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LOS ENSAYOS DE 1929

sión del teorema de Kant, por la conciencia de sí empíricamente deter-


minada, es decir, por la relación entre el mundo y yo. El tiempo se nos
da, como sintieron novelistas y poetas, por el paso continuo del sueño
a la acción, del deseo al suceso. Es en nuestros trabajos donde notamos
transcurrir el tiempo. ¿cómo? En primer lugar, por el paso mismo de
los proyectos a las acciones. Puesto que si nuestros proyectos no pueden
realizarse más que indirectamente, ¿qué significa esto? Que el proyecto
queda separado de la obra por una sucesión de movimientos que, tanto
como de mis deseos, de mis proyectos, de mis movimientos pasados, de-
penden de ese universo que me resulta extraño. Lo nuevo, lo imprevis- CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES1
to, hace que se desvíen mis trabajos a cada instante. De ahí la necesidad (Diploma de Estudios Superiores, 1930)
de concebir un curso del mundo solo, un Proteo conforme a la razón;
y sin embargo, no puedo concebir un curso del mundo solo, al serme
dado el tiempo en mis trabajos no como la ley del mundo, sino como la
condición impuesta tanto a mis acciones como a mis pensamientos por
la presencia del universo extenso. La idea de causalidad es, así, la idea más
difícil de purificar de mitología. La idea de una ligazón entre causa y efec-
to es dada por la prueba del trabajo, y al mismo tiempo es directamente
contraria a la idea del trabajo. La ley es, para nuestros trabajos, que todo
en ellos es mediato, y, para el mundo, que todo en él es inmediato. Me-
jor aún, ya que todo es inmediato en el mundo, todo es mediato en nues-
tros trabajos. Pues, por ejemplo, si quiero ir a una puerta que veo, hay
un cierto número de pasos entre el proyecto concebido y el proyecto
realizado; pero si considero el mundo solo, la distancia que separaba el
proyecto concebido del proyecto realizado ya no separa nada. Del mis-
mo modo habría que decir que los instantes no separan nada, o, mejor,
que no hay instantes 7 ; pero es casi imposible pensar dos acontecimien-
tos que se suceden sin figurarse una fuerza en el trabajo, que debe pasar
por el primero para llegar al segundo. No hay nada de eso. Si compara-
mos los cambios en los trabajos, hay que decir que se trata de trabajos que
son evidentes. Definir como causa de un suceso lo que debe presentarse
antes del suceso, es figurarse un trabajo. Todas las relaciones no inmedia- . 1. ~emoria para ~1 Diploma de ~studios Superiores, redactada en 1929-1930, y so-
tas entre instantes o lugares son resúmenes de trabajos. metida a Leon Brunschvicg. Este estudw muestra, tanto en su parte histórica como en su
Tiempo y tiempo irreversible son la misma cosa. par~e do~mática, .la influencia preponderante de Alain en lo que concierne a la concepción de
la histon~ de la filosofía, en general, y del pensamiento cartesiano, en particular. Los planes
de este Diploma revelan un cambio considerable en cuanto al contenido y a la estructura de
este trabajo. Simone Weil pensó primero -como prolongación de sus dos artículos «Pro-
teo» Y, «Del tiempo»- en una teoría completa del conocimiento perceptivo que im~licara,
ade.~as del de ?esc~rtes, el estudio de Kant y de Platón. Los esbozos sobre la esquemati-
zacwn son tes~Imomo de esta empresa abandonada. Finalmente, mantuvo un plan en tres
partes. Se han mtroducido subdivisiones en los parágrafos de esta memoria para facilitar la
7. Al margen: «No hay distancia en el mundo solo sin más (=) no hay duración para lectura.
el mundo solo sin más».

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INTRODUCCIÓN

La humanidad empezó, como empieza cada hombre, por no poseer nin-


gún conocimiento, fuera de la conciencia de sí y la percepción del mundo.
Eso le bastaba, como les basta todavía a los pueblos salvajes, o, entre noso-
tros, a los trabajadores ignorantes, para saber desenvolverse en la naturale-
za y entre los hombres en lo que era necesario para vivir. ¿Para qué desear
más? Parece que la humanidad no hubiera debido salir nunca de esta feliz
ignorancia, ni, por citar aJean Jacques, depravarse hasta el punto de po-
nerse a meditar2 • Pero es un hecho que la humanidad, en la medida en que
podemos saberlo, no tuvo propiamente que salir nunca de esta ignorancia,
puesto que nunca se encerró en ella. Lo que explica que la búsqueda de la
verdad haya podido y pueda presentar algún interés es que el hombre em-
pieza no por la ignorancia, sino por el error. De ahí que los hombres, li-
mitados a la interpretación inmediata de las sensaciones, no se contenta-
ran nunca con esto; siempre presintieron un conocimiento más alto, más
seguro, privilegio de algunos iniciados. Presintieron que el pensamiento
errante, entregado a las impresiones de los sentidos y de las pasiones, no
era el pensamiento verdadero; creyeron encontrar el pensamiento supe-
rior en algunos hombres que les parecieron divinos, y de quienes hicieron
sus sacerdotes y sus reyes. Pero al no tener ninguna idea de lo que podía
ser esta manera de pensar superior a la suya, ya que en efecto no hubie-
ran podido concebirla más que si la hubieran poseído, divinizaron en sus

1. «Dios es siempre geómetra». Frase atribuida a Platón por Plutarco (Symp. VIII, 2).
2. Cf. J.-J. Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad en-
tre los hombres, Primera parte: «Si [la Naturaleza] nos ha destinado a estar sanos, me atrevo
casi a asegurar que el estado de reflexión es un estado contra natura, y que el hombre que
medita es un animal depravado».

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES INTRODUCCIÓN

sacerdotes, con el nombre de religión, las más fantásticas creencias. Así, geometría, sino solamente la ocasión para razonar sobre la
este justo presentimiento de un conocimiento más seguro y más elevado triángulo en sí, el círculo en sí. Como ebrios de geometría,
que el que depende de los sentidos hizo que renunciaran a sí mismos, se de esta escuela rebajaron el conjunto de las percepci ones, por oposición
1

sometieran a una autoridad, y reconocieran como superiores a quienes a ese mundo de las ideas al que un milagro les había dado acceso, a un
no tenían más ventaja sobre ellos que la de sustituir un pensamiento in- tejido de apariencias, y prohibieron la búsqueda de la sabiduría a quien
cierto por un pensamiento loco. no fuera geómetra. La ciencia griega nos deja, pues, en la duda. Vale más
El momento más grande de la historia, igual que hay un gran momen- consultar a la ciencia moderna; porque, a excepción de una astronomía
to en cada vida, fue la aparición del geómetra Tales, que renace para cada bastante rudimentaria, fue a la ciencia moderna a la que le estuvo reserva-
generación de escolares. Hasta entonces la humanidad no había hecho más do llevar el descubrimiento de Tales, por medio de la física, al terreno en
que probar y conjeturar; a partir del momento en el que Tales, tras haber el que rivaliza con la percepción, dicho de otro modo, al mundo sensible.
permanecido, según dice Hugo, cuatro años inmóviP, inventó la geome- Aquí ya no hay incertidumbre; es otro ámbito del pensamiento el que
tría, la humanidad supo. Esta revolución, la primera de las revoluciones, nos aporta la ciencia. El propio Tales, si resucitara para ver hasta dónde
la única, destruyó el imperio de los sacerdotes. Pero ¿cómo lo destruyó? han llevado los hombres sus reflexiones, se sentiría un habitante del terru-
¿Qué nos trajo en su lugar? ¿Nos donó ese otro mundo, ese reino del pen- ño en comparación con nuestros doctos. ¿Que quiere hojear un libro de
samiento verdadero, que los hombres siempre presintieron a través de tan- astronomía? Pues no tratará de los astros. De lo que menos hablará un
tas supersticiones insensatas? ¿sustituyó a los sacerdotes tiránicos, que rei- tratado sobre la capilaridad o el calor será de tubos estrechos y de líqui-
naban con los prestigios de la religión, por verdaderos sacerdotes, que dos, o de la cuestión de saber qué es el calor o por qué medio se propaga.
ejercieran una autoridad legítima por haber entrado verdaderamente en Los que quieren dar un modelo mecánico de los fenómenos físicos, al
el mundo inteligible? ¿Debemos someternos ciegamente a estos sabios igual que los primeros astrónomos representaron el curso de los astros
que ven por nosotros, igual que nos sometíamos ciegamente a sacerdo- por medio de máquinas, son ahora despreciados. En nuestros libros so-
tes también ciegos, si la falta de talento o de ocio nos impide entrar en sus bre la naturaleza, Tales, a falta de las cosas o de modelos mecánicos que
filas? ¿o esta revolución, por el contrario, sustituyó la desigualdad por la las imiten, esperaría encontrar figuras geométricas; volvería a sentirse
igualdad, enseñándonos que el reino del pensamiento puro es el propio decepcionado. Creería que su invención había sido olvidada, y no vería
mundo sensible, que este conocimiento casi divino que presintieron las que es la reina, pero en forma de álgebra. La ciencia, que en tiempos de
religiones no es más que una quimera, o más bien que no es otra cosa que los griegos era la ciencia de los números, de las figuras y de las máqui-
el pensamiento común? Nada es más difícil de saber para cualquier hom- nas, no parece consistir ya más que en la ciencia de las puras relaciones.
bre, y al mismo tiempo nada es más importante. Pues se trata nada me- El pensamiento común sobre el que parece que Tales, si no se limitaba a
nos que de saber si debo someter la conducta de mi vida a la autoridad él, al menos se apoyaba, ahora es claramente despreciado. Las nociones
de los sabios, o a las solas luces de mi propia razón; o más bien, puesto de sentido común, tales como el espacio de tres dimensiones, los postu-
que esta es una cuestión que solo a mí corresponde decidirla, si la cien- lados de la geometría euclidiana, son dejadas de lado; algunas teorías,
cia me traerá la libertad, o unas cadenas legítimas. Esto es lo que el mi- incluso, no temen hablar de espacio curvo, o asimilar una velocidad men-
lagro geométrico, considerado en su origen, difícilmente permite decir. surable a una velocidad infinita. Se da rienda suelta a las especulaciones
La leyenda quiere que Tales encontrara el teorema fundamental de la concernientes a la naturaleza de la materia, que tratan de interpretar tal o
matemática cuando, para medir las pirámides, comparó la relación entre cual resultado de nuestra física sin preocuparse lo más mínimo por lo que
las pirámides y su sombra con la relación entre el hombre y la suya. Aquí pueda ser para los hombres normales y corrientes esa materia que tocan
la ciencia parecería no ser más que una percepción más atenta. Pero los con sus manos. Total, que todo lo que es intuición es excluido por los
griegos no 16 juzgaron así. Platón dijo bien que, aunque la geometría se científicos siempre que pueden, ya no admiten en la ciencia más que la
sirve de figuras, sin embargo esas figuras no constituyen el objeto de la forma abstracta del razonamiento, expresada en un lenguaje conveniente
por medio de signos algebraicos. Como, por el contrario, en el vulgo el ra-
3. Los miserables, 2.a parte, lib. VII, cap. 8. El texto exacto es: «La mirada al cielo zonamiento no se produce más que en estrecha ligazón con la intuición, un
es una obra. Tales permaneció cuatro años inmóvil. Fundó la filosofía». abismo separa al docto del ignorante. Así pues, los científicos han sucedí-

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INTRODUCCIÓN
CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES

nes son competentes en la materia, los científicos han llegado a traducir


do a los sacerdotes de las antiguas teocracias, con la diferencia de que una la experiencia por medio de ecuaciones diferenciales que so~ incapa-
dominación usurpada ha sido sustituida por una autoridad legítima. ces de relacionar con la energía o con la fuerza, o con el espacw, o con
Sin rebelarse contra esta autoridad se la puede, sin embargo, exa- cualquier otra noción propiamente física. Así que esa mis~a ciencia q~e
minar. Inmediatamente saltan a la vista contradicciones sorprendentes. despreciaba con arrogancia la intuición se ha visto conducida a traduClr
Veamos por ejemplo cuáles son las consecuencias de ese imperio absolu- la experiencia al lenguaje más general posible. . . .
to ejercido por la matemática más abstracta sobre la ciencia. La ciencia Otra contradicción se refiere a la relación entre la ciencia y sus apli-
se purificó de lo que tenía de intuitivo, ya lo hemos señalado, hasta no caciones. Los científicos modernos, al considerar, como, según parece,
referirse más que a combinaciones de puras relaciones. Pero es preci- les conviene hacer, que el conocimiento es el objetivo más noble que
so que estas relaciones tengan un contenido, y ¿dónde encontrarlo sino pueden proponerse, se niegan a meditar con vi~tas a posible~ aplicacio-
en la experiencia? Igualmente, la física no hace sino expresar por me- nes industriales, y proclaman muy alto, con Pomcare, que, s1 no puede
dio de signos convenientes las relaciones que se encuentran entre los da- existir la Ciencia por la Ciencia, tampoco puede haber Ciencia. Pero
tos de la experiencia. Dicho de otro modo, puede considerarse que la fí- esto parece no compadecerse bien con aquella otra .idea ~e q~e la c~es­
sica consiste esencialmente en una expresión matemática de los hechos. tión de saber si tal teoría científica es verdadera no t1ene mngun senttdo,
En lugar de ser la reina de la ciencia, la matemática no es más que un y que esta solo es más o menos cómoda. Por lo demás~ la dista?cia q~e
lenguaje; a fuerza de dominar, ha quedado reducida a un papel servil. parecía haber entre el docto y el ignorante se reduce as1 a una dtferenCla
Por eso Poincaré pudo decir, por ejemplo, que las geometrías euclidianas de grado, pues la ciencia resulta ser no más verdadera, sino más cómoda
y las no euclidianas no difieren más que como un sistema de medida de que la percepción. . . .
otro. «¿Qué se debe pensar», dice en La ciencia y la hipótesis, «de esta Estas contradicciones ¿solo son insolubles en apanencia? e: O son un
cuestión?: ¿es verdadera la geometría euclidiana? No tiene ningún senti- signo de que los doctos, al separar como hacen el pensamiento científico
do. Lo mismo que preguntar si el sistema métrico es verdadero 'y las me- del pensamiento común, se rigen más por sus propios prejuicios q~e p~r
didas antiguas son falsas; si las coordenadas cartesianas son verdaderas la naturaleza de la ciencia? El mejor medio de saberlo es tomar la ciencia
y las coordenadas polares son falsas. Una geometría no puede ser más en su fuente e indagar según qué principios se constituyó; pero más que a
verdadera que otra, solamente puede ser más cómoda» 4 • Así, según el Tales, por las razones dadas más arriba, es preciso que nos remonte~n:os al
testimonio del mayor matemático de nuestro siglo, la matemática no es origen de la ciencia moderna, a la doble revolución por la ~ualla Ílsi~a ~:
más que un lenguaje cómodo. Desempeña siempre, de una u otra forma, convirtió en una aplicación de la matemática y la geometna se convirtw
el mismo papel que le vemos desempeñar en las leyes elementales de la en álgebra, dicho de otro modo, a Descartes.
física, representadas por curvas. La experiencia proporciona los puntos
que representan, sobre el papel, las medidas realmente efectuadas; el
matemático proporciona solamente la curva más simple que comprenda
todos esos puntos, de manera que las diversas experiencias puedan ser
reducidas a una sola ley. Y esto también lo reconoció Poincaré.
«Todas las leyes», dice en El valor de la ciencia, «están sacadas de
la experiencia; pero para enunciarlas es necesario un lenguaje especial
[... ] Las matemáticas proporcionan al físico el único lenguaje que puede
hablar» 5 • A esta función, y a la de indicar al físico analogías entre los fe-
nómenos por\ la semejanza de las fórmulas que los expresan, se limita, se-
gún Poincaré,1 el papel del análisis. Hasta el punto de que, de creer a quie-

4. «Las geometrías no euclidianas», en La Science et l'hypothese, Flammarion, Pa-


rís, 1968.
5. H. Poincaré, La Valeur de la science, Flammarion, París, 1909, p. 141.

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PRIMERA PARTE

que viera que no estaban estropeadas; y, dejando fuera las otras, no las
volvería a poner en su canasta?» 2 (VII, 481).
De hecho la creencia en el testimonio de los sentidos no está en el nú-
' '

mero de los pensamientos que Descartes, después de Haberlos rechazado,


PRIMERA PARTE recupera como buenos. El~?j~to de la física cartesiana es,
rio, reem:Plazar las cosas que sentimos por cosas que no naceJmc>s
com2re~nder, hasta el punto de suponer, como fuente de los rayos solares,
un simple torbellino. El mismo sol es privado de su luz por el espíritu. Y,
en efecto, veamos el comienzo de El mundo, titulado también Tratado de
la luz: «Al proponerme tratar aquí sobre la Luz, lo primero que quiero
advertiros es que puede haber diferencia entre la impresión que tenemos
de ella, es decir, entre la idea que se forma en nuestra imaginación por
mediación de nuestros ojos, y lo que hay en los objetos que produce esa
impresión en nosotros, es decir, lo que hay en la llama o en el sol, que re-
Si pudimos tener alguna incertidumbre sobre la cuestión de saber si, en cibe el nombre de Luz» (XI, 3). Lo que demuestra mediante un ejemplo
su misma fuente, la ciencia hizo algo así como sustituir el mundo sensible sacado de la propia experiencia. «De todos nuestros sentidos el tacto
por un mundo inteligible, no parece que esta incertidumbre deba tardar es el que se considera menos engañoso y más seguro; de suerte que, si
en disiparse. Porque si abrimos las Meditaciones, leemos nada más empe- os muestro que incluso el tacto nos hace concebir varias ideas, que no se
zar: «Todo lo que hasta ahora he tenido por más verdadero y más seguro, parecen de ninguna manera a los objetos que las producen, pienso que
lo he aprendido de los sentidos, o por los sentidos; sin embargo, he ex- no debéis encontrar extraño que os diga que la vista puede hacer algo
perimentado alguna vez que los sentidos eran engañosos, y es prudente semejante [... ] Un caballero vuelve de una pelea: en el ardor del com-
no fiarse nunca por completo de los que alguna vez nos engañaron» 1. bate podría haber sido herido sin darse cuenta de ello; pero ahora que
Como consecuencia de ello, cuando Descartes quiere buscar la verdad, empieza a enfriarse, nota dolor, cree estar herido: llaman a un cirujano,
cierra los ojos, se tapa los oídos, borra incluso de su pensamiento todas las lo examina, y al fin se descubre que lo que notaba no era otra cosa que
imágenes de las cosas corporales, o al menos, ya que eso difícilmente pue- una hebilla o una correa que, al haberse metido bajo sus armas, le apre-
de hacerse, las tiene por vanas y falsas. Es verdad que esto concierne a una taba y le molestaba. Si su tacto, al hacerle sentir esa correa, le hubiera
investigación metafísica, y no matemática; pero sabido es que Descartes impreso su imagen en el pensamiento, no hubiera tenido necesidad de
consideraba su doctrina metafísica como el fundamento de todos sus pen- un cirujano que le aclarara qué era lo que notaba» (XI, 5).
samientos. Así pues, la primera provisión del Descartes pensante es hacer Al negarse, pues, a creer en los sentidos, Descartes confía únicamente
abstracción de las sensaciones. Es verdad que ello no es más que una for- en la razón, y sabido es que su sistema del mundo es el triunfo de lo que
ma de su duda hiperbólica, y se podría creer que esta desconfianza res- se llama método a priori; y este método lo aplicó con una audacia que no
pecto a los sentidos es solo provisional, conforme a la comparación con ha tenido, según una conocida frase, ni ejemplo ni imitador 3 ; pues llega
la cual explica Descartes lo que para él es la duda en su respuesta a las incluso a deducir la existencia del cielo, de la tierra y de los elementos.
séptimas objeciones: «Si por ventura [alguien] tuviera una cesta llena de «El orden que he seguido en esto», escribe en el Discurso del método, «ha
manzanas, y se diera cuenta de que algunas estaban podridas, y quisiera
apartarlas, por miedo a que corrompieran al resto, ¿cómo se las arregla-
ría para hacerlo? ¿No empezaría primero por vaciar su cesta; y después de 2. Meditationes, «Objectiones septimae», ed. de F. Alquié, Garnier, París, t. II, 1967,
eso, mirando todas las manzanas una a una, no escogería solo aquellas p. 982. [En la presente edición española se ha prescindido del texto latino, que es el que cita
Simone Weil en su trabajo, sustituyéndolo por la traducción de la versión francesa aportada
por los editores del tomo I de las CEuvres completes. (N. del E.)].
1. AT IX, 14. Las referencias que da Simone Weil en el cuerpo del texto (número
3. Cf. J.-J. Rousseau, apertura de las Confesiones: «Inicio una empresa que no ha
romano, seguido de página) remiten a esta misma edición.
tenido nunca ejemplo y cuya ejecución no tendrá nunca imitador».

