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El documento discute el plazo de prescripción aplicable a las infracciones administrativas relacionadas con la normativa eléctrica. Luego de analizar diversos argumentos, la Corte Suprema confirma la sentencia apelada y establece que dicho plazo será de cinco años, de acuerdo con el Código Civil. Dos ministros disienten y consideran que la acción ya estaba prescrita, pues debía aplicarse un plazo menor de seis meses.
Descrizione originale:
Sentencia Corte Suprema de Chile, referida a principios de derecho administrativo
El documento discute el plazo de prescripción aplicable a las infracciones administrativas relacionadas con la normativa eléctrica. Luego de analizar diversos argumentos, la Corte Suprema confirma la sentencia apelada y establece que dicho plazo será de cinco años, de acuerdo con el Código Civil. Dos ministros disienten y consideran que la acción ya estaba prescrita, pues debía aplicarse un plazo menor de seis meses.
El documento discute el plazo de prescripción aplicable a las infracciones administrativas relacionadas con la normativa eléctrica. Luego de analizar diversos argumentos, la Corte Suprema confirma la sentencia apelada y establece que dicho plazo será de cinco años, de acuerdo con el Código Civil. Dos ministros disienten y consideran que la acción ya estaba prescrita, pues debía aplicarse un plazo menor de seis meses.
Santiago, diez de septiembre del año dos mil nueve.
Vistos: Se elimina la primera parte del fundamento décimo de la sentencia en alzada, desde donde dice: ?Que en relación?? hasta ??por analogía?. Y se tiene, además, presente: Primero: Que conforme lo ha sostenido esta Corte es útil precisar que la circunstancia de encontrarse reguladas algunas responsabilidades por normas de derecho público no impide que ellas puedan extinguirse por el transcurso del tiempo, en razón que la prescripción es de carácter universal e indispensable para asegurar criterios de certeza y seguridad en las relaciones jurídicas y, por ello, puede operar en todas las disciplinas que pertenecen al derecho público. Por consiguiente, acorde a este predicamento, la prescripción de las acciones procede en nuestro derecho positivo como regla general, la que sólo cesa cuando por ley se determine su imprescriptibilidad; Segundo: Que asentada la premisa que la prescripción, como regla general, es aplicable también en el ámbito del derecho administrativo sancionador, cabe consignar que la Ley N°18.410 no contempla disposiciones que establezcan la imprescriptibilidad de las acciones destinadas a castigar las infracciones administrativas relativas a la normativa e léctrica; Tercero: Que ante la ausencia de norma expresa en el ordenamiento citado, y tratándose de disposiciones especiales, debe entenderse que -en lo no contemplado expresamente en ellas- deben aplicarse supletoriamente las reglas del derecho común que, según la materia específica, correspondan; Cuarto: Que en orden a dilucidar esta cuestión valga considerar que en el ámbito que se trata no corresponde aplicar la prescripción de seis meses que respecto de las faltas contempla el artículo 94 del Código Penal. En efecto, la sola circunstancia que la infracción conlleve una sanción pecuniaria no transforma ese ilícito en una falta penal o deba reputársele como tal, toda vez que esta sanción es, según el artículo 21 del Código Penal, una pena común para los crímenes, simples delitos y también para las faltas; Quinto: Que si bien la potestad sancionadora de la Administración forma parte del denominado ?ius puniendi? del Estado, no es menos cierto que la sanción administrativa es independiente de la sanción penal, por lo que debe hacerse una aplicación matizada de los principios del derecho penal en materia de sanción administrativa, no siendo razonable aplicar el plazo de prescripción de las faltas, porque al ser una prescripción de corto tiempo ?seis meses- resultaría eludida la finalidad del legislador de dar eficacia a la Administración en la represión de estos ilícitos y la sanción contemplada en la ley carecería de toda finalidad preventiva general; Sexto: Que esta independencia entre la sanción administrativa y la sanción penal queda claramente establecida si se considera que la primera puede afectar a las personas jurídicas, en cambio en la legislación penal chilena ello resultaría imposible; Séptimo: Que, por lo demás, las consideraciones que la jurisprudencia y la doctrina han venido formulando acerca de la unidad del poder sancionador del Estado -más allá de las naturales diferencias entre las sanciones administrativas y las penales- y a la necesidad de someter a unas y otras a un mismo estatuto de garantías, sus diferencias no pueden ser dejadas de comprender o soslayar y de ser apreciadas separadamente; Octavo: Que, en efecto, si bien principios elementales entre una y otra son comunes y lógicos, como ocurre con los relativos al non bis in idem, a la irretroactividad de la ley sancionadora, al principio pro reo y a la necesidad de prescripción de la respectiva acción persecutoria, no es posible desentenderse de