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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Defensa

Universidad Nacional Experimental Politécnica de la

Fuerza Armada Nacional

UNEFA

3ra unidad cátedra


bolivariana

Prof. Integrante:
Segundo Exilio de Bolívar

Se produjo debido a la brutal presencia del español José Tomás


Rodríguez Boves en la guerra, al frente de las tropas realistas; acabó con el
esfuerzo patriota por sostener el gobierno instaurado y las reformas que se
habían iniciado. En diciembre de 1814 se perdió la II República y los patriotas
se exiliaron de nuevo donde finalmente se generó el segundo exilio.

El Libertador se fue a Nueva Granada por un segundo exilio, después se


va a la colonia británica de Jamaica en mayo de 1815. Entretanto, una
poderosa armada y un ejército aguerrido, bajo el mando del general Pablo
Morillo, desembarcaba en Venezuela. La causa de la independencia parecía
perdida.

Bolívar se quedó en Jamaica hasta diciembre de 1815. Después de


haber escapado milagrosamente a una tentativa de asesinato en Kingston, se
fue a Haití donde recibió la generosa ayuda del presidente Alejandro Petion.
Gracias a él, su expedición logró alcanzar Margarita, después Capurano y
Ocumare de la Costa. Allá decretó la emancipación de los esclavos,
convencido de que un país que combate por la libertad no podía albergar en su
seno el cáncer social de la esclavitud. Separado en Ocumare del grueso de sus
fuerzas, Bolívar estaba a punto de caer prisionero e intentó suicidarse para no
sufrir tal ignominia. Por suerte, el mulato Bideau lo salvó y lo condujo a bordo
de un navío. Volvió a Haití donde obtuvo una nueva ayuda del presidente
Petion. Logró volver a Margarita a fin del año 1816, y de allí alcanzó Barcelona
en enero de 1817.

Su objetivo era ahora la liberación de la Guyana, para hacer la base de


sus próximas ofensivas republicanas y un punto de contacto con el exterior
gracias al Orinoco. Pudo contar con el ejército del general Manuel Piar, quien
había ya comenzado la conquista.

Antecedentes del Segundo Exilio de Bolívar

Documento de Cartagena

Simón Bolívar fue autorizado por Monteverde a trasladarse el 27 de


agosto de 1812 a la isla de Curazao, ocupada por los ingleses, en la goleta
española Jesús, María y José junto con José Félix Ribas, Vicente Tejera y
Manuel Díaz, donde permaneció un corto período.

Después se trasladó a Cartagena de Indias, en Nueva Granada, donde


el proceso independentista se había iniciado el 20 de julio de 1810 y había
desembocado en la formación de varías Juntas supremas que rivalizaban entre
sí. En este panorama compuso un manuscrito conocido como el Manifiesto de
Cartagena, en el cual hizo un análisis político y militar de las causas que
provocaron la caída de la Primera República de Venezuela y exhortaba a la
Nueva Granada a no cometer los mismos errores que Venezuela para no correr
la misma suerte.

También en este manifiesto proponía fórmulas que ayudaran a remediar


las divisiones y a promover la unión de los distintos pueblos de América para
lograr el objetivo común, la Independencia.

Así al poco de llegar, Bolívar solicitó al gobierno de Cartagena prestar servicio


en sus tropas y le fue concedido el mando de una guarnición de 70 hombres en
la pequeña localidad de Barrancas con la que empezaría a forjarse su futuro
prestigio militar.

Al principio, Bolívar estaba subordinado a un aventurero francés llamado


Pierre Labatut pero, en contra de las órdenes de este, decidió tomar la iniciativa
realizando una campaña para derrotar a las partidas realistas que se
encontraban en las orillas del río Magdalena a la vez que aumentaba el
adiestramiento y el contingente de sus tropas.

Como resultado de esta campaña, logró liberar varias poblaciones como


Tenerife, El Guamal, El Banco, Tamalameque y Puerto Real de Ocaña; logró
derrotar a diversas guerrillas realistas que operaban en la zona y finalmente
ocupó Ocaña.

Ante estos logros, el coronel Manuel del Castillo, Comandante General


de Pamplona, solicitó su ayuda para detener a los realistas que amenazaban
con entrar desde Venezuela. Para ello, el coronel Bolívar tuvo que pedir
autorización al Gobierno de Cartagena para intervenir en territorio del Gobierno
de las Provincias Unidas.

Cuando se la dieron, llegó hasta la frontera con Venezuela mediante la


Batalla de Cúcuta, acción en la que atacó el 28 de febrero de 1813 a las
fuerzas españolas y le dio méritos suficientes para que el Congreso y el
Gobierno le nombraran ciudadano de la Unión y le concedieran el rango de
Brigadier a cargo de la División de Cúcuta.

Desde febrero hasta abril de 1813 tuvo que permanecer en Cúcuta


detenido por trabas legales y por diferencias con Castillo que empezaba a verle
con suspicacia ante sus deseos de avanzar sobre Venezuela. Para entonces,
Bolívar disponía de una fuerza eficaz y rodeado de una brillante oficialidad
neogranadina que estaba dispuesta a seguirlo en una eventual reconquista de
Venezuela.

