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Hablamos mucho de emociones, pero ¿qué son exactamente las emociones? Las emociones
son respuestas que se reflejan en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en nuestra conducta.
(psicofisiológicas, cognitivas y conductuales) y que se producen ante un evento externo/interno.
Las emociones son el motor que nos empuja a vivir, o más bien a sobrevivir, ya que la principal
función de las emociones es procurar nuestra supervivencia.
Entre las consideradas emociones negativas existen las emociones básicas o primarias y las
emociones secundarias o complejas.
Las consideradas emociones negativas básicas son la tristeza, el asco, el miedo y la ira. Por otro
lado, las consideradas emociones negativas secundarias o sentimientos negativos son:
Soledad Humillación Agresividad
Desesperación Rechazo Odio
Culpabilidad Inseguridad Desconfianza
Indiferencia Ansiedad Furia
Apatía Ridículo Hostilidad
Vacío Terror Rabia
Melancolía Agobio Resentimiento
Vergüenza Inutilidad Celos
Arrepentimiento Insuficiencia Pena
Decepción Preocupación
Aversión Frustración
Existen miedos pequeños que son fácilmente superables o grandes miedos que nos acompañan
a lo largo de toda nuestra vida.
Por ejemplo, puede causarte miedo quedarte sin trabajo ya que implica efectos negativos en tu
economía, tu bienestar y tu calidad de vida (Miedo a la situación)
Pero si tienes la seguridad de que, en caso de perder un trabajo, podrías encontrar otro, la
amenaza desaparecería y con ella el miedo (Falta de recursos).
Ahora bien, la amenaza puede ser real o puede ser una percepción. Cuando se trata de una
percepción, es debido a las siguientes características personales:
Autoconcepto sesgado: una imagen distorsionada de uno mismo.
Autoestima negativa o inestable: una mala valoración de uno mismo o que dicha
valoración va cambiando según acontecimientos externos.
Falta de confianza: ausencia de seguridad y esperanza.
Pesimismo: tendencia a observar la realidad desde una perspectiva negativa.
En ocasiones, sentir miedo resulta desagradable, por eso, se ha etiquetado como una emoción
negativa, pero nada más lejos de la realidad, ya que sentir una emoción, sea cual sea, siempre
es positivo, sea cual sea. Todas las emociones, bien reguladas y gestionadas son buenas para
nosotros. Todas las emociones tienen su porqué y ejercen su función. Entonces, te preguntarás:
El miedo es una emoción, y cómo tal nos da información de cómo estamos por dentro, nos ayuda
a tomar decisiones más acertadas y exitosas, y tiene un valor incalculable para la supervivencia
ya que cumple , entre otras, la función adaptativa.
El miedo es un mecanismo de defensa ante situaciones que suponen un peligro. Te guía hacia
la reacción más apropiada cuando existe algo que supone un riesgo para ti. Gracias al miedo
han sobrevivido nuestros antepasados, ya que el miedo les hacía correr ante un depredador.
Actualmente, el miedo es el responsable de que no te pongas a caminar por la autopista o de
que no te sientes en la barandilla del balcón de un décimo piso.
En nuestro cerebro tenemos una zona denominada amígdala, donde se procesa gran parte de
la información que recibe del exterior, compuesta por olores, sonidos, imágenes, etc. La amígdala
está directamente conectada con la médula espinal para poder darnos la capacidad de responder
a una amenaza externa de inmediato, sin que sea necesario que la parte racional de nuestro
cerebro, intervenga.
Las señales que son emitidas por la amígdala llegan al hipotálamo, donde se libera una
hormona que a su vez libera el cortisol, la hormona del estrés. Una vez que ésta hormona se
libera, comenzamos a sentir todos los síntomas del miedo, como el aumento de la frecuencia
cardiaca, la dilatación de las pupilas, la aceleración de la respiración, etc.
Es esta activación de la amígdala también lo que nos lleva a sentir miedo o angustia ante
determinadas situaciones que, aunque en sí mismas no conllevan riesgos, como por ejemplo
acudir a una reunión social, sí que nos han causado un daño emocional. Esta experiencia se
almacena en el cerebro ligada a las emociones y cuando la amígdala detecta una situación igual,
pone en marcha todo el mecanismo del estrés para defender al sujeto de una situación de peligro.