la imposibilidad jurídica que se advierte en asimilar la contravención administrativa a una falta penal -única manera de concluir en un plazo de prescripción de seis meses para la respectiva acción persecutoria- la que surge de la naturaleza intrínseca d el castigo; Noveno: Desde luego, por cuanto la sanción penal presenta características ineludibles, suficientemente estudiadas por la doctrina, como son las de su moralidad, esto es, su fundamento ético; su aflictividad, destinada al restablecimiento del equilibrio social perturbado; su proporcionalidad a la naturaleza de la ilicitud penal de que se trate; su personalidad o individualidad; su igualdad, esto es, una misma conducta debe tener una idéntica sanción; su ejemplaridad, es decir, su potencialidad de intimidación; su publicidad, no sólo respecto del castigo sino del justo proceso que a ella condujo; su certeza e ineludibilidad; su prontitud, en relación a su comisión; su revocabilidad para remediar una eventual injusticia; su temporalidad y divisibilidad, para amoldarse a las características del hechor, todas condiciones no necesariamente presentes en la sanción administrativa, pero sí, aplicables a crímenes, simples delitos y faltas; Décimo: Que, además, si bien en doctrina es posible hablar de algunos simples delitos y faltas como ?delitos bagatelas o enanos?, no por ello han dejado de ser tratados como infracciones propias del derecho penal e interpretados de acuerdo con sus principios. De donde se desprende que por nimia que fuere la sanción anexa al hecho, éste no deja de ser delito penal por tal circunstancia; Undécimo: Que, de otra parte, tampoco puede decirse del derecho penal o del derecho procesal penal que formen parte del derecho común (Corpus Iuris Civilis),puesto que los primeros, son especiales en relación al último, atendida la limitada proporción de ciudadanos al cual se aplican, la particularísima función social que desempeñan y la finalidad directa a la cual apuntan. Por otra parte, ha sido costumbre de los juristas, desde los tiempos romanos, aludir al derecho civil como al derecho común por excelencia, puesto que todo ser humano, desde la inscripción de su nacimiento hasta aquella de su defunción, ha vivido en todos los actos jurídicos de su existencia sujeto a este derecho; y, muy excepcionalmente, al derecho penal y procesal penal, si llegara a incurrir en delito; Duodécimo: Que también es útil recordar el artículo 20 del Código Penal, en cuanto señala que ?no se reputan penas?. las multas y demás correcciones que los superiores impongan a sus subordinados y administrados en uso de su jurisdicción disciplinal o atribuciones gubernativas?. Estas últimas, las atribuciones gubernativas, son aquellas que corresponden al Estado administrador como propias del jus puniendi que le pertenece en el ámbito administrativo respectivo; Decimotercero: Que, por último, aceptar la prescripción de seis meses para la aplicación de la sanción administrativa atenta contra la debida relación y armonía que debe guardar la legislación, ya que no resulta coherente que la acción disciplinaria por responsabilidad administrativa de los funcionarios públicos prescriba en cuatro años, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 158 del Estatuto Administrativo y 154 del Estatuto Administrativo para Funcionarios Municipales y, en cambio, tratándose de la acción sancionatoria dirigida contra particulares, prescriba en el plazo de seis meses; Decimocuarto: Que, entonces, el defecto normativo de omisión de un plazo razonable y prudente de prescripción en la ley N° 18.410, en que incurriera el legislador, impone el deber de encontrar en la legislación positiva, actual y común, la solución del problema que ha sido promovido debiendo acudirse a las normas generales del derecho común dentro del ámbito civil y, en ese entendido, hacer aplicación a la regla general de prescripción extintiva de cinco años a que se refiere el artículo 2515 del Código Civil; Decimoquinto: Que, en este punto conviene destacar que la aplicación de la normativa del ordenamiento ordinario en materia de prescripción de las acciones que aquí se tratan no lo es en carácter supletorio, basada en principios generales del derecho, sino en virtud de un manda to expreso del legislador, consignado en el artículo 2497 del Código Civil, confor me al cual las reglas relativas a la prescripción se aplican igualmente a favor y en contra del Estado, de las iglesias, de las municipalidades, de los establecimientos y corporaciones nacionales y de los individuos particulares que tienen la libre administración de lo suyo; Decimosexto: Con todo, el término de prescripción para el caso de la infracción administrativa habrá de contarse desde que ocurrieron los hechos. Se confirma la sentencia apelada de cinco de mayo último, escrita a fojas 57. Adoptada con el voto en contra de los Ministros señores Oyarzún y Brito, quienes estuvieron por revocar la sentencia apelada y acoger la reclamación por encontrarse prescrita la acción, en virtud de las siguientes razones. 