Campaña admirable

El 14 de mayo de 1813 sale de Cúcuta el ejército conducido por Simón


Bolívar con destino a Venezuela. Lo integran brillantes oficiales granadinos y
venezolanos, por lo que la campaña que se inicia se llamará la Campaña
Admirable. Ellos eran, entre otros, Rafael Urdaneta, José Félix Ribas, Atanasio
Girardot, Antonio Ricaurte, Luciano D'Elhuyar, entre otros.

Bolívar había recibido el 30 de marzo la deseada autorización, para


invadir a Venezuela, aunque no estaba en su entera satisfacción; además, las
divergencias surgidas entre él y el coronel Manuel del Castillo retrasan
notablemente la empresa libertadora.

Cuando Bolívar llega a Mérida, el 23 de mayo de 1813, el pueblo lo


aclama como LIBERTADOR, siendo la primera vez que así se le llama. El
Concejo de esta ciudad merideña, presidido por don Luis María Rivas, le
saluda en sesión especial con estas palabras: ¡Gloria al Ejército Libertador y
gloria a Venezuela que os dio el ser, a vos, ciudadano general! Que vuestra
mano incansable siga victoriosa destrozando cadenas, que vuestra presencia
sea el terror de los tiranos y que toda la tierra de Colombia diga un día: Bolívar
vengó nuestros agravios.

El 14 de junio llega a la ciudad de Trujillo. Al día siguiente, después de


meditar largas horas, dictó aquella terrible Proclama de Guerra a Muerte,
documento controversial que se le justifica a Bolívar por la manifiesta crueldad
de los españoles realistas. Esta proclama, en que se ofrece la vida a los
americanos, aún cuando sean culpables, y a los españoles y canarios se les
amenaza con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obran activamente en
obsequio de la libertad, tuvo el efecto que se deseaba, es decir, estimular a
unos y amedrentar a otros. Para este día de la Proclama de Guerra a Muerte,
Bolívar no había cumplido aún los 30 años de edad.

El 2 de julio de 1813, el ejército libertador, con José Félix Ribas y Rafael


Urdaneta a la cabeza, vence en Niquitao. Luego obtendrá la hermosa victoria
de Los Horcones. Bolívar, por su parte, después de libertar a San Carlos,
derrota por completo al enemigo en Taguanes, obligando a Monteverde a
retirarse a Puerto Cabello. El 2 de agosto entra el Libertador a Valencia, en
medio del frenesí del pueblo. Allí deja de Gobernador Militar a Girardot, y con
tropas de éste y de Urdaneta siguió hacia su objetivo principal, la ciudad de
Caracas.

A su ciudad natal llega Bolívar, triunfante, el día 6 de agosto, dejando


atrás laspenurias, los sacrificios de la Campaña Admirable. La Gaceta de
Caracas, de veinte días más tarde, comenta:

“Que se considere al héroe caraqueño en medio de un concurso de más de


30.000 almas recibiendo los homenajes sinceros de todo un pueblo a quien
acaba de libertar”.

Los realistas, que ejercían el Poder Civil y Militar de Caracas, huyen


precipitadamente de la ciudad. Después, en 14 barcos se dirigen hacia
Curazao. Tres días tenía el Libertador en Caracas, en medio de homenajes
sinceros del pueblo y de las autoridades republicanas. Pero su celo, su
actividad eran cada vez más notorios.

A partir de entonces Bolívar se concentró en organizar el Estado y dirigir


la guerra en lo que parecía ya su etapa final. La actividad administrativa
desarrollada por Bolívar adquirió grandes dimensiones y organizó el régimen
militar mediante regulaciones, mantuvo el Consulado y creó un nuevo sistema
fiscal, un nuevo mecanismo de administración de justicia, modificó el gobierno
municipal y ofreció la nacionalidad a cuantos extranjeros quisieran colaborar
con la causa republicana.

Igualmente atendió los asuntos económicos mediante incentivos a la


actividad agraria, las exportaciones y la búsqueda de mano de obra calificada.

Fue entonces cuando apareció en escena la figura de un Capitán de


milicias español llamado José Tomás Boves, famoso por su valentía, que a
principios de 1814, inició operaciones militares en La Puerta con tropas
autóctonas de la región de Los Llanos venezolanos, autorizadas al saqueo y al
pillaje.

Las fuerzas de Bolívar se fueron debilitando a medida que entraban en


combate con Boves y sus llaneros debido a la falta de recursos materiales y de
tropas de relevo para cubrir las bajas sufridas ante un enemigo que se
demostró implacable y que no dudaba en ejecutar a todos los prisioneros para
no tener que mantenerlos.

Ante el aumento de la violencia del conflicto y la falta de medios para


combatir a Bóves y sus llaneros, Bolívar decidió retirarse con las fuerzas que le
quedaban hacia el Oriente venezolano el 7 de julio de 1814 y unir fuerzas
con Santiago Mariño en un esfuerzo común para detener a Boves.
Debido al acoso que las fuerzas de Boves practicaban con los
refugiados caraqueños en persecución, Bolívar decidió hacerles frente en
Aragua de Barcelona el 17 de agosto de 1814 en un intento de retrasar el
avance realista y lograr salvar al mayor número posible de refugiados. Tras ser
derrotado, Bolívar logró llegar a Cumaná el 25 de agosto de 1814 y unirse a
Mariño.