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PRIMERA PARTE
CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES

sido este. Primeramente he tratado de encontrar en general los Principios hombre como animal que ríe, sino racional, tampoco se debe definir el
o Primeras Causas de todo lo que es o puede ser en el mundo, sin consi- cuerpo por su impenetrabilidad, sino por la extensión. Tanto más cuan-
derar para este efecto más que solo a Dios que lo ha creado, ni sacarlas to que la facultad de tocar y la impenetrabilidad tienen relación con las
de otra parte que de algunas semillas de verdad que están naturalmente partes, y presuponen en nuestra mente la idea de un' cuerpo dividido o
en nuestras almas. Después de esto, he examinado cuáles eran los prime- terminado, cuando podemos perfectamente concebir un cuerpo continuo
ros y más ordinarios efectos que podían deducirse de estas causas: y me de una magnitud indeterminada o indefinida, en el que no se considere
parece que por ese medio he encontrado unos Cielos, unos Astros, una más que la extensión» 4 •
Tierra, e incluso, sobre la tierra, agua, aire, fuego, minerales, y algunas Sin embargo, donde estalla sobre todo esta idea de la extensión pura,
otras cosas parecidas que son las más comunes de todas y las más simples» de la extensión en sí, utilizando un lenguaje platónico, es en la revolución
(VI, 63). Programa que se cumple en los Principios, con este comentario que supuso para la matemática la Geometría de 1637. Los geómetras an-
casi insolente, que se encuentra también en la Correspondencia: «Las de- tiguos razonaban, es cierto, no sobre el triángulo o el círculo que tenían
mostraciones de todo esto son tan ciertas que, aunque la experiencia ante sus ojos, sino sobre el triángulo o el círculo en general; sin embargo,
pareciera hacernos ver lo contrario, sin embargo estaríamos obligados quedaban como pegados al triángulo o al círculo. Como sus demostra-
a dar más crédito a nuestra razón que a nuestros sentidos» (Principios, ciones se apoyaban en la intuición, guardaban siempre algo propio de la
II, § 52). Con el anterior podemos comparar este pasaje de una carta a especie de figura que tenían por objeto. Cuando Arquímedes consiguió
Mersenne: «Me río del señor Petit, y de sus palabras, y no tenemos, me medir el espacio encerrado por un segmento de parábola, este admira-
parece, más motivo para escucharle, cuando promete refutar mis refrac- ble descubrimiento no fue sin embargo de ninguna ayuda para investi-
ciones mediante la experiencia, que si quisiera hacer ver, con alguna po- gaciones análogas concernientes, por ejemplo, a la elipse; pues eran las
bre escuadra, que los tres ángulos de un triángulo no son iguales a dos propiedades particulares de la parábola las que, por medio de una cons-
rectos» (II, 4 9 7). trucción impracticable o inútil para cualquier otra figura, hacían posible
Así pues, la física cartesiana es geométrica; pero a su vez la geometría esta medida.
cartesiana está muy lejos de la geometría clásica, que Comte con tanto Descartes fue el primero en comprender que el único objeto de la
acierto denominó «especial» porque está asociada a las formas particu- ciencia son las cantidades mensurables, o más bien las relaciones que de-
lares. Aquí, puesto que consideramos a Descartes históricamente, puede terminan esa medida, relaciones que, en la geometría, se encuentran so-
sernos útil considerar qué forma adquirieron sus ideas en los filósofos que lamente como envueltas en las figuras, lo mismo que pueden estarlo, por
son más o menos sus discípulos. Sin embargo, tras la Geometría 163 7, ejemplo, en los movimientos. Después de esta intuición genial, a partir de
Malebranche y Spinoza se pusieron de acuerdo para distinguir, aunque Descartes los geómetras dejaron de estar condenados, como sucedió con
de manera diferente, la extensión inteligible de esa extensión que se echa los geómetras griegos, a tener que hacer corresponder una expresión del
como un manto sobre las cosas y no habla más que a la imaginación. Aun- grado que fuese solo a una extensión que tuviera un número de dimensio-
que Descartes no haya llegado explícitamente hasta ella, es a él a quien nes correspondiente, líneas para las cantidades simples, superficies para
hay que conceder el mérito de esta contundente idea. Parece darla por los productos de dos factores, volúmenes para los productos de tres. En
sobreentendida en algunos sitios, como en el célebre pasaje del trozo efecto: « ... todas estas cosas son equivalentes, si se las considera sola-
de cera donde Descartes despoja a la extensión de su ropaje de colores, mente bajo la relación de la dimensión, como se debe hacer aquí y en las
olores, sonidos, y más todavía en las líneas siguientes, dirigidas a Morus, ciencias matemáticas. [... ] Esta consideración arroja una gran luz sobre
donde la extensión parece ya concebida, como lo será en Spinoza, no la geometría, pues la mayoría de los hombres cometen el error de con-
todavía como indivisible, es cierto, pero sí independientemente de las cebir en esta ciencia tres especies de cantidades: la línea, la superficie y
partes: «Pero -hna vez más, el poder de ser tocado, o la impenetrabilidad el cuerpo. Ya se ha dicho, en efecto, que la línea y la superficie no son
en el cuerpo, es solamente como la facultad de reír en el hombre, el pro- concebidas como verdaderamente distintas del cuerpo, o como distintas
prium quarto modo de las reglas comunes de la lógica: pero esa no es su
diferencia verdadera y esencial, que, según entiendo, consiste en la exten- 4. Carta del5 de febrero de 1649 (AT V, 269). Para Aristóteles, cf. Tópicos, VI, 1.
sión; y por consiguiente, del mismo modo que no se define en absoluto al Este «propio» designa «lo que pertenece a toda la especie, solo a ella, y en todo tiempo».

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES PRIMERA PARTE

entre sí; pero si se las considera solamente en tanto que abstraídas por directamente el análisis a la física, no hacía más que repetir en otra ma-
el entendimiento, entonces ya no son especies diferentes de cantidades, teria la Geometría de 163 7. O más bien, esta Geometría no era más que
así como el animal y el ser vivo son en el hombre diferentes especies de una de las aplicaciones del principio general, aplicado hoy en todos los
sustancias»5 (X, 448). La matemática quedaba así liberada de la supersti- estudios que lo comportan, de que las relaciones entre cantidades son el
ción según la cual cada figura tenía como su cantidad propia. Las figuras único objeto del científico. Se puede, incluso, pensar que Descartes se
ya no fueron desde entonces más que datos que planteaban relaciones de hubiera adelantado a la ciencia moderna, sirviéndose del análisis tanto
cantidad; ya no era necesario más que adaptar los signos aritméticos a esta en física como en geometría, si hubiera podido disponer de un instrumen-
nueva clase de relaciones, pero ya Vieta, al crear el álgebra, los había adap- to bastante elaborado. No hay que extrañarse de que el inventor de esta
tado a todas las relaciones posibles. Las mismas curvas fueron definidas concepción tan audaz no haya tenido, como hemos subrayado, más que
por la ley, es decir, por la fórmula, que las acercaba o las alejaba, a medida desprecio hacia lo que Spinoza llamará conocimiento del primer géne-
que eran trazadas, de una recta arbitrariamente escogida. En resumen, a ro. Como Spinoza, tampoco cree que se pueda ser sabio sin filosofar, y
partir de 163 7 la esencia del círculo, según expresión que habría de em- nadie ha empleado expresiones más fuertes al respecto. «Vivir sin filo-
plear Spinoza, ya no era circular 6 • Todas las figuras fueron como disuel- sofar», dice en el prefacio de los Principios, «es propiamente tener los
tas, solo subsistió la recta, y los geómetras dejaron de considerar, como ojos cerrados, sin tratar de abrirlos nunca [... ] y al fin este estudio es más
Descartes, «otros teoremas, salvo que los lados de los triángulos seme- necesario para regular nuestras costumbres, y guiarnos en esta vida, de lo
jantes son proporcionales entre sí, y que en los triángulos rectángulos el que lo es el uso de nuestros ojos para guiar nuestros pasos» 7 • En fin, no
cuadrado de la base es igual a los dos cuadrados de los lados [... ]. Pues es de extrañar que quien descarta resueltamente las ideas «que se forman
[... ] si trazamos otras líneas y nos servimos de otros teoremas ... no vemos en la imaginación por mediación de nuestros ojos», y libera a la matemá-
tan bien lo que hacemos, si no tenemos la demostración del Teorema muy tica del yugo de la intuición, haya rebajado, como Spinoza, a la imagina-
presente en el pensamiento; y en ese caso encontramos, casi siempre, ción a no consistir más que en movimientos del cuerpo humano. Esto
que depende de la consideración de algunos triángulos, que o son rec- es lo que muestra un texto de las Reglas: «[Hay que representarse] que
tángulos o semejantes entre sí, y así volvemos al mismo sitio» (IV, 38). la imaginación es una verdadera parte del cuerpo», y más abajo: «Por
Por lo demás está claro que la iniciativa tan audaz, y después de algún ello se puede comprender cómo pueden realizarse todos los movimien-
tiempo universalmente imitada, por la cual Fourier, en sus célebres estu- tos que hacen los animales, aunque en ellos no se pueda admitir ningún
dios sobre el calor, despreció la mediación de la mecánica para aplicar conocimiento de las cosas, sino solamente una imaginación puramente
corporal» 8 (X, 414).
Así pues, la ciencia queda, por así decirlo, como purificada del barro
5. Cuando Simone Weil se refiere al volumen X de la edición Adam y Tannery, remite natal, del que Tales y sus sucesores no la habían limpiado enteramente. Es
siempre a las Regulae ad directionem ingenii. E, inversamente, cuando se refiere a las Regu-
lae con un número de página, remite al tomo X de la edición Adam y Tannnery. Seguimos
lo que Platón había presentido, un conjunto de ideas. Y ahora es el mo-
la traducción francesa de G. Le Roy, Boivin, 1933, pp. 175-177 [en adelante, Le Roy, se- mento para comprender otro aspecto del pensamiento cartesiano, con la
guido de página]. ayuda de otro discípulo de Descartes, Leibniz; pues si Leibniz quiso edi-
6. Cf. Ética, II, 7, escolio. Se puede comparar con esta nota de Simone Weil: «'La ficar con ideas no solo el conocimiento humano, sino incluso el conoci-
idea de círculo no es redonda' (Spinoza). Ininteligible. Brunschvicg comentaría sin duda que miento divino, que, según su sistema, es lo mismo que el mundo, también
la idea del círculo es x 2 + y2 - 2ax- 2bx +e= O [a2 + b 2 - e;;::: 0]. Comentario débil. Pero
¿puede ser tan débil? Porque donde la figura presenta una forma, la ecuación no expresa es Descartes quien debe ser considerado como el inspirador de esta doctri-
más que la manera en que se genera el movimiento». [Cf. Eupalinos: pocas palabras ... ]. na. En las Meditaciones se contentaba, es cierto, con constatar la existen-
En geometría háy demasiada imaginación todavía porque nos presenta formas, un espacio cia en su mente de ideas que, decía, no pueden ser consideradas una pura
inmediato (de intnediatas relaciones de distancia). Pero la geometría analítica difiere de la nada, y no son fingidas por ella, pero que tienen sus naturalezas verdade-
otra en que genera todo por movimientos rectos, los únicos movimientos. La condición
geométrica (moverse, acercarse a un punto) no puede ser cumplida directamente». Para
Eupalinos cf. Paul Valéry: «Llamo, pues, 'geométricas' a aquellas figuras que son signos de
los movimientos que podemos expresar en pocas palabras» (CEuvres, Gallimard, La Pléiade, 7. AT IX, 3-4.
París, t. 11, 1960, p. 109). 8. Le Roy, 114-115.

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES PRIMERA PAR TE

ras e inmutables 9 • Pero en las Reglas, obra de la que Leibniz poseía un La idea que podemos hacernos de Descartes como fundador de la
ejemplar, Descartes va mucho más lejos en su doctrina de las ideas sim- ciencia moderna parece, pues, completa. La geometría clásica estaba to-
ples, que define así: «Llamo absoluto todo lo que contiene en sí la natura- davía como pegada a la tierra; él la desligó de ella, fue como un segun-
leza pura y simple de la que se trata: así todo lo que se considera como in- do Tales en relación con Tales. Trasladó el conocimie'nto de la naturaleza
dependiente, causa, simple, universal, uno, igual, semejante, recto u otras desde el ámbito de los sentidos al ámbito de la razón. Purificó, pues, nues-
cosas de este tipo; y lo llamo lo más simple y lo más fácil, a fin de que nos tro pensamiento de imaginación, y los científicos modernos, que aplica-
sirvamos de ello para resolver las cuestiones» 10 (X, [3 81-]3 82). ¿y cómo ron directamente el análisis a todos los objetos susceptibles de ser estudia-
debemos servirnos de ellas? Esto es lo que leemos más abajo. «Debemos dos así, son sus verdaderos sucesores. Poincaré, al sustituir las pruebas
subrayar, en segundo lugar, que no hay más que pocas naturalezas puras intuitivas concernientes a la adición y a la multiplicación por pruebas
y simples, de las que, de buenas a primeras y por sí mismas, podamos te- analíticas, dio prueba de espíritu cartesiano 14 • Los que después de Leibniz
ner intuición, independientemente de todas las demás, sea por las expe- esperan, por así decirlo, construir el universo con ideas, o al menos pien-
riencias, sea por la luz que hay en nosotros; decimos también que hay que san que el universo en Dios, o, por decirlo de otro modo, en sí mismo,
observarlas con cuidado: porque son las que llamamos las más simples en no está construido de otra manera 15 , esos también proceden de Descar-
cada serie. Todas las otras, por el contrario, no pueden ser percibidas tes. No en cuanto a la oposición, señalada más arriba, entre la comodidad
más que si son deducidas de aquellas, ya sea inmediata y próximamente, tomada como regla de la ciencia y el desprecio de las aplicaciones, que
ya sea por intermedio de dos, tres o varias conclusiones diferentes ... » 11 no se encuentra en Descartes. Pues si en su juventud, cuando piensa que
(X, 383). Y más abajo, este texto aún más significativo: «Resulta, en tercer las ciencias no sirven más que para las artes mecánicas, juzga que unos
lugar, que toda ciencia humana no consiste más que en ver distintamente fundamentos tan firmes no han servido para nada de mucha relevancia,
cómo estas naturalezas simples concurren en la composición de las demás por otra parte, igual que Poincaré, no parece exigir teorías científicas que
cosas» 12 (X, 4 2 7). sean verdaderas, sino solamente que sean cómodas. Así es como compara
Basta con llevar la idea hasta sus últimas consecuencias para volver a a menudo sus teorías con las ideas de los astrónomos referentes al ecua-
encontrar a Leibniz. Pues si, al crecer, estos edificios transparentes hechos dor y la eclíptica, que, aun siendo falsas, fundaron la astronomía. Así es
de ideas simples llegan a acercarse cada vez más a la complicación de las como quiere que el orden, esencia de la ciencia cartesiana, no se conforme
cosas existentes, ¿hemos de creer que el abismo que, pese a todo, sepa- servilmente a la naturaleza de las cosas, sino que se aplique «incluso a las
ra nuestros razonamientos del mundo se debe a la limitación de nuestra cosas que no se siguen naturalmente unas de otras» 16 • En suma, la cien-
mente, más que a la naturaleza de las ideas? De llegamos a supo- cia fue desde su aunque menos lo que es
ner que para un entendimiento infinito debe ser verdad que César cruzó actualmente. La cuestión que nos planteábamos hace un momento está
el Rubicón, exactamente igual que es verdad para nosotros que dos y resuelta. Hay que aceptar la ciencia tal como es, o renunciar a ella. N o
dos son cuatro. Si para nosotros no es así, es porque para conocer un su- habría más que quedarse aquí, y no habría tampoco que plantear ningu-
ceso, hablando con propiedad, es necesario un análisis infinito. «Aunque na otra cuestión, si una lectura un poco atenta de Descartes no bastase
sea fácil», dice Leibniz, «juzgar que el número de pies del diámetro no para encontrar una gran cantidad de textos difícilmente conciliables, al
está contenido en la noción de esfera en general, no es tan fácil juzgar si
el viaje que he proyectado hacer está contenido en mi noción; de otro
sea fácil juzgar que el número de pies del diámetro no está contenido en la noción de la
modo nos sería tan fácil ser profetas como ser geómetras» 13 . esfera en general, no es tan fácil juzgar con certeza (aunque se lo pueda juzgar bastante pro-
bablemente) si el viaje que tengo proyectado hacer está encerrado en mi noción, de otro
modo sería tan fácil ser profeta como ser geómetra».
9. MéditaÚons, V, AT IX, 51. 14. La Science et l'hypothese, Flammarion, París, 1968, pp. 33 ss. (cap. I: «Sobre la
10. Le Roy, 47-49. naturaleza del razonamiento matemático»).
11. Le Roy, 51. 15. Cf., por ejemplo, la carta ya citada aArnauld (4/14 de julio de 1686).
12. Le Roy, 135. 16. Discours de la méthode, AT VI, 18-19. La cita exacta es la siguiente: «... supo-
13. Carta a Arnauld del4/14 de julio de 1686. (Discours de métaphysique et corres- niendo incluso un orden entre [los objetos] que no se preceden naturalmente los unos a los
pondance avec Arnauld, ed. de G. Le Roy, Vrín, París, 1957, p. 118): «Eso hace que, aunque otros».

