a los principios rectores del
ámbito penal, tanto aquella emanada del Tribunal Constitucional como
la proveniente del fuero común, donde, al menos, desde el caso
?Alessandri Rodriguez con Dirección de Impuestos Internos?(1965) la
Corte Suprema viene reiterando que las sanciones administrativas no
mudan su naturaleza de verdaderas penas por la mera circunstancia
de no haber sido establecidas por leyes exclusivamente criminales ni
por el hecho de que su aplicación corresponda a organismos distintos
de los tribunales procediendo ?por ende- trasvasar al orden
sancionador administrativo todas las garantías procesales (racional y
justo procedimiento previo, presunción de inocencia, audiencia, etc.) y
principios (legalidad, tipicidad, antijuricidad, culpabilidad, etc.) propios
del derecho penal? (?Acerca del Principio General de
Intransmisibilidad de las Multas, (en particular cuando ellas no se
encuentran ejecutoriadas?). Conferencias Santo Tomás de Aquino.
Sanciones Administrativas y Derechos Fundamentales. Santiago.
Universidad Santo Tomás; páginas 127-153);
5°) Que el enunciado precedente adquiere plena validez tratándose de
la prescripción extintiva, según se ha sostenido también por la doctrina
y la jurisprudencia, tanto nacional como extranjera.
El tratadista italiano Guido Zanobini (citado por Susana Lorenzo en la
obra antes señalada, página 118), abordando esta materia, junto con
desestimar la aplicación de las normas sobre prescripción en materia
civil al derecho administrativo, entiende que si se debe recurrir a la
analogía en los casos que la ley nada dispone, habrá que hacerlo con
las normas que regulan la prescripción en materia penal. Justifica esta
extensión analógica ya sea porque la prescripción penal se hace
aplicable a toda sanción punitiva o bien por el principio, según el cual,
las normas que limitan el rigor de las leyes restrictivas son de
interpretación extensiva.
Don Enrique Cury, en una referencia más próxima a la materia en
análisis, expone: ?En cambio, me parece errónea la afirmación,
bastante generalizada, de que las sanciones administrativas no
prescriban, salvo cuando en el precepto correspondiente se haya
establecido expresamente un plazo para ello. Como el propósito de
l artículo 20 ?del Código Penal- es hacer menos gravosa para el autor
la irrogación de penas de esta índole, permitiendo de ese modo su
manipulación más expedita, creo que la solución debe ser
precisamente la contraria. Si la norma que las crea no ha señalado un
término de prescripción, ha de aplicarse a las penas gubernativas ?se
refiere a las sanciones administrativas- el que se consagra de manera
general para las faltas, esto es, seis meses (artículo 97 inciso final del
Código Penal).
?Ello, además, está en consonancia con el precepto contenido en el
artículo 501 del Código Penal, que expresa implícitamente el propósito
de someter las sanciones administrativas al mismo tratamiento que a
las contravenciones en todo lo que les sea aplicable? (Obra citada,
página 82);
6°) Que especial atención merece, dado su incuestionable vigor
doctrinario el criterio adoptado sobre el asunto que se analiza por la
Contraloría General de la República, organismo al que, por mandato
de la Constitución Política ?artículo 98- co mpete el control de
legalidad sobre los actos de la Administración y cuyos dictámenes en
materias pertenecientes a la competencia que le es propia configuran
su jurisprudencia administrativa, la que resulta vinculante para los
órganos de la Administración, de acuerdo con lo que se prescribe en
los artículos 6° inciso final y 19 de la Ley n° 10.336 de 1952, sobre
Organización y Atribuciones del mencionado ente Contralor;
7°) Que al temperamento de que se ha hecho mención en la
consideración anteprecedente adscribe la jurisprudencia más reciente
sustentada sobre el tópico en examen por la Contraloría, de la que
constituye una manifestación específica el Dictamen n° 14.571 de 22
de marzo de 2005, en que precisamente se aborda ?tal como en el
caso de autos- el tema de la prescripción de las infracciones
sancionadas por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles
?S.E.C.- con arreglo a la Ley n° 18.410 de 1985, en la que, según se
ha expresado, no se contemplan plazos para el cese de la actividad
represiva que está facultada para ejercer dicha entidad fiscalizadora.
