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Celebración del Sacramento de la Eucaristía

Saint Francis College


23 de noviembre, 2019

Monición Inicial
Hoy es la primera vez que estos niños van a participar de una manera plena en la Eucaristía, y eso es
motivo de gozo para toda nuestra asamblea.
No se trata de una cuestión meramente superficial, sino que supone un compromiso tanto para ellos
como para nosotros, los adultos. Alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Jesús debe empujarnos a
poner en práctica sus enseñanzas, a compartir la vida con otros, a darnos por entero y a servir como
alimento para los demás.
Con esta convicción, dispongámonos a iniciar nuestra celebración y participemos todos juntos en este
gran banquete.

Canto de entrada.

Ritos Iniciales
Sacerdote:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén

SALUDO
Sacerdote:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con
todos ustedes.

Todos:
Y con tu espíritu.

Acto Penitencial.
Sacerdote:
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora a la
conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la
misericordia de Dios.

Se hace una breve pausa en silencio.


Todos:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego
a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por
mí ante Dios, nuestro Señor.

Sacerdote:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna.

Todos:
Amén

Señor, ten piedad.

Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Mira con bondad, Padre,
a los que se acercan por primera vez
a la mesa de tu altar, y concédeles que,
llenos del Espíritu de Cristo,
sean un solo corazón y una sola alma con sus hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.

Todos:
Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA


Si estamos muy cansados después de mucho caminar, un trozo de pan y un vaso de agua nos dan
nuevas fuerzas para continuar. Así como Dios acompañó a Elías y puso a su alcance el alimento que
tanto necesitaba, así también nos acompaña a nosotros y nos da la energía que necesitamos para
emprender la aventura de llevar amor a todos los que nos rodean.
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 4-8

En aquellos tiempos, caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se sentó bajo un árbol
de retama, sintió deseos de morir y dijo: “Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que
mis padres”. Después se recostó y se quedó dormido.
Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo: “Levántate y come”. Elías abrió los ojos y vio a
su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua. Después de comer y beber, se volvió a
recostar y se durmió.
Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo: “Levántate y come, porque aún te queda
un largo camino”. Se levantó Elías. Comió y bebió. Y con la fuerza de aquel alimento, caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios.

Salmo Responsorial
Del Salmo 99
R. Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra.

Loemos al Señor sus fieles todos,


sirvamos al Señor con alegría
y entremos en su tempo, jubilosos. R.

Entremos por sus puertas dando gracias,


por sus atrios, con himnos,
alabando al Señor y bendiciéndolo. R.

Porque el Señor es bueno,


eterna es su bondad
y su fidelidad no tiene término. R.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA


Cuando en la última cena Jesús afirmó que el pan era su cuerpo y que el vino era su sangre, manifestó
muy claramente que ofrecía su vida entera como alimento para los demás. Así como el pan da vida a
quien lo come y el vino alegra a las personas, así también la vida de Jesús es una donación generosa de
sí mismo que pretende llevar vida, alegría y esperanza a los seres humanos.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que
iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
“Esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo
con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre.
Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”.
Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del
Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

MONICIÓN AL EVANGELIO
Cuando nos sentamos a comer con otras personas no sólo saciamos el hambre, sino que al mismo
tiempo compartimos la vida con nuestros comensales.
El Evangelio que se proclamará a continuación habla precisamente de eso. Escuchemos atentamente
y dejemos que Jesús nos enseñe lo que somos capaces de lograr cuando nos abrimos al encuentro con
otros y nos damos por entero.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía
mucha gente, porque habían visto las señales milagrosas que hacía curando a los enfermos. Jesús
subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos.
Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que
coman éstos?” Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de
pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho
que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” Jesús les
respondió: “díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se
sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.
Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se
habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después
de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se
desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce
canastos.
Entonces la gente, al ver la señal milagrosa que Jesús había hecho, decía: “Este es, en verdad, el
profeta que había de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo
rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

Palabra del Señor.

HOMILÍA
MONICIÓN A LA RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES
Niña:
Hoy vamos a recibir por primera vez el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es un gran paso en nuestra
vida cristiana. Es un gran paso en aquel camino que empezamos el día de nuestro Bautismo,
cuando éramos muy pequeños y ni siquiera nos estábamos dando cuenta de lo que sucedía.

