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All content following this page was uploaded by Ana María Vara on 28 May 2015.
Doctor of Philosophy
in
Spanish
by
June 2009
Dissertation Committee:
Dr. Raymond L. Williams, Chairperson
Dr. Benjamin Liu
Dr. William W. Megenney
Copyright by
Ana María Vara
2009
ABSTRACT OF THE DISSERTATION
by
latinoamericana en las primeras cuatro décadas del siglo XX, y que tuvo amplia
relacionado con la denuncia de las condiciones de explotación colonial pero, sobre todo,
momento desarrollo pleno en el libro del escritor uruguayo Eduardo Galeano, Las venas
América del Sur: la selva misionera de la cuenca del Plata, y las zonas andinas del Perú y
el Ecuador. Esta deliberada heterogeneidad del corpus busca demostrar que los patrones
iv
hallados en esas obras trascienden su adscripción a determinados géneros, tendencias
Analizamos obras de Rafael Barrett, un escritor nacido en España pero que dejó
una marca decisiva en la literatura latinoamericana: la serie de artículos Lo que son los
(1912); y la recopilación de relatos Cuentos breves. Del natural (1911). Luego nos
concentramos en el diálogo entre las obras de Barrett y del uruguayo Horacio Quiroga,
analizando su novela corta Las fieras cómplices (1908); y sus cuentos “Los mensú”
(1914), “Una bofetada” (1916), y “Los precursores” (1929). Nuestro análisis de la novela
Huasipungo (1934), del escritor ecuatoriano Jorge Icaza, para indagar los puntos en
v
TABLE OF CONTENTS
Capítulo 1 – Introducción……………………………………………………….......... 1
en El tungsteno………………………………………………………………………... 234
vi
Capítulo 1 – Introducción
las primeras cuatro décadas del siglo XX, y que tuvo amplia circulación a lo largo del
Esta controversia ganó gran visibilidad pública en 2005, debido a la fuerte oposición de
ciertas poblaciones argentinas a los planes de dos empresas transnacionales con sede en
producción de pasta de celulosa en la localidad uruguaya de Fray Bentos, a la vera del río
Uruguay, frontera natural entre los dos países. El epicentro de la protesta fue—y sigue
1
turismo, donde prácticamente todos los sectores sociales se movilizaron en contra de los
en general, la opinión pública uruguaya adoptaba una actitud que ciertos autores
pudieron observarse los clásicos marcos interpretativos de las disputas ambientales, con
Sin embargo, aún en los momentos más álgidos del enfrentamiento diplomático
activistas uruguayos que se habían opuesto tempranamente a los proyectos alertaron a los
2
En la observación del desarrollo de la controversia pudo detectarse que, entre los
situación. En sociología, dentro del área de estudios de los movimientos sociales, autores
como Snow et al., citando a Erving Goffman, definen la noción de “framing” como
“‘interpretation schemata’ that enable individuals ‘to locate, perceive, identify and label’
occurrences within their life space and the world at large.” Es decir, el framing de un
fenómeno es fundamental para que los actores puedan responder al mismo de manera
experience and guide action, whether individual or collective” (464). En ciertos textos
producidos por actores del movimiento social se percibían las marcas de un framing anti-
del conflicto como bi-nacional, para entenderlo como el de pueblos dependientes que
Esas marcas se advertían, por ejemplo, en consignas de claro tono anti-imperialista como
“Botnia, go home,” frase con que se embanderó el puente internacional que une las
ciudades de Fray Bentos y Gualeguaychú en una marcha que reunió a más de cien mil
personas en 2007; en las pancartas que repetían las palabras del prócer uruguayo José
Gervasio de Artigas: “No venderé el rico patrimonio de los uruguayos al precio vil de la
presentado como escaso y valioso, el agua, por el que las empresas europeas tendrían
3
especial interés, que se observaba tanto en informes de científicos locales como en la
Un segundo aspecto al que se refieren Snow et al. cuando discuten las cuestiones
activistas—es la noción de “cycles of protest,” que toman de Sydney Tarrow. Estos ciclos
históricos de protesta pueden ir asociados con “master frames,” es decir, con grandes
marcos interpretativos novedosos, “that not only inspire and justify collective action, but
also give meaning to and legitimate the tactics that evolve.” Estos autores sostienen que,
con posterioridad, estos master frames pueden ser utilizados por otros movimientos
sociales:
Just as some forms of innovative collective action become part of the evolving
repertoire for subsequent SMOs [social movement organizations] and protesters
within the cycle, so it seems reasonable to hypothesize that some movements
function early in the cycle as progenitors of master frames that provide the
ideational and interpretive anchoring for subsequent movements later on in the
cycle. (Snow et al. 477)
master frame previo. Resonaban en sus consignas los ecos de un discurso anti-
explotación colonial pero, sobre todo, neocolonial en relación con los recursos naturales
en el libro de mayor éxito del escritor uruguayo Eduardo Galeano, Las venas abiertas de
América Latina, publicado en 1971. Así cuenta la historia de la región el primer párrafo
4
La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan
en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos
América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos
en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le
hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina
perfeccionó sus funciones. Éste ya no es el reino de las maravillas donde la
realidad derrotaba a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la
conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue
trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas,
como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el
café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan,
consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. (1)
declaración pública presentada en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2003. Por
en este discurso en algunos textos. Como publicó en 2006 en una nota de opinión en un
diario porteño, en su visión podrían vincularse las viejas explotaciones del oro y la plata,
las menos viejas del azúcar o el cacao, las más recientes de la deuda externa, con las
5
agujereadas, aguas podridas, largas caravanas de infelices condenados a la muerte
temprana, vacíos palacios donde deambulan fantasmas.
Ahora es el turno de la soja transgénica y de la celulosa. Y otra vez se repite la
historia de las glorias fugaces, que al son de sus trompetas nos anuncian desdichas
largas. (“Salvavidas de plomo”)
búsqueda del master frame que informaba el framing anti-imperialista que habíamos
revelar una suerte de traducción entre disciplinas, que ya hemos anticipado tácitamente.
el siglo XIX hasta la “crisis of the 1920s”; y el “anthropological,” que sitúa desde esa
década hasta la publicación de Los pasos perdidos de Alejo Carpentier en 1949, y Cien
discourse” es aquél “backed by a discipline, or embodying a system, that offers the most
common description of humanity and accounts for the most widely held beliefs of the
como un modo de entender el mundo: “Prestige and socio-political power give these
son abandonados, devienen “merely stories or myths, voided of power in the present.”
6
Quisiéramos destacar otros tres aspectos de la definición de González Echevarría. El
primero tiene que ver no sólo con la circulación sino, sobre todo, con la recepción activa
estos discursos, los miembros de una comunidad encuentran patrones para comprender la
percepción, e imponen una interpretación sin hacerse notar. Así lo explica González
Echevarría: “the individual finds stories about himself and the world that he or she finds
En relación con la búsqueda del marco interpretativo que informó el framing que
denuncia anti-imperialista sobre los recursos naturales, que encarna un sistema, el que
de Mary Louise Pratt en su libro Imperial Eyes, acerca de la literatura de viajes sobre
propone:
7
modernity imagines a progressive process that will eventually make all nations
equally modern, neocolonialism acts to limit a state’s ability to develop itself. The
fruits of productivity flow outward, toward the pockets of investors abroad. (226)
sobre el que nos proponemos trabajar no llegaría “from outside” (Myth and Archive 41);
queremos considerar tiene que ver con el calificativo “hegemonic” que usa González
Echevarría. En el caso del discurso que nos interesa, si bien se trata de un marco
interpretativo que se impone a los miembros de la comunidad y que por eso podría
caracterizarse como “hegemonic” siguiendo esa terminología, creemos que resulta más
Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Este largo ensayo, que abarca un abanico
temporal de cinco siglos y se despliega por diversos puntos de la región en relación con el
8
período colonial y dos períodos neocoloniales—el británico y el norteamericano—,
como hace este autor, que este marco interpretativo domina todo el período. Creemos que
se trata de un discurso que tiene amplia circulación pero que no es de ninguna manera
omnipresente ni único.
la región. Hasta entonces, este joven periodista, editor de la revista Marcha, había escrito
una novela y un libro de cuentos sobre la burguesía rioplatense: Los días siguientes, en
1963; y Los fantasmas del día del león en 1967. También había publicado un ensayo
explica Gabriel Saad. Este crítico también señala que a partir de esa experiencia, Galeano
tuvo la idea de “reunir en un libro de ensayos la historia y el presente del saqueo a que se
ve sometida América Latina desde hace más de cuatro siglos” (461). Galeano comenzó a
investigar para su trabajo en 1968, y viajó por la región con ese fin hasta 1970, cuando
técnicos, balances bancarios y testimonios orales,” según Saad (461). Escrita en apenas
9
tres meses, Las venas abiertas ha superado las cincuenta ediciones en español y ha sido
de los autores más leídos de la región, como confirma Gerald Martin (“Hope springs
eternal” 150). El testimonio de Isabel Allende deja en evidencia la importancia del libro
Many years ago, when I was young and still believed that the world could be
shaped according to our best intentions and hopes, someone gave a book with a
yellow cover that I devoured in two days with such emotion that I had to read it
again a couple more times to absorb all its meanings: Open Veins of Latin
America, by Eduardo Galeano. (ix)
Martin considera que Las venas abiertas no sólo constituye la obra por la que
Galeano será recordado, sino “surely one of the great essays of the continent” (“Hope
springs eternal” 150). Entre otros autores, Diana Palaversich ha vinculado la visión
política de Galeano en este libro con la de André Gunder Frank, en relación con su teoría
menciona a Gunder Frank en los agradecimientos, junto a otros autores, además de citarlo
en las notas bibliográficas. Excede el alcance de este trabajo el rastreo exhaustivo de las
fuentes teóricas del ensayo de Galeano, pero creemos que la aparición Las venas abiertas
que puede atribuirse, por otra parte, tan legítimamente a Gunder Frank como a autores
histórico, como el argentino Raúl Scalabrini Ortiz, entre otras influencias que pueden
10
advertirse. Como ha señalado Martin, la obra “includes a revisionist, nationalist defense
using the sorts of arguments usually invoked to defend the populist Argentinian leader
Las venas abiertas fue acabadamente descrito por Daniel Fischlin y Martha
Nandorfy como “an economic and political analysis of the exploitative relations of
European and North American cultures to Latin America” (2). Los editores del Monthly
Review—cuyo sello editorial realizó la traducción al inglés de la obra apenas dos años
Since its U.S. debut a quarter-century ago, this brilliant text has set a standard for
historic scholarship of Latin America. It is also an outstanding political economy,
a social and cultural narrative of the highest quality, and perhaps the finest
description of primitive capital accumulation since Marx.
Las venas abiertas es a la vez una obra argumentativa y narrativa, política y lírica,
donde fue presentada mayoritariamente como una obra periodística, con algunos sesgos y
sobre la historia de la región. 6 Por otra parte, sin menoscabar su valor documental, la
como “un ensayo narrativo o una novela ensayística que definió su nuevo nivel de
11
Martin, es “at once bleak and passionate, one of controlled moral outrage” (“Hope
springs eternal” 150). Caleb Bach la califica de “smoldering discharge; full of rage for
which he does not repent” (3). Vinculando tono y estilo del autor, sostiene Allende sobre
la obra: “His arguments, his rage, and his passion would be overwhelming if they were
not expressed with such a superb style, with such masterful timing and suspense” (xii).
cierta ansiedad por persuadir y deja en evidencia que fue pensada como un proyecto
contrahistoria,” en palabras del propio Galeano (De Las venas abiertas 3). 7 Confirmando
esta visión y refiriéndose al público al que está dirigida, Palaversich la considera “the
first truly alternative and popularized version of [the] history of Latin America”
12
despojo denunciado—“los imperios y sus caporales nativos.” Asimismo, es de destacar la
explotación. En este sentido, en Las venas abiertas Galeano deja de manifiesto por
primera vez una visión de la historia de la región marcada por cierto maniqueísmo, que
repetiría en obras posteriores. Como comenta Palaversich al analizar Memoria del fuego,
Ahora bien, las dos etapas de explotación descritas en Las venas abiertas están
relacionadas a su vez con dos tipos de productos: los metales preciosos vinculados con la
cuestión de los recursos naturales es clave en esta obra; tiene un sentido organizador y
relación con productos que, por sí mismos, tienen connotaciones menos materialistas. Al
13
establecer un paralelo tácito con las situaciones y los productos de la sub-sección
como el oro o la plata. El tercer movimiento del texto es avanzar hacia formas de
colocación final tras estos dos desarrollos previos, esta fase también se lee claramente
como producto de la codicia y el abuso. A lo largo del libro, cada historia de explotación
productos y países analizados, Las venas abiertas puede ser pensado como un enorme
trabajo de recopilación con fines argumentativos: con el propósito final de demostrar que
Estados Unidos. La fuerza evocativa del título es otra de las razones del poder persuasivo
y personas, a la vez que hermana a todas las naciones de la región en un mismo colectivo
14
Un punto más quisiéramos agregar en relación con la matriz narrativa de las
explotación del recurso natural en cuestión, que implica un apogeo de la zona explotada,
del cacao en Brasil y tras mencionar las novelas Cacao y São Jorge dos Ilhéus, de Jorge
Amado, la narración concluye citando una tercera obra del escritor brasileño, donde se
incluye una anécdota con función explicativa: “En otra novela, Gabriela, clavo y canela,
Buenos Aires 1969, un personaje habla de Ilhéus en 1925, alzando un dedo categórico:
‘No existe en la actualidad, al norte del país, una ciudad de progreso más rápido’.”
La cita nos autoriza a introducirnos en las fuentes literarias de la obra, las que,
marcos interpretativos. Son obras que orientan su mirada, que construyen actores y
relaciones entre los mismos, que insinúan explicaciones causales y valoraciones a través
15
de la prolongada explotación colonial y neocolonial que sufrió América Latina. Sin
refieren a algunos de los períodos o episodios que comenta. La mayor parte de estas obras
son un poco anteriores o contemporáneas a la escritura de su libro; unas pocas tienen para
entonces casi cuarenta años de publicadas. Entre las primeras, se cuentan novelas ya
clásicas del boom (King). 9 Galeano cita tres obras de Amado. Una de ellas es Gabriela,
clavo y canela, representante del boom; y otras dos son del primer período de este
latinoamericana. Las obras son Cacao, publicada en 1934; y São Jorge dos Ilhéus,
publicada en 1945 (Las venas abiertas 147-148; n. 62). Amado, entonces, funciona como
linaje que nos permite remontar el tiempo, hasta el período en que consideramos que
tiene sus raíces el discurso que se explicita en la obra de Galeano. De algún modo, estas
traductor cercano a la línea editorial de esa casa, la presenta como “el fiel reflejo de la
vida del trabajador rural, sobre todo del que está esclavizado en los cacahuetales
Inmediatamente, para poner la novela en contexto, Miri menciona otras tres obras: Lo que
16
son los yerbales (1908), de Rafael Barrett; La vorágine (1924), de José Eustasio Rivera; y
relevante destacar de cada una de las obras pone en evidencia que es posible leer una
latinoamericanos:
Esta cita resulta reveladora en varios aspectos. En primer lugar, identifica dos
esto puede relacionarse con los caracteres costumbristas, asociados para González
novelas, una mirada acerca de los rasgos telúricos característicos (Myth and Archive 155).
Sin embargo, entendemos que estas apariciones pareadas revelan una regularidad más
profunda, un cierto patrón que el prologuista ha encontrado en las obras. No en vano sólo
queda por identificar en la misma el recurso natural que se asocia con la explotación de
los “indios” en la novela de Icaza. Significativamente, en esta obra, que trata sobre el
17
desplazamiento de los indígenas para facilitar emprendimientos de explotación de
maderas duras para uso en los ferrocarriles y de campos petroleros, los explotados no
están directamente asociados con el recurso natural. No es mero descuido que Miri olvide
mencionar esos recursos. Creemos que se trata de un vacío que marca, precisamente, la
inmediata asociación entre recurso natural y trabajador en las otras tres obras, y que
Otro aspecto clave al que alude la cita en relación con la naturaleza tiene que ver
“trágico.” Por otra parte, el lugar aparece mencionado o aludido en casi todos los casos,
obra de Amado; pero allí es la lengua la que designa al connotar: “fazendas” dice Brasil.
y quien en Los yerbales habla del Paraguay. Más que pares, entonces, estamos en
paisaje. Puede verse que en la cita de Miri se establece una fuerte relación hombre-tierra
que se ve alterada por una forma de explotación que las obras vienen a denunciar.
Finalmente, un aspecto importante que está implícito en la cita, y que hace posible que
este crítico agrupe obras de ficción y de no ficción, es que de todas ellas dice
18
implícitamente que están en relación con una realidad que debe contarse de manera
Alborz a Flagelo, drama en un acto del ecuatoriano Jorge Icaza, este autor se pregunta en
relación con qué literatura de América Latina puede pensarse la novela más famosa de
este escritor, Huasipungo. Propone, entonces, títulos que forman parte de la tradición
regionalista o criollista: en primer lugar, este autor menciona los nombres del uruguayo-
argentino Horacio Quiroga, del argentino Benito Lynch (escrito con una desconcertante
“i” latina), y del brasileño Monteiro Lobato. Los tres, sin embargo, son descartados. El
hombres parecen medios para que hable el paisaje” (XXXI): Ferrándiz Alborz sugiere
que las obras de Quiroga dejarían fuera de foco las cuestiones sociales, es decir, las
responsabilidades políticas detrás de los dramas narrados, para dar todo el poder a la
los güesos, que “no ha hecho sino transplantar al medio campesino el eterno drama de
alcoba de la novela burguesa, mientras que para Icaza el drama de alcoba es un detalle
19
denuncia del ecuatoriano: “El infierno verde del Brasil resulta en Monteiro Lobato un
Entonces, ¿cuáles son los autores y las obras emparentadas con Huasipungo? En
su prólogo, Ferrándiz Alborz propone dos, de manera muy asertiva: aparecen, entonces,
Pero un día aparece ‘La Vorágine’, del colombiano Eustasio Rivera, y el escritor
que pavonea sus genialidades por los salones de Buenos Aires, Madrid,
Montevideo o Río de Janeiro, se queda alelado. ¿Pero es verdad tanto horror?
¿Dónde queda eso? ¿Cómo puede haber escritores que al hablar de cosas
americanas no hablen del conventillo y de los señoritos que pasean por la calle
Florida? Pero, al fin, aunque sea a regañadientes, descubren el infierno de las
caucherías amazónicas, como antes, gracias a Barret (sic), descubrieron los
hierbales del Paraguay, y ahora, con ‘Huasipungo’, de Jorge Icaza, han
descubierto el Ecuador. ¿Y dónde queda ese país? No están muy seguros, pero
dicen que en la ruta hacia los Estados Unidos. ¿Será verdad que la tragedia india
es tan monstruosa como relata ‘Huasipungo’? (XXXIV-V)
Otra vez vemos una fuerte relación entre un paisaje, un recurso natural, y una
elemento más, apenas una alusión al pasar, que apunta al carácter anti-imperialista de esta
literatura: la mención de los Estados Unidos. Este aspecto, que no aparecía mencionado
20
Esas dos citas, entonces, confirman la existencia, hacia 1936, de un conjunto de
manera bastante clara como denuncias de esta situación, que es presentada como grave e
intolerable. Puede advertirse la relación entre este tipo de literatura y Las venas abiertas:
se presentan los mismos elementos en una narración que plantea similares motivaciones.
“rage” atribuida a la obra de Galeano. Ciertamente, esta literatura está informando la obra
del uruguayo.
británico que comenzó a tener lugar en las décadas inmediatamente posteriores a las
Andrés Bello, publicada en 1826. Este largo poema sobre las riquezas naturales se
21
comprender y representar la naturaleza, modelo que perduraría durante todo el resto del
siglo XIX, debido a su capacidad para codificar una “lordly, celebratory perspective on
nature” (13). Este modo dominante de representar la naturaleza se correspondía con una
relación estaba marcada por un intercambio comercial desigual: las nuevas repúblicas
latinoamericanas, “supplied the metropolis with raw materials for industry and consumers
for British manufacturers” (19). Sin embargo, la radical asimetría y dependencia que
debió, en el análisis de French, a que en las nuevas repúblicas “the national states were
more often than not partners in the hegemonic formation dominated by British capital”
(19): las élites ilustradas tenían el control formal del estado, y se quedaban con una
Por ese motivo, en los momentos en que se habían manifestado resistencias a este
modelo, como las guerras civiles entre el interior y Buenos Aires entre 1820 y 1850, éstas
fueron representadas como “opposition to the state itself, the modern, democratic nation
22
escritores anteriores, que prefirieron “idealize or ‘naturalize’ in bucolic representations of
rural life according to the tradition inaugurated by Bello” (28). French caracteriza el
conjunto de las novelas de la tierra como “colonial discourse,” siguiendo a Edward Said,
para quien la experiencia esencial del colonialismo tiene que ver con la posibilidad de
establecer un control de áreas geográficas lejanas. Dice Said en Culture and Imperialism:
Everything about human history is rooted in the earth, which has meant that we
must think about habitation, but it has also meant that people have planned to
have more territory and therefore must do something about its indigenous
residents. At some very basic level, imperialism means thinking about, settling
on, and controlling land that you do not possess, that is distant, that is lived on
and owned by others. (7)
relación con la agricultura como en relación con la minería; actividades económicas que
orientación más extractiva que sustentable de los productos de origen vegetal. Este
avance tiene como correlato ineludible una relocalización de los habitantes de esas zonas,
emigrantes internos o mano de obra proletarizada, presa fácil para relaciones laborales
Set on Latin America’s internal frontiers, the novelas de la tierra represent the
rapid expansion of capitalist agriculture and extractive industries into the forests
23
and plains of the continent’s interior, where new lands were settled and their
inhabitants either displaced or coerced into working for the newcomers. (29)
Imperio Británico, que coincide con el creciente interés por la región de la potencia
explica Leslie Bethell, Gran Bretaña había sido “the dominant external actor in the
economic and, to a lesser extent, the political affairs of Latin America” (1). Esta situación
se había prolongado por más de un siglo—es decir, desde las guerras napoleónicas y la
de la Primera Guerra Mundial emerge un actor que compite por ese lugar, y en gran
medida lo consigue, excepto por algunos países de América del Sur donde la presencia
During the first half of the twentieth century, and especially after 1914, the United
States replaced Britain, first as Latin America’s leading trading partner and then
as Latin America’s main source of capital. … Britain nevertheless maintained a
considerable financial and commercial presence in South America, and indeed
retained a dominant position in Argentina (then the leading Latin American
country). (1)
resulta creciente—explosivamente creciente, podría decirse. Entre los años 1924 y 1928,
“massive injection,” dando lugar a la expresión “dance of the millions” para referirse a
24
este momento (17). Es en América del Sur donde se observa el aumento más importante:
la inversión directa salta de US$ 173 en 1913, a US$ 2.293 en 1929. De hecho, para ese
año más de un tercio del capital norteamericano invertido en el exterior iba a América
Latina. Se trata del momento en que cambia el actor dominante, en términos de inversión
económica, en la región, en el juicio de Bethell: “Overall, the United Status had probably
Lo mismo puede decirse con respecto al comercio. Para ese momento, la potencia
región: Estados Unidos tenía entre el 70 y el 75 por ciento del mercado mexicano; entre
del de Venezuela, Colombia y Perú; el 30 por ciento del de Brasil, Uruguay y Chile; el 20
por ciento del de Argentina. En este sentido, Bethell concluye su panorama sobre la
similares a los que usó para referirse a la cuestión de los capitales: “In 1929 the United
States could be said to have definitively displaced Britain as Latin America’s principal
25
nunca gozó de invisibilidad. Entre esas circunstancias, French, en primer lugar, cita La
ciudad letrada de Ángel Rama para referirse a la emergencia de un nuevo grupo social:
personas educadas pero que no pertenecían a las élites dominantes. Esto ocurre como
beneficiaron con las ganancias del intercambio comercial; entre estos intelectuales se
encontrarían los que incorporarían las nuevas ideas anarquistas, socialistas y marxistas.
explotación en la primera década del siglo XX. El tercero fue la gran crisis desatada por
café. Por otra parte, la prohibición de comerciar con Alemania deprimió los precios de
capitalista, muchas veces los ciclos de protesta se inician como resultado de esas crisis,
más que como causantes de las mismas (Adam Smith cap. 7). En este caso, su
primeras décadas del siglo XX: se exacerbaron las denuncias de bajos salarios en Perú,
26
servicios públicos (Bethell 16). Diversos autores señalan, asimismo, la importancia de
French, “brought both imperialism and the national class conflicts it exacerbates to the
veinte. Pese a que todavía Gran Bretaña era una presencia de peso, lo más notable de este
Martin, Gran Bretaña “never incurred the weight of odium accumulated by either Spain
in the colonial period or the United Status in the twentieth century” (“Britain’s cultural
fundamentales de José Martí y la obra Ariel, de Enrique Rodó, dos intelectuales que se
encuentran entre los que marcan una “nueva época” en el modo de hablar sobre los
Estados Unidos en América Latina, tal como analizó José de Onís en su clásico libro de
1956 (331-341). Ese cambio de visión estuvo en gran medida motivado por la
América Latina sino que también alcanzó España. 11 Pocos años después, Ricardo Melgar
Bao señala otra serie de acciones sobre América Latina de sucesivos gobiernos
27
primeras décadas del siglo. Se refiere a las que denomina “intervenciones militares”
mayoritariamente creadas entre 1925 y 1927. Si bien cada una de ellas tuvo un centro
bastante claro en algún país de la región, todas estas organizaciones buscaron expandir su
alcance a los demás países latinoamericanos, así como más allá de la región, a través de
Alejandra Pita González. UCSAYA, por ejemplo, fue fundada en México en abril de
1927 por el intelectual venezolano Carlos León y el escritor argentino Alejandro Sux.
Entre sus miembros se contó el escritor nicaragüense Hernán Robleto, quien sería el
en su país (Melgar Bao 151). El segundo sería nada menos que el peruano César Vallejo,
que tuvo bastante relación con el fundador del APRA, Raúl Haya de la Torre; Vallejo
28
organización de la época, la ULA, como ha analizado Martín Bergel (125). Fundada por
el intelectual argentino José Ingenieros, y presidida en la década del veinte por Alfredo
América Latina,” como explica Pita González. Éste sería un primer paso a partir del cual
soviético para la región, en la que participaron, entre otros, el intelectual Enrique Flores
Magón y el pintor Diego Rivera. Con filiales en Estados Unidos, Cuba, Colombia,
Guatemala, El Salvador, Puerto Rico, Chile, Uruguay, en varios casos actuando en forma
por los Estados Unidos, como Filipinas y Haití; por la liberación de los obreros Sacco y
Vanzetti en los Estados Unidos; y “en defensa de la soberanía nacional sobre el petróleo”
Latina, con lazos de que se extendían a otros países—especialmente, a España. Esta red
fue posible y se sostuvo tanto a través de los intercambios debidos a exilios forzados,
como por verdaderas campañas de proselitismo que implicaron largos viajes por la
región—como los encarados por el escritor argentino Manuel Ugarte (Laura Ehrilch).
29
organizaciones tuvieron diferente alcance y orientación política, pero todas ellas se
una cierta identidad latinoamericana. Como explica Melgar Bao: “Más allá de sus
Unidos como la principal amenaza para los países de la región” (149). Puede decirse que,
relación con la obra periodística de Martí. En este aspecto, en las primeras décadas del
discourse” que propone French, discurso que por primera vez deja en evidencia la
30
situación de dominio imperialista de Gran Bretaña en América Latina, precisamente en el
momento en que esta potencia estaba siendo desplazada aceleradamente por los Estados
Unidos como potencia hegemónica en el mundo, como explica Arrighi (“Spatial and
other fixes”). En este punto de su desarrollo, sin embargo, nuestro trabajo diverge del
suyo debido a los diferentes propósitos que los guían. En efecto, si el análisis de French
se propone analizar en las novelas de la tierra una cierta “ecological poetics,” el nuestro,
genealogía que culminaría con el desarrollo del contra-discurso neocolonial sobre los
recursos naturales de tono latinoamericanista. Muy pocas de esas obras pueden ser
los recursos naturales. Estos dos grupos de obras comparten importantes puntos en
neocolonial; el hecho de ser trabajos producidos en las ciudades por una clase media
emergente o miembros de la élite con cierto sentido nacional. Sin embargo, como nos
proponemos demostrar en nuestro trabajo, estos dos grupos de obras divergen en aspectos
31
los procesos imperiales es fundamental para poder comprenderlos; finalmente, dice Said,
el imperialismo es sobre todo el control del espacio desde puntos distantes, la apropiación
de tierras de otros en función de un plan concebido desde una metrópoli. Para responder a
esa apropiación, es necesario no sólo comprender esta cuestión del espacio; sino,
artísticos o teóricos—como con la que tiene que ver con la dimensión temporal—el
palabras,
diferentes de resistencia al imperialismo: ya que, para este autor, si bien existe “a general
Imperialism, sostiene que en cada lugar ocupado por los europeos, éstos trataron de
32
cambiar el habitat. Said menciona la introducción de nuevas especies vegetales y
construcción, los que también suponen un modo de uso de los recursos naturales locales
traumáticos de los nativos subyugados. Los cambios ecológicos son acompañados por
poniendo el énfasis en cómo se perdió la tierra. Ahora bien, Said advierte que el hecho de
que esa literatura esté relacionada con un esfuerzo de “romantic mythmaking,” no nos
decir, en qué medida la efectiva transformación de la naturaleza está detrás del mito
(225). Creemos que las novelas regionales, que constituyen el centro de atención del
caracterización de Brian Gollnick, como “telluric novels, that describe local realities
through nature, rural life and cultural traits as peculiar to Latin America” (44). Es una
que menciona Said está inspirado en el trabajo de Neil Smith, Uneven Development,
33
quien analizó cómo históricamente el capitalismo construyó un tipo particular de espacio,
conformado como un mosaico en el que conviven la pobreza con la riqueza, las ciudades
pueden o no coincidir con los países—en una división internacional del trabajo, entendida
a partir de las ventajas comparativas. Se trata, por lo tanto de una “second nature.” Como
explica este crítico, “To the anti-imperialist imagination, our space at home in the
peripheries has been usurped and put to use by outsiders for their purpose” (225-226).
Para las poblaciones de los países periféricos, entonces, la respuesta a este proceso
inventar una “third nature” (226). No se trata, entonces, de reclamar o soñar con una
naturaleza prístina o anterior a la que ha sido marcada por la historia imperial, sino de
una naturaleza que se deriva—o se rehace a partir de—los sufrimientos infligidos por esa
historia, y que determinan las privaciones del presente. No es posible reclamar una
naturaleza que ya no está allí. Otra vez, se requiere del trabajo de la imaginación, para
volver a la figura propuesta un poco más arriba, pero es necesario que la imaginación
34
trabaje sobre lo que es, sobre lo que está, sobre lo que queda, no intentando restituir una
espera reconquistar. Se trata de soñar con una naturaleza que debe ser rescatada, pero que
hay que recobrar lo recobrable. Creemos que en esta descripción puede encuadrarse el
devela la mirada imperial y ve riquezas, antes que bellezas; capital natural, antes que
primas, antes que paisaje. En este sentido, cuando este discurso mira al pasado es sólo
para justificar su proyección dramática hacia el futuro. Este discurso exhibe su plena
consciencia del despojo sufrido: sobre todo, como veremos, cuando hace el retrato del
Said menciona todavía una tercera transformación del paisaje debido a las fuerzas
coloniales: la posibilidad de que haya sido tan cambiado que ya no resulte extraño a la
que ofrece es el de Irlanda, que fue finalmente anexada en 1801 a través de la Act of
del territorio—para facilitar las expropiaciones—y transformó los nombres locales para
que tuvieran aspecto y acento inglés. Frente a esta situación extrema, Said plantea la
necesidad de un proceso de reapropiación todavía más intenso del espacio. Por otra parte,
35
destaca además la importancia de la recuperación de la lengua previa a la conquista, que
Estas tres formas de transformación del espacio por las fuerzas coloniales o
dominación, proceso que podría, eventualmente, consumarse si hay suficiente interés por
ese territorio por parte de las fuerzas coloniales, por un lado; y, por el otro, si no hay una
En este sentido, creemos que cada momento del contra-discurso neocolonial sobre los
recursos naturales que analizaremos en los siguientes capítulos puede asociarse con
colonizador que responde la literatura. Por eso la energía, el sentido de urgencia y hasta
con respecto a una “realidad” que pretende representar y combatir; es decir, un testimonio
porque pone de manifiesto una mirada, un cierto estado de la comprensión del momento
y de la discusión pública sobre el mismo. Pero hay aún otro valor, que justifica el
36
renovado interés por esta literatura que hemos comentado: porque su origen coyuntural
sentido, coincidimos nuevamente con Said cuando sostiene: “Each cultural work is a
vision of a moment, and we must juxtapose that vision with the various revisions it later
provoked” (67).
Nos gustaría retomar un aspecto insinuado en la sección anterior, que tiene que
ver con las transformaciones sociales en las ciudades de América Latina. Nos hemos
referido al surgimiento, alrededor del cambio de siglo, de una clase media intelectual, de
la que emergerían los escritores tanto de la novela regional como de las obras que
37
En la evaluación de Eugenio Chang-Rodríguez, la importancia del modernismo en
este género fueron importantes las contribuciones de Martí, Manuel Gutiérrez Nájera,
Julián de Casal, Rubén Darío, Amado Nervo, Ventura García Calderón y Enrique Gómez
Carrillo (“La superación del modernismo” 345). Como en la cita de Rivera, Chang-
Rodríguez incluye este género en el marco de un nuevo tipo de periodismo, el que está
problemática, les abrió las puertas a un modo diferente de pensar la relación con el
Estado, que iría afianzándose lentamente. Es decir, en las primeras décadas del siglo XX
38
necesariamente miembros de las élites—están en condiciones materiales de sostenerse en
gran medida con sus publicaciones. Pueden dejar de aspirar a ocupar cargos en la función
diferente en relación con la construcción de la nación, aspecto que había sido clave
durante todo el siglo XIX. Se trata del comienzo de un cambio sustancial con respecto a
generaciones anteriores, como la situación que describe Pratt, que alcanza, precisamente,
To this day bookstores in Latin America have separate shelves for ‘literatura
nacional’ or ‘literatura latinoamericana’ and ‘literatura universal’. In Europe,
modernist and avant-garde movements of the early twentieth century were
resolutely cosmopolitan and continental, and, if anything, anti-national. In the
Americas, in sharp contrast, building national cultural capital was a common
preoccupation of early twentieth-century artists and artistic movements, including
avant-gardists. Educated people bore the responsibility for building the
modernizing nation-states and creating the cultural capital that would define
citizens and create their belonging; it was common for writers to be diplomats,
civil servants, educators or presidents. (230)
lectores surgidos con el desarrollo de la urbanización. Como recuerda John Beverly, una
ampliación sustancial del público para la literatura occidental tiene que ver con una
situación histórica específica, y está relacionada, también, con un cierto grupo étnico;
dado que se verifica en Europa particularmente en el siglo XIX con el ascenso de las
39
momento de formas “democráticas” de la educación pública y, por lo tanto, está en
en Europa con el de la América Latina colonial, la que considera se caracteriza por tener
ciento—no podían leer, y que esta situación era considerada no sólo normal sino incluso
deseable, dado que contribuía a establecer una distinción bien neta entre grupos sociales:
“Access to written texts in Spanish or Latin was in itself a mark of distinction that
separated colonizer from colonized, rulers from ruled, European from native” (“Second
sociedad, para colocar a cada grupo social en el lugar respectivo. Permitían establecer la
simbólica.
letrada en una situación de cambio radical. Por ejemplo, en su análisis del movimiento
anarquista en Buenos Aires en el cambio de siglo, Juan Suriano describe una situación de
40
nacional y desde este movimiento anti-hegemónico. Al describir el amplio aparato
Con una mirada hacia toda la región, Dominique Pérus analiza el proceso por el
cual a comienzos del siglo XX en las ciudades de América Latina se desarrolla una suerte
autora sugiere que este movimiento, pujante aunque no completamente articulado, debe
pensarse también en contraste con cierto establishment cultural que era percibido como
desgastado por las nuevas generaciones. Pérus cita a José Carlos Mariátegui para referirse
(citado en Pérus 15). En este contexto en el que el sector social que tradicionalmente
importancia de este proceso es que terminará delineando para los escritores una audiencia
41
imaginaria que guiará su trabajo y que inspirará el desarrollo de nuevas formas literarias.
En la descripción de Pérus:
Por más endeble que haya sido—y no lo era tanto frente al vacío institucional
dejado por las oligarquías—, este aparato cultural vinculado con las
organizaciones sindicales y políticas es el que fue abriendo, para la literatura, la
posibilidad de un nuevo público, real o potencial, cualitativamente distinto del
anterior, incluso en cuanto a sus expectativas estéticas. Con la aparición en la
escena cultural de este nuevo público, más directamente vinculado con el mundo
del trabajo y las vicisitudes cotidianas, es en definitiva, de donde surgieron las
exigencias de nuevas formas de literatura más apegadas a las realidades de la
existencia de estos sectores, y, con ellas, la formulación de una estética ‘realista’,
cuando no ‘socialista’ o ‘proletaria’. (Historia crítica y literaria 158-159)
respecto a la cita de Pérus, que la crítica no habla de una carencia de estética de parte de
los autores de este período, sino de la preocupación expresada repetidamente por ellos de
La literatura que nos proponemos analizar está en relación con esos nuevos
mismos, en ninguno de los dos aspectos. En este sentido, es el producto de una paradoja:
surge un nuevo interés literario por las áreas rurales. La “ciudad letrada” descrita por
42
tanto las áreas urbanas se expanden demográficamente por la incorporación de los
de su público lector en tanto por lo menos una parte de estas masas son alfabetizadas
desde el estado o desde los grupos radicales. En simultáneo con ese extraordinario
campo desde la ciudad, pero no únicamente desde una romantización promovida desde
las clases dominantes en respuesta a la llegada de los “malones rojos,” asociados con el
activismo de izquierda, como describe David Viñas (Anarquistas 214-215); mirada ésta
cierto que una obra como Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, busca situar en
otro espacio la esencia de lo nacional, para ponerla a salvo, fuera del alcance de la
amenaza de los cruces culturales con las masas inmigrantes, en un gesto que resulta
(“Responses, inventions”). Pero esta novelística también incluye obras como El inglés de
los güesos de Lynch, o La vorágine de Rivera, que representan una mirada menos afín
con los intereses de las élites, asociados con el avance neocolonial. En este sentido,
43
neocolonial (75-111); y destaca la presencia en La vorágine de la “scandalous Peruvian
En este panorama, el corpus de obras que nos proponemos analizar en este trabajo
relación con el análisis del anti-imperialismo en Said, proponiendo de manera muy clara
representante temprano de la generación del 98, que recaló en América del Sur, donde
cuenta de un momento en que se consolida la inserción del área de la cuenca del Plata en
el imperio británico y su papel de correa trasmisora del imperialismo hacia el interior del
44
intercambio entre centro y periferia, sobre todo por su papel de nudo agro-exportador,
grupo social con una situación de explotación, determinada por fuerzas externas.
originalmente en Asunción en 1908 y compilados con el título Lo que son los yerbales
los yerbales, en la zona de la triple frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil. También
argentino, este texto traza un acabado cuadro de la posición de Buenos Aires como
que dan cuenta de una comprensión más amplia de la situación neocolonial de América
45
natural (1911). Asimismo, en este capítulo vincularemos la obra de Barrett con un corpus
Nos proponemos demostrar que el análisis contrastivo de la novela corta Las fieras
cómplices, publicada en 1908, en relación con los cuentos “Los mensú” (1914), “Una
tres cuentos del uruguayo, cambio que deja de manifiesto una significativa proximidad
Vallejo, que durante mucho tiempo fue considerada de escaso valor por la crítica, que la
tuvo por una obra de poca elaboración estética. Por el contrario, trataremos de demostrar
que se trata de un trabajo que evidencia una intensa reflexión sobre los recursos formales,
en relación con una preocupación por instalar la discusión sobre la nueva situación
clasificaciones temáticas que se ha hecho del tipo de novelas del que forma parte El
“andinas,” “indigenistas,” entre otras. Esas clasificaciones, que ponen énfasis en los
46
elementos representados, dan por supuesto que es en ese aspecto donde pueden
sobre los recursos naturales. Argumentaremos que las varias clasificaciones, que se
neocolonial de los recursos naturales y la literatura indigenista, con la que comparte una
una literatura producida y leída por grupos sociales diferentes de aquellos que resultan
indigenista nos permitirá indagar acerca de cuestiones que hacen a la relación de esta
literatura con el discurso que nos interesa investigar. Asimismo, en este capítulo
propuesto parte de la crítica. Vamos a tratar de demostrar que en las mismas predominan
las funciones expresiva y conativa, las que, a su vez, están en relación con la cuestión de
47
su intrínseca “heterogeneidad.” Se trata de un aspecto que creemos es crucial en el
sostiene que los escritores de la periferia neocolonial llevan su pasado a cuestas, siendo la
The post-imperial writers of the Third World therefore bear their past within
them—as scars of humiliating wounds, as instigation for different practices, as
potentially revised visions of the past tending toward a post-colonial future, as
urgently reinterpretable and redeployable experiences, in which the formerly
silent native speaks and acts on territory reclaimed as part of a general movement
of resistance, from the colonist. (212)
Notas
1
Estos comentarios se basan en mi trabajo de investigación sobre la controversia. Ver: Ana María Vara
(“La estrategia boomerang”; “Para curarse en salud”; “Sí a la vida, no las papeleras”).
2
Preferimos la denominación “neocolonial” en lugar de “post-colonial” porque, como veremos a lo largo
de este trabajo, el discurso que nos interesa establece una clara distinción entre dos períodos de la historia
de América Latina: el colonial, relacionado con las dominación española y portuguesa, y caracterizado por
una dependencia formal; y el neocolonial, marcado por el predominio informal de Gran Bretaña y los
Estados Unidos, fundamentalmente. Aunque no corresponde hacer en este trabajo una discusión acabada
sobre la relación de los “post-colonial studies” y los estudios latinoamericanos, nos interesa destacar que
valorizamos la reflexión de los primeros sobre la problemática del colonialismo y la resistencia al mismo;
de hecho, incorporamos en nuestro análisis reflexiones de una de sus figuras centrales, Edward Said, como
veremos. Sin embargo, creemos que esa perspectiva teórica ha manifestado poco interés por dialogar con
48
los estudios latinoamericanos, y que no da cuenta de ciertas peculiaridades de la historia latinoamericana,
como la periodización mencionada.
3
Excede el alcance de este trabajo seguir el derrotero de este discurso en la poesía. Sí creemos pertinente
señalar que la obra de Guillén exhibe rasgos tempranos de este discurso, en poemas como “Caña,”
publicado en 1930 y recopilado en Sóngoro cosongo (1931); “Agua del recuerdo…” de El son entero
(1933); “West Indies Ltd.,” recopilado en el volumen del mismo nombre (1934); “Mi patria es dulce por
fuera” y “Sudor y látigo,” de El son entero (1947); y, como vimos en el epígrafe, “Crecen altas las flores,”
escrito en 1963, recopilado en Tengo (1964), y considerado por la crítica una respuesta mordaz a la Alianza
para el Progreso, propuesta por el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, según Iñigo
Madrigal (citado en Gillén 197). “Caña” es un poema muy breve que presenta los elementos básicos del
contra-discurso neocolonial de los recursos naturales: el recurso natural, el grupo social explotado y el
explotador extranjero. Presenta además la metáfora de la sangre, que es bastante recurrente en este
discurso, acercando la explotación de la naturaleza y la humana: “El negro / junto al cañaveral. // El yanqui
/ sobre el cañaveral. // La tierra / bajo el cañaveral. // ¡Sangre que se nos va!” (84).
4
Nuevamente, la obra de Pratt resulta relevante para nuestro trabajo en función de la terminología que
presenta, aunque en este caso no seguiremos su sugerencia. Citando a Fernando Ortiz y a Ángel Rama,
Pratt habla de “transculturation” para referirse a las reelaboraciones que poblaciones dominadas realizan de
elementos tomados de culturas dominantes, proceso que controlan en gran medida: “While subjugated
peoples cannot readily control what the dominant culture visits upon them, they do determine to varying
extents what they absorb into their own, how they use it, and what they make it mean” (7). Preferimos no
incorporar esta terminología porque consideramos que su origen en la antropología de la primera mitad del
siglo XX la ha cargado de un sustrato de visión dicotómica entre culturas primitivas y civilizadas que nos
parece no pertinente en nuestro trabajo, aun teniendo presente la reelaboración de Rama en su obra
Transculturación narrativa en América Latina. En este aspecto, seguimos la sugerencia de John Beverly
cuando señala que “La transculturación funciona para Rama (como antes para Ortiz) como una teleología,
no sin momentos de violencia, perdida y desamparo, pero necesaria en última instancia para la formación
de una cultura ‘nacional’ o latinoamericana” (“Siete aproximaciones” 269-270). Por otra parte, creemos si
dejáramos de lado la radical asimetría entre culturas implícita en el origen antropológico de esta
terminología, nos quedaríamos con un concepto altamente inespecífico, en la medida en que todas las
culturas, partiendo de la griega y la romana—raíces de la europea—son el resultado del contacto, muy
pocas veces pacífico, entre diferentes culturas. Nuestra aproximación a esta cuestión, que no tiene
pretensiones de constituirse en teoría, se verá a lo largo de la tesis. Dos momentos importantes serán la
discusión de la “nacionalidad” de Rafael Barrett, en el Capítulo 2, y del “internacionalismo” y el
“indigenismo” de César Vallejo, en los Capítulos 4 y 5. En este último punto, trabajaremos con la noción
de “heterogeneidad” propuesta por Antonio Cornejo Polar.
5
En relación con este tipo de proyecciones retrospectivas, es inevitable recordar el texto de Jorge Luis
Borges “Kafka y sus precursores,” según el cual la narrativa de Franz Kafka habría permitido redescubrir
elementos “kafkianos” en autores previos (Borges 145-148).
6
En Science & Society, Peter Roman presenta Open Veins of Latin America sobre todo un trabajo
periodístico y de divulgación, que propone una explicación del subdesarrollo de la región: “The book is
more a journalistic account of, than a significant contribution to, Latin American history, political
economy, or the study of imperialism. But it is a honest popularization, and the reader emerges with a clear
understanding of the dialectical relationship between Latin America’s economic underdevelopment and
European or United States economic development” (498). Escribiendo en Pacific Historical Review,
Ramón Eduardo Ruiz define a Galeano como “a journalist by trade and a socialist by conviction” (581), y
hace una valoración menos positiva de la obra. Sostiene que Open Veins no ofrece información novedosa, y
que presenta una visión sesgada de la historia latinoamericana—aunque considera que la misma es
representativa de una porción sustantiva de los intelectuales de la región: “Galeano’s views, which will
49
please few North American scholars, add little to what is already known. They may, in fact, even distort
some of the truth. Clearly, he writes with scant objectivity. Yet few will deny that he speaks for a majority
of Latin America’s intellectuals and scholars. In that rests the value of this book” (582). En Études
Internationales aparece una reseña en 1982, con motivo de la traducción de la obra al francés el año
anterior. Jorge Armijo encuadra la obra en la teoría de la dependencia y la considera un trabajo para un
público general y de tipo estrictamente coyuntural, relacionado con la situación de América Latina a
comienzos de los setenta. Por eso, Armijo sugiere que una década después, la obra ha perdido vigencia:
“Dix ans plus tarde, les choses ont changé. Est-ce qu’on peut aujourd’ hui soutenir, avec la même
conviction, que l’Amerique Latine continue à être la chasse gardée des États Unis?” (201).
7
A una pregunta sobre la economía de América Latina, responde Galeano definiendo Las venas abiertas,
su lugar de escritor y el propósito que guió esa obra: “Es una pregunta para un economista, que yo no soy.
Pienso que esta confusión, bastante frecuente, nace del hecho de que hace diecisiete años publiqué un libro
que se llama Las venas abiertas de América Latina, una suerte de contrahistoria que tiene por tema
fundamental la economía política de América Latina. Pero yo no soy un economista. Simplemente puse al
servicio de la difusión de ciertos datos y de ciertas ideas que me parecía importante divulgar, toda mi
habilidad, que no es demasiada, en el oficio de escribir. Eso dio por resultado un libro que habla de
economía en un lenguaje más o menos accesible, lo que resulta bastante raro, y eso quizás explica la buena
suerte que el libro tuvo. Pero yo no soy economista… de todos modos creo que sí, que está limitado y
deformado el crecimiento de los países capitalistas dependientes. Somos países mutilados por una
estructura internacional de poder, que con una mano te presta lo que con la otra te roba. … Esta estructura
internacional de poder, que se llama imperialismo, no tiene la culpa de todos los males del mundo. Pero sí
creo que el imperialismo tiene la culpa de casi todos los males” (De las venas abiertas 3).
8
Las venas abiertas consta de tres partes. Una Introducción, titulada “Ciento veinte millones de niños en el
centro de la tormenta”; una Primera Parte, “La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la
tierra”—un título interior que compite en eficacia argumentativa con el principal—; y una Segunda Parte,
“El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes.” En líneas generales, la Primera Parte se
concentra en la cuestión de la explotación colonial y neocolonial de los recursos naturales, en tres sub-
secciones: una dedicada a la explotación de los metales preciosos en la era colonial (“Fiebre del oro, fiebre
de la plata”); otra referida a la explotación neocolonial de la agricultura (“El rey azúcar y otros monarcas
agrícolas”); y una tercera en relación con la explotación neocolonial de los minerales. La Segunda Parte se
concentra en las formas financieras de la dependencia, con discusión de las luchas en torno a la imposición
del “librecambio” y la historia de los créditos internacionales.
9
En Las venas abiertas Galeano cita obras tempranamente consagradas del boom, como El reino de este
mundo, del cubano Alejo Carpentier, publicada en 1949 (99; n. 18); La casa verde, del peruano Mario
Vargas Llosa, publicada en 1966 (136, n. 59); Gabriela clavo y canela, del brasileño Jorge Amado,
publicada en 1969 (140, n. 62); Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez, publicada
en 1967 (165, n. 91); y La muerte de Artemio Cruz, del mexicano Carlos Fuentes, publicada en 1962 (190,
n. 117). También cita otras obras de este período pero de menor repercusión, como Vidas secas, del
brasileño Graciliano Ramos, publicada en 1964 (130); La casa grande, del colombiano Álvaro Cepeda
Samudio, publicada en 1967 (165; n. 91); o la trilogía del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Viento
fuerte (1950), El papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960), inspirada en la historia de la
empresa transnacional United Fruit en América Central (165; n. 92).
10
La editorial Claridad fue fundada en 1922, y desde el comienzo fue cercana al partido socialista de
Alfredo L. Palacios. Con altas tiradas y bajos precios—veinte centavos, por entonces el valor de una
merienda popular—sus libros tenían una red de distribución sudamericana (Ferreira de Cassone 40-41).
50
11
En el caso de Martí, la crítica ha considerado fundamental su artículo “Nuestra América,” publicado en
El Partido Liberal, de México, el 30 de enero de 1891. Advierte allí el cubano que los Estados Unidos
podrían estar tentados de avanzar sobre la América hispana: “El desdén del vecino formidable, que no la
conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el
vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en
ella la codicia” (OC VI 22). También son importantes la serie de artículos publicados por Martí en el diario
La Nación de Buenos Aires, evaluando la I Conferencia Internacional Americana, realizada entre octubre
de 1889 y abril de 1890, en los que el cubano denunciaba que el propósito final de la convocatoria era
asegurar el predominio de Estados Unidos sobre América Latina. Los artículos de Martí fueron publicados
en La Nación entre el 19 de diciembre de 1889 y el 15 de junio de 1890. De hecho, la reunión fue una pieza
central de la política de James Blaines, Secretario de Estado durante la presidencia de James A. Garfield,
quien se propuso reeditar y renovar la doctrina Monroe en busca de eficiencia económica y ventajas
comerciales como objetivos de una nueva política de expansión, en la síntesis de Adriana Arpini (32-33).
Ver también: Elio Alba Buffill; Teodosio Fernández; Enrique Mario Santí; Susana Rotker. Otro texto clave
en esta nueva conceptualización de los Estados Unidos por parte de los intelectuales de la región es el Ariel,
del uruguayo Enrique Rodó, que oponía la “espiritualidad” de las naciones de la América hispana al
“utilitarismo” de ese país. Anticipado también en las página de La Nación en 1900, el ensayo de Rodó tuvo
amplia circulación en la región. Dos trabajos recientes, editados con motivo del centenario de la
publicación de Ariel, actualizan la discusión sobre esta obra; ver: Ottmar Ette y Titus Heydenreich (eds.), y
Gustavo San Román. Eva María Valero Juan inscribe la escritura del Ariel dentro de un debate general
“entre las dos civilizaciones principales: la latina frente a la anglosajona y germánica,” que se dio tanto en
América Latina como en España. Habla entonces del surgimiento de un “panlatinismo” y un
“panhispanismo,” en relación con la percepción del “peligro que suponía la penetración de la influencia no
sólo intelectual sino también económica tanto de los Estados Unidos como de otros países europeos en las
antiguas colonias españolas de América” (46-47). Se trata de dos términos que en ocasiones se confunden:
“Pensadores del cambio de siglo, tanto españoles como hispanoamericanos, utilizaron un término u otro
(‘lo latino’ o ‘lo hispánico’) dependiendo de la intencionalidad de su discurso” (47).
12
Para la historia de la terminología en torno a América y América Latina, ver: Arturo Ardao (América
Latina y la Latinidad; Estudios latinoamericanos de historia de las ideas).
13
En cierto modo, John Beverly amplía y radicaliza la visión de Said en cuanto a la relación entre literatura
y experiencia colonial y neocolonial. Lo hace en una instancia en que compara las literaturas de América
Latina con las de China, India y el África islámica. Aunque Beverly reconoce que América Latina difiere
de esas regiones en la medida en que éstas tuvieron literatura escrita antes de la etapa colonial, sostiene
explícitamente que en los países del Tercer Mundo, “modern literature” es engendrada fundamentalmente
por el colonialismo y el imperialismo (“Second thoughts” 150, n. 20). En la visión de este crítico, la
literatura del siglo XX de todo el mundo periférico y semi-periférico, entonces, estaría motivada, marcada,
por la experiencia colonial y neocolonial.
14
Aunque excede el alcance de este trabajo, creemos que este tercer caso de transformación del paisaje por
parte de las fuerzas coloniales descrito por Said constituye la materia de indagación de la trilogía bananera
de Asturias, citada por Galeano en Las venas abiertas (ver nota 9). En la tercera novela de la trilogía, Los
ojos de los enterrados, se narra el avance sobre funciones y símbolos característicos del estado nacional: se
atribuye la posibilidad de una guerra entre países limítrofes a la competencia de la empresa Tropical
Platanera con otra transnacional; también se cuenta que la moneda y la bandera nacionales eran sustituidas
por la norteamericana en los territorios controlados por la empresa. Sobre la trilogía bananera, ver: José M.
Aybar; Adalbert Dessau (“Guatemala en las novelas”; “Mito y realidad”); Francis James Donahue; Jorge
Alcides Paredes.
51
15
Ángel Rama también se ha referido a la importancia del modernismo en el proceso de profesionalización
de los escritores latinoamericanos en un sentido próximo al de Rivera y Chang-Rodríguez, poniendo énfasis
en cómo este movimiento puso en primer plano la elaboración del texto (“El poeta frente a la modernidad”;
La novela).
52
Capítulo 2 – Rafael Barrett, el precursor: los brillos de la ciudad, el infierno de los
Entre los textos que sientan las bases del contra-discurso neocolonial sobre los
piezas breves del escritor Rafael Barrett quien, aunque nacido en España y con apenas
unos años de estadía en América Latina entre 1903 y 1910, dejaría una marca distinguible
relativamente poco conocido en los medios académicos, y que resulta difícil de clasificar
relación con una literatura nacional. También analizaremos dos trabajos periodísticos que
se cuentan entre los más importantes de su obra: Lo que son los yerbales paraguayos,
terror argentino, un folleto publicado en 1910. Estos textos—los dos únicos pensados por
en cuanto a las cuestiones que tratan. Por otra parte, resultan coincidentes en cuanto a la
ecos del J’Accuse (1898) de Emile Zola; es decir, que fueron escritos y leídos como
53
Los escasos críticos que han estudiado la obra de Barrett de manera sistemática lo
Latina, en particular, del sur de la región. 1 Norma Suiffet, autora del primer trabajo
monográfico sobre su obra desde una perspectiva literaria, publicado en 1958, considera
que, si bien la misma tiene rasgos naturalistas y sobre todo, modernistas, no se lo puede
movimiento organizado” (14). Francisco Corral, autor del segundo trabajo monográfico,
Miguel Ángel Fernández lo considera “una de las figuras capitales del novecentismo
Alcalá y Dirma Pardo Carugati lo consideran fundador de una de las dos tendencias que
Flores Magón en México y Manuel González Prada en Perú, como uno de los tres
54
de Barrett es recurrente a lo largo de la primera mitad del siglo XX, sobre todo en la
aclarando que “su vida y obra son meteóricas: luminosas y rápidas,” pero que, pese a esa
brevedad, han dejado “una estela de admiraciones y enseñanzas” (256). Por esos años,
también el joven Víctor Massuh consagra un libro a su figura, Rafael Barrett. En torno a
una conciencia libre, en que dedica el capítulo final a analizar su vigencia: “Escuchar su
palabra se nos hace más urgente que nunca. Ella actuará sobre el alma como un
carrera, nuevamente pese a su brevedad: “Barrett estuvo entre nosotros seis años. En el
imborrables, y fundó una literatura y una ética” (“Lo que pasó” 15).
1978 las obras más conocidas de Barrett, Augusto Roa Bastos comenta en primer lugar
poesía, teatro—del Río de la Plata.” Entre ellos, menciona nada menos que al grupo de
del Paraguay, donde “sus escritos constituyen el hito inicial de una literatura como
55
sobre Quiroga, y sobre el autor de El río oscuro, Alfredo Varela (“Liminar” XXX; “Lo
ciudades de Buenos Aires, Asunción y Montevideo entre 1903 y 1910. Barrett sólo
publicó dos libros en vida, del que sólo llegó a ver el segundo: el folleto Lo que son los
manera sostenida a lo largo de todo el siglo XX, sobre todo en Montevideo, Buenos Aires
y Asunción, pero también en Madrid, México, Bolivia y El Salvador. También hay una
artículos que recogen otras piezas de su correspondencia. Sólo se registra una traducción
de sus obras, la italiana de Lo que son los yerbales paraguayos, en 1979. Quizás lo que
muestre más claramente el sostenido interés por su obra en América Latina es que se
publicaron nada menos que cinco ediciones de sus obras completas, en las décadas del
56
(“Cuestiones preliminares” 10; “Introducción” 23-24); y de Vladimiro Muñoz, el mayor
Rouge et le Noir, de Stendhal en su tiempo en España; y con ecos de los relatos que
encuentra Jennifer French en algunas novelas regionales, cuando Barrett llega a América
Latina. En efecto, si Barrett es como Julien Sorel, un representante de la baja nobleza que
Europa, cuando llega a América Latina sufre una transformación radical, que lo lleva a
desplazamiento durante el cual cambia su modo de entender la relación entre esos polos:
The hero is always a young, creole male who wishes to escape the ennui of the
capital; rather than traveling to Asia or Africa, he embarks on a journey to the
dark side of the South American interior, a trajectory that often represents, as in
the discourse of the civilizing mission, a descent from the safety and security of
the metropolis into barbarism and even the depths of hell. But the reality the
protagonist encounters in the wilderness is far more complex than he anticipated,
as his initial sense of moral and intellectual clarity begins to break down during
the journey. (33)
Ahora bien, como veremos, en el caso de Barrett el esquema sufre una interesante
57
sudamericana, sino también en relación con las grandes ciudades de la región. Sobre
todo, notablemente, concentra su mirada crítica sobre Buenos Aires, la gran articuladora
desplazamiento al planteado por French para los protagonistas de las clásicas novelas
observarse cómo operan las fuerzas neocoloniales—y donde puede verse también cómo
para comprender su obra, porque sus trabajos están relacionados con sus
donde deben buscarse las claves interpretativas de sus textos. Barrett es siempre un “yo”
que observa, que es testigo, que interviene, un “yo” que acusa, a la manera de Emile
Zola, un autor que admira y cita de manera “reiterada, casi obsesivamente, como el ideal
58
del escritor,” según comenta Francisco Corral (“El enigma” 27). Barrett escribe y Barrett
Paraguay por sus textos: es clave, en este aspecto, que el género privilegiado de su
escritura sea el artículo periodístico, donde la voz del narrador se identifica, hasta en
y madre española, emparentada con una familia de la alta nobleza, la de los duques de
Alba. A pesar de su lugar de nacimiento, tenía ciudadanía británica, por el jus sanguinis.
