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EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA

Christian Feest

TRAYECTORIA HISTÓRICA

Colección de Ambras

El 24 de enero de 1595, falleció en Innsbruck el archidu-


que Fernando II de Tirol (figura 1), segundo hijo del
emperador Fernando I y sobrino del emperador Carlos V.
En 1563, a consecuencia de la partición hereditaria de
Austria, el anterior lugarteniente de Bohemia se convirtió
en gobernador de Tirol y Austria Anterior, y estableció en
el Castillo de Ambras, cerca de Innsbruck, una colección Fig. 2 “Además un sombrero morisco …” La descripción más anti-
de armas y una cámara de maravillas, que en su época era gua del Penacho del México Antiguo en el inventario de la sucesión
una de las colecciones más importantes en su género al de la colección de Ambras del archiduque Fernando de Tirol, 1596.
Biblioteca Nacional de Austria, Viena, Departamento de Manuscri-
norte de los Alpes (Scheicher 1979: 73–135). tos, Hs. 8228.
Un inventario de la sucesión, elaborado en 1596,

proporciona detalles más precisos sobre el contenido de la


Fig. 1 El archiduque Fernando II de Tirol y su primera esposa mor- colección, que consistía en dieciocho vitrinas grandes y dos
ganática, Philippine Welser, propietaria nominal del Castillo de
pequeñas con objetos ordenados según sus materiales y
Ambras (según A. Primisser 1819: frontispicio).
algunos cuadros. En la vitrina número 9, que contenía
objetos hechos de plumas, el inventario menciona “además
un sombrero morisco de bellas y brillantes plumas largas
de color oro y verdoso, ascendiendo hacia su parte superior
con plumas blancas, rojas y azules, adornado con lamini-
llas y rosetones dorados, que tiene en su frente un pico
todo de oro” (Nowotny 1960: 19; figura 2). 1 Con esta desc-
ripción empieza la historia documentada del Penacho del
México Antiguo que hoy se encuentra en el Museo de
Etnología de Viena.
En esa vitrina de objetos plumarios había, junto a
algunos no identificables, un escudo azteca de plumas, un
abanico mexicano de la época colonial temprana, tr#es tra-
bajos de plumas tarascos de esa misma época (una mitra

1
Biblioteca Nacional de Austria, Viena, colección de manus-
critos, Hs. 8228. Una ilustración de la copia del registro de inven-
tario citada por Hochstetter (1884) se encuentra en la publicación
de Anders y Kann (1996: 6).

5
obispal, una imagen de San Jerónimo y otra de la Virgen ocurrida después de 1730, y a la eliminación simultánea
con el niño), quedándose actualmente en el Museo de de la “falda morisca” del inventario, que dificultaron la
Etnología de Viena, más una “falda morisca” (probable- identificación (Hochstetter 1884: 7–8). Después de 1621,
mente un delantal azteca de plumas), desaparecida desde la vitrina que contenía los objetos de plumas cambió del
finales del siglo XVIII, y un “manojo de plumas morisco número 9 al 11, pero en 1788 estaban descritos en la
para adornar la frente de un caballo” del que se conserva vitrina número 4 de la tercera parte de la exposición.
únicamente el engarce europeo de chapa dorada2 (Anders Algunos ajustes en la estructura de los inventarios ref le-
1965). México estaba también representado en el Cuarto jan posibles modificaciones también en la ubicación de
de Maravillas de Ambras con otros objetos: un escudo de los objetos expuestos (Heger 1892: 382, 383).
mosaicos de turquesa, un marco de espejo zoomórfico, En su guía de viajes por la “Alemania Alta y Baja”
mosaicos incrustados y algunas pequeñas joyas de piedras. (1632), el topógrafo Martin Zeiller (1589–1661) relata
Los últimos no aparecen en el inventario de 1596; tampo- impresiones e informaciones adquiridas por el comerciante
co una imagen de plumas de la época colonial, que hoy se de arte Philipp Hainhofer (1578–1647) durante una visita
encuentra en el Museo de Historia del Arte en Viena. En al Castillo de Ambras en 1628. En su descripción de la
1629, dos imágenes de plumas del mismo tipo se encontra- vitrina de los objetos plumarios —entonces la número
ban en “Ruhelust”, una casa de madera construida en el 11— destaca particularmente “la vestimenta de plumas del
jardín imperial de Innsbruck destruida por un incendio en rey de Cuba”, que aludía, muy probablemente, a una com-
1636 (Feest 1990). binación del Penacho y la “falda de plumas” (Zeiller 1632:
Al fallecer Fernando, la colección permaneció por 356; Doering 1901: 86). Según Hainhofer, se encontraban
un tiempo en el Castillo de Ambras, no como propiedad en la sala de armas “varias piezas, delantera y trasera, del
privada de sus herederos, sino de la Casa de Habsburgo. rey de Cuba en la India”, objetos que posteriormente se
La extinción de la línea tirolesa de los Habsburgo en 1665 identificarían como la armadura de un príncipe mameluco
puso en peligro la colección, por lo que libros y monedas procedente de Siria o Egipto (Zeiller 1632: 356; Doering
se trasladaron a Viena. Durante la invasión bávara de 1901: 77; véase Thomas y Gamber 1976: 247). Hainhofer
Tirol en 1703, una parte de la colección se llevó a Estiria. y Zeiller no mencionan en absoluto aquella hacha brasile-
Tan sólo la valiente intervención de la población rural ña en forma de ancla, denominada en el inventario de
impidió que las existencias restantes, cargadas en trece 1596 “martillo de guerra indiano [...] perteneciente,
vehículos, se transportaran a Múnich. Durante las Guerras supuestamente, a un rey morisco”, cuyo propietario ante-
Napoleónicas, la colección cambió de lugar varias veces y, rior aparece en el inventario de 1621 como el “poderoso
en 1806, después de la cesión de Tirol a Baviera, llegó a Muteazumo, rey de México”, y que se encusentra en la
Viena donde se expuso después de 1814 en el palacio de vitrina número 16 de Cuarto de Maravillas (Hochstetter
Belvedere Bajo, que formaba parte de la antigua residencia 1884: 8–9).
de verano del Príncipe Eugenio de Saboya (Sacken 1855, La primera guía impresa de la colección de Ambras,
Scheicher 1979). elaborada por el alcaide del castillo Johann Primisser
Los registros de inventario de la colección de (1757–1812), apareció en 1777. Junto a una descripción
Ambras realizados entre 1613 y 1788 ref lejan algunos de la pequeña colección de objetos naturales, pinturas y
cambios en la denominación y el lugar de exhibición del “obras de arte mecánicas”, la mayor parte del libro está
“sombrero morisco”, denominado “indiano” a partir de dedicada a la descripción de los “monumentos” (los testi-
1621 y descrito como “delantal” en 1788.3 Este hecho se monios arqueológicos y la colección de retratos). Con
debió, probablemente, a la pérdida del pico de ave dorado, algo de buena voluntad, se puede descubrir una mención
al Penacho, cuando, luego de una breve referencia a los
trabajos de piedra f lorentinos y mosaicos antiguos, se
2 Anders (1965: 123–126, figs. 161–163) supone que las plu- anota “…aparte de algunos [objetos] menos importantes
mas para el adorno de caballo se tomaron del Penacho del México hechos de paja, plumas, seda y lana” (J. Primisser 1777:
Antiguo, hecho que no se puede comprobar, aunque es posible y,
de ser así, sería el primer indicio de una acción externa que afectó
26–27).
la integridad de la pieza. Después que Johann Primisser y su hijo Alois
3
En el inventario de 1788 destaca la descripción precisa de los (1796–1827) expusieron la colección de Ambras en el
colores y la anchura relativa de las tiras en la parte inferior del obje- palacio de Belvedere Bajo, se elaboró ahí un inventario
to: “adornado de bellas y brillantes plumas largas verdes, en su par-
te superior con una tira estrecha de plumas blancas, luego una tira
nuevo que serviría luego de base para la descripción de la
ancha de plumas verdes, a la que sigue nuevamente una tira estre- colección, publicada en 1819. Aunque el nuevo inventario
cha de plumas rojas y rematando con una tira ancha de plumas azu- coincidía con el elaborado en 1788 en la calificación del
les; las tiras están decoradas con medias lunas o herraduras peque- objeto de plumas como “delantal indiano”, la publicación
ñas, con pequeños discos y guarniciones doradas” (Hochstetter:
lo asociaba tanto con el “delantal” cuanto con el “manojo
1884: 7). El orden indicado permite deducir que la pieza plumaria
siguió expuesta con las largas plumas verdes hacia arriba, es decir de plumas morisco”, para adornar los caballos. Una guía
no como delantal. breve, publicada un poco más tarde, ubica “el delantal

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Fig. 3 “Un vestuario a manera de delantal, que probablemente Fig. 4 Se aprecia claramente que el cuerpo central del Penacho que-
formó parte de las piezas tan vergonzosamente robadas a Moctezu- dó demasiado corto en las ilustraciones de Teoberto Maler. La ilus-
ma y regaladas por Cortés al emperador Carlos V” (Maler 1879: tración muestra las formas de los adornos de oro sólo en parte (y
208). algunas de ellas no correctamente) (Maler 1886).

indiano de plumas” colgado al lado de una mitra obispal ron de formar parte del patrimonio de la Corte de mane-
(mexicana) en el armario XVI de la sala número 5, en la ra formal, por instrucciones del prefecto de la Corte
cual se encuentran “diversos aparatos, algunos de ellos de (“Oberhofmeister”), convirtiéndose en propiedad estatal
este país” o “los más diversos enseres domésticos tales administrada por el Museo de Historia Natural; el Pena-
como algunas piezas turcas, indias y chinas” (A. Primisser cho se inventarió con el número 3366 (Colección
1819: 207–208; 1825: 23). XXIII/1880) como “estandarte suntuoso del México anti-
El sucesor de Alois Primisser en el cargo de curador guo” (véase Rivero Weber 2012: 138, fig. 7). Puesto que el
de la colección, Eduard von Sacken, no sólo retomó la museo aún estaba en construcción, en 1878 se trasladó el
identificación original del objeto como atavío para la cabe- Penacho al antiguo Gabinete de Historia Natural (Hochs-
za, sino que fue el primero en atribuirle procedencia mexi- tetter 1884: 6; Inventar 1880).
cana, basándose en el dictamen del zoólogo Leopold Fitzin- La restauración parecía ser urgente, porque estaba
ger, quien adjudicó las plumas verdes al Trogon pavoninus “tan deteriorado, comido por las polillas, que se temía se
[quetzal]: “Un alto ornamento mexicano para la cabeza nos deshiciera al sacarlo”. Todavía en 1878, sin que hubie-
hecho de maravillosas plumas verdes, con un brillo dora- ra habido oportunidad para un examen minucioso, Chris-
do e hileras de plumas de diversos colores, adornadas con tine von Luschan (véase Moreno y Korn 2012, Rivero
pequeños discos de oro batido, de una altura aproximada Weber 2012)4 llevó a cabo la restauración, a cuyo término
de tres pies” (Sacken 1855, 2: 143; Hochstetter 1884: 5, 7). “la pieza preciosa” se presentaba “en un marco elegante,
detrás de un cristal de espejo y sobre un fondo de pana
Redescubrimiento y traslado al Museo de Historia Natural negra…, casi como nueva, con toda su belleza y suntuoso
colorido original” (Hochstetter 1884: 5–6). Al inventariar
Motivado por la descripción de Sacken, Ferdinand von la pieza en 1880, Hochstetter determinó su valor en 3,000
Hochstetter (1829–1884) —director del Museo Imperial de gulden —es decir situó su precio netamente por debajo de
Historia Natural, fundado en 1876, y director de la Sección los 5,000 gulden que, “con base en los precios actuales”,
Antropológica-Etnográfica del museo que él había creado— hubieran costado las 500 plumas caudales del quetzal,
visitó en 1878 la colección de Ambras. Durante esta visita según sus estimaciones (Hochstetter 1884: 10).
en compañía del sucesor de Sacken, Albert Ilg, hallaron el Inmediatamente después de la restauración, Hochs-
objeto “doblado en un rincón de la vitrina número XVI, tetter autorizó al investigador especializado en México,
colgada en la pared de la sala 5, entre otros objetos etno- Teobert Maler (1842–1917) —de origen austríaco-alemán,
gráficos procedentes de América del Norte, China y las
Islas de la Sonda, desapercibido y difícil de apreciar en la
vitrina repleta” (Hochstetter 1884: 5). 4
Christine von Luschan fue madre de Felix von Luschan,
Hochstetter, quien tenía previsto trasladar al Museo yerno de Hochstetter y director del Museo de Etnología de Berlín;
de Historia Natural los objetos etnográficos de la colec- durante años fue amiga de la familia Hochstetter. Luschan, hija de
un geólogo, había nacido en Brasil y murió el 12 de julio de 1879,
ción de Ambras, dispuso su envío inmediato, para exami-
poco después de terminar la restauración del Penacho (Knoll
nar la pieza más a fondo y ordenar su restauración inme- 2009: 23–24, 34). Se desconoce su calificación para hacer la res-
diata. El Penacho y el resto de la colección de Ambras deja- tauración.

