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La religión siempre ha estado, de una u otra forma, inmiscuida con el poder, por más que
haya existido una separación entre la iglesia y el estado, han logrado infiltrarse en partidos
políticos emergentes, e incluso candidatos a puestos populares de relevancia, como
presidentes, diputados y senadores.
Esto ha afectado en cierta medida a la postura tomada por algunos gobiernos en decisiones
tomadas sobre temas “polémicos”, como el aborto y el matrimonio homosexual, adoptando
una posición conservadora hasta cierto grado debido a las raíces religiosas que se
encuentran muy arraigadas dentro del sistema social.
Además, ha influido en los discursos de algunos candidatos, como son aquellos que
necesitan el respaldo de los seguidores de alguna religión, en donde al inicio de su campaña
apoyan y hablan abiertamente sobre su simpatía con dicha creencia, una vez obtenido su
victoria, existen ocasiones, en donde una vez en el poder, no vuelven a mencionar su
postura religiosa, y solo usaron a sus seguidores como un medio para un fin.
De igual forma, hay lideres políticos que son cabezas de la iglesia, y que nunca abandonan
esa postura, como lo es la reina de la Inglaterra. Por otro lado, en el gobierno de Trump,
existen funcionarios donde juran en la biblia, incluso dos. Sin embargo, la postura religiosa
de un líder político es irrelevante, lo importante son como aplica esa postura en las
decisiones tomadas, y como lo influyen.
Dos personas cerca pueden escucharse unos a otros, pero conforme se alejan, sus voces se
escuchan menos. Plasmado en un escenario actual, esto sucede con la desigualdad
creciente, estamos atacándonos unos a otros, que se nos olvida tratar de comprender, y
cada vez nos encontramos con menos disposición de escucharnos. Estamos tan ocupados
exhibiendo nuestras diferencias, que olvidamos que compartimos un mundo, y que no
debemos avanzar en diferentes direcciones, sino en la misma.