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Entender el Pasado para Aplicarlo al Futuro

Una de las declaraciones más fuertes sobre el valor de la historia de la iglesia que
cualquier líder cristiano haya hecho es aquella frase escrita por Elena White: “No tenemos
nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha
conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada”. 1
Este es uno de los pasajes más citados de todos los escritos de Elena White, y también
es uno de los que menos se pone en práctica. En gran medida, los Adventistas del
Séptimo Día olvidamos “la manera en que el Señor nos ha conducido” y no aprendemos
las lecciones que Dios nos ha enseñado a través de nuestra “historia pasada”, ya que
pocos miembros de iglesia la estudian, y a menudo las fuentes que permiten su estudio
no se conservan. De hecho, si la conocida metáfora de que “el pasado es otro país” es
correcta, entonces gran parte del pasado adventista será siempre terra incógnita (la
expresión que los exploradores europeos usaban en los mapas del mundo para describir
aquellas tierras que aún no habían visitado o trazado) porque se han perdido las fuentes.
Por esta razón, la iglesia mundial está trabajando en un ambicioso proyecto de crear una
nueva Enciclopedia de los Adventistas del Séptimo Día, que incluirá nueve mil artículos.
La enciclopedia incorporará datos actuales, pero será mayormente de naturaleza
histórica. Uno de los objetivos es garantizar que gran parte de la historia adventista sea
explorada y trazada con precisión. Para que el proyecto tenga éxito, es necesario
movilizar a todos los investigadores adventistas y a muchos estudiantes adventistas de
postgrado y pregrado (¡incluidos muchos de ustedes que están leyendo este artículo!).

RAZONES POR LAS QUE DEBEMOS CONOCER


LA HISTORIA ADVENTISTA
Hay cuatro razones por las que es importante que los miembros de iglesia, las iglesias y
la Iglesia Adventista global conozcan la historia adventista. Conocer la historia ofrece la
posibilidad de:
• autoconciencia y auto-comprensión; nos ayuda a tener un fuerte sentido
de identidad adventista;
• inspiración y ánimo;
• reflexión sobre las deficiencias y el arrepentimiento; y
• mejora en métodos y prácticas misiológicos.
Conocer nuestra historia y aplicarla es, entonces, esencial si la Iglesia Adventista quiere
tener éxito en su misión de predicar el evangelio y el mensaje de los tres ángeles a todo el
mundo.
UN SENTIDO DE IDENTIDAD
Algunos elementos críticos de la identidad adventista incluyen el énfasis apocalíptico y la
creencia de que los Adventistas del Séptimo Día son el pueblo “remanente” que se
menciona en Apocalipsis 12:17 (RVR60). Han pasado más de 170 años desde 1844, y
más de 150 años desde la fundación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La iglesia
ha pasado de ser una secta norteamericana de miles de miembros a un movimiento
mundial con millones de miembros de diferentes culturas e idiomas.
Con esto, mantener esta identidad tradicional adventista se ha vuelto cada vez más difícil,
y como resultado, hay una creciente ansiedad sobre quiénes y qué somos.
Saber quiénes y qué somos es relevante para nuestra misión porque un movimiento con
incertidumbre no tendrá éxito en hacer discípulos. Debemos salvaguardar una fuerte
identidad Adventista del Séptimo Día interna y, sin embargo, permanecer abiertos a
personas de otra fe o sin fe. Pero, ¿cómo se logra esto realmente? La educación es
crítica, por supuesto, pero ¿qué se debe enseñar? Aquí es donde nuestra historia nos
puede ayudar.
Algunos adventistas consideran que modificar nuestra identidad significa perderla. Pero
ese sería el caso solo si todos los aspectos de nuestra identidad son como Dios quiere y
están ordenados divinamente. Pero este no es el caso. Por ejemplo, sabemos por la
historia que el racismo en el siglo XIX y a inicios del XX distorsionó la misión y el
ministerio de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Además, los aspectos de nuestra
identidad, aunque se perciben como importantes en ciertas partes del mundo, son
específicos de cierto tiempo y ciertas culturas. Su existencia o su ausencia sorprenden a
adventistas de otras partes del mundo.
Entonces, ¿qué es fundamental y qué es secundario?
La investigación histórica nos puede ayudar a identificar los valores y las
creencias esenciales que siempre han sido parte integral del Adventismo del Séptimo Día
en todo el mundo. Lo que somos hoy es la suma de nuestra historia.
Entender quiénes éramos es esencial para entender quiénes somos. Por lo tanto, no solo
se debe llevar a cabo una investigación histórica; los resultados deben publicarse, en el
sentido más amplio de la palabra, diseminarse abiertamente a los miembros de iglesia, en
educación formal e informal, y en publicaciones y medios de la iglesia. Esto incluye la
nueva Enciclopedia, que se publicará en línea. Por lo tanto, si se quiere que en el futuro el
adventismo continúe siendo un fuerte testimonio de nuestro Creador y Salvador, es
esencial entender cómo llegó a ser lo que es ahora.