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Fig. 5 “Estandarte en forma de abanico de los tiempos de Mocte- Fig. 6 “Vista frontal del penacho en el museo de Viena, según
zuma” con adornos de oro. Cromolitografía de Anton Hartinger Hochstetter, pero con las proporciones corregidas. Los discos de oro
& Sohn, Wien (Hochstetter 1884: lám. I). Debido a su interpreta- sombreados son los únicos auténticos” (Nuttall 1888: pl. I, fig. 1).
ción del objeto como estandarte, Hochstetter dispuso su restaura- Nuttall no percibió que la modificación del arco en la parte frontal
ción en forma plana, no esférica y sin advertir que se sujetaba en del objeto trajo consigo una modificación del ángulo de inclinación
la cabeza. de las partes laterales.

quien se encontraba de visita en Viena— dibujar la pieza; plumas utilizadas por el ornitólogo del Museo de Historia
el dibujo, para gran asombro de Hochstetter, se publicó el Natural de Viena, August von Pelzeln (1825–1891), e
1 de marzo de 1879 en la revista La Nature (Maler 1879; información sobre el estado que de la pieza y los trabajos
véase figura 3). En esta primera publicación, Teobert de restauración.
Maler, sin exponer sus motivos, calificó la pieza (en forma La descripción y restauración de la pieza se sustenta-
similar a los inventarios de Ambras de 1788 y 1819) ban en las ideas de Hochstetter sobre el uso original del
como “vestuario a manera de delantal”, que cubría a un objeto que como “estandarte en forma de abanico”; en su
“hombre bien formado de la cintura hasta los pies”, opinión, tendría que haber pertenecido a un “dignatario
cometiendo varios errores en la identificación de las plu- militar del más alto rango de la corte de Montezuma, inclu-
mas y las medidas. Una versión en castellano del texto, so al mismo y desafortunado emperador” (Hochstetter
con ilustración a color, apareció siete años más tarde en 1884: 19; figura 5).
los Anales del Museo Nacional de México (Maler 1886; Alrededor de la fecha de la muerte de Hochstetter y
véase figura 4), pero en la traducción no se mencionó la la publicación de su ensayo, se trasladó el Penacho restau-
publicación de Hochstetter, que había aparecido en el rado al Museo de Historia Natural todavía en obras (Hauer
ínterin. El artículo de Maler sentó las bases para publica- 1886: 16). En el transcurso de la reestructuración de la
ciones posteriores, entre ellas la Historia antigua y de la Sección Antropológica-Etnográfica y el cambio de numera-
conquista (1883), en la cual el historiador y arqueólogo ción de los objetos en 1885, se otorgó a la pieza el número
mexicano, quien luego fue director del Museo Nacional, 10402, que conserva hasta hoy.
Alfredo Chavero (1841–1906), se refirió al Penacho Motivada por la publicación de Hochstetter, la mexi-
como una manta de plumas (Hochstetter 1884: 6, nota 1, canista estadounidense Zelia Nuttall (1857–1933) visitó el
11; Nuttall 1887: 2). museo en 1886 o 1887. Franz Heger (1853–1931), ante-
Desde su participación en una vuelta alrededor del rior colaborador de Hochstetter, y entonces su sucesor en
mundo en la fragata austríaca “Novara” de 1857 a 1859, el cargo de director de la colección, le concedió acceso al
el geólogo Hochstetter se entusiasmó cada vez más con objeto todavía no exhibido, pero únicamente le permitió
los temas etnográficos y dedicó sus investigaciones poste- ver su parte delantera a través del cristal protector; el
riores a la trayectoria histórica de la pieza plumaria y al dorso de la pieza estaba completamente oculto a su vista.
examen de su estructura. Ambos estudios constituyeron A petición de Zelia Nuttall, Heger fabricó un modelo de
el fundamento de sus conclusiones sobre el uso original la pieza, el que hizo evidente algunos errores en las medi-
del objeto, expuestas en una extensa publicación de 1884, ciones de Hochstetter, advertidas ya al comparar sus ilus-
año de su muerte. traciones de las partes delantera y trasera. En un ensayo
El ensayo contiene la transcripción de los registros publicado primero en alemán y luego en inglés, Nuttall
de inventario históricos de Ambras, la descripción de la (1887, 1888; figura 6) ofreció una interpretación del obje-
estructura del objeto, incluyendo la identificación de las to, distinta a la de Hochstetter, como atavío para la cabeza,

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Fig. 7 El negativo más antiguo conservado, una placa de vidrio que Fig. 9 “Penacho del México Antiguo ... fotografiado según la natu-
mide 13x18 cm, muestra el Penacho restaurado según el concepto raleza, impresión en color de Max Jaffé, Viena” (Heger 1908: lám.
de Hochstetter; en esta ocasión la pieza no aparece con el fondo en p. 76). Tampoco en este caso la pieza está montada sobre un
negro sobre el cual fue montada después de su restauración. La fondo negro. El ángulo de inclinación distinto de las partes latera-
foto data probablemente de 1908, fecha en que Heger separó el les corresponde a las ideas de Heger sobre su uso como atavío de
Penacho de su soporte. Museo de Etnología de Viena, colección de cabeza.
fotografías.

desatando con ello una discusión en la que intervinieron identificar la pieza como atavío para la cabeza, aunque
principalmente Eduard Seler (1889, 1891, 1893) y Max consideraba insuficientes las pruebas y argumentos de
Uhle (1891; figura 8). Seler vio la pieza por primera vez Nuttall.
en 1889, pero no tuvo oportunidad de examinarla minu- En 1888 el objeto, en un marco con cristal, se colgó
ciosamente hasta abril de 1902, durante su prolongada en una pared de la sala XVIII del Museo de Historia Natu-
estancia de estudios en Viena. Al principio, Seler defendió ral, encima de un pedestal con estatuas de piedra, y se dio
la interpretación de Hochstetter oponiéndose a los argu- a conocer al público el 10 de agosto de 1889 durante la
mentos de Nuttall, pero, inf luido por Uhle y Heger, aceptó inauguración del museo. En la guía, la pieza se describía
como “el famoso y suntuoso atavío de plumas que el empe-
rador Montezuma envió a Europa por medio de Hernán
Fig. 8 Max Uhle (1891: [155], fig. 6) quien, al igual que Zelia Nut- Cortés y acabó formando parte de la colección del archidu-
tall, probó el posible uso de la pieza como adorno de cabeza que Fernando de Tirol en el Castillo de Ambras” (Hauer
mediante un modelo hecho de cartón y contrapuso un dibujo de la 1889: 196; 1890: 3, 33). Lamentablemente, no hay ima-
pieza plumaria a una representación de Huitzilopochtli (o Tezcatlipo-
gen que ilustre cómo se exhibió el Penacho en esas fechas.
ca) en el Códice Magliabechiano (fol. 89r). La reconstrucción no toma
en cuenta el pico de ave dorado en la parte frontal que tenía hasta el Tan sólo quince años después de inaugurado el museo,
siglo XVIII. aparecieron los primeros síntomas de desgaste de los obje-
tos expuestos. En 1904 se hicieron algunos trabajos de
reparación en los que se incluyó la sala XVIIIa (Steindach-
ner 1905: 27).
El Congreso Internacional de Americanistas, cele-
brado en Viena en 1908, ofreció a los participantes la
oportunidad de conocer más a fondo los objetos de estas
importantes colecciones etnográficas y arqueológicas de
origen americano y sirvió para aclarar todas las interro-
gantes relacionadas con el “adorno de plumas del Méxi-
co antiguo”. Con este fin, el congreso formó una comi-
sión presidida por Eduard Seler e integrada por Franz
Heger, el ornitólogo vienés Ludwig von Laurenz-Libur-
nau, la princesa Teresa de Baviera, gran viajera, Cäcilie
Seler-Sachs, esposa de Eduard Seler, los americanistas
alemanes Max Uhle (Lima), Karl von den Steinen (Berlín)
y Konrad-Theodor Preuss (Berlín), Marshall H. Saville
(Nueva York), Adela C. Breton (Quebec) y el Dr. Capitan

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 9


(París). Pese a la asistencia de tan sólo dos representantes
de México, sorprende la total ausencia de científicos
mexicanos en la comisión (Heger 1910: XLVIII).
Como preparación de las investigaciones de la comi-
sión, Heger (1908b) elaboró un ensayo que incluía la
reimpresión de la descripción hecha por Hochstetter en
1878 y señalaba algunas “lagunas y errores” de su conte-
nido, especialmente sobre el dorso del objeto y su restau-
ración inspirada en el concepto de un estandarte. “Sin
querer adelantarse a los resultados del examen que elabo-
rará la comisión prevista”, Heger presentó en su descrip-
ción importantes argumentos a favor del uso del objeto
plumario como atavío de cabeza e incluyó una fotografía
(figura 8), que muestra un montaje de la pieza distinto al
de Hochstetter; sólo es posible suponer que el Penacho, a
partir de esa fecha, se expuso así. Fig. 10 La fotografía de color más antigua del Penacho es de 1952
y lo muestra en un estado enmarañado, tal vez consecuencia del
En todo caso, es obvio que Heger, durante sus tra- transporte no adecuado a Zúrich en 1946/47. Fotografía: Helga
bajos preparativos, retiró la pieza de la exposición para Sauer, Museo de Etnología de Viena, colección de fotografías,
estudiarla, especialmente la parte trasera. Los exámenes 8x8Am67 (4273).
de ese tipo se habían evitado hasta entonces, ya que “sin
querer, hubieran dañado la pieza de por sí muy delicada.
Además, para manejar cómodamente la pieza, difícil de un atavío de cabeza específico (la corona de plumas de
voltear, se necesitaba un dispositivo especial. Ahora todo una deidad)” (Seler 1910: 246). En su informe califica la
ello está preparado y ha llegado el momento de que los pieza invariablemente como “atavío de plumas del Méxi-
expertos hagan un examen” (Heger 1908b: 81). Es posi- co Antiguo”. El nombre de Moctezuma ya no se mencio-
ble que en esa ocasión se haya sacado la fotografía más na en la discusión ni se plantea una posible relación entre
antigua del Penacho (figura 7), que todavía lo muestra el objeto de plumas y el tlatoani azteca.
como estandarte, antes de que Heger llegara a la conclu- Con el aumento constante de las colecciones, en
sión que se trataba de un atavío para la cabeza (figura 9). 1914 se reacomodaron los objetos en la sala XVIIIA. Al
La sesión de la comisión empezó el 10 de septiembre estallar la Primera Guerra Mundial, el Museo de Historia
de 1908 a las 11 de la mañana en el Museo de Historia Natural cerró sus puertas al público. La mayor parte de
Natural y (suponiendo que se prescindiera del almuerzo) las salas de exposición reabrieron el 17 de marzo de
no pudo haber durado más de tres horas, puesto que la 1915, pero la colección etnográfica permaneció cerrada,
siguiente sesión, a la que asistieron Seler, Heger y algunos porque Franz Heger tenía previsto, a los 25 años de su
otros miembros de la comisión, comenzó a las dos de la inauguración, reubicar las piezas, trabajo que no se conclui-
tarde. Tras el saludo de Seler, Heger sometió su informe ría hasta 1917. Con tal motivo, Franz Heger se proponía
impreso a la comisión. A continuación, “los asistentes publicar un artículo extenso en los Anales del Museo de
observaron detenidamente ambos lados de la pieza” y Historia Natural, pero, con la guerra y su jubilación, el
comenzó un debate en el que casi todos los asistentes proyecto nunca se concretó. La reedición de la guía del
participaron de forma muy activa”. Lorenz-Liburnau museo muestra, sin embargo, que el Penacho permaneció
había traído pellejos de aves de la colección del Museo de en su lugar habitual de la sala XVIIIA, y que la ficha téc-
Historia Natural para demostrar la procedencia de las plu- nica correspondiente, apenas alterada con una apostilla
mas (Heger 1910: XLVIII). Esta sesión fue decisiva para breve agregada al texto (“representa, probablemente, un
elaborar el informe final, que Seler presentó ante la comi- atavío grande para la cabeza”), dio a conocer al público
sión dos días después, en la tarde del 12 de septiembre los resultados de las deliberaciones de la comisión en
(Seler 1910). 1908 (Steindachner 1915: 21–22, 1916: 2, 20; 1918: 17;
Entre los miembros de la comisión, Seler, Heger y Hauer 1920: 197).
Uhle ya habían intervenido en la discusión sobre el Pena-
cho . Al principio, Heger y Seler coincidían con Hochstet- Museo de Etnología
ter en la identificación del objeto como estandarte, pero
Uhle había aportado nuevos argumentos a favor de la Al término de la monarquía, las colecciones etnográficas,
interpretación de Zelia Nuttall. En el informe citado, Seler muy incrementadas, se retiraron del Museo de Historia
admitió que el examen había demostrado “con certeza Natural para trasladarlas a un museo de etnología, ubica-
absoluta” que el adorno servía para adornar la cabeza o do en el “cuerpo de logia” del Castillo Nuevo (“Neue
“que se llevaba como emblema concebido para representar Burg”). En 1928 se celebró la inauguración con tan sólo

