Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Antes de emprender la lectura y análisis de los textos conviene tener presente estos puntos:
1º) Aristóteles presenta a la forma o idea platónica como el universal socrático constituido en una
realidad separada, hipostasiada (texto nº 1). El blanco de sus críticas es la separación (khorismós)
de las formas respecto de las cosas sensibles, que Platón mismo reconoce problemática en el
Parménides.
2º) Él y su maestro hacen una diferente valoración de las cosas sensibles. Mientras que Platón las
describe como copias o reflejos deficientes de lo real y les reconoce un ser precario, a mitad de
camino entre el ser y el no ser, para Aristóteles están dotadas de una perfección tal que las hace
dignas del título de ousía, término que designa a la entidad, aquello que es por sí
(ontológicamente independiente, ser en sentido pleno).
3º) Precisamente porque el individuo sensible es para Aristóteles ousía, ser por propio derecho,
explicarlo a través de la postulación de una ousía separada de él, de naturaleza inteligible,
equivale a una duplicación innecesaria de entidades.
¿En qué contexto formula Aristóteles sus críticas a Platón? Está embarcado en la constitución de
una ciencia primera, aquí la llama “sabiduría” y la caracteriza como ciencia de los primeros
principios y causas. Trae entonces a colación las tesis de sus predecesores para corroborar si
dieron con algún significado de 'causa' distinto de los cuatro que él ha reconocido en sus escritos
físicos. En este contexto, desde la perspectiva de la causalidad, encara el examen de la teoría de
su maestro y le hace tres críticas fundamentales:
Tomemos nota de los argumentos platónicos citados aquí por Aristóteles y de sus consecuencias
negativas (las ideas a las que conducen si los damos por válidos):
? ideas de relativos
? tercer hombre
[4] En Met. I 9, 990b20-991a8, Aristóteles, que continúa incluyéndose entre los platónicos,
plantea dos cuestiones. La primera envuelve un nuevo aspecto del conflicto entre el tipo de
argumentación que emplean los platónicos para establecer la existencia de formas y el tipo de
formas a las que llegan. El problema, dice Aristóteles, es que postulan ideas o formas no solo de
las entidades (ousíai), sino de otras cosas que no lo son (de accidentes). Esto es problemático,
desde su punto de vista, ya que la idea tiene rango de ousía, tiene independencia ontológica,
existe por sí, de modo que una idea de accidente sería una contradicción; lo propio del accidente
es ser en otro, en una entidad de la cual depende.
Esta crítica aristotélica no condice, otra vez, con lo que Platón expone en sus diálogos. En el
Parménides el joven Sócrates duda que existan ideas de sustancias tales como una idea de
hombre, agua, fuego, ideas de sustancias naturales y elementos, en cambio no duda al postular
ideas de lo justo o lo bello, de lo que Aristóteles denomina accidentes. Mientras que es dudoso
que los platónicos hayan aceptado ideas de sustancias, Aristóteles se expresa como si para ellos
solo tuviera que haber ideas de sustancias, nunca de accidentes. Si la forma o idea es ousía, ser
por sí, razona, es absurdo concebir formas o ideas de propiedades como quiso Platón, ya que una
propiedad es siempre relativa a algo, existe con relación a la cosa en la cual se da, de la que
depende.
La otra cuestión se refiere al tipo de relación entre las ideas y las cosas que participan de ellas.
Aquí Aristóteles formula dos alternativas que son, ambas, problemáticas. Si hay comunidad entre
ideas y cosas, por ejemplo entre la idea de hombre y los hombres particulares, deberá haber una
forma que explique esa comunidad, pero esto lleva al ‘tercer hombre’. Y si para eludir esta
consecuencia se insiste en la separación y en la no identidad entre las ideas y sus participantes,
unas y otros son mutuamente trascendentes y la conexión entre una y otros se torna puramente
verbal. Desde la perspectiva aristotélica no parece haber escapatoria a este dilema. O hay una
regresión infinita de formas, o los ámbitos sensible e inteligible subsisten separados mutuamente.