De joven, viajó entre Inglaterra, Francia y España. Luego siguió estudios técnicos en la
Escuela de Caminos de Madrid, y tuvo una breve vida de brillo en esa ciudad en los años
del cambio de siglo. Ramiro de Maeztu lo describió como un “dandy,” y lo consideró “un
señorito desclasado” (11). Maeztu fue también testigo y narrador del episodio que
siguiente año: un duelo cuya realización fue impedida por el Tribunal de Honor, que
declaró “no digno” a un joven Barrett, impetuoso y de medios menguantes, que apenas
primeras publicaciones. 3
que el duelo y el Tribunal de Honor funcionaban como instituciones que marcaban las
59
las críticas más o menos virulentas de las nuevas generaciones descontentas. El caso de
Barrett tuvo amplia cobertura en la prensa madrileña, que Francisco Corral atribuye no
solamente al “morbo periodístico,” sino sobre todo a las tensiones sociales que quedaron
Son varios los críticos que vinculan este episodio de la juventud de Barrett no sólo
Esas opiniones pueden resumirse en la de Maeztu, quien sostuvo que “Es indudable que
la injusticia que se le hizo le abrió el pecho para sentir la injusticia social” (11). 5
vida de Barrett que se trató de “un antes y un después, puros” (177). Ciertamente, el
episodio madrileño dejaría una huella fuerte en la psicología del joven. Francisco Corral
cita un texto en el que el propio Barrett, superando su renuencia a hablar del episodio, lo
clases oprimidas:
Yo también a los veinte años creía tener recuerdos. … Todo me parecía suave,
elegante. No concebía pasión que no fuera digna de un poema bien rimado. …
60
¿Por qué no me escondí al sentirme fuerte y bueno? El mundo no me ha
perdonado, no. Jamás sospeché que se pudiera hacer tanto daño, tan
estúpidamente. Cuando mi alma era una herida sola y los hombres moscas
cobardes que me chupaban la sangre, empecé a comprender la vida y a admirar el
mal. …
Desde que soy desgraciado, amo a los desgraciados, a los caídos, a los pisados.
(Citado en El pensamiento cautivo 24)
articula con condicionantes sociales. Francisco Corral destaca que su viaje a América
Latina puede interpretarse como “una escapatoria no destructiva.” Según este crítico, el
viaje tiene además un “sello generacional,” dado que se trata de una idea que “está
(El pensamiento cautivo 12). En contraste, Viñas apunta más al futuro que al pasado
cuando vincula la conversión de Barrett no tanto con su salida de España como con su
con ese tránsito, en el que se acerca a las masas de inmigrantes que desembarcan en el
puerto de Buenos Aires. De hecho, cuando llega a América Barrett tiene que comenzar a
61
Ahora bien, el viaje a América Latina y la radicalización del pensamiento de
Barrett llega a Buenos Aires a comienzos de 1903. Confirmando los datos sobre la
educación técnica que había recibido en España y continuando sus escarceos con las
revista Ideas, dirigida por Manuel Gálvez, el 1 de agosto de 1903. Luego colaboraría
política española, Barrett se enreda nuevamente en un incidente que culminaría con otro
duelo frustrado, debido a la descalificación sufrida en España, que lo alcanzaría del otro
lado del Atlántico. 7 Episodio que, nuevamente, lo induciría a partir; esta vez rumbo al
Paraguay.
como un momento de transición, en que Barrett mira hacia atrás, hacia la España que
península. Pero sería una visión equivocada. En primer lugar, porque durante todo 1904 y
desde El Correo Español, Barrett escribe mucho para la comunidad española inmigrante,
62
que está instalándose en la ciudad. Y en segundo lugar porque, aún escribiendo en un
de los problemas tratados y una particular sensibilidad en relación con las situaciones de
España, Italia y Europa del Este que permanecían en la ciudad y alrededores en una
Esta sociedad urbana así conformada presentaba rasgos favorables para el arraigo
de tendencias contestatarias; el más notable tal vez fuera la constante movilidad
horizontal y vertical (ascendente y descendente) de un cuerpo social que no
terminaba de constituir una fisonomía definitiva y que, aunque permitía el ascenso
y el bienestar de una parte de los trabajadores, excluía a otra porción significativa.
En correspondencia con ese estado de movilidad permanente, se hallaba la escasa
63
presencia del estado para resolver los problemas más acuciantes de los
trabajadores. (18)
primeras acciones violentas a comienzos del siglo XX, dieron lugar a una fuerte respuesta
represiva del gobierno nacional. Una de las medidas clave fue el establecimiento de la ley
caracterización de Viñas (Anarquistas 30), Barrett analiza la ley cuando todavía está en
coherente sino meramente a una reacción represiva. Entre otros aspectos, se dirige en este
esperando “que no se deje deformar por el leve ambiente que lo acaricia” (OC IV 54).
Con una mirada comparativa que es característica de sus trabajos, cita seguidamente un
inmigración en ese país. Sobre el mismo, sostiene que está escrito en un lenguaje “duro y
cruel como la vida misma,” pero lo valoriza en la medida en que está relacionado con un
lectores con dos preguntas que parecen situar al enunciador en una posición no
valorativa. Es, por supuesto, una táctica para introducir su punto fundamental: las
64
preguntas no tienen respuesta porque la ley de Residencia no es producto de la
deliberación, sino una medida puramente reactiva, producto del “miedo,” del “espanto”;
que no obedece, por lo tanto, a una planificación sino que simplemente está asociada con
la represión del Estado. Finalmente, cierra con una metáfora de gran eficacia
patria como casa, habla de la “República como un inmenso palacio vacío.” Se sugiere la
idea de un gobierno opulento, que vive de espaldas al pueblo; que defiende su poderío
Ahora bien ¿es necesaria la ley de residencia? ¿Es todavía suficiente? He aquí lo
que es imposible decidir, cuando está aún casi sin tocar el problema capital del
genio argentino. Lo cierto es que la ley de residencia no se hizo en virtud de estas
altas consideraciones. Se hizo bajo una sensación intolerable de miedo. No fue
una medida pensada, sino un gesto de espanto. Nada tan excusable. La República
es un inmenso palacio vacío, del que se narran mil leyendas sangrientas, y en
donde las voces más inofensivas retumban como cañonazos. (OC IV 57)
acabamos de ver, no será la única mención al país del norte en estos primeros trabajos de
Barrett en América Latina. En otros textos, la valoración que Barrett hace del país del
norte no será tan benigna. Repetidamente, el escritor cataloga a este país como un poder
puede incluírselo, junto a José Martí, Rubén Darío y Enrique Rodó, entre los intelectuales
que marcan una “nueva época” del discurso sobre los Estados Unidos, tal como fue
65
americanos’. Muy bonito, pero un poco vago. ‘Norteamérica para los norteamericanos’
América en 1898, es parte del contexto internacional que Barrett tiene en mente—como
su vinculación temprana con la generación del ’98, que analizaremos, permite imaginar.
período porteño, “El impudor del yanqui,” publicado el 20 de enero de 1904 en El Correo
que Barrett compara a los ingleses con los norteamericanos. Resulta evidente que está
resultan menos claras. Tras referirse a su apego por el pasado y su falta de creatividad, se
refiere a las ambiciones económicas de los británicos con una analogía en que el espacio
viene a marcar las apetencias de ese país. Y opone el espacio, material, al tiempo,
Luego, Barrett dedica varios párrafos a caracterizar la falta del sentido de ridículo
de los ingleses, tras lo cual remata en los últimos tres párrafos con una descripción del
“impudor yanqui.” En síntesis, adelanta, “El yanqui es un inglés que ha perdido el respeto
66
de sí mismo.” La breve definición se expande y se hace muy explícita. Barrett tematiza la
los recursos naturales. Se trata de una codicia burda, poco elaborada. Por contraste con la
codicia británica, más “pudorosa,” los norteamericanos son “los modernos bárbaros.”
“arrebatar.” Estas palabras aparecen dentro de una analogía del desarrollo de los Estados
espacio geográfico cada vez mayor: de Inglaterra, de Europa, del mundo. En el párrafo
digestivo,” que se contrasta con otros sistemas del cuerpo humano—el cerebro, asociado
reduciendo todas las acciones a un único propósito. Y nueva metáfora, que insiste en el
carácter “bárbaro” del imperialismo norteamericano, que es presentado como una suerte
67
contundente, es una advertencia sobre el avance norteamericano en América Latina, que
se subraya con una metáfora espacial, en la que sólo queda el encierro o la resignación:
Queriéndose explicar Schopenhauer este impudor del yanqui, recordaba que los
Estados Unidos nacieron de una penitenciaria inglesa, y que fueron nutriéndose de
todos los evadidos de Europa, antes de crecer con todos los aventureros y piratas
del mundo. Según esta teoría, que no tengo por inaceptable, se puede considerar al
yanqui como un hijo de buena familia metido a pick-pocket.
Una de las más notables manifestaciones de impudor que legaron los yanquis a las
historia, es el discurso pronunciado por Mr. Spooner en el Parlamento. Con una
ingenuidad de chimpancé declara este señor, refiriéndose a Colombia que ‘cuando
las naciones débiles tienen lo que les hace falta a las naciones fuertes, éstas deben
arrebatarlo por la fuerza de las armas’.
Lo que me sorprende es que los países civilizados hablen de acción diplomática.
Todavía no se dan cuenta de lo que son estos hijos del Norte. Los latinos pierden
tiempo buscando cerebro y corazón donde no existe nada más que un tubo
digestivo. Envían mensajeros a los modernos bárbaros como podrían enviárselos a
la langosta, a los terremotos, o al cólera.
Atranquemos la puerta o resignémonos, pero seamos inteligentes. (OC IV, 38)
porque pone en un mismo frente a América Latina y España: los países doblegados por el
enero de 1904, también en El Correo Español. En este texto, Barrett opone la creatividad
68
A estas observaciones generales, se agrega una bastante puntual, especialmente
monocultivo, aspecto clave en la obra de Barrett: “Un país latino es único exportador de
un producto, y se arregla para ser esclavo del mercado.” En síntesis, este trabajo tematiza
el fracaso comercial de los países latinos—entre los que menciona a la Argentina, España
características inherentes de las “colectividades,” entre las cuales las latinas se revelan
económicas” (32).
sociales inmediatos, que también comienzan a aparecer en los textos de Barrett inspirados
por su breve estadía en Buenos Aires. Porque cuando Barrett decide dejar la Argentina,
ya ha realizado observaciones sobre algunas realidades del nuevo mundo; donde las
el país donde, por primera vez, Barrett “comenzó a ver la realidad social y a percibir las
humana” (“Introducción” 11). Se trata del artículo más citado por la crítica y sobre el
69
Fue recogido por el propio Barrett en Moralidades actuales. En este texto, se pinta un
estas horas liminares, entre la noche y el día, como fantasmas que sólo pueden recorrer
las calles cuando sus auténticos dueños las dejan despobladas. Mejor: que se ven
quisiera descansar; bajo un cielo que no ofrece luz ni refugio, sino tinieblas e intemperie;
entre edificios que no protegen sino que expulsan. Ciertamente, no puede dejar de
pensarse este texto como una temprana contribución a la construcción del género de las
ciertos sectores sociales de la ciudad, situación que repite en la periferia las inequidades
70
del centro, y que, como se declarará en el cierre, no tiene resolución en el orden
marca una progresión tácita, que avanza cuando el narrador detiene su mirada en un
mendigo que revuelve la basura, al que dedicará la segunda mitad del texto. Su propio
cuerpo es un signo complejo, que conjuga indicios de lo que fue y lo que es: “ropa sin
nombre, trozos recosidos atados con cuerdas al cuerpo miserable,” “manos bien
dibujadas,” “el pálido azul de las pupilas, un azul enfermo, extrahumano, fatídico.” El
Finalmente, el mendigo encuentra algo: “una carnaza a medio quemar, a medio mascar,
manchada con la saliva de algún perro.” La mirada del narrador combina compasión y
71
En principio, Buenos Aires, como gran ciudad de la periferia, es presentada en
este texto como un reflejo de las del centro, que meramente repite sus desigualdades al
modo de mundos paralelos: “¡También América!” Sin embargo, puede advertirse algo
importante con respecto al tratamiento del espacio: los pobres parecen no ser parte de la
ciudad; se los ve como desplazados, refugiados que la ocupan sin tener derecho a ella. No
pertenecen a ese espacio brillante; e, inversamente, ese espacio no les pertenece. Como
vimos en la Introducción, Edward Said destaca que la cuestión del espacio es un punto
pertenecen ni pueden arraigar. Más adelante, volveremos sobre esto, en la medida en que
Barrett continúa trabajando sobre este aspecto, construyendo una visión más compleja y
argumentada sobre Buenos Aires, que vincula explícitamente centro y periferia; ya que,
en textos posteriores, cada vez se hará más clara la posición de esta ciudad como
crítico paraguayo no está solo en esta apreciación. Citan este artículo y, particularmente,
este cierre y este grito como momentos culminantes de la prosa de Barrett: Armando
Donoso en 1920 (199); Maeztu en 1926 (11); Jorge R. Forteza en 1927 (22). Varias
décadas después, también destacarán este pasaje Ángel J. Cappelletti (LXXX) y Abelardo
Castillo (“Lo que pasó” 14). Recogen en particular la exclamación “¡También América!”
Es la sorpresa por la pobreza, por el hambre, en la tierra rica. Y es, sobre todo, la
72
indignación. Comienzan a verse las marcas de las emociones en esta literatura de
preocupación social que, entonces, tanto o más que referencial, puede considerarse
expresiva; es decir, que apunta a un lugar de enunciación marcado por la empatía con el
revulsivo de esta literatura. De allí surge, precisamente, la duda sobre el lugar y fecha
originales de publicación. Hay una anécdota recogida por Muñoz, que presenta esta pieza
como causante de que Barrett dejara de escribir en El Diario Español de Buenos Aires.
La misma sitúa, entonces, la publicación original en esa ciudad en 1904, fecha con la que
coinciden otros críticos (“Rafael Barrett III” 54-55). Sin embargo, Fernández dice haber
encontrado este artículo por primera vez en Los Sucesos de Asunción, el 27 de noviembre
de 1906, y sostiene que Barrett nunca publicó en El Diario Español (“Introducción” 11).
8
Pese a la importancia de los trabajos escritos o inspirados por sus años en Buenos
Aires, es sin dudas en el Paraguay donde Barrett finalmente encuentra los motivos fuertes
literatura latinoamericana. ¿Por qué viaja Barrett al Paraguay? Francisco Corral sugiere
que pudo deberse a la influencia de Carlyle, escritor al que Barrett admiraba y que había
manifestado su interés por la trágica historia de ese país (El pensamiento cautivo 31). En
todo caso, había también una razón más inmediata, ya que llega a ese país en octubre de
1904, como corresponsal del diario porteño El Tiempo, para cubrir la Revolución Liberal
73
que se había iniciado en agosto, apoyada por la Argentina. Sus simpatías están con los
1904,” advierte sobre la importancia del resultado del proceso de cambio que debía traer
el levantamiento, con una clara visión de la situación estratégica del Paraguay en relación
con sus recursos naturales y las apetencias de intereses internacionales—los que, sin
fuerzas revolucionarias triunfantes, a las que se había asociado como parte de un grupo
apenas unos meses después, se lo asciende a jefe, aunque dimitiría antes de terminar el
año. Por la misma época también trabaja en los Ferrocarriles, de donde se retiraría
igualmente, en desacuerdo por el trato dado a los trabajadores. Integrado por completo a
burguesía local. Pronto conoce a su futura esposa, Francisca López Maíz, madre de su
único hijo, Alex. En principio, todo es armonía, pero en poco tiempo, vuelve protagonizar
74
cuarenta artículos ese año, en el que todavía alternaba el periodismo con otras
actividades, como las comentadas, además del dictado de clases y conferencias. A ese
Paraguay, El Cívico, Alón (El pensamiento cautivo 39). A fines de 1906 Barrett
creciente de los mismos. También en ese período participa en la fundación del grupo La
Colmena, una suerte de tertulia literaria a semejanza de las que se realizaban en Madrid,
Francisco Corral discute, sin poder definir con claridad de acuerdo a los distintos
suma su actividad militante (40). Menciona en primer lugar opiniones que sitúan ese
momento en 1906, en coincidencia con una serie de huelgas que se dan en distintos
lugares del Paraguay. Hemos visto que, en la visión de Fernández, ya desde su estadía en
la capital porteña Barrett se había sensibilizado ante la dura realidad de las clases
comenta asimismo el análisis de José Concepción Ortiz, quien sitúa ese momento dos
privilegiado del trabajo intelectual de Barrett y en sus lugares de reunión. Pero asimismo,
75
escritura para ampliar su público de modo que incluya a los grupos sociales de
Es 1908. Barrett, hasta ese momento, había sido el periodista raro, casi único aquí,
el conferencista superior, sin auditorio casi; el hombre encerrado aún, podría
decirse, en una relativa torre de marfil con respecto al pueblo. Es el año en que el
comienza a bajar las gradas que conducen al fondo social, junto a la masa
entenebrecida. Participa en mitines; dice su palabra encendida. Se da a los
desheredados en cuerpo, ya que en alma se les había dado siempre. Sobre ‘La
Tierra’, ‘La huelga’ y ‘El problema sexual’ dice sus primeras conferencias a los
obreros nativos. (“En el Paraguay” 10)
actividades a pedido de la Unión Obrera; dicta las conferencias comentadas por Ortiz; y
funda una publicación periódica, Germinal, junto al anarquista argentino José Guillermo
las puertas del Instituto Paraguayo, donde se reunía el establishment intelectual local, y
del Teatro Nacional, a sus charlas sociales. Entre las que terminó dictando, junto a
Bertotto, en un galpón, se contará “Las infamias en los yerbales.” Por esa época,
luego serán recopilados en una plaquette con el título de Lo que son los yerbales
76
paraguayos, la obra con que dejará una marca más clara en la literatura y el pensamiento
de esa obra. “La Tierra” es la primera. Constituye una reflexión sobre la reforma agraria
la cuestión del espacio. Su cruzada contra el latifundio en tan virulenta, que frente a ese
Otra idea importante surge de la cita: que la riqueza que pueden generar los
recursos naturales está en relación con el trabajo que se agrega. Los recursos no se agotan
sino que se multiplican en la medida en que se sume valor a los mismos a través del
distribuirse entre los que la producen, que son los que trabajan. Insistiendo en esta idea,
77
crisis social provocada por la pobreza y la desigualdad; consecuencia, a su vez, de
de las especies. Francisco Corral ha mostrado que Barrett está al día con las discusiones
que es coherente con su acercamiento al anarquismo. Como analiza este crítico, y como
la sociedad. Abraza, en cambio, las ideas de Kropotkin sobre la “ayuda mutua,” quien
en la naturaleza. Así, por ejemplo, muestra que la selva no es implacable en tanto que
espacio natural, sino que en tanto que espacio social: al que se trasladan—y donde se
78
extreman—las relaciones de dominación de las ciudades. Esta visión se articula con sus
ideas acerca de la capacidad de los hombres de controlar a la naturaleza, la que puede ser
Avanzando en esta misma línea, Barrett se opondrá muy claramente a las ideas
Sed fecundos. Dejad que los ricos, dejad que los poderosos, después de haber
robado a la humanidad, pretendan robar a la naturaleza, limitando la prole a una
cantidad convenida, y transformando el amor en un vicio solitario. … Sed el
ejército que no acaba nunca. Sed incontables como las estrellas del cielo. No
vaciléis ante las penas que aguardan a vuestros hijos. Si los engendrasteis con
amor, no temáis. No hagáis caso de los que atribuyen la miseria al exceso de la
población. No es la población la que empequeñece la tierra, sino el egoísmo.
Amad, y la tierra se ensanchará sin límites. (OC II 310)
llamada Guerra de la Triple Alianza o del Paraguay, entre 1865 y 1870, en la que los
habían reducido la población de ese país de dos millones “a menos de trescientos mil
ancianos, inválidos, mujeres y niños,” como describe Roa Bastos (“Rafael Barrett”
XVII). Diversos historiadores han señalado que, si bien no es posible encontrar las
79
relativamente fácil vincularla con la expansión del imperio británico en la región, en
el continente,” según Roa Bastos (XVII)—puso en marcha la reacción, en la que las élites
Trías, “no se puede circunscribir el Imperio Inglés a la Gran Bretaña y sus agentes.” Este
historiador sostiene que también forman parte de ese sistema las clases dominantes de
imperial y los grupos locales que se benefician de esta situación: “El desafío paraguayo
enfrentó a todo el sistema del imperialismo liberal, y éste reaccionó para reprimirlo”
(181).
entonces, será el tema de la conferencia dirigida a los obreros paraguayos que nos queda
por comentar, titulada “La huelga,” que fue publicada posteriormente por la FORP
80
(Cappelletti LXXVII). En este trabajo, Barrett básicamente argumenta en favor de la
ciertas vertientes anarquistas. Sin embargo, no niega por eso que exista en el presente un
enfrentamiento por los recursos ante el cual los obreros deben organizarse y luchar. La
Me contestaréis que es difícil ser paciente cuando aquí mismo, en un país casi
virgen y de benignos rasgos como el Paraguay, se os hace la vida insoportable.
Fuera de la capital, donde ahora, no obstante, la crisis sume en la miseria a los
trabajadores mientras que los que no trabajan gastan tranquilamente sus
economías, se le explota al obrero sin piedad. Los obrajes son dignos de negreros,
y los yerbales son la vergüenza del Paraguay y una de las mayores vergüenzas de
América. (OC II 305)
Por los mismos días que Barrett dictaba estas conferencias y, de manera
complementaria, se dirigía a los obreros por escrito, junto a Bertotto, desde Germinal,
una nueva revolución tuvo lugar: el cruento golpe militar del coronel Albino Jara, el 2 de
julio—a quien, recordemos, Barrett había ofendido en 1904. Como comentan varios
81
testimonios, en un episodio que, según Abelardo Castillo, define su figura tanto como sus
obras, Barrett arriesga su vida recogiendo heridos. Así lo vuelve a contar en 2007,
los elementos biográficos en la vigencia del lugar que se otorga a Barrett en América
Latina:
Pero los verdaderos problemas llegarían después, debido al clima represivo que se
denuncian desde Germinal. Primero Barrett y luego Bertotto son detenidos; el segundo
publicaban las denuncias. Tras una serie de escaramuzas y una nueva detención, Barrett
es finalmente deportado por intervención del cónsul inglés—recordemos que Barrett tenía
nacionalidad de ese país. Tras pasar por Corumbá, en Brasil, y brevemente por Buenos
trabajos especialmente destacados por Rodó; allí se integrará—aunque por poco más de
un año—a una comunidad intelectual articulada; allí se publicará el único libro que llegó
82
a ver en vida, y los demás proyectados. En síntesis, allí cobrará su nombre vuelo
definitivo.
familia y descansar. Y en 1910 viajará a Francia para una cura imposible. Muere el 17 de
folleto Lo que son los yerbales paraguayos, publicado en Montevideo en 1910 por el
editor José Guillermo Bertani, con prólogo de Bertotto. Compilación que luego sería
reeditada repetidamente como libro en esa ciudad y en Buenos Aires a lo largo del siglo,
única obra traducida de Barrett, en 1979 al italiano, con el título Cosa sono gli yerbales.
Constituye, creemos, la obra con que Barrett deja una marca más clara en la
en la historia de los discursos anti-imperialistas en América Latina. Barrett sabe que está
cortando amarras con la buena sociedad de Asunción, que ya no habrá vuelta atrás. Sabe
que incluso corre peligro. 13 De hecho, autores como Álvaro Yunque argumentan
explícitamente que por esta obra es que Barrett debió dejar el Paraguay:
83
[Barrett] Se va al Paraguay. Allí ve lo que son los yerbales, infiernos de
explotación para el indio; y escribe sobre los yerbales páginas de fuego. Su amor
al desventurado mensú le atrae, lógicamente, el odio de políticos, burócratas y
patrioteros, todos cómplices en la criminal empresa. Se le apresa, se le acosa, se le
calumnia, se le bloquea con hambre y silencio. Se le destierra, por fin. (La
literatura social 255)
Pero Barrett elige dar el paso, como su admirado Emile Zola: Los yerbales es su
primer J’Accuse: se trata de una denuncia concreta sobre una situación de escandalosa
explotación, en que se señala a los responsables, vinculados a las más altas esferas del
De una punta a otra del espectro ideológico y estético, de una punta a otra del
tiempo, y de cada una de las orillas del Atlántico, nos interesa recoger dos opiniones que
dejan en claro la fundamental asociación del nombre de Barrett con este texto que, con
recursos tomados del naturalismo y del modernismo, entre otros, alerta sobre las
modo, radicalmente diferente, de hablar sobre la selva: un ámbito que resulta explotado,
Louise Pratt—había visto hasta entonces una naturaleza rica, sobre todo desde que
Alexander von Humboldt recreara la naturaleza sudamericana como “wild and gigantic”
84
devela—Barrett es igualmente copiosa, pero no generosa: hay quien viviendo en ella
padece pobreza extrema. Sin embargo, las tremendas penalidades padecidas no son
causadas por la naturaleza sino por otros hombres. Tibia pero claramente, Maeztu señala
el valor ético de Los yerbales, y su importancia como guía en particular para los
escritores latinoamericanos, los que considera que resultan interpelados por el trabajo de
Barrett:
Tan asociado resulta el nombre de Barrett a su denuncia sobre los yerbales, que en
su libro de 1983, reeditado en 2004, Viñas se siente obligado a aclarar que la obra de su
anarquista preferido no se reduce a esos artículos sobre el Paraguay; que hay en sus
trabajos una perspectiva internacional que excede esa preocupación—y que la hace
85
Como dijimos, los artículos comienzan a publicarse en El Diario de Asunción el
15 y terminan el 27 de junio, apenas unos días antes del golpe de Jara y la nueva ola
la propia escritura, sobre la repugnancia que puede despertar en los lectores. Sin
empresas que dominan la explotación; sus vinculaciones con el gobierno; los mecanismos
legales para controlar a los trabajadores; la persecución y los castigos a los que son
sometidos si intentan escapar. Los datos, los números, que dan la magnitud “objetiva” de
conmovedores, en que Barrett utiliza distintos recursos retóricos. Pero aquí, además, hay
responsables directos, las empresas y ciertas personas en particular, que Barrett identifica,
Por otra parte, de manera significativa, Los yerbales constituye una reflexión
ilustradas ciudades europeas. También porque escribe desde una ciudad periférica: se
86
mantiene actualizado de lo que pasa en el mundo gracias al mismo intercambio desigual
que denuncia. Por otra parte, sus lectores directos están en la ciudad: es cierto que Barrett
hace Germinal para los obreros; pero Los yerbales no está escrita para los peones
yerbateros. También los lectores indirectos sólo pueden ser alcanzados gracias a la
ciudad: como veremos, a través del mismo intercambio desigual, Barrett espera que se
Una tercera razón por la que Los yerbales es un producto de la ciudad es que
directo, Barrett, al asociarse con Bertotto, articula sus acciones en Asunción con el
precisamente, entre 1900 y 1910. 14 Finalmente, tan producto de la ciudad es Los yerbales
que Barrett no estuvo allí, a despecho de lo que hubieran querido algunos críticos. 15
Según Muñoz, que se apoya en la palabra del hijo de Barrett, el escritor basa su denuncia
desigualdad en las relaciones entre los países; puntualmente, debido a fuerzas de tipo
87
colonial, como se sugiere con la comparación con el Congo. En este caso, se trata de las
potencias vecinas, las que derrotaron al Paraguay en la guerra unas décadas antes, dentro
de un esquema internacional que tenía como fin último integrar la economía de este país
al imperio británico. Tras ese proceso, quedan en una situación equivalente Paraguay, la
Argentina y Brasil, como se aclara un poco más adelante: “Las tres repúblicas están bajo
idéntica ignominia. Son madres negreras de sus hijos” (38). En segundo lugar, estos
que se trate de una situación habitual, sistemática, no excepcional. Una situación que el
comienza Barrett:
Es preciso que sepa el mundo de una vez lo que lo que pasa en los yerbales. Es
preciso que cuando se quiera citar un ejemplo moderno de lo que puede concebir
y ejecutar la codicia humana, no se hable solamente del Congo, sino del Paraguay.
El Paraguay se despuebla; se le castra y se le extermina en las 7 u 8.000 leguas
entregadas a la Compañía Industrial Paraguaya, a la Matte Larangeira y a los
arrendatarios y propietarios de los latifundios del Alto Paraná. La explotación de
la yerba mate descansa en la esclavitud, el tormento y el asesinato.
Los datos que voy a presentar en esta serie de artículos, destinada a ser
reproducida en los países civilizados de América y de Europa, se deben a testigos
presenciales, y han sido confrontados entre sí y confirmados los unos por los
otros. No he elegido lo más horrendo, sino lo más frecuente; no la excepción sino
la regla. Y a los que duden o desmientan, les diré: ‘Venid conmigo a los yerbales,
con vuestros ojos veréis la verdad’.
No espero justicia del Estado. El Estado se apresuró a restablecer la esclavitud
después de la guerra. Es que entonces tenía yerbales. (Los yerbales 35-36)
88
Suiffet destaca sobre este comienzo que “es suficiente para mostrar interés y para
mostrar desde ya, cuál será el tono poderoso y hasta violento en que desahoga su
indignación” (23). Creemos, como ella, que desde el primer párrafo, la repetición de “es
en el hombro. Tiene mucho de oralidad, y logra crear un cierto suspenso. Por otra parte,
la mención de “el mundo” como auditorio plantea desde los inicios la dimensión
internacional del problema: por sus causas y por su magnitud. En este primer párrafo
El segundo párrafo sigue respondiendo a ese suspenso, con tres verbos que
denotan acciones sufridas por la población del Paraguay; los mismos se ordenan en una
primera persona: la protesta de verdad sigue pautas previsibles, con oraciones largas y
89
se tiene por el centro; no puede descartarse que constituya un gesto con el que el
interpelación final, con el uso de un recurso insistente en Barrett, que en sus textos suele
citarse a sí mismo entre comillas—como vimos en el grito del párrafo final de “Buenos
Aires.”
sus tres oraciones son breves, especialmente la primera y la última. Sigue la primera
persona. Y, como el primero, este cuarto párrafo cierra con una palabra de mucho peso;
en este caso, el objeto de la codicia, el recurso natural que pone en marcha la situación de
En cierto modo, estos cuatro primeros párrafos parecen otros tantos turnos de
habla del hablante, que van respondiendo a réplicas tácitas del oyente imaginario. El
mostrara incredulidad. El cuarto responde a una imaginaria pregunta sobre qué hacer,
este modo, refuerza la percepción de gravedad del problema y, sobre todo, justifica la
necesidad de la denuncia.
90
de un decreto de 1871 y su reglamentación de 1885, que convierte en delito el abandono
que el Estado no realiza las inspecciones que evitarían el sometimiento de los obreros al
altos personajes que tienen acuerdos con las empresas: incluso dos familiares del
entonces presidente del Paraguay. Por eso cierra, contundente: “Nada hay, pues, que
esperar de un Estado que restablece la esclavitud, con ella lucra y vende la justicia al
El segundo artículo, “El arreo,” describe con detalle las estrategias para captar la
mano de obra de los yerbales. Básicamente, se trata de seducir con un anticipo que el
selva; o de engañarlo de manera aún más directa, haciendo correr la voz de que hay
¡Pero durante algunas horas, todavía, la víctima es rica y libre! Mañana el trabajo
forzado, la infinita fatiga, la fiebre, el tormento, la desesperación que no acaba
sino con la muerte. Hoy la fortuna, los placeres, la libertad. ¡Hoy vivir, vivir, por
primera y última vez! y el niño enfermo sobre el que va a cerrarse la verde
inmensidad del bosque, donde será para siempre la más hostigada de las bestias,
reparte su tesoro entre las chinas que pasan, compra por docenas frascos de
perfume que tira sin vaciar, adquiere una tienda entera para dispersarla a los
cuatro vientos, grita, ríe, baila,—¡ay frenesí funerario!—se abraza con rameras tan
infelices como él, se embriaga en un supremo afán de olvido, se enloquece.
91
Alcohol asqueroso a 10 pesos el litro, hembra roída por la sífilis, he aquí la
postrera sonrisa del mundo a los condenados por los yerbales. (39)
Barrett. Luego, establece un contraste que introduce un ritmo rápido, marcado por las
aceleración, que concluye con un verbo que resume el sentido de la descripción: “se
En este segundo artículo, Barrett suma su denuncia sobre que los conchabados
son muchas veces menores de edad. Y confirma su visión panorámica sobre el impacto
del imperialismo en la región, al destacar que esta forma de captar a los peones para
naturales: “Así se arrean los mártires de los gomales bolivianos y brasileños, de los
ingenios del Perú. Así se arrean las muchachas del centro de Europa, prostituídas en
92
con el contra-discurso neocolonial de los recursos naturales: se señala un país, se señala
de una misma posición dominada de estos países. Barrett repetirá este paralelismo en
Para referirse a las condiciones de vida de los trabajadores una vez trasladados a
los yerbales, Barrett, en el tercer artículo, “El yugo en la selva,” establece una
encontramos acentos modernistas—y que evoca por anticipado el cuento de Quiroga, “La
miel silvestre,” en que un desprevenido resulta comido por hormigas tras ingerir una miel
importante, porque apunta al lugar común del “desierto”—palabra con ecos sarmientinos
que Barrett usa en otro momento del artículo, y que sólo en América Latina puede
Esta naturaleza como calabozo, como “infierno,” no es la naturaleza con que los
hombres se enfrentan libremente: los que sufren la violencia de la naturaleza son hombres
fuerzas por la explotación; despojados de los recursos para hacerle frente. Sólo estos
93
hombres, doblegados por la sociedad, son doblegados por la naturaleza. Que se convierte,
para lidiar con ella. De lo contrario, puede resulta una fuerza maléfica que renueva su
fuego de las hojas y ramas tiernas. La única herramienta de que habla Barrett es el
machete—el machete y el cuerpo del mensú, que deshoja las ramas “destrozándose los
dedos,” y tuesta la yerba “abrasándose las manos.” También hay en este artículo una
interesante reflexión sobre el lenguaje, que como una metáfora literal, apunta a la doble
sobre esa ironía, y alude a la negra historia de la explotación de los minerales durante la
colonia:
Escudriñad bajo la selva: descubriréis un fardo que camina. Mirad bajo el fardo:
descubriréis una criatura agobiada en que se van borrando los rasgos de su
especie. Aquello no es ya un hombre; es todavía un peón yerbatero. Hay quizás en
él rebelión y lágrimas. Se ha visto a mineros llorar con el raido a cuestas. Otros,
impotentes para el suicido, sueñan con la evasión. Pensad que muchos de ellos
apenas son adolescentes. (44)
94
El recurso de poner el foco en primer lugar la naturaleza para luego señalar, bajo
viajes, la “mirada imperial,” que concentra su atención en el paisaje. El punto de vista del
humano, que está dejando de serlo—de allí el título de artículo. El narrador, entonces,
de comienzo de siglo—en este cuarto artículo Barrett denuncia cómo las marcas de las
establecida por Blumenthal, sostiene que los peones “blancos” sometidos a este régimen
“Son muy inferiores a los indios en inteligencia, energía, sentimientos de dignidad y bajo
cualquier aspecto que se les considere” (47). Vemos, entonces, que no se trata de
“aborígenes,” como sostiene Maeztu, sino de mestizos. Resulta pertinente aclarar que esta
“inferiores” son las razas “explotables,” que terminan siendo las razas “explotadas,”
Este artículo tiene también una escena de fuertes tonos naturalistas, que abre paso
a la revelación de cuántas víctimas puede haber tenido ya este sistema: Barrett estima que
95
entre “30 o 40 mil paraguayos.” Si los números no fueran suficientemente elocuentes,
Barrett construye un cuadro de extrema violencia para mostrar cómo mueren los obreros
de los yerbales. En principio, las oraciones cortas, expeditivas, parecen contagiadas del
conmueven ante la suerte del peón moribundo. Hasta que la interpelación exclamativa
del moribundo:
violencia ejercida: tortura y muerte forman parte de la metodología habitual para asegurar
habla sobre la tortura. Las descripciones son aquí escuetas, contenidas; no hay
cuenta. Y es tal que obliga al narrador a justificarse ante sus lectores, estallando en una
exclamación en que alude a su propio hacer como una actividad médica—necesaria pero
desagradable:
96
con cuatro estacas, con correas de cuero crudo, al sol. El cuero se encoge y corta
el músculo; el cuerpo se descoyunta. Se ha llegado a estaquear los peones sobre
tacurús (nidos de termite blanca) a los que se ha prendido fuego.
¡Pluma mía, no tiembles, clávate hasta el mango! Pero los miserables que ejecuto
no tienen sangre en las venas, sino pus, y el cirujano se llena de inmundicia. (47-
48)
clímax de la serie. En la narración sobre cómo se mata a los peones, el narrador adopta el
punto de vista de los perseguidores: para ellos la carrera es una “alegre cacería”—un
oxímoron que parece hacer eco invertido al “frenesí funerario” anteriormente analizado.
¡Ah, la alegre cacería humana en la selva! Los chasques llevados a órdenes a los
puestos vecinos. ‘Anoche se me fugaron dos. Si salen por estos rumbos, métanlen
bala!’ (Textual). El año pasado, en las Misiones Argentinas asesinaron a siete
obreros, uno de los cuales era un niño. En Punta Porá, cuando la policía da por
fugado a un trabajador, ‘fugado’ significa ‘degollado’. (48)
Sobre el final de este quinto artículo, comienza a escucharse el eco de las palabras
de Zola. Anunciando la última pieza de la serie, que tratará sobre las fabulosas ganancias
Es a los de arriba a los que acuso. Son ellos los verdaderos asesinos, no los
habilitados ni los capataces. Los responsables son los jefes de las bandas, porque
son los que menos riesgos corren y los que más lucran con el crimen. (49)
El último artículo será el anti-clímax. “El botín” está lleno de números, al tratar
con mucho detalle los cálculos de ganancias de las empresas, que se alimentan por igual
97
la raza” enfatiza esta doble explotación, que acerca los recursos naturales y los recursos
de la explotación colonial; sólo que esta vez está a cargo de las élites de las naciones
críticos tempranos, como Armando Donoso, quien escribió, comentando Los yerbales,
marcando cómo la explotación de la selva reedita la del oro; cómo se repite el abuso de
las clases oprimidas cómo se impone la dominación por la fuerza; cómo el poder
Barrett sobre que la nueva explotación neocolonial de los yerbales es un eco de la vieja
el papel de este escritor como precursor del discurso de resistencia que nos interesa:
98
Como observador y testigo actuante del lento resurgimiento de la nación arrasada,
a Barrett no se le ocultó tampoco que esta ‘estabilización aparente’ era otro de los
fenómenos cuya anomalía no llevaba al Paraguay a una gradual recuperación de
sus recursos humanos y naturales, sino, por el contrario, a una desestructuración
aún mayor de los mismos. Las prerrogativas y franquicias ilimitadas del capital
foráneo continuaban siendo expoliadoras y depredadoras. (“Rafael Barrett”
XVIII)
1810 deja en evidencia esta continuidad. Cooney muestra que el apogeo de la explotación
un sistema de contratación de los peones basado en la deuda previa, que establecía una
ingresos por impuestos que la actividad dejaba—ejercía sobre él. También hay una
la situación de explotación de los peones: la distancia de las áreas pobladas. Como cuenta
de la selva donde se sabe que abunda este árbol. Lo que se hace luego es, simplemente,
99
obreros, “mineros.” Si, en tiempos de Barrett la distancia se ha convertido en cómplice
porque este tipo de uso meramente extractivo ha obligado a buscar los yerbales cada vez
más lejos de los poblados, internándose cada vez más en la inmensidad verde (141).
Sin embargo, el punto más interesante del trabajo de Cooney en relación con el de
en función de la exportación. Cooney analiza el período que se abre cuando Buenos Aires
comercio: “internal trade restrictions were removed, and aggressive porteño and
Montevidean merchants expanded both internal and external trade of the viceroyalty”
(137). En ese crecimiento, el comercio de yerba mate fue crucial: de una exportación de
26.420 arrobas en 1776, se pasó a 327.150 en 1808 (141-142). Cooney destaca que
explotación de los yerbales, siendo Alto Paraná la empresa argentina, y Matte Larangeira
explotación del recurso natural y de los recursos humanos que analiza Cooney y denuncia
100
Barrett se dan debido a lo que, con terminología actual, llamaríamos dos momentos de
globalización.
La lectura del trabajo de Cooney también deja de manifiesto los aspectos que el
texto de Barrett omite: todo aquello que pueda hacer parecer a los obreros como figuras
que analiza, hubo ocasiones en que los obreros huyeron sin re-pagar el adelanto. Y cuenta
detalles de la vida sexual en los yerbales que Barrett no recoge, probablemente por la
carga de culpa que podía ir asociada ciertas prácticas a comienzos del siglo XX: la
naturales, Barrett construye el retrato de una víctima. Con “estigmas de degeneración,” sí,
una “criatura agobiada,” unos “infelices.” Sus explotadores son “los negreros
Barrett, por el contrario, es una selva explotada, sufriente, saqueada. Es una selva que por
primera vez se presenta ante los ojos socializada, donde llega la “civilización”: rica para
otros, frágil en tanto que “saqueada,” miserable para la población local. Podríamos decir:
101
una novela regional, tal como la caracteriza French, podemos decir que en Los yerbales
Entre otros autores, Yunque lee la operación barrettiana en relación con esa
oposición cuando comenta Los yerbales conjuntamente con El terror argentino—al que
Asunción en 1910. Entre las confusiones sobre la biografía de Barrett—que, como vimos,
pueden ser reveladoras—se cuenta otra muy significativa en relación con su alejamiento
1987, se hace eco de la confusión al decir: “Sus denuncias de la otra cara de la Grande
Argentina del centenario, su compromiso con las luchas obreras, llevan a que el gobierno
Lo cierto es que se trata de una obra tan revulsiva como Los yerbales—y Los
yerbales, ciertamente, fue una de las causas de la deportación de Barrett del Paraguay. De
102
hecho, estos dos trabajos—los dos únicos concebidos como obras integrales—pueden
se articulan. Uno se interna en la selva, en busca del recurso natural y los recursos
humanos explotados, para constatar a nivel micro el impacto de la fuerza del impulso
patetismo; para luego apartarse y pintar el cuadro general que hace posible—y sostiene—
la situación de explotación.
Lo que nos interesa destacar es que en ese trabajo postrero Barrett va un paso más
Argentina; es decir, en las áreas dominadas de modo directo o indirecto por la élite
que articula toda la cuenca del Plata al sistema mundial, en tanto representa el principal
puerto exportador. Como tal, pasa por ella la riqueza que sale de la región—y en ella
través de ella se transmiten los impulsos de control y represivos del centro hacia la
periferia. Se trata de un marco amplio, que completa las visiones de Los yerbales y
“Buenos Aires,” y las pone en relación, insistiendo, además, en una continuidad entre la
103
niveles de intensidad y violencia, se debe a que se encabalga sobre situaciones de
Hay otras características que acercan El terror y Los yerbales. En primer lugar,
los dos contienen urgentes denuncias, como el J’Accuse de Zola: se concentran en referir
gravísimas situaciones del presente, que reclaman inmediata atención. Si Los yerbales
alerta sobre la expoliación del patrimonio natural y la violenta explotación ejercida sobre
los peones, que estaba exterminando a un grupo social; El terror argentino es concebido
los atentados anarquistas de 1909 y 1910, entre ellos una bomba en el teatro Colón y la
muerte del jefe de policía, Ramón L. Falcón, a manos del joven inmigrante anarquista
parecer casual o caótico. Entre otros aspectos, eso puede verse en que ambos trabajos
incluyen largas transcripciones de textos legales, que buscan probar que lo que se
directa: si Barrett primero escribe sobre los yerbales sin dejar Asunción, luego denuncia
104
El hecho de que Barrett trabaje con fuentes secundarias pone en evidencia que el
valor de sus textos está dado no tanto por la investigación básica, por encontrar datos
“cuestiones,” que son puestas a consideración de la opinión pública desde cierto lugar de
pronombre, y en qué posición se sitúa ese “yo” para denunciar: desde dónde construye su
la “nacionalidad” de Barrett.
Son varios los críticos, especialmente los contemporáneos, que ponen en relación
Los yerbales y El terror, y les atribuyen una misma filiación zoliana. Entre ellos se
cuenta, por ejemplo, Jorge R. Forteza quien, en el libro que dedica a Barrett, publicado en
Buenos Aires en 1927, incluye bajo el sub-género del “yo acuso” tres de sus obras
paraguayo:
105
Forteza, en realidad, repite un gesto ya ensayado por Alberto Lasplaces en 1918,
que también había asociado estas tres obras, en función de un común denominador de
denuncia sobre el mismo “problema social” que ejercen las tres—denuncia que considera
Gentes hay, elegidas por la fortuna, que alegan que exista en América eso que han
dado en llamar ‘problema social’, es decir, la lucha entre la miseria y la opulencia,
la indigencia y el despilfarro. Nadie, después de leer los libros de Barrett, sobre
todo ‘El dolor paraguayo’, ‘Lo que son los yerbales’ y ‘El terror argentino’, se
atreverá a sostener semejante monstruosidad. Si el conflicto no ha alcanzado los
relieves brutales que ha adquirido en el viejo mundo, es porque en América las
masas no tienen todavía la conciencia de sus derechos, ni son capaces de defender
su personalidad del inicuo despojo de que son víctimas. (iv-v)
Paraguay al asociar El dolor paraguayo y Los yerbales, y destaca otra vez la filiación
enunciación de Barrett en relación con estos textos, en tanto que “extranjero” que se
Rafael Barrett ha sido una de las apariciones literarias más simpáticas y más
nobles. Hombre bueno, honrado y heroico: huésped de un país extranjero, adoptó
su ‘dolor’; y su j’accuse, si cabe más valiente que el otro, tuvo de todos modos el
mérito supremo de que ni siquiera podía ofrecerle, sobre todo en aquel momento,
esperanzas ni expectativa de gloria. (123)
106
El Terror Argentino y Lo que son los yerbales; son dos panfletos punzantes y
llameantes. Pocas veces se habrá dicho la verdad con tanto valor, pocas veces un
hombre habrá volcado tanta indignación como la que Barrett volcara en ellos.
Moralmente, estos planfletos hieren y arrasan. Mal salen de ahí los opresores
argentinos y paraguayos. (Barrett 37)
El terror argentino, a pesar de haber sido pensado desde el comienzo como obra
completa, tiene una estructura en capítulos semejante a Los yerbales. Las tres secciones
tienen una extensión despareja, lo cual deja de manifiesto que no fue pensado para ser
publicado como serie de artículos como Los yerbales, sino sólo integralmente: es el único
texto de Barrett con esta característica. Otro aspecto único es el espacio enorme que se
consagra a la transcripción de una ley, la llamada Ley de Defensa Social, del 28 de junio
comprende unas veinte páginas, de las cuales la ley ocupa siete y media—es decir, más
de un tercio. Se trata de la única edición a la que hemos tenido acceso que incluye la ley,
que fue eliminada de las ediciones posteriores: no aparece ya en la edición de las Obras
posteriores—entre ellas, las de Ayacucho de 1978, y las Obras Completas compiladas por
Francisco Corral y Fernández, sobre la que basamos en gran medida nuestro trabajo. Se
trata de una eliminación desafortunada, que altera profundamente el sentido del trabajo
de Barrett. 19
La primera sección de El terror se titula “La tierra. Los salarios,” y está dedicado
107
economía pampeana: explotación ganadera y, en menor medida, agrícola, basada en el
párrafo merece ser transcripto en su totalidad por la densidad de las ideas, la capacidad
para vincular aspectos económicos, políticos y sociales, y por trazar un panorama que
El inmenso territorio argentino está casi despoblado aún. Como hay en él una paz
suficiente, y una libertad por lo menos escrita, la población rural se densificaría
con rapidez si entre los inmigrantes y la tierra no se interpusiese un grupo de
poseedores. Ninguna ley facilita el amplio acceso del proletariado a la propiedad
inmueble. En la Argentina no se conoce el tipo del ‘pioneer’. Los privilegios de la
colonización han mantenido, bajo una forma distinta, el viejo monopolio de las
mercedes reales. Hay todavía latifundios a las puertas de la capital. La industria
ganadera, combinada con la agricultura extensiva, constituye el sistema
económico de los estadíos primitivos, inaptos a la gestación de una democracia
segura. Los hombres, desalojados por las vacas y las ovejas, y paralizados por el
aislamiento, no consiguen organizar y poner de pie su derecho a la vida. Era
inevitable el desarrollo de una aristocracia de terratenientes, de corredores y de
políticos, concentrada en Buenos Aires, núcleo luminoso del cometa cuyo cuerpo
sin masa flota entre los Andes y el Atlántico. (Páginas dispersas 79)
aquí una orientación argumentativa completamente opuesta, ya que Barrett destaca que
sino de una cuestión social y política: Barrett sostiene que la Argentina está despoblada
108
porque no se ha facilitado la posesión de la tierra a quienes la trabajan. Como en Los
yerbales, Barrett habla de una naturaleza socializada, cuyos aspectos negativos, que se
hacen sentir sobre ciertos grupos sociales, son en realidad causados por las acciones de
otros grupos sociales, los dominantes. Los animales pueden desplazar a las personas
porque son parte del sistema, que despoja a los grupos oprimidos de los instrumentos
para luchar por su supervivencia. Y también como en Los yerbales, el escritor argumenta
Por otra parte, en este primer párrafo, Barrett traza una tácita comparación entre el
avanzar sobre el plano político, argumentando que, sin derecho a la tierra, se resiente la
Barrett, que ya hemos señalado al analizar “La ley de residencia,” entre otros textos: la
comparación con un cometa. El escritor construye una de las imágenes visuales más
logradas para describir la situación de la ciudad de Buenos Aires con respecto al resto del
país, contrastando una gran cabeza de población densa y rica, que representa a la capital;
con un pequeño cuerpo de población dispersa y pobre, que representa el interior del
109
Barrett avanza en su descripción de la situación de los trabajadores rurales,
señalando en primer lugar su vida precaria; la que vincula con la reversión del impacto
su vez castigada por el hombre, que no se siente vinculado a ella. Los verbos elegidos por
Barrett para describir el modo como los trabajadores ocupan el espacio son sumamente
y violentas: “acampar,” como alguien que está de paso; “guarecerse,” como un animal;
establece una asociación entre el recurso natural y los recursos humanos: ambos sufren,
en víctimas mutuas. Otra vez, la situación que describe Barrett es una en que la riqueza
natural no se multiplica, ni siquiera se mantiene, sino que se agota, pese—en realidad, por
Los dos tercios de las explotaciones agrícolas están en arriendo, por lo general sin
contrato que asegure a los arrendatarios el goce de las mejoras que producen y la
tranquilidad de un hogar estable. Expuestos a ser inopinadamente despedidos, no
se arriesgan a salir de lo provisorio. No habitan; acampan. Se guarecen en chozas
de techo de zinc y piso de fango. ¿Cómo se alojarán los simples asalariados del
labradío? Son una horda que vivaquea en la Argentina. Empujados por lo precario
de la situación, más devastan los campos que los fecundan. De aquí el rápido
empobrecimiento de las tierras. (80)
En este primer capítulo Barrett también ofrece información sobre los salarios,
110
cuadros conmovedores. También recurre nuevamente a la comparación internacional,
Raro es el peón fijo que gana 40 pesos al mes. Durante una corta temporada los
que cosechan el trigo ganan 4 o 5 pesos al día. Bregan de sol a sol, salvo la media
hora, salvo la media hora que emplean en deglutir una bazofia repulsiva y cara.
Sitio hay en que ni del agua disfrutan por ser salobre. Se les ha visto volverse a
pie a Buenos Aires. En Australia un esquilador de ovejas duerme en su cama. En
la Argentina gana la mitad y duerme en el suelo. (81)
Los párrafos referidos a la situación de los trabajadores rurales cierran con una
lítote que reenvía a Los yerbales. De este modo, los dos textos quedan directamente
vinculados; también se refuerzan los ecos del contra-discurso neocolonial sobre los
números, en combinación con palabras de alta carga emotiva. En primer lugar, Barret
“aprendizas,” adoptando una perspectiva de género tácita: las trabajadoras son las que
tienen los salarios más bajos. Los compara con el precio del pan, de la papa, de los
porotos, concluyendo la enumeración con un término al que no pone valor numérico, para
indicar que, de alguna manera, no sólo que se va del alcance de las trabajadoras, sino
también de la escala que maneja el escritor: “La fruta es inaccesible.” Luego se refiere al
111
precio del alojamiento, alternando otra vez la frialdad de los números con un vocabulario
La tercera observación en relación con el uso de los números tiene que ver con la
aumento en el valor de la tierra. Se retoma así el tema del comienzo del capítulo, sobre el
final del mismo: “En veinte años los latifundios se han valorizado cincuenta veces.” Lo
atentados realizados por los anarquistas: “Este violento contraste entre la prosperidad del
hombre que posee y del que la trabaja en la Argentina, tuvo que abrir entre ellos un
abismo de incomprensión y de odio” (83). En síntesis, este primer capítulo busca sugerir
mecanismos a través de los cuales logran controlar la economía y la política del país. La
112
sección comienza con un largo párrafo—de más de una página—dedicado a describir la
posición central de Buenos Aires en la cuenca del Plata, que puede considerarse
particular, los del revisionismo histórico. No en vano Viñas considera que Barrett
primera oración es extensa; ocupa la mitad del largo párrafo inicial. Se inicia con una
imagen dinámica, que sigue el tránsito de la riqueza, desde el interior del país hasta que
reaparición anafórica del nombre de la ciudad. El texto tiene semejanzas con la letra de
que no cierran, para terminar con unos puntos suspensivos que parecen indicar la
gradación, que avanza en el sentido de hacer acusaciones cada vez más graves, y por lo
tanto, apunta a una creciente hostilidad; hasta proponer finalmente la idea de una
113
Otro argumento importante para explicar la situación de desigualdad tiene que ver
con dar cuenta de la indiferencia de las clases privilegiadas frente a las desposeídas. Se
culto al dinero ocupa todas las fuerzas de las clases dominantes. Incluso se establece una
No hay bienestar colectivo. Hay bienestar de una clase, cuyo dogma forzoso es la
propiedad. ¿Cómo ha de resistir la mente del propietario a la virtud operativa de la
renta? Ayer poseíais uno, y hoy sin más molestia que la de cruzaros de brazos,
poseéis diez. Es el milagro burgués de los panes y los peces. (85)
párrafo, con afirmaciones como: “Los bienes son el bien. La propiedad es Dios. El Banco
argumento es reforzado después con datos numéricos: Barrett incluye un largo listado de
Detrás de este argumento que acerca los tres poderes, está tácita la acusación
sobre que la religión no ofrece salida a la desigualdad, sino que la refuerza. La Iglesia es
uno de los brazos del sistema. Un paso más en este sentido es analizar cómo funciona la
lo que deprime todavía más los salarios. Para sostener este razonamiento, Barrett apela
tanto a cuadros naturalistas como a números crudos. Entre los primeros, el más
contraste que conmociona: “De seguro recordáis a aquella niña tísica que faenaba en uno
114
de los numerosos ‘Sacré Coeur’. Las hermanas ponían su cuerpecín moribundo en cuatro
patas, y le hacían lavar pisos” (86). Se trata de una anécdota real que había comentado el
recogido posteriormente en Mirando vivir (OC I 180-182). En cuando a los números que
beneficencia, hasta cuando es menos cruel, hace bajar los salarios. Si le regaláis 2, el
trabajador, a quien se pagaba 5, se conformará con 3.” Razonamiento al que sigue una
exclamación, ese recurso que hemos visto ya en textos de Barrett, el que pone al “yo” del
autor en primer plano, esta vez con toques de ironía: “¡Triste ley económica,
Otro argumento que vemos repetirse en El terror es el que tiene que ver con la
matices, por momentos empáticos y por momentos distantes: “múltiple, irregular, burlón,
dominantes, que no son dadas a cumplir las leyes: “Las taras hereditarias del poseedor
Esta digresión da entrada a la denuncia más grave de esta segunda sección: la que
tiene que ver con el fraude electoral. En este caso Barrett pone en escena su propia
115
asegurada a través de ese mecanismo; y que resulta confirmado, entonces, como corazón
a una comparación con los Estados Unidos. Con una imagen que será crecientemente
utilizada a lo largo del siglo XX, Barrett contrasta el “atraso” argentino con la situación
de “adelanto” del país del norte. En principio, se establecen los términos de comparación:
ambos son países exportadores, beneficiados por entonces por los altos precios de sus
materialistas, que marcan una etapa posterior, de superación, del momento más intenso
del capitalismo:
en este país la acción de la filantropía de “los Morgan, los Carnegie y los Rockefeller.”
Con una analogía a través de la cual se relaciona el interés económico con el predominio
116
del sistema digestivo en un organismo (y que hemos visto aplicada a los norteamericanos
en el artículo, “El impudor del yanqui”), se dice aquí del país del sur: “La Argentina no
Sobre el final de este segundo capítulo, Barrett hace otra denuncia importante: se
refiere a los grupos de jóvenes de las clases privilegiadas que se dedicaban a atacar a
sobre los inmigrantes, apoyada por el sistema. Regresan las descripciones naturalistas,
Uno de estos ‘indios’, y digo indios puesto que se denominaron a sí mismos ‘la
indiada’, mató de un tiro de revólver a un niño lustrabotas, porque no le hacía
brillar bastante los botines. ¿Impunidad? ¡Claro es! Impunidad—y aplausos
sinceros de añadidura—hubo para los ‘indios’ estudiosos que en Mayo, durante su
grotesca cruzada contra la clase obrera, atropellaron e incendiaron hogares pobres.
Estragos son de la codicia disolvente… . (94-95)
Este capítulo concluye como el primero con una imagen poderosa; si bien nos
parece menos lograda que otras, más convencional. Esta vez se trata de una elaborada
alegoría, de notable dinamismo, que quiere ser profético. Barrett insiste en la justificación
más violento: “En el fondo del valle florido los falsos poderosos comen y se divierten.
Allá arriba, en las ásperas gargantas batidas por la nieve y fecundadas por el cielo, se
sección donde trascribe por completo la Ley de Defensa Social, poniendo en evidencia la
117
intensidad de la respuesta del Estado. Sus dos primeros párrafos, nuevamente, son clave,
porque resumen los argumentos presentados en los dos primeros capítulos, referidos al
En este capítulo final Barrett hace la tercera gran denuncia de su folleto: las
torturas, los asesinatos clandestinos en que incurrieron los agentes del gobierno; la red de
espías y delatores en que se apoya; la censura a la que recurre. El escritor sostiene que la
policía incluso alquiló un buque donde detuvo y desde el cual lanzó al agua, engrillados,
a los acusados durante la represión de 1909. Y llama a esa nave “Montjuich flotante,”
texto de denuncia ecos de los que fueron los primeros en cuya redacción pudo haber
generación del ’98. Barrett compara la policía argentina con la rusa, iniciando el párrafo
con una clásica exclamación, y sigue con una enumeración donde acumula acusaciones.