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Fig. 11 El preparador Karl Toman (derecha) y otro colaborador del Fig. 12 El Penacho en una vitrina de la empresa Kühnscherf & Söh-
Museo de Etnología de Viena sostienen el Penacho en el alféizar de ne, antes de 1960. Museo de Etnología de Viena, colección de foto-
una ventana que da a la terraza del museo adyacente al Jardín Impe- grafías, Agfacolor 6x9.
rial para fotografiarlo en 1955 o 1956. Museo de Etnología de Viena,
colección de fotografías.

algunas salas de exposición dedicadas a Asia Oriental. La En 1955, Etta Becker-Donner (1911–1975) inició
administración el nuevo museo siguió perteneciendo al labores como directora del Museo de Etnología y aprove-
de Historia Natural hasta el final de la Segunda Guerra chó su nombramiento para impulsar la modernización del
Mundial y se trasladaron paulatinamente las colecciones museo. Al parecer, emprendió también cambios en la pre-
para exponerlas en el museo nuevo. De un artículo de sentación de las colecciones del México prehispánico, en
1932 se desprende que en ese tiempo el Penacho se la cual, probablemente, se llevó a cabo la restauración o
encontraba en un “enorme armario de cristal” colocado recolocación de las piezas en el Museo de Historia Natu-
en la oficina del entonces director Fritz Röck (1879– ral. En todo caso, es un hecho que Oliver Paget, quien
1953) (Königstein 1932). A partir de diciembre de 1935, más tarde ocupó el cargo de Primer Director del Museo
quedó integrado en la nueva exposición permanente de las de Historia Natural, en un recorrido por el museo al ini-
colecciones dedicadas a América del Norte y Central ubi- ciar sus labores en 1955 como joven empleado, vio el
cada en las salas adyacentes al jardín Burggarten (Das klei- Penacho, restaurado por el preparador en jefe Petrovitz 5
ne Volksblatt, 17.12.1935: 10). en una forma de la que no se guarda ninguna documenta-
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, se trasladó ción. Sin embargo, hay una fotografía tomada en esas
la mayor parte de las colecciones al castillo de Ranna fechas en la terraza del museo para aprovechar la luz natu-
(Baja Austria) para proteger los objetos de los bombarde- ral (figura 11). Actualmente, no es posible determinar
os, pero el Penacho y algunos otros objetos de gran valor con certeza el lugar exacto donde se exhibía el Penacho en
se resguardaron, en 1942, en el tesoro del Banco Nacio- ese momento. Otra fotografía lo muestra, montado en un
nal Austríaco en Viena hasta que volvieron a sus lugares soporte cuneiforme revestido de una tela de color claro
de custodia originales en julio de 1945. Un año más tarde, (figura 12), en una vitrina de acero negro fabricada por la
en octubre de 1946, el Penacho salió de Viena por prime- empresa August Kühnscherf & Söhne de Dresde antes de
ra vez desde el traslado de la colección de Ambras de la Primera Guerra Mundial.
Tirol a esa ciudad y abandonó el país, también por prime-
ra vez, desde su adquisición por el archiduque Fernando
de Tirol. Ante la enorme importancia política y cultural 5
Oliver E. Paget, comunicación personal, 27/12/2009. Paget
de la exposición “Obras Maestras de Austria” —celebrada recuerda el comentario de Petrovitz que en la restauración de la pie-
en el Museo de Artes Industriales de Zúrich, poco después za se utilizaron plumas de gallina pintadas en lugar de plumas de
quetzal. Sin embargo, en el examen de 2010, no se detectaron hue-
de que Austria lograra nuevamente su independencia—, llas de plumas de gallina pintadas. Estas últimas se utilizaron, de
cuyo fin era retomar conciencia de la identidad austriaca hecho, para la restauración de otras piezas, que se encontraban en
y volver a atraer la atención del mundo sobre la herencia la vitrina con quetzales disecados en el Museo de Historia Natural.
cultural del país, se aceptó asumir el riesgo que suponía Rudolf Petrovitz (1906–1974) era preparador entomológico y no
intervino personalmente en una eventual restauración del Penacho
transportar el objeto. De hecho, hubo que lamentar (Ernst Bauernfeind, comunicación personal, 18/01/2011), pero
daños una vez devuelta la pieza en marzo de 1947 (Van dado que a partir de 1935 ocupó el cargo de preparador del Museo
Bussel 2012: 122; figura 10). de Etnología, debe de haber estado familiarizado con él.

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 11


Fig. 15 El Penacho fotografiado en la sala XIV del Museo de Etnolo-
Fig. 13 El Penacho en el catálogo, Las colecciones mexicanas del Museo gía de Viena, alrededor de 1975. El arco de la parte frontal es asimé-
de Etnología (Becker-Donner 1965: lám. 1). El arco de la parte frontal trico, casi en forma trapezoidal. Museo de Etnología de Viena, colec-
es simétrico y redondeado. ción de fotografías.

El Penacho se exhibió, una vez más, fuera del museo mejor descripción y comentarios más fundados hasta esa
en la exposición “Arte Precolombino de México y Centro- fecha, sobre el uso original de ese tipo de atavíos de cabe-
américa” (22 de diciembre de 1959–29 de febrero de 1960) za (Nowotny 1960). En sus investigaciones de los años
en la Casa de los Artistas (“Künstlerhaus”) de Viena (Öste- cincuenta del siglo pasado, Nowotny examinó y fotografió
rreichische Kulturvereinigung 1959: 77–78). Sin embargo, el dorso del objeto, que desde 1908 no se había podido
durante el trigésimo cuarto Congreso Internacional de examinar (Moreno y Korn 2012: figura 14).
Americanistas que tuvo lugar (18- 25 de julio, 1960) en Vie- En el transcurso de la ampliación de sus salas en
na, la pieza ya se podía apreciar nuevamente en el Museo 1960, el Museo de Etnología adquirió vitrinas nuevas de la
de Etnología. Con motivo del congreso, se publicó un catá- empresa Sowitsch. Conforme a las especificaciones del
logo de los objetos mexicanos del siglo XVI pertenecientes encargado de seguridad Wilhelm A. Bauer, se fabricaron,
a los acervos del museo, en el cual el curador responsable entre otros exhibidores, cuatro vitrinas especiales para
de la colección, Karl Anton Nowotny (1904–1978), ofrecía algunas piezas preciosas del México Antiguo del museo.
En una de esas vitrinas especiales, directamente conecta-
das con la central operativa de la dirección de la policía
Fig. 14 El Penacho en una vitrina de la empresa Sowitsch en la sala federal, se exhibió el Penacho en diciembre de 1961 sobre
IA del Museo de Etnología de Viena, f lanqueado por el escudo de el mismo soporte cuneiforme antes mencionado o uno
plumas y el abanico de plumas aztecas como parte de la exposición similar, tapizado con tela nueva (Bauer 1963: 96).
permanente “Culturas del México Antiguo”, alrededor de 1965.
Museo de Etnología de Viena, colección de fotografías. Hasta 1992, la exposición (véase Becker-Donner
1965; figura 13) sufrió muy pocos cambios. Inicialmente se
hallaba una fotografía de la parte trasera del Penacho (figu-
ra 14) en la base de la vitrina. Más tarde se colocó una vitri-
na pequeña con un quetzal disecado (Van Bussel 2012:
123, fig. 16) al lado izquierdo del tocado de plumas. Pese a
que el acceso al Penacho sólo era posible desde arriba y, por
tanto, difícil, la pieza se sacó al menos en una ocasión de su
caja para fotografiarla una vez más. Algunas diferencias de
los arcos en la parte frontal y la disposición de las plumas
indican hubo cambios en el montaje del objeto aunque
conservaba el mismo soporte (figura 15; Pasztory 1983:
color pl. 68 [invertido]; Clendinnen 1991: color pl. después
de 240 [invertido]; Braun 1993: 25).6
Durante el decenio de 1960, Ferdinand Anders (p.
ej. en 1965 y 1971) estudió intensamente las obras de plu-
mas aportando algunos datos adicionales que contribuye-
ron para conocer mejor la historia del Penacho (véase

12 CHRISTIAN FEEST
Fig. 16 El Penacho en el taller fotográfico del Museo de Etnología
para una nueva fotografía destinada a la exposición La Antigüedad del Fig. 17 El Penacho en la exposición permanente La Antigüedad del
Nuevo Mundo, en junio de 1992. La parte frontal y el ángulo de los Nuevo Mundo (1992–2004), después de 1993. El arco de la parte
bordes inferiores están sin cambios, únicamente se han deslizado frontal es nuevamente simétrico y redondeado; debajo del segmento
algunas de las largas plumas de quetzal no sujetas. Museo de Etnolo- frontal del cuerpo central se introdujo una pieza cuneiforme. El
gía de Viena, colección de fotografías. ángulo de inclinación más agudo de los bordes inferiores genera un
mayor espesor de las plumas largas de quetzal. Museo de Etnología
de Viena, colección de fotografías.

