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Resumen Parte I

En un lugar de La Mancha, había un señor que leía muchos libros, de aventuras, caballeros, hidalgos,
etc. Un día, de tanto leer, se le secó el cerebro, y perdió el juicio. Se le antojó que quería ser un
caballero, y que iba a enfrentarse a gigantes, a malhechores y todo eso...
Emprendió su camino con unas armaduras viejas que tenía en el desván, y se ‘enamoró’ (en su
imaginación) de una moza, a la que llamó Dulcinea del Toboso, cogió a su viejo caballo, al que
llamó Rocinante , y se fue en busca de aventuras. Al poco andar, se encontró con un ‘venta’ en la
cual había dos chicas en la puerta. Éstas, al verlo llegar, se asustaron, pero al oír el lenguaje que
empleaba, empezaron a reírse. Entonces un señor que andaba por ahí recogiendo rastrojos, le vio
y le invitó a entrar, después de un rato, nuestro caballero se arrodilla delante de él y le suplica que
le haga caballero. Éste, desconcertado, le sigue la corriente y le dice que sí, y El Quijote dice que
esta noche velará las armas, en la capilla del ‘castillo’, y que mañana por la mañana se celebrará la
ceremonia de ‘coronamiento’. Le aceptan, pero le dice que tendrá que velar las armas en el patio,
que no hay capilla, porque la han derribado, para construir otra nueva.
Llega la noche y el Quijote se pone a velar sus armas, que están puestas encima de una pila. En
esto llega un señor a coger agua para dársela a los animales, y el Quijote le dice que no se atreva a
mover sus armas, por que lo pagará con la vida. El hombre no le hace caso, y cuando va a mover
las armas, para poder coger agua, el Quijote le da con la lanza en la cabeza y lo dejó inconsciente.
En esto llega otro con las mismas intenciones, sin darse cuenta de que estaba el otro en el suelo;
cuando hace lo que el otro, el Quijote sin avisarle le da con la lanza en la cabeza y se la abre en tres
partes o más. Llegan los demás por el ruido del golpe, y le empiezan a tirar piedras, el ventero, les
dice que se paren quietos, que está loco y que eso lo justifica todo.
Estos paran, no sé si por que el Quijote arremete contra ellos, o por las replicas del ventero. El
ventero quiere acabar con esta pesadilla, y celebra la ceremonia en plena noche. El Quijote queda
‘coronado’ como caballero, y después de un discurso se va. Por el camino (a no se sabe dónde), oye
unos gritos, que salen del monte, él se adentra, y ve a un labrador azotando a un niño de más o
menos 15 años. Él, en voz alta, le dice que deje al chiquillo indefenso y que se enfrente a tan
poderoso caballero, como don Quijote de la Mancha. El hombre se achanta, y le dice que no pasa
nada, y el Quijote le dice que le pague al niño todo lo que le debe, y él le dice que sí que le pagará
todo lo que le debe, en casa porque aquí no tiene dinero. El Quijote acepta y se va. Al ver el labrador
que le ha perdido de vista, dice al niño que le va a pagar lo que le debe pero que va a acrecentar la
deuda, y le da tal somanta de palos, que lo deja por muerto.
El Quijote, se aleja, y ve acercarse a unos mercaderes, y les dice que alaben a su señora, Dulcinea
del Toboso, y ellos se ríen de él haciéndole burlas. Él dice que tiene que vengar el honor de su
señora, y arremete contra ellos, con tal fuerza, que su caballo, Rocinante se queda sin salida, y
tropieza en plena carrera, y se cae, el Quijote se queda tendido en el suelo, y es el motivo de burla
de todos. Ellos se empiezan a reír, y él dice que no se huyan, y que cuando se levante... no le dejan
acabar y le dan unos palos impresionantes, se apartan dejándolo como muerto.
Poco después pasa por ahí un vecino del Quijote, y le lleva a casa. Por el camino el Quijote le dice
unos poemas, y le llama de muchas formas, dándole nombre de los protagonistas de sus libros.
Cuando llegan a su pueblo, ven que en su casa están los amigos del Quijote, entre los que hay un
cura, y con ellos está la sobrina y el ama del Quijote. Entran y le curan, el ama, la sobrina y el cura;
luego, ellos se van a tirar los libros que le han causado la perdida del juicio, y los queman.
Cuando el Quijote se despierta, ve que no están los libros, la sobrina le dice que se los ha llevado
un mago, y él dice que ese mago es un cabrón, y que se las va a pagar. Se va a dar una vuelta por
el pueblo, cuando recuerda que un caballero debe llevar, consigo, un escudero, entonces va a ver a
un vecino, que es un hombre muy basto, y no sabe leer ni escribir, tiene dos hijos, y está casado, le
convence y se marchan sin avisar. Este vecino que se llama Sancho Panza se lleva a su burro, y
algo de comer en las alforjas.
Cuando llevan algo de camino (no mucho), se encuentran, con unos molinos de viento, que al Quijote
le recuerdan a unos gigantes, y Sancho le dice que no, que son molinos de viento, no le hace caso,
y los ataca, y como se levanta viento, las aspan se mueven y lo mandan a unos cuantos metros. Se
queda molido y tirado en el suelo, y dice que eso le ha pasado porque el mago (de los libros) los ha
convertido en molinos, porque pensaba que los iba a derrotar.
Se levanta y se ponen a caminar, cuando de repente se encuentran con unos frailes. Él se acerca,
y dice, gritando, que son gente mala y que suelten a las damas, que van a la fuerza en el coche de
atrás. Los frailes le dicen que no llevan a ningunas damas a la fuerza, entonces el Quijote arremete
contra ellos y coge su lanza, y quiere matar a uno de los frailes. Sancho se deja caer de la mula,
corre y le quita las ropas al fraile. En esto llegan dos mozos, y le preguntan qué hace quitándole la
ropa al fraile, y dice que esta batalla la ha ganado el Quijote, y que esa ropa, por tanto, le pertenece.
Mientras tanto, el Quijote está hablando con las mujeres que iban en el coche, y un escudero, al ver
que ese loco no les dejaba pasar se enfrenta a él, y en una lucha, muy dura, al final gana el Quijote,
pero sale herido, por que le han cortado una oreja (no del todo). Se van de ahí, y tanto Sancho como
él se ponen a hablar. El Quijote dice no sé qué de un juramento, y Sancho dice que tiene miedo a
que los metan en la cárcel, por meterse con unos frailes, y con su escudero.
El Quijote le dice que no pasa nada, que los caballeros no va a la cárcel por muchos homicidios que
cometan. Comen algo, de lo que Sancho lleva en las alforjas. Emprenden el camino hacia alguna
población en la que acampar, pero no les da tiempo, y se encuentran frente a unos cabreros, con los
que hablan, y entablan una muy buena, amistad. Al día siguiente llega otro y les dice que ha muerto
un pastor llamado Grisóstomo, por amor a una llamada Marcela.
Acabado el entierro, se despidieron de los cabreros y emprendieron un nuevo camino, adentrándose
en el monte buscando a la Marcela, más adelante, encontraron un descampado, en el que se podía
ver un riachuelo. No se pudieron aguantar y se echaron una siesta. Aparecieron unos gallegos, con
sus jacas, que pacían en la fresca hierba. A Rocinante, al ver una yegua, se le apeteció acercarse a
ella, y empezó a olerla. Los gallegos lo vieron venir y cogieron unas estacas de castaño y aporrearon
al pobre Rocinante, que se quedó echado en la hierba, y Sancho y don Quijote, al verlo ahí tirado,
se acercaron a los gallegos, con lo cual también salieron ‘estacados’.
Ni Sancho ni su amo podían hablar de la tremenda paliza que habían recibido, con voz débil y
dolorosa dialogaron, y poco a poco se levantaron. Como Rocinante y su dueño estaban malos (ya
que Sancho había recibido menos, y era más joven y el burro se apartó), montaron a don Quijote en
el burro, y se acercaron hacia una venta, que, cómo no, don Quijote decía que era un castillo.
En la venta les recibieron muy bien y las hijas del ventero (una era asturiana), les curaron las heridas,
pasaron la noche en unas camas que eran como muy incómodas. Pero como el arriero había
quedado con la hija del ventero, para ‘pasar la noche’, Don Quijote pensaba que ella se había
quedado prendada de su ‘hermosura’.
El caso es que ella entró en la habitación, y como no veía nada, el Quijote la cogió, empezó a decirle
que era muy hermosa pero que él estaba comprometido con Dulcinea del Toboso. El arriero, celoso