Finalmente, augura para la Argentina una revolución como la rusa de 1905, utilizando un
118
¡Rusia! Vuestra policía, discípula de aquella, ha reasumido los tres poderes y la
entera soberanía de la nación; prohíbe pensar y hablar, secuestra no sólo los libros
liberales, sino los de título sospechoso; ella, el órgano de la traición y la
brutalidad, tiene como la rusa, su ejército de espías y de agentes provocadores;
ella, reclutada en la hez de la república, arresta, pega, manda a presidio, retira de
noche los cadáveres mutilados de sus presos, fleta un buque—el Montjuich
flotante, para tirar al agua, con grillos en los pies, los redentores que la estorban…
Sí. ¿Pero tiene Dellepiane los medios del czar? ¿Valdrá vuestra Ushuaia lo que su
Siberia, y vuestro rebenque lo que su knut? ¿Y qué ha conseguido Rusia?
Engendrar los Bakounine, los Tolstoi y los Gorki, iluminar la Europa con las
llamas de su hoguera, precipitar el triunfo a la inevitable justicia.
Os cubrís inútilmente de oprobio. Nadie puede impedir el advenimiento del
futuro. (99)
Ahora bien, más allá de la denuncia sobre el—ya podemos llamarlo así—aparato
represivo que el gobierno argentino había desarrollado en 1910, quizás lo más interesante
de los juicios de Barrett en este capítulo es que comparte con sus adversarios la impresión
de que el anarquismo argentino es muy violento: como los opositores rusos y los
españoles, países donde “las bombas estallan.” Sin embargo, su apreciación no coincide
De hecho, los atentados ocurridos en Buenos Aires en 1909 y 1910, incluso los
que desataron la respuesta virulenta que Barrett denuncia—el atentado en el teatro Colón,
generalizados. Lo que sí ocurrió es que las clases dominantes tuvieron una percepción
muy exagerada del fenómeno: es el miedo, del que habla Barrett en su artículo sobre la
“Ley de residencia”; el miedo, del que vuelve a hablar aquí, sumándolo a la acusación de
119
las propias acciones terroristas del gobierno, para justificar la represión: “A raíz de la
bomba del Colón (petardo de pólvora lanzado por la policía) habéis corrido al Congreso,
enfermos del pánico más ruin—el del vientre—y habéis votado la ‘ley social’ del 28 de
motivado por la propia retórica anarquista, a veces tan encendida, como vimos incluso en
aspecto los antecedentes del violento anarquismo de algunos países europeos—el ejemplo
del francés Ravachol, especialmente. Por último, ciertas teorías científicas de la época,
resume Suriano:
los términos de la Ley de Defensa Social, que Barrett transcribe completa “para asombro
y escándalo del piadoso lector” (Páginas dispersas 102). La inclusión de la ley en forma
integral tiene un sentido retórico y otro político: los anarquistas son tratados en la misma
120
puede considerarse que tiene un sentido práctico, al difundir entre los militantes y
contempla la pena de muerte para todos los involucrados en un atentado que resultara en
una muerte—haya sido ése o no el objetivo del mismo. Contempla también penas
por delitos menores. Incluso prevé fuertes castigos por acciones que hasta entonces no
eran delitos, como “toda asociación o reunión de personas que tenga por objeto la
nación”; o “la apología de un hecho o del autor de un hecho que la ley prevé como
delito.” De hecho, en los términos de la nueva ley, la exclamación final del artículo de
Barrett, “Buenos Aires,” publicado previamente, podría haberle costado a su autor entre
economista y un “patriota”: que afecte el sistema jurídico; que afecte la economía; y que
afecte la imagen internacional de la Argentina. Las tres objeciones son rechazadas con
os diré que la paz no depende de la estimación ajena.” El juicio que cierra el folleto no
tiene que ver con el impacto extrínseco de la ley, sino con su impacto intrínseco, en “el
alma argentina.” Tras una larga cita de Emerson, que habla de que las consecuencias de
121
los propios actos se revierten sobre el sujeto, concluye el folleto, con un tono espiritual
(sic). Barrett muere en diciembre. También para el anarquismo argentino, 1910 marca el
terror. Grupos de jóvenes de las clases altas salieron a las calles a atacar distintos locales
y sectores de la ciudad, muchos de ellos sin ninguna relación con el anarquismo. Hubo
Estos grupos se dedicaron a atacar los locales obreros, incendiar y destruir las
redacciones y las máquinas impresoras de los diarios La Protesta, La Batalla y La
Vanguardia, asaltar librerías, cafés, prostíbulos, comercios en el barrio judío del
Once así como a infringir duros castigos físicos a los activistas y a los extranjeros
sospechosos de serlo. El gobierno y los civiles nacionalistas iniciaron una guerra
contra un contrincante que no estaba preparado ni la esperaba. (236)
Por otra parte, la aplicación de la Ley Social a rajatabla inició una serie de
legal y para-legal del Estado, casi desarticuló por completo el fuerte movimiento
122
débil, y enfrentando un contexto político, social y cultural diferente, al que le costaría
adaptarse (335-344).
Para cerrar esta sección, nos gustaría volver a la cuestión del imperialismo intra-
regional. Ahora bien, no hemos visto, a lo largo de nuestro análisis de El terror, ni una
referencia al Paraguay. ¿Por qué sostenemos, entonces, que Barrett considera a ese país
una de las víctimas del sistema que tiene centro en Buenos Aires, y que en este folleto se
de la cuenca del Plata. Hay, sin embargo, otros textos todavía más explícitos sobre el
imperialismo intra-regional.
publica Barrett un artículo que recoge catorce epifonemas, dos de los cuales están
7. Es de notar que cada vez que un personaje de por acá sufre un serio disgusto—
una destitución a tiros, por ejemplo—, corre a Buenos Aires a derramar sus
lágrimas en el seno de la piedad argentina.
123
Así ahora los ministros recién zurrados se consuelan en brazos porteños, y cansan
los ecos de la Avenida de Mayo con sus lamentaciones de viudas inconsolables.
Cómo se deben reír por allá de ellos…
¡Y de nosotros!
preocupa por las acciones represivas del gobierno argentino, es porque encuentra la
suerte de su Paraguay querido, así como del anarquismo en toda la región, ligada
Puede decirse que tanto la carrera como la obra de Barrett desafían la tradicional
mismo es, como muchos de los protagonistas de sus artículos y relatos, un desplazado.
124
Ciertamente, no es trivial el hecho de que un mismo autor sea clasificado en una
(Tarcus 50-51), por citar tres adscripciones bastante diferentes. En el mismo sentido, es
hubo dudas entre los críticos; así como no la hubo sobre su nacimiento en España.
preocupaciones y lecturas, presentándolo como una figura que anticipa “algunos de los
rasgos más innovadores de la más tarde llamada ‘Generación del ‘98’.” En una
intelectual hace que en él confluyan y se expresen con lucidez las líneas de fuerza
profunda afinidad de Barrett con la generación del ’98 en dos aspectos: su relación
125
En relación con el trato personal entre ese joven representante de la baja
menciona a Valle Inclán y a Ramiro de Maeztu como dos personas que se relacionaron
bastante estrechamente con él; 21 a Pío Baroja, que lo conoció en 1902, antes de su viaje a
la Argentina y que lo mencionaría luego en sus memorias; a Miguel Bueno, que fue
elegido como su padrino en el frustrado duelo en Madrid y que lo retrataría más tarde en
autores de la generación del ’98 y Barrett compartían una misma base social, ya que
sucesos históricos que marcaron a esta generación. Entre ellos, este crítico se refiere en
denunciaron estos abusos en la prensa, de modo que este tema se convirtió en uno de los
126
Francisco Corral, la obra de Barrett muestra “un tratamiento exactamente coincidente con
los criterios de la Generación del ’98,” tanto de los sucesos de Montjuich como de otros
23
episodios relacionados (“El enigma” 27).
Otro aspecto importante que vincula a Barrett con esta generación española es el
título de la única publicación que creó, la revista Germinal, como comentamos. Para
Francisco Corral, “Este hecho sería por sí solo suficiente para ponerlo en estrecha
relación con la Generación del ’98,” dado que fue en una revista del mismo nombre
editada en Madrid entre 1897 y 1902 que estos autores publicaron sus primeros trabajos
este crítico destaca que la influencia del naturalismo que puede verse en los textos
enigma” 27-28).
incipiente pertenencia a ese grupo literario se vio frustrada por la suma de dos
circunstancias que fracturaron en seco toda posible continuidad” (“El enigma” 24 y 29).
Sin embargo, este crítico admite que Barrett jugaría un papel clave en las letras de
América Latina, en relación con las cuales reconoce que hizo sus mayores aportes: “Para
127
latinoamericana: no en vano, Pío Baroja, cuando lo menciona en sus memorias, lo
caracteriza como “uno de los pocos hispanoamericanos que dio una impresión de
su libro La otra América, junto a Gabriela Mistral, Arturo Cancela y Pedro Henríquez
hombre libre las razones por que lo considera “americano”. En la cita, podrá advertirse la
intertextualidad con el grito “¡También América!” del artículo sobre Buenos Aires de
Barrett, además de un error sobre el lugar de nacimiento de Barrett que se repetirá por
bastante tiempo: 24
temas sociales de las décadas del veinte y treinta en Buenos Aires. Entre ellos, menciona
entre otros. En una línea muy cercana al comentario de Francisco Corral, Roa Bastos
128
“realismo ingenuo y de superficie”. También lo distingue del posterior “realismo
literatura social en la Argentina da argumentos sólidos a Roa Bastos para vincularlo con
Retribuyendo por anticipado el gesto del gran paraguayo, dice de Barrett, incurriendo
inspiró las calientes páginas de sus libros y donde él vivió quemándose, tienen derecho a
apropiárselo” (254).
Gambardella en 1967. Se responde que sí, argumentado que “lo más denso de su
igualmente paraguayo, dado que “sus páginas más impregnadas de color y de amor
129
Sin reclamar para su país la nacionalidad de Barrett, Muñoz destaca los “ciento
seis días” que pasó en Montevideo como los más productivos de su vida. Ciertamente, es
confiterías, entre quienes incluye a Quiroga, Rodó y Florencio Sánchez (9-14). Es notable
el impacto de los artículos de Barrett en los círculos literarios montevideanos, donde llega
a presentárselo como “el primer cronista de América,” según registra Muñoz (Barrett en
quiebres rígidos entre distintos grupos políticos—situación que ciertamente pudo haber
Una de las impresiones en que yo podría concretar los ecos de simpatía que la
lectura de sus crónicas despierta a cada paso en mi espíritu, es la de que, en
nuestro tiempo, aun aquellos que no somos socialistas, ni anarquistas, ni nada de
eso, en la esfera de la acción ni en la de la doctrina, llevamos dentro del alma un
fondo más o menos consciente, de protesta, de descontento, de inadaptación,
contra tanta injusticia brutal, contra tanta hipócrita mentira, contra tanta
vulgaridad entronizada y odiosa, como tiene entretejidas en su urdimbre este
orden social transmitido al siglo que comienza por el siglo de advenimiento
burgués y de la democracia utilitaria. (“Las ‘Moralidades’ de Barrett” 26-27).
periférico desde el que escribe: “Usted escribe desde una aldea de los trópicos, y para el
130
pasa en el mundo, produce cosas capaces de interesar en todas partes …” (26). Esta
hace Yunque, pero con un sentido argumentativo ligeramente diferente: para explicar que
no haya sido más reconocido. Confirmando la filiación intelectual de Los yerbales, este
autor compara el notable impacto internacional de la obra de Emile Zola, con la limitada
Volviendo a la cuestión del internacionalismo situado del que habla Rodó, hay
que mencionar también a los autores que diluyen el peso político de este posicionamiento
decide la cuestión en el primer sentido, más él alega contra ello: ‘Sobre la patria está la
131
de acerada crítica social, relampagueantes de ideas mordientes como ácidos, y ricos de
Pero es otro uruguayo, dos generaciones después, el que atribuye a Barrett una
Memoria del fuego. En el primero, destacaba, con palabras muy similares a las citadas, la
Sin embargo, creemos que es Viñas el crítico que con más profundidad discute la
132
en el pensamiento, más allá de las influencias más o menos inconscientes. La patria como
Manuel González Prada y el propio Barrett. Del primero, dice, fue convertido en “héroe
nacional,” situación que atribuye, más que a su condición de anarquista, a “un énfasis
sostiene que “canonizado por el Estado, a la vez lo fue por el aprismo y por la
oficiales,” las que “difuminaron los perfiles más críticos” de los anteriores. Viñas
atribuye esta situación a dos motivos: a su condición de extranjero, y al hecho de que los
Pero, claro, hay un “revés de la trama,” es decir, una cultura otra, que se escapa
del control oficial. Viñas atribuye, citando a Roa Bastos, una primera reivindicación de
Barrett a cargo de los escritores paraguayos: “Y con una entonación, secuela quizá de lo
prolongadamente represivo en ese país o de los contenidos más explícitos de Barrett, que
133
no se caracteriza por beaterías ni filisteísmos.” También el Uruguay reivindica a Barrett
desde una cultura no oficial; Viñas habla de los “rescates montevideanos,” entre los que
nombra a Ángel Rama y su hermano Carlos. Finalmente, este crítico menciona a Yunque,
Es decir, en un gesto muy propio, Viñas en primer lugar, prefiere “la suerte
Barrett, tan enfatizada por Galeano, tiene que ver indudablemente con la problemática de
la cuestión del espacio en la situación neocolonial. Galeano necesita destacar las raíces en
el Paraguay de Barrett, para que Barrett pueda hablar del Paraguay, para que pueda y
deba escucharse su denuncia sobre los yerbales. Pero está claro, en las palabras de
Galeano, que no se trata de una nacionalidad dada, sino buscada: es precisamente porque
Barrett ancla su escritura en los yerbales, ancla sus palabras pero sobre todo su “yo”
enunciativo, su “yo” que acusa, en los yerbales, que Barrett deviene paraguayo. El Barrett
134
que reclama esa tierra, esa riqueza, ese sufrimiento como propios es el Barrett paraguayo.
Por eso, el Barrett que Galeano quiere que hable sobre los yerbales debe ser paraguayo.
sentido de una literatura que contribuye a la construcción de la nación, en paralelo con las
Se trata de una reivindicación de nacionalidad que se juega por fuera de esa construcción
del estado-nación, por fuera del discurso oficial; en realidad, en contra del mismo,
modos requiere del territorio nacional, todavía, para reclamar su legitimidad, su derecho a
decir sobre la nación. En este sentido, tanto Viñas como Galeano realizan la misma
como una sumatoria de las identidades nacionales. Más exactamente, de ciertas formas—
argentino, incluso sin olvidarse de que nació y se educó en España, como cuando
Galeano insiste en que es paraguayo, lo hacen por los mismos motivos por los que Barrett
se dice paraguayo: porque para hablar sobre el Paraguay, Barrett necesita ser paraguayo.
dijimos, donde anclar su “yo” que acusa, que denuncia—para poder devenir ciudadano
135
Notas
1
El mayor experto paraguayo en Barrett, Miguel Ángel Fernández, escribe en 1996: “Demás está decir que
en cuanto al estudio riguroso de la obra de Barrett, salvando algún hecho aislado y reciente, queda mucho
por hacerse” (“Cuestiones preliminares” 10). En noviembre de 2008, una búsqueda con el nombre “Rafael
Barrett” en la base de datos MLA International Bibliography sólo da como resultado tres entradas; mientras
que si se busca con la grafía equivocada “Rafael Barret,” apenas se agregan otras dos.
2
Hay ciertas diferencias entre los autores que manejamos, que son quienes han trabajado la obra de Barrett
con mayor rigurosidad. Vladimiro Muñoz no menciona El terror argentino entre los libros organizados por
el escritor. Es probable que se deba al hecho de que El terror fue publicado en Asunción, dado que Muñoz,
por ser uruguayo, está más familiarizado con las publicaciones en Montevideo.
3
Francisco Corral comenta que Barrett publicó artículos en varios diarios de París, y piezas de divulgación
científica en la prensa madrileña (El pensamiento cautivo 19). Así describe Maeztu a Barrett: “Las gentes
de mi tiempo recordarán que hacia 1900 cayó por Madrid un joven de porte y belleza inolvidables. Era un
muchacho más bien demasiado alto, con ojos claros, grandes y rasgados; cara oval, rosada y suave como de
mujer, salvo el bigote; amplia frente, pelo castaño claro, con un mechón caído de lado. Un poquito más
ancho de pecho, y habría podido servir de modelo para un Apolo del Romanticismo.” Y así relata el
episodio del duelo frustrado: “El hecho es que Barrett se gastó su dinero, cosa que me parece un error
grave, por lo que la buena sociedad empezó a darle de lado, cosa que me parece natural, dadas las
exigencias de los tiempos. Lo que ya no estuvo bien es que en vez de decírsele a Rafael Barrett que no hay
lugar en la ‘high life’ para los chicos pobres, sino cuando son dóciles y humildes, se le inventara la
calumnia de que era dado a vicios contra natura. Rafael Barrett se revolvió contra la acusación. Hizo que
las personalidades más eminentes del protomedicato le examinaran las vergüenzas, así como las del amigo
que compartía el oprobio de la acusación, y con el certificado de ‘naturalidad’ en el bolsillo, se lanzó a la
imposible tarea de buscar a los originadores de la calumnia. En esta busca acaeció la escena famosa en que
Rafael Barrett, látigo en mano, acometió un día de moda en el teatro, con razón o sin ella, a uno de los
aristócratas de nombre más encopetado. Ya digo que no sé si tenía razón para el ataque, pero tampoco la
tenía el ‘Tribunal de Honor’ que días más tarde lo descalificó” (10). El personaje atacado era el duque de
Arión, presidente del tribunal. Sobre la pobreza de Barrett, Muñoz recoge el testimonio de su hijo, según
quien el escritor habría perdido su fortuna jugando en Montecarlo (citado en “Rafael Barrett y ‘La Razón’ ”
48).
4
El único autor que se separa de esta visión generalizada es Scott MacDonald Frame, quien sostiene que la
sensibilidad de Barrett por los temas sociales se debe a su preocupación por la muerte, motivada en
cuestiones personales: la de sus padres, primero, y la perspectiva de la suya propia, al conocer su
diagnóstico de tuberculosis. Lo cierto es que, como veremos, los trabajos de Barrett que evidencian
preocupación social no son inmediatos a la muerte de sus padres, y sí son anteriores a su conocimiento de
su grave problema de salud.
5
Álvaro Yunque rechaza esta interpretación de Maeztu—por otra parte, mayoritaria entre la crítica—y
descalifica moralmente al escritor español en los siguientes términos: “Es hacerle un flaco servicio a
Barrett, creer, como lo hace Maeztu, que sólo por haber sufrido personalmente fue capaz de sentir el
sufrimiento de los demás. De esta pasta no se hacen los revolucionarios apostólicos, sino los gritones de un
día, destinados a sobrevivirse después de los treinta años: como el propio Maetzu, anarquista en la juventud
y fascista en la madurez, besamanos de Alfonso, el cazador de pichones, y del militarucho Primo de
Rivera” (Barrett 30-31). Otro escritor vinculado a la izquierda y admirador de Barrett, Roberto González
Pacheco, también impugna a Maeztu con argumentos semejantes: “Maeztu habla de Barrett. Y lo que saca
en limpio es que hay que darles las gracias al marqués de tal o cual; o hacerlo duque; pues, sin su sucia
136
calumnia, su calumniado no hubiera llegado a ser ‘una figura de América’. ‘Seguro estoy’—dice. Y es una
seguridad pueril y absurda” (I, 132-133).
6
Francisco Corral menciona dos anécdotas que muestran la calidad de la formación de Barrett en las
ciencias exactas y su intención de continuar trabajando en áreas relacionadas. La primera, apoyada sólo en
el testimonio de su hijo Alex, lo vincula a la fundación de la Unión Matemática Argentina, base de la futura
Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, junto al reconocido experto español Julio Rey
Pastor, que tendría un papel clave en el desarrollo de la disciplina en la Argentina (El pensamiento cautivo
25). Sin embargo, Ángel J. Cappelletti rechaza la posibilidad de que Barrett haya conocido a Rey Pastor,
quien llegó a la Argentina en 1917 (LXXX). La segunda anécdota que recoge Corral, dándola por
corroborada a partir de una investigación de José Rodríguez Alcalá, es que Barrett envía una carta al
matemático francés Henri Poincaré, comunicándole una fórmula para determinar la cantidad de números
primos inferiores a un cierto límite. Corral cita a Rodríguez Alcalá, según el cual Poincaré respondió esa
carta felicitando a Barrett “por el hallazgo de una fórmula de alta matemática que el sabio había estudiado y
encontrado perfecta” (citado en El pensamiento cautivo 25). Por otra parte, según Muñoz, ambas
observaciones tienen como origen el testimonio de Alex Barrett, sólo que en el segundo caso éste cuenta
además con un documento, un borrador de la carta a Poincaré. Sin embargo, el trabajo más riguroso sobre
la “vocación matemática” de Barrett, hasta la fecha, es el del matemático uruguayo E. García de Zúñiga,
quien en 1935 analizó algunos manuscritos de Barrett recién adquiridos por la Biblioteca de la Facultad de
Ingeniería de Montevideo. Este autor identifica algunos de los textos que habría utilizado Barrett, y de uno
de ellos dice que se trata “de una obra rarísima, que es difícil concebir cómo llegó a manos de Barrett.”
Agrega que las obras, de “Análisis Superior”—es decir, análisis matemático avanzado—, fueron leídas
“con incansable atención y copiosamente comentadas y explicadas, sin perdonar la más sencilla
transformación o desarrollo algebraico.” García de Zúñiga transcribe la carta de Barrett a Poincaré, escrita
en francés, y plantea la duda sobre si fue o no enviada. Incluye la contribución de Barrett en el campo de la
“Teoría de las Funciones” y la juzga original: “yo no sé que se haya intentado nunca, antes de hacerlo
Barrett …” (31). Finalmente, evalúa el “talento matemático” de Barrett de la siguiente manera: “Yo lo
estimo altamente, y creo que, si la brevedad de su vida, sus enfermedades, su pobreza y la intensa
producción literaria de sus últimos años no le hubieran impedido consagrar más tiempo a la investigación
matemática, Rafael Barrett hubiera ilustrado también su nombre en esta ciencia, que amaba tanto, con
valiosos descubrimientos” (32).
7
Tras un discurso ofrecido por el líder republicano Ricardo Fuente en el teatro San Martín de Buenos Aires
el 17 de abril de 1904, se publican varios artículos polémicos. Barrett responde a uno de ellos, firmado por
un militar peninsular, Juan de Urquía, defendiendo a Fuente desde las páginas de El Correo Español. Su
agresivo texto desencadena la concertación de un duelo, que De Urquía suspende alegando la previa
descalificación de Barrett por el Tribunal de Honor español. Seguidamente, Barrett vuelve a protagonizar
un enfrentamiento físico en un sitio público. Pero esta vez se agrega una vergüenza adicional: la de golpear
a la persona equivocada, el dueño del hotel a cuyo salón comedor había ido a buscar a De Urquía, a quien
confunde con su adversario. Comenta Francisco Corral: “Resulta patético ver a Barrett metido en litigios de
honor y a merced de sus Tribunales. Parecería marcado por un destino fatídico y sentenciado a no poder
salir de esas telarañas, cada vez más enredado en librar con vano empeño batallas perdidas de antemano”
(El pensamiento cautivo 29).
8
Así recrea Muñoz la anécdota, atribuyendo en la misma al hijo de Barrett, Alex, como fuente: “Merece
párrafo aparte el episodio que le ocurrió [a Barrett] en el ‘Diario Español’. De este matutino solamente
conocemos su notable artículo ‘Buenos Aires’, que luego Barrett recopiló en su libro Moralidades
actuales. Su director era el probablemente español Justo López Gomara. Según me ha relatado su hijo
‘Alex’ venía el director (el día que se publicó el artículo de Barrett) caminado desde su domicilio a la
redacción, cuando le compró a un canillita un ejemplar; leyéndolo, se encontró con al artículo de Barrett y
tal fue su indignación, que apresuró el paso para llegar pronto y ‘afear’ la conducta a su autor. Coincidió
que ambos se encontraron en la puerta del edificio y al increparle vociferando el director, Barrett en un
137
arranque impulsivo abofeteó a su oponente, quien también usó el mismo procedimiento. Con el resultado
de que Barrett se fue y no volvió más a dicha redacción” (“Rafael Barrett III 54-55). El valor de la anécdota
es más simbólico-ideológico que documental: ciertamente, da cuenta del tono de la pieza y de qué
recepción pudo haber tenido. Recuerdan esta anécdota y coinciden con esta datación incierta Suiffet (17) y
Cappelletti (LXXX). Más curiosamente, Álvaro Yunque también había señalado previamente que “Buenos
Aires” fue publicado originalmente en El Diario Español y provocado la ira de su director. Sostiene
Yunque: “Lo publicó [el artículo ‘Buenos Aires’] en El Diario Español donde trabajó un breve tiempo,
enriscando a su director, Justo López Gomara, periodista de colonia extranjera, lo cual significa: periodista
que vive de adular al país donde vive. Barrett estuvo a punto de abofetearlo también” (Barrett 22).
9
El caso fue así: debido a una discusión en los periódicos, dos jóvenes liberales, Gomes Freire Esteves y
Carlos García, se enfrentaron a duelo. El segundo fue herido y murió casi inmediatamente. Barrett publicó
un artículo en el que acusaba a sus padrinos por no haber impedido el duelo, debido a que García padecía
una miopía casi incapacitante. La respuesta de los padrinos no se hizo esperar: uno de ellos, Miguel
Guanes, enfrentó a Barrett en el Centro Español, a lo que Barrett respondió retándolo a duelo. Guanes no lo
aceptó. El otro padrino era Albino Jara; su respuesta llegaría en 1908, cuando Jara tomara el poder. Como
comenta Fernández: “En estos hechos puede verse uno (pero solamente uno de los motivos) del
ensañamiento de Albino Jara contra Barrett… ” (“Introducción” 14).
10
Francisco Corral también menciona como integrantes de La Colmena a Juan Casabianca, Manuel
Domínguez, Arsenio López Decoud, Modesto Guggiari, Ignacio A. Pane, Juan Silvano Godoy, Fulgencio
R. Moreno, José Rodríguez Alcalá y Ricardo Marrero Marengo (El pensamiento cautivo 39).
11
Cappelletti considera Germinal “la más significativa expresión del movimiento libertario de la época” en
el Paraguay, junto a El Despertar. Germinal fue publicada entre el 2 de agosto y el 11 de octubre de 1908
(LXXIX y LXXXI).
12
Podría observarse que detrás de estas propuestas de Barrett, parece estar la noción de “labor theory of
value,” central en la teoría marxista. De todo modos, ha sido “a source of continuing, and seemingly
unresolvable, controversy” (Laibman 3). Por ejemplo, se ha vinculado la noción de “labor theory of value”
con la de “exploitation,” aunque algunos autores la discuten (Cohen). También puede verse: Dooley. No
conocemos ningún autor que haya analizado con cierta profundidad los conocimientos de economía de
Barrett, ni sus propuestas.
13
Francisca López Maíz de Barrett, viuda del escritor, relata dos ocasiones en que la vida del escritor pudo
haber estado en peligro. La primera es el 1 de mayo de 1908, en la celebración del día de Trabajo en el
Teatro Nacional de Asunción. Barrett fue advertido de que esa noche iba a ser apuñalado por la espalda
mientras pronunciara su discurso. La segunda fue la noche misma del golpe de estado de Jara, el 2 de julio
del mismo año, en que su casa fue asaltada por un “grupo de bandidos que ‘olían a yerba’.” Barrett se
defiende, y logra sacar a su esposa e hijo por los fondos. Ella informa de la situación, y llega una patrulla,
que mata a todos los asaltantes. Comenta irónicamente la viuda: “Fue una lástima, no sobró uno para
declarar…” (6-7). A partir del testimonio del hijo de Barrett, Muñoz relata otro episodio, que podría ser el
mismo que el primero que relata su madre, marcando debilidades del recuerdo, dado que la fecha del 1 de
mayo en 1908 es señalada por él como memorable por otro motivo, el encuentro con Bertotto. Mientras se
publican los artículos de Los yerbales, la Industrial Paraguaya intenta sobornar a Barrett. Ante su rechazo,
contrata a un asesino a sueldo, “el pistolero argentino Caracciolo Sayago,” quien no puede atacarlo “al
impedirlo personas amigas.” Muñoz agrega una tercera ocasión de peligro para el escritor y su familia:
estando en la estancia de Yabeybry, donde se establecieron en 1909: una partida asaltó la casa, pero Barrett
y su esposa increparon a los asaltantes y los hicieron cambiar de idea” (El pensamiento vivo 30-31 y 33-
34).
138
14
Suriano resume así la situación dominante del anarquismo entre la clase trabajadora de Buenos Aires en
la primera década del siglo XX, combinando cuestiones de poder político y simbólico-culturales: “En el
corto lapso de tiempo comprendido entre 1900 y 1910, el anarquismo se constituyó en la tendencia político-
ideológica de mayor arraigo entre los trabajadores argentinos.” Este autor destaca tanto el predominio del
anarquismo en la Federación Obrera Regional Argentina, alcanzado en 1905, como la “importante red de
instituciones culturales compuestas por círculos y centros de estudios sociales, bibliotecas, escuelas
libertarias, grupos filodramáticos y una profusa oferta editorial que abarcaba desde la prensa periódica
hasta la edición de libros y folletos” (299).
15
Entre los críticos que equivocadamente atribuyen a Barrett un conocimiento directo de los yerbales, se
cuenta Armando Donoso, quien sostiene: “Barrett supo demasiado lo que eran los yerbales porque estuvo
en medio de ellos y conoció todas sus angustias. ¡Qué mucho entonces que pusiera su pluma al servicio de
tan alta misión humanitaria!” (216).
16
Al comentar Lo que son los yerbales paraguayos, Roa Bastos se refiere a esta partición del Paraguay en
dos áreas ecológicas sometidas a la explotación meramente extractiva por parte de capitales extranjeros
aliados a la élite local: “Dividieron el país en dos zonas de explotación económica: la del tanino, en el
Chaco, la desértica región occidental, y la de los yerbales, al este y al sur de la región oriental, tomando
como eje el río epónimo, verdadera columna vertebral del país” (“Rafael Barrett” XVIII). La denuncia
sobre la explotación del quebracho en la triple frontera en términos del contra-discurso neocolonial de los
recursos naturales tendría su propia línea de desarrollo en ensayos y obras de ficción, culminado en el
trabajo de Gastón Gori La forestal (1965), en que se basó el film de Ricardo Wulicher Quebracho (1974),
de gran repercusión pública en la Argentina.
17
Con respecto a la concepción y jerarquización de las razas en Barrett, en el Capítulo 3 analizaremos
artículos recopilados en Moralidades actuales y en Mirando vivir que dejan en claro la sutileza de su
análisis, así como la relación del mismo con el contra-discurso neocolonial de los recursos naturales.
18
Así explica Viñas por qué el jefe de policía se convirtió en el blanco del joven anarquista: “En el Buenos
Aires darwinista, el emblema más autoritario se encarnaba en el coronel Ramón Falcón: jefe de policía del
régimen, antiguo liquidador de indios y de montoneros, su eficiencia represiva se había desplazado desde
las ‘tolderías’ de la Patagonia en dirección a los barrios del sur de a ciudad, en particular hacia el de la
Boca, de donde partían entonces las manifestaciones anarquistas consideradas, desde el ángulo oficial,
malones rojos. Radowitzky, después de la matanza de libertarios encabezada por Falcón el 1º de mayo de
1909, resuelve eliminarlo” (Anarquistas 37). Se trató de una acción básicamente individual, que no formó
parte de una revuelta o de un plan estratégico.
19
Otras ediciones que hemos constatado que no incluyen el texto de la ley son la realizada por Editorial
Proyección en Buenos Aires en 1971; y la compilación a cargo de Jorge A. Warley, en 1987, publicada
también en Buenos Aires por Centro Editor de América Latina. Si en ediciones académicas esta supresión
supone un error técnico, en ediciones de editoriales de izquierda parece un error táctico; ya que, como
imagina Barrett al incluirlo, la lectura del texto de la ley deja de manifiesto la virulencia de la respuesta del
sistema, desproporcionada frente a los ataques anarquistas, escasos y aislados.
20
Los términos y la denuncia de Barrett en Germinal son muy claros en cuanto a la intervención del
gobierno de Buenos Aires en la política paraguaya: “Ha quedado comprobado que un buque de guerra
argentino ha prestado ayuda desde los primeros instantes al gobierno atacado por los carteles. La Argentina
se mezcló igualmente en los acontecimientos de 1904, pero a favor de la invasión revolucionaria. Son
notorios los sucios negocios que, a expensas de sus respectivos pueblos, hacen los gabinetes de las diversas
naciones. Aquí la Argentina defendía, más que su influencia, su dinero, y por el dinero es capaz de todo.
Jamás se había llegado, sin embargo, a un descaro tal. En plena normalidad, muchos días de concluidas ya
139
las hostilidades, la legación argentina protegía con su salvoconducto a un asesino, y le facilitaba la libre
salida del país. Tahúres y bandoleros colocados en el Paraguay por Quintana y por Figueroa Alcorta,—la
política internacional corre a cargo del hampa—, fueron recomendados y salvados, después de fusilar desde
los cantones a mujeres y viejos” (citado en Muñoz, El pensamiento vivo 55).
21
En su viaje a Uruguay y luego a Paraguay, Valle Inclán pregunta por Barrett, según comenta Vladimiro
Muñoz. Este autor se basa en una entrevista realizada por Vicente A. Salaverry a Valle Inclán, publicada en
la revista Bohemia de Montevideo en 1910. Muñoz transcribe el siguiente pasaje de la entrevista:
“Menciona a Rafael Barrett. Entonces, el autor de ‘Cofre de Sándalo’ me formula infinidad de preguntas.
—¿Cómo vive? Hace tiempo que no recibo carta suya. ¡Nos estimamos mucho!” (Citado en “Rafael Barrett
III” 58). El mismo Muñoz transcribe en otro trabajo una carta de Barrett en la que cuenta cómo ha tratado
de responder al llamado de Valle Inclán. En una misiva a su amigo uruguayo Peyrot, enviada desde San
Bernardino el 30 de junio de 1910, dice Barrett: “Por este correo le envío a Valle Inclán mi dirección, por
intermedio de ‘Caras y Caretas’ ” (citado en Barrett en Montevideo 46). Sobre la visita de Valle Inclán al
Paraguay, cuando Barrett ya está en Francia, relata la viuda de Barrett: “Le habían hecho en Asunción un
gran recibimiento a Valle Inclán, sin embargo comenzaron bien pronto a ponerle peros porque no hacía
sino hablar de Barrett y preguntar por él, como gran amigo suyo y habiendo sido padrino de Barrett en
varios duelos. Precisamente había venido al Paraguay en su busca, apenándose sobremanera por no
encontrarlo ya y más al saberlo enfermo. Naturalmente, asumí la defensa de ambos amigos” (Cartas
íntimas 120).
22
Se trata del cuento “El deshonor,” seguramente inspirado en el episodio del frustrado duelo, cuyo
protagonista, Rafael, espera que un amigo le transmita la resolución del Tribunal de Honor. Tras
escucharla, Rafael comenta: “Es el acta de nacimiento a mi otra vida.” Y agrega el narrador: “… huir lejos,
a países vírgenes, donde a la ruina de todo no sobreviviese un risible concepto del honor puramente externo
y decorativo” (citado en Corral, El pensamiento cautivo 20).
23
Veremos una mención a Montjuich en nuestro análisis de El terror argentino en el siguiente capítulo.
24
Corral Sánchez-Cabezudo (2) reseña los errores cometidos por diversos autores con respecto al lugar de
nacimiento de Barrett. Además de Algeciras, se ha dicho de Barrett que era “de origen catalán,” “escritor
argelino,” nacido en la “Argentina” o en “Asturias,” como veremos que hace Galeano.
25
Así dice el primer texto de Galeano sobre Barrett en Memoria del fuego, confundiendo nuevamente su
lugar de nacimiento:
“1908. Asunción. Barrett
Quizás él había vivido en al Paraguay antes, siglos o milenios antes, quién sabe cuándo, y lo había
olvidado. Lo cierto es que hace cuatro años, cuando por casualidad o curiosidad Rafael Barrett desembarcó
en este país, sintió que había llegado a un lugar que lo estaba esperando, porque este desdichado lugar era
su lugar en el mundo.
Desde entonces arenga al pueblo en las esquinas, subido a un cajón, y en periódicos y folletos publica
furiosas revelaciones y denuncias. Barrett se mete en esta realidad, delira con ella y en ella se quema.
El gobierno lo echa. Las bayonetas empujan a la frontera al joven anarquista, deportado por agitador
extranjero.
El más paraguayo de los paraguayos, el más saliva de esta boca, ha nacido en Asturias de madre española y
padre inglés, y se ha educado en París” (III 16).
26
Así dice el segundo texto de Galeano sobre Barrett en Memoria del fuego:
1908. Alto Paraná. Los yerbales
Uno de los pecados que Barrett ha cometido, imperdonable violación de tabú, es la denuncia de la
esclavitud en las plantaciones de yerba mate.
140
Cuando hace cuarenta años acabó la guerra de exterminio contra el Paraguay, los países vencedores
legalizaron, en nombre de la Civilización y de la Libertad, la esclavitud de los sobrevivientes y de los hijos
de los sobrevivientes. Desde entonces, los latifundistas brasileños cuentan por cabezas, como si fueran
vacas, a sus peones paraguayos” (III 16).
27
Barrett entabla un reclamo al gobierno paraguayo por su deportación en 1909. En una carta a su esposa,
se lamenta de haberlo hecho, considerado a ese país como su patria por haber formado allí su familia: “A
veces me pregunto si hice bien en entablar cuestiones con el único país mío, que amo entrañablemente,
donde me volví bueno, y te conocí y nació el Mesías. Si ganara alguna suma, volvería al Paraguay y la
invertiría en algo útil para él, por ejemplo, aquella escuela para niños descalzos de la que hablamos”
(Cartas íntimas 54).
141
Capítulo 3 – Tempranas reelaboraciones: los libros de Rafael Barrett, los cuentos de
Horacio Quiroga
vamos a referirnos a cuatro libros de Rafael Barrett. Se trata de El dolor paraguayo, que
recopila artículos sobre el Paraguay; Moralidades actuales, que recoge artículos de temas
volumen Cuentos breves. Del natural, que es una selección de relatos. Todos ellos fueron
publicados entre 1910 y 1912 en Montevideo por el mismo editor, O. M. Bertani, como
resultado de la gran repercusión que tuvieron los artículos de Barrett en la prensa de esa
ciudad. De los cuatro, sólo El dolor y Moralidades son colecciones concebidas por
Barrett. Los otros dos obedecen al criterio del editor, probablemente en acuerdo con la
Entre estas obras nos parece de particular interés para nuestra indagación El
cuenca del Plata que se presentan en Lo que son los yerbales paraguayos y El terror
argentino. A esta obra, por lo tanto, dedicaremos el mayor espacio. Nos detendremos en
y las “novelas de la tierra”—así como en los más cercanos a la denuncia y, por lo tanto,
142
social” del Paraguay, así como la cuestión de la “nacionalidad,” discutida en el Capítulo
“anarquismo” de Barrett.
primera mitad de siglo XX. En este sentido, creemos de particular interés el trayecto que
posteriores, señalados por la crítica como un corpus relativamente cerrado dentro de los
presenta significativas diferencias con tres cuentos de amplia circulación: “Los mensú”
(1914), “Una bofetada” (1916), y “Los precursores” (1929). Vamos a hacer el análisis de
estos cuatro relatos porque puede rastrearse en los mismos un significativo cambio en el
obra de Quiroga. Postulamos que ese cambio deja de manifiesto una suerte de productivo
diálogo entre la obra de Barrett y la de Quiroga, que ha pasado bastante inadvertido para
como Augusto Roa Bastos. Este diálogo, precisamente, permitiría incluir esos tres
cuentos entre los representantes del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales.
143
La nueva patria, querida y sufriente: El dolor paraguayo
selección del propio Barrett, quien en una breve introducción justifica débilmente el
circunstancia, creemos que en realidad supera el gesto formal. No sólo porque Barrett
está hablando del país de su esposa, y ella pudo haberlo orientado mucho en su
comprensión del mismo; también porque ella luego tendría un papel clave en la
Inicialmente, El dolor estaba formado por 51 artículos centrales, entre los cuales
se contaban tres conferencias, “La tierra,” “La huelga” y “El problema sexual,” que
exhaustiva hasta la fecha—El dolor está conformado por 56 artículos centrales, debido a
artículo. En cuanto a las inclusiones, los compiladores las justifican con un criterio
temático, al sostener que “se incluyen los artículos que se refieren a la realidad social y
144
humana del Paraguay” (OC I 36). 3 Los compiladores nada dicen de las supresiones.
Ahora bien, las conferencias pasaron a formar parte de otra obra, Ensayos y conferencias
Cívico); en Germinal, la revista anarquista creada por Barrett y Bertotto en esa ciudad en
relevamiento para editar las Obras completas, quedaron dieciséis artículos cuya
publicación original no pudo ser determinada por los compiladores (OC I 313-314).
las condiciones de vida del pueblo” (“Introducción” 19). José María Fernández Vázquez
que la continuidad entre los artículos recopilados deja en evidencia que “la preocupación
de Barrett por el Paraguay no era solamente afectiva sino que denuncia una y otra vez los
tono provocador de la obra, Josefina Plá compara El dolor con “una pedrada contra un
Hugo Rodríguez-Alcalá coincide con la caracterización general que hace Plá del
medio intelectual paraguayo, aunque plantea alguna reserva, ya que no cree que se deba
situación vital de la época.” La guerra del Paraguay había dejado al país sumido en una
situación de perplejidad que compara con la derrota del Sur norteamericano en la guerra
145
de Secesión. En ese contexto, no sólo era difícil admitir “la cuestión social”; sino que,
más en general, “la crítica de lo paraguayo no era viable, ya como ‘objetiva’ revisión
histórica nacional, ya como escrutinio severo de los males actuales” (Augusto Roa Bastos
91). Rodríguez-Alcalá sostiene que debían pasar dos décadas para que reapareciera en el
paraguayos de comienzos del siglo XX. En su análisis, Barrett fue muy consciente de que
gran catástrofe de recuerdos,” que impedía admitir muchas de sus consecuencias sociales
y políticas. En este sentido, los artículos de El dolor son una cara de su respuesta a este
estado de negación: la que tiene que ver con la palabra. Su denuncia de Los yerbales y su
cárcel y el destierro:
Hemos visto en el Capítulo 2 que algunos críticos relacionan El dolor con Lo que
son los yerbales paraguayos y El terror argentino. Jorge R. Forteza destaca en particular
146
la actitud de “yo acuso” que encuentra en las tres obras, y la concentración de las mismas
en “el problema social”; una asociación similar había establecido Alberto Lasplaces.
Carlos Vaz Ferreira, por otra parte, acerca El dolor y Los yerbales no sólo por tratar
ambas del Paraguay sino, sobre todo, por la actitud empática de Barrett hacia su país
escritura a ese fin, puede considerarse de todos modos que las tres obras comparten
pierde piezas importantes si se las lee por separado. En efecto, si, siguiendo a Vaz
Ferreira, sólo nos concentramos en los dos trabajos sobre el Paraguay, corre el riesgo de
con los países centrales, sobre todo Gran Bretaña. Por otra parte, si, siguiendo a Yunque,
sólo relacionamos Los yerbales y El terror, hay cuestiones clave de la vida y la historia
representadas por la Argentina controlarían todo lo que pasa en ese país, sin mediaciones
y transformaciones locales.
vincular la situación del Paraguay discutida en El dolor con sus otros textos sobre la
Argentina y el Uruguay, apuntando a una visión más general de Barrett sobre América
147
Latina. En este sentido, Roa Bastos establece un paralelo con la reflexión de otros
recogidos en El dolor. El primer conjunto está formado por textos que pueden agruparse
Paraguay desde una perspectiva costumbrista. Estos textos tratan de “la tradición popular
donde no hay “denuncia,” como comenta este crítico (95). Algunos de estos trabajos son
característicos del lugar—con la marca de las comillas para indicar el guaraní del habla
Bajo un sol que á la pradera muy verde volatiliza matices y penumbras, las
mujeres, envueltas en sábanas aleteadoras al viento, parecen una bandada de
pájaros blancos que no acaba de posarse. Pero sus cuerpos, erguidos ó
acurrucados, están inmóviles. Con un noble ademán profético guardan de la luz
sus negros ojos, señores de la llanura. Al lado de sus pies morenos, que al correr
acarician la tierra, hay cosas humildes y necesarias, huevos tibios, ‘chipa’ tierno
que sirve de pan y de postre, leche, mandioca, maíz, naranjas doradas y sandías
frescas como una fuente á la sombra. (El dolor 1911, 7).
148
Otros artículos de esta primera agrupación costumbrista presentan complejas
cuando Barrett habla del Paraguay no acude a tópicos; la suya “es siempre una
texto de Barrett revela una aguda observación sobre el bilingüismo en el Parguay, así
de que “el guaraní es la rémora,” que es responsable del “entorpecimiento del mecanismo
intelectual y la dificultad que parece sentir la masa en adaptarse á los métodos de labor
europeos” (El dolor 1911, 31), responde con un sutil análisis de las características del
guaraní como lengua oral, y la comparación con la relación entre dialectos y lenguas
primitivo,” señala que en “Europa misma vemos que no son los distritos bilingües los
más atrasados,” dando como ejemplo Vizcaya, los Pirineos franceses, Bretaña y “las
regiones celtas de Inglaterra” (El dolor 1911, 32). Finalmente, argumenta claramente a
trabajo, queda para el español, y el mundo privado, de los afectos—pero también del arte
Pobre idea se tiene del cerebro humano si se asegura que para él son
incompatibles dos lenguajes. Contrariamente á lo que los enemigos del guaraní
suponen, juzgo que el manejo simultáneo de ambos idiomas robustecerá y
flexibilizará el entendimiento Se toman por opuestas cosas que quizás se
complementen. Que el castellano se aplique mejor á las relaciones de la cultura
moderna, cuyo carácter es impersonal, general, dialéctico ¿quién lo duda? Pero
149
¿no se aplicará mejor el guaraní á las relaciones individuales, estéticas, religiosas,
de esta raza y de esta tierra? Sin duda también. Los enamorados, los niños que
por primera vez balbucean a sus madres, seguirán empleando el guaraní, y harán
perfectamente. (El dolor 1911, 33)
Rojo y Azul, en números casi correlativos en la primera mitad de 1908. Estas piezas
“La poesía de las piedras,” “El Pombero,” y “Magdalena” para dar un panorama de los
saberes y supersticiones populares, que Barrett trata en un tono liviano, divertido, con
apenas unos toques de ironía empática, para establecer una cercanía afectiva sin borrar la
ver que hace en “Las bestias-oráculos,” publicado el 5 de abril de 1908, cuando habla de
las hormigas guaicurúes, “las feroces por excelencia, las que devoran a sus congéneres”:
particularmente sugestivo. Cuando hace el elogio de Barrett como cuentista, al que nos
cuentos bajo la forma de crónicas: “hizo excelente ‘narrativa’ aun cuando se proponía
hacer periodismo o ensayo y no otra cosa. Sus dotes de narrador eran, en efecto,
notables” (Augusto Roa Bastos 90). Este crítico da como ejemplo, entonces,
150
“Magdalena,” que narra por qué los músicos paraguayos dejaron de tocar la pieza popular
de ese nombre, que se había convertido en una de las preferidas: “En todas las
musiqueadas se hacía gran gasto de Magdalenas” (El dolor 1911, 63). Ocurre que “la
pecadora redimida” se presentó una vez en la forma de una misteriosa bailarina que
reclamó la pieza. Al bailarla, fue perdiendo los volantes de su pollera, hasta revelar “una
relato que un ensayo. Así lo describe: “Este artículo es, en rigor, un cuento; un cuento
Este hablar con acentos costumbristas del “Paraguay alejado del contacto de la
civilización” (95) de la primera agrupación que hace Fernández Vázquez, es atribuido por
que Fernández Vázquez pone algunos reparos a los argumentos presentados por
Capítulo 2. Este crítico considera que muchas de las cuestiones que señala Corral son, en
globalizador.” Sin apartarse de Corral, sin embargo, pone énfasis en dos aspectos
destacados tardíamente por él: en primer lugar, destaca los temas “de España o de Don
Quijote” (90). Un poco más adelante agrega—lo que nos interesa más en este punto—un
segundo aspecto. Tras observar que El dolor manifiesta “el profundo amor” de Barrett
por el pueblo paraguayo, este crítico comenta que “ese amor, esa preocupación por la
151
gente de pueblo, es una constante plenamente noventayochista, al menos tan significativa
como las señaladas por Francisco Corral.” Cita, en este sentido, Campos de Castilla, de
con las matizaciones precisas, [que] se observan en el libro [de Barrett]” (93).
Machado, una de las razones por la cuales concluye que la relación de la obra de Barrett
crítico, entonces, propone que existe “un punto de comparación ideológico donde se
advierte cómo la preocupación por el pueblo se encuentra en ambos lados del Atlántico”
(93). Ciertamente, en América Latina puede emparentarse el interés por las costumbres
populares de esta primera porción de los artículos recogidos en El dolor con la literatura
“criollista” y las “novelas de la tierra”—a las que nos referimos en el Capítulo 1—debido
a su interés por lo característico del país, al que no se une necesariamente una intención
literatura. En cualquier caso, resulta interesante esta doble vertiente con la que puede
crítica de Barrett. Fernández Vázquez ha analizado la ideología de estos otros textos, que
contraste ciudad-campo que deja en evidencia. Se trata, como vimos sobre todo en Los
152
situación de dependencia de las áreas rurales, debido a que la actividad económica es
controlada desde las urbes. Este crítico hace una caracterización que muestra la huella en
Para Barrett, los males del Paraguay provienen en su mayoría del choque que
supone la civilización burguesa, entendida como aquella que tiene los medios de
producción económica, pero también como la que habita la ciudad, y las clases
populares, el pueblo que es explotado, utilizado e ignorado por los poderosos.
(95)
subgrupos temáticos. El primero de ellos está relacionado con la denuncia del “abuso de
los inocentes, de los locos, de los desheredados” (95). Luego este crítico destaca los
textos en que Barrett denuncia “la violencia del Estado y de la burguesía sobre el pueblo
tema que siempre interesó a Barrett, también desde el punto de vista personal. 6 La
Ciertamente, éste puede ser uno de los artículos que le hacen decir a Andreu sobre el tono
las páginas, en un tema desgarrador, lancinante, casi obsesivo” (40). El texto construye
una suerte de alegoría de los padecimientos de las clases oprimidas del Paraguay a partir
153
comentado en el Capítulo 2—había trazado una alegoría del problema de la desigualdad
en esa ciudad a través de un cuadro sobre algunos personajes. La crónica comienza con la
desganados. Reflexiona Barrett, comparando esta actitud de los “niños tristes” del
Paraguay con la de “niños dichosos,” a los que describe alegremente egoístas y plenos de
vitalidad, en una prosa rápida, marcada por tres enumeraciones que se entrelazan sin
Tristes… Y tristes todos los días. Desde aquella mañana me he fijado en los niños
paraguayos, niños graves que no ríen ni lloran. ¿Habéis visto llorar á los niños
dichosos? Llanto bullicioso, trompeteo potente, llanto a medias fingido,
deliciosamente despótico, que adivina los exagerados mimos de la madre, y los
exige y sabe que triunfa y es mitad llanto y mitad carcajada, grito de salud que
regocija. Me consolaría oír ese llanto en los campos, en vez del fúnebre silencio.
(El dolor 1911, 111)
alma pesa, por este hecho formidable: los niños están tristes” (El dolor 1911, 112).
Evocando la obra de Goya, habla de “los desastres de la guerra y los desastres de la paz,”
una bimembración con la que alude a las causas históricas del estado de abatimiento
general del pueblo paraguayo. Concluye luego que el impacto de las sucesivas tragedias
ha afectado la perspectiva de futuro de las nuevas generaciones: “La obra parricida de los
que esclavizaron el país ha herido la carne de la patria en lo más íntimo, vital y sagrado:
el sexo” (El dolor 1911, 112). Comenzando el párrafo con una exclamación, algo
154
característico de su estilo, insiste en relacionar la tristeza infantil con la larga explotación
de los adultos:
¡Pobres niños inertes! Causa pena mirar sus cándidos ojos, donde no hay
curiosidad. No les importa el mundo. Taciturnos y pasivos como sus padres, dejan
pasar las cosas, que suelen ser crueles. ¿Para qué interesarse por nada? Corren por
sus venas inocentes algunas gotas de ese acre jugo que extraemos, á la larga, por
toda filosofía, de una realidad injusta. Nada han probado aún y se diría que nada
esperan ya. (El dolor 1911, 113)
La crónica alcanza su clímax como “Buenos Aires,” con una anécdota que parte
cuerpo mutilado de un niño al que atropelló un tren por quedarse dormido en los rieles.
Tras el relato conmovedor de cómo fue cubierto y luego recogido el cuerpo, marcado por
de la infancia:
de 1907. Ofrecen las causas inmediatas de la tristeza de los hijos, que resultan enlazadas
primero, Barrett traza el retrato de la familia campesina del Paraguay como el de una
155
“ruina que sangra: es un hogar sin padre.” Su heroína es, en este texto, la mujer de
pueblo. La guerra dejó al país sin “padres”; los hombres que quedaron son “machos
errantes, aquellos que asaltaban los escombros con el cuchillo entre los dientes, después
de la catástrofe.” Son hombres que antes violaban y ahora “toman la hembra, engendran
con la vida el dolor, y pasan” (El dolor 1911, 121). En esa “ruina,” se yergue la figura de
la mujer, “madre” por sobre todo, que permanece, que lucha por el futuro. Las imágenes
que evoca Barrett son simples, por momentos crudas; se atreve a hablar de cuestiones
evoca figuras religiosas, como la Mater Dolorosa. El pasaje es una descripción que, en la
mitad, incluye una alusión a los “niños tristes,” dentro de una construcción anafórica
donde se repite la palabra “madre.” Ahora bien, sobre el final, esa construcción anafórica
interpelación:
Detrás en los ranchos miserables, hay concubinas ó viudas, pero madres al fin,
que trabajan la tierra con sus huérfanos hijos a ellas abrazados en triste racimo.
Jamás un aborto voluntario, jamás un infanticidio que otras madres hasta por
caridad cometerían. Siempre abandonadas, pacientes, ignorantes y silenciosas,
sienten en el fondo de su alma, como sintieron después de los años fatídicos, la
necesidad criar hombres, buenos ó malos, de echar al mundo la posibilidad del
triunfo. Madres dolorosas, madres despojadas de toda vanidad y honor, de toda
alegría, de todo adorno; madres de niños taciturnos, sombrías sembradoras del
porvenir, sólo n vosotras está la esperanza; sólo vosotras, sobre vuestros
inclinados y doloridos hombros, sostenéis vuestro país. (El dolor 1911, 121-122)
era victimario en el artículo anterior se revela aquí como víctima. Se anticipa la denuncia
de los yerbales y los obrajes madereros, casi un año antes de la publicación de los
156
artículos originales de Lo que son los yerbales. Queda de manifiesto así que, si Barrett se
concentró en la explotación de la yerba mate en el texto que le daría más fama, no fue por
del país:
comparación con la situación de las prostitutas, alrededor de las cuales se presentan otros
motivos, ya que ellas están atadas igualmente con el “grillete” de la deuda; así como
le sucede al peón del yerbal, quien “tiene que dejarse robar en los boliches donde el
negrero da generosamente carne podrida y caña consoladora” (El dolor 1911, 139). La
comparación tiene doble efecto iluminador: el cuerpo del hombre resulta esclavizado y
recurso natural del que otros extraen riqueza. Hombre y mujer son explotados hasta la
reducen á huir” (El dolor 1911, 140). Agrega Barrett, en provocativo gesto anarquista y
recordando que la historia es vieja y se repite, del período colonial al neocolonial, como
157
Jamás leemos en los diarios uno de esos buenos homicidios que refrescan el alma;
uno de esos casos en que la víctima se vuelve verdugo, y el verdugo, víctima. Se
matan, cuando han bebido, pero entre iguales. Borrachos y todo, no se les borra el
tradicional respeto al padre jesuita, luego al delegado del dictador, luego al
sargento del mariscal, ahora al patrón o al jefe político, siempre al tirano o
tiranuelo, grotesco señor feudal en cuyo blasón no hay más armas que el látigo.
(El dolor 1911, 140)
artículo: ¿por qué, en cuanto reciben una paga un poco mejor, los trabajadores malgastan
enseñados por la historia de tres siglos” (El dolor 1911, 141). Barrett se atreve a un
párrafo conclusivo en estilo indirecto libre, en que revela los pensamientos del obrero,
resumiendo una historia de permanentes despojos frente a la cual la única astucia posible
voz de Barrett desaparece para dar lugar a la de los trabajadores explotados. Las palabras
Cada “apenas” representa un posible camino hacia la prosperidad, hacia el futuro, que es
texto cierra con una oración encabezada con la palabra “nada” y seguida por una
158
‘No me importa el dinero, porque apenas lo tenga me lo quitarán. No planto un
árbol ni siembro el huerto porque apenas mi campo se valorice me despojarán de
él. No me preocupa la prosperidad del país porque si el país prospera será á mi
costa, y los muros de mi cárcel serán más gruesos todavía. No trabajo porque no
hay esperanza. Nada me seduce más que escapar de este mundo por una puerta
cualquiera: alcohol, juego, lujuria, contemplación, sueño, muerte’. (El dolor 1911,
142)
temas más estrictamente sociales y políticos, el último del que habla Fernández Vázquez.
Entre ellos se cuentan dos artículos donde Barrett reflexiona sobre el uso de la tortura en
el Paraguay y otros países (“La tortura” y “El tormento”); sobre la relación, sutilmente
Paraguay con la Argentina (“Los trofeos” y “El estado y la sombra”); sobre la revolución
de Albino Jara en 1908 y la represión que la siguió, con tonos cercanos a las denuncias de
de siglo que resulta perfectamente complementaria con los análisis de Los yerbales y El
terror, o, mejor dicho, que coloca esos textos en un cuadro más comprehensivo.
Comienza con una observación sobre que las guerras no siempre traen un desastre
159
posterior, sino que a veces se produce una recuperación rápida de los países tras un
violentas: “Igual que la carne herida, se sana la riqueza mutilada. La vida elástica rebota
después del choque y se eleva con furia” (El dolor 1911, 113). A esa observación se
suma otra, sobre que algo similar sucede tras una crisis económica. Barrett enumera nada
intervalos de nueve años, “por coincidencia fortuita tal vez”: la “Crisis del algodón” de
los Estados Unidos (1864); la derivada de “Valores emitidos por Austria” (1873); el
cómo esas crisis expandieron sus efectos a todo el mundo, valiéndose de una nueva
imagen dinámica: de cada uno de esos casos “ha partido la onda que propagándose por el
Ahora bien, como dijimos, Barrett cree en el principio según el cual los países
(El dolor 1911, 114). Sin embargo, no es el caso de la situación que describe del
Paraguay. Seguidamente, Barrett comenta que la guerra del Paraguay fue “una fatal
cataclismo tal que “castró [al Paraguay] al destruir los gérmenes de aquella hermosa raza
resplandeciente todavía en las nobles figuras que sobreviven” (El dolor 1911, 114-115).
