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El Observador que Somos

Julio Olalla Mayor


Paper de Estudio · Guía nº 1
ACP 2018
EL OBSERVADOR QUE SOMOS
Por Julio Olalla Mayor

"Le seul véritable voyage ce ne serait pas d'aller vers de nouveaux paysages, mais d'avoir
d'autres yeux, de voir l'univers avec les yeux d'un autre, de cent autres, de voir les cent
univers que chacun d'eux voit, que chacun d'eux est."

“El único viaje verdadero no consistiría en ir hacia nuevos paisajes, sino en tener
otros ojos, en ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, de ver los cien
universos que cada uno ve, que cada uno de ellos es”
Marcel Proust

¡Bienvenidos! Quiero expresarles mi profunda gratitud de que estén en


este espacio, que no sólo es un programa para que ustedes se entrenen
como coaches. Tenemos una seria convicción de que lo que estamos
haciendo aquí contribuirá a habitar una Tierra más justa, ambientalmente
sustentable y espiritualmente plena.

Mi encuentro con el coaching ontológico nació hace más de 30 años, y no


fue el resultado de una mera inquietud intelectual ni de un entusiasmo
libresco, sino de una búsqueda empujada por el profundo dolor que vivía en
esos tiempos, causado por el exilio y la pérdida de lo que hasta entonces era
mi mundo. A mí me tocó salir de Chile a comienzos de 1974 con ocasión del
golpe de Estado, viví unos años en Argentina y después me fui a Estados
Unidos, donde me parecía que toda mi vida se había desmoronado. Es lo que
llamaría un profundo golpe existencial.

Allí tuve la suerte de conocer a Fernando Flores, Humberto Maturana,


Willis Harman, Elisabeth Sahtouris, Ken Wilber, Margaret Whitley, Joseph
Campbell, George Leonard, Bernard Lietaere , y Lynn Twist, entre otros
grandes inspiradores y deleitarme leyendo los trabajos de Rupert Sheldrake
y otros filósofos y pensadores que me permitieron incursionar en la filosofía
del lenguaje, la biología de la cognición, el arte de aprender, y en la creación
de una nueva epistemología para este mundo que busca trascender la
modernidad. En esta búsqueda, como Newfield Network, hemos comenzado
a escuchar a los pueblos precolombinos de América, a los cuales
generalmente nuestra sociedad les ha negado su espacio y su sabiduría. Hoy
nos damos cuenta de la enorme contribución que su mirada tiene en la
construcción del saber del mañana.

Los postulados fundamentales de nuestra cultura dominante actual están


desarrollados en una epistemología que nace hace casi 500 años, con las
observaciones fundamentales de pensadores como René Descartes, Isaac
Newton, Galileo Galilei y otros, que generaron el discurso racionalista y
mecanicista en el que vivimos hoy.

Las presentes crisis de nuestro tiempo, desde la pérdida de la


biodiversidad, el cambio climático, el consumismo exacerbado, la extrema
disparidad de los ingresos, la destrucción de nuestras selvas, y otros menos
mencionados, como el crecimiento de la depresión entre los jóvenes, tienen
raíces en ese modo de saber.

Que quede claro: no despreciamos el conocimiento generado por los


grandes discursos históricos en los que vive el mundo moderno, sin embargo
creemos firmemente que debemos trascenderlo.

Una última observación antes de entrar en materia. No vivimos


defendiendo un texto o un libro ni una teoría final. Estamos enamorados de
las preguntas. Nos abrimos a un aprendizaje dinámico, a una teoría
dinámica, en cambio permanente. En el momento en que nosotros
escribimos, caemos en la ilusión de que como ya está dicho en un escrito
se transforma en una verdad. Nosotros postulamos que lo que está
escrito es más bien una invitación a seguir pensando porque lo que está
escrito, mañana será parte del pasado. En tiempos remotos, el que contaba
y el cuento eran uno solo. No había cuentos sin cuentacuentos, hasta que
apareció la escritura. Y desde entonces los cuentos existen sin que nadie te
los cuente generando una ilusión que separa lo dicho del que dice. La
invitación es a leer este documento recordando que fue escrito por alguien y
que ese alguien está dispuesto a seguir aprendiendo, y mañana lo que estás
leyendo no será una meta sino una parte del camino.

Antes de seguir, me importa que ustedes sepan que lo que vamos a vivir
juntos en este programa no es un mero proceso intelectual. Se trata de un
aprendizaje integral, es decir un mensaje que trasciende la mera
información o ciertas prácticas. Este aprendizaje integra el pensamiento, el
mundo emocional, el mundo espiritual, lo somático y lo estético y nos
enseña a mirar cómo todo está conectado con todo. Esa es nuestra
ambición.

***

Dicho esto vamos a iniciar con el concepto del OBSERVADOR, que es la


piedra angular del coaching ontológico.

Lo voy a poner de esta manera: cada persona ve el mundo de una


manera distinta a todas las demás personas. Si yo me siento a hablar con
alguien, les aseguro que al poco rato nos daremos cuenta de que los dos
vemos el mundo de una manera distinta. No digo mejor o peor —esto es
importante— sino diferente. No vemos lo mismo, no escuchamos lo mismo,
no sentimos lo mismo, y sin embargo vivimos nuestro día a día como si los
demás vieran de la misma manera lo que vemos nosotros.

¿Cómo resolvemos el problema de que tú no veas el mundo igual a como


lo veo yo? Nos enfrascamos en discusiones interminables sobre quién tiene
la razón y zanjamos el asunto diciendo “tú estás equivocado”.

Hay algo extraordinario en todo esto. ¿Hay un solo mundo y nosotros no


nos ponemos de acuerdo? o ¿hay tantos mundos como personas? Si hay un
solo mundo, entonces al Observador que yo soy se le abren dos
posibilidades: o tiene la razón o está equivocado, lo que es bastante pobre
como explicación.

Nosotros pensamos que cada persona ve un mundo distinto. Somos


observadores distintos y eso lo entendemos. Y sin embargo pese a
comprender esto, cuando interactuamos suponemos que todo lo vemos igual
o exigimos que sea así, y con ello nos perdemos de la enorme riqueza de ser
Observadores diferentes.

Piensen en un médico de la tradición china y un médico de la tradición


occidental. Si ustedes van a consultar a los dos, y les dicen “me duele el
estómago”, ellos van a intervenir de una manera totalmente distinta. ¿Saben
por qué? Porque no ven el mismo cuerpo. El médico de la tradición china ve
movimientos energéticos mientras que el profesional entrenado en la
tradición occidental ve allí sangre y músculos. Una vez más, no es mejor ni
peor, sólo que son Observadores distintos. Y eso tiene una tremenda
consecuencia porque cada uno actúa en el mundo dependiendo de
cómo lo ve.

No es trivial cómo observamos, porque según eso es cómo actuamos.


Piensen ustedes en las diferencias que existen en cómo vemos las cosas, ya
no a nivel individual sino colectivo. Los chilenos no ven el mundo igual que
los colombianos. ¿Les cabe alguna duda? Ni tampoco los estadounidenses
ven el mundo igual que los franceses. Y como vemos el mundo distinto,
construimos realidades distintas. Es igual en otros ámbitos: Apple no ve el
mundo igual que Microsoft; ni Benetton ve el mundo igual que Yves Saint
Laurent. Son mundos totalmente diferentes.
I. ¿CÓMO NOS CONSTITUIMOS EN EL OBSERVADOR QUE SOMOS?

Para iniciar, les propongo el siguiente esquema:

¿Qué hace el Observador de este esquema? Entra en acción, ejecuta


acciones. ¿Y para qué?... Para producir resultados. Hasta ahí, todo muy bien.
Pero ¿qué pasa cuando los resultados no son los esperados? Lo que hacemos
a nivel individual o colectivo es decir “vamos a cambiar nuestras acciones,
vamos a hacer las cosas distintas”. Y de hecho hacemos las cosas de distinta
manera. Lo más común es que nos esforcemos más, trabajemos más horas,
busquemos nuevas alternativas... Y ¿saben? el Observador que no está
contento con sus resultados y cambia sus acciones, lo más probable es que
va a seguir produciendo resultados del mismo tipo.