Pero ya para entonces la Segunda República de Venezuela estaba


herida de muerte, los realistas irían consolidando su dominio por todo el país a
los largo de 1814 y sólo el Oriente venezolano junto a la isla de
Margarita permanecieron en manos republicanas. Sin embargo, el bando
republicano se encontraba entonces dividido en facciones lideradas por
diversos caudillos que dominaban porciones de territorio y rivalizaban entre sí,
desde entonces sería muy difícil para Bolívar coordinar acciones por estos
motivos.

Esta situación unida a la conducta del corsario Giovanni Bianchi, que


intentaba aprovechar la situación en su beneficio, desencadenaron una serie
de acontecimientos que hicieron que Bolívar saliera con Mariño
desde Carúpano hacia Cartagena.

Estadía en Jamaica

Tras los acontecimientos de Carúpano, Bolívar llegó a Cartagena a


finales de 1814 para obtener de nuevo ayuda de la Nueva Granada, que en
esos momentos se encontraba también en una situación difícil que le impidió
desarrollar nuevos proyectos.

Estas circunstancias y el apoyo que le daba el Gobierno neogranadino


hicieron que fuera reconocido como jefe por todos los venezolanos que se
encontraban en Nueva Granada, el 19 de septiembre de 1814 Bolívar se
encuentra con Camilo Torres Tenorio quien preside el Congreso de
las Provincias Unidas de la Nueva Granada y admitiendo los argumentos de
Bolívar y ante la derrota sufrida por el General Antonio Nariño en la campaña
del sur en julio de 1814, encarga a Bolívar de la conducción de la guerra. El 10
de diciembre Bolívar toma a Santa Fe y obliga así a
que Cundinamarca reconozca como autoridad al Congreso de las Provincias
Unidas.

Ante la imposibilidad de desarrollar algún proyecto decidió abandonar su


cargo en la Nueva Granada y partir hacia Jamaica en el buque La Decouverte,
llegando a la isla el 14 de mayo de 1815 y los pocos meses de estar allí
escribió la Carta de Jamaica.
Carta de Jamaica

Es un documento que tiene múltiples significados por su forma,


contenido y características materiales como texto de reflexión y análisis. Fue
escrito por Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815 en Kingston, en
respuesta a una misiva de Henry Cullen donde expone las razones que
provocaron la caída de la Segunda República en el contexto de
la independencia de Venezuela, en la cual expresa lo siguiente:

"Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que
usted me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.

Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte
de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su
descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los
españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las
solícitas demandas que usted me hace, sobre los objetos más importantes de
la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de
corresponder a la confianza con que usted me favorece, y el impedimento de
satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los
limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y
desconocido como el Nuevo Mundo.

En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me


ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de
conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque
aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me
atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia,
sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo
relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos;
pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras
tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes
de la guerra, y por los cálculos de la política.

Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de


usted, no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas,
en las cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas
sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.

«Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los
españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la
presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la
perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si
constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El
filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a
la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que
siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas
personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con
los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los
más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han
hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que
con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los
actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.

Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que


me dice «que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas
españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos
americanos meridionales». Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la
justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros
esfuerzos; porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente: el lazo
que la unía a España está cortado: la opinión era toda su fuerza; por ella se
estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que
antes las enlazaba ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la
Península que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos
continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la
obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca
benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en
fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí
nacía un principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la
in conducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía; o, por mejor decir,
este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo
contrario; la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos:
todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado y
hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las
cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la
desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.

Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos


desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los in dependientes, mientras
que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el
resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su
defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la
misma extensión de este hemisferio.

El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su


territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a
Arequipa, e inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes
disfruta allí de su libertad.

El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidian do contra


sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes
pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus
vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que
el pueblo que ama su independencia, por fin la logra.

El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de


habitantes, es, sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han
arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones
concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está
tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus
provincias.

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América,


obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito que con la
mayor dificultad contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa
de su patria; y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin
dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están
esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el ejército
español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la
inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes
pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los
morigeraos y bravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han


sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una
absoluta indigencia a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los
más bellos países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos
gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de
la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y
ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser
esclavos, y los que viven, combaten con furor, en los campos y en los pueblos
internos hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de
crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la
América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en
Venezuela y sin exageración se puede conjeturar que una cuarta parte ha sido
sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones;
excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.

En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de


Humboldt, siete millones ochocientas mil almas con inclusión de Guatemala.
Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus
provincias, ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece
exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá usted
ver en la exposición de Mr. Walton que describe con fidelidad los sanguinarios
crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a
fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los
españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de
nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus
hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres, porque han abrazado el
partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o seguirlos al
sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó el tiempo en fin, de pagar a los
españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en
su sangre o en el mar."