160
Barrett comienza a sostener, como insistirá en artículos posteriores, que la solución a la
situación de ese país no llegará de la mano de los capitales extranjeros, sino del trabajo de
su gente. Los préstamos sólo representan un modo más de atar el destino del país al de los
tono admonitorio con respecto a cuestiones del país que ha criticado en otros artículos de
Representan serias acusaciones sobre la política del país, y dejan de manifiesto una clara
siglo. Algunos argumentos son similares a los que acabamos de ver en “Verdad amarga”:
la riqueza proviene del trabajo, no del dinero, argumenta Barrett. A esto se agrega algo
161
más: que la deuda beneficiará a los ricos, y empobrecerá todavía más a los pobres. Pero
no es ésa su única objeción: vuelve a insistir en que los países endeudados no prosperan,
sino que permanecen en una situación subordinada. En “El empréstito,” con un estilo
En “Oro sellado” los argumentos son los mismos, pero el tono es irónico. El
millón de pesos representa “Un peso y pico por habitante.” Se pregunta, entonces,
Barrett: “¿Qué hacer con un peso? Tomar algunas copas de caña, y levantarse al día
siguiente con la boca pastosa y sin ganas de trabajar” (El dolor 1911, 136). Sigue después
haciendo una liviana burla sobre aquellos que no se beneficiarán con el préstamo, y que,
sin embargo, deberán pagarlo: “los pobres,” sobre cuyo ciego entusiasmo ironiza.
Porque lo del peso por habitante es una equitativa ficción. Todos sabemos que los
pesos idolatrados no saldrán de un pequeño número de bolsillos. Lo que entristece
de veras es el contento con que varias víctimas del agio patriótico ven venir el oro
sellado. Adoran el oro aunque inaccesible. Lo adoran, ¡ay!, desinteresadamente,
platónicamente. (El dolor 1911, 136)
162
Para cerrar, quisiéramos comentar dos textos más de El dolor. El primero es un
artículo que fue incluido por los editores de las Obras completas, es decir, que no
escrito por un Barrett desterrado y retornado a tierra paraguaya. Es un texto que fue
analizado por David William Foster, quien encuentra en el mismo “la autoimagen que
propusimos.
los “doctores,” los “escribas.” Los impreca, acusándolos de hipocresía, debido a que se
los pobres del Paraguay. En los primeros párrafos del artículo, se repite la construcción
iniciada por el imperativo “No mintáis”; el que, “cual estribillo epifonémico, remacha
verdadera experiencia vivencial del pueblo paraguayo,” como comenta Foster (144). No
se trata de que los “doctores” no sepan lo que sufre el pueblo, sino de que, sencillamente,
faltan deliberadamente a la verdad; incurren en “un acto de mala fe pasible de las más
163
tajantes denuncias” (144). Barrett viene a denunciar esa operación de falsificación, que
obtura toda otra versión de la realidad. Es la palabra dominante. Coincidiendo con los
análisis de Plá y Roa Bastos, fundamentalmente, Foster considera que la voz que “tapa y
silencia cualquier otro tipo de expresión” está relacionada con “la dorada identidad
entre una mentira y una verdad, entre el ejercicio del poder de la mixtificación y el
integra—el del pueblo paraguayo: “Y dejadnos hablar a los que sufrimos, a los enfermos,
y a los que hemos conocido el hospital y la cárcel. Pero no escribo para vosotros, sino
para aquellos de mis dolientes hermanos paraguayos que han aprendido a leer” (OC I
lectores reales de Barrett no eran los lectores ideales, él escribe para un pueblo inculto y
164
En relación con este final, Foster sostiene que la autoimagen que proyecta el texto
enunciativa cercana a la del local, para poder ser la voz de esos actores locales que no
tienen voz:
… la concepción que él tenía de su propio rol como observador desde afuera que
se inscribía en sus textos en una militancia desde adentro, a favor de los que no lo
podían hacer en nombre propio o lo podían hacer, según su estimación de las
cosas, en una forma inadecuada, dadas las estructuras del poder imperantes.
(“Procesos semióticos” 147)
Finalmente, Foster sostiene que en ese gesto, Barrett “sella un pacto con el pueblo
Creemos que en este cierre, en el “pacto” que “legitima” podemos encontrar una fuerte
“nacionalidad” paraguaya por parte de Barrett—y de los autores que lo ven como
El dolor, que oscila con los gestos de empatía que señalamos previamente en este
distanciada del observador objetivo. Pero es también la mirada sensual o compasiva del
165
ese mes en Germinal. Este texto fue el detonante del encarcelamiento y destierro de
Barrett; él lo elige para cerrar El dolor. Allí habla Barrett de sí mismo primero como
“extranjero” y después como connacional. Tras lanzar las acusaciones iniciales y un poco
antes de la mitad del texto, Barrett admite y rechaza su condición de “extranjero.” Para
hacerlo repite esa palabra cuatro veces, tres de ellas después de una negación, en
boca que las defienda, no son extranjeras en ningún sitio del mundo. Y si lo fueran aquí,
¡qué dignos seríais de infinita lástima!” (El dolor 1911, 222). Sobre el final, sin embargo,
Paraguay mío, donde ha nacido mi hijo, donde nacieron mis sueños fraternales de
ideas nuevas, de libertad, de arte y de ciencia que yo creía posibles—y que creo
aún, ¡sí!—en este pequeño jardín desolado, ¡no mueras!, ¡no sucumbas! Haz en
tus entrañas, de un golpe, por una hora, por un minuto, la justicia, plena y radiante
y resucitarás como Lázaro. (El dolor 1911, 224)
original, estas palabras tienen un valor adicional: parecen proponerse como una protesta
neocolonial de los recursos naturales, dado que creemos que Barrett está en una posición
166
acerca de quienes habla y a quienes quisiera dirigirse, y que apela a la emoción para
superar esa distancia, pero sin negarla. En el caso de Barrett, su condición de extranjero
López Maíz de Barrett sostiene que Moralidades actuales es “el único libro que
dejó hecho” (9). Esto es cierto en cuanto a que fue el solo que llegó a ver publicado, en
Francia, Barrett pudo disfrutar de la entusiasta recepción que tuvo Moralidades en esa
sencillamente chiflado con tu chulo. Es una suerte que me vaya enseguida, porque mi
cuarto es una romería. Mi libro ha tenido un éxito loco. También ganaré unos pesos con
él.” Lamentablemente, ni él ni su familia recibirían nunca los pagos de los editores de sus
libros. 9
Barrett entre los textos que podían mantener su valor más allá de la página diaria donde
fueron publicados. En palabras del escritor, el volumen está formado por “aquello que he
Peyrot, con indicaciones para que las transmitiera al editor. Con entusiasmo, considera el
Francesa. Quiere además que el libro sea barato, para que puedan comprarlo sus lectores
167
paraguayos (citado por Muñoz, Barrett en Montevideo 26). 10 En la edición de las Obras
completas compiladas por Corral y Fernández, el libro fue ampliado con casi dos decenas
Moralidades es que los artículos “presentan temas generales de pensamiento” (OC I 33).
diarios de Asunción (sobre todo, Los Sucesos, pero también Rojo y Azul, El Diario, La
en La Razón de Montevideo, con unos pocos textos tomados de Los Sucesos. Fue editado
traslación de ocho textos de un libro a otro realizada por los editores de las Obras
168
el interés y la calidad de los textos. Por otra parte, hay una serie de observaciones críticas
comentario de que, pese a que Barrett escribe sus crónicas sobre temas circunstanciales,
sus propuestas alcanzan un sentido más amplio y mayor profundidad que la mera noticia
inmediata anticipación de esa cita, Rodó también subraya que, pese al carácter perecedero
de la materia prima de los escritos periodísticos de Barrett, estos alcanzan un valor que
trasciende la coyuntura:
noticias diarias, en relación con la necesidad del escritor de asegurarse el sustento con
169
Yunque insiste en el carácter fugaz de la escritura periodística, y en la capacidad
burgueses y, por lo tanto, están inclinados a trivializar aún los acontecimientos más
Ahora bien, Yunque también destaca la fuerte presencia de las emociones en la prosa de
Barrett, que da como resultado una “caliente obra de arte”—un aspecto sobre el que
volveremos:
Sabida es su modalidad [de Barrett]: del hecho más nimio, más vulgar, razonando,
llega a conclusiones generales e inesperadas, por lo hondas. Porque si como
artista tuvo el don de sintetizar, como pensador tuvo el de generalizar. Agudo de
inteligencia y sensible de corazón, mete aquélla en el resquicio que le da un
insignificante hecho cotidiano y luego es su sensibilidad maravillosa la encargada
de hacer caliente obra de arte lo que pudo ser fría crónica periodística. Por esta
modalidad suya de extraer conclusiones generales y profundas del acontecimiento
más vulgar aparentemente, es a antípoda del ‘croniqueur’. El ‘croniqueur’,
entidad literaria nacida en el tonto y sonado bulevar parisiense, es una especie de
aparato que hace lo opuesto de Barrett: trivializa hasta lo más trágico. (Barrett 36)
elevación. Elevar fatiga, y tu público es débil de cascos. No soporta sino el desfile de los
(OC II 89).
170
Como Donoso, Yunque subraya asimismo que Barrett buscó un medio de vida en
el periodismo, debido a “la falta de ambiente en que le tocó actuar.” Su comentario tiene
que ver no con que Barrett no tuviera otros modos de ganarse el pan—que vimos que los
tenía—sino con el hecho de que Barrett no pudo dedicarse a escribir libros—es decir, no
pudo vivir de ellos. Se trata de una observación muy pertinente, que alude al estado
obra de Barrett, el hecho de que se trate de “trozos dispersos a los que faltara algo
exterior que los uniese para poder apreciarlos en conjunto” (Barrett 6-7). De todos
furor,” que irrumpen en los textos, los “hilos de sangre tibia,” que dejan los mismos tras
Buriló artículos como finas joyas sin precio. Fué maestro en la prosa. Tuvo el dón
de la síntesis. Lo que otros dicen en libros, él reconcentró en frases. De ahí que su
prosa sea un explosivo terrible y no haya defensa contra su penetración y su luz.
171
Eligió temas triviales para hacer más accesible su anarquismo a las almas tímidas
y para despertar de su sopor a los indiferentes. En un estilo tranquilo y armonioso,
sereno y suave, por donde corre una música invisible, dijo cosas formidables, y
hay en el relámpagos de furor contra los potentados de la tierra hay sátira cruel e
implacable que deja hilos de sangre tibia por donde pasa, hay también
conmiseración y tolerancia por los pecados que nos deforman y los orgullos que
nos enceguecen. (v)
Godel en una carta de 1917, equivocando la nacionalidad, que lea a “un gran escritor
argentino, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz.” Y considera Mirando vivir—al que
Lafinur” (citado por Etcheverri 97; citado por Corral Sánchez-Cabezudo 3).
referidos a la situación internacional (“La China y el opio,” “La barba del presidente,”
(el ya comentado “Buenos Aires,” pero también “La lucha,” “La huelga,” “El
tecnología, que podríamos catalogar de divulgación científica (como “La ciencia,” “La
conquista del cielo,” “La antinomia y la probabilidad”). Hay también dos textos
172
mayoría, se trata de crónicas que toman la forma de breves ensayos motivados por algún
tema noticioso. Sin embargo, algunos son en realidad cuentos, como “La sirena,” que
relata el encuentro de una mujer fatal con su juez, al que logra seducir. Encontramos estas
imperialista” (El pensamiento cautivo 240). El primero de esos artículos se titula “Razas
inferiores,” y tiene eco en otros dos del mismo libro, así como en otro par de textos de
operación simbólica de establecer una jerarquía entre distintos grupos étnicos oculta la
con el uso de la violencia. En su primer párrafo, con tono irónico, en el que se destaca el
manejo de los temas de actualidad científica, Barrett traza un panorama global sobre la
situación de dominación de ciertos grupos raciales sobre otros se subraya a través de una
173
construcción paralela que tiene un componente de clase y otro de nación, que se contrasta
con una nacionalidad o una raza: “un caballero inglés” domina a “un hindú”; “un noble
mayas.” Se destaca que la relación es de explotación económica: unos trabajan para que
Se puede sostener cómodamente que hay razas inferiores. Los sabios lo aseguran,
medidores de cráneos y disectores de cerebros; los sociólogos lo confirman, y sin
duda, la hipótesis contraria parecería absurda a gentes prácticas, viajeros,
empresarios y comisionistas. Un caballero inglés se resigna en Londres a que un
compatriota le lustre los botines, pero en Calcuta tendrá por muy natural que
ejecute tan brillante labor un hindú. Jamás un noble alemán, arruinado o
deshonrado, y remitido a las vagas colonias de África, se considerará semejante a
los indígenas con cuyo oscuro pellejo remienda su bolsillo y un nombre. ¿Cómo
no ha de creerse el industrial de Yucatán superior a los indios mayas mediante
cuya esclavitud, sacramentada por el cura del establecimiento, extrae del
henequén ganancias fabulosas? Si llamamos razas inferiores a las razas
explotables, claro que las hay. (OC II 134)
párrafo comienza con una oración que tiene la claridad y musicalidad de un apotegma,
que puede ganar vida propia fuera del texto, un recurso que se repite en la prosa de
Barrett. Como ha señalado Donoso: “De muchas de sus Moralidades se podrían sacar
aforismos, que serían como la esencia misma de sus sentires más íntimos” (Un hombre
174
efectivamente realizado del participio pasado pasivo “explotadas” del final, es
dramatizada en la oración con el uso de un adverbio de seis sílabas, que demora el avance
comentado Corral, para Barrett, “La base del sistema colonial radica, en última instancia,
los candidatos. Se les vende alcohol o, como Inglaterra a los chinos, opio. Los japoneses
se negaron a intoxicarse, y los acontecimientos han demostrado que hicieron bien” (135).
cuyo control definitivo se había verificado recientemente en ambos países, como ejemplo
175
Si no vale la pena explotar directamente las razas inferiores, se las rechaza, se las
confina y se espera, cazándolas de cuando en cuando, a que desaparezcan,
minadas por la melancolía, la miseria y las enfermedades y vicios que las
inoculamos. Es lo que hacen los yanquis con los pieles rojas. Es lo que hacen os
argentinos con sus indios … (135)
expediciones con presuntos fines de conocimiento como las misionales: los involucrados
con las primeras son llamados “exploradores pseudos-científicos”; los otros son
“misioneros pseudos-religiosos” (135). El artículo concluye con una referencia del aquí y
ahora de la escritura, nuevamente vinculada a una denuncia, comentando con ironía una
práctica de colonización interna de una raza sobre otra en la Argentina. Para dar la nota
final del humor amargo de la pieza, resulta fundamental la paradoja tácita que se plantea
final próximo se anuncia; de hecho están prácticamente extinguidos hoy. Como en otros
artículos que hemos analizado, el último párrafo abre con una exclamación:
imperial de unos grupos raciales sobre otros, motivado por el interés económico y
176
sostenido con la violencia. También tocan el tema de las desigualdades entre las razas de
manera muy aguda otros dos artículos de Moralidades que aparecen en el primer tercio
halagüeños, como vimos en el Capítulo 2 que hace “El impudor del yanqui”:
No pasa un día sin que los admirables, los nunca bastante imitados yanquis
descuarticen un negro o dos. … Además, ¡qué rapidez! Time is money. ¿Qué hay?
Dicen que un negro ha pegado a un blanco. Dicen que un negro ha caloteado a un
blanco. Dicen que un negro ha hecho el amor a una blanca. Ahí sale el negro
huyendo. ¿Es él? Y si es él, ¿es culpable? ¡Bah! Es negro. Nació con la culpa
pintada a la piel. (OC I 260)
El tercer artículo de Moralidades que trata la cuestión racial con un fuerte acento
hipócrita de la desigualdad; el foco de la crítica es, otra vez, sobre la raza “sajona.” Sobre
Donoso habla del “buen humor paradójico” del escritor, al decir: “Frecuentemente Barrett
mojó su pluma en agrio zumo de ironía para herir más hondo: no olvidó la sentencia del
epigramático latino, que fustigaba con la sonrisa a flor de labios” (222). Ciertamente, el
177
final de “Los colmillos de la raza blanca” parece un buen ejemplo de esa acidez
implacable. Con una fingida interpelación a los dominados del mundo, Barrett deja de
manifiesto que el dominio imperialista es implacable; que no es posible negociar con él.
Otra vez, destaca que los motivos reales de la dominación son económicos, y que la
violencia defiende las ganancias. La conclusión obvia es que la única respuesta posible
resulta ser la rebelión, como comienzan a anunciar los recientes alzamientos que se
Estos tres artículos de Moralidades dialogan con otro de Mirando vivir que puede
caso inicial, ya dado por conocido, es la explotación del caucho; y la yerba mate
178
geopolítico, que habla de zonas de influencia de imperios formales e informales, atraviesa
de viaje planetario que habría hecho el cuerpo del monarca belga Leopoldo II tras su
extraña de lo vaporosos que resultan los miembros de su corte, paradoja que le permite
deducir su estado: “Puesto que todo está muerto alrededor de mí, pensó juiciosamente, el
muerto soy yo.” Comienza entonces a desplazarse. Viaja primero a Francia, pensando en
abandona el uniforme militar con que lo habían amortajado y “comienza a nadar sin
tregua, siempre hacia el Sur.” Claro que se trata de una dirección no sólo geográfica sino
mientras las cosas y las personas a su alrededor van volviendo a ganar presencia material.
179
tomadas en el Congo,” el monarca termina de desmaterializarse y encuentra su destino
exquisita; Corral lo describe como “un acto de venganza literaria” (El pensamiento
cautivo 241). Sin énfasis, el narrador concluye la historia con un comentario que alude de
continente africano—no usa una sola palabra de connotaciones negativas, con excepción
dos momentos de reflexión de Barrett sobre su lugar de intelectual y sus ideas. El primero
“intelectual auténtico,” descripto como “un joven sucio y elocuente” que responde a las
serio, un loco tranquilo con el cual las personas normales y equilibradas se divierten
cuando el desdén se los permite.” Sus palabras son “lo mismo que el mar y las puestas del
sol”: un espectáculo gratuito para “el filisteo,” “el burgués” (OC II 104). Claro que hay
180
algo más filoso por debajo de las bellas palabras que entretienen. Sigue luego una
transición; el intelectual cuenta que su presencia no es tan inocua como parece. Detrás de
asunceña con sus primeras conferencias y sus artículos, el escritor pasó a las denuncias de
Los yerbales y las conferencias a los obreros. Argumenta el “intelectual” que hay algo
“energía anarquista.” El párrafo más serio del artículo concluye volviendo al tono ligero y
sus esfuerzos y, a la vez, se ríe de sí mismo. Es un artículo ligero, dirigido a sus iguales.
relación con las ideas de Barrett, que cerrará nuestro análisis de Moralidades. Es, quizás,
sindicalistas y obreros, el texto abre de manera muy directa y explícita, con un resumen
de la propuesta de Barrett de abolir las leyes, haciendo que las sociedades dejen de tener
181
una autoridad que monopolice el uso de la fuerza. Su propuesta implica la disolución del
“evolución,” dice, “verían de qué modo a medida que disminuía el espíritu de autoridad,
ejemplifica este proceso han devenido clásicos de una versión de la historia de la ciencia:
Galileo que se atreve a pensar más allá de los libros de Aristóteles y sus comentaristas.
Después de explicar el modo como los científicos someten al escrutinio “de todos”—es
reconocer autoridad, por basarse en el “libre examen,” podría decirse que la ciencia es
científicas? ¿Era a comienzos del sigo XX, efectivamente, abierto a todos el escrutinio
científico? Por otra parte, como la ciencia ha progresado, supuesto no cuestionado, y que
182
revela un transfondo positivista en Barrett, ¿las sociedades deberían basarse en el mismo
principio? Es muy interesante ver que la actividad científica, que en los artículos anti-
“sometido por Barrett a una fuerte crítica” (El pensamiento cautivo 167). Ciertamente, la
cuestión merecería un análisis más detallado, que está fuera del alcance de nuestro
raza blanca” que Barrett habla de las carabinas y de Darwin más o menos en los mismos
términos. Creemos que es oportuno recordar aquí el comentario de Yunque sobre la falta
de unidad de la obra de Barrett, que no llegó a construir un sistema. Algo similar puede
social se basa en la posibilidad de que las sociedades tengan leyes que las gobiernen,
como las naturales; leyes que todavía la sociología no ha encontrado. Barrett rechaza
también esta alternativa. Sostiene que, aunque se determinaran esas leyes, no habría que
analogía muy simple. Sostiene Barrett que las leyes implican una limitación a las
sociedades actuales “como el pie chino dentro del borceguí, como el baobab dentro del
183
Su propuesta no acepta concesiones, aunque Barrett reconoce que se trata de un
objetivo utópico. Hay que aspirar a abolir las leyes, no a cambiarlas, proclama:
Que nuestro ideal sea el más alto. No seamos prácticos. No intentemos mejorar la
ley, sustituir un borceguí por otro. Cuando más inaccesible aparezca el ideal, tanto
mejor. Las estrellas guían al navegante. Apuntemos enseguida al lejano término.
Así señalaremos el camino más corto. Y antes venceremos. (134)
de la educación. Parece una alusión a un tópico muy tratado, sobre el que no es necesario
insistir: “¿Qué hacer? Educarnos y educar. Todo se reduce al libre examen. ¡Que nuestros
Roa Bastos considera a Barrett “un predicador moral más que un agitador de
barricada que sentía horror por toda clases de dogmatismos, incluso contra el que podía
184
derivarse de sus propias ideas.” De este modo, califica su anarquismo de “humanista y
político, que no excluye sentimientos religiosos, aunque el escritor fuera muy crítico de
redentorista,” debe decirse que los tres personajes más citados por el escritor son
Jesucristo, Anatole France y el escritor ruso, en ese orden. Zola, inspirador de su gesto de
“yo acuso,” como vimos en el Capítulo 2, está en cuarto lugar, según el estudio de Corral
(El pensamiento cautivo 346). En este sentido, este crítico ha destacado que el
anarquismo de Barrett tiene elementos de una “filosofía del cambio” y fuertes bases
éticas, aspectos que entran en relación con una estética, en la medida en que, basándose
en la figura de Tolstoi, su propuesta pone en planos próximos “el poeta” y “el profeta.”
Comenta Corral que puede notarse aquí “la influencia del ‘anarquismo literario’
característicos de los ambientes artísticos del fin de siglo español con los que Barrett
Ahora bien, según Andreu, en Barrett las ideas anarquistas, que vienen de Europa,
doctrinario nunca viene a chocar con el legítimo sentimiento nacional. Dicho con otras
185
de Europa y que no le era en principio destinada” (41). Este crítico agrega que esa
“adhiere, en grandes líneas, a la retórica tradicional del arte burgués contemporáneo.” Por
Sin embargo, esto no impide que la escritura de Barrett tenga marcas claras y
anarquismo al escribir: “se extremaba en sazonar sus textos con todo tópico del acervo
todo en el Paraguay, donde pasó de las palabras a los hechos, en la forma de denuncias
concretas. ¿Qué pasó en el Uruguay, donde Barrett fue tan bien acogido, y celebrado por
comienzos del siglo XX como de gran afinidad con “las ideas anarquistas,” que eran
conocidas por públicos cultos aspecto pero también por el “hombre de pueblo.” Su
comentario permite ensayar una explicación acerca de la tan favorable acogida de los
incendiarias:
186
pontificias, colegios jesuíticos), el predominante laicismo (que culminó en la era
de Batlle) y la gran afluencia inmigratoria, hicieron del Uruguay un país muy
receptivo para las ideas anarquistas, conocidas desde el siglo XIX por muchos
uruguayos a través de las obras de Proudhon y de Reclus, cuyo nombre (junto al
de otros sabios) aparece grabado en el frontispicio de la Universidad de la
República. En ningún país de América latina, las ideas anarquistas llegaron a ser
tan familiares al lector culto, al político, al intelectual y al hombre de pueblo.
(LXV)
Hay que reconocer, sin embargo, que Barrett no participó de la vida política en el
Uruguay, y que no escribió sobre la política de ese país, aunque se permitió algunas
las jóvenes repúblicas americanas es copiar al viejo mundo: siguen siendo colonias” (OC
225).
de abolir todo ordenamiento social, ni los argumentos con que la defiende. Lo que
los estados. Volviendo al texto de “Mi anarquismo,” vemos que, para ejemplificar su
argumento acerca de que las leyes coartan la creatividad humana, apela a una imagen de
Las nueve décimas de la población terrestre, gracias a las leyes escritas, están
degeneradas por la miseria. No hay que echar mano de mucha sociología, cuando
se piensa en las maravillosas aptitudes asimiladoras y creadoras de los niños de
187
las razas más inferiores, para apreciar la monstruosa locura de ese derroche de
energía humana. ¡La ley patea el vientre de las madres! (OC II 135-136)
Como muestra la exclamación del final de la cita, una vez más, la verdad última
del gesto de Barrett es afectiva, antes que racional. La ley es, para Barrett, la realidad
social, el orden que promueve el estado de cosas, que tiene aspectos tan injustos, tan
desesperantes como los que denuncia en Los yerbales, en “Buenos Aires,” en “Los niños
tristes.” Por eso Barrett no quiere las leyes. El anarquismo de Barrett es mucho más su
denuncia, su indignación, que su propuesta razonada. Esto puede verse en algunas de sus
exaltando, en elocuente clamor, sus ideas, chispas rojas de su fragua siempre encendida”
(201). Insistiendo en la misma idea, señala un poco más adelante: “Rústico, violento,
arrebatado por las exaltaciones de un nuevo Ezequiel. Tremante solía ser el eco de su voz
y rojos los carbones encendidos de sus palabras” (202-203). Y otra vez: “Sin reparos
gritó alto y recio, porque nunca supo acatar esa fácil oportunidad de callar” (209).
188
Ciriaco Duarte destaca el tono encendido de Barrett, en particular, en los textos en
que Barrett habla del sistema social y las formas del gobierno:
este modo, Yunque señala que las emociones en los textos de Barrett tienen que ver con
quienes quisiera dirigirse y por quienes habla, como vimos en el análisis de “No mintáis.”
de los recursos naturales. Dice Yunque acerca del carácter de “Maestro” (sic) de Barrett,
189
intercalan algunos relatos ficcionalizados—si no totalmente ficcionales, como “Noticias
específico, Cuentos breves. Del natural, publicado en 1911, también por el editor
Sorprende leer que Barrett no tiene “ninguna obra artística,” según Fernández
Vázquez (89). Foster también dice que “Barrett no escribió una sola página que pueda
Barrett, sino que son meras afirmaciones acerca de los géneros que cultivó este escritor.
Ahora bien, esta interpretación supone que estos dos críticos desconocen el volumen
comentado. Es cierto que se trata de un solo volumen, que no fue compilado por el propio
autor. Pero no puede menospreciarse el hecho de que algunos de esos cuentos hayan sido
Bastos, que incluye tres cuentos de Barrett, mientras que de la mayoría de los otros
escritores recoge sólo uno—con la excepción de Josefina Plá, con dos; y de Roa Bastos,
con cuatro. No requiere demasiado comentario el destaque que significa el hecho de que
el nombre de Barrett aparezca ya en el mismo subtítulo, iniciando una tradición que lleva
nada menos que al Premio Cervantes de las letras paraguayas. Los cuentos compilados
190
por este crítico son: “De cuerpo presente,” “El maestro” y “A bordo.” También reproduce
bordo,” a los que se agregan esta vez “Regalo de año nuevo” y “El amante” (134-143).
“reputación de cuentista se funda hoy en sus treinta y seis Cuentos breves,” a los que
suma otras piezas narrativas publicadas como artículos—como vimos con el ejemplo de
“Magdalena” (Augusto Roa Bastos 90). Miguel Ángel Fernández señala que los relatos
breves de Barrett tienen “especial interés,” y que puede notarse en ellos “la huella del
decadentismo finisecular.” Este crítico destaca su “realismo,” entendido éste como una
Forteza habla del “verismo” de Barrett, oponiendo este estilo a “la escuela
efectista, último resto del decadentismo literario y del verbalismo cientificista de fines del
Este crítico va un paso más allá, convirtiendo a Barrett en miembro de una tríada junto al
que precursores “de la era de la sinceridad” (24). Y describe esa “sinceridad” en términos
191
que resultan característicos del “realismo social,” anticipando el juicio de Roa Bastos
Por otro parte, un escritor como Yunque considera “obras maestras” los cuentos
“El maestro,” “El regalo de año nuevo” y “La cartera.” Habla de la sutileza de la escritura
En los cuentos, como en los diálogos, Barrett es más sutil que en sus artículos; su
satírica agresividad, se hace piadosa ironía; su rugido se vuelve sonrisa. Es más
delicado pero no es menos vigoroso y lleva siempre un fin de profilaxis social.
Hay cosas aquí por las que Anatole France, Dickens y Cervantes se pondrían de
pie para cogerlas y apropiárselas. Hay humor e ironía, piedad y ternura, gracia y
belleza. (Rafael Barrett 39)
Miguel Ángel Fernández destaca tres cuentos. De “El maestro” comenta que, en
él, Barrett “ha configurado una patética situación humana mediante una estructura
narrativa rigurosa y una expresión precisa y sugerente al mismo tiempo, sin concesiones
cuentos, “El propietario” y “El pozo,” debido a “su valor simbólico-ideológico y por la
A pesar de estas valoraciones críticas tan positivas, creemos que son pocos los
cuentos de Barrett que alcanzan la calidad de sus mejores artículos. De los mismos puede
192
decirse, sin embargo, que varios de ellos tienen el interés adicional de vincularse bastante
una última broma macabra: sus alumnos dejan una rata muerta en su almohada la noche
misma en que fallece durante el sueño (OC III 14-151). Por otra parte, “Regalo de año
joven intelectual casado y padre de tres niños, que lucha con su esposa para sacar
adelante su casa. Tiene el protagonista unos tíos ricos, con quienes se visita dos o tres
veces por año. En un año nuevo, mientras los sobrinos están festejando modestamente,
los tíos llegan a casa con un regalo entre gran alharaca. Hay expectativa en los sobrinos:
¿qué será ese regalo, el primero que les dan los tíos, algo que, dicen, “les servirá para mil
¡Todos los diarios del año!” La decepción no se describe con palabras. Queda marcada,
solamente, la distancia entre las realidades de las dos familias al revelar el contenido del
regalo. Suiffet ha comentado de este cuento que los diarios viejos representan “la
Roberto Arlt—si puede encerrárselo en esta clasificación—es “La cartera.” Los editores
de las Obras completas no han podido determinar dónde fue publicado originalmente.
193
agradecérselo, lo maltrata y lo increpa. Tras hacer ostentación de su riqueza y sus lujos,
se niega a darle una propina—aunque el pobre argumenta que necesita dinero para su
El cuento concluye con un breve párrafo en que se revelan las motivaciones del
provocador: “Y el señor sonrió considerando que por algunos instantes había convertido
un esclavo abyecto en hombre, él, que tan acostumbrado estaba al fenómeno inverso”
(OC III 194). Nuevamente, como en algunos de los artículos de Barrett, vemos la
Significativamente, este cuento tiene ecos del artículo “Nuestro programa,” publicado en
advierte que las clases oprimidas antes deben indignarse, rebelarse, reconocer la situación
de dominación y luego educarse. Sólo así podrán recuperar sus derechos. En sus primeros
194
inteligencia bastante valiente para mirar cara a cara la verdad y confesarla, y a su
corazón bastante valiente para mirar cara a cara la justicia y defenderla.
¿Instruir? No es lo esencial. ¿Enseñar gramática y química a un esclavo? ¿Para
qué? Lo que hay que enseñarle es que aborrezca su estado, que sufra y se
desprecie y se indigne, que ame la libertad más que a la vida. No es cuestión de
ciencia. No es ciencia lo que hace falta, sino conciencia. (Citado en Muñoz El
pensamiento vivo 52)
de la “cuestión social.” Hay otros dos, sin embargo, que avanzan muy explícitamente en
1909, se describe la escena de conspiración entre los patrones, cuyos resultados pueden
verse en Los yerbales. Transcurre en un vapor que remonta el río Paraná, la gran vía
fluvial que vincula Buenos Aires con los yerbales y los obrajes. Relata una serie de
escenas en la cubierta del barco; diálogos deshilvanados que tienen en germen historias
enteras. La anécdota que articula las escenas es la de un niño que se cae al agua sin que
nadie lo advierta. Algunos de los diálogos tienen un muy conciente tono modernista,
como cuando un novio pregunta a su amada: “¿La Eglantina está triste?” Entre
195
puramente económicas, que ponen de manifiesto el poder de sus decisiones sobre la vida
de los trabajadores:
—Ahora hay que traer obreros de Misiones. Se han concluido de este lado—decía
el comerciante gordo.
—No aguantan ni diez años en el monte, responde el otro. (OC III 153)
cuento revela también, con su laconismo, que la denuncia de los yerbales ya está, de
algún modo, instalada en la opinión pública. Es decir, alcanza con aludir a algunos
tópicos puntuales de la misma para evocar toda la explotación que está detrás: la
orientación exportadora; la vinculación con las subas y bajas del mercado internacional;
entre dos equipos de vestidos y joyas para asistir a la cena que ha organizado. Parece
decidirse por uno, aunque deja el otro preparado. Arregla, entonces, con un servidor,
196
quien vuelca mayonesa sobre su primer vestido—momento en que todas las miradas se
dirigen a él, y el narrador comenta que “en otras circunstancias, habría sido linchado.” La
señora tiene así una excusa para lucir también el segundo conjunto, y deslumbrar dos
veces a sus invitados. El transfondo anti-imperialista del relato pasa a primer plano de
manera directa en una breve descripción que el narrador hace de los asistentes a la cena:
hay allí un “príncipe latino” empobrecido, sobre quien se dice que su “título sonaba como
wagnerianos son las posesiones del anfitrión y los otros asistentes, los poderosos
“Smart” dialoga con artículos como “El impudor del yanqui,” “Razas inferiores,”
“Lynch,” “Los colmillos de la raza blanca,” entre los que hemos comentado; u otros,
norteamericano “pasa de los cinco mil millones,” por lo que se dice que “Rockefeller es
en nuestro planeta el Himalaya del oro” (OC I 153). Ciertamente, la obra de Barrett
representa una compleja, por momentos deshilvanada pero siempre insistente, reflexión
sobre el nuevo tablero internacional de comienzos del siglo XX, dominado por poderosas
a partir de la cual abre importantes líneas de análisis para considerar diversos fenómenos
197
Relatos que dialogan: Barrett entre los dos Quirogas, la selva y los mensús
sugerencias de Roa Bastos, entre otros críticos, nos hemos referido brevemente a aspectos
lugar sumar otros dos comentarios; para concentrarnos luego, con más detalle, en una
Entre los aportes críticos que quisiéramos sumar se cuenta el de Suiffet, quien
escribiendo, como dijimos, en 1958, considera que podría considerárselo “el precursor de
sino como relato.” Su listado incluye a autores que van más allá de la cuenca del Plata,
como Rómulo Gallegos “con sus negros venezolanos”; José Eustasio Rivera “con su
Vorágine venezolana” (sic); Benítez Vinueza “con su pieza ‘Aguas turbias’.” Suiffet
luego subraya un aspecto que consideramos muy importante: su énfasis en ver al hombre
en la naturaleza, no a la naturaleza sola. Como destaca esta crítica, Barrett “fue quien
supo primero que todos dirigir la mirada a una situación humana, en la cual no se había
198
Cuatro décadas más tarde, Fernández Vázquez encuentra en Barrett el origen de
dos líneas que marcarían la novelística latinoamericana del siglo XX. En primer lugar,
en Icaza, “por la defensa constante que realiza del pueblo guaraní y de su lengua.” Se
contra-discurso neocolonial de los recursos naturales tiene en las novelas indigenistas una
paraguayos” (99).
Con todas sus diferencias, ambas citas mencionan obras que consideramos están
criterios que exceden los de adscripción a una literatura nacional, así como a
situaciones.” Nosotros decimos que aluden a una matriz narrativa similar, relacionada
con una incipiente reflexión sobre el neocolonialismo. Es por esta razón que, para
que no alcanza con señalar la saga de narrativa sobre la explotación en los yerbales.
199
saga: por ejemplo, la novela del “realismo social” argentino El río oscuro (1943) de
Alfredo Varela, menospreciada por Jitrik (Horacio Quiroga 45) y Rodríguez Monegal
(Las raíces 154), pero valorizada por Foster (Social Realism (124-142) y Abelardo
Castillo (“Lo que pasó” 13), entre otros. También, podemos agrupar aquí una novela
olvidada y olvidable como La caá yarí (1945), de Alejandro Magrassi; o una celebrada
novela del boom, como Hijo de hombre, de Roa Bastos (1960). 16 Nuestro propuesta, sin
embargo, es más amplia: nos interesa destacar que Barrett fue precursor en América
locales en relación con una situación imperial, que requiere pero que excede su denuncia
unas líneas a mostrar el modo como Los yerbales impactó en la visión de la selva
misionera como espacio literario e ideológico para un autor al que la lectura dominante
Como adelantamos, nos referimos a Quiroga. Creemos que este análisis puede ser
interesante tanto para entender cómo pudo haber circulado tempranamente la obra de
sobre todo, para presentar algunos de los textos del uruguayo—una de las mayores
podría incluso postularse que una parte de la obra de Quiroga contribuye a amplificar el
200
Barrett y Quiroga fueron estrictamente contemporáneos: el primero nació en 1876
en España; el segundo en 1878 en la localidad uruguaya de Salto. Los dos se mueven por
varios de los mismos espacios, aunque con una cierta disonancia: ambos están en Buenos
intelectualidad de Montevideo en la primera década del siglo XX: tienen trato directo y
son apreciados por Rodó, figura clave del campo. Mientras Barrett publica en
reproducen sus artículos. Además, los dos escritores publican en algunos de los mismos
medios, sobre todo, la revista Caras y Caretas de Buenos Aires—una publicación muy
aspiración que supone dedicar una importante atención a los lugares de publicación. 19 Es
difícil imaginar que Quiroga no haya sabido de Barrett, y leído algunos de sus textos.
Podemos presentar otro dato interesante, aunque no quisiéramos forzar la relación porque
201
Monegal, Quiroga participa de una empresa no demasiado exitosa para el cultivo—no la
argentino (El desterrado 119-120). Esta cercanía con el asunto podría justificar un interés
mayor de Quiroga por la lectura de Los yerbales, publicada apenas dos años después.
Finalmente, Muñoz sostiene que Forteza, el autor del libro Rafael Barrett. Su obra, su
anterior, es primo de Quiroga por parte de madre. No sólo eso: señala que la edición del
libro en Buenos Aires en 1927, fue realizada con apoyo del propio Quiroga (“Rafael
¿Cuál es, entonces, la relación entre Quiroga y Barrett? Cuando Abelardo Castillo
analiza los autores cuya obra fue importante para Quiroga menciona, además de a
que también leyó a Rafael Barret (sic)” (“Liminar” 30). Roa Bastos es más asertivo,
declarando sin atenuantes, que encuentra en los cuentos de Quiroga una “proximidad”
que abarca diversos aspectos, entre ellos cuestiones formales además de temáticas. A
partir de la cita de Roa Bastos podría pensarse tanto en una relación por lectura directa de
la obra de Barrett por parte de Quiroga, como una relación indirecta, a través del impacto
202
lenguaje, en su concepción y en el tratamiento de los temas y problemas de la vida
del hombre concreto en una situación concreta de la sociedad; ese núcleo de
convergencia interna que se torna después en foco de irradiación permanente, de
universalidad en la unicidad personal; no son únicamente los vestigios de uno en
los otros sino, más vale, los trazos y el signo del tiempo cuyas leyes son captadas
por temperamentos afines, por más diversas, fragmentarias y disímiles que
pudieran aparecer en su elaboración sucesiva. (XXX)
Maeztu cuando señala que Barrett “corrió el velo espeso que cubría la selva
sudamericana a los ojos del mundo”; y se convirtió en “el descubridor de América para
los americanos” (11 y 12). Si no el único o el más importante, uno de los aportes
fundamentales de Barrett fue hacer visible la selva misionera como ámbito de explotación
frontera interna donde el imperialismo toca tierra, con la fuerza de un tornado, dejando en
líneas de fuerza de la explotación a la distancia: la selva como ámbito brutal en tanto que
de ciertas poblaciones locales, Barrett hace visible la selva misionera como frontera
203
Postulamos, entonces, que puede analizarse el diálogo de la obra de Barrett con la
de Quiroga en dos niveles: uno muy abstracto y otro muy concreto. El primero es el que
está relacionado con la lectura que Jennifer French hace de Quiroga, cuando lo presenta
informal imperialism and the modern experience of capitalist expansion” (69). En este
sentido, no sólo Los yerbales sino, como vimos, otros trabajos de Barrett articulan una
clara visión sobre la situación de dominación neocolonial a que está sometida la región.
En la misma línea, French hace una observación sobre la relación entre hombre y
naturaleza en Quiroga que es muy similar a las que hemos hecho sobre Barrett:
In many of Quiroga’s stories, the problem is not the inherent malignity of the
jungle, but the way the capitalist exploitation transforms local workers’
reasonable logical relationship with the land into an irrational and mutually
destructive situation. (62)
evidencian el impacto, directo o indirecto, de Los yerbales y del contexto político en que
Barrett escribe estos artículos—o, más correctamente: del contexto que esos cuentos
contribuyen a construir. Esos cuentos son “Los mensú,” publicado en la revista Fray
de una novela corta de Quiroga, descuidada, casi olvidada por la crítica, y que puede
204
difiere en el tratamiento en aspectos cruciales—y es en este aspecto en el que más nos
interesa. Nos referimos a Las fieras cómplices, publicada en cinco entregas sucesivas en
Al elegir los tres cuentos señalados nos apoyamos en una agrupación que ha sido
adoptada por otros críticos, y que no es sólo temática: suele incluirse estos cuentos entre
los que tratan “la cuestión social,” agrupándolos en general junto a algunos otros; o
cuentos y la novela corta ha sido menos destacada; entre los críticos que se detienen a
analizarla se cuenta Gustavo Luis Correa. 22 Detrás de la agrupación de los tres cuentos,
por otra parte, resuena una polémica tácita entre los críticos que consideran los cuentos
relatos. 23 Polémica tras la cual se cuela, en realidad, otra más amplia, que tiene que ver
con si Quiroga es o no un escritor “de tema social,” cuestión analizada con detalle por
Roy Howard Shoemaker (191-192, n. 39). Ambas exceden el alcance de este trabajo: aquí
el nivel concreto por dos razones: en primer lugar, porque de algún modo, ambos
205
enfoques están relacionados, en la medida en que, creemos, Los yerbales es el ejemplo
despliega en varios de sus textos. Es, entonces, el caso que ilustra de manera más
representativa una situación sobre la que este escritor habló también de modos más
abstractos—aunque quizás no tan eficazmente o con tanta repercusión. Es por eso que,
sido valorizado, sobre todo, como el autor de Los yerbales: ese texto puede pensarse
entonces, una reflexión más amplia, extendida en la obra de Barrett como vimos, y ofrece
caso sobre el que escritores y lectores de la sub-región de la cuenca del Plata pueden
sentirse interpelados. Esta primera razón, entonces, tiene que ver con la obra de Barrett,
La segunda razón que motiva el que nos concentremos en el diálogo entre Barrett
y Quiroga a nivel concreto tiene que ver con la obra del uruguayo: es porque creemos que
está relacionado con la sorpresa que produce el hecho de que una parte importante de la
crítica haya aceptado sin cuestionar el origen únicamente observacional de los relatos
interpretación para ser inteligible. Y en esto, los discursos previos, literarios o no, son
206
clave: por lo cual, olvidar a Barrett cuando se analiza a Quiroga es un descuido; y el
comentario de Roa Bastos sobre la relación entre la obra de ambos resulta, entonces, un
aporte capital.
nuestro interés por trazar la genealogía del contra-discurso neocolonial de los recursos
naturales, proponemos otra lectura de la actitud “realista” de Quiroga: la que tiene que
que, al igual que Barrett debe ser “paraguayo” para escribir Los yerbales, Quiroga quiere
ser “misionero”—mostrar que estuvo allí, que conoce todo de primera mano—entre otros
motivos, para tratar la problemática de la zona. Esto hace de Quiroga, como hizo de
señalado la crítica, parte tanto de la observación del natural como de la lectura de ciertas
obras literarias, por ejemplo, Rudyard Kipling. En algunos casos, esa influencia literaria
Borges. Para aventar este tipo de crítica, Rodríguez Monegal, en un gesto que se volverá
207
canónico, destaca “la realidad” que fue la fuente de los cuentos de Quiroga, refiriéndose
Pero hacia 1912, cuando comienza a escribir sus cuentos de monte, allá en San
Ignacio, lejos de toda actividad literaria y solo, la historia era distinta. Quiroga
hollaba caminos y no lo sabía. … Pudo seguir la ruta del Modernismo; pudo
continuar escribiendo cuentos basados en otros cuentos (Borges resumió un día su
oposición generacional a Quiroga en esta frase lapidaria e injusta: ‘Escribió los
cuentos que ya habían escrito Poe o Kipling’). Pero la realidad se le metía por los
ojos y tocaba dentro de él una materia desconocida. Misiones era descubierta pero
al mismo tiempo Misiones lo descubría o revelaba. (Las raíces 12-13)
aparente intención inicial de defender a Quiroga del gesto borgeano. Parece sumarse
Misiones donde, entre otros lugares que visita junto al hijo de Quiroga, encuentra la
Bajada Vieja por donde “circulaban los mensús” rumbo a las “bailantas” (Las raíces 105-
106). Y, tras analizar “Los mensú,” “Los destiladores de naranjas” y “Los precursores,”
208
Pero si el puente tendido de lo documental se encarga de colaborar de tanto en
tanto la verdad vigente al margen de la literaria invención, esa verdad impregna,
de otro modo y por vía de constante aprehensión intuitiva, la marcha de relatos
íntegros. Es la fidelidad de lo real—por ejemplo, a la realidad social—lo que le
permite entregarnos sin idealización el espectáculo de los hombres explotados, a
pesar de que el relator ha tomado partido por ellos. Agréguese a la brutalidad de
Los mensú, crudamente caracterizada por el mismo que los compadece …
(Bratosevich 45).
esta perspectiva, volviendo a insistir en la doble vertiente sobre el origen y sentido de los
esta vez hace una valoración positiva de la recreación quiroguiana de estas fuentes
literarias. La visión de French es más sutil que la de Rodríguez Monegal, dado que no
French pero avanza un paso más, al sumar un antecedente discursivo más cercano a la
209
Antes de dedicarnos al análisis de los tres cuentos de Quiroga, que proponemos
publicación de esta obra por entregas es muy cercana a la de Los yerbales; como dijimos,
escritores, entonces, están trabajando sobre una temática próxima casi en simultáneo: han
misma. Hasta allí llegan las semejanzas; ya nos detendremos en las diferencias, que se
atenuarán considerablemente cuando Quiroga vuelva sobre la temática en los tres cuentos
Las fieras cómplices está ambientada en un obraje maderero del Matto Grosso
pero que no se desarrolla. Una lítote en mitad del relato es muy sugestiva en este sentido.
Dice el narrador: “Aquéllos que saben lo que pasa en casi todos los obrajes,
comprenderán perfectamente lo que aquí se oculta: para los que lo ignoran, mucho mejor
que se trata del enfrentamiento entre dos “patrones.” Uno de ellos es el dueño del obraje,
el brasileño Alves: “el perfecto tipo del déspota, iracundo, cobarde, miserable, cruel,
210
“revisador de maderas” italiano, “de una energía a toda prueba” (167), quien se
Longhi toma como su protegido al indio Guaycurú, el más explotado entre los
explotados:
El indio, sobre todo, había sido siempre la eterna víctima de los revisadotes. En el
gran desamparo de su raza y humildad, jamás había podido hacer admitir su
madera por la mitad siquiera. Siempre hallaban que sus vigas estaban mal
encuadradas, o tenían carcoma o habían sido tumbadas en época de lluvia,
siempre algo en su contra. El indio reanudaba mudo su trabajo, que apenas le
alcanzaba para no morir de hambre, y ya hacía veinte años que duraba su violenta
miseria. (170)
encuentro que dará lugar a la revancha. Luego va atrás en el tiempo, para relatar el
volado con dinamita; el segundo es expuesto a las hormigas, que dejarán marcado su
cuerpo para siempre. Ambos sobreviven; Guaycurú sigue en el obraje, pero Longhi es
dado por muerto. Oculto en la selva, el “patrón” piadoso tramará su venganza: domestica
a una leona, que será la que finalmente terminará con la vida de Alves. En la escena de
cierre, consumada la venganza, Longhi se aleja del obraje. Deja atrás a sus dos aliados,
en un cuadro que los hermana, en el último párrafo, en tanto que criaturas igualmente
Longhi tuvo los ojos fijos en la costa, donde el indio continuaba mudo,
desesperado, hasta que la distancia lo borró. Entonces, recostado en la baranda,
mientras el vapor descendía el río, revivió mirando la lúgubre selva, todas las
angustias de esos últimos meses en que había dejado muchas esperanzas que ya
211
no recuperaría, un oscuro y fiel amigo, y una leona que, ronca ya, rugía
desesperada a su amo que la abandonaba. (196-197)
contemporánea de Barrett sobre los yerbales paraguayos tiene que ver fundamentalmente
fuerza—incluso en algunos detalles, como el uso de las hormigas como forma de tortura.
Hay, sin embargo, dos diferencias importantes. En primer lugar, la ambientación remota.
Barrett escribe en Asunción para lectores paraguayos sobre una situación local; Quiroga
hace en Las fieras un relato casi exótico, sobre el que ni autor ni lectores pueden ni deben
diferencia, crucial, tiene que ver con que los antagonistas pertenecen a la misma clase,
dado que ambos son “patrones”: no hay aquí rebelión de los oprimidos, sino mero
enfrentamiento entre dos miembros del grupo de los patrones. Termina predominando el
Quiroga revisa estos aspectos en los tres cuentos en que retoma esta temática; y es
por eso que nos atrevemos a sostener que los mismos evidencian el impacto directo o
indirecto del trabajo de Barrett. No en vano, cierta crítica ha visto esos cuentos de
Quiroga como precursores del mismo tipo de literatura que Suiffet y Fernández Vázquez
realismo social” (152). Entre las obras de esta tradición que Quiroga adelanta, el crítico
212
menciona Los de abajo, de Mariano de Azuela (1916), La vorágine de Rivera (1924),
las dos últimas, pero nos parece significativa la de las dos primeras.
nos parecen importantes en función del diálogo entre la obra de Barrett y la de Quiroga.
De “Los mensú” puede decirse sin exagerar que es la versión de ficción de Los yerbales,
peones por pago de adelanto; el modo dispendioso como los peones lo gastan en la
ciudad en pocos días de diversión; la vida de sacrificios y maltrato a que son sometidos
en la selva; las dificultades que enfrentan para saldar su deuda; las persecuciones
que se cometían con los indígenas en los obrajes americanos” (172), haciendo eco
obraje,” que acaban de llegar a Posadas después de nueve meses, y año y medio de
historia en los obrajes, como en Las fieras cómplices, aunque ahora no en el Matto
Grosso sino en Misiones. A pesar de estar recién desembarcados, pronto los dos peones
firman un contrato por el que reciben un anticipo, que gastan inmediatamente de manera
213
la que citamos de Los yerbales en el Capítulo 2 por la presencia de prostitutas, el
El tono general del relato no parece, en principio, tan fatalista como los artículos
barrettianos. Como se dijo, los peones llegan a la ciudad tras pagar su deuda—o sea que
la deuda puede pagarse. Sin embargo, pronto cambia el tono, volviéndose más oscuro. Se
sobreprecio de los productos. Podeley, el peón más disciplinado del par, el que había
ciudad para curarse, dado que la quinina no lo ayuda. Cuando este permiso le es negado,
a pesar de ser un peón “cumplidor,” decide escapar. El narrador adopta el punto de vista
del mayordomo para dejar ver la crueldad de la situación: “… el mensú que se va puede
no volver, y el mayordomo prefería hombre muerto a deudor lejano” (83). Los mensús
Shoemaker (167) ha señalado que en este cuento aparece por primera vez “el bosque”
como un “desierto”: “… los lúgubres murallones del bosque, desierto del más remoto
¡ay!” (Todos los cuentos 86). Abelardo Castillo también habla de la selva como
214
la cita que destaca Shoemaker, no sólo la caracterización de la selva como “desierto,” en
comparación con la cárcel, dos aspectos a los que nos hemos referido al analizar Los
yerbales.
de tonos tan pesimistas: tras esquivar las balas en un encuentro, los dos mensús huyen por
el río. Podeley muere por la fiebre, pero también de hambre y de frío. Cayé se salva, llega
a Posadas. Sin embargo, no puede salir del círculo de explotación: “Pero a los diez
“Una bofetada” también cuenta una historia de peones de los obrajes madereros
marcada por la relación de explotación. Sin embargo, su tono, más ligero, hace pensar en
nunca recibe nombre: es “un indiecito de ojos fríos y bigotitos en punta.” Por un
incidente motivado por el alcohol en un viaje remontando el río Paraná, el mensú sin
nombre es abofeteado, “de derecha y revés” por Korner, “el dueño del obraje cuyo era el
puerto en que estaba detenido el vapor…” (205). Puede parecer un detalle menor, pero lo
cierto es que se trata de un propietario de tierras y de aguas, nada menos: alguien que
responde a los golpes, amenazante: “Algún día,” murmura. Sigue la vida del mensú,
alternando tiempo en los obrajes y tiempo en Posadas, donde hace vida de gigoló:
215
“viviendo de sus bigotitos en punta” (206), “de la fatiga de sus piernas” (207). No puede
están solos. Shoemaker ha criticado este encuentro inmotivado, “que echa a perder la
del escritor a su criatura, dándole una oportunidad para la esperada venganza. Entonces el
y le corta el dedo índice, “adherido al gatillo” (209). El mensú obliga a Korner a caminar,
Schade ha señalado el eficaz uso del diálogo a lo largo de esta caminata, para marcar el
perder “la bandera”—cuestión que lateralmente alude a un nacionalismo, que resuena con
comentamos. El cuento termina con su exclamación de triunfo por parte del peón: el
cuento. La construcción de esta última oración marca doblemente la cuestión del carácter
incluir una palabra criolla y una frase en guaraní, que dan fuerte color local a la frase, de
asesinato de Korner por el mensú resulta ser “uno de esos buenos homicidios que
216
refrescan el alma, uno de esos casos en que la víctima se vuelve verdugo, y el verdugo,
nos interesa detenernos menos en lo temático y más en el ambiente. Por eso destacamos
por la miseria en este caso, sino por la humillación, que marca la relación de dominación
como un extranjero, “un gringo.” De esta manera, se establece una relación entre el
corpus de cuentos referidos a los “desterrados” europeos, los “pioneros,” y los cuentos de
la explotación de los mensús. Queda así articulada una mirada anti-imperialista bastante
anécdota narrada en Heart of Darkness. Sostiene que ambos relatos de alguna manera
subvierten la relación clásica entre nativo y europeo, “by demonstrating that the true
‘savages’ are not the natives so much as the Europeans who have come to exploit them”
neocolonial que ya hemos destacado en Barrett, al señalar que Los yerbales proponen una
presente en Las fieras cómplices, que enfrenta dos patrones: el brasileño—el local para la
217
historia, aunque no para la escritura y la lectura—es cruel, y el italiano es piadoso. En la
También lo llama “su último gran cuento” (Las raíces 15 y 125). Shoemaker ha
anarquista en la región. 25 A esta altura, ya no queda ninguna duda sobre que Quiroga
conoce a Barrett, dado que este cuento es de 1929, y él había apoyado la publicación del
libro de Forteza en 1927. En algún sentido, entonces, este cuento admite ser leído como
partícipes en la primera rebelión de los peones, cuando comenzó “el movimiento obrero
El peón habla un español marcado por el guaraní, como ya comenta en las primeras
Yo soy ahora, che patrón, medio letrado, y de tanto hablar con los catés y
compañeros de abajo, conozco muchas palabras de la causa y me hago entender
en la castilla. Pero los que hemos gateado hablando guaraní, ninguno de esos
nunca no podemos olvidarlo del todo, como vas a verlo enseguida. (Todos los
cuentos 1052)
218
El relato es irónico, porque habla de una revuelta bastante cómica y fracasada,
Vansuite (“Van Swieten,” según aclara en el cuento una voz no identificada), quien “en
los diez años que llevaba de criollo había probado diez oficios sin acertarle a ninguno”; y
que “trabajaba duro, pero solo y sin patrón” (1052-1053). El líder de la revuelta,
“Una bofetada,” pero trabaja mucho, como los mensús: doble filiación que lo coloca en
una situación ambigua, inestable. Las confusiones de los peones sobre aquello en lo que
están participando dan toques de humor al relato: un enviado del sindicato que esperaban
de Posadas es llamado por ellos “don Boycott” (1054). Como ha señalado Shoemaker, en
este cuento, “lo más acertado radica en la caracterización del narrador y en el lenguaje
que emplea éste” (294). Y allí se ve también, creemos, el diálogo con Barrett: tanto en las
incursiones imprevistas del guaraní en la palabra “en la castilla” del peón yerbatero,
¿La letra, decís, patrón? Sólo unos cuantos la sabíamos, y eso a los tirones.
Taruch y el herrero Mallaria la habían copiado en la libreta de los mensualeros, y
los que sabíamos leer íbamos de a tres y de a cuatro apretados contra otro que
llevaba la libreta levantada. (Todos los cuentos 1053)
alfabetización de los obreros y peones, sobre todo en relación con la alfabetización desde
abajo promovida por el anarquismo, como hemos visto. En síntesis, “Los precursores”
puede leerse como un homenaje irónico a Barrett, como quien señaló el problema de los
219
De este modo, creemos que en estos tres cuentos puede verse la marca de la obra
de Barrett en la de Quiroga, de manera más o menos directa. Por otra parte, las
diferencias entre estos tres cuentos y Las fieras cómplices permiten de algún modo datar
de esa obra. Puede hablarse hasta de una suerte de diálogo entre los autores, tanto en la
perspectiva adoptada. Como hemos visto, es posible rastrear ecos a nivel de ciertos
recursos literarios de los textos, como la analogía de la selva como “desierto” o cárcel; o
en ciertas descripciones, como las que tienen que ver con el modo de vida de los mensús.
Más profundamente y aunque con diferencias y matices, hay entre ambos autores una
los textos que puedan considerarse representativos del contra-discurso neocolonial de los
recursos naturales. Hecha la salvedad, nos interesa mostrar la potencia que alcanza este
discurso en los cuentos analizados, deteniéndonos en una lectura realizada por Juan
Carlos Onetti siete décadas después de la publicación de “Los mensús” y “La bofetada,”
y contrastándola con otras dos lecturas del tema de la selva en tanto que “naturaleza” en
220
Alberto Zum Felde coincide con buena parte de la crítica al señalar que “el tema
misionero” proporciona a Quiroga “sus más valiosas páginas” (“Formas actuales” 172).
Ahora bien, en la lectura de este autor, se trata de una naturaleza misteriosa, que guarda
secretos, pero que es esencialmente eso: naturaleza. Es decir, que no está marcada por los
elementos sociales. Los sufrimientos, los enfrentamientos, las muertes son en esas obras,
ciegas, pero que obedecen a razones que resultan generalmente enigmáticas ante los ojos
humanos. En su visión,
elemento socio-económico tanto al analizar los cuentos ambientados en la selva como los
fuerzas invisibles, representa la coartada que le permite a Zum Felde hacer una lectura
despolitizada, que elimina los conflictos entre distintos grupos sociales, incluso en
“feroz”; la distinción entre ellos no estaría dada por la relación que los vincula, sino por
221
una caracterización abstracta, basada en ciertos rasgos intrínsecos de cada uno. Estos
La lectura que Zum Felde hace de la selva quiroguiana, entonces, no sólo disuelve
el elemento social en la selva, sino que logra invertir el efecto, naturalizando—es decir,
cuentos de Quiroga.