se acercó, y al ver que ella se quería despegar del Quijote, no hizo nada pero como pensó que él se
quería sobrepasar, le arreó un hostiazo, que le hizo sangre en las narices. Con el golpe, se rompió
la cama. Tal golpe armó un estruendo impresionante, que despertó al ventero. Ellos, al ver que se
acercaba el ventero, se escondieron, el arriero, en su cama y ella en la de Sancho. Sancho estaba
dormido, cuando entró el ventero, con un candelabro, Sancho se despertó y al ver el bulto que había
a su lado, se asusto, y comenzó a darle golpes, y el arriero, también, y para colmo también el ventero.
Un viejo que era retirado de la policía, llegó y tocó a un hombre (don Quijote) y pensó que era un
cadáver, entonces fue a por un candelabro diciendo a voces que habían muerto a un hombre.
Cuando llegó el viejo con el candelabro le preguntó a don Quijote que como estaba, éste se enfadó
por el trato, y le dijo no sé qué de maleducado. El viejo, con el candelabro le pegó en la cabeza y le
hizo dos chichones. Pasado esto, ya arreglado el percance, don Quijote se dedicó a hacer un
bálsamo para ‘arreglarse’ y se lo tomó. Se enfermó, y le metieron en la cama con unas mantas.
Cuando se despertó, y Sancho vio que estaba tan bien, decidió tomárselo también. Sancho se lo
tomó, y pensaron que había llegado su hora, porque comenzó a vomitar y a ponerse de colores.
Cuando mejoró y ya se iban de la venta, les dijeron que tenían que pagar los gastos, y don Quijote
le dijo que en los castillos no se pagaba, y el ventero dijo que como eso no era un castillo, que no
tenían ese problema. Don Quijote picó a su caballo, y se alejó pero el burro de Sancho no corría
tanto y le pillaron, le mantearon, y luego le dejaron marchar. Pero le habían robado las alforjas.
Por coco más adelante, se encontraron con una polvareda, que pensaron era un ejército. Don Quijote
se metió en el medio pero no era un ejército, sino una manada de corderos. Don Quijote mató unos
siete, y los pastores (que eran unos cuantos) le tiraron piedras. Una le rompió muelas y dientes y la
otra le dio en la cabeza. Se tomó un poco de bálsamo, y le vomitó en la cara a Sancho, el cual hizo
lo propio.
Cuando iban a comer algo, se dio cuenta de que le habían robado las alforjas. Se levantaron y se
fueron. Más adelante vieron a unos hombres con lanzas de fuego, y con camisas blancas. Era una
funeraria, que llevaba a un caballero muerto. Don Quijote se puso delante y les replicó, y les insultó,
entonces atacó a uno de ellos y los demás huyeron despavoridos. El que estaba en el suelo le dijo
que era un cura, y que como le había pegado, ya no era caballero, y don Quijote le dijo que no le
había pegado, sino que le había dado con la lanza, y que pidiera perdón a sus compañeros.
Dejaron comida y muchas cosas por el suelo, y Sancho, claro, se aprovechó. Comieron, y siguieron
el camino. Llegaron a un descampado y como era de noche, se quedaron en él. Había mucha sed,
y oyeron ruido de agua, se acercaron a donde procedía el ruido, y oyeron unos ruidos o golpes que
estremecían junto con el ruido de las hojas y del agua. Don Quijote iba a atacar, cuando Sancho se
puso a llorar. Pero no conmovió al Quijote, y Sancho le ató las patas a Rocinante. El Quijote pensó
que estaba embrujado y lo dejó pasar.
Al día siguiente se acercaron y vieron que era un molino que estaba roto. Se acercó un señor con
un burro, y don Quijote le agredió, y el señor se largó, dejando a su burro (don Quijote le agredió
porque pensaba que tenía en la cabeza el yelmo de Mambrino. Sancho cambió las alforjas, que eran
mucho mejores que las suyas.
Siguieron su camino, y se encontraron con una cadena humana, en la que iban muchos hombres.
Estaban encadenados, entre sí, y con ellos iban guardias a caballo y a pie. Uno de los guardias
llevaba una escopeta. Don Quijote pregunta, por qué llevaban a esos hombres privados de su
libertad; el guardia le respondió que era gente que había cometido algún delito, y que iban a servir
al Rey. El Quijote comenzó a preguntar, a uno por uno, qué les había llevado a esta situación.
Después de comprobar lo que quería, pensó que debía liberarlos, y les dijo a los guardas que los
soltaran. Estos no accedieron, y le dijeron que estaba loco, y se rieron de él. Entonces, él arremetió
contra el que tenía la escopeta, y lo tiró del caballo. Este estaba en el suelo, y los demás con la
ayuda del arma y de Sancho consiguieron reducirlos. Don Quijote les pidió que fueran al Toboso, a
humillarse frente a su señora, Dulcinea del Toboso. Ellos, que le tomaron por loco, empezaron a
tirarle piedras, y se largaron.
Don Quijote y Sancho, quedaron muy mal. En esta ‘batalla’ a don Quijote, se le puso el nombre
de Caballero de la Triste figura. Siguieron, a campo traviesa, cuando en la sierra morena llegaron y
encontraron una maleta que contenía dinero, y un libro de memorias. El dinero se lo quedó Sancho,
y el libro don Quijote.
Más arriba, observaron a un hombre correr montañas arriba, y pensaron que era el dueño de la
maleta. En un foso vieron a una mula que estaba muerta y que debía llevar unos cuantos meses.
Por allí pasaba un pastor, que le silbó a don Quijote. Este le dio voces, y se encontraron. Este le dijo
que la mula era de alquiler, y que había estado por allí con un hombre. Diciendo esto, a don Quijote
se le antojó que quería ir a buscar al hombre para que le contara su historia.
Esta vez tuvo tanta suerte que antes de que se fuera apareció por allí un hombre el cual resultó ser
el que buscaba (el Roto, que así le llamaban). Les contó toda su historia, y les dijo que estaba
enamorado de una doncella que se llamaba Luscinda. Más adelante, Cardenio, que es el nombre
del Roto, se enfadó, y atacó a don Quijote con un guijarro, y le pegó al Quijote en todo el pecho,
de tal manera que dio con su cuerpo en el suelo. Sancho, que vio cómo estaban aporreando a su
señor, arremetió contra él, y cuando le iba a atacar, con el puño cerrado, Cardenio le dio una puñada,
que le hizo caer a sus pies (a Sancho), y Cardenio se subió encima de sus costillas y comenzó a
aporrearle. Sancho cansado de que le pegaran, sin merecerlo, arremetió contra el cabrero,
echándole la culpa de que no les había avisado que ese hombre era peligroso.
A partir de aquí, Sancho se quería volver a casa, pero don Quijote le convence. Esa noche se van a
dormir al monte, donde encuentran al hombre que le había apedreado, Ginés de Pasamonte.
Durmieron con él, y a la mañana siguiente Sancho se despertó, y vio que le faltaba el burro. Empezó
a gritar, y don Quijote se despertó. Al despertarse, habla con Sancho, y le dice que vaya al pueblo,
y que de su parte le lleve a su sobrina una carta que decía que le dieran dos pollinos. También le dio
una carta de amor para su amada, señora doña Dulcinea del Toboso.
Después decide hacer la penitencia de Beltenebros.
Sancho, empieza a llorar y le dice que no lo haga pero no consigue convencerlo, y Sancho se va.
Por el camino, Sancho va pensando en sus cosas, y don Quijote que se había quedado en la sierra
morena, no sabe cómo hacer la penitencia, si como Amadís, o como Roldán.
Mientras Sancho, que iba de camino al Toboso, sobre Rocinante, tenía mucha hambre, y vio a lo
lejos una venta, que era en la que había sido manteado. Le dio miedo entrar y vio a dos hombres en
la puerta, uno era el cura, y otro el barbero, que eran amigos de don Quijote. Conocen a Sancho, y
le preguntan dónde está su amo, y él en un primer momento no se los quiere decir, pero poco a poco
ellos se lo sacan. Deciden que tienen que ayudarlo, y de repente Sancho se da cuenta que ha perdido
la carta de Dulcinea, y la de la sobrina de don Quijote.
Para ayudarlo, van a la sierra morena en la que se encontraba, y le van a decir que doña Dulcinea
del Toboso ha dicho que quiere que abandone la penitencia. Se dirigen hacia ese lugar, y cuando
llegan, Sancho se adelanta, para que no le pillen de sorpresa, a don Quijote, y le dice lo que Dulcinea
le ha dicho.
Él se pone nervioso, y le da dos besos a Sancho, y le dice que ha vuelto muy pronto, que en tan solo
tres días ya ha ido al Toboso, y a su pueblo, y que es muy raro, que algún encantamiento llevaba a
Rocinante a más revoluciones de las debidas. Mientras tanto, el cura y el barbero estaban
