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Las causas

La crisis en Venezuela es el factor principal del deterioro económico en Cuba.


Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el PIB venezolano se contrajo un 16,5% en 2016, 18 veces
más que la caída del PIB cubano, y la inflación fue del 300%. Entre 2008 y 2016,
la deuda pública venezolana se duplicó, las reservas internacionales mermaron a
un cuarto, el valor de las exportaciones de petróleo bajó a un tercio, la inversión
en relación al PIB cayó del 21% al 4% (la mitad que en Cuba), y hubo una fuga
sustancial de capital en todo el periodo. Entre 2012 y 2017, la producción de
petróleo decreció en 300.000 barriles diarios. Las proyecciones para 2017 son
peores; por ejemplo, la inflación se disparará ha sta el 1.133%. Hay una grave y
creciente escasez de alimentos, medicinas y otros bienes de consumo. El
gobierno, además, acaba de anunciar una reestructuración de la deuda externa,
abriendo la posibilidades de un default.

En 2010 estimé que la relación eco nómica entre Venezuela y Cuba equivalía al
10% del PIB cubano, y esa dependencia alcanzó un máximo de alrededor el 14%
en 2013. Recientes estadísticas oficiales del sector económico externo cubano
evidencian la catástrofe. En 2012 el intercambio comercial bilateral fue del 44%
del total y se desplomó al 17% en 2016, con una caída del 74% en el periodo
(47% solo en 2016). Como resultado, Venezuela, que durante 10 años fue con
creces el principal socio comercial de Cuba, se situó en el segundo lugar, por
detrás de China, que tiene el 20% del comercio cubano (España continuó en el
tercer puesto con un 10%). Un cambio similar ocurrió con la participación
venezolana en el déficit comercial cubano. Cuba exportaba muy poco a
Venezuela, a la par que importaba un 65% de sus necesidades de petróleo y
derivados; el déficit resultante subió al 45% del déficit total en 2011, pero bajó al
12% (una disminución del 73%) en 2016 por el desplome del comercio bilateral.

La situación es peor en la compra de servicios profesional es cubanos, como


médicos, enfermeras, maestros, etcétera. Venezuela era el mayor comprador,
pero su crisis la redujo drásticamente. El valor de dichos servicios llegó a 9.500
millones de dólares en 2013 –el mayor ingreso de divisas cubano – pero en 2016
mermó un 34%, hasta 6.295 millones. En otros países importadores de servicios
profesionales cubanos, como Brasil, Ecuador y Argentina, ha habido cambios de
gobierno que han recortado dichas partidas; Angola y Argelia también las han
rebajado, mientras que Ken ia y Mozambique revocaron acuerdos.

En el momento álgido de la relación bilateral, Venezuela exportaba a Cuba


105.000 barriles de petróleo diarios; en 2017 el suministro había descendido a la
mitad, 55.000 barriles. Según acuerdos entre ambos países, Cuba sufraga la
importación de petróleo y sus derivados con la venta de servicios profesionales;
en 2012, a Cuba le quedaban 1.700 millones de dólares tras descontar el valor de
los envíos petroleros. Pero esto oculta que el precio de los servicios vendidos por
Cuba estaba sobrevalorado (un médico cubano recibía un salario siete veces
superior al de un médico venezolano), por lo que había un subsidio disfrazado.
Además, una cantidad considerable de petróleo crudo se exportaba para ser
procesado en la refinería d e Cienfuegos, construida con una inversión de
Venezuela; el refino se reenviaba a este país y quedaba un remanente que Cuba
exportaba con una jugosa ganancia en divisas. Sin embargo, ese suministro se
redujo a la mitad en 2016, perjudicando el refinamiento y las exportaciones.
Según el exministro de Economía y Planificación José Luis Rodríguez, en 2017 no
habrá exportaciones significativas. La situación se agrava porque la producción
de petróleo cubana decreció un 22% entre 2003 y 2015. En 2016, Cuba tuvo q ue
realizar compras de petróleo en el mercado internacional por 100 millones de
dólares por encima de lo previsto. Todo ello ha dado lugar a un racionamiento
eléctrico a las empresas estatales.

Según informes oficiales, los huracanes que han golpeado la is la han provocado
pérdidas por valor de 24.000 millones de dólares en los últimos 16 años. Irma ha
sido uno de los peores que se recuerdan, pero en una actitud diferente a la
habitual, el gobierno cubano aún no ha ofrecido una estimación global de las
pérdidas. Irma atravesó la costa norte de Cuba, donde se concentra la mayor
parte de la infraestructura turística, minera (petróleo, gas, níquel), termoeléctrica
y m uchas plantaciones azucareras y otros cultivos. Arrasó 430.000 hectáreas de
caña y el 40% de los molinos azucareros. Afectó a cinco de las siete plantas
hidroeléctricas, dejando a millones de cubanos sin electricidad. Destruyó un
aeropuerto que recibe 485.000 turistas anuales y varios cayos que son centros
turísticos. Devastó miles de hectáreas sembr adas de plátanos, maíz, yuca y
cítricos. Acabó con decenas de miles de aves de corral, y afectó a 158.000
viviendas. Aunque el gobierno ha anunciado que reparará los hoteles y centros
turísticos antes de que comience la temporada alta, es probable que haya una
bajada especialmente en diciembre.

