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Sociopsicología
del trabajo
Alicia Garrido Luque (coordinadora)
© Esteban Agulló Tomás, M. Silveria Agulló Tomás, José Luis Álvaro Estramiana, Josep M. Blanch Ribas, M. Ángeles
Durán Heras, Alicia Garrido Luque, Julio Rodríguez Suárez, del texto
© 2006 Editorial UOC
Av. Tibidabo, 45-47, 08035 Barcelona
www.editorialuoc.com
ISBN: 84-9788-321-7
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químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita
de los titulares del copyright.
Coordinadora
Alicia Garrido Luque
Autores
Esteban Agulló Tomás
Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialización en Psicología
Social. Profesor titular de Psicología Social en la Universidad de Oviedo.
Índice
Presentación ................................................................................................. 13
Presentación
El objetivo de esta obra es abordar el estudio del trabajo desde una perspec-
tiva sociopsicológica. A lo largo de sus capítulos se analizan las cuestiones más
relevantes para comprender la evolución del trabajo en las últimas décadas. An-
tes de describir el contenido de cada capítulo, conviene que aclaremos algunos
de los presupuestos de los que hemos de partir a la hora de adentrarnos en el
estudio del trabajo.
Una primera precisión, de carácter conceptual, tiene que ver con la definición
del propio concepto de trabajo. A lo largo de la historia, se ha ido produciendo un
estrechamiento del campo semántico del término trabajo, debido al cual ha ido res-
tringiéndose su uso hasta designar casi exclusivamente al trabajo remunerado. En
una sociedad fuertemente monetarizada como es la actual, en donde las reglas del
mercado determinan el valor de las cosas, sólo se definen como productivas aque-
llas actividades que se desarrollan dentro del ámbito del mercado a cambio de una
remuneración económica. Sin embargo, cada vez resulta más evidente que una
gran parte de los bienes y servicios necesarios para mantener los actuales niveles de
bienestar se producen fuera del ámbito del mercado laboral y no son objeto de in-
tercambio monetario. Asimismo, es preciso tener en cuenta que existe una estrecha
interdependencia entre ambas formas de actividad, de tal manera que la participa-
ción en el mercado laboral depende en gran medida del grado de participación en
las otras formas de trabajo. Esto nos lleva a partir de una definición amplia del con-
cepto de trabajo, en la que se incluyan tanto el trabajo remunerado como las acti-
vidades que se realizan fuera del mercado, ya sea en el ámbito doméstico o en la
esfera del voluntariado. La reflexión sobre el concepto de trabajo y sobre las impli-
caciones de cada uno de los términos utilizados para designarlo será una constante
en los capítulos que componen este libro. Lo que pretendemos con ello es promo-
ver la reflexión sobre los significados tradicionalmente atribuidos al término
trabajo, evitando una aceptación acrítica de los mismos.
¤ Editorial UOC 14 Sociopsicología del trabajo
Resumen de contenidos
– Conocer los elementos necesarios para abordar el estudio del trabajo des-
de una perspectiva sociopsicológica.
– Tener claro el significado del término trabajo estableciendo una compara-
ción entre dicho término y otros conceptos afines, como actividad y em-
pleo.
– Reflexionar sobre las bases políticas y legislativas sobre las que se sustenta
la división tradicional del trabajo entre hombres y mujeres.
– Conocer las relaciones entre trabajo remunerado y trabajo no remune-
rado.
– Analizar la evolución de los significados atribuidos al trabajo y de la cen-
tralidad del mismo.
– Reflexionar sobre la viabilidad del reparto del trabajo como una solución
ante la crisis de la sociedad salarial.
– Analizar el papel de la educación y la formación en el contexto de las
transformaciones que están teniendo lugar en la estructura de la sociedad
salarial.
– Saber la importancia del trabajo como determinante del bienestar social
e individual.
– Analizar las relaciones entre el trabajo y el consumo en el contexto de la
crisis actual de la sociedad salarial.
¤ Editorial UOC 19 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
Capítulo I
El trabajo: presente y futuro
Alicia Garrido Luque
2. C. Offe (1992). La sociedad del trabajo. Problemas estructurales y perspectivas de futuro. Madrid:
Alianza Editorial.
3. J. Rifkin (1996). El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo. Barcelona: Paidós.
4. J. C. Neffa (2001). Presentación del debate reciente sobre el fin del trabajo. En E. de la Garza y J.
C. Neffa (Comps.). El trabajo del futuro. El futuro del trabajo. Buenos Aires: CLACSO.
¤ Editorial UOC 22 Sociopsicología del trabajo
Como veremos más adelante, las profecías que anunciaban el fin del trabajo asa-
lariado no se han cumplido. Aunque las tasas de desempleo se han mantenido altas
durante las pasadas décadas, la sociedad de principios del siglo XXI sigue siendo una
sociedad salarial. Esto no quiere decir que no haya cambiado nada en la esfera del
trabajo. Como veremos a lo largo de este capítulo, son muchos los cambios que se
han producido en el ámbito del trabajo durante las últimas décadas. Dichos cam-
bios no apuntan, sin embargo, en la dirección de una desaparición material del
empleo, sino que muestran una progresiva degradación de las condiciones de tra-
bajo para sectores cada vez más amplios de la población.
Otra de las grandes polémicas a las que ha dado lugar el debate sobre el fin
del trabajo se ha desarrollado en torno a la idea de que el trabajo asalariado ha
comenzado a perder su centralidad como fuente de identidad y como vehículo
de participación e integración social.
En la sociedad salarial, el empleo cumple una serie de funciones más allá de
la obtención de unos ingresos económicos. Como nos recuerda Jahoda (1979),
el empleo impone una estructura temporal a la vida diaria, obliga al desarrollo
de una actividad, hace posible la relación con personas que no forman parte del
núcleo familiar, une al individuo con metas y propósitos que trascienden los su-
yos propios y define el estatus social y la identidad.5
5. Para un análisis histórico de la forma en que el trabajo asalariado ha ido adquiriendo sus actua-
les significados, pueden consultarse los siguientes textos: J. M. Blanch (2001). Empleo y desem-
pleo, ¿viejos conceptos en nuevos contextos?. En E. Agulló y A. Ovejero (Coords). Trabajo,
individuo y sociedad. Perspectivas psicosociológicas sobre el futuro del trabajo. Madrid: Pirámide; R. Castel
(1997). La metamorfosis de la cuestión social: una crónica del salariado. Buenos Aires: Paidós; D. Méda
(1996). El trabajo: un valor en peligro de extinción. Barcelona: Gedisa.
¤ Editorial UOC 23 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
6. H. Arendt (1958). The Human Condition. Chicago: University of Chicago Press. (Trad.: La Con-
dición Humana. Barcelona: Paidós, 2002).
¤ Editorial UOC 24 Sociopsicología del trabajo
estaba extendida la denominada ética del trabajo, y hasta qué punto y en qué sec-
tores se está produciendo un cambio en el valor del trabajo. Aquí no nos deten-
dremos en este punto, puesto que será objeto de un análisis detallado en el
capítulo II de este libro, “El trabajo como valor en las sociedades humanas”.
El debate sobre el fin del trabajo, algunas de cuyas ideas centrales han sido
analizadas en el apartado anterior, surgió como reflejo de la preocupación sus-
citada por el carácter estructural que comenzó a adquirir el desempleo a partir
de la década de 1970. La idea de que el desempleo no era ya una situación co-
yuntural propia de los períodos de crisis, sino más bien la consecuencia inevita-
ble de la revolución tecnológica, fue el detonante para que surgieran voces que
vaticinaban que el fin del trabajo asalariado era inminente.
Como veremos en los apartados que siguen, las previsiones sobre una destruc-
ción masiva de puestos de trabajo no se han cumplido, aunque no cabe duda de
que nos encontramos ante una crisis profunda del empleo. La persistencia de altos
niveles de desempleo no es el único rasgo que define la actual crisis del trabajo. Las
formas de empleo que se habían convertido en la norma durante la década de 1960,
caracterizadas por la estabilidad, la jornada completa, el establecimiento de
vínculos claramente definidos con una determinada empresa, etc., están siendo
sustituidas por formas de empleo “atípicas” que han surgido como resultado de
la flexibilización del trabajo. La inestabilidad de las ocupaciones, el contrato a
tiempo parcial, la diversificación de los horarios de trabajo, el trabajo por turnos
o el auto-empleo, son situaciones cada vez más frecuentes. Estas tendencias, uni-
das al crecimiento que está experimentando el trabajo informal, han dado lugar
a un aumento de las desigualdades sociales y a una creciente polarización social.
El empleo estable, para toda la vida, que posibilitaba el desarrollo de una ca-
rrera laboral ascendente y que estaba altamente protegido, se encuentra en vías
¤ Editorial UOC 26 Sociopsicología del trabajo
a) Flexibilidad numérica
Es la capacidad de las empresas para aumentar o reducir la plantilla de forma
rápida, minimizando los costes laborales derivados del despido. El procedimien-
to habitual para lograr esta forma de flexibilidad es disminuir el número de per-
sonal contratado de forma indefinida y recurrir a los contratos de duración
determinada o a las agencias de trabajo temporal. La contratación temporal, que
8. M. Castells (1997). La era de la información. Economía, sociedad y cultura (Vol. 1). La sociedad red,
3, 179-223. Madrid: Alianza Editorial.
¤ Editorial UOC 27 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
es una de las estrategias de flexibilidad más utilizadas por las empresas, ha sido
fomentada por los gobiernos de la mayor parte de los países occidentales, que
han ido creando a lo largo de estos años un contexto normativo propicio para
la introducción de esta forma de flexibilidad.
b) Flexibilidad temporal
Es la capacidad de las empresas para introducir modificaciones rápidas tanto
en la cantidad de tiempo que los trabajadores dedican al empleo como en los
horarios y turnos de trabajo. Una de las modalidades es el contrato a tiempo par-
cial. Otra variante es la introducción de flexibilidad en los horarios, de tal ma-
nera que el número de horas dedicadas por los trabajadores pueda adaptarse a
las necesidades. Aunque lo más frecuente sigue siendo un horario regular, con
un número de horas fijo al día, comienzan a abundar los horarios “atípicos”. Las
modalidades del horario flexible son diversas: en algunos casos, se fija el núme-
ro de horas por semana y es el propio trabajador quien las distribuye; en otros
casos, se recurre a la denominada semana condensada, en la que el número de
horas semanales que el trabajador debe cumplir se cubren en cuatro días. La fle-
xibilización del tiempo de trabajo ha hecho que el número de horas por semana
esté dejando de ser el criterio estándar para calcular el tiempo de trabajo y esté
siendo sustituido por períodos de referencia más largos, como el número de ho-
ras anuales o mensuales.
c) Flexibilidad productiva
Otra de las estrategias utilizadas por las empresas para adaptarse a las fluctua-
ciones de la demanda es la externalización de algunos de los procesos de pro-
ducción, que se transfieren a otras empresas tanto del propio país como de otros
ámbitos geográficos. Tercerización, externalización, outsourcing, son algunos de
los términos que se utilizan para hacer referencia a este proceso de “adelgaza-
miento”, cuya meta es lograr empresas ligeras, que mantienen a una plantilla
fija reducida y que están conectadas con una red de empresas subcontratadas en
las que se delegan algunos procesos.
En general, la plantilla fija de la empresa está compuesta por un número lo más
reducido posible de trabajadores cualificados, que se encargan de los procesos de
gestión y planificación. El trabajo manual, en cambio, se transfiere a mano
de obra externa a la empresa. La subcontratación de otras empresas, nacionales
¤ Editorial UOC 28 Sociopsicología del trabajo
d) Flexibilidad funcional
La otra gran modalidad de flexibilidad consiste en la polivalencia de los tra-
bajadores, que permite su rotación entre diferentes puestos en función de las
necesidades de la organización. Para garantizar la flexibilidad funcional de la
plantilla, las empresas exigen un alto nivel de cualificación, capacidad de auto-
programación y disponibilidad para adaptarse a una planificación flexible y
para trabajar jornadas prolongadas.
En la tabla 1.1 podemos ver un resumen de las diferentes estrategias de flexi-
bilización utilizadas por las empresas.
Fuente: A. Goudswaard y M. Nanteuill (2000). Flexibility and Working Conditions: A Qualitative and Comparative Study in Seven EU Member
States. European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions.
http://www.eurofound.ie
Uno de los cambios más evidentes que se han producido en la estructura del
mercado laboral en los últimos años ha sido la disminución progresiva de los
empleos estables y el aumento del empleo temporal. Los contratos de duración
definida y la contratación a través de agencias de empleo temporal son modali-
dades de empleo cada vez más extendidas. Aunque la forma más frecuente de
relación contractual sigue siendo el empleo indefinido, ésta no es la situación
en todos los sectores del mercado de trabajo.
Los trabajadores que tienen un contrato temporal no constituyen un grupo
homogéneo, sino que la temporalidad adquiere un significado muy diferente
según el estrato del mercado laboral en el que se observe. La movilidad es una
característica de los sectores extremos del mercado laboral, y no significa lo mis-
mo en un caso que en otro. Para los trabajadores muy cualificados y con un alto
nivel de formación, la movilidad laboral está motivada, en general, por el desa-
rrollo de la carrera profesional, y la rotación está asociada normalmente a la pro-
moción. No ocurre lo mismo, sin embargo, en el caso de los trabajadores con
menores cualificaciones, para quienes la temporalidad suele estar asociada a po-
siciones más vulnerables dentro del mercado laboral (Recio, 1991; Beltrán, 1999).
Aunque en un principio, no tiene por qué existir una absoluta identificación
entre temporalidad y precariedad laboral, lo cierto es que en general el empleo
temporal suele ir asociado a una mayor vulnerabilidad de los trabajadores. Según
la Tercera Encuesta Europea sobre Condiciones de Vida y Trabajo (European
Foundation for the Improvement of Working and Living Conditions, 2000), los
¤ Editorial UOC 30 Sociopsicología del trabajo
9. Aunque la forma de definir el empleo a tiempo parcial varía de un país a otro, en general se
incluyen dentro de esta categoría las jornadas menores de 30 horas a la semana. Hay importantes
diferencias entre países en la proporción de empleos a tiempo parcial. La máxima proporción se
observa en Holanda (22%), mientras que España (10%) es uno de los países en donde esta forma de
empleo está menos extendida (OCDE, 1998).
