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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOANALISIS
EL COMPLEJO DE EDIPO: NI FASE NI ESTRUCTURA
por: Mauricio Fernández Arcila1
Tabla de contenido
1/ DE LO INCONSCIENTE EN EL MITO AL COMPLEJO NUCLEAR .................................................................. 2
1.1/ PRIMERA DEFINICIÓN DEL EDIPO .................................................................................................... 6
1.2/ FUNCIÓN PATERNA Y UNIVERSALIZACIÓN DEL EDIPO .................................................................... 7
2/ SEGUNDO PERÍODO TEÓRICO: IDENTIFICACIÓN Y EDIPO COMPLETO ................................................... 8
2.1/ BISEXUALIDAD Y EDIPO COMPLETO ................................................................................................ 9
2.2/ HEREDEROS DEL EDIPO .................................................................................................................. 10
3/ TERCER PERÍODO: SEPULTAMIENTO, NARCISISMO Y CASTRACIÓN ..................................................... 11
3.1/ CASTRACIÓN Y FASE FÁLICA .......................................................................................................... 12
3.2/ DIFERENCIA ENTRE PENE Y FALO ................................................................................................... 13
3.3/ DISIMETRÍA DEL EDIPO FEMENINO ............................................................................................... 14
4/ EL EDIPO Y LA ESTRUCTURA.................................................................................................................. 14
4.1/ EL EDIPO SEGÚN LACAN ................................................................................................................ 14
4.2/ INCONSCIENTE Y EDIPO ................................................................................................................ 16
5/ CONCLUSIÓN ........................................................................................................................................ 20
Sin duda “complejo de Edipo” es la expresión más conocida y célebre del vocabulario psicoanalítico; es
considerado, no sin razón, como unos de los principales “descubrimientos” del psicoanálisis. No
obstante, en lugar de repetir dicho prejuicio, conviene comprender su génesis y significación; entender
por qué el movimiento, clínico y teórico, del pensamiento freudiano llevó a encontrarlo “por todas
partes”, en casi todas las expresiones de lo inconsciente.
Trataremos de ver a continuación cómo fue la evolución de la concepción del Edipo a lo largo de la obra
‐de Freud, cómo su investigación le fue imponiendo la idea del carácter central‐nuclear y luego
universal, de unos contenidos que inicialmente le parecían fantasías bastante típicas.
1
Profesor titular del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia).
2
1/ DE LO INCONSCIENTE EN EL MITO AL COMPLEJO NUCLEAR
El Edipo es descubierto por Freud primeramente a través del desciframiento de sueños que había
emprendido de modo sistemático durante el llamado período de “auto‐análisis”, en 1897. Dicho análisis
le mostró ante todo la ocurrencia universal en la niñez temprana de un conjunto de sentimientos en
relación con los padres.
“Ser enteramente sincero consigo mismo es un buen ejercicio. Un único pensamiento de valor
universal me ha sido dado. También en mí he hallado el enamoramiento de la madre y los celos
hacia el padre y ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana, aunque no siempre
tan temprana como en los niños hechos histéricos. (Semejante a la novela de linaje de la paranoia ‐
héroes, fundadores de religión.) Si esto es así, se comprende el poder cautivador de Edipo Rey a
despecho de todas las objeciones que el entendimiento eleva contra la premisa del hado, y se
comprende por qué el posterior drama de destino debía fracasar tan miserablemente”2.
Freud resume así el argumento de la pieza teatral:
“Edipo, hijo de Layo (rey de Tebas) y de Yocasta, es abandonado siendo niño de pecho porque un
oráculo había anunciado a su padre que ese hijo, todavía no nacido, sería su asesino. Es salvado y
criado como hijo de reyes en una corte extranjera, hasta que, dudoso de su origen, recurre también
al oráculo y recibe el consejo de evitar su patria porque le está destinado ser el asesino de su padre
y el esposo de su madre. Entonces se aleja de la que cree su patria y por el camino se topa con el
rey Layo, a quien da muerte en una disputa repentina. Después llega a Tebas, donde resuelve el
enigma propuesto por la Esfinge que le ataja el camino. Agradecidos, los tebanos lo eligen rey y lo
premian con la mano de Yocasta. Durante muchos años reina en paz y dignamente, y engendra en
su madre, no sabiendo quién es ella, dos varones y dos mujeres, hasta que estalla una peste que
motiva una nueva consulta al oráculo de parte de los tebanos. …[]…Los mensajeros traen la
respuesta de que la peste cesará cuando el asesino de Layo sea expulsado del país. …[]… La acción
del drama no es otra cosa que la revelación, que avanza paso a paso y se demora con arte —trabajo
comparable al de un psicoanálisis—, de que el propio Edipo es el asesino de Layo pero también el
hijo del muerto y de Yocasta. Sacudido por el crimen que cometió sin saberlo, Edipo ciega sus ojos y
huye de su patria. El oráculo se ha cumplido”3.
Lo que le interesa a Freud no es, como se ha creído con ingenuidad, comprobar que Edipo padece el
“complejo” que lleva su nombre, sino de dar cuenta del efecto de esta historia dramatizada en el
espectador.
“…la saga griega apresa una compulsión que cada quien reconoce porque ha registrado en su
interior la existencia de ella. Cada uno de los oyentes fue una vez en germen y en la fantasía un
Edipo así, y ante el cumplimiento de sueño traído aquí a la realidad retrocede espantado con todo
el monto de la represión que separa su estado infantil de su estado actual”4.
El contenido de esta carta es desarrollado en la primera versión de La interpretación de los sueños5:
“Si Edipo rey sabe conmover a los hombres modernos con no menor intensidad que a los griegos
contemporáneos de Sófocles, la única explicación es que el efecto de la tragedia griega no reside en
2
Carta a Fliess 15oct‐1897
3
Freud‐98b La interpretación de los sueños, AE=04/270.
4
Carta a Fliess 15oct‐1897
5
Según Anzieu [‐1975:520] esa versión fue elaborada en marzo de 1898. El pasaje sobre Edipo es finalmente
incluido en el capítulo 4 "Material y fuente de los sueños", apartado "Sueño de la muerte de personas queridas".
3
la oposición entre el destino y la voluntad de los hombres, sino en la particularidad del material en
que esa oposición es mostrada…[]…Su destino nos conmueve únicamente porque podría haber sido
el nuestro, porque antes de que naciéramos el oráculo fulminó sobre nosotros esa misma
maldición…”6.
De ahí entonces la suposición de la universalidad del complejo:
“Quizás a todos nos estuvo deparado dirigir la primera moción sexual hacia la madre y el primer
odio y deseo violento hacia el padre; nuestros sueños nos convencen de ello. El rey Edipo, que dio
muerte a su padre Layo y desposó a su madre Yocasta, no es sino el cumplimiento de deseo de
nuestra infancia”7.
La producción literaria de la leyenda de Edipo sirve entonces para dar forma a una verdad psíquica.
Mencionar de forma abreviada al complejo como “Edipo”, es hacer del nombre propio del personaje
mítico un sustantivo común, es una antonomasia efectuada por Freud para implicar una teoría de gran
importancia: la de un contenido infantil que, “despertado” a su pesar por la ficción trágica, evoca un
drama interior.
“… Retrocedemos espantados frente a la persona en quien ese deseo primordial de la infancia se
cumplió, y lo hacemos con todo el monto de represión que esos deseos sufrieron desde entonces
en nuestra interioridad. Al paso que el poeta en aquella investigación va trayendo a la luz la culpa
de Edipo, nos va forzando a conocer nuestra propia interioridad, donde aquellos impulsos, aunque
sofocados, siguen existiendo. …[]…Como Edipo, vivimos en la ignorancia de esos deseos que
ofenden la moral, de esos deseos que la naturaleza forzó en nosotros, y tras su revelación bien
querríamos todos apartar la vista de las escenas de nuestra niñez…”8.
El complejo de Edipo es pues introducido de manera discreta por Freud, pero su reaparición insistente
hace que lo someta a investigación, constate su omnipresencia o “ubicuidad”, y lo entienda y declare
como “complejo nuclear”.
No obstante, desde las primeras noticias sobre la existencia del Edipo hasta el momento en que Freud
recurra a la expresión “complejo”, transcurrirán ocho años. El uso del término “complejo”, aunque se
encuentra con anterioridad en la obra escrita de Freud, es reactualizado por el grupo suizo (Bleuler y
Jung), con quien había comenzado a intercambiar científicamente. Así, por ejemplo, Freud utiliza el
concepto junguiano de “sensibilidad de complejo” en Tótem y tabú9. Esto mismo lo reconoce
explícitamente en una de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis, en donde además define los
“complejos” como “círculos de pensamiento y de interés de alto contenido afectivo”10. Pero en Freud
dicho término está insertado, más que en una simple teoría de la asociación de ideas, en toda su
concepción del funcionamiento psíquico de las huellas mnémicas.
