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BENEFICIOS DE UNA BUENA MAYORDOMÍA

DENTRO DE LA IGLESIA DE CRISTO

Las personas enfrentan siempre diferencias de criterios no debemos temer por estas
diferencias que son propias a nuestra manera de ser y de entender la realidad. En
todo caso, estas diferencias son la diversidad que Dios ha puesto en cada uno de
nosotros; lo que debemos hacer es ver de qué manera las aplicamos creativamente y
con amor, a la obra que Dios nos encomienda.

La mayordomía viene a ser el instrumento que nos ayudará a entender por qué
debemos santificar todo nuestro ser, ya que implica la santificación de la parte física,
la parte espiritual, la parte intelectual y la parte social. Esta permitirá resolver nuestras
diferencias y proyectarnos como iglesia para la realización de la obra de Dios, lo cual
nos exige comprender primeramente que el Señor es el soberano de la iglesia y no
nosotros y que la aceptación plena de este principio permitirá el crecimiento de la
iglesia. De lo contrario, estaremos siempre haciendo nuestros propios proyectos. Es
nuestra fe, Su Palabra y el testimonio de los que nos precedieron en la Iglesia, la
única posibilidad cierta de saber que, más allá de nuestras diferencias, somos parte
del pueblo de Dios, y que tenemos un propósito claro en Cristo Jesús, a Él le
pertenecemos porque fuimos comprados a precio de sangre para ser sal y luz en
medio de las tinieblas. Por eso decimos que, para recibir generosamente, debemos
darnos con generosidad (generosidad en nuestro tiempo, talentos, dones, ofrendas y
diezmos).

Cuando entendemos nuestra posición como hijos de Dios y valoramos la doctrina de


la muerte en la cruz de nuestro Señor Jesucristo Asumimos con amor la misión que
nos fue entregada por Jesús de ir y predicar el evangelio a todo pueblo y nación y no
solo predicar, sino también enseñándoles todo lo que Él nos ha enseñado a través de
su ministerio y dando testimonio de su amor en nuestras vidas, ofreciéndonos nosotros
mismos como sacrificio vivo para honrar a Dios. Todo esto nos incita a aprender a
vivir un nuevo estilo de vida que glorifique Su santo nombre y esto determinara una
nueva costumbre, una nueva tradición y nuevos usos de convivencias dentro de la
iglesia, lo cual estará en todo momento en función de la misión que llevamos a cabo,
y no a la inversa. Y esta misión, involucra la mayordomía de nuestros talentos, y por
ende, nuestro corazón orientado a los negocios del Señor, en todo momento.
La mayordomía aplicada correctamente constituye abnegación; es nuestra completa
entrega a Dios y al servicio a favor de la humanidad. Cristo entregó no solo todo lo
que tenía—y lo poseía todo—, sino también se entregó a sí mismo. En esto consiste
la mayordomía al contemplar ese don supremo nos apartamos de nosotros mismos,
rechazando nuestro amor propio, y llegamos a ser como Él. La mayordomía nos
convierte en una iglesia solícita, que se preocupa por el bienestar tanto de los que
pertenecen a la comunión de los creyentes como de los que se hallan marginados.

La buena aplicación de la mayordomía en la iglesia no solo da bendición personal y


esta es una de las razones por las cuales Dios nos pide que consagremos nuestras
vidas a Él y no solo eso, sino también nuestro tiempo, las capacidades, el cuerpo y
las posesiones materiales, a fin de promover nuestro propio crecimiento espiritual y
desarrollo del carácter: Los verdaderos mayordomos bendicen a todos los individuos
con quienes se ponen en contacto. Obedecen el encargo de mayordomía que hizo
Pablo: “Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
atesorando para sí buen fundamento para lo porvenir, que echen mano de la vida
eterna” (1 Tim. 6:18,19). La mayordomía abarca el servicio a los demás e implica
nuestra disposición a compartir todo lo que Dios nos haya entregado en su
misericordia, que pueda ser de beneficio para otros.
Una iglesia con verdadero compromiso a la obra de Dios y una excelente mayordomía
será una iglesia que crece constantemente en amor, unción y devoción a Dios y a sus
semejantes, es una iglesia que está siempre presta a colaborar y dar lo mejor de sí
para la propagación del Evangelio y por ende la extensión del Reino de Dios, es una
iglesia con consciencia que vive la realidad pero se adelanta a lo porvenir porque el
Espíritu Santo esta en medio de ellos guiándolos a toda buena obra.

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