1°) Que el análisis de la materia en referencia debe iniciarse desestimando toda posición que propugne la imprescriptibilidad de las infracciones y sanciones administrativas, respecto de aquellas situaciones donde la ley correspondiente no haya establecido de manera expresa un plazo determinado para que opere la prescripción. Como lo ha afirmado reiteradamente esta Corte, refiriéndose al tema, la prescripción extintiva constituye un principio general de derecho que adquiere presencia plasmándose positivamente en todo el espectro de los distintos ordenamientos jurídicos, resultando excluida sólo en aquellos casos donde por ley o atendida la naturaleza de la materia, se establece la imprescriptibilidad de las acciones. Ella representa, en efecto, junto a otras instituciones, como la caducidad, los plazos, el abandono del procedimiento y la preclusión, una manifestación determinante, en el ámbito de las relaciones jurídicas, del factor tiempo, del que se ha dicho que es ?el recipiente en donde se agita o modifica el derecho? (Pedro Lira Urquieta. ?Derecho Civil Comparado. De la Prescripción Extintiva en el Derecho Civil Chileno?. Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1945. página 3). Mediante la prescripción extintiva se propende al resguardo del orden social y a la seguridad, estabilidad y consolidación de las relaciones jurídicas; de allí que juristas como Savigny hayan afirmado que se trata de una de las instituciones más importantes y saludables en el campo del derecho y que se haya agregado que resulta condición insustituible para la tranquilidad colectiva, desde que sin ella, la sociedad sería un caos o un estado de conflicto permanente; 2°) Que, aceptándose, entonces, como premisa que, aun en el silencio de la ley ?según ocurre en el caso de que se trata en estos autos- las infracciones y sanciones administrativas han de someterse a los efectos jurídicos de la prescripción, corresponde determinar la modalidad del plazo o extensión del tiempo con que cuenta la Administración para ejercer las acciones destinadas a fiscalizar y sancionar los ilícitos ubicados en el ámbito de su potestad represiva; 3°) Que semejante cuestión se encuentra íntimamente vinculada con la naturaleza de las sanciones administrativas y del Derecho Administrativo Sancionador, bajo cuyo imperio, aquéllas se investigan y aplican por la Administración. Modernos cultores del Derecho Administrativo que se han preocupado de estudiar el tema, como Otto Mayer, Guido Zanobini, Eduardo García de Enterría y Regis Fernández de Oliveira, han asentado la doctrina predominante en la actualidad acerca de que entre las contravenciones administrativas y las infracciones delictuales no existen diferencias ontológicas o de esencia sino rasgos distintivos accidentales o de graduación cuantitativa. Graficando esta situación se ha dicho por un destacado penalista: ?La contravención reproduce o puede reproducir, en pequeño, todas las cualidades o características que se atribuyen a los delitos? (Sebastián Soler. Derecho Penal Argentino. Tomo I. Editorial TEA. Buenos Aires. 1989. Página 298). Más claramente se ha referido a este punto el catedrático y ex ministro de esta Corte don Enrique Cury Urzúa: ??la diferencia entre el ilícito gubernativo (administrativo) y el penal es exclusivamente cuantitativo. Entre ambos, en efecto, sólo puede hacerse una distinción de magnitudes. El administrativo no es sino un injusto de significación ético-social reducida, que, por tal razón, sólo debe ser sometido a sanciones leves cuya imposición no requiere garantías tan severas como las que rodean a las de la pena penal? (Curso de Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de Chile. 1999. Página 76); 4 0) Que, en consonancia con tal predicamento, se entiende que el Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho Penal tienen origen común en el ius puniendi único del Estado, del cual constituyen manifestaciones específicas tanto la potestad sancionatoria de la Administración como la potestad punitiva de los Tribunales de Justicia. De esta similitud se desprende como consecuencia la posibilidad de aplicar supletoriamente en el ámbito de las sanciones administrativas algunos de los principios generales que informan al derecho penal. De allí que se haya expresado: ?cada vez que se plantea una cuestión no prevista respecto a estas infracciones ?de índole administrativa- se hace ineludible para los jueces recurrir a los principios generales del derecho penal para determinar su solución? (Enrique R. Aftalión, citado por Susana Lorenzo. ?Sanciones Administrativas?. Editorial ?B de F?. Montevideo. 1996. Página 30) Refiriéndose al mismo tópico, el profesor Ramiro Mendoza Zúñiga, - quien adhiere al criterio de considerar ?la unidad esencial del orden sancionatorio?- señala:? ?la jurisprudencia se inclina por solucionar los casos no previstos mediante la recurrencia a los principios rectores del ámbito penal, tanto aquella emanada del Tribunal Constitucional como la proveniente del fuero común, donde, al menos, desde el caso ?Alessandri Rodriguez con Dirección de Impuestos Internos?