En una posición intermedia encontramos que la selva quiroguiana es, para José
contacto, con otros temas que marcan la problemática “de frontera” en la obra de
Quiroga: la muerte (“que representa la frontera sin regreso”); y la locura (que representa
una frontera poco definida pero que también marca límites que, una vez transpasados,
quiroguiana representa una zona de contacto entre el medio social y el natural, entre “lo
más interesante de su breve análisis es que, si bien José Duarte coloca nuevamente en un
222
plano de relación el mundo natural y el social, lo hace en el nivel de la representación, no
posibilidad—obturada para Zum Felde—de que ambos se influyan. Si bien José Duarte
comprensión de la realidad por parte de sus lectores—en este caso, por parte de un lector
se refiere a sus cualidades literarias. Tras compararlo con Ernest Heminway en la medida
223
aspectos que hemos destacado: la explotación inhumana, las dificultades para la rebelión,
resume Onetti:
cuentos “Los mensú” y “Una bofetada,” acentuando ciertos aspectos; haciendo su crítica
neocolonial de los recursos naturales que hemos señalado: el recurso natural y el grupo
social, ambos parejamente explotados; los explotadores imperialistas; sus cómplices, una
clase local que ejerce la represión cuando es necesario. Finalmente, en este caso, la
matriz narrativa se desarrolla hacia un final con rebelión triunfante: Onetti se decide por
el desenlace de “Una bofetada.” Vale la pena completar la cita, que ocupa un tercio del
224
de Onetti. El que, así, muestra su vitalidad, su fuerza, a través de las décadas.
Continuamos, entonces:
miserable que se les hace llevar, entre el hambre y el paludismo; la violencia que se
ejerce sobre ellos, como hemos visto hasta aquí. Como veremos enseguida, se suman en
favorablemente para el lado del oprimido. Ahora bien: si todos esos elementos están
225
tomados de los cuentos de Quiroga, no por eso el relato de Onetti es una mera
contar las historias quiroguianas, una toma de posición y una actitud de denuncia
desembozadas. Tiene lugar una verdadera apropiación del texto de Quiroga. En este
sentido, varios recursos merecen resaltarse en estos párrafos, que marcan el pasaje de uno
a otro escritor, de uno a otro momento de enunciación. Por ejemplo, la naturaleza y los
en Las venas abiertas de Galeano: “árboles para hachar y hombres para ir desangrando.”
El explotador es una persona en los cuentos de Quiroga, pero Onetti expande a este actor,
tenemos aquí “capataces” o “mayordomos,” para ejercer la violencia como en los cuentos
de Quiroga, sino una “policía mercenaria, asesina y privada” con perros “expertos.” El
almacén es “canallesco”; la empresa es un “buitre”; los años pasados en la selva son, tan
226
cargo del propio Onetti—que, recordemos, está firmando un artículo periodístico, no una
obra de ficción. Cuando finalmente Onetti nombra uno de los cuentos de Quiroga en los
transparente. El lector del artículo de Onetti queda frente a una situación de explotación y
“La bofetada”: se trata de un duelo entre dos hombres, entre dos clases, entre dos
cierre del cuento. Por una vez, gana el machete—el pobre, el atrasado, el oprimido—
frente al arma de fuego. También suaviza el sadismo del mensú, al convertir el corte del
pérdida de sangre—sin mencionar los latigazos. En este cierre, finalmente, Onetti se hace
Termino con una confesión. En uno de sus cuentos, llamado La bofetada, Quiroga
escribe que un mensú, amenazado por el revólver de un capataz rubio, le hace
saltar mano y arma con un voleo certero del machete. Luego le obliga a caminar,
chorreando sangre, hasta que el gringo cae exánime. Entonces el mensú se dirige
en busca de la frontera de Brasil.
La violencia me repugnó siempre. Pero mientras leía el cuento mis simpatías
acompañaban al mensú durante su viaje al destierro. (425)
227
quedado implícito—como dejan de manifiesto las lecturas de Zum Felde o de José
Duarte. No deja de ser sugestivo que, si los artículos periodísticos de Barrett estuvieron,
periodístico el que rescate y vuelva a poner en primer plano, con toda crudeza, la primera
hace Onetti del cuento de Quiroga puede ayudarnos a entender la siguiente etapa del
Notas
1
Álvaro Yunque habla de la viuda de Barrett de manera despectiva y acusadora. Así cuenta la historia del
matrimonio de Barrett con Francisca López Maíz: “Un periodista que estuvo hace años en el Paraguay y lo
conoció, contóme una linda historia de amor, historia de sacrificio de la cual Barrett era muy capaz de ser el
protagonista. Ni eso es cierto. La verdad es menos poética. Barrett casó con una mujer mentalmente
inferior, sólo engañado. Su ingenuidad de espíritu superior fué burlada fácilmente por un político hermano
de la mujer, que emparentándose al escritor pensó ponerle a su servicio. Barrett se negó. Ruptura y
abandono. Después, el hijo” (Barrett 28). Este relato resulta sorprendente cuando se leen las cartas de
Barrett a su “Panchita,” su “Menuda,” su “mujercita adorada,” publicadas en Montevideo en 1963. No sólo
queda en evidencia una gran intimidad y afecto a lo largo de las distintas separaciones obligadas, debidas al
trabajo de agrimensor de Barrett, a su encarcelamiento, su destierro, y su viaje final a Francia. También se
da razón de su colaboración en el trabajo de Barrett, resumiendo la correspondencia y recortando los
artículos publicados, entre otras tareas. Por otra parte, resulta bastante claro que los esposos compartían una
misma visión sobre la tarea política del escritor. Es notable que la viuda de Barrett, en la Introducción a la
edición de las Cartas íntimas del escritor, se haya referido a la situación del Paraguay en el contexto
internacional en la década del sesenta en términos que resultan insólitamente barrettianos y perfectamente
compatibles con el contra-discurso neocolonial de los recursos naturales: “Si Rafael existiera, ya lo
hubieran encerrado en una cárcel, en esta época de poderosos explotadores de pueblos ‘atrasados’, que
apeligran a la humanidad entera con su sed insaciable de ganancias” (9).
2
Los compiladores de las Obras completas de Barrett sostienen que Lo que son los yerbales paraguayos
“hace parte de ‘El dolor paraguayo’ ” (OC I 35). Hemos tenido acceso a la edición original de El dolor, y
hemos comprobado que no es así. Ver: Rafael Barrett, El dolor paraguayo (1911).
228
3
Los artículos incluidos son: “El genio nacional”; “La verdad”; “Tristezas de la lucha”; “Horas de
angustia”; “Tiros en el Paraguay”; “El oro”; “La inundación”; “Esclavitud”; “No mintáis.” Los
compiladores explican estas inclusiones—que repiten en otras obras, como veremos—sosteniendo, en
términos generales, que “ha sido imprescindible reformular desde la base la clasificación hasta ahora
contemplada en las anteriores de las Obras Completas”; las que, en su mayoría, correspondían al criterio de
los editores, debido a los pocos libros que llegó a preparar el propio Barrett. Ahora bien, para justificar la
modificación de los criterios utilizados por el escritor en las obras por él editadas, argumentan
adicionalmente: “Los tres libros preparados por Barrett para su edición lo fueron a título de ‘selección’ o
‘antología’ de sus artículos, sin unas perspectivas de clasificación totalizante. Es previsible que si se
hubiera planteado una edición más amplia y general de sus escritos, el propio Barrett los hubiera clasificado
de otra manera” (OC I 34). Debido a estas modificaciones, seguiremos la edición original de El dolor,
apoyándonos en las Obras completas sólo en función de la información referida a los lugares originales de
publicación de los artículos, y en relación con dos artículo nuevos que nos interesa comentar, “No mintáis”
y “Tristezas de la lucha.”
4
No sería aventurado suponer que hubo una operación editorial en relación con la supresión de “Jurados.”
En este texto, Barrett argumenta en contra de los juicios por jurado y el sufragio universal con un fuerte
tono irónico, que lo hace de difícil interpretación, y que admitiría una lectura elitista. Sin embargo, uno de
los editores de las Obras completas, Miguel A. Fernández, fue también compilador de la edición de El
dolor paraguayo de Biblioteca Ayacucho, donde “Jurados” sí fue incluido (1978, 46-47).
5
Rodríguez Alcalá, siguiendo a Plá, considera que esa línea crítica reaparece con los cuentos de “intención
denunciatoria” de Julio Correa, en 1930 (Augusto Roa Bastos 94).
6
Como apuntamos en la nota 27 del capítulo 2, Barrett consideró junto a su esposa la posibilidad de
establecer una “escuela para niños descalzos” en el Paraguay. También los dos apadrinaron a un niño
maltratado por su familia, Carlos Alberto Le Moulnier (Cartas íntimas 25).
7
Esta distancia entre el escritor que representa y los representados está también dramatizada en relación
con las ventajas y comodidades de clase en otros textos de Barrett. En “Tristezas de la lucha,” publicado el
30 de agosto de 1908 en Germinal, y no incluido en la edición original de El dolor pero sí en las Obras
completas, un Barrett en arresto domiciliario por sus actividades políticas reflexiona sobre sus privilegios.
Primero se pregunta por la suerte del “vigilante” que cuida su arresto, quien está en la calle: “El castigado
es él y no yo. ¿Por qué? Porque tiene las manos callosas.” Después habla de sí mismo “¿Y yo qué soy? El
caballero andante de los pobres… ¡Ah! El apóstol bien abrigado, bien alimentado, en su cómoda vivienda;
el rebelde que se permite el lujo de cantar las verdades a los jueces y que no consigue correr riesgo alguno;
el feliz revolucionario que tiene amigos en la policía y mira desde la ventana al lamentable ejecutor del
código, al esclavo con casco y machete y polainas…” (OC I 106). Comenta Fernández Vázquez sobre este
pasaje: “La conciencia de Barrett, su implicación en el esfuerzo colectivo del Paraguay, en el amor al
Paraguay … le obliga a ser crítico consigo mismo” (98).
8
Como vimos, la selección de El dolor paraguayo fue de Barrett, así como la idea de compilar los artículos
sobre la denuncia de Los yerbales. Y el folleto de El terror argentino fue su idea desde el comienzo. No
alcanzó a medir su impacto, pero lo preveía. En carta a su esposa desde las islas de Cabo Verde, en su viaje
final a Francia, el 11 de septiembre de 1908 comenta con respecto a quienes insisten en que escriba para el
diario La Nación de Buenos Aires: “Se obstinan en hacerme entrar en “La Nación’, pero yo no quiero
solicitar nada; y más después de mi folleto que ya estará en camino a estas horas” (Cartas íntimas 99).
9
En relación con el proceso de profesionalización de los escritores, un dato no menor es que, sin bien
Barrett llegó a sostenerse con la escritura de sus artículos, ni él ni su viuda llegaron a cobrar nada por la
publicación de sus libros. Comenta Barrett en una carta a su esposa, el 5 de noviembre de 1910: “Veo que
mi firma es plato de gusto. ¡Venden mis folletos en Montevideo—y mis libros—sin rendirme cuentas,
229
editan mis artículos en Buenos Aires, les ponen prólogos sin dignarse comunicármelo siquiera! … es la
costumbre americana, donde no hay propiedad literaria ninguna. … ¡Qué piratería inocente!” Luego
comenta que va a “ajustar cuentas” con su editor uruguayo, Bertani, como registran sus Cartas íntimas
(119-20). En la Introducción al mismo volumen, López Maíz de Barrett escribe en 1961 que Bertani “nunca
rindió cuentas, haciendo varias ediciones” (9); y en una nota, insiste, sosteniendo sobre Bertani: “llegó a
tanto su inhumanidad y alta de escrúpulos que no pagó a Rafael por el producto de su trabajo, a pesar de las
grandes sumas que se embolsó aprovechándolo” (97).
10
El entusiasmo de Barrett por la publicación de su primer libro es desbordante. Tanto que se concentra en
las indicaciones para que sean transmitidas al editor, y deja a su criterio la remuneración—con las
consecuencias comentadas en la nota previa. Así escribe a Peyrot, que acaba de ser padre: “¡Qué gran
alegría me da usted! No contento con tener un nuevo nene, de lo que le felicito en el alma (lea mi artículo
‘Mi hijo’ entre los que le mando) me da usted uno a mí, un hijo espiritual, un libro. Tendré el júbilo de
tocarlo y acariciarlo antes de irme! Me acordaré de que se lo debo al corazón bondadoso de Peyrot. …
Constará de 89 artículos, aquello que he encontrado de interés durable en mi labor de 3 años. Se trata pues
de un volumen de 300 a 400 páginas. Lo quiero sobrio, desnudo, sin retratos, prólogos ni epílogos, y me
parece que lo mejor es hacer una edición barata, el libro es revolucionario (¡89!). Además no olvido que en
el Paraguay, país muy pobre, tengo un público numeroso que comprará la obra si no es cara. Me permito
pedir a usted que transmita estas advertencias al señor Orsini Bertani, en provecho suyo. En cuanto a mis
condiciones, las dejo al buen criterio de mi amable editor. La cuestión es salir a la calle (citado en Muñoz,
Barrett en Montevideo 26-27).
11
Los ocho artículos de Moralidades trasladados a Mirando vivir por los compiladores de las Obras
completas son “Los colmillos de la raza blanca,” “Lynch,” “La independencia de Cataluña,” “El caso
Nakens,” “La guillotina,” “Jabón para la soga,” “Deibler,” y “Abdul Hamid.” No hemos tenido acceso a la
edición original de Mirando vivir, por eso no podemos contrastar los cambios realizados. De todos modos,
en este caso las modificaciones nos parece menos relevantes dado que la edición original de esta obra no
estuvo a cargo de Barrett.
12
Rodó también sugiere que Moralidades podría haber sido diferente—quizás, al incluir más artículos de
La Razón—lo que da una justificación adicional a nuestra decisión de tratar Moralidades y Mirando vivir
en conjunto. Dirigiéndose a Barrett, comenta: “Su libro no es nuevo para mí, porque hace muchos meses
que cada día doblo una página de él en la lectura de ‘La Razón’. Y como mi memoria es buena para las
cosas que me impresionan bien, puede decirse que dentro de mí existía ya un ejemplar de la colección de
sus ‘Moralidades’, antes de que usted las hiciera reimprimir; un ejemplar más completo que los que se
encuentran en las librerías, porque no le faltan páginas que en éstos he buscado en vano” (“Las
‘moralidades’ ” 25).
13
“Mi hijo” es uno de los mejores textos de Barrett. El lo sabía, y lo colocó en posición destacada en las
Moralidades. Vimos en la nota 10 que recomienda su lectura a Peyrot. Fue incluido en la antología El
anarquismo en América Latina, con selección y notas de Carlos M. Rama y Ángel J. Cappelletti donde,
previsiblemente, predominan los textos de tema político y social (235-236). Tiene un tono muy sentimental,
por momentos grandilocuente, bien matizado con toques de auto-ironía. Así comienza: “Hace algunas horas
que ha nacido; es uno de lo seres más jóvenes del Universo. Es el más hermoso: su naricita apenas se ve. Es
el más fuerte; temblamos en su presencia, y apenas nos atrevemos a tocarle. Ha nacido y ha llorado;
¡admirable lección, fenómeno extraordinario! Ha bostezado después: ¡inteligencia profunda!” (OC II 29).
14
Barrett ha mostrado su capacidad de construir textos breves de impresionante contundencia en sus
epifonemas, algunos de los cuales comentamos en el capítulo 2. Están recogidos en Obras completas II
(311-325).
230
15
Dejamos fuera de la enumeración de Suiffet un término desconcertante: “Ciro Alegría con los problemas
del Brasil” (27).
16
Roa Bastos incluye un homenaje directo a Barrett en Hijo de hombre, comentando que la crítica no lo
percibió. Se trata, como confiesa el propio escritor, de un viejo de mirada joven, un personaje fantasmal
que ayuda a una pareja de peones fugados de los yerbales en el final del capítulo IV, “Éxodo” (95-97). Dice
Roa Bastos: “Fue sintomático que la crítica no descubriera en este personaje la presencia mítica del
desmitificador de Lo que son los yerbales, y en este relato una transcripción literal de la crónica de Barrett”
(“Rafael Barrett” XXXI).
17
En apenas seis horas de estadía en Montevideo, Barrett es visitado por la intelectualidad en habitaciones
de hotel especialmente reservadas; es fotografiado por tres publicaciones; asiste a una comida en su honor.
Además, recibe 100 pesos oro para su viaje y un aumento de sueldo. Incluso se había preparado una “villa
en el campo, con asistencia médica, alimentación elegida, etc.” para tratar de tentarlo a que permaneciera
en Uruguay, según relata el autor en carta a su esposa (Cartas íntimas 41-42).
18
Quiroga comienza a escribir para Caras y Caretas en 1905. Allí publica su primer cuento sobre el tema
de la selva el 7 de marzo de 1908; se trata de “La insolación.” Comentan Ponce de León y Rocca: “Sin
embargo, habrá que esperar hasta 1912—y un total de 39 cuentos publicados desde aquél—para que el
narrador se reencuentre con su voz más personal en ‘A la deriva’ ” (“Noticia preliminar” 5). Jorge B.
Rivera describe Caras y Caretas como “la revista ‘moderna’ y ‘profesionalista’.” En la misma, Quiroga
publicará “cerca de setenta relatos y casi cien artículos de muy variado carácter,” hasta 1927 (46). Por su
parte, Barrett publica cinco cuentos en Caras y Caretas entre 1909 y 1910. Entre ellos, está “A bordo” que,
como vimos, alude a los obrajes y yerbales.
19
Ya nos hemos referido a la situación de Barrett en relación con la etapa de profesionalización del
escritor. Con respecto a Quiroga, basta decir que es considerado por Jorge B. Rivera el caso testigo de “la
forja del escritor profesional”: “Horacio Quiroga tipifica como pocos escritores rioplatenses (Poe sería un
precursor en el campo de las letras americanas) el caso ejemplar del autor que reflexiona sistemáticamente
sobre su oficio, y de manera especial sobre los aspectos ‘materiales’ del mismo” (45).
20
La madre de Jorge R. Forteza era hermana de Pastora Forteza, madre de Quiroga.
21
Por citar sólo algunos trabajos importantes, en las notas a la edición de ALLCA de Todos los cuentos de
Quiroga, Ponce de León y Rocca definen qué entiende Quiroga por “la cuestión social” a partir de la lectura
de las cartas del escritor, como: “el colonialismo, la concepción del trabajo y la justicia, la explotación de
los trabajadores ‘del obraje’, sus mentalidades, los problemas políticos en su inflexión plural.” Incluyen en
el conjunto de cuentos que tratan esta cuestión los tres que señalamos, sumando otros, como: “La
insolación,” “El alambre de púas,” “La abeja haragana,” “La igualdad en tres actos,” “Los corderos helados
y “Paz” (88 n. 2). Por su parte, Rodríguez Monegal relaciona “Los mensú” con “Una bofetada,” y las
considera obras adelantadas del “realismo social” (El desterrado 152), observación sobre la que
volveremos. En otro trabajo, Rodríguez Monegal agrega al listado de esos dos cuentos, el tercero de nuestra
tríada, “Los precursores,” caracterizando estas obras como “sus relatos sobre los explotados obreros de
Misiones” (Las raíces 152). Finalmente, autores como Nicolás Bratosevich y Milagros Ezquerro agrupan
los tres cuentos decididamente en un subconjunto específico. Bratosevich incluso los separa del resto de sus
textos, al sostener que no encuentra en la obra de Quiroga una “intención sociológica.” Al discutir esta
cuestión presenta estos cuentos como poco característicos de Quiroga: “… todo lector de Quiroga reconoce
que la intención social se da de otra manera en él, y no pasa de tres o cuatro relatos (v. sobre todo: Una
bofetada, Los precursores, Los mensú)” (13). Ezquerro, en cambio, repite la apreciación de Rodríguez
Monegal al apuntar al carácter precursor de la obra de Quiroga en estos tres cuentos; sostiene que en los
mismos, Quiroga “relata las condiciones de explotación degradantes de esos peones de la selva,” y que son
“ejemplo de una literatura de denuncia que triunfará en años posteriores” (1386). Como Bratosevich, Jitrik
231
también ha considerado un poco fuera del corazón de la obra quiroguiana los relatos relacionados con la
“cuestión social.” Claro que se percibe en su apreciación una cuestión de gusto. Así sostiene: “He dejado de
lado el compromiso social de su producción porque no he creído necesario defenderlo: no es ése el mayor
acierto de Quiroga ni su responsabilidad literaria más grande. Por otra parte, y ésta es una cuestión lateral,
cabría determinar hasta qué punto su literatura es social o bien si la literatura argentina está preparada para
ser una literatura expresamente social. Con temas inspirados por Quiroga y con total exclusión de la propia
experiencia como ingrediente de la literatura, Alfredo Varela (El RíoOscuro) ha intentado hacer una novela
expresamente social y le ha salido una novela de arquetipos” (45). Por su parte, Jorge Marcone en dos
artículos reitera la agrupación de cuentos más repetida—“ Los mensú” y “Una bofetada”—sumando al
listado la novela corta Las fieras cómplices (“Cultural criticism 287; “De retorno a lo natural” 303).
Considera que estas obras “exponed the social consequences of industrial exploitation of workers and
nature in the jungles of Misiones, in Northeastern Argentina” (“Cultural criticism 287). Agregamos
también una obra muy reciente, la de French, que confirma el agrupamiento clásico. Esta crítica clasifica
los “cuentos de monte” de Quiroga en tres clases: los que representan “isolated colonists’s struggle to
survive amidst the perils of the jungle”; los que muestran “local worker’s exploitation by the timber and
yerba mate companies”; y los que representan la respuesta de los animales al avance humano sobre la selva
(38-70).
22
Correa agrupa dos de los tres cuentos que seleccionamos junto con la novela corta, destacando
especialmente la cercanía entre Las fieras y “Los mensú” al decir: “Las exigencias y los peligros del trabajo
en los obrajes aparecen con rasgos hirientes en cuentos como Las fieras cómplices y ‘Los mensú’. Se
presentan también en ‘Una bofetada’ (1916) y se insinúan ocasionalmente en ‘Los pescadores de vigas’
(1913). Asimismo, en ‘Los desterrados’ vemos reflejada la miseria que acompaña al trabajador hasta su
muerte, a pesar de la incesante y productiva labor realizada. Pero es en los dos primeros relatos donde con
más claridad y amplitud se muestra la situación del obrajero” (132-133).
23
Ángel Rama ha lamentado que la preferencia de la crítica se haya volcado a favor de los cuentos
ambientados en la selva misionera (“Prólogo” 184). Ejemplo de esta preferencia es el comentario de
Donald L. Shaw en A Companion to Modern Spanish American Fiction: “Quiroga’s most famous and
memorable stories … are set in the rural interior, in the Chaco and Misiones” (67). Philip Swanson en su
Latin American Fiction. A short introduction, hace una consideración similar cuando incluye la obra de
Quiroga entre las “jungle narratives.” En principio, considera a Quiroga una “transitional figure,” cuyo
estilo “is an intriguing blend of realism, modernista influences, a nascent literature of fantasy and a rather
dark worldview that portends the crisis of faith of a more self-conscious modernity” (33). Sin embargo,
luego destaca: “His most famous stories are precisely those which can be most easily identified with the
trend of regionalism, namely those set in the tropical or jungle areas of the Chaco or around Misiones in the
interior (both places where Quiroga himself settled)” (33-34). La tendencia también puede verse en las
antologías, como la realizada por Jean Franco o la de Margaret Sayers Peden, que contienen
mayoritariamente cuentos misioneros. En su “Introduction” a la segunda, Schade dice de Quiroga: “He is
vastly attracted to the rugged landscape, where the majority of his best stories take place …” (xvii). Los
ejemplos serían interminables. Veremos más adelante que el biógrafo canónico de Quiroga, Rodríguez
Monegal, tanto como el reconocido crítico uruguayo Alberto Zum Felde también prefieren los cuentos
misioneros.
24
Schade (xvi) comenta: “Here Quiroga contrasts most effectively Korner’s silence, symbolical of his
beaten condition, with the peon’s crackling command Levantáte (“Get up”) and Caminá (“Get going”), the
only words uttered in this violent, sadistic scene. The word caminá, repeated four times at slight intervals,
suggests an onomatopoeic fusion with the sound of the cracking whip, another instance of Quiroga’s
technical genius—language functioning to blend auditory effects with content.”
25
Yunque relata en una llamada a pie de página de su libro sobre Barrett una revuelta ocurrida en los
yerbales argentinos, promovida por un “mensú,” que atribuye a la agitación iniciada por el escritor en la
232
zona. Este episodio podría ser la inspiración de Quiroga para este cuento, dado el alto perfil que alcanzó.
Así lo cuenta Yunque, con encendidos tonos anti-imperialistas: “En 1926, a diez y ocho años de su prédica,
un mensú, Eusebio Mañasco, se hizo brazo de la voz de Barrett. Quiso sindicar a los desventurados obreros
que en los yerbales (o en los ingenios de azúcar) del Paraguay, Brasil o la Argentina, dejan no sólo su vida,
sino su propia condición de hombres. Hallaron el modo de eliminarle. Se le acusó de un crimen del que era
inocente (como a Sacco y Vanzetti en la feroz Yanquilandia: la codicia iguala los procedimientos en todos
los climas y razas). La justicia argentina, justicia de clase como la yanquilandense, condenó a Mañasco a
veinticinco años de presidio. La protesta del pensamiento libre y del trabajo fue tan unánime, que el
presidente Alvear lo indultó.” Sigue una serie de comentarios sobre la inequidad del sistema de justicia, y
cierra Yunque volviendo sobre Barrett, y manifestando un sentimiento muy despectivo hacia la situación
política del Paraguay: “Si a tales peligros se expone, hoy, en la Argentina, quien intenta emanciparlos, ¿qué
sería en 1908 y en el Paraguay, especie de factoría a la merced del primer militarejo que se adueñaba del
poder?” (Barrett 25-26).
26
Ejemplos de estos enfoques resultan los trabajos de Jean Franco (“Introduction”), Martha Canfield, e
Irina Zúñiga Noriega.
233
Capítulo 4 – Novela social y anti-imperialismo: el relato de un proceso en El
tungsteno
académica entre las décadas del sesenta y el ochenta del siglo XX. Se trata de una
deliberada “reivindicación” de esta novelística, como surge del propio título de trabajo y
de sus párrafos iniciales. Creemos que esta propuesta de Beverly es una contribución
análisis de dos obras incluidas en esta novelística: El tungsteno, de César Vallejo, que
terreno mejor organizado para avanzar con nuestra propuesta de considerar estas novelas
234
posición entiende los discursos como productos culturales que, partiendo de ciertas
simplemente, que toman los mismos como materia prima, sobre la que trabajan en
gesto que es puesto en evidencia a través de un importante trabajo sobre los recursos
formales, que resulta la huella textual de una reflexión sobre el lugar de la literatura como
términos estilísticos, que se ha dado a este tipo de obras, uno de los motivos por los que
la crítica las minusvaloró y descuidó por cierto tiempo, entendiendo que ese “realismo”
se debía a una falta de interés de los escritores por el trabajo sobre los recursos formales.
Este “realismo” es también—y sobre todo—uno de los motivos por los que la crítica no
comprendió estas obras, ni se preocupó por seguir su impacto más allá de la esfera
235
transnacionales,” “proletarias,” “de las minas,” “andinas,” “indigenistas,” entre otras.
Esas clasificaciones, que ponen énfasis en los elementos representados, dan por supuesto
que es en ese aspecto donde pueden encontrarse sus características definitorias. Esta
discusión es fundamental para nuestra argumentación acerca del lugar de estas novelas en
la construcción del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, dado que las
social’,” Beverly invita a sus colegas a revisar el juicio generalizado sobre la novela
social latinoamericana, considerada como de bajo interés y calidad estéticos, una suerte
literatura latinoamericana. Dentro de esta categoría, elige enfocar su atención sobre obras
cuya temática tiene que ver con el impacto del “imperialismo” en la región:
entre las mismas, novelas que abarcan un amplio arco temporal—excediendo bastante el
236
consideración por la cronología o las fronteras nacionales, menciona entonces las
siguientes, en este orden: Huasipungo (1934), de Jorge Icaza; Oficina No. 1 (1961), de
Manuel Otero Silva; El tungsteno (1931), de César Vallejo; Mamita Yunai (1940), de
Carlos Luis Fallas; El río oscuro (1943) de Alfredo Varela; y El mundo es ancho y ajeno
realism” argentino, aclara asimismo que menciona esas obras a mero título ilustrativo, ya
que, sostiene, podrían considerarse indicadoras de “una producción mucho más vasta” en
gran medida “olvidada—o lo que viene a ser la misma cosa—rechazada por la crítica”
cuestiones. En primer lugar, tiene un interés numérico, ya que da una idea por lo menos
de esta primera línea de obras que señala, puede imaginarse una segunda línea, que
expande todavía más el cuadro. En segundo lugar, este crítico destaca que el
imperialismo en la literatura de América Latina tiene que ver no sólo con la dominación
de países europeos o de los Estados Unidos en la región, sino que esta novelística
237
de Sánchez—quien escribe en 1968, reeditando un trabajo de 1953—las novelas anti-
chilenos sobre Bolivia. Finalmente, en su listado Sánchez no sólo destaca, como suele
Sánchez habla de novelas de las “bananeras,” de los “Ingenios Centrales de azúcar (sic),”
Quiroga, nos hemos referido brevemente a las novelas de los “yerbales,” además de las
obras sobre la “selva.” 2 Para completar nuestra evaluación cuantitativa del fenómeno de
este tipo de literatura, a los números de Sánchez pueden sumarse todavía los escritores
brasileños que mencionara previamente Pedro Henríquez Ureña en s obra Las corrientes
238
vinculan un grupo social con cierta explotación económica, destinada mayoritariamente a
la exportación:
Ahora bien, la revisión del listado de Sánchez y de Henríquez Ureña no sólo deja
habla Beverly, que comprende más de tres décadas del siglo XX, entre el treinta y el
ha ganado renovado interés, como queda claro a partir de dos trabajos recientes.
denomina “novela de las transnacionales” entendida como aquella que “revela una actitud
negativa frente a la actividad extranjera” (202). Para esta crítica, la “novela de las
social,” en la cual incluye una serie de categorías (novela “indigenista,” “proletaria,” “de
la tierra,” “agraria,” “de la selva,” “de la revolución mexicana”), así como el amplio
Sánchez: “del petróleo,” “de la mina,” ‘bananera,” “del caucho,” “del azúcar,” “del
239
cacao,” sin pretensión de exhaustividad. Entre las “novelas de las trasnacionales” que
analiza esta crítica en su trabajo, se cuentan El tungsteno; Mancha de aceite (1935), del
bananera del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, conformada por las novelas Viento
fuerte (1949), El Papa Verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960), inspirada en la
notablemente, a la que reúne obras que prestan atención al grupo social representado.
“se mezcla con la novela de asunto indigenista, con la de tema proletario y con la de la
subraya Sánchez: “Se hace difícil cernir tales elementos, y quizás valiera más
240
El segundo trabajo al que queríamos referirnos es el de Alejandro Bruzual, quien
en 2006 propone la categoría de “narrativas contaminadas,” para hablar de obras que “son
ámbitos que exceden lo literario, creyendo ver en esta actitud un reflejo de la presión de
heredado de arte” (2). Este crítico propone esta categoría para referirse, nuevamente, a El
tungsteno, que caracteriza como “novela minera que se desarrolla en la sierra peruana,
caracteriza como “novela proletaria que se desarrolla en los barrios obreros de São Paulo,
Bernardo Núñez, “leída como novela histórica, pero que desarrolla en paralelo una
surge otra vez la espontánea vinculación entre un tipo de explotación con un grupo social
ciudad, todas las demás obras tratadas por estos dos críticos están, además, relacionadas
241
quien, más adelante, puntualiza: todas ellas son “obras con intenciones descolonizadoras
trata de un aspecto que, en nuestro análisis, vinculamos con el propósito político de las
mismas; las que en su conformación y orientación se extienden más allá del ámbito
literario.
una matriz narrativa que tiene que ver con la explotación económica neocolonial que se
de distintos tipos de elementos; todos los cuales están presentes en el discurso que nos
novelas de las multinacionales. Se trata, precisamente, de los cuatro elementos que, como
postulamos, sientan las bases del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales. A
242
los que se agrega la intención de denuncia, que resulta destacada en la propuesta de
uno de los corpus clave en la consolidación de este discurso. O, dicho de otro modo: se
realizaciones de este discurso en este período en los cuentos de Quiroga, como vimos; y
en las obras de teatro de Vallejo e Icaza, como veremos en este capítulo y en el siguiente.
El segundo aspecto clave del trabajo de Beverly que nos interesa retomar tiene
que ver con la cuestión del “realismo” de estas obras. Digamos que, en su defensa de la
novela social, el adversario que tenía en mente este crítico era, en gran medida, la crítica
académica que había abrazado la literatura del boom, cuya posición tácita implicaba el
establecer una vinculación entre recursos formales y fines políticos, dando por supuesta
por un lado, y “la esperanza de revolución nacional—o faltando eso, por lo menos,
políticos, económicos y demográficos en América Latina en los 60,” por otro (“El
tungsteno de Vallejo” 171). Para la visión que Beverly cuestiona, entonces, la renovación
estilística del boom habría supuesto, en primer lugar, una etapa de gran valor estético,
aspecto que está implícito en la cita anterior. Pero también tendría el valor adicional—
fundamental, para una crítica de izquierda, como la caracteriza Beverly—de aspirar a que
243
esa literatura participara, catalizara, acelerara los cambios políticos y sociales deseables
en la región. Buena literatura y buenas acciones, por las buenas razones: el boom habría
logrado, en la apreciación dominante que critica Beverly, una feliz conjunción entre
estética y ética.
En su artículo, Beverly ejemplifica esta visión dominante con una larga cita de
incorporar al mismo, de manera forzada, una “ideología que respondía a las orientaciones
La razón de esta continuidad habría sido, según Rama, el hecho de que los representantes
entender qué es “lo real” que los autores representantes de la burguesía europea del siglo
XIX:
244
En este punto queremos destacar el énfasis de Rama en el tipo de representación
“realista” que habría propuesto la novela social según este crítico (recordemos,
racional”), y su observación acerca del escaso trabajo sobre cuestiones formales de esta
novelística; son dos aspectos a los que vamos a volver. Proponemos también apartarnos
posición de Rama que Beverly no retoma, pero que nosotros quisiéramos considerar: se
trata del lugar de las novelas regionales en su argumentación. Porque ocurre que, para
Rama, la línea genealógica que uniría la “novela social latinoamericana de los treinta” a
la tradición de la novela realista burguesa europea se habría dado a través del puente de la
manifestación de la pequeña burguesía en ascenso que amanece con fuerza hacia 1910”
(Transculturación 212).
clasificación, nos parece necesaria y pertinente por dos razones. La primera es una
obra The Spanish American Regional Novel, también esta novelística es pensada
donde se derivan las dificultades para alcanzar una caracterización acabada de esta
245
novelística—es decir, nuevamente, se escamotean las bases para una clasificación que
función, nuevamente, de una línea genealógica, de algo que pasó antes o que pasó
después. Sobre todo después, dado que esta novelística también es analizada como un
novela social la consideración de la novela regional tiene que ver con el recorte del
corpus de novela social que propone Beverly: como vimos, se trata mayoritariamente de
novelas ambientadas en el ámbito rural y, por lo tanto, fuertemente emparentadas con las
para el capítulo siguiente la discusión sobre el hecho de que por lo menos dos de las
“novelas indigenistas.”
246
“realista.” Se trata de un pecado que resulta agravado por el hecho de que estos escritores
ilustrativo de este tipo de acusación el juicio de González Echevarría sobre las novelas
observación—, el que se acerca mucho al juicio de Rama sobre las novelas sociales:
The novela de la tierra seems like an anachronism from the outset. First published
in the 1920s, when narrative was passing through a stage of radical transformation
in works like Joyce’s, it was read by its critics and even promoted by its authors
as the realistic novel that Latin America had lacked, as well as a politically
committed literature. (The Voice of the Masters 45)
confluyen, entonces, para que la novela social y la novela de la tierra hayan sido dejadas
de lado por la crítica académica durante tiempos recientes; con lo cual no se trabajó
social que a la regional. La crítica dominante parecía dar por supuesto, como queda
región, llegaría en conjunción con la novela del boom, precisamente por su trabajo
247
fundamentalmente en señalar los supuestos incuestionados que la sostienen. El más
importante tiene que ver con el lugar central del formalismo para este tipo de crítica:
La represión de la novela social se hizo, tanto por liberales como Monegal como
por izquierdistas como Jitrik, en nombre de una llamada ‘novela del lenguaje’ que
proclamaría la autonomía o autosuficiencia del texto, de acuerdo con las
propuestas epistemológicas del formalismo sobre la naturaleza del hecho literario.
(“El tungsteno de Vallejo” 167)
aspectos: el primero es que para esta escuela crítica “efecto estético y efecto ideológico
no son simplemente distintos; son en cierto sentido opuestos,” por lo cual cualquier
visión crítica dominante sobre la literatura latinoamericana del siglo XX—el trabajo
estético sobre el lenguaje y sobre la literatura previa son condiciones sine qua non del
tanto explican la opinión negativa generalizada sobre la misma: su pretendido interés por
palabras de González Echevarría. Ahora bien, Beverly muestra las debilidades de esta
248
argumentación al sostener, apoyándose en Dominique Pérus, que cualquier reclamo de
sobre el lenguaje: “Decir que una novela realista produce un ‘efecto de lo real’ o un
real”: se trata de algo que el escritor logra a través del trabajo con la escritura. No es algo
extra-literarios—en el que los lectores pueden o no quedar atrapados; un truco que los
lectores pueden o no advertir. En este punto nos parece relevante acercar otra observación
por los propios escritores. Este crítico va incluso más allá, al considerar que, en verdad,
se trata de novelas alegóricas. Creemos que estamos ante una observación que es
…the ‘realism’ of the novela de la tierra was a result of the inevitable partiality of
critics and authors themselves—it was an effect, above all, of reading. Today,
with the perspective of forty years, we can see that many of these novels, far from
being realistic, were in fact allegorical, and as such presented a critical view of
their own constitution that removed them from the realistic concepts of
representation that criticism has elaborated. (The Voice of the Masters 46)
Se deduce de esta observación que estas novelas no son realistas porque se limiten
Roman Jakobson (353). Son “realistas” porque han logrado generar la ilusión de que lo
249
son; porque se han proclamado documentales, y han convencido a sus lectores de que lo
lo que supone una amplia elaboración de materiales que son presentados para representar
alguna otra cosa. Nosotros proponemos que estas novelas operan a partir de una estricta
selección de elementos, los que son combinados para ofrecer una determinada visión de
“melodrama” está en la realidad. Para este crítico, que escribe en 1952, es decir,
precisamente tras el pico de la novela social y antes de la novela del boom, la literatura
latinoamericana comienza a ser tal, es decir, deja de ser una reproducción de la europea o,
Et cela n’est qu’un des problèmes que se posent à l’écrivain qui désire écrire en
latino-américain. Les formes d’exploitation sont, sur ce continent, tellement
invraisemblables, les contrastes tellment cassants, qu’il lui faut constantemment
se refuser à la tentation du mélodrama… et pourtant le mélo est, ici, le quotidien
et le spontané. (41)
A esta cita sigue luego una descripción del panorama político de las primeras
política exterior norteamericana hacia la región. Los escritores que presenta como
250
representativos de esta recién nacida literatura latinoamericana son aquellos cuya obra
encuentra claves de lectura en estos dos aspectos del contexto comentados. No sorprende,
entonces, que el listado de escritores de Alba tenga sugestivas coincidencias con el que
las distinciones. Pero antes, quisiéramos destacar un último punto de contacto entre
ambas, a partir del cual nos será posible marcar un punto de divergencia profundo entre
estas dos novelísticas. Nuestra reflexión se iniciará, nuevamente, con una observación de
González Echevarría, donde este crítico sostiene que las novelas de la tierra lograron
The widespread circulation of the novelas de la tierra beyond the borders of the
respective countries of the authors within the genre is proof of its literary impact;
it is the novela de la tierra that first begins to sketch out a truly pan-American
landscape and gallery of characters. (The Voice of the Masters 45)
251
Ahora bien, este crítico también ha destacado que, pese a su pretensión de dar
América Latina de comienzos del siglo XX es, fundamentalmente, una realidad urbana
Cities, for example, which figured into certain works, such as those by Roberto
Arlt in Argentina and Miguel de Carrión in Cuba, hardly appear in the novela de
la tierra, despite that fact that Latin America already possessed relatively large
and complex urban centers by the 1930s. The novela de la tierra elaborates a new
Latin American literary reality, and it is precisely for this reason that it is so
important today. (46)
soberanas dentro de una región que se arma a partir de las peculiaridades de las diversas
discurso hegemónico sobre la nación, que va a buscar a las zonas rurales las claves de
una identidad nacional puesta en cuestión por las transformaciones que estaban
manera, esa búsqueda de lo nacional en las áreas rurales es paralela a una inversión de la
252
oposición civilización y barbarie, dominante durante la segunda mitad del siglo XIX.
Como explica Raymond Leslie Williams, con una terminología ligeramente diferente de
The cultural debate was most often articulated in Manichean terms as one
between civilization and barbarism. Following a discursive mode and
characterization of national culture from the nineteenth century, the civilization
versus barbarism debate articulated issues of national identity in simplistic terms.
… In the 1920s, the criollistas maintained that a key to establishing an authentic
national identity was to be found and celebrated in local and regional customs.
Paradoxically, some aspects of rural customs that had been associated with
barbarism became positive values in these novels. (38)
en la cita de Williams—se cuentan Don Segundo Sombra (1926), del argentino Ricardo
Güiraldes; o Doña Bárbara, del venezolano Rómulo Gallegos (1929). Son obras nacidas
realidades que desafían el poder establecido y son, por lo tanto, rechazadas por las
mismas élites que habían promovido los cambios que las hicieron posibles. Como ha
253
ser denostada; la ‘barbarie’ campesina denunciada tradicionalmente se troca en un
emblema de rústico repliegue connotado por los ‘más puros valores espirituales’.
Es que las contradicciones a las que se enfrentaba la genteel tradition no podían
ser resueltas por la racionalidad elitista. De ahí las primeras manifestaciones
antiliberales de profundas raíces liberales. (Anarquistas 214-215)
Al igual que las novelas de la tierra o criollistas, las novelas sociales nacen en las
ciudades; incluso aquellas que resultan ambientadas en zonas rurales, como las que
que ya vimos claramente anticipada en Barrett y Quiroga. Pero aquí terminan las
también a través del análisis de las obras. Ahora bien, mientras estas obras cuestionan la
latinoamericana, hermanada más que por los mismos logros, por los mismos
En relación con este contraste entre las novelas regionales o criollistas y las
254
década del treinta. Este crítico subraya la importancia de esta reorientación—que es
trabaja en desarmar los mitos de constitución de la nación, a los que había contribuido la
de las regiones serranas de mestizaje más avanzado; en ella sólo se habla español; un
255
español rico en expresiones coloquiales, algunas arcaicas,” comenta André Coyné
(“César Vallejo, vida y obra” 17). Su padre era mestizo, hijo de español e india quechua;
su madre era india chimú. Tanto su padre como su abuelo fueron sacerdotes. 7 César es el
recursos económicos,” de acuerdo a Martínez García (1030). Pasa algunos meses como
Flores (10). Sigue un período de trabajo como profesor de los hijos de un rico minero y
Universidad Mayor de San Marcos, pero no continúa los estudios. Luego tiene una
en la misma unos 4.000 peones. Georgette de Vallejo, la viuda del escritor, da mucha
este trabajo “profundamente marcado.” En una cronología que consagra unas pocas
páginas a la vida de Vallejo en Perú, dedica un largo pasaje a los recuerdos que el escritor
compartió con ella sobre sus meses en la hacienda. El tono del relato es de denuncia y de
256
urgencia; también de compasión. Georgette dedica cierto detalle al modo como en la
hijos. Es una forma de explotación muy similar a la que hemos visto descripta en el
del joven literato con los trabajadores. De acuerdo a Martínez García, Vallejo: “Escribe
poemas y relatos breves que lee, en las horas de descanso, a su compañero de habitación”
(1031). Tras esa experiencia—de la que Georgette dirá que se refleja en El tungsteno,
1913 y 1915, retoma y completa sus estudios de Letras en Trujillo. Por esos mismos años,
anatomía. Escribe poemas con explicaciones para sus clases de ciencia, como
257
ese centro escolar. También publica en medios de Trujillo los primeros poemas que luego
formarían parte de Los heraldos negros, aunque con distintos nombres. Declama sus
pasados en Trujillo: inicia relación con Antenor Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio
Norte, “de resonancias imborrables para Vallejo,” según Martínez García (1031). Como
maestro de primaria en el Colegio Nacional de San Juan, tiene como alumno a Ciro
Alegría, que recordaría tiempo después a este maestro poeta, de conspicuos rasgos
indígenas, de figura triste, de larga y provocativa melena, cuyas piezas publicadas en los
Las lecturas de Vallejo se amplían en este período: según Flores, lee a Walt
escribe con el poeta José María Eguren (11 y 16-17). Son años de bohemia, con eventual
uso de alcohol y visita a los fumaderos de opio; también de sus primeros amores, todos
críticos como Quintana, Heredia, José Zorrilla de San Martín y Juan de Espronceda. En
los párrafos finales, se hace eco del discurso dominante sobre la necesidad de la
258
alfabetización y la cultura en relación con el progreso económico, haciendo asimismo una
Mucho se habla entre nosotros de que los estudios literarios son inútiles. No
necesitamos probar lo erróneo y temerario de semejante afirmación; pero sí
debemos declarar que esta aversión al Arte, tan arraigada en el pueblo en los
actuales tiempos, es debida a la falta de educación, que no permite tener una idea
clara y completa de la vida armónica y plena del hombre, pues ningún pueblo
culto e ilustrado repele nunca el noble sacerdocio de la Poesía. Por ahora nosotros
anhelamos, pues, la difusión de la cultura en la masa popular y el desarrollo
económico, como medio de formar una literatura brillante, digna de nuestra
amada Patria. (Citado en Flores 13-14)
En ese tiempo Vallejo también sigue estudios de Derecho. Sin completarlos, viaja
a Lima en 1917, donde ganará el apoyo del poeta Abraham Valdelomar y publicará su
primer libro, Los heraldos negros, en 1919—aunque la edición tiene fecha de 1918,
porque Vallejo esperó por un prólogo de Valdelomar que finalmente no llegó. Ese año
muere su madre, sin que pueda verla; esta pérdida se suma a otra de 1915, la de su
hermano Miguel, un poco mayor que él y compañero de sus juegos de infancia. Según
Martínez García (1032). Entre 1919 y 1920, una serie de circunstancias personales
259
Europa: pierde dos trabajos y pasa 112 días preso acusado de disturbios en su ciudad
natal. De ese tiempo es importante destacar también que, aunque inscripto en los cursos
de doctorado en la Universidad Mayor de San Marcos, según Coyné, “no toma parte
activa en la agitación de los claustros” del movimiento pro Reforma Universitaria (“César
Vallejo” 27).
En 1922 publica Trilce que, como Los heraldos, tiene una acogida bastante
negativa. Aunque Orrego lo apoya con su prólogo, la crítica es desfavorable a este trabajo
vanguardista. Comenta Vallejo en una carta a Orrego, con matices trágicos que bordean
poesía con recursos que están en el límite de lo aceptable en un medio dominado por la
del grupo El Norte, en Trujillo, en el cual ha hecho amigos y gracias al que terminó de
conquistar el lugar público del hombre de letras. 8 Sin embargo, según Martínez García,
en ellos o en él; de hecho, el ímpetu del grupo ‘El Norte’ se ha perdido” (1032). Por otro
260
de personalidades influyentes, como el poeta Percy Gibson,” de acuerdo a la evaluación
de Flores (30) y de Ernesto More, quien hace un relato muy colorido de la amistad entre
ambos y de las gestiones de Gibson (13-15). 9 Vallejo, además, ha ganado varios premios
literarios, y ha tenido pequeñas revanchas; por ejemplo, que una publicación que
Sus obras no son bien acogidas pero el ritmo de sus publicaciones no decae: en
Fabla salvaje. Por otra parte, entre otros apoyos de la intelectualidad, Vallejo ha recibido
Espejo sobre el impacto de esta noticia, tras la cual comienzan los planes de abandonar el
¿Por qué viaja a París Vallejo, en última instancia? ¿Qué precipita su partida, que
261
dominado por la retórica modernista de Santos Chocano; aunque agrega también la
que el escritor está en ese momento de su vida “decidido a ‘comer piedrecitas’ con tal de
escapar hacia horizontes más amplios,” citando palabras posteriores del propio Vallejo
(“César Vallejo” 29). Jean Franco es, sin embargo, la crítica que se expande más en su
análisis de los motivos por los que Vallejo deja Perú. Franco apunta a cuestiones
262
características del gobierno de Augusto B. Leguía (que gobernó Perú entre 1919 y 1930);
Vallejo had long been thinking of leaving Peru. The last months of his stays must
have confirmed that any further poetic adventures would meet with frustration.
The modest drinking parties and the visits to a literary bookshop, La Aurora
Literaria, the increasing repressiveness of the Leguía regime, all pointed to a
narrow and unpromising future…
Europe! Those Latin America writers who could not make the pilgrimage would
not be freed from its grip. (César Vallejo 25-26)
relación que continuará hasta 1927. Dirigida por Antenor Orrego, y con colaboraciones
presencia en el medio intelectual de esa ciudad. Sus textos llevarían por pre-título la frase
María Gazzolo, en esos trabajos el escritor “mostró su sentido crítico y la fina ironía de la
que era capaz, pero, sobre todo, empezó a entretejer en ellos sus concepciones sobre la
en 1924 publica por primera vez en la revista El Alfar, de La Coruña. También comienza
a alternar con la variada intelectualidad que se da cita en París: según García Martínez,
263
conoce y trata a poetas como Vicente Huidobro y Pablo Neruda; a artistas plásticos como
a Pablo Picasso y Juan Gris; a representantes de las vanguardias, como Tristán Tzara.
También inicia amistad con quien se convertiría en uno de los críticos dominantes sobre
Vallejo, Juan Larrea. 11 Georgette de Vallejo expande esta lista, agregando entre esos
nuevos conocidos a Waldo Frank, Miguel Unamuno, Antonin Artaud, Andre Aymé, entre
muchos otros. 12
Las dificultades de los primeros tiempos se ven agudizadas por el hecho de que
Vallejo no recibe los pagos acordados por sus trabajos periodísticos. 13 El año 1924 es
particularmente duro: en marzo muere su padre; Vallejo cae en una crisis “muy aguda en
More recoge anécdotas notables sobre la pobreza de Vallejo en París: que dormía en los
subtes cuando no tenía alojamiento; que no se sentaba en el subte para no gastar sus
pantalones, o no saltaba de los vagones en movimiento para no gastar las suelas de los
zapatos; que solía atrasarse en los pagos del alquiler, debiendo recurrir a empeñar objetos
propios o de Georgette.
el Bureau Ibero-Américain, puesto que ocupará hasta 1927. Por esa misma época
comienza a escribir para las publicaciones limeñas Mundial y Variedad; luego también
264
para La Razón de Buenos Aires. 14 Más relevante todavía: comienza a colaborar en la
En 1926 también obtiene una beca del gobierno español de la que goza entre 1926
y 1927, gracias a apoyo de su amigo Pablo Abril Vivero, según recuerda Georgette (363);
General Primo de Rivera.” Martínez García, que cita estas palabras de Vallejo comenta
que, en realidad, lo hace “por obligada decencia personal” (1033). Georgette de Vallejo
cita una carta de escritor a Pablo Abril: “Tengo 34 años y me avergüenza vivir todavía
becado” (citado en “Apuntes biográficos” 364). Una empresa importante de estos años es
que salen sólo dos números. En ellos colaboran Vicente Huidobro, Pierre Reverdy,
Gerardo Diego, Tristan Tzara y Juan Gris (Flores, César Vallejo 50). Gracias a su carné
frecuenta por lo demás los cafés en boga”; aunque exclama, tomando distancia de esa
vida mundana, según Georgette de Vallejo: “ ‘Tout ca, ce n’est ni moi ni ma vie’ ” (364).
En 1928 Vallejo viaja por primera vez a Rusia, utilizando cincuenta libras que el
Perú otorga a los ciudadanos que quisieran repatriarse. Son varios los críticos que
Vallejo también habla de “la secreta esperanza de fijarse en Moscú” que abrigaba el
265
regreso, Vallejo se entera de que Mariátegui ha fundado el Partido Comunista Peruano, y
adhiere a la idea, para formar una célula del mismo en París. Escribe, junto con amigos,
su “Tesis sobre la acción para desarrollar en el Perú,” y una declaración en la que afirma
Hay coincidencia en los críticos que analizaron la filiación marxista de Vallejo con
APRA, con la que había estado relacionado por su amistad con Haya de la Torre iniciada
convivir precisamente alrededor de la fecha del viaje, y se casará en 1934. Esta vez, el
1930 diez artículos en la revista madrileña Bolívar; la serie se titula “Un reportaje en
1931, reflexiones al pie del Kremlin resulta un best seller: según Ángel Flores, se agotan
tres ediciones en cuatro meses; sólo es superado en ventas por Sin novedad en el frente,
de Erich María Remarque. Pero la editorial Ulises no le pagará los derechos por las
266
ediciones segunda y tercera (100). Para explicar este inusitado éxito, Víctor Fuentes se
impronta” (409). 18
Hay observaciones discrepantes sobre cómo se sentía Vallejo durante este tiempo
pasado en España; de hecho, sobre todo con este período en mente, Rocío Oviedo Pérez
(225). 19 Sobre lo que no quedan dudas es que se trata de un momento muy importante
militancia política como para su trabajo de escritura. Como anticipo, en el verano de 1930
se había publicado en España una edición de Trilce, con prólogo de Bergamín y apoyada
por Gerado Diego, que fue muy celebrada, según Víctor Fuentes (402-403). Este mismo
crítico destaca que, entre enero de 1931 y febrero de 1932, Vallejo se entrega “en cuerpo
y alma, a una intensa actividad política y literaria” (403). En palabras de Georgette, “En
España, Vallejo va a trabajar en forma nunca antes tan intensa” (370). De esos años es no
que quedarían inéditas por muchos años: el ensayo El arte y la revolución, el cuento Paco
Yunque, dos obras de teatro nunca representadas, Lock out y Entre las dos orillas corre el
267
río, y un nuevo reportaje, Rusia ante el segundo plan quinquenal, que Vallejo no pudo
publicar a pesar del éxito de Rusia en 1931. Como comenta Víctor Fuentes,
En total, una obra que no tiene parangón (tanto por su extensión en tan corto
tiempo, como por su comprensión creadora del marxismo) entre los escritores
españoles e hispanoamericanos que, por las mismas fechas, se acercaron o se
pasaron a las filas de la revolución proletaria. (403)
Español, asistiendo a marchas y dando clases de marxismo “por las tabernas y trastiendas
recurre a las traducciones para sostenerse: según Georgette, a partir de marzo de 1931
Vallejo ha dejado en segundo plano su obra narrativa y ensayística, y casi ocultado por
por una parte importante de la crítica como una obra fallida. La situación es tan marcada,
268
disculpa por ocuparse de estos trabajos del escritor: “mis primeras palabras tienen que ser
para pedir disculpas por ocuparme de la parte sin duda menos importante de la obra de
Vallejo, como es su prosa …” (163). La ponencia se perdió, porque no pudo ser grabada
y De Casasbellas nunca la presentó por escrito. Pero quedan dos párrafos, sumamente
publicación Aula Vallejo, resultado de los congresos del mismo nombre organizados por
Juan Larrea entre 1959 y 1974 en la Argentina, a los que asistieron algunos de los
César Toro Montalvo en su trabajo crítico sobre la bibliografía de Vallejo “el primer
que pueda considerarse marginal o poco representativa. Por otra parte, que el juicio es
opinión, al sostener que “Vallejo como prosista es muy inferior y distinto a como poeta”;
269
y André Coyné define, contundente, El tungsteno como una “novela fracasada” (citados
Otro comentario revelador con respecto al poco valor que ha dado la crítica a El
novela al inglés, realizada en fecha tan tardía como 1988—dato elocuente por sí mismo—
… despite its early commercial success, [Tungsten] has been banished from the
canon of contemporary Latin American literature as a proletarian novel (which it
is) and a lamentably anomalous narrative detour in the development of a poetic
genius … . That Vallejo, the poet whose brilliant and provocative verse still
challenges the reader, would decide to craft a novel of socialist revolution has
cause not little consternation among his critics. (x)
el estudio preliminar a la edición de la misma en 1996, este crítico en primer lugar alude
que exhibe la obra en prosa del escritor, y a sugerir la necesidad de que la crítica se
270
Serge Salaün encuentra motivos ideológicos detrás del “pertinaz silencio” de la
crítica en relación con la obra narrativa y teatral; aunque no son las únicas razones que
propone. Sostiene que la actitud desvalorizadora hacia la obra en prosa de Vallejo dice
Como sostiene Salaün, al menos una parte de los comentarios negativos sobre El
el de Larrea. Nos interesa subrayar, de todos modos, que como sostiene este crítico y,
crítica sobre la novela social, aún críticos de izquierda han coincidido en desvalorizar este
tipo de literatura. A pesar de las divergencias ideológicas, el efecto de estas dos corrientes
Ahora bien, ya en los comienzos de la década del setenta se oían voces como la de
Raimundo Lazo que no sólo reconocían valor a los trabajos en prosa de Vallejo, sino que
271
escritor, además de sus aportes al desarrollo de la narrativa de la región. Razones por las
cuales Lazo incluye en su libro La novela andina el análisis de El tungsteno. Así justifica
su decisión:
críticos como Benito Varela Jácome destacan que el interés por la obra en prosa de
Vallejo, lectura que derivaría en su actitud reivindicatoria hacia la misma y hacia todo el
género de la novela social, “en parte por su fama de experimento fracasado, abigarrado,
272
razones por las que Beverly elige esta novela como ejemplo de un tipo de literatura:
eso es que toma a El tungsteno como caso para desarrollar su argumentación a favor de la
novela social, a partir del cual extiende el alcance de su interés, recomendando que no
sólo esta novela sino que, más generalmente, este tipo de narrativa pase a ocupar un lugar
elaboración crítica mucho más extensiva; como en el caso paralelo del testimonio, deben
Novela Proletaria. Se trata de una editorial creada por Giménez Siles, surgida de la
revista El Estudiante, donde colaboró Mariátegui (López Alfonso 417); y “conocida por
caracterización de Ricardo Melgar Bao. Este historiador recuerda que publicaron en ella
273
de tungsteno, ubicada en la zona andina de Cuzco, a partir de su compra por una empresa
los abusos perpetrados por los representantes extranjeros y locales de la empresa sobre
sección, el grupo explotado por excelencia es el de los indígenas soras, que son
colectiva, seguida de muerte, cometida contra una indígena que era amante de un
empleado de la empresa.
aumentar la producción por la guerra; entre los abusos que se cometen, se recurre a la
leva forzada en condiciones infrahumanas. Aquí, las víctimas privilegiadas son los
yanaconas, quienes deben obedecer leyes que no conocen—y de cuyos abusos, por lo
tanto, no pueden defenderse. La brutal leva a la que son sometidos lleva a la protesta de
hermanos, socios de la empresa, quienes comparten una misma amante indígena, a la que
Huanca, inicia una alianza con empleados de baja jerarquía de la empresa, que parece
274
anunciar una futura rebelión, la que es sugerida por las palabras finales de la obra: “El
Hay dos aspectos de la novela que han sido repetidamente señalados por la crítica:
siguiente comentario de Jean Franco, en su trabajo clásico, César Vallejo. The Dialectics
Franco trasciende esas opiniones con su propuesta, de todos modos las admite como
Ahora bien, en este sentido la crítica parece haber seguido, sin mucha reflexión, la
sugerencia del prólogo de la primera edición, firmado editorialmente como “Cenit,” que
Fruto de su contacto [de Vallejo] con las masas obreras del Perú es esta novela
vivida o crónica novelada, en que hay algo más que un ‘reportaje’, como
modestamente deseaba verla clasificada su autor; pues hay en ella, aunque las
fuentes la dé la realidad, un mundo propio con criaturas propias y propias leyes,
modeladas como en nuevo génesis poético por el novelista. (El tungsteno 10)
con bastante detalle. Rogger Mercado se ha referido a El tungsteno como novela anti-
275
su comentario es que deja en evidencia una lectura muy clara de la novela como
En nuestra opinión, si bien admitimos que hay aspectos de la misma que justifican
presenta una tesis—en particular, el capítulo final—, creemos que se trata de un trabajo
que excede la demostración de un punto específico, para contribuir a una exploración más
novela:
276
resuelve en El tungsteno apelando a los elementos característicos del contra-discurso
Rogger Mercado retoma y destaca—del mismo modo que la lectura de Onetti lo hacía
con los cuentos de Quiroga, como vimos al final del Capítulo 3. El tungsteno propone un
modo de hablar del imperialismo, un modo de ver la realidad. Y resulta tan persuasivo
En este sentido, es muy elocuente el párrafo inicial de la novela, que establece una
significativo el ablativo absoluto del inicio, construido a partir del participio pasivo
“por fin,” sugiere que se trató de una acción planificada y hasta trabajosa por parte de la
empresa que compró la mina para alcanzar un recurso natural de valor: el tungsteno. El
“inmediatamente.” Por otra parte, la ocurrencia en la misma oración del nombre en inglés
establece un contraste que marca la idea de la enajenación del patrimonio del país:
277
tangencialmente, en la breve explicación sobre la localización de la mina: ¿se trata de
vincular la zona a la tradición indígena? ¿De hacer una aclaración para un público no
familiarizado con la zona? ¿De sugerir la localización remota, poco conocida, de las
localización corresponde al traslado de la acción “del norte al sur del Perú, ya que la
novela sucede cerca de Cuzco,” desplazamiento que Larrea atribuye al “anhelo incaico”
previamente. Aunque este crítico reconoce que hay una mención a ese establecimiento en
la novela, se pregunta muy extrañado por qué la viuda “se empeña en decir que Quivilca
conclusión obvia: que la novela no sea mero documentalismo. Que haya en ella
278
elementos simbólicos y alegóricos que trasciendan la representación “realista” de una
situación particular—la explotación de las minas en la zona andina del Perú—para dar
Por otra parte, en relación con esta discusión sobre la localización de la acción de
importantes dos aportes. El primero es de Jean Franco, quien no sólo confirma las
hacienda Roma, sino que agrega el hecho de que esta situación haya promovido la
observa esta crítica que esas plantaciones lograron cierta independencia en relación con
sus actividades exportadoras, habiendo llegado incluso a tener sus propios puertos (César
Vallejo 6).
que el escritor pasó en Trujillo. Precisamente en los mismos años en que Vallejo y sus
las vanguardias, a mediados de la primera década del siglo, el área comenzaba a pasar por
relación con las actividades, precisamente, de los ingenios, cuya propiedad se concentra y
279
Vallejo en este Trujillo en acelerada transformación es un aspecto que “no ha sido
Por debajo del sopor casi aldeano y de los escándalos de los jóvenes bohemios
estaba sucediendo, sin embargo, un proceso económico y social de enorme
trascendencia: la concentración monopólica y a desnacionalización de las
haciendas e ingenios azucareros de la región, absorbidos por el capitalismo
moderno e internacionalizado, con el consiguiente cambio de los modos de
producción y de las relaciones sociales que van de un sistema arcaico, con claros
resabios precapitalistas, a otro integrado a la dinámica mayor de la modernidad.
