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ENSAYO SOBRE LA OBEDIENCIA DEL DERECHO

INTRODUCCIÓN

¿El Derecho debe ser justo? ¿Debemos obedecer al Derecho?

Ambas interrogantes están relacionadas en forma estrecha. Si a la primera pregunta


respondemos que el derecho no necesita ser justo para ser tal, pero sí debe o
debería serlo para gozar de plena validez o fuerza obligatoria. Es decir, que si bien
la eficacia del Derecho no depende de su justicia, su obediencia sí.

DESARROLLO

Como acota Elías Díaz, en este problema de la obediencia al Derecho no debemos


confundir el aspecto jurídico (y político-jurídico) con su aspecto o sentido ético de
fondo.1 En tal virtud, es menester distinguir entre la obligación jurídica y la obligación
ética. “La obligación jurídica tiene, ante todo, un carácter hipotético: uno debe
obedecer si no quiere tener que asumir, porque sufrir, las consecuencias
(sanciones) que el legislador ha previsto y puede imponer en caso de
incumplimiento de la norma; y la validez de esta norma deriva …. De su
promulgación concordante con una norma superior a ella, que a su vez no posee
sino un carácter hipotético. El deber ser ético implica, un cambio, que uno mismo,
cada uno, a través de su razón, su emotividad o su conciencia individual se lo
impone ya entonces casi incondicionalmente, es decir que, en tanto cuánto que
pertenece como tal deber ético, posee para él un carácter necesario e, incluso, un
carácter absoluto, siempre situado dentro del propio proceso histórico temporal, en
interacción subjetivoindividual y subjetivosocial”.2

La obediencia del Derecho es principalmente de carácter ético. Por ello, el tema de


la obediencia al Derecho no interroga sobre sí el Derecho obliga jurídicamente si no
sobre si el Derecho obliga ética o moralmente. En suma, no nos enfrentamos a

1
Cfr. Elías Díaz, de la maldad estatal y la soberanía popular, Debate, Madrid, 1984, p. 77.
2
Ibid., pp. 77-78.
preguntas relativas a la eficacia del Derecho, si no a su validez en el sentido de
obligatoriedad o deber moral.

Una ley, una norma de Derecho, obligan jurídicamente desde que se les dota de
juridicidad y, por lo tanto, de la coacción como garantía para asegurar su
cumplimiento, lo cual no implica ni excluye que esa ley o norma gocen o no de
obligatoriedad moral.

Desobediencia civil y objeción de conciencia

Ahora bien, las conductas de un gobernado puede asumir ante una ley, política o
acción gubernamental injustas pueden ser varias y, a su vez, pueden estar
sustentadas en diferentes razones ético-políticas. Por ejemplo, una actitud extrema
dentro de las posibilidades existentes en la de una franca oposición a todo el
sistema político-jurídico por considerarlo injusto, enfrentándolo incluso por vía de la
violencia, con las armas. Aquí estamos ante una acción revolucionaria que legitima
su proceder en razón de implantar la necesidad de un concepto de justicia diferente
del mantenido en el régimen jurídico.

Por supuesto, una actitud así presupone que los actores asumen que su conducta
es moralmente correcta, que actúan en conciencia y con conciencia. En este caso,
quienes optan por la vía revolucionaria piensan que no existen otros medios
efectivos para enfrentar las leyes y el régimen injustos, quedando descalificados los
medios legales y políticos que el sistema prevé para ello, si es que los prevé.

Viéndolo en otro extremo se halla la actitud de sumisión total por parte de los
gobernados o cualquier ley o acto de gobierno a pesar de su injusticia.

La desobediencia civil y la objeción de conciencia son dos actitudes ético-políticas


que pueden asumirse ante leyes o actos de gobierno considerados injustos y que
se ubicarían en el punto medio de la revolución y la sumisión.3 Para John Rawls la

3
Hay en efecto, como bien advierte Jorge F. Malem Seña, diferencias sustantivas entre la acción revolucionaria
y la desobediencia civil que merecen subrayarse. Así, por más que la segunda pueda parecer una acción
“revolucionaria” en un sentido amplio, no busca un cambio extrasistemático o anticonstitucional como la
revolución si pretende. Véase Jorge F. Malem Seña, concepto y justificación de la desobediencia civil, Ariel,
Barcelona, 1988, pp.47-48. Para la distribución entre desobediencia civil, objeción de conciencia y otras figuras
desobediencia civil es el “…acto legal público, no violento, de conciencia pero
de carácter político, realizado habitualmente con el fin de provocar un cambio
en la legislación buena política gubernativa”.4Se trata, entonces, de la asunción
de una actitud de resistencia que no niega validez al régimen de derecho o el
sistema político en su totalidad, sino a ciertas leyes o actos gubernamentales5.

Ejemplos de desobediencia civil son la negativa al pago de impuestos, el bloqueo


en la vía pública, la toma pacifica de instalaciones gubernamentales, etc. Por las
singularidades de la violación que adoptan sus actos, la desobediencia civil puede
ser directa, si implica la contravención de la misma ley calificada de injusta, o
indirecta, si por el contrario se oculta por actos de resistencia que no comportan la
violación de la ley impugnada6. Tal es el caso de la negativa a pagar impuestos
como modo de protesta contra una ley o contracciones o políticas de gobierno
calificadas de injustas.

La desobediencia civil puede ir acompañada a realizarse con independencia de las


acciones legales que el sistema jurídico establezca, de hecho, como apunta Rawls:
“Quienes recurren a la desobediencia civil para protestar contra leyes injustas no
están dispuestos a desistir si los tribunales se manifiestan en desacuerdo con
ellos…”

Y si en cambio, aunque parezca contradictorio, a sufrir las consecuencias legales


que la infracción a la ley les acarrea, precisamente porque han expresado
fidelidad al ordenamiento jurídico en su conjunto y es la justicia en que se
asienta, y no sólo a su legalidad a la que apelan.

que aquí no hemos analizado, véase ibid., “Delimitación conceptual de la desobediencia civil”, capítulo 3, pp.
47-59.
4
John Rawls, “Teoría de la desobediencia civil”, trad. Ma. Dolores González Soler, filosofía del derecho, FCE,
México, 1978, p. 174.
5
John Rawls opina: “Mi idea es que en un régimen democrático razonablemente justo (aunque por supuesto
no perfectamente justo) la desobediencia civil, cuando está justificada, ha de entenderse normalmente como
una acción política dirigida al sentido de justicia de la mayoría al fin de instarla a reconsiderar las medidas
objeto de protestas y advertir que en la firma opinión de los disidentes no se están respetando las
condiciones de cooperación social. Véase John Rawls, “La justificación de la desobediencia civil”, justicia,
equidad, trad. Miguel ´´Ángel Rodilla, Tecnos, Madrid, 1986, p. 90.
6
Cfr. Ibid., p. 174.
La desobediencia civil es un acto público, sustentado en razones de moral social,
con el concepto de justicia comúnmente aceptado y normalmente planteado por el
propio ordenamiento jurídico en su norma máxima, la Constitución. Los actos de
desobediencia civil persiguen repercusiones políticas que redundan en un cambio
de hacer gubernamental o en la abrogación de una ley.

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