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Este libro presenta el ayuno no como una sugerencia o una simple practica cristiana; me
gusta como inicialmente en la primera parte lo muestra como un mandato. Muchas veces en
mi andar con Cristo me he sentido muy espiritual por ayunar, pero ahora al estudiar y
entender mas el tema me doy cuanta que no he sido ni siquiera básicamente obediente.
El ayuno es un mandato dado por Dios al igual que dar y orar, el sentido del morir a una de
mis necesidades básicas me lleva a entender que la dependencia en Dios va mas allá de lo
que quiero pues Él sabe realmente que es lo que necesito. Ahora, si no sé en verdad ni lo
que quiero entonces es muestra de que en verdad necesito ayunar.
Para empezar, es necesario tener en cuenta varios puntos:
El motivo del ayuno
Duración y clase de ayuno
Disponerse a dejar de lado todo lo placentero para enfocarse realmente
ORAR!!! Ayuno sin oración es aguantar hambre
Ser consciente que es doloroso… si no lo fuera, pues no sería esfuerzo
El ayuno trae múltiples beneficios espirituales y materiales, como:
Sanidad física a través del descanso al sistema digestivo
Eliminación de toxinas que cargan el cuerpo de manera negativa
Dominio propio
Tiempos profundos y reales de oración y conexión con Dios
Sensibilidad espiritual
Ver un resultado tangible públicamente para dar la gloria a Dios por lo que se hace
en secreto
Es preparativo para una bendición mayor y una vida de mayor santidad
Liberación de demonios que distraen del propósito mayor que tiene Dios para cada
uno
El tiempo del ayuno es normalmente la antesala a algo grande. Cuando se lee en la palabra
sobre el ayuno , se pueden evidenciar grandes personajes de la biblia que ayunaron pero
nada mas y nada menos que Jesús ayuno al inicio de su ministerio, fue tentado como
cualquiera de nosotros mortales solo que Él no pecó jamás y aún así se apartó para poder
tener mas intimidad con Su Padre, vencer la tentación y salir triunfante a cumplir con su
llamado y ministerio sin titubeos ni miedo alguno y lo cumplió al punto que no solo murió
sino que resucitó. Jesús enseña a sus discípulos la importancia de ésta práctica (Mat.
17:21);