(1965) la Corte Suprema viene reiterando que las sanciones administrativas no mudan su naturaleza de verdaderas penas por la mera circunstancia de no haber sido establecidas por leyes exclusivamente criminales ni por el hecho de que su aplicación corresponda a organismos distintos de los tribunales procediendo ?por ende- trasvasar al orden sancionador administrativo todas las garantías procesales (racional y justo procedimiento previo, presunción de inocencia, audiencia, etc.) y principios (legalidad, tipicidad, antijuricidad, culpabilidad, etc.) propios del derecho penal? (?Acerca del Principio General de Intransmisibilidad de las Multas, (en particular cuando ellas no se encuentran ejecutoriadas?). Conferencias Santo Tomás de Aquino. Sanciones Administrativas y Derechos Fundamentales. Santiago. Universidad Santo Tomás; páginas 127-153); 5°) Que el enunciado precedente adquiere plena validez tratándose de la prescripción extintiva, según se ha sostenido también por la doctrina y la jurisprudencia, tanto nacional como extranjera. El tratadista italiano Guido Zanobini (citado por Susana Lorenzo en la obra antes señalada, página 118), abordando esta materia, junto con desestimar la aplicación de las normas sobre prescripción en materia civil al derecho administrativo, entiende que si se debe recurrir a la analogía en los casos que la ley nada dispone, habrá que hacerlo con las normas que regulan la prescripción en materia penal. Justifica esta extensión analógica ya sea porque la prescripción penal se hace aplicable a toda sanción punitiva o bien por el principio, según el cual, las normas que limitan el rigor de las leyes restrictivas son de interpretación extensiva. Don Enrique Cury, en una referencia más próxima a la materia en análisis, expone: ?En cambio, me parece errónea la afirmación, bastante generalizada, de que las sanciones administrativas no prescriban, salvo cuando en el precepto correspondiente se haya establecido expresamente un plazo para ello. Como el propósito de l artículo 20 ?del Código Penal- es hacer menos gravosa para el autor la irrogación de penas de esta índole, permitiendo de ese modo su manipulación más expedita, creo que la solución debe ser precisamente la contraria. Si la norma que las crea no ha señalado un término de prescripción, ha de aplicarse a las penas gubernativas ?se refiere a las sanciones administrativas- el que se consagra de manera general para las faltas, esto es, seis meses (artículo 97 inciso final del Código Penal). ?Ello, además, está en consonancia con el precepto contenido en el artículo 501 del Código Penal, que expresa implícitamente el propósito de someter las sanciones administrativas al mismo tratamiento que a las contravenciones en todo lo que les sea aplicable? (Obra citada, página 82); 6°) Que especial atención merece, dado su incuestionable vigor doctrinario el criterio adoptado sobre el asunto que se analiza por la Contraloría General de la República, organismo al que, por mandato de la Constitución Política ?artículo 98- co mpete el control de legalidad sobre los actos de la Administración y cuyos dictámenes en materias pertenecientes a la competencia que le es propia configuran su jurisprudencia administrativa, la que resulta vinculante para los órganos de la Administración, de acuerdo con lo que se prescribe en los artículos 6° inciso final y 19 de la Ley n° 10.336 de 1952, sobre Organización y Atribuciones del mencionado ente Contralor; 7°) Que al temperamento de que se ha hecho mención en la consideración anteprecedente adscribe la jurisprudencia más reciente sustentada sobre el tópico en examen por la Contraloría, de la que constituye una manifestación específica el Dictamen n° 14.571 de 22 de marzo de 2005, en que precisamente se aborda ?tal como en el caso de autos- el tema de la prescripción de las infracciones sancionadas por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles ?S.E.C.- con arreglo a la Ley n° 18.410 de 1985, en la que, según se ha expresado, no se contemplan plazos para el cese de la actividad represiva que está facultada para ejercer dicha entidad fiscalizadora. Luego de aludir a la doctrina reseñada en las reflexiones anteriores, cuya fundamentación refrenda en la opinión de autores nacionales y extranjeros en orden a que las potestades sancionatorias y punitivas constituyen expresiones del ius puniendi general del Estado, origen común que da pie y justifica la aplicación de los principios del derecho penal al derecho sancionador administrativo, de acuerdo con la jurisprudencia sustentada por el órgano contralor en materias tales como la irretroactividad de las normas sancionatorias, el principio non bis in idem, la prohibición de establecer sanciones por analogía, entre otras, ante la inexistencia de una regla especial sobre prescripción de las infracciones sancionadas por la S.E.C. y teniendo en consideración el criterio orientador de la seguridad jurídica y especialmente, el de la garantía constitucional establecida en el artículo 19 n° 3 de la Carta Fundamental, relativa a la igual protección de la ley en el ejercicio del derecho de las personas, concluye el referido dictamen determinando que la S.E.C., en el