• Esto es lo que llamamos Aprendizaje de Primer Nivel.

¿Por qué? Porque no ha cambiado la visión del mundo, sigue


viendo lo mismo.

Si yo sigo viendo el mundo de la misma manera, puedo cambiar todas las


acciones que quiera y al final lo que cambio estará siempre dentro de un
marco predecible. Es decir voy a hacer más o menos lo mismo. En cambio si
juzgo que mis acciones no me gustan y en vez de lanzarme inmediatamente
a una nueva acción le doy una mirada a la manera como estoy
mirando, aparecen acciones que antes eran impensables para mí.

¿Por qué? Porque ha cambiado mi visión del mundo, ya no veo lo


mismo.

Lo que planteamos entonces es que en vez de centrar nuestra atención


en las Acciones, la fijemos en el Observador. Porque si producimos un
cambio a nivel del Observador, van a aparecer Acciones que no estaban
disponibles para el Observador que éramos antes.

• Esto es lo que llamamos Aprendizaje de Segundo Nivel.


Les pongo un ejemplo: si me da una gripe la puedo combatir con
pastillas. Si éstas no funcionan, me meto a la cama o me tomo un té; busco
la manera de combatir sus síntomas. Pero de pronto me pregunto, ¿qué hizo
que me diera una gripe justo en este momento? Y ahí puedo ampliar mi
mirada. Y de pronto empiezo a ver que estos últimos días he estado
estresado y que mis defensas pueden estar bajas, y eso me lleva a mirar,
más allá del malestar físico, a la forma de cómo estoy viviendo.

¿Cuántas veces en nuestras vidas nos enfrentamos a temas que nos


acompañan por años y años y que no logramos resolver por más vueltas que
les demos?

Albert Einstein dijo que los problemas creados con un nivel de


pensamiento no podrán ser resueltos con ese mismo nivel de pensamiento.
Esa frase es bueno tenerla presente. Como humanidad hemos llegado a
darnos cuenta de que muchos de los grandes males que nos aquejan no
pueden ser resueltos con la forma de saber que tenemos. Y si lo vemos en
nosotros mismos, para empezar a cambiar las cosas, se requiere de mucho
coraje, y ustedes van a tener que recurrir a su coraje. Aceptar que mi saber
es insuficiente para hacerme cargo de los desafíos que tengo, lo puedo decir,
pero aceptarlo es un verdadero reto.

Para trabajar en esto tenemos que ver qué hace que yo observe el
mundo de una cierta manera y cómo se constituye el Observador que
yo soy.

Para responder a esto, el primer dominio que vamos a ver es el lenguaje.

EL LENGUAJE

Desde los griegos el lenguaje fue entendido fundamentalmente como un


código compartido para describir el mundo. Entonces cuando alguien dice
“ésta es una ventana” o “ésta es una mesa”, las demás personas saben de
qué se está hablando. Es un ejercicio sencillo: al hablar nos referimos al
mundo y lo describimos.

En el siglo pasado varios filósofos —entre ellos Ludwing Wittgenstein,


Gilbert Ryle, J.L. Austin, P.F. Strawson, Bertrand Russell y Hans-Georg
Gadamer— dieron un giro a la mirada que se tenía sobre el lenguaje.
Básicamente lo que estos filósofos dijeron es que el lenguaje describe el
mundo pero también, y principalmente, lo constituye y lo genera. Esto al
comienzo pareció una locura mayúscula y todavía no parece haber entrado
en nuestro sentido común. ¿Cómo podía ser? Hay una gran diferencia entre
el viejo pensamiento que señala que el mundo está ahí y yo hablo para decir
lo que veo y eso es todo, a un pensamiento que señala que “al hablar
nosotros construimos realidad”.

¿Y cómo se construye esa realidad? Cuando hablamos de lenguaje


podemos distinguir tres funciones principales:

1. A través del lenguaje generamos distinciones.


El lenguaje tiene una propiedad poderosísima, extraordinaria, que se
llama la capacidad de hacer distinciones, y esto es algo central en lo que
estamos hablando.

Vamos a poner unos ejemplos sencillos. Imagínense saliendo de un


museo tras ver una exhibición de Van Gogh. En la puerta se encuentran con
una experta en Van Gogh y les invita a recorrer de nuevo el museo con ella.
Ustedes le dicen que ya vieron la muestra pero igual aceptan la invitación y
regresan a ver las pinturas con ella. Cuando ella empieza a hablar ya se
imaginan qué ocurre. Van a ver colores que no notaron, formas que antes no
entendían o temas que se repiten. Y fíjense en esto: los ojos de la experta
son los mismos de ustedes, sin embargo porque ella tiene las distinciones
respecto de los cuadros, ustedes empiezan a ver lo que antes les era
invisible o transparente. ¿No es extraordinario que por el hecho de hablar
con alguien, van a ver lo que hace 5 minutos no estaba disponible para
ustedes? ¡Es mágico! Y nosotros decimos “Bah, no me había dado cuenta”. Y
no, no es que no te habías dado cuenta, es que no lo podías ver. ¿Por qué?
Porque no tenías las distinciones para eso.

¿Han ido a una cata de vinos? Cuando el catador se sirve un poco de


vino, lo huele, vuelve a girar la copa, toma un sorbito y dice “2004”, tú
miras por todos lados. “¿De dónde salió el 2004?”, y no sólo eso, se hace
otra vueltita toma y dice “tierras bajas”, otra vueltita y dice “año lluvioso”. Y
tú piensas que está bromeando, pues tú apenas puedes diferenciar un vino
blanco de uno tinto. ¿Y qué está pasando? Algo muy simple: el catador tiene
distinciones que le permiten acceder a sabores que tú no tienes, y sin
embargo si tú aprendieras de esta persona al poco tiempo podrías estar
haciendo lo mismo.

Piensen en la ceguera en que vivimos. Creemos que abrimos los ojos y


vemos todo lo que hay que ver, que con prestar atención, oímos todo lo que
hay para oír. ¿Se dan cuenta de esta ceguera? En otras palabras ésta es una
de las primeras ilusiones que vamos a tener que terminar. Los seres
humanos enriquecemos el mundo a través de nuevas distinciones.
Esta historia la viví y la cuento con alegría desde hace muchos años: en
mis tiempos de estudiante de leyes me fui con unos amigos al norte de
Chile, donde están los cielos más puros y por tanto está lleno de
observatorios astronómicos de distintas nacionalidades. Lo que hicimos una
noche fue tendernos en la arena del desierto a mirar el cielo, y nos
quedamos viendo las estrellas.

La noche siguiente, por una razón preciosa, fuimos a uno de los


observatorios y nos hicimos amigos de un astrónomo y él se tiró en la arena
con nosotros a mirar el cielo y ahí de espaldas, el astrónomo empezó a
contarnos lo que veía. Y de pronto vimos galaxias, satélites (naturales y
artificiales) y empezamos a mirar estrellas viajando a mayor velocidad que
otras dependiendo del tono que tienen, nos dimos cuenta de una infinidad de
temas… ¿Dónde estaba todo eso la noche anterior?

Pero ahí no termina la historia, esto es lo que la hace más valiosa. La


siguiente noche por esas cosas maravillosas de la vida, uno de mis maestros
nos mandó con un astrólogo y nos tiramos al suelo a mirar el cielo y ahora
aparecían ante nuestros ojos asombrados Géminis, Aries y Escorpio.

Esa es la maravilla, esa es la magia, ese es el encanto increíble del


lenguaje, pero está tan enfrente de nosotros que no lo vemos, esa
posibilidad asombrosa de constituir mundos a través de distinciones, y
nosotros andamos por la vida con la absoluta certeza de que las cosas son
como yo las veo y ando defendiéndolas como verdades absolutas.