EFECTOS FÍSICOS
Los efectos fisiológicos del miedo son los siguientes:
Aumento de la frecuencia cardíaca
Aumento de la presión arterial sistólica y diastólica
Aumento de la fuerza contráctil cardíaca
Reducción del volumen sanguíneo y de la temperatura periférica (eso provoca la palidez
y el frío de la típica reacción de miedo de "quedarse helado")
Aumento de la tensión muscular
Aumento de la frecuencia respiratoria (respiración artificial e irregular)
Sensación de agarrotamiento
Nuestro cuerpo se pone en alerta y se encarga de activar el sistema nervioso simpático. Esta
parte del cerebro se encarga de activar las respuestas físicas de huida. Nuestro corazón bombea
más sangre, los músculos se tensan, los pulmones se encargan de dar más oxígeno al cuerpo
y el estómago se cierra.
El sistema nervioso simpático prepara nuestro cuerpo para una huida o para un enfrentamiento
físico. Es cierto que, en algunos casos, el miedo nos paraliza y somos incapaces de actuar
durante unos instantes. Esta respuesta es debida a que el sistema se bloquea y la respuesta
psicológica impide que se gestionen bien los efectos físicos del miedo. Para tratar correctamente
esta emoción, es importante prestar atención a nuestro cuerpo y manejar nuestros pensamientos,
de este modo, podemos evitar que estos nos desborden y terminen por aparecer efectos físicos
y psicológicos del miedo incontrolables.
Una vez cesa el estímulo que nos provoca el miedo, nuestro cuerpo se encarga de activar
el sistema nervioso parasimpático. Este se encarga de volver a la normalidad todo lo que
había activado el sistema simpático anteriormente. Relaja nuestros músculos, baja las
pulsaciones, hace que el estómago vuelva a funcionar con normalidad y calma la respiración.
EFECTOS PSICOLÓGICOS
Por otro lado, a nivel psicológico, el miedo también produce una serie de consecuencias. El
proceso mental se inicia sintiendo agobio y malestar, eso nos indica que algo no va bien.
Posteriormente, como nuestro cuerpo ha activado partes del cerebro implicadas en este proceso,
nos ponemos en estado de alerta y, esta reacción es similar al estrés, ya que enfoca nuestra
atención a unos pocos estímulos y pone en funcionamiento máximo a nuestra mente.
Este estado de alerta es el causante de los trastornos del sueño, como el insomnio, en las
personas con fobias o ansiedad generalizada. Cuando los procesos mentales dejan de ser
adaptativos, es el momento de actuar y de iniciar una terapia psicológica que tenga por objetivo
relajar nuestros miedos y calmar la mente.
Según el psicólogo Stanley Rachman, las expectativas de peligro pueden generarse por medio
de tres procesos de aprendizaje distintos:
Condicionamiento clásico: cuando se asocia un estímulo neutro con un estímulo que
genera miedo, el estímulo neutro puede acabar generando ansiedad. Cuando la persona vive
una experiencia desagradable, por ejemplo, desarrollar una fobia a volar al tener un aterrizaje
de emergencia, en la que el avión se convierte en un estímulo condicionado para la respuesta
de ansiedad. Cuando la persona vive una experiencia desagradable, por ejemplo, desarrollar
una fobia a volar al tener un aterrizaje de emergencia, en la que el avión se convierte en un
estímulo condicionado para la respuesta de ansiedad.
Aprendizaje observacional: cuando se observa a otras personas y se aprende de su
comportamiento y de los sucesos que les ocurren.
Transmisión de información que contribuya a la aparición de expectativas de peligro.
Ejemplos de estas dos últimas pueden darse en el caso de haber escuchado historias sobre
los peligros del mar, haber visto películas sobre naufragios o haber leído una noticia sobre
personas que se ahogan y desarrollar un miedo intenso al agua que puede desembocar en fobia
Todos esos cambios en la actividad fisiológica pueden ser tan marcados que hacen que la
persona llegue a percibirlos, es decir, puede producir sensaciones tales como taquicardias,
mareos, ruboración, tensión estomacal o sudoración. La percepción de tales alteraciones
fisiológicas se convierte a su vez en desencadenante de la propia ansiedad.
Por último, el miedo y la ansiedad pueden desembocar en ataques de pánico, que son
condiciones extremas de bloqueo acompañadas de hiperventilación, temblores, mareos y
taquicardias, así como sentimientos altamente catastrofistas y de pérdida total del control de la
situación.
1. Trabaja tu autoconcepto
Conócete: obsérvate y reflexiona sobre tus características, tus capacidades, tus habilidades,
tus logros, tus puntos fuertes y tus puntos débiles. Para ello puedes realizar el ejercicio de
describirte de la forma más objetiva posible. También puedes pedir a personas de confianza que
te describan en una carta y luego comparar la información.
2. Entrena tu positividad
¿Cómo superar los miedos y preocupaciones? Todos vemos la realidad a través de un filtro.
Puede que tu filtro sea la negatividad y que enfocarte solo en las posibles consecuencias
negativas esté inflando tu miedo.