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES PRIMERA PARTE

parecer, con el esbozo de la filosofía cartesiana anteriormente trazado; esta conexión como hizo más tarde Comte, pues no hay en su obra ni
vamos también a pasar revista a algunos de esos textos, que agruparemos rastro de sociología 17 .
por orden en la medida de lo posible, reservándonos su comentario para ¿cómo la entendía? No es fácil saberlo. Pero así prevenidos queda-
más adelante. remos menos sorprendidos al subrayar que, si Descartes, como Poincaré,
En primer lugar, no es cierto que Descartes, al cultivar la ciencia, pide a la ciencia que se pliegue más a la mente que a las cosas, para él no
desprecie sus aplicaciones. N o solo estuvieron los últimos años de su se trata en absoluto de pensar cómodamente sino bien, es decir, dirigiendo
vida completamente dedicados a la medicina, que consideraba el único el pensamiento como se debe hacer. Por eso, y no porque no sea bastante
medio adecuado para volver más sabio al común de los hombres, al general o bastante fecunda, es por lo que no puede contentarse con la geo-
darles la salud, sino que, más aún, no se tomó la molestia de comunicar metría clásica, en la que en un principio había esperado encontrar con qué
sus reflexiones al público más que con vistas a las aplicaciones. Por- satisfacer su deseo de saber. «Pero por ningún lado puse la mano sobre
que, dice, mientras no hubo llegado a resultados satisfactorios sobre las autores que me hayan satisfecho plenamente; leía en ellos muchas cosas
ciencias especulativas o la moral, no se creyó obligado a publicarlos. referentes a los números, que después de haber hecho cálculos, recono-
«Pero», continúa, «tan pronto como hube adquirido algunas nociones cía como verdaderas; y también en lo tocante a las figuras me ponían en
generales referentes a la física, y, al comenzar a probarlas en diversas cierto modo ante los ojos muchas verdades, que sacaban de ciertos prin-
dificultades particulares, me di cuenta de hasta dónde pueden conducir, cipios; pero no me parecía que hicieran ver con claridad al espíritu por
y cuánto difieren de los principios de los que nos hemos servido has- qué era así, y cómo se había hecho la invención» 18 (X, 375). Y cuando tra-
ta ahora, creí que no podía mantenerlas ocultas sin pecar gravemen- ta de recuperar el análisis de los geómetras griegos, hace ver claramente
te contra la ley que nos obliga a procurar, en la medida en que poda- en sus Respuestas a las Segundas Objeciones en qué consiste la ventaja
mos, el bien general de todos los hombres. Pues me han hecho ver que de semejante análisis: «El análisis muestra el verdadero camino por el que
es posible alcanzar conocimientos que sean muy útiles para la vida, y ha sido metódicamente inventada una cosa, y hace ver cómo dependen
que, en lugar de esa filosofía especulativa, que se enseña en las escue- los efectos de las causas; de manera que, si el lector quiere seguirlo, y
las, se puede encontrar una práctica, por la cual conociendo la fuerza echar una mirada cuidadosa a todo lo que contiene, no entenderá me-
y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos, y nos perfectamente la cosa así demostrada, y no la hará menos suya que si
de todos los otros cuerpos que nos rodean, tan distintamente como co- la hubiera inventado él mismo» (IX, 121). A lo que se opone la ciencia
nocemos los diversos oficios de nuestros artesanos, las podríamos em- tal como se la enseña: «La síntesis, por el contrario, por un camino muy
plear de la misma manera en todos los usos para los que son propias, distinto, y como examinando las causas por sus efectos (aunque la prue-
y convertirnos así en dueños y poseedores de la Naturaleza» (VI, 61). ba que contiene sea también a menudo de los efectos por las causas), a
En estas líneas, que suenan igual por así decirlo que aquellas, no menos decir verdad demuestra claramente lo que está contenido en sus conclu-
vigorosas, donde Proudhon se atreverá a decir más tarde que las espe- siones, y se sirve de una larga serie de definiciones, peticiones, axiomas,
culaciones científicas «merecen el noble nombre de trabajo» únicamen- teoremas y problemas, a fin de que, si se le niega algunas consecuencias,
te por sus aplicaciones, la ciencia parece ser considerada, con respecto haga ver cómo están contenidas en los antecedentes, y arranque el con-
a la naturaleza, no como la satisfacción de una curiosidad, sino como sentimiento del lector, por obstinado y persistente que pueda ser; pero
una toma de posesión. No es que la ciencia cartesiana no sirva también no da, como el otro, una entera satisfacción a los espíritus de quienes
a un fin que cabe considerar como más elevado; pero es el último que desean aprender, porque no enseña el método por el que ha sido inven-
hoy nos vendría a la mente, porque este fin consiste en fundar la mo- tada la cosa» (IX, 122).
ral. Descartes\ se lo escribe expresamente a Chanut, a propósito de los
Principios: «S¿ puede decir que no son más que verdades de poca im-
portancia, concernientes a materias de Física que parecen no tener nada
17. Cf. S. Weil, Cuadernos: «Descartes era demasiado generoso para desinteresarse
en común con lo que debe saber una Reina. Pero [... ] estas verdades verdaderamente de las cuestiones sociales. Pero creía que el dominio metódico del hom-
de Física forman parte de los fundamentos de la más alta y más perfec- bre sobre la naturaleza era lo único capaz de dar la libertad ... >>.
ta Moral» (V, 290). Y no podemos sospechar que Descartes entendiera 18. Le Roy, 33.

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES PRIMERA PARTE

Descartes también considera que los resultados no tienen la menor en las Matemáticas ordinarias, sino que expongo otra ciencia, de la cual
importancia para quien quiera instruirse. Se puede hallar la solución de ellas son la envoltura antes que las partes. Esta ciencia debe contener,
un problema sin que eso sea ciencia: «Todo esto lo distinguimos noso- en efecto, los primeros rudimentos de la razón humana y no tendría más
tros, que buscamos un conocimiento evidente y distinto de las cosas, que desarrollarse para hacer surgir verdades sobre cualquier tema; y,
pero no los calculadores, que se satisfacen con hallar la suma buscada, hablando libremente, estoy convencido de que es preferible a cualquier
sin advertir ni siquiera cómo depende de los datos, cuando sin embargo otro conocimiento que nos hayan enseñado los hombres, puesto que es
eso es lo único que constituye verdaderamente la ciencia» 19 (X, 458). Sa- su fuente» 22 (X, 374). Puesto que la ciencia verdadera no consiste más
ber que no se puede saber también es ciencia: «... demostrará que lo que que en dirigir bien la razón, no hay desigualdad, ni entre las ciencias,
busca sobrepasa los límites de la inteligencia humana, y por consiguiente ni entre los espíritus. Una ciencia o una parte de una ciencia no puede
no se creerá por más ignorante, puesto que este resultado no es ciencia ser más difícil que cualquier otra. «Ahora bien, hay que observar que
menor que el conocimiento de cualquier otra cosa» 20 (X, 400). El orden quienes saben verdaderamente reconocen la verdad con igual facilidad,
es toda la ciencia, y el método cartesiano, las Reglas lo repiten sin cesar, tanto si la han sacado de un sujeto simple como de un objeto oscuro; en
no concierne más que al orden. Solo hay problemas porque a menudo efecto, por un acto semejante, uno y distinto, comprenden cada verdad,
son los elementos más complejos de una serie los que nos son dados una vez que han llegado a ella; toda la diferencia está en el camino, que
mientras que los más simples nos permanecen desconocidos; la mente ciertamente ha de ser más largo/si conduce a una verdad más alejada
debe entonces proceder según le es propio, recorriendo los elementos, de los principios primeros y absolutos» 23 (Reglas, p. 401). Ningún hombre
conocidos o no, según la serie. «Así, si se quiere resolver algún proble- debe renunciar a abordar cualquier parte del conocimiento humano por-
ma, en primer lugar se lo debe considerar como ya hecho y. dar nombres que juzgue que sobrepasa su capacidad, ni tampoco porque crea no poder
a todas las líneas que parecen necesarias para construirlo, tanto a las que hacer un progreso serio en una ciencia más que a condición de especiali-
son desconocidas como a las otras. Después, sin considerar ninguna di- zarse en ella. «Pues, dado que todas las ciencias no son nada más que la
ferencia entre las líneas conocidas y las desconocidas, se debe recorrer sabiduría humana, que permanece siempre una y siempre la misma, por
la dificultad según el orden que muestre, lo más naturalmente posible, diferentes que sean los objetos a los que se aplica, y que no recibe más
cómo dependen mutuamente unas de otras» (VI, 372). cambio de los objetos del que recibe la luz del sol de la variedad de co-
Así entendida, la matemática adquiere un verdadero interés, mientras sas que ilumina, no hay necesidad de imponer límites al espíritu: el co-
que según el método de explicación clásica no tenía, para Descartes, nin- nocimiento de una verdad no nos impide, en efecto, descubrir otra igual
guno; y él no se dice en las Reglas, de que mucha gente capaz que el ejercicio de un arte nos impide aprender otro, sino que más bien
la despreciara como pueril y vana, o como demasiado complicada. «Pues, nos ayuda» 24 (Reglas, p. 360). Es más, hay que considerar que «todas las
en verdad, nada es más vano que ocuparse de numerosos vacíos y de figu- ciencias están ligadas entre sí de tal manera que es más fácil aprenderlas
ras imaginarias, hasta el punto de parecer que quieren complacerse en el todas a la vez que aislar una de ellas de las demás» 25 (Reglas, p. 361).
conocimiento de semejantes bagatelas» 21 (X, 375). Además, vale la pena Igualmente, un hombre cualquiera, por mediocres que sean su inteligencia
que se cultive esta matemática nueva, no porque nos procure, a propó- y sus talentos, puede conocer, si se aplica a ello, todo lo que está al alcance
sito de números o de figuras imaginarias, esos conocimientos que Des- del hombre 26 ; todo hombre, «... toda vez que haya distinguido, a pro-
cartes trata de bagatelas, y que no son, dice, más que la diversión de cal-
culadores o de geómetras ociosos, sino porque es como la envoltura de
22. Le Roy, 31.
la verdadera ciencia, única digna de ser cultivada. Lo que se deduce tam- 23. Le Roy, 87.
bién de las Reglas: « .•. cualquiera que considere atentamente mi pensa- 24. Le Roy, 5.
miento se apetcibirá fácilmente de que yo no pienso aquí en absoluto 25. Le Roy, 7.
26. Cf. carta al padre Perrin del 15 de mayo de 1942 («Autobiografía espiritual»):
«A los catorce años [... ]tuve de repente y para siempre la certidumbre de que cualquier ser
19. Le Roy, 195. humano, aunque sus facultades naturales sean casi nulas, penetra en el reino de la verdad
20. Le Roy, 83. reservado al genio, si solamente desea la verdad y hace constantemente un esfuerzo de aten-
21. Le Roy, 33. ción para alcanzarla».

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES PRIMERA PARTE

pósito de cada objeto, los conocimientos que no hacen más que llenar o sí, y le escribe a Morus: «Pero tened cuidado de que al llamar a una sus-
adornar la memoria, de aquellos que hacen decir de alguien que es ver- tancia sensible no la defináis más que por la relación que tiene con nues-
daderamente más sabio, distinción que es también fácil de hacer [aquí, tros sentidos, lo que no explica más que una de sus propiedades, en lugar
laguna en el texto original] advertirá ciertamente que ya no ignora nada de comprender la esencia entera de los cuerpos que, phdiendo existir aun
por falta de inteligencia o de método, y que nadie más puede saber nada cuando no hubiera hombres, no depende por consiguiente de nuestros
que él no sea capaz de conocer también, siempre y cuando aplique a ello sentidos» 30 (V, 268). Que después de esto decidiera definir el mundo por
su espíritu como es debido>) 7 (Reglas, p. 396). la extensión, es decir, por una idea, es algo que siempre ha resultado sor-
La matemática, así considerada, reina sobre la física cartesiana, pero prendente. Pero, en el siguiente texto de la Carta sobre Gassendi, él mis-
no como sobre la nuestra; no desempeña en ella el papel de un lenguaje, mo nos hace, si no comprender, al menos saber explícitamente que para
constituye el conocimiento del mundo. Queda pobre decir, aunque el pro- él este idealismo y este realismo, extremos los dos, no solo son concilia-
pio Descartes lo diga, que la física cartesiana es puramente geométrica; la bles, sino que son correlativos31 : «Varios espíritus excelentes, según di-
verdad es que en Descartes la geometría es por sí misma una física; y casi cen, creen ver claramente que la extensión matemática, que yo establezco
en estos mismos términos se atreve a escribirle a Mersenne: «He resuelto como principio de mi física, no es algo distinto de mi pensamiento, y que
abandonar la Geometría abstracta, es decir, la investigación sobre cues- no tiene, ni puede tener, ninguna subsistencia fuera de mi mente, al no ser
tiones que no sirven más que para ejercitar la mente; y esto con el fin de más que una abstracción que hago del cuerpo físico; y por consiguiente
tener más tiempo para cultivar otra clase de Geometría, que se plantea que toda mi física no puede ser más que imaginaria y fingida, como son to-
como cuestión la explicación de los fenómenos de la naturaleza» 28 • das las matemáticas puras; y que, en la física real de las cosas que ha crea-
La explicación de la reflexión y de la refracción, entre otras, cumple do Dios, es necesaria una materia real, sólida y no imaginaria. He aquí la
con este programa con una audacia aún hoy inaudita, y que escandalizó a objeción de las objeciones, y el compendio de toda la doctrina de los exce-
Fermat29 • La demostración de la ley según la cual todo movimiento con- lentes espíritus que aquí se citan. Todas las cosas que podemos entender y
serva su dirección, en El mundo, no es menos sorprendente: «Dios concebir no son, para ellos, más que imaginaciones y ficciones de nuestra
conserva cada cosa mediante una acción continua y, por consiguiente, mente, que no pueden tener ninguna subsistencia: de donde se sigue que
[... ]no la conserva tal como pudo haber sido en algún tiempo anterior, no hay nada que se pueda entender, ni concebir, o imaginar, que se deba
sino precisamente tal como es en el mismo instante en que la conserva. admitir como verdadero, es decir que hay que cerrarle completamente
Ahora bien, sucede que, de todos los movimientos, el recto es el único la puerta a la razón, y contentarse con ser mono, o loro, y no hombre,
enteramente simple, y cuya naturaleza entera se comprende en un instan- para merecer ser colocado entre estos excelentes espíritus. Pues, si las
te. Pues, para concebirlo, basta pensar que un cuerpo está en acción para cosas que se pueden concebir deben ser consideradas falsas por el mero
moverse hacia cierto lado, lo que ocurre en cada uno de los instantes que hecho de que se las pueda concebir, ¿qué queda, sino que solamente se
pueden ser determinados durante el tiempo que se mueve. Mientras que, debe admitir como verdaderas aquellas que no se conciben, y componer
para concebir el movimiento circular, o cualquier otro que pueda haber, con ellas su doctrina, imitando a los otros sin saber por qué se los imita,
hay que considerar por lo menos dos de sus instantes, o más bien dos de como hacen los monos, y no profiriendo más que palabras cuyo signifi-
sus partes, y la relación que existe entre ellas» (XI, 44 ). cado no se entiende, como hacen los loros?» (IX, 212).
No hay otro ejemplo, utilizando los términos de la escuela, de un idea-
lismo tan audaz. Otros cien textos de Descartes harían ver que nadie extre-
mó tanto el realismo. Lo que él quiere conocer es el mundo tal como es en 30. Carta del5 de febrero de 1649, ed. Alquié, t. III, p. 375.
31. Cf. S. Weil, Oppression et liberté, Gallimard, París, 1955, p. 48: «Si queremos,
no construir una teoría, sino darnos cuenta de la condición en la que el hombre se en-
27. Le Roy, 396. cuentra situado realmente, no nos preguntaremos cómo puede suceder que el mundo sea
28. Carta del27 de julio de 1638 (AT II, 268). conocido, sino cómo, de hecho, el hombre conoce el mundo; y deberemos reconocer la
29. Pierre de Fermat, matemático francés (1601-1665). D'Alembert, Lagrange y La- existencia no solo de un mundo que sobrepasa el pensamiento, sino de un pensamiento
place reconocieron que Fermat había sido el primero en tener la idea del cálculo diferen- que, lejos de reflejar pasivamente el mundo, se ejerce sobre él para conocerlo y para trans-
cial. formarlo a un tiempo. Así es como pensaba Descartes ... ».

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PRIMERA PARTE
CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES

Esta oposición se encuentra en todas partes. Si esta geometría tan iniciarse en ella por el estudio de los oficios más fáciles y más simples;
aérea que parece despreciar las figuras, resulta ser lo bastante sustancial sobre todo de aquellos donde reina más orden, como el de los tejedores,
como para constituir una física, es porque no se despega nunca de la ima- de las bordadoras o de las encajeras.
ginación. «El estudio de las matemáticas», escribe Descartes a la princesa En cuanto a la parte propiamente física de la ciericia cartesiana, es bien
Isabel, «ejercita principalmente la imaginación» (III, 692), y en un lugar sabido, por los innumerables ejemplos que pueden encontrarse en el Mun-
de las Reglas: «En adelante no haremos nada más sin la ayuda de la imagi- do, los Principios, los Meteoros, que utiliza las comparaciones más familia-
nación» (X, 443). Es en la imaginación, dice también allí (p. 415), donde res, sacadas algunas veces de la naturaleza más próxima a nosotros, como
hay que formar la idea de todo lo que puede relacionarse con el cuerpo. los remolinos de los ríos, pero sobre todo de los oficios y de las herramien-
Sirviéndose de la imaginación, la mente geómetra no maneja ideas vacías, tas, de la honda, de la uva que se prensa. Podría creerse que estas com-
capta algo. Descartes también rechaza, en nombre de la imaginación, pro- paraciones no son más que medios de vulgarización; al contrario, son la
posiciones tales como: la extensión o la figura no es un cuerpo; el número sustancia misma de la física cartesiana, como Descartes se asegura de ex-
no es la cosa numerada, la superficie es el límite del volumen, la línea el plicar a Morin: «Y he tenido que servirme de estas bolas sensibles para
límite de la superficie, el punto el límite de la línea; la unidad no es una explicar su remolino, en vez de las partes de la materia sutil que son in-
cantidad, etc.; proposiciones todas que, dice, deben ser absolutamente sensibles, a fin de someter mis razones al examen de los sentidos, tal como
desechadas de la imaginación aun cuando fueran verdaderas (X, 445). siempre trato de hacer» (II, 366), y más significativamente todavía: «Es
Quiere que, si se trata de número, imaginemos un objeto mensurable por cierto que las comparaciones de las que es costumbre servirse en la Es-
medio de varias unidades, que el punto de los geómetras, cuando com- cuela, explicando las cosas intelectuales por medio de las corporales, las
ponen la línea, no sea más que una extensión, abstracción hecha de cual- sustancias por los accidentes, o al menos una cualidad por otra de otra es-
quier otra determinación. Porque Descartes no se contenta con advertir, pecie, instruyen solo muy poco; pero por lo que respecta a estas de las que
y en términos contundentes, a esos científicos que se sirven de distinciones me sirvo yo, no comparo más que movimientos con otros movimientos, o
tan sutiles que disipan la luz natural y encuentran oscuridad hasta en lo figuras con otras figuras, etc., es decir, cosas que a causa de su pequeñez
que los campesinos no ignoran nunca; no se contenta con avisarles de que no pueden caer bajo nuestros sentidos con otras que sí caen bajo ellos, y
por su parte no reconoce una extensión separada de una sustancia exten- que por otra parte no difieren más de ellas de lo que difiere un círculo
sa, ni ninguno de esos seres filosóficos «que en realidad no caen bajo la grande de un círculo pequeño, pretendo que son el medio más propio
imaginación» 32 (X, 442). Encuentra su idea en la misma geometría clá- que el espíritu humano pueda tener para explicar la verdad de las cuestio-
sica, culpable así de contradicciones: «¿Qué geómetra no mezcla con la nes físicas; hasta el punto de que, cuando se asegura cualquier cosa refe-
evidencia de su objeto principios contradictorios, cuando juzga que las rente a la naturaleza que no puede ser explicada por ninguna compara-
líneas no tienen anchura, ni las superficies profundidad, y que sin em- ción de este tipo, pienso saber por demostración que es falsa» (II, 368).
bargo las compone luego unas con otras, sin advertir que la línea, cuyo La misma oposición se encuentra a propósito de las ideas simples,
movimiento piensa que genera una superficie, es un verdadero cuerpo, cuya doctrina puede creerse vinculada a las ideas precedentes, aunque
y que por el contrario la que no tiene anchura no es más que un modo Leibniz la desarrollara de manera muy distinta. Pero lo cierto es que en
del cuerpo, etc. ?» 33 (X, 446). Descartes las ideas simples están muy lejos de constituir el mundo como
De manera que la ciencia cartesiana está cargada de materia, mucho en Leibniz. Estas ideas simples~ que se conciben primero y por sí mismas,
más de lo que se cree de ordinario. No desdeña las figuras, puesto que no se las explica más que oscureciéndolas, puesto que, si se las quiere ex-
Descartes dice expresamente que por sí solas «podemos formarnos ideas plicar, o se explica otra cosa con su nombre o la explicación no tiene nin-
de todas las cosas» 34 (X, 450). Está tan ligada a la imaginación, tan unida gún sentido. Todo esto lo dice Descartes, es cierto. Incluso añade que es-
al cuerpo hurhano, tan próxima a los trabajos más comunes, que conviene tas naturalezas simples «no contienen nunca nada falso» (Reglas, X, 420).
Pero lejos de constituir el mundo con su entramado, ni siquiera pertenecen
al mundo considerado en sí mismo; guardan relación con nuestro espíri-
32. Le Roy, 165.
tu; así, a menudo «algunas cosas, en efecto, desde determinado punto
33. Le Roy, 173.
34. Le Roy, 179. de vista, son más absolutas que otras; pero, consideradas de otro modo,