Bolívar no era un inmortal, era un hombre de carne hueso que resistía,


se expresaba, tratando enseñar sus ideales a un pueblo que sufría y padecía.
Bolívar trato que su pueblo resolviera sus propios problemas, dejándonos
documentos que siempre estarán en nuestro destino. Carta de Jamaica (6 de
septiembre de 1815).

Expedición de los Cayos

La expedición de Los Cayos de San Luis o sencillamente Expedición de Los


Cayos, es el nombre con el que son conocidas las dos invasiones que desde
Haití organizó el Libertador Simón Bolívar a

Fines de 1815 llevándolas a cabo durante el año 1816 con la finalidad de


liberar a Venezuela de las fuerzas españolas.

Entrevista con pedión

Procedente de Jamaica llegó Bolívar a Los Cayos de San Luis, en la isla de


Haití, el 24 de diciembre de 1815; trasladándose luego a Puerto Príncipe donde
tuvo una entrevista, el 2 de enero de 1816, con el presidente Alexandre Petion,
quien se comprometió a facilitarle los recursos necesarios para llevar a cabo su
empresa. Posteriormente, tras serle otorgado el poder supremo por parte de
una asamblea de los principales jefes refugiados, venezolanos y
neogranadinos, Bolívar comenzó a afinar los detalles sobre la expedición
contra la costa firme venezolana; con la ayuda del gobernador militar haitiano
de Los Cayos, el general Ignacio Marión. La expedición incluía 1.000
tripulantes patriotas y 1.000 negros haitianos. Entre los expedicionarios se
encontraban: Santiago Mariño, José Antonio Anzoátegui, Luis Brión, Carlos
Soublette, Manuel Piar, Juan Bautista Bideau, Renato Beluche, José Francisco
Bermúdez, Gregor MacGregor, Henri Ducoudray, Justo Briceño, Francisco
Antonio Zea, Pedro León Torres, Renato Beluche, Ambrosio Plaza y otros.

La primera expedición

El recorrido de la flota comandada por Bolívar fue el siguiente: luego de salir


del puerto de Los

Cayos, en la parte occidental de Haití, la misma se detuvo 3 días en la isla


Beata al sur de la frontera entre Haití y Santo Domingo, para continuar su
itinerario en el que los primeros días de abril de 1816 se encontraban frente a
la costa meridional de la hoy República Dominicana; el 19 de abril de 1816
llegaban a la isla de Vieques cerca de las costas de Puerto Rico, hecho que se
celebró con salvas de artillería; el 25 de abril arriban a la isla holandesa de
Saba, distante 20 Km de San

Bartolomé, desde donde se dirigen hacia la isla de Margarita, librando el 2 de


mayo, antes de llegar a ésta, el combate naval de Los Frailes en la que la
escuadrilla del almirante Luis Brión sale victoriosa y captura el bergantín
español El Intrépido y la goleta Rita. El 3 de mayo de 1816 tocan suelo
venezolano en la isla de Margarita, en la que el 7 del mismo mes una asamblea
encabezada por el general Juan Bautista Arismendi, ratifica los poderes
especiales conferidos a Bolívar en Los

Cayos. Luego de esta ratificación, las fuerzas expedicionarias de Bolívar pasan


a Carúpano, donde finalmente desembarcan y proclaman la abolición de la
esclavitud para después seguir a Ocumare de la Costa donde desembarcan y
llegan hasta Maracay. Tras la derrota en el cerro de El Aguacate

(14 de julio) deben retirarse acosados por Francisco Tomás Morales dejando
parte del parque en la playa y la mitad de sus soldados quienes bajo el mando
del general Gregor MacGregor emprenden la retirada por tierra a través de los
valles de Aragua hacia oriente, conocida como la Retirada de los Seiscientos.

Entre tanto, Santiago Mariño había desembarcado en Barcelona exitosamente


el 24 de junio, de inmediato empieza a reunir un nuevo ejército. Envía a Manuel
Cedeño y a José Tadeo Monagas a reclutar jinetes en Maturín, mientras él va
por hombres a Cumaná y Margarita en compañía de Manuel Piar.Cedeño y
Monagas juntaron dos escuadrones que llevaron con José Francisco Bermúdez
en Aragua de Barcelona.El capitán Felipe Santiago Esteves Acevedo es
enviado a evacuar a los patriotas en las costas occidentales. Muy pronto tuvo
350 isleños que envió a Cumaná, donde se les sumaron 700 reclutas locales y
otros 1.000 de Aragua.Cuando Bolívar desembarque Mariño inicialmente se
negara a acatar su autoridad,8 pero al final tendrá que ceder.
La segunda expedición: Expedición de Jacmel

Tras volver a Haití y organizar una nueva expedición Bolívar zarpó del puerto
de Jacmel (18 de diciembre) y llegó a Juan Griego el 28 de diciembre de 1816
y a Barcelona el 31 del mismo mes, donde estableció su cuartel general y
planeó la campaña sobre Caracas con la concentración de las fuerzas que
operaban en Apure, Guayana y Oriente, pero tras una serie de inconvenientes
hicieron que abandonara el plan y se trasladara a Guayana, para tomar el
mando de las operaciones contra los realistas en la región

La Tercera Republica

La Tercera República de Venezuela es el nombre que recibe el periodo


histórico que transcurre desde el año 1817 al año 1819 durante la Guerra de
Independencia de Venezuela. El inicio de la Tercera República se atribuye al
momento en el cual finalizada la campaña de Guayana los republicanos
restauran las instituciones en la ciudad de Angostura.