Aquí hay algo muy valioso; a través del lenguaje podemos ver lo que
siempre ha estado ahí y que nunca habíamos podido ver antes. En resumen,
el poder de acción de una persona en determinados ámbitos
depende del conjunto de distinciones que ella posee para observar y
operar en ese dominio de realidad.

2. Los 5 Actos del Habla


En el lenguaje distinguimos cinco actos que realizamos los seres
humanos: pedimos, prometemos, ofrecemos, afirmamos y
declaramos.

Esto lo vamos a ver en detalle más adelante en el programa pero desde


ya me atrevo a hacer un pronóstico: cuando hayan visto estos cinco actos
del habla, ustedes van a escuchar diferente, y se darán cuenta de que
buena parte de nuestras dificultades en la vida tienen que ver, por ejemplo,
con la incapacidad de pedir ayuda que tenemos muchos de nosotros, o de la
confusión terrible que hay entre una declaración y una afirmación. Tener
claras estas distinciones produce una liberación porque nos permite
movernos de otra manera en nuestra vida.
Para comprender los Actos del Habla debemos tener presente que cada
vez que yo hablo asumo un compromiso ante los otros o la comunidad.
Asimismo, que el estilo de operar en cada acto del habla está vinculado con
la identidad pública y privada que las personas forjamos.

Revisemos muy brevemente cada acto lingüístico.

a) Afirmaciones: En términos simples, podemos decir que las afirmaciones


son proposiciones que describen lo que una comunidad ha consensuado;
son los hechos o datos que una comunidad acepta como verdaderos. Por
ejemplo: “hoy es jueves”; “éste lápiz es verde”; “esta sala tiene 5 metros de
largo por 3 metros de ancho” o “Juan mide 1,80 metros”.

Las afirmaciones pueden ser verdaderas o falsas. Toda afirmación hecha


responsablemente implica un compromiso de proveer evidencia, y esta
evidencia va a ser siempre un acuerdo con quien escucha.

En el mundo de las afirmaciones, hay algunas que son verdaderas en un


lugar y no son en otro.

Las afirmaciones también pueden ser ciertas en algún momento y luego


dejar de serlo. Fíjense en el átomo, considerado durante décadas como la
partícula más pequeña que podía existir, un concepto que ha sido
largamente revaluado. O en el mundo medieval, donde era verdadera la
afirmación “El Sol gira en torno a la Tierra”.

La gran inquietud de que se hacen cargo las afirmaciones es


distinguir entre lo verdadero y lo falso.

b) Las declaraciones: Las declaraciones son el Acto del Habla a través


del cual el lenguaje muestra todo su poder de acción. Cuando declaramos,
creamos contextos de relaciones y posibles acciones. Una declaración es un
Acto del Habla que nos permite generar un mundo diferente para nosotros y
para las demás personas.

Tal como veíamos antes, al afirmar la palabra se adecúa a los eventos


del mundo. En cambio, al declarar, decimos que el mundo se comienza a
adecuar a lo que hemos dicho.

Veámoslo en algunos ejemplos: cuando alguien declara “te perdono”, a


partir de ese momento quien perdona se libera de rencor y, si el perdonado
acepta el perdón, se libera de la culpa; cuando una autoridad declara la
guerra a otro país, a partir de ese momento son posibles las acciones de
guerra; cuando alguien dice “te amo”, el mundo para la otra persona cambia
por completo; cuando una empresa declara querer controlar el 25% del
mercado, a partir de esa declaración ocupar el 15% le resulta insuficiente;
cuando alguien declara “No sé”, ha dado el primer paso para aprender.

Las declaraciones tienen que ver con la creación de un contexto nuevo. Si


las afirmaciones pueden ser verdaderas o falsas, las declaraciones pueden
ser válidas o inválidas, y la validez de una declaración consiste en que la
comunidad le ha otorgado la autoridad para hacer dicha declaración a la
persona que declara. Por ejemplo que yo declare marido y mujer a una
pareja es irrelevante, pero si la hace un juez (o la autoridad que designe un
país) se torna en algo relevante y produce un efecto o un nuevo contexto.

Los juicios, un tipo especial de declaración

Entendemos los juicios como las apreciaciones, opiniones,


interpretaciones o valoraciones que un Observador hace sobre algo. Al igual
que el resto de las declaraciones, al emitirse genera una nueva realidad,
cambia el mundo.

A diferencia de las afirmaciones, los juicios no son verdaderos o falsos,


pues siempre cabe la posibilidad de que un observador diferente tenga una
valoración distinta de las situaciones.

Es posible que donde un observador “A” juzga algo difícil, un observador


“B” pueda juzgar esa misma situación algo fácil. Donde un observador ve
éxito, otro puede ver fracaso. En fin, destacamos que ante un mismo hecho
o situación, observadores diferentes pueden tener distintos juicios.

¿Cuál es la importancia de los juicios en las relaciones humanas?


Sostenemos que, a través de los juicios, las personas realizan valoraciones
de sí mismos, de los otros y del mundo que determinan el ámbito de
posibilidades de acción futura que tendrán.

Los juicios conectan el pasado, el presente y el futuro: se realizan en el


presente a partir de experiencias e interpretaciones de experiencias pasadas
que un observador tiene y su poder radica en que modelan el tipo de
relación futura que tendremos con aquello que hemos juzgado.

Los juicios los consideramos un tipo de declaración, que puede fundarse o


no fundarse basado en las siguientes categorías: se hace con un objetivo
determinado, en un dominio preciso, recurriendo a un estándar, se sustenta
en afirmaciones y se chequean las afirmaciones que podrían negar ese
juicio.

Fíjense en este ejemplo. Pedro tiene dos trabajos, a los cuales llega
puntualmente el 85% de las veces. ¿Se puede considerar que es puntual? En
la empresa A es considerado puntual, pues el estándar allí es que una
persona es puntual si llega un 80% de las veces a tiempo. Pero en la
compañía B, el estándar de cumplimiento es de 90%, por lo que allí Pedro
es considerado una persona impuntual.

Un elemento importante a la hora de fundar los juicios es sustentarlos en


afirmaciones. Retomando el último ejemplo, la afirmación que sirve para
fundar el juicio de la puntualidad de Pedro es que, habiéndose
comprometido a llegar a las 9 de la mañana, determinados días llegó antes y
determinados días llegó después de la hora acordada.

El hecho de que Pedro sea o no puntual en su trabajo no dice nada sobre


si es puntual en otros ámbitos, por ejemplo en el familiar: el dominio en que
se le ha juzgado en este ejemplo es el laboral.

c) Promesas: Las promesas son un Acto del Habla que nos permite
coordinar acciones con las demás personas. Cuando alguien hace una
promesa se está comprometiendo a ejecutar alguna acción en el futuro.

Las promesas involucran dos momentos: el primero de ellos es cuando el


orador la hace y es aceptada por el oyente. El segundo momento es cuando
el oyente considera que fue cumplida la labor prometida según las
condiciones de satisfacción establecidas. Allí se cierra la promesa.

Toda promesa tiene los siguientes elementos: un orador (quien


promete); un oyente (a quien va dirigida la promesa); una acción a
llevarse a cabo con determinadas condiciones de satisfacción y un factor de
tiempo.

Si María se compromete con Alfonso a entregarle un trabajo el lunes al


mediodía y éste acepta, la promesa termina cuando Alfonso ha recibido y
aceptado el trabajo con todas sus condiciones de satisfacción.

Como para hacer una promesa se necesita del consentimiento mutuo de


ambas partes, existen dos posibilidades para iniciarla: a través de un pedido
o de una oferta.

d) Pedidos: Un pedido es un acto lingüístico que responde a la inquietud


del orador y busca obtener una promesa de parte del oyente. Es en el
momento en que el oyente acepta el pedido, donde se completa la acción de
hacer la promesa. Si yo pido “Dame un café” y la otra persona dice “No”, ahí
no se ha establecido ninguna promesa. Si en cambio, la respuesta es “Te lo
doy enseguida”, se establece una promesa que tendría que generar sus
condiciones de tiempo y de satisfacción.

e) Oferta: Una oferta es un acto lingüístico que busca hacerse cargo de


la inquietud del oyente. Una oferta es una promesa hecha por un orador y
que depende de la declaración de aceptación del oyente. Si el oyente no
acepta, no se ha concretado una promesa. Pero si el oyente acepta el
pedido, la promesa hecha por el orador deberá cumplirse.