Será en Sobre las teorías sexuales infantiles [Freud‐08d] donde lo denominará “complejo nuclear” de
las neurosis, antes de llamarlo por primera vez “complejo de Edipo” en el estudio sobre la psicología de
la vida amorosa que lleva por título Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre [Freud‐
10d].
6
Freud‐98b AE=04/271
7
Freud‐98b AE=04/271
8
Freud‐98b AE=04/271‐272
9
Freud‐11f AE=13/62
10
Freud‐15k Conferencias de introducción al psicoanálisis, AE=15/99.
4
La expresión “complejo nuclear” no es abandonada ni sustituida por la de “complejo de
Edipo”. Vuelve a encontrarse, por ejemplo, en:
[Freud‐09d] Cinco conferencias sobre Psicoanálisis
“Hacia la época en que el niño es gobernado por el complejo nuclear no reprimido
todavía, una parte significativa de su quehacer intelectual se pone al servicio de los intereses
sexuales” [AE=11/43]
casi literalmente, en:
[Freud‐11f] Tótem y tabú
“Pero quien tenga noticia de los resultados de la exploración psicoanalítica del
individuo recordará, a raíz del texto de esos dos tabúes y de su conjugación, algo muy
determinado que los psicoanalistas proclaman como el punto nodal del desear infantil y,
además, como el núcleo de las neurosis” [AE=13/39]
“...coinciden por su contenido con los dos crímenes de Edipo, quien mató a su padre
y tomó por mujer a su madre, y con los dos deseos primordiales del niño, cuya represión
insuficiente o cuyo nuevo despertar constituye quizás el núcleo de todas las psiconeurosis”
[AE=13/134]
“ello en plena armonía con la comprobación del psicoanálisis de que este complejo
constituye el núcleo de todas las neurosis, hasta donde hoy ha podido penetrarlas nuestro
entendimiento” [AE=13/158]
[Freud‐15k] Conferencias de introducción al psicoanálisis
“En este sentido, el complejo de Edipo es considerado con acierto como el núcleo de
las neurosis.”[AE=16/307]
[Freud,1920] Nota agregada a los “Tres ensayos”
“Se ha dicho con acierto que el complejo de Edipo es el complejo nuclear de las
neurosis, la pieza esencial del contenido de estas. En él culmina la sexualidad infantil, que,
por sus consecuencias, influye decisivamente sobre la sexualidad del adulto”[AE=07/206].
¿Qué ha pasado entre el momento en que Freud descubre el nexo entre la historia de Edipo y el
inconsciente (1897) y este otro momento en que lo llama “complejo” (1910)?
Para comprender esta evolución de la concepción del Edipo no basta con tener en cuenta las
referencias y síntesis explícitas ni la representación que el mismo Freud se hace de la evolución de su
teoría; es necesario identificar algo de la teoría implícita que opera en su práctica clínica, es decir, en
muchos de las historias y reflexiones que por esa época hace acerca de sus pacientes.
En este sentido conviene destacar las siguientes obras, producidas durante esos años, que
van del Edipo‐mito (o Edipo‐fantasía) al “Complejo nuclear”:
‐01b *Fragmento de análisis de un caso de Histeria {caso Dora}
‐07a *Acciones obsesivas y prácticas religiosas
‐07b El esclarecimiento sexual del niño (Carta abierta al doctor M. Fürst)
‐08d Sobre las teorías sexuales infantiles
‐08i La novela familiar de los neuróticos
‐09b Análisis de la fobia de un niño de cinco años {pequeño Hans ò caso Juanito}
‐09c A propósito de un caso de neurosis obsesiva {hombre de las ratas}
‐09d Cinco conferencias sobre Psicoanálisis (pronunciadas en la Clark University)
‐10a *Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci
5
‐10d Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre
‐10j Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides)
descrito autobiográficamente {caso Schreber}
‐11f Totem y tabú
El “tratamiento” de Juanito, comenzado con un primer informe de su padre en 1906, se termina hacia
mayo de 1908, y la publicación de su historial sale de imprenta en 190911, pero Freud ya había dado a
conocer antes algunos datos sobre el caso en El esclarecimiento sexual del niño [‐07b AE=09/117‐8], y
también en Sobre las teorías sexuales infantiles [‐08d AE=09/183]. Sin embargo, serán otros aspectos
de Juanito, diferentes a los de la investigación infantil, los que serán retomados en Tótem y tabú; ante
todo la significación de la fobia como sustituto del padre.
En el caso del Hombre de las ratas, cuyo tratamiento se inició en octubre de 1907, Freud desarrolla la
idea de “complejo nuclear” que ya había enunciado en el contexto de la las teorías sexuales infantiles.
En este historial de neurosis obsesiva, redactado durante el verano de 1909, Freud, en una nota, sitúa
el despertar de dicho complejo luego de la aparición del apetito de saber que lleva a las teorías
infantiles, y comienza a aproximar su papel al de la fantasía, es decir, como independiente del vivenciar
efectivo:
“El contenido de la vida sexual infantil consiste en el quehacer autoerótico de los componentes sexuales
predominantes, en huellas de amor de objeto y en la formación de aquel complejo que uno podría llamar el
complejo nuclear de las neurosis, que abarca las primeras mociones tanto tiernas como hostiles hacia padres
y hermanos, después que se ha despertado el apetito de saber del pequeño, las más de las veces por la
llegada de un nuevo hermanito. A partir de la uniformidad de este contenido y de la constancia de los influjos
modificadores posteriores, se explica con facilidad que universalmente se formen las mismas fantasías sobre
la infancia, no importa cuan grandes o pequeñas contribuciones aporte a ello el vivenciar efectivo. Responde
por entero al complejo nuclear infantil que el padre reciba el papel del oponente sexual y del perturbador del
quehacer autoerótico, y la realidad efectiva tiene habitualmente buena participación en ello” [Freud‐09c
AE=10/163n].
Pero La novela familiar de los neuróticos [Freud‐08i] da a entender que se comenzaba a captar al
complejo de Edipo (aunque allí no lo menciona como tal) en la actividad de fantaseo del niño y del
joven; concretamente en aquellas “ensoñaciones” en que rechaza a sus padres reales para hacerse a la
idea de una filiación más noble, representarse a un padre que seduce y abandona a una madre que le
es infiel. En realidad con todo esto mantiene su deseo y agresividad edípicas, pero al mismo tiempo
conserva los padres ideales de la infancia.
En las Cinco conferencias sobre Psicoanálisis [Freud‐09d], que fueron pronunciadas en la Clark
University en septiembre de 1909, la investigación sexual infantil es puesta claramente en relación con
el complejo:
“Hacia la época en que el niño es gobernado por el complejo nuclear no reprimido todavía, una parte
significativa de su quehacer intelectual se pone al servicio de los intereses sexuales. Empieza a investigar de
dónde vienen los niños y, valorando los indicios que se le ofrecen, colige sobre las circunstancias efectivas
más de lo que los adultos sospecharían” [Freud‐09d AE=11/43].
Y se señala su vigencia más allá del terreno de las neurosis:
11
Según cuenta Strachey [AE=10/4].
6
“Estamos autorizados a formular la conjetura de que con sus ramificaciones constituye el complejo nuclear de
toda neurosis, y estamos preparados para tropezar con su presencia, no menos eficaz, en otros campos de la
vida anímica” [Freud‐09d AE=11/43].
En Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre [‐10d] Freud explica con el Complejo de
Edipo un tipo de relación amorosa, que se define por las condiciones que algunos hombres exigen a la
mujer de su elección, así como por las actitudes que asumen con ellas. El Edipo empieza a servir
entonces para explicar la diversidad en las conductas sexuales manifiestas de los hombres, sus
“destinos amorosos” particulares: perjuicio del tercero, postura de salvador, separación de la ternura
amorosa de la corriente sensual, repetición de los vínculos a pesar de la auto‐exigencia de fidelidad,
entre otros.
Pero cosa más importante, Freud evoca el momento en que al joven:
“… aquellas comunicaciones de esclarecimiento le han despertado las huellas mnémicas de sus impresiones y
deseos de la primera infancia y, a partir de ellas, han vuelto a poner en actividad ciertas mociones anímicas.
Empieza a anhelar a su propia madre en el sentido recién adquirido y a odiar de nuevo al padre como un
competidor {Nebenbuhler} que estorba ese deseo; en nuestra terminología: cae bajo el imperio del complejo
de Edipo” [Freud‐10d AE=11/164].
El Complejo de Edipo, durante este primer período de la conceptualización freudiana que se acaba de
recorrer, se lo considera entonces como un conjunto de ideas y de sentimientos que orienta al niño en
relación con sus padres. Tiene entonces, en ese primer momento de la teoría, más bien el carácter de
un contenido fantasmático, que expresa una sexualidad que parece ya previamente constituida.
Como conglomerado de representaciones o “círculos de pensamiento y de intereses dotados de poder
afectivo” [Freud‐15k]12, deviene un complejo psíquico, con características propias y, sobre todo,
susceptible cuando entra en acción, cuando se lo “toca” (“sensibilidad de complejo”), de producir
efectos reactivos.
Ahora bien, no es un complejo entre otros. Contra la tendencia a multiplicar los complejos, Freud lo
destaca como “complejo nuclear” (Kernkomplex — Iiteralmente: “complejo‐núcleo”) de toda neurosis.
Por consiguiente, adquiere una importancia psicopatológica y patogénica fundamental en la teoría de
las neurosis. Esto significa que la neurosis revela a contrario el contenido del inconsciente: “A todo
recién nacido humano se le plantea la tarea de dominar al complejo de Edipo; quien no la realiza,
cae en la neurosis” (Freud,1920)13.
La constelación edípica habrá de determinar una disposición perdurable del sujeto, por cuanto es
portadora de toda una carga “relacional”, que afectará la “postura” del niño, cuando crezca, hacia los
demás. “Madre” y “padre” constituyen prototipos (imagos) que orientarán la vida de relación del
sujeto. El complejo aparece centrado en el niño, aunque se otorga participación a los padres, pues lo
que estos hacen provoca algún tipo de reacción en los hijos, quienes, por su parte, parece que ya
tendrían una sexualidad constituida biológicamente, en su naturaleza y evolución.
12
Freud‐15k Conferencias de introducción al psicoanálisis, 6ª, AE=15/99
13
Freud,1920 nota agregada en 1920 a “Tres ensayos” in: Freud‐05c AE=07/206.
7
En el primer período parece que Freud articula el Complejo de Edipo ante todo con la elección de
objeto. Esta teoría de la objetalidad se desarrollará en toda su amplitud con las teorías de las pulsiones,
de la libido, de la psicología amorosa.
Vemos pues que Freud, en algunos de sus escritos de 1910, presenta al Complejo de Edipo como
determinante de las neurosis y de la vida amorosa. Pero él venía desarrollando de manera menos
explícita otra línea de pensamiento, que probablemente comienza con sus primeras elucidaciones
sobre la neurosis obsesiva, y reaparece sucesivamente en: el ensayo sobre las prácticas religiosas
[Freud‐07a], el historial de Juanito [Freud‐09b], el caso del Hombre de las ratas [Freud‐09c] y el
estudio, durante 1910, de las memorias del Doctor Schreber [Freud‐10j]. Ese hilo de pensamiento
mostrará sus frutos precisamente en Tótem y tabú [Freud‐11f], para cuya elaboración comenzó a
estudiar material bibliográfico también desde el año 1910.
La publicación de los cuatro ensayos que componen a Tótem y tabú —en los primeros números de
Imago de 1912 y 1913, la revista que según palabras de Freud estaba “consagrada exclusivamente a las
aplicaciones del psicoanálisis a las ciencias del espíritu”14—, constituye la materialización oficial del
interés del psicoanálisis en las ciencias de la cultura, y coloca a la luz pública la necesidad de su
“desembocadura” en ese terreno. No obstante, ésta no es la primera “aplicación” que hacía Freud al
campo de la cultura (como puede mostrarlo un examen detallado de sus anteriores publicaciones), ni
ella significaba que él había abandonado su “obediencia” a la ciencias naturales. En realidad esta última
la consagraba en un inicio, cuando propuso al psicoanálisis como terapia médica y la mantuvo incluso
cuando lo constituyó como nuevo saber psicológico.
Ahora bien, la conclusión de Tótem y tabú, por su sorprendente carácter unificador y simple, parece
confirmar la idea según el cual el psicoanálisis “explica todo mediante el complejo de Edipo”:
“Así, para concluir esta indagación que hemos realizado en apretadísima síntesis, querría enunciar este
resultado: que en el complejo de Edipo se conjugan los comienzos de religión, eticidad, sociedad y arte, y ello
en plena armonía con la comprobación del psicoanálisis de que este complejo constituye el núcleo de todas
las neurosis, hasta donde hoy ha podido penetrarlas nuestro entendimiento”15.
Sin embargo, no olvidemos que, al comenzar el ensayo “etnológico”, Freud advertía que aunque con
obligatoria unilateralidad llegaba a reconocer una única fuente de la religión
“Sólo una síntesis de diversos campos de investigación podrá decidir qué valor relativo corresponde al
mecanismo que aquí elucidaremos en la génesis de la religión; pero semejante tarea rebasaría tanto los
medios como el propósito del psicoanalista”16.
Por razones obvias, no vamos aquí a emprender ese camino de síntesis ni a evaluar el peso relativo de
esta explicación de la génesis de la cultura desde el Complejo de Edipo. Conténtemos con constatar que
en ese momento su pensamiento llega al punto de considerar al Complejo de Edipo como
principalmente un complejo paterno, y adicionalmente “ascenderlo” del estatus de realidad psíquica
fantasmática al de hecho “pre‐histórico” (individual y colectivo). El complejo de Edipo se convierte, en
verdad, en el “núcleo” inconsciente; de algún modo, deviene en el otro nombre para el
“inconsciente”.
14
Freud‐24i Presentación autobiográfica, AE=20/47.
15
Freud‐11f Tótem y tabú, AE=13/158.
16
Freud‐11f Tótem y tabú, AE=13/103.
8
En su estudio “etnológico” Freud enfatiza en la relación ambivalente con el padre, indica la importancia
de la identificación con éste, así como la de su papel en el complejo de castración; elementos
conceptuales estos que serán objeto de una reformulación en cuanto a su función dentro del Edipo, en
las etapas subsiguientes de su concepción de este complejo.
“El odio [al padre] proveniente de la rivalidad por la madre no puede difundirse desinhibido en la vida
anímica del niño: tiene que luchar con la ternura y admiración que desde siempre le suscitó esa misma
persona; el niño se encuentra en una actitud de sentimiento de sentido doble ‐ambivalente‐ hacia su
padre, y en ese conflicto de ambivalencia se procura un alivio si desplaza sus sentimientos hostiles y
angustiados sobre un subrogado del padre.…
“…[]…Es cierto que en el pequeño Arpád, de quien informa Ferenczi, los intereses totemistas no
despertaron directamente en el contexto del complejo de Edipo, sino sobre la base de la premisa
narcisista de este, la angustia de castración. Pero quien examine con atención la historia del pequeño
Hans hallará también en ella los más abundantes testimonios de que el padre era admirado como el
poseedor del genital grande y era temido como el que amenazaba el genital propio. Tanto en el complejo
de Edipo como en el de castración, el padre desempeña igual papel, el del temido oponente de los
intereses sexuales infantiles”[AE=13/132].
Sólo a comienzos del decenio de 1920, volverá a ocuparse Freud de la identificación (en particular de la
identificación con el padre) para articularla expresamente al Edipo. No obstante Freud ya había
reparado antes en los “hechos de identificación”. En efecto, aparecen observaciones sobre la
identificación desde La interpretación de los sueños, pero la formulación más cercana al
replanteamiento que en esta década se hará del Edipo, se expone en Duelo y melancolía [Freud‐15g
AE=14/241‐255] y repunta en Psicología de las masas [Freud‐20g].
“El varoncito manifiesta un particular interés hacia su padre; querría crecer y ser como él, hacer sus
veces en todos los terrenos. Digamos, simplemente: toma al padre como su ideal. Esta conducta nada
tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre (y hacia el varón en general); al contrario,
es masculina por excelencia. Se concilia muy bien con el complejo de Edipo, al que contribuye a
preparar.
Contemporáneamente a esta identificación con el padre, y quizás antes, el varoncito emprende una
cabal investidura de objeto de la madre según el tipo del apuntalamiento [anaclítico]. Muestra entonces
dos lazos psicológicamente diversos: con la madre, una directa investidura sexual de objeto; con el
padre, una identificación que lo toma por modelo. Ambos coexisten un tiempo, sin influirse ni perturbar
se entre sí. Pero la unificación de la vida anímica avanza sin cesar, y a consecuencia de ella ambos lazos
confluyen a la postre, y por esa confluencia nace el complejo de Edipo normal. El pequeño nota que el
padre le significa un estorbo junto a la madre; su identificación con él cobra entonces una tonalidad
hostil, y pasa a ser idéntica al deseo de sustituir tal padre también junto a la madre. Desde el comienzo
mismo, la identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el
deseo de eliminación. Se comporta como un retoño, de la primera fase, oral, de la organización libidinal,
en la que el objeto anhela. do y apreciado se incorpora por devoración y así se aniquila como tal” [Freud‐
20g AE=18/99].