Anders y Kann 1996). Aunque en mis trabajos sobre la movimiento, aumentaban o reducían lentamente la emi-
historia de los objetos mexicanos del siglo XVI y las pie- sión de luz. Las variaciones del ángulo de incidencia de la
zas plumarias mexicanas (p.ej. Feest 1985, 1986a, 1986b, luz permitían al espectador ver los cambios que éstas pro-
1990) me baso en los conocimientos de Nowotny y ducían en el color de las plumas de quetzal oscilando entre
Anders, trato el tema de forma más extensa colocándolo verde claro y azul oscuro (véase Rivero y Feest 2012: 53, fig.
en un contexto más amplio. La investigación de Wilhelm 21; Van Bussel 2012: 128, fig. 24). Una nueva fotografía
Bauer sobre las aplicaciones de oro del Penacho brinda tomada después de 1993 muestra esta forma de montaje
también nuevos datos (Bauer y Rossmanith 1968). que permanecería hasta 2004, cuando el museo cerró sus
En el marco de los preparativos para la nueva expo- puertas para renovación general (figura 17).
sición permanente, “La Antigüedad del Nuevo Mundo”,
el Penacho se retiró de su vitrina en 1992 y fotografió para
el catálogo de la exposición (figura 16; véase Feest y Kann PLANTEAMIENTOS CIENTÍFICOS
1992: fig. 178). Montado sobre un soporte nuevo de color
negro, se colocó después en la sala XV del museo, en una En este apartado se trata el desarrollo de las opiniones y
vitrina de seguridad fabricada por la empresa Vitrinenen- conocimientos relacionados con los temas claves de la etno-
bau Auer de Innsbruck. En el transcurso del reacomodo grafía histórica y la historia del Penacho del México Anti-
de las piezas, el restaurador Norbert Kirchner siguió mi guo en Viena. Hasta la fecha, gran parte de los plantea-
consejo e introdujo bajo el centro de la parte inferior del mientos se deriva de los resultados del trabajo de Hochstet-
segmento frontal un trozo de poliestireno expandido para ter publicados en 1884.
reproducir el arco natural de la frente, porque el montaje
anterior plano había provocado algunas deformaciones. Origen
Como antes, la pieza quedó sujetada con alfileres sobre
una base, que, a su vez, se montó en un nuevo soporte Una vez identificadas las plumas verdes como de quetzal,
cuneiforme, cuyo ángulo de inclinación correspondía Eduard von Sacken (1855, 2: 143) fue el primero en califi-
aproximadamente al del montaje anterior (Norbert Kirch- car el origen del Penacho como “mexicano”, en lugar de
ner, comunicación personal, 2012). “indígena” o “morisco”, a pesar de que el área más extensa
La iluminación de la nueva instalación consistía en de distribución de esta ave queda fuera de México.
dos focos que, una vez encendidos mediante sensores de Hochstetter (1884) nunca puso en duda el origen mexi-
cano del objeto; es más, se basó en él para interpretarlo
6
como “estandarte” de un dignatario militar de muy alto
Otras publicaciones de la misma época se sustentaron en
ilustraciones más antiguas; la imagen en la publicación de Miller
rango de la corte de Moctezuma. Teobert Maler, quien
(1986: 219, fig. 176) se basa en la fotografía antigua del montaje consideraba probable la teoría de Hochstetter de que la
realizado por Hochstetter (véase arriba, figura 7). entrega del objeto se había efectuado de Moctezuma a

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 13


Cortés y de éste a Carlos V, ya había subrayado que las Penacho sin mencionar evidencias históricas o etnográfi-
plumas utilizadas procedían de las selvas tropicales de cas que probaran tal uso de la pieza. La traducción al
México o Guatemala, por lo que la pieza también podría español, no actualizada de su ensayo (Maler 1879), apare-
haber sido “el objeto tributario del rey de Guatemala al ció dos años después de la publicación de Hochstetter, en
regente de Anáhuac. ... Quedará para siempre indeciso si la que había desechado correctamente su uso como de-
fue propiedad de algún otro de los señores de los pue- lantal o capa7 debido a los refuerzos rígidos que se encon-
blos de esos países, tan distintos entre sí” (Maler 1879, traban al dorso de la pieza (Hochstetter 1884: 14).
1886). Alfredo Chavero (1883: 805) utilizó como única
En la discusión de los trabajos de Hochstetter y Nut- fuente la publicación de Maler, reproduciendo su ilustra-
tall, Valentini (1890) señaló había este tipo de atavíos ción y, también sin exponer los motivos, calificó la pieza
para la cabeza en “Copán y México” (véase Seler 1893: de “riquísima manta de plumas con adornos de oro”.
[44]). También Karl Anton Nowotny (1960: 52) destacó Estas publicaciones fueron las únicas que aparecieron en
“la extensa, pero no universal, distribución de los atavíos México sobre el Penacho hasta bien avanzado el siglo XX.
de cabeza en Mesoamérica”, aludiendo a las figurillas de El libro de Salvador Toscano8 se publicó varios años más
Teotihuacán, las urnas zapotecas y en particular a las pin- tarde, cuando ya se había elaborado una copia para el
turas murales de Bonampak, pero nunca puso en duda el Museo Nacional de México (Toscano 1944: 510–511; véa-
origen azteca, que en esas fechas gozaba de aceptación se Moreno y Olmedo 2012).
general. El inesperado resurgimiento de la teoría de la “manta”
Los trabajos de Hochstetter (1884) y aún más los de se debió a un comentario del ornitólogo Rafael Martín del
Nuttall (1887, 1888), Seler (1889, 1893) y Uhle (1891) ya Campo (1950: 249) quien describió la pieza como “rico
habían demostrado que era posible una interpretación atavío (no penacho) al ser portado por el sacerdote de
del objeto basándose en las fuentes sobre el México azte- Quetzalcóatl”. Esta interpretación se difundió amplia-
ca. Sin embargo, aquí radica precisamente el problema mente por Internet en 2005, cuando el ornitólogo e ilust-
principal para constatar inequívocamente su procedencia. rador Gerardo del Olmo Linares, sustentándose en Mar-
Aunque las numerosas fuentes prehispánicas (en particu- tín del Campo, publicó un dibujo del objeto para ilustrar
lar los escritos de Bernardino de Sahagún) y algunos obje- su uso como capa (quetzalquémitl) (figura 18). Nuttall
tos conservados proporcionan informaciones relativa- (1887: 16) había rebatido ya el argumento, presentado
mente detalladas sobre el altiplano central de México y adicionalmente, de que tan sólo el tamaño de la pieza
las técnicas y formas del arte plumario de los aztecas, nos habría impedido su uso como atavío de cabeza (Rodríguez
faltan casi todos estos datos sobre Guatemala, Belice u 2005).
Honduras e incluso sobre otras partes de México (véase
Rivero y Feest 2012).
Hasta ahora no ha sido posible determinar con pre-
cisión el origen de las plumas (véase Bauernfeind 2012) y
7
aunque lo conociéramos, no podríamos deducir de ello el A pesar de que Maler habla claramente de un delantal
lugar de fabricación del objeto, ya que las plumas se (“devantier”), Hochstetter (1884: 6, nota 1, 14) afirma que Maler
consideraba la pieza plumaria como manta. Este error se encuentra
podrían haber adquirido en el comercio con las regiones también en la literatura secundaria más reciente (Nowotny 1960:
del sur. Se debió quizá a la inf luencia de Karl Anton 50; Feest 1990: 3; Anders y Kann 1996: 6). Es probable que al
Nowotny que en la exposición en Viena (1959–1960) la principio el museo considerara la pieza como manta, ya que más
denominación de origen de la pieza se relativizara, especi- tarde algunos visitantes del museo, al ver el Penacho, pre-
guntaban por el paradero de “la manta” (Nowotny 1960: 50).
ficando sin embargo que era de México: “No se puede Prescindiendo de ello, la pieza fue representada en muchas publi-
esclarecer si pertenece a la cultura azteca-mexicana o si es caciones con la punta hacia abajo (véase Feest 1990: 10; Van Bus-
una importación de la cultura mixteca-poblana” (Öster- sel 2012: 123). Desorientado por las representaciones distintas
reichische Kulturvereinigung 1959: 78). Un argumento a del atavío, González Rul (1997) afirma que hay dos penachos casi
idénticos en Viena, el “sombrero” en el museo de Etnología y la
favor del origen mexicano es el tipo del atavío de cabeza manta (“ropaje”) en el Castillo de Belvedere.
en el que se profundizará más adelante. 8 Toscano se basa especialmente en Walter Krickeberg, cuya
única aportación hasta esa fecha consistía en la leyenda de una
Delantal o manta imagen, en la que interpretó el Penacho como representación del
“ave sagrada del quetzal”, “emblema del ‘Dios Salvador blanco’
ansiosamente esperado por los aztecas” (Krickeberg 1939: lám. en
Como ya se mencionó en el texto, la colección de Ambras p. 178; acerca del “Dios Salvador blanco” véase Van Bussel 2012:
contenía además del “sombrero morisco” un delantal cali- 121–122). Más tarde, Krickeberg (1956: 123, 125) afirma que Ce
ficado de “falda morisca”, cuya pérdida dio lugar a que Acatl Quetzalcóatl no portaba el apanecáyotl antes de ser expulsa-
do a la costa del Golfo, pero no pone en duda la pertenencia del
entre 1788 y 1825 el atavío de cabeza se registrara en los
penacho vienés a la indumentaria de los dioses que Moctezuma
inventarios como delantal. Maler (1879: 207) se apoyó en entregó a Cortés. Quizá Toscano recibió estas informaciones
esta interpretación errónea en su publicación sobre el durante una estancia de Krickeberg en México en 1939–1940.

14 CHRISTIAN FEEST
la restauración del objeto, gravemente deteriorado, con-
forme al concepto de un estandarte plano en lugar de un
atavío de cabeza puesto en forma esférica alrededor de la
frente (Nuttall 1887: 13; Heger 1908b: 79–80; Seler
1910: 242–243).
Gracias a su mejor conocimiento de las fuentes his-
tóricas, y tras haber hecho experimentos con una copia de
cartón, Nuttall (1887) rechazó la descripción del atavío
de plumas como “estandarte en forma de abanico”,
formulada por Hochstetter, afirmando que se trataba, sin
la menor duda, de un adorno para la cabeza, que interpre-
taba como emblema del dios Huitzilopochtli portado
como “tocado militar […] y correspondía exclusivamente
al supremo jefe militar de la tribu”; como pruebas presentó
numerosas citas recopiladas de fuentes escritas y multitud
de ilustraciones del siglo XVI, que incluían distintos
tipos de atavíos de plumas para la cabeza.
Eduard Seler (1849–1922), sin lugar a dudas mejor
conocedor del México prehispánico que Zelia Nuttall, no
compartía la versión de su joven colega estadounidense;
criticó muchas de sus interpretaciones de las fuentes his-
tóricas y señaló particularmente que la pieza de Viena no
coincidía con “la forma habitual de los atavíos de cabeza
de antiguo origen mexicano”, que carecían de un cuerpo
central prominente (Seler 1889: 64). Seler defendió la
argumentación de Hochstetter contra las críticas de Nut-
Fig. 18 Gerardo del Olmo Linares, “Quetzalquémitl”, 2005. Impre- tall y del mexicanista alemán Max Uhle (1856–1944). Sin
sión en color 8,8 x 11,6 cm. Con su cuerpo central corto, el dibujo embargo, tuvo que admitir que “la interpretación presen-
se apoya en la ilustración de Maler (1886; véase figura 4). tada por la señora Nuttall tiene cierta justificación” (Seler
1893: [44]). Tras una detenida inspección de la pieza, e
inf luido por los argumentos de Franz Heger (1908b),
Atavío de cabeza o estandarte Seler (1910: 246–247) llegó, casi veinte años después, a la
conclusión de que la pieza “o bien se portaba directamen-
Después del redescubrimiento de la pieza plumaria en te como atavío de cabeza o como emblema concebido para
1878, Hochstetter (1884: 14) no sólo pone en duda acerta- representar un atavío de cabeza específico (la corona de
damente su origen “morisco”, sino que también cuestiona plumas de una deidad)”; admitió que la definición de la
su función como atavío de cabeza (“sombrero”). Sus argu- función del objeto ofrecida por Nuttall era correcta,
mentos se basan, por un lado, en los vanos intentos de “aunque su argumentación contenía errores y no se podía
“ponerse el supuesto sombrero” y, por otro, en las ilustra- calificar de contundente”.
ciones del Códice Vaticano A de Kingsborough Prescindiendo de si se trataba de un estandarte o un
(1831–1848), de las que Hochstetter deduce que la pieza atavío para la cabeza, los expertos coincidían, prácticamente
no podía haber formado parte de la “vestimenta real” de desde el principio, en que el objeto de plumas, como con-
Moctezuma o los trajes de guerreros. El elemento esen- junto, representaba un ave (Hochstetter 1884: 9; Nuttall
cial de su argumentación fue la comparación de la pieza 1887: 16; Seler 1893: [52–53]; 1910: 247; Toscano 1944:
con la imagen de un “guerrero azteca”, óleo de la época 510; difiere Nowotny 1960: 51), hipótesis sustentada en
colonial que pertenecía a la colección de Dominik Bili- que, originalmente, había un pico de ave dorado en la par-
mek (Hochstetter 1884: lám. II; véase Guilliem 2012: te delantera del objeto. Hochstetter tenía más dificultades
36, fig. 16).9 La imagen muestra una pieza similar, fijada en justificar su versión —según la cual el objeto estaba fija-
como estandarte en un asta que sobresale de una caja do a un estandarte— que los defensores del “atavío para la
cargada a la espalda (Hochstetter 1884: 16–17). Más tar- cabeza”.
de, los expertos lamentaron que Hochstetter dispusiera Uno de los argumentos que finalmente convencie-
ron a Eduard Seler de que, efectivamente, se trataba de
un atavío para la cabeza, fue el examen al que Heger
9
Posteriormente, Seler identificó la imagen como retrato del (1908b) sometió los restos de la red, en forma de capucha
tlatoani Axayacatl (1450–1482). o gorro, que se encuentran al dorso del objeto, así como

