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#PERFIL

BOVES

BOVES NO ESTAFÓ CON EL CUENTO DE QUE LA VIDA BAJO LA MONARQUÍA


ERA BIEN BUENA, SINO QUE OFRECIÓ LIBERTAD —Y OTRAS COSAS— QUE NI
BOLÍVAR NI ESPAÑA OFRECÍAN

Por JOSÉ ROBERTO DUQUE • @JRobertoDuque / IlustraciónFORASTERO LPA

Hay dos complicados actos que pueden simplificarse mediante un mismo trámite, aquel que
consiste en dividir una trama en buenos y malos: rodar películas taquilleras y fomentar el
nacionalismo. Sin nudos dramáticos ni tensiones no hay forma de estimular a nadie a ver la
película (o los libros de historia) hasta el final. No ha sido, entonces, gratuito ni casual que
así mismo, con ese tono medio pendejo y candoroso del título, nos hayan enseñado a leer la
historia de la humanidad.

Hay otros recursos utilizados para los mismos efectos y algunos de ellos resultan
incomprensibles como, por ejemplo, ridiculizar al enemigo hasta convertirlo en una cosa
deleznable, sin ningún valor. No se entiende por qué los fanáticos del Caracas, para
autoconvencerse de lo gloriosamente glorioso que es su equipo llenan de insultos,
vejaciones y caricaturas a los magallaneros. De la misma manera, no se entiende a cuenta
de qué, para engrandecer o exaltar la figura de nuestros héroes, la narrativa oficial se refiere
a quienes fueron sus adversarios como unos bichos que no solo eran malos, sino que,
además, eran cobardes, flojos, incompetentes en la guerra, idiotas, traidores, embusteros,
mala cama, tartamudos, comeyucas, estíticos, bulímicos y adictos a la leche condensada.
Hermano: si usted quiere engrandecer a su David póngalo a pelear, armado con un
cortaúñas, contra un coñoemadre de diez metros de altura equipado con ametralladora.
Ahí donde usted lo ve, Simón Bolívar sabía de contrapropaganda, operaciones psicológicas
a gran escala y estimulación del fervor patriótico en una sociedad en la que nadie —es
decir, mucho menos gente que ahora— sabía qué cuernos era eso de “patria”. El 14 de
febrero de 1814, si hubiera habido Twitter, la noticia del día, el TT más mollejúo de la
jornada hubiera sido el asesinato de más de 700 enfermos y heridos recluidos en el hospital
de La Guaira, bajo esta terrible acusación: los tipos eran españoles. Al dar la orden de
ejecutar a ese montón de gente a tubazos y garrotazos, para no gastar municiones (fueron
sus órdenes expresas), Bolívar tenía en sus cálculos la reacción de España: el enorme odio
de la metrópoli iba a obligar a consolidar la furia antivenezolana; y eso, a su vez, iba a
aglutinar a los venezolanos en contra de un enemigo concreto, visible; ya no un rey o
usurpador lejano y borroso, cuyas facciones nadie conocía, sino una estructura sucia y
criminal llamada España. Para que una guerra legitime a ambos bandos tiene que haber un
odio fácil de explicar, y hasta de justificar.

Pero ese fue apenas el plan del Libertador; al final, la noticia que trascendió, y todavía hoy
se la recuerda y celebra, terminó siendo la Batalla de La Victoria, una peleíta que terminó
con un empate técnico (los patriotas consiguieron que el enemigo no los matara en el asedio
a la ciudad, y esa fue su única conquista) entre los sifrinos reclutados por Ribas en la
universidad y el seminario de Caracas y los esclavos enfurecidos que iban pendientes de
degollarlos. En esa batalla residía la clave del pelón bolivariano de la jornada: Bolívar
necesitaba convertir el conflicto en una conflagración entre naciones (de esa manera
lograba obtener beligerancia y reconocimiento como tal), pero la cruda realidad era que esa
guerra, la de los años 1813 y 1814, era una guerra social. Un sangriento episodio americano
de la perra lucha de clases entre esclavos y propietarios (y al pobre Carlos Marx todavía le
faltaban cinco años para nacer).

Así que sobre Boves (el malo-malísimo que peleaba contra Bolívar, el bueno-buenísimo, y
lo derrotaba cada vez que le daba la gana) han recaído algunas acusaciones y epítetos bien
merecidos; y otros, francamente, idiotas: que era cruel y sanguinario. Yo sé que ustedes no
me creen, pero es en serio: Boves era tan malo que cuando los ricos propietarios de
esclavos pretendían huir con sus familias de aquel poco de negros e iban a refugiarse detrás
de los altares de la iglesia, los esclavos entraban a violar y a degollar a aquella gente, ahí
mismo, delante de las imágenes de las vírgenes y santos, qué horror. Entonces, uno va
descubriendo claves: lo malo no es tanto el sangrero y la muerte, sino el haber hecho esas
cosas tan feas en la casa de Dios.

Mi amor: aquello era una guerra. Y aquella horda de salvajes eran seres humanos que
tenían 300 años de servidumbre. Boves no estafó a aquellos seres con el cuento de que la
vida bajo la monarquía era bien buena, sino que ofreció libertad y otras cosas que ni
Bolívar ni España ofrecían: si ganamos la batalla todo lo que agarres es tuyo y aprovecha
para liquidar a todo amo, a todo poderoso y a todo rico insolente.

Naaah, no era bueno Boves, para nada. Nadie capaz de ganar guerras lo es. Hay que ser
muy coñoemadre, muy rata, muy perverso y muy oscuro de alma para hacer carrera
despedazando gente en nombre de la gloria. Y eso incluye a los que acaparan nombres de
plazas, estatuas y panteones.

#ÉPALE341

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