¤ Editorial UOC 31 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
Por otra parte, para la mayor parte de los trabajadores la flexibilidad del
horario no implica una mayor libertad ni mayor posibilidad de organizar su
tiempo. El horario es flexible, no porque el trabajador pueda adaptarlo a sus
necesidades, sino porque varía intermitentemente de acuerdo con las nece-
sidades de la empresa. Se trataría, por tanto, de un horario variable más que
de un horario flexible propiamente dicho. En este sentido, no sólo no se tie-
nen las ventajas de la flexibilidad, sino que se sufren los inconvenientes de
la variabilidad externamente controlada. Incluso en el caso de que se dedi-
que menos tiempo al trabajo, este tipo de horarios dificulta considerable-
mente la estructuración del tiempo en otros ámbitos de la vida, de tal modo
que el trabajo, aunque ocupe menos tiempo, sigue invadiendo el resto de las
esferas.
El tiempo es una de las dimensiones de las condiciones de trabajo que tiene
mayor impacto en la vida y en el bienestar de los trabajadores. Si los trabajado-
res no tienen control sobre la organización del tiempo, la desestandarización de
la jornada laboral podría tener efectos negativos en la seguridad, la salud y el
bienestar. Los cambios frecuentes de turno, la concentración de las horas de tra-
bajo en jornadas superiores a las 12 horas, la rotación de los días de descanso,
pueden convertirse en una importante fuente de estrés laboral.10
10. Según la Encuesta sobre Condiciones de Vida y Trabajo el “22% de los empleados trabajan por
turnos, teniendo un tercio de ellos dos turnos alternativos y otro tercio, tres turnos o más. El 19%
trabaja al menos una noche al mes; el 47% al menos un sábado, y el 24% al menos un domingo. El
tiempo de trabajo irregular es muy común: el 37% de los empleados no trabajan el mismo número
de horas cada día, el 22% no trabaja el mismo número de horas cada semana, y el 24% no trabaja
igual número de horas cada mes.”
¤ Editorial UOC 34 Sociopsicología del trabajo
zonas urbanas de América Latina era el 58% en 1997. En Europa Central y del
Este, se ha producido un fuerte crecimiento del sector informal. Y en Asia, re-
presenta entre el 45% y el 80% del empleo agrícola y entre el 40% y el 60% del
empleo urbano.
El trabajo informal no es una realidad nueva, sino que siempre ha existido,
siendo la forma más frecuente de trabajo en los países no desarrollados o en vías
de desarrollo. El fenómeno nuevo, en lo que al trabajo informal se refiere, es que
lejos de estar reduciéndose, estas formas de trabajo, caracterizadas por una ma-
yor vulnerabilidad de los trabajadores y una mayor precariedad, están aumen-
tando, no sólo en los contextos en los que siempre han predominado, sino
también en los países desarrollados.
La desregulación de los mercados de trabajo y las estrategias adoptadas por
las empresas para aumentar su flexibilidad están contribuyendo a un crecimien-
to del trabajo informal. Aunque flexibilización e informalización no tienen por
qué ser sinónimos, lo cierto es que algunas de las estrategias de flexibilidad uti-
lizadas por las empresas han dado lugar a un crecimiento del trabajo informal.
Algunas modalidades de subcontratación, por ejemplo, terminan desembo-
cando en una transferencia de parte del trabajo al sector informal. En aras de la
flexibilidad productiva, algunas grandes empresas estadounidenses y europeas
han ido reduciendo la plantilla fija en sus sedes nacionales y han recurrido a la
subcontratación de empresas extranjeras que reparten parte del trabajo en el
sector informal. Este fenómeno se observa también en los países desarrollados,
en los que el aumento del trabajo informal está asociado al crecimiento de la
economía sumergida. El siguiente ejemplo, tomado de Gallino (2002), ilustra
bien la forma en que se está produciendo esta transferencia entre el sector for-
mal y el informal, y los vínculos que éste tiene con la economía oculta.
“Veamos qué ocurre, por ejemplo, cuando una compañía de ropa subcontrata un seg-
mento de su producción a una firma más pequeña. Sin duda, esto es economía for-
mal. El subcontratista distribuye el trabajo entre varias familias, diciéndoles que les
pagará 2 euros por pieza a 30 piezas al día, pero que sólo les pagará regularmente un
salario de 20 piezas o 40 euros al día, lo toman o lo dejan. Esta parte del proceso en
parte cae en el sector formal y en parte en la economía oculta. Dentro de la familia la
organización del trabajo no puede seguir ninguna lógica. Todos los días y a todas las
horas del día podemos encontrar trabajando indistintamente al padre, quien está le-
galmente desempleado; a la madre, que está empleada fuera, como segundo empleo;
a los hijos en edad escolar, que no deberían trabajar; a los abuelos, quienes se conta-
¤ Editorial UOC 38 Sociopsicología del trabajo
bilizan como jubilados y por tanto están estadísticamente fuera de la fuerza de trabajo
pero trabajan el día entero. Esta clase de trabajo a domicilio es un ejemplo casi inex-
tricable de la nueva economía en red, del trabajo informal, al mismo tiempo moder-
no y premoderno (la industria textil operaba a través de estas vías en el siglo XIX), y
de la economía oculta.”
ción, de los que forman parte sobre todo algunos grupos: mujeres, inmigrantes ile-
gales, desempleados de larga duración, etc.
Retomaremos ahora una de las cuestiones con las que iniciamos el estudio
de este capítulo: ¿podemos afirmar que estamos ante un proceso irreversible de
destrucción masiva del empleo que desembocará en la desaparición material del
trabajo asalariado? Como vimos en el primer apartado, algunos autores (Gorz,
Offe, Rifkin, entre otros) responden afirmativamente a esta cuestión, estable-
ciendo una relación causal entre la revolución tecnológica y el aumento del des-
empleo. Otros autores, sin embargo, cuestionan que nos encontremos ante el fin
del trabajo y se muestran bastante críticos ante estas visiones proféticas sobre el
futuro del trabajo (Castells, 1997; Castillo, 1999; de la Garza, 2001; Harribey,
2001; Castel, 1997, entre otros).
Resumiremos a continuación algunos de los datos que indican que a pesar
de que los niveles de desempleo siguen siendo altos en la mayoría de los países
industrializados, hoy por hoy no puede hablarse de la desaparición del trabajo
asalariado.
Algunos autores señalan que la comparación de la forma en que ha evolucio-
nado el empleo en diferentes países no permite afirmar que la introducción de
nuevas tecnologías esté asociada necesariamente a un aumento de los niveles de
desempleo. Más bien ocurre lo contrario, siendo los países con un nivel tecnoló-
gico más avanzado los que tienen tasas de desempleo más bajas. Las estadísticas
de la OCDE (1998) muestran que es en los países más avanzados tecnológicamen-
te, como Japón o Estados Unidos, en donde más empleo se ha creado en las últi-
mas décadas. En España, sin embargo, el crecimiento del empleo ha sido menor,
a pesar de tratarse de un país rezagado en lo que a la introducción de tecnologías
se refiere. A la misma conclusión se llega cuando se compara la evolución del
empleo en diferentes empresas. Mientras que algunas organizaciones han redu-
cido sus plantillas como consecuencia de la introducción de nuevas tecnologías,
otras han mantenido a los trabajadores. El hecho de que los efectos del avance
tecnológico en el empleo varíe tanto de unos contextos a otros indica que no
¤ Editorial UOC 40 Sociopsicología del trabajo
existe una relación natural entre el avance tecnológico y la destrucción del em-
pleo, sino que la asociación entre ambos se encuentra mediatizada por factores
macroeconómicos, por las políticas gubernamentales y por las estrategias orga-
nizativas adoptadas por las empresas (Castells, 1997).
Por otra parte, no parece confirmarse la predicción de que los empleos que
se destruyen en el sector industrial no puedan ser absorbidos por otros sectores
de la economía, tal y como ocurrió en el pasado cuando la destrucción de em-
pleo en la agricultura se vio compensada por el crecimiento de la industria. A la
vez que se destruyen algunos empleos, se crean otros nuevos.
También es necesario recordar que una parte importante de los argumentos
en los que han estado basadas las profecías sobre el fin del empleo se han fun-
damentado en la situación del mercado de trabajo en los países industrializados.
Sin embargo, las estadísticas sobre la evolución del empleo indican que si bien
en los países occidentales, principalmente en los europeos, el empleo en el sec-
tor industrial está descendiendo, al mismo tiempo se está produciendo una ex-
pansión del sector en los países en vías de desarrollo.11
Los datos sobre la evolución del tiempo dedicado al trabajo por la población
asalariada nos indican que estamos ante un proceso de gran complejidad, para
cuya comprensión es necesario ir más allá del análisis de las tendencias genera-
les de cambio observadas para toda la población.12 Aunque hay una ligera dis-
minución global del número de horas por semana que se dedican al empleo, es
necesario introducir las siguientes matizaciones:
13. R. Castel (1997). La nueva cuestión social. La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del
salariado (cap. 8). Barcelona: Paidós.
¤ Editorial UOC 43 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
14. U. Beck (1992). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona: Paidós; U. Beck
(2000). Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización. Barcelona: Paidós.
15. La cuestión social fue la etiqueta que se utilizó en la década de 1830 para denominar a la situa-
ción generada por la industrialización. El pauperismo fue percibido como una amenaza al orden
social y político.
¤ Editorial UOC 45 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
En la primera parte de este capítulo hemos analizado la crisis del trabajo asa-
lariado y hemos identificado las principales tendencias de cambio que se han
ido produciendo durante el tránsito hacia la sociedad postindustrial. Como he-
mos visto, estamos asistiendo a una profunda quiebra de los principios sobre los
que se había construido la sociedad salarial. Tras un período de tiempo en el que
se creía haber superado la vulnerabilidad de masas de épocas pasadas, nos en-
contramos ante un proceso de precarización del trabajo que permea a todas las
capas del mercado laboral. Algunos autores (Castel, 1997; de la Garza, 2001) ha-
blan de una “nueva cuestión social” que, al igual que el pauperismo generado
por la primera industrialización, forma parte de la dinámica del neocapitalismo.
En esta segunda parte, analizaremos algunas de las propuestas que se han ela-
borado para ofrecer una solución a esta crisis.
¤ Editorial UOC 46 Sociopsicología del trabajo
16. A. Gorz (1994). Salir de la sociedad salarial. En A. Recio y A. Gorz (Eds.). El paro y el empleo: enfo-
ques alternativos (1997). Madrid: Germanía.
¤ Editorial UOC 47 Capítulo I. El trabajo: presente y futuro
Una idea que comparte también André Gorz, quien celebra la posible aboli-
ción del trabajo como la posibilidad de abandonar la esfera de la heteronomia,
en la que el desarrollo de la actividad se encuentra determinado por normas y
necesidades externas a la persona, y entrar en el ámbito de la autonomía. Para
Gorz, la tarea prioritaria de cualquier proyecto de socialismo postindustrial es la
apropiación individual y colectiva de tiempo. A la hora de buscar soluciones a
la crisis de la sociedad laboral, resulta absolutamente imprescindible elaborar
una política de redistribución del trabajo y de reducción de la cantidad de tiem-
po que se le dedica.
Una propuesta parecida es la de Dominique Méda (1996), quien partiendo
de la distinción entre actividad y trabajo, señala que es en aquella y no en éste
en donde debe buscarse la autorrealización y la participación social. La meta del
pleno empleo, dice Méda, debe ser sustituida por la de la plena actividad, para
lo cual es preciso “desencantar” el trabajo, despojándolo de todas las connota-
ciones utópicas que ha ido adquiriendo.
La articulación de un nuevo orden social basado en la actividad no supone
necesariamente renunciar a la aspiración del pleno empleo. Lo que se propone,
más bien, es una disminución del tiempo dedicado al trabajo no remunerado
que permita el acceso de todos a la producción y la liberación de tiempo para
poder participar de otras actividades. La instauración de una sociedad de la ple-
na actividad se basa en la autolimitación del espacio ocupado actualmente por
el trabajo remunerado, y la construcción de una nueva forma de ciudadanía, ba-
sada en la participación de la persona en el ámbito familiar, político y cultural
(Méda, 1996); la instauración de una democracia comunal construida sobre la base
de una participación de todos en el trabajo, tanto remunerado como no remunera-
do, y una participación plena en actividades cívicas y políticas (Beck, 2000).
En el fondo de estas propuestas se encuentra la idea del reparto del trabajo
como la única vía factible de superar la crisis actual de la sociedad salarial. Son
numerosos los autores que, desde posiciones teóricas e ideológicas diferentes,
abogan por el reparto del trabajo. Dado que el pleno empleo, en el sentido en
que tradicionalmente se ha entendido, es una realidad inalcanzable, la solución
más realista a la situación actual parece ser una redefinición de las reglas de la
sociedad salarial que permita el acceso de todos a los recursos escasos asociados
con el trabajo. A diferencia de las propuestas basadas en la constitución de un
tercer sector, cuyo objetivo es paliar la situación de los excluidos, estos plantea-
¤ Editorial UOC 50 Sociopsicología del trabajo
El reconocimiento del derecho al trabajo debería ser, por tanto, uno de los
principios en los que se inspire la transformación de la sociedad salarial. No obs-
tante, en el contexto actual, resulta cada vez más evidente que para que este de-
recho pueda ser ejercido por todos, hace falta una renovación profunda del
trabajo, un nuevo contrato social que permita el reparto del trabajo socialmente útil
y de los recursos escasos asociados al mismo (Castel, 1997). La disminución del
tiempo de trabajo y el fomento de la participación de los ciudadanos en otras acti-
vidades podrían ser las bases de esta transformación. A la hora de elaborar fórmulas
que puedan articular la salida de esta crisis, es preciso tener en cuenta que la so-
ciedad actual es todavía masivamente una sociedad salarial, en la que el estatuto
de ciudadano sigue fuertemente vinculado al acceso al trabajo remunerado. El
empleo sigue ocupando un lugar central en la vida de las personas y, aunque su
significado esté cambiando, la aspiración de grandes sectores de la población si-
gue siendo participar en el trabajo remunerado.