esperando que regresara Sancho, y oyeron una canción que provenía de los matorrales, y que les
parecía majestuosa.
Cuando acabó de cantar ellos se dirigieron hacia ella y vieron que era un mozo, el Roto, es decir,
Cardenio. Hablaron con él y él les contó todo lo que le había llevado hasta allí, es decir, les contó lo
mismo que a don Quijote.
Después de este largo, ‘cuento’ estos tres (Cardenio, el cura y el barbero) oyeron a una dama gritar,
y se acercaron, y vieron a un mozo tirado en el suelo. Se acercaron a él, y éste se asustó. Cuando
se iba a ir, tropezó, y se le cayó la ‘máscara’ y se dieron cuenta de que era una moza, de muy bien
ver, la cual, como no, les contó su historia, y ellos la convencieron de que ayudara a sacar al Quijote
de su ‘penitencia. El barbero y el cura iban vestidos de forma, poco ‘decente’, es decir, el cura, iba
como una doncella, y el barbero, como un escudero.
Vieron que llegaba Sancho, con su amo, y se prepararon, los tres, y la doncella (a la cual la habían
llamado la princesa de Micomicon). Don Quijote se asombró de la belleza de esa doncella, y Sancho,
que no la conocía, también se sorprendió. Ella dijo a don Quijote que necesitaba sus servicios. A su
padre lo había dejado tuerto un gigante, que don Quijote tenía que vengar.
Él claro que accedió, y mucho más pensando que ella, si él derrotaba al gigante, le daría gran parte
del reino de ‘micomiconia’. El caso es que siguieron su camino y poco a poco avanzaron con la tropa
del ‘Quijote’. Sancho, que iba pie, se lamentaba cada vez más de la perdida del jumento, cuando vio
a un hombre sobre uno que era muy parecido al suyo. Se dio cuenta de que era el suyo, y el que iba
sobre él era ‘don Ginés de Pasamonte’.
Sancho dio voces y el malvado Ginés se largó. Sancho estuvo feliz de ver a su jumento (o burro) y
le dio un beso. Siguieron su camino hacia el reino de ‘micomiconia’. Vieron a un chaval, que se
agarró a la pierna de don Quijote, y dijo que si se acordaba de él. Dijo que era el mozo que estaba
atado a la encina, y que él lo había “ayudado”. Don Quijote contó a todos la agradable experiencia,
el mozo le replicó que como se había marchado, su amo le cascó, y que desató la rabia con él, ya
que don Quijote le había humillado. Le dijo cuatro insultos y se marchó, antes de que don Quijote le
pegara, con la lanza.
Siguieron adelante y se quedaron a la altura de la venta, donde Sancho no se atrevía a entrar, por
razones obvias. Ya dentro de la venta (Capítulo XXXII), la ventera, su hija y Maritormes, les
reconocieron, y les dieron la bienvenida. El ventero y el cura empezaron a ver libros de caballerías
y el ventero, que tenía muchos, le dio por leer la Novela del Curioso Impertinente (Capítulos XXXIII
y XXXIV).
En esto llegó Sancho Panza gritado que su amo estaba metido en una gran batalla con un gigante,
y que le había rebanado la cabeza, y que estaba todo lleno de sangre. Todos se acercaron, y lo que
vieron es que lo que había hecho, el caballero andante era que había rajado los cueros en los que
había vino, y el vino estaba por todo el suelo. (Don Quijote estaba dormido). El ventero dijo que se
las tenían que pagar, y se puso como una fiera. El cura dijo que se lo iban a pagar y que estuviera
tranquilo (Capítulo XXXV).
Llegaron unas personas y una dama, con la cabeza tapada. Esta dama estaba como decaída.
Dorotea, la princesa de Micomicon, se le acercó y le pregunto qué le pasaba, y ella no respondió.
Un hombre que ahí estaba la atacó (verbalmente) y ella se defendió. Cardenio la oyó y se dio cuenta
de que era su amada Luscinda. Le gritó, y ella se levantó, el hombre que estaba con ella (que le
había atacado) al agarrarla, se le cayó, el antifaz. Dorotea lo vio, y se desmayó, porque era Fernando,
su esposo. Fernando, estaba enamorado de Luscinda, la cual quería a Cardenio, y Dorotea quería
a Fernando, pero este no soltaba a Luscinda. Al final y después de una larga charla por parte de
Dorotea, Fernando se dio cuenta de que la quería y soltó a Luscinda que fue a abrazar a Cardenio
(Capítulo XXXVI).
También entraron, un señor y una mora a caballo, y él sobre un burro, ella se llamaba Zoraida, el
que la acompañaba era un capitán, soldado o lo que fuere, que tenía tres hermanos, y que no los
veía hace muchos años. Le llamaban el cautivo. El cautivo, contó su vida a los que en la venta se
encontraban.
Cuando acababa de finalizar, llegó a la venta un coche, del que se apearon varios señores, y pidieron
posada, la ventera les dijo que no había sitio pero ellos insistieron y entraron, había un hombre que
era un oidor. El oidor traía una hija joven que se llamaba Clara. El cautivo se dio cuenta de que un
hermano de él se había ido por letras, y que como el nombre coincidía, y lo reconoció, se dio cuenta
de que era su hermano. Entonces salió el cura y le dijo que si se acordaba de su hermano mayor
que había ido al ejército. El se acordó, y se puso a llorar. Entonces salió el cautivo y se abrazaron.
Se fueron a dormir, y Clara, la hija del oidor, se fue a la cama, con Dorotea, Luscinda, y Zoraida.
Don Quijote se quedó a cuidar el ‘castillo’ y se puso en la parte delantera, Maritormes y la hija de la
ventera le gastaron una broma y le amarraron el brazo a una estaca que estaba en la pared a dos
metros de altura, con lo cual don Quijote se quedó colgando. En mitad de la noche un mozo se puso
a cantar, y cantaba tan bien que despertó a todas y a todos. Era el ‘novio’ de Clara, que iba vestido
de mozo de mulas, aunque era rico. Más de mañana llegaron los criados de su padre, y vieron a don
Quijote colgado, se rieron, y pasaron de él. Intentaron llevarse a Luis, que era el mozo de mulas que
estaba cantando, pero él le declaró su amor al padre de Clara, que era el ojeador. Este vio que allí
había negocio, ya que el padre era rico, y más o menos aceptó. Con esto tres de los criados, de don
Luis, se fueron a dar las nuevas a su padre y uno se quedó para servirlo, en su viaje a Andalucía,
con el padre de Clara. Después llegó el barbero, al que don Quijote le había robado la bacía, y
Sancho había truncado las alforjas. Este se puso todo furioso, y se enfrentó a don Quijote, para que
se la devolviera, y don Quijote decía que esto no era una bacía sino el yelmo de Mambrino, todos se
pusieron de acuerdo, para atacar al barbero, y dejarlo mal y de paso reírse un poco, y dijeron que
era un yelmo. Al poco entraron unos cuatro cuadrilleros, que acabaron de armarla. El caso es que
en vez de hablar acabaron a palos, y al final, todos pensaron que era por el encantamiento, del que
hablaba don Quijote.
Uno de los cuadrilleros traía una orden de arresto contra don Quijote de la santa hermandad, por
haber liberado a los presos, y a Ginés de Pasamonte. Al final el oidor lo arregló, y no se lo llevaron.
Después de todo este jaleo, deciden que han de trasladar a don Quijote a su aldea para que se
mejore de su loquería. Lo ataron, mientras que estaba durmiendo, y ellos iban enmascarados, lo
metieron en una jaula, y se lo llevaron, cuando ya iban a más de dos leguas de la venta, se pararon
a descansar y a dar de comer a los bueyes (los habían alquilado para la ocasión, con un carro).
Llegaron unos señores a caballo, y preguntaron la causa de llevar a este señor allí metido, y ellos no
les respondieron, pero don Quijote les dio una charla inolvidable. Después vieron a una cabra salir
de los matorrales, y detrás de ella a un cabrero, este mantuvo una charla en la que contó su vida, y
poco a poco se fue calentando el tema hasta el punto en el que el Quijote se puso en cólera, y le
atacó, este se defendió, y Sancho le atacó, al cabrero, le llenaron la cara de sangre. Pasado este
suceso, se acercaba una procesión de disciplinados, con una imagen de la virgen, la que vio don
Quijote, y pensó que era una cautiva. Le atacó pero salió mal parado. Le curaron en un hombro, y le
llevaron a su casa, la gente al verlo entrar en la aldea, se agolpaba, para verle, y Sancho, fue a ver
a su mujer Juana Panza. Esta lo primero que le pregunto fue por el burro, y él le dijo que estaba
mejor que el amo, y ella dio gracias a dios. El cura dijo a la sobrina de don Quijote que le cuidara, y
así acaba la primera parte del Quijote de la mancha.

