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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA –1º cuatrimestre 2018

Ficha de clase: jueves 7/6 (17-19 hs.)


Prof. Graciela Marcos
Unidad 5. Aristóteles
Las críticas de Aristóteles a los platónicos en Metafísica I, 9 y en el tratado Sobre las Ideas

Para abordar las críticas de Aristóteles a su maestro veremos los textos nº 9, 3, 4 y 5 de la


antología, en este orden: en primer lugar el texto nº 9, que pertenece a los escritos metafísicos, y
luego un conjunto de textos más tempranos, del tratado Sobre las ideas, del que solo
conservamos fragmentos. Estos pasajes amplían y desarrollan algunas críticas mencionadas en el
pasaje de Metafísica que veremos en primer término (texto nº 9).
Estos pasajes, leídos y comentados en clase, no están transcriptos aquí, donde se ofrece solo un
comentario sintético de ellos. Para la preparación del tema es imprescindible, entonces, basarse
en esta ficha acompañándola de la lectura de los textos de la antología seleccionados.

Antes de emprender la lectura y análisis de los textos conviene tener presente estos puntos:

1º) Aristóteles presenta a la forma o idea platónica como el universal socrático constituido en una
realidad separada, hipostasiada (texto nº 1). El blanco de sus críticas es la separación (khorismós)
de las formas respecto de las cosas sensibles, que Platón mismo reconoce problemática en el
Parménides.
2º) Él y su maestro hacen una diferente valoración de las cosas sensibles. Mientras que Platón las
describe como copias o reflejos deficientes de lo real y les reconoce un ser precario, a mitad de
camino entre el ser y el no ser, para Aristóteles están dotadas de una perfección tal que las hace
dignas del título de ousía, término que designa a la entidad, aquello que es por sí
(ontológicamente independiente, ser en sentido pleno).
3º) Precisamente porque el individuo sensible es para Aristóteles ousía, ser por propio derecho,
explicarlo a través de la postulación de una ousía separada de él, de naturaleza inteligible,
equivale a una duplicación innecesaria de entidades.

Lectura y comentario del texto nº 9 (Met. I, 9, 990a25-991a32)

¿En qué contexto formula Aristóteles sus críticas a Platón? Está embarcado en la constitución de
una ciencia primera, aquí la llama “sabiduría” y la caracteriza como ciencia de los primeros
principios y causas. Trae entonces a colación las tesis de sus predecesores para corroborar si
dieron con algún significado de 'causa' distinto de los cuatro que él ha reconocido en sus escritos
físicos. En este contexto, desde la perspectiva de la causalidad, encara el examen de la teoría de
su maestro y le hace tres críticas fundamentales:

1º) las ideas son una duplicación innecesaria de la realidad;


2º) los argumentos que aducen a favor de las ideas (a) no son conclusivos y/o tropiezan con la
extensión que los mismos platónicos asignaron al ámbito inteligible; (b) llevan a admitir ideas no
solo de entidades sino también de accidentes.
3º) Las ideas son inútiles como principios explicativos

[1] Met. I, 9, 990b1-8:


Al formular su primera crítica, Aristóteles da por descontado que los platónicos postulan ideas a
título de causas de “las cosas de acá”, las cosas sensibles, pero considera caprichosa y arbitraria
esa postulación, comparando al plátónico con alguien que está contando cosas y cree no poder
hacerlo a menos de multiplicarlas. La hipótesis de las ideas aparece como arbitraria e
injustificable. Para cumplir su cometido explicativo, la teoría platónica debería ser económica,
unificar lo múltiple, pero, objeta Aristóteles, el número de ideas o formas no es menor al de las
cosas. ¿Por qué dice esto? Posiblemente tenga en mente la concepción de la idea como universal,
como unidad de lo múltiple ("lo uno que abarca a muchos"), que tendría vigencia tanto cuando
está en juego una multiplicidad sensible como una multiplicidad inteligible. Es decir, si en el
ámbito inteligible platónico rigen entre las ideas las mismas conexiones entre lo uno y lo múltiple
que se dan entre ideas y cosas sensibles, se llega a que la idea de hombre remite a una idea más
general, la idea de ser vivo, en la cual participarían la idea de hombre y otras tantas ideas de su
mismo nivel. De este modo se llega al absurdo de que un individuo, en tanto hombre, participará
en una multiplicidad de ideas (de la idea de hombre, también de la de ser vivo, de bípedo, como
de la idea de justo, bello, etc.). Esto, a los ojos de Aristóteles, complica absolutamente la
explicación de hombre.