INSPIRACIÓN Y ÁNIMO
En su gran narrativa sobre la historia sagrada y el pueblo de fe, el autor de Hebreos nos
dejó a las generaciones futuras un registro histórico (Hebreos 11:1–12:2) de la marcha del
pueblo de Dios a través de los corredores del tiempo. Él describe cómo ciertas personas
del pueblo de Dios “... fueron torturados, sin aceptar ser rescatados... Otros recibieron
pruebas de burlas y de azotes, además de cadenas y cárcel. Fueron apedreados,
aserrados... muertos a espada. Anduvieron de un lado para otro cubiertos de pieles de
ovejas y de cabras; pobres, angustiados, maltratados. El mundo no era digno de ellos.”
(Hebreos 11:35-38, RVA2015).2
De igual forma, en la historia adventista podemos encontrar historias de valentía y
compromiso, de dedicación intrépida, de hombres y mujeres de quienes “el mundo no [es]
digno”, o eso pareciera. Sin embargo, también son seres humanos ordinarios y con
defectos que fueron transformados por el poder del Espíritu Santo y quienes, por su
ejemplo, nos inspiran. Hay innumerables historias de heroísmo y triunfo, aunque
lamentablemente muchas han sido olvidadas y nunca fueron recuperadas.
Pienso en Dores A. Robinson y su esposa Edna, quienes en 1887, dejaron su tierra natal,
Estados Unidos, y nunca más regresaron. Sirvieron como misioneros en el sur de África
por un año, luego en Gran Bretaña por ocho años y después en India por cuatro años. No
tuvieron hijos, pero en Calcuta, India, llegaron a amar tanto esa ciudad y su gente que
adoptaron a dos niñas indias. Dores murió de una epidemia de viruela en 1899 y fue
enterrado en India, lejos de su tierra natal en Nueva Inglaterra.
También pienso en Norman y Alma Wiles: Norman, australiano, y Alma, hija de misioneros
estadounidenses en Tonga. Los Wiles, una pareja misionera, fueron a trabajar entre los
pueblos caníbales en la isla de Vanuatu en 1916.
Cinco años más tarde, Norman murió de fiebre de aguas negras, con solo 26 años. Alma
permaneció en Vanuatu y sirvió como misionera en la isla por otros 10 años, y después se
trasladó como misionera a Papúa Nueva Guinea.
Dores y Norman dieron sus vidas por el mensaje de los tres ángeles: dos personas de
entre muchas más. Pero también pudiéramos inspirarnos en cientos de otros misioneros
adventistas que no murieron en el servicio y que sirvieron por décadas en tierras
extranjeras. “Dieron sus vidas” en un sentido diferente, abandonaron su tierra natal y
pasaron gran parte de sus vidas, en palabras del autor de Hebreos, como “extranjeros y
peregrinos sobre la tierra... pues si hubiesen estado pensando en aquella [patria] de
donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es,
celestial...” (Hebreos 11:13, 15, 16).
Del mismo modo, en el espíritu del mismo autor de Hebreos, yo también puedo concluir:
“¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de...” (11:32, NVI) todas las
historias de héroes adventistas de la fe. Sus ejemplos nos pueden animar e inspirar a
dedicar nuevamente nuestras vidas a alcanzar al mundo con el evangelio y la verdad
profética.