Al igual que los dos anteriores repúblicas, la Tercera República tuvo un muy
corto tiempo de duración durante el cual entre los principales hechos se citan la
organización de un gobierno civil, la aceptación de todos los jefes militares
venezolanos de la autoridad de Bolívar, la llegada de las fuerzas británicas
voluntarias que colaborarían con el proceso independentista y la Campaña
Libertadora de Nueva Granada que dio libertad a la Nueva Granada y su
confederación junto a Venezuela en la República de Colombia con lo que
termina el período conocido como Tercera República de Venezuela.

La tercera república utilizó estas banderas como oficiales:

Esta bandera diseñada por Bolívar incluía por primera vez el motivo de las 7
estrellas representando las provincias que declararon la independencia en
1811.
Luego de la liberación de la provincia de Guayana, Bolívar decretó la adición de
una octava estrella representando esta provincia. Es el mismo motivo de la
bandera actual de la República Bolivariana de Venezuela solo que las estrellas
eran azules e iban en línea en la franja amarilla.

Campaña de Guayana

La Campaña de Guayana de 1816-1817, fue la segunda campaña llevada a


cabo por los patriotas venezolanos en la Guerra de independencia de
Venezuela en la región de Guayana luego de la campaña de 1811-1812 que
había terminado en desastre.

La campaña fue un gran éxito para los republicanos bajo el mando de Manuel
Piar con lo que lograron luego de varias batallas expulsar todos los realistas de
la región con lo cual quedaron en poder de una región rica en recursos
naturales y facilidades de comunicación que sirvió de base para lanzar
campañas a otras regiones del país.1

Legión Británica

Junto con los preparativos militares también se realizaban acciones políticas


importantes. El 21 de enero de 1819 llegaron a Angostura dos buques
británicos, el Perseverance y el Tartare con un cuerpo de voluntarios que fue
conocido como la Legión Británica para apoyar a Bolívar y el 15 de febrero de
1819, el Libertador reunió el Congreso de Angostura, acontecimiento en el que
pronunció una de sus mejores composiciones políticas, el Discurso de
Angostura, en el que hacía un análisis crítico de la situación, exponía el rumbo
a seguir para fundar la República y anunciaba el proyecto de la Constitución
que fue promulgada en 1821.

Congreso de Angostura

Mapa de la Gran Colombia. La "Patria Grande".


El 15 de febrero de 1819 Bolívar instala el Congreso de Angostura y pronuncia
el Discurso de Angostura que fue elaborado en el contexto de las guerras de
Independencia de Venezuela y de Colombia.4 El cual lo ratifica como El
Libertador y General en Jefe. El norte y el occidente del país seguían en manos
de los españoles. Bolívar, entonces, tratando de aislar a los realistas lleva la
guerra a Nueva Granada y comienza la Campaña Libertadora de Nueva
Granada. El 7 de agosto de ese año vence en la Batalla de Boyacá y fue la
culminación de 77 días de la campaña iniciada por Simón Bolívar para liberar el
Virreinato de Nueva Granada. Tras el aplazamiento de la guerra en Venezuela
por la época de lluvias Bolívar salió de Angostura, entonces capital de la
República de Venezuela, hacia los llanos de Apure y después a los de
Casanare sumando a sus dos divisiones la del general Santander y después
invadió el territorio de la antigua provincia de Tunja. José María Barreiro tras
ser vencido en Pantano de Vargas intentaba llegar a Bogotá y unir fuerzas con
el virrey Juan de Sámano por la vía de Boyacá. La Batalla tuvo lugar un sábado
7 de agosto de 1819. A las diez de la mañana Bolívar dio la orden de impedir el
paso de los realistas por el puente del río Teatinos, sitio de encuentro del
camino de Samacá (utilizado por los realistas) y el camino real. A las dos de la
tarde los republicanos, liderados por el capitán Diego Ibarra, descienden y
sorprenden a la vanguardia realista. En tanto el general Santander se
enfrentaba con sus tropas a la retaguardia realista. Bien pronto se unió el
grueso de las tropas realistas de Barreiro para enfrentarse a la retaguardia del
general José Antonio Anzoátegui y libera lo que es hoy Colombia. Ya para
entonces, el general Páez había expulsado a las fuerzas realistas de los llanos.
A los españoles solo les quedaba el centro-norte del país (incluyendo Caracas),
Coro, Mérida, Cumaná, Barcelona y Maracaibo. El 17 de diciembre de 1819 se
declara la unión de Venezuela y Nueva Granada y nace la República de
Colombia, conocida actualmente como Gran Colombia. Así culmina la Tercera
República.5