Luego de aludir a la doctrina reseñada en las reflexiones anteriores,
cuya fundamentación refrenda en la opinión de autores nacionales y
extranjeros en orden a que las potestades sancionatorias y punitivas
constituyen expresiones del ius puniendi general del Estado, origen
común que da pie y justifica la aplicación de los principios del derecho
penal al derecho sancionador administrativo, de acuerdo con la
jurisprudencia sustentada por el órgano contralor en materias tales
como la irretroactividad de las normas sancionatorias, el principio non
bis in idem, la prohibición de establecer sanciones por analogía, entre
otras, ante la inexistencia de una regla especial sobre prescripción de
las infracciones sancionadas por la S.E.C. y teniendo en consideración
el criterio orientador de la seguridad jurídica y especialmente, el de la
garantía constitucional establecida en el artículo 19 n° 3 de la Carta
Fundamental, relativa a la igual protección de la ley en el ejercicio del
derecho de las personas, concluye el referido dictamen determinando
que la S.E.C., en el ejercicio de sus potestades sancionatorias, debe
atenerse a las normas establecidas en el derecho penal y enfatiza en
su colofón: ?Asimismo, considerando que el Código Penal establece
plazos de prescripción distintos, según se trate de faltas, simples
delitos o crímenes, y que resulta del todo inadmisible asimilar para
estos efectos las infracciones de que se trata a crímenes o simples
delitos, no puede sino concluirse que el plazo de prescripción que
corresponde aplicar para tales infracciones es el fijado para las faltas
en el artículo 94 del mencionado Código, esto es, el plazo de seis
meses?.
En su dictamen n° 28.226 de 22 de junio de 2007 corrobora la
Contraloría la misma tesis, reforzándola con otras argumentaciones,
que, a causa de su rigor y solidez lógica, no cabe sino compartir, en el
análisis realizado desde la perspectiva jurisdiccional, como cuando
señala que ? ?la interpretación estricta que se postula como propia de
las normas de derecho público debe primero distinguir el contenido de
estas normas, de modo que sólo se interpreten restrictivamente
aquéllas que se refieren a las atribuciones de los órganos del Estado
en tanto que las que se refieren a derechos, libertades o garantías de
las personas o limitan las potestades estatales, lo sean
extensivamente, conforme a los principios que enuncia en la materia la
Constitución Política de la República. Por ello, ya sea que se considere
que las reglas sobre prescripción limitan las potestades sancionadoras
del Estado ?puesto que las acotan a su efectivo ejercicio dentro de
cierto plazo-, ya sea que se estime que ellas conciernen a los
derechos de las personas ?en cuanto dejan su esfera de intereses a
salvo del poder sancionador- es indudable que tales reglas también se
deben aplicar en aquellos ámbitos sectoriales en los que el silencio o
las omisiones del legislador no las han considerado?.
Reafirma la unidad de los ámbitos sancionatorio administrativo y
punitivo, a causa de su procedencia compartida, haciendo hincapié en
que la distinción entre ellos obedece a un criterio cuantitativo, ?puesto
que el ilícito administrativo, comparado con el de naturaleza penal, es
un injusto de significación ético-social reducida que, por razones
conveniencia y de política legislativa, se ha encargado a la
Administración? y agrega: ??aun cuando en materia administrativa se
admite cierta atenuación de los principios que limitan la potestad del
Esta do para aplicar sanciones, tolerando mayores grados de
discrecionalidad, lo cierto es que de ninguna manera ello se podría
traducir en la desaparición de tales principios, puesto que sería del
todo ilógico que el infractor administrativo carezca de derechos y
garantías que se reconocen al delincuente o que el juez penal tuviera
límites que no se apliquen al órgano administrativo sancionador?.
Enfatiza que ?no es posible aceptar que, mientras los delitos y las
penas, protectoras de bienes jurídicos superiores, se encuentren
sujetos a prescripción, no lo estén, en cambio, las infracciones y
sanciones administrativas, a pesar de cautelar bienes jurídicos de
menor entidad, que no han merecido la protección de la ley penal?.