En este mismo estudio sobre las agrupaciones humanas, Freud presenta avances respecto al
concepto de identificación, en particular en el capítulo 7. En las Nuevas Conferencias [Freud‐32b]
proporciona una definición clara y completa de la identificación:
9
“La base de este proceso es lo que se llama una «identificación», o sea una asimilación de un yo a un yo
ajeno, a consecuencia de la cual ese primer yo se comporta en ciertos aspectos como el otro, lo imita, por
así decir lo acoge dentro de sí. Se ha comparado la identificación, y no es desatino, con la incorporación
oral, canibálica, de la persona ajena. La identificación es una forma muy importante de la ligazón con el
prójimo, probablemente la más originaria; no es lo mismo que una elección de objeto” [Freud‐32b
AE=22/58].
Y, tres años después, a partir de las elucidaciones del concepto de identificación en el trabajo sobre
las masas, mostrará en El yo y el ello [Freud‐23a] el juego complejo de los cruzamientos que definen
la estructura del Edipo y su funcionamiento:
“… uno tiene la impresión de que el complejo de Edipo simple no es, en modo alguno, el más frecuente,
sino que corresponde a una simplificación o esquematización que, por lo demás, a menudo se justifica
suficientemente en la práctica. Una indagación más a fondo pone en descubierto, las más de las veces, el
complejo de Edipo más completo, que es uno duplicado, positivo y negativo, dependiente de la
bisexualidad originaría del niño. Es decir que el varoncito no posee sólo una actitud ambivalente hacia el
padre, y una elección tierna de objeto en favor de la madre, sino que se comporta también,
simultáneamente, corno una niña: muestra la actitud femenina tierna hacia el padre, y la
correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre…[]…. la experiencia analítica muestra que, en una
cantidad de casos, uno u otro de los componentes de aquel desaparece hasta dejar apenas una huella
registrable, de suerte que se obtiene una serie en uno de cuyos extremos se sitúa el complejo de Edipo
normal, positivo, y en el otro el inverso, negativo, mientras que los eslabones intermedios exhiben la
forma completa con participación desigual de ambos componentes” [Freud‐23a AE=19/34‐35]
Se llega así a una concepción menos interaccionalista y biológica del Edipo, y con la cual se justificará la
tesis de una bisexualidad constitutiva del ser humano. El niño deja de ser alguien que sigue su pulsión
natural; la orientación sexual del chico o la chica no está predefinida, es tanto homo‐ como
heterosexual. En otras palabras, también se presente un amor por el padre del mismo sexo y una
rivalidad con el del sexo contrario. En este sentido se habla de un Edipo completo, compuesto por el
Edipo positivo y el Edipo negativo, con sus respectivas ambivalencias.
Por otra parte, de acuerdo con lo planteado en este momento teórico, la liquidación del Complejo no
sólo consiste en hacer renunciar a los deseos de apropiación de la madre y de eliminación del padre,
sino que también consiste en producir una identificación. Hay un cambio sustancial con respecto a la
anterior formulación respecto a la identidad sexual, por cuando ésta ya no se entiende como algo dado,
sino como algo que se debe asumir en ese proceso identificatorio.
2.1/ BISEXUALIDAD Y EDIPO COMPLETO
Si tratamos de comprender el proceso de la definición del sexo con los elementos del Edipo completo
encontraremos curiosamente que la identificación más "normal" es la menos conforme a una cierta
expectativa desde el punto de vista teórico. Para Freud, y en el caso del niño varón, lo más "normal" es
la identificación con el padre, pero más que la identificación con el rival lo que se espera es la
identificación con el objeto de amor. Esto último es lo que en otros términos y ya desde el artículo
Duelo y melancolía de 1915, Freud llamaba la transformación del vínculo objetal en identificación;
cuando el sujeto debe renunciar por una u otra razón al objeto, coloca este objeto en el interior, como
parte de su yo. De acuerdo a esta "ley" y si solo existiera el Complejo de Edipo positivo, este siempre
10
concluiría en la producción de una homosexualidad en el varón. O sea, que si con el rival no se tuviera
más que una relación de rivalidad sin ningún amor hacia él, no podría existir una identificación con él.
Para "solucionar" esta paradoja Freud recurre a la hipótesis de la bisexualidad, la cual puede ser
también interpretada de dos maneras: o biológicamente o económicamente. En la primera se trataría
simplemente de la predominancia de tendencias innatas, de las disposiciones masculinas o femeninas
de cada quien. En la segunda se lleva el Complejo de Edipo a su forma completa, o sea, que en el varón
existiría tanto un Edipo homosexual como uno heterosexual, es decir: tendencias "positivas" y
"negativas" hacia la madre. Decíamos que es una interpretación "económica" porque se supone que la
resultante final se debe a la combinación, o equilibrio de estas cuatro tendencias, resultante que no es
otra cosa que la posición sexual: heterosexual o homosexual. Esta interpretación tiene el inconveniente
de hacer depender el resultado de una especie de "aritmética" de la cual no se sabe exactamente como
regula sus operaciones.
Si la teoría del Edipo completo tiene la bondad de hacernos ver que este Complejo no es simplemente
un modelo para los lazos posteriores, que no es un condicionamiento o una experiencia sobre la cual se
"calquen" las relaciones del adulto, nos acarrea en cambio otras dificultades.
Existe otra interpretación que se esboza en los escritos freudianos y que parece ayudarnos a superar
estos inconvenientes. Si tenemos en cuenta que la identificación con el rival, que es también la
identificación que Freud llama "normal" (quizás de acuerdo a lo que socialmente se considera como
tal), es también la identificación normativizante (que tienen como base una relación homosexual, o al
menos entre individuos del mismo sexo) y que conduce a la formación del superyó, entonces la
transformación que se da por el Edipo parece obedecer a otras leyes, distintas a la del cambio de la
relación objetal en identificación.
Respecto a los efectos normatizantes del Edipo vale la pena traer a cuento dos elementos que Freud
menciona a propósito del Complejo de castración y que podemos relacionar entre sí. Por un lado, la
castración no sanciona la prohibición de la sexualidad en su conjunto sino la prohibición del incesto. Por
otro lado, encontramos la insistencia de Freud en señalar al padre como el portador de la amenaza17.
Basta recordar de paso la función que Freud le da al padre en el mito de la horda primitiva, tal como lo
desarrolla en Tótem y tabú. Allí el padre primitivo o prehistórico es el poseedor absoluto de las
mujeres, y es quien en cierto sentido prohibe la sexualidad en una forma absoluta. La función del padre
consiste pues a la vez en dar consistencia al mito del goce absoluto en la horda primitiva y en situar
este goce como inaccesible. La castración opera sobre una sexualidad determinada y un objeto
determinado y por esto abre un espacio, el de otras mujeres. En este sentido la castración es una ley,
pero que no debemos identificarla con la ley social en general. Si de la salida del Edipo nos queda como
herencia el superyó, es porque tiene la función simbólica de situar ese goce "prehistórico" como
imposible, pero al mismo tiempo localizar un campo, el cual es delimitado por la castración. En otros
términos, es precisamente el superyó el que acomoda la pulsión a un fin y un trayecto, más que a un
objeto particular, al asegurar la prohibición de lo incestuoso‐autoerótico. En cambio, la acomodación
de un objeto a la pulsión parece corresponder al ideal del yo. En síntesis, la transformación que se da
17
. A pesar de las evidencias empíricas, por ejemplo, en el caso del "hombre de los lobos", de que estas amenazas
sean proferidas por mujeres. Por este motivo se tilda a Freud, no sin cierta razón, como "androcentrista" o
"patriarcal". Pero por muchas otras razones esta concepción no se reduce a ser el simple reflejo de una ideología.
11
con el sepultamiento del Edipo y que concluye en la definición de una posición sexual concierne al
dominio de las "instancias ideales", y en este sentido pertenece al dominio de la norma, o mejor: la
posición sexual depende de las instancias en las cuales tienen asiento psíquico la normatividad18. Por lo
mismo está sujeta a las variaciones histórico‐culturales de dichos ideales y de su interiorización.
Para situar esta teorización conviene tener en mente los textos freudianos en los que
se reflejan sus desarrollos, desde los incipientes a los más elaborados:
‐19h AE=17/219‐252 Lo ominoso
‐23b AE=19/145‐149 La organización genital infantil
‐1924 AE=07/181 nota a los Tres ensayos (donde se califica de fase fálica a la
organización libidinal que gira en torno a la premisa universal del pene)
‐24b AE=19/181‐187 El sepultamiento del complejo de Edipo
‐25e AE=19/267‐276 Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual
anatómica
‐31e AE=21/227‐244 Sobre la sexualidad femenina
‐1932 AE=22/104‐125 “La feminidad” en: Freud‐32b Nuevas conferencias... XXXIII,
‐38d AE=23/143‐209 Esquema del psicoanálisis
Freud se ve llevado a poner el acento en la finalización del “complejo de Edipo”, en su solución. ¿Cómo
se termina el complejo de Edipo? es una pregunta que adquiere todo su relieve en el texto El
sepultamiento del complejo de Edipo [Freud‐24b]. La respuesta: la amenaza de castración, es la que
produce la desaparición de las dos corrientes edípicas.