El otro principio en el que debería estar basada la transformación de la socie-
dad salarial es el reconocimiento de los derechos de los trabajadores. Aunque la
crisis actual de la sociedad salarial parece irreversible, la elaboración de solucio-
nes para salir de la misma no debería llevarnos a olvidar los logros sociales que
acompañaron a su constitución. Los derechos que actualmente se reconocen a
los trabajadores no son la consecuencia natural del progreso económico, sino el
resultado de largas luchas sociales. La precarización actual del empleo represen-
ta un importante retroceso en este sentido. La eliminación de la precariedad la-
boral debería ser, por tanto, un objetivo prioritario a la hora de elaborar
propuestas que planteen una solución a la “nueva cuestión social”.
La crisis actual del trabajo plantea nuevos retos a las ciencias sociales, en ge-
neral (Brown, 1999),17 y a la sociopsicología del trabajo, en particular. Cada vez
es más evidente que las tendencias de cambio que hemos analizado en este ca-
pítulo son irreversibles y que para buscar una solución a la situación actual, es
necesaria una renovación profunda del trabajo y de los principios que regulan
la sociedad salarial. Para ello, no basta con buscar fórmulas económicas y jurí-
dicas, sino que además es preciso obtener un mayor conocimiento sobre la di-
mensión psicosociológica del cambio. El estudio de los significados atribuidos
17. R. Brown (1999). El reto del trabajo del futuro para las ciencias sociales. En J. J. Castillo (Ed.). El
trabajo del futuro. Madrid: Editorial Complutense.
¤ Editorial UOC 54 Sociopsicología del trabajo
Resumen
Capítulo II
El trabajo como valor en las sociedades humanas
Josep M. Blanch Ribas
1. M. Rokeach (1968). Beliefs, attitudes and values. San Francisco: Jossey-Bass; M. Rokeach (1973).
The nature of human values. San Francisco: Jossey-Bass.
¤ Editorial UOC 60 Sociopsicología del trabajo
Como las actitudes, los valores son ideas cargadas de afecto que disponen a
actuar de forma determinada ante algo; pero tienen un alcance más general. Por
ejemplo, el valor naturaleza incluye un amplísimo repertorio de actitudes elemen-
tales concernientes a biodiversidad, sostenibilidad, ahorro energético, consumo
ecológicamente responsable, reciclaje, depuración, paisaje, basuras y un largo et-
cétera.
Mientras el número de actitudes roza el infinito, el de los valores es mucho
más reducido. Éstos aparecen, además, organizados en un sistema relativamente
coherente y dispuestos en una escala jerárquica. Admiten distintos grados de in-
¤ Editorial UOC 61 Capítulo II. El trabajo como valor...
“El griego antiguo no disponía de un término unificador para significar los conceptos
expresados por las palabras ‘trabajo’ y ‘trabajar’ (…). Tampoco el latín ni las otras len-
guas clásicas, ni la mayor parte de las lenguas extraeuropeas poseen propiamente un
término o un concepto correspondientes a la idea abstracta de una actividad indife-
renciada orientada hacia la producción, la transformación o la manipulación de va-
lores de uso y creadora de valor económico”.
2. Ver Jaccard, 1960; Parias, 1960; Anthony, 1977; De Ruggiero, 1977; Cartier, 1984; Hall, 1986;
Gorz, 1988; Pahl, 1988; Tripier, 1991; Aizpuru y Rivera, 1994; Méda, 1995; Bauman, 1998.
3. M. Cartier (1984). Le Travail et ses Répresentations. París: Archives contemporaines.
¤ Editorial UOC 65 Capítulo II. El trabajo como valor...
Tripalium
• Instrumento de tortura compuesto de tres palos.
• Herramienta agrícola para cribar cereales.
• Dispositivo usado por herreros para sujetar las patas de los caballos.
Labare. Caminar vacilando bajo el efecto de una pesada carga.
Labor. Actividad agrícola.
Latín Laborare. Cultivar el campo.
Labores
• Tareas agrarias (cultivo).
• Sus medios de producción (semillas).
• Sus frutos (cosecha).
Opus. Acción desarrollada con esfuerzo creador y su resultado final (obra).
Operare. Ejecución de tareas bajo el signo de la presión social.
Lao
• Fatiga, pena.
• Trabajo, faena, labor.
• Molestar, incomodar, fastidiar.
• Debilidad, agotamiento.
• Mérito, servicio importante.
Tung
• Moverse.
Chino • Hacer.
• Comenzar.
T’ung
• Sufrir, sentir dolor.
• Sufrimiento, tristeza, aflicción.
Lao Tung
• Trabajar.
• Trabajo.
La experiencia del trabajo y las mismas relaciones laborales son, en parte, fru-
to de las circunstancias socioeconómicas y, en parte, están mediatizadas por el
modo como la sociedad, a través del lenguaje cotidiano y del sentido común,
las concibe, las interpreta y las valora.
En todas las épocas de la historia humana, aparecen indicios de diferentes
concepciones y valoraciones de la actividad laboral, que se extienden entre el
extremo de la valoración positiva y el de la negativa.4
Ante este panorama, Jaccard (1960, p. 23) sostiene que, “según los lugares,
los tiempos y las circunstancias, el trabajo ha sido honrado o despreciado, pero
casi siempre amado y odiado al mismo tiempo”. La tabla 2.2 da una idea de tal
diversidad de enfoques.5
4. P. Jaccard (1960). Historia social del trabajo. Barcelona: Plaza & Janés.
5. Cicerón, M. J. (106-43 a.C.). Los Oficios (p. 79). Madrid: Espasa Calpe, 1968.
¤ Editorial UOC 67 Capítulo II. El trabajo como valor...
• “Y Dios puso al hombre en el Jardín del Edén para que lo cultivase y guardase”
(Génesis 2, 15).
• “El sudor del trabajador es más sagrado que la sangre del mártir” (tradición oral
islámica).9
• “La pereza no alimenta al pobre” (sentencia popular de la Grecia clásica).10
• “Haz algo: corta leña, labra la tierra (…) Tendrás qué beber, qué comer, qué vestir.
Con esto estarás de pie (serás verdadero), con eso andarás. Con eso se hablará de
Positiva ti, se te alabará. Con eso te darás a conocer a tus padres y parientes” (tradición
azteca del siglo XV).11
La bendición
del trabajo • “El tiempo es oro. El tiempo es dinero.
–
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
–
La zorra que duerme no caza gallinas.
–
El hambre no se atreve a entrar en la casa del laborioso.
–
El trabajo lo vuelve todo fácil.
–
Dios nada niega al trabajo.
–
Sin trabajo, no hay beneficio.
–
Una profesión es una propiedad que rinde honor y provecho” (Benjamin Franklin,
1706-1790).12
6 7 8 9 10 11 12
6. Grupo Krisis (1999). Manifiesto contra el trabajo (p. 31). Barcelona: Virus, 2002.
7. Bhagavad-Gita (del Mahabharata) (primer milenio a.C.). The song celestial (cap. 18). Londres:
Routledge & Kegan Paul, 1972.
8. Viejo rockero mediterráneo.
9. Sentencia atribuida al Profeta Mahoma, pero no contenida en El Corán. Fuentes: una mujer uni-
versitaria iraní y creyente según la tradición shiíta y un hombre, de origen magrebí, inmigrante sin
papeles, y socializado religiosamente en un medio sunita.
10. Citada por P. Jaccard (1960). Historia social del trabajo (p. 81). Barcelona: Plaza & Janés.
11. Citada en UNESCO (1968). El derecho a ser hombre (p. 298). Salamanca: Sígueme, 1983.
12. Benjamin Franklin (1706-1790) publica sus sentencias proverbiales en su mundialmente
famoso Almanaque del Buen Ricardo (entre 1732 y 1757), en los huecos que aparecen entre los días
del calendario. Se trata de consignas orientadas genéricamente a facilitar la instrucción del pueblo
(norteamericano) y, más específicamente −según las propias palabras del autor−, a “inspirar el
amor al trabajo y a la economía, como medio de llegar a la fortuna y, por consiguiente, de fortale-
cer la virtud”. B. Franklin (1964). El libro del hombre de bien. Madrid: Espasa Calpe (sin fecha de la
edición original).
¤ Editorial UOC 68 Sociopsicología del trabajo
13. Prefacio a OIT (1961). El empleo como objetivo del desarrollo económico. Ginebra: Oficina Interna-
cional del Trabajo
14. Comisión Europea (DG-5) (1994). Política Social Europea. Un paso adelante hacia la unión. Libro
Blanco (pp. 3 y 7). Luxemburgo: OPOCE.
15. P. Díaz y D. Liceras (1996). “La creación de empleo y la mejora de la competencia”. El País (7 de
mayo, p. 56).
¤ Editorial UOC 69 Capítulo II. El trabajo como valor...
actividad en la esfera pública, demandada, definida, reconocida como útil por otros
y, como tal, remunerada por ellos.”
Aspecto
Antigüedad Modernidad
comparado
“De ahí deriva, por otra parte, la representación social del desempleo como situación
sospechosa de pereza y de parasitismo social que tan bien le viene al neoliberalismo
y tantos argumentos proporciona a sus voceros más o menos cualificados: si ‘Dios
ayuda a quien se ayuda’ y ‘quien la sigue la consigue’, entonces el éxito es un mérito
individual y, por tanto, el fracaso laboral y económico no puede ser más que un de-
16. Según A. Vega (1998). Ramón Llull y el secreto de la vida. Barcelona: Siruela.
17. Según E. Jones (1970). Vida y obras de Sigmund Freud. Barcelona: Anagrama.
¤ Editorial UOC 71 Capítulo II. El trabajo como valor...
mérito de la propia persona, que exhibe una sutil combinación de no poder, no saber
y no querer trabajar. El que fue presidente Aznar justificó, ante el Congreso de los Di-
putados, su estrategia de reforma del modelo de subsidio del desempleo con una frase
a la altura de las que ha legado a la posteridad su colega Bush, Jr. en materia de polí-
tica internacional: ‘Los trabajadores no deben mantener a los que no quieren trabajar’
(Diario El Mundo, 22-05-2002). Lo que hoy entendemos por trabajo ha sido, a lo largo
de la historia humana, un referente para toda suerte de tabúes y de imperativos mo-
rales, así como de prescripciones y proscripciones diversas. Esta ambivalencia funda-
mental que ha venido suscitando ha acabado haciendo de él objeto del deseo y del
rechazo más profundos, del miedo a tenerlo y a perderlo, del ansia por liberarse de él
y del horror a quedarse sin él, vía de emancipación y de alienación, potencial libera-
dor y deshumanizador, don y mercancía, factor tranquilizante y estresante, (…) fuen-
te de beneficios y de maleficios.”
18. M. Weber (1905). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Barcelona: Península, 1969;
A. Furnham (1990). The Protestant Work Ethic. The Psychology of Work-Related Beliefs and Behaviors.
Londres: Routledge; L. Boltanski y E. Chiapello (1999). El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid:
Akal.
¤ Editorial UOC 73 Capítulo II. El trabajo como valor...
En los años ochenta del pasado siglo, en las postrimerías de la fase fordista de
la modernidad industrial, se realiza una importante investigación transcultural
(MOW, 1987), de diseño transversal, sobre el significado del trabajar (meaning of
working). Un equipo internacional estudia las respuestas que unas quince mil
personas, pertenecientes a ocho países, distribuidos en tres continentes, dan a
la pregunta sobre lo que significa para ellas trabajar (asalariadamente).19
El estudio parte de una doble premisa:
19. MOW. International Research Group (1987). The meaning of working. Londres: Academic Press;
MOW. International Research Group (1991). The meaning of work. European Work and Organisa-
tion Psychologist. I (2/3) (número monográfico); M. Salanova, F. J. Gracia, y J. M. Peiró (1996).
Significado del trabajo y valores laborales. En J. M. Peiró y F. Prieto (Eds.). (1996). Tratado de
Psicología del Trabajo (Vol. 2). Aspectos psicosociales del trabajo (pp. 35-63). Madrid: Síntesis.
¤ Editorial UOC 76 Sociopsicología del trabajo
El de las normas sociales sobre trabajar sintetiza las valoraciones que las
personas hacemos en torno al trabajo. Las principales giran en torno a dos
ejes:
Los resultados valorados incluyen aquello que las personas buscan en el tra-
bajo y por lo que trabajan (remuneración, autoexpresión, reconocimiento so-
cial, contactos interpersonales, etc.); mientras que las metas laborales preferidas
consisten en las características apetecidas de la actividad laboral desarrollada
(autonomía, interés de la tarea, horario, clima social, nivel salarial, oportunida-
des de aprendizaje o de promoción, etc.).
De la voluminosa información aportada por el estudio destaca la conclusión
general sobre la elevada centralidad del trabajo en todas las categorías de edad,
sexo y país, en el marco de una considerable variabilidad al respecto en los ni-
veles interindividual, internacional e interprofesional y la alta importancia de
los derechos laborales para la amplia muestra encuestada, que también recono-
ce la de los correspondientes deberes. Entre las características preferidas de un
trabajo, figuran el interés de la tarea, la buena paga, la autonomía, el clima la-
boral, la seguridad e higiene, la adecuación del puesto a las habilidades y com-
petencias personales, las oportunidades de aprendizaje, la variedad, el horario,
el entorno físico y las perspectivas de promoción.
La figura 2.2 ilustra respectivamente la centralidad del trabajo en el ciclo vi-
tal de las personas en la modernidad industrial.
¤ Editorial UOC 77 Capítulo II. El trabajo como valor...
Existe una larga tradición de estudios empíricos sobre los valores asociados
al trabajo (Ros & Gouveia, 2001). Salanova, Gracia y Peiró (1996) se apuntan a
las tesis del “cambio de los valores tradicionales de la sociedad industrializada,
entre los que predominan los económicos y los de seguridad, hacia otros post-
materialistas o post-industriales, con mayor preocupación por la calidad de vida”
(p. 21). Anteriormente, el estudio transcultural MOW (Meaning of Working, 1987)
había detectado una evolución desde cierta concepción predominante del trabajo
en términos de obligación o deber hacia una representación del mismo como dere-
cho. En una dirección similar –de cambios más o menos significativos en cuanto
al valor trabajo y a los valores laborales– apuntan los datos de la aplicación es-
pañola de la macroencuesta sobre los valores de los europeos que viene desarro-
llando cada diez años (inicios de los ochenta, de los noventa y de 2000) el
European Values Study (Andrés Orizo, 1983, 1991a, 1995, 1996, Elzo y Andrés
Orizo, 2000), así como los de la extensión de la misma encuesta a la población
¤ Editorial UOC 80 Sociopsicología del trabajo
catalana (Andrés Orizo, 1991b, Andrés Orizo y Roqué, 2001) y a la juventud cata-
lana (A. Estradé et al., 2002).
