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Estrés oxidativo

Partiendo de lo básico, podemos hablar de oxidación cuando hay una pérdida de electrones, y a

su vez de reducción cuando hay ganancia de estos mismos. Así que, cuando hay oxidación,

necesariamente va a haber reducción, y viceversa. La oxidación es un proceso vital para el

mantenimiento de la vida, pues está involucrada en el metabolismo para la obtención de energía.

Aún así, si se da el caso de una excesiva oxidación, se causa un estrés oxidativo. Debemos tener

en cuenta que casi todo es oxidado por el oxígeno.

El estatus del estrés oxidativo es difícilmente medible, ninguno de los marcadores proporciona

datos totalmente correctos. El conocimiento de estos valores sería de gran utilidad para la práctica

clínica y servirían para evidenciar factores de riesgo que puedan conllevar a una subsecuente

patología.

Es a partir del concepto de estrés oxidativo que podemos hablar de los radicales libres. Estos son

moléculas altamente reactivas debido a que tienen un electrón, del nivel de energía más externo

desapareado, así, tienen una gran tendencia a reaccionar con las moléculas normales, rompen el

equilibrio natural y causan problemas.

Hay dos clases de antioxidantes: los enzimáticos y los no enzimáticos. Los primeros son, por

ejemplo, la catalasa de los peroxisomas, la glutatión peroxidasa y la superóxido dismutasa. Entre

el segundo grupo, los no enzimáticos, están el glutatión, la vitamina C o ácido ascórbico y la

vitamina E o alfa tocoferol. Por su parte, las proteasas celulares se encargan de eliminar las

proteínas que se han visto alteradas por acción de los radicales libres de oxígeno; y los

antioxidantes terciarios tienen la función de reparar las moléculas dañadas por estos tóxicos.
Entre los procesos degenerativos que se causan por el estrés oxidativo está el envejecimiento,

pero en realidad es difícil saber hasta qué punto va el envejecimiento natural y en cuál comienza

las afecciones causadas por los radicales libres. También hay una estrecha relación entre los RLO

y el cáncer, en tanto a que se sabe que los tumores poseen su propia irrigación con vasos

sanguíneos y a su vez, los RLO poseen la capacidad de estimular el crecimiento de las células de

los músculos lisos, por lo que se cree que estos radicales podrían ser los promotores de la

angiogénesis que se da en el tumor.

La gran cantidad de estos agentes que pueden llegar a desencadenar un cáncer, puede ser

consecuencia de mecanismos endógenos y también exógenos. Las regulaciones óxido reducción

han llegado a ser asociadas con la estabilización de proteínas a nivel intracelular y extracelular;

adicionalmente regula enzimas y factores de transcripción. Es por estas implicaciones que tienen

las regulaciones redox en la célula, que cuando hay un exceso de oxidación, las señales causadas

por este estrés desencadenan la producción de genes que expresan e implican una gran variedad

de cambios a nivel celular, que pueden ser, por ejemplo, la proliferación, diferenciación y la

apoptosis. Algunos estudios científicos han arrojado como resultado que cuando una célula se ve

expuesta a un nivel moderado oxidante, se produce la apoptosis; mientras que, si es intenso, esto

causaría la necrosis.

Es necesaria la presencia de las especies reactivas tóxicas, claramente en bajas cantidades, pues

estas sirven para la defensa contra agresiones externas. Sin embargo, se ha detectado que en las

células cancerosas los niveles de antioxidantes (enzimáticos o no enzimáticos) al igual que los

marcadores oxidantes, no son los esperados si se comparan con células normales. De hecho,

algunos de los medicamentos usados actualmente contra el cáncer, tiene como objeto inducir la
apoptosis, evitar la formación de vasos sanguíneos y frenar la proliferación de las células

portadoras de oncogenes. Todo lo anterior se relaciona con el estado redox celular.

Entre otras afecciones causadas por los RLO, encontramos las cataratas, que son resultado del

daño a las proteínas del cristalino; la insuficiencia renal, tanto aguda como crónica; también se

encuentra una de las enfermedades más comunes, la hipertensión arterial. Los pacientes que

tienen esta enfermedad evidencian la peroxidación de los lípidos de las membranas celulares.

Además, la HTA presenta el panorama propicio para la ateroesclerosis, que es la acumulación de

grasas en el interior de la arteria. Lo cual, a su vez, puede generar un aneurisma, ya que se

debilita la pared arterial, y culminar en la muerte.

Si bien teóricamente la forma de tratar las patologías anteriormente mencionadas, que son apenas

una pequeña parte de todas las subsecuentes del estrés oxidativo, sería con el aumento de agentes

antioxidantes en el cuerpo. Entre estas terapias encontramos el selenio, sin embargo, los

resultados parecen mostrar que la funcionalidad de este elemento depende también de factores

externos arraigados a los pacientes, como lo es el país dónde vive; asimismo, la vitamina A y la

vitamina E muestran resultados contradictorios en sus estudios clínicos.

Una de las formas más prácticas para evitar problemas con la regulación redox, es la ingesta de

antioxidantes. La mejor forma de equilibrar su consumo es mediante la dieta mediterránea. Esta

incorpora frutas, verduras, aceite de oliva, cereales, frutos secos, derivados lácteos, carne blanca,

etc. De los mayores aportes de este régimen alimenticio es el aceite de oliva, que reemplaza a

otros aceites o a la mantequilla, pues este primero es más resistente a la oxidación ya que es

monoinsaturado. Otro de los aportes es la disminución de la comida enlatada, ya que al consumir

esta, se pierden los antioxidantes naturales de la comida fresca.


En conclusión, muchas de las enfermedades que conocemos en nuestro día a día se ven

involucradas con el estrés oxidativo, que causa alteraciones a nivel bioquímico e incluso

anatómico, causando mutaciones debido a interacciones celulares. El estudio de los antioxidantes,

como solución a estas patologías, necesita seguir creciendo para poder obtener resultados más

concisos.

Bibliografía

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