[5-6] Met. I, 9, 991a9-b9): Aquí se desarrolla la tercera crítica. Aristóteles apunta ahora contra
la inutilidad de la teoría platónica y expone lo que para él es la mayor dificultad de la teoría
platónica, “la aporía más importante con que cabe enfrentarse”. Las formas platónicas son
inútiles como principios explicativos de las cosas sensibles, sean corruptibles como eternas (estas
son las dos categorías de sustancias sensibles que distingue Aristóteles, las del mundo sublunar,
corruptibles, y los astros, los cuerpos celestes, que son sensibles, visibles, pero eternos). Tampoco
son relevantes para el conocimiento o "ciencia" de las cosas, porque existen separadas, “no son
inmanentes”. La separación condena a las formas a la inutilidad. Aparte de no poder oficiar de
causa del movimiento y del cambio ni contribuir a la ciencia, las formas tampoco pueden explicar
la generación, el venir a la existencia de las cosas de nuestro mundo. Aclaremos que Platón no
dice que las cosas provienen o proceden de las formas, las postula como causas no de su
existencia sino de las propiedades que las caracterizan, pero Aristóteles presupone aquí que la
forma está llamada a explicar la generación y reprocha a los platónicos que no consiguen
explicarla.
Dejamos ahora el texto de Metafísica y retomamos la 2º crítica que allí mencionaba Aristóteles,
dirigida contra los argumentos platónicos a favor de ideas, para ver cómo se desarrollan en el
tratado Sobre las Ideas. Son los textos n° 3-5 de la antología. Si tuviéramos nada más que el
pasaje de Metafísica que comentamos antes, tendríamos que conformarnos con la mención de los
argumentos y las consecuencias que cada uno de ellos acarrea, sin mayor explicación.
Afortunadamente contamos con fragmentos de un tratado perdido de Aristóteles, Sobre las Ideas
(Perí Ideôn), que ha podido reconstruirse gracias al comentario que hace Alejandro de Afrodisia,
uno de los más importantes de sus comentadores, a ese pasaje que leímos del libro I de la
Metafísica. Aparentemente Alejandro dispuso de ese tratado y en ocasión de comentar el texto de
Met. se tomó el trabajo de transcribir todo aquello que le servía para aclarar esos argumentos,
gracias a lo cual ha podido reconstruirse aproximativamente una parte del contenido de ese
escrito perdido.
Veamos primero los argumentos de las ciencias (texto nº 3). En Met. I, 9 Aristóteles se refiere a
una familia de argumentos –usa el plural– que parten de las ciencias. Aquí encontramos una
exposición de tres formulaciones o versiones, y luego una sección de críticas. Esta estructura,
exposición y crítica, se repite con los restantes argumentos que presenta Alejandro.
La exposición de los argumentos hace hincapié en ciertos rasgos propios del objeto de ciencia,
que lo distinguen de la multiplicidad de particulares:
En el primer caso se subraya la unidad e identidad del objeto de ciencia, en el segundo, su
carácter limitado y determinado, y en el tercero, el ser en sí característico del objeto de ciencia.
Es decir, la ciencia se ocupa de un objeto que no se identifica con lo sensible, que es múltiple y
variable, indeterminado y posee características contingentes o accidentales. Ahora bien, que la
ciencia tenga por objeto algo diferente de las cosas sensibles es algo que Aristóteles no discute,
reconoce que los particulares tienen de hecho características distintas del objeto de la ciencia y
que solo lo universal es objeto de conocimiento o ciencia. Todo lo que esto prueba, sin embargo,
es la existencia como objeto de ciencia de algo diferente de los particulares, universal, pero no ya
que este universal tenga una existencia separada a título de idea, como pretenden los platónicos.
Lo universal, según Aristóteles, no existe separado sino instanciado en las cosas particulares, de
ahí su crítica. El meollo de esta crítica es la distinción entre universal e idea o forma platónica.