También García-Montalvo, Peiró y Soro (2003), en una investigación realiza-
da desde el Observatorio de la Inserción Laboral de los Jóvenes, reiteran la impresión
de que entre la juventud valenciana, madrileña y barcelonesa se da una ligera
tendencia a la disminución de la centralidad absoluta y relativa del trabajo, ma-
tizada por dos observaciones nada irrelevantes:
20. R. Inglehart (1977). The silent revolution: changing values and political styles among Western pub-
lics. Princeton: Princeton University Press; R. Inglehart (1990). El cambio cultural en las sociedades
industriales avanzadas. Madrid: Siglo XXI, 1991; R. Inglehart (1997). Modernization and Postmodern-
ization. Princeton: Princeton University Press; R. Inglehart, M. Basáñez, y A. Moreno (1998).
Human Values and Beliefs. Ann Arbor: University of Michigan Press; P. R. Abramson y R. Inglehart
(1995). Value Change in Global Perspective. Ann Arbor: The University of Michigan Press; J. Díez y R.
Inglehart (1994). Tendencias mundiales de cambio en los valores sociales y políticos. Madrid: Fundesco.
¤ Editorial UOC 82 Sociopsicología del trabajo
Los “datos empíricos” están ahí, acaso confirmando en algún grado y en cier-
to sentido los postulados de Inglehart, si bien, como observan Salanova, Gracia
y Peiró (1976, p. 62), “la investigación empírica no presenta resultados con-
gruentes”, puesto que se prestan a múltiples lecturas, en parte alternativas y en
parte complementarias.
De entrada, puede afirmarse que los modelos de cambio basados en estudios
macroestadísticos describen un cierto nivel manifiesto de los procesos sociales
y psicológicos, pero que este valor descriptivo de los datos aportados no garan-
tiza un conocimiento del trasfondo del cambio axiológico. Así, algunas críticas
de aquel modelo sugieren que de lo que trata no es propiamente de cambio de
valores (profundos y estables), sino más bien de actitudes (más superficiales e
inestables).
Desde otro punto de vista, podemos dudar de que lo descrito por tales mo-
delos empíricos indique un cambio cualitativo del sistema de valores por los que
se rige la vida de la mayor parte de las personas, grupos y sociedades del mundo
occidentalizado. También podría tratarse de simples reajustes funcionales en
aras de una continuidad del sistema trabajocéntrico. Acaso la transición consis-
ta simplemente en un desplazamiento desde el valor “trabajo duro” mediante
el ascetismo y la disciplina hacia el “trabajo gratificante” mediante el hedonis-
mo y la creatividad. Nada de ello rebajaría la importancia concedida al trabajo
ni el trasfondo de economicismo y de trabajismo que caracteriza el escenario del
nuevo capitalismo informacional, flexible y global, en el que las personas son
permanentemente incitadas a realizarse no tanto en la producción cuanto en el
consumo, lo cual, paradójicamente, las motiva a “trabajar más para gastar más”
y refuerza así el valor instrumental del mismo trabajo.
¤ Editorial UOC 83 Capítulo II. El trabajo como valor...
Sin embargo, cuatro lustros más tarde, la juventud catalana expresa su “materialismo”
cuando responde a la encuesta europea de valores de 2000 señalando como “aspectos
más valorados en relación al empleo”, en primer lugar, los “buenos ingresos” (87% de
los encuestados) y, en segundo, la “seguridad en el empleo” (68%). En este mismo in-
forme se deja constancia de que, si bien parece observarse una tendencia evolutiva en
línea “decreciente” en cuanto a la valoración relativa del trabajo en comparación con
otros valores, “trabajar” sigue siendo considerado en términos absolutos como “muy”
o “bastante” importante por el 89% de la juventud encuestada. Asimismo, el 79,8% de
la misma afirma que “es necesario tener un empleo para desarrollar las capacidades per-
sonales”. Para rematar los “hallazgos”, el estudio concluye que “las valoraciones que
hacen los jóvenes con respecto al mundo laboral no difieren radicalmente de la valo-
ración del mismo por los adultos” (Salvadó, 2002, pp. 70-73).21
21. A. Salvadó (2002). Joves i treball: valors de seguretat o valors de risc?. En A. Estradé, L. Flaquer,
J. Font, J. Padilla, A. Salvadó, M. A. Roque y F. Torralba (2002). Joves i valors. Ells joves catalans a
l’Enquesta Europea de Valors (pp. 69-85). Barcelona: Generalitat de Catalunya, Secretaria General de
Joventut.
¤ Editorial UOC 84 Sociopsicología del trabajo
y por el enfoque mínimax, orientado –en el siglo XXI como en el XIX– a minimi-
zar los costes (salariales) y a maximizar los beneficios (económicos, en el caso
del capital, sociales en el de la empresa pública de servicios, como una univer-
sidad o un hospital general).
Además, las encuestas de valores recogen más lo que la gente “dice” (en lo
que probablemente se refleja no sólo lo que piensan, sino también lo que cada
persona encuestada juzga como políticamente correcto y socialmente deseable)
que lo que hace (se agarra a los ingresos, al dinero, a la estabilidad en el empleo
y a las horas extras).
Esta aparente paradoja entre lo que se declara y lo que se hace no es exclusiva
de las encuestas de valores, sino que viene a ser común a los más diversos tipos
de estudios empíricos. Veamos sólo dos ejemplos al respecto, que guardan una
relación tangencial con los cambios relativos a la valoración del trabajo:
tan sólida, dura y estable como el saber acerca de la misma, la historia es un pro-
ceso lineal, evolutivo y progresivo, el futuro es relativamente previsible, preve-
nible, planificable y controlable, y la existencia individual y colectiva es
significativa.
La modernidad es la emocionante empresa de la búsqueda de la certidumbre
y de la conquista de la seguridad. El valor trabajo forma parte del “paradigma
heredado” y, en definitiva, de la “agenda oculta de la modernidad” (Toulmin,
1990).23
Sin embargo, ante el horizonte postmoderno, el mundo aparece más caótico,
la realidad más fluida, frágil e inestable, la historia más compleja, el futuro más
imprevisible e incontrolable y la existencia más desconcertante, a la vista de que
ni la razón proporciona certidumbre ni el trabajo seguridad.
El contraste entre ambos contextos es de lo más intenso: la culminación del
valor trabajo acontece en la modernidad industrial fordista, en la que un buen
currículum garantiza un buen empleo en una buena empresa y una buena ca-
rrera. Esta “realidad”, en la economía de la certidumbre y de la seguridad, ha lle-
gado a tener la solidez de un lingote de oro. Han bastado unos pocos lustros para
que se rompiera el cántaro del cuento de la lechera: en el infocapitalismo flexi-
ble y global, la combinación buen currículum-buen empleo- buena empresa-
buena carrera puede ser tan efímera como una burbuja de jabón ante una co-
rriente de aire.
En la economía de la incertidumbre y de la inseguridad, los despidos labora-
les, al igual que cualquier modalidad denigrante de flexibilización laboral, pue-
den producirse en tiempos de expansión, en empresas con una alta tasa de
beneficios y afectando al personal más educado, competente, eficaz y eficiente,
disciplinado, fiel y comprometido de la plantilla.
24. E. Mingione (1991). Las sociedades fragmentadas. Una sociología de la vida económica más allá del
paradigma del mercado. Madrid: MTSS, 1993; New York Times (1996). The Downsizing of America.
Nueva York: Times Books-Random House; R. Sennet (1998). La corrosión del carácter. Las
consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona: Anagrama, 2000.
25. U. Beck (1992). La Sociedad del Riesgo: hacia una nueva Modernidad. Barcelona: Paidós, 1998;
U. Beck (1999). Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización. Barcelona:
Paidós; U. Beck (2002). La Sociedad del Riesgo Global. Madrid: Siglo XXI.
¤ Editorial UOC 90 Sociopsicología del trabajo
Los peligros que acecharon a las “sociedades del riesgo” modernas aparecían
como de carácter natural, accidental, coyuntural, de ámbito local y de naturaleza
relativamente calculable y gestionable; por lo cual no suponían una seria ame-
naza para el sistema establecido de certidumbre y de seguridad. Según Beck, la “se-
gunda modernidad” conlleva la “sociedad del riesgo”, en la que domina la
certidumbre de la incertidumbre y la seguridad de la inseguridad, ante la expe-
riencia (evidencia) de que el riesgo tiene carácter social, normal, estructural, glo-
bal y de que resulta difícil de manejar en la teoría y en la práctica.
En lo que concierne al panorama sociolaboral, este sociólogo alemán ha su-
gerido la metáfora de la feminización y ha desarrollado especialmente la de la
brasileñización como modelo de futuro.
En cuanto a la primera de estas metáforas, Beck esboza el modelo de una tran-
sición cuyo punto de partida radica en un sistema de empleo típicamente mascu-
lino, basado en un único trabajo asalariado, que se realiza en el espacio-tiempo de
la fábrica o de la oficina, con contrato y salario perfectamente definidos, con con-
diciones laborales determinadas, que representa un empleo estable, invariable e
inflexible que proporciona el sustento básico de la familia moderna occidental. El
punto de llegada tiende a encarnar una modalidad tradicionalmente femenina de
trabajo, caracterizada por el desempeño de múltiples ocupaciones laborales de
tiempos parciales, retribuidas o no, fuera y dentro del hogar, con contrato laboral
o de carácter voluntario, habitualmente inestables, variables y flexibles.
Al referirse a la sociedad del riesgo laboral en términos de brasileñización de
Occidente, habla de un modelo de desarrollo que representa un patrón negativo
de evolución histórica, una especie de modelo europeo de sociedad del trabajo
y del bienestar vuelto del revés.
El punto de referencia inicial del modelo es una sociedad europea de pleno
empleo, socialmente integrada, cohesionada, formalizada y legalizada, que se
autoconcibe y autopresenta como modelo universal de desarrollo económico,
social y político.
La brasileñización representa la tendencia dominante en la era de transición
sociolaboral contemporánea: el paradigma de la informalización del trabajo
como modelo general de desarrollo. El modelo brasileño convencional heredado
del siglo XX se caracteriza principalmente:
Esta segunda opción conlleva responder a cuestiones como las siguientes: ¿es
posible orientarse y orientar con respecto al trabajo, en las circunstancias actua-
les? ¿Cabe la posibilidad de recomponer una axiología laboral capaz de guiar pen-
samientos, emociones y actuaciones individuales y colectivas, como lo hizo la
de la modernidad industrial? ¿En qué se fundamentan y en qué consisten hoy
y aquí el valor trabajo y los valores laborales?
Orientar, en su acepción débil, espacial, consiste en señalar una determinada
ubicación en el espacio. En sentido fuerte, temporal, significa asignar una meta
histórica. En este sentido, tiene carácter estratégico y se concreta en el encami-
nar(se), guiar(se) y conducir (se) hacia ese fin.
Ahora bien, Oriente sólo existe propiamente en un cosmos (universo ordena-
do con sistema de coordenadas estable y previsible) donde la estrella polar siem-
pre indica el norte del observador, el sol sale por el este y se pone por el oeste,
que permanecen siempre en su lugar.
En el actual universo laboral en red, flexible y global, las referencias espacia-
les cambian su significado. Oriente ya no es lo que era; el sol del capital sale y
se pone por doquier. Derecha, izquierda, levante y poniente, en un mundo glo-
bal ya no son lo que fueron ni representan lo que representaron. Norte, sur, este
y oeste son meras reminiscencias arqueológicas, como los mercados locales y los
estados nacionales. Lo mismo ocurre con las referencias temporales: en la socie-
dad red y la economía global, los modelos de tiempo cronológico y de diferencias
horarias anclados en el sentido común moderno valen tan sólo como ficción re-
tórica.
Manuel Castells nos presenta un nuevo entorno en cuyo marco el trabajo y
las relaciones laborales adquieren una nueva configuración:
“El trabajo pierde su identidad colectiva, individualiza cada vez más sus capacidades,
sus condiciones laborales, y sus intereses y proyectos. Quiénes son los propietarios,
quiénes los productores, quiénes los gestores y quiénes los servidores se vuelve cada
vez más difuso en un sistema de producción de geografía variable, de trabajo en equi-
po, de interconexión, de outsourcing y de subcontratación. [...]
El Capital y el Trabajo tienden a existir cada vez más en espacios y tiempos diferentes:
el espacio de los flujos y el espacio de los lugares, el tiempo inmediato de las redes
informáticas frente al tiempo de reloj de la vida cotidiana. De esta forma, viven el uno
por el otro, pero no se relacionan entre sí [...]. El Capital tiende a escapar en este hi-
perespacio de circulación pura, mientras que el trabajo disuelve su entidad colectiva
en una variación infinita de existencias individuales. En las condiciones de la socie-
dad red, el capital se coordina globalmente; el trabajo se individualiza.
Más allá de esta dicotomía fundamental, sigue existiendo una gran diversidad social,
compuesta por las apuestas de los inversores, los esfuerzos de los trabajadores, el in-
genio y el sufrimiento humanos, los contratos y los despidos, los ascensos y descen-
sos, los conflictos y las negociaciones, la competencias y las alianzas.”