ejercicio de sus potestades sancionatorias, debe atenerse a las normas establecidas en el derecho penal y enfatiza en su colofón: ?Asimismo, considerando que el Código Penal establece plazos de prescripción distintos, según se trate de faltas, simples delitos o crímenes, y que resulta del todo inadmisible asimilar para estos efectos las infracciones de que se trata a crímenes o simples delitos, no puede sino concluirse que el plazo de prescripción que corresponde aplicar para tales infracciones es el fijado para las faltas en el artículo 94 del mencionado Código, esto es, el plazo de seis meses?. En su dictamen n° 28.226 de 22 de junio de 2007 corrobora la Contraloría la misma tesis, reforzándola con otras argumentaciones, que, a causa de su rigor y solidez lógica, no cabe sino compartir, en el análisis realizado desde la perspectiva jurisdiccional, como cuando señala que ? ?la interpretación estricta que se postula como propia de las normas de derecho público debe primero distinguir el contenido de estas normas, de modo que sólo se interpreten restrictivamente aquéllas que se refieren a las atribuciones de los órganos del Estado en tanto que las que se refieren a derechos, libertades o garantías de las personas o limitan las potestades estatales, lo sean extensivamente, conforme a los principios que enuncia en la materia la Constitución Política de la República. Por ello, ya sea que se considere que las reglas sobre prescripción limitan las potestades sancionadoras del Estado ?puesto que las acotan a su efectivo ejercicio dentro de cierto plazo-, ya sea que se estime que ellas conciernen a los derechos de las personas ?en cuanto dejan su esfera de intereses a salvo del poder sancionador- es indudable que tales reglas también se deben aplicar en aquellos ámbitos sectoriales en los que el silencio o las omisiones del legislador no las han considerado?. Reafirma la unidad de los ámbitos sancionatorio administrativo y punitivo, a causa de su procedencia compartida, haciendo hincapié en que la distinción entre ellos obedece a un criterio cuantitativo, ?puesto que el ilícito administrativo, comparado con el de naturaleza penal, es un injusto de significación ético-social reducida que, por razones conveniencia y de política legislativa, se ha encargado a la Administración? y agrega: ??aun cuando en materia administrativa se admite cierta atenuación de los principios que limitan la potestad del Esta do para aplicar sanciones, tolerando mayores grados de discrecionalidad, lo cierto es que de ninguna manera ello se podría traducir en la desaparición de tales principios, puesto que sería del todo ilógico que el infractor administrativo carezca de derechos y garantías que se reconocen al delincuente o que el juez penal tuviera límites que no se apliquen al órgano administrativo sancionador?. Enfatiza que ?no es posible aceptar que, mientras los delitos y las penas, protectoras de bienes jurídicos superiores, se encuentren sujetos a prescripción, no lo estén, en cambio, las infracciones y sanciones administrativas, a pesar de cautelar bienes jurídicos de menor entidad, que no han merecido la protección de la ley penal?. Refiriéndose al plazo que debe computarse para estos efectos, reitera que ?éste no puede ser otro que el de seis meses, aplicable a las faltas, señalado en el artículo 97 del Código Penal, ya que no es posible asimilar las infracciones administrativas a crímenes o simples delitos?; 8°) Que la aplicación supletoria de las reglas básicas del derecho punitivo al campo de la actividad sancionatoria ejercida por la Administración, dada su común fuente en el ius puniendi del Estado ha sido, asimismo, postulada por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, según aparece de los razonamientos vertidos en la sentencia de 28 de agosto de 1996, donde se pronunció acerca de la constitucionalidad del proyecto que dio origen a la Ley n° 19.473, sustitutiva del texto de Ley n° 4.601 sobre Caza (rol n° 244-1996); en cuyo fundamento 9° se expresa: ?Que los principios inspiradores del orden penal contemplados en la Constitución Política de la República han de aplicarse , por regla general, al derecho administrativo sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius puniendi propio del Estado?. Idéntico predicamento se reitera en la sentencia de 27 de julio de 2006, expedida con ocasión del requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad de diversas disposiciones de la mencionada Ley n° 18.410, Orgánica de la Superintendencia de Servicios Eléctricos y Combustibles y del D.F.L. n° 1 de 1982, del Ministerio de Minería, Ley Eléctrica (rol n° 480-2006) y en el fallo de 26 de junio de 2008, en los autos rol n° 766-2007, sobre inaplicabilidad de los artículos 6 letras b) y c) y 161 del Código Tributario; 9°) Que, como anteriormente se consignó, la misma doctrina aparece consolidada, desde antiguo, en la jurisprudencia de esta Corte Suprema, según puede advertirse de la lectura de los fallos recaídos en los siguientes recursos de inaplicabilidad: ?Alessandri R. Arturo? (27 de diciembre de 1965). Revista de Derecho y Jurisprudencia. Tomo 