Parte 2

Capítulo 1

El cura y el barbero estuvieron bastante tiempo sin ir a visitar a don Quijote aunque se enteraban de
sus progresos por medio de su ama y de la sobrina las cuales afirmaban que estaba recobrando el
juicio.

Unos días después, el cura y el barbero fueron a visitar a don Quijote el cual les recibió efusivamente.
Estos estuvieron hablando de muy diversas cosas pensando que don Quijote estaba cuerdo. El cura
como prueba de oro decidió contarle a don Quijote que el rey estaba recibiendo una invasión. De
este modo don Quijote contestó diciendo que tendría que recurrir a los caballeros andantes que
gustosamente le ayudarían. De este modo comprendieron que don Quijote seguía loco.

El barbero contó una historia de un loco que residía en Sevilla. don Quijote en respuesta a esta
historia comenzó a hablar de la edad de los caballeros dando a entender al cura y al barbero que
tenía en mente una nueva salida. El cura comienza a provocar a don Quijote diciéndole que los
caballeros andantes no existen y don Quijote en respuesta comienza a dar opiniones muy
documentadas entre las cuales decía que los caballeros son tan reales que se podría llegar a afirmar
que él ha visto a Amadís, a Reinaldos y a Roldán.

Capítulo 2

El cura y el barbero decidieron irse a la vez que escuchaban cómo el ama y la sobrina de don Quijote
están acusando a Sancho, que quería ir a visitar a su amo, de haber engañando a don Quijote.

Al oír esto don Quijote manda a Sancho entrar para poder hablar con él. don Quijote le pregunta a
Sancho cuál es la opinión del pueblo sobre sus hazañas. Sancho le responde diciendo que en el
pueblo todo el mundo dice que don Quijote estaba loco y que Sancho era un mentecato y que
también se decía que don Quijote se había puesto el “don” y que se había hecho caballero sin
derecho a ello. don Quijote dijo que esos rumores eran todos causa de la envidia.

Sancho le contó también que Bartolomé Carrasco, que acababa de hacerse bachiller en Salamanca,
le contó que había visto impresa la historia de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. don
Quijote al oír esto mandó a Sancho en busca del bachiller.

Capítulo 3

Cuando se fue Sancho, quedó don Quijote pensando cómo era posible que alguien hubiese escrito
sus aventuras si no había transcurrido mucho tiempo desde que las comenzó. También le
preocupaba el que el escritor del libro se hubiese inventado algo acerca de su amada Dulcinea.

Cuando Sansón Carrasco, el bachiller, llegó a donde estaba don Quijote se arrodillo ante él como si
de un gran caballero se tratara, y comenzó a alabar las aventuras que había leído en ese libro.

El Capítulo termina contando cómo el bachiller y don Quijote ponen en común detalles de la primera
parte, como por ejemplo lo que hizo Sancho con los cien escudos de oro que encontraron en Sierra
Morena y los errores del autor, como la inclusión de la novela del Curioso Impertinente y el extraño
hurto del jumento de Sancho. Finalmente, el bachiller le manifiesta lo famosas que son sus aventuras
ya que las leen todas las personas por todo el mundo.

Personajes principales

Don Quijote de la Mancha

Don Quijote de la Mancha, de nombre Alonso Quijano, mejor conocido como El Caballero de la Triste
Figura, El Caballero de los Leones, es el protagonista de la novela y constituye un consagrado mito
de la literatura universal, y el más universal y profundo de la literatura española. Cervantes lo
concibe, en su aspecto más externo, como herramienta para ridiculizar los libros de caballerías, cuyo
género, ya superado en la época en que vivió el gran novelista español, provocaba particulares
prevenciones estéticas en el autor, que veía tales obras como disparatadas, inverosímiles y escritas
con un estilo falso e innecesariamente ampuloso.

