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Sección I
Nuestro ordenamiento jurídico nacional, a través de la Ley del Notario (LN de ahora
en adelante) nos brinda lo que podemos denominar como concepto legal del notario al efecto,
su artículo diez, párrafo primero, nos dice que: “Los notarios son ministros de fe pública,
encargados de redactar, autorizar y guardar en su archivo los instrumentos que ante ellos
se otorgaren; y de practicar las demás diligencias que la ley les encomiende”. A simple vista
puede parecer un concepto simple, pero en sí encierra una complejidad de elementos que, a
nivel individual, son susceptibles de ser conceptuados; el primero de estos es la expresión
ministros de fe pública, esto debe entenderse como “funcionarios autorizados para dar fe
pública”1, es decir que, de cierta manera y a razón de su naturaleza híbrida (posteriormente
ahondaremos sobre este punto) son depositarios de la fe pública a razón de imperativo legal
(ver arto. 2 de la LN).
1
ROMÁN G., Ramón. “Lecciones de derecho notarial I”. Primera edición. Editorial SENICSA. Managua,
Nicaragua, 2015. ISBN: 978-99964-40-01-4. P. 157.
2
Ídem.
3
Ibid. P. 160.
4
Ibid. P. 158.
próximo, redacta acuerdo de voluntades a como lo es el matrimonio, que es una suerte de
convención (recordando que el contrato es la especie y convención el género).
Existe una controversia que versa sobre la naturaleza jurídica del notario, la misma
radica en si este es o no un funcionario público. El sector doctrina que opina que no, esgrime
de argumento que éste funciona sin intervención directa del Estado, no obtiene una
retribución económica proveniente de fondos públicos a cambio de sus servicios, a diferencia
de la gran parte de las actividades estatales (la función jurisdiccional por ejemplo) no se
encuentra monopolizado, además de existir libertad de elección del mismo y en cuanto a la
fe pública que detenta el mismo, esta viene dada por imperativo legal y regulada por las
normas mismas. Los partidarios de que esta institución efectivamente es de derecho público
esgrimen como principales argumentos a como lo son la obligatoriedad y coactividad que
ejerce el estado para la utilización de la misma, además que la fe pública es algo inherente a
la soberanía estatal y como tal no puede ser desprendida de la misma5.
Dejando de lado las consideraciones de carácter ético y moral sobre este respecto (el
juez o magistrado se deben a su nombramiento y a la función jurisdiccional, no pueden
intervenir en negocios de particulares, podría darse el supuesto, de los muchos posibles, que
una escritura realizada por el se objeto de una controversia que el deba de conocer), el
notariado no puede ser ejercido por los jueces y magistrados a razón de un imperativo legal
plasmado en la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ en adelante), específicamente el art.
141.6. que literalmente dice: “El cargado de Magistrado y Juez es incompatible:…6. Con el
ejercicio privado de la abogacía y del notariado”. Interpretando este artículo nos
encontramos ante una imposibilidad legal, que prohíbe a estos funcionaros públicos la
acumulación de función públicas con ocupaciones de orden privado; además de ser una
garantía de independencia es una garantía pública de no vinculación a cosas ajenas a la
función judicial, poniéndolos así a cubierto de toda sospecha de parcialidad.
5
Ibid. Pp. 158 y 159.
Los Notarios Públicos.
Los Jueces de Distrito Civil y Locales del mismo ramo en los actos y contratos en
que haya necesidad de su intervención.
Los Jueces Locales de lo Civil de la república en los municipios que no sean cabeceras
de Distrito Judicial.
Como se venía diciendo, el notariado no puede ser ejercido por autoridades Judiciales,
empero, toda regla general admite sus excepciones, así ROMÁN G., nos dice que esta se da
cuando exista un caso que, para mejor proveer en una litis que el judicial este conociendo,
cada juzgado lleva su protocolo (que es diferente al de los notarios) donde se pueden realizar
escrituras públicas relacionadas al objeto directo de la litis; por ejemplo, cuando el vencido
en juicio es renuente al cumplimiento voluntario del mandato judicial, por lo que el juez
subroga al vencido y actúa en su representación para dar satisfacción de la parte vencedora
(llevar a efecto la compraventa definitiva de una promesa de venta), o la protocolización de
una memoria testamentaria6.