62, (1965) segunda parte, sección tercera (páginas 114-119); ?Yarur A. Daniel? (31 de marzo de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966), segunda parte, sección primera, (páginas 94-110); ?Valdés Freire Luis? (5 de julio de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966), segunda parte, sección tercera, páginas 88-91; ?Banco de Crédito e Inversiones? (12 de julio de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966), segunda parte, sección tercera, páginas 93-95 y ?Bolumburu Pin. Ezequiel? (13 de agoto de 1966); misma Revista. Tomo 63 (1966), segunda parte, sección tercera, páginas 105-109. En semejante línea de jurisprudencia pueden citarse también las sentencias recaídas en los recursos de protección ?Compañía Telefónica Manquehue?, misma Revista. Tomo 88 (1991), segunda parte, sección quinta, páginas 47-49; en ?Brahm Yuraszeck?, misma Revista. Tomo 88 (1991), segunda parte, sección quinta, páginas 33- 41. Por su incidencia en el tema deben destacarse, además, dos sentencias emanadas de esta Corte ?Tercera Sala Constitucional- que reflejan la doctrina jurisprudencial asentada sobre la materia, ambas expedidas a propósito de la prescripción de las acciones orientadas a perseguir infracciones contravencionales de índole tributaria, ante el silencio normativo que existía en tal aspecto con anterioridad a la promulgación de la Ley n° 19.506 de 1987, que agregó un nuevo inciso final al artículo 200 del Código del ramo, fijando un plazo general de prescripción de tres años. Se trataba de recursos deducidos contra sentencias en que se sancionaban conductas transgresoras previstas en el artículo 97 n° 4 del Código Tributario, con arreglo al procedimiento establecido en su artículo 161, por el que habí a optado el Director Regional del Servicio de Impuestos Internos, haciendo uso de la facultad que, al respecto, le entrega el artículo 162 inciso 3°. El primero de esos fallos, de 19 de noviembre de 1998, puntualiza que antes de la referida Ley n° 19.506 ?no existía norma expresa que reglara el tiempo en que prescribían las acciones del Fisco para perseguir la aplicación de sanciones pecuniarias como las de autos; en consecuencia y tratándose de normas especiales, debe entenderse que en lo no contemplado en los artículos 200 y 201 del Código Tributario, debían aplicarse supletoriamente las normas del derecho común que, según la materia específica, corresponde traer a colación; que, en la especie, se trataba de hacer efectiva la responsabilidad infraccional del contribuyente por hechos acaecidos antes de la Ley n° 19.506; por lo tanto, el derecho común aplicable es el Derecho Penal, específicamente, su artículo 94 en cuanto dispone que, respecto de las faltas, la acción prescribe en seis meses y su artículo 95, que determina que ese tiempo se cuenta desde el día de la comisión del hecho respectivo? (Rol n° 567-97 Casación civil. Redacción del ministro señor Gálvez) La segunda de las sentencias ?dictada el 14 de junio de 2005- que mantuvo idéntico predicamento en relación a una materia concerniente al tema en estudio, corresponde al recurso rol n° 4967-04 y reproduce en lo esencial los mismos conceptos; 10°) Que, al culminar esta reseña jurisprudencial, deben citarse tres fallos dictados también por esta Corte ?Tercera Sala- que se pronuncian sobre idéntico tópico al abordado en la presente causa: el plazo de prescripción de las infracciones a la normativa eléctrica referidos en la Ley n° 18.410. En tales sentencias aparece reiterada con claridad la doctrina tradicional sustentada por el Tribunal acerca de la materia: ?Que ante la ausencia de norma expresa en el ordenamiento citado ?se refiere a la Ley n° 18.410- y tratá ndose de disposiciones especiales, debe entenderse que en lo no contemplado expresamente en ellas, deben aplicarse supletoriamente las reglas del derecho común que, según la materia especifica, corresponden. En este caso, el derecho común aplicable es el Derecho Penal ?manifestación del mis mo ius puniendi estatal- específicamente, su artículo 94, pues, en la especie resulta evidente que el procedimiento infraccional persigue la sanción de una falta, en este caso, por una infracción al ordenamiento administrativo y, por lo tanto, debe darse esa calificación a los hechos denunciados. Dicho precepto dispone que, respecto de las faltas, la acción prescribe en seis meses?? (roles n° 3283-2009; 3285-2009 y 3288-2009); 11°) Que, tanto por su ancestral vinculación con el derecho patrio nacional como por haber compartido la experiencia de no poseer una regla positiva que estableciese un plazo general sobre prescripción en el contexto infraccional administrativo, es útil recordar lo ocurrido en el sistema jurídico español, donde hasta el momento de zanjarse la cuestión en el artículo 132 de la Ley sobre Procedimiento Administrativo Común de 1992, la jurisprudencia judicial había oscilado en aplicar, respecto de la prescripción concerniente a la materia, entre los plazos contemplados por el Código Penal para los delitos -5 años- y para las faltas ?seis meses-, prevaleciendo finalmente la corriente jurisprudencial que se inclinaba por este último plazo, cuya fundamentación doctrinaria quedó plasmada en la sentencia del Tribunal Supremo de marzo de 1972, la cual en su considerando tercero expresa: ?Que, desde esta óptica, resulta necesario plantear el problema de la ausencia de una norma reguladora de la prescripción del ejercicio de la potestad sancionadora cuya habilitación expresa contiene el artículo 20 de la Ley de Ordenación de Transportes Mecánicos por Carretera de 1947 dentro del perímetro marcado en el artículo 27 de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado; silencio que en ningún caso cabe interpretar negativamente sino como una aceptación tácita, en el estricto sentido semántico, del régimen general del ilícito, supraconcepto comprensivo de sus manifestaciones fenoménicas administrativa y penal, ilícito este último que, por implicar un reproche social más profundo, constituye el límite máximo de los demás, según prevé el artículo 603 del Código Penal y, en consecuencia, permite la aplicación supletoria en esta materia del plazo de dos meses señalado en el artículo 113 para la prescripción de las fa ltas, a no ser que se determine otra cosa por las leyes especiales, como ya se había establecido por este Tribunal Supremo en su sentencia de 8 de octubre de 1959 y otras posteriores, prescripción que debe declararse incluso de oficio, en virtud del principio de legalidad inherente a la actividad administrativa? (citada por Antonio Domínguez Vila ?Constitución y Derecho Sancionados Administrativo.? Marcial Pons M.P. página 163). El precitado artículo 132 de la Ley del Procedimiento Administrativo Común estableció un régimen general sobre plazos de prescripción en lo contravencional para todos aquellos casos en que la ley no hubiera señalado un término especial al efecto, graduándolos, según la gravedad de las infracción y la extensión de la correspondiente sanción: ?Las infracciones y sanciones prescribirán según lo dispuesto en las leyes que las establezcan. Si éstas no fijan plazos de prescripción, las infracciones muy graves prescribirán a los tres años, las graves a los dos años y las leves en seis meses; las sanciones impuestas por faltas mayores prescribirán a los tres años, las impuestas por faltas graves a los dos años y las impuestas por faltas leves al año; 12°) Que, con el señalado propósito y siguiendo la misma tendencia orientada a ordenar en el ámbito del derecho nacional un criterio uniforme sobre la materia, poniendo término a cualquiera divergencia doctrinal o de jurisprudencia, propendía el proyecto de Ley sobre Bases de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios, contenido en el Mensaje del Poder Ejecutivo, remitido al Congreso Nacional en marzo de 2004, cuyo artículo 10, luego de señalar en su inciso 1° que las infracciones y sanciones prescribirán según lo dispuesto en las leyes que las establezcan, en su inciso 2° agregaba: ?Si las leyes respectivas no establecen plazos de prescripción, las infracciones prescribirán a los dos años de cometidas y las sanciones impuestas, a los tres años desde la notificación del acto sancionatorio firme?. A pesar de que, hasta el momento, este proyecto no se ha plasmado en ley, tiene el mérito de recoger el criterio modernamente aceptado por la doctrina sobre el tema, que el Poder Ejecutivo colegislador aparece haciendo suyo, en orden a la extens ión que cabe fijar a los plazos de prescripción extintiva en el plano contravencional administrativo, -cuando la ley no los señala de manera determinada- regulándolos en tiempos notoriamente más exiguos que aquél de 5 años establecido para los simples delitos en el Código Penal y para las acciones ordinarias en el Código Civil; 13°) Que, corresponde desestimar, asimismo, la opinión -que también suele sustentarse- proclive a aplicar supletoriamente en el derecho administrativo sancionador el plazo de 5 años establecido en el artículo 2515 del Código Civil para la prescripción de largo tiempo propia de las acciones ordinarias vinculadas al derecho de las obligaciones, tanto por la distinta naturaleza que ostentan las acciones relativas al ámbito sancionatorio ?de indiscutible pertenencia al campo del Derecho Público- y aquéllas que sirven para salvaguardar las acreencias del derecho común, inspiradas en principios jurídicos pertenecientes al orden privado y reguladas en dicho Código, como si se atiende a los fundamentos sobre los que reposa el instituto de la prescripción extintiva. En efecto, para que ésta pueda operar deben conjugarse dos factores: por un lado, el transcurso del tiempo y, por el otro, la inactividad del acreedor, cuya desidia en la cautela de su derecho es castigada por el legislador con la prescripción de la acción pertinente. Desde esta última perspectiva, no parece razonablemente justificada la sujeción de ambas clases de acciones al plazo común de prescripción de 5 años, prevista en el Código Civil, puesto que no es dable exigir el mismo grado de diligencia y esmero en el resguardo de sus intereses a personas con patrones medianos de cultura, como son, en general, los destinatarios del derecho