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Desde el inicio del estudio científico de las diferencias individuales y hasta bien avanzado el
S. XX, la preocupación por la medida de la inteligencia como característica fija y heredable fue
el principal motor que sirvió de empuje a la disciplina.
Cabe Aludir, como punto crítico de referencia a Galton, quien realizó los primeros estudios
de familias o genealógicos y los estudios con gemelos. Galton en última instancia deseaba la
selección humana y la mejora de la raza, acuñando el término eugenesia y siendo el fundador del
movimiento eugenésico.
La concepción de la inteligencia como una característica hereditaria alcanzó su punto álgido
en las primeras décadas del siglo XX. En Terman, Goddard y Yerkes, los precursores del
movimiento americano a favor del examen mental, el interés por vincular los resultados de los
tests a factores genéticos adquirió un especial auge, llegando a afirmar el temible papel
desempeñado por la deficiencia mental en la producción del vicio y la delincuencia.
Surgieron las leyes de esterilización, cuyo objetivo era acabar con la transmisión genética
del crimen, la idiocia y la imbecilidad. En estos momentos, lo que después vendría a denominarse
Genética de la Conducta humana parecía estar en manos de los políticos.
La idea de la inteligencia como una cualidad innata e inmutable que marcaba severas
diferencias en la población, comenzó a encontrar detractores a partir de los años veinte con el
nacimiento y auge de la psicología conductista. Sin embargo, la concepción hereditaria continuó
extendiéndose en el ámbito académico y aplicado durante la primera mitad del siglo.
Desde el descubrimiento de las manipulaciones de los datos por parte de algunos
investigadores (Burt) y el predominio de las perspectiva psicológica conductista, hicieron que,
desde mediados del S. XX hasta la década de los 80, la polémica herencia-medio, sobre el CI, se
decantara por los argumentos ambientalistas.
Sin embargo, paralelamente a este auge conductista, una disciplina que había adquirido
independencia y carácter propio en los años 60, denominada Genética de la conducta, cuyo
objetivo es dilucidar la influencia hereditaria en los aspectos psicológicos o conductuales, venía
generando unas investigaciones cuyos resultados proporcionaron una base empírica a partir de la
cual ha podido abrirse de nuevo aquella polémica.
En los últimos años, la creencia de que la genética tiene un importante papel en la
determinación de las diferencias individuales va adquiriendo cada vez más fuerza, aun sin
menospreciar las argumentaciones ambientales. Los modelos interactivos priman en la explicación
de la conducta humana.
Todavía la polémica nature vs. Nurture sigue siendo fuente de interés en la psicología
diferencial Eysenck y Kamin.
2. Líneas de investigación actuales.
6. Personalidad y educación
En dicha relación, es el proceso autorregulador el que determina la cantidad y calidad de la
preparación del alumno en las distintas materias, así como la ejecución final en exámenes u otras
pruebas. El proceso autorregulador es el conjunto de pensamientos auto-generados,
sentimientos y acciones que el individuo planifica y adapta de manera cíclica con el fin de
facilitar el logro de metas valoradas. Hay varios puntos de contacto entre rasgos de
personalidad y procesos de autorregulación y rendimiento escolar:
Rasgos amplios como el neuroticismo y variables asociadas como la timidez y la ansiedad
se relacionan con la autorregulación y el significado que los alumnos atribuyen a las interacciones
sociales. Así las personas ansiosas, por ejemplo, pueden presentar dificultades en el rendimiento
(exámenes). Los alumnos extrovertidos rinden peor en un ambiente rutinario, en comparación con
los introvertidos, que mejoran el rendimiento ante la anticipación y recepción de castigos.
Los rasgos autorreguladores (autoeficacia generalizada, optimismo-pesimismo o
autoestima), menos amplios, predicen diferencias individuales en autorregulación.
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Psicología Diferencial Aitziber Laguardia Lizarraga 133
UNED Curso 2006- 2007
La personalidad afecta a los procesos atencionales, esenciales para que la autorregulación
opere adecuadamente. Rasgos como la preocupación, un componente de la ansiedad de prueba que
implica miedo a fracasar en los exámenes, predisponen a disminuir los recursos atencionales
(interferencias cognitivas). La preocupación afecta no sólo al proceso de ejecución, sino también
al de preparación y a las estrategias de afrontamiento de las dificultades relacionadas con el
aprendizaje.
Teniendo en cuenta todas estas variables, las áreas de intervención educativa pueden
dividirse en tres grandes ámbitos:
El cognitivo, con un doble objetivo: 1) potenciar las capacidades cognitivas en aquellos
casos en que éstas son deficitarias y 2) estimular un crecimiento positivo de las capacidades
intelectuales en todos los alumnos.
El motivacional, dentro del cual debe aprovecharse el potencial que ofrece toda la gama
de variables estilísticas y de personalidad, así como una serie de estrategias destinadas a
fomentar la implicación en el estudio.
El emocional, que permite entrenar aquellas destrezas socio-emocionales que favorecen la
integración social en el aula y la actualización de todo el potencial del estudiante, lo que redunda
en un desarrollo global del mismo.