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LA VIDA DE SAN FRANCISCO

PRESENTADO POR:

TATIANA ISABEL CHALAPUD RAMIREZ

INTITUCION EDUCATIVA SAN FRANCISCO DE ASIS


AREA DE RELIGIÓN
OCTAVO UNO
IPIALES
2019
VIDA DE SAN FRANCISCO DE ASIS

¿QUIEN ERA SAN FRANCISCO DE ASIS?

(Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, actual Italia, 1182 - id., 1226) Religioso y
místico italiano, fundador de la orden franciscana. Casi sin proponérselo lideró
San Francisco un movimiento de renovación cristiana que, centrado en el amor
a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo un inmenso eco entre las clases
populares e hizo de él una veneradísima personalidad en la Edad Media. La
sencillez y humildad del pobrecito de Asís, sin embargo, acabó trascendiendo
su época para erigirse en un modelo atemporal, y su figura es valorada, más
allá incluso de las propias creencias, como una de las más altas
manifestaciones de la espiritualidad cristiana.
NIÑEZ Y JUVENTUD

Hijo de un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era


un joven mundano de cierto renombre en su ciudad. Había ayudado desde
jovencito a su padre en el comercio de paños y puso de manifiesto sus dotes
sustanciales de inteligencia y su afición a la elegancia y a la caballería. En 1202
fue encarcelado a causa de su participación en un altercado entre las ciudades
de Asís y Perugia. Tras este lance, en la soledad del cautiverio y luego durante
la convalecencia de la enfermedad que sufrió una vez vuelto a su tierra, sintió
hondamente la insatisfacción respecto al tipo de vida que llevaba y se inició su
maduración espiritual.

DE LUJO A PPOBESA

Poco después, en la primavera de 1206, tuvo San Francisco su primera visión.


En el pequeño templo de San Damián, medio abandonado y destruido, oyó
ante una imagen románica de Jesucristo una voz que le hablaba en el silencio
de su muda y amorosa contemplación: "Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo
ves: está hecha una ruina". El joven Francisco no vaciló: corrió a su casa
paterna, tomó unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a
Feligno; luego entregó el dinero así obtenido al sacerdote de San Damián para
la restauración del templo.

Esta acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en su hijo cierta
tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en aquel
donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos
sudores le costaba. Por ello llevó a su hijo ante el obispo de Asís a fin de que
renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de Francisco fue
despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su progenitor, renunciando
con ello, por amor a Dios, a cualquier bien terrenal.

A los veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad
natal y se dirigió a Gubbio, donde trabajó abnegadamente en un hospital de
leprosos; luego regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios brazos,
pidiendo materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de San Damián, San
Pietro In Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula. Pese a esta
actividad, aquellos años fueron de soledad y oración; sólo aparecía ante el
mundo para mendigar con los pobres y compartir su mesa.

PREDICACION

El 24 de febrero de 1209, en la pequeña iglesia de la Porciúncula y mientras


escuchaba la lectura del Evangelio, Francisco escuchó una llamada que le
indicaba que saliera al mundo a hacer el bien: el eremita se convirtió en
apóstol y, descalzo y sin más atavío que una túnica ceñida con una cuerda,
pronto atrajo a su alrededor a toda una corona de almas activas y devotas. Las
primeras (abril de 1209) fueron Bernardo de Quintavalle y Pedro Cattani, a los
que se sumó, tocado su corazón por la gracia, el sacerdote Silvestre; poco
después llegó Egidio.

San Francisco de Asís predicaba la pobreza como un valor y proponía un modo


de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. Hay que recordar que,
en aquella época, otros grupos que propugnaban una vuelta
al cristianismo primitivo habían sido declarados heréticos, razón por la que
Francisco quiso contar con la autorización pontificia. Hacia 1210, tras recibir a
Francisco y a un grupo de once compañeros suyos, el papa Inocencio III aprobó
oralmente su modelo de vida religiosa, le concedió permiso para predicar y lo
ordenó diácono.

Con el tiempo, el número de sus adeptos fue aumentando y Francisco


comenzó a formar una orden religiosa, llamada actualmente franciscana o de
los franciscanos, en la que pronto se integraría San Antonio de Padua. Además,
con la colaboración de Santa Clara, fundó la rama femenina de la orden, las
Damas Pobres, más conocidas como las clarisas. Años después, en 1221, se
crearía la orden tercera con el fin de acoger a quienes no podían abandonar
sus obligaciones familiares. Hacia 1215, la congregación franciscana se había
ya extendido por Italia, Francia y España; ese mismo año el Concilio de Letrán
reconoció canónicamente la orden, llamada entonces de los Hermanos
Menores.
Por esos años trató San Francisco de llevar la evangelización más allá de las
tierras cristianas, pero diversas circunstancias frustraron sus viajes a Siria y
Marruecos; finalmente, entre 1219 y 1220, posiblemente tras un encuentro
con Santo Domingo de Guzmán, predicó en Siria y Egipto; aunque no logró su
conversión, el sultán Al-Kamil quedó tan impresionado que le permitió visitar
los Santos Lugares.

ULTIMOS AÑOS DE VIDA


A su regreso, a petición del papa Honorio III, compiló por escrito la regla
franciscana, de la que redactó dos versiones (una en 1221 y otra más
esquemática en 1223, aprobada ese mismo año por el papa) y entregó la
dirección de la comunidad a Pedro Cattani. La dirección de la orden franciscana
no tardó en pasar a los miembros más prácticos, como el cardenal Ugolino (el
futuro papa Gregorio IX) y el hermano Elías, y San Francisco pudo dedicarse
por entero a la vida contemplativa.

