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Parirse “Madre”

Introducción

Este ensayo tiene la complejidad de quién intenta repensar sus propias implicaciones: me
defino como una “mujer”, por lo menos eso es lo que gritó la partera, lo que me trasmitieron mis
padres, mis pares y lo que logré ir construyendo a lo largo de mi historia. Me nombran “mujer”
todos aquellos “otros” que preexisten mi advenimiento como autora del libreto de mi vida;
aquellos otros “portavoces” de la sociedad que preparan un lugar para mi llegada al mundo de
significaciones y sentidos.

Aún no soy “madre”, pero cuento con muchos indicios como para creer que lo seré en el futuro:
lo deseo, y en ello se entrama el hecho de que soy una mujer de occidente, de una sociedad
en la que la ecuación mujer=madre ha operado y opera de un modo muy efectivo. Nací y vivo
en una época que construye todo un andamiaje simbólico e imaginario, y que oferta ciertos
baluartes identificatorios (y no otros) para orientar la acción, las significaciones y las
representaciones que me permitirán nominarme “mujer”. Pues bien, comparto con muchas de
las que se dicen “mujeres” un sin fin de modos de hacer, de pensar, y la naturalización propia
de aquellos discursos y prácticas consagrados para mi posición sexuada y social.

Adelanto entonces que en este escrito intentaré analizar la maternidad desde una perspectiva
histórica, social y política, pero ello indefectiblemente será desde el lugar de una mujer criada
en occidente y marcada por todas las inscripciones que esto implica.

Propongo que hablemos de madres; y lo digo en plural, ya que sugiero que “La Madre” como
categoría lógica universal no existe. Más bien nos encontramos con diversos modos de
encarnar esta función, construida y recreada a lo largo de la historia. La madre no es una
categoría “en sí misma”, sino que se define por oposición a otros elementos: “niño”, “padre”. Así
se diferencian las funciones, los lugares, los espacios.

Con la idea “Parirse madre” de ningún modo me refiero a la posibilidad de que la madre pueda

“Pero, en primer lugar, ¿qué es una mujer? “Tota mulier in útero: es una
matriz”, dice uno. Sin embargo, hablando de ciertas mujeres, los conocedores
decretan: “No son mujeres”, pese a que tengan útero como las otras (…) Así,
pues, todo ser humano hembra no es necesariamente una mujer; tiene que
participar de esa realidad misteriosa y amenazada que es la feminidad. Esa
feminidad ¿la secretan los ovarios? ¿O está fijada en el fondo de un cielo
platónico? ¿Basta el frou-frou de una falda para hacer que descienda a la Tierra?
Aunque ciertas mujeres se esfuerzan celosamente por encarnarla, jamás se ha
encontrado el modelo”
Simone de Beauvoir. El segundo sexo (1949)
“autoengendrarse”; intento pensar a la maternidad adviniendo, pariéndose en el campo de lo
histórico-social, como producto de un momento histórico particular. Philippe Ariés nos
orienta [1], demostrando que el ejercicio maternal como práctica “instintual”, sostenida en el
afecto y anudada necesariamente al altruismo, al sacrificio, y al renunciamiento de los logros
personales, tuvo su máxima expresión recién desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado
el siglo XX, no antes. Es decir, el niño, a partir de la modernidad, pasó a ocupar un lugar central
en la escala de valores que debía sostener una “buena madre”. Por el contrario, la sociedad
tradicional se ha caracterizado por la indiferencia materna ante los recién nacidos.