[2] Met. I, 9, 990b9-991a8:


La segunda crítica se dirige a la metodología de los platónicos, entre quienes Aristóteles se
incluye, usando la primera persona del plural. Los argumentos de los que se sirven los platónicos
para establecer la existencia de formas merecen dos objeciones: algunos son insuficientes, no
establecen con necesidad lo que se proponen, mientras que otros llevan a la admisión de formas
que los platónicos no admiten. Está en juego acá el problema de la extensión de las formas,
planteado ya por Platón en el Parménides. O sea que algunos argumentos prueban poco, no
arrojan conclusiones ciertas sobre la existencia de las formas, mientras que otros “prueban” más
de la cuenta por conducir a formas que un platónico rechazaría. Adelanto que cuando analicemos
en particular algunos de estos argumentos, veremos que en rigor el mismo argumento prueba
poco y, en otro sentido, prueba demasiado. Se trata de argumentos que no prueban lo que se
proponen, la existencia de las formas, sino solo la de universales, en tal sentido no son
conclusivos y decimos que prueban “poco”, aunque si se los diera por válidos, llevarían a aceptar
formas que los platónicos no admiten, esto es, probarían “demasiado”. Es decir, Lo cierto los
argumentos platónicos a favor de las ideas adolecen para Aristóteles de ambos defectos, aun
cuando el modo en que se expresa en este pasaje podría sugerir que se trata de dos grupos de
argumentos distintos, unos que prueban poco y otros que prueban más de la cuenta. Más tarde
volveremos sobre este punto.

Tomemos nota de los argumentos platónicos citados aquí por Aristóteles y de sus consecuencias
negativas (las ideas a las que conducen si los damos por válidos):

ARGUMENTO CONSECUENCIA INDESEABLE


argumentos que parten de las ciencias ideas de artefactos
argumento de lo uno sobre lo múltiple ideas de negaciones
argumento de la posibilidad de pensar algo destruido ideas de individuos y cosas corruptibles

Las consecuencias “indeseables” remiten a ideas de artefactos, de negaciones, de individuos y de


cosas corruptibles, ideas que no habrían sido aceptadas por los platónicos, sugiere Aristóteles,
pero a las que sin embargo sus argumentos conducen. Estos argumentos sacan así a la luz un
conflicto entre la metodología de los platónicos y la extensión que ellos mismos asignan al
ámbito inteligible (punto que el propio Platón reconoce en el Parménides, donde plantea como
problema de qué hay formas).

Aristóteles distingue finalmente argumentos "más precisos", exactos o rigurosos. No detalla


cuáles son pero aclara sus consecuencias, insatisfactorias o problemáticas desde su punto de vista,
a saber: "unos hacen que haya ideas de las relaciones, a pesar de que de éstas no admitimos que
haya un género por sí, mientras que otros llevan a afirmar «el tercer Hombre»”.
De modo que hay al menos dos tipos de argumentos que no podemos identificar excepto por sus
consecuencias:

? ideas de relativos
? tercer hombre

No sabemos si se trata de algunos de los argumentos mencionados antes, o al menos vinculados


con ellos, o si son argumentos independientes. Como sea, resultan problemáticos por conducir,
según Aristóteles, a ideas de relativos o bien al “tercer hombre”.
A los lectores de Platón nos sorprende la afirmación, a modo de crítica, de que algunos
argumentos conduzcan a ideas de relaciones o relativos, porque son ideas cuya existencia nunca
es puesta en tela de juicio por los platónicos, más bien al contrario, las formas o ideas de relativos
(grandor, igualdad, etc.) son de esas cuya existencia nunca es puesta en duda. Aristóteles lo
plantea, sin embargo, como una consecuencia indeseable de los argumentos aducidos a favor de
la existencia de las formas, y lo hace porque considera incongruente concebir un relativo que
exista en y por sí (p.e. lo igual en sí, lo grande en sí o lo pequeño en sí), cuando algo relativo lo es
siempre respecto de otra cosa. Otros argumentos, objeta, llevan al "tercer hombre", esto es,
generan una regresión infinita de ideas, posibilidad que Platón mismo contempla en el
Parménides. Más tarde volveremos sobre estos argumentos, de los que aquí Aristóteles no dice
mucho más.