común, que a los órganos de la Administración institucionalmente encargados de ejercer las potestades sancionatorias, cuyos integrantes necesariamente deben contar con capacidades, destrezas y recursos jurídicos, materiales y tecnológicos adecuados para cumplir con oportunidad el mandato que la ley les impone en orden a fiscalizar y perseguir las conductas que transgreden el ordenamiento administrativo en procura de su adecuada sanción. La conclusión obvia que de ello se sigue no puede ser otra que los agentes fiscalizadores en lo administrativo deben contar con un régimen general de plazos más exiguos en el ejercicio de sus funciones de supervisión que los que el ordenamiento reconoce al acreedor común para la cautela de sus derechos; 14°) Que, desde la perspectiva con que se ha venido analizando el tema en cuestión, no resulta jurídicamente acertado postular, respecto de las acciones destinadas a sancionar infracciones administrativas, de clara adscripción al derecho público punitivo, la aplicación del artículo 2497 del Código Civil, según el cual, las reglas relativas a la prescripción establecidas en ese cuerpo normativo ?entre las que se cuenta el artículo 2515- se aplican igualmente a favor y en contra del Estado, pues, por su ubicación dentro del Código Civil en el Título XLII con que se clausura su Libro Cuarto, que trata ?De las Obligaciones en general y de los Contratos?, no cabe duda que el men cionado precepto se encuentra referido únicamente a las obligaciones que se originan en las fuentes indicadas por los artículos 1437 ?con que se inicia precisamente el Libro Cuarto del Código- y 2284, esto es, a las obligaciones que nacen de los contratos, de los cuasicontratos, de los delitos y cuasidelitos ?de índole civil- y de la ley y que esencialmente pertenecen al derecho privado o común, como ha tenido oportunidad de señalarlo esta Corte al conocer de acciones sobre responsabilidad patrimonial del Estado por actuaciones ilícitas de sus agentes u originadas en declaraciones de nulidad de derecho público; 15°) Que, en el orden de los principios rectores de los razonamientos desarrollados precedentemente, no corresponde dar cabida a las argumentaciones que a veces, suele aducirse acerca de que un plazo de prescripción de seis meses resultaría exiguo para sanciones relativas a contravenciones que afectan a bienes jurídicos de trascendencia en el ámbito social y económico; consideración que, resultando atendible, corresponde atender al legislador, el cual cuenta para ello con dos vías: establecer, con carácter general, una gradación en los plazos de prescripción, atendida la gravedad de las infracciones, como se postula en el Proyecto de Ley sobre Bases de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios, a que antes se hizo alusión; o bien fijar en la ley particular un término de prescripción acorde con la entidad de las contravenciones a sancionar, según ha ocurrido recientemente, con la Ley n° 20.361, que, modificando el artículo 20 del D.L. n° 211 de 1973 que fija normas sobre Protección a la Libre Competencia elevó, a 5 años el plazo de prescripción de las acciones destinadas a perseguir las conductas previstas en la letra a) del artículo 3° de dicho cuerpo legal (relacionadas con acuerdos colusivos entre agentes económicos en desmedro de la libre competencia en los mercados); 16°) Que, al término de las reflexiones anteriores, necesariamente extensas, dada la importancia de la materia, no cabe sino concluir, en congruencia con las ideas en ellas expresadas, -que han sido, en lo esencial, compartidas por la jurisprudencia reiterada de esta Corte- que, en ausencia de una regla específica sobre el punto ?según ocurre en el caso de autos- las infracciones y sanciones administrativas deben prescribir en el plazo de seis meses establecido para las faltas en los artículos 94 y 97 del Código Penal. 17°) Que, acorde con lo razonado, como quiera en la especie los hechos constitutivos de la infracción ocurrieron en el mes de septiembre de 2005 y la denuncia se practicó mediante reclamo planteado en el mes de enero de 2007, claramente entre ambas fechas, el plazo de prescripción de seis meses había transcurrido con largueza. Por lo expuesto, los ministros disidentes estuvieron por revocar la sentencia apelada y acoger el reclamo deducido en autos.
Regístrese y devuélvase. Redacción a cargo de la Ministro doña Sonia Araneda Briones y del voto de minoría el Ministro señor Oyarzún Nº3357-09.
Pronunciado por la Tercera Sala de esta Corte Suprema integrada por
los Ministros Sr. Adalis Oyarzún Miranda, Sr. Pedro Pierry Arrau, Sra. Sonia Araneda Briones, Sr. Haroldo Brito Cruz y Abogado Integrante Sr. Guillermo Ruiz Pulido. No firma el Ministro Sr. Pierry, no obstante haber estado en la vista y acuerdo de la causa, por estar con feriado legal. Santiago, 10 de septiembre de 2009.
Autoriza la Secretaria Subrogante de esta Corte Suprema Sra. Carola
Herrera Brummer.
En Santiago, a diez de septiembre de dos mil nueve, notifiqué en
Secretaría por el Estado Diario la resolución precedente.
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