Tal es la importancia de prometer, pedir y ofrecer que nuestra capacidad


de acción, nuestro bienestar y nuestra identidad pública están directamente
ligados a la forma en que pedimos, ofrecemos y nos comprometemos en los
distintos ámbitos de nuestra vida personal y profesional. La incapacidad para
pedir, prometer u ofrecer genera grandes dosis de sufrimiento. El
resentimiento está vinculado a la actitud de “adivinen mis pedidos”; la
frustración profesional a la actitud “descúbranme” porque considero indigno
ofrecerme; y los reclamos a promesas mal formuladas o incumplidas.

Pedir, prometer y ofrecer son Actos del Habla que nos envuelven con la
creación de un futuro, buscan que ocurra algo que no acontecería sin la
petición, promesa u oferta.

3) Los discursos históricos

Todo lo que hablo no nace de mi cabeza ahora, está fundado en una


tradición, en una cultura, en un mundo interpretativo, en una serie de
distinciones. Yo aprendí el mundo en español, y en el idioma español hay
distinciones, tradiciones, maneras de decir cosas que no encuentro en el
inglés y viceversa, y que me muestran el mundo de una forma particular.
Otras narrativas que constituyen al Observador son las culturales,
tradicionales y sociales en las que está inmerso. Por ejemplo la concepción
del trabajo, lo que significa ser hombre o mujer en la comunidad, las formas
de entender el éxito o el fracaso, entre otras.

Lo que más me importa es que ustedes entiendan cómo nosotros al abrir


nuestra boca somos personajes históricos. Cuando una chica se acerca a mí
y me habla, no necesito que me diga de dónde es porque su acento me
muestra que ella es peruana. Y fíjense en esto: ese acento ella no lo quiso
adquirir; no dijo un día “quiero hablar con ese acento”. El acento estaba
mucho antes que ella. Y el ser peruana no es sólo un acento, es una manera
de entender la vida y de mirar el mundo.

Uno de los puntos centrales en el coaching es que si yo estoy


conversando con una persona y me olvido de que pertenece a un discurso
histórico, toda la interpretación de lo que ella diga se va a deber a ella. A
una ‘ella’ chiquita, a una ella ‘limitada’, “esto se debe a que ella es así o
asá”. Si yo me hago la pregunta de dónde viene esa persona, en ese
momento tengo una riqueza de posibles interpretaciones respecto de quién
es esa persona.
Ninguna de esas interpretaciones es un absoluto pero son caminos para
acceder al alma de esa persona. Y en el coaching cuando nos olvidamos
de los discursos históricos, las personas se convierten en casos. Eso
pasa cuando no tenemos los discursos históricos presentes. “Tú eres así
porque eres así”. Pero si entiendo que tu padre era un inmigrante de tal
parte y que tu madre venía de otro lado, puedo comprender una serie de
conflictos en ti y se generan interpretaciones más ricas.

El lenguaje es uno de los dominios que nos constituye como


observadores.

Ahora entraremos en el territorio de las emociones.

EMOCIONES, ESTADOS DE ÁNIMO

1) Las emociones
La palabra Emoción viene del latín emovere (mover hacia afuera), y
quiere decir lo que me mueve, lo que me pone en acción. Cada emoción que
yo vivo me predispone a una acción.

Cuando tengo rabia mi predisposición podría ser a castigar al otro;


cuando siento agradecimiento mi predisposición podría ser a servir;
cuando estoy resignado mi predisposición podría llevarme a no actuar;
cuando estoy entusiasmado mi predisposición es a actuar; cuando siento
tristeza mi predisposición podría ser a recogerme; cuando siento miedo mi
predisposición puede llevarme a ocultarme o a salir corriendo… Es decir,
cada emoción que sentimos los seres humanos nos pone en una
predisposición diferente.

Hay cientos de emociones. Hicimos un trabajo hace años y llegamos a


identificar 196. Sin embargo nosotros vivimos con las siguientes
distinciones: “me siento más o menos” o “estoy bien”. Esa es la pobreza de
las distinciones que nosotros tenemos en el mundo emocional. Algo
extraordinario en la modernidad es que —particularmente a partir de René
Descartes, en el siglo XVII— vivimos en el paradigma de que las emociones
nos impiden pensar claro y las sacamos del terreno cognitivo bajo el dogma
de que las emociones no tienen nada que ver con el saber. ¿Saben el costo
que eso ha tenido para nosotros en la vida? ¿Saben lo distinto que es saber
desde la ternura que saber desde el resentimiento? ¿Saben lo distintas que
son las respuestas a una pregunta hecha desde el cuidado a una pregunta
hecha desde la envidia?

La misma pregunta en dos emociones distintas nos lleva a distintas


respuestas. Todo el saber humano siempre es emocional pero nosotros lo
hemos negado por décadas o siglos. Entonces no se extrañen de que me
vaya bien pero sienta mi alma vacía. Tendemos a negar todo el territorio
emocional en el espacio que tiene que ver con el saber.

Para nuestro trabajo hemos distinguido siete emociones básicas: la


alegría, la tristeza, la rabia, el miedo, el erotismo, la gratitud y la
ternura, y las trabajaremos a lo largo del programa.

Una emoción consiste en lo siguiente: hay un evento del que yo me


informo, del que sé o del que soy parte, y me hace cambiar la disposición en
la que yo estaba. Alguien me anuncia que acaba de fallecer una persona
cercana, me lleno de tristeza y lloro, o alguien viene y me dice “Fulano se
ganó un premio” y me pongo contento. O “está temblando”, y me lleno de
miedo. Esa es una emoción: ocurrió un evento que cambió mi predisposición
por un momento.

¡Las emociones son poderosas en tantos sentidos! Déjenme hablarles de


algunas de ellas. ¿Saben ustedes cuál es la emoción más revolucionaria que
conozco? La gratitud, que viene del latín ‘gratis’, es la capacidad de
despertar en la mañana, respirar y dar gracias por el aire, dar gracias por lo
que estamos comiendo, tomar la mano del hijo chiquitito que se me acaba
de meter en la cama y celebrar su manito dulce y decir “gracias por este ser
maravilloso”. Esa es la gratitud, gracias porque sí. En la gratitud no hay
intercambio, son puros regalos. ¿Han pensado en el regalo que es un vaso
de agua o una naranja? No, ya nosotros no pensamos en eso porque
estamos enamorados de la tecnología. Esa sí que fascina. Les digo, la
gratitud cuando la cultivamos es simplemente sorprendente.

Déjenme hablarles de otra emoción, la tristeza, que —como suelo decir—


tiene muy mala prensa. ¿Qué pasa cuando viene la tristeza? Solemos decir
“Yo no quiero estar triste, vamos a la televisión, quiero deshacerme de la
tristeza”. La tristeza es la emoción que nos anuncia que hemos perdido algo
importante. La tristeza viene cuando estamos en contacto con una pérdida y
puede ser un acto profundo de aprendizaje si la visitamos. Cuando venga la
tristeza no la apaguen, déjenla ser… bendigan sus lágrimas en paz.
Es imposible una introspección, una mirada al mundo profundo, que no
nos cause tristeza, no hay posibilidad que eso sea así y ¡bendita sea!,
ustedes se van a dar cuenta de que la tristeza va a ser fuente de inspiración.

La alegría, por su parte, tiene algo extraordinario. La alegría desde el


punto de vista fisiológico, es la emoción más sana en términos de lo que
produce en el cuerpo, y hay otra emoción, la ternura, que nos predispone a
sentirnos seguros. ¿Han visto lo que hace la mamá con el nene cuando se
golpeó?… “Venga acá, mi amorcito, póngase aquí” y le hace un cariño. ¿Se
han dado cuenta de que eso sana todos los dolores del mundo? Bueno,
nosotros dejamos hace siglos de aprender desde la ternura, nosotros
aprendemos solamente desde la inteligencia. La ternura tiene ese poder;
podemos hablar, ser acogidos, ser escuchados respetuosamente.