[4] En Met. I 9, 990b20-991a8, Aristóteles, que continúa incluyéndose entre los platónicos,
plantea dos cuestiones. La primera envuelve un nuevo aspecto del conflicto entre el tipo de
argumentación que emplean los platónicos para establecer la existencia de formas y el tipo de
formas a las que llegan. El problema, dice Aristóteles, es que postulan ideas o formas no solo de
las entidades (ousíai), sino de otras cosas que no lo son (de accidentes). Esto es problemático,
desde su punto de vista, ya que la idea tiene rango de ousía, tiene independencia ontológica,
existe por sí, de modo que una idea de accidente sería una contradicción; lo propio del accidente
es ser en otro, en una entidad de la cual depende.
Esta crítica aristotélica no condice, otra vez, con lo que Platón expone en sus diálogos. En el
Parménides el joven Sócrates duda que existan ideas de sustancias tales como una idea de
hombre, agua, fuego, ideas de sustancias naturales y elementos, en cambio no duda al postular
ideas de lo justo o lo bello, de lo que Aristóteles denomina accidentes. Mientras que es dudoso
que los platónicos hayan aceptado ideas de sustancias, Aristóteles se expresa como si para ellos
solo tuviera que haber ideas de sustancias, nunca de accidentes. Si la forma o idea es ousía, ser
por sí, razona, es absurdo concebir formas o ideas de propiedades como quiso Platón, ya que una
propiedad es siempre relativa a algo, existe con relación a la cosa en la cual se da, de la que
depende.

La otra cuestión se refiere al tipo de relación entre las ideas y las cosas que participan de ellas.
Aquí Aristóteles formula dos alternativas que son, ambas, problemáticas. Si hay comunidad entre
ideas y cosas, por ejemplo entre la idea de hombre y los hombres particulares, deberá haber una
forma que explique esa comunidad, pero esto lleva al ‘tercer hombre’. Y si para eludir esta
consecuencia se insiste en la separación y en la no identidad entre las ideas y sus participantes,
unas y otros son mutuamente trascendentes y la conexión entre una y otros se torna puramente
verbal. Desde la perspectiva aristotélica no parece haber escapatoria a este dilema. O hay una
regresión infinita de formas, o los ámbitos sensible e inteligible subsisten separados mutuamente.

[5-6] Met. I, 9, 991a9-b9): Aquí se desarrolla la tercera crítica. Aristóteles apunta ahora contra
la inutilidad de la teoría platónica y expone lo que para él es la mayor dificultad de la teoría
platónica, “la aporía más importante con que cabe enfrentarse”. Las formas platónicas son
inútiles como principios explicativos de las cosas sensibles, sean corruptibles como eternas (estas
son las dos categorías de sustancias sensibles que distingue Aristóteles, las del mundo sublunar,
corruptibles, y los astros, los cuerpos celestes, que son sensibles, visibles, pero eternos). Tampoco
son relevantes para el conocimiento o "ciencia" de las cosas, porque existen separadas, “no son
inmanentes”. La separación condena a las formas a la inutilidad. Aparte de no poder oficiar de
causa del movimiento y del cambio ni contribuir a la ciencia, las formas tampoco pueden explicar
la generación, el venir a la existencia de las cosas de nuestro mundo. Aclaremos que Platón no
dice que las cosas provienen o proceden de las formas, las postula como causas no de su
existencia sino de las propiedades que las caracterizan, pero Aristóteles presupone aquí que la
forma está llamada a explicar la generación y reprocha a los platónicos que no consiguen
explicarla.