Este proceso culmina diez años más tarde, cuando sólo tres grandes empresas
adquieren casi un centenar de propiedades agroindustriales, produciendo el más
rápido, contundente y decisivo proceso de modernización capitalista en el Perú de
la primera mitad del siglo XX. (“César Vallejo” 674)
tungsteno no es una novela sobre las minas, ni una novela andina, ni una novela
solamente indigenista, aunque esté ambientada en ese paisaje, hable sobre la explotación
del tungsteno, y relate el trato brutal a que son sometidos ciertos sectores de la
población—los nativos y mestizos. Se trata de una obra que analiza las complejidades de
igual a la misma. Que Vallejo haya elegido el tungsteno, las minas, el paisaje andino,
permitiera reflexionar sobre un proceso que no era, como veremos que se argumenta en la
propia obra, privativo de la zona andina del Perú—ni del Perú—sino que estaba
280
Retomando el análisis del comienzo de la novela, en el segundo párrafo de El
recursos naturales: el grupo social explotado, que en esta obra aparece desdoblado en dos
expresiones que suponen conjuntos, las que apuntan por sus connotaciones a tres
en razas (“vasta indiada”): hay, entonces, una aproximación entre los trabajadores y los
que la mayoría de los trabajadores son indígenas; ya que, por hallarse la expresión “vasta
Volveremos sobre este punto en el capítulo siguiente, que está relacionado con la
Este párrafo también señala la soledad y aislamiento del lugar, y adelanta un contraste
entre esos recursos humanos abundantes que acuden al lugar de explotación de las minas,
y la soledad y aislamiento de la zona. Se establece así una cierta tensión, que apunta al
narrativas que harán avanzar el relato a partir de la segunda sección, para llevar al
momento climático de la trama, con la violenta leva de otros indígenas, los que todavía
281
párrafo también es reveladora la ocurrencia del término “colonización.” Puede entenderse
como una segunda etapa de doblamiento, con población introducida, inmediata a la que
las minas por parte de la Mining Society. Tenemos, entonces, primero la “conquista” por
sido entendido a veces por la crítica como una falencia de El tungsteno, crítica que se ha
extendido a obras indigenistas y a ciertas novelas de la tierra, sobre las que se ha dicho
282
Merece recordarse, en este punto, el comentario de González Echevarría sobre el
carácter alegórico de las novelas de la tierra, que vimos un poco antes en este mismo
capítulo. Dada la importancia del personaje individual en las novelas realistas europeas
del siglo XIX, que establecieron las características del sub-género, resulta claro que el
hecho de que los personajes de las novelas indigenistas y de la tierra sean descriptos
como colectivos alegóricos aleja a este tipo de literatura de aquélla. También reclama un
recursos naturales, el grupo local que se asocia con el grupo extranjero, aparece unos
párrafos más adelante, cuando se introduce a otros personajes, esta vez individualizados
por sus nombres y cargos. Ahora bien, a pesar de estos aspectos, puede decirse que esos
personajes son también presentados como un conjunto, aunque con una diferencia
y jerárquica. Son un grupo representativo del capitalismo tal como se realiza en un país
periférico y dependiente:
apenas unas páginas más adelante, como veremos enseguida. Ciertamente, se trata otra
283
vez de señalar que las decisiones están en manos de los extranjeros. Ahora bien, antes de
esta presentación de los personajes del grupo social de los explotadores, se dedican
zona, generado por el comienzo de la operación de las minas. Con ironía, se traza un
enumeraciones, que dan un sentido de acumulación. Sobre el final del párrafo, se insiste
en que todo este aumento de la actividad es motivado por la operación de los actores
extranjeros, quienes constituyen el verdadero motor de las acciones descriptas hasta este
inédito, queda subrayado por los adjetivos “inauditas” e “inusitado,” que están colocados
párrafo. Se trata de una situación extraordinaria; éste es un segundo aspecto que crea
284
Con un giro humorístico, el narrador sugiere luego que hasta el amor parece
sentido de “los hombres” a “los lejanos minerales,” que son los que se convierten en
objeto de afecto: “Las mozas de los arrabales salían a verlos pasar [a los hombres], y una
dulce zozobra las estremecía, pensando en los lejanos minerales, cuyo exótico encanto las
Hay en estas primeras páginas un tercer elemento que inicia una cierta tensión: el
paisaje escarpado, marcado por el aislamiento, que convierte en víctimas a los seres
humanos. Ahora bien, el paisaje no actúa sobre todos los seres humanos de manera
que se refiere a los trabajadores. Los mismos quedan expuestos a los rigores de la
sólo para los oprimidos, que son privados de los medios adecuados para enfrentarse a
ella. Se relata específicamente que a los trabajadores no se les proveen los medios
285
En contraste con estos trabajadores que tienen frío y hambre, se dice una páginas
más adelante de los altos empleados de la empresa, mientras se los describe tomando
coñac, que estaban “todos trajeados y forrados de gruesas telas y cueros contra el frío”
(31).
sección de la novela es otro actor colectivo: los soras. Son indígenas que, hasta la llegada
de la empresa a la zona, parecen haber vivido en una situación primitiva, cuestión que la
“vasta indiada” convocada para el trabajo en las minas, los soras habían logrado
las páginas 18 y la 23; seis entre las páginas 25 y 30. E inmediatamente, los soras son el
tema de conversación en una escena en el bazar de José Marino, que funciona también
Estos largos segmentos dedicados a los soras parecen aludir a una suerte de nueva
conquista de América, con la reflexión mutua sobre las características del “otro,” la
generosos, que no oponen resistencia a los avances de los nuevos colonizadores. Por el
286
contrario, colaboran con ellos haciendo gala de una capacidad de desprendimiento que
resulta desconcertante para los recién llegados; tanto para los directivos y altos
empleados de la empresa como para los propios trabajadores—quienes como dijimos, son
en gran parte indígenas. Se trata, además, de una generosidad que es muy útil a los
colonizadores; por lo que resulta que los soras están actuando en contra de su propio
interés. Por otra parte, las conductas de directivos y trabajadores de la empresa también
sorprenden a los soras. En este primer fragmento, vemos también, una más clara
referencia a un futuro conflicto: el hecho de que puedan ser requeridos como mano de
Los soras, en quienes los mineros hallaron todo género de apoyo y una candorosa
y alegre mansedumbre, jugaron allí un rol cuya importancia llegó a adquirir tan
vastas proporciones, que en más de una ocasión habría fracasado para siempre la
empresa, sin su oportuna intervención. Cuando se acababan los víveres y no
venían otros de Colca, los soras cedían sus granos, sus ganados, artefactos y
servicios personales, sin tasa ni reserva, y, lo que es más, sin remuneración
alguna. Se contentaban con vivir en armoniosa y desinteresada amistad con los
mineros, a los que los soras miraban con cierta curiosidad infantil, agitarse día y
noche, en un forcejeo sistemático de aparatos fantásticos y misteriosos. Por su
parte, la “Mining Society” no necesitó, al comienzo, de la mano de obra que
podían prestarle los soras en los trabajos de las minas, en razón de haber traído de
Colca y de los lugares de tránsito una peonada numerosa y suficiente. La “Mining
Society” dejó, a este respecto, tranquilos a los soras, hasta el día en que las minas
reclamasen más fuerzas y más hombres. ¿Llegaría ese día? Por el instante, los
soras seguían viviendo fuera de las labores de las minas. (19)
como una cuestión comunitaria. Queda claro que el narrador está introduciendo
elementos que apuntan a trazar un panorama sobre la extrema vulnerabilidad de los soras
287
frente al avance de la empresa y sus acólitos en su territorio. Los soras son los perfectos
presente imperial, neocolonial, de comienzos del siglo XX, se acentúa con la referencia a
las baratijas que se ofrece a los soras a cambio de sus bienes, reiterando un lugar común
sobre el primer encuentro de los españoles con los nativos de las Américas, e insistiendo
Los soras andaban seducidos por las cosas, raras para sus mentes burdas y
salvajes, que veían en el bazar: franelas en colores, botellas pintorescas, paquetes
polícromos, fósforos, caramelos, baldes brillantes, transparentes vasos, etc. Los
soras se sentían atraídos al bazar, como ciertos insectos a la luz. (25)
peculiar y poco realista como resultan ser los soras ha sido considerada por distintos
Lectura que resulta por lo menos paradójica, ya que, con su aspecto de “buen salvaje,”
resultan ser personajes más propios del romanticismo de la novela indianista, como
los soras de El tungsteno resultan inverosímiles, que parecen personajes de otro siglo—
288
sobre todo en las páginas iniciales de la novela. Especulando sobre el propósito de
Vallejo en esta elección, este crítico ha destacado el sentido más argumentativo que
“contraste” entre las razas, que resultaría altamente favorable a los indígenas.
Parafraseando libremente, diríamos que Lazo sugiere que este tipo de caracterización
Adicionalmente, nos interesa quedarnos con esta observación de Lazo sobre que
Vallejo “se excede” en la caracterización de los soras, porque veremos que también a
inverso. La pregunta inevitable es ¿por qué ese exceso? También retomaremos esta
bien, otros críticos han hecho referencia a que este modo de caracterizar a los soras como
seres sumamente primitivos, de otra época, no tiene meramente que ver con una actitud
reivindicatoria, sino que debe entenderse como una de las claves para comprender el
289
sentido general de la trama, que busca trazar un proceso: “el salto histórico que
realiza un análisis semejante y sostiene que El tungsteno, en tanto “novela social que
sociedad del Perú que tiene componentes muy diferentes a los de las sociedades europeas
del momento, representadas por la novela socialista. Por ese motivo, Vallejo debe
porque no encuentra el escritor en la “realidad” sobre la que desea reflexionar, los que
Merino retoma la importante observación de López Alfonso y hace eco de sus palabras,
experimentan una zona rural, aislada durante mucho tiempo, que pasa de una economía
290
pre-capitalista a una capitalista. O, como dijimos: la inserción de las zonas rurales del
Una lectura muy similar realiza Salaün, quien incorpora un elemento más, al
metal mucho menos mítico que el oro incaico y mucho más concreto, se vuelve un metal
manera neocolonial a la economía mundial; según Salaün, es otra de las claves que dejan
En este punto, vale la pena observar que la generalización del caso peruano a la
sobre el papel de los Estados Unidos—en realidad, deberíamos calificar este pasaje,
291
sencillamente, de anti-norteamericano. 23 En una conversación entre autoridades de la
Mientras todavía se oyen los tiros de la represión, el juez, el alcalde, el cura, el médico “y
temas internacionales,” y avalando la decisión que acaba de tomar. Tras una sutil
empresa, los hermanos Marino, Luna ha firmado una orden para que los cuarenta
Mining Society. El prefecto se une a las alabanzas a los Estados Unidos que van haciendo
los asistentes, señalando que hay varios otros recursos naturales explotados con capitales
norteamericanos en la región:
—¡Ah, señores! ¡Los Estados Unidos es el pueblo más grande de la tierra! ¡Qué
progreso formidable! ¡Qué riqueza! ¡Qué grandes hombres los yanquis! ¡Fíjense
que casi toda la América del Sur está en manos de las finanzas norteamericanas!
¡Las mejores empresas mineras, los ferrocarriles, las explotaciones caucheras y
azucareras, todo se está haciendo con dólares de Nueva York! (El tungsteno 172)
este sarcástico canto al progreso se lee como una denuncia: los extranjeros no se están
292
Insistiendo en esta línea de análisis, quisiéramos sumar un aspecto más a la
propuesta compartida por López Alfonso, Merino y Salaün sobre que el sentido de la
nativo, lo propio: por eso pueden representar al Perú todo, a toda la América del sur. La
indiferencia ante el despojo que muestran estos indígenas que representan a la región
sirve para marcar el hecho de que ellos asumen que siempre habrá más recursos que
mismos, de esa “vasta y virgen naturaleza.” Pero los recursos no son inagotables, advierte
el narrador; un día puede faltarles a los soras, es decir a los peruanos, a los
Los soras, mientras por una parte se deshacían de sus posesiones y ganados a
favor de Marino, Machuca, Baldazari y otros altos empleados de la ‘Mining
Society’, no cesaban, por otro lado, de bregar con la vasta y virgen naturaleza,
asaltando en las punas y en los bajíos, en la espesura y en los acantilados, nuevos
oasis que surcar y nuevos animales para amansar y criar. El despojo de sus
intereses no parecía infligirles el más remoto prejuicio. Antes bien, les ofrecía
ocasión para ser más expansivos y dinámicos, ya que su ingénita movilidad
hallaba así más jubiloso y efectivo empleo. La conciencia económica de los soras
era muy simple: mientras pudiesen trabajar y tuviesen cómo y dónde trabajar,
para obtener lo justo y necesario para vivir, el resto no les importaba. Solamente
el día que les faltase dónde y cómo trabajar para subsistir, sólo entonces abrirían
293
acaso más los ojos y opondrían a sus explotadores una resistencia seguramente
encarnizada. Su lucha con los mineros, sería entonces a vida o muerte. ¿Llegaría
ese día? Por el momento los soras vivían en una especie de permanente retirada,
ante la invasión, astuta e irresistible, de Marino y compañía. (El tungsteno 27-28)
términos que no son lejanos a las observaciones de Barrett sobre el modo extractivo de
explotar los yerbales y las tierras de la Pampa, en Los yerbales y El terror argentino. En
este sentido, puede decirse que la fuerte estilización de los soras en la novela es uno de
los locales todavía no han percibido que están siendo despojados de recursos que van a
agotarse.
En este sentido, la mayor ironía de la novela es que los soras desaparecen sin
las minas—y en el texto. Hablan los hermanos Merino sobre la necesidad de nuevos
trabajadores. Mateo, que vive en Colca, pregunta a José por los soras. Éste responde:
—¡Los soras! —dijo José, burlándose—. Hace tiempo que metimos a los soras a
las minas y hace tiempo también que desaparecieron. ¡Indios brutos y salvajes!
Todos ellos han muerto en los socavones, por estúpidos, por no saber andar entre
las máquinas… (El tungsteno 27-28)
más, postulando que hay en la novela tres grupos indígenas representados, marcando tres
294
capitalismo dependiente. Se trata de tres etapas históricas que son actualizadas en el
tiempo en que transcurre la novela. Los soras representan a los indígenas americanos que
Los yanaconas, que son sometidos a leva forzada, representan un estado intermedio: han
convivido con los blancos, los sirven, y son sometidos a sus leyes—como la de leva—
pero no logran hacer que la misma legalidad a la que sirven los defienda. Son los
veremos. Finalmente, están los indígenas proletarios, de entre los que emerge Servando
gran parte con la indígena por identidad de sus miembros—que puede oponer su fuerza
organizada al poder opresor del capitalismo internacional, que llega en el instante en que
presente—con los distintos grupos indígenas que representan distintas etapas del pasado.
críticos que la han considerado, sencillamente, como una obra fallida. Otros, como Jean
Franco, han incluido la novela de Vallejo entre obras que deliberadamente dejan de lado
esta actitud, escribió esta crítica, relacionando la literatura con las artes plásticas:
295
At a time when painters were calling themselves ‘workers’, when poets were
speaking in the language of the ordinary people or attempting to address them
more directly, it was inevitable that the novelist too should try to emphasize the
social usefulness of his art. Like the poets, many novelists were to disclaim any
attempt to write ‘well’ or produce fine literature. The quality of the writing, they
openly proclaimed, was a matter of indifference. The social worth of the contents
was all important. (The Modern Culture 163)
siguiendo a los formalistas rusos, que los fines ideológicos se oponen a los estéticos.
Nosotros creemos, como él, que sucede lo contrario: hasta la falta de estilo o el aparente
estéticas e ideológicas a la vez. Deberíamos agregar, por otra parte, que muchas veces los
críticos toman demasiado al pie de la letra—por excesiva confianza, o por mala fe, en la
medida en que confirma sus gustos o sus ideas—la retórica de escritores que hacen
ostentación de su presunta falta de estilo; tal parece que sucede con la propia Jean Franco
en este libro, quien apoya su argumentación con declaraciones de Jorge Amado y Roberto
preocupación por las cuestiones de estética literaria. Como vimos, casi en simultáneo a la
filiación marxista sobre estética y política, donde críticos más recientes han encontrado
puede decirse, en un nivel de mayor generalidad, de las cuestiones de estilo. Tanto Víctor
296
Fuentes como López Alfonso han relacionado el estilo de El tungsteno con la propuesta
todas sus instancias los trabajos de estos críticos. Sí nos interesa señalar una importante
coincidencia: ambos eligen la misma cita de ese ensayo en relación con la cuestión del
estilo general de la novela (“La literatura proletaria” 406; “El arte y la revolución” 422).
Es el siguiente:
La forma del arte revolucionario debe ser lo más directa, simple y descarnada
posible. Un realismo implacable. Elaboración mínima. La emoción ha de buscarse
por el camino más corto y a quema-ropa. Arte de primer plano. Fobia a la media
tinta y al matiz. Todo crudo, ángulos y no curvas, pero pesado, bárbaro, brutal,
como en las trincheras. (Ensayos y reportajes completos 452)
Víctor Fuentes señala tres momentos para dar ejemplo de la estética “a quema-
traslado de los dos indígenas yanaconas; y la represión en la plaza, “la masacre del
pueblo” (406). Hay coincidencia en la crítica con respecto a que se trata de tres escenas
que tiene abundantes simbolismos, y que es analizada por separado por varios críticos.
Entre estos, se cuenta Jean Franco quien, en un gesto típico de este tipo de crítica,
valoriza esta escena en contra del resto de la obra; de la que sostiene, lapidaria: “its
weaknesses are obvious” (César Vallejo 158). Coyné señala: “el resto de la novela gira
en torno a tres escenas de violencia cuyo impacto—inmediato—se explica por los hechos
297
mismos que relatan, sin que tengamos muy en cuenta la forma del relato” (Medio siglo
179). Pues bien, la forma del relato importa: le importó a Vallejo, le importó a otros
escenas que el propio Coyné reconoce como estructuralmente relevantes: se trata de una
estética “a quema-ropa,” con elementos del esperpento de Valle Inclán, según Víctor
Fuentes (406).
tungsteno. Pero, ¿qué pensaba el propio Vallejo? ¿Se trataba de una obra menor, en la
cuadraba, forzándolo? Es decir, ¿fue una obra a pedido, realizada de manera descuidada y
año de 1931 en que Vallejo escribe y publica la novela, sugiere que el escritor no la tuvo
La novela ‘El tungsteno’, que como se sabe fue escrita en Madrid, muy
apresuradamente porque se trataba de una solicitud que le había hecho editorial
Ulises, tuvo una sola aceptable repercusión en la crítica. Y el mismo Vallejo se
refirió a ella como un trabajo hecho con precipitación, y también, por la necesidad
de ganar algún dinero. (41)
aparentemente pide la obra, Ulises, que es donde Vallejo publicó la obra sobre Rusia.
Como vimos, sin embargo, Vallejo publicó El tungsteno en Cenit, es una colección
elaboración de esta obra. Curiosamente, los críticos que sostienen que la novela es la
reelaboración de trabajos previos son los que peor opinión tienen sobre ella. Coyné, por
298
ejemplo, analiza la relación entre el capítulo Sabiduría publicado en El Amauta y la
redacción final de la novela. Y Larrea insiste en que ese capítulo formaba parte de un
proyecto anterior nunca concluido, la novela Código civil, sosteniendo que se trataría de
un trabajo comenzado en el Perú antes de 1926. Este crítico cuenta que Vallejo le habría
atribuye la que considera baja calidad de El tungsteno al hecho de que, sostiene: “como lo
quien destaca la presunta falta de interés de Vallejo por la novela. Dada la preocupación
en otros aspectos. En primer lugar, ya hemos comentado que críticos como Víctor
Fuentes y López Alfonso relacionan el estilo de la novela con sus reflexiones estéticas en
299
El arte y la revolución. Por otra parte, hemos visto que hay importantes aspectos de la
estructura de la obra que son subrayados por la presentación de los personajes, dado que
los distintos grupos indígenas presentados pueden relacionarse con el interés del escritor
con los empleados de bajo rango de la empresa, que conforma la tercera sección de la
novela. Por ejemplo, dice Coyné: “es un capítulo totalmente agregado, ya que no es un
166). Estructuralmente, sin embargo, ese largo diálogo tiene dos correlatos previos, a los
empresa sobre los soras en la primera sección (El tungsteno 31-39); y el diálogo irónico
represión que sigue a la rebelión popular debido a la brutal leva forzada de los yanaconas
(164-174). Ciertamente, estos dos diálogos pueden relacionarse muy bien con las dos
etapas previas a la llegada del capitalismo extranjero a las que nos hemos referido, así
como con los personajes que están vinculados a las mismas: soras y yanaconas. También
pueden considerarse esos diálogos, siguiendo la propuesta de Jean Franco sobre que El
tungsteno explora “the levels of consciousness of different characters and the relation of
ideology to class,” instancias en que pueden observarse estos aspectos en relación con las
300
Desde el punto de vista de la organización de la novela, entonces, resulta
doblemente pertinente que el tercer diálogo “de ideas” que aparece en la obra sea
tercer tipo de indígena, y porque se explora en ese diálogo su propia conciencia de clase
en desarrollo. Podemos decir algo más todavía: resulta sumamente adecuado que en este
último diálogo, conclusivo, que anuncia la lucha de las clases oprimidas, este personaje
hable, en lugar de “ser hablado” por sus dominadores, como pasaba en los dos anteriores
con los indígenas. Como vimos en el Capítulo 3, esto mismo pasa en el tercer cuento de
Quiroga que analizamos, “Los precursores.” De la misma manera que el mensú hablaba
en ese relato, contando la primera rebelión de los peones de los yerbales, en El tungsteno,
sobre el final, habla Servando Huanca. Es decir: tanto Quiroga como Vallejo eligen dar la
palabra a los sometidos, en el momento en que estos personajes deciden luchar para
liberarse de la explotación.
señalar todavía algo más importante para nuestra argumentación general. Tiene que ver
naturales: puede verse que Vallejo siguió trabajando sobre los mismos elementos que
tungsteno y el capítulo anterior, Sabiduría, pero también con dos obras posteriores:
obra teatral en seis cuadros, del mismo año. En su análisis, Salaün ha encontrado que
301
puede verse un intenso trabajo sobre los mismos materiales, una elaboración que abarca
La similitud entre las cuatro obras incluye numerosos episodios (desde el detalle
hasta el capítulo entero, como el del Bazar y de la juerga), cuadros, objetos,
diálogos, situaciones y hasta expresiones y palabras. También son idénticos los
mecanismos económicos, sociales y políticos de la sociedad de referencia
caracterizada por su sistema arcaico de explotación y opresión. … Tanto las
semejanzas como las diferencias responden a una búsqueda literaria, en todos los
aspectos: escritura, estética, estrategia, política, eficacia… (79)
contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, puede decirse que, así como hemos
Colacho hermanos. Si en la novela tenemos, como grupo extranjero, una Mining Society
y unos Misters Taik y Weis; en el guión tenemos una Cotarca Corporation y un Mister
novela tenemos a los hermanos Marino, epitomizando los cómplices locales; en el guión
y la obra tenemos a los hermanos Colacho. Y entre las víctimas explotadas, es decir, los
representantes del grupo local, en las tres obras tenemos a los soras, y versiones apenas
América” y “Colacho hermanos”). Es decir, que para Vallejo, los elementos básicos del
reflexión sobre el imperialismo en la región, más allá del género, del estilo y tono de las
obras. Aclaremos que, notablemente, Colacho hermanos es una farsa con muchos
302
sombrío—sólo por momentos alivianado por la ironía—de El tunsgteno. Es decir, los
novela reaparecen en obras de otros géneros, vinculados de la misma manera en una línea
lectores: lo que algunos críticos han llamado “el internacionalismo” de Vallejo. En última
instancia, buscamos tratar de entender quién o quiénes son los lectores que tiene en mente
Entre los críticos que avanzan en esta reflexión se encuentra Salaün, quien se
concentra en poner la escritura de las obras en prosa y del teatro de Vallejo no sólo en su
contexto histórico-político sino, sobre todo, en relación con una intensa búsqueda
estética. Este crítico aclara que “Los escritos críticos y teóricos de Vallejo, a partir de
1927-28 son de una claridad machacona sobre la doble tarea del intelectual
Ahora bien, no se trata de una peculiaridad de Vallejo, como analiza este crítico; estas
preocupaciones son generalizadas entre los intelectuales que por esa época se interesaban
que alcanza todas las artes—notablemente, las artes plásticas. 24 Un último punto que
destaca Salaün tiene que ver con que estas preocupaciones son generalizadas en Europa,
303
desde donde se trasladan a América Latina (72). Podemos ver en este traslado a Vallejo
jugando un papel clave en la posibilidad de que se trate de un intercambio entre las dos
orillas del Atlántico y no de una mera difusión de ideas. En particular por sus aportes
diálogo.
Salaün muestra cómo Vallejo se pone al día sobre el debate estético en sus dos
“una actitud flexible, nada dogmática” (74). No se trata de una tarea fácil, porque el
identidad peruana con la agitación cultural europea y con el espejo soviético que marca
rumbos decisivos” (74). Que Vallejo tiene en mente su papel de articulador entre el
hecho de que se preocupa por seguir publicando en el Perú, a pesar de las dificultades que
las publicaciones peruanas Mundial y Variedades debido a que sus artículos comienzan a
Por otra parte, Salaün analiza cómo se transforma la escritura de Vallejo en sus
obras en prosa a lo largo de los años. De un comienzo con “sabor a moral heredada del
304
periodística—, la prosa de Vallejo tiene cambios radicales a partir del momento en que el
resume este crítico esa transformación estilística, producto de una intensa reflexión
Detrás de esta revisión del lenguaje literario se perfila toda la nueva teoría de la
significación y del mensaje en que la relación entre la palabra justa y la justicia
social encarnaría una nueva definición el signo: ‘Hacedores de imágenes,
devolved las palabras a los hombres’. La preocupación doctrinal de un lenguaje
adecuado a sus objetos se hace extensiva a todos los discursos, novela incluida,
pese a las resistencias formales o a las desconfianzas ideológicas. (78)
En relación con esa búsqueda, Salaün encuentra que los trabajos narrativos y
no de manera excluyente—a dos públicos. Obras como Hacia el reino de los Sciris, el
cuento “Paco Yunque,” o una obra de teatro como La piedra cansada estarían pensadas
para un lector peruano, “un público familiarizado con materiales propios” (78). En un
gesto complementario, una obra como El tungsteno estaría destinada no tanto al público
305
sociales y culturales, sin un proyecto social, de construcción de una clase, ni
organización, ni estructura política, componentes todos ellos que venían sugeridos
en la novela social europea de los años 30. (54-55)
diferir, en principio, de la posición de Salaün. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que
en el caso de Vallejo, tiene que ver, en primer lugar, con combinar distintas tradiciones
físico que es también cultural y político: la trayectoria que lleva al escritor de los Andes a
Trujillo y Lima, y de allí a Europa—localización que tampoco es una sino múltiple: París,
como un vuelco hacia el público europeo, sino como una negociación entre varios
al centro:
306
manera alternante—algunas obras para un público; otras para otro—sino como un ir y
venir en busca de una voz que se adapte a la materia narrada y recree un espacio textual
de encuentro: con distintos énfasis pero sin exclusiones. En un sentido muy similar,
Mariátegui, como una posición que no compite sino que completa su localización en su
nación:
proponían las nuevas ideologías de izquierda. Se trata de una alianza en relación con la
307
espacio intelectual común de intercambio de ideas, de instalación de problemáticas, de
Notas
1
En la categoría de las novelas anti-imperialista, Sánchez—quien escribe en 1968, reeditando una obra
previa—incluye las siguientes (481-494): Toá, del colombiano César Uribe Piedrahita; Juyungo (1943), del
ecuatoriano Adalberto Ortiz; Los eternos vagabundos (1939), del boliviano Roberto Leyton; Tierras
hechizadas, de Costa du Rels; Huasipungo (1934) y Cholos (1938), de Jorge Icaza; Sangre en el trópico
(1930), del nicaragüense Hernán Robleto; Paludismo, de B. Mena-Brito; Cosmapa (1944), del también
nicaragüense José Román Orozco; Tampico, “una de las obras ejemplares del género,” sobre la que también
subraya que fue escrita por el norteamericano Joseph Hegensheimer; Manglar (1946) y Puerto Limón
(1950), del costarricense Joaquín Gutiérrez; Mamita Yunai (1940), del también costarricense Carlos Luis
Fallas; Juan Criollo, del cubano Loveria; Las impurezas de la realidad, del también cubano Juan Antonio
Ramos; Over (1939), del dominicano Ramón Marrero-Aristy; La llamarada (1935), de Enrique Laguerre;
Hasta aquí nomás, del argentino Rojas Paz; Nuestro pan (1942), del ecuatoriano Enrique Gil Gilbert; Don
Goyo (1933), y Canal Zone (1935), del también ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta; La patria perdida
(1935), del mexicano Teodoro Torres; Murieron en mitad del río (1948), del también mexicano Luis Spota;
Mene (1936), de venezolano Ramón Díaz-Sánchez; Casas muertas (1955), del también venezolano Miguel
Otero Silva; El tungsteno (1931), del peruano César Vallejo; Pueblo sin Dios, del también peruano César
Falcón; El metal del diablo (1946), del boliviano Augusto Céspedes; El mundo es ancho y ajeno del
peruano Ciro Alegría; Raza de bronce, de Alcides Arguedas; Llampo brujo (1933), del chileno Sady
Zañartú; El socio, del también chileno Jenaro Prieto; Tanarugal (1945), de Eduardo Barrios, chileno; Los
hombres están solos (1942), del chileno Luis Meléndez; De cuán lejos viene el tiempo (1951); del chileno
Mario Bahamonde; La luz viene del mar, del chileno Nicolás Guzmán; Hijo del salitre (1952), del también
chileno Volodia Teitelboim; La victoria no viene sola (1952), del uruguayo Enrique Amorim; Frontera
junto al mar (1953), del mexicano José Mancisidor; Luna verde (1951), del panameño Joaquín Beleño;
Caliche (1954), del chileno Luis González Centeno (Proceso y contenido 481-494).
Sánchez considera que este tipo de novelas “ha recibido su consagración” a través de la concesión del
premio Nobel a Miguel Ángel Asturias en 1967, en tanto que es el autor de la “trilogía bananera,” sobre la
historia de la United Fruit en Guatemala, que incluye las novelas: Viento fuerte (1950), El papa verde
(1954), y Los ojos de los enterrados (1960) (491-492). Este crítico también hace interesantes señalamientos
hacia novelas que, si bien no incluye entre las anti-imperialistas, considera que exhiben rasgos afines. Así
sostiene que Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, contiene “uno de los prototipos del personaje ‘imperial’,
instalado definitivamente” en la novelística de la región: se refiere a Mr. Danger, “abusivo, hipócrita,
lujurioso, corruptor.” Ahora bien, si bien Sánchez considera que la importancia de este personaje crece “por
cuanto Gallegos no figura en el elenco de los escritores deliberadamente ‘sociales’,” también aclara que en
Sobre la misma tierra, Gallegos retrata a “un ‘gringo’ bueno,” así como a un “alemán cándido” (483).
Todavía más interesante, en la medida que expande su clasificación avanzando hacia una novela del boom,
Sánchez incluye una mención a Cien años de soledad (1967), del colombiano Gabriel García Márquez,
entre las novelas donde se muestran “los excesos norteamericanos de las bananeras” (492).
308
En esta inclusión Sánchez coincide con críticos como Anita Arroyo, quien celebra la novela de García
Márquez en su capítulo sobre “La novela del banano y de la explotación,” destacando que “nos da las
páginas más vigorosas y patéticas sobre el tema” (101).
2
La clasificación en “novela de la selva” puede verse en obras como La novela de la selva
hispanoamericana. Nacimiento, desarrollo y transformación, de Lydia de León Hazera.
3
Henríquez Ureña, en realidad, considera que los escritores que se destacan en estas temáticas son,
precisamente, los brasileños. Así, sostiene: “El grupo más brillante entre los novelistas que tratan
problemas sociales, especialmente desde 1930, es el brasileño, formado por Rachel de Queiroz, Graciliano
Ramos, Jorge Amado, José Lins do Rego, Lucio Cardoso, Marques Rebelo y Érico Verissimo. No se
limitan a la descripción de cómo viven y sufren los indios o los negros; trazan un vasto cuadro de los afanes
del obrero en el Brasil, de cómo trabaja y ama, juega y muere en las plantaciones de café, cacao y algodón,
en los ranchos de ganado, en los molinos de azúcar, en las minas, en los muelles y en los barcos, en los
bajos fondos de las ciudades” (201).
4
La cita completa de Rama merece recogerse, porque está presente también en el libro de Foster, Social
Realism (12-13), poniendo de manifiesto que representa una formulación clásica de la posición que tanto
Beverly como Foster se propusieron poner en cuestión: “La novela social latinoamericana de los treinta ni
siquiera se planteó este asunto como un problema, no discutió si estaba operando con una de las formas
predilectas de la cultura occidental burguesa, limitándose a violentarla para que aceptara una ideología que
respondía a las orientaciones de un pensamiento de izquierda (en el cual se mezclaba liberalismo,
progresismo, tímidos escarceos marxistas) sin modificar demasiado notoriamente sus formas, apenas si
simplificándolas en un régimen más marcadamente denotativo y lógico-racional. La beligerancia que este
pensamiento demostró en cambio respecto las formas posteriores de la novela vanguardista, a las que
interpretó como manifestaciones de la desintegración burguesa en el período imperialista, no la ejerció
respecto a anteriores de la novela correspondiente a la etapa de triunfo y expansión de la burguesía europea.
Las aceptó pasivamente y ni siquiera las utilizó irónicamente como lo hiciera uno de los grandes epígonos
del siglo XIX, Thomas Mann. En tal comportamiento es posible discernir una secreta conexión cultural, la
continuidad de una determinada concepción de lo real y de las formas literarias para traducirla, que sólo
acepta variaciones de grado y no de sustancia, apuntando así a las contradicciones que presentan los nuevos
grupos sociales que, sin embargo, pertenecen a la misma pauta cultural” (Transculturación 211-212). A
diferencia de nuestra argumentación, ambos críticos evitan mencionar que el puente entre la novela realista
europea y la “novela social” habría sido, en la comprensión de Rama, la “novela regionalista
latinoamericana” (Transculturación 212).
5
La noción de “ostranenie” fue desarrollada por Victor Shklovsky para explicar el sentido de la obra de
arte. Después de comentar que “Habitualization devours works…” Shklovsky define “ostranenie”: “And
arts exists that one may recover the sensation of life; it exists to make one feel things, to make the stone
stony. The purpose of art is to impart the sensation of things as they are perceived and not as they are
known. The technique of art is to make objects ‘unfamiliar’, to make forms difficult, to increase the
difficulty and length of perception because the process of perception is an aesthetic end in itself and must
be prolonged. Art is a way of experiencing the artfulness of an object; the object is not important” (12).
6
Como comentamos brevemente en el Capítulo 1, la diferencia entre “panamericanismo” y
“latinoamericanismo” tiene una historia política y un uso ideológico. No parece aludir a esta problemática
la elección del adjetivo “pan-American” en esta cita de González Echevarría—aunque también podría
considerarse que responde a la misma disolviendo la oposición. Dentro del mismo párrafo, el crítico utiliza
el adjetivo “Latin American,” para repetir aproximadamente la misma idea de dicha cita: “The novela de la
tierra elaborates a new Latin American literary reality, and it is precisely for this reason that it is so
important today” (The Voice of the Masters 46).
309
7
Jorge Guzmán Ch. analiza las implicancias de este origen de Vallejo en una familia marcada por esta
costumbre, relativamente tolerada, de sacerdotes que tenían mujer y prole, que se remonta a tiempos
coloniales (24-30).
8
El relato de Ciro Alegría sobre el hecho de que su joven maestro de primaria fuese llamado “poeta” tanto
por las autoridades de la escuela como por los alumnos y sus familiares, es indicativo de la personalidad
pública que había adoptado Vallejo, proclamada también por su larga melena, que incluso provocó una
agresión callejea sobre el maestro-poeta, de la que se habló en la escuela (“El César Vallejo”). Pero hay un
dato todavía más significativo: cuando es encarcelado, la ficha sobre Vallejo reza, en la línea sobre
profesión: “Las Letras (sic),” según rastreó André Coyné (Medio siglo 56). Como comenta Monguió, “ya
no piensa Vallejo en ser maestro o abogado, se declara profesional de la literatura” (53).
9
Entre otras observaciones de interés que pueden encontrarse en la anécdota reconstruida por More, se
encuentra un comentario sobre la relación entre los hombres de letras por entonces: “Cuando Percy Gibson,
que a la sazón se hallaba en Arequipa, se enteró de la prisión de Vallejo, quedó anonadado. En esos años,
que no son muy lejanos, los hombres de letras solían mantener relaciones fraternales insuperables. Existía
lo que se llama espíritu de cuerpo, y lo que es más, solidaridad de pensamiento.” More cuenta que Gibson
fue a ver al juez Carlos Polar, “prohombre arequipeño, amante de las letras, quien en esos momentos
ocupaba el alto sitial de la Presidencia de la Corte Superior de la Ciudad Blanca.” Gibson hace una pequeña
escena que logra preocupar y convencer al juez. Así remata el relato: “Y según me contaba Percy Gibson,
el doctor Polar, trémulo todavía de emoción y conmovido hasta los huesos porque en su Patria se hubiera
encarcelado a un poeta, hizo las gestiones necesarias y obtuvo que la Corte Superior de Arequipa diera un
paso tan trascendental, que siempre ha de prestigiarla, obteniendo la libertad de Vallejo” (Vallejo, en la
encrucijada 14-15).
10
Georgette de Vallejo cita el testimonio de Juan Espejo: “El 3 de noviembre, en el atardecer, apareció en
mi casa César, en un estado de agitación y de angustia, repitiendo en forma insistente esta frase: ¡Abraham
Valdelomar ha muerto! … ¡Abraham Valdelomar ha muerto! … así dice la pizarra de ‘La Prensa”. Su
estado emocional era intenso y sólo comparable a los momentos que siguieron al recibir la noticia del
fallecimiento de su madre. Pero mientras ésta le llevó a un estado de llanto y de abandono, la noticia del
fallecimiento de Valdelomar, que él tanto estimaba, le predijo un estado de agitación dolorosa. Un tanto
calmado, se sentó en la mesa del comedor y escribió: ‘Abraham Vadelomar ha muerto…’ ” (359).
11
En el análisis de la bibliografía sobre Vallejo se percibe la tensión entre Juan Larrea y Georgette de
Vallejo. En este punto, corresponde apuntar que mientras Martínez García sostiene que Vallejo en 1924
“traba especial amistad” con Juan Larrea (1033), la viuda se preocupa por minimizar esa cercanía, haciendo
un pormenorizado recuento del tiempo en que ambos se trataron. Así, relata en una nota al pie: “El Sr.
Larrea pasa el año 1925 en España. Vuelve a ver a Vallejo en 1926, 1927 y algunos meses de 1928 y 1929.
En los años 1930 y 1931, J. L. radica en el Perú. En 1932 regresa a París y permanece allí hasta 1934. En
1935 deja París. Hasta junio de 1937. Durante sus estadas en París tiene ocasión de tratar con Vallejo. Entre
junio del 37 y abril del 38, se ven poco y espaciadamente. Cuando J. L. acude a ver a Vallejo unos minutos
antes de su muerte, han transcurrido muchos meses sin que ambos se reencontraran.” Y luego, justifica los
detalles aportados: “Se hace esta puntillosa relación por cuanto J. L. funda gran parte de la autoridad que le
confiere como biógrafo de Vallejo en esa supuestamente larga e íntima amistad. La relación entre ambos—
que no tuvo mayor gravitación en la vida de Vallejo—cobra, así, una singular importancia años después de
su muerte” (362-363). La cuestión de la relación entre Larrea y Vallejo es un tema de interés lateral, pero
que eventualmente ayuda a comprender la trayectoria intelectual de Vallejo, tanto como algunos de los
derroteros que siguió la crítica sobre su obra. Víctor Fuentes señala las discrepancias ideológicas entre
Vallejo y Larrea, al destacar “impugnaciones de Larrea como escritor de la burguesía” (402).
Puntualmente, la cuestión del marxismo del escritor es unos de los aspectos centrales del enfrentamiento de
Larrea con Georgette. Lo cierto es que ella dedica 18 de las 22 páginas referidas al año 1931 de sus
“Apuntes biográficos” sobre la vida del escritor, a responder las interpretaciones de Larrea sobre la
310
posición y participación en política de Vallejo. En ese esfuerzo argumentativo, un punto importante
resultan las publicaciones y libros inéditos escritos ese año, clave en la vida del escritor. Volveremos sobre
este punto al referirnos al marxismo de Vallejo, confirmado por la crítica más reciente en abundantes
trabajos, dando la razón a la viuda. Más en general, en un artículo que comenta a los críticos que han
escrito sobre Vallejo, Max Silva Tuesta clasifica a Larrea entre los “vallejogogos,” es decir un demagogo
del “vallejismo,” y alguien que intentó poner la obra de Vallejo a favor de una tesis personal—el futuro
triunfo de la “cultura hispánica” (400).
12
El listado de Georgette de Vallejo es el siguiente: “Y más luego, entre otros, al azar de los años y más o
menos de paso: a Marcel Aymé, Jacques Lipchitz, Unamuno, Antonid Artaud, Jean Cassou, Jacques
Copou, Jules Supervielle, Torres Bodet, Jean Louis Barrault, Charles Dullin, Robert Desnos, Mousinac,
Tristan Tzara, Benjamín Crémieux, René Blech, Claude Aveline, Ilia Ehrenbourg, Vaillant Couturier,
Portinari… (más entrevistas con personalidades como el cirujano Goset, Maiakovski, Max Reinhardt,
Meyerhold, entre otros, como lo indica su labor periodística)” (363).
13
Como cuenta el propio Vallejo en una de sus cartas, citada por Ángel Flores: “Son unos terribles. No me
han enviado sino una parte de lo que me deben, concretándose a prometerme que me girarán lo demás
próximamente. Con estos dinerillos estoy viviendo, y quiero aprovechar de la relativa tranquilidad que ellos
me proporcionan, para buscar de trabajar para cuando ellos se acaben, que creo será muy pronto,
irremediablemente…” (35).
14
Eugenio Chang-Rodríguez ha analizado la evolución del estilo de Vallejo en sus crónicas periodísticas,
en las que considera que llega a “superar” la marca que el modernismo dejó en ese género. En su
evaluación, Vallejo desarrolla un estilo propio, de valor comparable a su poesía: “logra escribir algunos
párrafos de crónicas con mejor calidad estética que un buen número de poemas suyos” (“La superación del
modernismo” 350). Sobre Vallejo como periodista, ver también Winston Orrillo.
15
Ángel Flores cita una carta de Vallejo a Pablo Abril: “No creo que podré quedarme en Moscú. Lo del
idioma es terrible. Volveré a París dentro de pocos días y allí le escribiré de nuevo” (79).
16
La declaración, firmada por Vallejo y otros, sostiene en su segundo párrafo: “La ideología que
adoptamos es la del marxismo y la del leninismo militantes y revolucionarios, doctrina que aceptamos
íntegramente, en todos sus aspectos: filosófico, político y económico-social. Los métodos que sostenemos y
propugnamos son los del socialismo revolucionario ortodoxo. No solamente rechazamos, sino que
combatimos combatiremos en todas las formas los métodos y las tendencias de la social-democracia y de
la II internacional” (citado en Ángel Flores 83).
17
Sostiene Luis Monguió, tras afirmar que los “dos viajes a Rusia son tan cruciales para la biografía de
Vallejo como su encarcelamiento en el Perú,” para argumentar a favor del acercamiento del escritor al
socialismo: “Parece claro que esos años de mil novecientos veintiocho y veintinueve, con sus viajes a
Rusia, fueron decisivos en su adhesión a una filosofía política, a una organización política” (66). Luis
Hernán Ramírez describe a Vallejo como “ganado por la prédica socialista y convertido en un fervoroso
militante de la luchas sociales en las que no cejará hasta el día de su muerte” (149). Miguel Gutiérrez
Correa analiza el proceso de acercamiento de Vallejo al marxismo, para concluir que: “Mariátegui y
Vallejo, los dos más altos representantes de la cultura democrática del Perú hasta la actualidad, fueron
marxistas ‘convictos y confesos’ ” (77). También habla de “décadas de ocultamiento, de indecoroso tráfico
con su memoria,” aludiendo a la crítica que minimizó o negó el acercamiento de Vallejo al marxismo (77).
Francisco Caudet confirma estas apreciaciones: “Vallejo empezó a acercarse al marxismo en los últimos
años de la década de 1920, como resultado de un proceso de concientización político-artístico. La estancia
en octubre de 1928 en Rusia fue, en este proceso, un factor decisivo, pero no el único. … El marxismo fue
la doctrina que le ofreció el método para racionalizar lo que en él estaba desde hacía tiempo cristalizando y
para, a la vez, marcar la dirección a seguir en orden a atender el imperativo histórico de transformar el
311
mundo” (780). Por otra parte, en su análisis de los años 1926 a 1932 de la vida de Vallejo, Stephen Hart
sostiene que el escritor “pasó por tres etapas claras—revolucionarismo vanguardista, trotskismo y
finalmente estalinismo” (450). Según este crítico, es en la tercera etapa, cuando Vallejo adhiere “al criterio
estalinista,” que escribe El tungsteno y Paco Yunque. Asimismo, sobre Entre las dos orillas corre el río y
Lock-Out dice Hart que “rebosan de un fervor de estalinismo ortodoxo” (455).
18
Víctor Fuentes menciona otras obras publicadas en España en esos años, también dedicadas a dar
testimonio de viajes a la Rusia soviética, como el libro de Rodolfo Llopis, Cómo se forja un pueblo (La
Rusia que yo he visto); y el de Diego Hidalgo, Un notario español en Rusia, ambos publicados en 1929
(409).
19
Martínez García habla de una cierta proximidad afectiva del escritor con el país: “Los años vividos en
Madrid son, sin duda, los más felices de toda la vida de Vallejo. Es claro que contribuyen a ello hechos
tales como su entrañable amistad con Federico García Lorca y con Leopoldo Panero (que le lleva a su casa
de Astorga pasar las Navidades de ese año [1931]), el conocimiento de Unamuno, y la satisfacción misma
del trabajo creador al que puede dedicarse, por fin, a su completo placer” (1034). Carlos Meneses destaca
especialmente “la amistad que cultivó con los poetas españoles, tanto los integrantes de la generación del
27 como otros menores de edad.” Además de García Lorca y Panero, menciona a Gerardo Diego, Rafael
Alberti, Bergamín, Dámaso Alonso (“1931, en vida y obra” 39-40). Ángel Flores, en cambio, cita una carta
a Juan Larrea que parece indicar una disposición de ánimo menos entusiasta: “Aquí, en Madrid, hay sólo
pocas cosas que me gustan: el sol, que es infalible, como el papa; el arroz a la valenciana (que, dicho sea de
paso, los está haciendo ahora muy mal), las famosas angulas, que tú me hiciste probar hace ya tantos años;
los ascensores de las casas y la tranquilidad aldeana en que se vive. Como verás, esto es muy poca cosa, al
lado de lo que Madrid tiene de aburrido, de vacío y de aldeano precisamente” (103).
20
Muy poco antes de su participación en Aula Vallejo, Coyné había ofrecido una justificación sobre su
negativa valoración de la obra es prosa del escritor. Sostuvo a propósito de una edición de las obras
narrativas de Vallejo en 1967: “Cabe precisar aquí que si nos felicitamos por la publicación de la narrativa
completa de Vallejo, es porque justamente se trata de la narrativa de Vallejo, el cual nos concierne como
poeta de modo que cuanto él lleve escrito en otros campos nos interesa, aunque no llegue a la altura de su
poesía. Y no cabe duda que en ningún momento las novelas y cuentos de Vallejo llegan a la altura de su
poesía, por la sencilla razón que, si existe un estilo poético de Vallejo—que percibimos desde Los heraldos
negros y que culmina en Poemas humanos—no existe un estilo narrativo correspondiente” (Medio siglo
180).
21
Debe tenerse en cuenta que no se trata de una opinión casual de Coyné. Este crítico insiste en la cuestión
de la localización de la acción de El tungsteno en Quiruvilca y en su discrepancia con la opinión de la viuda
de Vallejo sobre Hacienda Roma en otras publicaciones. Ver, por ejemplo, las recogidas como capítulos de
Medio siglo con Vallejo: “A propósito de Novelas y cuentos completos de César Vallejo” (176-177); y
“Carta a Carlos Milla sobre El tungsteno y Poemas humanos” (412-413).
22
La intensificación de la explotación—de la naturaleza y de los recursos naturales—que se introduce al
comienzo de la segunda sección de la novela, es presentada como una necesidad derivada de la guerra de
manera completamente explícita: “La oficina de la ‘Mining Society’ en Nueva York exigía un aumento en
la extracción de tungsteno de todas sus explotaciones del Perú y Bolivia. El sindicato minero hacía notar la
inminencia en que se encontraban los Estados Unidos, de entrar en la guerra europea y la necesidad
consiguiente para la empresa, de acumular en el día un fuerte stock de metal, listo para ser transportado, a
una orden telegráfica de Nueva York, a los astilleros y fábricas de armas de los Estados Unidos” (El
tungsteno 85). No es trivial que esta intensificación esté dramatizada a través de la horrenda leva forzada de
indígenas, que representa el momento culminante de la novela y precipita el desenlace.
312
23
Paul Teodorescu se ha referido a la actitud de Vallejo hacia los Estados Unidos, en el contexto de su
análisis del viaje y el proceso de elaboración de Rusia en 1931. Sostiene que Vallejo “odiaba
vehementemente” los Estados Unidos, a cuya sociedad atribuía “cosas disparatadas.” Este crítico comenta
con ironía el uso de la palabra “yanqui” por Vallejo, que considera un ejemplo de su visión poco informada
y sesgada: “Por otro lado, para él existen franceses, alemanes, ingleses pero no existen norteamericanos
sino solamente yanquis, lo que lo coloca entre los más reaccionarios rednecks, plantadores blancos del Sur
que, desde los tiempos de Lincoln y de la Guerra Civil hasta el día de hoy, llaman despectivamente a los
del Norte, yanquis; provoca, pues, cierta sonrisa verlo a Vallejo asistir a una conferencia, un debate, en
postura de un plantador de Alabama o de Georgia, llamándole al conferenciante ‘un delegado del partido
comunista yanqui (sic) ante el Komintern’. Para los rusos, el conferenciante es un ‘compañero’ que sabe
bien explicar los fenómenos de la revolución, pero para César Vallejo, ése sigue siendo un ‘yanqui’ y nada
más” (769). Si bien creemos que este comentario tiene un alcance acotado porque no se basa en un análisis
amplio de la obra de Vallejo, nos parece interesante consignarlo, por estar referido al período que coincide
con la escritura de El tungsteno. Por otra parte, es interesante recordar que Barrett también habla de
“yanquis” para referirse a los norteamericanos dentro de una argumentación anti-imperialista, como vimos
en el Capítulo 2.
24
De hecho, como destaca el propio Salaün, Vallejo participa de estos debates en las diversas artes. “Lo
que llama la atención en la prosa crítica, teórica o política de Vallejo es la referencia constante a todos los
campos del arte. Desde su inmensa cultura moderna de humanista revolucionario, Vallejo escribe sobre el
Arte en general sobre literatura, pintura (con frecuencia, por ejemplo sobre Picasso, Gris, Merino, etc.),
música, baile, cine, escultura, arquitectura. Sus referencias a la literatura privilegian indiscutiblemente el
teatro …” (75).
313
Capítulo 5 – Reflexión sobre el pasado colonial y heterogeneidad: diálogo con el
indigenismo en Huasipungo
los recursos naturales y la literatura indigenista, con la que, creemos, comparte en gran
medida una problemática común. Entre otros aspectos, exploraremos su carácter anti-
literatura producida y leída por grupos sociales diferentes de aquellos que resultan
novela Huasipungo, del ecuatoriano Jorge Icaza, una de las obras consideradas centrales
tungsteno, dado que su status problemático como novela indigenista nos permite
reflexionar sobre cuestiones que hacen a la relación de esta literatura con el discurso que
314
Huasipungo—vamos a proponer que en las mismas predominan claramente las funciones
neocolonial de los recursos naturales, como ya sugería la prosa de Barrett, marcada por la
Las novelas que tienen como temática la representación de las poblaciones nativas
“indigenistas.” En el primer tipo suelen incluirse obras que Luis Alberto Sánchez en
razón para colocar esas novelas en esas agrupaciones, según este crítico, es que se trata
de otra manera, que no alcanzan a diferenciar al nativo como personaje: son las que lo
tratan “como cuerpo de indio y alma de blanco, no como alma y cuerpo de indio” (494).
el modo de la representación, por cierta actitud de los escritores ante el grupo social
315
quien se apoya en trabajos clásicos de Aída Cometta Manzoni y de Concha Meléndez, 1
claridad, caracterizando con cierto detalle tanto la actitud enunciativa de los escritores de
anterior. Pero también introduce dos aspectos que discutiremos en éste. Uno es el que
tiene que ver con la actitud enunciativa del escritor frente al referente social, que es de
reivindicado y estudiado; el otro tiene que ver con el contraste entre el referente
segunda al revisar cómo ha sido clasificada El tungsteno, que en diversos críticos fluctúa
316
Retomando la discusión sobre la caracterización general del indigenismo, Sánchez
y Rodríguez-Luis coinciden a su vez con el que es considerado “the most influential and
significant essay of the topic,” de acuerdo con Efraín Kristal (The Andes Viewed 3);
(La formación de la tradición 137). Estos críticos se refieren al capítulo “El proceso de la
Mariátegui, publicado originalmente en 1928. Autor que, según Kristal, “coined the term
indigenismo as a literary category” (The Andes Viewed 3). En la visión de Mariátegui, las
Los ‘indigenistas’ auténticos—que no deben ser confundidos con los que explotan
temas indígenas por mero ‘exotismo’—colaboran conscientemente o no, en una
obra política y económica de reivindicación—no de restauración ni resurrección.
(353)
literatura “indígena,” cuya condición de realización es que quede en manos del propio
317
Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena.
Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios
indios estén en grado de producirla. (356)
dubitativo, representa una propuesta incierta que, a nuestro entender, deja en evidencia
calificar de ingenua; y que ha sido discutida por críticos como Cornejo Polar y Roberto
Paoli, apuntando a que tanto la lengua española como la escritura y el propio sistema
literario son introducciones occidentales, por lo que resulta problemático pensar en una
más que sustantiva, dejando en evidencia una cierta tensión utópica: un horizonte
de Cornejo Polar, por una “heterogeneidad” irreductible, debido a “la fractura entre el
como obra inaugural del indigenismo la novela Aves sin nido, de la peruana Clorinda
10). En este señalamiento, se apoyan en Meléndez, quien presenta esta obra como
318
como Anthony J. Vetrano (La problemática psico-social 37, n. 4); o Donald L. Shaw,
en palabras de Shaw, “tended to romanticize and idealize the Spanish American in the
Romantic tradition of the Noble Savage,” mientras que el segundo “presented them more
realistically, usually with some sort of denunciatory social agenda.” Este crítico aclara,
sin embargo, que pueden distinguirse dos fases en el segundo, desde el punto de vista de
Icaza, Ciro Alegría y obras tempranas de Arguedas—y otra que “enjoys high critical
Cornejo Polar es el crítico que da entidad a esta segunda fase que comenta Shaw,
en la literatura, sobre todo en críticos como Ciro Alegría y José María Arguedas. Habla
entonces del “mejor indigenismo.” 4 Aunque este crítico también presenta otro término,
Alegría y Arguedas, y en otras a los autores de la “generación del 50,” como Eleodoro
tradición 142). 5
“The Andean novel” en The Cambridge Companion to the Latin American Novel, en la
319
literary production of the nineteenth century written about the Indian … characterized by
its exoticism, the lack of a political agenda, and a sense of nostalgia for the grandeur of
the ancient civilizations” (142). Es en la consideración del indigenismo que este crítico
auténtico movimiento, “of vast ideological and aesthetic projections early in the twentieth
century.” Este movimiento, que se extendió por Perú, Bolivia, Ecuador, México y
Guatemala, habría involucrado no sólo la literatura sino otras áreas intelectuales: “social,
recursos del realismo mágico; una intensificación del tono lírico; y el uso de nuevas
320
contradictions between the indigenous communities and the landowners allied with the
state,” el neoindigenismo trata “more intangible problems, existential conflicts, and the
carece de variantes. Por ejemplo, hay críticos como Raimundo Lazo, que hablan de la
sosteniendo que “lo andino,” en la primera mitad del siglo XX, “se convierte en urgente
hombre, sociedad y Naturaleza” (15). A su vez, Jean Franco habla de “the Indianist
novel,” para referirse en general a la literatura sobre las poblaciones nativas de América
Latina. Esta crítica enfatiza cierta continuidad entre tres momentos a los que no da
nombre; los que, por otra parte, no resultan automáticamente asimilables a los que hemos
visto hasta ahora. También destaca la radical diferencia entre los indígenas y los mestizos
The Indianist novel epitomizes the difficulties of the Realist writer in Spanish
America, particularly when the material is exotic to him. The Indian is as foreign
to white and mestizo Latin American as an Armenian. … the coming to terms
with Indian culture has been an important process in the continent’s cultural
history and has corresponded to the main ideological currents of different periods.