Refiriéndose al plazo que debe computarse para estos efectos, reitera
que ?éste no puede ser otro que el de seis meses, aplicable a las
faltas, señalado en el artículo 97 del Código Penal, ya que no es
posible asimilar las infracciones administrativas a crímenes o simples
delitos?;
8°) Que la aplicación supletoria de las reglas básicas del derecho
punitivo al campo de la actividad sancionatoria ejercida por la
Administración, dada su común fuente en el ius puniendi del Estado ha
sido, asimismo, postulada por la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, según aparece de los razonamientos vertidos en la
sentencia de 28 de agosto de 1996, donde se pronunció acerca de la
constitucionalidad del proyecto que dio origen a la Ley n° 19.473,
sustitutiva del texto de Ley n° 4.601 sobre Caza (rol n° 244-1996); en
cuyo fundamento 9° se expresa: ?Que los principios inspiradores del
orden penal contemplados en la Constitución Política de la República
han de aplicarse , por regla general, al derecho administrativo
sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius puniendi
propio del Estado?. Idéntico predicamento se reitera en la sentencia
de 27 de julio de 2006, expedida con ocasión del requerimiento de
inaplicabilidad por inconstitucionalidad de diversas disposiciones de la
mencionada Ley n° 18.410, Orgánica de la Superintendencia de
Servicios Eléctricos y Combustibles y del D.F.L. n° 1 de 1982, del
Ministerio de Minería, Ley Eléctrica (rol n° 480-2006) y en el fallo de 26
de junio de 2008, en los autos rol n° 766-2007, sobre inaplicabilidad
de los artículos 6 letras b) y c) y 161 del Código Tributario;
9°) Que, como anteriormente se consignó, la misma doctrina aparece
consolidada, desde antiguo, en la jurisprudencia de esta Corte
Suprema, según puede advertirse de la lectura de los fallos recaídos
en los siguientes recursos de inaplicabilidad: ?Alessandri R. Arturo?
(27 de diciembre de 1965). Revista de Derecho y Jurisprudencia.
Tomo 62, (1965) segunda parte, sección tercera (páginas 114-119);
?Yarur A. Daniel? (31 de marzo de 1966); misma Revista. Tomo 63
(1966), segunda parte, sección primera, (páginas 94-110); ?Valdés
Freire Luis? (5 de julio de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966),
segunda parte, sección tercera, páginas 88-91; ?Banco de Crédito e
Inversiones? (12 de julio de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966),
segunda parte, sección tercera, páginas 93-95 y ?Bolumburu Pin.
Ezequiel? (13 de agoto de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966),
segunda parte, sección tercera, páginas 105-109.
En semejante línea de jurisprudencia pueden citarse también las
sentencias recaídas en los recursos de protección ?Compañía
Telefónica Manquehue?, misma Revista. Tomo 88 (1991), segunda
parte, sección quinta, páginas 47-49; en ?Brahm Yuraszeck?, misma
Revista. Tomo 88 (1991), segunda parte, sección quinta, páginas 33-
41.
Por su incidencia en el tema deben destacarse, además, dos
sentencias emanadas de esta Corte ?Tercera Sala Constitucional- que
reflejan la doctrina jurisprudencial asentada sobre la materia, ambas
expedidas a propósito de la prescripción de las acciones orientadas a
perseguir infracciones contravencionales de índole tributaria, ante el
silencio normativo que existía en tal aspecto con anterioridad a la
promulgación de la Ley n° 19.506 de 1987, que agregó un nuevo inciso
final al artículo 200 del Código del ramo, fijando un plazo general de
prescripción de tres años.
Se trataba de recursos deducidos contra sentencias en que se
sancionaban conductas transgresoras previstas en el artículo 97 n° 4
del Código Tributario, con arreglo al procedimiento establecido en su
artículo 161, por el que habí a optado el Director Regional del Servicio
de Impuestos Internos, haciendo uso de la facultad que, al respecto, le
entrega el artículo 162 inciso 3°.