Resumen
Necesidad
Maldición Baja en aristocracia
Castigo Alta en subempleo
– Alta laboral
Imposición Baja en superempleo
Yugo Alta en proletariado
Estigma
Medio de vida
Actividad natural
Principio de
realidad
= Función Media Media Alta
instrumental
Deber moral
Responsabilidad
social
Elección
Bendición
Mérito Alta en aristocracia
Alta en superempleo
+ Satisfacción Baja laboral
Expresión Baja en subempleo
Baja en proletariado
Realización
Desecho
Capítulo III
Trabajo, ocupación y bienestar
José Luis Álvaro Estramiana y Alicia Garrido Luque
Mediante el término bienestar suele hacerse referencia a una realidad que sin
duda es compleja y que no encierra únicamente una dimensión económica.1
Desde un punto de vista sociopsicológico, el bienestar no es únicamente el re-
sultado de la cobertura de necesidades materiales, sino que depende también de
la satisfacción de otras necesidades humanas. Cuando hablamos de bienestar no
hacemos referencia únicamente a un estado físico, sino también a un estado
mental y emocional. Por otra parte, cuando reflexionamos sobre el bienestar no
lo entendemos como una experiencia exclusivamente individual, sino que con
frecuencia nos referimos al bienestar colectivo.
El trabajo es, sin lugar a dudas, una dimensión fundamental a la hora de ana-
lizar el nivel de bienestar de las sociedades y de las personas que las componen.
No sólo porque es la única forma que la mayoría de la población tiene de acce-
der a unos recursos económicos que garanticen su subsistencia, sino también
porque permite la satisfacción de otras necesidades.
En este capítulo analizaremos la asociación entre trabajo y bienestar desde
una doble vertiente. En primer lugar, reflexionaremos sobre la forma en que el
bienestar se ve afectado por el hecho de no poder acceder, aun deseándolo, a un
puesto de trabajo. Si bien el debate sobre el desempleo a menudo se ha centrado
en sus repercusiones económicas, no cabe duda de que más allá de la pérdida de
ingresos, el desempleo afecta directamente a la vida de los individuos que lo su-
fren, a la de aquellos que anticipan sus consecuencias y, finalmente, a las de las
1. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ofrece tres acepciones para el término
bienestar: 1) Conjunto de las cosas necesarias para vivir bien. 2) Vida holgada y abastecida de
cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad. 3) Estado de la persona humana en el que se
hace sensible el buen funcionamiento de su actrividad somática y psíquica.
¤ Editorial UOC 100 Sociopsicología del trabajo
1. Desempleo y bienestar
Las investigaciones sobre los efectos psicológicos del desempleo siempre han
estado asociadas a periodos de crisis económica. La crisis económica que empe-
zó a fraguarse con anterioridad al inicio de la década de los años treinta en el
mundo capitalista occidental provocó unas altas tasas de desempleo que origi-
naron los primeros estudios sobre las consecuencias del desempleo en el bien-
estar de los individuos. De entre estos trabajos pioneros debemos destacar el
realizado por Jahoda, Lazarsfeld y Zeisel (1933), en Marienthal,2 una comunidad
¤ Editorial UOC 101 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
en la que el cierre de la fábrica afectó a todos sus habitantes. Las principales con-
secuencias que el desempleo tuvo en los habitantes de esta pequeña ciudad aus-
triaca fueron las siguientes:
• Pérdida de valores.
• Sentimientos de inferioridad y pérdida de la confianza en uno mismo.
• Desmoralización y pesimismo con respecto al futuro.
• Aislamiento social, introversión y disminución de las relaciones interper-
sonales.
• Desestructuración temporal; incapacidad para regular las actividades co-
tidianas de una forma satisfactoria.
• Depresión.
Los estudios llevados a cabo por los científicos sociales durante los años treinta
fueron muy numerosos y ponen de manifiesto las consecuencias negativas del
2. El libro Marienthal es un clásico en la bibliografía de los estudios sobre las consecuencias psico-
sociales del desempleo y se encuentra traducido al español en la editorial La Piqueta. Su lectura es
altamente recomendable.
¤ Editorial UOC 102 Sociopsicología del trabajo
Las conclusiones de las investigaciones que se han realizado desde los años
setenta hasta la actualidad corroboran los resultados obtenidos en los estudios
realizados en los años treinta. Ni los cambios acaecidos con respecto al mercado
laboral, ni las mejoras en la calidad de vida de los países occidentales han dado
lugar a un cambio en la relación entre el desempleo y el bienestar psicológico.
Como señalamos anteriormente, existen dos tipos de estudios: los de carác-
ter transversal, que estudian si el desempleo está asociado a un deterioro en el
bienestar psicológico y los estudios longitudinales, donde se pretende analizar
si el deterioro en la salud mental es la causa de estar desempleado, o si, por el
contrario, como parece lógico pensar, el desempleo es causa de trastornos psi-
cológicos de carácter no psicótico. En la mayoría de los estudios se utiliza
como medida del bienestar psicológico el GHQ (General Health Questionnaire,
Goldberg, 1972). Este cuestionario consta, en su versión reducida, de 12 preguntas
en las que la persona contesta cómo se ha sentido en las últimas semanas. Ejemplos
de algunos de los ítems de este cuestionario son los siguientes: “¿Sus preocu-
paciones le han hecho perder mucho sueño?”, “¿Se ha sentido constantemen-
te agobiado/a y en tensión?” o “¿Se ha sentido poco feliz o deprimido/a?”. Las
modalidades de respuesta para estas preguntas fueron: “No, en absoluto”, “No
más de lo habitual”, “Más de lo habitual” y “Mucho más de lo habitual”. Como
medida de bienestar psicológico se ha utilizado en numerosos estudios en los
que se pretende analizar la relación entre el desempleo y la salud mental. Los
resultados a los que llegan los investigadores sociales muestran que los desem-
¤ Editorial UOC 104 Sociopsicología del trabajo
3. Un resumen de los estudios sobre desempleo y salud mental se encuentra en: J. L. Álvaro (1992).
Desempleo y Bienestar Psicológico. Madrid: Siglo XXI; Igualmente recomendable es: J. M. Blanch
(1990). Del Viejo al Nuevo Paro. Barcelona: PPU.
¤ Editorial UOC 105 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
Tabla 3.2. Investigación longitudinal sobre los efectos del desempleo en la salud mental
Diferencias
País Muestra Índice salud mental Referencias
iniciales
Bienestar psicológico NO
general
Garrido Luque
Jóvenes estudiantes Sentimiento depresivo NO (1992); Garrido
España de FP-2 (hombres y
Autoestima NO Luque y Álvaro
mujeres)
Satisfacción con la vida NO (1992)
Estado de ánimo NO
Diferencias
País Muestra Índice salud mental Referencias
iniciales
Por ejemplo, es posible que las personas se beneficien del apoyo social tanto
en presencia como en ausencia de un acontecimiento estresante.
b) La segunda explicación de las implicaciones beneficiosas del apoyo social
se corresponde con lo que se conoce como hipótesis de los efectos de amortigua-
ción, según la cual el apoyo social tiene efectos sólo cuando nos enfrentamos
ante un suceso estresante. Los resultados de las investigaciones realizadas con
respecto al desempleo no permiten descartar ninguna de ambas hipótesis que,
por otro lado, no tienen que ser necesariamente incompatibles.
plicado dichas consecuencias y qué teorías han utilizado. De entre las diferentes
teorías utilizadas vamos a destacar dos. La primera es la teoría de la privación de
la psicóloga social Marie Jahoda (1982/87).4
Esta psicóloga social diferencia entre las funciones manifiestas y latentes del
empleo. Esta distinción se debe al sociólogo norteamericano Robert Merton. La
función manifiesta del empleo es la de proveernos de unos recursos económicos
con los que poder desarrollar nuestra vida cotidiana. Las funciones latentes del
empleo pueden resumirse de la siguiente manera:
4. El lector interesado en conocer los estudios de Marie Jahoda puede consultar su libro: M. Jahoda
(1987). Empleo y Desempleo: Un análisis sociopsicológico. Madrid: Morata.
¤ Editorial UOC 111 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
– Reducción de ingresos
– Restricción de la variedad de la vida personal
– Reducción de metas y actividades
– Reducción de la capacidad en la toma de decisiones
– Menor desarrollo de conocimientos y capacidades personales
– Exposición a actividades psicológicamente desestabilizadoras
– Incremento de la inseguridad acerca del futuro
– Restricción de las relaciones interpersonales y
– Pérdida de la posición social, del autoconcepto y de la autovaloración.
5. El modelo vitamínico de Peter Warr se encuentra desarrollado en el libro: P. Warr (1987). Work,
Unemployment and Mental Health. Editorial Oxford Science Publications.
¤ Editorial UOC 112 Sociopsicología del trabajo
neficioso para la salud mental, ya que a partir de dicho nivel su posible efec-
to beneficioso se mantendría constante, como ocurre, por ejemplo, con los
recursos económicos, la seguridad física o las posibilidades para establecer
relaciones interpersonales. Asimismo, incrementos adicionales en el resto de
las características mencionadas anteriormente, a partir de un cierto nivel,
tendrían efectos negativos en el grado de salud mental previamente alcanza-
do. El modelo presentado por Warr también considera las diferencias indivi-
duales, de tal forma que los niveles de bienestar psicológico alcanzados por
la persona actúan como variable moderadora del impacto negativo derivado
de las características del medio. Este enfoque teórico de la salud mental per-
mite establecer comparaciones entre las propiedades de un medio caracteri-
zado por el empleo y otro caracterizado por una situación de desempleo. Las
diferencias entre las características de ambos medios serían las responsables
de los diferentes niveles de bienestar psicológico observados cuando compa-
ramos trabajadores empleados con trabajadores desempleados. En términos
del modelo anteriormente expuesto y de la evidencia acerca del empobreci-
miento de las propiedades del medio caracterizado por una situación de des-
empleo, cabe esperar una mayor incidencia de trastornos psicológicos entre
la población desempleada.
La tabla 3.4 pretende ser un resumen de las características psicológicamente
beneficiosas o perjudiciales del desempleo y del empleo.
Dinero + – + –
Variedad + – + –
Metas y actividad + – + –
Amplitud de decisión + – + –
Desarrollo personal + – + –
Amenaza psicológica + – + –
Seguridad + – + –
Relaciones sociales + – + –
Posición social + – + –
2. Ocupación y bienestar
La reflexión sobre las consecuencias negativas que pueden derivarse del des-
empeño de algunas ocupaciones no es nueva. Como nos recuerda Tezanos
(1983), los principios de la Revolución Industrial estuvieron marcados por un im-
portante debate sobre las consecuencias que las nuevas condiciones de trabajo
podían tener en la salud y en la forma de vida de los trabajadores. Uno de los pri-
meros intentos de analizar empíricamente las condiciones de vida y trabajo de los
obreros fue la encuesta diseñada en 1880 por Karl Marx que, si bien no llegó a fi-
nalizarse, constituyó un importante estímulo para el desarrollo posterior de otros
estudios. Otro trabajo pionero en este campo fue el de Max Weber quien, tras ha-
ber participado a finales del siglo XIX en una investigación sobre las condiciones
de trabajo en el mundo rural, desarrolló a comienzos del siglo XX dos encuestas
con las que analizó los efectos de la fatiga y del ambiente físico de trabajo.6
6. M. Weber (1994). Sociología del Trabajo Industrial. Madrid: Trotta. Contiene los resultados de dos
encuestas que fueron publicados originalmente en 1908.
¤ Editorial UOC 114 Sociopsicología del trabajo
11. http://www.ilo.org.
12. http://www.oecd.org.
13. J. Ramos, J. M. Peiró y P. Ripoll (1996). Condiciones de Trabajo y clima laboral. En J. M. Peiró y
F. Prieto (Eds.). Tratado de Psicología del Trabajo (Vol. I).
¤ Editorial UOC 117 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
14. P. Paoli y D. Merllié (2001). Third European survey on working conditions 2000. Luxembourg: Office
for Official Publications for the European Communities. Disponible en: http://www.eurofound.ie.
¤ Editorial UOC 120 Sociopsicología del trabajo
que vayan surgiendo. Aunque aún es pronto para saber el verdadero alcance que
tendrán todos estos cambios y la forma en que afectarán a las condiciones de
trabajo y al bienestar, las tendencias que se vislumbran pueden ser resumidas
del siguiente modo:
que los propios trabajadores hacen de su vida laboral. En esta valoración subje-
tiva de la calidad de vida en el trabajo destaca como uno de los conceptos cen-
trales el de satisfacción laboral.
La satisfacción laboral es la respuesta afectiva que se deriva de una evalua-
ción positiva o negativa del trabajo que se desempeña.
Aunque existen diferentes concepciones sobre la satisfacción laboral podría-
mos partir del siguiente esquema general (figura 3.1), en el que la satisfacción
(o insatisfacción) sería una de las consecuencias de las condiciones objetivas de
trabajo y actuaría, a su vez, como antecedente del comportamiento de la perso-
na en la organización. Evidentemente, cabe la posibilidad de que ante las mis-
mas condiciones objetivas de trabajo, diferentes personas muestren o expresen
diferentes grados de satisfacción, por lo que hemos de resaltar la naturaleza sub-
jetiva de la satisfacción, que no dependería únicamente de las condiciones ob-
jetivas de empleo, sino también de la evaluación que la persona hace de dichas
condiciones. Esta evaluación dependerá, a su vez, de características personales,
como las necesidades, las características sociodemográficas, etc.
15. J. M. Peiró y F. Prieto (1996) (Eds.). Tratado de Psicología del Trabajo (Vol. I, Cap. 9). Madrid: Sín-
tesis.
¤ Editorial UOC 123 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
necesidades de la persona lo que explica que ésta esté más o menos satisfecha
con su empleo. Ante las mismas condiciones objetivas de trabajo, no todas las
personas expresan el mismo grado de satisfacción. Por ejemplo, el hecho de que
el trabajo exija un alto grado de responsabilidad no es, en sí mismo positivo,
sino que dependerá de que la persona valore esta característica.
Según los modelos basados en el concepto de discrepancia, para que una perso-
na esté satisfecha con su empleo es preciso que exista una correspondencia entre
las habilidades y conocimientos exigidos por éste y las habilidades y conocimientos
de la persona. Asimismo, los empleos más satisfactorios serán aquellos que se ajus-
tan mejor a las necesidades y valores de la persona. Ejemplos de este tipo de mode-
los son la teoría del ajuste en el trabajo (Dawis, England y Lofquist, 1964; Dawis y
Lofquist, 1984) y la teoría de la discrepancia (Locke, 1969, 1984).
Muy satisfecho/a 1
Bastante satisfecho/a 2
No muy satisfecho/a 3
Nada satisfecho/a 4
Ejemplo 2. En general, ¿hasta qué punto está satisfecho/a con los siguientes aspectos
de su trabajo?