UN LLAMADO A LA REFLEXIÓN Y AL
ARREPENTIMIENTO
Cuando estudiamos nuestra historia podemos sentirnos afligidos, y llevados hacia el
arrepentimiento, reavivamiento y reforma.
Considere la Biblia, que repetidamente dirige la atención del lector a ejemplos no solo de
fidelidad heroica y de intervención divina, sino también de infidelidad y castigo divino.
Elena White escribió que “una de las mejores evidencias de la autenticidad de las
Escrituras” es que, en su narrativa, “no se pasa por alto la verdad, ni se suprimen los
pecados de los personajes principales”. 3 La autora declara: “Únicamente en ella podemos
encontrar una historia... que no esté contaminada por el prejuicio o el orgullo
humanos”.4 También contrastó los escritos humanos con la narrativa bíblica: “Cuántas
biografías se han escrito [por seres humanos] acerca de cristianos impecables, que por su
vida hogareña y relaciones con la iglesia resplandecían como ejemplos de piedad
inmaculada... Sin embargo, si su historia hubiese sido escrita por una pluma inspirada,
¡cuán diferente habría parecido!” 5
La narrativa bíblica describe la vida de sus personajes a detalle. “En ella se registran las
luchas, las derrotas y las victorias de los mayores hombres que el mundo haya conocido
jamás”, 6 con todos sus defectos e insensateces. Sin embargo, esta honestidad no es
deprimente; en cambio, “al ver cómo lucharon y cayeron, cómo cobraron nuevamente
ánimo y vencieron por la gracia de Dios, cobramos aliento”. 7
Cuando los adventistas investigamos nuestra historia, al igual que al estudiar las
Escrituras, descubrimos los errores de seres humanos pecadores y las victorias otorgadas
por Dios a pesar de sus fallas. No debemos rehuir de reconocer la incompetencia y la
corrupción. Es esencial revelar el pasado de forma sincera y total: en primer lugar, debe
llevarnos a reflexionar sobre la debilidad humana, y a renovar nuestra determinación de
actuar de acuerdo con los principios bíblicos; segundo, debe permitirnos aprender de los
errores que se han cometido para que no se repitan.
Por ejemplo, yo siento mucha admiración por el primer misionero de nuestra iglesia, John.
N. Andrews, quien se privaba de los alimentos para que los fondos enviados por la iglesia
en Norteamérica se pudieran utilizar para la revista adventista que había fundado. Esa
admiración no se ve opacada por el fracaso de la revista. Los adventistas de hoy pueden
y deben admirar e inspirarse por la abnegación de este misionero en Europa, aún cuando
identifiquemos y aprendamos de sus errores misiológicos.

