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¿Qué consecuencias tiene el consumo de sustancias ilegales en los adolescentes? ¿Y ante que
señales debemos prestar atención ante la sospecha de que un joven consume drogas?
Un joven sufre un trastorno por uso de sustancias cuando consume ciertos tipos sustancias con
frecuencia y de manera compulsiva (no sabe decir que no), por lo que afecta negativamente a
su salud, o su desarrollo personal, a sus relaciones con la familia o con sus amigos, a sus
estudios o su trabajo, o le ocasiona problemas económicos o legales.
Una combinación de factores (biológicos, psicológicos y sociales) pueden hacer que la persona
pierda el control sobre el uso de la sustancia y sea incapaz de parar su consumo, aunque sea
consciente de los perjuicios que le provoca.
¿A quién afecta?
En los últimos años el consumo de drogas ilegales entre los jóvenes ha aumentado.
Los datos muestran que prácticamente uno de cada cuatro jóvenes ha consumido alguna
sustancia, sobre todo, cannabis y cocaína. No todas las personas que consumen acaban
sufriendo un trastorno de adicción.
¿Cómo se tratan?
Señales físicas
Pérdida de peso
Hipertensión
Ojos rojos
Irritación nasal
Ronquera
Tos crónica
Dolor de pecho
Marcas de jeringuilla
Lesiones
Hábitos personales
Higiene deficiente
Rendimiento académico
Alteraciones de la memoria
Pobreza mental
No asistencia a clase
Suspensos y expulsiones
Actividades de riesgo
Depresión
Reacciones de pánico
Robatorios
Promiscuïdad
Problemas legales
Es importante recordar:
Son múltiples los estudios que han analizado la relación entre diversos factores escolares y el
uso de drogas en adolescentes. Autores como Becoña et al., (2011) o López y Rodríguez-Arias
(2010) establecen que se posee suficiente apoyo empírico que indica que el fracaso escolar
aumenta el riesgo de consumo de drogas respecto a si tiene un buen rendimiento escolar,
actuando éste último como factor de protección. Esta afirmación está respaldada por estudios
longitudinales en los que se ha hallado que el fracaso escolar temprano y el bajo rendimiento
escolar pueden servir como puerta de entrada tanto para el inicio del uso de sustancias
(Bachman, 2008; Chassin et al., 2004; Muñoz-Rivas et al., 2000; Piko y Kovács, 2010) como de
los comportamientos problemáticos o delictivos (Bachman, 2008).
Sin embargo, a pesar de que un gran número de investigaciones muestran que el rendimiento
y el fracaso escolar están relacionados con el uso de sustancias, la dirección o relación causal
de dicha asociación aún no está clara (Bachman, 2008). La relación inversa también ha sido
observada. Hay estudios en que es el consumo de drogas el que predice diversos tipos de
fracaso escolar. Jacobsen et al. (2005) informaban que fumar durante la adolescencia afecta a
la memoria de trabajo y la atención, dos habilidades cognitivas con importantes implicaciones
para el rendimiento académico. En este mismo sentido apuntan autores como Spear (2002) o
Chambers et al. (2003) en estudios que revelan que el consumo de alcohol y de otras drogas
durante la adolescencia puede alterar funciones psicológicas como el aprendizaje y
seguimiento de normas, o la regulación emocional.
A este respecto, Bachman (2008) postula distintas trayectorias posibles en la relación fracaso
escolar y uso de sustancias. Este autor plantea que el uso de sustancias disminuye el
rendimiento escolar al interferir en la concentración, la memoria y la motivación, o bien
porque cause algún tipo de daño cerebral. Pero también que el uso de sustancias puede ser
fomentado a través de asociaciones con otros adolescentes con problemas de
comportamiento que incentivarían, además del uso de sustancias, el absentismo escolar, una
mala conducta en la escuela y la devaluación o menosprecio de los éxitos escolares,
repercutiendo de este modo negativamente en el rendimiento escolar. Otra trayectoria
posible estaría relacionada con la dificultad para hacer frente a los problemas escolares,
llevando a algunos adolescentes a buscar refugio en el consumo de sustancias y en la
asociación con otros adolescentes con bajo rendimiento y con problemas de comportamiento.
En definitiva, el éxito escolar actuaría como factor de protección para el tabaco y el alcohol a
edades tempranas y en la adolescencia, mientras que el fracaso escolar lo hace como factor de
riesgo y predictor del abuso de drogas en la adolescencia.