Para el caso del varón dichas corrientes consisten en una moción directa de amor por la madre y
rivalidad con el padre, y otra corriente invertida u homosexual. Para la posición heterosexual la
castración aparece como amenaza del padre rival; en la posición homosexual la castración se introduce
como presupuesto; para asumir la posición femenina frente al padre se requiere que el niño acepte o
imagine estar castrado.
Por eso del lado de la niña, en cambio, la castración, en lugar de "disolverle" su Edipo, la lleva a la
posición edípica clásica. El motor del movimiento es la decepción fálica, el alejamiento de la madre que
no le ha otorgado el falo. Se encuentra por esto en la niña manifestaciones de una "envidia del pene"19
18
. Esta forma de entender la posición sexual es analizada por Jean Laplanche en sus Problemáticas I – La angustia
(Buenos Aires, Amorrotu,1988), en particular en las clases del 13 de marzo y del 8 de mayo de 1973.
19
. Esta "envidia del pene" es consecuencia de una confusión del pene y el falo. Son muchos los analistas, y los
neuróticos, que caen en la misma confusión. A ello contribuye también que a pesar de la diferencia entre el "falo"
y el "pene", ella no impide que el mismo pene o el cuerpo femenino en su conjunto funcionen como falo
imaginario. Pero también el cuerpo masculino padece en cierto grado de una inadecuación, más allá de la
inadecuación de la imagen con las palabras, que parece explicar por qué universalmente se integran en la
apariencia humana el adorno, el maquillaje, el tatuaje o la herida. Con bastante frecuencia esta inadecuación de
su cuerpo o de su pene estimulan el autoengaño en el hombre, facilitado por la posesión del pene, y que lo lleva a
12
y de "sentimientos de inferioridad". A partir de allí la niña se dirige hacia el padre y debe realizar un
doble cambio: de zona erógena y de objeto. Es decir, debe abandonar la excitabilidad clitorídea por la
erogenización de la vagina, y el objeto primordial del mismo sexo, por el objeto edípico, el padre.
Freud nos advierte que en este proceso lo que pone en cuestión la castración no es la sexualidad toda
sino la sexualidad edípica en particular. En otras palabras, la castración no sanciona la prohibición de la
sexualidad en su conjunto sino la prohibición del incesto.
3.1/ CASTRACIÓN Y FASE FÁLICA
Esta nueva ubicación de la Castración se ha hecho posible por el aislamiento conceptual de la fase
fálica, en el ensayo La organización genital infantil [Freud‐23b]. En adelante fase fálica y Complejo de
Castración serán inseparables del Complejo de Edipo. La comprensión cabal de éste no es posible si no
entendemos el vínculo entre la fase fálica y Complejo de Castración.
El “complejo de castración” ya había hecho su aparición en el caso de Juanito, de quien se dice que
“…adquiere... el ‘complejo de castración’, cuya existencia habría de confirmarse con tanta frecuencia entre los
neuróticos, aun cuando estos, en conjunto [’como un solo hombre’, se diría en lenguaje corriente], se encolerizan con
violencia contra su reconocimiento”20.
Esto sugiere que la angustia de castración del niño más célebre de los orígenes del psicoanálisis ya
anuncia la “pareja” invertida del complejo de Edipo, el “Edipo negativo”.
Por otro lado, el narcisismo (descubierto en las dilucidaciones sobre la paranoia de Schreber, la
homosexualidad de Leonardo de Vinci, y la omnipotencia de pensamiento de niños y salvajes en Tótem
y tabú) se consolidará como noción en el ensayo de 1914. Allí ya Freud manifiesta que el valor
narcisista agregado al órgano genital justifica la angustia; valor en cierto modo proporcional al peligro y
a la amenaza de perderlo21.
Ahora bien, este aspecto narcisista da cuenta, entro otros aspectos, de la carga psíquica del objeto
fálico. Todavía es necesario que aparezca la dimensión “interpersonal”. En efecto, en el marco de la
afirmación del deseo por la madre y el impedimento paterno, el complejo de castración adquiere un
relieve intersubjetivo.
En cuanto a la fase fálica dice Freud:
"El carácter principal de esta organización infantil es, al mismo tiempo, el que lo diferencia de la
organización definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital,
el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo" 22.
La fase fálica implica una serie de términos como: el reconocimiento de la existencia de un solo sexo,
con el correlativo desconocimiento de los órganos genitales femeninos; el otro sexo no es definido por
un atributo positivo sino únicamente por la ausencia del órgano masculino 23.
persuadirse de que todo el mundo no ha perdido el falo, y pensar, por el contrario que él, como todos los
hombres, lo posee.
20
Freud‐09b Análisis de la fobia de un niño de cinco años, AE=10/10.
21
Freud‐14e Introducción del narcisismo, AE=14/89.
22
. Freud‐23b La organización genital infantil, AE=19/146.
23
. La polaridad masculino‐femenino viene a terminar una serie de oposiciones que se inicia con la de activo‐
pasivo y pasa por la de fálico‐castrado. No obstante lo masculino‐femenino está presente de entrada para el niño,
13
Ahora bien fase fálica y castración se relacionan de la siguiente manera:
"La carencia de pene es concebida por el niño como el resultado de una castración, y ahora él
debe afrontar la relación con la castración en su propia persona. Los desarrollos posteriores son
demasiado conocidos para recordarlos aquí. Diremos solamente: no se puede apreciar en su
justo valor la significación de la castración sino a condición de tener en cuenta que sobreviene
en la fase del primado del falo".
Si la primacía del falo es la que lleva a concebir la carencia de pene como castración, a su vez ésta, bajo
la forma de amenaza de castración, es la que produce la desaparición de las dos corrientes edípicas.
3.2/ DIFERENCIA ENTRE PENE Y FALO
El hecho de reconocer, durante la fase fálica, solamente un papel esencial a un único órgano genital en
cierto momento de la evolución sexual infantil implica que la primacía se sitúa por fuera de la realidad
anatómica, fuera del registro orgánico, o sea precisamente a nivel de lo que la carencia de órgano es
susceptible de representar subjetivamente.
Es la noción de carencia ("la carencia de pene") la que suscita la promoción del pene y por tanto la que
lo introduce radicalmente más allá de la realidad anatómica. De hecho la diferencia de los sexos se
constituye de entrada en torno a la noción de carencia: el órgano genital femenino en la teoría infantil
es diferente del masculino porque le falta algo. Por otra parte, el resultado de la observación (realidad
perceptiva) es inmediatamente elaborado subjetivamente bajo la modalidad de una concepción ("la
carencia de pene es concebida").
En otros términos, la cuestión de la diferencia de los sexos es abordada por el niño en el terreno de una
lógica que no busca la simplicidad. En efecto en lugar de tomar la realidad de los sexos que impondría
directamente su diferencia, el niño la elabora en forma subjetiva en una construcción en donde la
diferencia está sometida a la carencia o la falta. Esta construcción teórica que convoca
imperativamente una falta en la realidad postula implícitamente la existencia de un elemento
significante: el falo.
Lo anterior nos introduce en la distinción entre el falo y el pene. El pene, como realidad anatómica y
fisiológica, puede formar parte de una serie indefinida de órganos. Considerado de este modo puede
jugar un papel en la diferencia relativa de los géneros, es decir, en la diferenciación de esas categorías
sociales en las cuales se pueden incluir rasgos no sólo anatómicos sino también socioculturales o
caracterológicos.
El falo, a diferencia del pene, no entra en una serie, sino que es único; ni siquiera se opone al órgano
femenino. Es un símbolo, no en su sentido alegórico de símbolo de potencias o cualidades, sino en un
sentido formal, de un "signo algebraico" que "marca" el cuerpo humano por su presencia o ausencia. El
"falo" entonces constituye una diferencia absoluta, que debemos distinguir de la diferencia relativa de
los géneros24.
pero como una especie de oposición natural o social, al mismo título que otra serie de oposiciones diferentes
como por ejemplo entre lo vivo y lo inanimado, los animales o los humanos.