No
Nada Bastante Mucho
mucho
Salario 1 2 3 4
Horarios 1 2 3 4
Relaciones con supervisores 1 2 3 4
Relaciones con compañeros 1 2 3 4
Variedad de la tarea 1 2 3 4
Interés de la tarea 1 2 3 4
Seguridad 1 2 3 4
Condiciones físicas 1 2 3 4
a) Job Descriptive Index (JDI), elaborado por Smith, Kendall y Hulin (1969).
Consiste en una lista de descripciones sobre diferentes aspectos del trabajo. En to-
tal, el cuestionario consta de 72 enunciados que se encuentran agrupados en cin-
co escalas: satisfacción con el trabajo, satisfacción con la supervisión, satisfacción
con los compañeros, satisfacción con la promoción y satisfacción con el salario.
b) Minnesota Satisfaction Questionnaire (MSQ), elaborado por Weis, Dawis,
England y Lofquist (1967). Aunque en su versión original constaba de 100
enunciados, existe una versión reducida de 20 ítems. El cuestionario está divi-
dido en dos subescalas: satisfacción laboral intrínseca y satisfacción laboral ex-
trínseca.
¤ Editorial UOC 125 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
16. Según esta teoría, existe disonancia cuando dos elementos cognitivos, como por ejemplo, una
creencia y un comportamiento, entran en contradicción. La disonancia genera tensión psicológica.
Cuando está en una situación de disonancia, la persona tenderá a reducirla, y evitará situaciones e
informaciones que puedan aumentarla.
¤ Editorial UOC 127 Capítulo III. Trabajo, ocupación y bienestar
como el trabajo. En este sentido, los cuestionarios en los que se tienen en cuenta
tanto las múltiples dimensiones englobadas en el trabajo como las condiciones
en las que éste se desempeña, podrían resultar más adecuados como medida de
satisfacción que las preguntas globales utilizadas en la mayoría de las encuestas.
3) Otra explicación que se ha sugerido para la escasa información aportada
por la investigación sobre satisfacción laboral es la enorme ambigüedad del tér-
mino satisfacción. No podemos saber hasta qué punto existen significados com-
partidos sobre este concepto, ni cuál es el referente que la persona está
adoptando a la hora de contestar a este tipo de preguntas. Una mayor utiliza-
ción de métodos de investigación cualitativos en la investigación sobre satisfac-
ción laboral podría contribuir a una mejor comprensión de los procesos que
determinan la valoración subjetiva del trabajo.
4) Sea cual sea la explicación que demos a este tipo de datos, lo cierto es que
deben ser interpretados con cautela. Se puede decir que, en general, los datos
sobre satisfacción laboral procedentes de encuestas no deben ser tomados sin
más como indicadores globales de satisfacción, sino que es más conveniente uti-
lizarlos con fines comparativos. Si bien los porcentajes absolutos de satisfacción
obtenidos para la población general no son especialmente informativos, la com-
paración de los niveles de satisfacción observados en diferentes estratos de la
población activa sí pueden servirnos para obtener información sobre situacio-
nes de desigualdad en las condiciones de trabajo, y para identificar aquellos fac-
tores que hacen que algunos sectores de la población tengan un nivel de
satisfacción más bajo.
17. J. M. Peiró y A. Salvador (1993). Control del estrés laboral. Madrid: Eudema.
18. J. L. Álvaro, J. R. Torregrosa, y A. Garrido (1992). Estructura social y salud mental. En J. L.
Álvaro, J. R. Torregrosa y A. Garrido (Eds.). Influencias sociales y psicológicas en la salud mental.
Madrid: Siglo XXI.
¤ Editorial UOC 130 Sociopsicología del trabajo
Resumen
Capítulo IV
Sociopsicología del trabajo no remunerado
María Ángeles Durán Heras
1. El concepto de trabajo
En todos los lenguajes existen diversas palabras para referirse al trabajo, con
sutiles diferencias entre ellas. La Academia de la Lengua Española reconoce cin-
co significados de la palabra trabajo, y ninguno de ellos requiere la condición de
pago o de base contractual. El Oxford Encyclopedic English Dictionary ofrece quin-
ce definiciones de trabajo, y una serie mucho mayor de giros o aplicaciones del
término a diferentes situaciones. De acuerdo con la primera definición, el tra-
bajo es “la aplicación de esfuerzo físico o mental a un propósito”; sólo en la
cuarta acepción es definido el trabajo como “el empleo, ocupación, etc. como
fuente de ingresos personales”. Igual sucede con el término labour, definido en
primer lugar como “trabajo físico o mental”, pero que reconoce el parto como
la tercera de sus acepciones de uso.
¤ Editorial UOC 135 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
a) Las reglas explícitas se refieren sobre todo a la regulación del trabajo asa-
lariado, codificando los derechos y obligaciones de los empleados. Hay un ele-
vado caudal de información sobre estos temas y se está construyendo un marco
de referencia a nivel europeo, tanto desde la perspectiva jurídica como desde la
estadística.
b) Sin embargo, el sistema implícito de reglas del trabajo, confinado princi-
palmente en el llamado ámbito de las relaciones privadas, es altamente resistente
a la codificación y al cambio.
esfuerzo por construir Europa como una unidad social y política, vino precedido
por el movimiento de construir un mercado común o una comunidad econó-
mica. El postfordismo (flexibilización, diversidad, movilidad, descentralización
e internacionalización del trabajo) no garantiza que los trabajadores remunera-
dos obtengan un trato preferente en el futuro, y menos aún los restantes traba-
jadores.3
Como Vaiou señala, la cuestión que se plantea es hasta qué punto el debate
sobre el trabajo ha resultado igualmente relevante para:
3. D. Vaiou (1995). El treball de les dones i la vida quotidiana al sud d’Europa. Documents d’Anàlisis
Geogràfics, 26.
¤ Editorial UOC 139 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
por los recursos realmente disponibles. Los varones, en grado variable según los
lugares, están excusados del peso y de la responsabilidad del trabajo no remu-
nerado, y de sus consiguientes pérdidas.
“La naturaleza estableció que uno de los sexos tendiese a la vida sedentaria, no siendo
suficientemente fuerte para resistir la intemperie; el otro es menos adaptado a los tra-
bajos inactivos, y está bien dispuesto para los trabajos al aire libre. En cuanto a la pro-
le, dispuso que ambos compartiesen la procreación de los hijos, dedicándoles cada
uno sus peculiares cuidados; la mujer está destinada a la lactancia, el hombre a la edu-
cación”.
Juan Luis Vives nació en Valencia en 1492, estudió con Erasmo, vivió en Pa-
rís y en Brujas y fue profesor de Lovaina y Oxford. Publicó, entre otros, los libros
Institutione Faeminae Christianae (1523) y De Officio Mariti (1528). El libro fue es-
crito para la princesa María Estuardo, hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII.
Tuvo un enorme éxito en su época, y se tradujo no sólo al inglés sino al francés,
italiano y alemán en menos de dos décadas. Según S. Pomeroy (1995): “esta obra
fue la primera obra extensa y durante mucho tiempo la única del Renacimiento
inglés escrita especialmente sobre la educación de la mujer, y fue la máxima au-
toridad sobre este tema en el siglo XVI”.
La influencia de Vives no se limita al siglo XVI, sino que ha llegado hasta hoy,
especialmente en Psicología y Pedagogía. Durante varios siglos, Vives ha sido un
nombre de referencia en la cultura española. A él se dedicó el primer Instituto
de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1942), del que
formaba parte un Departamento de Psicología, pionero de esta disciplina en Es-
paña, por el que pasaron los fundadores y futuros catedráticos de Psicología de
muchas facultades universitarias, que a menudo han buscado sus raíces concep-
tuales en la historia de la disciplina.
Vives debe también su popularidad actual a los movimientos de mujeres, que tratan
de reconstruir su historia y la historia de las ideas sobre la feminidad y la masculini-
dad. Pese al duro juicio que hoy pueda merecernos, Vives fue un adelantado o pro-
gresista en su propia época. Pero, además, la memoria de Vives se beneficia de su
experiencia europeísta, de su amistad con Erasmo de Rotterdam, y de la circunstancia
¤ Editorial UOC 142 Sociopsicología del trabajo
de haber sido adoptado por algunos autores como componente del movimiento re-
nacentista en Inglaterra, lo que le coloca en una posición privilegiada de difusión a
través del poderoso mundo docente y editorial de habla inglesa.
Vives partía del supuesto de una igualdad básica entre todos los seres huma-
nos por su condición de “almas”, pero esta igualdad básica no le impedía profe-
sar la ideología dominante en su época respecto a la mujer, que era de un fuerte
patriarcalismo. A la mujer honrada le estaba prohibido cualquier contacto con
hombres. La elección de marido no era asunto de su competencia, sino de la de
sus padres. Incluso dentro del matrimonio, la sexualidad era predicada por Vi-
ves como una práctica embrutecedora, sólo permisible para tener descendencia.
Decía Vives que al marido, igual que al hijo pequeño, no ha de amársele gozo-
samente, sino con alejamiento. El amor conyugal debía alimentarse como un
culto, con reverencia y acatamiento, y dentro de la institución familiar, el padre
debía mandar sobre la hija y sobre la esposa. La legitimidad de su poder la ob-
tiene el marido en todas las instancias legitimadoras posibles, ya que en la in-
terpretación de Vives: “no sólo la práctica y la costumbre de nuestros mayores,
sino también todas las instituciones y leyes humanas y divinas, así como la na-
turaleza misma, mandan que la mujer debe estar sometida al marido y obede-
cerle”.
Como el único papel atribuido a la mujer era el de las tareas domésticas (“na-
die buscará en ella cualidades de elocuencia o inteligencia, ni conocimientos de
ningún tipo”), de su educación debían excluirse el conocimiento detallado de
la naturaleza, la filosofía, la gramática, la dialéctica, la historia, la ciencia políti-
ca, las matemáticas, la poesía, la música, el dibujo, la danza y la literatura caba-
lleresca o erótica, e incluso la teología. Su educación debía basarse en el
conocimiento de la Biblia y los poetas cristianos, y por suponer que las mujeres
eran más vulnerables que los hombres, tanto física como moralmente, su edu-
cación debía ser muy estricta y estrechamente vigilada. El silencio, tal como dijo
Aristóteles, había de ser un instrumento fundamental en el aprendizaje y la
práctica de esta educación. La familia, para Vives, se funda en el mutuo comple-
mento de los esposos que, como ya señalábamos, no es principalmente afectivo
y sexual, sino económico y reproductivo, pues, “el hombre busca la compañía
de una esposa en orden a tener descendencia y conservar lo adquirido, pues este
sexo, miedoso como es, también es por naturaleza cuidadoso y tenaz”.
¤ Editorial UOC 143 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
Fray Luis de León fue en cierto modo, al igual que Vives, un defensor de la
mujer y un adelantado respecto a su época. Concedían ambos a la mujer el su-
ficiente interés y valor como para ocuparse de ella y, en comparación con otros
escritos anteriores y posteriores de filósofos o literatos españoles (por ejemplo,
Los diálogos de apacible entretenimiento de Gaspar Lucas Hidalgo, 1605, donde se
expresa la idea de la inferioridad de la mujer), son menos despectivos en sus
consideraciones.
La Perfecta Casada (1583), de Fray Luis de León, es un conjunto sistemático
y elaborado de ideas sobre la mujer, que ha sido considerado tradicionalmente
como el mejor exponente del hogar cristiano o el modelo de virtudes de la mu-
jer católica. Desde su publicación, esta obra del famoso catedrático de la Univer-
sidad de Salamanca se ha seguido reeditando ininterrumpidamente.4 A través
de la herencia española, su influencia se ha extendido a Latinoamérica.
La finalidad de La Perfecta Casada fue orientar la conducta de los matrimo-
nios cristianos, especialmente de las esposas, influyendo en su comportamiento
social. Sería difícil hacer una estimación cuantificada de su grado de influencia,
pero sin duda ha sido un texto ampliamente utilizado para los actos públicos o
ceremoniales (preparación, ceremonia nupcial, etc.) relacionados con el matri-
monio.
Aparte de su interés literario, La Perfecta Casada es un texto fundamental en
la historia del pensamiento social y económico, ya que explica y defiende el pa-
pel social de la mitad de la población adulta, exponiendo para ello una teoría
sumamente elaborada de las fuentes de la riqueza y de sus mecanismos de cre-
4. A título indicativo basta con recordar que entre 1938 y 1968 (o sea, casi cuatro siglos después de
escribirse) una sola editorial laica de Madrid publicó nueve ediciones de La Perfecta Casada en su
colección de libros de bolsillo, récord éste alcanzado por muy pocos libros. Todavía en 1982 era
frecuente su utilización y recomendación como libro de guía o de referencia.
¤ Editorial UOC 144 Sociopsicología del trabajo
cimiento, basada en una forma específica de división del trabajo entre los sexos
y de participación en el proceso productivo.5
Este texto es de la máxima importancia y debe servir como punto de partida
en una nueva línea de investigaciones que ponga el acento en la interacción en-
tre ideología, sociedad, psicología y economía, dedicando un mayor énfasis del
que hasta ahora se le ha concedido al estudio de la formación y uso de los “pa-
trimonios” familiares. Por ahora, el papel económico de la producción de servi-
cios (donde es mayoritaria la participación de las mujeres) queda todavía oculto
por el gran énfasis concedido a la producción de bienes.