MEJORAR LA PRÁCTICA MISIOLÓGICA


Una de las razones principales por la que aquellos que estudian y escriben la historia
adventista no deben esconder los defectos y fallas de nuestro pasado es para protegerse
de repetir errores similares. Nuestros intentos por mejorar la práctica de la misión pueden
fallar si, en el estudio de nuestra historia, no identificamos nuestras metodologías fallidas
y exitosas. Ser fiel al registrar nuestra historia, con sus fracasos y sus éxitos, es esencial
para aprender las lecciones correctas de qué evitar, qué absorber y cómo seguir adelante
mientras luchamos por el futuro crecimiento de nuestra iglesia.
Debido a que los registros institucionales no se conservan de forma regular y apropiada,
con frecuencia no se han documentado a nivel institucional las buenas prácticas de
servicio misionero y pastoral. Como consecuencia, el progreso se asocia con demasiada
frecuencia a los individuos y se pierde después de que estos se jubilen o mueran.
En Egipto en la década de 1910, y en Jordania y Palestina en la década de 1920, el
misionero británico George D. Keough fue pionero en los métodos de misión
contextualizada y encarnada, que estaban a la vanguardia de los estándares de cualquier
iglesia cristiana. Como resultado, él construyó una iglesia indígena pequeña en el Medio
Oriente. Keough pasó más de 30 años trabajando en una gran parte de la región, donde
permaneció muchos años después de su edad de jubilación. Pero sus
métodos se olvidaron, y tuvieron que descubrirse nueva- mente por investigadores de
misiología de nuestra iglesia en la década de 1980 (después de que los conceptos de
“contextualización” e “encarnación” fueron adoptados en el vocabulario evangélico). Si se
hubiera prestado mayor atención a lo que Keough inició, y se hubiera conservado en la
historia, tal vez nunca se habría perdido de vista o quizá se habría recuperado mucho
antes.

CONCLUSIÓN
La famosa observación de Elena White de que “no tenemos nada que temer del futuro, a
menos que olvide- mos...” no fue su única declaración sobre la importancia de la historia
adventista. En 1903 ella escribió: “Se me ha mostrado repetidamente que las experiencias
del pasado del pueblo de Dios no deben considerarse como si fueran sin valor”. 8 En otras
palabras, los eventos históricos tienen una relevancia vital para el pueblo de Dios. Elena
White también afirmó que Dios mismo “ha declarado que la historia del pasado se repetirá
cuando entremos en la obra final”9, indicando la gran importancia de ser consientes de
nuestra historia en la proclamación de “la verdad presente”. Como consecuencia, también
afirmó: “Es necesario recordar con frecuencia a los hermanos jóvenes y ancianos, la
historia pasada de la causa de Dios”. 10
Aún queda mucho por descubrir sobre la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Es vital que todos los miembros de iglesia reconozcan la importancia de nuestra historia y
los beneficios potenciales de ver que “las experiencias del pasado del pueblo de Dios no
[son] sin valor”.
miembros de iglesia, “jóvenes y ancianos”, tienen un papel muy importante en recuperar
la maravillosa “historia... de la causa de Dios”. Y al hacerse esto, asegurarse de que, de
manera colectiva, no nos olvidemos cómo “el Señor nos ha conducido” y
que aprendamos las lecciones que se encuentran “en nuestra historia pasada”.
(PhD, Universidad de Londres; miembro de la Royal Historical Society) es director de la
oficina de Archivos, Estadística e Investigación de la Conferencia General de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, en Silver Spring, Maryland, EE. UU.

Citación Recomendada
Trim, David J.B., "“Nada que temer… a menos que….” Entender el pasado y aplicarlo al
futuro," Diálogo 30:2 (2018): 21 - 23

NOTAS Y REFERENCIAS
1. Elena G. White, Notas biográficas de Elena G. de White (Doral, Florida: Asociación
Publicadora Interamericana, 1994), 216.
2. A menos que se indique lo contrario, todas las referencias bíblicas en este artículo han sido
tomadas de la versión Reina Valera 1960.
3. Elena G. White, Testimonios para la iglesia (Doral, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2007), 4:13.
4. ________, Patriarcas y profetas (Doral, Florida: Asociación Publicadora Interamericana,
2008), 585.
5. ________, Testimonios para la iglesia, 4:14
6. ________, Patriarcas y profetas, 585.
7. ________, Testimonios para la iglesia, 4:15.
8. _______, Cara escrita a A.G. Daniells, 1 de noviembre de 1903. Ministerio de
publicaciones, (Doral, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1997), 194.
9. _______, Mensajes selectos, (Mountain View, Calif.: Pacific Press, 1967), 2:449.
10._______, Testimonios para la iglesia, 6

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