Durante este retiro, San Francisco de Asís recibió los estigmas (las heridas de
Cristo en su propio cuerpo); según testimonio del mismo santo, ello ocurrió en
septiembre de 1224, tras un largo periodo de ayuno y oración, en un peñasco
junto a los ríos Tíber y Arno. Aquejado de ceguera y fuertes padecimientos,
pasó sus dos últimos años en Asís, rodeado del fervor de sus seguidores.
MILAGROS Y OBRAS
 Una mujer, particularmente devota de San Francisco, murió en la ciudad de
Montemarano. En la vigilia fúnebre se reunieron muchas personas para rezar,
improvisadamente el cadáver se levanta y solicita al sacerdote que estaba allí,
el poder confesar. Terminada la confesión, le confía al sacerdote: "Estaba a la
espera de ser condenada a una dura pena, pero San Francisco, ha pedido y
obtenido para mí, la gracia de volver a la vida, para arrepentirme y confesar
todas mis culpas". Después la mujer se encomendó al Señor.

 En Pomarico vivían dos cónyuges que amaban tiernamente a su hijita. Un día


su pequeña improvisadamente murió. La madre abatida por el dolor, oró y
suplicó con ardientes súplicas a San Francisco, el santo se le aparece
asegurándole la suerte de su amada hijita. Poco después la nenita despertó
entre la maravilla de los presentes, y se levantó como si nada hubiera pasado.

 En Capua, un chico se ahogó en el Volturno, un hombre, tras socorrerlo, lo


arrastró a la orilla ya cadáver. Los presentes constatando la muerte del
muchacho, invocaron la intercesión de San Francisco. El fraile no los
desilusionó, el chico, en efecto, se levantó como si nada hubiese ocurrido
entre la alegría y el estupor de los testigos.

 En Sessa Aurunca, una casa se derrumbó aplastando a una joven. Los


socorristas la sacaron de entre los escombros y la pusieron con cuidado en
una litera. La madre, confiando en Dios, y en los méritos de San Francisco, se
puso a rezar. A la una de la madrugada la joven despertó perfectamente
sana. El prodigio hizo exaltar de alegría a los presentes.

 En Ragusa, mientras un joven estaba trabajando cerca de una prensa, porque


era tiempo de vendimia, un montón de leña puesta allí al lado, le cayó en la
cabeza y lo mató. El padre acudió rápidamente, le suplicó a San Francisco para
que le devolviese al hijo. El milagro ocurrió, el joven resucitó perfectamente
sano. Jesús, una vez más, escuchó la intercesión de San Francisco.

 En Tebe, vivía una mujer devota de San Francisco. Era ciega de nacimiento. En
la vigilia de la fiesta del santo, había ayunado en su honor. Al día siguiente fue
conducida a la Iglesia de los Frailes para asistir a la Santa Misa, durante el acto
de elevación del Cuerpo de Cristo, sus ojos de repente adquirieron luz. Súbito
por la alegría, irrumpe gritando por el júbilo, al que se unieron muchos fieles.
San Francisco había obtenido la gracia de la curación.

 En Gargano, un hombre intentó acudir a los sarmientos de viña, golpeándose


con la rama violentamente, se rajó un ojo. El pobre hombre apeló con fe a
San Francisco y este no le desilusionó. El ojo cicatrizó al instante, de modo
tan perfecto que no quedó señal de la lesión.

 A un hombre, de la ciudad de Asís, por un presunto hurto le fueron


arrancados los ojos. El pobrecillo, tan horriblemente mutilado, se hizo llevar
hasta el altar de San Francisco donde, llorando por su inocencia, imploró la
ayuda del santo. Francisco no permaneció impasible a las súplicas del
hombre y obtuvo de Jesús la gracia. Tras tres días, al ciego le salieron nuevos
ojos; más pequeños pero con la misma vista.

 En la Iglesia de San Francisco de Asís, mientras predicaba el Obispo de Ostia


una gran piedra, dejada incautamente sobre el púlpito marmóreo, cae sobre
la cabeza de una mujer que estaba sentada bajo el púlpito. Los presentes, tras
ver la cabeza aplastada de la mujer, la cubrieron con una capa por que la creían
muerta. Grande fue el estupor de todos cuando acabado el sermón, la vieron
levantarse totalmente sana. La mujer contó que se había encomendado a San
Francisco y estaba segura de que el prodigio era por méritos de este glorioso
santo.

 En Vicalvi, vivía un ciego llamado Mateo. Un día por accidente ingirió un


potente veneno que actuó inmediatamente, endureciéndole los miembros y
bloqueándole el habla. Mateo exhortó a Jesús para que, por los méritos de San
Francisco, le salvase la vida. De repente, logró pronunciar el nombre del santo
y vomitó el veneno ingerido. Así recuperó plenamente la salud.

 En Castello di Cori, situado en la diócesis de Ostia, un hombre estaba


desesperado por que tenía un tumor en la pierna. Apeló al pobrecillo de Asís
para obtener socorro y no quedó desilusionado. Le aparece Francisco en
compañía de otro fraile y con un bastón le tocó la parte enferma de la pierna.
Súbito, y de forma increíble, recuperó el uso del miembro, de manera tan
perfecta que podía caminar libremente. En recuerdo del prodigio, quedó
impresa, en la parte tocada por San Francisco, el símbolo del Tau.
ORACIÓN DE LA PAZ

Señor, hazme un instrumento de tu paz, donde haya odio, ponga


amor, donde hay ofensa, perdón; Donde hay duda, fe, donde hay
desesperanza, esperanza;
Donde hay tinieblas, luz, donde hay tristeza, alegría.
Oh Divino Maestro,
Que no busque yo tanto, ser consolado como consolar, ser
comprendido como comprender.
Ser amado como amar.
Porque dando se recibe.
Perdonando se es perdonado.
Y muriendo a si mismo
Se nace a la vida eterna.

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