24
Para entender mejor lo que se acaba de decir, conviene tener en cuenta que los términos de "diversidad" y
"diferencia" corresponden a una lógica clásica y simple, referida a la oposición de ciertos atributos en el juicio. La
diversidad se aplica a los individuos que tienen atributos contrarios y la diferencia a aquellos que poseen
características contradictorias. Formalmente se definen de la siguiente manera: los contrarios no pueden ser
14
3.3/ DISIMETRÍA DEL EDIPO FEMENINO
En este momento de su obra Freud descubre también la disimetría del Complejo de Edipo del hombre
respecto al de la mujer. En efecto, la niña parte de una relación primordial con la madre, la cual Freud
duda en considerar como preedípica o como correspondiente a un Edipo homosexual. El Edipo
heterosexual en todo caso sólo se inicia por una decepción en esa relación, mediada por el Complejo de
Castración, que la lleva a dirigirse hacia el padre, como persona poseedora o dadora de ese falo que la
madre no tiene y que tampoco le otorgó. De otro lado, el centramiento de la erogeneidad en el clítoris,
tal como lo determina su posición fálico‐masculina, debe ser cambiado hacia la erogenización de la
vagina. Se da así en la mujer un doble movimiento que no se presenta en el varón: cambio del objeto
inicial (de la madre al padre) y cambio de la zona erógena (del clítoris a la vagina). Otra diferencia
radica en la función del Complejo de Castración: en el niño opera como "liquidador" del Edipo, en
cambio, la Castración lanza a la niña hacia el Edipo directo.
4/ EL EDIPO Y LA ESTRUCTURA
4.1/ EL EDIPO SEGÚN LACAN
Sobre el terreno de estas referencias freudianas, y con su propia concepción el significante (inspirada
en gran medida en la lingüística saussuriana), LACAN transformará el Edipo freudiano en un Edipo
estructural, al pensarlo como una operación significante; concretamente como una operación
metafórica que consiste en la sustitución de un significante, el Deseo‐de‐la‐Madre, por otro
significante, el Nombre‐del‐padre. La intervención del Falo como tercer elemento en la relación madre‐
hijo depende de la introducción de ese cuarto término a través de la metáfora paterna, que es el del
Nombre‐del‐padre. Los defectos en esta operación llevarán al niño a igualarse al falo, a hacer de la
relación con la madre una relación dual en la que él funciona como ese falo imaginario que falta a la
madre25. O bien, esta operación simbólica, al cambiar la dinámica fálica, hace de la metáfora paterna la
operación de resolución de la situación edípica.
afirmados simultáneamente de un mismo sujeto; los contradictorios, en cambio, no pueden ser ni afirmados ni
negados simultáneamente de un mismo sujeto. Si hacemos una analogía con la lógica de predicados el pene
entraría en una lógica de los contrarios y el falo en una lógica atributiva de los contradictorios. De una manera
más intuitiva podemos entender esto con los colores: los colores tienen cada uno una cualidad propia, existe una
infinidad de ellos y se pueden inventar nuevas denominaciones en la gama del espectro, pero ninguno se define
por la negación del otro. De este modo "no‐blanco" no significa necesariamente "negro"; también puede ser azul
o verde o...hasta "n" posibilidades.
25
. Paradójicamente es esta identificación la que hace feminizar al hombre, por cuanto la mujer en razón de su
falta de órgano peniano es más apropiado para representarlo. Este empuje‐hacia‐la‐mujer es más patético en el
caso del psicótico. El ejemplo del Doctor Schreber tal como lo trae FREUD en el análisis de sus Memorias es una
muestra de que a falta de poder ser el falo que falta a la madre, no le quedó otra solución que convertirse en la
mujer que hace falta a los hombres.
15
El Edipo lacaniano es la descripción de una estructura y de los efectos en el campo de la representación
que esa estructura produce en quienes la integran. En otras palabras, lo que determina la posición de
los personajes del Edipo es lo que circula entre ellos: el Falo. De acuerdo a la circulación del falo, que va
otorgando la máxima valoración, se puede entender cómo se van ubicando los distintos personajes
frente a ese falo cuya posesión brinda una determinada satisfacción narcisista. El proceso del
Complejo de Edipo se jugará entonces en la ubicación respectiva del falo en el deseo de la madre, del
niño y del padre, en el curso de una dialéctica que se despliega en los modos del "ser" y del "tener". De
esta manera el padre y la madre en lugar de ser personajes se convierten en funciones.
LACAN distinguirá tres momentos, lógicos más que cronológicos, en el Edipo. En el primer momento el
niño es el falo, la madre tiene el falo; el padre no aparece suficientemente. De entrada el deseo de la
madre se halla ordenado por la problemática de la diferencia de los sexos. Si la madre desea es porque
ella adolece de una carencia, la cual viene a ser representada por la ausencia en la mujer del órgano
peneano.
En el segundo momento el niño deja de ser el falo, la madre deja de tener el falo y el padre es el falo
omnipotente que puede privar a la madre. Cuando el pene se eleva a la categoría de símbolo del deseo
materno, el niño se alivia del peso de la obligación de satisfacer aquel deseo. El falo da sentido y
permanencia simbólica a los ires y venires de la madre, que se experimentaban como amenazantes. En
otros términos, el falo no es el pene imaginariamente atribuido a la mujer bajo la especie de la madre
fálica, sino que el falo es el elemento significante que le es atribuido al padre, de lo contrario el padre
no es estructuralmente tercero en la situación edípica. En otro nivel el Falo es el símbolo del no‐
sentido del deseo. Desde este punto de vista el Nombre‐del‐Padre es la razón del fondo no‐racional
del deseo. Como significante marca el punto de llegada de toda búsqueda de sentido, el límite de toda
significación. De este modo impide la búsqueda infinita de una respuesta al enigmático deseo materno,
búsqueda que se confunde con hacerse su objeto, y de allí su naturaleza incestuosa. El significante del
Nombre‐del‐Padre significa al niño que es al padre a quien incumbe la carga de dicho enigma. Se
constituye así un saber,que se confunde en parte con el Inconsciente, cuyo acceso está prohibido pero
situado en el lugar del Otro paterno.
Sólo en el tercer momento el padre dejar de ser el falo para pasar a tenerlo. Allí el falo se encuentra por
fuera del padre. No es la madre, ni el niño, ni el pene del padre, ni el padre mismo. Según ésto el Edipo
16
consiste en superar el falo como aquello que se es, para llegar al falo como algo que se tiene; en otras
palabras, en separar el falo de sus representaciones.
De esto modo LACAN llega a considerar que la ley constitutiva del deseo no es tanto la ley edípica como
la ley de la castración, instituyendo el falo como significante primordial del deseo en la triangulación
edípica.
Por la participación en el registro de lo imaginario el Edipo freudiano, dice LACAN, tiene valor de mito.
Pero en cuanto el Edipo convoca a la relación intersubjetiva a tener participación en el registro
simbólico, es un proceso estructurante para el sujeto.
¿Se inscribe el Complejo de Edipo en el inconsciente?
De modo negativo se puede decir que el inconsciente ignora la contradicción, la negación,
así como la consideración de la realidad exterior y de las relaciones temporales. Por otra parte,
pensar el psiquismo freudiano como una extensión espacial permite entender cómo sus
elementos recientes se conservan sin destruir los más antiguos, aunque lleva a modelos
insostenibles como el que intentó hacer Freud en El malestar en la cultura27 al compararlo con
la co‐presencia en la ciudad de Roma de todos sus estratos arqueológicos.
Es esta definición del inconsciente la que da pie a la pregunta de Jean Laplanche:
“Si el complejo de Edipo es una forma capital de las estructuras del parentesco, fundadora de los
intercambios de personas, bienes e ideas, es difícil ver cómo encontraría este ‘ligante’ del alma
contemporánea su lugar en el imperio de lo ‘desligado’ …[]…sucede lo mismo con la castración, idea
enteramente sostenida por la negación en el seno de la oposición fálico‐castrado, y que sólo puede ser
concebida como un organizador que impone su lógica binaria en los niveles ‘superiores’; siendo su
beneficio más tangible la ligazón de la angustia causada por el ataque pulsional, como miedo a un peligro
28
acotable y controlable” .
En efecto, la desligazón que caracteriza al inconsciente invalida toda tentativa de incluirlo
en alguna especie de logos, y mucho menos en esa lógica de la contradicción que implica la
castración.
26
Este subtítulo fue elaborado por Mauricio Fernández a partir del artículo de Jacques ANDRÉ “Violences
oedipiennes” (Revue Française de Psychanalyse, 2001, vol 65, no 01, pp 199‐210); fundamentalmente resume las
ideas del articulista, pero también hace algunas adiciones de contenido y de información bibliográfica; para su
redacción y composición, toma algunas frases traducidas de manera relativamente ajustada a la expresión
original, y otras frases (en su mayoría) son construidas en traducción libre o paráfrasis.
27
Freud‐29d “El malestar en la cultura” en: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo 21, pp 65‐140.
28
Laplanche,1993 “Breve tratado del inconsciente” en: Entre seducción e inspiración: el hombre, Buenos Aires,
Amorrortu, 2001, p 85. Una argumentación más desarrollada de este tema por parte de Laplanche se encuentra
en su ensayo de 1996 “El psicoanálisis: mitos y teoría”, idem, pp 213 a 235.