Seis meses antes de la Batalla de Boyacá, se reunieron representantes de


Venezuela, Nueva Granada (actualmente Colombia) y Quito (actualmente
Ecuador) en Angostura, Venezuela, donde se instaló lo que históricamente se
ha llamado el Congreso de Angostura para trabajar en el desarrollo de una "Ley
Fundamental" (constitución). Los representes de Quito eran bastante pocos ya
que todavía se encontraba bajo el control español. Las decisiones tomadas
inicialmente fueron las siguientes:

 La Nueva Granada fue renombrada Cundinamarca y su capital, Santa


Fe renombrada Bogotá. La capital de Quito sería Quito, la capital de
Venezuela sería Caracas y la capital de la Gran Colombia sería Bogotá.
 Se crea la República de Colombia, que sería gobernada por un
Presidente. Existiría un Vicepresidente que suplantaría al Presidente en
su ausencia (históricamente se acostumbra llamar a la Colombia del
Congreso de Angostura La Gran Colombia).
 Los gobernadores de los tres Departamentos también se llamarían
Vicepresidentes.
 El presidente y vicepresidente se elegirían con voto indirecto, pero para
efectos de empezar, el congreso los eligió de la siguiente forma:
Presidente de la República: Simón Bolívar y Vicepresidente: Francisco
de Paula Santander. En agosto Bolívar continua su tarea libertadora y
sale hacia Ecuador y Perú, y deja a cargo de la presidencia a Santander.
 A Bolívar se le da el título de "Libertador" y su retrato se expondría en el
salón de sesiones del congreso con el lema "Bolívar, Libertador de la
Gran Colombia y padre de la Patria"

También, el Congreso proclamó a Bolívar Presidente de la República y a


Francisco Antonio Zea como Vicepresidente de forma que «las Repúblicas de
Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola
bajo el título glorioso de República de Colombia

Territorio

La Tercera República estaba compuesta por las provincias de Mérida, Trujillo,


Caracas, Barinas, Barcelona, Cumaná, Margarita y Guayana. Maracaibo y Coro
permanecieron realistas hasta la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

Provincias realistas en rojo, Tercera República en Verde.

Sobre el fusilamiento de piar tomamos esta historia escrita a detalle de lo que


sintió el libertador

"Nada quedaba que desear a un jefe que había obtenido los grados más
eminentes de la milicia. La Segunda Autoridad de la República, que se
hallaba vacante, de hecho, por la disidencia del General Mariño, iba a
serle confiada, antes de su rebelión; pero este general que sólo aspiraba
al mando supremo, formó un designio más atroz que puede concebir un
alma perversa. No sólo la guerra, sino la anarquía y el sacrificio más
inhumano de sus propios compañeros y hermanos, se había propuesto
Piar".

Simón Bolívar, 18 de octubre de 1817.


Angostura, 16 de octubre de 1817.

Bolívar se paseaba incesantemente por la estancia que ocupaba, esperando la


hora de la ejecución de Piar. La suma de los acontecimientos recientes le
habían afectado más allá de lo normal. Sus tacones golpeaban con fuerza la
madera del piso, retumbando sus pasos en las paredes y techo de la
habitación.

Pasaban raudos por su mente, los recuerdos de la batalla de Cabrián, que


comenzó con el sitio de Angostura por parte de los Generales Bermúdez y
Cedeño; mientras que Guayana la Vieja se enfrentaba a Valdez, Arrioja,
Blanco, Pedro León Torres y otros bajo su mando.

Piar había rechazado el nombramiento como Segundo Jefe de la República,


por lo que no participaba en esta campaña, y se había retirado a las misiones,
como inspector, a esperar las noticias de la derrota que él esperaba Bolívar
sufriría.

Bolívar se detuvo en medio de la estancia, sintiendo el opresor silencio que le


rodeaba. Un ambiente cálido y húmedo lo cubría todo como una manta. En la
calle apenas se escuchaba el paso de alguno que otro carruaje y el marcado
caminar de los soldados que marchaban por la plaza Angostura, en espera del
fusilamiento del general Manuel Piar.

Iniciando, otra vez, su inquieto caminar, el futuro Libertador pensaba acerca de


los sacrificios, tanto humanos como materiales, por los que las tropas y la
población habían pasado para concluir la construcción de los fuertes alrededor
de la ensenada de Cabrián, con la intención de proteger los buques que
comandaría el Almirante Luis Brión, durante el asalto a Guayana.

Mientras, se preparaba la campaña de Angostura, el general Piar al ver que


Bolívar seguía al mando absoluto de las tropas; y, que continuaba manejando
las acciones de la República, decidió comenzar una campaña por su cuenta en
la cual se colocaba a sí mismo, como un mártir explotado por los mantuanos,
en beneficio de la República.

No lograba su mente enferma comprender el futuro que le esperaba al lado de


Bolívar, a pesar que este le había ofrecido varias veces el cargo como
Segundo Jefe, y lo había rechazado. Aún durante el mes de julio de 1817,
continuaba trabajando activamente en su plan, sembrando la semilla de la
sedición entre sus compañeros.
"Maldición", gruñó Bolívar para sí, lanzando un fuerte puñetazo a la mesa sobre
la que se encontraba un grueso cartapacio, que contenía todos los documentos
recabados para y durante el Concejo de Guerra contra el general Manuel Piar.
"¿Por qué, compañero de armas y amigo?" -pensó Bolívar- "¿por qué tuvisteis
que alejarte del camino de la gloria? ¿Qué querías que la República no te
ofreciera?" Con gesto de cólera, Bolívar alzó su brazo derecho para asestar
otro golpe a la mesa, con tanta fuerza, que sonó como un trueno dentro del
recinto.