Niño:
Como todavía no sabíamos hablar, nuestros padres y padrinos tuvieron que responder por
nosotros. Ellos dijeron que renunciaban al mal y que tendrían una fe muy fuerte en Dios. Pero hoy
nosotros mismos diremos sí a Jesús y nos comprometeremos a vivir como Él nos enseña. La vela
que tendremos en las manos nos recuerda nuestro bautismo, pues desde aquel día recibimos la
misión de reflejar con nuestra vida la luz de Cristo.

En este momento, los niños se ponen de pie y esperan mientras se acerca algún acólito para
encenderles la vela con la luz del cirio pascual.

Sacerdote:
Para ser cristianos de verdad tienen que esforzarse por rechazar el mal, que lleva al pecado y es
negación de Dios.
Rechazarán el mal, renunciando a todas aquellas cosas que son faltas de amor hacia el ser humano:
-Al egoísmo, que hace que no se preocupen por los demás.
-A la violencia y la venganza, que causan mucho dolor a las personas.
-A la mentira y la hipocresía, que no les permiten ser sinceros y transparentes.
-A la envidia y al odio, que pueden llevarlos a maltratar a los hermanos.
A todo esto, ¿Renuncian?

Niños (as):
Sí, renuncio.

Sacerdote:
Rechazarán el mal, buscando en Dios fuerza para superar las debilidades que les hacen daño a
ustedes mismos:
-Sus perezas, sus indiferencias;
-sus miedos e inseguridades;
-su materialismo y su desconfianza.
¿Combatirán todas esas debilidades?

Niños (as):
Sí, las combatiré.
Sacerdote:
Rechazarán el mal, amando a los demás para vivir como Cristo:
-Teniendo el espíritu abierto para apreciar lo bueno que hay en los hermanos.
-Perdonando los errores de los demás.
-Siendo buenos compañeros.
-Evitando ofender a otros y burlarse de ellos.
-Aceptando que algunos piensen diferente.
-Y ayudando a todo el que los necesite.
¿Quieren comprometerse a esto?

Niños (as):
Sí, quiero.

Todos los fieles se ponen de pie...

Sacerdote:
Ahora, junto con la comunidad que los acompaña, profesemos nuestra fe:
¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Todos:
Sí, creo.

Sacerdote:
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue
sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

Todos:
Sí, creo.

Sacerdote:
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón
de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?

Todos:
Sí, creo.

Sacerdote:
Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor
nuestro.
Todos:
Amén.

Terminado esto, los niños apagan las velas.

ORACIÓN DE LOS FIELES


Motivados por la palabra de Dios que acabamos de escuchar, oremos a Dios nuestro Padre por
nosotros y por todos los seres humanos. A cada intención respondemos:

R. Señor, ayúdanos a vivir en comunión.

- Para que el Señor ilumine y sostenga al Papa, a los sacerdotes y a todos los fieles en su
tarea de anuncio del Evangelio. Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan las naciones, para que dirijan todos sus esfuerzos en favor de la
paz y el bienestar de todos los seres humanos. Roguemos al Señor.
- Para que nosotros, que participamos hoy por primera vez en el Sacramento de la
Eucaristía, crezcamos en sabiduría y gracia, y aprendamos a compartir la vida con los
demás. Roguemos al Señor.
- Para que nuestros padres sirvan siempre de ejemplo y estímulo, y aseguren así nuestra
perseverancia en la fe. Roguemos al Señor.
- Por todos los niños del mundo, sobre todo por los que más sufren, para que el Señor los
consuele y encuentren el apoyo de otros niños y de los adultos. Roguemos al Señor.
- Por todos los que estamos aquí reunidos, para que seamos testimonio de alegría y
esperanza en medio de la sociedad. Roguemos al Señor.

Escúchanos, Dios de inmensa ternura, y concédenos servirte con todo el corazón. Por
Jesucristo nuestro Señor.

LITURGIA EUCARÍSTICA
Canto de ofertorio.

Sacerdote:
Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a
ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.

Todos:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro
bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LOS DONES


Señor y Padre nuestro, te pedimos que quienes participan
por primera vez de este sacramento de tu salvación,
sean para Ti y para sus hermanos
una ofrenda viva como Jesucristo
y den frutos abundantes de amor y misericordia.
Por Jesucristo, nuestro señor.

Todos:
Amén.

Prefacio.

Plegaria Eucarística para las misas con niños II.

Sacerdote:
El Señor esté con ustedes.

Todos:
Y con tu espíritu.

Sacerdote:
Levantemos el corazón.

Todos:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Sacerdote:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Todos:
Es justo y necesario.