En cuanto a la concepción platónica de la causalidad ejemplar, Aristóteles hace una referencia


indirecta al demiurgo del Timeo, figura en la que Platón simboliza el poder agente de lo
inteligible: el demiurgo contempla el modelo eterno y plasma el universo sensible acorde a él.
Esto para Aristóteles no es más que una metáfora que elude la explicación. El caso de la
generación natural, p.e. el de un hombre que engendra un hombre semejante a sí sin necesidad de
participación o imitación de un modelo, muestra que es posible dar cuenta de la semejanza entre
las cosas sin postular ideas o formas separadas. Es decir, LA SEMEJANZA NO IMPLICA
NECESARIAMENTE IMITACION DE UN MODELO ETERNO. Postular un hombre en sí, por
otra parte, haría necesario postular como modelo otra forma más general, por ejemplo la de
animal o ser vivo, complicando el panorama y haciendo que las formas, a la vez que modelos,
sean copias, confundiéndose las jerarquías entre ellas, y sin que nada de esto alcance a explicar la
generación de un individuo natural.
Aristóteles no apunta contra la existencia de formas sino sobre su modo de existencia separado de
las cosas sensibles, algo que considera inviable sobre la base de que la forma es la esencia de la
cosa y como tal constituye su ser más propio, no pudiendo existir separada de aquello de lo que
es esencia. Se sirve aquí del término ousía, que en otros contextos significa la entidad o sustancia,
pero en este caso con el significado de esencia, la naturaleza o ser propio de una cosa, que la hace
ser lo que es y de la que recibe su perfección propia (esta es una diferencia clave con los
platónicos, quienes no admitirían que la cosa sensible posea una esencia que le otorga
consistencia ontológica). Remitiéndose al Fedón, donde Platón se refiere expresamente a la idea
como causa (aitía), Aristóteles objeta que aun aceptando que estas formas separadas fueran
causas, sería necesario un principio motor (eficiente) que ponga en movimiento, ya que la
causalidad ejemplar no es suficiente. Y aduce la producción de artefactos como otra prueba de
que apelar a formas separadas es superfluo. Este ejemplo exige una aclaración: en los diálogos
platónicos aparecen de hecho algunos ejemplos, pocos, de formas de artefactos (formas o ideas
de lanzadera, de mesa y de cama), pero Aristóteles suele expresarse, aquí y en otros pasajes,
como si los platónicos no admitieran ideas de productos artificiales. De su testimonio se
desprende que la existencia de ideas de artefactos fue tema de discusión y dividía las aguas entre
los platónicos. Aquí, entonces, insiste en que los platónicos negaron ideas de artefactos, lo que
significa que reconocieron un ámbito en el que hay producción o generación y, sin embargo, las
formas son irrelevantes.

Dejamos ahora el texto de Metafísica y retomamos la 2º crítica que allí mencionaba Aristóteles,
dirigida contra los argumentos platónicos a favor de ideas, para ver cómo se desarrollan en el
tratado Sobre las Ideas. Son los textos n° 3-5 de la antología. Si tuviéramos nada más que el
pasaje de Metafísica que comentamos antes, tendríamos que conformarnos con la mención de los
argumentos y las consecuencias que cada uno de ellos acarrea, sin mayor explicación.
Afortunadamente contamos con fragmentos de un tratado perdido de Aristóteles, Sobre las Ideas
(Perí Ideôn), que ha podido reconstruirse gracias al comentario que hace Alejandro de Afrodisia,
uno de los más importantes de sus comentadores, a ese pasaje que leímos del libro I de la
Metafísica. Aparentemente Alejandro dispuso de ese tratado y en ocasión de comentar el texto de
Met. se tomó el trabajo de transcribir todo aquello que le servía para aclarar esos argumentos,
gracias a lo cual ha podido reconstruirse aproximativamente una parte del contenido de ese
escrito perdido.