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 15


las cintas de cuero que habrían servido para fijar el atavío
en el mentón de su portador. Pero, aún así, Seler no qui-
so descartar del todo su concepto del Penacho que, en su
opinión, se portaba a la espalda junto a una especie de
bastidor en el que se solían fijar diversas “divisas y emble-
mas”, atándose el atavío al bastidor “mediante cuerdas
pasadas por los lazos de la cinta de cuero, para sujetarlo
firmemente a la cabeza del portador.”
A raíz de sus exámenes y comparaciones del objeto
con imágenes encontradas en manuscritos ilustrados y
monumentos arqueológicos, Nowotny (1960: 52–53) llegó
a la conclusión que el Penacho consistía originalmente de
dos piezas, “un sombrero (turbante o toca) en cuya parte
frontal estaba fijado el pico de ave dorado; en ese sombre-
ro estarían ensambladas varillas de soporte sobre las cuales
se colocaría la red con las largas plumas de quetzal. Habla
en favor de esta interpretación el hecho de que la red sola
con sus correas hubiera sido demasiado frágil para mante-
ner el Penacho en su posición debido a la gran resistencia
del aire. Además, de esa forma la frente hubiera quedado
cubierta hasta la altura de los ojos y las varillas de soporte,
principalmente las del centro, no habrían tenido ninguna
función razonable, porque hubieran quedado apretadas a
la frente, fijadas únicamente por una cinta plana”. Revali-
da esta opinión el hecho de que el atavío de cabeza no
muestre huellas que indiquen la fijación de un pico de ave,
aunque también es posible que éstas se hubieran perdido
durante la restauración del borde inferior del objeto hecha
en 1878 (Seler 1910: 244).

Tocados de plumas mexicanos

Karl Anton Nowotny (1960: 52, 53) ya había señalado que


los “adornos hechos con plumas de quetzal, al estilo del Fig. 19 Pareja de dioses antiguos. Códice Vindobonensis Mexicanus 1,
penacho que se alberga en Viena” tenían, por una parte, p. 52.
Fig. 20 Dios del cielo. Códice Vindobonensis Mexicanus 1, p. 48. Nut-
una historia muy larga en México (“miles se fabricaron en
tall (1887: 20) comparó el Penacho con el “tlauhquecholtzontli o cabe-
los mil años anteriores a la Conquista”), pero, por otra, llo de plumas de tlauquechol [...] que caía sobre la espalda”, llevado
este tipo de obras plumarias no se elaboraba en todo el por Moctezuma en la batalla.
territorio mexicano. La pieza tiene importancia extraordi- Fig. 21 Pareja de dioses antiguos. Códice Vindobonensis Mexicanus 1,
p. 47.
naria para el conocimiento de los atavíos de plumas de
Mesoamérica porque es el único ejemplar de prueba que se Fig. 22 Ocho Venado Garra de Jaguar con uno de sus numerosos ata-
conserva, pero, al mismo tiempo, sólo representa un tipo víos de cabeza. Códice Nuttall, p. 80.
determinado de atavíos de plumas dentro de una amplia Fig. 23 Macuilxóchitl. Códice Borgia, p. 15.
gama.
La historia de las diversas formas de los atavíos de
plumas mesoamericanos está aún por escribir. Este ensa-
yo no es el marco adecuado para juntar, ordenar e inter-
pretar la enorme cantidad de información conservada en
figuras de barro, relieves de piedra, murales y manuscri-
tos ilustrados (Seler 1891, Anawalt 1992a, b; véase tam-
bién Robles 2012, Guilliem 2012). La siguiente síntesis
se propone únicamente compilar los más importantes
citados en la historia de la interpretación de los atavíos de
plumas del México Antiguo. Concretamente, se trata de
1) los tocados de plumas en sí; 2) los tocados hechos con

16 CHRISTIAN FEEST
cas, rodeadas de una franja de plumas verdes, con el Pena-
cho de Viena. Por el contrario, Seler (1902–1923, 2: 409,
565–566) argumentó que la divisa quetzalpatzactli se porta-
ba a la espalda y que los supuestos atavíos de plumas men-
cionados en el Códice Rios y Durán (figuras 26, 27) eran
también representaciones mal interpretadas del quetzal-
patzactli.
En sus comentarios sobre las piezas de vestuario
representadas en el Códice Mendocino y la Matricula de Tri-
butos, Anawalt (1992a: 117–118; 1992b) aclara que patza-
ctli era la denominación de un atavío de plumas que se lle-
vaba en la cabeza y como divisa de espalda, mientras que el
momoyactli servía exclusivamente para adornar la espalda
(figuras 24, 25; véase Beyer 1969); el bastidor indicaba, en
ambos casos, el uso del objeto como divisa de espalda.
Fig. 24 Atuendo de guerrero con adorno de plumas (quetzalpatzac-
tli) (“una pieza de armas de plumas ricas desta divisa”). Códice Men-
Debemos la identificación de estos atavíos a las ilustracio-
docino, fol. 37r. nes y glosas de los Primeros Memoriales de Sahagún (1905),
Fig. 25 Guerrero con divisa de espalda momoyactli. Códice Mendoci- donde el quetzalpatzactli, adornado con plumas del quetzal,
no, fol. 65r. se describe como una de cinco variantes de ese tipo de ata-
víos. Los patzactli, de colores diversos, aún cuando se lle-
ven a la espalda, se distinguen de los momoyactli por una
plumas del quetzal; 3) los tocados con un cuerpo central toca (“peluca”), pero los momoyactli son invariablemente
que sobresale de las partes laterales, a los que pertenece combinaciones de blanco, negro y rojo. Puesto que las ilus-
la pieza de Viena; 4) los atavíos de cabeza con picos o traciones únicamente los muestran de perfil, en el caso de
cabezas de ave en su parte delantera. Bajo “tocados de los patzactli no es posible constatar inequívocamente si las
plumas” se entienden aquí los objetos que consisten de plumas se llevaban como cresta erguida en el centro de la
una base para la cabeza (gorra, cinta o aro) en la que las cabeza o en forma de corona puesta alrededor de la frente;
plumas se encuentran ensartadas una por una o en mano- lo último parece ser los tocados de las figuras 26 a 28,
jos; estas bases no se aprecian en la mayor parte de las pero no es posible identificarlos con absoluta certeza
ilustraciones o figuras existentes. como quetzalpatzactli.
Nowotny (1960: 5) subrayó la falta de atavíos de plu- Cabe destacar que los trajes con momoyactli provení-
mas para la cabeza en los códices mixtecas. Sin embargo, al an exclusivamente del altiplano central, y los que tenían
comienzo del Códice Vindobonensis se encuentran represen- quetzalpatzactli se trajeron de la Mixteca y la costa del
taciones de deidades muy antiguas de ambos sexos con Golfo. Seler (1902–1923, 2: 565; véase Berdan y Anawalt
tocados de plumas, cuya cola larga cae sobre la espalda 1992, 1: 119 nota 2) suponía que los quetzalpatzactli tení-
(figuras 19–21). La primera ilustración y más rica en deta- an su origen en la región zapoteca de Tehuantepec y no se
lles (figura 19), insinúa que el color de las plumas alterna- introdujeron en el altiplano antes de la conquista de la
ba entre azul y amarillo y que en la región occipital tenía costa del Golfo bajo Ahuitzotl (véase Rivero Weber y
un manojo de tres plumas largas. Uno de los dioses que Feest 2012: 43, fig. 4).
visten a Quetzalcóatl en el cielo (figura 20) lleva un atavío Aguilera (2010: 267, fig. 7) reproduce una lámina
de cabeza similar, hecho con plumas de un solo color, pero del libro de Durán que Nuttall (1887: lám. II/3) ya había
sin el manojo. En la reproducción de la primera imagen utilizado y en la que Axayacatl aparece vestido de guerre-
(figura 21), los atavíos se deslizan de la frente hacia la ro con un atavío de cabeza de ese tipo, similar al que se
región occipital, detalle interesante, porque los tocados aprecia en la figura 26; el atavío cuenta con una larga
coinciden con los atavíos mixtecas más comunes, atados a cola de plumas que cae sobre la espalda, de forma muy
una cinta frontal o una máscara-yelmo con forma animal, parecida a los tocados de los antiguos dioses mixtecas
o encajados en la parte posterior de la cabeza, o sobresa- (figuras 19–21). Aguilera identifica este atavío de cabeza
liendo hacia fuera (figuras 22, 23; véase figura 28). como quetzalapanecáyotl (ver más abajo), aunque le falta
Nuttall denomina “representaciones comunes de el cuerpo central prominente. Seler (1902–1923, 2:
tocados militares” (1887: 15–16, lám. II, figs. 7–9, 11 y 400–403, 410) señaló que la ilustración en el libro de
12) las cabeceras de los trajes de guerreros, que aparecen Durán es problemática y que en las correspondientes de
registradas en el Códice Mendocino o la Matrícula de Tribu- los códices Vaticano A (Rios), Cozcatzin y otras fuentes,
tos, como tributos de numerosas localidades del altiplano Axayacatl aparece con el atuendo del dios Xipe. Fue por
central, Guerrero, la Mixteca y la costa del Golfo de México, ello que Toscano (1944: 510–511) interpretaba el quetzala-
subrayando la semejanza de las cintas de color concéntri- panecáyotl como el atavío de cabeza de Xipe o del tlatoani

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 17


Fig. 26 Guerrero azteca con un tocado grande de plumas de quetzal. Códice Vaticano A (Rios), p. 47.
Fig. 27 Guerrero con tocado de plumas en una lucha ficticia durante la fiesta de Ochpanitztli, en el Libro de los ritos y ceremonias de Diego Durán
(1971: pl. 24).
Fig. 28 Xochiquetzal con tocado de plumas, cuya parte frontal tiene forma de ave, encajado en la parte posterior de la cabeza. Códice Telleriano
Remensis, fol. 22v.

listo para lanzarse a la batalla en el atuendo de esta dei- con un cuerpo central prominente, como lo representa el
dad. Penacho de Viena (véase Uhle 1891: [150]–[153]).
No se puede dudar seriamente que los atavíos equi- En su ensayo de 1887 (figura 31), Nuttall presentó
valentes al quetzalpatzactli, en la época azteca, eran orna- un dato convincente para ese tipo de atavíos. Se trata de la
mentos de cabeza que (tal vez bajo otros nombres) forma- copia que Diego Durán solicitó sacar de una imagen del
ban parte de la indumentaria de los guerreros o los dio- mítico rey de Tollan, Huémac-Quetzalcóatl, que se le mos-
ses (figuras 26–29). En el Códice Vaticano A (Rios), el dios tró en la ciudad de México. En Coatepec, Durán vio una
del fuego, Xiuhtecutli, lleva un tocado de plumas similar, ilustración similar e incluso tuvo oportunidad de ver
pero adornado con una larga cola de plumas (figura 30). personalmente “el atavío de cabeza hecho con suntuosas
Puede ser que simplemente se deba a la forma de repre- plumas verdes y amarillas”, cuando lo llevaba un sacerdote
sentarlo, que las plumas de la parte frontal sobresalgan de nombre Topiltzin con motivo de un sacrificio humano
hacia arriba, mientras que las de las partes laterales se celebrado en honor de Huitztilopochtli. En la misma ilus-
desplieguen hacia atrás, pero igualmente se puede tración, la representación de Huémac-Quetzalcóatl, senta-
interpretar como una variante de los tocados de plumas do en una camilla con cuatro cabezas de serpientes, era
igual a otra que Durán había visto como base de una esta-
Fig. 29 Serpiente de plumas con tocado de plumas de quetzal. Códice tua de Huitzilopochtl hecha de madera. Sin embargo, la
Vaticano A (Rios), fol. 27r. estatua llevaba un tocado en forma de colibrí al que Huit-
zilopochtli debe su nombre (Durán 1971: 57, 73, 91).