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES PRIMERA PARTE

son más relativas» 35 (X, 382); y Descartes añade: «... para hacer com- La misma percepción, que ha sido considerada por tantos filósofos,
prender mejor que aquí consideramos las series de las cosas por conocer empezando por Spinoza, como el conocimiento más bajo, es de la misma
y no la naturaleza de cada una de ellas» 36 . El conjunto de las ideas claras naturaleza de la ciencia, como se ve en el célebre pasaje del pedazo de
también está lejos de constituir un entendimiento divino; por el contra- cera. «¿Cómo es este pedazo de cera que no puede se~ comprendido más
rio, siguiendo una doctrina que siempre ha parecido oscura, pero a la que por el entendimiento o el espíritu? Es, en efecto, el mismo que veo,
que Descartes daba una gran importancia, las verdades eternas extraen que toco, que imagino [... ] Mi percepción no es una visión, o un tacto,
su ser únicamente del decreto de Dios, de la misma manera que en Platón ni una imaginación, y no lo ha sido nunca, aunque así lo pareciera antes,
las esencias son creadas y alimentadas por el sol del Bien. Porque, escribe sino solamente una inspección del espíritu[ ... ] y así comprendo, por el
Descartes a Mersenne: «En Dios querer y conocer son la misma cosa» solo poder de juzgar que reside en mi espíritu, lo que creía ver con mis
(I, 149); y algunos días antes: «En efecto, hablar de Dios como de un Jú- ojos 39 ». Lo que explica en la Dióptrica con la comparación del ciego que
piter o Saturno y someterlo a la laguna Estigia y a los destinos es como percibe, no las sensaciones que causa la presión del bastón en su mano,
decir que sus Verdades son independientes de él. No tema, se lo ruego, sino directamente los objetos con la punta del bastón40 . Lo que da oca-
asegurar y publicar por todas partes que es Dios quien ha establecido las sión a Descartes de hacer una teoría de las sensaciones como signos, con
leyes en la naturaleza, igual que un Rey establece leyes en su reino». el ejemplo de los dibujos, en los que vemos, no trazos sobre el papel,
Lejos de que el hecho sea idealizado hasta no estar constituido más sino hombres y ciudades (VI, 113). Y lo que es destacable es que usa casi
que por ideas, son las ideas las que parecen aquí como constituir el hecho, los mismos términos que usará, en las Respuestas a las Quintas Objecio-
y tanto más claramente cuando Descartes continúa: «Son todas mentibus nes, para explicar que las líneas trazadas sobre el papel, lejos de darnos
nostris ingenitae 37, igual que un Rey imprimiría sus leyes en el corazón de la idea del triángulo, no son más que los signos del verdadero triángulo
todos sus súbditos, si tuviera también el poder de hacerlo» (I, 145). Así, (VII, 383). Descartes también encuentra en la percepción una «geome-
que dos cantidades iguales a una tercera sean iguales entre sí, no sería tría natural» y «una acción del pensamiento que, no siendo más que una
una ley del espíritu, sino una ley del mundo. Aquí parece todavía que la imaginación muy simple, no deja de encerrar en sí un razonamiento se-
geometría es una física; y aparece como una idea ligada a aquella otra de mejante al que hacen los agrimensores, cuando, por medio de dos posicio-
que no hay entendimiento infinito, aunque difícilmente se comprenda nes diferentes, miden los lugares inaccesibles» (Dióptrica, VI, 138).
cómo, puesto que Dios no es más que voluntad, y que el entendimiento Así que, al mirar más de cerca a aquel Descartes que de lejos parecía
está, pues, limitado por su propia naturaleza. presentar un sistema coherente y conveniente al fundador de la ciencia
Por último, Descartes no solo considera que cualquier mente, cuando moderna, no encontramos más que contradicciones. Y, lo que es más gra-
se aplica a pensar como es debido, es igual al genio más grande, sino que ve, estas contradicciones parecen proceder todas de una contradicción
incluso en el pensamiento más común encuentra la mente humana. Según inicial. Pues no se ve qué interés podía presentar la ciencia para el funda-
él hay una sabiduría común mucho más próxima a esta filosofía verdade- dor de la ciencia moderna, el mismo que había tomado como divisa la
ra, que es al espíritu lo que los ojos son al cuerpo, de lo que lo están los máxima del templo de Delfos puesta así en verso por Séneca:
pensamientos producidos por el estudio. «... Pues se ve muy a menudo
que los que nunca se han preocupado por el estudio de las letras juzgan Illi mors gravis incubat
Qui notus nimis omnibus
mucho más sólida y claramente acerca de lo que se les presenta que quie-
Ignotus moritur sibi 41 •
nes siempre han frecuentado las escuelas» 38 (X, 371). Su gran precepto
para alcanzar la sabiduría es también no estudiar demasiado. ¿Cómo es que aquel que había adoptado así la divisa socrática del Co-
\ nócete a ti mismo pudo consagrar su vida a estas investigaciones de las que
\

35. Le Roy, 49. 39. AT VII, 30. Cf. AT IX, 24-25.


36. Le Roy, 51. 40. AT VI, 84 ss., 135.
37. «... innatas en nuestras mentes». 41. Tiestes, vv. 402-404. «La muerte solo golpea duramente a quien, demasiado bien
3 8. El texto latino exacto dice: «... cum saepissime videamus [etc.]». Le Ro y, pp. 2 7-29. conocido de todos, muere sin conocerse a sí mismo».

144 145
CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES

Sócrates se burlaba? Respecto a eso, el texto en el que Descartes afirma


que empleó la razón, cuyo uso le dio Dios, para conocerlo y conocerse a
sí mismo, añadiendo que «no hubiera sabido encontrar los fundamentos
de su física si no los hubiera buscado por este camino» (1, 144 ), no hace
sino redoblar la oscuridad. Por lo demás, ¿qué tiene de extraño que no SEGUNDA PARTE 1
encontremos en Descartes más que oscuridades, dificultades, contradic-
ciones? Él mismo advirtió a sus lectores que no encontrarían otra cosa si
no hacían más que intentar saber su opinión sobre tal o cual tema, con-
siderándolo desde fuera y por fragmentos. El pensamiento cartesiano
no es tal que se lo pueda comentar desde fuera; todo comentador debe
hacerse cartesiano al menos por un momento. ¿Pero cómo ser cartesiano?
Ser cartesiano es dudar de todo, después examinarlo todo por orden, sin
creer en nada más que en el pensamiento propio, en la medida en que es
claro y distinto, y sin conceder el menor crédito a cualquier autoridad,
incluso a la de Descartes. Somos seres vivos; nuestro pensamiento va acompañado de placer o de
No tengamos, pues, ningún escrúpulo, comentando a Descartes, en dolor. Estoy en el mundo; es decir, siento que dependo de algo ajeno que,
imitar la astucia cartesiana. Del mismo modo que Descartes, para formar a cambio, siento que depende más o menos de mí. Según sienta que ese
ideas justas a propósito del mundo en que vivimos, imaginó otro mundo, algo ajeno me somete o me está sometido, siento placer o dolor. Todo
que comenzaría por una especie de caos, y donde todo se regiría por fi- lo que denomino objetos, el cielo, las nubes, el viento, las piedras, el sol,
gura y movimiento, así también imaginemos otro Descartes, un Descar- para mí son ante todo placeres, en cuanto me manifiestan mi propia exis-
tes resucitado. Este nuevo Descartes no tendría ni el genio, ni los cono- tencia; dolores, en cuanto que mi existencia encuentra su límite en ellos.
cimientos matemáticos y físicos, ni la fuerza del estilo del primero; no Placer y dolor tampoco existen sin mezclarse uno con otro, tal como apa-
tendría en común con él más que el ser un ser humano, y el haber resuelto rece en los poetas: mi placer no puede ser tal que no esté corrompido por
no creer más que en sí mismo. Según la doctrina cartesiana, basta esto. Si el deseo de un placer mayor.
Descartes no se equivocó, una reflexión similar a partir de la duda abso-
luta, siempre que sea conducida libremente, debe coincidir en el fondo, a medio de fonte leporum
pesar de todas las diferencias e incluso de todas las oposiciones aparentes, Surgit amari aliquid quod in ipsis floribus angat 2 •
con la doctrina cartesiana. Escuchemos, pues, a ese pensador ficticio.
A la inversa, el dolor nunca se siente sin cierta voluptuosidad; por-
que respirar, correr, ver, oír, incluso herirme, es ante todo disfrutar de ese
placer que es como el sabor de mi propia existencia. Para mí la presencia
del mundo es ante todo ese sentimiento ambiguo; lo que el nadador lla-
ma agua, para él es ante todo un sentimiento compuesto de la voluptuo-
sidad que da la natación y del dolor que trae el cansancio. Según que,
mientras nada, desee seguir nadando o dejar de hacerlo, el agua es más
voluptuosidad o más dolor; más amiga o más enemiga; pero, por la am-

1. Sobre la dactilografía original, Simone Weil había citado de nuevo, en epígrafe,


los tres versos de Séneca, supra, p. 145.
2. «De la fuente misma de los placeres brota no sé qué amargura que, aun en las flo-
res, prende de angustia al amante» (Lucrecio, De rerum natura, IV, 113 3-1134).

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES SEGUNDA PARTE

bigüedad del sentimiento, siempre pérfida. Y, de la misma manera que una forma indescifrable; ni siquiera forma. El mundo no me
en una mezcla de ruidos confusos repentinamente distingo palabras pro- parente, las apariencias me son impenetrables en cuanto
nunciadas por una voz conocida, o en una tela arrugada veo al despertar me hace presente ese sentimiento que constituye como su grosor, el sabor
extrañas figuras de animales o de hombres, así le parecen, en este senti- amargo y dulce de mi propia existencia. Pues ese s~bor es mío, pero no
miento indefinible, al nadador el agua bajo su cuerpo y ante sus brazos, existe por mí; si nada en mí fuera ajeno a mí, mi pensamiento estaría libre
al corredor el suelo bajo sus pies, el aire ante sus rodillas, sobre su ros- de placer y de dolor. Pero en la medida en que esta cosa impenetrable es
tro, en su pecho. En mis sueños, al pasar a la alegría o a la tristeza, hago para mí distinta y definida, en la medida en que me aparece, está como
que aparezcan paisajes ya luminosos ya apagados; cuando camino o co- moldeada en hueco sobre mí. Cuando, medio soñando, siento que me
rro, mi poderío se me muestra con la apariencia de un aire puro y vivo, baño en el agua «más blanda que el sueño», como dice el poeta, y después,
de un suelo como elástico, o mi cansancio se me da a conocer en un aire al despertar, me siento en la cama, entonces el agua y la cama no son más
suelo resbaladizo. Este sentimiento matizado de placer y de que formas definidas de esa suavidad indefinible que me las hace presen-
lo único que puedo experimentar, es, pues, el tejido del tes. ¿Por qué dos pares de naranjas que sumen cuatro naranjas son algo
mundo; es todo lo que puedo decir de él. Si este sentimiento ambiguo comprensible para mí, y no lo son dos pares de naranjas que sumen cinco
que hace presente el agua al nadador es juzgado por él como el efecto, naranjas? Yo soy así. Por qué soy así es algo que no veo medio de saber,
o la huella, o la imagen de una· frescura, de una transparencia, de una re- puesto que reconozco que mis pensamientos no pueden informarme sobre
sistencia, que no estuvieran como constituidas por ese sentimiento mismo, nada, sino sobre mí mismo. Ningún progreso de mis pensamientos puede
dice más de lo que sabe. No puedo, pues, decir nada del mundo. No pue- instruirme. No porque me esté prohibido el progreso. Ciertas propieda-
do decir: esta espina me causa dolor en el dedo, ni siquiera: me duele el des de una figura o de una combinación de cantidades no se me pueden
dedo, ni siquiera: tengo dolor. En cuanto le doy un nombre a lo que sien- revelar sin formas o cantidades auxiliares; solamente por medio de para-
to, digo, como ya vio Protágoras, más de lo que puedo saber. lelas acompañadas de sus propiedades puede estar presente en mi mente
Estas cosas que tengo tan íntimamente presentes no lo están más que la suma de los tres ángulos de un triángulo, semejante al genio que solo la
por la presencia de este sentimiento inseparable de mi propia existencia, lámpara maravillosa hacía aparecer ante Aladino. Por el contrario, que
que solamente se me revela por su intermedio. Pero iría demasiado depri- con menos de tres rectas no se pueda encerrar un espacio es algo que, para
sa si concluyera que aparte de ese mismo sentimiento no puedo afirmar aparecerme, no tiene necesidad más que de las formas correspondientes.\
nada; parece que las verdades abstractas, independientes de este senti- ¿por qué? Es un azar. Lo que llamo el mundo de las ideas no es menos
miento, no resultan afectadas por mi incertidumbre respecto a las cosas. caos que el mundo de las sensaciones; las ideas me imponen sus maneras 1
1
Las proposiciones aritméticas están vacías de placer o de dolor; se de- de ser, me aferran, se me escapan.
jan olvidar fácilmente; pero, a poco que las examine, las prohibiciones Si, por otra parte, en lugar de servirme de las formas para evocar sus
de las que están cargadas me resultan irresistibles. Mi sed, que se me hace propiedades, las interrogo por ejemplo por medio de la medida, nada
sensible en este momento por intermedio de las naranjas que tengo delan- me asegura que me responderán con las mismas propiedades; tampoco
te de mí, no puede aparecerme, ni siquiera cuando sueño, en dos pares de el ilustre geómetra Gauss 3 consideró inútil medir la suma de los tres án-
naranjas que, juntas, sumen cinco naranjas. Mi existencia se me manifies- gulos de un triángulo. Si la geometría, la medida, la acción, concuerdan,
ta por medio de apariencias, pero no puede aparecerme más que de cier- es azar. Todo está librado al genio maligno de Descartes, que no es otra
tas maneras; hay maneras de aparecer que no definen para mí ninguna cosa que el azar. Azar, no necesidad. Dicho de otro modo, nada de lo
apariencia. que pasa en mi conciencia tiene otra realidad que la conciencia que ten-
¿Por qué, si se me quiere mostrar un cuadrado que sea, en cuanto a go de ello; no hay otro conocimiento para mí que el de tener conciencia
su superfide y al mismo tiempo en cuanto a su lado, el doble de otro cua- de lo que tengo conciencia. Conocer un sueño es soñarlo; conocer un su-
drado, habré de molestarme? De hecho, si al dibujar duplico el lado de frimiento es sufrirlo; conocer un placer es gozarlo. Todo está en el mismo
un cuadrado, no hay forma de evitar que me salga un cuadrado cuádru-
ple. Un cuadrado doble que otro en superficie y en lado sería un cuadrado 3. Carl Friedrich Gauss, astrónomo, matemático y físico alemán (1775-1855). A él se
que no podría reproducir ni esbozar ni definir; no sería cuadrado, sería debe haber investigado la curvatura de las superficies. Es el inventor del magnetómetro.

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CIENCIA Y PERCEPCIÓN EN DESCARTES SEGUNDA PARTE

plano. No me sirve de nada pasar de lo que se denomina lo «sensible» a pensamiento ¿no será el pensamiento de un genio maligno? Podría serlo
lo que se denomina lo «inteligible»; conozco una propiedad del trián- en cuanto a las cosas que pienso, pero no en cuanto a que las piense. Y por
gulo cuando, después de las construcciones oportunas, me salta a la vista este poder de pensamiento, que aún no se me revela más que por el poder
o, mejor dicho, a la imaginación. Si las ideas matemáticas me procuran de dudar, sé que existo. Puedo, luego soy. Y en ese destello de pensamien-
un sentimiento de claridad y de evidencia que no aportan las sensaciones, to se me revelan varias cosas de las que antes no sabía qué eran, a saber,
no se sigue de ello que este sentimiento sea algo independientemente de la duda, el pensamiento, el poder, la existencia y el mismo conocimiento.
la conciencia que tengo de él. Ningún pensamiento, ningún acto tiene Por lo demás, esto no es un razonamiento; puedo negarme a este cono-
para mí más valor que otro. Todo es indiferente en tanto que dependo del cimiento. O más bien puedo desdeñado; no puedo negarlo. Pues desde
azar. No porque tal vez pueda aplicarse a mis pensamientos una escala de el momento en que rechazo un pensamiento cualquiera como ilusorio,
valores que ignoro; eso también es azar. El azar está vestido, disfrazado por eso mismo pienso algo que no saco de la cosa que se presenta a mi
de azul, de gris, de luz, de duro y de blando, de frío y de caliente, de recto pensamiento, pues de mis pensamientos ilusorios no puedo sacar más
y de curvo, de triángulos, de círculos, de números; el azar, es decir, cual- que la ilusión, es decir, la creencia de que son ciertos.
quier cosa. Nunca tengo conciencia de nada, sino de las vestiduras del En el momento en que acojo una idea, no sé si la acojo o si solamen-
azar; y este mismo pensamiento, en tanto que tengo conciencia de él, te se presenta; cuando rechazo una idea, aunque fuera la idea misma de
es azar. N o hay nada más. que existo, inmediatamente existo. Mi propia existencia que siento es una
¿No hay nada más? No, si para mí nada se revela como existente más ilusión; mi propia existencia que conozco, no la siento, la hago. Existir,
que en la medida en que tengo conciencia de ello. Yo mismo, en tanto que pensar, conocer no son más que aspectos de una sola realidad: poder. Yo
tengo conciencia de mí, soy cualquier cosa; lo que mi conciencia me revela conozco lo que hago, y lo que hago es pensar y es existir; pues desde el
no soy yo, sino la conciencia que tengo de mí, exactamente igual que no momento en que hago, hago mi existir. Soy una cosa que piensa. ¿se dirá
me revela las cosas, sino la conciencia que tengo de las cosas. De aquello que, sin saberlo, existo, que hago tal vez aún algo más, fuera del pensa-
de lo que tengo conciencia, no sé nunca qué es; sé que tengo conciencia de miento? ¿Qué significa esto? ¿Qué sería un poder que yo no ejerzo?
ello. He aquí, pues, una cosa que sé: tengo conciencia, pienso. ¿y cómo Ciertamente, un dios desconocido puede servirse de mí, sín que yo lo
lo sé? No es una idea, un sentimiento más entre las ideas y los sentimien- sepa, con vistas a efectos que ignoro; pero yo no produzco esos efectos.
tos que aparecen en mi pensamiento. Siento que el cielo es azul, que estoy Y en cuanto a conocer mi propio ser, lo que soy se define por lo que
triste, que gozo, que me muevo; lo siento, no sé nada de ello. Lo que pien- puedo. Hay, pues, algo que puedo conocer, soy yo; y no puedo conocer
so, lo pienso; no hay nada más que conocer. ¿Nada? Sí. ¿y entonces qué? mr1guma otra cosa. Conocer es conocer lo que y +-vl.lv:t~+-o
Todo lo que siento es ilusión, pues todo lo que se presente sin que yo reci- medida en que al gozar, al sufrir, al sentir, al imaginar, .;:n,~r¡t·lntn
ba de ello el impacto de su existencia real se burla de mí. Y no solamente por padecer, transformando así la ilusión en certidumbre y el azar en
placer, sufrimiento, sensación, sino como consecuencia también este ser necesid<!d, has:er y padecer.
al que llamo yo, que goza, sufre y siente. Todo ello es ilusión. ---:H;~er yp~decer, est;-~posición es prematura; pues no me conozco
¿Qué significa esto? ¿Que todo parece ilusorio? No; significa, por el más que un poder, el de dudar, poder cuyo ejercicio no podría ser impe-
contrario, que todo ello produce ilusión, y, por consiguiente, parece cier- dido por nada. No se trata de que, entre todos los objetos, todas las ideas
to. Apenas si puedo admitir que esta mesa, este papel, esta pluma, este de las que he decidido dudar, la mayoría o mejor dicho todos, no me haya
bienestar y yo mismo no son más que cosas que pienso; cosas que pienso parecido que dejaban cierto margen de acción a mi poder. En este preciso
y que aparentan existir. Yo las pienso; ellas tienen necesidad de mí para momento, soy yo quien deslizo mi pluma sobre el papel. Todo lo que veo
ser pensadas\ ¿En qué sentido? Porque no pienso lo que quiero. Me pro- lo hago desaparecer, reaparecer, moverse, cerrando y volviendo a abrir
de igual modo por su propio poder. ¿Qué es, pues, lo que los ojos, moviendo la cabeza. Puedo cambiar de sitio la mayoría de los
mí? La creencia. Las cosas que producen ilusión yo las pienso objetos que toco, caminar, saltar, correr. ¿Pero sé si existen estos ojos,
o como seguras o como ilusorias, quedando intacto por otra parte el pres- este cuerpo, estos objetos? Un poder ejercido sobre ilusiones no puede
tigio que ejercen sobre mí. El poder que ejerzo sobre mi propia creencia ser más que ilusorio. La creencia que me inspiran estas ilusiones es algo
no es una ilusión; gracias a ese poder sé que pienso. Lo que tomo por mi real, también es real el poder que ejerzo sobre ella; no existo aún más