Ahora bien, del mismo modo en que es importante historizar y ubicar el nacimiento de una
categoría que se presenta naturalizada por el peso de los años, considero fundamental
introducir la dimensión de lo diverso, de las diferentes formas en que un sujeto encarna, recrea
y transforma el “ser madre” como producción subjetiva.
emergentes sociales que inevitablemente obligan a repensar aquellos instituidos que
consagran nuestro imaginario: actualmente existen muchas mujeres que no eligen la
maternidad, muchos hombres que desean y hasta logran transformarse en “madres”, muchas
madres que no desean serlo; hoy nacen niños que se gestan en una probeta, muchas mujeres
y hombres alquilan vientres para lograr su maternidad.
Notas
Parece entonces que se han producido, sobre todo en las últimas décadas del siglo XX,
[1] Ariès Philippe; El niño y la vida familiar en el antiguo régimen, 1987, Ed. Taurus. Madrid.
cambios significativos
[2] Oiberman, en losdeprocesos
Alicia; Historia deen
las madres subjetivación de varones y mujeres. Aquellos lugares,
funciones y prácticas que en otro momento histórico fueron asignados a cada sexo, sufrieron
occidente, www.palermo.edu/cienciassociales/publicaciones/pdf/.../5Psico%2009.pdf
[3] Langer, Marie; Maternidad y sexo. Estudio psicoanalítico
modificaciones en función de las transformaciones sociales y psicosomático, 1951,En
y culturales. Ed.este
Paidos, Bs.
sentido,
As.
ciertas representaciones imaginarias hegemónicas, conviven y se disputan el terreno con
nuevas producciones de significación que instituyen otros posibles para la construcción
Bibliografía
subjetiva de “una madre”. Hoy, no solo por la transformación de las significaciones sociales,
Freud, S. Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. 1925
sino quizá también por el avance acelerado de la ciencia, la biología -como condición para la
En Obras Completas. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu Ed.
procreación- deja la
Freud, S. Sobre desexualidad
ser privativo de las “mujeres”
femenina y se abre
1931. En Obras un abanico
Completas. TomodeXXI.
posibilidades muy
Buenos Aires:
amplio
Amorrortu Ed. y controvertido.

El espíritu de este escrito, por tanto, es poner en tensión lo universal y lo particular para
rescatar el modo en que este universal se encarna. Es decir, me interesa pensar no solo las
características de los discursos dominantes que hablan acerca de la maternidad, sino las
diferentes respuestas que hombres y mujeres le fueron dando a lo largo de la historia.

Sobre la maternidad se han consolidado diversos discursos. La consideración de la mujer como


inferior al hombre, su identificación con el ámbito privado y con la reproducción ha sido
legitimada y justificada desde la antigüedad por todo tipo de saberes, desde el saber vulgar
hasta el saber científico, pasando por el filosófico o religioso. De este modo, se ha convertido a
la mujer-madre en objeto de discursos públicos (cuestión que tiene sus potencialidades), pero
extirpándole la condición de sujeto de su propia historia.

La madre de occidente

La maternidad es una de las representaciones culturales más complejas que se han elaborado
en occidente sobre el imaginario de la mujer. Podría definirse como una práctica socialmente
instituida que se apuntala sobre una función biológica que está a su base. Además, estas
prácticas se articulan con relaciones de poder que distribuyen, de manera desigual entre
hombres y mujeres, ciertos atributos como la alimentación, la educación y el cuidado del otro.

Desde la antigüedad hasta nuestros días, la maternidad como representación se ha


transformado mucho. Es interesante rastrear algunas imágenes de las “madres”, construidas
en diferentes momentos históricos, para allí leer cuáles son los elementos que permanecen y
que cambian en tal significación.

Comencemos por Grecia; aquí es preciso hacer una primera distinción entre la ciencia y el
mito. Para este último, Demeter era la Diosa griega de la maternidad; una corpulenta y bella
mujer, que reinaba sobre la tierra y los campos y a la que se le rendía tributo en los misterios
Eleusinos. Estos eran rituales relacionados con los misterios de la vida, la muerte y el
renacimiento representados por la tierra, la semilla, las estaciones y sus cambios. Ahora bien,
para la ciencia el útero de la mujer era un recipiente (¿un objeto?) invertido, que se abría para
dejar pasar la menstruación, el esperma y el hijo, y se cerraba para retener los fluidos
masculinos, proteger y alimentar al feto. Casi una máquina utilizada para la creación de nuevas
vidas.

Luego, los Romanos determinaron una doctrina jurídica y un conjunto de leyes que situaban la
función materna dentro del marco familiar. El Derecho Romano, patriarcal, instituye en la familia
el poder del “pater familias” sobre los hijos, lo cual implica que solo el padre romano integraba
o rechazaba a un hijo a la familia; esta era la única manera de ejercer su derecho como padre
del niño, ya que la madre siempre es certera.

Durante la Edad Media, la maternidad se instituye como un “asunto de mujeres” y no es


valorizada por el resto de la sociedad. La única Madre venerada era la de Dios. Aquí surge la
Madre Cristiana como figura sagrada.

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