6
Ibid. P. 162.
Notariado ejercido por cónsules
Sección II
Caben mencionar también que las relaciones patrimoniales con otros sujetos, en el
contexto de la banca privada, se constituyen a través de contratos, siendo únicamente los
notarios los facultados para autorizar los mismos.
7
Ibid. P. 164.
8
Ibid. P. 165.
9
LEIVA MATAMOROS, Juan Gerardo. “EL DEBER DE IMPARCIALIDAD DEL NOTARIO PÚBLICO.
ESPECIAL REFERENCIA A LA AUTORIZACIÓN DE DOCUMENTOS PÚBLICOS EN EL ÁMBITO
BANCARIO NICARAGÜENSE”. PÉREZ GALLARDO, Leonardo B. [Coordinador]. “Temas de derecho notarial:
(con especial referencia al derecho nicaragüense)”. Primera edición. Editorial SENICSA. Managua,
Nicaragua, 2015. ISBN: 97-99964-857-8-7. P. 87.
Más, como menciona el autor precedentemente citado, el problema principal es la
indefensión y desproporcionalidad que se encuentra los clientes en relación con las
instituciones bancarias, ya que el notario en el ejercicio de la función notarial, antepone los
intereses de la institución bancaria ante la cual labora, en detrimento de los derechos del
particular, ya que estos tutelan de forma desproporcional (a razón de la subordinación
laboral) los intereses de los bancos y omiten su deber de imparcialidad en relación con el
particular.
La relación del derecho notarial en relación con el derecho bancario es más patente a
la luz del Título II, Capítulo VI denominado “Privilegios legales y procedimientos”,
conocidos en la práctica como los denominados privilegios bancarios, efectivamente el
artículo 59 de esta ley establece un régimen de excepciones que deben de ser introducidas al
contrato de préstamo bancario para que las mimas cobren efectividad patente. Las principales
vulneraciones de esta ley son la renuncia al juicio, al trámite de mediación, cesión de
derechos a otras instituciones sin notificación, entre otros. Lo que claramente deviene en la
vulneración de los derechos de las personas consumidoras y usuarias y crea una disyuntiva
entre ambas legislaciones. En definitiva, concede facultades arbitrarias y lesivas para los
consumidores.
10
Ibid. P. 89.
11
Ibid. P. 103.
certeza y legaliza voluntades, previene litigios y abona al fortalecimiento de la seguridad
jurídica y el tráfico económico.
A pesar del trascendental papel que pudiera desempeñar el notario en este instituto de
derecho, encontramos que este se encuentra reducido a un mero transcriptor de las directrices
y políticas de la actividad bancaria, lo que es una seria vulneración a su profesionalismo,
ética y a su dignidad profesional. La institución bancaria, a través de su personal
administrativo, brinda al notario indicaciones concernientes al: monto, taza de interés, plazo,
comisiones, mantenimiento del valor, forma de pago, destino del crédito, constitución de
garantía, etc. Por lo que, tristemente se encuentra sumido a dar forma legal a los vulgares
12
Ibid. P. 104.
13
Ibid. P. 109.
14
Ídem.
intereses de las instituciones bancarias, se minimiza su función y se le reduce a un
protocolizador de contratos bancarios tipos; al respecto, la Superintendencia de Bancos
desempeña una incipiente labor tuitiva y prueba de eso son los abusos que se cometen diario,
a pesar de la inconstitucionalidad de éste marco jurídico y de todas las actuaciones que se
realizan amparados en este y aún al margen del mismo. Por lo que paradójico resulta el papel
del Estado en este aspecto, que por una parte crea leyes tuitivas de los derechos de los
consumidores y a la ves promueve otras que ayudan a realizar una violación sistemática de
derechos y garantías constitucionales.
Función notarial
Conclusión
ROMÁN G., Ramón. “Lecciones de derecho notarial I”. Primera edición. Editorial SENICSA.
Managua, Nicaragua, 2015. ISBN: 978-99964-40-01-4.
15
Ibid. P. 113.
Nicaragua. Ley No. 260, “LEY ORGANICA DEL PODER JUDICIAL DE LA REPUBLICA
DE NICARAGUA”. Publicada en La Gaceta Diario Oficial No. 137 del 23 de Julio de 1998.