El turismo es el elemento positivo clave de la economía cubana. El número de


visitantes aumentó notablemente después de 2014 con la política de Barack
Obama para auspiciar los viajes de estadounidenses. Mientras que entre 2011 y
2014 la llegada de turistas aumentó un promedio anual del 4,4%, en 2015 -16
saltó al 16% (EEUU pasó del puesto 11 al tres como emisor de turismo a Cuba),
con un máximo de cuatro millones. En el primer semestre de 2017 hubo otro salto
del 23%. Además, los viajes de los cubanos en el exterior, estancados en 2010 -
15, crecieron un 9% en 2016. Los ingresos por turismo igualmente ascendieron,
aunque a un ritmo menor; de un promedio del 1,6% anual en 2010 -14, al 10% en
2015-16 (sobrepasando los 3.000 m illones de dólares), en parte porque los
estadounidenses gastan más que otros turistas.
En su sistemático desmontaje de las políticas de Obama, y para complacer a
congresistas cubano-americanos, Trump decretó en junio de 2017 eliminar la
categoría más popular de viajes a Cuba (“de pueblo a pueblo”). Ahora se requiere
que los viajeros vayan en grupos controlados y acompañados de un responsable
de ejecutar la ley. Asimismo, se prohíbe a los estadounidenses alojarse en
hoteles gestionados por militares –la gran mayoría– así como hacer negocios con
ellos. En septiembre, amparándose en los extraños ataques acústicos a 21
diplomáticos, Trump retiró a todo el personal no esencial de la embajada de
EEUU en La Habana, expulsó a 15 diplomáticos cubanos en EEUU, alertó a los
estadounidenses que podrían ser afectados por dichos ataques, y que no podría
protegerlos –hasta ahora ningún turista ha sido objeto de los ataques –. Estas
medidas también pueden dañar la inversión exterior en Cuba, debido a la escasez
de personal en ambos países, los nuevos obstáculos que agravan el embargo y la
percepción de que ha crecido el riesgo de hacer negocios con Cuba. Sin
embargo, a mediados de octubre aún no se habían promulgado las regulaciones
de las medidas anunciadas por el presidente .

La estrategia de Raúl Castro, resumida en el mantra “sin prisa pero sin


pausa”, ha contribuido a los pobres resultados de las reformas emprendidas
en 2017

La única dis yuntiva realista que tiene Cuba ante el grave deterioro económico son
las reformas estructurales que Raúl Castro inició en 2007. Estas reformas han
conseguido avances notables, como la extensión del sector no estatal
(especialmente del trabajo por cuenta propia), el aumento del usufructo de
tierras, la creación de las cooperativas de produc ción no agrícola y de servicios,
y la liberación de la compraventa de viviendas. Otras se quedan cortas: como la
zona de desarrollo del Mariel, de 400 propuestas de inversión, el economista
Jorge Pérez-López confirma que solo se han aprobado 25 en tres año s; la
inversión extranjera promedió los 673 millones de dólares anuales en 2015 -16,
una cuarta parte de los 2.500 millones que se necesitan al año. No se han
aprobado medidas clave como la unificación de las dos monedas en circulación,
la reforma global de precios, el aumento de los salarios reales, etcétera. Por otra
parte, sigue prevaleciendo el plan central sobre el mercado y la propiedad estatal
sobre la privada, así como la oposición a la concentración de la riqueza y la
propiedad. El muy discutido Pla n 2016-2030 no tuvo en consideración la crisis
venezolana y es en realidad un listado de metas sin especificar las vías para
lograrlas; no hay una estrategia coherente y efectiva para paliar la crisis. A final
de 2017, la reforma no habrá producido efectos económicos tangibles.

La estrategia de Castro, “sin prisa, pero sin pausa”, ha contribuido a los pobres
resultados. Desde 2015, además, se han registrado una larga pausa y algunos
retrocesos, como la suspensión indefinida del otorgamiento de licencias a
algunas ocupaciones cuentapropistas esenciales, el paro en la creación de
cooperativas, la reintroducción del acopio, etcétera. Todo parece haberse
pospuesto para febrero de 2018, cuando Castro se retirará de la presidencia. En
este contexto, las sanciones de Trump pueden beneficiar a los duros que se
oponen a las reformas, perjudicar a la población y al sector privado.

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