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trueque para ampliar la mano de obra y para que tuviera crías. En la época de la
colonización, esta mujer siguió soportando en silencio el maltrato, el trabajo arduo
bajo el látigo, el abuso sexual y la separación del hijo puesto que, según la
legislación de aquel tiempo, los hijos eran propiedad del amo esclavista. La mujer
negra tuvo que renunciar a su identidad y sus costumbres y, por obligación, se
sometió a las de sus amos. En la casa de los hacendados, ella hacía parte de la
servidumbre como cocinera, lavandera o niñera, un rol que todavía conserva en
muchos espacios domésticos. Pero también merece mención especial la forma
clandestina en que la mujer negra esclava se juntaba con los que trabajaban en las
minas o la agricultura para practicar sus creencias. Estos momentos se volvían
coyunturas vitales mediante las cuales se trazaban procesos de rebelión con el
apoyo silencioso de las mujeres, quienes suministraban informaciones y alimentos
a los cimarrones Durante la trata negrera, la mujer negra fue traída como mercancía
u objeto de trueque para ampliar la mano de obra y para que tuviera crías. En la
época de la colonización, esta mujer siguió soportando en silencio el maltrato, el
trabajo arduo bajo el látigo, el abuso sexual y la separación del hijo puesto que,
según la legislación de aquel tiempo, los hijos eran propiedad del amo esclavista.
La mujer negra tuvo que renunciar a su identidad y sus costumbres y, por obligación,
se sometió a las de sus amos. En la casa de los hacendados, ella hacía parte de la
servidumbre como cocinera, lavandera o niñera, un rol que todavía conserva en
muchos espacios domésticos. Pero también merece mención especial la forma
clandestina en que la mujer negra esclava se juntaba con los que trabajaban en las
minas o la agricultura para practicar sus creencias. Estos momentos se volvían
coyunturas vitales mediante las cuales se trazaban procesos de rebelión con el
apoyo silencioso de las mujeres, quienes suministraban informaciones y alimentos
a los cimarrones
“La identidad sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio cultural,
que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o
valoración. Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su patrimonio
cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar y que
asume como propios y los que, de manera natural, se van convirtiendo en el
referente de identidad (...) Dicha identidad implica, por lo tanto, que las personas o
grupos de personas se reconocen históricamente en su propio entorno físico y social
y es ese constante reconocimiento el que le da carácter activo a la identidad cultural
(...)
a. un modo de vivir.
b. cohesión social.
c. creación de riqueza y empleo.
d. equilibrio territorial.
La tradición, el patrimonio y la identidad (s.f.): Los términos que dan título a este
artículo plantean problemas conceptuales, de contenidos y de significación, y no
sólo formales o nominalistas. Desde luego, Tradición, Patrimonio e Identidad son
conceptos
complejos, ambiguos y polisémicos; porque son construcciones sociales cuyos
significados cambian dependiendo de la época, el tiempo histórico y según quienes
los empleen y para qué fines los utilicen.Además, la idea de tradición remite al
pasado pero también a un presente vivo. Lo que del pasado queda en el presente
eso
es la tradición. La tradición sería, entonces, la permanencia del pasado vivo en el
presente. De dicho documento se desprenden los siguientes significados:
Tradición: la tradición existe en todas partes. Todos los grupos sociales,
urbanos o rurales, tienen tradición. En la ciudad también se dan expresiones
tradicionales provenientes del mundo rural a través de la emigración. Es decir, existe
una cultura tradicional, más allá de la ruralía, en el medio urbano. La tradición no se
hereda genéticamente; se transmite socialmente y deriva de un proceso de
selección cultural. La parte de la cultura seleccionada en el tiempo con una función
de uso en el presente sería la tradición. El pasado, decantado, es continuamente
reincorporado al presente. Desde tal punto de vista la tradición implica una cierta
selección de la realidad social, la tradición no es inalterable e inmóvil, sino dinámica,
cambiante y adaptativa.
Identidad: La identidad es una construcción social que se fundamenta en la
diferencia, en los procesos de alteridad o de diferenciación simbólica. Y la imagen
de la identidad se conforma desde la percepción interior y desde la visión exterior.
La identidad se fundamenta en una construcción real y en una construcción
ideológica, que jerarquiza y fetichiza unos símbolos supuestamente propios,
mediante los que se canalizan, cíclicamente, las energías y los sentimientos
colectivos; porque los procesos de construcción de las identidades son, como
observa Juan José Pujadas (1993), procesos ideológicos (conjunto de
representaciones, valores, creencias y símbolos), procesos políticos (con la
finalidad de marcar los límites entre nosotros y ellos) y procesos culturales (la
historia y la tradición), que representan el vínculo genealógico y la herencia cultural.
Patrimonio cultural: El patrimonio cultural se clasifica en tangible e intangible.
El patrimonio inmaterial refleja la cultura viva, y entre otros referentes comprende
las costumbres y tradiciones, las prácticas y hábitos sociales, las prácticas relativas
a la naturaleza, la medicina tradicional, los rituales y las fiestas, los saberes, los
conocimientos, las lenguas y las expresiones verbales, todos los géneros de la
tradición oral, la música, el baile y la danza, las artes narrativas y del espectáculo,
las cosmologías y los sistemas de conocimiento, las creencias, los valores, etc., que
constituyen la expresión de la identidad de un pueblo o grupo étnico o social; en
suma, sus formas vivas de vida. Por lo que el patrimonio invisible representa una
importante fuente de creatividad e identidad.