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por vagabundoenafrica
Hall nos presenta un texto de lo más sugerente y, por qué no decirlo, de lo más particular. Nos quiere
hablar no solo de lo que él denomina “lenguaje televisual”, sino también de “programas y políticas
culturales”. En este comentario incidiré, sobre todo, en el primer aspecto, aunque bien es cierto que los
dos van de la mano.
Hall comienza con una sentencia que no parece dar a lugar a alegaciones: “La comunicación entre las élites
que producen los contenidos audiovisuales y las audiencias constituye necesariamente una modalidad de
“comunicación sistemáticamente distorsionada”. Este argumento conecta con “políticas culturales”, políticas
educativas y similares que pudieran encaminarse a “ayudar al público a recibir la comunicación televisiva de
manera mejor o más efectiva”. Es una sentencia que nos lleva a la reflexión, pues Hall está hablando de
manera directa sobre el poder que pueden ejercer, y ejercen, los medios de comunicación de masas en
relación al público… a través de una serie de herramientas que iremos viendo.
Es por ello que Hall, acertadamente, se remite a Halloran, para el cual resulta necesario estudiar todo el
proceso de comunicación, “desde la estructura de la producción del mensaje, en un extremo, a la
percepción de la audiencia y su uso en el otro”. Algo de todo esto hablaremos a continuación.
Hall lo resume de una manera muy concisa: “en un determinado momento, la estructura emplea un código y
produce un “mensaje”; en otro momento determinado, el “mensaje”, a través de sus descodificaciones, se transforma
en estructura”. Es decir, son “el conjunto de significados descodificados los que tienen un efecto en el receptor”. Y
de eso se trata. ese es el objetivo principal del emisor.