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UNEFA
Prof. Integrante:
Segundo Exilio de Bolívar
Documento de Cartagena
Campaña admirable
Estadía en Jamaica
"Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que
usted me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.
Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte
de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su
descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los
españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las
solícitas demandas que usted me hace, sobre los objetos más importantes de
la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de
corresponder a la confianza con que usted me favorece, y el impedimento de
satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los
limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y
desconocido como el Nuevo Mundo.
«Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los
españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la
presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la
perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si
constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El
filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a
la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que
siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas
personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con
los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los
más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han
hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que
con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los
actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.
La primera expedición
(14 de julio) deben retirarse acosados por Francisco Tomás Morales dejando
parte del parque en la playa y la mitad de sus soldados quienes bajo el mando
del general Gregor MacGregor emprenden la retirada por tierra a través de los
valles de Aragua hacia oriente, conocida como la Retirada de los Seiscientos.
Tras volver a Haití y organizar una nueva expedición Bolívar zarpó del puerto
de Jacmel (18 de diciembre) y llegó a Juan Griego el 28 de diciembre de 1816
y a Barcelona el 31 del mismo mes, donde estableció su cuartel general y
planeó la campaña sobre Caracas con la concentración de las fuerzas que
operaban en Apure, Guayana y Oriente, pero tras una serie de inconvenientes
hicieron que abandonara el plan y se trasladara a Guayana, para tomar el
mando de las operaciones contra los realistas en la región
La Tercera Republica
Al igual que los dos anteriores repúblicas, la Tercera República tuvo un muy
corto tiempo de duración durante el cual entre los principales hechos se citan la
organización de un gobierno civil, la aceptación de todos los jefes militares
venezolanos de la autoridad de Bolívar, la llegada de las fuerzas británicas
voluntarias que colaborarían con el proceso independentista y la Campaña
Libertadora de Nueva Granada que dio libertad a la Nueva Granada y su
confederación junto a Venezuela en la República de Colombia con lo que
termina el período conocido como Tercera República de Venezuela.
Esta bandera diseñada por Bolívar incluía por primera vez el motivo de las 7
estrellas representando las provincias que declararon la independencia en
1811.
Luego de la liberación de la provincia de Guayana, Bolívar decretó la adición de
una octava estrella representando esta provincia. Es el mismo motivo de la
bandera actual de la República Bolivariana de Venezuela solo que las estrellas
eran azules e iban en línea en la franja amarilla.
Campaña de Guayana
La campaña fue un gran éxito para los republicanos bajo el mando de Manuel
Piar con lo que lograron luego de varias batallas expulsar todos los realistas de
la región con lo cual quedaron en poder de una región rica en recursos
naturales y facilidades de comunicación que sirvió de base para lanzar
campañas a otras regiones del país.1
Legión Británica
Congreso de Angostura
Territorio
"Nada quedaba que desear a un jefe que había obtenido los grados más
eminentes de la milicia. La Segunda Autoridad de la República, que se
hallaba vacante, de hecho, por la disidencia del General Mariño, iba a
serle confiada, antes de su rebelión; pero este general que sólo aspiraba
al mando supremo, formó un designio más atroz que puede concebir un
alma perversa. No sólo la guerra, sino la anarquía y el sacrificio más
inhumano de sus propios compañeros y hermanos, se había propuesto
Piar".
Tomó entre sus manos una carta del general Juan Francisco Salazar fechada
el 20 de julio de 1817. Su mirada fue directamente a un párrafo que sabía de
memoria, de tanto leerlo. Aun así, repasó cuidadosamente su contenido,
buscando un odio o envidia hacia el general Piar, totalmente inexistente.
Salazar escribía así: "Este general, después de haberme hecho las más
sinceras demostraciones de amistad me habló de este modo: 'he sido elevado
a general en Jefe por mi espada y mi fortuna, pero soy mulato y no debo
gobernar en la República'".
Bolívar hurgó entre los papeles y colocó frente a sus ojos una carta que le
enviara el general José Francisco Bermúdez el 26 de julio. Allí leyó algunas
palabras en las que Bermúdez exponía su más cruda opinión en contra de las
actividades de Piar. "La libertad de la República es preferible al disimulo
pernicioso que pueda hacérsele a este hombre perverso y los que traten de
imitarlo".
No podía Bolívar sino pensar que, bien pudieran haber orquestado los
enemigos de Piar, una gran intriga en contra del general. Pero entonces leyó
por enésima vez la misiva que le enviara desde Maturín, Andrés Rojas. En esta
carta Rojas informaba a Bolívar de las actuaciones de Piar en Maturín: "al fin
resolvió el general Mariño poner en ejecución sus proyectos de hostilidad
contra Maturín. El 17 del corriente se presentó unido con Piar a las orillas..."
"Basta" -se dijo Bolívar- "no debo pensar que le hago un daño a la nación, al
confirmar la sentencia de muerte de Piar. Después de todo, los intereses de la
patria deben ocupar un sitial preferencial, por encima de nuestros intereses
personales. La lealtad recibe como recompensa el agradecimiento eterno de la
nación. La traición, sólo merece la muerte.”
La cara de Bolívar era una feroz mueca que dejaba ver las rabia que sentía al
saber de hombres en quienes depositó su confianza y le pagaron con
insubordinación, sedición, deserción y conspiración.
Pero como la gota de agua que rebasa el borde del cántaro, lo que colmaba la
paciencia de Bolívar eran las palabras de Piar durante el interrogatorio al que
se le sometiera durante su juicio. Sus palabras ante el general Carlos Soublette
expresaban su debilidad, al tratar de justificar su actitud durante el momento
del arresto. Se resistió a seguir con el general Cedeño, pero que la resistencia
no nacía de un principio de insubordinación, sino del temor que le inspiraba la
proscripción publicada contra él, en un manifiesto dado por el Jefe Supremo en
la Ciudad de Guayana.
Con un indisciplinado gesto, Simón Bolívar tiró la hoja que había estado
leyendo. Se repatingó en la silla y colocando sus pies sobre la mesa, musitaba
como incoherente. Si alguno de sus colaboradores hubiese podido escucharlo,
fácilmente habría pensado que su jefe estaba mal de la cabeza.
Bolívar se dirigió lentamente hacia la ventana central del cuarto que ocupaba, y
con un solo movimiento de ambas manos, abrió de par en par el ventanal. En
ese mismo instante divisó al capitán de la guardia, que miraba en dirección a
su despacho. Sin vacilación alguna, Bolívar le hizo una seña, tras la cual el
capitán de la guardia ordenó que se buscara al reo.