Fig. 30 Xiuhtecutli, dios del fuego, con un tocado de plumas de


quetzal y una larga cola de plumas. Códice Vaticano A (Rios), fol. 6v.

18 CHRISTIAN FEEST
Fig. 31 Quetzalcóatl como Huémac de Tollan en la obra de Diego
Durán, Libro de los ritos y ceremonias (según Durán 1971: color pl. I).
Fig. 32 Danzante-murciélago durante la fiesta de Xocotlxuctzi en la
obra de Diego Durán (según Durán 1971: pl. 18). Fig. 34 Tláloc, dios de la lluvia; Quetzalcóatl; Xiuhtecutli, dios del
fuego y Tezcatlipoca (?) con quetzalapanecáyotl (véase desde el extre-
mo superior izquierdo en sentido de las manecillas del reloj). Códice
Magliabechiano, fol. 89r.

En el congreso de americanistas de 1890, Nuttall


(1892) presentó como prueba adicional una ilustración del
Códice Magliabechiano (figura 34), descubierto por ella, con
un dios, que interpretó como Huitzilopochtli y lleva tam-
bién un quetzalapanecáyotl (véase Uhle 1891: [155]; figura
8 superior). Seler rechazó esta afirmación de Nuttall por-
Fig. 33 El glifo apanecatl. Códice Boturini, p. 4.
que, en su opinión, se trataba del dios de la guerra, Tezca-
tlipoca y el atavío de cabeza era el que Sahagún había des-
Nuttall dedujo de esto una relación entre el atavío de crito como “corona de plumas adornada con estrellas de
cabeza, Huitzilopochtli y Moctezuma, pero Seler se basó en oro” (hivitzoncalli, coztic teucuitlatica cicitlallo) (Seler
Sahagún, quien califica de apanecáyotl el atavío de cabeza de 1902–1923, 2: 416; Sahagún 1989: 726; 1950–1969, 12:
Huémac-Quetzalcóatl de Tollan. Aunque Seler rechaza en 12), que formaba parte del atuendo de Tezcatlipoca entre-
este caso la conclusión de Nuttall, sí aprueba su interpreta- gado a Cortés. Sin embargo, en la descripción y las ilustra-
ción como ‘apanecatl’ de un glifo nominal que aparece en el ciones del dios de la guerra de Sahagún, Tezcatlipoca apa-
Códice Boturini (figura 33) y que, efectivamente, corresponde rece con una corona de plumas adornada con piedras de
al tipo de los apanecáyotl (Seler 1902–1923, 2: 411–412).10 sílex o un tocado hecho con plumas de garza, mientras que
No obstante, Seler señaló la semejanza del glifo nominal Painal, representante de Huitzilopochtli, lleva la “corona
con el “estandarte” en el retrato de Axayacatl (Hochstetter de plumas de la gente de Tabasco” (quetzalapanecáyotl) y el
1884: Taf. II; Guilliem 2012: 35, fig. 17) y puso de relieve rostro pintado de estrellas (Seler 1927: 2–3, 34). Por esta
el hecho de que en la ilustración reproducida por Durán, razón, las figuras del Códice Borbónico (fig. 35, 36), que
un danzante-murciélago (figura 32) parece cargar a su Seler califica de representaciones de Tezcatlipoca han sido
espalda una pieza similar a la de Viena. Sin embargo, hay interpretadas también como representaciones de Painal
que contradecir a Seler en este punto, porque la citada ilust- (Anders y Jansen 1988: 83, 84, 86; pero en la pág. 152 se
ración representa evidentemente el apanecáyotl sujeto en la acepta la interpretación de Seler, quien identifica como
parte posterior de una máscara-yelmo zoomórfica (véase Tezcatlipoca al dios que aparece en el Códice Magliabechia-
también figura 28). no). Aparte de la falta de un pico de ave, ese atavío de cabe-
za se parece bastante al de Viena.
Por lo demás, también Sahagún califica de quetzalapa-
10 La ilustración del penacho grande, en el libro IX del Códice necáyotl el tocado de plumas del traje de Quetzalcóatl, que
Florentino (véase Rivero y Feest 2012: 52, figura 19), que Anders Moctezuma entregó a Cortés (Sahagún 1950–1969, 13:
identifica como quetzalapanecáyotl (Anders y Kann 1996: 17), no 11), hecho que lógicamente dificulta la adjudicación inequí-
cuenta con el cuerpo central sobresaliente característico de ese tipo
de atavíos; hace recordar más bien las ilustraciones de los tocados voca del tocado de plumas a la indumentaria característica
de plumas de los antiguos dioses mixtecas del Códice Vindobonensis de una sola deidad. El intento de Aguilera (2010: 262, fig.
(véase figuras 19–21). 1) por interpretar la deidad representada en el Códice

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 19


Figs. 35, 36 Deidad que lleva el quetzalapanecáyotl adornado de estre-
llas doradas. Extractos del Códice Borbónico, fol. 26, 36.

Magliabechiano no como Huitzilopochtli o Tezcatlipoca,


sino como Quetzalcóatl, muestra el riesgo que significa
interpretar; tampoco rebate la mención que Sahagún hace
del quetzalapanecáyotl como atavío de cabeza de Painal. Fig. 37 Tizoc triunfando sobre Matlatzinco. Detalle de la “Piedra de
Tizoc”. Dibujo de contornos de Eduard Seler (1902–1923, 2: 804).
Como comenta Seler, la mayor parte de los tocados
de plumas en forma de cabezas de ave que representan a
Huitzilopochtli o sus sacerdotes, y Nuttall (1887) da 1596 como “martillo de guerra indígena [...] pertenecien-
como pruebas, no sirven para compararlos con el Pena- te supuestamente a un rey morisco, como se desprende de
cho de Viena. Únicamente la Piedra de Tizoc (figura 37) una hojita cosida”. El inventario de 1621 identifica al “rey
muestra una representación comparable, aunque no se morisco” como el “poderoso Muteazumo, rey de Méxi-
trate de un apanecáyotl (Seler 1902–1923, 2: 410–411). co”; el inventario de 1788 revela información adicional,
Toscano (1944: 510) suponía que la cabeza representada al parecer escritas en la “hojita”, que había desaparecido:
era la de un águila, por lo que el tocado podía interpre- “Esta arma pertenece a Mantazume II, rey de Temistitan
tarse, en cierto modo, como glifo de Cuauhtémoc (‘águila y México, y fue enviada originalmente por el dirigente
que desciende’). español Hernán Cortés al Papa, quien luego la regaló al
Valentini (1890) ya indicó que en la región de los
mayas existen representaciones que muestran el “pena- Fig. 38 Chan Bahlum. Relieve del templo de la cruz de Palenque.
cho de Viena … con todas su particularidades”. También Dibujo de contornos de Linda Scheele (según Benson y Griffin 1988:
en esa región hay especies de tocados de plumas que se 193).
parecen al quetzalapanecáyotl con su cuerpo central sobre- Fig. 39 Figura de barro de un sacerdote arrodillado. Isla de Jaina,
Campeche. Colección Barbachano Ponce (según Los Mayas 1978:
saliente (a veces también con las partes laterales análo- cat.no. 22).
gas), encajados a menudo en una máscara-yelmo zoo-
mórfica (figura 39). La representación de Chan Bahlum
en Palenque muestra incluso el manojo de plumas de
quetzal sujeto en la parte posterior de la cabeza, como qui-
zá lo tuvo el Penacho de Viena (figura 38).
En resumen, puede decirse que el Penacho de Viena
corresponde a la categoría de los apanecáyotl, pero también
a los “atavíos de cabeza en forma de cielo estrellado”
(hivitzoncalli, coztic teucuitlatica cicitlallo; en este caso con
discos y medias lunas de oro), y es de suponer que origi-
nalmente se portaba sobre una máscara-yelmo con pico
de ave. Pero no es posible deducir aún si su origen está en
el altiplano de México o en la costa.

Moctezuma

Cuando se lo encontró en la colección de Ambras, el Pena-


cho se ubicaba junto al hacha con forma de ancla del pue-
blo brasileño de los tupinambá, descrita en el inventario de

20 CHRISTIAN FEEST
archiduque Fernando”11 (Hochstetter 1884: 8–9). Hoch- Max Uhle (1891: [154]) coincidía con Nuttall en
stetter interpretó “morisco” como sinónimo de “mexica- que se trataba de un atavío de cabeza o estandarte, pero
no” y que el Penacho tendría ese mismo origen, pero no le parecían “contundentes” los argumentos de su cole-
consciente del origen brasileño del hacha, intentó expli- ga, quien sostenía que Moctezuma lo había usado. Uhle
car su relación con Moctezuma, argumentando que el consideraba bastante posible que también “diversos dio-
objeto podría haber llegado a México “o bien como obse- ses y sus altos sacerdotes” hubieran llevado atavíos simila-
quio o bien como botín de guerra procedente de una tri- res como muestran las imágenes en varios manuscritos
bu brasileña” (Hochstetter 1884: 24). ilustrados del México Antiguo. Por último, Eduard Seler
La descripción del hacha como “arma de Moctezu- (1889, 1893, 1910) no hizo comentario alguno sobre la
ma” ref leja el gran interés de los coleccionistas del Renaci- relación postulada por Nuttall entre el Penacho y Mocte-
miento en los objetos conmemorativos relacionados con zuma
importantes personajes históricos. Precisamente por eso, la En tiempos más recientes, Aguilera (2010), apo-
falta de cualquier asociación del Penacho con Moctezuma yándose en datos casi idénticos, modificó la hipótesis de
es un importante indicio que demuestra que el “sombre- Nuttall al identificar el Penacho como el quetzalapanecá-
ro morisco” de la colección sólo era considerado como un yotl de Quetzalcóatl, que en su opinión no se usaba como
objeto curioso y no se relacionó, en el tardío siglo XVI, parte de la indumentaria de los dioses que llevaban los
con la conquista de México, ocurrida sólo unas décadas sacerdotes, sino como símbolo del poder y la guerra que
antes. correspondía exclusivamente a los tlatoanis (y, por lo tanto,
De hecho, Hochstetter (1884: 19) fue el primero en a Moctezuma), aunque ejercieran funciones como sacerdo-
postular, aunque en forma indecisa, una relación entre el tes en determinadas ocasiones. En cuanto a la exclusividad
atavío de cabeza (o estandarte) y Moctezuma; su argumento del atavío de Quetzalcóatl, en Sahagún (1950–1969, 9: 91;
se basaba principalmente en la atribución de la pieza a los 1989: 530), las fuentes de información mencionan única-
“obsequios de Moctezuma”, que se tratarán en el siguiente mente las piezas de los trajes de Huitzilopochtli, al descri-
apartado. bir los productos que los amantecas producían exclusiva-
Para comprobar si había un vínculo entre la pieza plu- mente para Moctezuma.
maria y Moctezuma, Nuttall (1887) adujo como argumentos En ningún caso se puede considerar el quetzalapane-
concluyentes —y bajo la premisa de que el atavío de cabeza se cáyotl como parte exclusiva del traje de Moctezuma. Los
pudiera interpretar como atributo del supremo dios de los informantes de Sahagún lo mencionan como parte de los
aztecas—, en primer lugar, el derecho exclusivo de Moctezu- atuendos divinos de Quetzalcóatl y Painal, como distinti-
ma de representar a Huitzilopochtli en los rituales y, en vo de los guerreros con méritos y las mujeres fallecidas
segundo lugar, el privilegio exclusivo de los tlatoanis de lle- durante el puerperio (Sahagún 1950–1969, 1: 2; 3: 20; 6:
var trajes y adornos de color turquesa, tales como la cinta 163; 12: 11). Tampoco aparece en las listas de las piezas
frontal (xiuhuitzolli), insignia oficial del tlatoani (Neurath pertenecientes a los atuendos o la indumentaria de baile
1992), pero sin tomar en cuenta que el color turquesa y las o de guerra de los gobernantes (Sahagún 1950–1969, 8:
plumas del quetzal tenían papel importante en la indumenta- 23–28, 33–35, 56).
ria de otros dioses. Nuttall llegó a la conclusión, apoyada en
su interpretación de la trayectoria histórica de la pieza, que Los “obsequios” de Moctezuma
“el penacho vienés —debido a su forma, sus colores y otros
atributos— no podía haber sido portado más adecuadamente En la primera publicación sobre el Penacho después de su
por ninguna otra persona que el mismo Moctezuma en redescubrimiento, Maler (1879: 207, 208; véase Maler
tiempos de la Conquista” (Nuttall 1887: 18, 19, 25). 1886) escribe que “probablemente debe haber formado
parte de las piezas tan vergonzosamente robadas a Mocte-
zuma y regaladas por Cortés al emperador Carlos V”, pero
11 Según Nuttall, el conde Jakob Hannibal I de Hohenems rega- al final del ensayo agrega: “si el ropaje de plumas servió
ló el hacha a Fernando en 1577 (véase Schönherr 1893: CLXVII).
La madre de Jakob Hannibal era Chiara de Medici, cuyo hermano algún día al lujoso emperador azteca Moctezuma Xocoyo-
fue elegido Papa en 1559 con el nombre de Pio IV. Por este motivo, tzín o al joven héroe y mártir Quauhtemotzín [...] quedará
es probable que el hacha en forma de ancla provenga de los Medi- para siempre en duda”.
ci, pero no es cierta su afirmación de que Jakob Hannibal regaló el Hochstetter (1884: 18–19) creía poder justificar,
hacha a Fernando para complementar “el equipo militar del anti-
guo soberano mexicano” albergado en el Castillo de Ambras, pues- mediante documentos, su afirmación de que la antigua pie-
to que en esa fecha todavía no se conocía el origen mexicano de nin- za plumaria de origen mexicano no formaba parte del botín
guno de los objetos de la colección, y el Penacho probablemente de guerra de los conquistadores españoles, sino que perte-
aún no formaba parte de ella. Si Nuttall considera que la califica- necía a los objetos que Cortés recibió como “obsequios” de
ción del objeto de “sombrero” (es decir del atavío de cabeza) corres-
ponde a una transmisión fidedigna de información histórica sobre
Moctezuma, que el 16 (o 26) de julio de 1519 envió a Car-
su uso, se podría suponer que existiera también información histó- los V. Ignorando que una de las dos copias de la lista de los
rica transmitida sobre una relación de la pieza con Moctezuma. objetos enviados a Carlos V se encontraba en la Biblioteca