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que por la duda. Si más adelante llego a reconocerme otro poder, cier- tiempo que el contacto de mis párpados, al cerrar los ojos. Pero reconoz-
tamente me pertenecerá; pero solo me define el poder de dudar, porque co fácilmente que mi irritación es mía en igual medida que el apacigua-
solo él es inmediatamente reconocido. Sin embargo, el poder que tengo miento que le sigue, mi miedo al igual que mi atrevimiento, mi tristeza al
sobre mi creencia, ¿no lo tengo sobre ciertas cosas que pienso? ¿No pue- igual que mi alegría. Del mismo modo, la oscuridad que he creído pro-
do crear o aniquilar algunos al menos de mis propios pensamientos? Su- ducir, la sensación de los párpados que se tocan, no se relacionan con-
cede que yo mismo configuro el objeto de mi pensamiento, que entonces migo de manera distinta a como hace un rato la luz y los ojos abiertos.
llamo ensoñación; entonces tengo, según parece, pleno dominio sobre mí En efecto, si me cansa la luz, la oscuridad responde inmediatamente a mi
mismo, represento el papel del genio maligno con respecto a mí mismo. deseo; y del mismo modo incluso unas piernas enfermas se agitan inme-
Pero no. En primer lugar, nunca me hago una ilusión, nunca, cuando diatamente al menor deseo de correr; pero una es la carrera que deseo y
quisiera, podría darme, en relación con las cosas soñadas, la creencia en otra es la carrera que siento. Tampoco la oscuridad he deseado que estu-
su existencia que me inspiran las que llamo cosas reales. Reconozco así viera sembrada de manchas, acompañadas del contacto de los párpados.
que mi poder sobre mi propia creencia no es más que negativo; puedo du- En una palabra, una cosa es desear sentir, otra es sentir.
creer. Pero ¿quién produce estas ensoñaciones? Nada me Por el contrario, a propósito de todas estas cosas, querer contenerme
yo. Si tengo ese sentimiento, es que, aunque penosas, no de juzgar temerariamente es contenerme de juzgar temerariamente. En la
se me presentan más que en la medida en que las acojo; pero de la extra- medida en que se trata, no de las cosas que pienso, sino solamente de mi
ña sucesión que forman siempre puedo decir la frase que inspiraron a Fí- pensamiento, el querer es eficaz por sí mismo y no tiene otro efecto que
garo los acontecimientos de su vida: «¿Por qué estas cosas y no otras?» 4 . el propio querer. Querer y actuar en este caso son uno. De modo que si
Puedo rechazarlas, pero si las creo, es por un poder que, muy diferente alegría y tristeza, oscuridad y luz, me pertenecen del mismo modo, mi
del poder de dudar, me deja en la incertidumbre a propósito de su pro- pensamiento sobre estas cosas es mío de manera muy distinta: él soy yo.
pia existencia. Tal vez las cosas que sueño me son tan exteriores como Lo que hace que yo exista, no es que me mueva, sino que lo piense. En
las cosas que creo oír, ver, tocar. Tal vez también lo que llamo las cosas cuanto a lo que llamo el poder de moverme, no es más que una relación
por excelencia me pertenezcan tanto como las ilusiones. Aunque resulte entre mis deseos y las sensaciones que mal que bien parecen responder
extraño decirlo, esta suposición, si fuera cierta, volvería ilusorio el po- a mis deseos; así, al deseo de una fruta puede responder la fruta en mi
der que creo tener sobre las cosas; sensaciones imprevistas o queridas, boca o solamente mi brazo extendido. Pero, aunque a cada deseo respon-
recorrido o caída, todo sería mío por igual. diera un goce, al desear no ejerzo ningún poder. Según eso, el deseo de
Es cierto que me sorprenden los acontecimientos, incluso cuando son oscuridad que cierra mis ojos ante una luz cegadora no es más mío que
deseados; siempre hay en lo que percibo, aunque sea agradable, algo que el dolor en los ojos. Ni ajenos ni míos, los deseos, las pasiones, las sen-
no he deseado en absoluto, que me atrapa, que se impone a mí como algo saciones, las ensoñaciones no pueden atestiguar ninguna existencia, ni
ajeno. Es lo que me hace creer casi irresistiblemente que, si mis ensoña- siquiera la mía propia, sino en la medida en que las pienso. Nada me im-
ciones no existen más que para mí, por el contrario este papel, esta mesa, pide decir otro tanto a propósito de los cálculos, de los razonamientos,
el cielo, la tierra, París, existen independientemente de mí. Pero eso no de las ideas. Estos pensamientos no se me presentan ni como las ensoña-
es una prueba. No he creído nunca que mi cólera tuviera una existencia ciones, ni como los deseos, ni como las cosas percibidas; no los encuentro
independiente de mí, y sin embargo ¿no me encolerizo súbitamente, y a más que si los busco, pero entonces sinpoder cambiarlos, como un tesoro
menudo cuando deseo al mismo tiempo permanecer tranquilo? ¿Tengo incorruptible que estuviera escondido en mí. No es menos cierto que no
alguna razón para pensar que el azul del cielo, las nubes blancas o grises, me enseñan nada, salvo que, yo que los pienso, existo. Así, lo mismo que
el contacto dei papel con mi mano, el calor del sol están más separados de sucede con el conocimiento de que existo, sucede con cualquier cono-
mí que mi cólera, mi inquietud o mi alegría? Y así como a la cólera le suce- cimiento. Debo renunciar a aprender interrogando a mis pensamientos.
de una calma que puedo creer que he conquistado, del mismo modo a la Las cosas que pienso no pueden atestiguar que haya nada junto a mí. Yo
luz y a los colores les sucede una oscuridad que creo producir, al mismo .que pienso soy el único testigo. Único testigo de mi propia existencia,
pero también, si puedo conocer alguna vez algo distinto de mí, único tes-
4. P.-A. de Beaumarchais, Las bodas de Fígaro, acto V, escena 3. tigo de ·¡a otra existencia.

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Testigo suficiente. Me ha bastado con descartar la suposición de cual- aceptación, que parece que constituyen la imaginación, es por lo que me
quier existencia para conocer inmediatamente que existo; descarto ahora comprometen mis pensamientos; no soy libre más que en la medida en
la suposición de cualquier otra existencia. Establezco que solo yo existo. que puedo liberarme. Dicho de otro modo, en la medida en que la otra
Pero ¿qué soy yo? Una cosa que ejerce ese poder que denomino pensa- existencia puede sobre mí, por intermedio de mis pensamientos, en esa
miento. Salvo por ese poder libremente, es decir, realmente ejercido, el misma medida, por el mismo intermedio, puedo yo sobre ella. Por tanto,
ser al que denomino yo no es nada. Para conocerme me queda, pues, sa- los pensamientos de los que no puedo crear ni uno solo son también to-
ber hasta dónde se extiende ese poder; pero ¿qué quiere decir esto? Este dos, desde los sueños, los deseos, las pasiones hasta los razonamientos,
poder no comporta más grados que la misma existencia, que he reconoci- en tanto que dependen de mí, signos de mí, en tanto que no dependen,
do idéntica a él. Puedo, igual que existo, absolutamente. Un poder como signos de la otra existencia. Conocer es leer en cualquier pensamiento
el que atribuyo a un rey, que es una relación entre una cosa y otra, por esta doble significación, es hacer aparecer el obstáculo en un pensamien-
ejemplo entre sus palabras y los movimientos de sus súbditos, puede ser to, reconociendo en este pensamiento mi propio poder; no un fantasma
medido; pero mi poder no es esa sombra de poder, reside íntegramente de poder como ese poder sobrenatural que a veces creo poseer en mis
en mí mismo, siendo mi propiedad, que es yo, por la cual decidir, para sueños, sino el mismo poder que me hace ser, que reconozco como mío
mí, es obrar. desde que sé que, en el momento en que pienso, existo.
Todo poder real es infinito. Si solo existo yo, no existe más que este Puedo decir, además, que son verdaderos todos los pensamientos que
poder absoluto; yo no dependo más que de mi querer, no existo sino en la denomino claros y distintos, es decir, todos los pensamientos cuyo modelo
medida en que me creo, yo soy Dios. Soy Dios, pues ese mismo dominio es el «Pienso, luego existo». En la medida en que afirmo tales pensamien-
soberano que ejercía sobre mí negativamente, cuando me prohibía juzgar, tos, soy infalible; Dios me garantiza esta infalibilidad. Todos mis otros
en este caso debo ejercerlo positivamente, en lo relativo a la materia de mi pensamientos no eran más que sombras; solo la idea de Dios ha podido
juicio; es decir que sueños, deseos, emociones, sensaciones, razonamien- dar testimonio de una existencia. Además solo la idea de Dios era la
tos, ideas o cálculos no deben ser más que mis quereres. ¿He atribuido idea de un poder verdadero, por consiguiente real; el poder verdadero no
alguna vez a Dios un poder más grande? Ahora bien, eso no es así. Yo podría ser imaginario. Si la omnipotencia pudiera ser una ficción de mi
no soy Dios. A este poder mío, infinito por naturaleza, debo reconocer- espíritu, yo mismo podría ser una ficción, pues no existo más que en la
le límites; mi soberanía sobre mí, absoluta en tanto que no quiera más medida en que participo de la omnipotencia. Así pues, el mismo Dios me
que suspender mi pensamiento, desaparece desde el momento en que se garantiza que, cuando pienso como es debido, pienso la verdad. No ten-
trata de darme algo que pensar. La libertad es el único poder que sería go motivo para suponer que esa garantía sea engañosa, que esa otra exis-
absolutamente mío. Existe, pues, algo más que yo. Si ningún poder es tencia de la que creo depender no sea más que una ilusión impuesta por
limitado por sí mismo, me basta con conocer que mi poder no es omni- Dios. Es cierto que, si llego a toparme con el límite de mi poder, en rigor
potencia para conocer que mi existencia no es la única existencia. ¿Cuál no conoceré otra cosa sino de qué manera Dios me impide ser Dios; pero
es la otra existencia? Se define por esa huella en hueco sobre mí, que me no hay nada más que saber, al ser este conocimiento el conocimiento
priva del dominio dejándome la libertad que conquistar. Sería absurdo del mundo.
suponer, por un lado, mi libertad intacta y, por otro, las cosas que con- Ya está, pues, en mi poder el conocer, y por el medio que había entre-
sidero semejantes, según una célebre expresión, a cuadros mudos; desde visto; no leyendo en el sentimiento de mi propia existencia, en el placer
el momento en que mis pensamientos son distintos de mis quereres, me y el sufrimiento que lo colorean, en las apariencias y las ilusiones de las
comprometen. que se reviste, más que el obstáculo padecido y vencido. Conocer así es
Mi creencia en efecto está comprometida, bien lo noto en la dificultad conocerme, es conocer bajo qué condiciones dependo de mí; único cono-
para dudar; pero más simplemente las cosas que pienso me comprometen cimiento que me importa y, por otra parte, único conocimiento para mí.
a mí, es decir, a mi voluntad. Todo lo que de una u otra manera aparece en Conocimiento que me corresponde adquirir, que no puedo recibir más
mi imaginación, sueños, objetos o formas, se me ha hecho presente, lo he que de mí, y que basto para darme. La autoridad del otro puede persua-
reconocido, por un sentimiento mezclado de placer y de dolor, es decir, dirme, las razones del otro convencerme, el ejemplo del otro guiarme;
porque lo acepto y lo rechazo al mismo tiempo. Por esa repulsión y esa nadie más que yo puede instruirme. El mismo Dios no me enseña nada,

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no me da más que una garantía. No tengo, pues, nada de ayuda, y no tengo pero lo consideraba impotente para hacerme adquirir nada. En cuanto a
como materiales más que ensoñaciones confusas, ideas demasiado claras, los medios para conocer algo nuevo, no conocía más que dos; el prime-
sensaciones tan oscuras como imperiosas, cosas todas de las que ninguna, ro no es otro que los azares de la experiencia. Una gran parte de la cien-
bastante lo he experimentado, constituye un conocimiento. Ya no volve- cia que me había procurado el estudio estaba constituida por las respuestas
ré a cometer el error de querer considerarlas en sí mismas, esas cosas que que unos hombres obstinados en interrogar de todas las maneras posi-
nunca he creído captar sin darme cuenta en seguida de que no captaba bles a los astros, los mares, los movimientos de los cuerpos, la luz, el
nada. Yo no quiero más que averiguar lo que pueda sobre mí. calor, todas las transformaciones de los cuerpos inertes o vivos habían
Tal vez esta búsqueda no tenga fin; y más teniendo en cuenta que no tenido en alguna ocasión la dicha de obtener. En cuanto al otro medio
consiste sino en apercibirme poco a poco de un poder que ejercería sin para aprender, lo encontraba en el poder casi milagroso de los geóme-
saberlo, idea esta no hace mucho plausible a mis ojos, pero que ahora me tras; estos trazan un triángulo, recuerdan algunas de sus propiedades,
parece tan absurda como la incertidumbre acerca de mi propia existencia. trazan, como al azar o por inspiración, otras líneas cuyas propiedades
Aprender a conocer mi poder no es otra cosa, ahora lo sé, que aprender enuncian también, y eso basta para que de repente sea evocada, como
a ejercerlo. Así que reconozco que hacerse sabio y hacerse dueño de uno por una ceremonia mágica, una propiedad del triángulo desconocida
mismo, dos empresas que me parecían enteramente distintas, y la prime- hasta entonces. Las pruebas me obligaban a aceptar esta propiedad, pero,
ra de las cuales me parecía con mucho la menos importante, son idénti- rigurosamente hablando, no comprendía nada; si pensaba que tal vez yo
cas. Es posible, pues, que este doble aprendizaje no se termine nunca, que misma, un día, podría añadir algo al conjunto de la matemática, no espe-
siempre me quede algún poder por adquirir; tal vez también encuentre raba por eso llegar a crear las pruebas en lugar de aceptarlas. Suponía sola-
enseguida el límite de mi poder. Pero lo que sé desde ahora es que co- mente que a condición de combinar, ayudándome de una cierta habilidad
nocer no depende más que de mí; no conoceré nada por azar. Pero ¿qué instintiva, figuras, propiedades y fórmulas, se produciría alguna vez por
debo hacer, pues, para aprender más de lo que sé actualmente? Pues hasta sí sola la milagrosa aparición de una propiedad nueva, haciéndome el
ahora apenas esperaba instruirme de otro modo que mediante el estudio azar las veces de manual. Si se me hubiera persuadido entonces de que ni
de lo que los demás habían hallado antes que yo; me consideraba como el estudio, ni la experiencia, ni los azares de la matemática pueden pro-
un libro en blanco, en el que solo estuvieran escritos algunos axiomas, porcionar otra cosa más que la ilusión de conocer, hubiera renunciado
pero en el que cada día de estudio llenaba una página. No se me ocurría la de una vez por todas a saber nada. Pero ¿me está permitido resignarme
idea de que se pudiera recibir un conocimiento nuevo sino desde fuera, o así, ahora que he puesto el conocimiento en mi posesión, definiéndolo
por la enseñanza, o por un hallazgo. Por tanto, aunque sin desesperar de como el conocimiento de mí, de mi poder sobre mí, de las condiciones de
aportar tal vez algún día yo mismo alguna contribución nueva al tesoro ese poder? Solo por cobardía puedo renunciar a satisfacerme con respec-
de los conocimientos adquiridos, no hacía ningún proyecto con antela- to a todo lo demás. No se puede decir que tenga la ambición de contestar
ción referente a la manera en que lo lograría; solamente contaba con re- a todas las preguntas que podrían planteárseme; conocer, en relación con
lacionar, comparar, combinar de todas las maneras que se me ocurriera cualquier problema, yo creía en otro tiempo que era resolverlo, ahora sé
los conocimientos puestos a mi disposición por el estudio, después, en que es conocer de qué manera me concierne. Responder efectivamente
el cúmulo de las probabilidades, de los problemas, de las incertidum- a una cuestión o saber con qué condición está en mi poder responderla, o
bres nacidas de esta mezcla, tener bastante suerte para reunir algunas saber que es para mí insoluble, son tres maneras de conocer, y que cons-
ideas verdaderas. tituyen por igual conocimientos.
En efecto, ¿cómo ir de otra forma que al azar en busca de verdades No sacaré más que de mí esta ciencia sin lagunas. No buscaré tampo-
aún no sospechadas? Sin embargo, conocía un método seguro para em- co más ni método ni azares, con vistas a hacer aparecer una verdad ente-
plear los conocimientos que poseía para probar la legitimidad de una afir- ramente nueva; en lo que a mí respecta una verdad así no es más que una
mación; es lo que se llama lógica. Pero me daba cuenta de que ese método quimera, y no puedo tener por método más que el análisis. Es decir, que
no constituía más que un simple análisis, absolutamente seguro en tanto lo que conozco actualmente, que pienso, que existo, que dependo de Dios,
que absolutamente infructuoso; podía servirme para sacar del conjunto que padezco un mundo, este conocimiento que he debido desarrollar no
de mis conocimientos el conocimiento del que podía tener necesidad, sin precauciones, pero que es intuitivo y es uno con el acto de conocer,