El primero de esos fallos, de 19 de noviembre de 1998, puntualiza que
antes de la referida Ley n° 19.506 ?no existía norma expresa que
reglara el tiempo en que prescribían las acciones del Fisco para
perseguir la aplicación de sanciones pecuniarias como las de autos; en
consecuencia y tratándose de normas especiales, debe entenderse
que en lo no contemplado en los artículos 200 y 201 del Código
Tributario, debían aplicarse supletoriamente las normas del derecho
común que, según la materia específica, corresponde traer a colación;
que, en la especie, se trataba de hacer efectiva la responsabilidad
infraccional del contribuyente por hechos acaecidos antes de la Ley n°
19.506; por lo tanto, el derecho común aplicable es el Derecho Penal,
específicamente, su artículo 94 en cuanto dispone que, respecto de las
faltas, la acción prescribe en seis meses y su artículo 95, que
determina que ese tiempo se cuenta desde el día de la comisión del
hecho respectivo? (Rol n° 567-97 Casación civil. Redacción del
ministro señor Gálvez)
La segunda de las sentencias ?dictada el 14 de junio de 2005- que
mantuvo idéntico predicamento en relación a una materia concerniente
al tema en estudio, corresponde al recurso rol n° 4967-04 y reproduce
en lo esencial los mismos conceptos;
10°) Que, al culminar esta reseña jurisprudencial, deben citarse tres
fallos dictados también por esta Corte ?Tercera Sala- que se
pronuncian sobre idéntico tópico al abordado en la presente causa: el
plazo de prescripción de las infracciones a la normativa eléctrica
referidos en la Ley n° 18.410.
En tales sentencias aparece reiterada con claridad la doctrina
tradicional sustentada por el Tribunal acerca de la materia: ?Que ante
la ausencia de norma expresa en el ordenamiento citado ?se refiere a
la Ley n° 18.410- y tratá
ndose de disposiciones especiales, debe entenderse que en lo no
contemplado expresamente en ellas, deben aplicarse supletoriamente
las reglas del derecho común que, según la materia especifica,
corresponden. En este caso, el derecho común aplicable es el Derecho
Penal ?manifestación del mis mo ius puniendi estatal-
específicamente, su artículo 94, pues, en la especie resulta evidente
que el procedimiento infraccional persigue la sanción de una falta, en
este caso, por una infracción al ordenamiento administrativo y, por lo
tanto, debe darse esa calificación a los hechos denunciados. Dicho
precepto dispone que, respecto de las faltas, la acción prescribe en
seis meses?? (roles n° 3283-2009; 3285-2009 y 3288-2009);
11°) Que, tanto por su ancestral vinculación con el derecho patrio
nacional como por haber compartido la experiencia de no poseer una
regla positiva que estableciese un plazo general sobre prescripción en
el contexto infraccional administrativo, es útil recordar lo ocurrido en el
sistema jurídico español, donde hasta el momento de zanjarse la
cuestión en el artículo 132 de la Ley sobre Procedimiento
Administrativo Común de 1992, la jurisprudencia judicial había oscilado
en aplicar, respecto de la prescripción concerniente a la materia, entre
los plazos contemplados por el Código Penal para los delitos -5 años-
y para las faltas ?seis meses-, prevaleciendo finalmente la corriente
jurisprudencial que se inclinaba por este último plazo, cuya
fundamentación doctrinaria quedó plasmada en la sentencia del
Tribunal Supremo de marzo de 1972, la cual en su considerando
tercero expresa: ?Que, desde esta óptica, resulta necesario plantear el
problema de la ausencia de una norma reguladora de la prescripción
del ejercicio de la potestad sancionadora cuya habilitación expresa
contiene el artículo 20 de la Ley de Ordenación de Transportes
Mecánicos por Carretera de 1947 dentro del perímetro marcado en el
artículo 27 de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del
Estado; silencio que en ningún caso cabe interpretar negativamente
sino como una aceptación tácita, en el estricto sentido semántico, del
régimen general del ilícito, supraconcepto comprensivo de sus
manifestaciones fenoménicas administrativa y penal, ilícito este último
que, por implicar un reproche social más profundo, constituye el límite
máximo de los demás, según prevé el artículo 603 del Código Penal y,
en consecuencia, permite la aplicación supletoria en esta materia del
plazo de dos meses señalado en el artículo 113 para la prescripción de
las fa ltas, a no ser que se determine otra cosa por las leyes
especiales, como ya se había establecido por este Tribunal Supremo
en su sentencia de 8 de octubre de 1959 y otras posteriores,
prescripción que debe declararse incluso de oficio, en virtud del
principio de legalidad inherente a la actividad administrativa? (citada
por Antonio Domínguez Vila ?Constitución y Derecho Sancionados
Administrativo.? Marcial Pons M.P. página 163).
