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MIRANDA LAURA

RESEÑA SEMINARIO DE INVESTIGACION I

Reseñas: Que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la
puerta para ir a la universidad: las académicas en la Universidad
de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX María Fernanda
Lorenzo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Eudeba,
2016. 152 páginas

En su libro Que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir
la puerta para ir a la universidad: las académicas en la Universidad
de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX, perteneciente a
la colección “Historia y Memoria de la Universidad de Buenos
Aires”, lanzada por Eudeba en el marco de los 200 años que
cumplirá la UBA en 2021, María Fernanda Lorenzo pretende
demostrar la influencia de poder que tienen, y tuvieron, las
relaciones de género en los distintos ámbitos institucionales. Para
la autora estas configuraciones de género socialmente legitimadas
pueden verse plasmadas en las instituciones educativas de nivel
superior. Por ello toma como objeto de estudio a la Universidad de
Buenos Aires, en particular a tres de sus facultades: Filosofía y
Letras, Medicina e Ingeniería. Si bien el recorrido temporal abarca
el período 1889-1965, el análisis se concentra en la primera mitad
del siglo XX, periodo que puede ser principalmente analizado por
su mayor cantidad de fuentes.
De este modo Lorenzo comienza su primer apartado del libro
mostrando como las primeras mujeres que decidieron abrirse paso
en el mundo académico sufrieron distintas dificultades,
provenientes únicamente de la imposición social del género que a
ellas se les atribuía. A través de contundentes estadísticas
Lorenzo logra demostrar cómo las mujeres tuvieron un mayor
rendimiento porcentual, en relación a los hombres, en el ingreso a
la Universidad. Lo que permitiría asumir que la inexistencia de
una gran cantidad de mujeres en el ámbito universitario estaba
completamente ligada a las relaciones de poder atribuidas al
género, que operaban ocultamente, en las instituciones
académicas como expulsores del género femenino en el ámbito
universitario. La autora explica entonces, que esta imposición
social que relacionaba de forma “biológica” al sexo femenino con
una inferioridad intelectual actuó como agente expulsor de las
mujeres en el ámbito académico.
Por otro lado, a través de la incorporación de estudios que
analizan la trayectoria particular de algunas figuras femeninas de la
época, la autora permite que veamos cómo estas mujeres

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enfrentaban esas miradas reprobadoras del ingreso de la mujer a


la universidad, revelando también de qué forma ellas impulsaban
su reclamo de igualdad entre hombres y mujeres. Se señala así
que si bien todas veían en la educación la vía para la autonomía
femenina, sus reclamos por la igualdad no se basaban en un
cuestionamiento de roles y atributos femeninos tradicionales.
Por otro lado Lorenzo permite ampliar la mirada del juego de
poder que se manifiesta en los roles de género. Analiza también
como estas mismas imposiciones sociales son aplicadas a la hora
de ejercer la profesión y de acceder a la docencia universitaria. En
el tercer capítulo, la autora recorre las experiencias laborales de
las primeras graduadas. Se detiene en el análisis de la docencia
universitaria como campo profesional que presentó fuertes
resistencias al ingreso femenino. Es así que la autora asume que
fue hacia fines de la década de 1920 que las mujeres comenzaron
a incorporarse al cuerpo de docentes y recién en los años '40
algunas de ellas alcanzaron el cargo de titular. Pero la condición
femenina no sólo creó obstáculos para ingresar a la educación
superior y para el desarrollo profesional, sino que también delimitó
los espacios a los que podían aspirar las mujeres. Lorenzo
demuestra que en uno u otro campo laboral se leen los atributos de
la feminidad construidos a partir de la naturalización de la
maternidad: la partera que asiste al médico, la médica que cuida a
los niños, la maestra afectuosa con sus alumnos, por ejemplo. La
profesionalización de la mujer se constituyó a pesar de y gracias a
su condición femenina que delimitó espacios horizontales
(profesiones femeninas) y verticales (cargos alejados de las
mayores jerarquías).
Lorenzo concluye que los aumentos notorios en la
matriculación y titulación femenina, desde la graduación de Cecilia
Grierson hasta mediados de los años '60, no trajeron aparejados
cambios equivalentes en el mundo profesional, particularmente en
el académico-científico, pero también en otros como el campo
médico. En aquellos lugares la asimetría de poder entre varones y
mujeres se mantenía vigente, propiciando nuevas desigualdades:
no era casual, señala la autora, que las mujeres eligieran ejercer
sus profesiones dentro de los ámbitos más devaluados de las
mismas.

De esta forma, el libro de María Fernanda Lorenzo contribuye


a la reconstrucción de los primeros pasos de las mujeres hacia la
profesionalización, destacando las conquistas y problematizando
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sus límites. Desde una perspectiva de género, la autora, ilumina


experiencias que rompen con el estereotipo de la meritocracia
universitaria y revela formas invisibilizadas de exclusión. El interés
del texto en sujetos comúnmente ignorados por la historiografía
tradicional, aporta a una Historia de la Universidad de Buenos
Aires rica en su complejidad y por lo tanto pertinente para pensar
su presente.
Por otro lado, es verdad que la autora no dedica un gran espacio
a revelar los momentos políticos-sociales que influyeron en la
inserción femenina, pero nos permite abrir camino hacia nuevas
líneas de investigación. Es decir, es a partir de la visibilización de
estos elementos sociales de exclusión que la autora aporta un
nuevo campo para que surjan cuestionamientos y
problematizaciones sobre la temática universitaria femenina en
relación al género. Se pone en debate la forma de construcción de
la Historia, intentando incluir dentro de la misma a la mujer como
sujeto histórico. Estos nuevos intereses de estudio se pueden
plasmar en nuevos interrogantes, que por ejemplo, se enfoquen
en dar luz sobre el contexto político-social en el momento en el
que se generó una permeabilidad para las mujeres en el ámbito
universitario y científico, o que se centren en comprender el origen
social y cultural de estas mujeres, que a pesar de la imposición de
roles pudieron abrirse camino en la vida universitaria. Por último
también, el estudio de Lorenzo logra permitirnos repensar e
insertar a la mujer dentro de la Historia, pero no como sujeto a ser
visibilizado, sino como sujeto histórico en sí mismo que comparte
un momento histórico con los hombres, tendientes a ser
protagonistas absolutos de la Historia. Por ello el libro de Lorenzo
es un aporte importante a la hora de repensar la Historia, y nos
permite construir nuevos interrogantes en relación a las
coyunturas sociales generales (tanto políticas como sociales y
económicas) Lo que en consecuencia nos permitiría explicar cómo
estas coyunturas modificaron el pensamiento de género
proporcionando herramientas a las mujeres para el
cuestionamiento de sus roles ya establecidos, y de este modo
comenzar a insertarse en la vida académica y científica.

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