Por ahora vamos a hablar sólo de esas emociones. Ya llegará el momento


de hablar de muchas más pero esto es parte de la pintura de lo que estamos
haciendo.

2) Estados de ánimo
El estado anímico es algo diferente, es cuando nos quedamos pegados
en una emoción y vivimos en la tristeza o vivimos en la rabia, o vivimos en
la resignación o vivimos en el resentimiento… Es decir, no importa lo que
esté pasando, mi reacción siempre es la misma, me he quedado asentado
en una forma de responder, yo tengo una sola predisposición a la acción en
la vida.

Normalmente estamos en un estado de ánimo que no controlamos ni


elegimos, simplemente nos encontramos en él. Y una vez que estamos en
él nos comportamos dentro de los parámetros que el estado de ánimo
especifica en nosotros. De alguna manera no tenemos estados de
ánimo sino que los estados de ánimo nos tienen a nosotros: los
estados de ánimo se adelantan a nosotros, pues una vez que los
observamos ya estamos sumergidos en ellos.

Muchas veces aprendemos ese estado de ánimo muy temprano en la


vida, y perdemos la flexibilidad de responder a los eventos de la vida con
distintas acciones. Hay personas —y ustedes lo saben bien— que viven en
la tristeza, en la resignación, en el resentimiento o en el miedo, y nos
quedamos ahí, y esa es nuestra respuesta. Así es como vemos la vida. El
que vive en el miedo como estado anímico vive en un mundo lleno de
peligros; el que vive en el entusiasmo vive en un mundo lleno de
posibilidades.

Nuestro discurso actual sobre el aprendizaje ha tendido a ignorar la


dimensión emocional de nuestro ser y de nuestro saber. Para un
racionalista mantener una actividad cognitiva completamente libre de
emociones es un ideal al cual todos deberíamos aspirar. Desde nuestro
punto de vista, esta es una idea profundamente equivocada. Siempre nos
encontramos en medio de alguna emoción o estado de ánimo, incluso
cuando hablamos o pensamos. Hemos prestado tanta atención a nuestra
área conceptual que nos hemos olvidado de que cada concepto, cada parte
del conocimiento y cada comprensión conceptual también viven en un
estado de ánimo particular, y si cambiamos el estado de ánimo en que
sostenemos lo que sabemos, también estamos cambiando lo que sabemos.

Me gustaría mencionar un tema relevante en el dominio emocional, se


trata de la emociones atrapadas o enraizadas.

Si un estado de ánimo es una disposición emocional en la que yo caigo


por un periodo de tiempo —pueden ser dos semanas, puede ser un mes,
puede ser un año—, una emoción atrapada o enraizada tiene que ver con
un conflicto mayor, de alto nivel, y sobre todo que lo vivimos cuando no
tenemos defensas emocionales. Por ejemplo un niño que sufre un abuso o
que tiene mucho miedo. O una persona que en algún momento de su vida
pierde un ser querido, sobre todo cuando lo encuentra en un momento
muy débil.

En su libro The Emotion Code, el médico Bradley Nelson dice que esa
emoción no sólo ocurre, hace su función y desaparece, sino que esa
energía que produce queda vibrando en ti, incluso a veces muchas veces
sin que tú sepas que esa emoción sigue estando ahí. Y esa emoción se
transforma —esta es la parte clave— en una pieza fundamental de la
coherencia que tú eres.

Esta emoción—por ejemplo el miedo, aunque puede ser la vergüenza, la


culpa, la rabia o la resignación— literalmente es una vibración energética
que se ubica en alguna parte del cuerpo. De hecho yo he empezado a
preguntarles a las personas en coaching dónde tienen la emoción y no
tienen dudas en señalar un sitio de su cuerpo. Complementando lo de
vibración energética, la emoción atrapada o enraizada la entendemos como
todo un sistema de respuesta frente a determinados contextos
emocionales, que se asocien a la situación o al conflicto que la generó
(muchas veces esos contextos son discursos o narrativas, que las fijamos
como verdades, otras son lugares o situaciones ). Ese sistema de
respuesta involucra a estructuras neuro musculares, sistema hormonal y
una gran cantidad de reacciones corporales.

En ese caso todo tu mirar lingüístico del mundo (tu mundo


interpretativo) y toda tu corporalidad se ajustan, giran coherentemente en
torno de esa emoción que no puedes soltar. La clave es que esa emoción
una vez que quedó atrapada ahí sigue, aunque tú no la veas. De ahí que
muchas veces respondemos “yo soy así” o “no me doy cuenta”, y todo tu
quehacer es coherente con esa emoción hasta el punto de que no se puede
considerar como un estado de ánimo, en el sentido de que es un pasar de
tiempo determinado, sino que se quedó ahí. Y si no se elimina a través de
ciertos ejercicios o intervenciones, esta emoción atrapada te seguirá
dominando. Es muy difícil romperla.
Bradley Nelson dice que el 80% de las personas tienen emociones
atrapadas. O sea que estamos hablando de un asunto mayor. Este autor
dice que una vez que logramos soltar una emoción a través de algún
procedimiento, pasa algo muy importante —y yo lo he visto en el
programa—: las personas suelen tener un momento de mareo. Es como si
les quitaran una pieza fundamental de quienes han sido. Y por lo tanto la
vieja coherencia que han sostenido queda suelta, como en el aire. A veces
pasan hasta dos días para que empiecen a encontrar una nueva coherencia
en un mundo emocional diferente.

***

Muchos de los quiebres más importantes de nuestra sociedad pueden ser


enfrentados, desde nuestro punto de vista, sólo cuando comencemos a
tomar las emociones y los estados emocionales seriamente como un dominio
central del aprendizaje. Sabemos poco sobre cómo distinguir entre estados
emocionales y emociones, de cómo reconocer los discursos sociales que los
influencian, y de cómo entender o diseñar campos emocionales.
La mayoría de nosotros quedamos atrapados por los estados de ánimo
en que nos rodean, sea en el hogar o en el trabajo. Estos estados de ánimo
están definidos por la deriva de nuestras vidas y en general no tenemos
capacidad de producir cambios significativos en ellos. Sostenemos que
podemos adoptar una posición activa en lo que respecta a modificar estados
de ánimo y con ello modificar nuestro horizonte de posibilidades.
Los seres humanos donde quiera que se encuentren, donde quiera que
habiten, están siempre inmersos en determinados estados de ánimo. No hay
forma de evitar que nos hallemos en alguno de ellos. El campo emocional
con que me encuentro en Australia, en Chile o en España, es muy diferente
del que encuentro por ejemplo en Buenos Aires, Rio de Janeiro o Bogotá.
Pasa igual con los ciclos estacionales o los días de la semana. No es un
secreto para ustedes que la emocionalidad de un sábado es muy distinta a la
de un lunes. Incluso la emocionalidad de las 7 de la mañana es distinta a la
de las 6 de la tarde.
El campo emocional es un territorio que poco indagamos o consideramos.
La Modernidad dejó el mundo emocional fuera del dominio del aprendizaje.
El mundo emocional es visto como sospechoso, no confiable. Por eso no
sabemos ni cómo comenzar a hablar de ello. Por ejemplo en el medio
empresarial, lo más sofisticado que se dice con respecto a las emociones es
que "la moral en el trabajo está baja o está alta". No es de extrañar
entonces la inmensa dificultad con que en ese mundo se enfrentan a temas
como la resignación, el resentimiento, la desconfianza o la deslealtad.
Un tercer elemento de lo que nos constituye como observadores es el
cuerpo.