Veamos primero los argumentos de las ciencias (texto nº 3). En Met. I, 9 Aristóteles se refiere a
una familia de argumentos –usa el plural– que parten de las ciencias. Aquí encontramos una
exposición de tres formulaciones o versiones, y luego una sección de críticas. Esta estructura,
exposición y crítica, se repite con los restantes argumentos que presenta Alejandro.
La exposición de los argumentos hace hincapié en ciertos rasgos propios del objeto de ciencia,
que lo distinguen de la multiplicidad de particulares:
En el primer caso se subraya la unidad e identidad del objeto de ciencia, en el segundo, su
carácter limitado y determinado, y en el tercero, el ser en sí característico del objeto de ciencia.
Es decir, la ciencia se ocupa de un objeto que no se identifica con lo sensible, que es múltiple y
variable, indeterminado y posee características contingentes o accidentales. Ahora bien, que la
ciencia tenga por objeto algo diferente de las cosas sensibles es algo que Aristóteles no discute,
reconoce que los particulares tienen de hecho características distintas del objeto de la ciencia y
que solo lo universal es objeto de conocimiento o ciencia. Todo lo que esto prueba, sin embargo,
es la existencia como objeto de ciencia de algo diferente de los particulares, universal, pero no ya
que este universal tenga una existencia separada a título de idea, como pretenden los platónicos.
Lo universal, según Aristóteles, no existe separado sino instanciado en las cosas particulares, de
ahí su crítica. El meollo de esta crítica es la distinción entre universal e idea o forma platónica.
Ambos son diferentes de los particulares, pero mientras que las ideas platónicas son paradigmas
perfectos que subsisten separados de lo sensible, el universal aristotélico sólo puede concebirse
como el predicado común a todos los individuos de una misma clase, no tiene una existencia
separada o independiente sino que se instancia en ellos. El argumento de las ciencias fracasa
como argumento a favor de la existencia de ideas porque solo prueba la existencia de universales,
diferentes de los particulares (“comunes”, koiná, dice en rigor el texto, mediante un término que
no es el término técnico que luego empleará Aristóteles con referencia al universal).

La primera crítica que merecen a Aristóteles los argumentos de las ciencias es que si bien
prueban que hay algo diferente de las cosas particulares y sensibles, ello no muestra que haya
ideas. Es decir, hay diferencia ontológica pero no por ello separación entre universal y
particular. La segunda crítica expresa que en cierto sentido estos argumentos prueban
“demasiado”: de considerarse válidos, probarían que existen ideas de artefactos, ideas de los
productos de las artes, cuyos objetos satisfacen las condiciones que reúne el objeto de la ciencia.
Los platónicos, sin embargo, aduce Aristóteles, rechazaron tales ideas. Reitero que en los
diálogos de Platón encontramos ejemplos de este tipo de ideas, caso de la idea de mesa y de cama
en República X, o la idea de lanzadera en Crátilo, pero del testimonio aristotélico se desprende
que la existencia de ideas de artefactos era al menos tema de discusión en el interior de la
Academia. De ambas críticas surge que el mismo argumento no resulta conclusivo, prueba
“poco” diríamos, ya que no llega a probar la existencia de ideas sino solo la de universales, pero a
la vez, de considerarse válido, prueba “demasiado”, por conducir a ideas que los platónicos no
admitieron. Por eso al leer Met. I 9 adelantamos que aunque Aristóteles se expresa allí como si
unos argumentos adolecieran de un defecto y otros, de otro defecto, de estas críticas se infiere
más bien que el mismo argumento adolece de ambos defectos.

Vamos ahora al argumento de lo uno sobre lo múltiple (texto nº 4).