El segundo día de agosto de 1817, los buques comandados por el Almirante


Luis Brión se adentraban en el Orinoco buscando la flota española: 34 naves
con 1.436 soldados que emprendían la retirada de Angostura, ante el inminente
asalto a la ciudad por parte de Bolívar y sus tropas: la marina y la infantería.

Como de costumbre, la excelente planificación estratégica de Bolívar, los


llevaba por un camino seguro hacia la victoria. Los fuertes construídos en la
ensenada de Cabrián, cumplieron con su cometido al proteger los barcos
patriotas y colaborar atacando a la escuadra española.

Los marinos y artilleros de Brión no permitieron que los realistas pasaran


indemnes río abajo. Al final de la batalla, Brión perseguía y acababa con los
navíos españoles de los cuales escaparon tan solo un par de ellos.

La batalla se desarrollaba simultáneamente en el río y por tierra, donde las


tropas comandadas por Bolívar libraban victoriosas escaramuzas a lo largo de
la ribera sur del Orinoco; frente a la isla Tórtola, en Sacupana e Imataca. Al
concluir la batalla, los patriotas tenían en su haber un total de 1.731 prisioneros
entre soldados y civiles.

Durante el mes de julio, Piar salía de Guayana en dirección hacia Maturín,


tratando de conseguir para su aventura el apoyo de antiguos camaradas de
armas. Se vio obligado a continuar al no recibir la solidaridad esperada, hacia
Cumanacoa; donde sus esfuerzos por conseguir la ayuda económica y militar
de los hombres que conocía y pensaba eran sus amigos, se vinieron al suelo.

La lealtad de los generales de Bolívar era grande. Ya todos a quienes Piar


intentaba convertir a su causa, habían enviado misivas a Bolívar, poniéndolo en
antecedentes acerca de la actitud del general Piar.

Bolívar había pasado parte de la tarde encerrado en su despacho, cavilando.


Deseaba que el día terminara pronto, para así finalizar con este desagradable
asunto de la ejecución de Piar. Un Bolívar cansado, con ojeras profundas y la
frente surcada por la angustia, se sentó ante su mesa de trabajo y, levantando
el pesado cartapacio en el que se encontraban las pruebas de la traición de
Piar, lo abrió. Había leído y releído, incontables veces, todos los documentos
que se habían recopilado antes y durante el Concejo de Guerra contra el
general Manuel Piar.

Tomó entre sus manos una carta del general Juan Francisco Salazar fechada
el 20 de julio de 1817. Su mirada fue directamente a un párrafo que sabía de
memoria, de tanto leerlo. Aun así, repasó cuidadosamente su contenido,
buscando un odio o envidia hacia el general Piar, totalmente inexistente.
Salazar escribía así: "Este general, después de haberme hecho las más
sinceras demostraciones de amistad me habló de este modo: 'he sido elevado
a general en Jefe por mi espada y mi fortuna, pero soy mulato y no debo
gobernar en la República'".

Estas palabras herían profundamente a Bolívar, por cuanto él había depositado


su confianza absoluta en las capacidades de Piar. Había aceptado a Piar como
el más capaz de sus compatriotas y hermanos, sin tomar en cuenta para nada
el color de su piel. Esta era una guerra que se ganaba luchando con ejércitos y
voluntad, no con los colores externos de los cuerpos humanos.

Bolívar hurgó entre los papeles y colocó frente a sus ojos una carta que le
enviara el general José Francisco Bermúdez el 26 de julio. Allí leyó algunas
palabras en las que Bermúdez exponía su más cruda opinión en contra de las
actividades de Piar. "La libertad de la República es preferible al disimulo
pernicioso que pueda hacérsele a este hombre perverso y los que traten de
imitarlo".

A continuación, Bolívar tomó la comunicación que le hiciera llegar el general


Manuel Cedeño el 26 de julio y al releerlo, la aguda espina de la traición
penetró más profundamente en su corazón. "Estamos acompañados de
hombres que distinguen el bien y el mal, y conocen la ruina que quiere Piar
elevar en Venezuela para divertirse en la desgracia".

No podía Bolívar sino pensar que, bien pudieran haber orquestado los
enemigos de Piar, una gran intriga en contra del general. Pero entonces leyó
por enésima vez la misiva que le enviara desde Maturín, Andrés Rojas. En esta
carta Rojas informaba a Bolívar de las actuaciones de Piar en Maturín: "al fin
resolvió el general Mariño poner en ejecución sus proyectos de hostilidad
contra Maturín. El 17 del corriente se presentó unido con Piar a las orillas..."