Thus, before the 1920s, the emphasis was on education, on ridding the Indian of
his superstitions; in the 1930s, the Indian was seen as a political force and more
recently there have been attempts to revaluate indigenous and show that there
were positive virtues in the Indian’s rejection of the European way. (Spanish
American Literature 162-163)
321
anterior. Una observación similar puede hacerse sobre la caracterización que hace
Márquez del “neoindigenismo,” crítico que, como vimos, distingue esta etapa del
son utilizadas por otros críticos, como Gordon Brotherson (17-22). Este crítico, sin
mientras retoma un aspecto que había valorizado particularmente Cornejo Polar. Para
distinguir entre las distintas etapas en el modo de hablar sobre las poblaciones nativas en
el siglo XX, Brotherson presta atención al conocimiento de las culturas indígenas por
parte de los escritores, el que no se deriva simplemente de la observación sino sobre todo
orientación política de las obras de Icaza y Ciro Alegría, entre otros, destaca:
But just as important as this political shift, and more fertile for the novel, was the
general growth of knowledge about Indian cultures and, particularly, the re-
discovery and appreciation of Indian literary texts. The fundamental difference
between all the Indianist novels we have mentioned and the work of Miguel
Ángel Asturias, José María Arguedas … and Augusto Roa Bastos, to name three
outstanding modern advocates of America’s first inhabitants, is the degree to
which Indian languages and literatures serve as a source of inspiration. (21)
los críticos que vimos previamente, en la medida en que también destacan el sentido
social de la narrativa que ellos llaman “Indianist” cobra en cierto momento. Sin olvidar
322
propuesta por Mariátegui; la que es seguida, con matices, tanto por Sánchez como por
Jorge Icaza, “el ecuatoriano que más ha hecho por llevar el problema del indio y
de julio de 1906 en Quito. Según su propios testimonio, pasa su infancia entre mujeres,
ya que su padre, José Antonio Icaza Manso, murió cuando tenía seis años y su madre,
Carmen Amelia Coronel Pareja, se enfermó tras la muerte de su segundo hijo; razones
por las que quedó un poco a cargo de su abuela y su tía (citado en Ojeda 107). Su madre
vuelve a casarse, con Alejandro Peñaherrera Oña, quien propició una educación liberal
Comenzó sus estudios secundarios en el Colegio Jesuita Juan Gabriel, pero los
completó en el Colegio Nacional Mejía, por su espíritu poco afecto a la disciplina de los
jesuitas, según Garro (202). Anthony J. Vetrano cree aunque también pudo haber
rural al que nos referiremos inmediatamente (25). El propio Icaza lo atribuye a que, por el
tiempo pasado en la zona rural, como estudiante tenía un cierto retraso y no se sentía
cómodo en las clases (citado en Ojeda 108). De todos modos, la relación del joven
estudiante con los jesuitas parece haber sido problemática. Según comenta Sacoto, “those
years spent in the Jesuit school left a sad memory in the writer’s soul” (129). Los años en
323
el campo representan otra experiencia de juventud que resultaría fundamental en el
poder, donde el futuro escritor presenciaría el trato injusto dado a los indígenas. Como
cometían con los indios de parte de mayordomos y administradores. En gran parte son las
que me sirvieron y las que me sirven en mis novelas” (citado en La problemática psico-
social 25). Por otra parte, el escritor ha sugerido una vinculación entre esa observación
del maltrato a los indígenas con las dificultades de la relación entre su made y su tío,
para su literatura. Comenta Renán Flores Jaramillo que “su vida en el latifundio lo
marcará a fuego: será siempre fiel a la promesa de dedicarse a paliar, de algún modo—
aunque sea, mediante la denuncia literaria—la condición subhumana en que viven los
indios” (13).
324
En 1924 Icaza comienza estudios de medicina en la Universidad Central de Quito.
Pero debe abandonarlos para trabajar, debido a que la muerte de su madre y luego de su
padre político lo deja sin recursos económicos suficientes, según Garro (206). Flores
Jaramillo aporta otra razón: que Icaza deja los estudios debido a que ya no siente en ese
momento la presión familiar por tener “una profesión liberal” (13). En todo caso, puede
coincidirse con Garro, quien ha visto esa transición, sea producto de las dificultades
económicas o de sus propios deseos, como una instancia que representa para Icaza la
Este acontecimiento que cambia de súbito las condiciones del estudiante le abre a
Icaza una puerta y le enseña la calle con esa actitud ruda de la pobreza para
decirle que tiene que elaborar su pan con sus propias manos. Comienza para él un
nuevo aprendizaje más fuerte y despiadado, pero acaso mas fecundo. (206)
económicas de una familia que “había sido gente de proporciones” pero ya no lo era.
la Pagaduría Provincial de Pichincha, después. Sólo dejará ese puesto en 1937, cuando
De todos modos y pese al éxito que alcanzaría su literatura, Icaza siempre deberá
completar sus ingresos como escritor con otras actividades. En esos mismos años se
declamación con un profesor español que se hallaba por entonces en Ecuador, Abelardo
325
Entre sus obras teatrales, se cuentan El intruso (1929); La comedia sin nombre
(1930); Por el viejo y ¿Cuál es? (1931); Como ellas quieren (1932); Flagelo (1936),
campesino, “que finge ser sordo para enterarse de los grados de maldad de la alta
todos los casos de obras situadas en un ambiente urbano, que se concentran en describir
The central theme of this theater is the life of the city. It is a direct interpretation
of daily life in the Capital, with two main subjects: elite aristocracy, which is
ridiculed, and the middle class, in all its aspects; from ‘life is a joy, let’s live it up
today, for tomorrow may never come’ to sympathetic scenes of daily struggle in
pursuit of self improvement. (133)
Garro ha vinculado la dramaturgia de Icaza con “el teatro primitivo español” y los
entremeses de Cervantes, señalando que las semejanzas pueden deberse a una simple
Acaso no haya en esto sino una simple coincidencia, pero la sátira social, los
personajes en caricatura y los contrapuntos violentos del diálogo, además del
problema de la ilusión y la verdad, que vemos en El Retablo de las Maravillas, y
ese tremendo cuadro donde el erotismo senil de un viejo choca contra la fuerza
desbordante de la naturaleza y casi deja ver tras el guarmecí protectores rapto de
la lujuria, en El Viejo Celoso, son escenas ásperas y tundentes que acuden a la
memoria a la lectura de las piezas de Icaza. (212)
326
Por otra parte, cierta crítica ha señalado los componentes del psicoanálisis y las
renovaciones formales de obras como Por el viejo y ¿Cuál es? De la primera, cuyo
La clásica estructura del drama burgués pierde sus atributos para dar paso a
nuevas técnicas, a otro concepto, a un moderno sentido teatral que va a remover
profundos problemas humanos, ya no en forma de simple relato dialogado, sino
de acción y parlamentos nacidos de raíces insospechadas, en los postulados
cumplidos del psicoanálisis, rebuscando en las formas de la subconsciencia causas
y efectos sorprendentes. (Citado en Flores Jaramillo 25).
633). El propio Icaza cuenta que, sobre todo la pieza ¿Cuál es?, muestra el impacto de la
lectura de “los 14 tomos de las obras de Freud.” Como comenta, con humor: “yo me
quedé bajo una influencia terrible de Freud. Yo tenía Freud hasta en los bolsillos. Y
escribo esta pieza, ‘Cuál es’ que es un complejo de Edipo ya con nueva tendencia y
Ahora bien, con la atención puesta en cuestiones temáticas, hay críticos que
plantean dudas sobre esta valoración de los aportes renovadores de Icaza. Entre ellos se
cuenta Sacoto, quien subraya que cuando Icaza comienza a abordar los temas sociales,
estos ya habían sido tratados por otros escritores; dado que “works of fictions such as
plays, novels and short stories on behalf of social reform had been written,” mencionando
trabajos como El tigre, de Enrique Aguilera Malta (133). En este sentido, sin dudas es
327
conjugar los dos aspectos innovadores que exploraría Icaza; es decir, tanto desde la
elementos del teatro del absurdo, la obra, al comienzo, se desenvuelve al ritmo del
Huasipungo, escrita un tiempo antes que Flagelo, con la diferencia de que en la novela se
hace énfasis en que el accionar de estos personajes resulta instrumental a una fuerza que
recuerdan mucho a la novela, como aquella en que un indio golpea a su pareja; pareciera
que la obra teatral fuera una instancia para volver a reflexionar sobre algunas cuestiones
y los cómplices locales—la Iglesia, los terratenientes y el sector militar. Ahora bien, que
328
En síntesis, Flores Jaramillo traza el desarrollo de Icaza como dramaturgo,
Aunque nunca abandona del todo el teatro—en 1946 fundará la compañía Marina
Moncayo, liderada por su esposa actriz, y en 1947 estrenará el ballet El amaño—, Icaza
dedica los años siguientes fundamentalmente a la narrativa. Tanto Ferrándiz Alborz como
acaso el más significativo (del Ecuador),” de acuerdo a la opinión de Garro. Entre sus
representantes este crítico nombra a José Alberto Llerena, Gonzalo Bueno, Ignacio Lasso,
Jorge Fernández, Humberto Salvador, Atanasio Viteri, Augusto Sacoto A., y Jorge Reyes
y Reyes (205). En este grupo, varias obras están dedicadas a temas sociales. Como
“el más prolífico de los novelistas ecuatorianos,” según Ángel F. Rojas—que cuenta las
cierra con la promesa: “Los trabajadores de los países crearemos una nueva humanidad”
(202-203). Por su parte, la novela Agua, de Fernández, publicada en 1936, narra las
disputas por los recursos hídricos de un pueblo, de modo tal que no falta en la misma
“ninguno de los elementos que hacen más execrable la servidumbre feudal,” al decir,
con algunos de estos críticos, con quienes compartió las aulas del colegio Mejía, como de
329
literatura—y la bohemia—más temprano que él, ya que en esa época Icaza todavía no se
pensaba como escritor: “Yo no podía figurar en ese equipo porque estaba contrario a la
literatura” (citado en Ojeda 110). 12 De todos modos, Icaza acepta de buen grado ser
considerado parte de la “generación del treinta” o, como parece preferir, del “grupo del
año treinta.” Dentro del mismo, distingue, aproximándose a la clasificación que hace la
Austro. Y considera que los temas sociales son comunes a los tres grupos (citado en
Ecuador es Plata y bronce, de Fernando Chaves, publicada en 1927. Se trata de una obra
que tiene un espíritu reivindicatorio no distante del que revelaría la obra de Icaza, y un
tono crudo también comparable. Sobre la misma, ha comentado Aída Cometta Manzoni
Por otra parte, Jorge Enrique Adoum en su obra sobre La gran literatura
ecuatoriana del 30, ha sostenido que esta obra introduce en la literatura de es país
personajes que tendrían larga vida; los que veremos también en Huasipungo. Aunque la
Con la obra de Chávez entran en la literatura esos personajes que iban a repetirse
demasiado, tanto en la realidad como en el relato: el amo, naturalmente blanco,
naturalmente explotador de indios en el trabajo y de indias en la cama o al borde
330
de los caminos; el teniente político, naturalmente nombrado gracias a él o puesto
por él a su servicio y, en cualquier caso, dócil a su voluntad; el cura, naturalmente
valiéndose de su autoridad para engañar al indio en las esferas de su competencia
y en las otras; y el indígena, vengándose del patrón. (29)
indígena a su mujer, que está tanto en Huasipungo y como en Flagelo, como comentamos
que integra Icaza, de la publicación de la antología Los que se van. Cuentos del cholo y
del montuvio, en 1930, obra colectiva de tres escritores de Guayaquil: Joaquín Gallegos
Lara, Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta, que provocó polémica y dio
visibilidad a esta nueva generación de escritores. El volumen fue recibido con cierto
rechazo, dada la denuncia que hacía sobre la situación de los trabajadores locales. Como
[En Ecuador] De inmediato se tildó a la literatura que hacían los autores del
discutido libro, como el producto de un plan político, que buscaba producir e
escándalo internacional, el desprestigio de nuestro medio atrasado, revelando
imprudentemente detalles vergonzosos de la explotación del hombre campesino y
describiendo a éste como una especie de subhombre movido por la lujuria, los
celos, el alcohol, y a ratos, por el instinto homicida. …
Pero el escándalo con que este libro fué recibido en el medio timorato del
Ecuador, fué admiración y aplauso en la crítica foránea. Al punto se ubicó la obra
primigenia de los jóvenes escritores guayaquileños como el afortunado producto
de un realismo descarnado y rudo, y de una gran sinceridad y honradez literarias.
(181-182)
331
Ahora bien, Cueva, apoyándose en el análisis de Fernando Tinajero, ha sumado
otra obra al listado de trabajos que tuvieron peso en la generación de Icaza; se trata de un
trabajo no ficcional sobre los indígenas del Ecuador: el ensayo El indio ecuatoriano, de
Pío Jaramillo Alvarado, publicado en 1922. Relacionando este ensayo con las
preocupaciones sociales y políticas de esta generación, sostiene Cueva que las obras de
los nuevos escritores no pueden entenderse teniendo en cuenta sólo el sistema literario, el
Publicados en 1933, “[l]os cuentos que encierra este pequeño libro anuncian los temas y
el gran marco social de la novela,” en el decir de Garro (217). Además de piezas que
luego de Huasipungo—el libro incluye tres cuentos de clara temática indigenista que
pueblo indígena cuando el latifundista desvía un curso de agua para alimentar sus tierras:
“entre las miserias de la esclavitud a que vive sujeto el indio, se levanta la sed como un
espectro de perfiles siniestros,” comenta Garro (217). “Éxodo” relata la historia de una
pareja de campesinos esclavizados por su patrón. Cuando el padre está por morir, le pide
a su hijo que huya de la hacienda, en busca de mejores condiciones de vida. Pero su paso
332
de hacienda en hacienda deviene un auténtico “vía crucis,” en la metáfora de Sacoto,
peregrinar, el narrador describe diferentes tipos de abuso; entre ellos, el “enganche” del
peón a través de la deuda, que hemos visto en Los yerbales de Barrett, y al que también
narra este relato, al decir: “El cuento ‘Éxodo’ no es la marcha o fuga de un pueblo hacia
una ruta de realizaciones históricas, sino la huida del indio de su misma realidad humana”
segundo, de sangre sólo indígena, provoca sus celos. La historia concluye con la muerte
acuerdo al análisis, muy comentado, de Eva Giberti. En este cuento, sostiene Flores
Jaramillo: “Se plantea, en escorzo, el tema que se convertirá en leit motiv de la obra
Una parte de la crítica ecuatoriana recibió este primer libro de cuentos de Icaza
evidencia el movimiento de apertura a estos nuevos temas y estilos. Una reseña publicada
333
En 1934 Icaza publica Huasipungo. Debido a su éxito casi inmediato, el escritor
teatral, donde ya era conocido. Organiza el Sindicato de Escritores Artistas del Ecuador,
honorario. Vetrano recuerda que “En esa capacidad, él fue invitado por México—
invitación que aceptó—a participar en el Congreso Indigenista que se realizó en ese país
Venezuela, a recorrer el Orinoco con Waldo Frank; en 1949 viaja a Puerto Rico y es
dicta conferencias en varias ciudades de ese país. En 1956 y 1957 participa de encuentros
Biblioteca Nacional en 1963; y luego embajador a la Unión Soviética entre 1973 a 1977.
James Earl Norman menciona que Icaza dio conferencias en universidades de México y
Costa Rica en 1940; de Nueva York en 1942; de Bolivia en 1956; de China; de Brasil en
334
1963; y en nada menos que en treinta universidades de los Estados Unidos en 1973
Puede pensarse que la retórica encendida de Icaza resultaría hasta cierto punto
fue ése el caso, pese a ciertos roces y dificultades. No sorprende, entonces, que el escritor
Humberto Mata. El autor de las novelas indigenistas Sumag, Allpa, Sanaguin y Sal—
“que integran la gran novela del Ecuador,” en la valoración Ivena Codina (115)—publicó
en 1964 una Memoria para Jorge Icaza, escrita como una carta y plena de imprecaciones
que bordean el insulto. En ella acusa a Icaza de simplemente sacar provecho del interés
por los temas sociales que habían iniciado los escritores del grupo de Guayaquil.
ecuatorianos, y sostiene que el escritor utilizó el tema indígena para su beneficio, sin
haber luchado por mejorar la situación social de aquéllos. El folleto deja en evidencia la
considerado esa obra demasiado cruda, demasiado radical, por otra ciertos sectores
pública de su país:
335
partes, mucho habrías conseguido, y mucho habrías ordenado si tú hubieses
sabido emplear tus facultades en pro de la Raza India. Nada hiciste. (7-8)
Ernesto Albán Gómez sobre la situación compleja en que queda Icaza frente a una
generación de escritores posterior a la suya, al haberse visto consagrado por una obra que
fue de denuncia:
El asunto tiene una ironía estremecedora: Icaza entre dos fuegos. Cuando
Huasipungo se editó por primera vez, fue considerado un libro tendencioso,
peligroso, anarquizante. Ahora, su autor es frecuentemente tachado de burgués
reaccionario o punto menos. (37)
años—es la primera novela de Icaza y aquella por la que ha sido más conocido.
Inicialmente es recibida con críticas que desatan una polémica en su país, debido a que la
ocultarse, al menos en la gran literatura” (Flores Jaramillo 41-42). Sin embargo, pronto
llegarían importantes elogios desde afuera: apenas un año después, la obra recibe el
en Buenos Aires.
“de denuncia,” en los términos que elige Adoum (“El indio” 22). Ahora bien, para
336
nueva generación de escritores que integra, pero ampliando el colectivo de pertenencia
más allá de las fronteras del Ecuador—dejando, además, en evidencia cierta orientación
Por cierto, el Ecuador pasaba por entonces momentos de gran agitación social. La
crítica coincide en señalar como acontecimiento clave, en este sentido, la represión del 15
Las protestas y la represión pusieron en evidencia las complejas fuerzas que estaban en
juego en el Ecuador, tras una serie de transformaciones que contribuyeron a situar a este
la economía ecuatoriana que se había verificado desde 1870, en que este país reorientó su
337
costa: en particular cacao, pero también café y otros. De este modo, la base de poder
tradicional desde los tiempos de la colonia, los latifundistas de la sierra, fue reemplazada
por una clase comercial en la costa, primero económica y luego políticamente. Como
resume Kenneth J. A. Wishnia, “Eloy Alfaro’s ‘Liberal revolution’, the 1895-1896 civil
war, represented the triumph of the mercantile coast over the feudal sierra” (39). Sin
con el derrumbe de precios que se verificó al final de la década: entre 1928 y 1931, el
valor de las materias primas de exportación cayó nada menos que el 60 por ciento. Estas
debilidades económicas de los nuevos gobiernos liberales que representaban los intereses
de la costa hicieron posible el estallido de una nueva guerra civil en 1932, caracterizada
por Wishnia como “an unsuccessful attempt by the sierran landowners to reclaim power”
media, como explica Cueva: “The joint action of a struggling working class and a
upwardly mobile middle class, within the wider framework of an economic crisis,
unleashed an explosive situation that would end by destroying the fragile liberal-
al espectáculo de inestabilidades y luchas de las clases medias y bajas, frente a las cuales
338
no quedaron indiferentes. La represión de 1922 fue especialmente significativa para la
ellos, se contaron Pablo Palacio, José de la Cuadra y Enrique Terán. Y en 1931 se fundó
el Partido Comunista, al que adhirieron Joaquín Gallegos Lara y Enrique Gil Gilbert. Más
participaban de una visión cercana a los reclamos de izquierda, que habría abierto el
camino a la literatura social: sin la “visión marxista” difundida por entonces, sostiene este
Resulta importante aclarar que, en el mismo trabajo, este crítico habla de “literatura
realista” para referirse no a la que meramente exhibe rasgos documentales, sino a la que
339
Entre los escritores sin afiliación partidaria pero con afinidad con el pensamiento
titulada Claridad, de la que salieron cuatro números “en 1924 o 1925.” En esa revista
publicó dos cuentos, sobre los que dice: “no tuvieron ninguna trascendencia y me olvidé
de ellos” (citado en Ojeda 118). Por otra parte, el escritor ha reflexionado extensamente
cristiana. 16
suman los viejos problemas, específicos de las áreas rurales, en relación con la propiedad
la zona de la sierra, donde predominaban las grandes haciendas. Las propiedades de más
de 500 hectáreas constituían el 0,3 por ciento de las explotaciones pero concentraban casi
representaban el 82 por ciento de las explotaciones, aunque ocupaban sólo el 11,4 por
340
indígenas y mestizos que trabajaban tierras en sistemas de latifundio. Se trata,
Icaza” (38). En el mismo sentido, Garro se pregunta por el momento en que le surge a
que la preocupación por esta cuestión vincula el siglo XX con el pasado colonial, con una
historia que no cambia a pesar de los siglos: la continuidad de la colonia, más allá de la
¿Cuándo y cómo fueron los años de aprendizaje de Jorge Icaza? … ¿Cómo fue
que la conciencia respondió con el desdoblamiento de un artista que iba a dar a la
literatura hispanoamericana una larga imaginería social modelada en barro, en
diversidad de gestos y esguinces, un poco tosca y con distorsiones de mano
atropellada y febril y que representa por hoy el mejor símbolo de las condiciones
de una gran parte de América? Sin lugar a duda el espectáculo social del Ecuador
que se abrió ante los ojos de Icaza y de los otros escritores de su generación es el
mismo—con detalles adventicios que cambian al pasar del tiempo—de hace
cuatrocientos años. (207)
primera mitad del siglo XX, vinculando la nueva y frágil situación del mismo como país
con una economía casi de monocultivo exportador en torno del cacao, con las
una capacidad de análisis que establece relaciones entre cuestiones de panorama histórico
341
… en esa época el Ecuador estaba pasando o estaba pasando por una crisis. Usted
recordará la caída del cacao. Los grandes millonarios, que hasta entonces no
habían sabido qué era la vida pues vivían en Europa dándose el gusto con el
dinero que producía el cacao, tuvieron que regresar los pobres campesinos que
trabajaban en los cacaotales tuvieron que salir a las ciudades y se morían de
hambre en los portales. Puesto que el cacao era el principal producto de
exportación, el país se vino abajo. … Y la influencia del recuerdo de la infancia
marcó una huella, como también mi vida en la oficina pública, porque a mí me
tocó, en esa Pagaduría Provincial que después se llamó oficina de Recaudación,
ser fiscalizador de impuestos. … Y pude entrar a haciendas, al pequeño negocio
para ver cómo se hacían los negocios y así poder cumplir mi misión de
fiscalizador. Esto también me sirvió mucho para darme una orientación emotiva,
como si dijéramos. (Citado en Ojeda 120)
tanto en la explotación de la madera de sus bosques como por el petróleo que podría
acentúa la explotación y el maltrato a los indígenas, se destacan dos aspectos que agravan
huasipungos—, que quiebra el pacto tradicional de ellos con los patrones. Este último
despojo desata la rebelión de los nativos, que es reprimida de manera violenta. Pero, al
igual que en cierre de El tungsteno, tras la represión que parece total, se anuncia el futuro
342
Entre los despojos de la dominación, entre las chozas deshechas, entre el montón
de carne tibia aún, surgió la gran sementera de brazos flacos, como espigas de
cebada, que al dejarse mecer por los vientos helados de los páramos de América,
murmura, poniendo a la burguesía los pelos de punta, con voz ululante de taladro:
—¡Ñuncanchic huasipungo!
—¡Ñuncanchic huasipungo! (Huasipungo 176-177)
En este cuadro general, se destacan ciertos personajes. Del lado de los patrones,
está en primer lugar el latifundista, que se encuentra en una situación económica estrecha,
embarazada tras relacionarse con un mestizo. Para proteger el buen nombre de la familia,
Pereira traslada a todos al latifundio serrano, donde hará pasar a su nieto por su hijo. Por
esta razón, va a necesitarse un ama de leche para el crío, circunstancia que abre las
elegidas para esa tarea deberán dejar sus casas y hasta de amamantar a sus propios
hijos—razón por la cual muere el bebé de la primera nodriza. Quien induce al latifundista
todas las explotaciones posibles. Andrés padecerá el infierno reservado a la clase más
explotada entre los explotados: como trabajador indígena, deberá afrontar las peores
343
tareas en las peores condiciones. Su mujer, a su vez, será elegida como ama de leche,
describe una situación de decadencia del viejo poder del latifundio andino, representado
poder—es espacial pero también temporal: el viaje resulta asimismo una vuelta al pasado,
a los tiempos en que el poder de la sierra era dominante. No sorprende, entonces, que las
comienzos del siglo XX: el latifundista apelará a instituciones de ese período, como la
indígena. Por otro, la alianza de su tío Julio con la empresa norteamericana representa de
fragilidad, en que las decisiones pasan a quedar en manos de los extranjeros. Por eso, tras
la escena de represión, realizada por las fuerzas de seguridad locales, describe y predice
(Huasipungo 176). No sorprende, entonces, el poder que el personaje del tío Julio—un
344
través de su influencia sobre el hacendado: es una pieza clave en la transmisión hacia el
interior del país de las fuerzas externas, debido a su posición de articulador entre el viejo
que, de manera similar a como hemos visto en el análisis de El tungsteno, resulta más la
descripción de un proceso que una pintura de personajes. Este crítico destaca que los
Huasipungo resulta una verdadera novela política, aquélla que consigue exponer
con mayor claridad y rigor que había sucedido antes, los términos del problema
histórico que enmarca la novela indigenista: Icaza presenta allí la transformación
de la oligarquía latifundista latinoamericana en clase empresarial, lo cual es
siempre en los países latinoamericanos sinónimo de dependencia del capitalismo
extranjero, en particular del norteamericano. (Hermenéutica y praxis 103)
el papel del capital extranjero en la trama, aunque sin hacer referencia ni a que la empresa
capta la degradación y la explotación en que vive el indio de la región andina así como el
juego de las diversas fuerzas e intereses que condicionan tal situación” (82). Por su parte,
Theodore Alan Sackett hace una lectura ligeramente diferente de las de Rodríguez-Luis y
345
Ferrándiz Alborz acerca de la relación entre los actores locales y los extranjeros. Sostiene
que: “El tema principal de la obra es la explotación inhumana del indio ecuatoriano por la
clase alta” (67). Podemos decir que, coincidiendo con esos críticos, Sackett establece una
vinculación entre los intereses de la clase latifundista de Ecuador con los capitales
Si bien admitimos que la discusión sobre qué actor controla en términos finales la
acción puede ser interesante, no vamos a internarnos largamente en ella. Creemos que en
momentos cruciales de la obra, como hemos analizado. Con respecto a Huasipungo nos
inclinamos por una interpretación similar. Sin embargo, creemos que, desde el punto de
vista del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, la discusión es, hasta
cierto punto, secundaria. Sostenemos esto por dos razones: en primer lugar, porque lo
extranjero y el socio local. En segundo lugar, porque consideramos que en este discurso
paisaje y el grupo local explotado: dos elementos que representan la nación. En este
sentido, la presencia del actor extranjero queda siempre asociada con su indebida codicia
346
por recursos que no le corresponden. No resulta, entonces, tan relevante si la distribución
favorece al extranjero o al socio local; si la iniciativa fue de uno o de otro: estos son
elementos que pasan a segundo plano, ante la pretensión intrínsecamente indebida del
Con respecto a su estructura, la novela está organizada no por capítulos sino por
escenas sucesivas, que tienen una extensión de entre una página y una media docena de
páginas, casi siempre con unidad de lugar. Se trata de una estructura que recuerda—
aunque no es equivalente—a una obra de teatro. 17 Las dos primeras escenas de la novela
preocupado por dos asuntos: la noticia que acaba de recibir, acerca del embarazo de su
hija soltera; y sus variadas deudas, entre las que destacan las que representan su
conflictiva relación con el nuevo poder político costeño: “su tío, el señor Arzobispo, el
impuesto a la venta de los pocos quesos que saca de Cuchitambo—” (Huasipungo 10).
poco servil por gente que lo conoce, como deja de manifiesto la metáfora y posterior
347
aclaración del narrador, en una construcción no del todo feliz: “Las cabezas que se
fermento que su honradez y caballerosidad, para todos los potentados, supieron guardar
económica con los extranjeros que irrumpe en su vida como una posibilidad no buscada;
una salida a sus problemas que estaba más allá de su imaginación: es el futuro que
explotación será neocolonial porque sienta sus bases sobre la nunca desarmada situación
colonial. En el automóvil va “El acreedor más terrible, el tío Julio, al cual no se le puede
dar largas porque las desbarata con argumentos made in Julio Pereira” (10). La ironía de
la inclusión del inglés adelanta ya la posición de mediador de este personaje, cuyo poder
adelantado las acciones que, en términos del contra-discurso neocolonial de los recursos
naturales, van a dar lugar a la explotación de ciertas materias primas y al despojo de las
poblaciones locales a lo largo del desarrollo de la narración. Hasta ahora, de los cuatro
elementos característicos de este discurso, en la novela sólo había aparecido uno: el grupo
local aliado con los explotadores extranjeros, representado por el tío Julio y Pereira. En el
348
diálogo que sigue inmediatamente, que tiene lugar en la oficina del tío, aparecerán los
otros tres: el recurso natural—que se despliega en tres, como veremos—, los explotadores
El primer interés de los inversores “gringos” es la madera: Mr. Chapy es “el Jefe
acentúa el carácter local del recurso: “arrayán, motilón, canela negra, huilmo, pantza, y
… otras más,” enumera tío Julio. Con una imagen que apunta al carácter inagotable de
los recursos, resume este mismo personaje: “¡Oh! Esa naturaleza es privilegiada. Se
12). En el diálogo se mencionan luego los otros dos recursos naturales a los que aspira el
Icaza—lo que resulta sorprendente, dados sus antecedentes teatrales. Pero es,
ciertamente, uno de sus mejores recursos: directo, con brevísimas acotaciones, deja que
los personajes se revelen solos, en sus palabras y sus gestos. En el siguiente pasaje, por
ejemplo, hay dos gestos interesantes. El primero aparece a mitad del diálogo: es muy
conspirativo. Se habla de dinero: el gesto muestra una prevención que sugiere codicia, así
como cuidado; pero también deja ver que el personaje piensa que lo que está haciendo no
es del todo lo debido. El segundo gesto significativo aparece al final, y reemplaza muy
349
decisión, al marcar con su silencio que se ha quedado sin argumentos que oponer a los
que presenta su tío. Vemos también en el pasaje que, inicialmente, Pereira está
sorprendido del interés de Mr. Chapy por sus bosques, y que su tío avanza en sus
explotar por sí solo sus recursos naturales: carece de una clase capitalista y, por lo tanto,
debe recurrir a la obligada alianza con el extranjero. Luego se habla de la carretera y del
necesario despojo de los huasipungos, para construir un tipo de vivienda que se suele
asociar al tiempo libre y el placer: “quintas.” Es decir, se planea despojar los medios de
subsistencia a las poblaciones locales para dar lugar al placer de los explotadores. La
Huasipungo, de manera muy clara. Sobre el final del pasaje, se marca la complicidad y la
—Pero…
—Creo que el gringo ha olido petróleo en esas regiones. ¿Has leído ‘El Día’?
—No.
—Hay una información muy importante acerca de los ricos en petróleo que son
los terrenos de la cordillera oriental, los paragonan con los de Bakú.
Don Alfonso meneó la cabeza como si estuviera al cabo de la calle.
—Todo esto es muy halagador para nosotros, en especial para ti. Mr. Chapy nos
ha ofrecido traer maquinarias que ni tú ni yo podemos traerla. Pero el socio no
quiere dar un paso sin antes estar seguro de las mejoras indispensables que
requiere la hacienda.
—¿Mejoras?
350
—Naturalmente. Un carretero para automóviles, la compra de los bosques de
Filocorrales y Guamaní, limpiar de huasipungos las dos orillas de río, para
construirse quintas cómodas para ellos.
—Pero de un momento a otro hacer todo esto…
—A ti te parece difícil porque has estado acostumbrado a recibir lo que
buenamente te han mandado tus administradores o tus huasicamas.
—Yo…
—Las consecuencias no se han dejado esperar; tu fortuna se va al suelo.
No hallando el pretexto que le librara de la mirada inquietante de aquel buen tío,
se contentó con mover los brazos en forma de hombre perdido, de situación
irremediable. (Huasipungo 12-13)
La conversación sigue y Pereira advierte que los planes van a hacer impacto
directo en los indígenas. Sabe el valor que dan a sus huasipungos; sabe que si los despoja
pueden rebelarse: “A ese pedazo de tierra que se les presta por el trabajo que dan a la
hacienda, lo toman con gran cariño, y levantan su choza, cultivan su sementera, cuidan de
sus cerdos, sus gallinas y cuyes.” Su tío lo insta a “sacrificar sentimentalismos” (13). Se
trata de una frase agorera, que crea tensión, al anticipar los sufrimientos que la novela
relatará: el lector puede prever que no serán, ciertamente, los sentimientos del latifundista
los que se verán sacrificados, sino los medios de vida básicos de los indígenas. Lo
explotación neocolonial será peor, porque no respetará los acuerdos ya establecidos. Por
351
Podemos decir que son varios los motivos que impulsan a Pereira a avanzar
contra los indígenas. A su preocupación por el dinero, originada en sus deudas, este
personaje suma sus propios prejuicios y perjuicios para tomar la decisión de quebrar los
viejos acuerdos coloniales: una cuestión clave es el embarazo de su hija soltera por la
relación con un mestizo. Tras abandonar la oficina de su tío, la escena termina cuando
Pereira resuelve hacer pasar al nieto por su hijo, en un monólogo interior que revela su
sostiene que el sistema colonial remanente y el nuevo neocolonial son dos sistemas de
crítica. Es la escena en que se presenta a los indígenas, el grupo social explotado. Narra la
primera parte del viaje de la familia de Pereira hacia la hacienda andina. Los patrones van
en mula; atrás, los “indios hacen cola agobiados bajo el peso de los equipajes.” Los
indígenas son presentados como bestias de carga. Desde el punto de vista del contra-
discurso neocolonial de los recursos naturales, se trata de una caracterización que acerca
352
el grupo local a los recursos naturales explotados; ambos son explotables en los mismos
términos: hasta la extenuación, sin consideración por su humanidad, sus intereses, sus
primero llevan carga; después, serán montura de sus patrones: “el lodo del páramo donde
se sumen las bestias” hace que las mulas se nieguen a avanzar y deban ser reemplazadas
por los trabajadores. Los indios se preparan para desempeñar el papel de mulas
despojándose de su ropa, pese al frío. Quedan expuestos a los rigores del clima,
detalle con que el narrador describe estos instantes de preparación, en que menciona no
las cuales describe con detalle de qué manera se las reacomoda: “se sacan,” “se arrollan,”
“se quitan,” “doblan.” Podría pensarse que se trata de un detalle meramente costumbrista,
que entroncaría con la tradición criollista. Pero es más que eso; o mejor, es algo diferente.
En efecto: si, por un lado, la descripción muestra que los indios sí tienen un modo
tradicional de vestir, por otro destaca la suciedad de la ropa y apunta finalmente a mostrar
their appearance as beasts of burden in the scene in which they carry on their backs the
353
landowner’s family through the swamps” (330). En esta segunda escena de la novela, ese
acercamiento se produce primero por la asociación de los indígenas, como colectivo, con
las mulas. Pero la explotación va más allá, dado que los indios deben hacer lo que las
mulas se niegan a hacer: avanzar en el peligroso lodo del páramo. Por su parte, la
un incidente que separa a Andrés del colectivo, y lo pone en situación de una mayor
obra que puede ser explotada; la crueldad de los patrones. La expresión “la energía del
dolor indio” es especialmente eficaz para hablar de la explotación: el dinero surge del
camino”— y las oportunidades perdidas que hubo previamente. Así se compara Pereira,
En la época del viejo, el único que tuvo narices económicas fué don Gabriel
García Moreno. Gran hombre que supo aprovechar la energía del dolor indio
haciéndole trabajar la carretera a Riobamba a fuerza de fuete que curaba el
soroche del Chimborazo, del fuete que se abría camino entre los barrancos y los
desfiladeros, del fuete progresista, del fuete que levantó la figura del hombre
inmaculado. (Huasipungo 17)
354
Ahora bien, tan importante es el comienzo del incidente como su culminación.
Estos pensamientos hacen dar un salto a Pereira, quien siente un “pinchazo emocional”
por su propia desidia. Todo esto, mientras está montado a espaldas de Andrés, a quien
hace perder estabilidad y que termina hundido “con pies y manos en el lodo.” Pero hay
algo más: para no caer, Pereira aprieta las rodillas, clava las espuelas y se toma “de la
cabellera cerdosa con habilidad de jinete que se aferra al potro.” Es decir, Andrés termina
en cuatro patas, siendo todo su cuerpo tratado como el de una verdadera mula. Para cerrar
el incidente falta todavía que Andrés se levante. Entonces el narrador agrega una
observación que tiene que ver con la crueldad todopoderosa de la naturaleza: queda claro
nuevamente, como vimos en Los yerbales, como vimos en El tungsteno, que el paisaje no
es hostil con todos los personajes de la misma manera. Son solamente los desposeídos de
medios para defenderse o luchar contra el mismo, los que realmente resultan víctimas de
la naturaleza. Si, como dice González Pérez, no sólo los patrones sino también la
naturaleza se ensaña con los indígenas—“They appear victims not only of man, but also
sobresalto de Pereira, el narrador hace una observación muy semejante a la que hemos
explotadores:
Se endereza el Andrés chorreando lodo, el frío no le deja sentir el daño que le han
hecho las espuelas en las costillas.
El páramo y el cieno tienen hambre de carne india, la otra va bien abrigada y es
difícil meterle diente. (17)
355
En este mismo sentido, hay otro momento importante en la novela en que vuelve
a mostrarse que el poder de la naturaleza es negativo hacia los indios porque éstos quedan
desprovistos de medios para lidiar con ella. En efecto, así debe entenderse la gran
inundación que arrasa los huasipungos hacia el final de la obra (100-104): la misma no es
un fenómeno sobrenatural—producto del enojo del cura, como creen los indios—pero
tampoco natural. Otra vez, la naturaleza castiga a los indios como resultado de la
de limpieza del cauce del río, éste desborda cuando llega la temporada de lluvia. El
motivo de que se descuide esta tarea es la ambición de Pereira, quien quiere obtener una
cosecha extraordinaria, haciendo trabajar por los indios las laderas de las colinas,
atora, ca…” El patrón dos veces rechaza de manera calma la sugerencia: primero dice
que esas tareas no son necesarias; después promete que se harán más tarde. Finalmente,
anuncia, entre imprecaciones, que ya no se harán más. Ocurre que, como el mayordomo
sembradas. Pereira ha decidido que quiere aumentar su beneficio y equipararlo al que van
a obtener los inversores extranjeros; es decir, súbitamente han crecido sus ambiciones, al
impulso del ejemplo ajeno. Vemos otra vez, como en la primera escena de la novela, que
356
la dinámica económica iniciada por la actividad promovida por los nuevos capitales
—¡Carajo! ¡Ya está! No vuelves a limpiar más el cauce del río… ¿Me entiendes?
—ordena el terrateniente con voz y gesto que da miedo no obedecerle—. Así
quedan subsanados todos los problemas: los míos, los de los gringos, todos… (65)
En relación con cómo son retratados los personajes, en particular los indígenas,
hagan un individuo. Se aplican aquí, entonces, las observaciones de Cornejo Polar sobre
detenernos en su análisis, algo similar puede decirse de los personajes del latifundista y
los personajes icacianos que hace Cueva, la que apunta al hecho de que los individuos
estructura de la sociedad. Con una valorización exactamente opuesta a la que hacen los
críticos que quisieran ver en la novela de Icaza personajes redondos, sostiene Cueva:
357
razonamientos abstractos. Estos méritos, o sea la facilidad para expresar con
vivencias los que sólo parecía poder formularse con conceptos, le permiten
elaborar una literatura de gran valor sociológico … . (Jorge Icaza 56)
los indígenas en la novela de Icaza. En particular, dado que se trata de una obra
perplejos por las características especialmente desagradables que se han atribuido a este
grupo. Así por ejemplo, Arturo Torres-Rioseco critica la falta de aspectos positivos o por
Alegría:
It is not enough for the novelist to express sympathy or even violent fury at the
suffering and exploitation of the Indian, without at the same time possessing an
equally strong feeling for the positive features, the picturesque folkways and the
ancient traditions and values of American aboriginal life. When it combines these
two trends, the Indianist novel becomes—as in Broad and Alien is the World—
one of highest expressions of the Spanish America novel of the land. (191)
is angered by the suffering and revolted by the sordidness of the Indian’s life in
Huasipungo, but is unable to identify with his characters” (334). Este crítico se apoya en
plantea al lector de entrar en una relación empática con los personajes, y a lo paradójico
358
Dehumanization, in order to direct the reader’s attention to the situation without
involving sentimental responses, has often been used successfully. But in the case
of Huasipungo, Icaza’s attitude is too ambivalent either to arouse the reader’s
wholehearted sympathy for the characters or to allow him to see the central
situation without emotional involvement with the characters. In other words, Icaza
seems both to be asking us to sympathize with the Indian and at the same time to
be depriving the reader of any desire to sympathize. (The Modern Culture 167)
Para ejemplificar su punto, Franco da como ejemplo una escena en que Andrés,
tras robar una vaca para pagar el funeral de la Cunshi, es salvajemente golpeado. Su hijo
lo acompaña a la choza, donde recibe curaciones con “una extraña mezcla de aguardiente,
orines, tabaco y sal” (Huasipungo 159). Comenta Franco: “This is no longer a victim, but
Modern Culture 167). Cabría agregar que a la distancia que produce el exotismo y el
primitivismo, se suma la que produce el asco; la costumbre no sólo es rara, o inútil: es,
sobre todo, repugnante. Sin abundar en detalles, pueden mencionarse otras escenas que
conjugan intensos sufrimientos con aspectos tan o más repugnantes que los que contiene
(141-145). Las tres resultan pletóricas de dolor pero también de fluidos corporales,
inmediata empatía (“El indio” 23). 18 El segundo ha discutido la cita con palabras de
acento fuerte. Este crítico considera que su comentario es “una gaffé (sic) de antología.”
Y agrega que hay una escena muy similar a la que ella se refiere para justificar su juicio
359
sobre Huasipungo—es decir, “una curación con orines”—nada menos que en The Grapes
estéticas de Icaza: “…la miseria es siempre fea, repulsiva y ‘exótica’, en los Andes como
en los Estados Unidos; ‘bárbara’ como en los relatos de Icaza, cruel y brutal como en los
de Erskine Caldwell (v. gr. Tobacco Road 1932)” (“Literatura y sociedad” 641-643). Lo
desagradable de las descripciones, entonces, según este análisis de Cueva, tendría que ver
con el sentido documental de la obra. Lo que resulta más interesante de esta observación
es que otros críticos han criticado el degradado retrato de los indígenas que hace Icaza
En segundo lugar, Zum Felde golpea en una cuerda cercana aunque no idéntica a
la de Cueva, al decir al comienzo del siguiente pasaje que es precisamente porque los
realidad convincente” a la obra sino de “la realidad que pinta” la misma. Se trata de un
Uno de los factores que más contribuyen a dar realidad convincente a Huasipungo
es que el autor no presenta a los indios bajo falso aspecto favorable. Al contrario,
el indio que presenta es, en general, un ser degradado hasta la bestialidad; su
vivienda y cuerpo son cosas nauseabundas de mugre, alcohol, hediondez y piojos;
vive entre podredumbre y excrementos; su lenguaje se compone de palabras
torpes y sucias. De ahí que todo el libro esté escrito con malas palabras… Con
ello, Icaza es fiel a la realidad que pinta, y no trata de mejorar literariamente
aquello mismo por cuya redención implícitamente aboga. (La narrativa 226)
360
Otros críticos, sin embargo, atribuyen un sentido diferente a este recurso, a este
“feísmo” de Huasipungo, como lo ha llamado Luis Alberto Sánchez, debido a que esta
obra “chorrea dolorosa inmundicia humana, egoísmo y crueldades increíbles” (248). Por
ejemplo, Norman apela a la empatía que produce la visión de los sufrimientos de los
indígenas, aunque insistiendo en la cuerda realista: “Rather than simply show the
injustices of Ecuadorian society, Icaza has sought to make the reader share the pain and
atrocities which are, in essence, the social reality of the Indian experience” (27-28). En
contraste con la opinión de Jean Franco, para Norman la situación degradada del indio
interpretación que en cierto modo funciona a la manera de una síntesis de las anteriores
opiniones. Citando a Lucáks y la posibilidad de que los lectores se identifiquen con “las
penas de los personajes a los cuales admira,” comenta Rodríguez-Luis que “en
Huasipungo esa identificación tiene que atravesar una barrera de horror” (92). Es decir: la
repugnancia, el disgusto, que pueden producir ciertas costumbres o actitudes del indio
puede sumarse otra cuestión, que agrega a lo repugnante, lo reprochable, como en el caso
361
Encontraríamos, así, un juego de afectos contrapuestos, similar al descripto por Jean
Franco; pero no entendido como una debilidad del estilo de la obra sino como una
efecto que anula a otro, sino de un fuerte, complejo efecto afectivo que la novela lograría
más amplios. Ciertamente, puede decirse que la recepción de esta novela está marcada
por una serie de oposiciones. En primer lugar, como vimos, la obra recibió un premio
quedaría para siempre asociado a esta novela, que a lo largo del siglo XX fue
regional: según Jorge Rufinelli, hacia 1959 Huasipungo contaba ya con 16 ediciones en
Campaña en 1994 refiere que fue traducida a 16 idiomas (86). En el Preface a la primera
traducción al inglés, realizada por Bernard M. Dulsey en 1963, Icaza enumera algunas de
ellas: “Portuguese, French, German, Italian, Czech, Swedish, Polish, Hungarian, Servo-
Croatian, Russian, etc.” (“Preface” vii). Adoum recuerda que en 1960, en una feria del
libro popular, se vendieron en Lima 15.000 ejemplares en ocho horas (“El indio” 22).
362
objeto de comentarios muy desvalorizadores por una parte importante de la crítica. En
Gómez que “nada hay de admirable en que la presencia literaria del Ecuador en el
(30). Por su parte, Adoum escribe en 1981, resumiendo casi medio siglo de crítica, que
Más de una década después, Campaña insiste en la idea de que el debate crítico
lectores, cuya popularidad compara con una de las más celebradas obras del boom:
Huasipungo: la original de 1934; una segunda versión publicada por Losada en 1953;
una tercera de 1960 que es un veinte por ciento más larga que las anteriores, y que es la
que recoge la edición de Aguilar de 1961. Ese trabajo de reescritura puede considerarse
en parte una respuesta a algunas de las críticas recibidas. En efecto, Ross F. Larson, quien
363
ha analizado con detalle esas tres versiones, resume así el sentido de los cambios
incorporados: “Las revisiones revelan un cambio gradual en el concepto que tiene Icaza
sobre el indio de Ecuador y sirven para ilustrar su creciente preocupación por la forma
literaria” (209). Si bien Icaza argumenta que los cambios que hizo a la novela se deben a
“un deseo de darle mayor claridad para el mundo internacional,” no por eso deja de
reconocer que los mismos tienen que ver con “los elementos de la técnica novelística”
observarse que uno de los aspectos que el escritor revé de manera consecuente tiene
como objetivo hacer un retrato más acabado de los personajes indígenas a quienes
impacto que tuvieron sobre el escritor las observaciones de la crítica. Ciertamente, puede
meramente de la pintura de sus personajes principales, los indígenas; aunque sea éste,
como vimos, un punto importante. La obra tiene una crudeza en sus descripciones y una
rudeza de estilo que resulta epitomizada por la abundancia de malas palabras que
contiene, y que provocó fuertes reacciones—si bien debe reconocerse que en este aspecto
364
obscenidades ubicuas” (Larson 218). Retomando la cuestión de la crudeza de estilo de la
versión original de la novela, dice Adoum con una figura digna de la misma obra que
1934 Huasipungo resonó como un carajazo en una reunión de señoras con sombrero”
(27). También utilizando una metáfora que connota violencia, ha comentado Albán
Ahora bien, la intención de Icaza al usar estos recursos directos era muy clara: se
trata de conmover. ¿A los propios indígenas que retrata, que a duras penas hablan español
365
y son analfabetos? No: a los poderes del estado y a las clases medias, quienes sí podían
perlocutivo debido, precisamente, a un estilo que resulta excesivo en relación con las
González Pérez, quien se refiere explícitamente a las emociones que la obra suscita en el
lector: “The reader is angered by the suffering and revolved by the sordidness of the
Indian’s life in Huasipungo” (334). Casi en espejo, Jefferson Rea Spell describe del
siguiente modo los sentimientos del propio autor que el lector puede encontrar en el
texto: “the author’s indignation which burns flamingly in every page” (250). Shaw
compara Huasipungo con Aves sin nido de Matto de Turner y se atreve a postular con
cierto detalle qué sentimientos y hacia qué actores quieren suscitar estos dos escritores en
los lectores: “Both writers appear to assume that the more they can show the Indian as
bestialized, the harsher will be the judgement passed by the reader on the landowing
class” (48). Anita Arroyo insiste en la misma línea, presentando nuevamente los efectos
nauseabundo, que hiere la sensibilidad del lector pero que, a su vez, y, quizás fuera ése el
366
deliberado propósito del autor, lo indigna y llena de cólera santa y le provoca náuseas”
(77). En un sentido similar se manifiesta John S. Brushwood, quien habla del uso de
“repugnant scenes that shock readers into a state of indignation” (110). Sin pretensión de
logra conmover a sus lectores. Ahora bien, en lo que nos interesa avanzar un paso más
que ellos es en el sentido de esa intención, retomando nuevamente la pregunta que nos
recursos naturales, creemos que nos encontramos, otra vez, ante la construcción de un
Exactamente como Los yerbales de Barrett, tanto El tungsteno como Huasipungo son
obras marcadas por un “yo” que gana fuerte presencia. Por supuesto, los recursos para dar
un primer plano al “yo” enunciador no pueden ser los mismos en un artículo periodístico
que en una novela. En el primero, la voz del texto coincide con la firma del artículo,
construyendo un enunciador que tiene un referente fuera del texto. Pero en una novela, la
voz del texto—el narrador—no tiene por qué ser el enunciador. Si Barrett podía escribir
367
“yo acuso” en las piezas que publicó en los diarios de Asunción y en el folleto El terror
argentino, ni Vallejo ni Icaza pueden hacerlo, porque están escribiendo ficción. Entonces,
¿de qué manera pueden dejar huellas en el texto de su intención de acusar, de denunciar?
Una primera estrategia es pretender que el relato es “realista,” que los sufrimientos que
describen son efectivamente padecidos por personas reales fuera del texto. Volveremos
en breve sobre este punto, que es crucial. Por otro lado, pueden cargar el relato de una
subjetividad tácita que juzga, utilizando fuertes contrastes entre los personajes—digamos,
poquísimos casos, líricas. Son estas estrategias las que marcan la presencia del “yo”
piojos, la suciedad, los dolores insoportables, los engaños, la violencia insufrible. De otro
modo, ¿por qué insistir en eso, una vez que la desdicha de los indígenas ya es evidente
para el lector? ¿Por qué incomodarlo tanto con escenas que producen su repulsión,
arriesgando perderlo? Creemos que se busca marcar la indignación del “yo” enunciativo:
hay ciertas historias que sólo pueden narrarse en estado de indignación, parecen decirnos
estas obras. Lo que se cuenta es tan excesivo, el maltrato es tan cruel, la distribución de
los bienes tan injusta, la explotación tan flagrante, que de esto sólo se puede hablar con
368
recursos que forman parte de la misma estrategia: expresar indignación e interpelar al
subordinado a esta estrategia. Creemos, por lo tanto, que tanto en Huasipungo como en
El tungsteno no nos encontramos frente a una escritura “denotativa,” como decía Rama
direct expression of the speaker’s attitude toward what he is speaking about” (354); con
están relacionadas tan estrechamente a la afectividad, que “a speaker and writer can use a
taboo word to evoke an emotional response in an audience quite against their wishes”
(333).
En este sentido, hay dos aportes fundamentales de Cornejo Polar en relación con
del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, en general. El primero tiene que
ver con la pretensión de “realismo” de estas obras; o, para usar las palabras de este
Hay, por lo tanto, una estrategia doble y ambigua mediante la cual, de una parte,
el narrador pretende ser una instancia transparente por la cual atraviesa la
‘realidad’ para llegar tal cual al lector, pero, por otra, ese mismo narrador no cede
un punto de sus atributos como autor-autoridad y configura una estructura
369
referencial que encierra, como parte de sí misma, una extensa red de
interpretaciones y valoraciones … que si duda no refleja la realidad sino la
posición en última instancia hermenéutica—o si se quiere ideológica—del propio
narrador, tanto más cuando se trata de un narrador fuertemente monológico …
(Escribir en el aire 188)
Cornejo Polar sobre la obra de Ciro Alegría en cuanto a recursos, pero no en cuanto a
Sostiene este crítico: “the narrador maintains a safe distance. He does not editorialize or
incidents indicates deliberate choice” (111). Algo similar puede decirse con respecto a El
tungsteno y las escenas de extrema violencia señaladas por la crítica como cruciales en la
de muerte, el reclutamiento forzado que termina con la muerte de uno de los reclutas, y la
sangrienta represión en la plaza. Podemos decir, entonces, que esta fuerte intervención
autorial en las dos obras se correlaciona con una misma, paradójica, pretensión de
declaraciones de Icaza sobre que la novela está basada en sus observaciones directas de la
situación de abuso en que vio a los indígenas ecuatorianos. De hecho, Icaza ha insistido
sobre esto, de manera muy asertiva y más allá de la esfera literaria. 22 Este aspecto guarda
370
desbordando su condición de escritor y acercándose a la de experto. En este sentido, ha
en que se pretende hacer pasar las obras por “verdaderas” en lugar de “verosímiles”—en
la terminología que también usa en su argumentación Cornejo Polar—; pero luego, en los
propios textos, se observa una fuerte mediación del autor. En este sentido, es irónico que
la crítica dominante haya despreciado este tipo de obras por largo tiempo al tenerlas por
este aspecto, los críticos, en lugar de concentrar su mirada sobre las operaciones del
textual.
acerca para comprender otra característica del contra-discurso neocolonial sobre los
“La producción literaria circula entonces dentro de un solo espacio social y cobra un
371
grado muy alto de homogeneidad: es, podría decirse, una sociedad que se habla a sí
caracterización que puede muy bien aplicarse a la novela realista burguesa, cuyo molde
entre literatura indigenista y literatura indígena, Cornejo Polar señala en el mismo trabajo
que hay “una fractura entre el universo indígena y su representación indigenista.” Se trata
otro distinto” (17). De algún modo, la literatura indigenista pone en primer plano ese
quiebre, dado que presenta dos mundos que no son meramente diferentes sino que se
previamente. En todos los casos, se trata de una diferencia radical, intrínseca, entre los
sujetos que escriben y analizan—los escritores—y los que son analizados. En este
372
problemática de la heterogeneidad del tipo de literatura considerada—sea ésta
Por otra parte, creemos que los dos aportes de Cornejo Polar pueden articularse, y
intrínseca de las obras indigenistas, por el otro, podemos decir que ese plus afectivo tiene
una función adicional: se trata de acortar la distancia, de intentar saldar la brecha entre
otro. Creemos que en estas obras nos encontramos ante un exceso expresivo que deja de
exceso de afecto conmueve al lector porque le permite proyectar, a partir del texto, la
presencia de un enunciador conmovido que salta por sobre la diferencia. Se requiere ese
gesto de desmesura afectiva para saldar la brecha, la distancia que hay entre escritor y
político, vinculado con la actitud reivindicatoria. Ahora bien, este gesto político del
indigenismo admite una lectura en relación con los intereses de las clases medias
373
emergentes, de las que forman parte los escritores. Tanto Cornejo Polar como Rodríguez
Luis reconocen el aporte de Rama en relación con esta cuestión (Escribir en el aire 189;
representa una cuarta etapa en los usos que se hicieron del “indio” como “pieza maestra
de una reclamación.” Los momentos previos a los que se refiere este crítico son la
“romántica,” que los incorporó en función de sus rasgos autóctonos. Como en los casos
sino que fueron habladas por otros, y formaron parte involuntaria de proyectos ajenos:
permiten reflexionar sobre que estos mismos aspectos están presentes, en forma más
general, en el contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, del que las novelas
tanto que producido en las ciudades por los sectores medios emergentes educados, éste
resulta intrínsecamente heterogéneo en relación con los grupos sociales explotados sobre
los que habla, se trate de los mensús de la selva misionera, de los soras y yanaconas de la
374
sierra peruana, o de los huasipungueros ecuatorianos. Sectores que no escriben y que, en
gran medida, tampoco pueden leer lo que otros escriben sobre ellos. Que los escritores
que hemos analizado son en gran medida conscientes de esta problemática queda de
manifiesto en sus esfuerzos por “dar la palabra” simbólicamente a estos sectores en sus
los lectores internacionales propuestos por Antonio Merino y Serge Salaün analizados en
permite retomar un supuesto básico, que hasta ahora no cuestionamos: ¿son El tungsteno
los críticos parece haber coincidencia en relación con la segunda. Pero sobre la novela de
Vallejo el consenso no es unánime: si bien una crítica como Iverna Codina, en los
veremos que, ciertamente, son mayoría los críticos que presentan reparos tácitos o
375
profundizar en la reflexión sobre el lugar de Vallejo en tanto que intelectual a la vez local
Kristal se cuenta entre los que tienen dudas sobre el indigenismo de El tungsteno.