La exposición del argumento de lo uno sobre lo múltiple sostiene que toda vez que predico algo
único, por ejemplo ‘hombre’, de múltiples hombres (Sócrates, Corisco, etc.), aquello que predico
no es idéntico a ninguno de los individuos de los que se predica y, además, se predica siempre de
la misma manera, sin ambigüedad, unívocamente. Los platónicos concluyen que ese uno de
muchos, que se predica en el mismo sentido de todos , sin identificarse con aquello a que se
aplica, es eterno, separado y es una idea.
Encontramos que Aristóteles concede las premisas de este argumento, pero no su conclusión. Su
primera crítica es que las negaciones satisfacen en principio ambas premisas, por ende los
platónicos tendrían que postular ideas de negaciones, pero explícitamente las rechazan. Por
ejemplo: "no hombre" se predica tanto de caballo o perro como de todas las cosas aparte de
hombre, y por ello es uno sobre lo múltiple y no es idéntico a ninguna de las cosas de las que se
predica"; además se predica unívocamente, preserva su significado al aplicarse a todas esas cosas
que son no-hombres. De acuerdo con las premisas del argumento de lo uno sobre lo múltiple,
habría entonces ideas de negaciones, por ejemplo una idea de ‘no-hombre’, o 'no-músico'. Aquí, a
diferencia de lo que ocurre con las ideas de artefactos que sí aparecen en los diálogos platónicos,
hay que decir que Platón rechaza expresamente que haya ideas de negaciones. Advierte que la
idea está llamada a articular semejanzas que efectivamente se dan entre las cosas, es decir, no
tener una característica, no ser P, no es un rasgo genuinamente unificador de una clase de cosas.
Plantea esto en el Político, rechazando que haya un eîdos de no-griego o no-10.000 (números
diferentes de 10.000). Aristóteles cuestiona que el argumento platónico de lo uno sobre lo
múltiple conduce a afirmar este tipo de ideas, negadas expresamente por su maestro. Los puntos
<1> y <2> de la sección de críticas del texto nº 4 desarrollan esta crítica
Pero además de conducir a una idea negativa que agruparía cosas heterogéneas, sin vínculo entre
unas y otras, la aceptación de este argumento –es la segunda crítica– disolvería las distinciones
entre “lo primario y lo secundario”. ‘No madera’, ilustra Aristóteles, incluye cosas de distinto
grado de generalidad, tanto hombre como animal, cuando uno es más general que el otro. Estas
distinciones entre especies y géneros, que son relevantes lógica como ontológicamente, terminan
por suprimirse, por disolverse.
Para Aristóteles todo lo que se sigue válidamente del argumento de lo uno sobre lo múltiple, otra
vez, es que hay universales, términos comunes que se aplican a una multiplicidad de individuos
en una variedad de contextos manteniendo invariable su sentido, pero no ya ideas o formas
separadas, como quieren los platónicos. El argumento prueba poco y, a la vez, en caso de darlo
por válido, prueba más de lo deseable, por conducir a ideas de negaciones.

El texto siguiente nº 5 es el que se refiere a una regresión infinita de ideas. Se lo conoce como el
argumento del ‘tercer hombre’, debido al ejemplo que ofrece Aristóteles, el de la idea de
hombre. No pierdan de vista que las versiones del llamado ‘tercer hombre’ que Platón ofrecía en
el Parménides apelaban a otro tipo de ideas, la de grandor y la de semejanza, y no a una idea de
hombre de cuya existencia el joven Sócrates tenía dudas.

Se ofrecen dos versiones del tercer hombre. La primera se refiere a la idea como lo que la cosa es
“en sentido pleno” y ella solamente semeja o copia. La exactitud o precisión de este argumento
(recordemos que el ‘tercer hombre’ era la consecuencia de alguno de los argumentos más
precisos) estaría dada porque, a diferencia por ejemplo del argumento anterior, aquí se especifica
que el término que se predica en común de una multiplicidad de individuos es el que expresa su
naturaleza propia, su esencia, por ejemplo ‘hombre’ dicho de Sócrates y de Calias. Al concebirlo
como un hombre aparte del hombre individual, numéricamente uno al igual que este, existente
por propio derecho, aduce Aristóteles, surgirá un tercer hombre.
La siguiente versión difiere de la anterior por aludir explícitamente a una regresión infinita de
ideas. La vía es la misma: se confiere a la idea el tipo de existencia “por propio derecho” que
conviene al particular, duplicación innecesaria, como señala Aristóteles en Met. I 9, que genera
una regresión. Esta regresión vuelve superfluo el recurso a ideas para explicar las cosas sensibles
y amenaza la posibilidad del conocimiento, ya que para conocer p.e. por qué Sócrates es hombre,
deberíamos embarcarnos en una búsqueda de ideas al infinito, que por definición es intransitable.
La postulación de ideas por parte de los platónicos no solo no cumple su cometido explicativo
sino que aumenta el número de las entidades a explicar, complicando la cuestión que estaba
llamada a resolver.

Bibliografía primaria y secundaria de lectura obligatoria:


- Antología de textos de Aristóteles: nº 3, 4, 5 y 9
- Santa Cruz, M. y otros, Las críticas de Aristóteles a Platón en el Tratado SOBRE LAS IDEAS,
Buenos Aires, Eudeba, 2000, 13-42.

Material didáctico de circulación interna de Historia de la filosofía antigua, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires.

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