EL CUERPO
Al igual que nuestro ser emocional ha sido ignorado por nuestro discurso
occidental del aprendizaje, el dominio del cuerpo ha sido en su mayor parte
también descuidado. En muchos casos, consideramos nuestro cuerpo como
algo que andamos trayendo o que nos sigue de un lado para otro.
Sostenemos que todo aprendizaje ocurre como una transformación corporal
de algún tipo. Si aprendemos pesimismo, nuestros cuerpos se comienzan a
formar consistentemente con esa emoción: los hombros se encorvan, el
pecho se desinfla, la cabeza se inclina hacia abajo y los músculos pierden
tensión. Muchas veces la mayor dificultad de aprender algo radica en que el
cuerpo está moldeado en contra de esa posibilidad.
Parecemos habernos olvidado de cómo escuchar a nuestro cuerpo por el
bien de nuestra salud y nuestro bienestar. Hemos perdido la habilidad de
comprender la conexión cercana que existe entre nuestro cuerpo y nuestros
estados emocionales, la cual ha sido demostrada como altamente coherente
a través de estudios. De forma similar no reconocemos cuánta de nuestra
salud física puede depender de las historias y narrativas que nos decimos a
nosotros mismos para dar sentido a nuestras vidas.

No es una mera coincidencia que en una era en que tanta gente está
comprometida con una incesante acumulación de riqueza nos veamos
enfrentados a una epidemia de cáncer —una enfermedad de crecimiento
incontrolable— que se toma tantas vidas. No es difícil hacer conjeturas
basadas de forma similar sobre el rol de narrativas sociales y personales en
otras grandes enfermedades. Desde los años 30 al 50, cuando la humanidad
estuvo inundada de dictaduras (Salazar, Franco, Stalin, Mao, Duvalier, Tito y
tantos otros) nos faltó aire y tuvimos una epidemia pulmonar, la
tuberculosis.

Nuestra inquietud principal es el movimiento corporal. ¿Cómo desde el


cuerpo potenciar el ser, aprender y obtener un mayor bienestar en nuestras
vidas?, ¿Cómo intervenir lúcidamente, a través de posturas o movimientos
corporales en nuestro mundo emocional?, ¿Cómo darle más poder a
nuestras acciones cotidianas?, ¿Cómo observar e interpretar a otros desde la
corporalidad?, ¿Cómo crear distinciones corporales que amplíen nuestra
capacidad de acción?

Hemos distinguido cuatro disposiciones básicas al movimiento que


ustedes verán a lo largo del programa. Las personas tenemos una
combinación gradual de ellas.
- Estabilidad: Es la disposición al movimiento que nos lleva a la
permanencia, a echar raíces, a contactar con la Tierra. De aquí nace la
necesidad de construir lo íntimamente propio. Es la fuerza que activa
nuestra conexión con las posesiones materiales. Es un movimiento atávico
que nos hace identificar y buscar lo necesario para una sobrevivencia
segura.

- La Apertura: Es la disposición al movimiento que reconcilia y acoge. Se


manifiesta en las personas en forma de sentimientos y acciones creadoras
de vida. La maternidad es un gran ejemplo de apertura. Esta fuerza nos
facilita el sentir. Es la comunicación con nuestro propio ser, en relación a lo
que nos emociona. Desde aquí es posible el escuchar, el observar, el
esperar, el guardar silencio, el ceder o el aceptar.

- La Resolución: Es la disposición al movimiento que permite avanzar y


permite entrar en una relación activa con las cosas del mundo y las demás
personas. Desde la resolución se sustenta el poder personal y la capacidad
de acción.

- La Flexibilidad: Es la disposición al movimiento que lleva al


movimiento que no se puede predecir. Todo es leve, liviano, cambia de
dirección en cualquier momento. Es posible soltar apegos, creencias o juicios
personales y de otros, estados emocionales y opiniones. Facilita la creación,
el soñar y el juego.

Mi sugerencia es a que sigamos profundizando el dominio corporal, en


base a los aprendizajes desarrollados en las Conferencias y en las diferentes
instancias del programa. Existe un documento específico sobre este tema,
que prontamente recibirán. Nuestra invitación es a que integren desde ahora
el aprendizaje corporal a través de las prácticas y experiencias propuestas.
Les podemos asegurar que los descubrimientos y aprendizajes serán
enormes, si son rigurosos. No lo dejen para el final.

El cuerpo es naturaleza y cambia al ritmo de la naturaleza.

COHERENCIA
En el coaching trabajamos el Lenguaje, Emociones y Cuerpo porque un
real aprendizaje implica la creación de una coherencia entre estos tres
dominios.

En el curso hago ejercicios con las personas en las que les pido que
hablen respecto a algo, y luego que cambien la postura de su cuerpo, y su
discurso comienza a cambiar. ¿Por qué ocurre eso? ¿Qué es lo que está
sucediendo?

Entre estos tres territorios de los que estoy hablando —el emocional, el
lingüístico y el corporal— se crea una coherencia. De manera tal que
cuando tenemos ciertas interpretaciones a nivel del lenguaje sobre un
determinado asunto, tenemos emociones que son coherentes con esas
interpretaciones y el cuerpo a su vez se moldea a esas interpretaciones y
emociones.

COHERENCIA Lenguaje – Emociones - Cuerpo

Les voy a poner un ejemplo: hace un tiempo, durante una de las


Conferencias del programa, un ingeniero hablaba frente a la sala. Con mi
colaborador en el tema de cuerpo, le cambiamos de posición de las manos y
de la cabeza y no pudo seguir hablando. ¿Qué pasó allí? La razón es que su
cuerpo no podía sostener ese discurso. Para ese nuevo cuerpo, lo que quería
decir era ajeno. El ingeniero estaba muy sorprendido, y para volver a contar
su historia se dio cuenta de que debía adoptar la vieja posición. Muchos de
ustedes se van a dar cuenta de que la resistencia más grande al aprendizaje
les va a venir del cuerpo. Muchos de ustedes cuando les digan “muévanse
así” se van a resistir.

La corporalidad que tiene resentimiento comienza a ser coherente con ese


resentimiento y con las interpretaciones lingüísticas que le corresponden.
Por lo que si me ves caminar de un lado al otro con los hombros caídos y la
cabeza gacha y dices “Julio, ¿en qué estas pensando?” y yo contesto “estoy
pensando en lo maravilloso que es el mundo”, no me creerías, porque de
alguna manera sabes que mi respuesta es incoherente con mi expresión
corporal.

Si yo camino mirándolos desde arriba y les digo que les hablo desde la
humildad, no me creen. O si camino con los hombros bajos y mirando al piso
y les digo que estoy feliz, tampoco me creen. Cuando el pensamiento que
me atraviesa es que el mundo es peligroso, el cuerpo se encoge y la
emoción es el miedo.

En nuestra educación habitual nosotros aprendemos desde el lenguaje.


Aprendemos conceptos, información, pero no hay aprendizaje en el espacio
corporal ni en el espacio emotivo. Aprendemos grandes conceptos, lindos
conceptos pero seguimos haciendo lo mismo, seguimos viviendo igual si no
se modifica la coherencia que nos constituye.

ESCUCHAR
Uno de los aspectos que consideramos más importantes dentro del
aprendizaje en el programa tiene que ver con el escuchar.

El escuchar es un fenómeno muy distinto al oír, pero muchas personas en


su vida diaria no hacen una diferencia entre los dos conceptos. Postulamos
que el oír es el fenómeno biológico de captar los sonidos, y el escuchar es la
interpretación automática que hacemos, desde el observador que somos, de
lo que oímos.

Frente a unas mismas palabras dichas, puede haber dos personas que
escuchen algo totalmente diferente.

Una de las más grandes contribuciones al aprendizaje que hace nuestra


Escuela, es escuchar tu escuchar. Esa es una cuestión que en general no
hacemos. No observamos nuestro Observador ni escuchamos nuestro
escuchar. Creemos que con haber oído es suficiente para entender lo que
te quieren decir, y, en el otro sentido, que todo el que te oyó puede
entender perfectamente lo que quieres decir. Planteamos que entre lo que
una persona dice y la otra escucha, hay una brecha crítica, que podemos
expresar en esta frase: “Yo digo lo que digo, y tú escuchas lo que
escuchas”.