From the last decade of the nineteenth century until the 1960s, indigenismo was
the dominant narrative genre in the Andean region and counted among its
practitioners such important literary figures as Ciro Alegía and José María
Arguedas in Peru, Jorge Icaza in Ecuador, and Alcides Arguedas in Bolivia. (The
Andes Viewed 2)
Hay otros críticos que evitan mencionar la obra de Vallejo cuando hablan de
indigenismo. Una actitud que puede leerse como un juicio tácito sobre su calidad, su
obra fácilmente en esa categoría. Entre ellos se cuentan Fernando Alegría (Nueva historia
376
dificultad para clasificar El tungsteno, es revelador constatar que en una obra editada por
Kristal, The Cambridge Companion to the Latin American Novel, Gollnick en su capítulo
sobre “The regional novel and beyond” incluye El tungsteno entre las novelas que
temática más específica, en la medida en que se enfocan “on the experience of the
working classes.” Así, este crítico aclara que esta obra “followed a shift away from the
realidad tienen en vista más al proletariado que a los indígenas. Complicando un poco
más la cuestión, este crítico agrega, coincidiendo con nuestro análisis, que Vallejo tiene
una visión idealizada de los mismos, observación que evoca la caracterización del
indianismo:
muy asertiva, “one of the paradigmatic indigenista works of all times in Latin American
377
letters” (153). Retomando la actitud escéptica de Gollnick, palabras similares a las que
este crítico usa para caracterizar El tungsteno más como novela proletaria que
indigenista; y que Márquez aplica a Vallejo y Falcón para casi excluirlos del
indigenismo, son las que usa Marina Gálvez, precisamente, para caracterizar el
adoptar en algunos críticos resonancias casi metafísicas, al ser vinculada con situaciones
existenciales que superan las étnicas y sociales. Por ejemplo, Alva V. Cellini analiza dos
obras de Vallejo, El tungsteno y el cuento “Los dos soras,” como textos que dejan de
manifiesto “visiones andinas” (10). De hecho, define muy directamente la primera como
“una novela indigenista,” y sostiene que “la narrativa de Vallejo refleja su propia
Pero luego diluye estas afirmaciones al caracterizar estas vivencias como comunes a otras
realidades sociales, en tanto que Vallejo participa de las mismas “como persona
marginada,”
378
Hay también críticos que adoptan una posición fuerte en contra del indigenismo,
Mercado, quien considera que los elementos que hacen al color local de esta novela son
que pone su atención en los oprimidos. De este modo, considera este trabajo de Vallejo
indigenismo de El tungsteno, podemos agregar otros dos juicios finales, que se deciden
por una formulación mixta para definir a la obra. En primer lugar, el de Antonio Merino,
quien coloca la novela en un punto de coincidencia de las dos posiciones más claras que
que entra en el contexto americano de la narrativa indigenista” (54). En una línea similar,
nada menos que uno de los representantes más valorizados del indigenismo y del
como Arguedas habla de El tungsteno como de “la primera novela proletaria indígena del
Perú,” la que “marca un nuevo derrotero para la novela peruana” (“César Vallejo, el más
tungsteno como una obra fundamental para su propio trabajo: “Lo leí de un tirón, de pie,
en un patio de San Marcos. Afiebradamente, recorrí sus páginas, que eran para mí una
379
revelación. Cuando concluí, tenía ya la decisión firme de escribir sobre la tragedia de mi
como novela indigenista y como proletaria tiene que ver con la construcción del
trivial que el programa político de Mariátegui, al que Vallejo estaba tan cercano en el
sobre las características distintivas del proletariado peruano. Una de las cuales era, según
dedicados a la polémica sobre el indigenismo que tuvo con Luis Alberto Sánchez:
Cornejo Polar cita esta explicación de Mariátegui, y sostiene que “la firmeza del
380
caracterización de esta novela que hace Arguedas, como “proletaria indígena,” que
evidentemente Vallejo compartía. Dado que ambas clasificaciones son temáticas, y que
novela también como lector implícito, tendremos una idea más clara de la magnitud del
Ahora bien, a partir de estas observaciones, resulta evidente que la cuestión del
sentado. En un comentario sobre Los heraldos negros, sostiene que el acervo indígena
está presente y perceptible en Vallejo, sobre todo en su lenguaje, y que actúa de manera
381
tradición, no se interna en la historia para extraer de su oscuro substratum
perdidas emociones. Su poesía y su lenguaje emanan de su carne y de su ánima.
Su mensaje está en él. El sentimiento indígena obra en su arte quizá sin que él lo
sepa ni lo quiera. (Siete ensayos, 283-286).
“en Vallejo empieza la etapa tremenda en que el hombre del Ande siente el conflicto
entre su mundo interior y el castellano como idioma” (citado en Merino 41). Al recordar
que Vallejo era oriundo de una ciudad del norte del Perú, es decir, de un área “donde no
contradictoria—de este encuentro entre lenguas en la obra del escritor, entendiendo este
del siglo XX, así como van surgiendo movimientos indigenistas que incursionan en el
arte, con obras bilingües como las de Vienrich del Canal; todo lo cual marca el
resurgimiento del interés por el acervo cultural indígena. Sin embargo, de acuerdo con el
382
considera que el aporte vallejiano a estas discusiones puede verse en la nouvelle Hacia el
reino de los Sciris, que originalmente no puede publicar. En esa obra, sostiene Merino,
de Codina—al sostener que esta novela es la primera indigenista después, nada menos,
que de la fundadora Aves sin nido: “Clorinda Matto no tendrá seguidores hasta que, casi
30 años después, El Tungsteno de Vallejo, aborde el tema con la inclusión del poder
refiere a las discusiones que se llevaron a cabo en el Perú cuando Vallejo ya estaba en
Europa y en las que no participó—en un tono que parece disculparlo de esa ausencia.
fuertemente las observaciones de Mariátegui sobre Vallejo, con una mirada metafísica
Esta operación parece corresponderse con una búsqueda de una cierta esencia indigenista
en la visión de Villanes Cairo, hace de Vallejo “el portavoz de una estirpe universal”
acerca de su escritura:
383
Vallejo vino al mundo con una elección mayor: no habló por el indígena sino
como el indígena; consciente o inconscientemente su literatura lleva el espíritu
aborigen que bebió en el seno materno, bautizó en la prisión y perfeccionó por los
caminos del mundo. Sufrió París, descubrió Rusia y lloró España, con la
solidaridad hermana del indígena, y con su palabra coloquial y simbólica, abrió
una ventana de humanidad al mundo. (755)
En este sentido, Villanes Cairo incurre en una operación ya realizada por Ciro
de Vallejo, dado que su obra “ha venido siendo situada tradicionalmente como un
biografía de Vallejo como los distintos trabajos que constituyen su obra, poniendo a
prueba sobre todos ellos, distintas concepciones de “lo indígena.” Con respecto a lo
384
biográfico, comenta en primer lugar que Vallejo siempre se pensó a sí mismo como
este sentido, una observación sobre los episodios de dolor agudo del escritor ante las
“la tristeza como atributo del indio.” Sobre estas facetas biográficas del indigenismo de
denuncia”), la que considera que se aplica a su “obra no lírica” que es, en su visión, “la
que menos lo representa.” Aquí, por supuesto, se está refiriendo a El tungsteno, el que, en
su visión, sí resultaría una obra “indigenista” en el sentido que vimos. Más interesante es
Sáinz de Medrano también se refiere a obras como Fabla salvaje, cuyo asunto
385
(746). De manera todavía más provocativa, se refiere a Hacia el reino de los Sciris como
Seguidamente, se refiere a la obra teatral La piedra cansada, surgida de Los Sciris, sobre
la que dice que “no añade casi nada a lo que hasta aquí llevamos observado, sin que
esta obra, observa: “Vallejo, como todo poeta, tuvo, además de la del nacimiento, otra
gran patria por lo menos: la de los libros” (740). Es decir, el comentario de Sáinz de
sujeto en una intrincada red intelectual. De este modo, tras revisar el conjunto de la obra
vallejiana, Sáinz de Medrano concluye que el escritor no puede ni debe ser reducido por
… Vallejo no podía menos que ser indigenista. Lo llevaba en la sangre. Pero por
encima de eso era un peruano con todas las ventanas de su identidad humana y
cultual abiertas. … César Vallejo no fue ajeno a ninguna de las grandes
inquietudes de su tiempo y por eso encasillarle dentro de cualquiera de ellas es
limitarle. Del mismo modo que empieza a resultar ocioso el debate acerca de su
vinculación o no a este o a aquel ‘ismo’, también puede serlo el abrir otro sobre la
trayectoria indigenista de su escritura. (749)
386
educación que recibió Vallejo en la universidad; su participación en por lo menos dos
medio cultural europeo, tanto en París, como en Madrid o en Moscú, por citar sólo tres
dedicado a la literatura de temática indígena escrita en el Perú entre 1848 y 1930, The
Andes Viewed from the City, Kristal se opone explícitamente a esta visión del
publicado en 1988 pero que no parece haber sido leído con suficiente atención por la
crítica. Con respecto al surgimiento de la narrativa indigenista sostiene este crítico que,
en realidad, puede trazarse cincuenta años antes de la publicación de Aves sin nido:
… I discovered several unknown or neglected novels and short stories about rural
Indians in the very journals that presented political positions about the Indian. I
found that far from originating the genre, Clorinda Matto de Turner was
continuing a literary practice that arose as early as the 1840s. (The Andes Viewed
xiii)
propuesta, porque este crítico adelanta una definición radicalmente diferente de la novela
caracterización. En primer lugar, como vimos, atrasa el comienzo de esta novela nada
menos que cincuenta años. En segundo lugar, pone énfasis en el origen urbano de esta
literatura. En tercer lugar, y en relación con este punto, considera que esta literatura está
orientada a un público de las ciudades, que puede exceder incluso las fronteras
387
nacionales. En cuarto lugar, pone en cuestión su presunto “realismo” al argumentar que la
visión de los indígenas que esta literatura presenta está fundamentalmente marcada por
los discursos públicos, “políticos,” sobre este grupo social. Es decir, sostiene Kristal que
no surge de la observación del natural sino de la lectura de otros textos, haciendo eco
tácito pero agregando una mayor precisión a las observaciones de Cornejo Polar sobre el
Indigenista narrative was not written by the Indians themselves, nor was it
intended for the mostly illiterate Indian population. Rather, it was written to
present the indigenous peoples to a primarily urban reading public which, while
aware of the Indian presence in the rural regions of its nation, ignored Indian
culture and life. Some authors even wrote with a foreign audience in mind.
Creators and critics of Latin American literature alike have almost universally
argued, whether to praise or to denigrate indigenismo, that this literature
attempted to depict the reality of the Indian. The portrayal of the Indian in
Indigenista novels and short stories, however, was mediated by the political
debate concerning the Indian taking place in the urban centers of the Andean
nations. (The Andes viewed 2-3)
Vallejo muy importante para analizar algunas cuestiones referentes a la elección temática
caracterización del grupo explotado como indígena. Es revelador encarar la lectura del
mismo desde la perspectiva propuesta por Kristal, que nos permite retomar, asimismo, la
anterior. Se trata de una pieza publicada en 1927 en la revista limeña Mundial: “Una gran
conciencia de Vallejo de estar actuando como mediador entre dos mundos, en una doble
388
función. Por un lado, es un representante de la literatura latinoamericana en Europa;
asumiendo el papel de tal, argumenta en la mayor parte del artículo. Por otro, es el
corresponsal peruano en Europa, que cuenta a sus compatriotas las novedades del viejo
políticos en Italia y España, o las muertes de Carlota de México y los funerales del
Emperador del Japón. 26 En este artículo, Vallejo tiene en mente, por lo tanto, dos
hace ya cuatro años—y quien elegirá no volver al Perú, como vimos—, este artículo es
muy valioso porque en él Vallejo trata de responder a la pregunta sobre qué puede ser de
aporte central está dado por las culturas indígenas. No se trata de una observación fácil o
crítica de sus contemporáneos precisamente por atreverse a renovar la poética con Los
vanguardia. Con una obra publicada que se proyectaba hacia el futuro, resulta inevitable
389
Algunas aclaraciones son necesarias, porque hay detalles interesantes del
intelectuales latinoamericanos la cuestión “de cómo debía procederse para hacer conocer
interés en que se hagan públicas “en todos los idiomas, nuestras obras maestras, ramas
escritor recoge entonces la respuesta de Gabriela Mistral, quien sugiere que sea un
hemos producido bajo la égida cultural de Europa.” Y menciona luego: “Unos pocos
Ricardo Palma. Nada más.” Frente a eso, la tradición europea ha tenido a “Homero,
insignificante, olvidable: “no vale la pena la versión de nuestras obras,” concluye Vallejo
del representante español—se debe a que todavía falta en las obras de la región “acento
390
propio, valor original.” En síntesis, argumenta Vallejo: “Gabriela Mistral acaba de
mismo tono irónico —pero también amargo—, agrega que la producción intelectual de la
región, entre la que cuenta la obra de la propia Mistral, tiene por lo tanto poco interés
sólo rescata de sus llamas argumentativas a Rubén Darío, “el cósmico” (177).
Y entonces llega su propuesta. Las traducciones que sí vale la pena hacer para dar
precolombinas. En un sentido integral: todos los saberes de estas culturas son valiosos y
enumera y celebra:
El folklore de América, en los aztecas como en los incas, posee inesperadas luces
de revelación para la cultura europea. En artes plásticas, en medicina, en
literatura, en ciencias sociales, en lingüística, en ciencias físicas y naturales, se
pueden verter inusitadas sugestiones, del todo distintas al espíritu europeo. En
esas obras autóctonas, sí que tenemos personalidad y soberanía, y, para traducirlas
y hacerlas conocer, no necesitamos de jefes morales ni de patrones. (177)
teoría del “imperialismo cultural” que sería tan destacada entre los intelectuales
391
colonización; el segundo, que uno de los elementos fundamentales de esa relación de
sujeción es la cultura. De esto se deduce que de un trabajo sobre la misma puede surgir
Hay sobre el cierre de esta discusión—tras la cual llegará el párrafo noticioso que
ya comentamos, el que se aparta de este argumento—una fuerte tensión utópica, que hace
Fundamentalmente, este artículo deja en evidencia una clara conciencia de Vallejo acerca
puede considerarse que lo haga al proponer este masivo proyecto de traducción y difusión
de los textos precolombinos. Pero sí puede decirse que, no sólo señala el problema—
formal—sino que apunta hacia una tradición desde la cual podría pensarse en una salida.
América Latina, y de una tarea de liberación todavía pendiente. Pocos años después,
como vimos, elegirá encarar esa tarea desde el marxismo. Pero aún en su novela
lugar clave.
392
Con la presencia de los indígenas en su obra, Vallejo muestra, como también lo
hace Icaza, que la situación de explotación imperialista representada por las empresas
novelas construyen son sociedades feudales, marcadas por las instituciones de la colonia.
nominalmente soberanos.
comenta de qué manera esta novela puede ser entendida como la mostración de la
sugiere una interpretación que resulta todavía más inquietante: que es precisamente la
independencia la que abre la puerta a la violación de los pactos coloniales, al disolver las
instituciones que controlaban estos pactos. García, entonces, sugiere otra explicación a la
explotación neocolonial de las poblaciones vulnerables, resultarían ser los canales que la
harían posible. Huasipungo habría denunciado esa situación, que no es otra que la de una
nueva dependencia informal, que da lugar a condiciones aún más inequitativas que las
393
pasadas, relacionadas con la dependencia formal; porque, al no ser reconocida como tal,
Ésa sería la razón última de los extremos de violencia y explotación que se relatan en la
novela:
hace Kristal, y poniéndolas en relación con el artículo de Vallejo y las observaciones que
hemos hecho en nuestro análisis tanto de El tungsteno como de Huasipungo, creemos que
la caracterización más profunda y con mayor articulación contextual que propone Kristal
es iluminadora para comprender el sentido de las obras que hemos analizado. Se trata, en
ambos casos, de trabajos pensados desde las ciudades, desde lugares centrales—qué más
central que Europa—, y con respecto a los cuales sus autores se piensan en la función de
mediadores. Son miradas urbanas, sostenidas a partir de las lecturas, las teorías, las
pensarse en función de las redes intelectuales de las que participan los escritores—que
sólo son posibles en las ciudades. Y, especialmente en el caso de Vallejo, en ciudades que
son además capitales del mundo. Se trata de ámbitos desde donde la situación de los
394
ambientes rurales latinoamericanos puede percibirse de manera más clara como
las autoridades locales, los patrones, las fuerzas de seguridad, los capataces—brazo
armado al servicio de los patrones, que son aliados o directamente se superponen con las
autoridades locales.
representada. Esta doble clasificación que puede hacerse de estas obras no tiene que ver
están en estas novelas por otro motivo: para hablar de la persistencia de las características
de una sociedad colonial en los nuevos países, las que hacen posible la situación de
indígenas son, entonces, algo diferente que un grupo social representado: son un
395
nacionales posteriores a la independencia. Permiten decir, entonces: la situación de
Permiten mostrar, asimismo, las avenidas por las que las nuevas fuerzas imperiales se
adentran en el corazón de las nuevas naciones independientes, hasta alcanzar sus rincones
más remotos. Por eso la vinculación de estas obras con la novela regional: porque el
sino que representa el corazón de las nuevas naciones en la medida en que son sus
territorios más íntimos, más secretos, más aparentemente inaccesibles, más propios. Por
Pues bien, estas novelas dicen que el nuevo imperialismo, que llega desde tan
lejos, que apenas está comenzando en América Latina, puede alcanzar esos puntos
esas zonas—y las estructuras social, política y económica de las nuevas naciones. El
imperialismo se monta sobre el colonialismo. Por eso resulta tan eficaz—y tan exagerado.
que termina aplastando a los indígenas, convirtiéndolos en menos que bestias. Un poder
que, advierten estas obras, haría posible el inicio de la resistencia; ya que, más allá del
396
es posible negociar, como muestran ambas obras—les daría nueva conciencia y razones
para rebelarse.
aspecto que apenas hemos tocado en nuestra exposición, y que pone de manifiesto de
manera indirecta esta fuerte crítica a los proyectos nacionales en la región: se trata del
Rosada, la concubina a la que entrega para ser violada; y el de su hermano con Laura,
embarazo (96-110). Hay incluso una pareja, constituida por un alto empleado de la
Mining Society, Rubio, sobre la que se afirma que la mujer podría haber engañado al
esposo y él consentido el engaño sólo por interés, por “sacar algo” (95).
24)—pero que no puede superar la sucesión de explotaciones que se abate sobre ellos,
397
sentido, la novela narra precisamente la imposibilidad de ese vínculo y de la fertilidad de
los indígenas. La pareja debe sufrir la separación forzada cuando Andrés es trasladado a
manera desviada: no sólo alimenta a un hijo ajeno, sino que es violada por Pereira. Pero
los patrones tampoco constituyen parejas amorosas y fértiles: la hija de Pereira queda
selle una alianza inter-clase e inter-racial. Además, la joven no puede quedarse con el
hijo, que pasa por ser de sus padres. Y la sexualidad de sus padres tampoco resulta
amorosa: tienen una sola hija—que no puede darles verdaderos nietos—, y ya no hay una
de la mujer de las clases dominadas: así como se explota a la naturaleza, se explota a los
trabajadores hombres como mera fuerza bruta, y se explota a la mujer en tanto que mero
cuerpo. También en relación con aspectos importantes del este discurso, puede
considerarse estas cuestiones dentro del análisis del exceso afectivo que hemos señalado
en estas novelas, como ya hemos hecho en relación con la violación en El tungsteno. Sin
embargo, como muestran los casos señalados en ambas novelas, no se trata sólo de
violencia sexual de una clase sobre otra, sino de una situación más general, que atraviesa
todas las clases. En este punto, es pertinente recordar que tanto Icaza como Vallejo
conocen la obra de Freud: ya comentamos que el ecuatoriano dijo haber leído su obra
398
completa; y específicamente el narrador de El tungsteno se interroga sobre la posibilidad
literatura de “romance” del siglo XIX—así como en ciertas novelas de la tierra, como
conflictos entre los antagonismos desatados entre distintos grupos sociales por las guerras
de independencia:
con el carácter anti-hegemónico del discurso que estamos examinando: como hemos
visto, estas obras están preocupadas por la nación y presentan situaciones que ponen en
399
postula la imposibilidad de acuerdos nacionales, la imposibilidad de la integración: la
esterilidad de las parejas de estas obras es una de las marcas más claras de su denuncia de
Notas
1
Sánchez cita la tesis de Cometta Manzoni, El indio en la poesía de la América Española, publicada en
Buenos Aires en 1939; y la de Meléndez, La novela indianista en Hispanoamérica, publicada en Madrid en
1934.
2
Cornejo Polar hace una crítica indirecta de esta noción mariateguiana. En primer lugar, analiza el alcance
del término “mestizo” utilizado por Mariátegui para caracterizar la literatura indigenista, para luego sugerir
que ya existe una literatura indígena; que la misma es oral y está formulada en las lenguas nativas: “Sin
duda el término ‘mestizo’ no tiene aquí una acepción puramente biológica o racial, ni tampoco cabe
interpretarlo en relación exclusiva con la figura del autor; alude, más bien, a toda una compleja red de
cuestiones socio-culturales, principalmente a hecho de que este proceso de producción obedece a normas
occidentalizadas … . Para señalar lo más evidente: el modo de producción indigenista no se concibe al
margen de la escritura en español, mientras la oralidad quechua o aymara sería el modo más propio de la
producción indígena” (“El indigenismo y las literaturas heterogéneas” 18). Avanzando en esta reflexión,
explicitando y extremando la crítica de Cornejo Polar, Paoli sostiene la absoluta imposibilidad de una tal
literatura indígena en los términos en los que la propone Mariátegui; esta autor incluso destaca la propia
actitud de duda de este Mariátegui al presentar esta, su categoría favorita: “No resulta evidente lo que
entiende Mariátegui por literatura indígena del porvenir. Será por supuesto algo distinto de las literaturas
orales en quechua y en aymara que ya existen. Pero una literatura indígena distinta de las ya existentes es
inconcebible. Si el indio está en grado de producir literatura escrita, ya no es socioculturalmente indio, y,
aunque sigue siendo bilingüe, elegirá el español como medio de comunicación de preferencia. Una
literatura que nos dé ‘una versión rigurosamente verista del indio’, ‘capaz de darnos su propia ánima’ …
será siempre una literatura indigenista en español, escrita por mestizos … , producida según el modo
occidental de producción literaria: no será por tanto una literatura indígena, pues esa literatura indígena no
puede ser más que en quechua, y con todos los caracteres de la producción indígena tradicional: oralidad,
anonimia, conciencia mítica y no histórica (…). ‘Una literatura indígena … vendrá a su tiempo’ afirma
Mariátegui, pero agrega también una fórmula dubitativa: ‘si debe venir’. La duda atenúa el error de una
profecía que no podía cumplirse (ni podrá cumplirse)” (“Sobre el concepto de heterogeneidad” 260-261).
3
En cuanto al valor contrastivo de la categoría “indígena” en Mariátegui y la importancia de su
introducción en función de una discusión más precisa sobre estas cuestiones, es valioso recoger la siguiente
observación de Cornejo Polar sobre la confusión de ciertos escritores indigenistas: “El magisterio de
Mariátegui fue decisivo para la producción indigenista. Cierto es que con frecuencia prescindieron estos
escritores del distingo entre indígena e indigenista, imaginándose a sí mismos como partícipes más o menos
directos de la problemática indígena y reivindicando para sus obras la condición de visiones ‘desde dentro’
del universo quechua …” (La formación de la tradición literaria 137-138)
4
Cornejo Polar es muy explícito en su reconocimiento a los aportes del indigenismo en su libro La
formación de la tradición literaria en el Perú. El primero tiene que ver con hacer posible una manera
400
distinta de hablar sobre las poblaciones nativas, reconociendo su situación de explotación y los valores de
su cultura: “Inicialmente, la batalla del indigenismo se dio en el plano del referente. A la reconstrucción
verbal de la colonia o del estrato criollo de la república, opuso un sistema de imágenes de la realidad
indígena (o genéricamente andina) cuyo sentido estaba casi siempre relacionado con la denuncia de una
situación social atrozmente injusta. En algunos casos esta indignada representación del mundo nativo
implicó no sólo el repudio y la recusación de los culpables de la miseria y explotación de los indios, sino,
también, la reivindicación de los valores humanos, culturales y sociales de un pueblo que podía plasmar,
inclusive desde su derrota, una constelación axiológica superior a la de los grupos dominantes” (139). A
este logro, que atribuye al indigenismo en su conjunto, añade otro, menos extendido, el que fue alcanzado
por “el mejor indigenismo”: “Pero si el indigenismo modificó la conciencia del país sobre el indio y sobre
la sociedad nacional en su conjunto, en lo que toca a la tradición literaria tuvo su mejor y más perdurable
éxito al incorporar a su textualidad concreta un diálogo con contenidos de conciencia y formas artísticas de
raíz indígena” (140. Entre los autores que menciona en este punto, se cuentan Ciro Alegría, por su trabajo
con “la cuentística popular”; la obra El pez de oro de Gamaliel Churata; y “la espléndida y hasta ahora
inigualada creación de José María Arguedas” (140-141).
5
Con respecto al “neoindigenismo,” Cornejo Polar cita la tesis doctoral de Tomás G. Escajadillo, La
narrativa indigenista: un planteamiento y ocho incisiones, defendida en 1981 en La Universidad de San
Marcos, Lima. Considera este trabajo “el más completo” (La formación de la tradición 142, n. 99).
6
Hay otras caracterizaciones del “neoindigenismo.” Por ejemplo, Juan Loveluck coincide con Márquez en
la datación de su comienzo, pero habla de “un neoindigenismo de acento poético y universalista, como el
de José María Arguedas en su máxima creación en torno al indio olvidado tras una maraña de abusos y
depredaciones: Los ríos profundos” (“Notas sobre la novela” 224). Por otra parte, Swanson considera que
el “Neo-Indigenism or neoindigenismo… attempted to recreate the indigenous experience from the inside,
that is to show reality through the filter of the indigenous population’s perception of it.” Este autor
explícitamente vincula el neoindigenismo con el realismo mágico: “An integral feature of what is now
called Magical Realism is the indigenous population’s view of life, based on myth and legend” (Latin
American Fiction 51).
7
Márquez cita a Cornejo Polar en relación con esta caracterización del “neodindigenismo,” pero su
referencia está equivocada y no hemos podido rastrearla (144-5 y 160).
8
Márquez cita el libro de Gutiérrez, Los Andes en la novela peruana actual. Lima: Editorial San Marcos,
1999.
9
Puede agregarse, para marcar el punto sobre la relación entre los aspectos sociales y los personales en el
rechazo del sistema del latifundio, el siguiente pasaje, en el que Icaza hace mención a una pelea de su
madre con su tío, que hace que la familia abandone la hacienda donde había ido a refugiarse: “Ese
conocimiento directo se inicia en mí a la edad de seis a siete años cuando, por razones políticas … tuvo mi
familia que confinarse en una hacienda de un tío mío, don Enrique Coronel. En el escritorio de este buen
señor había un mapa que abarcaba las fronteras de tres provincias del Ecuador, que era en realidad el
latifundio de Enrique. Entonces, quizás por mi corta edad, los indios me permitieron ver su vida, me
permitieron la confianza de su tugurio, y aun la imprudencia de sus opiniones y de sus reclamos… Para
tener una idea de cuánto pesa la propiedad latifundista en el Ecuador me permitiré contar una anécdota.
Cuando tuvimos que salir de ese latifundio, después de un disgusto violento de mi madre con su hermano,
íbamos por la montaña, guiados por un viejo mayordomo. Habíamos marchado más de seis horas a caballo,
y mi hermana, con una voraz curiosidad infantil, preguntó al mayordomo: ‘¿De quién es aquella colina que
se ve al horizonte?’ El viejo mayordomo, como una cosa natural y corriente, respondió: ‘De patrón Enrique
Coronel’. … Y así durante el largo viaje de tres días a caballo. Siempre con la misma respuesta sobre
nuestras almas, sobre nuestra pequeña realidad. ‘De patrón Enrique Coronel’. ‘De patrón Enrique Coronel’.
Fue entonces cuando sentí la angustia de la pregunta y la respuesta. Todo era de ese gran señor… Los
401
árboles de la manigua, los riscos de los cerros, las chozas de los indios, las víboras, los insectos, la luz, el
agua, el cielo y hasta la misma muerte eran ‘De patrón Enrique Coronel…’ ” (citado en Couffon 57-58).
10
Así relata Icaza este período: “Terminada mi educación secundaria decidí estudiar medicina porque
pensé que era más práctico y por esa afición a las ciencias naturales que manifesté en el Mejía. Aprobé el
primer año que entonces era el más difícil. El segundo año ya no lo pude terminar porque en 1927 mi
madre muere de cáncer y mi padrastro muere de tuberculosis. En un solo año murieron los dos. Mi familia
había sido gente de proporciones pero mi madre se había quedado pobre. Teníamos aquello que dicen ‘lo
comido por lo servido’ o se vive al día. Muriéndose los productores, los que sostenían la casa, yo me quedé
‘en la vía’, como también mi hermana Victoria se quedó ‘en la vía’. Nos habían legado un pequeño pedazo
de tierra, con una casita, allá en la parroquia Alfaro. Como sabía que era mujer y que necesitaba mientras
yo me sentía hombre para trabajar, le cedí la herencia. A los veintiún años salí para trabajar, le cedí toda la
herencia. Con lo poco que tenía de ropa, vendiendo, empeñando, me instalé en el hotel Ecuador donde
pagué la pensión de dos meses, por adelantado. Cobran un sucre por día. Durante esos dos meses me puse a
buscar hémelo. Conseguí primero un puesto en la Policía Nacional gracias a un amigo que estaba en la
Intendencia quien me dio un cargo asimilado al de policía para que prestara mis servicios como amanuence
(sic). Después de un año, por obra de algunos amigos que sabían de mi vida, conseguí un puesto en la
Pagaduría Provincial de Pinchincha. Entonces aprendí a trabajar como oficinista” (citado en Ojeda 111-
112).
11
La fecha que Garro da de la publicación de Flagelo, 1936, es bastante posterior a la que da Icaza sobre el
momento de su escritura, 1933. De todos modos, hay coincidencia en que la escritura de esta última obra de
teatro es posterior a la del primer volumen de cuentos y la primera novela. Sostiene el escritor: “Para
terminar con el teatro, después de escribir Barro de la Sierra y Huasipungo, escribí una obra que se llama
Flagelo … que trata del indio y del tema social. Esto es ya de 1933” (citado en Ojeda 115).
12
Cuando Enrique Ojeda pregunta a Icaza por su relación con Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero,
Augusto Arias y Hugo Alemán y “etc.”—es decir, otros autores del grupo—, responde el escritor: “Yo
conocí a estos escritores en el Mejía. Ellos estaban en cursos superiores. Mientras yo seguía el tercer año
ellos estaban por graduarse. A ellos ya se les admiraba y consideraba como poetas. Eran los niños terribles
de esa época porque ya se dedicaban a beber licor, a ir a donde mujeres alegres, mientras estaban en el
Mejía y tenían desplantes de bohemia y rebeldía. Porque toda esa generación comenzó rebelde. Ahora se
han domado. La burocracia y la diplomacia les han domado. Pero entonces eran muchachos rebeldes. Jorge
Carrera Andrade y todos los que ha nombrado pertenecían al partido socialista y comunista. Luego la vida
los llevó por otros caminos. Yo no podía figurar dentro de ese equipo porque estaba contrario a la literatura.
Recuerdo que Humberto Salvador, cuando alguien le dijo que yo estaba escribiendo cuando salí del Mejía,
se sorprendió y dijo: ¡qué curioso!: Icaza era bueno para la física, la química para hacer deportes; para lo
que servía era para saltar, dar patadas, puñetazos…” (109-110). Más adelante nos referiremos con más
detalle a la relación con la política de los escritores ecuatorianos de la generación de Icaza.
13
Siguiendo a Ferrándiz Alborz, Garro habla en realidad de cuatro grupos, y no de tres, como Icaza. El del
litoral, de Guayaquil, estaría integrado por Aurora Estrada y Ayala, Alfredo Pareja-Diez Canseco, José de
la Cuadra y “los tres novelistas de la antología de cuentos Los que se van (1930),” es decir: Joaquín
Gallegos Lara Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta. Volveremos sobre este punto. La ciudad de
Cuenca sería sede del segundo grupo, formado por tres escritores: Alfonso Cuesta y Cuesta, G. Humberto
Mata y Saúl T. Mora. La ciudad de Loja seguiría, con autores como Pablo Palacios, Ángel Felicísimo
Rojas, Alejandro Carrión, Manuel Agustín Aguirre y Carlos Manuel Espinosa. Ya nos hemos referido al
grupo de Quito (205). En relación con las características generales de la generación del 30, José J. Cisneros
ha señalado que, si bien los distintos autores comparten una similar preocupación social, se diferencian en
temas y recursos: “... los novelistas de la Generación del 30 producen obras que no poseen características
unificadas. Si bien proyectan valores semejantes, procedentes del afán de denuncia y de protesta ante los
problemas sociales, difieren en sus elementos referenciales y técnicos” (22).
402
14
Así describe Rojas Plata y bronce, destacando, significativamente, que la escena de violencia del
indígena hacia su mujer tampoco es original de la obra de Chávez: “El esquema de varias novelas
posteriores de tema indigenista escritas por otros está ya esbozado aquí. Un cura fanático y dominador. Un
teniente político sumiso a la voluntad de señores feudales del predio contiguo. Un amo blanco gamonal,
que explota a los indios que viven en su latifundio y viola a sus mujeres y a sus hijas. Se completa así el
terceto trágico de expoliadores de la raza india, que luego veremos presente en las novelas y cuentos sobre
la realidad agraria del altiplano. En esta obra se vuelve a encontrar una escena que, desde la época de
Montalvo, vienen contando nuestros escritores: el brutal castigo que el indio inflige a su mujer y la
indignación de ésta cuando un intruso interviene en su defensa” (175).
15
Oscar Reyes relata dramáticamente la causas de insurrección, su gestación y la masiva represión a cargo
del ejército de esta manera: “In 1922 there was much agitation throughout the country. The unrest was no
longer military or political, but the result of the proletariat’s painful situation. First the working masses of
Guayaquil demanded higher salaries and les working hours. These demands became more intense as of
December of that year, when the workers of the Durán raiload shop brought up to the company the issue of
their wages. The electric energy workers followed and next came the urban drivers, with growing
insistence. … The economic situation was constantly deteriorating for the working masses. They believed
that he increasing cost of imported goods (flour, butter, tools, and fabrics) was mainly due to the
devaluation of currency, manifest in the growing price of the American dollar. Before the Moratorium Law,
the dollar was worth about two sucres. Gradually, it had been climbing, until it reached 3.20 sucres to the
dollar. Street demonstrations began. The Confederación Obrera del Guayas assumed the direction of the
popular movement, threatening Guayaquil with a total strike. It seemed as if in all of Guayaquil there was
nothing but proletarian masses. They were suddenly aroused by the union leader’s speeches, and they
disarmed the police forces se up at various points in the city. … The battalion came out. The masses were
surrounded and the soldiers unleashed the most awful bloodshed in the streets, squares, and in houses and
stores. Then, in the night, scores of trucks came to pick up the corpses and threw them in the river. (Citado
en Cueva, The Process of Political Domination 12-13).
16
Las dos vertientes, marxista y cristiana, de su preocupación social son exploradas por Icaza en el
siguiente pasaje. Sin embargo, puede considerarse que en estas declaraciones, de 1961, la mención a la
religión represente una cierta huella del temor por haber sido acusado de “comunista” en el contexto de la
Guerra Fría y a dos años de la revolución cubana, como sugiere el final de la cita: “En cuanto al marxismo,
debe haber influido porque en el momento en que se escribió HUASIPUNGO había en las juventudes
hispanoamericanas una gran fe en el marxismo de esa hora que se creía iba a salvar a la humanidad. No que
yo crea que el marxismo es la máxima cosa que se haya inventado pero que sí ha ayudado muchísimo tanto
a las teorías filosóficas, como políticas y económicas. Hoy media humanidad está dentro de una derivación
política del marxismo. Y aun dentro de los países democráticos también existen personas que van llegando
allá, eliminando la basura que esta teoría marxista acarrea por vieja, pero sirviéndose de su esencia para
desarrollar nuevas teorías políticas, económicas, que contribuyen al servicio de la humanidad. Por tanto no
me asusto cuando una persona afirma que hay elementos marxistas en mi obra. También debe haber en ella
elementos cristianos pues yo nací, me crié y eduqué en una sociedad completamente católica. A mí me
enseñaron la religión y ésta debe haber quedado en mi espíritu: el amor al humilde. ¿Cómo saben los que
me acusan de comunista que esta ternura por los pobres nace del marxismo o del cristianismo?” (citado en
Ojeda 123).
17
En nuestro análisis, utilizaremos una re-edición de Huasipungo de 1943, realizada en La Plata, basada en
la versión original. Más adelante nos referiremos brevemente a las tres versiones de Huasipungo que
realizó Icaza, en reacción a dos aspectos: las críticas recibidas a su estilo, y la difusión internacional de la
obra.
403
18
Comenta Adoum sobre el pasaje de Jean Franco, quizás confundiendo la nacionalidad de la crítica
norteamericana: “Cabría preguntarse si el indio de los Andes, aun sin este ingrediente de la ‘mezcla rara’, o
es de todos modos una ‘criatura exótica’ para cualquier lector europeo; si el ‘extraño comportamiento
primitivo de un personaje aleja automáticamente de él al ‘lector cultivado’. De cualquier manera, el público
inglés ha dado siempre muestras de cierta predilección por los personajes exóticos—desde los que aparecen
en obras de inocultable tendencia colonialista, como los de Rudyard Kipling, hasta los de los cuentos,
aparentemente inofensivos en su convencionalismo, de Somerset Maugham—, aunque nadie puede afirmar
que ese público haya sentido simpatía por los indios de la India o por los malayos” (“El indio” 23).
19
Éste es el caso del trabajo de Gustavo V. García quien, tras analizar cómo es presentado el modo de
comer de los indígenas de la novela, realiza críticas muy severas acerca del desconocimiento del escritor
con respecto a las costumbres alimentarias de los indígenas de la zona andina del Ecuador, así como de
ciertos ceremoniales vinculados a la alimentación. Considera que se los muestra sólo tomando comidas
poco elaboradas, interesados por el alcohol, y capaces de apelar al robo en caso de hambre: “Un buitre—si
pudiera consumir alcohol—no se diferenciaría mucho del andino ecuatoriano inventado por Jorge Icaza,”
resume. El “feísmo,” en la visión de este autor, tiene consecuencias contrarias a los intereses expresados
por Icaza en relación con reivindicar a los indígenas y favorecer su causa. Además de criticar la carencia de
valor documental de Huasipungo en el punto analizado, García sostiene que la causa indígena se ve
sumamente perjudicada por esta novela, que se convierte así en un texto que ofrece elementos para
justificar el sometimiento de esas poblaciones: “El sujeto enunciador, en suma, exhibe sus prejuicios contra
los nativos a quienes quiere proteger falseando su imagen y perpetuando su desconocimiento. Huasipuno,
entonces, continúa el indigenismo, una forma literaria de (d)escribir al ‘indio’ según los convencionalismos
de escritores de capas elitistas—europeas—de la sociedad. En efecto, los rasgos negativos que Jorge Icaza
atribuye a los indígenas refuerzan (‘confirman’) la tesis colonialista de considerarlos inferiores y de ser, por
tanto, objeto de explotación y exterminio ‘natural’ por parte de la oligarquía latifundista comprometida con
el ‘progreso’ de la patria. Esta visión, sin embargo, es responsabilidad del autor: los personajes son
inocentes” (47). García parece suponer que únicamente una pintura favorable de los indígenas puede ser
instrumental a un discurso reivindicatorio.
20
Icaza se refiere a la expresión de la afectividad de los escritores de su generación del 30, y la valoriza en
relación con ciertas elecciones estilísticas. En las obras de esta generación, “el contenido emocional era
más trascendente y sincero que cualquier experiencia estética llegada de Occidente. Era más elemental, más
nuestro—a pesar de su pobreza de recursos técnicos, a pesar de su ingenuidad primitiva, a pesar de su
precipitación” (“Relato, espíritu unificador” 11).
21
Para apoyar su argumento sobre la pretensión de realismo de la novela de Ciro Alegría, Cornejo Polar
cita al escritor, quien en el prólogo a la décima edición de su novela, justificando el final trágico de El
mundo es ancho y ajeno, sostiene: “Entre la actitud resignadamente estoica y de alianza mística con la
tierra de Rosendo Maqui y la decididamente moderna y revolucionaria de Benito Castro, parece quebrarse
toda esperanza. Así ocurre en la realidad. Pero a ningún lector se le escapa que a pesar de la aparente
derrota, queda en estas páginas, inconmoviblemente en pie, el hombre indio. Lo mismo sucede en la
realidad también” (citado en Escribir en el aire 187).
22
Queremos agregar sólo una referencia más. Se trata de una declaración realizada por Icaza al cumplirse
veinticinco años de la publicación de Huasipungo. A la pregunta por si “la anécdota de la novela es real,”
responde, categórico, pretendiendo actualizar su vigencia documental: “No sólo fue real, es real. La
información periodística repite el hecho con bastante frecuencia” (citado en Villagómez 3).
23
En un texto posterior al ya citado, Rodríguez-Luis retoma su definición del indigenismo, explicitando
tácitamente qué entiende por “científico” en su texto previo. En artículo de 1990, habla de dos saberes
expertos: sociología y antropología. Dice: “Se entiende por indigenismo el estudio sociológico y
404
antropológico del indígena iberoamericano, estudio que se proyecta en el plano político hacia la
reivindicación social y económica de aquél” (“El indigenismo como proyecto” 41).
24
La categorización que propone Gálvez es más amplia que esta breve referencia al indigenismo, en la cual
adscribe a la visión dominante. Esta autora habla de cuatro “posturas” de la literatura con respecto a las
poblaciones indígenas. Su propuesta es más coherente que la mayoría de las comentadas, en la medida en
que utiliza un mismo criterio para caracterizar los distintos períodos, el que está en relación con la posición
enunciativa de los escritores: “1. Actitud fundamentalmente ‘descriptiva’ ante el tema del indio, como la
que, por ejemplo, adoptaron los cronistas de la conquista, que pretendían dar a conocer al resto del mundo
las peculiaridades de la vida americana tras su descubrimiento. 2. Actitud ‘exotista’, fundamentalmente
descriptiva también, con la que el autor romántico se acerca al indio, respondiendo a un gusto de la época
por lo remoto, extraño o primitivo; es ‘el buen salvaje’ rousseauniano, el hombre en su estado natural antes
de ser ‘agredido’ por la civilización, o en el momento de producirse esta agresión. Esta segunda actitud se
presenta a veces unida a la siguiente. 3. Actitud ‘paternalista’, acorde con los principios filosóficos del
positivismo, la de los autores de finales del siglo XIX y principios del XX, quienes pretenden ‘educarlo’,
sacarlo de su primitivas creencias, incorporarlo al ‘progreso civilizador de la cultura occidental. 4. Actitud
de clara denuncia y protesta ante la situación en que se encuentra la población indígena, a la que se trata de
reivindicar tanto en su aspecto socioeconómico como cultural.” Esta cuarta actitud, a su vez, tiene tres
variantes, de las cuales el “indigenismo” constituye la segunda. Ahora bien, Gálvez vuelve a incurrir en la
caracterización de “realista” cuando habla de esta literatura, al distinguirla de la narrativa de Asturias,
Rosario Castellanos o Arguedas, de quienes sostiene que “escriben novelas indigenistas bajo esta óptica en
las que rompen con el realismo tradicional” (187-188).
25
Esta caracterización coincide, entre otras, con la que realiza Ciro Alegría en el artículo evocativo sobre
Vallejo comentado en el capítulo anterior. Tras completar un retrato físico de su maestro, Alegría sigue con
una reflexión que vincula la tristeza y lo indígena, y establece un vínculo entre el maestro y el alumno,
futuro representante del indigenismo: “Pensaba o soñaba quién sabe qué cosas. De todo su ser fluía una
gran tristeza. Nunca he visto un hombre que pareciera más triste. Su dolor era a su vez una secreta y
ostensible condición, que terminó por contagiarme. Cierta extraña e inexplicable pena me sobrecogió.
Aunque a primera vista pudiera parecer tranquilo, había algo profundamente desgarrado en aquel hombre
que yo no entendí sino sentí con toda mi despierta y alerta sensibilidad de niño. De pronto me encontré
pensando en mis lares nativos, en las montañas que había cruzado, en toda la vida que dejé atrás” (“El
César Vallejo” 162).
26
Se trata del párrafo de cierre, en el que Vallejo súbitamente asume y pone en escena su personaje de
corresponsal. Tras su larga discusión sobre cómo debería ser la literatura latinoamericana para interesar a
los europeos, concluye el escritor: “Tal ha sido, esta reunión en el Instituto de la Sociedad de Naciones, el
acontecimiento de mayor interés novomundial realizado en estos últimos días en París. De otra suerte de
encanto informativo son el proceso y condena de Riziotti Garibaldi, por traición a Mussolini y a todos los
políticos de la tierra; el proceso y condena del coronel Maciá, por su movimiento separatista catalán; la
muerte de la ex emperatriz Carlota de México; la visita de Lord-Maire de Londres a París; la muerte de
Turpin, el célebre inventor de la melinita, terrible explosivo empleado en la última guerra, y los funerales
Emperador del Japón” (Artículos olvidados 178).
405
Capítulo 6 - Conclusiones
relacionado con la denuncia de las condiciones de explotación colonial pero, sobre todo,
del escritor uruguayo Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, publicado
América Latina. Tomando el término “discurso” de la obra Myth and Archive de Roberto
Eyes de Mary Louise Pratt, quien lo usa para caracterizar la última etapa del
imperialismo, que implica una relación de dependencia informal de los países dominados
diferentes de América del Sur: la selva misionera de la cuenca del Plata, y las zonas
406
andinas del Perú y el Ecuador. Esta heterogeneidad fue deliberada, ya que obedece al
propósito central de nuestra indagación. Creemos que, al haber trabajado con obras de
estéticas, hemos logrado demostrar que la regularidad que encontramos en las mismas se
basa en aspectos que trascienden cada categorización en particular. De este modo, queda
encontramos que sus artículos y cuentos revelan una aguda mirada acerca de las
relaciones entre países centrales y periféricos. En particular, hemos visto que la serie de
artículos titulados Lo que son los yerbales paraguayos representa un texto precursor que
Brasil entra en explosiva combinación con la situación social previa de la zona, vinculada
a su historia colonial, para dar como resultado una extrema acentuación de las
condiciones de explotación. Puede decirse que Los yerbales, junto con El terror
argentino y El dolor paraguayo, constituyen una suerte de trilogía que pone en escena
una reflexión coherente sobre el modo como la economía y la política de la cuenca del
407
con el Imperio Británico—en una relación de dependencia informal mediada por la
relatos de Horacio Quiroga, que nos permitió observar el diálogo de este escritor con
Barrett. Vimos que el trayecto que va de la novela corta Las fieras cómplices a una serie
de la obra de Barrett, ese diálogo permite incluir los tres cuentos señalados de Quiroga—
uno de los cuentistas más celebrados de la primera mitad del siglo XX—entre los
décadas del siglo XX. En primer lugar, siguiendo a John Beverly, quien reivindica la
imperialismo en la región, hemos tomado una de las obras más castigadas por la crítica,
El tungsteno de César Vallejo, para demostrar que las dos razones por las que este tipo de
408
representación nada tiene de “lógico-racional,” como sostuvo Ángel Rama acerca de la
mostrado que se trata de una literatura altamente elaborada desde el punto de vista
formal, que pone en evidencia un exigente trabajo sobre los recursos literarios. En este
contraste con una obra teatral y un guión del mismo Vallejo, que revelan la sostenida
preocupación del escritor por estas cuestiones. En nuestro análisis, también tomamos en
cuenta discusiones críticas acerca de la trayectoria vital del escritor, que aportaron a la
representada por Huasipungo de Jorge Icaza; aunque también retomamos en este capítulo
Demostramos que, por el contrario, en las mismas predominan, en realidad, las funciones
primer lugar, en ambos casos se trata de una literatura “heterogénea,” es decir, producida
y leída por grupos sociales diferentes de aquellos que resultan representados, como ha
409
funciones “expresiva” y “conativa”: demostramos que ese exceso afectivo busca saldar la
igual que el discurso que nos ocupa, habla de las áreas rurales desde la ciudad—aspecto
en el que seguimos a Efraín Kristal en The Andes Viewed From the City. Pero hay un
tercer aspecto, fundamental, que vincula el discurso que nos interesa con la literatura
poblaciones nativas. Esta literatura representa el corpus de obras que de manera más
bien no sostenemos que toda la literatura “indigenista” pueda adscribirse al discurso que
del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, obedece a que en ambos ocupa
que en las ciudades se producen radicales transformaciones, pese a lo cual este discurso
concentra su mirada en las áreas rurales. En este sentido, las obras representativas de este
discurso comparten este rasgo no sólo con la narrativa “indigenista,” como acabamos de
410
difieren en otros, que consideramos fundamentales. Entre los rasgos en común entre estas
La diferencia, que resulta clave, radica en que los textos que consideramos
vez, toma una forma bastante específica. Como vimos, las obras analizadas construyen
narrativas en las que actores extranjeros, conjuntamente con actores locales aliados,
naturales como de los grupos sociales asociados con su explotación. El desenlace previsto
Por otra parte, si bien estas obras exhiben una preocupación por el paisaje y la
activos, como se ha argumentado repetidamente acerca del papel del paisaje en las obras
411
es decir, una relación humana, social. En esta relación, la naturaleza tiene un papel doble,
pero en ningún caso activo ni mucho menos, todopoderoso: es víctima, en tanto que
recurso natural sometido a prácticas extractivas; en este caso, resulta equiparada con el
grupo social explotado, y desprovista de poder. También puede ser mediadora y cómplice
de los medios para defenderse—se ve agravada por la hostilidad del paisaje. En este caso,
la naturaleza no es realmente poderosa más que frente a los débiles; o, mejor dicho, los
implacable para los esclavos del yerbal, como vimos en Los yerbales; cuyo aire insalubre
enferma y mata a los trabajadores que son encerrados por horas interminables en las
minas, como vimos en El tungsteno; que resulta traicionera en sus pantanos y sus ríos,
para los indígenas obligados por sus patrones a atravesarlos o padecer sus crecidas, o que
se presenta impiadosamente gélida para los harapientos trabajadores que deben construir
que son representativos de este juicio; se trata de “La nueva novela latinoamericana,”
publicado en 1964 y recopilado por Juan Loveluck en 1969. Estos pasajes resultan
proponen; por la valoración implícita que implican; por los supuestos en los que se
apoyan; por las inconsecuencias argumentativas que manifiestan; y, sobre todo, por la
412
mirada sobre la historia latinoamericana que proyectan. Fuentes comienza señalando el
XX, considerado por él como una mera continuidad del mismo gesto de la literatura del
siglo XIX:
‘¡Se los tragó la selva!’, dice la frase final de La vorágine de José Eustasio
Rivera. La exclamación es algo más que la lápida de Arturo Cova y sus
compañeros: podría ser el comentario a un largo siglo de novelas
hispanoamericanas: se los tragó la montaña, se los tragó la pampa, se los tragó la
mina, se los tragó el río. Más cercana a la geografía que a la literatura, la novela
de América Latina ha sido descrita por hombres que parecían asumir la tradición
de los grandes exploradores del siglo XVI. Los Solís, Cabral y Grijalva literarios
continuaban, hasta hace pocos años, descubriendo con asombro y terror que el
mundo latinoamericano era ante todo la presencia implacable de selvas y
montañas a escala inhumana. … en la novela latinoamericana, de los relatos
gauchescos a El mundo es ancho y ajeno, la naturaleza es sólo la enemiga que
rebaja dignidades y conduce al aniquilamiento. Ella es la protagonista, no los
hombres eternamente aplastados por su fuerza. (163)
tiempo, considera que esa actitud es derivada de la actitud de los conquistadores: los
observación implica una doble acusación hacia los escritores latinoamericanos previos al
boom: no sólo los coloca en una posición de colonizados culturales, sino que los
considera desinteresados por las realidades humanas, y les atribuye la misma actitud
Ahora bien, Fuentes admite luego que, detrás del poder y la crueldad del paisaje,
413
explotación, que ponen a los grupos sociales dominados en una posición de indefensión
naturaleza la que somete a los humanos con sus poderes inmensos, sino que son ciertos
hombres los que someten a otros. La naturaleza, en todo caso, está meramente allí, con
sus poderes en estado potencial, que son activados por la situación de desigualdad. En
en América Latina.” Esta afirmación resulta especialmente sugestiva porque habla de una
todopoderosa y, después, como de un poder derivado de otro. ¿En qué sentido puede
entonces ¿cuál es la “realidad” que esta literatura “documenta”? ¿El poder está en la
414
naturaleza, o en las relaciones de dominación? Por otra parte, Fuentes incurre en una
sobre los que había afirmado que exhibían una actitud copiada de los conquistadores.
de los actores que someten a los grupos humanos locales. Reintroduce el personaje del
“conquistador,” y postula una nueva relación del mismo con la naturaleza: no meramente
conducta: la codicia.
comenzado su comentario de manera diferente. Debería haber proclamado: “Se los tragó
original” de América Latina: que el verdadero motor de las acciones, la energía que pone
415
tiempo reconoce que esa literatura, en última instancia, revela una “trama original” que
estaba oculta. El escritor mexicano está convencido, da por obvio, que el conquistador
al boom habría sido, entonces, no haber podido apartarse de esa “realidad”; es decir, no
haber podido contar otras historias más que esa trama maestra de la historia
Podemos decir que Fuentes tiene en mente no sólo la literatura regionalista sino, sobre
según vimos en el Capítulo 4 y acabamos de recordar, Beverly creyó que debía ser
naturales. Esa literatura que desvalorizan tanto la crítica dominante como los escritores
del boom representados por Fuentes es, sin embargo, aquella de la que este escritor toma
416
decisivamente a construir una visión de la historia de la región que se convirtió en
Hay otro aspecto llamativo en el pasaje de Carlos Fuentes. Es el que tiene que ver
con la reapropiación del paisaje. Dice Fuentes: “liberarse, en la segunda década del siglo
“imagination” dice Said—es, ciertamente, uno de los aspectos más reveladores del
comentario de Fuentes. Ahora bien, lo que sorprende es que este reconocimiento se haga
sólo en relación con la literatura latinoamericana que sigue inmediatamente a las guerras
reenvía a comienzos del siglo XX); después habla del Facundo (mediados del XIX);
introduce el personaje del “conquistador” (siglo XVI); y luego se remonta a “la segunda
mitad del siglo XIX.” Este empaste de fechas y períodos parece implicar que, para
Fuentes, la historia de América Latina sólo tiene un hito: hay un antes y un después de la
independencia, pero nada más. Sin embargo, La vorágine no habla del “conquistador.”
¿Por qué, entonces, incluye esta novela en la línea argumentativa que concluye con la
“conquistador”?
417
Ciertamente, Fuentes está equiparando tácitamente el período colonial con el
neocolonial. El “conquistador” es como los capitalistas del caucho: únicamente así puede
terminar con “el conquistador.” Ahora bien, como hemos demostrado en nuestro trabajo,
la asimilación del período neocolonial al colonial es uno de los aspectos centrales del
el que incurre Fuentes sólo es posible en la medida en que da por obvia la asimilación de
comienzos del siglo XX; y resultó la condición de posibilidad del segundo, que floreció
en la literatura. Entre los escritores latinoamericanos que menciona, está nada menos que
418
Seguidamente, Said explica qué hizo, y cómo, esa primera generación anti-
… the work of the intellectuals from the colonial or peripheral regions who wrote
in an ‘imperial’ language, who felt themselves organically related to the mass
resistance to empire, and who set themselves the revisionist, critical ask of dealing
frontally with the metropolitan culture, using the techniques, discourses, and
weapons of scholarship and criticism once reserved exclusively for the European.
Their work is, on its merits, only apparently dependent (and by no means
parasitic) on mainstream Western discourses; the result of its originality has been
the transformation of the very terrain of the disciplines. (243)
poblaciones locales. Fue tan exitoso en esta construcción, que para la siguiente
resultaron invisibles.
Para concluir, quisiéramos referirnos a dos aspectos más. El primero tiene que ver
419
analiza Pratt en Imperial Eyes, una obra que resultó de consulta en varios tramos de
nuestro trabajo. Un modo muy tentador de pensar nuestro discurso es imaginarlo una
cuando analiza a Horacio Quiroga, Pratt habla de la mirada del “travelee,” es decir, de
aquel que vive en aquellos lugares que son visitados por los viajeros imperiales: “the
position of the people and places traveled to” (225). La pregunta que Pratt atribuye a
Quiroga en tanto que “travelee” es: “How do you make a destination for others into a
puede decirse que el contra-discurso neocolonial de los recursos naturales dialoga con la
este sentido hemos hablado de este discurso como desmitificador, como parte de una
“travelee”: hemos analizado con cierto detalle que es un discurso que surge en las
llegada de los nuevos discursos contestatarios, las crisis provocadas por la inserción de
relación con el Estado y les abre las puertas a un modo de pensar que pueda ser crítico del
420
desarrollo del mismo; proceso que, a su vez, está en relación con la conformación de
nuevos públicos.
sin estas nuevas ciudades latinoamericanas, que a comienzos del siglo XX están tan
Roma y las minas de Quiruvilca, pero también que estuvo en Trujillo y en Lima. En su
caso, además, se suma la reflexión ideológica y política en París, Madrid, Moscú. Para
volver a Quiroga: escribe sobre la selva misionera desde una ciudad lindante a la selva,
pero pensando en sus lectores de Buenos Aires, y teniendo a sus espaldas su propio
como ha analizado Jennifer French, Quiroga no se identifica únicamente con los mensús,
sino también con los “pioneers,” con los “gringos” que llegan a hacer negocios en la
selva (38-70).
Ni Vallejo ni Quiroga son “travelees.” No lo es, tampoco, Icaza, que conoce los
abusos a los indígenas por una temporada que pasó en el campo, y que además ha leído
las obras completas de Sigmund Freud y se considera socialista. Mucho menos, por
421
manera mayoritaria, casi excluyente, un retrato en blanco y negro, fuertemente
contrastante, de victimarios y víctimas: los actores extranjeros y sus aliados locales son
Huasipungo; mientras que los grupos sociales explotados son absolutamente indefensos,
casi por completo incapaces de devolver el golpe—con excepción del mensú del cuento
Gerald Martin ha incluido Las venas abiertas y Memoria del fuego, de Galeano,
junto a Calibán, de Roberto Fernández Retamar, en un grupo de textos sobre los que
respecto a los discursos dominantes. Afirma que esas obras, si bien pueden considerarse
ideology.” Seguidamente, las compara con Cien años de soledad, de García Márquez, o
Yo el Supremo, de Roa Bastos, las que resultan más valorizadas en razón de que las
mismas “tended to be more dialectical, to see synthesis as a question of raising other than
del signo ideológico” representa una etapa insoslayable “en todo proceso de
422
reconstrucción y emancipación de la voz omitida.” Se requiere empezar por la
contradicción radical de los discursos dominantes; sólo después de eso es posible ingresar
aplicarse a las obras analizadas en este trabajo. Incluso, esa traslación convertiría la
disculpa de esta crítica en más pertinente, en la medida en que esas obras representan la
emergencia del contra-discurso neocolonial de los recursos naturales, del que los trabajos
de Galeano representan la madurez. Sin embargo, nos inclinamos por otra interpretación
los recursos naturales es una consecuencia del hecho de que la preocupación central de
este discurso es una relación entre dos tipos de actores fundamentalmente diferentes:
explotadores y explotados. El exagerado contraste entre los mismos, creemos, está allí no
para indicar las características intrínsecas de unos y otros—cómo son esencialmente, por
sí mismos—sino para señalar que las características que los definen son relacionales,
423
oposicionales. Y son derivadas de la situación de poder. Por lo tanto, esas características
son irreversibles, excepto por un drástico cambio de estado: el que traería la rebelión. Si
los colonizadores son crueles, es porque son poderosos. Los colonizados, entonces, no
son “buenos” sino inocuos: están en una situación de indefensión tal que resultan
un juicio de valor, sino como la marca más clara de la radical asimetría entre unos y
otros. Se trata de un aspecto que resulta coherente con el hecho de que el contra-discurso
marco interpretativo que suele estar asociado con movimientos de protesta o insurgencia.
En la medida en que este discurso plantea una relación oposicional entre dos actores
el de rebelión.
* * *
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