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"Le seul véritable voyage ce ne serait pas d'aller vers de nouveaux paysages, mais d'avoir
d'autres yeux, de voir l'univers avec les yeux d'un autre, de cent autres, de voir les cent
univers que chacun d'eux voit, que chacun d'eux est."
“El único viaje verdadero no consistiría en ir hacia nuevos paisajes, sino en tener
otros ojos, en ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, de ver los cien
universos que cada uno ve, que cada uno de ellos es”
Marcel Proust
Antes de seguir, me importa que ustedes sepan que lo que vamos a vivir
juntos en este programa no es un mero proceso intelectual. Se trata de un
aprendizaje integral, es decir un mensaje que trasciende la mera
información o ciertas prácticas. Este aprendizaje integra el pensamiento, el
mundo emocional, el mundo espiritual, lo somático y lo estético y nos
enseña a mirar cómo todo está conectado con todo. Esa es nuestra
ambición.
***
Para trabajar en esto tenemos que ver qué hace que yo observe el
mundo de una cierta manera y cómo se constituye el Observador que
yo soy.
EL LENGUAJE
Aquí hay algo muy valioso; a través del lenguaje podemos ver lo que
siempre ha estado ahí y que nunca habíamos podido ver antes. En resumen,
el poder de acción de una persona en determinados ámbitos
depende del conjunto de distinciones que ella posee para observar y
operar en ese dominio de realidad.
Fíjense en este ejemplo. Pedro tiene dos trabajos, a los cuales llega
puntualmente el 85% de las veces. ¿Se puede considerar que es puntual? En
la empresa A es considerado puntual, pues el estándar allí es que una
persona es puntual si llega un 80% de las veces a tiempo. Pero en la
compañía B, el estándar de cumplimiento es de 90%, por lo que allí Pedro
es considerado una persona impuntual.
c) Promesas: Las promesas son un Acto del Habla que nos permite
coordinar acciones con las demás personas. Cuando alguien hace una
promesa se está comprometiendo a ejecutar alguna acción en el futuro.
Pedir, prometer y ofrecer son Actos del Habla que nos envuelven con la
creación de un futuro, buscan que ocurra algo que no acontecería sin la
petición, promesa u oferta.
1) Las emociones
La palabra Emoción viene del latín emovere (mover hacia afuera), y
quiere decir lo que me mueve, lo que me pone en acción. Cada emoción que
yo vivo me predispone a una acción.
2) Estados de ánimo
El estado anímico es algo diferente, es cuando nos quedamos pegados
en una emoción y vivimos en la tristeza o vivimos en la rabia, o vivimos en
la resignación o vivimos en el resentimiento… Es decir, no importa lo que
esté pasando, mi reacción siempre es la misma, me he quedado asentado
en una forma de responder, yo tengo una sola predisposición a la acción en
la vida.
En su libro The Emotion Code, el médico Bradley Nelson dice que esa
emoción no sólo ocurre, hace su función y desaparece, sino que esa
energía que produce queda vibrando en ti, incluso a veces muchas veces
sin que tú sepas que esa emoción sigue estando ahí. Y esa emoción se
transforma —esta es la parte clave— en una pieza fundamental de la
coherencia que tú eres.
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EL CUERPO
Al igual que nuestro ser emocional ha sido ignorado por nuestro discurso
occidental del aprendizaje, el dominio del cuerpo ha sido en su mayor parte
también descuidado. En muchos casos, consideramos nuestro cuerpo como
algo que andamos trayendo o que nos sigue de un lado para otro.
Sostenemos que todo aprendizaje ocurre como una transformación corporal
de algún tipo. Si aprendemos pesimismo, nuestros cuerpos se comienzan a
formar consistentemente con esa emoción: los hombros se encorvan, el
pecho se desinfla, la cabeza se inclina hacia abajo y los músculos pierden
tensión. Muchas veces la mayor dificultad de aprender algo radica en que el
cuerpo está moldeado en contra de esa posibilidad.
Parecemos habernos olvidado de cómo escuchar a nuestro cuerpo por el
bien de nuestra salud y nuestro bienestar. Hemos perdido la habilidad de
comprender la conexión cercana que existe entre nuestro cuerpo y nuestros
estados emocionales, la cual ha sido demostrada como altamente coherente
a través de estudios. De forma similar no reconocemos cuánta de nuestra
salud física puede depender de las historias y narrativas que nos decimos a
nosotros mismos para dar sentido a nuestras vidas.
No es una mera coincidencia que en una era en que tanta gente está
comprometida con una incesante acumulación de riqueza nos veamos
enfrentados a una epidemia de cáncer —una enfermedad de crecimiento
incontrolable— que se toma tantas vidas. No es difícil hacer conjeturas
basadas de forma similar sobre el rol de narrativas sociales y personales en
otras grandes enfermedades. Desde los años 30 al 50, cuando la humanidad
estuvo inundada de dictaduras (Salazar, Franco, Stalin, Mao, Duvalier, Tito y
tantos otros) nos faltó aire y tuvimos una epidemia pulmonar, la
tuberculosis.
COHERENCIA
En el coaching trabajamos el Lenguaje, Emociones y Cuerpo porque un
real aprendizaje implica la creación de una coherencia entre estos tres
dominios.
