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Canción 89
INTRODUCCIÓN: SEGÚN un informe publicado en el diario The Toronto Star, “el
85% de lo que sabemos lo hemos aprendido al escuchar”. Ahora bien, aunque
pasamos mucho tiempo escuchando, el 75% de las veces estamos distraídos o
preocupados por otros asuntos, u olvidamos rápidamente lo que se nos dijo. Estas
sorprendentes estadísticas subrayan la necesidad de ser buenos oyentes.
Escuchar con atención evidencia buenos modales y es esencial para lograr una buena
conversación. Algunas sugerencias prácticas a tal fin son: no dejarse distraer,
inclinarse ligeramente hacia delante y mostrar a nuestro interlocutor que estamos
atentos mirándolo a los ojos y asintiendo con la cabeza. Dado que mucho de lo que
aprendemos depende de lo bien que escuchemos, todos debemos esforzarnos por
prestar buena atención.
Leer Mat.15:10
En primer lugar, el espíritu santo fomenta la pureza entre los cristianos verdaderos.
Antes de abrazar la verdad, muchos se entregaban a prácticas inmorales como la
fornicación, el adulterio y la homosexualidad, y algunos tenían muy arraigados los
deseos pecaminosos. Pero han hecho los cambios necesarios para agradar a su
amado Padre, y por eso leemos que “han sido lavados”. Como indica 1 Corintios
6:11, “con el espíritu de nuestro Dios”. Al mantenerse puros, demuestran que han
aceptado dicho espíritu como la fuerza dominante en su vida.
MI PASADO: Me crié junto con mis seis hermanos en Hermosillo (Sonora, México),
una zona donde abunda la pobreza. Mi padre murió cuando yo era pequeño, así que
mi madre tuvo que mantener a la familia. Empecé a trabajar desde muy chico para
colaborar con los gastos de la casa, pero casi siempre iba descalzo porque no había
dinero para comprar zapatos. Al igual que muchas familias, vivíamos apiñados.
Como mi madre pasaba casi todo el día trabajando, no podía protegernos de los
extraños. A los seis años caí víctima de un muchacho de 15 que abusó sexualmente
de mí, y siguió haciéndolo por mucho tiempo. Una de las consecuencias fue que sufrí
una gran confusión sexual. Pensaba que era normal que me atrajeran los hombres.
Cuando hablé con médicos y sacerdotes en busca de consejo, me aseguraron que
no tenía ningún problema y que mis sentimientos eran normales.
A los catorce años decidí declararme homosexual. Seguí siéndolo durante once
años más, incluso llegué a tener varias parejas. Estudié para ser estilista peluquero y
abrí un salón de belleza. Con todo, no llevaba una vida feliz, sino de sufrimiento y
traiciones. Tenía la sensación de que lo que hacía no estaba bien y me preguntaba si
habría gente buena y noble en este mundo.
Me acordé de mi hermana, que se había bautizado como testigo de Jehová tras
estudiar un tiempo la Biblia. Ella solía contarme lo que aprendía, pero yo no le hacía
caso. Aun así, la admiraba por la vida que llevaba y por su matrimonio. Mi cuñado y
ella se trataban con bondad y se amaban y respetaban mutuamente. Pasó el tiempo y
comencé a estudiar la Biblia con una Testigo. Al principio lo hacía por compromiso, sin
entusiasmo, pero luego cambiaron las cosas.
CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA: Asistí a una reunión de los Testigos y
descubrí un mundo diferente. La gente en general se burlaba de mí, pero ellos no.
Al contrario, me saludaron amablemente y me trataron con dignidad. Me sentí muy
bien.
Aquella primera impresión se confirmó cuando asistí a una asamblea y vi que
incluso en grandes reuniones estas personas eran como mi hermana: buenas y
sinceras. “¿Serán estas buenas y nobles personas las que ando buscando desde
hace tiempo?”, pensé. Su amor y unidad me sorprendía, como también lo hacía el que
usaran la Biblia para responder todas las preguntas. Me di cuenta de que la Palabra
de Dios era una influencia positiva en sus vidas. Y, por supuesto, reconocí que tendría
que cambiar mucho si quería unirme a ellas.
De hecho, tuve que experimentar una completa metamorfosis, porque vivía como
si fuera una mujer. Necesitaba cambios radicales en la forma de hablar, los gestos y
movimientos, la ropa, el pelo, los amigos, todo. Mis viejas amistades comenzaron a
molestarme diciendo: “¿Por qué lo haces? Así estabas bien. No estudies la Biblia.
Lo tienes todo”. Abandonar las prácticas inmorales fue lo más difícil.
Las palabras bíblicas recogidas en 1 Corintios 6:9-11 me calaron hondo, y entendí
que no era imposible cambiar. Jehová ayudó a personas de la antigüedad a hacer
cambios, y también me ayudó a mí. Tardé varios años y tuve que esforzarme al
máximo, pero los consejos y el cariño de los Testigos me fueron muy útiles.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: En la actualidad estoy casado y junto con mi
esposa enseño a nuestro hijo a vivir teniendo en cuenta los principios bíblicos. Mi
antigua vida pasó a la historia, y ahora disfruto de abundantes recompensas y
privilegios espirituales. Soy anciano en una congregación, y he ayudado a varias
personas a aprender la verdad de la Palabra de Dios. Los cambios que hice en mi vida
motivaron a mi madre a aceptar un estudio bíblico y, con el tiempo, llegó a ser una
cristiana bautizada. Una de mis hermanas, que llevaba una vida inmoral, también
cambió y se hizo testigo de Jehová.
Hasta algunas de las personas que me decían que no cambiara reconocen ahora
que mi vida ha mejorado. Y yo sé cuál ha sido mi motivación. En el pasado busqué
ayuda profesional pero solo recibí malos consejos; en cambio, Jehová me ayudó de
verdad. Aunque me sentía indigno, se fijó en mí y me trató con paciencia y amor. Eso
marcó la diferencia: que un Dios tan amoroso y sabio me prestara atención y me
ofreciera una vida mejor.
LOS QUE OBEDECEN LO QUE DICE LA BIBLIA PREDICAN EL REINO
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(Rev 14:14-16; kr 88, 89 párrs. 5, 6). Juan ve a Jesús con una corona y
una hoz. La “corona de oro sobre su cabeza” confirma que Jesús ocupa el puesto
de Rey. La “hoz aguda en su mano” confirma su función de cosechador. Al decir
mediante un ángel que “la mies [o cosecha] de la tierra está cabalmente madura”,
Jehová pone de relieve que la labor es urgente. Así es, “ha llegado la hora de
segar”: hay que actuar sin demora. Jesús recibe este mandato de parte de Dios:
“Pon dentro tu hoz”. Él obedece, mete su hoz en la tierra y la tierra queda segada,
es decir, recoge como discípulos de él a personas de todo el mundo. Esta
emocionante visión nos recuerda que, de nuevo, “los campos [...] están blancos
para la siega”. ¿Nos ayuda esta visión a determinar cuándo empezó esta
recolección mundial? Sí, veámoslo.