Esta posición didáctica justifica la actitud cruel y burlesca adoptada por el autor, imponiéndose el
personaje de tal modo a su función paródica que se lleva de la mano a su propio creador haciéndole
enorgullecerse de haberle dado vida y no perdonando en la segunda parte a Avellaneda por haberle
querido usurpar su paternidad. Al representar en su locura al viejo héroe de aventuras caballerescas
que fracasa fuera de su ambiente y de su mundo, el profundo humorismo cervantino resuelve la
situación con un auténtico sentimiento trágico que palpita imperiosamente bajo la vestidura cómica
de la novela. Don Quijote es el prototipo del hombre bueno y noble que quiere imponer su ideal por
encima de las convenciones sociales y de las bajezas de la vida cotidiana, actuando a modo de
redentor humano de una prosaica realidad que todos los días le hiere y ofende, erigiéndose campeón
de las más puras esencias del amor, el honor y la justicia.

Su mismo peregrinar por los polvorientos caminos de la tierra manchega, entre mesoneros, arrieros
y esbirros, en lucha con la realidad dura y mezquina, contribuye a su profunda simpatía humana, aun
con sus equívocos y extravagancias. Alonso Quijano, convertido por sus sueños en don Quijote de
la Mancha, es ante todo un hombre de carne y hueso, y así, y precisamente en virtud de su misma
humanidad, penetra en el mundo de lo universal y de lo simbólico. Era un hidalgo campesino.
Su historia empieza en la edad crítica de los cincuenta años, cuando, como decía un humorista
contemporáneo, los hombres se enamoran de las sirenas. Tenía recia complexión. Un leve recuerdo
de afecto juvenil le hace acordarse de una muchacha de El Toboso, a la que automáticamente
convierte en su Dulcinea, o dama de sus pensamientos. Sus rasgos físicos y su alucinada "triste
figura", cargado con las viejas armas que porta en sus huesudos miembros, le rodean de un aura de
heroísmo que se sobrepone irremediablamente a la caricatura.

Es una interpretación irónica del mundo caballeresco que Cervantes conoció y amó. Existieron casos
reales de locura que pudieron sugerir, exteriormente, la idea del gran protagonista de la novela. Se
ha pensado en varios personajes apellidados Quijada, como por ejemplo don Luis Quijada, secretario
de Carlos V y preceptor de don Juan de Austria, que tenía unos rasgos curiosamente coincidentes
con los quijotescos, o un pariente de la esposa de Cervantes que llevaba aquel apellido; Zapata, en
su Miscelánea, refiere el caso de un caballero que enloqueció y que quiso imitar las aventuras de
Orlando, como ocurre en el Quijote de Avellaneda, y cuya demencia se explica como una tara
hereditaria.

Don Quijote, en su primera salida, va solo contra el mundo, aunque posteriormente su necesidad de
una figura que a la vez le sirva de contraste y le preste su hermandad se cubrirá con Sancho Panza,
que a partir del capítulo VII será representante del buen sentido, el reclamo a las cosas de la tierra,
y que si alguna vez frena la fantasía de su errante señor, otras la deja más profundamente
abandonada a su primera e infantil humanidad. Desde entonces, Don Quijote y Sancho permanecen
unidos y opuestos, hermanos pero a la vez jerárquicamente distintos, dentro de los cánones de la
variedad y el claroscuro barrocos.

Esta unión provoca una doble corriente de mutuas influencias que perfecciona y humaniza la unión
de las figuras extremas que mejor han encarnado el idealismo más desenfrenadamente puro y la
realidad más simpáticamente limitada y doméstica. Don Quijote irradia esplendores de su grandeza,
en contraste con la técnica del humorismo, desde su primera salida solitaria por los campos de la
Mancha, durante el duro mes de julio, presentándonos las imágenes de su investidura de caballero
en la venta, entre arrieros y mozas del partido, y de las brutales palizas que sufre de parte de
maldicientes y arrogantes, montado en su seco y estilizado Rocinante.

He aquí a don Quijote, hermano nuestro y símbolo de amor y de justicia que se enfrenta contra los
eternos castillos españoles que son los molinos de viento, consolidando uno de los mitos literarios
más arraigados. Estas imágenes contrastan después con su espíritu doctrinal, cuando habla a los
cabreros o cuando proyecta su sombra de místico ante la mesa de una venta, entre soldados, nobles
y artesanos, exponiendo, en el discurso de las armas y de las letras, la teoría de las dos Españas
del siglo XVI, las dos posiciones del tiempo de Carlos V: la heredada de don Juan de Austria, el
héroe de Lepanto, y la de la burocracia escolástica y teológica del enlutado Felipe II

En la oscuridad de la noche se destaca su figura, entre las antorchas de la aventura del muerto,
sugerida quizá por el traslado a Castilla del cadáver de San Juan de la Cruz. Así se aproxima la
divina locura del poeta mayor y más iluminado de los místicos españoles con la locura humana del
más justiciero y casto enamorado de los caballeros. Su figura oscila entre el dolor de los palos de
los arrieros y de los segovianos, las befas de los duques superficiales y la victoria sobre el Caballero
de los Espejos, en los campos más verdes y floridos o en la doble luz de ficción y novela de las
figuras de retablo de maese Pedro.

Además, dejará la doliente grupa de su buen caballo de carne para montar a Clavileño, el cual le
transporta en su fantasía, por encima de las nubes y de las estrellas, como un nuevo Pegaso del
soñador de las más bellas ilusiones, al igual que también penetra en las entrañas de la tierra para
descubrir los alocados secretos de la novela de la cueva de Montesinos, juntamente con la obsesión
por el encanto de Dulcinea. Precisamente porque es un hombre concreto, tanto en sus acciones
magistrales como en sus aspectos grotescos, don Quijote puede elevarse a la categoría de símbolo
y de mito literario.
Los aspectos personales de don Quijote aparecen, en función de la novela en que se hallan, de
maneras distintas en sus dos partes. En la primera, se combinan los episodios que de un modo
directo se refieren a las dos figuras centrales y que en gran parte son los más famosos, como mito
literario, de toda la obra -molinos de viento, rebaños de ovejas, aventura del muerto, conquista del
yelmo de Mambrino, liberación de los galeotes, acontecimientos diversos en la venta, etc.-, y luego
una gran variedad de temas que se insertan de forma ya indirecta y completamente lateral y extraña.

Esos episodios no son sino un resumen de todos los géneros novelescos que estaban de moda: el
pastoril, el amoroso a la manera italiana, el morisco, la "novela ejemplar", etc. En la segunda parte,
será el mismo Cervantes quien nos dice que el lector, indudablemente con penetrante intuición,
preferiría las hazañas y las conversaciones de don Quijote y de su escudero a los demás asuntos,
apenas relacionados con ellos, como la intervención de los protagonistas, por ejemplo, en las bodas
de Camacho, donde se cae de lleno en la misma línea de la acción.

Una vez alcanzada la cumbre de la madurez, el novelista disfruta presentando a don Quijote tanto
en episodios triunfales, como en la victoria sobre Sansón Carrasco bajo la apariencia de Caballero
de los Espejos, o en la aventura del carro de los leones, como en la suave intimidad de la casa del
Caballero del Verde Gabán, o al recoger la rebelión del personaje ante su falso autor Avellaneda.
Podemos observar cómo, hacia el final de la novela, va triunfando el "quijotismo", en la manera de
ser de Sancho y en toda la inmensa red de aventuras del capítulo de los duques, donde el mundo
caballeresco se impone en la vida y en los sentimientos, con la simulación de la burla, con lo que se
constituye una formidable puesta en escena de toda una sociedad que entra en aventuras y puebla
campos, castillos y aldeas; de ínsulas, cabalgatas y seres fantásticos y grotescos.

Además, en toda la segunda parte en general se observa una evolución hacia la cordura de don
Quijote desviada por la propia fantasmagoría construida a propósito en los episodios de los duques.
Vencido el protagonista en Barcelona, la novela termina con el dolor de la peor derrota que sufre el
caballero errante y su angustioso regreso a su aldea, recobrando la razón en su lecho de muerte.

Entre la primera y segunda partes que realmente escribió Cervantes apareció el segundo tomo del
Ingenioso hidalgo don Quijote... del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda. Cervantes se
disgustó mucho con la usurpación y con el tono de desdén empleado por Avellaneda en sus
observaciones, y, en el prólogo de su segunda parte y en los capítulos finales, satirizó muy
duramente al autor apócrifo que se ocultaba bajo un seudónimo.

El Quijote de Avellaneda no deja de ser una vulgar falsificación de la concepción fundamental de la


novela, convirtiendo a don Quijote en un carácter brutal y monomaníaco, carente de flexibilidad y
gracia. Sus contemporáneos sólo comprendieron a don Quijote en su aspecto más superficial y
cómico, si bien el Romanticismo, especialmente el alemán, valorizó el tipo de don Quijote
interpretándolo como un carácter humanamente melancólico y de profundo contenido filosófico.

Sancho Panza

Sancho Panza es el fiel escudero y fiel amigo de Don Quijote. Es una figura fundamental que
complementa la del protagonista con la que constituye el máximo y natural contraste, en la más
poderosa técnica de paralelismo. Sancho, escudero del loco caballero andante, es un pueblerino
lleno de fe y también de astucia, de materialismo y de bondad, de ambición ingenua y de sentido
común. Su personaje nace necesariamente para contener y refutar la fantasía desviada de su señor.

En la primera salida, en la que don Quijote va solo, nos damos cuenta de que a su lado falta una
figura que le relacione con la verdadera realidad de las cosas y le ofrezca su simpática compañía.
Es necesario el escudero, que, a partir de la segunda salida, acompañará en todo momento a don
Quijote. En adelante, Sancho se halla en un constante "devenir" con respecto a su figura física, como
si el pensamiento cervantino aún no la tuviera precisada.

Así, en el episodio del vizcaíno, le llama "Sancho Zancas", o piernas largas, mostrándolo muy
diferente del tipo que más adelante se perfilará, esto es, de aquella "personilla" baja y barriguda que
fue captada por los pintores y grabadores modernos, y que verdaderamente corresponde mejor a su
restringido campo psicológico y a sus reacciones vitales. Del mismo modo, existe indecisión en
cuanto a los nombres que se dan a su esposa, entre los cuales se impone el de Teresa Panza en la
segunda parte de la obra.

Sancho Panza ha venido a convertirse en el signo del materialismo, en contraste con el idealismo
de don Quijote, aunque, al igual que el caballero, conviene advertir que se trata de un carácter
humano y no abstracto, y por lo tanto dotado de una gama de matices concretos que no pueden
encerrarse en la mecánica de un arquetipo. Contra los típicos personajes de la novela picaresca,
aquí se nos describe a un Sancho, hombre del pueblo, infantil y egoísta, pero a la vez leal, y, a pesar
de su especial escepticismo, confiado en los sueños de su señor.

En su perfecta realización humana, Sancho cumple una función trascendental. Observando por
ejemplo el episodio ejemplar de los molinos de viento, nos podemos dar cuenta de que Sancho capta
la apariencia y la impresión de las cosas mientras su buen sentido le lleva a no separar la apariencia
del fundamento real, aunque luego siempre creerá en la promesa de la ínsula. Cuando para diversión
de los duques le vemos transformado en gobernador de Barataria, a lo largo de algunos sabrosos
capítulos él es el auténtico protagonista de la novela, hasta el punto que dura ese episodio.

Así, es lógico que en muchas ocasiones se haya interpretado a Sancho como una transposición de
don Quijote a un tono distinto. Ambos, el intelectual señor y el empírico escudero, pierden al soplo
de una ilusión el equilibrio de su vivir y de su penar. La ínsula es para Sancho lo que Dulcinea es
para don Quijote. En la compleja concepción cervantina, todo el mundo de la época se reagrupa en
torno a las dos figuras del libro.

En la España caballeresca de los siglos XVI y XVII, existían dos tipos de hombres que se lanzaban
al inmenso campo de batalla de la colonización de Europa y América: los españoles que combatían
por una idea y los que simplemente buscaban un modo de lucro o de mando. Sancho, al encarnar
esta segunda forma de ambición, nos brinda la lección de la inutilidad de su gobierno en Barataria,
precisamente por las excelentes pruebas de capacidad política y de buen sentido que nos da y que
se quiebran ante el desdén de la camarilla del duque, que no llega a comprender el auténtico fervor
del pueblo ante las primitivas e ingeniosas sentencias del pacífico Sancho, merecedoras en algunos
casos de la calificación de salomónicas.

Ante esto, el lector sin perjuicios se pone a favor de los ideales de don Quijote, aunque reconoce
también la noble actitud de Sancho como gobernador. Uno de los tópicos más frecuentes al definir
las figuras cervantinas es el de considerar al escudero como un cobarde. Sin embargo, lo viril de sus
acciones queda patente en su pelea con el cabrero, en el episodio del loco Cardenio en Sierra
Morena, y en algún otro pasaje. No se puede negar, por otra parte, que Sancho no comprende el
afán de la lucha por la lucha que mueve a su señor, ni las cosas de caballerías. Como auténtico
hombre del pueblo, sentirá mucho temor ante todo lo sobrenatural. Sancho encarna rudamente la
virtud de la prudencia, pero no la tara de la cobardía.

El afecto y lealtad de Sancho por don Quijote se manifiestan en momentos como aquel de la segunda
parte en que hablando con el escudero del Caballero de los Espejos dice: . Tampoco hay que olvidar,
por otro lado, que en la concepción cervantina, siempre cargada de humorismo, Sancho desempeña
un papel muy semejante al del típico gracioso de la obra, dentro del fundamento humano de la
novela.
De hecho muchos de los rasgos caricaturescos que han contribuido a que se le tachara de "villanía"
vienen por el contraste cómico, como son el miedo de Sancho ante los batanes, episodio en el cual
se unen el misterio y el más grotesco realismo. También es una caricatura don Quijote, cuyos deseos
idealistas le exaltan hasta la estilizada cumbre de los sueños señoriales del espíritu, a menudo más
allá incluso de las propias intenciones del propio autor. Pero no hay que temer que se mecanice en
las maneras de los graciosos de las comedias.

Tanto Sancho Panza como su amo, no vienen a darnos una lección de estética o de moral, ni a
seguir las imposiciones de una moda. Existen porque su humanidad llena de desigualdades, sus
expresivas salidas y la gracia de sus intervenciones en la acción viven su vida dentro del más sencillo
y mejor modelo de arte. También hay que señalar la riqueza del lenguaje popular de Sancho,
especialmente en sus proverbios, ensartándolos con suma gracia ante la irritación que su modo de
hablar provoca en don Quijote. Ésto, junto a aquella intuición popular de profunda visión del mundo
tan adecuada a un hombre sin letras, es el lado más encantador de su tipo y del libro.

Pero también puede añadirse que el humano sentimiento de Sancho al darse cuenta de que don
Quijote, tras recobrar la cordura, se aproxima a la muerte, se manifiesta precisamente en la
insistencia con que entonces vuelve a recordar a su amo sus sueños caballerescos, siendo por ello
falsa la actitud de Sancho ante la muerte de don Quijote, como es falsa su actitud triste en todo el
drama de Dulcinea.

En tiempo de Cervantes, tampoco lo comprendió Avellaneda, que sólo supo ver en Sancho un
aspecto brutal, contra el cual el Sancho auténtico reaccionó en la segunda parte cervantina

Dulcinea del Toboso

Dulcinea del Toboso es el nombre literario de la dama de los pensamientos de don Quijote en la
inmortal novela. Actualmente es el símbolo o mito literario de la mujer ideal tal como el poeta o el
enamorado, aunque sea partiendo de un ser real-tal vez el más prosaico y cotidiano-la configura en
sus sueños. La inefable validez poética del concepto de Dulcinea reside en el hecho de que el propio
Cervantes deje su figura en una misteriosa penumbra respecto a su auténtica realidad.

Cuando don Quijote se decide a salir de su aldea y emprender las aventuras propias de un caballero
errante, al reflexionar sobre la necesidad de una dama ideal, quiere, como Amadís de Gaula respecto
a Oriana, elegir a una señora a cuyos pies pueda poner los triunfos y trofeos de sus victorias, y a tal
efecto piensa .

Se llamaba Aldonza Lorenzo, pero el caballero trocó su nombre por el poético de Dulcinea,
apellidándola "del Toboso" por ser éste su lugar. Pero a través de la obra veremos cómo la Dulcinea
de sus sueños era sobre todo un "ser ideal". Aunque se citen los nombres de sus padres, Lorenzo
Corchuelo y Aldonza Nogales, grotescos de la aldea, a la "sayagüesa", don Quijote, al terminar sus
alambicadas alabanzas, dice a Sancho Panza y en la segunda parte de la novela dice
significativamente a la duquesa.

Su amor, afirma, ha sido puramente platónico. A su vez Sancho, que dice conocerla, la transforma
según los rasgos domésticos y triviales de su propio carácter: recia y de gruesa voz, con la cabeza
en su sitio y bien hecha, nada melindrosa y dispuesta a reír de todo y de tomarlo todo a chanza.

Cuando Sancho finge a su señor haber llevado una carta a Dulcinea, el novelista intuye el doble
plano de las dos realidades de ese personaje, según sea imaginado por el caballero o por el
escudero, ya que en realidad ninguno de los dos había visto la escena que comenta; pues tampoco
Sancho había ido aquella vez al Toboso. Don Quijote imagina a su dama ensartando perlas o
bordando en oro; Sancho inventa haberla visto.

Para don Quijote los granos de trigo, al ser tocados por su mano, se convertían en perlas, y cuando
Sancho afirma que exhalaba un olor algo hombruno, Don Quijote le responde profundamente. La
visita al Toboso, de noche en busca de la casa de Dulcinea, tiene el mismo hechizo de la doble
verdad, y cuando, a la mañana siguiente, Sancho, como auténtico pícaro, finge ante dos vulgares
campesinas el encantamiento de Dulcinea, el episodio se enriquece con un nuevo aspecto de
humorismo y dolor.

Dulcinea es, pues, a través de todo el libro -y sólo se disuelve en la niebla del desengaño ante el
umbral de la muerte- el símbolo de la gloria a que debe sacrificarse un caballero errante, y una
creencia firme como la fe. Lo importante es -viene a decir don Quijote a los mercaderes toledanos-
que sin verla debéis creer, confesar, asegurar, jurar y confirmar; pero al mismo tiempo es también la
mujer de carne y hueso de la que el viejo don Quijote se enamoró. Unamuno vio profundamente que
todo el heroísmo de don Quijote nace de ese amor a una mujer.

A través de la obsesión del desencanto de Dulcinea nacen las dos figuras: la ideal o perfecta y la
dolorosamente encantada, como símbolo del choque entre la perfección soñada y la dura realidad.
Es sumamente significativo que en un sueño caballeresco, narrado junto a la Gruta de Montesinos,
don Quijote mezcle junto a fantasías medievales, el tema de su pobreza de hidalgo miserable y el
tema de la villana Dulcinea encantada. Ricardo Rojas observa que, del mismo modo que en varios
cuadros de Velázquez junto al tema central aparece otro reflejado en un espejo, también en la novela.

En Dulcinea, más "esencial" que Melibea, Julieta o Margarita, precisamente por la misma imprecisión
de sus contornos literarios, Cervantes intuyó la más bella entelequia de mujer ideal. Las
interpretaciones esotéricas del Quijote en el siglo XIX lograron hallar en ella las más insólitas
significaciones. El simbolismo filosófico creyó ver en Dulcinea, y en otras interpretaciones sectarias
se quiso hacer de ella la sátira del culto a la Virgen o aun de todas las verdades de la fe católica,
según una postura hoy completamente abandonada.

Rocinante

Caballo de Don Quijote, flaco, pando, de aspecto burlesco para ser el caballo de un caballero.

Rucio

Asno acompañante de Sancho Panza, muy querido por este.

Personajes secundarios

Primera parte

El cura del pueblo de Don Quijote, licenciado Pedro Pérez. Hombre docto, graduado en Sigüenza
(Cap. I).

El ama de llaves, que pasaba de los cuarenta. El mozo de campo. Vivían en la casa de Don Quijote
(Cap. I).

La sobrina, Antonia Quijana, que no llegaba a los veinte.


Un ventero (Sr. Castellano) y dos "doncellas" (Doña Tolosa y Doña Molinera) que les dijeron a Don
Quijote les servirían de por vida (Cap. II).

Un labrador, Juan Haldudo, y su criado Andrés (Cap. IV).

Unos mercaderes (Cap. IV).

Pedro Alonso, labrador vecino, que lo rescata de su primera aventura y accidente. (Cap. V).

Maese Nicolás, el barbero del pueblo (Cap. V).

El Sabio Frestón, que le robó los libros y el aposento a Don Quijote. También, para su desgracia,
tornó los "gigantes" en molinos (Cap. VII).

Sancho sale sin despedirse de su mujer, Juana Panza (también llamada Teresa), e hijos (Sanchica,
una hija nombrada en la obra) (Cap. VII).

Una señora vizcaína en un carruaje dirigiéndose a Sevilla. La acompañaban dos frailes de San Benito
y varios escuderos (Cap. IX).

Seis cabreros. Antonio, "un mozo de hasta veinte y dos años, de muy buena gracia" que sabía de
música y les cantó un romance (Cap. XI).

Dos mozos dan cuenta a Don Quijote de la muerte de aquella "mañana del famoso pastor estudiante
llamado Crisóstomo, y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de
Marcela, la hija de Guillermo el rico, aquélla que se anda en hábito de pastora por esos andurriales".
Los pastores, Pedro, Sarra y Ambrosio explican la desdicha de Grisóstomo (Cap. XII).

Seis pastores vestidos de negros y con coronas de guirnaldas en las cabezas. Dos gentiles hombres
a caballo y otros tres mozos de a pie que se dirigían al entierro de Grisóstomo. Vivaldo y otros
pastores practicaban con Don Quijote, entre otras cosas, sobre las poesías del difunto Grisóstomo
que ellos habían salvado de las llamas (Cap. XIII).

"Más de 20" arrieros yangüeses (Cap. XV).

Un ventero, su mujer e hija. La asturiana Maritornes. Un arriero y un cuadrillero de la Santa


Hermandad (Cap. XVI).

Hombres "fantasmas", entre ellos Pedro Martínez y Tenorio Hernández que mantearon a Sancho en
la venta (Cap. XVII).

Pastores que cuidaban "dos ejércitos" de ovejas y carneros (Cap. XVIII).

20 encamisados y 6 enlutados hasta los pies que trasportaban un féretro. Se dirigían de Baeza a
Segovia. Uno de ellos se le presenta a Don Quijote como el cura Alonso López (Cap. XIX).

Un barbero que llevaba una bacía dorada por "yelmo" (Cap. XXI).

Unos galeotes y sus guardias. Ginés de Pasamonte, atrevido ladrón y bellaco (Cap. XXII).

Cardenio, un desdichado que por mal de amores vagaba errante por Sierra Morena (Cap. XXIV).
Luscinda, enamorada de Cardenio.

Dorotea, una hermosa joven que se hace pasar por la princesa Micomicona (Cap. XXIX).

Don Fernando, joven que trata de casarse con Luscinda, finalmente se queda con Dorotea.

Anselmo (personaje de la novela leida por el cura el curioso impertinente) un hombre que al dudar
que se mujer le es fiel le pide a su amigo que intente cortejarla (Cap. XXXIII).

Lotario amigo de Anselmo, se enamora de la esposa de su amigo llamada Camila (Cap. XXXIII).

Ruy Pérez, el cautivo que llega a la venta. (Cap. XXXVII).

Zoraida o María, la novia del Cautivo. (Cap. XXXVII).

Juan Pérez de Viedma, Hermano del cautivo. (Cap. XLII).

Clara de Viedma, hija de Juan Pérez de Viedma. (Cap. XLII).

Don Luis, enamorado de Clara de Viedma. (Cap. XLIII).

Rucio, la mula de Sancho Panza.

Rocinante, el rocín de don Quijote. (cuyo pene es de más de 80 cm.)

Segunda parte

Los "gigantes" que se tornaron en molinos

Tres aldeanas dirigiéndose en burro hacia El Toboso. Don Quijote sólo ve la transformación de su
Dulcinea en labradora, a pesar de la treta burlesca de Sancho (Cap. X).

Carreta de comediantes disfrazados para representar una función titulada Las cortes de la muerte
(Cap. XI). Se consideraban perros malditos.

Tomé Cecial, vecino y compadre de Sancho, es el escudero de quien se hace llamar el caballero de
los Espejos o El Caballero del Bosque (en realidad, Sansón Carrasco) y dice estar enamorado de
una tal Casildea de Vandalia (Cap. XII).

El hidalgo Diego de Miranda cabalgando a lomos de "una muy hermosa yegua tordilla, vestido un
gabán de paño fino verde [...]; el aderezo de la yegua era [...] asimismo de morado y verde; [...] las
espuelas no eran doradas, sino dadas con un barniz verde" (Cap. XVI).

Don Lorenzo: hijo de Don Diego de Miranda.

Carretero y leonero llevando dos leones a la corte (Cap. XVII).

Labradores, estudiantes, cura, parientes, danzantes, músicos y zagales todos vestidos de fiesta para
asistir a la mejor y más rica boda jamás celebrada en la Mancha. La novia, Quiteria la hermosa. El
novio, Camacho el rico. (Cap.XX).
El desdichado Basilio, cuyo ingenio logró lo que más bien parecía milagro (Cap. XX).

El primo de un estudiante, de los que habían conducido a Don Quijote a la boda se Basilio, conducirá
a nuestros protagonistas a la cueva de Montesinos (Cap. XXII).

Durandarte: primo de Montesinos que estaba encantado. Mujer de Durandarte: Belerma. Y escudero
de este: Guadiana (convertido en río).

Sansón Carrasco: el bachiller que acaba con la locura Quijotesca haciéndose pasar primero por el
Caballero de los Espejos y luego por el Caballero de la Blanca Luna. Habia visto impresa la obra del
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

El ventero, Maese Pedro (Ginés de Pasamonte), su mono y su criado (cap. XXVI).

Habitantes de los rebuznos (cap. XXVIII).

Molineros y pescadores (cap. XXIX).

Duques y sus criados, dueñas, doncellas, (cap. XXX).

Sirvientes de Sancho en la ínsula.

Altisidora y su amiga.

Paje.

Doña Rodríguez.

Roque Guinart.

Bandoleros.

Ricote, amigo morisco de Sancho Panza que es expulsado de España por su religión y emigra a
Alemania.

Ana Félix.

Tosilos.

Don Antonio Moreno.

Claudia Jerónima.

Avellaneda, autor del Falso Quijote.

Álvaro de Tarfe, personaje del Falso Quijote quien reconoce a Sancho y a Don Quijote como
verdaderos protagonistas de la obra y decide ayudarlos a desenmascarar a Avellaneda.
Las novelas de caballerías tuvieron su auge en España durante el siglo XVI y fueron leídas con
avidez. Se cuenta que el propio emperador Carlos V, Santa Teresa y San Ignacio de Loyola, en su
juventud, se entusiasmaron con esa literatura de imaginación.

Amadís de Gaula , publicado en 1504, es el más original, importante y famoso de los libros de
caballerías españoles, género que se cierra con Don Quijote , una burla ingeniosa e implacable. Se
supone, sin embargo, que desde el siglo XIV ya circulaban versiones de estos relatos. En las novelas
caballerescas sobreviven los temas y actitudes de la Edad Media: la defensa del honor, la
idealización de la mujer, el ejercicio individual de la justicia. El héroe caballeresco es un paladín
(caballero que luchaba en la guerra y sobresalía por sus hazañas; persona que defiende frente a
otros una idea, una actitud,) que sale en busca de aventuras, y dispuesto a sostener con las armas,
y contra cualquier tipo de enemigos, los principios por los que lucha. El ámbito en el que se mueve
el caballero es fantástico; sus hazañas so extraordinarias, sobrenaturales: vence a gigantes y a seres
monstruosos; castillos, ínsulas, encantamientos, y hechos sobrehumanos aparecen constantemente
en el mundo novelesco de los caballeros andantes; su vida es una cadena interminable de hazañas.

Se idealiza así la acción por la acción misma, aunque se exalta el sentimiento cristiano, el honor, el
amor espiritual y la devoción hacia la mujer. Siempre intervienen en la vida del caballero,
acompañándolo, alentándolo o protegiéndolo, el fiel escudero, la dama de quien está enamorado y
el genio o hada protectora. La literatura caballeresca establece claramente una escala de valores:
arrojo, belleza y lealtad son las virtudes supremas del héroe, quien no retrocede ante nada ni ante
nadie, confiado en su destreza para manejar las armas y en la protección que le brindan los magos
y encantadores.

Las aventuras concluyen siempre con el triunfo del paladín, que encarna a la justicia. El mundo de
la literatura caballeresca encierra personajes nobles: reyes, príncipes, damas y doncellas. Las tierras
que recorre el protagonista son fantásticas. Los reinos e ínsulas, difíciles de localizar en el mundo
europeo, representan un mundo idealizado y maravilloso.

Este tipo de novela, en la que la acción tiene más importancia que la psicología y en que los
personajes son una especie de paradigmas de virtudes heroicas y sentimentales, tiene sus orígenes
en la literatura francesa del siglo XII.

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