En el curso hago ejercicios con las personas en las que les pido que
hablen respecto a algo, y luego que cambien la postura de su cuerpo, y su
discurso comienza a cambiar. ¿Por qué ocurre eso? ¿Qué es lo que está
sucediendo?
Entre estos tres territorios de los que estoy hablando —el emocional, el
lingüístico y el corporal— se crea una coherencia. De manera tal que
cuando tenemos ciertas interpretaciones a nivel del lenguaje sobre un
determinado asunto, tenemos emociones que son coherentes con esas
interpretaciones y el cuerpo a su vez se moldea a esas interpretaciones y
emociones.
Si yo camino mirándolos desde arriba y les digo que les hablo desde la
humildad, no me creen. O si camino con los hombros bajos y mirando al piso
y les digo que estoy feliz, tampoco me creen. Cuando el pensamiento que
me atraviesa es que el mundo es peligroso, el cuerpo se encoge y la
emoción es el miedo.
ESCUCHAR
Uno de los aspectos que consideramos más importantes dentro del
aprendizaje en el programa tiene que ver con el escuchar.
Frente a unas mismas palabras dichas, puede haber dos personas que
escuchen algo totalmente diferente.
Todos los pueblos hemos sabido distinto. Por ejemplo hay historias
preciosas del saber del pueblo polinésico. Los polinésicos navegaban en
millones de kilómetros cuadrados de mar en busca de islas que no tienen
más de un kilómetro cuadrado y las encontraban perfectamente. ¿Saben
cómo? Por la vibración del agua. Son distinciones de otro tipo, un saber
distinto.
Ese saber de la Edad Media, visto de esa forma, fue desafiado en los
siglos XVI y XVII por personajes que empiezan a hacerse ciertas preguntas.
Aclaro, no estaban disputando la autoridad de su tiempo, que era la Iglesia,
sino que veían algo distinto, y se hacen la siguiente pregunta: ¿Por qué no
probamos lo que dicen los maestros? ¿Se acuerdan de que Galileo empezó a
hacer pruebas en la Torre de Pisa para ver la velocidad de la caída de
objetos? Es decir, quiso probar si lo que decía la Iglesia era cierto o no. La
autoridad de ese tiempo no estuvo muy contenta con semejante cosa. De
hecho Galileo murió teniendo su casa como prisión y otros corrieron peor
suerte.
Como ese saber exterior tiene un impacto directo, lo que ocurre es que
mucha gente dice “ese es el saber” y el otro, el interior, es como de segunda
clase. Entonces ese mundo del saber objetivo, de la Academia, es el que
vale, el que sirve para conseguir la plata. ¿Y qué empezó a pasar? Toda
nuestra educación excluyó el aprendizaje del mundo interior. ¡Lo excluyó
completamente! Aprendemos física, aprendemos química, y no digo que esté
mal, aprendemos todas esas cosas, pero cualquier aprendizaje que tenga
que ver con el Alma quedó afuera. Imagínense preguntándole a su hijo
regresando del colegio“¿Aprendiste la alegría hoy?” “¿Aprendiste sobre la
perseverancia, el entusiasmo o la honestidad?” Al niño posiblemente esto le
parecería una locura.
En Grecia se aprendían esas cosas; era parte del aprender. Pero eso se
nos quedó afuera, y hoy día como consecuencia de eso nos pasa que nos
sentimos pobres. Y ¿cómo no nos vamos a sentir pobres si se nos quedó
afuera una parte de quiénes somos?
Los honro por escuchar ese llamado. Y pasa lo siguiente. ¿Saben que el
paso siguiente al escuchar el llamado es que vamos a meternos —usando
términos bíblicos— en el vientre de la ballena? ¿Qué quiere decir meternos
en el vientre de la ballena? Quiere decir que vamos a tener que enfrentar los
monstruos, nuestros monstruos, así cara a cara, ponerles nombres, mirarlos
a los ojos. Vamos a tener que pedir las disculpas que nunca pedimos,
perdonar a quienes nunca perdonamos, llorar lo que nunca lloramos, vivir
las tristezas que no nos atrevimos a vivir. ¿Y saben qué? Revuelve el alma
amigos míos…
Y pasa una cosa muy típica en este programa y es que en algún momento
te dices “Mi vida era bien malita antes, pero no estaba tan mala después de
todo”, viene una especie de arrepentimiento… y “¿por qué no sigo como
estaba en vez de meterme acá?” Porque saben una cosa, el vientre de la
ballena al comienzo es amenazador y no se ve salida hasta que llega un
instante en que aparece una lucecita en el horizonte que se va agrandando y
ahí, amigos míos, salimos del vientre de la ballena y llegamos al mismo
lugar en donde iniciamos el viaje, ahora con una nueva mirada. Nuestro
mundo de pronto ha cambiado.
Y para cerrar les voy a decir que van a necesitar una dosis importante de
coraje; se los digo seriamente. Para meterse, mirar lo que hay que mirar,
llorar, todo eso requiere de coraje, de mucho coraje. Ahora, el hecho de que
estén aquí, a mí me dice que ya lo están ejerciendo… El viaje de su
aprendizaje está comenzando y acá los estamos acompañando.