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contiene todo lo que tengo que conocer; debo encontrar en él con qué el mundo; pero, por lo menos, mi juicio penetra en el mundo mismo. El
satisfacerme en cualquier asunto. dolor casi insuperable que me cuesta un juicio libre lo atestigua. El mun-
¿Resulta que gracias a este conocimiento pueda resolver o reconocer do pesa sobre mi libre albedrío de tal manera que hace de mí, si no re-
como insoluble cualquier cuestión? Me preguntaría por ejemplo qué es sisto, un juguete de los impulsos; a cambio, el ejercicio de mi libre juicio
este papel sobre el que escribo, si es algo distinto de las impresiones de co- no puede dejar intacto el mundo. De manera que en la medida en que las
lor o de contacto que creo recibir de él, o si la cuestión está fuera de cosas hacen presa en mí, en mis pasiones, en esa misma medida me de-
mi alcance. Ahora bien, me doy cuenta de que todo esto lo ignoro. Antes jan tener dominio sobre ellas; y así el mundo, sin depender de mí, no es
de tratar de resolver esta contradicción, quiero examinar más cuidadosa- tampoco una influencia inexplicable sobre mí, sino más bien, como ha-
mente lo que sé desde ahora referente a lo que es el mundo en relación bía entrevisto, el obstáculo. El obstáculo, es decir, que el acto de dudar,
conmigo. Este conocimiento de mí que yo me doy por el solo hecho de por el cual existo, y por el cual experimento el peso de la otra existencia
que pienso, sería el conocimiento total si yo fuera Dios; pero yo perma- al mismo tiempo que ejerzo todo mi poder de resistir, ese acto implica
nezco impenetrable para mí misma en la medida en que yo no me creo para mí todo el conocimiento, pero no me proporciona con qué resolver
por el acto de pensar, es decir, en tanto que padezco la impronta de un la menor cuestión referente a lo que está fuera de mi poder.
mundo. Este mundo se precipita sobre mí con todo el peso de la aversión, Antes yo no imaginaba más que dos maneras de instruirme, la se-
del deseo, de la creencia, sin dejarme, como he reconocido, otro poder lección de los conocimientos adquiridos o el hallazgo inopinado de co-
que el rechazo. ¿y qué puedo rechazar? En este momento, por ejemplo, nocimientos ajenos a mi pensamiento; pero ese mundo que no depende
disfruto de un aire más puro y más fresco, deseo el campo, el paseo y la en nada de mí y que, al mismo tiempo, puedo cambiar, ese mundo debe
brisa primaveral, creo, por una imperiosa persuasión, en la existencia de dejarle el mismo tipo de actuación al conocimiento que a la acción. En
este cielo cubierto, de esta ciudad rumorosa, y, en medio de todo esto, tanto que puedo cambiar el mundo, en tanto que, por consiguiente, co-
siento una inquietud vaga, que relaciono con seres ausentes; si quiero li- nocerlo no es más que una manera de conocerme a mí mismo, conozco
brarme de este disfrute, este deseo, esta creencia, esta inquietud, o cam- por análisis; en tanto que el mundo no depende de mí, no poseo con qué
biarlos, ¿mi voluntad puede hacerlo? En absoluto. Todo lo que puedo satisfacerme acerca de las cuestiones que le conciernen, tales como la de
hacer es negar mi asentimiento a lo que creo, a lo que deseo. No tengo saber qué es este papel. N o me queda más que inventar un análisis de un
mío más que mi juicio; no tengo un poder real sobre mis pensamientos, tipo desconocido para los lógicos, un análisis que sea un principio de pro-
no soy más que su árbitro. greso. ¿No es absurdo? ¿En qué puede basarse un progreso semejante?
¿Es decir, que no poseo más que una impotente libertad para aprobar- No puede fundarse más que en el mundo mismo; de igual modo la necesi-
me o desaprobarme a mí mismo? Si es así, no puedo esperar otra virtud dad de aprender solo poco a poco es para mí como el testigo de que exis-
que aquella que permitía a Medea, según el poeta, ver el mejor partido y te un mundo. O, mejor dicho, ese progreso debe fundarse en la carta que
aprobarlo, aun siguiendo el peor 5, ni otro saber que el conocimiento in- nos une a mí y al mundo, a saber, que, no teniendo más que mi libertad,
tuitivo de mi existencia y de mi dependencia con respecto a algo desco- no ejerzo más que un poder indirecto.
nocido, y la conciencia de mis pasiones. Pero este fantasma de libertad no ¿Qué es este poder? ¿Cómo es que sin tener acción sino sobre mí mis-
podría ni siquiera ser llamado libertad; yo no me reconozco libre más que mo, y solamente negativa, penetro también en el mundo? Esto no es fácil
en la medida en que dependo efectivamente de mí. Y en verdad, si bien, de conocer, pues esa influencia que tengo sobre el mundo no puedo ni
cuando siento que me invade el deseo de venganza, no soy libre más que deducirla, ni explicarla, ni constatada, sino solamente hacer uso de ella.
de no consentir a esa cólera dulce como la miel, según la expresión del Pero hacer uso de ella, ¿en qué consiste? ¿Debo resolverme a actuar cie-
poeta, no obst,ante el ejercicio de esta libertad no es algo indiferente; por gamente? Actuar ciegamente no es actuar, es padecer. Poseer un poder
pequeño que sea su alcance, ese poder es eficaz, ese rechazo es un acto. que no dirigiera sería no ejercer ningún poder. Me hace falta, pues, un
No tengo mío más que mi juicio, pero mi juicio no se da sin cambiar medio para disponer de mi propia acción.
algo. No puede modelar los deseos, las creencias por las cuales me sujeta ¿Dónde buscar este medio? En mi pensamiento; porque además no
hay nada, por lo menos respecto a mí, que no sea pensamiento. O al me-
5. Cf. Ovidio, Metamorfosis, VIII, 20-21: «video meliora proboque, deteriora sequor». nos, con respecto a lo que no es mi pensamiento, solo mi pensamiento me

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instruye; ha sido mi pensamiento el que ha dado testimonio de mi propia A partir de ahora la imaginación, que es la única causa de todas mis
existencia, mi pensamiento el que ha atestiguado la existencia del mundo. incertidumbres y de todos mis errores, será mi única maestra. Pues el en-
Mi pensamiento debe dar testimonio también de mi acción en el mundo; tendimiento no puede engañarme, en tanto que por él mismo no me en-
así como las impresiones me sirven de intermediarias para padecer el mun- seña nada, salvo: Pienso, luego existo, y las impresiones de los sentidos no
do, otra clase de pensamiento debe servirme de herramienta para cambiar- pueden engañarme, puesto que siempre es verdad que siento lo que sien-
lo. Por medio de esos pensamientos será definido el paso que el mundo me to. Si yo no fuera más que entendimiento y sensibilidad, sabría que veo
deja. ¿Qué son? El «pienso, luego existo» no me resulta aquí de ninguna un relámpago, que oigo el trueno, más o menos como sé que las pala-
utilidad; me encuentro en un nuevo reino, ante un conocimiento nuevo. bras que el cine mudo me presenta sobre una pantalla son pronunciadas
Para mí conocer, hasta ahora, no ha sido más que dar cuenta de un pen- por una voz de hombre o de mujer. Mis impresiones, mis pensamientos,
samiento. Cuando dije «Pienso, luego existo», supe que existía, lo supe de existirían sin mezclarse unos con otros, y, fuera de la certidumbre de que
inmediato, de una manera perfecta, completa, y que me satisfacía hasta el existo, no tendría opiniones, ni creencias, ni prejuicios, ni pasiones; go-
punto de que no concibo de otro modo el pensamiento divino; pues por zaría de una sabiduría negativa, pero perfecta. Estaría siempre como se
un mismo acto pensaba, existía, conocía, de suerte que en mí, como en asiste a un espectáculo cuando es mala la puesta en escena, y la tempes-
Dios, conocer y querer son uno. Mi existencia, en el momento en el que la tad, el motín o la batalla son ridículamente imitados. Pero esta suposición
concebí, me dio cuenta de sí misma de tal suerte que no puedo ni siquie- es absurda, por ser tan contraria a la realidad, pues las impresiones de los
ra pensar que quepa saber más de ella; pues existo porque pienso, pienso sentidos no llegan a mi pensamiento más que alterándolo, y, lejos de ser
porque lo quiero, y el querer es su propia razón de ser. El conocimiento un entendimiento al que se añaden los sentidos como los telefonistas a un
por el que capto algo distinto de mí es muy diferente; ya no es cuestión de estado mayor, en primer lugar no soy más que imaginación. De que es-
pedir cuentas. El asimiento que me ofrece el mundo no depende de mí, y talle un trueno no se sigue que yo adquiera conocimiento de un sonido,
cualquiera que sea, no hay para mí ninguna razón para que sea así. Me da, o sino que el acto por el que pienso está alterado en su fuente, que mi vo-
me dará cuando la conozca, eminentemente, la ocasión de plantear la eter- luntad ya no es mía, que al apoderarse del mundo se libra de él, y que,
na pregunta de Fígaro: «¿Por qué estas cosas y no otras?», y de responder- al perder también en eficacia todo lo que pierde en autonomía, se vuel-
me con la única respuesta que esta pregunta comporta: Es así. Debo acep- ve pavor, inquietud, aversión, deseo, esperanza. A falta de un trueno, un
tar la relación que resulta existir entre mi acción y las cosas, y debo aceptar ligero murmullo establece ese dominio mutuo, y, si no por mi muerte,
igualmente como conocimientos los pensamientos que determinan esta re- indisoluble, entre el mundo y yo. El mundo y mi espíritu se mezclan tan
lación; tan lejos está ahora conocer de confundirse con querer. Así, tratán- bien que, aunque crea pensar en uno de los dos por separado, le atribu-
dose del mundo, no me sirve de nada el preguntarme. Pues ¿a quién debo yo también lo que es del otro; así que los pensamientos confusos ocupan
preguntar? ¿Al mundo? Mi acción debe orientarse por él pero, aunque el toda mi alma. El menor estremecimiento de los sentidos me lanza sobre
mundo sujete mi pensamiento y no lo suelte nunca, le sería difícil guiar- el mundo; pero, como no me es dada la intervención directa sobre el
me o iluminarme, siendo como son, guiar e iluminar, hechos del espíritu. mundo que busco en él a tientas, mi querer, lejos de ser activo, cae en la
Puesto que el mundo no puede enseñarme, y yo tengo que instruir- pasión; atribuyo entonces a ese querer más o menos influencia según re-
me, iré a pedir oráculos acerca de las cosas no a las cosas mudas, no a mí, sulte más o menos frustrado, considero mi ser como constituido por ese
ignorante, sino a ese tercer ser, ese ser ambiguo, compuesto de mí y del poder imaginario que no viene más que del mundo, y, a cambio, doto al
mundo actuando el uno sobre el otro. Tal parece haber sido la práctica mundo de pasiones.
de los griegos, que interrogaban en Delfos a ese punto de encuentro entre En este cuerpo a cuerpo el mundo sale siempre vencedor, aunque yo
las cosas y UJ:\ espíritu, en la persona de una mujer que pensaban verosí- me engañe siempre al respecto. Debo salir del mundo si quiero hacer pie
milmente haber reducido a no ser ya ninguna otra cosa. Yo, que no quiero en él. No debo atacar de frente e intentar agarrarlo, sino valerme de la
creer más que en mí, tampoco consultaré más que en mí ese lazo de ac- astucia, buscar un asimiento y cogerlo de soslayo. Ya he podido liberar-
ción y reacción entre el mundo y mi pensamiento, que, en oposición al me de ese caos mezcla del mundo y de mí. Por un instante, gracias a la
entendimiento, nombre de mi yo que piensa, y a la sensibilidad, mi nom- duda, he vuelto a mi espíritu ciego y sordo a los ataques del exterior, he
bre en tanto que padezco, llamaré imaginación. hecho callar el tumulto de la imaginación que me impedía reconocer en

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mí no a un ser que se alimenta, camina, se detiene, ama, odia, sino a un me asusta en una curva de la carretera; ¿qué es? No impresiones sensi-
ser que piensa, y finalmente he sabido que existo. Sé ahora todo lo que bles; las impresiones no llegan a mi pensamiento más que los extraños
puedo saber por el puro entendimiento. Ahora ya no tengo que suspen- dibujos formados por las letras cuando leo. Lo que me asusta es la idea
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der la imaginación, sino darle curso para que me instruya. En este nudo formada por la imaginación con motivo de lo que veo, de una voluntad
de acción y reacción que me retiene en el mundo es donde debo encon- hostil y poderosa que me amenaza. Momentos después mi imaginación
trar mi parte y conocer lo que se me resiste. A este respecto, el impulso forma otra idea, la de un ser inofensivo, un árbol. A veces puedo luego
que, al menor chirrido, me lanza a recrear el mundo, me engaña en toda jugar con mi terror, inspirármelo de nuevo si quiero, pero entonces su-
ocasión; pues las impresiones que le suceden y por las cuales se encuen- cede o bien que se me escapa, o bien que me atrapa a mi pesar. En todas
tra satisfecho o frustrado, o más bien satisfecho y frustrado a la vez, son las cosas que me rodean, que creería independientes de mí, observo juegos
fortuitas. Tampoco debo estudiar la imaginación como acción, es decir, en de imaginación semejantes. De todas formas, las ideas que tengo de él re-
relación con los efectos, sino únicamente como pensamiento. El mundo presentan bien la presencia del mundo en mí, no mi intervención sobre el
no está fuera de mi pensamiento, es ante todo lo que no soy yo en mí. mundo; pues al menos en parte se forman en mí a mi pesar. Las padezco,
No debo tratar de salir de mí para definir el obstáculo. no me aportan, pues, más que ignorancia.
Así pues, voy a interrogar a la imaginación. No a hacerla hablar, pues Pero prosigamos. ¿No hay otros pensamientos en los que tome parte
habla bastante por sí misma, no oigo en mí más que a ella, no he podi- la imaginación? Sí, los hay, y muchos otros. Cuando repaso esas mismas
do hacerla callar más que un instante para escuchar al puro espíritu. Pero cosas con motivo de las cuales reina en mí la imaginación, encuentro una
es preciso que aprenda a escucharla, que distinga cuándo dice la verdad. idea de otra clase, que no se me impone, que no existe más que por un acto
Puedo hacerlo, pues no se trata más que de distinguir, en los pensamien- de mi atención, que no puedo cambiar; me resulta, como el «Pienso, lue-
tos en los que toma parte la imaginación, aquellos en los que está alte- go existo», transparente e invencible. Descubro que la idea del número, y
rada, o más bien ella me conduce, y aquellos donde el espíritu lleva las las que se le parecen, reemplazan, por así decirlo, los cambios irregulares
riendas. Pues la imaginación es doble por naturaleza. Representa para mí, a los que están sujetas las otras por un progreso cuyo principio constitu-
o la presencia de ese mundo ajeno que no puedo comprender, o mi in- yen. En primer lugar, sirven para razonamientos, que, aunque sean claros
fluencia sobre ese mundo. Ahora bien, la imaginación no puede informar- e inmutables como ellas, parecen forzar a mi espíritu casi a la manera de
me sobre el mundo. Si confío en ella, el mundo no será nunca más que una los sentidos y es como si me lanzaran las verdades a los ojos. Pero a veces
causa de tristeza o de alegría, es decir, puesto que me represento siempre descubro también un orden entre estas ideas, que me permite formar una
la causa de la misma naturaleza que el efecto, una voluntad ajena a la idea tras otra, de tal manera que cada una esté marcada con la misma evi-
mía, temible, bien o mal dispuesta; nunca será el obstáculo. Pues no hay dencia que tenía por sí misma la idea primera. Así es como pienso el dos
obstáculo más que para quien actúa, y tampoco hay acción para el espí- después del uno, el tres después del dos.
ritu que la imaginación domine; la imaginación representa, o más bien Si indago qué crédito se les debe conceder a todos los pensamientos
constituye, la influencia que tengo sobre el mundo, la correspondencia que la imaginación alimenta, descubro que, entre ellos, solo las ideas cla-
que parece haber, por la unión del alma y el mundo, entre un pensamien- ras no representan la invasión del mundo en mí, puesto que solo me las
to mío y un cambio fuera de mí; pero esta correspondencia no constituye presenta mi propia atención. Sin embargo, la imaginación toma mucha
una acción, puedo solamente hacer uso de ella para actuar. parte en ellas, pues no me resultan, como la idea del «Pienso, luego exis-
Voy a examinar según esta doble naturaleza todo lo que en mí es ima- to», enteramente límpidas. ¿Por qué siete es un número primo? ¿Por qué
ginación. Recuerdo, pues, en tropel todos los pensamientos cuya presencia nueve no? No lo sé. Es así. Estas ideas no dan cuenta de sí mismas. Debo
me esforzab~ por olvidar; ciudad, nubes, ruidos, árboles, formas, colores, tomarlas como son. Proceden, pues, de algo que me es ajeno, dicho de
olores, emociones, pasiones, deseos, todo ello tiene de nuevo un sentido otro modo, del mundo; y puesto que la imaginación es el único interme-
para mí; la cuestión es saber qué sentido. La imaginación me parece alte- diario entre el mundo y yo, proceden de la imaginación. Pero la imagina-
rada en todos los pensamientos marcados por la pasión, que se me impo- ción las forma, no en tanto que somete el pensamiento al mundo; sino,
nen a veces tan violentamente como las impresiones de los sentidos, que por el contrario, en tanto que, conducida por el espíritu, le abre un paso
cambian, que cambio yo, que se me escapan. Sucede así que a veces algo en el mundo-. Tal es, pues, el arma del espíritu contra el azar.