3. Trabaja tu autoestima
Mientras el autoconcepto es el conjunto de características que vemos en nosotros mismos, la
autoestima es la valoración que hacemos de estas características. Una buena autoestima es
una autoestima positiva, es decir, valorarte bien a ti mismo, y una autoestima estable, es decir,
que los sucesos puntuales no cambien esta valoración.
El miedo se relaciona con la autoestima de la siguiente manera. Por ejemplo, puede que tengas
miedo ante un examen porque piensas que tus calificaciones determinan tu valía. Es decir, puede
que pienses que suspender un examen dice que no eres suficientemente inteligente, bueno,
talentoso o válido. Eso es porque la autoestima es inestable, no está anclada a tu persona, sino
a cualidades o habilidades relativas. Fortaleciendo la autoestima parte de estos miedos
desaparecen. Se puede mejorar entrenando la aceptación de uno mismo.
4. Reconoce el miedo
¿Cómo superar los miedos y la ansiedad? El primer paso para superar los miedos, fobias, la
ansiedad, las preocupaciones o inseguridades personales es reconocerlo y aceptarlo. Gastar
energía es ocultar tus miedos es improductivo. Cierto es que mostrar tus miedos pone de relieve
tu vulnerabilidad, pero recuerda que ser humano es ser imperfecto y vulnerable.
5. Habla de ello
Tras reconocerlo, habla de ello con naturalidad y normalidad. Compartiendo tus miedos puede
que otras personas también se abran y compartan contigo los suyos. Poder relacionarte sin
máscaras y poder compartir aquello que te preocupa te aportará tranquilidad y seguridad,
además de los beneficios del apoyo de estas personas.
7. Visualiza
Visualizar es imaginar una situación, es un pensamiento que involucra los sentidos: visión,
audición, olfato, gusto, u sensaciones kinestésicas (movimiento, posición y tacto). La
visualización funciona porque el cerebro no sabe diferenciar lo que es real y lo que es imaginario.
Así, tiene una reacción química parecida ante una situación y ante imaginar la misma. Con la
visualización se activan las mismas zonas cerebrales que cuando se realiza la acción. Por
ello, se considera una buena forma de ensayar una conducta. Sería útil, por ejemplo, para
afrontar el miedo a conducir.
Practicar la visualización consiste en imaginar la situación con gran cantidad de detalles que
involucren la percepción de todos los sentidos, emociones y sensaciones. Se recomienda utilizar
conjuntamente con la relajación para regular la activación fisiológica ante las imágenes mentales.
El afrontamiento
Por otro lado, deberemos dejar de evitar las situaciones para no reforzar, perpetuar y agravar el
miedo. Ante un miedo disfuncional, la situación activa una sensación de miedo intensa y molesta.
Cuando evitamos dicha situación, automáticamente disminuye el malestar. Esta sensación de
relajación y disminución del malestar, sirve para reforzar la conducta de evitación. Esta es la
manera en que el miedo se refuerza, se mantiene e incluso se agrava y se generaliza con el paso
del tiempo. Por ese motivo es importante gestionar correctamente el miedo disfuncional cuanto
antes, para que no se convierta en una fobia. Existen diferentes técnicas psicológicas para
afrontar el miedo, las más utilizadas son:
Las técnicas de exposición. Consisten en exponerse de forma controlada y prolongada
al estímulo que activa el miedo hasta que disminuya la activación. La exposición puede ser en
imaginación, en vivo o mediante dispositivos tecnológicos de realidad virtual. No solo deberemos
exponernos a los estímulos, sino también a los propios síntomas que produce la activación
psicofisiológica (aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, sudoración, temblor, etcétera) para
no desarrollar miedo al propio miedo.
La desensibilización sistemática. Consiste en exponerse a los estímulos ansiógenos de
forma gradual y progresiva, de acuerdo a una lista jerarquizada previamente establecida, con el
objetivo de reducir la activación psicofisiológica.
¿Cómo superar miedos y fobias? La técnica por excelencia para superar los miedos irracionales
es la exposición. Esta técnica conductual se sustenta en el principio de la habituación, que
consiste en la disminución de la intensidad de la respuesta ante la repetición continuada de un
estímulo inofensivo. Es decir, si afrontas de forma regular una situación que no es perjudicial,
tu reacción emocional cada vez será menor. La exposición puede ser de diferentes formas:
Exposición en vivo: que consiste en la exposición al estímulo temido en la realidad.
Exposición en imaginación: significa exponerse a través de imaginarse la situación que
produce el miedo.
Exposición mediante realidad virtual o realidad aumentada: la exposición a través de
las herramientas tecnológicas de realidad virtual o aumentada.
La exposición debe ser gradual, acompañada de la práctica de la relajación y mejor si está
guiada por un profesional.