El precitado artículo 132 de la Ley del Procedimiento Administrativo
Común estableció un régimen general sobre plazos de prescripción en
lo contravencional para todos aquellos casos en que la ley no hubiera
señalado un término especial al efecto, graduándolos, según la
gravedad de las infracción y la extensión de la correspondiente
sanción: ?Las infracciones y sanciones prescribirán según lo dispuesto
en las leyes que las establezcan. Si éstas no fijan plazos de
prescripción, las infracciones muy graves prescribirán a los tres años,
las graves a los dos años y las leves en seis meses; las sanciones
impuestas por faltas mayores prescribirán a los tres años, las
impuestas por faltas graves a los dos años y las impuestas por faltas
leves al año;
12°) Que, con el señalado propósito y siguiendo la misma tendencia
orientada a ordenar en el ámbito del derecho nacional un criterio
uniforme sobre la materia, poniendo término a cualquiera divergencia
doctrinal o de jurisprudencia, propendía el
proyecto de Ley sobre Bases de los Procedimientos Administrativos
Sancionatorios, contenido en el Mensaje del Poder Ejecutivo, remitido
al Congreso Nacional en marzo de 2004, cuyo artículo 10, luego de
señalar en su inciso 1° que las infracciones y sanciones prescribirán
según lo dispuesto en las leyes que las establezcan, en su inciso 2°
agregaba: ?Si las leyes respectivas no establecen plazos de
prescripción, las infracciones prescribirán a los dos años de cometidas
y las sanciones impuestas, a los tres años desde la notificación del
acto sancionatorio firme?.
A pesar de que, hasta el momento, este proyecto no se ha plasmado
en ley, tiene el mérito de recoger el criterio modernamente aceptado
por la doctrina sobre el tema, que el Poder Ejecutivo colegislador
aparece haciendo suyo, en orden a la extens ión que cabe fijar a los
plazos de prescripción extintiva en el plano contravencional
administrativo, -cuando la ley no los señala de manera determinada-
regulándolos en tiempos notoriamente más exiguos que aquél de 5
años establecido para los simples delitos en el Código Penal y para las
acciones ordinarias en el Código Civil;
13°) Que, corresponde desestimar, asimismo, la opinión -que también
suele sustentarse- proclive a aplicar supletoriamente en el derecho
administrativo sancionador el plazo de 5 años establecido en el artículo
2515 del Código Civil para la prescripción de largo tiempo propia de las
acciones ordinarias vinculadas al derecho de las obligaciones, tanto
por la distinta naturaleza que ostentan las acciones relativas al ámbito
sancionatorio ?de indiscutible pertenencia al campo del Derecho
Público- y aquéllas que sirven para salvaguardar las acreencias del
derecho común, inspiradas en principios jurídicos pertenecientes al
orden privado y reguladas en dicho Código, como si se atiende a los
fundamentos sobre los que reposa el instituto de la prescripción
extintiva.
En efecto, para que ésta pueda operar deben conjugarse dos factores:
por un lado, el transcurso del tiempo y, por el otro, la inactividad del
acreedor, cuya desidia en la cautela de su derecho es castigada por el
legislador con la prescripción de la acción pertinente.
Desde esta última perspectiva, no parece razonablemente justificada
la sujeción de ambas clases de acciones al plazo común de
prescripción de 5 años, prevista en el Código Civil, puesto que no es
dable exigir el mismo grado de diligencia y esmero en el resguardo de
sus intereses a personas con patrones medianos de cultura, como son,
en general, los destinatarios del derecho común, que a los órganos de
la Administración institucionalmente encargados de ejercer las
potestades sancionatorias, cuyos integrantes necesariamente deben
contar con capacidades, destrezas y recursos jurídicos, materiales y
tecnológicos adecuados para cumplir con oportunidad el mandato que
la ley les impone en orden a fiscalizar y perseguir las conductas que
transgreden el ordenamiento administrativo en procura de su
adecuada sanción.