17
En este sentido, la noción de estructura está muy lejos de la imagen de las amontonadas
ruinas de Roma. La estructura introduce un orden, gracias a la negación, a las pertinencias, las
cuales, como dicen los lingüistas, mantienen las diferencias mínimas y evitan las confusiones.
Entonces, si el complejo de Edipo lo consideramos como una “estructura”, con sus
negaciones, sus exigencias de no‐contradicción, sus coordinaciones, etc, es claro por tanto que
no comparte la naturaleza de lo inconsciente.
Pero la anterior conclusión depende de la verdad de su premisa, de ese “si
consideramos...”. Ahora bien, en realidad el complejo de Edipo como estructura no es el Edipo
freudiano, sino la versión que de él da Lacan, luego de traducirlo o reinterpretarlo de acuerdo
con el código de la antropología lévi‐straussiana.
La confusión entre Lévi‐Strauss y el psicoanálisis comienza por la consideración privilegiada
que hacen ambos de la prohibición del incesto. El antropólogo francés, al tratar de diferenciar
los estados naturales de los culturales29, juzgaba que todo lo que concierne al orden de la
cultura es relativo y particular, y que todo lo que es universal pertenece a la naturaleza y es
espontáneo. En consecuencia concluía que la prohibición del incesto tiene la particular
característica de presentarse como universal, en contraste con todas las demás reglas sociales.
Lo cual no impide que las modalidades de su prohibición varíen según la época histórica o las
geografías.
Para el psicoanalista es tentadora esta reflexión, que eleva a la dignidad de puente entre la
naturaleza y la cultura una prohibición que, según su experiencia, es fundamental y que
además reconoce a la madre como lo prohibido por excelencia. Pero más allá de esto
comienzan las diferencias de perspectiva. Para el antropólogo, la estructura inconsciente de la
prohibición del incesto no es la representación reprimida del deseo incestuoso sino la
estructura de una combinatoria que determina los intercambios fundadores del parentesco, y
por extensión, de la organización social. Para el antropólogo, la prohibición del incesto es una
invitación al intercambio de mujeres y a la creación de alianzas; no casarse con la hermana
permite hacerse a cuñados.
La palabra “inconsciente” produce la ilusión de un enfoque semejante al del psicoanálisis,
pero en realidad existe una gran distancia entre esta concepción antropológica y la concepción
freudiana del proceso primario. Freud usa el término “inconsciente” como sustantivo, Lévi‐
Strauss como adjetivo. En el etnólogo “inconsciente” denota una cualidad de la estructura, la
marca de un sistema formal, de una combinatoria con relaciones matemáticas. En este orden
de ideas, la estructura del parentesco es “inconsciente” para los miembros del conjunto
familiar en el mismo sentido en que la estructura fonológica de una lengua es “inconsciente”
para sus hablantes. En términos freudianos, en cambio, la estructura que Lévi‐Strauss
considera “inconsciente”, es inconsciente en sentido descriptivo, pero no está reprimida;
representa, con todo su formalismo, una elaboración de los procesos secundarios, y de ningún
modo un resultado de los procesos primarios del inconsciente psicoanalítico.
29
En 1947, en su obra: Las estructuras elementales del parentesco (traducción: Marie‐Therèse Cevasco,
Barcelona, Planeta‐Agostini, 1985, 2vols, 574p.)
18
A partir de lo anterior se capta el forzamiento operado por Lacan cuando afirma:
“¿No es acaso sensible que un Lévi‐Strauss, sugiriendo la implicación de las estructuras del lenguaje y de
esa parte de las leyes sociales que regula la alianza y el parentesco conquista ya el terreno mismo en el
30
que Freud asienta el inconsciente?”
Pedirle a Freud que diga o sustente lo que en realidad sólo dice Lacan, es una de las figuras
retóricas más frecuentes de la “enseñanza” de este último. Este proceder, así como las
modificaciones que introduce en la teoría del complejo de Edipo, pueden percibirse mejor a
través del tratamiento que hace de los casos clínicos de Freud. En el ‘Hombre de las ratas’31,
Lacan no le otorga a la fantasía de la tortura más que un valor imaginario y privilegia, en
cambio, el circuito simbólico de la deuda, y la función simbólica del Edipo para la formación del
sujeto. En el caso de Juanito32 el énfasis se pone en el acceso a lo simbólico y en la estructura,
en lugar de las fantasías incestuosas, de asesinato y sus angustias asociadas. Sin necesidad de
detenerse en la inscripción del inconsciente en el Otro, como sede de la palabra, en el
despliegue de la dialéctica fálica del ser y del tener, se puede ir directo a la conclusión, que
consiste en definir el complejo de Edipo como una “crisis normativa”. Para ello debe incluir el
complejo de Castración, más exactamente la integración de lo simbólico a través del proceso
de castración para que el sujeto pueda asumirse plenamente como tal. La castración, en Lacan,
se administra; en Freud, es una fantasía.
Ahora bien, la idea de “crisis normativa” no está ausente del razonamiento de Freud, pero
no es atribuida al complejo mismo (pues desear poseer a su madre o matar a su padre, nunca
ha estructurado a nadie) sino a su desaparición. Es a partir de las “ruinas” del complejo, por
medio del juego de identificaciones a los padres y de la constitución de las instancias morales
(superyó e ideal del yo) que lo normativo se impone. Por tanto, no es la problemática edípica la
que es estructurante, sino la solución o salida de ella. En otras palabras, para Freud lo
normativo es el resultado de una formación reactiva ante el complejo; la norma deriva el
principio de su existencia de la represión del Edipo.
Respecto a la norma, parece sucederle a Lacan algo semejante a lo que en Aristóteles
descubre Émile Benveniste33. Según el lingüista, Aristóteles creía que hacía el inventario de los
conceptos a priori que organizaban la experiencia y los predicados del ser, cuando en realidad
tan sólo redescubría las categorías del verbo griego. Un poco lo mismo sucede entre las
categorías religiosas y las categorías de lo Simbólico, en particular a propósito del “padre
simbólico":
30
Lacan,1953l “Función y campo de la palabra” en: Escritos 1 (traducción Tomás Segovia), Siglo XXI, 4ta ed:1976, p
104.
31
cf Lacan,1953d “El mito individual del neurótico”
32
cf Lacan,1956g Seminario 4: la relación de objeto
33
cf Benveniste (1958) “Categorías del pensamiento y categorías de la lengua” en: Problemas de lingüística
general I , México, Siglo XXI, 4ta ed: 1974, pp 63‐74.
19
“El único que podría responder absolutamente de la función del padre como padre simbólico, sería
alguien que pudiera decir como el Dios del monoteísmo: Yo soy el que soy. Pero esta frase que
34
encontramos en el texto sagrado no puede pronunciarla nadie literalmente” .
Con todo, no hay que negar que este tipo de figura, de padre simbólico, tampoco está
completamente ausente del texto freudiano. Con Juanito, Freud jugó a formular verdades
universales sobre su vida:
“Él no podía menos que creer, le dije, que el padre le tenía rabia, pero eso no era cierto: el padre le tenía
cariño, y podía confesarle todo sin miedo. Que hacía mucho tiempo, antes que él viniera al mundo, yo sabía
ya que llegaría un pequeño Hans que querría mucho a su madre, y por eso se vería obligado a tener miedo
del padre”35.
No desaprovecha así la ocasión del placer de la adivinación, de acercarse a un “padre o
abuelo simbólico”, a hacerse pasar por el buen dios, a hablar desde lo alto del Sinaí. Pero con
estas frases universales condescendía con una intención represiva, sobre todo respecto al
deseo homosexual; igualmente animado en el fondo de esa pasión del propio padre de Juanito
(Max Graf) por penetrar el alma de su hijo. La enunciación de la estructura protege así al padre
y al mismo Freud de ese reconocimiento.
En Tótem y tabú36, bajo la figura del “padre muerto” se pueden descubrir los primeros
indicios de ese mismo “padre simbólico”. En Psicología de las masas37 son sorprendentes las
formulaciones a propósito del “padre de la prehistoria personal”. No obstante lo que cuenta es
que Freud intenta aislar una primera identificación al padre, de quien el niño hace su ideal, que
estaría en conformidad con la masculinidad, y que pretende desvinculada de los miasmas de la
sexualidad infantil, es decir, identificación surgida de una relación sentimental no‐sexual con el
padre, y que por ese hecho, no competiría al tratamiento analítico. Finalmente Freud vacila
sobre su hipótesis en El yo y el ello38, cuando después de formular la idea de un padre
edificado por la identificación “prehistórica”, vacila entre lo empírico y lo simbólico, entre el
padre de la prehistoria o los padres concretos, simplemente. Pero más decisivo es el hecho de
que evoque en ese momento la bisexualidad edípica y el carácter inmediatamente sexual de la
relación con el padre. Es más, Freud es explícito al rechazar la propuesta del pastor Pfister, a
quien le parecía importante que la persona del analista autorizara al paciente a asignarle el
lugar de ideal del yo39.
