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El dialogo – como alguien ha afirmado y algunos PRACTICAN – no es ni puede

ser el equivalente de un “cara a cara”, brillante, arisco, vindicativo pero estéril,


polémico y nunca auténtico, beligerante y en el que todos los golpes están
permitidos para defender la propia causa con fines de vencer lo que
inhumanamente se denomina el adversario.

El Dialogo, tal como debe entenderse ENTRE SERES HUMANOS, es depuración


del lenguaje, depuración del pensamiento que aspira a su propio sentir, a disipar
las tinieblas y a encontrar y dar luz.

El Dialogo es y quiere ser, la confrontación franca y leal de dos conciencias libres


que no buscan la muerte de otra conciencia, sino que su reciproca floración por
la búsqueda y en la búsqueda de la verdad.

¿Cuáles podrían ser los principios de una comprensión recíproca en esta tierra
poblada por fracciones antagónicas en la cual los partidos políticos, las razas, las
religiones y las culturas, centenarias o recientes, chocan y buscan aniquilarse?

¿Cuáles son, resumidas, las características críticas mas significativas del mundo
en que vivimos?

Existe en nuestra humanidad un permanente desajuste creado por las guerras de


cualquier tipo, aún de aquellas de carácter intestino que, por falta de
oportunidades para el cumplimiento normal de cada existencia, desembocan
muchas veces en la enajenación de los voluntarios y respetables anhelos
colectivos.

Los insospechados progresos de la ciencia y de la técnica han creado al hombre


demasiado seguro de si mismo, desequilibrios demostrativos de su individual
defectuosa educación para gozar de sus propias conquistas.

Nuestro mundo exterior, especialmente aquel conglomerado de menor nivel


cultural, ha venido diluyendo y desindividualizando su capacidad de aprender,
conocer y saber, hipotecando su conciencia en el falso altar de las ideologías.
Estos problemas, por separado o en conjunto, crean luchas partidistas o
religiosas y prejuicios raciales con todo su cortejo de violencias, amén de las
hegemonías que tanto se han venido notando en organizaciones creadas por el
hombre para superarlas.

Los adelantos de las ciencias de la salud y los avances de la medicina publica,


junto con otros factores del automatismo social, han creado el peligro de una
sobre población explosiva, no conjugado paralelamente con una mayor
producción de bienes y recursos de cualquier índole en su régimen de solidaridad
moral y no de egoísta competencia como el observado últimamente.

Nada sería lo anterior si a este estado de cosas no hubiera venido a sumarse una
crisis de los valores morales. Se esta observando la evasión de una buena parte
de la población juvenil con el peligroso vehículo que crean los narcóticos, las
drogas heroicas y los alucinógenos.

Verdades que se consideraban absolutas o inconmovibles han dejado de serlo,


cosa fácilmente comprobable por cada uno de los que recibieron otro tipo de
normas éticas hacen treinta o cuarenta años.

Este enumeración de índices críticos y valederos, podría ampliarse desde


muchos otros ángulos, pero el nutrido abanico ya esbozado basta para fijar uno
de los términos de esta ecuación humanitaria en que el progreso que significa el
discurrir del siglo XX y XXI, se ha desequilibrado y deteriorado a manos de un
proceso tan acelerado que no dio tiempo para las regulaciones de toda índole
que la sociedad necesitaba para su vaivén normal.

Basta lo anterior para comprender el desconcierto, la angustia, el dolor que


informa, penetra y socava las actividades actuales de un Chile y, una humanidad
sufriente.

No obstante – como ha expresado un distinguido Maestro – hay para enfrentar


esta situación un grupo de hombres que asumen la responsabilidad, por el solo
hecho de su calidad humana, de trabajar por descubrir las verdades reales y para
rechazar aquellas que en un momento pudieron ser efectivas, más no
permanentes.

Su deber es la duda relativista, mas valiosa hoy que en ningún momento anterior
de nuestra historia.

Y, hay que entender que el vocablo Crisis debe ser interpretado


como el deber de definirse y de adoptar resoluciones constructivas
para superar estas contingencias aceleradas que ha vivido el silgo
XX. Y se espera vivir en el siglo XXI

La humanidad esta exigiendo al hombre, del presente, superar esta


falta de sincronización entre un progreso acelerado y las
definiciones que es menester adoptar para volver a ese equilibrio
que tanto nos hace falta.

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