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Resumen
Este artículo pretende profundizar en la subalternidad de la
inmigración china a partir de la crónica policial. La investigación se
basa principalmente en fuentes primarias que incluyen algunos de los
periódicos y revistas peruanos más importantes y representativos (El
Comercio, La Prensa y Variedades). Al demostrar que la pasividad, la
cobardía y la debilidad son características notables que determinan la
feminidad del inmigrante chino, esta investigación destaca la
importancia de los roles de género y su tendencia a perpetuar las
desigualdades de poder. El objetivo es demostrar que la crónica
policial concibe este sujeto en oposición al sujeto ideal que se
pretendió cultivar durante la República Aristocrática (1895-1919), en
una época en que la modernidad de la nación era entendida en función
de la exclusión de unos y otros.
Palabras clave: Inmigración china, crónica policial, subalternidad,
República Aristocrática.
Abstract
This article aims to delve into the subalternity of Chinese immigration
from chronicle of crime. The research draws upon mostly primary sources
that includes some of the most important and representative Peruvian
newspapers and magazines (El Comercio, La Prensa and Variedades ).
Through showing that passivity, cowardice and weakness are notable
features that determine femininity of chinese inmigrant; this research
highlights the importance of gender roles and its tend to perpetuate the
power inequalities. The goal is to show that the chronicle of crime
conceives this subjet as opposed to the ideal subject that is intended
to cultivate during the Aristocratic Republic (1895-1919), at time when
modernity of the nation was understood in terms of exclusion from
one and another.
Keywords: Chinese immigration, chronicle of crime, subalternity,
Aristocratic Republic.
Recibido: 22.12.16 Aceptado: 13.05.17
decentes, los trabajadores, los masculinos frente a los otros. Ambas crónicas
policiales, ocurridas de manera cotidiana y coyuntural respectivamente,
evidenciaron que si el delito proviene de la sociedad peruana a la inmigración
china, este se debe revertir a través la feminidad de los chinos, pues aquello fuera
de lo natural es reprochable.
Las agresiones a los menores por parte de los chinos fueron tema
recurrente en los diarios a lo largo de los años. Así, se informó de golpes y
puñaladas, pero también de secuestros y asesinatos. Muchas veces no era
necesario siquiera las pruebas, sino la simple sospecha para acusar al inmigrante
chino, tal como plasma la crónica policial titulada “Secuestrado”: “Ha sido
detenido en la intendencia de policía, el chino San Ton de quien se sospecha sea
el autor del secuestro del menor Carlos Bolívar, desaparecido hace dos días” (La
Crónica, 15 de febrero de 1914, 3). En tal sentido, aunque es verdad que los
delitos existieron, también es cierto que la crónica policial aprovechó esta
oportunidad para reforzar el imaginario social sobre el chino, en especial, lo
referente a su agresividad. Como se recuerda, el inmigrante chino poseía rasgos
de femineidad, en el sentido de mostrarse pasivo, débil y quejoso; algo ajeno a la
inusitada violencia que adquiere como delincuente y que lo acerca más bien a una
masculinidad, eso sí, inferior. En esas tensiones entre lo femenino y lo masculino,
el sujeto no puede volcarse sobre lo masculino hegemónico (el criollo) o sobre las
otras masculinidades superiores, de ahí que solo pueda actuar sobre los grupos
más débiles: los niños y las mujeres. La violencia contra los niños, en ese sentido,
permite naturalizar las relaciones de poder establecidas entre superiores e
inferiores, sin descuidar la idea de que el chino es peligroso. De hecho, su delito
se torna más escandaloso y cuestionable por tratarse de menores de edad.
La madre del niño eleva su queja al celador municipal y este que debió
remitir el hecho a conocimiento de la autoridad de policía, a influencia
de otro chino, ordenó que el golpeador siguiera su camino como si tal
cosa.
El maltrato del inmigrante chino al niño, una vez más, sirve para la
distinción de su subalternidad. Y es que si bien se describe la agresión del
encomendero Liao Sang de manera breve y concisa: “[el chino] le había pegado un
palo a un hijo suyo de pocos años de edad”, el discurso no pierde tiempo en
proyectar de manera implícita una imagen cruel e insensible de este. La mención
a la temprana edad del niño sirve para tal fin, además que se establece a partir de
ahí un proceso de victimización, vale decir un lazo de conmiseración y empatía
con la víctima. En la sucesión de ello, el cronista sanciona al agresor y se identifica
con el malestar del padre de familia, Marcos Espinoza: “Justamente indignado,
Espinoza se dirigió a la encomendería de Liao Sang, a quien increpó en su
conducta, pero el chino, irascible de suyo, armó una grita infernal”
[…] esto atrajo al inspector N°52, quien sin enterarse de lo que ocurría
ordenó de malas maneras a Espinoza que se retirara y como este
pidiera el castigo de Liao Sang, el inspector se sulfuró y enarbolando la
vara, descargó rudos golpes. (El Comercio, 14 de febrero de 1905, 24)
Notas
1
Josefina Ludmer en El cuerpo del delito (1999) realiza un recorrido por la literatura
argentina con el fin de indagar en las particularidades del relato sobre el delito. Su premisa
es que el delito es un artefacto histórico que sirve para delimitar la historia e identidad
nacional, pues circunscribe las pertenencias y exclusiones. En tal sentido, el delito es un
instrumento que organiza también la historia literaria del siglo XX.
2
La feminidad es parte de la degeneración asiática. No obstante Salessi, en su libro
Médicos, maleantes y maricas (1995), señala que si bien la desviación sexual era una marca
marginal esta podía ser tolerada dentro de las clases altas. El miedo más bien se orienta a
las clases obreras, burguesas y también a los inmigrantes extranjeros: rostros masculinos
nuevos. La construcción de la inversión sexual o feminidad se dirige a ellos para
contrarrestar este miedo.
3
La inestabilidad económica durante los primeros años del período encontró culpables en
la presencia asiática, pues diversos factores como la reactivación de la inmigración china,
los reducidos salarios que estos percibían y la paulatina monopolización del comercio
urbano y la industria china, confirmaron su posicionamiento laboral. Así, a ojos de los
obreros, la llegada de más inmigrantes chinos debía ser impedida. Dicho sector, cada vez
más marginado y desplazado, no encontró sino en el chino el motivo de sus pesares. Algo
que se observó en las protestas del 9, 17 y 29 de mayo de 1909, donde con el respaldo de la
prensa —sobre todo de los diarios anarquistas y sindicalistas— se llegó a grandes niveles
de violencia, siendo agredidos los chinos y saqueadas sus encomenderías.
4
En su estudio sobre la inmigración africana y su presencia en la sociedad peruana, Marcel
Velázquez (2005) da cuenta de la necesidad que tuvieron los esclavos africanos para
apropiarse de los símbolos culturales de sus amos y también de la plebe. Y es que solo de
esta manera podían legitimar sus modelos de género masculino y femenino. Como se ha
venido afirmando, la asignación del género expresó una relación de poder y partió del
reconocimiento cultural. Ello se fue formando desde hacía mucho tiempo y como tal se
trasladó al período de la República Aristocrática.
5
La coyuntura política de China, en particular la rebelión bóxer (1900-1901), es traída así a
colación para resaltar el carácter violento y xenofóbico de los chinos. Y es que esta
rebelión surgió contra la influencia de Occidente en el comercio, la política, la religión y la
tecnología; por esta razón causó la muerte de cerca de 230 extranjeros y miles de chinos
cristianos.
6
La infografía corresponde a una fotografía en primer plano del asesino Allón Llun con su
uniforme de colegio.
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