De todos modos, no viene al caso negar el valor estructurador, organizador, normativo, de
lo que, desde Marcel Mauss, se ha convenido en llamar “orden simbólico”, ni de restar
importancia a la transmisión cultural que se realiza por la vía de la filiación. La pregunta que
viene al caso es otra, toda vez que se considere el trabajo del psicoanálisis más como el
34
Lacan (1956d) Seminario 4: la relación de objeto, clase del 07marzo1957
35
Freud‐09b “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” en: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo
10, pp 36‐37.
36
Freud‐11f “Tótem y tabú” en: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo 13, pp 11‐162
37
Freud‐20g “Psicología de las masas” en: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo 18, pp 67‐136.
38
Freud‐23a “El yo y el ello” en: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo 19, pp 15‐16.
39
cf FREUD Sigmund & PFISTER Oskar Correspondencia (traducción Matilde Rodríguez Cabo ), México, FCE, 1966,
cartas del 21 y 22oct‐1927.
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levantamiento de la represión que como el del acceso a lo simbólico, esto es: ¿qué ha
aportado de original el psicoanálisis en este terreno, más allá de las contribuciones decisivas,
sobre todo de la antropología y de la historia?
Si se quiere mantener el carácter inconsciente del Edipo cabe reconocer, ante todo, que la
conflictualidad del Edipo se pone en juego más allá de la ambivalencia, está implicada tanto en
la desmesura de los deseos que conlleva como en su permanente frustración, pero se presenta
principalmente como la angustia y el desamparo que produce la expulsión de la relación a dos,
que son producidos por el emplazamiento en el lugar del excluido (recordar la fantasía de la
escena originaria, o la del “matan a un niño”).
Pero restaurar el complejo de Edipo a la realidad brutal de sus deseos (incesto y
parricidio), no implica perder de vista que él actúa como fuente de múltiples relatos, como
verdadera matriz de la actividad de simbolización; cuidando de no confundir sus desarrollos
con su núcleo. En este sentido, conviene retomar la cuestión de la negación en el punto en que
Freud la dejó. Aunque en el inconsciente no haya negación, no está excluido que en él se
presenten elementos que après‐coup aparecerán como los prototipos de aquella; tal como lo
formulaba Freud con el “escupir” a propósito del origen del juicio40. El penetrar‐asesinar
edípicos son “actos” que también pueden anticipar lo negativo, pero más tarde, después de
sus primeras elaboraciones.
En conclusión, hay que mantener la atención despierta para no dejarse llevar por una
radicalización que vaciaría al inconsciente de todo contenido figurable, hasta el punto de llegar
paradójicamente a un inconsciente tan absolutamente “real” como especulativo. El complejo
de Edipo no puede considerarse como el tiempo madurativo que pone fin a la infancia, ni
mucho menos como un momento estructurante y normativo, a través del cual se alcanzaría
una estructura pre‐histórica.
5/ CONCLUSIÓN
La idea más difundida del Complejo de Edipo es la que corresponde a la situación planteada por la saga
griega. Ella se refiere a una constelación de conductas, actitudes y sentimientos que tendrían lugar en
una época de la vida, a saber: amor por el padre del sexo contrario y por el del mismo sexo, rivalidad y
hostilidad. La concepción popular tiende más a tomar el Complejo de Edipo como un conjunto de
manifestaciones observables durante un lapso de la vida infantil, a pensar en un conjunto de elementos
que podríamos llamar el “Edipo‐vivencia”. Por el contrario, para el psicoanálisis el Complejo de Edipo
es inconsciente en el sentido sistemático, es decir algo que no puede hacerse consciente por medio de
la atención preconsciente.
La “elección de objeto” —de la madre— “junto a la actitud, inherente a esto, de rivalidad y de
hostilidad hacia el padre” es “el contenido del denominado complejo de Edipo”[Freud‐22f]41. Con la
expresión “complejo de Edipo” se debe pensar, en una mezcla de “lazo sentimental con el progenitor
del sexo opuesto y actitud de rivalidad hada el progenitor del mismo sexo”[Freud‐24h]42. En este
40
cf Freud‐25a “La negación” en: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo 19, pp 253‐257.
41
Freud‐22f “Psicoanálisis” y Freud‐22g “Teoría de la libido” AE=18/240‐1.
42
Freud‐24h Las resistencias contra el psicoanálisis, AE=19/234.
21
momento, “el muchacho concentra sus deseos sexuales en la persona de la madre y desarrolla
mociones hostiles hacia el padre” [Freud‐24i]43.
“En él culmina la sexualidad infantil que, por sus efectos posteriores (Nachwirkungen), influye de
manera decisiva en la sexualidad del adulto” (Freud,1920)44. Pero, además, debe considerarse como
“el correlato psíquico de dos hechos biológicos fundamentales, el de la larga dependencia infantil del
hombre y el de la manera notable en que su vida sexual alcanza, entre los tres y los cinco años, un
primer punto culminante, para llegar luego a un recrudecimiento con la pubertad, después de un
período de inhibición” [Freud‐23i]45.
Su importancia dinámica consiste en que esta “relación con los padres” es “la situación conflictiva más
importante que el niño tenga que resolver” [Freud‐25k]46. “Complejo de Edipo” es la denominación de
una situación conflictiva —básica—, que remite a la relación parental en un momento dado (entre los 3
y los 5 años), pero que convertirá a este complejo situacional en el prototipo inconsciente de las
ulteriores relaciones intersubjetivas.
También se da con él una verdadera construcción: “Llamamos a esta construcción psíquica (seelische
Aufbau) en su totalidad, por la conocida leyenda griega el complejo de Edipo” [Freud‐26d]47. Se trata
de un verdadero “universo” de pensamiento edípico, que se prolonga bajo la forma de actividades
fantasiosas, mitológicas, etcétera. Es un verdadero puente o denominador común con la psique
colectiva.
El Edipo no es estructural (estructura como conjunto de elementos que se constituyen en la relación
dentro de la cual son interdependientes) ni es estructurante; sólo su desaparición puede serlo, en
virtud de la reacción represiva frente a los deseos incestuosos y hostiles, contrarios a las corrientes
dominantes de la cultura. El sepultamiento del Edipo aparece así contribuyendo a la constitución del
inconsciente en el sentido de la primera tópica, es decir, estableciendo un reprimido, y por lo tanto, de
contragolpe, aportando a las producciones sintomáticas, que son retorno de lo reprimido.
El Edipo es determinante. El interjuego de sus relaciones objetales e identificaciones cruzadas pone el
sello en la constitución de la identidad sexual, e igualmente, deja sus huellas en las consecuencias de
sus intentos de disolución: la formación del superyó y del carácter. Lo que en una expresión gastada se
suele llamar "la resolución del Complejo de Edipo", será lo que determine múltiples facetas de la vida
psíquica del individuo: desde aspectos "normales" como el estilo de la vida amorosa del adulto o el
ingreso en la normatividad básica que lo hace un ser social, sometido a la culpa, a la moral, al derecho,
a la religión y a los controles de su coexistencia, hasta la manera como se configure su psicopatología.
El Edipo nos permite entender el papel parcial que tienen los vínculos familiares en la construcción de
la sexualidad adulta. Como consecuencia de la coyuntura y mociones edípicas, su sepultamiento
concluye en la establecimiento de una regulación del deseo y en la elección de un sexo, que permiten
tanto salvaguardar el deseo y la pulsión, como acondicionarles un objeto satisfactorio para el goce
sexual.
43
Freud‐24i Presentación autobiográfica, sección lll, AE=20/35.
44
Freud,1920 nota agregada en 1920 a “Tres ensayos” in: Freud‐05c AE=07/206.
45
Freud‐23i Breve informe sobre el psicoanálisis, AE=19/219‐220.
46
Freud‐25k Psicoanálisis (enciclopedia Británica), AE=20/255.
47
Freud‐26d ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, sección IV, AE=20/199‐200
22
Igualmente, por cuanto cada una de las configuraciones psicopatológicas implica una determinada
identidad, una posición frente al deseo, un tipo de elección de objeto, son las vicisitudes de estos
procesos las que permiten colocar al Edipo como eje de referencia de las formaciones sintomáticas, es
decir, no solamente en cuanto "complejo nuclear" de las neurosis, sino como "núcleo" que por sus
modalidades de planteamiento y resolución determina los tipos patológicos.
Una simple fase, temporalmente definida, no podría abarcar este amplio espectro de determinaciones,
ni su presencia permanente, precoz y latente a lo largo de la vida. En síntesis, ese cierre relativo que se
puede lograr durante la fase fálica, y que se completará se la adolescencia, es más que un momento
cronológico del desarrollo sexual, es también un momento clave para la construcción de instancias y
regímenes psíquicos fundamentales.
Medellín (Colombia), diciembre 2013