“Tú no me estás escuchando”, le dice el marido a la mujer, o la mujer


al marido, o la mamá al hijo. ¿Qué estás diciendo cuando dices ‘no me estás
escuchando’? No puedes decir que no te está oyendo. Y esa diferencia es
bien importante. Y el postulado central es que todo escuchar nace de un
espacio interpretativo histórico que es generalmente invisible al que
escucha.

Siguiendo con lo que hemos dicho de la Coherencia del ser,


postulamos la importancia de escuchar la emocionalidad y el cuerpo, y no
solamente las palabras. Escuchamos el contexto completo de la persona que
tengo enfrente con su cuerpo, su emoción y su lenguaje. Lo que dice, lo que
no dice; todo su ser, sus gestos, su mirada…

Es importante entender que el escuchar implica siempre un marco


histórico desde el cual yo entiendo. Es decir, no escucha lo mismo una
persona con experiencia que otra más joven. O una mujer que un hombre. O
un sueco que un español. O un citadino que un campesino. Cuando escuchas
siempre está presente la historia que hay en ti. Yo no puedo escuchar fuera
de mi historia.

La escucha también implica un fenómeno emocional desde el cual yo


estoy parado, en donde recibo lo que tú me dices. No es lo mismo escuchar
desde la apertura que desde la rabia, por ejemplo. Finalmente también hay
un escuchar desde el cuerpo: al acercarse una persona, por ejemplo,
podemos saber —aún si no articula una palabra— en qué disposición se
encuentra. Al verla, puedes escuchar, por ejemplo, si está abierta o no a
dialogar.

II. EL SABER Y EL APRENDER DEL OBSERVADOR DE NUESTRO


TIEMPO

Cuando nosotros hablamos de ‘Saber’, imaginamos en general que


hablamos de la información adquirida que vamos acumulando. Es un
concepto de la cultura occidental que raramente cuestionamos.

Sin embargo los distintos pueblos de la Tierra han sabido de distinta


manera, y lo importante no es lo que sabían sino cómo lo sabían. Aún hoy
en día hay saberes distintos al que conocemos, saberes preciosos que hemos
despreciado. Por ejemplo el pueblo Achuar, en la selva ecuatoriana, no sabe
el mundo para nada como lo sabemos nosotros. Los achuares no ven objetos
separados. Para ellos todo es una danza. Ellos no dicen “ese árbol”, ellos
integran el árbol con hormigas y pájaros… Ellos tienen todo conectado, y es
muy extraño conversar con ellos porque nosotros tendemos a conversar de
cosas y ellos tienden a conversar de procesos y de movimiento.

Todos los pueblos hemos sabido distinto. Por ejemplo hay historias
preciosas del saber del pueblo polinésico. Los polinésicos navegaban en
millones de kilómetros cuadrados de mar en busca de islas que no tienen
más de un kilómetro cuadrado y las encontraban perfectamente. ¿Saben
cómo? Por la vibración del agua. Son distinciones de otro tipo, un saber
distinto.

En la Edad Media Europea, el Saber era fundamentalmente estar en


contacto con los que decían los maestros: lo que dijo Aristóteles, lo que dijo
Sócrates, lo que dijo Pitágoras, lo que dijeron los matemáticos árabes, lo
que decía la Biblia… Una persona que sabía era capaz de citar a los
maestros, eso era saber. El citar a los maestros tenía un objetivo, vivir una
vida virtuosa para ganarse el cielo después de la muerte.

Ese saber de la Edad Media, visto de esa forma, fue desafiado en los
siglos XVI y XVII por personajes que empiezan a hacerse ciertas preguntas.
Aclaro, no estaban disputando la autoridad de su tiempo, que era la Iglesia,
sino que veían algo distinto, y se hacen la siguiente pregunta: ¿Por qué no
probamos lo que dicen los maestros? ¿Se acuerdan de que Galileo empezó a
hacer pruebas en la Torre de Pisa para ver la velocidad de la caída de
objetos? Es decir, quiso probar si lo que decía la Iglesia era cierto o no. La
autoridad de ese tiempo no estuvo muy contenta con semejante cosa. De
hecho Galileo murió teniendo su casa como prisión y otros corrieron peor
suerte.

Sin embargo llega un instante en que estos personajes, que se empiezan


a llamar los empiricistas, empiezan a ser tantos y a hacer tantas preguntas
que la Iglesia hace un acuerdo implícito con ellos, y ese acuerdo vive en la
vida de la infinita mayoría de la humanidad hoy en día. Ese acuerdo al que
se llegó está en todos nosotros; todo nuestro sentido común está basado en
eso; nuestra prácticas, nuestro saber, todo está basado en ese acuerdo que
se hizo: la Iglesia le dice a los empiricistas “ustedes encárguense del saber
del mundo exterior, nosotros nos vamos a encargar del saber del mundo
interior”.

Lo que pasó allí es que se dividió la experiencia del saber humano y no la


hemos podido volver a juntar nunca más. Todo nuestro lenguaje es
dicotómico: materia/espíritu, cuerpo/alma, objetivo/subjetivo… Dividimos
todo el saber humano en estos dos grandes territorios y nunca más los
hemos podido juntar.

Piensen lo siguiente. En el lado interior se nos quedó el mundo emocional,


el mundo espiritual, se nos quedó la parte estética; y en el lado exterior
quedó ese saber racional, que es donde ahora vivimos. Y pasa algo
extraordinario: este saber exterior se desarrolla en los siguientes cinco siglos
a una velocidad extraordinaria y empiezan a producirse las industrias, los
metales, el reloj, la brújula, los nuevos sistemas de navegación, los nuevos
sistemas de producción, la agricultura masiva, etc.

Como ese saber exterior tiene un impacto directo, lo que ocurre es que
mucha gente dice “ese es el saber” y el otro, el interior, es como de segunda
clase. Entonces ese mundo del saber objetivo, de la Academia, es el que
vale, el que sirve para conseguir la plata. ¿Y qué empezó a pasar? Toda
nuestra educación excluyó el aprendizaje del mundo interior. ¡Lo excluyó
completamente! Aprendemos física, aprendemos química, y no digo que esté
mal, aprendemos todas esas cosas, pero cualquier aprendizaje que tenga
que ver con el Alma quedó afuera. Imagínense preguntándole a su hijo
regresando del colegio“¿Aprendiste la alegría hoy?” “¿Aprendiste sobre la
perseverancia, el entusiasmo o la honestidad?” Al niño posiblemente esto le
parecería una locura.

En Grecia se aprendían esas cosas; era parte del aprender. Pero eso se
nos quedó afuera, y hoy día como consecuencia de eso nos pasa que nos
sentimos pobres. Y ¿cómo no nos vamos a sentir pobres si se nos quedó
afuera una parte de quiénes somos?

Piénsenlo. Una parte inmensa de quiénes son ustedes ni siquiera se toca.


Es más, nuestra cultura, para defender su coherencia, niega cualquier
referencia o desmerece esa otra dimensión. Por ejemplo, si tú empiezas a
hablar de cosas espirituales te dicen “ya se me puso esotérico”, y si te vas
para el lado emocional, “ya se me puso sentimental”. Yo lo veo en Estados
Unidos, país lleno de frases para desprestigiar o desarmar la inclusión
legítima del interés espiritual, emocional. Porque en la escuela eso no se
toca y punto. Y, ojo, no estoy hablando de la espiritualidad como un
fenómeno religioso; lo que estoy diciendo es que hay una inquietud profunda
del ser humano que se nos quedó fuera del marco de lo que nosotros
aprendemos.

La esencia del Observador de nuestro tiempo es que separa todo. Es


analítico. El análisis es eso, separación. Y que viene de esa separación brutal
y central: mundo material/mundo no material; espíritu/materia;
cuerpo/alma, llámenlo como quieran.