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Si mis pensamientos lo dejaran todo intacto fuera de mí, o si, lo que mirada, de pasarle revista, de confiar en la certeza de que el mundo no
en este caso vendría a ser lo mismo, estos se imprimieran por sí mismos en sobrepasa de ninguna manera mi pensamiento.
las cosas, no habría lugar en absoluto para el azar. Pero mis pensamientos Si examino ahora en qué consiste el asimiento que me deja el mundo y
dejan en el mundo una huella que no se les parece; sin embargo yo busco que las ideas claras me servirán para definir, descubro' que no está consti-
incesantemente ese parecido, y más o menos creo encontrarlo; tal es la tuido por otra cosa que por lo que llamo el movimiento recto. No trataré
fuente de las supersticiones, de las pasiones, de todas las locuras, que con- de explicar qué es el movimiento, puesto que, salvo mi propio pensamien-
sisten, sin excepción, en que el pensamiento queda librado al azar. Pero lo to, del que no procede en absoluto, nada es más claramente conocido por
propio del espíritu es suprimir el azar. Descubre en ello su tarea, tarea sí mismo. Así, esa fuente desconocida de los pensamientos que los senti-
negativa, la única que le queda, pues por el acto de establecer el «Pien- dos y la imaginación juntos producen en mí, el mundo, se define como
so, luego existo», el espíritu ha dado todo lo que podía dar de positivo. algo sobre lo que actúo por intermedio del movimiento recto. Esta idea
Ahora bien, el espíritu encuentra aquí su remedio contra el azar; pues de movimiento recto, concebida según el poder infinito por el cual añado
sus pasiones cederán el sitio a una voluntad que, pese a la condición a la la acción a la acción, no es otra que la idea de recta. De ahí que el mundo
que la reduce el mundo, se imprimirá directamente en las cosas, siem- se defina también como lo que admite la recta. Ahora, puesto que he deci-
pre que no tome como objeto inmediato de su querer más que ese cam- dido concebir el mundo, en mi cuerpo a cuerpo con él, como un luchador,
bio del que dispone, y que constituye su influencia sobre el mundo. Las por así decirlo, semejante a mí, pero de innumerables cabezas, voy a com-
ideas claras, hijas de la imaginación dócil, serán, pues, mi único apoyo a binar el movimiento recto con el movimiento recto, la recta con la recta.
partir de ahora. Es verdad que este apoyo parece muy endeble, pues evi- Imaginaré por ejemplo un objeto del que tiro mediante una cuerda, y del
dentemente estas ideas son insuficientes. No puede ser de otro modo; si que al mismo tiempo tiran en otra dirección o está retenido por un re-
esta influencia sobre el mundo, a la que corresponden, no fuera insufi- borde; el objeto no podrá moverse más que en una dirección oblicua en
ciente, constituiría una dominación directa, yo no padecería el mundo, relación con la que yo le he dado. Así se halla definida la oblicua, que es
y el espíritu quedaría libre sin combates. Por el contrario, el mundo li- a la geometría lo que el número dos a la sucesión de los números.
mita ese poder soberano sobre sí mismo que configura al espíritu. Re- Si supongo ahora el objeto que muevo unido, no a una dirección cual-
duce al espíritu a no poder cambiar más que parcialmente esa existencia quiera, sino a un punto fijo, defino el círculo; si lo supongo unido a dos
ajena por la que se siente sujeto. Ahora bien, la acción del espíritu es el puntos fijos, defino la elipse. Este esbozo está groseramente trazado, y en
espíritu mismo; y si el mundo puede reducir así al espíritu a no ser más este momento soy incapaz de llevar más lejos la serie. Pero al menos con-
que algo finito, el mundo es el más fuerte, el espíritu perece. Pero esta cibo en primer lugar que, si considero la serie bajo un prisma un poco di-
acción parcial no es acción por sí misma, no me define, el pensamiento ferente, la relación de una recta con otra recta paralela desempeña el papel
infinito dispone de ella. Aunque reducido a ejercer una influencia mise- de la unidad. La relación entre dos rectas que se cortan sigue inmediata-
rablemente poco eficaz, el espíritu se reconoce como espíritu por el po- mente en orden de complejidad; la distancia entre las rectas ya no es cons-
der infinito de añadir al pensamiento infinito esta acción finita. Por ese tante, pero cambia como la sucesión de los números; es ahora el momento
poder, el espíritu escapa a la dominación del mundo, se iguala al mun- de enunciar el famoso teorema de Tales sobre el que está fundada la geo-
do. Así que la misma insuficiencia de las ideas claras me da testimonio de metría analítica. Todas las otras líneas se hallan definidas igualmente, en
su valor. Una idea clara no constituye un conocimiento, yo no realizo un relación con la recta, según el grado que marca su distancia a la recta en
acto de conocimiento más que en el momento en que añado una idea cla- la serie. Así la sucesión de los números, dicho de otro modo, la aritmética,
ra a ella misma y concibo que semejante adición es infinita. Es así como se aplica a la geometría. A decir verdad no conviene aplicarle la aritmé-
añado uno aupo. Lo que conozco así no es el mundo; para mí una serie tica misma, sino como una aritmética redoblada. Pues si la sucesión de los
no es más que'un modelo o un plan de acción. Pero este modelo es el números define mi acción en la medida en que puedo repetirla sin fin, ten-
modelo de una acción verdadera, es decir, de una acción que nada limi- go necesidad, para expresar lo que es el mundo con respecto a mi acción,
ta, infinita por derecho, que en cierto modo me hace igual a Dios. Así, de otro tipo de serie donde la primera representa el papel de unidad. Esa
al menos en tanto que el mundo está sometido a mi acción, el orden me otra aritmética, que tiene el nombre de álgebra, se constituye reemplazan-
da el poder de tener el mundo, en su totalidad, en cierto modo bajo mi do, como principio generador de la serie, la adición por la multiplicación.

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Tal es el edificio de ideas que debo preparar antes de dirigir mi espí- inmediatamente, por los movimientos que se combinan en ella; pero veo
ritu hacia el mundo. Tengo así con qué reemplazar las ideas que la imagi- también que a su vez se combina con los movimientos que yo padezco, y
nación engañosa me hace leer en las sensaciones. Supondré que esta casa concibo que así puede ser posible para mí dirigirlos. Yislumbro cómo se
que me parece un ser secreto y pérfido no es más que objeto de mi acción, puede aprender a cambiar de rumbo en ese mar.
resistencia a mi acción. No puedo concebir tal resistencia más que como ¿Esta física es verdadera? No podría afirmarlo. Pues consiste en su-
siendo del mismo tipo que mi propia acción que se aplica a ella, es de- poner todos los cambios en mis impresiones como constituidos por movi-
cir, no como pensamiento, acción, voluntad, pasión, sino como movi- mientos del mundo, por movimientos rectos. Sin embargo, la idea misma
miento. Y, para representar lo que soy con respecto al mundo, supondré de movimiento procede de la imaginación, y, aunque sea más clara que
que al único movimiento del que yo dispongo opone él un movimiento todas las ideas en las que participa la imaginación, no resulta menos ambi-
innumerable, un movimiento que sea al impulso recto lo que es el nú- gua; pues, como la misma imaginación, participa de mí y del mundo. Así
mero que los matemáticos llaman infinito a la unidad, siendo los mo- una recta es a la vez una y divisible; la unidad es mi marca en ella. Cuan-
vimientos que corresponden a lo oblicuo, al círculo, a la elipse como el do hago corresponder con una voluntad la idea de un movimiento, puedo
dos, el tres, el cuatro. decir que ese movimiento es continuo en dos sentidos. Por la voluntad,
Pero, para concebir claramente ese movimiento infinitamente com- por el proyecto, el movimiento es uno de principio a fin. En cambio, en
puesto, no tengo otro medio que concebir una cantidad indefinida de im- cuanto concibo que el movimiento se realiza, concibo que se disuelve,
pulsos rectos que se combinan, y concebirlos cada uno separadamente, se- que lejos de ser uno, recomienza incesantemente.
gún el modelo de movimiento del que dispongo. Supondré en el mundo Así pues, por el movimiento, mi voluntad está como esparcida en el
una cantidad indefinida de impulsos simples, y definiré cada uno de ellos, tiempo. Sin embargo, en eso consiste la participación del mundo en mí.
al igual que el mío propio, mediante una recta. Es decir, que en la medi- Esta es la doble naturaleza de mi acción que se encuentra como imitada
da en que en el mundo se encuentre desviada, la supondré deformada, en todo orden, y por ejemplo en la sucesión de los números. También pue-
torcida por sus innumerables hermanas. Definiré también ese movimien- do decir que entre el uno y el dos se encuentra contenido el mundo ente-
to como uniforme; en pocas palabras, supondré que el primer impulso se ro, en cierto modo, en potencia. Uno, dos, forman como una pinza para
reproduce incesantemente, siempre semejante a sí mismo. La participa- coger el mundo. Sin embargo, si mi pensamiento, en tanto que está unido
ción del mundo queda así reducida a lo que deforma, detiene, acelera, ra- al mundo, está así como troceado, fuera de sí mismo incesantemente,
lentiza un movimiento uniforme y recto. Luego puedo reducir de nuevo es porque el mundo es lo que es sin fin exterior a sí. Lo que constituye
esa misma participación considerando de nuevo en ella un movimiento la unidad del movimiento, la dirección, es la parte del espíritu; si busco
uniforme y recto. Puedo así descomponer sin fin el mundo. No es que lo que queda del movimiento, abstracción hecha de la dirección, descubro
espere llegar a un resultado; la condición en la que me encuentro con- que la parte del mundo es la yuxtaposición. En el mundo todo está fuera
siste en esto en particular, en que nunca puedo agotar el mundo. Nunca de todo, todo es ajeno a todo, todo es indiferente a todo; si es causa de
alcanzaré el mundo con el movimiento recto. Pero lo que al menos he que en mi pensamiento, en tanto que le está unido, nada sea inmediato,
logrado es saber que no hay límite para mi análisis, que este es siempre es porque en él todo es inmediato. En pocas palabras, lo que no es mío
válido, que siempre puedo descubrir que el mundo consiste en un movi- en el movimiento no es el hecho de que sea dirigido, sino de que se ex-
miento, luego en otro movimiento, luego en otro movimiento. tienda; y lo que constituye el mundo es la extensión. Y no se puede decir
Entro así en sociedad con el mundo, no, ciertamente, como un hom- que el mundo sea definido así solamente en tanto que me obstaculiza, y
bre con otro hombre, sino como un hombre con una multitud indefinida. por consiguiente solo en relación conmigo. Si el mundo me obstaculiza
Así como un movimiento en el mundo responde a un tipo de pensamiento es porque, en tanto que unido al pensamiento, el pensamiento debe con-
en mí, que llamo querer, supongo que, del mismo modo, esos otros pen- formarse al mundo, seguir la naturaleza propia que no tiene ninguna re-
samientos que llamo impresiones de los sentidos son lo que corresponde lación con el espíritu. Lo que me obstaculiza en el mundo es el mundo. El
en mí a esa multitud de movimientos. Pero esa multitud ya no me asusta mundo es lo que es, no se modela sobre el pensamiento al unirse con él,
ahora que la compo~go añadiendo una unidad a otra unidad. Veo que y es en eso en lo que lo limita. Así puedo decir que el mundo, en sí mis-
la dirección que mi pensamiento le imprime debe volverse irreconocible mo, no es más que una sustancia extensa. Las ideas geométricas y físi-

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cas, al atribuir al mundo líneas y movimientos dirigidos, no solamente van y yo, según que obedezca sobre todo al mundo o sobre todo a mí. Las
más lejos de lo que yo puedo saber, sino que incluso son falsas. ¿Quiere junto solamente por intermedio del mundo, por intermedio del trabajo;
esto decir que no me hacen conocer nada? Se puede decir que, hablando porque por ese intermedio, si no uno las dos partes de mí, la que padece
con propiedad, no pueden hacerme conocer nada, puesto que lo sé todo y la que actúa, al menos puedo hacer que yo padezca' los cambios produ-
cuando sé que el mundo es extensión. Pero, sin embargo, no dejan de cidos por mí, que lo que padezca sea mi propia acción. Lo cual era im-
instruirme, no en tanto que soy entendimiento, sino en tanto que tam- posible en la medida en que yo no sabía más que desear, puesto que al
bién soy imaginación. En esas impresiones en las que comienzo por leer deseo de cualquier felicidad no le correspondía más que un movimiento
pensamientos que me son ajenos, pensamientos ocultos, esas teorías me en el mundo, enteramente ajeno a la felicidad. Pero si no llevo mi vo-
ayudan a suponer que el texto 6 verdadero es la extensión. luntad más que sobre la idea de una dirección, a ese querer responde in-
¿Es esta sabiduría la última sabiduría? ¿No puedo suponer nunca más mediatamente un impulso que le es conforme; mi voluntad se imprime
que la extensión? Sería una sabiduría bien incompleta, bien pobre, com- intensamente en el mundo. Pero eso no basta, hay que encontrar inter-
pletamente negativa, de pura desconfianza. Pues, mientras que la loca ima- mediarios que unan el movimiento rectilíneo, que solo yo puedo pro-
ginación hace que yo crea ver en las sensaciones las cosas más fantásticas y ducir, al cambio complejo que quiero hacer llegar a mis sentidos. Debo
que cree un dios en cada pensamiento, sirve de poco que a esta elocuen- valerme de la astucia, debo ponerme límites a mí mismo mediante unos
cia loca oponga yo la simple suposición de que lo que es verdaderamen- obstáculos que me lleven donde quiero. El primero de esos obstáculos
te significado por las sensaciones es la extensión. La razón es entonces es la propia imaginación, ese vínculo, ese nudo entre el mundo y yo, ese
abstracta, y, separada de la imaginación, no le impide su libre curso. Yo punto de encuentro entre el movimiento simple del que dispongo y el
soy siempre dos, por un lado, el ser pasivo que padece el mundo, por el movimiento infinitamente compuesto que el mundo representa para mi
otro, el ser activo que hace presa en él; la geometría, la física me hacen entendimiento. Ese punto de encuentro de los dos movimientos es algo
discurrir cómo podrían unirse esos dos seres, pero no los unen. ¿Acaso que admite el movimiento, es algo extenso, es un cuerpo. Lo llamo mi
no puedo alcanzar la sabiduría perfecta, la sabiduría en acto, que uniría cuerpo y, por excelencia, el cuerpo. En él, y en el mundo en cuanto que
esos dos trozos de mí mismo? En efecto, no puedo unirlos directamen- lo capto por el trabajo, se juntan las dos imaginaciones.
te, puesto que en esa impotencia consiste la presencia del mundo en mis Se encuentran completamente unidas en mi pensamiento, e incluso,
pensamientos; pero puedo unirlos indirectamente, puesto que no es en lo reconozco ahora, lo están desde los pensamientos más antiguos que
otra cosa en lo que consiste la acción. No esa apariencia de acción con pueda recordar haber formado. Porque, cuando pasé revista a mis pen-
la que la loca imaginación me hace trastocar ciegamente el mundo por samientos, me equivoqué al no distinguir, en unos, más que la imagina-
medio de mis deseos desordenados, sino la verdadera acción, la acción ción conducida por el entendimiento, que definiría la geometría, en los
indirecta, la acción conforme a la geometría, es decir, para llamarla por otros más que la sensibilidad pasiva y la imaginación engañosa. En esta
su verdadero nombre, el trabajo. Mediante el trabajo la razón capta el última clase coloqué, junto a las pasiones y los sueños, los pensamientos
mundo mismo, y se apodera de la loca imaginación. Esto no sería posi- de todas las cosas presentes a mi alrededor, esta habitación, esta mesa,
ble si yo conociera el mundo mediante el puro entendimiento. Pero esa estos árboles, mi propio cuerpo. Reconozco ahora en esas cosas percibi-
loca imaginación que quiero modelar según la razón no es más que la das la unión de las dos especies de imaginación, que se encuentran, sepa-
imaginación dócil, mi maestra de geometría, o más bien mi instrumen- radas, una en las emociones, la otra en la geometría. La percepción es la
to; no hay más que una imaginación. La simple imaginación y esa otra geometría que, en cierto modo, toma posesión de las propias pasiones
de innumerables cabezas, son la misma, la acción mutua entre el mundo por medio del trabajo.
Es imposible que yo sienta directamente mi propia acción, puesto que
esa es la condición que me impone el mundo. Pero al menos puedo, en
6. Salta a la vista aquí la interpretación naciente de la percepción como «lectura», de lugar de tomar las impresiones como signos de existencias fantásticas, no
la que el <<Ensayo sobre la noción de lectura» (1941-1942) constituirá la síntesis ulterior.
Cf. también Cuadernos: <<El mundo es un texto de variadas significaciones, y se pasa de
tomarlas más que como intermediarias para captar mi propio trabajo, o
una a otra mediante un trabajo» (Cuaderno III, en S. Weil, Cuadernos, trad., comentarios más bien el objeto de mi trabajo, el obstáculo, la extensión. En eso consis-
y notas de C. Ortega, Trotta, Madrid, 2001, p. 156). te la percepción, como puede verse en el célebre ejemplo del bastón de

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ciego. El ciego no siente las diferentes presiones del bastón en su mano, que no se parecen más a la carrera que la recta al círculo. Ese intermedio
palpa directamente las cosas con su bastón, como si su bastón fuera sensi- entre la geometría y el trabajo es la gimnasia.
ble y formara parte de su cuerpo. Yo mismo en este momento siento el Aprendo a servirme de mis sentidos de manera análoga, porque todos
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papel en la punta de mi pluma, y mucho más aún si cierro los ojos. Debo mis sentidos son tipos de tacto; mejor dicho, no percibo más que actuan-
prestar atención para notar la presión del portaplumas en mi mano, única do y palpando; de tal manera que, como hace notar el célebre análisis de
cosa, parece ser, que debería sentir, del mismo modo que necesito pres- Descartes, capto cada objeto con mis dos ojos, como con dos bastones 7 •
tar atención para ver manchas de color amarillo o rojo, y no una piel de Una vez que mi cuerpo es mío en este sentido, ya no solo concibo, como
mujer, en la tela que representa a la Gioconda. me lo permitía la geometría, que se pueda cambiar de rumbo en este mar
Mis sensaciones no se presentan nunca ellas mismas al pensamien- del mundo; ahora puedo cambiar de rumbo en él; no solamente incido
to, sino más bien una idea que concuerda con el trastorno que causan en sobre el mundo, sino que mi pensamiento es como un elemento del mun-
él. Cuando respondo a los asaltos del mundo contra mí, que denomino do, del mismo modo que el mundo, de otra manera, forma parte de mi
sensaciones, no con la alegría o la tristeza, sino con el trabajo, no aportan pensamiento; desde ese momento, tomo parte en el universo, estoy en el
al pensamiento otra cosa que el objeto del trabajo. Así es como con su bas- mundo.
tón, como si fuera una mano, el ciego, lejos de padecer pura y simplemen- Sin embargo, eso no me basta. El cuerpo no es lo que es necesario para
te contactos como se cree de buen grado, no palpa la materia sensible, el trabajo. Porque el trabajo consiste, como se ha dicho, en que, para ha-
sino el obstáculo. E inversamente, para cada cual el bastón del ciego no cerme sentir lo que quiero, debo usar movimientos indiferentes en sí
es otra cosa que su propio cuerpo. El cuerpo humano es para el espíritu mismos a lo que quiero. Pero si bien estos movimientos son extraños por
como una pinza para coger y palpar el mundo. Pero, para describir esto ellos mismos a lo que quiero sentir, no lo son a lo que siento; a cada uno
siguiendo un orden, el cuerpo no está naturalmente a mi disposición. de ellos se encuentra asociado placer o dolor, y debo tenerlo en cuenta.
Debo tomar posesión de mi cuerpo. A cada uno de mis pensamientos es- Por eso no puedo meter mi mano bajo una pesada piedra para levantar-
tán unidos movimientos de mi cuerpo; así, cuando tengo miedo, el cuer- la. Además, la estructura de mi cuerpo me sirve a veces, es cierto, como
po corre. Pero entre todos esos movimientos yo no dispongo más que para correr, para lanzar, pero otras veces me lo impide; es un obstácu-
de algunos; todo lo que puedo hacer es imprimir un movimiento recto a lo que unas veces me lleva adonde quiero, y otras no, y que no puedo
ciertos puntos de mi cuerpo. Pero, aunque yo no disponga de movimien- desechar para sustituirlo por otro.
tos más complicados, mi cuerpo sí dispone de ellos, deforma siguiendo También tengo necesidad, por así decirlo, de otros cuerpos humanos,
su estructura propia la dirección que yo le transmito, y debo aprender a unos cuerpos humanos insensibles, que pueda hacer actuar en cualquier
servirme de esa deformación, a utilizar el obstáculo para suplir el poder sitio, de los que pueda disponer, que pueda coger, dejar, recuperar, en
que me falta. Así yo no sé lo que es imprimir un movimiento circular, pero pocas palabras, que representen perfectamente la naturaleza indirecta del
lo remedio poniéndome límites a mí mismo, en el acto mismo de mover trabajo. Estos cuerpos humanos menos ambiguos, que, de esa mezcla de
mi brazo en línea recta, por la unión del brazo al hombro. sensibilidad y de trabajo, guardan este último solamente, que son apro-
Además, como, por la extensión del cuerpo, dispongo de varios mo- piados para el trabajo, ya los poseo, son las herramientas. El impulso del
vimientos rectos, puedo combinarlos; pero en primer lugar los separo, espíritu se transmite así, no solamente al molde inmutable de la primera
e, igual que en un problema, divido la dificultad para considerar aparte herramienta que está unida a mí, mi cuerpo, sino además al molde de las
cada elemento; de la misma forma aprendo a mover por un pensamiento herramientas propiamente dichas, cuya estructura no es inmutable más
no todo el cuerpo, sino solamente el miembro que quiero. Después, por que en cuanto me complace.
una especie de geometría en acto, combino estos movimientos siguiendo Por lo demás, estas herramientas, aun ampliando mi alcance, con res-
un orden de lo Simple a lo complejo. No es el tres lo que me instruye so- pecto a mí desempeñan el mismo papel que el propio cuerpo. Son obs-
bre el tres, ni el círculo sobre el círculo, sino la unidad y la recta. De la táculos formados de manera que transformen mi impulso en movimientos
misma forma, por poco miedo que tenga, mi cuerpo sabe correr; pero,
si quiero saber correr, no aprendo a hacerlo corriendo, sino ejercitándo-
me por separado en levantar las rodillas y en alargar el paso; ejercicios 7. Cf. Dióptrica, Discurso VI (AT VI, 130 ss.).