Sacerdote:
En verdad, Padre amantísimo, nos ofreces este gozo para que te demos gracias y nos llenemos de
alegría junto con Jesús, en tu Iglesia. Tanto nos amaste, que por nosotros creaste este mundo
inmenso y hermoso.

Todos:
¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!

Sacerdote:
Tú nos amas tanto, que nos das a tu Hijo, Jesús, para que él nos lleve a ti.

Todos:
¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!

Sacerdote:
Tú nos amas tanto, que nos reúnes con Jesús, y por la acción del Espíritu Santo nos haces hijos de
una misma familia por adopción.

Todos:
¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!

Sacerdote:
Por un regalo de amor tan grande queremos darte gracias con los ángeles y los santos que te
adoran en el cielo, cantando:

Santo.

Sacerdote:
Bendito sea Jesús, tu enviado, el amigo de los niños y de los pobres. Él vino para enseñarnos cómo
debemos amarte a ti, que eres nuestro Padre, y amarnos los unos a los otros. Él vino para arrancar
de nuestros corazones el pecado y el mal que nos impiden ser amigos y el odio que no nos deja ser
felices. Él prometió que su Espíritu Santo estará siempre con nosotros para que vivamos como
verdaderos hijos tuyos.

Todos:
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

En este momento, todos se ponen de rodillas.

A ti, Dios y Padre nuestro, te pedimos que envíes tu Espíritu, para que estos dones de pan y de vino
se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo, Señor nuestro. El cual, la víspera de su
muerte, nos dio a conocer tu amor infinito, pues, cuando estaba sentado a la mesa con sus
discípulos, tomó un pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR
USTEDES.

Después, tomó el cáliz lleno de vino y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA
ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR USTEDES Y POR MUCHOS PARA EL
PERDÓN DE LOS PECADOS. HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Sacerdote:
Este es el sacramento de nuestra fe.

Todos:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Sacerdote:
Por eso, Padre amantísimo, recordamos ahora la muerte y resurrección de Jesús, el salvador del
mundo, quien se entregó en nuestras manos para ser víctima de reconciliación y de paz, sacrificio
nuestro, en el cual nos ofrecemos a ti.

Escúchanos, Señor Dios nuestro, y danos el Espíritu de tu amor a todos los que participamos en
este banquete eucarístico, para que vivamos cada día más unidos en la Iglesia, con el Santo Padre,
el Papa Francisco, con nuestro Obispo José Rafael, con los demás obispos, y con todos los que
sirven a tu pueblo.

Todos:
¡Que todos seamos un solo cuerpo y un solo espíritu para gloria tuya!

Sacerdote:
No te olvides de las personas que amamos: de nuestros papás, hermanos y amigos; tampoco de
aquellas a las que deberíamos querer más. Acuérdate de nuestros amigos, que por vez primera
invitas en este día a participar del pan de vida y del cáliz de salvación en la mesa de tu familia;
concédeles crecer siempre en tu amistad. Acuérdate también de los que ya murieron en tu paz, y
recíbelos con amor en la alegría de tu casa.

Todos:
¡Que todos seamos un solo cuerpo y un solo espíritu para gloria tuya!

Sacerdote:
Y un día, reúnenos junto a ti, Padre, con la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, para
celebrar en tu reino el día eterno en donde todos los amigos de Jesucristo, nuestro Señor, te
cantemos sin fin el cántico de alabanza.

Todos:
¡Que todos seamos un solo cuerpo y un solo espíritu para gloria tuya!
Sacerdote:
Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor
y toda gloria por los siglos de los siglos.

Todos:
Amén

Rito de Comunión.

Sacerdote:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión
fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Todos:
Padre Nuestro que estás en el cielo...

Sacerdote:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu
misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras
esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo.

Todos:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Sacerdote:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La paz les dejo, mi paz les doy”, no tengas en cuenta
nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos:
Amén.

Sacerdote:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.

Todos:
Y con tu espíritu.

Sacerdote:
En el espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.

En este momento se realiza el saludo de la paz.

Sacerdote:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del
Señor.

Todos:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Padre lleno de ternura, que has llamado amigos
a estos hermanos nuestros que han recibido por primera vez
el Cuerpo de tu Hijo;
haz que, por la fuerza de este sacramento,
participen, en la esperanza,
de la vida definitiva de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:
Amén.

RITOS CONCLUSIVOS
Sacerdote:
El Señor esté con ustedes.
Todos:
Y con tu espíritu.

Sacerdote:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes
y los acompañe siempre.
Todos:
Amén.

Sacerdote:
Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
Todos:
Demos gracias a Dios.

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