La conclusión obvia que de ello se sigue no puede ser otra que los
agentes fiscalizadores en lo administrativo deben contar con un
régimen general de plazos más exiguos en el ejercicio de sus
funciones de supervisión que los que el ordenamiento reconoce al
acreedor común para la cautela de sus derechos;
14°) Que, desde la perspectiva con que se ha venido analizando el
tema en cuestión, no resulta jurídicamente acertado postular, respecto
de las acciones destinadas a sancionar infracciones administrativas,
de clara adscripción al derecho público punitivo, la aplicación del
artículo 2497 del Código Civil, según el cual, las reglas relativas a la
prescripción establecidas en ese cuerpo normativo ?entre las que se
cuenta el artículo 2515- se aplican igualmente a favor y en contra del
Estado, pues, por su ubicación dentro del Código Civil en el Título XLII
con que se clausura su Libro Cuarto, que trata ?De las Obligaciones
en general y de los Contratos?, no cabe duda que el men
cionado precepto se encuentra referido únicamente a las obligaciones
que se originan en las fuentes indicadas por los artículos 1437 ?con
que se inicia precisamente el Libro Cuarto del Código- y 2284, esto es,
a las obligaciones que nacen de los contratos, de los cuasicontratos,
de los delitos y cuasidelitos ?de índole civil- y de la ley y que
esencialmente pertenecen al derecho privado o común, como ha
tenido oportunidad de señalarlo esta Corte al conocer de acciones
sobre responsabilidad patrimonial del Estado por actuaciones ilícitas
de sus agentes u originadas en declaraciones de nulidad de derecho
público;
15°) Que, en el orden de los principios rectores de los razonamientos
desarrollados precedentemente, no corresponde dar cabida a las
argumentaciones que a veces, suele aducirse acerca de que un plazo
de prescripción de seis meses resultaría exiguo para sanciones
relativas a contravenciones que afectan a bienes jurídicos de
trascendencia en el ámbito social y económico; consideración que,
resultando atendible, corresponde atender al legislador, el cual cuenta
para ello con dos vías: establecer, con carácter general, una gradación
en los plazos de prescripción, atendida la gravedad de las infracciones,
como se postula en el Proyecto de Ley sobre Bases de los
Procedimientos Administrativos Sancionatorios, a que antes se hizo
alusión; o bien fijar en la ley particular un término de prescripción
acorde con la entidad de las contravenciones a sancionar, según ha
ocurrido recientemente, con la Ley n° 20.361, que, modificando el
artículo 20 del D.L. n° 211 de 1973 que fija normas sobre Protección a
la Libre Competencia elevó, a 5 años el plazo de prescripción de las
acciones destinadas a perseguir las conductas previstas en la letra a)
del artículo 3° de dicho cuerpo legal (relacionadas con acuerdos
colusivos entre agentes económicos en desmedro de la libre
competencia en los mercados);
16°) Que, al término de las reflexiones anteriores, necesariamente
extensas, dada la importancia de la materia, no cabe sino concluir, en
congruencia con las ideas en ellas expresadas, -que han sido, en lo
esencial, compartidas por la jurisprudencia reiterada de esta Corte-
que, en ausencia de una regla específica sobre el punto ?según ocurre
en el caso de autos- las infracciones y sanciones administrativas
deben prescribir en el plazo de seis meses establecido para las faltas
en los artículos 94 y 97 del Código Penal.
17°) Que, acorde con lo razonado, como quiera en la especie los
hechos constitutivos de la infracción ocurrieron en el mes de
septiembre de 2005 y la denuncia se practicó mediante reclamo
planteado en el mes de enero de 2007, claramente entre ambas
fechas, el plazo de prescripción de seis meses había transcurrido con
largueza.
Por lo expuesto, los ministros disidentes estuvieron por revocar la
sentencia apelada y acoger el reclamo deducido en autos.

Regístrese y devuélvase.
Redacción a cargo de la Ministro doña Sonia Araneda Briones y del
voto de minoría el Ministro señor Oyarzún
Nº3357-09.

Pronunciado por la Tercera Sala de esta Corte Suprema integrada por


los Ministros Sr. Adalis Oyarzún Miranda, Sr. Pedro Pierry Arrau, Sra.
Sonia Araneda Briones, Sr. Haroldo Brito Cruz y Abogado Integrante
Sr. Guillermo Ruiz Pulido. No firma el Ministro Sr. Pierry, no obstante
haber estado en la vista y acuerdo de la causa, por estar con feriado
legal. Santiago, 10 de septiembre de 2009.

Autoriza la Secretaria Subrogante de esta Corte Suprema Sra. Carola


Herrera Brummer.

En Santiago, a diez de septiembre de dos mil nueve, notifiqué en


Secretaría por el Estado Diario la resolución precedente.

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