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 21


Imperial de Viena, Hochstetter se basó en una versión 23, nota 1; véase Torres de Mendoza 1869: 347; Saville
publicada por Prescott (1843), y se dedicó a revisar los 1920: 74; García Granados 1942: 60). Nuttall (1887: 25)
registros relativos a los abanicos, porque, en su opinión, argumentó que el Penacho, aun así, quizá había llegado a
se trataba de un “estandarte en forma de abanico”. En manos de Carlos V (y luego a Ambras) o que el envío pos-
todo caso, su asociación del Penacho vienés con la ins- terior habría contenido “un duplicado fiel de nuestro
cripción “yten vn moscador de plumajes de colores con penacho de Viena”. De los textos de Sahagún y Bernal
treynta syete verguytas cubiertas de oro” (véase Nowotny Díaz del Castillo (1977, 1: 130), donde se describen los
1960: 22) ref lejaba buena dosis de imaginación en la objetos que Moctezuma envió a Cortés (véase también
interpretación del texto. En su síntesis fue suficientemen- Guilliem 2012: 32–33), Nuttall (1887: 22), se limita a
te cauteloso como para atribuir tan sólo “alguna probabi- citar la “vestimenta de sacerdote de Quetzalcóatl”, en la
lidad” a su conclusión de que, tal vez, el “estandarte en que había “una grandísima corona alta, llena de precio-
forma de abanico” [...] podría haber pertenecido al mis- sas plumas largas y muy bellas”, unida a una máscara de
mo y desafortunado emperador [Moctezuma]”. serpiente con mosaicos de turquesa y no a un pico de ave
Nuttall (1887: 10–11) señaló la falta de congruencia dorado. No hace comentario alguno sobre los otros dos
entre el registro en la lista de 1519, citado por Hochstet- tocados de plumas pertenecientes a la indumentaria de
ter, y el Penacho de Viena, que se debía a errores de tra- los dioses.
ducción e interpretación libre del texto. Convencida de Refiriéndose a los textos en náhuatl de Sahagún,
que el Penacho tenía que ser de Moctezuma y, por lo tan- Eduard Seler (1902–1923, 2: 412; véase Sahagún
to, había llegado con el envío de Cortés a Carlos V, Nut- 1950–1969, 12: 11) aclaró que el atavío de cabeza de
tall encontró en el inventario de 1519 una inscripción Quetzalcóatl descrito en ellos era efectivamente un quetza-
que parecía describir el Penacho: “ytem mas vna pieça lapanecáyotl.14 En la p. 416, Seler menciona la “corona de
grande de plumajes de colores que se ponen en la cabeça plumas sembrada de estrellas doradas” del traje de Tezca-
en que ay a la redonda della sesenta y ocho pieças peque- tlipoca, que se encontraba entre los “obsequios”, pero en
nas de oro que sera cada vn como medio quarto y debaxo ninguno de los dos casos saca alguna conclusión que aso-
dellas veynte torrecitas de oro” (véase Nowotny 1960: 22; cie la identidad de los objetos con el Penacho de Viena,
Cortés 1971: 41). Nuttall basó su identificación en la porque entonces lo consideraba un estandarte.
coincidencia de que “la serie superior de pequeños discos Nowotny (1960: 50–51) presentó la descripción en
de oro en la cinta blanca exterior (incluyendo aquellos que español que Sahagún había hecho de los atavíos de cabeza
se encuentran en la cinta que atraviesa el cuerpo central) de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (véase Sahagún 1989: 726),
suman exactamente 68 y que en la cinta azul por debajo, de la que se desprende que las plumas del tocado de Tezca-
se encuentran exactamente 20 ornamentos que no podrí- tlipoca llegaban hasta la cintura (lo que excluiría que fuera
an describirse más adecuadamente que con la palabra idéntico al de Viena). Sin embargo, por otros motivos,
‘torrecitas’” (Nuttall 1887: 22).12 Nowotny (1947) ya había deducido que ninguno de los obje-
La falta de cualquier referencia al pico de ave dora- tos enviados por Cortés a Carlos V había llegado a Viena.
do y la corrección que Heger hizo al número de los discos Mi aportación al tema (Feest 1990: 36–44) consistió
de oro que, según él, suman 69, advirtieron a Nuttall que en comparar todas las fuentes existentes sobre los “obse-
la coincidencia era problemática;13 por eso se refiere a la quios” con las listas de envío de México a España, con las
inscripción en una lista de objetos, que Cortés envió a declaraciones de los testigos que habían visto los objetos
España más tarde (acabaron como propiedad de Alonso en España o en los Países Bajos Españoles y con los
Dávila y Antonio Quinoñes en las Azores), donde se desc- inventarios hechos más tarde. Esta comparación permite
ribe una “cimera con pico de águila, de oro, labrada de al menos pensar que el registro de inventario ya citado
diversas labores, con argentería de oro, el campo de plu- por Nuttall se refiere al adorno de cabeza de Quetzalcóatl
ma azul é lo demás de pluma larga verde” (Nuttall 1887: o Tezcatlipoca, que aparece en la enumeración de Saha-
gún, o al quetzalapanecáyotl mencionado en los Anales de
12
El término “teocalli” usado en este tomo a veces en relación Tlatelolco (Mengin 1939: 143). El resto de las descripcio-
con las “torrecitas” (iglesia, templo) se debe entender únicamente nes son demasiado generales o no coinciden con la de Saha-
como descripción y no como interpretación. gún. La comparación de las fuentes mostró que ninguna
13 Aunque el número de discos pudo haber cambiado en la
restauración (en 1878 Hochstetter sólo contó 42 discos origina-
les; otro disco fue encontrado más tarde), el total asciende actual-
14
mente a 194 —tanto en el cuerpo principal (CP) como en el cuer- Es significativo que durante el saqueo de los españoles a las
po central (CC)— colocados en tres filas: [CP]+[CC]: 55+15, casas del tesoro de Tenochtitán no se mencione el quetzalapanecá-
53+14, 44+13. En caso de que el objetivo de la descripción de la yotl en relación con el tesoro de Moctezuma, sino que se describa
lista elaborada en 1519 hubiera sido evitar el robo de las piezas como parte de las existencias de la casa del tesoro de Teocalco. En
durante su traslado a España, la mención de sólo 68 discos (en todo caso, los ladrones separaron las partes de oro de las piezas
realidad 70) ubicados en la fila superior no hubiera cumplido ese robadas y destruyeron las plumas (Sahagún 1950–1969, 12:
fin. 45–46, 47).