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más complejos. La conexión del brazo con el cuerpo me permite describir No me contento solo con construir la geometría, la ejerzo. La ambigüe-
un círculo; esta transformación del movimiento recto es perfecta para el dad que se encuentra en la geometría teórica, que pertenece a la vez al
campesino cuando ha puesto una hoz en el extremo de su brazo. La rue- espíritu y al mundo, desaparece aquí; en el mismo ejercicio de la acción
da, la manivela, me permiten describir círculos donde quiera, mientras geométrica, en el trabajo, la dirección que imprimo, el obstáculo que en-
que los que describo con mi brazo tienen siempre mi hombro como cen- cuentro, están netamente separados; lo que es objeto para el espíritu ya
tro. El afilador, subiendo y bajando su pie, perpendicularmente al suelo, no es el orden, sino la parte de mundo que hay en el orden; capto el or-
es decir, con un movimiento recto, consigue el movimiento circular de su den inmediato. El orden inmediato es la extensión desnuda. Esa extensión
rueda. La palanca, por el contrario, transforma un movimiento vertical que percibo como si fuera directamente, despojada de toda mezcla de
en otro movimiento vertical. Así, podríamos crear una serie de herramien- espíritu, de todo ornato de imaginación, esa extensión captada intuiti-
tas según un orden geométrico. Por lo demás, estas mismas herramientas, vamente, es el espacio.
del mismo modo que el cuerpo, no me permiten más que los movimientos Sin embargo, la extensión es más que el espacio, pues escapa a mi per-
menos complejos; el poder que me procuran es de la misma especie que cepción tanto como escapa a la aprehensión de mi cuerpo y de las herra-
proporciona el cuerpo, aunque más extenso. Además, si quiero extender mientas que tengo a mano. Hago que el Panteón se deslice a lo largo del
mi reino de nuevo, no tengo más que un medio de hacerlo, que es com- cielo con solo mover la cabeza, tapo con mi mano las partes que quiero,
binar las herramientas simples entre sí. La acción humana se acerca así cambio su relieve con mis movimientos, determino a qué distancia de mí
cada vez más a la complejidad indefinida del mundo, sin alcanzarla nunca. se juntan mis dos miradas, fijadas en él como dos bastones que lo cogieran,
El hombre compone máquinas con la rueda y la palanca, igual que cons- y así percibo el espacio; pero no lo toco. No hago más que imaginar su
truye un punto cualquiera de una cónica con la regla y el compás. Así es consistencia. Porque cuando no puedo hacer presa en un objeto, la ima-
como al trabajo se añade la industria. gino; pero esa imaginación, en la medida en que no está regulada por
Puedo distinguir, por tanto, varias maneras de conocer el mundo. Por la memoria de los trabajos y las exploraciones pasadas, es libre y, por
medio del trabajo lo capto. La pluma que muevo sobre el papel sirve de consiguiente, engañosa. Así el Panteón está en el vértice del triángulo
intermediaria entre el mundo y yo. Las sensaciones que me procura, al no determinado por la distancia de mis ojos, que conozco, y la dirección de
tener ningún interés para mí por sí mismas, en mi espíritu solo se relacio- cada una de mis dos miradas, que conozco igualmente; pero tal triángu-
nan con mi acción y con el papel que la recibe. De la misma manera ocul- lo no existe para el sol. Si quisiera coger los objetos con dos bastones que
to el Panteón tras mi postigo, con un movimiento de mi cabeza, y luego, pudiera hacer más grandes o más pequeños a voluntad, separaría los bas-
con un movimiento inverso, lo descubro, y percibo así que el postigo está tones para alcanzar los objetos alejados; pero como no puedo separar los
entre mis ojos y el Panteón. Así es también como relaciono las sensaciones ojos, esa pinza que constituye mi vista no se puede prender en el sol. Por
que me procuran ambos ojos con un solo Panteón, cuyo relieve, distancia lo mismo, no percibo la distancia entre el sol y yo, no hago nunca más
o tamaño determino yo variando, con mi propio movimiento, ese doble que imaginarla, por ejemplo a doscientos pasos 8 • El sol puede ser cap-
contacto. Pues una exploración así, aunque se ejerza a distancia, aunque tado no por dos ojos de un mismo hombre, sino por dos hombres; si se
no ponga en movimiento más que mi propio cuerpo, aunque no tenga alejan lo suficiente, pueden, conociendo la distancia que hay entre ellos
como fin cambiar nada, es, si no trabajo, al menos preparación para el y la dirección de su mirada, determinar la distancia del sol exactamente
trabajo; hace de las sensaciones signos de las distancias, de los tamaños, igual que yo percibo la del Panteón. Pero aun cuando yo participara en
de las formas, dicho de otro modo, de mis posibles trabajos. Inversamen- esa medición, no se modificaría mi manera de percibir, pues esta acción
te, el trabajo efectivo tiene relación con el conocimiento, no en tanto que que capta el sol es colectiva, y yo no dispongo de ella. Sé que el sol está
cambia algo en el mundo, sino en tanto que lo explora. Siento o más bien a treinta y seis millones de leguas, pero no lo percibo a treinta y seis mi-
percibo la piedra\ en el extremo de la palanca, del mismo modo que perci- llones de leguas, igual que uno de mis ojos, si pensara, tampoco percibiría
bo el Panteón en el extremo, podríamos decir, de mi mirada, en el punto en este momento la distancia al Panteón.
de encuentro de mis dos miradas. Así, igual que el mundo está sometido
a mi acción, ejercida por medio del cuerpo y de las herramientas más 8. Cf. B. Spinoza, Ética, Il, 35, escolio:« ... cuando miramos el Sol, imaginamos que
simples, del mismo modo capto la misma extensión en mis sensaciones. dista unos doscientos pies de nosotros».

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Se puede decir que los dos observadores que miden la distancia al sol colocar los fenómenos que no captamos, en serie con los que captamos,
son como dos ojos de la humanidad, que solo la humanidad percibe el es- según el orden geométrico de lo simple a lo complejo. Todos los modelos
pacio que separa la tierra del sol; igual como puede decirse que median- mecánicos de un fenómeno, con tal de que lo sitúen en el mismo rango
te la industria es la humanidad la que trabaja. Por poner otro ejemplo, si, en la serie, son equivalentes. O más bien, son más que equivalentes, son
por la noche, hacen girar una rueda delante de mí, y no se me da más que uno, de la misma forma que la elipse que traza un jardinero por medio
una luz interrumpida a cada instante, no veré más que posiciones sucesi- de una cuerda anudada a dos estacas es igual que la sección de un cono;
vas de la rueda, pero sin embargo percibiré su movimiento; puede decirse y la unidad de todos esos modelos mecánicos está definida por lo que
que, de la misma manera, mediante las observaciones, los registros, los expresa su grado común de complejidad, es decir, por una fórmula alge-
archivos, la humanidad percibe la vuelta de los cometas. braica. Tal vez pueda interpretarse de este modo la célebre afirmación de
Así es la ciencia. Primeramente, la ciencia debe disolver el vínculo Maxwell9 de que, cuando se ha logrado un modelo mecánico de un fenó-
que tengo como tarea establecer, por el hecho de percibir, entre mis sen- meno, se puede encontrar una infinidad de ellos. También se puede com-
saciones y mis acciones, porque, en el ámbito de la ciencia, un vínculo así prender así cómo puede aplicarse el análisis directamente a la física. Pero
no puede ser más que imaginario y, por consiguiente, engañoso. Sin em- es de temer que en esta aplicación se olvide lo que la legitima; solo en la
bargo, en la misma percepción, no puedo separar ese vínculo imaginario geometría, solo en la mecánica, encuentra el álgebra su significación.
de los vínculos reales que constituyen el espacio. La ciencia reduce a cada Si el objetivo de la ciencia fuera aportar conocimientos verdaderos
observador a ser, en la medida de lo posible, no un ser que percibe, sino al entendimiento, tal vez la ciencia puramente algebraica valdría mucho
algo análogo a un simple órgano de los sentidos. Todo engaño posible por más, o por lo menos tanto como la ciencia geométrica o mecánica. Pero
parte de la imaginación es suprimido, por el hecho de que quien observa es no es así; el entendimiento no puede sacar ningún provecho de la ciencia;
estrictamente reducido a la influencia que ejerce realmente en los fenóme- lo sabemos todo cuando sabemos que el mundo es extenso. El fin de la
nos observados; esta influencia, por pequeña que sea, existe siempre, pues ciencia es muy distinto; en primer lugar, es convertir al espíritu humano,
en la medida en que el mundo no nos permite ninguna intervención es- en la medida de lo posible, en dueño de la parte de la imaginación que la
capa también enteramente a nuestros sentidos. Así es como la influencia percepción deja libre; después ponerlo en posesión del mundo; y, bien
que tenemos sobre el cielo consiste, en particular, en ocultar las partes que mirado, puede que los dos fines no sean más que uno.
queramos del mismo mediante objetos interpuestos; también para el as- Esto es cierto incluso de la astronomía, tal vez sobre todo de la astro-
trónomo el cielo estrellado no son más que manchas brillantes en los nomía, que parece puramente contemplativa, siempre que se comprenda
cuartos de círculo que determina su retícula. Tal es la constatación. lo que significa poseer. Aquellos descubrimientos de la industria que, ob-
Del mismo modo que las herramientas forman las piezas de las má- tenidos por azar o por una técnica ciega, nos permiten trastocar el mundo
quinas, cada observador, en tanto que capta los fenómenos complejos que mediante unos cambios incomprensibles para nosotros mismos, nos pro-
lo sobrepasan por una aprehensión demasiado simple, es también como ducen la ilusión de una especie de tiranía; pero es un poder exterior a no-
una pieza de la ciencia. Por otra parte, del mismo modo que la geometría sotros mismos; por sus innovaciones el mundo no es más nuestro de lo
más simple está como encerrada en mi cuerpo, se fabrican otros cuerpos que lo era antes. Por el contrario, así como me apodero del Panteón con
que, como los telescopios, al mismo tiempo que están exentos de toda la mirada, del mismo modo la astronomía, sin darnos ningún poder efec-
mezcla de sensibilidad, encierran una geometría superior; son los instru- tivo sobre el cielo, sin embargo lo hace entrar en nuestro reino; hasta el
mentos. Así pues, allí donde los hombres no captan el espacio, la ciencia punto de que el piloto se atreve a servirse, como de sus instrumentos,
les ayuda a suponer la extensión. Pues imita, con las construcciones de de esos astros cuyo curso no podría hacer desviar ni el espesor de un ca-
la geometría, es~ ligazón perfecta que establecería el trabajo entre lo que bello todo el poder de la humanidad reunida.
se constata y la extensión. A tal efecto imagina, por así decirlo, bajo los
fenómenos constatados, combinaciones de herramientas simples, igua-
les que las que forman las máquinas. 9. James Clerk Max:well, físico escocés (1831-1879), autor de una teoría electromag-
La ciencia no pretende que esos modelos mecánicos de las cosas re- nética de la luz (1865). Simone Weil recuperó el mismo concepto de Maxwell en un texto
produzcan el mundo; eso no tendría ningún sentido. Al menos permiten muy posterior, «La ciencia y nosotros» (1941).

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A fin de cuentas la única sabiduría consiste en saber que hay un mun-


do, es decir, una materia que solo el trabajo puede cambiar, y que, con la
excepción del espíritu, no hay nada más. Pero basta un paso para hacer
que aparezca el universo. Entre paso y paso toco el mundo directamente.
Entre el uno y el dos lo presiento solamente; de igual manera, contar no CONCLUSIÓN
es más que comprender que se puede andar, andar con un paso que nos
deja en donde estamos. La sabiduría que he buscado laboriosamente la
contiene la más simple percepción. El orden que creí que debía seguir
¿no tiene, pues, ningún sentido, puesto que yo mismo, puesto que todo
hombre, incluso el menos meditador, sin haber dudado de todo, sin haber
concluido con su pensamiento su propia existencia como la única cosa
segura, sin haber pensado en Dios ni buscado razones para creer en una
existencia ajena a él, ni reflexionado sobre el movimiento, sobre la geo-
metría, sobre la extensión, posee esa sabiduría que yo he creído alcan-
zar solo después de todas estas preparaciones? No es así. En un abrir y Una vez terminada esta aventurada sucesión de reflexiones, todo indica
cerrar de ojos, el espíritu que se aparta de lo que siente se refugia en sí que se aparte de la doctrina cartesiana hasta el punto de que a veces
mismo y actúa, el piloto que dirige el timón en medio de la tempestad, parece contradecirla. Sin embargo, sería sorprendente que un boceto de
el campesino que maneja su hoz se conoce a sí mismo y conoce el mundo este tipo, por vacilante, por insuficiente que sea, por el mero hecho de que
de la manera que expresa la frase «Pienso, luego existo» con su cortejo de imita el movimiento del pensamiento cartesiano sin seguirlo, no lo escla-
ideas. Los trabajadores lo saben todo; pero fuera del trabajo no saben reciera en alguna medida. En efecto, tal vez nos permita entrever cómo
que han poseído toda la sabiduría. pueden resolverse las contradicciones aparentes anteriormente señaladas
Al margen de la acción eficaz, en los momentos en los que el cuerpo, en Descartes, y algunas otras dificultades. Se puede comprender por qué
en el que han quedado inscritas las percepciones pasadas, exime al es- se dice en El mundo que el movimiento es una noción más simple que la
píritu de explorar, el pensamiento humano queda librado a las pasiones, figura; cómo depende de esta idea la invención de la geometría analítica,
a la imaginación que hace surgir los dioses, a los discursos de apariencia cómo, en consecuencia, al llegar a hacerse todo lo concreta posible, la
más o menos razonable. El hombre olvida entonces que no es más que es- geometría adquirió la apariencia de una extrema abstracción, y cómo,
píritu libre, que no debe creer más que en sí mismo, que todo lo que en su por un mismo acto del espíritu, Descartes identificó la geometría, por una
pensamiento no es acto libre de su espíritu es objeto a pesar de todos los parte, con el álgebra, y por otra, con la física. Por desgracia, Descartes dejó
adornos de elocuencia, y está a su disposición por medio de un trabajo. oscura a propósito la exposición de su descubrimiento geométrico; pero al
Por eso mismo el hombre tiene necesidad de la ciencia, con tal de que en menos su Geometría hace ver que principalmente quiso establecer, para-
lugar de imponer sus pruebas sea enseñada de la manera que Descartes lla- lelamente a la serie de las ecuaciones, la serie de las líneas geométricas,
maba analítica, es decir, de manera que cada escolar, siguiendo el mismo que por otra parte no pudo más que esbozar, y de dos maneras diferen-
orden que si él mismo inventara metódicamente, pueda decirse que, más tes, pero que Lagrange 1 debía construir en sus inmortales trabajos. Se ve
que recibir la instrucción, se instruye a sí mismo. La ciencia así concebida, por otra parte cómo esta misma innovación fue la que redujo la física a
al reducir a un sistema de máquinas el cielo, la tierra, todas las cosas, y la la geometría, y que la fundó sobre unas comparaciones con los fenóme-
misma imaginaFión con el nombre de cuerpo humano, añadirá para cada nos que nos hacen familiares la experiencia corriente y los trabajos más
uno un conocimiento, uno solo, al que encierra el trabajo que percibe, a comunes; cómo también, cosa que sorprendió a los contemporáneos,
saber, que este conocimiento lo contiene todo y que no hay nada más. Descartes, pese a imaginar siempre movimientos, creyó que debía, para

1. Joseph-Louis de Lagrange, matemático francés (1736-1813 ). Se le debe, entre otros


trabajos, la definición de las funciones derivadas (Théorie des fonctions analytiques, 1797).

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CONCLUSIÓN

reducir al extremo la parte del espíritu que la física está forzada a parecer siquiera parecerse a ellas. Basta con que un esbozo así, sin servir de co-
atribuir al mundo, no admitir en la medida de lo posible más que simples mentario, permita solamente abordar de nuevo y más fructíferamente los
impulsos; por qué finalmente, después de haber fundado toda su física so- textos mismos. Así, no se la puede concluir mejor qpe invocando, como
bre el movimiento, la arruina en apariencia, al considerar el movimiento Descartes para justificar su Dióptrica, el ejemplo de los astrónomos «que,
como puramente relativo. Parece también que no hay ninguna contradic- aunque sus suposiciones sean casi todas falsas e inciertas, sin embargo
ción, sino al contrario, en reducir la imaginación al cuerpo humano, ni [... ] no dejan de sacarse de ellas muchos conocimientos muy. ciertos y
en hacer de ella, en todo lo que concierne al mundo, el único instrumen- muy seguros» 4 •
to del conocimiento. Se ve que las ideas simples pueden ser relacionadas
con el espíritu y al mismo tiempo ser consideradas como leyes del mun-
do, si es verdad que expresan no el mundo ni el espíritu, sino el paso que
el mundo deja al espíritu; se ve también por qué se puede decir que son
creadas por Dios, puesto que el papel de Dios, con respecto a mí, con-
siste en responder de alguna forma de la unión del alma con el cuerpo.
Aparecen las grandes correlaciones que constituyen el núcleo de la doc-
trina; ya no hay contradicción entre libertad y necesidad, entre idealismo
y realismo. En cuanto a esta última oposición basta con señalar, para
no quedar detenidos en ella, que todo el espíritu está en acto en la apli-
cación del pensamiento a un objeto. Por eso es por lo que Descartes se
atreve a decir, en abierta contradicción con la forma en que la filosofía
comúnmente enseñada define la deducción, que «es lo propio de nues-
tro espíritu, formar proposiciones generales a partir del conocimiento
de las particulares» (Respuestas a las Segundas Objeciones, IX, 111). En
las Reglas, para explicar las cuatro operaciones aritméticas 2 , también se
contenta con las pruebas intuitivas que Poincaré creyó que debía reem-
plazar por razonamientos analíticos 3 • Desde esta concepción referente
al espíritu las ideas claras y distintas se muestran como infaliblesJ y la
ciencia como uniformemente simple, clara y fácil, por lejos que se ex-
tienda. Pues no hace más que crear series en las que cada idea sea tan fácil
de alcanzar a partir de la precedente como la primera por sí misma; dicho
de otro modo, no hay otro orden más que el que rige la sucesión de los
números, y hace que se piense mil tan fácilmente como dos. Finalmente,
se comprende, conforme a esta misma concepción, que cuando el espí-
ritu se aplica al mundo, ya tome como intermediarios figuras geométricas
y signos algebraicos, o bien sensaciones, es siempre el mismo espíritu, el
mismo mundo, el mismo conocimiento; y es lo que Descartes da a enten-
der bastante tlaramente en todos sus escritos.
N o se trata de que las ideas formadas en el curso de esta arriesgada
reconstrucción puedan pretender ser las mismas ideas de Descartes, ni

2. Regulae, XVIII (AT X, 462 ss.).


3. Cf. La Science et l'hypothese, Flammarion, París, 1968, pp. 33 ss. 4. ATVI, 83.

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