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¿Es bíblica la doctrina de la Trinidad?

Juan Stam

La respuesta es que no, aunque en otro sentido, que sí, más o menos. Me explico...

Algunos teólogos han pretendido encontrar la trinidad en el Antiguo Testamento, pero ninguno
de sus argumentos convencen. El tema de las escrituras hebreas es el monoteísmo y en su
pensamiento no cabía el trinitarianismo, por razones que explicaremos después. Aunque hay
pasajes del Nuevo Testamento, especialmente Mateo 28:19, que mencionan al Padre, el Hijo y
el Espíritu, esa simple mención no constituye una doctrina de la trinidad. Hay también
bastantes pasajes con cierta estructura trinitaria, como Apocalipsis 1:4-5, 1 Corintios 13:14 y
Efesios 1:3-14, que invitan a reflexionar sobre una interpretación doctrinal y quizá anticipan
alguna explicación más sistemática, pero ni esos pasajes ni otros ofrecen una formulación
teológica de la trinidad.

Al cerrarse el canon del Nuevo Testamento, no existía una concepción clara de las relaciones
dentro de la deidad, única e indivisible. Se puede notar, también, que dentro del mismo Nuevo
Testamento estaba mucho menos desarrollada la doctrina del Espíritu Santo que la doctrina del
Cristo. Tampoco estaba aclarada la relación entre las dos "naturalezas" de Cristo, la divina y la
humana (ni aparece el concepto de "naturaleza" de Cristo en el N.T., o de la "esencia" de Dios).
La elaboración teológica de esas doctrinas quedó como tareas para la iglesia. Como tal, están
sujetas a crítica y rechazo sin negar con eso la enseñanza bíblica.

La doctrina trinitaria, a nivel popular, encierra un peligro muy serio, el de pensar en el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo como tres "personas", ontológicamente distintas, y por eso tres Dioses.
Eso sería un triteísmo, una forma de politeísmo. El arte muchas veces representa la trinidad
así, por ejemplo, el Padre sentado en su trono, el Hijo en sus regazos, y el Espíritu como
paloma encima del trono. Una formulación para evitar ese escollo ha sido: "un solo Dios que
subsiste [no "existe", por ciertas razones] en tres distinciones personales" [no "tres personas"].
Eso era básicamente el lenguaje de Juan Calvino.

Es importante recordar que el tema de la triple relación Padre-Hijo-Espíritu no nació de la


especulación teológica sino de la historia de la salvación. Las escrituras hebreas pueden leerse
como una constante lucha contra el politeísmo y la idolatría, que llevaron a Israel al cautiverio
donde aprendieron de una vez para siempre que Dios es uno. Pero unos siglos después nació
Cristo, el Hijo de Dios, también Dios pero no otro dios. Mayormente por eso lo rechazaron los
judíos, porque no podían aceptar a un segundo Dios. Después de la ascensión del Hijo vino el
Espíritu Santo, transformando radicalmente la doctrina del "Espíritu de Dios" del Antiguo
Testamento y planteando las preguntas fundamentales para futuras reflexiones sobre la
pneumatología.

Aunque nada de eso constituye una doctrina de la trinidad, el Nuevo Testamento establece, me
parece, ciertas afirmaciones que la iglesia después intentó relacionar coherentemente. Apenas
las voy a mencionar, sin ofrecer pruebas de cada una:

(1) Hay un solo Dios, indivisible (no puede componerse de tres "partes"). Muy resumidamente,
esto puede verse como la enseñanza central de Antiguo Testamento.

(2) Jesucristo es Dios. Negar la trinidad no es lo mismo que negar la deidad de Cristo, sino
negar una cierta explicación de ella. Si Cristo no es Dios, tampoco hay trinidad.

(3) Jesucristo no es otro Dios, no un segundo Dios. Eso sería un politeísmo inaceptable.

(4) A la vez, de alguna manera Cristo como Hijo es distinto del Padre. Tiene alguna distinción
personal relativa al Padre, con quien tutea (Jn 17 en casi cada versículo, y aun antes de
encarnarse). El Padre no nació en Belén ni murió en la cruz.

(5) El Espíritu Santo también es Dios (Hech 5:3-4).

(6) El Espíritu Santo es personal, no una fuerza impersonal (1 Cor 12:11-12)

(7) El Espíritu Santo, sin ser otro Dios, en algún sentido es "otro" del Padre y el Hijo. "Os
conviene que yo vaya, para que el Espíritu venga" (Cristo va, el Espíritu viene). El Espíritu
Santo no murió en la cruz. El Padre y el Hijo envían al Espíritu; el Espíritu es enviado.

Los concilios de la iglesia antigua intentaron armonizar estas afirmaciones, por cierto con
mucho lenguaje filosófico muy discutible. Para mí, las siete verdades apuntadas son lo
importante, más que la manera de armonizarlas.

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