Ambos son diferentes de los particulares, pero mientras que las ideas platónicas son paradigmas
perfectos que subsisten separados de lo sensible, el universal aristotélico sólo puede concebirse
como el predicado común a todos los individuos de una misma clase, no tiene una existencia
separada o independiente sino que se instancia en ellos. El argumento de las ciencias fracasa
como argumento a favor de la existencia de ideas porque solo prueba la existencia de universales,
diferentes de los particulares (“comunes”, koiná, dice en rigor el texto, mediante un término que
no es el término técnico que luego empleará Aristóteles con referencia al universal).
La primera crítica que merecen a Aristóteles los argumentos de las ciencias es que si bien
prueban que hay algo diferente de las cosas particulares y sensibles, ello no muestra que haya
ideas. Es decir, hay diferencia ontológica pero no por ello separación entre universal y
particular. La segunda crítica expresa que en cierto sentido estos argumentos prueban
“demasiado”: de considerarse válidos, probarían que existen ideas de artefactos, ideas de los
productos de las artes, cuyos objetos satisfacen las condiciones que reúne el objeto de la ciencia.
Los platónicos, sin embargo, aduce Aristóteles, rechazaron tales ideas. Reitero que en los
diálogos de Platón encontramos ejemplos de este tipo de ideas, caso de la idea de mesa y de cama
en República X, o la idea de lanzadera en Crátilo, pero del testimonio aristotélico se desprende
que la existencia de ideas de artefactos era al menos tema de discusión en el interior de la
Academia. De ambas críticas surge que el mismo argumento no resulta conclusivo, prueba
“poco” diríamos, ya que no llega a probar la existencia de ideas sino solo la de universales, pero a
la vez, de considerarse válido, prueba “demasiado”, por conducir a ideas que los platónicos no
admitieron. Por eso al leer Met. I 9 adelantamos que aunque Aristóteles se expresa allí como si
unos argumentos adolecieran de un defecto y otros, de otro defecto, de estas críticas se infiere
más bien que el mismo argumento adolece de ambos defectos.
El texto siguiente nº 5 es el que se refiere a una regresión infinita de ideas. Se lo conoce como el
argumento del ‘tercer hombre’, debido al ejemplo que ofrece Aristóteles, el de la idea de
hombre. No pierdan de vista que las versiones del llamado ‘tercer hombre’ que Platón ofrecía en
el Parménides apelaban a otro tipo de ideas, la de grandor y la de semejanza, y no a una idea de
hombre de cuya existencia el joven Sócrates tenía dudas.
Se ofrecen dos versiones del tercer hombre. La primera se refiere a la idea como lo que la cosa es
“en sentido pleno” y ella solamente semeja o copia. La exactitud o precisión de este argumento
(recordemos que el ‘tercer hombre’ era la consecuencia de alguno de los argumentos más
precisos) estaría dada porque, a diferencia por ejemplo del argumento anterior, aquí se especifica
que el término que se predica en común de una multiplicidad de individuos es el que expresa su
naturaleza propia, su esencia, por ejemplo ‘hombre’ dicho de Sócrates y de Calias. Al concebirlo
como un hombre aparte del hombre individual, numéricamente uno al igual que este, existente
por propio derecho, aduce Aristóteles, surgirá un tercer hombre.
La siguiente versión difiere de la anterior por aludir explícitamente a una regresión infinita de
ideas. La vía es la misma: se confiere a la idea el tipo de existencia “por propio derecho” que
conviene al particular, duplicación innecesaria, como señala Aristóteles en Met. I 9, que genera
una regresión. Esta regresión vuelve superfluo el recurso a ideas para explicar las cosas sensibles
y amenaza la posibilidad del conocimiento, ya que para conocer p.e. por qué Sócrates es hombre,
deberíamos embarcarnos en una búsqueda de ideas al infinito, que por definición es intransitable.
La postulación de ideas por parte de los platónicos no solo no cumple su cometido explicativo
sino que aumenta el número de las entidades a explicar, complicando la cuestión que estaba
llamada a resolver.
Material didáctico de circulación interna de Historia de la filosofía antigua, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires.