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Parroquia San Juan Bautista, Col.

Kennedy
C R Í T I C A E V O C A D O R A

Caminando por la Kennedy no se puede distinguir con facilidad la


volumetría de la Parroquia, seguro se debe a que existe un muro perimetral,
que cubre esa zona y la envuelve en la misma idea de escasez de recursos
que prima para esta colonia. Uno se imagina una iglesia católica típica, con sus
naves claramente distinguidas, y el transepto que le atraviesa, o los
campanarios que llaman al pueblo a misa, pero esta Parroquia es diferente,
casi como si su estilo arquitectónico moderno cambiara su carácter y su forma
sobresaliera de la colonia, esto se debe gracias a la forma alargada de la
parroquia y su espectacular triángulo, hecho de vidrio y perfil metálico, que
atrae las miradas a la fachada.

Claro está, depende desde donde se acceda a la Kennedy. Al llegar a la puerta


de acceso, es abrumador como se ubica en un punto donde se atraen las
miradas, de aquellos miembros de la iglesia que sospechan que uno llega por
primera vez a un sitio religioso. Es algo interesante como ese pórtico de acceso
en realidad transmite una energía neutra, que incide en apreciar la fachada
frontal de la parroquia como otra tipología, y se nota con un campanario
forzado que desencaja con la volumetría. Todo esto ocurre mientras se está
parado en un patio, ubicado frente a la parroquia, cuyo propósito funcional es
vestibular el acceso, pero a la vez existe un árbol que cubre el espacio, provee
sombra y el viento generado a su alrededor intensifica la sensación de paz y
apertura cristiana que logra que se de el siguiente paso al entrar el interior.

Los sentidos son atraídos hacia las amplias ventanas, con colores llamativos, y
las paredes de ladrillos, cuya colocación es particularmente distinta, ya que se
observa que el ladrillo muestra su lado corto cuadrado y no el lado largo
rectangular, desafiando el alineamiento tradicional constructivo que se conoce
y observa en el país. Es bonito, provoca controversia o simplemente es un
anzuelo más formado por medio de la arquitectura y su construcción para
seguir adentrándose a la parroquia.
La escala de la parroquia San Juan Bautista no es abrumadora, realmente que
su estilo contemporáneo invita a los usuarios a acceder la obra sin limitación
alguna; a diferencia de como se caracterizan por lo general las obras religiosas
católicas, que provocan, hasta cierto punto, un rechazo social colectivo. Al no
más entrar hay un volumen en voladizo; la primera impresión es ¿cómo llegar
hasta ahí?, se observan unas gradas helicoidales en la parte izquierda, de una
estructura metálica y cuyo aspecto transmite una sensación gélida, fría, que, de
forma muy incómoda, como si las gradas están mal ubicadas, lleva hacia la
parte superior donde todo el esfuerzo cobra valor. Es entonces cuando el
cerebro hace “clic” y se entiende que ese volumen es la cornisa de la
parroquia.

Si se observa en perspectiva el lugar destinado para que los feligreses


disfruten de la misa, a simple vista la disposición de las bancas es de forma
tradicional, con un exceso particular de iluminación. Sin embargo, al alzar la
mirada, se encuentran unos perfiles de madera, casi como tijeras, que
sostienen el techo al desnudo, sin necesidad de cubrirse, casi como si fuera
una analogía espiritual, de mostrarse ante un ser de mayor poder en total
honestidad y al descubierto. Se esperaría ver las sillas de madera, al igual que
el techo, pero el mobiliario difiere de la tradición, poseen colchones y colores
azules llamativos. Pareciera que tuviera un impacto en la acústica del lugar.

No existen naves laterales, solamente un espacio central desde donde se


desarrolla la actividad principal, o eso es lo que aparenta, debido a que el uso
de columnas robustas distrae la mirada del espacio interior, decorado por
santos y frescos. El triángulo alargado del techo en el interior permite una
entrada de luz, por su forma, y genera una senda iluminada para que los
feligreses y pecadores se sientan atraídos al altar.

Al momento de salir, finalmente de esta obra que genera controversia en los


conceptos arquitectónicos tradicionales de obras religiosas, que es curioso
porque entra en conflicto las ideas modernas de la tradición y qué aspectos son
los que realmente proveen con carácter un edificio, se observa que existe un
volumen agregado y lleva hacia un sendero con vegetación. Es angosto, y
pareciera como que hasta ahí llega la comunicación espiritual con aquella
entidad que envolvió los sentidos para entrar a la parroquia.

A la vez, la vegetación da frescura a ese pequeño pasillo, se siente el silencio


que permea el final del recorrido de la parroquia. La obra alargada con
ventanales que dejan entrar la luz y la acústica que rebota en todo el sitio se
detiene, y culmina en más ladrillos y árboles, retornando al inicio, donde queda
la curiosidad del espectador de seguir recorriendo la obra, no solo en el interior
si no su exterior.

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