22 CHRISTIAN FEEST
de las descripciones del envío de Moctezuma a Cortés Sin contar con comprobantes adicionales, se fue con-
menciona un atavío de cabeza con un pico de ave dorado solidando la opinión de que muchos de los antiguos obje-
ni una máscara-yelmo en forma de ave, por lo que es muy tos mexicanos de las colecciones europeas provenían del
poco probable que exista una relación entre el Penacho envío de Cortés a Carlos V en 1519 (p.ej. Lehmann 1906:
descrito en el inventario de Ambras de 1596 y los “obse- 320; véase Nowotny 1960: 31), a pesar de que las traduc-
quios” de Moctezuma. ciones al inglés de numerosas otras listas de objetos envia-
Gran parte de los “obsequios” llegó en 1520 a los dos a España documentaron enorme cantidad de piezas
Países Bajos Españoles dónde pudo admirarlos Alberto que había llegado a Europa (Saville 1920). También los
Durero (véase Feest 1996). Algunos de ellos seguramente otros objetos de arte plumario que se encontraban en Vie-
formaban parte del obsequio que Carlos V entregó el 20 na, se atribuyeron, sin tener comprobante alguno, a los
de agosto de 1523 en Bruselas a su tía Margarita, Archi- obsequios de Moctezuma que envió Cortés a Carlos V (y
duquesa de Austria, que al parecer incluía algunos objetos éste último al archiduque Fernando de Tirol) (p.ej. Röck
traídos de México entre los años 1520 y 1523. Un inven- 1925; Toscano 1944: 509).
tario elaborado en 1524 informa sobre los obsequios que En 1947, Karl Anton Nowotny presentó por primera
de esas existencias se hicieron a diversos visitantes hasta vez el texto original del inventario elaborado en 1524 por
1530 (Zimmermann 1885: CXIX–CXX). La comparación Martín de Paredes, tesorero de quien luego sería el empera-
detallada de las numerosas fuentes históricas sobre los dor Fernando I, en el que se describen de forma detallada
“obsequios” y su destino demuestra que, aparte del Códi- once objetos, evidentemente de origen americano, que en
ce Vindobonensis Mexicanus 1 —manuscrito mixteca ilus- esa fecha se encontraban en Nuremberg (Nowotny 1947:
trado que tras accidentada trayectoria por Europa llegó a 219–221; Boeheim 1888: XCII; Heger 1906). Ese “inven-
Viena hacia el siglo XVIII— y quizás el escudo de mosai- tario del tesorero”, que se había publicado y discutido úni-
cos de turquesa de la colección de Ambras, no se ha podi- camente como traducción resumida, es el único documen-
do comprobar la existencia de ningún objeto pertenecien- to que comprueba el traslado en fechas tempranas de obje-
te al envió de 1519 (Feest 1990: 33–48). tos mexicanos de España a la línea austríaca de la Casa de
Habsburgo; se trata de dos ropas de plumas con ribetes de
Procedencia habsburguesa y singularidad piel de jaguar y gato montés, un delantal de plumas, una
ropa de plumas y tres piezas plumarias con guarniciones
Hochstetter (1884: 19) daba por hecho que la pieza plu- doradas, un hisopo, una ropa de plumas sobre algodón, un
maria llegó como obsequio de Moctezuma a Carlos V y escudo de mosaicos de turquesa y un sombrero, tal vez no
que “junto con algunas otras curiosidades mexicanas se mexicano, con plumas de avestruz (Nowotny 1960: 26). En
regaló al archiduque Fernando de Tirol, amante de las relación con la “capa o ropa de plumas forrada en tigres”
artes y gran coleccionista”. Nuttall (1887: 23–24) dedicó citada al principio, Paredes se refiere explícitamente a
más atención al estudio del traslado de la pieza de Espa- “Montezuma” como “señor” de la Nueva España, pero sin
ña a Tirol,15 pero, ya que los indicios que encontró se calificarlo claramente de propietario anterior del objeto. Es
referían exclusivamente a armaduras, sólo le quedó más, el texto dice que la ropa (y algunos otros de los obje-
“suponer con seguridad” que Carlos V dio el atavío de tos) servían a los sacerdotes en la celebración de sacrificios.
plumas a su hermano Fernando I y éste a su hijo, el arqui- Con razón, Nowotny (1947: 219) pone en duda la
duque Fernando de Tirol. Tanto Hochstetter como Nut- posibilidad de relacionar los objetos mencionados en el
tall suponían que la singularidad del Penacho había sido “inventario del tesorero” con diversas piezas registradas en
el motivo por el cual los Habsburgo lo conservaban de la lista de los “obsequios de Moctezuma” enviados a Carlos
manera especial. Tomando en cuenta que los objetos de V en 1519, ya que hasta 1524 llegó gran cantidad de obje-
ese tipo no eran únicos ni en el México prehispánico ni tos, distintos pero comparables, de México a España. En
en España después de la Conquista, la singularidad de la relación con la posible identificación de los objetos de la
pieza hoy en día se debe únicamente a su conservación lista de 1524 con los del inventario de 1596, Nowotny
relativamente buena en las colecciones habsburguesas (1947: 221) se muestra muy escéptico en cuanto al Pena-
(véase Feest 2012). Heger (1908a: 22) aceptó la opinión de cho, puesto que considera imprecisa la descripción de las
Hochstetter (“las piezas fueron enviadas de Moctezuma a tres piezas plumarias con guarniciones doradas: “tres plu-
Carlos V por medio de Hernán Cortés”), que las guías del majes grandes fechos de diuersas plumas de abes de yndia
Museo de Historia Natural difundieron entre un público labrados meravijllosamente cado vno de su fechura con
numeroso (Hauer 1889: 196; 1902: 209). algunos dientes y outras guarnjciones doro aunque en
algunas partes faltan y es caydo algo del oro”. Trece años
más tarde, Nowotny (1960: 26, 43) alude a ese inventario
15 Ignorando la literatura más reciente sobre este tema y la para comprobar que ya en fechas tempranas había piezas
trayectoria histórica del Penacho, González Rul (1995) y Aguilera plumarias del mismo tipo en Europa, por lo que no podía
(2010) se basan exclusivamente en Nuttall (1888). atribuirse al Penacho un carácter singular.

EL PENACHO DEL MÉXICO ANTIGUO EN EUROPA 23


El mundo de la ciencia de “carácter folklórico” tas), pero las controversias entre los herederos impidie-
continúa considerando un hecho, a pesar de la falta de ron que adquiriera inmediatamente después de la muerte
pruebas concretas, que los objetos enviados de México a de Ulrico la colección de “todo tipo de antigüedades,
España se trasladaron directamente a Viena, la capital del monedas paganas de oro y plata, además de obras de arte,
“Imperio habsburgués” (p. ej. Vaillant 1944: pl. 43; Sou- medallas, libros y objetos similares”; por este motivo, la
stelle 1961: Fig. 36; Noguera 1971: 263; Robertson colección (o una gran parte de ella) no pudo ser traslada-
1976: 486; Miller 1986: 219; Clendinnen 1991: lámina da a Ambras antes de 1590. Aunque no hay una lista de
de color después de 240; véase Feest 1990: 34–35), pero entrega, se desprende del inventario de sucesión de Ulri-
no hay prueba que demuestre la existencia en Viena de co, elaborado alrededor de 1577, que la colección conta-
alguno de estos objetos antes de 1806 ni mucho menos la ba con algunas piezas exóticas. En ese inventario, el tér-
del Penacho. Incluso el “inventario del tesorero” atestigua mino “turco” se usa principalmente como sinónimo de
la existencia de piezas comparables únicamente en la ciu- “oriental”, “pagano” de “precristiano, antiguo”, pero tam-
dad de Nuremberg. bién “exótico”, e “indiano”, sobre todo de “indio, asiáti-
Otro argumento que aducen sobre todo Nuttall co”; es de tomar en cuenta en relación con estas denomi-
(1887) y, recientemente, Aguilera (2010) sobre la singulari- naciones que no se sabía con certeza el verdadero origen
dad del Penacho se basa en algunas fuentes, que destacan de las piezas. Además de los citados atributos que apare-
el carácter especial de ciertos detalles de los trajes, que sólo cen reiteradas veces en el inventario, hay uno más en una
estaba permitido llevar a Moctezuma. Aparte de que esas sola ocasión: “variedad de equipamiento morisco hecho
fuentes se refieren, en este caso, exclusivamente a Tenoch- con plumas” (Fleischhauer 1982: 19).
titlán y que la situación en otras partes del México Antiguo A pesar de afirmarse repetida y erróneamente (p. ej.
es desconocida, cabe destacar que hasta las fuentes de Heikamp 1972: 205; Van Bussel 2012: 118, nota 1), que
información de Sahagún mencionan que el soberano obse- el adjetivo “morisco”, en el siglo XVI, era un término
quiaba las insignias fabricadas para él “a sus huéspedes, los usual para indicar el origen americano de un objeto, el
señores de las ciudades” como muestra de su simpatía argumento de la denominación del Penacho, la “falda”
(Sahagún 1950–1969, 9: 91). perdida y el “adorno de caballo” de Ambras como “moris-
cos” toma más fuerza y constituye un indicio que permite
El Penacho antes de 1596 relacionar los objetos con la colección del conde Ulrico.
Que todos los objetos mexicanos de Ambras atribuidos a
La falta de fuentes documentales sobre la adquisición del otras fuentes no se hayan sido calificado de “moriscos”
Penacho por el archiduque Fernando de Tirol fue relati- confiere todavía más importancia a este argumento.
vamente poco problemática, mientras fuera posible Puesto que Ulrico de Monfort estuvo endeudado
suponer que el objeto formaba parte de los “obsequios” toda su vida y no tenía los recursos necesarios para esta-
de Moctezuma y llegó al Castillo de Ambras, de alguna blecer su Cámara de Maravillas, se supone que heredó
manera, a través de diversos vínculos familiares. Sin (Fleischhauer 1982: 28) gran parte de los objetos de su
embargo, cuando se pudo descartar la pertenencia del padre Hugo (aprox. 1500–1564). En todo caso, no hay
Penacho a los “obsequios”, el tema volvió a imponerse indicios claros sobre la posible adquisición de “equipa-
con nueva urgencia. miento morisco hecho con plumas” ni por el padre ni por
Entusiasmados por el descubrimiento de la “reliquia” el hijo.
o “pieza suntuosa” de “los tiempos de Moctezuma”, Hoch- En cuanto al término “sombrero morisco” cabe aña-
stetter, Nuttall y los otros investigadores pioneros repri- dir que en la lista de las “Joyas de India” correspondiente
mieron mentalmente el hecho de que en el inventario la a los bienes hereditarios de Carlos V, elaborada en 1561,
pieza se describiera sencillamente como “sombrero mori- aparecen “dos tocas Moriscas” (Beer 1891: CCXXII);
sco”, es decir como pieza anónima y curiosa sin significado también en este caso, la calificación de “moriscas” es
relevante. Por otra parte, el gran número de tocados de plu- inusual y no indica en absoluto que se refiera, sin lugar a
mas mexicanos que llegó a Europa en el siglo XVI, hizo dudas, a piezas procedentes del Nuevo Mundo. El hecho
especialmente difícil orientar la búsqueda. Resultó más útil de que incluso existieran dos ejemplares de la misma
atender a las fuentes seguras de la colección de Ambras, en pieza ayuda a entender por qué no se les brindó más
lugar de dedicarse a investigar las vagas relaciones familia- atención (por ejemplo con descripción más detallada). De
res habsburguesas. todos modos, no es posible comprobar que estén relacio-
Entre las adquisiciones conocidas del archiduque nados con el atavío de cabeza de Tettnang o de Ambras.
Fernando de Tirol se encontraba la mámara de maravillas
del conde Ulrico VI (¿1530?–1574) de Monfort, que estu- Perspectivas
vo hasta su muerte en Tettnang, Suabia Alta. En primer
lugar, los tallados en piedra de la colección despertaron En resumen, puede decirse que en la trayectoria histórica
el interés del archiduque Fernando (y de otros coleccionis- del Penacho del México Antiguo en Viena hay todavía un

24 CHRISTIAN FEEST
hueco de casi 60 años, transcurridos entre la llegada de los Bauernfeind, Ernst
españoles a México y la mención de una “variedad de equi- 2012 La determinación de las plumas. En: S. Haag, A. de Maria
y Campos, L. Rivero Weber, C. Feest (coord.), El Penacho del
pamiento morisco hecho con plumas” alrededor de 1577. México Antiguo (Altenstadt: ZKF Publishers), 89–94.
Lo más probable es que el Penacho no formara parte de los Becker-Donner, Etta
cuatro juegos de atuendos divinos que Moctezuma envió a 1965 Die mexikanischen Sammlungen des Museums für Völkerkunde.
Cortés en 1519 ni tampoco del “quinto real”, que Cortés Wien: Museum für Völkerkunde.
Beer, Rudolf
entregó a Carlos V. Tampoco se sostenienen los argumen- 1891 (ed.) Acten, Regesten und Inventare aus dem Archivo
tos a favor de que Moctezuma usara de manera exclusiva General zu Simancas. Jahrbuch der Kunstsammlungen des aller-
atavíos de cabeza de este tipo. höchsten Kaiserhauses 12: XCI–CCIV.
Ya que el único Penacho del México Antiguo Berdan, Frances F., y Patricia Rieff Anawalt
1992 The Codex Mendoza. 4 volúmenes. Berkeley—Los Angeles:
conservado no tiene ninguna equivalencia exacta en las Universit y of California Press.
fuentes del siglo XVI sobre el México azteca, indica que tal Beyer, Hermann
vez no provenga del entorno de Tenochtitlán, de donde 1969 Sobre el antiguo adorno de plumas mexicano mocoyactli.
proviene la mayor parte de la información que tenemos. El México Antiguo 11: 411–420.
Boone, Elizabeth
Las contradicciones en las descripciones y representacio-
1983 The Codex Magliabechiano and the Lost Prototype of the
nes de la indumentaria de los dioses muestran que, incluso Magliabechiano Group. 2 volúmenes. Berkeley—Los Angeles —
en esta área bastante bien documentada, nos movemos en London: Universit y of California Press.
terreno inseguro y que partiendo de un concepto del mundo Braun, Barbara
mesoamericano, unitario en sus rasgos fundamentales, 1993 Pre-Columbian Art and the Post-Columbian World. Ancient
American Sources of Modern Art. New York: Harr y N.
carecemos de informaciones suficientes sobre sus variacio- Abrams.
nes locales. Chavero, Alfredo
Al mismo tiempo, su singularidad ha convertido al 1883 Historia antigua y de la conquista. En: Vicente Riva Palacio
Penacho de Viena en un testimonio de la cultura y sociedad (ed.), México a través de los siglos (5 volúmenes; México 1883–
1889: Ballesca), Band 1.
del México prehispánico, cuyo valor informativo dista Clendinnen, Inga
mucho de ser aprovechado en su totalidad; esto se refiere 1991 Aztecs. An Interpretation. Cambridge: Cambridge Univer-
sobre todo a las conclusiones que se pueden extraer de su sit y Press.
configuración y estructura materiales y que hasta la fecha Códice Borbonicus
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