"Basta" -se dijo Bolívar- "no debo pensar que le hago un daño a la nación, al
confirmar la sentencia de muerte de Piar. Después de todo, los intereses de la
patria deben ocupar un sitial preferencial, por encima de nuestros intereses
personales. La lealtad recibe como recompensa el agradecimiento eterno de la
nación. La traición, sólo merece la muerte.”
La cara de Bolívar era una feroz mueca que dejaba ver las rabia que sentía al
saber de hombres en quienes depositó su confianza y le pagaron con
insubordinación, sedición, deserción y conspiración.

Continuó revisando los documentos probatorios de la traición de Piar, al tiempo


que recordaba la necesidad de haber firmado la orden de aprehensión para el
general. Se encontró con una carta de su general Cedeño, fechada el 28 de
setiembre, en la que relataba los pormenores del arresto de Piar en Aragua de
Maturín: "...me fue preciso valerme de la fuerza y llevarlo, como un reo, a
montarlo a caballo..."

Bolívar no cesaba de asombrarse ante la actitud de Piar al ser arrestado, al


oponerse, incluso valiéndose de la fuerza. Que permitiera que se le tratara
como un preso común, cuando fue un caballero.

Pero como la gota de agua que rebasa el borde del cántaro, lo que colmaba la
paciencia de Bolívar eran las palabras de Piar durante el interrogatorio al que
se le sometiera durante su juicio. Sus palabras ante el general Carlos Soublette
expresaban su debilidad, al tratar de justificar su actitud durante el momento
del arresto. Se resistió a seguir con el general Cedeño, pero que la resistencia
no nacía de un principio de insubordinación, sino del temor que le inspiraba la
proscripción publicada contra él, en un manifiesto dado por el Jefe Supremo en
la Ciudad de Guayana.

Con un indisciplinado gesto, Simón Bolívar tiró la hoja que había estado
leyendo. Se repatingó en la silla y colocando sus pies sobre la mesa, musitaba
como incoherente. Si alguno de sus colaboradores hubiese podido escucharlo,
fácilmente habría pensado que su jefe estaba mal de la cabeza.

Pero en realidad, Bolívar recitaba de memoria el resumen de cargos en el juicio


de la Corte Marcial que presidió el general Carlos Soublette, general de brigada
de los ejércitos de la República y Jefe del Estado Mayor General. "No es un
simple ambicioso, un mero conspirador, un miserable desertor. Es el genio del
mal que escapado de la espantosa mansión de los crímenes ha venido a
vomitar sobre la tierra, no sólo la guerra, ni el veneno de la discordia, ni la atroz
desolación, sino la más odiosa, la más nefasta de todas las destrucciones. Piar
ha querido armar la mano del hijo contra el padre, la del hermano contra el
hermano y hasta la oveja contra su Pastor, contra los Ministros del Señor y
Padres espirituales de los pueblos".

La campana de la Catedral, había ya repicado el cuarto para las cinco. La


impaciencia había hecho presa del pensamiento de Bolívar. Su nerviosismo
aumentó notablemente. De nuevo se levantó y comenzó a caminar
enérgicamente de un lado a otro de la habitación.

De pronto se escuchó el redoble de los tambores y la fuerte voz del capitán de


la guardia, formando a sus hombres. Los fusileros. Los encargados de cumplir
la sentencia ejecutoria de Manuel Piar.

Bolívar se dirigió lentamente hacia la ventana central del cuarto que ocupaba, y
con un solo movimiento de ambas manos, abrió de par en par el ventanal. En
ese mismo instante divisó al capitán de la guardia, que miraba en dirección a
su despacho. Sin vacilación alguna, Bolívar le hizo una seña, tras la cual el
capitán de la guardia ordenó que se buscara al reo.

Bolívar regresó a su mesa y, removiendo entre los papeles que desordenaban


su escritorio, tomó el documento que cerraba el capítulo final del juicio a Piar,
que estaba rubricado con firma de su puño y letra: "Vista la sentencia
pronunciada por el Concejo de Guerra de oficiales generales contra el general
Manuel Piar, por los enormes crímenes de insubordinado, desertor, sedicioso y
conspirador, he venido a confirmarla sin degradación".

En la plaza Angostura reinaba un sepulcral silencio. Súbitamente se escuchó la


voz del capitán de la guardia, que leía a Piar su sentencia. Este, arrodillado y
con la cabeza gacha, escuchaba mudo. Parecía muerto. El capitán retomó su
posición junto a los fusileros y observaba a Bolívar, quién se encontraba de
nuevo en el ventanal.

Los tambores redoblaban al unísono y, en el momento que sonaba la primera


de las cinco campanadas, con una mano firma y ojos férreos fijos sobre la
figura de Piar, Bolívar dio la señal al capitán quién al instante gritó la orden de
disparar: "¡fuego!"

Bolívar permaneció inmóvil unos instantes en el sitio, mirando hacia el lugar de


la ejecución. Su vista se perdía en el espacio. Al sonar la quinta campanada
giró sobre sus talones, caminó hacia su mesa y con la convicción que
caracterizaba al Libertador, inició el ordenamiento de su escritorio. Piar ya
estaba muerto y él tenía mucho trabajo por delante. Quería llevar a cabo sus
ideales: libertar la América toda, del yugo imperial.

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