La Perfecta Casada, además del análisis literario y el económico, requiere
otros tipos de análisis, el ideológico y el psicosociológico:
a) Ideológico
En este tipo de análisis, se estudian los modos en que Luis de León justifica
la adscripción de las mujeres al mundo doméstico. En primer lugar, la voluntad
divina, interpretada en la versión humanista erasmiana, a través de las Sagradas
Escrituras. En segundo lugar, la justificación por medio del argumento de auto-
ridad concedido a los clásicos del mundo griego, y entre ellos, más a Aristóteles
que a Platón. En tercer lugar, como síntoma de futuras aproximaciones no teo-
lógicas al conocimiento del hombre y como un avance de lo que serían las fu-
turas aportaciones positivistas, Luis de León aceptó también como instancias
legitimadoras la “naturaleza”, la “razón” y la “observación” o experiencia propia.
b) Psicosociológico
No puede construirse un modo específico de división de trabajo y creación y
apropiación de riquezas sin que se produzca una atribución de capacidades y va-
lores a cada uno de los sujetos de la relación social prescrita, y sin que se dispon-
gan las bases para el mantenimiento de esta misma relación. De hecho, Luis de
León propone la fragmentación, la dispersión, el autodesprecio, la prohibición
de cualquier actividad potencialmente concienciadora (la comunicación, el es-
tudio, la creatividad artística, la toma de contacto con otros sujetos en la misma
posición) junto con la creación de un mundo de premios y castigos de orden
sobrenatural, psicológico y material. Estas son las vías que Luis de León, inter-
pretando y justificando su época, sugiere para mantener la adscripción de las
mujeres a la posición que ocupan en el proceso productivo. Y, lo más importan-
te, al hacerlo cree actuar “a favor de las mujeres”, como si su obra fuese una de-
fensa u homenaje.
Como en cualquier otro intento de tipificación de un “modelo”, el propuesto
por Luis de León es una simplificación, un modelo abstracto que se resiente de
ahistoricidad. Este modelo social necesita un correlato psicológico que resuelva
en el nivel de la personalidad lo que se da por supuesto en el orden de la pro-
ducción doméstica. Las características psicológicas y morales de la mujer que
responde a esta interpretación son de dos tipos: unas, las que se describen como
reales, esto es, como empíricamente comprobadas. Otras, las que se proponen
como ideales, y de las cuales el autor confiesa que son difíciles de hallar, y poco
frecuentes en la vida cotidiana de sus contemporáneas. El resultado es una bien
trabada teoría para la subordinación, cuya circularidad puede resumirse así: las
mujeres no están capacitadas, ni física, ni intelectual, ni moralmente, para otro
oficio que el de casadas. Este oficio es poco valioso. Las mujeres sólo tendrán va-
lor en tanto que se asemejen y complementen al varón. La Naturaleza, la razón,
la práctica social, la historia, los intelectuales, los artistas y la propia voluntad
divina así lo han reconocido o dispuesto.
En el plano valorativo, el texto muestra claramente el escaso aprecio que le
merecían a Luis de León las condiciones de la mujer, su “naturaleza femenil”, co-
herente en el mejor de los casos con su origen subordinado como ayudantes del
varón. Desconfía de su debilidad para “desenfrenarse”, con las graves consecuen-
cias económicas que esto traía consigo a las haciendas familiares, y sólo merecen
el calificativo de casadas perfectas las “mujeres de valor”, equivalente a mujeres
varoniles. En cuanto a las condiciones reales de vida, Luis de León resolvió sin
siquiera plantearlo el problema de la disparidad entre la naturaleza potencial, la
fáctica y la experiencia personal de las mujeres. En el texto no hace ninguna re-
ferencia a la posible contradicción o falta de coincidencia entre estos niveles.
Para mantener el orden social y económico propuesto, el contacto con el ex-
terior es un riesgo a evitar a cualquier precio. El aislamiento de las mujeres va
dirigido claramente a impedir que aparezca una conciencia reivindicativa, a la
par de mantener constantemente activo el proceso de producción doméstico de
bienes y servicios.
¤ Editorial UOC 146 Sociopsicología del trabajo
culturales; por ello, ni en 1978 se mantenían plenamente vivas las leyes dictadas
en los años cuarenta ni, a pesar de la transición democrática y las propuestas
transformadoras de la Constitución, se han modificado drásticamente las con-
diciones de trabajo especialmente del trabajo no remunerado de la mayoría de
la población.
Hay en el texto constitucional de 1978 una confusión o ambigüedad de gran-
des repercusiones políticas y sociales en torno al trabajo. Al no distinguir clara-
mente entre trabajo y empleo, el primero se convierte en una situación
excesivamente vaga y desprotegida: aunque en este punto, la Constitución no
ha hecho sino reproducir las carencias conceptuales de la sociedad española.
Así, la Constitución interpreta el trabajo como una obligación y un derecho,
pero no dice lo mismo del empleo. No dice que el trabajo haya de ser de “libre
elección”, pero sí lo afirma a propósito del “oficio o profesión”. Y, sin embargo,
el trabajo (y no el empleo) es lo que se afirma como generador del “derecho a la
promoción y a la remuneración suficiente para satisfacer las necesidades propias
y las de la familia”.
Sólo un tercio de la población adulta española tiene empleo en los inicios
del siglo XXI, y sólo para esta minoría poderosa tiene sentido la equiparación
de empleo con trabajo. El resto de los adultos (mujeres adscritas a la produc-
ción doméstica, parados, estudiantes, enfermos, jubilados, voluntarios) ha de
inventarse otras fórmulas de interpretación de sus mecanismos integrativos en
la sociedad española: puesto que si reconocieran que su quehacer no es autén-
tico trabajo, automáticamente habrían de aceptar que quedan fuera de la tu-
tela constitucional y pierden el derecho a la “promoción”, “libre elección”,
“remuneración”, “satisfacción de necesidades propias” y “satisfacción de las
necesidades de su familia”.
Este punto es uno de los más oscuros y contradictorios en el modelo iguali-
tario de la Constitución española: por una parte afirma un igualitarismo radical
(el derecho/obligación de trabajar) y por otra nucleariza el sistema de recom-
pensas en esa zona limitada del trabajo, inaccesible a la mayoría de la población,
que es el trabajo vendido en el mercado.
El artículo 14 señala que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda
prevalecer discriminación alguna”. Pero al reconocer la igualdad a “los españo-
les” “ante la ley”, y sólo para impedir que “prevalezcan las discriminaciones”,
numerosas categorías de sujetos individuales y de ámbitos de la vida social van
¤ Editorial UOC 148 Sociopsicología del trabajo
nomistas, por ser parte del patrimonio intelectual común de la época, y se uti-
lizan de modo intuitivo, como un referente cuya legitimidad no entra en
discusión, aunque sus fundamentos y detalles permanezcan relativamente difu-
sos.
Se echa en falta, por consiguiente, una reflexión sobre el proceso de estima-
ción de las magnitudes de las Cuentas Nacionales desde una perspectiva socio-
lógica. Para quienes trabajan con sus datos como punto de partida, la
iluminación de los entresijos de las Cuentas y de las actividades económicas ha-
bitualmente oscurecidas, como el trabajo no remunerado, es una necesidad vi-
vamente sentida, tan evidente que se ha formado una red mundial llamada Si
las mujeres contaran, que trata de modificar los sistemas contables para dar cabi-
da a los recursos no remunerados. Nada impide que las peticiones de una mayor
“democracia informativa”, ya expresadas por los movimientos sociales para par-
ticipar en el acceso y en el destino de las grandes estadísticas, se extienda a las
Cuentas Nacionales.
La Contabilidad Nacional se ajusta a un tipo de modelo que tuvo su origen
en el clima prebélico de los años previos a la Segunda Guerra Mundial, cuando
se hizo más acuciante la necesidad de conocer los recursos productivos disponi-
bles. En España, desde 1985 se aplica el llamado SEC o Sistema Europeo de
Cuentas. A lo largo de este siglo de sucesivos perfeccionamientos, los conceptos
se han solidificado, en el sentido de que han ganado rigor y eficiencia pero, so-
bre todo, se han convertido en “conceptos pactados”, en “modos internacional-
mente convenidos” de aproximarse a los hechos económicos. Desde finales de
los ochenta, y en los noventa, las peticiones de cambios importantes en la Con-
tabilidad Nacional cuentan con el apoyo de organizaciones ajenas a las empre-
sas o al Estado. Forman parte del conjunto de reivindicaciones de algunos
movimientos sociales, fundamentalmente de los movimientos de mujeres y de
los ecologistas, pero también los radicales, los movimientos cooperativos y las
instituciones sin ánimo de lucro.
La conversión contable de un bien en su valor entraña una operación con-
ceptual complicada, que para ser aceptable para otros necesita la coincidencia
en múltiples supuestos tácitos que no llegan a hacerse explícitos. Lo que dife-
rencia la estadística de la contabilidad es, precisamente, que la segunda sólo tra-
baja con estimaciones de valor, con evaluaciones o promedios de utilidades
objetivas. Numerosas voces han pedido que la contabilidad, y más concreta-
¤ Editorial UOC 150 Sociopsicología del trabajo
6. S. Jönsson (1988). Accounting regulation and elite structures. Chichester / Nueva York: John Wiley
and Sons.
¤ Editorial UOC 151 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
mercado el trabajo de asistencia que necesitan, por lo que alguien (el Estado a
través de los servicios públicos, los familiares y amigos, los voluntarios o algún
otro grupo social al que se obligue en forma de leva u otro impuesto similar) ha
de hacerlo por ellos.
La población que vende su tiempo en el mercado sí puede comprar trabajo
de atención, especialmente si el precio diferencial de su trabajo y el que compra
es elevado, lo que explica la procedencia social, generalmente de los niveles so-
ciales más bajos o inmigrantes, de los que prestan servicios a los hogares. El au-
toconsumo de trabajo es la respuesta de la mayor parte de la población de rentas
medias y bajas, especialmente de las mujeres, porque su nivel de salarios, la can-
tidad de trabajo que venden al mercado y otros componentes de tipo cultural
no les permiten adquirir trabajo para su propia atención, pero en cambio están
en condiciones de producirlo por sí mismas.
La cantidad global de trabajo puede aumentar o reducirse. A ello contribuyen
numerosos factores como la tecnología, la estructura demográfica y la escala de
valores propia de cada sociedad. Además de los cambios en la cantidad total,
pueden producirse cambios en la distribución (quién lo produce, quién lo reci-
be) en su contenido (el tipo de tareas), en su calidad y en la valoración social
que recibe.
Respecto a los componentes de la demanda, en los últimos diez años en Es-
paña se ha reducido el número de niños, pero la demanda por niño ha aumen-
tado, se ha hecho más exigente y cualificada. La demanda de ancianos ha
crecido mucho, tanto en cantidad como en calidad y lo mismo ha sucedido con
las demandas relacionadas con la salud (prevención, rehabilitación, nuevas as-
piraciones en relación con el cuerpo, incremento del número y proporción de
ancianos enfermos como consecuencia del envejecimiento general de la pobla-
ción).
Una parte importante de la demanda se ha reorientado hacia el mercado,
tanto formal como informal (residencias, comedores, ayudas domésticas de la
población inmigrante), y esta tendencia se hará más acusada a medida que vaya
envejeciendo el segmento de población femenina que actualmente tiene más de
cincuenta años y nunca se incorporó con plenitud a la población activa. Las
nuevas generaciones de mujeres, con mejor cualificación profesional e integra-
das en el mercado de trabajo, difícilmente podrán hacerse cargo de los millones
¤ Editorial UOC 153 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
edades intermedias, que son los que necesitan mayor cantidad de trabajo do-
méstico. Sea cual sea el tamaño del hogar, lo más frecuente es que el responsable
del hogar asuma todo el trabajo doméstico de su hogar. En cuanto a la clase so-
cial subjetiva, la asociación es inversa, pero no muy intensa. El 54% de los/las
responsables de hogar que se identifican con la clase media alta desempeñan
todo el trabajo doméstico de su hogar, cifra menor pero no muy diferente de la
correspondiente a quienes se autoidentifican con la clase social baja (69%).
La tarea en que menos delegación se produce es la preparación de alimentos,
en la que el responsable principal dedica como promedio el 94% del tiempo ne-
cesario, o lo que es lo mismo, otros familiares sólo aportan el 6%. Donde se en-
cuentra más participación de otros miembros de la familia es en las reparaciones
o tareas de mantenimiento y cuidado de animales y plantas. El principal respon-
sable aporta la mayoría del tiempo (74%) pero otros miembros de la familia rea-
lizan aportaciones relevantes, el 26% del tiempo necesario.
El tiempo medio que el conjunto de los restantes miembros del hogar dedi-
can los días laborables al trabajo doméstico es 67 minutos (1 hora, 7 minutos),
según estimación de los responsables de hogar. La participación de los “otros”
en el trabajo doméstico se reduce drásticamente en función de la edad del res-
ponsable de hogar, reflejando claramente el cambio de modelos en la sociedad
española, así como la diferente composición del hogar. Los más jóvenes reflejan
divisiones menos tajantes del trabajo dentro de la familia. A pesar de los cam-
bios perceptibles, todavía hay grandes diferencias respecto al trabajo no remu-
nerado entre hombres y mujeres.
Otra Encuesta sobre Actividades No Remuneradas (CSIC, 2000), referida a
toda la población mayor de dieciocho años muestra la diferente proporción de
exentos en la población: un 31% de los varones frente a un 5% de las mujeres
no realizaron tareas domésticas el último día laborable anterior a la encuesta.
Esta encuesta puso de relieve las grandes diferencias entre la dedicación media
de los varones (162 minutos diarios) y mujeres (480 minutos diarios) al trabajo
doméstico no remunerado. La dispersión de la distribución es muy alta. Para los
varones, lo más frecuente es no realizar tareas domésticas (exentos), pero una
proporción digna de un análisis más pormenorizado (19%) supera las cinco ho-
ras diarias. Para las mujeres, lo más frecuente es dedicarle más de once horas dia-
rias (26%), y sólo el 7% le dedica menos de una hora diaria.
¤ Editorial UOC 158 Sociopsicología del trabajo
en la definición estricta
en la definición amplia
incluyendo cuidado
más relaciones familiares
Proporcionalidad
Proporcionalidad
excepto cuidado
en trabajo remunerado
no remunerado
no remunerado
en tareas domésticas
en tareas domésticas
Total trabajo
Total trabajo
del trabajo
del trabajo
no remuneradas
Tiempo total
Tiempo total
Tiempo
% A1 % A2
A1 + B A2 + B
Sobre C1 Sobre C2
Fuente: Encuesta sobre Actividades No Remuneradas, CSIC, 2000. (Dirigida por M. A. Durán. Realizada por ASEP, julio 2000, a población
mayor de 18 años, 1.200 entrevistas).
Tabla 4.2. La distribución por género de la carga semanal de trabajo, incluyendo acaciones
y estructura demográfica.
