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Frente a una concepción ingenua del quehacer científico, que considera que la ciencia es verdadera,
objetiva, neutral y eterna, a partir del s. XX varios autores –científicos y filósofos- comienzan a
cuestionarse esta manera estática de concebir la ciencia. La pregunta fundamental que se hacen es: si la
ciencia –su método, sus objetivos, etc.- no es igual ahora que hace 100 años ¿qué criterio sigue esta
evolución? ¿cómo se decide qué metodo es mejor?. En resumen, se preguntan cómo se produce el cambio
en la cienca. Los 3 autores que vamos a estudiar tienen en común una idea: este cambio no se produce de
manera automática, como una lenta progresión hacia la verdad, sino que es producto de la interacción
entre la ciencia, la sociedad y la comunidad científica.
Kuhn considera que cada etapa de la evolución científica está ligada al paradigma
dominante en una determinada época. Un paradigma es un conjunto de creencias,
convenciones sociales, etc. que conforman la visión del mundo que tiene una sociedad concreta en un
momento concreto. Esto incluye la visión que tiene la sociedad acerca del papel de la ciencia, pero también
tiene que ver con la forma de gobierno de una sociedad, su relación con la religión, etc. Un ejemplo clásico
de paradigma es el Paradigma Geocentrista o Teocentrista: la idea de que la Tierra está en el centro del
universo está indisolublemente unida a la idea de que el mundo y los seres humanos han sido creados por
Dios y, por lo tanto, tienen un papel central en el universo. Para cambiar la visión científica sobre el
movimiento de los planetas y pasar al Paradigma Heliocentrista, era necesario también sustituir la visión
teocéntrica de la realidad por otra basada en el el ser humano –Antropocentrismo-.
Las etapas del cambio científico serían, para él, las siguientes:
En resumen, la Ciencia no es capaz de alcanzar nunca la verdad absoluta, pero a través de la competencia
entre teorías, se perfeccionando y es capaz de explicar cada vez más cosas con mayor precisión.
Fue profesor de Historia de la Ciencia en la London Schools of Economics. A través de sus estudios
históricos, llegó a una conclusión radical: es falso que haya existido alguna vez un método científico válido
para todas las ciencias durante largos periodos de tiempo. En concreto, Feyerabend sostiene que el método
hipotético-deductivo no ha sido en realidad el método que han seguido las ciencias en los últimos 300
años, sino que constantemente la ciencia y los científicos se saltan estas normas.
De esta idea surge lo que él llama Anarquismo Metodológico: en realidad siempre conviven en una
determinada etapa una multitud de métodos científicos, de maneras de hacer ciencia. Y este anarquismo,
esta pluralidad de métodos es, precisamente, lo que enriquece la ciencia y lo que le permite avanzar: se
investiga en varias direcciones a la vez, lo que aumenta las posibilidades de éxito, de alcanzar la verdad,
de descubrir cosas nuevas.
Pese a este Anarquismo Metodológico, es evidente que en cada etapa histórica hay un método que es
seguido por un mayor número de científicos pero, ¿cómo se toma esta decisión?, ¿por qué los científicos
deciden seguir una teoría y un método, y no otro?. Para Feyerabend esta decisión no es
completamente racional, sino que está basada en la ideología y en las condiciones sociales de la
comunidad científica y de la sociedad en la que ejercen su profesión. Se basa en una idea simple: no ha
existido jamás ninguna teoría que fuera capaz de explicar todos los fenómenos relevantes sin entrar en
contradicciones; es decir, nunca ha existido una teoría perfecta, sin fallos, por lo que está claro que la
decisión de adherirse a una u otra teoría no depende solo de la capacidad de explicar la Realidad o de
alcanzar la verdad, sino que depende también de los intereses económicos, políticos y sociales que rodean
a las instituciones científicas. Un ejemplo de estos condicionantes serían centros de investigación médica
donde no se aplican nuevas tecnologías por cuestiones ideológicas y no científicas.