Y la epistemología (forma de saber) que desarrollamos tras esa división


brutal entre estos, el mundo interior y exterior se funda en tres principios:
el objetivismo, es decir que hay un universo objetivo que puede ser
explorado y conocido de manera científica; el positivismo y el
reduccionismo. El positivismo quiere decir que si no lo puedes probar por
el método científico no existe. Pónganse la mano en el corazón. ¿Cuántos de
ustedes han tenido experiencias en la vida que no pueden explicar? ¿Y qué
han hecho con esa experiencia? ¿Saben lo que hemos hecho? Tenemos una
conspiración de poner en silencio, de guardar lo que no podemos explicar y
por eso estamos trancados donde estamos. Todo aquello que desde el punto
de vista del saber presente y ‘oficial’ no puede ser explicado, lo negamos. Ni
siquiera lo hablamos para que no nos consideren locos.

En el reduccionismo, la idea es que para conocer algo se deben conocer


los componentes de ese algo. Lo curioso es que con la física cuántica la
misma ciencia está empezando a disputar esto, a través del holismo, que
apunta a que el todo explica las partes más que las partes explican el todo.
Si ustedes toman una abeja solita y nunca habían escuchado hablar de las
abejas, ver una abeja jamás les haría entender la existencia de un panal;
nunca podrían entender que ese animalito sumado a otros se transforma en
esa cosa inmensa impresionante y magnífica que es un panal. Pero el panal
sí explica la existencia de las distintas abejas. De la misma manera, un
conjunto de órganos tampoco puede explicar lo que es un ser humano.

¿Para qué aprendemos los seres humanos en la modernidad?


Aprendemos con dos objetivos centrales, predecir y controlar, esos son los
objetivos del saber de nuestra epistemología presente. Esa es la tecnología:
si yo sé es para construir algo, predecir y controlar. Ese es el saber de
nuestro tiempo en todos los terrenos, desde los experimentos con la
ingeniería genética, cuyas consecuencias no podemos adivinar, hasta lo que
estamos haciendo para modificar los alimentos. Todo es predecir y controlar,
y paradójicamente nunca hemos estado más fuera de control en la historia
que ahora.

Si ustedes quieren traspasar esta forma de saber a este otro lado


(interior) no funciona. Tenemos que inventar una forma de saber que incluya
la totalidad de la experiencia y no sólo que se refiera a una parte de la
experiencia. Eso es parte importante de lo que trata este programa.
No estoy diciendo que vamos a lograrlo completamente, la tarea es
gigantesca, pero vamos a ir para allá, a aprender de una manera en que el
saber no apunte al predecir y controlar.

Toda esta forma de aprender nos ha producido una separación entre


nosotros y el mundo. Hemos dejado de mirar la naturaleza y la convertimos
en recursos naturales, así como a las personas las convertimos en recursos
humanos.

¿Saben que en el sur de Chile tenemos arbolitos de tres mil años?


Piensen que estaban aquí en la época de los griegos, y cuando llegan los
cortadores de árboles lo que miden son pulgadas de madera… ¡¡Y son seres
de tres mil años!! ¿Se dan cuenta de cómo se pueden ver distintas las
cosas? Yo les quiero pedir a ustedes, amigos, que piensen un poquito las
consecuencias de esta separación. El alma se nos quedó afuera. Conozco
gente con una tremenda información en ingeniería, en cualquier tipo de
trabajo. Son personas brillantes y —permítanme decirlo con todas las
palabras porque lo digo con respeto— al mismo tiempo son infelices. Y la
pregunta sigue siendo la misma ¿Qué nos pasó con el saber humano?

Piensen en esto otro. Nada en lo cotidiano es sagrado, todo es sujeto de


una transacción. No hay nada hacia qué tener reverencia, no en el sentido
religioso, y me pregunto ¿cómo no sentir reverencia por la belleza de un
niño?, ¿cómo no sentir reverencia por el acto en que un grupo de seres
humanos se juntan y digan ‘vamos a mirar las cosas desde otro lado’? Yo les
extiendo una invitación ahora que empezamos a trabajar juntos para
incorporar nuestra alma en el aprendizaje. Al comienzo los va a hacer sentir
a ustedes un poquito incómodos… pero tenemos que hablar de eso.

Antes de terminar, déjenme decirles algo más: Yo conocí en los Estados


Unidos a quien considero un maestro mío y lo admiré en vida. Su nombre es
Joseph Campbell, cuyas ideas muchos de ustedes deben conocer. Campbell
dijo que “cuando los pueblos en la Tierra se encuentran frente al abismo en
que su presente saber es insuficiente para hacerse cargo de los desafíos que
tienen en la vida, esos pueblos y sus líderes necesitan generar un espacio
sagrado para poder tener conversaciones que no se tienen habitualmente o
que no se han tenido nunca”.

Campbell decía que en toda las tradiciones —y él estudió muchos


pueblos— se reunían en un espacio sagrado, a veces eran los ancianos de la
tribu, a veces eran los avanzados, un chamán o una sacerdotisa —no
importa el nombre que le demos— y esas personas ¿saben lo que hacían?
Cuidaban que el espacio se mantuviera sagrado para que las conversaciones
produjeran lo que tenían que producir, que era acceder a un nuevo saber
que permitiera hacerse cargo de los nuevos desafíos.

Este espacio que estamos iniciando tiene que ser sagrado no en un


sentido religioso sino en un lugar en que se tiene reverencia. Lo que se dice
en este programa es entre nosotros, merece el respeto, se acoge con
ternura, merece ser escuchado.

Y Campbell hablaba también de algo que ustedes ya están viviendo y lo


decía de la siguiente manera: hay un momento en que los seres humanos
escuchamos un llamado. Ustedes lo escucharon y por eso están acá.

Se han dado cuenta de esos días en que se meten en la cama y se ponen


a pensar… “tantos sueños que tuve cuando yo era joven y miren lo que
estoy haciendo ahora en la vida. ¿Qué me pasó?”. O “Yo pensaba que el
amor era esto y miren mi matrimonio en la que estamos”. ¿Conocen esa
sensación? Y de pronto se encuentran con que ya no pueden dejar de
escuchar esa voz que les dice que algo debe cambiar.

Los honro por escuchar ese llamado. Y pasa lo siguiente. ¿Saben que el
paso siguiente al escuchar el llamado es que vamos a meternos —usando
términos bíblicos— en el vientre de la ballena? ¿Qué quiere decir meternos
en el vientre de la ballena? Quiere decir que vamos a tener que enfrentar los
monstruos, nuestros monstruos, así cara a cara, ponerles nombres, mirarlos
a los ojos. Vamos a tener que pedir las disculpas que nunca pedimos,
perdonar a quienes nunca perdonamos, llorar lo que nunca lloramos, vivir
las tristezas que no nos atrevimos a vivir. ¿Y saben qué? Revuelve el alma
amigos míos…

Y pasa una cosa muy típica en este programa y es que en algún momento
te dices “Mi vida era bien malita antes, pero no estaba tan mala después de
todo”, viene una especie de arrepentimiento… y “¿por qué no sigo como
estaba en vez de meterme acá?” Porque saben una cosa, el vientre de la
ballena al comienzo es amenazador y no se ve salida hasta que llega un
instante en que aparece una lucecita en el horizonte que se va agrandando y
ahí, amigos míos, salimos del vientre de la ballena y llegamos al mismo
lugar en donde iniciamos el viaje, ahora con una nueva mirada. Nuestro
mundo de pronto ha cambiado.

Voy a citar a Proust. “El verdadero viaje de aprendizaje no es conocer


nuevos territorios sino que es ver con nuevos ojos”, y eso ustedes lo van a
vivir, yo voy a estar con ustedes así me pueden cobrar mis palabras.

Y para cerrar les voy a decir que van a necesitar una dosis importante de
coraje; se los digo seriamente. Para meterse, mirar lo que hay que mirar,
llorar, todo eso requiere de coraje, de mucho coraje. Ahora, el hecho de que
estén aquí, a mí me dice que ya lo están ejerciendo… El viaje de su
aprendizaje está comenzando y acá los estamos acompañando.

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