% Participación total
A B C
del trabajo
Horas y
Total
centésimas
Total horas
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
sem. A + B
1. Excluidas
vacaciones
11 Trabajo 25,9 13,0 38,9 66,6 33,4 100,0
remunerado
12 Trabajo no 8,7 28,9 37,7 23,2 76,8 100,0
remunerado
13 Carga total de 34,7 41,9 76,6 45,3 54,7 100,0
trabajo (semanal)
2. Incluyendo
vacaciones (–14%
tr. remun. + 10%
tr. no remun.)
21 Trabajo 22,3 11,2 33,5 66,6 33,4 100,0
remunerado
22 Trabajo no 9,6 31,8 41,4 23,2 76,8 100,0
remunerado
23 Carga total de 31,9 43,0 74,9 42,6 57,4 100,0
trabajo (semanal)
¤ Editorial UOC 160 Sociopsicología del trabajo
% Participación total
A B C
del trabajo
Horas y
Total
centésimas
Total horas
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
sem. A + B
3. Incluyendo
vacaciones y distrib.
población (48,5%
v, 51,5% m)*
31 Trabajo 21,6 11,5 33,2 65,3 34,7 100,0
remunerado
32 Trabajo no 9,3 32,8 42,1 22,1 77,9 100,0
remunerado
33 Carga total de 30,9 44,3 75,2 41,1 58,9 100,0
trabajo (semanal)
Fuente: Elaboración propia sobre datos de la encuesta CSIC sobre Uso del Tiempo en España, 2003.
en casi todos los aspectos del trabajo doméstico (dificultad, eficiencia, prestigio,
responsabilidad y satisfacción) pero se mantiene en torno a un 12% más baja
por parte de los varones: es una variación perceptible pero moderada. Sería mu-
cho mayor si la encuesta se realizase a varones que no se ocupan de tareas do-
mésticas ni asumen la responsabilidad de hogares, esto es, la mayoría de los
varones.
Desde la perspectiva de los sujetos que asumen la responsabilidad del hogar,
carecemos de estudios similares que permitan comparar con otras ocupaciones
a las que podrían acceder. En cualquier caso, es previsible que el mayor rechazo
al trabajo doméstico se producirá entre quienes declaran que les produce poca
satisfacción y, no obstante, han de continuar realizándolo. Asimismo es previ-
sible el rechazo o deseo de reducirlo entre quienes tiene posibilidades reales de
optar a otros tipos de ocupación más prestigiosos.
El problema social radica en la dificultad de definir las “posibilidades reales”,
porque para ello no basta el grado de cualificación, ni siquiera la disponibilidad
de empleos convenientes, si no se produce simultáneamente una liberación
(por la vía de la eliminación, la co-participación entre los miembros del hogar
o el uso de servicios públicos o privados) de la adscripción al trabajo doméstico.
La mayoría de las conquistas sociales logradas durante los siglos XIX y XX por
los trabajadores asalariados (pensiones de vejez, cobertura salarial durante la en-
fermedad, vacaciones, etc.) no se aplican a los trabajadores no remunerados. Por
ejemplo, frente a la muy extendida idea de que las vacaciones son una conquis-
ta social generalizada a toda la población, numerosas encuestas vienen demos-
trando que sólo un sector reducido, aunque muy visible, especialmente para la
economía remunerada, disfruta de ellas. La vacación sólo se ha institucionaliza-
do como parte de las condiciones de trabajo de los asalariados, que cesan duran-
te algún tiempo en sus actividades manteniendo, no obstante, la remuneración.
Para la mayoría de los adultos, sin embargo, la vacación tiene un sentido com-
pletamente distinto, y con frecuencia el período vacacional por excelencia, que
es el verano, no entraña una reducción en el tiempo de trabajo o un aumento
en las posibilidades de ocio, sino un aumento de trabajo doméstico en condi-
ciones peores de las habituales.
Casi un tercio (30%) de los responsables de hogar dicen no haber tenido “va-
caciones de verano”; en función de la edad, y a medida que ésta aumenta, as-
cienden paulatinamente desde el 21% hasta el 50%. Otro tercio dice que “no le
¤ Editorial UOC 163 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
– Sistemas que favorecen una estricta división del trabajo entre mujeres y
hombres, asignando las primeras a las áreas privadas y los últimos a las
áreas públicas. Estos sistemas penalizan el segundo salario en la familia a
través de altos impuestos, favoreciendo la permanencia en el hogar del
cónyuge a través de subvenciones directas y generando altos costes de tra-
bajo per cápita en la Seguridad Social.
– Sistemas que favorecen una reducida división del trabajo entre mujeres y
hombres, tanto en el ámbito público como en el privado. Estos sistemas
ofrecen más servicios públicos, en lugar de subsidios directos o exenciones
fiscales, y penalizan más los altos ingresos resultantes de un solo salario que
los que provienen de la suma de dos salarios, afectando moderadamente a
los costes del trabajo per cápita provenientes de la Seguridad Social.
– Sistemas escasamente estructurados, que no responden a una concepción
coherente o a unas bases explícitas en relación con el reparto de los recur-
sos de gestión y de trabajo. Sus acuerdos respecto a la Seguridad Social o
los impuestos son a menudo contradictorios.
además reciben un segundo salario del 67% del salario medio, los impuestos so-
bre los ingresos personales van desde el 0,7% en Luxemburgo hasta el 34,2% en
Dinamarca.
Cuando la Seguridad Social proporciona asistencia sanitaria a todos los
miembros del hogar, los asalariados perciben a veces el pago a la Seguridad So-
cial por el segundo salario (al menos en lo que se refiere al aspecto sanitario)
como una penalización. Debido a ello, en la práctica, es frecuente que se nego-
cie privadamente un mejor salario real, sumergido, en lugar del disfrute de este
tipo de asistencia. Esta es una de las razones que favorecen el predominio de
mujeres y personas jóvenes en el mercado de trabajo invisible, informal o negro.
Como puede verse, el tratamiento fiscal de la estructura de la familia tam-
bién tiene una amplia influencia en el ingreso neto de los trabajadores, espe-
cialmente en el proporcionado por el cónyuge y considerado como el segundo
ingreso en el hogar. En algunos países, la protección es tan alta que puede ser
interpretada como una acción dirigida a desincentivar a los cónyuges de obte-
ner un empleo. En cualquier caso es necesario señalar que las políticas fiscales
y distributivas de los países europeos son obsoletas respecto a los cambios de-
mográficos. Prácticamente todas las exenciones y ayudas se centran en los ni-
ños: sin embargo en el momento actual, en la población europea dependiente,
son los ancianos quienes necesitan más cuidados y no los niños. Y en el futuro
lo serán aún más.
Las condiciones de vida de los cuidadores de enfermos apenas han sido, has-
ta ahora, objeto de investigación. La razón de esta ausencia de investigaciones
es fundamentalmente ideológica, o, en el sentido más amplio del término, po-
lítica. Los cuidadores son sujetos dispersos, que no coinciden espacialmente
para el desarrollo de su actividad, ni tienen una relación dialéctica con ningún
otro actor social al que puedan responsabilizar de la enfermedad de su familiar.
A ello se une, en la mayoría de los casos, que la enfermedad es sobrevenida y de
límite temporal breve, y que los cuidadores son mujeres. Sobre las mujeres con
familiares enfermos recaen, con más dureza que sobre ningún otro grupo, las
exigencias tradicionales de servicio a los demás y olvido de las propias necesi-
dades o proyectos personales.
Las posibilidades de formación de movimientos o grupos sociales a partir de
las necesidades provocadas por las enfermedades o la atención a los enfermos
son mucho más altas cuando se trata de discapacidades permanentes congénitas
o adquiridas a edades muy tempranas o cuando puede atribuirse la causalidad a
un agente social identificado. En esos casos, los familiares que asumen el cuida-
do y ejercen de facto la representación del enfermo son jóvenes y tienen la ener-
gía física y social necesaria para buscar soluciones colectivas a su problema. A la
inversa, las enfermedades con connotaciones sociales estigmatizantes (conta-
giosas, mentales, etc.) tienen más dificultad para dar origen a movimientos so-
ciales de afectados.
A falta de investigaciones sistemáticas sobre las condiciones de vida de los
familiares de enfermos, son sumamente útiles los estudios, generalmente de ca-
rácter divulgativo, realizados por las asociaciones de lucha contra la enferme-
dad. Asimismo vale la pena utilizar, como punto de referencia, los estudios
realizados sobre personal sanitario, que pueden servir de pauta a futuros estu-
dios sobre cuidados familiares.
Un estudio de CC.OO. sobre Condiciones de Trabajo en la Sanidad Madrile-
ña (1995), interesado especialmente en salud laboral, señala que las condiciones
de trabajo incluyen aspectos de índole física, psicológica, social y de organiza-
ción, condicionados a su vez por factores de muy distinto tipo, como los riesgos,
contenido del trabajo, satisfacción, relaciones, características del espacio mate-
rial donde se desarrolla el trabajo, carga psicológica, etc.
Los riesgos del trabajo se dividen en cinco grandes grupos. Son los derivados
del ambiente físico (espacio, temperatura, etc.), los contaminantes (biológicos,
¤ Editorial UOC 169 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
químicos, físicos), el esfuerzo físico y carga mental (esfuerzos, cargas, postura in-
adecuada, monotonía, ritmos, iniciativa, atención, carga sensorial), las condi-
ciones de seguridad y la organización del trabajo (jornada, remuneración,
estatus profesional, comunicación).
Todos estos elementos de análisis pueden incorporarse al análisis de las
condiciones de vida de los cuidadores de enfermos. Por ejemplo, la Ordenanza
General de Seguridad e Higiene en el Trabajo establece que las condiciones mí-
nimas de espacio por trabajador son 3 metros de altura del piso al techo, 2 m2
de superficie descontando mobiliario y 10 metros cúbicos por trabajador: pro-
bablemente son muy pocos los cuidadores de enfermos que pueden poner
condiciones o requisitos al espacio en que se desenvuelven, agravado cuando
los enfermos son no-convivientes con el cuidador y han tenido que incorpo-
rarse a otro lugar o trasladarse el cuidador para su cuidado. El contagio o con-
taminación es otro elemento que preocupa igualmente a los cuidadores
remunerados y no remunerados (hepatitis, sida, herpes, tuberculosis, etc.). Los
factores de tipo físico (carga y desplazamiento del peso del enfermo o sus apa-
ratos), la realización de esfuerzos repetidos y los factores posturales son asimis-
mo comunes a los cuidadores no remunerados, que además poseen menos
formación profesional y menos posibilidades de recibirla por la vía de la tuto-
ría de otros compañeros en el centro de trabajo.
El punto de mayor similitud entre cuidadores remunerados y no remunera-
dos es el de la carga mental y psíquica del trabajo. La cantidad de información
que el cuidador debe procesar, lo desconocida o novedosa que ésta sea, la rapi-
dez con que necesite responder y los obstáculos que interfieran con el proceso,
condicionan fuertemente, tanto por exceso como por defecto, la calidad de las
condiciones de desempeño de su actividad.
La carga psíquica afecta emocionalmente a los cuidadores, que son los sen-
timientos de miedo, impotencia, responsabilidad, inseguridad y ansiedad. Es-
tos sentimientos pueden traducirse en trastornos digestivos, del sueño,
dolores de cabeza, estados depresivos e irritabilidad. Los trabajadores asalaria-
dos consideran que la presión del tiempo, los ritmos rápidos de trabajo y el
elevado nivel de atención al enfermo son factores que empeoran sus condicio-
nes de trabajo, haciéndolo más difícil y arriesgado para su propia salud. Los
cuidadores no remunerados no están urgidos por el enfermo solamente, sino
por las demás funciones que desempeñan para el resto de los familiares, cada
¤ Editorial UOC 170 Sociopsicología del trabajo
una sujeta a sus propios horarios y ritmos. A ello se suma su propio trabajo re-
munerado, del que habitualmente depende su subsistencia o su calidad de
vida material y las oportunidades educativas y condiciones de vida de la si-
guiente generación.
Los trabajadores asalariados consideran que la posibilidad de cometer un
error humano es un factor que causa tensión emocional, tanto por las con-
secuencias para el paciente como por las responsabilidades legales que pu-
dieran recaer sobre el trabajador. La tensión es mayor cuando se trata de
enfermos con los que se ha convivido durante cierto tiempo, o cuando las
probabilidades de que se produzca un fallecimiento son elevadas. Es lo que
se llama neurosis del que no se me muera a mí. También se produce entre los
familiares, y es una de las razones por las que se utilizan en mayor medida
las hospitalizaciones.
Entre las situaciones de inseguridad más comunes, los asalariados citan las
producidas en los servicios de atención domiciliaria de urgencias, y en las áreas
de asistencia psiquiátrica, cuando se han producido agresiones. Estas situacio-
nes son mucho más frecuentes en los hogares, que son los primeros puntos de
ocurrencia de enfermedades súbitas y de gran parte de los accidentes, así como
el lugar en que viven la inmensa mayoría de los enfermos mentales.
A diferencia de los cuidadores profesionalizados, cuya formación y trabajo
en el contexto de una organización contribuye a darles seguridad en su come-
tido, así como a delimitar funciones y derivar hacia el personal más cualifica-
do las decisiones difíciles, los cuidadores familiares han de asumir, en
principio, su carácter de legos y su dependencia técnica respecto a la organi-
zación sanitaria, que en muchas ocasiones no es fácilmente accesible. Tampo-
co les cabe la posibilidad de segmentar funciones, ya que han de asumir todas
las facetas del cuidado del enfermo, incluso algunas que no son nunca asumi-
das por los hospitales o residencias sanitarias, como las económicas, legales y
afectivas.
Otro aspecto señalado en el citado informe de CC.OO. como causa de males-
tar es la inadecuación de las tareas a la formación y las capacidades del trabaja-
dor. Entre los trabajadores asalariados cuya formación es superior a la requerida
por la labor que desempeñan, el 46% señala este aspecto como un elemento ne-
gativo, mientras que no sucede lo mismo a la inversa. Algo similar ocurre entre
los cuidadores no remunerados, para quienes el coste psicológico del cuidado
¤ Editorial UOC 171 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
millo (2000), dirigido a las ONG de acción social, los voluntarios representan el
78% de las personas que realizan algún tipo de trabajo para las ONG, siendo los
asalariados sólo un 22%. Entre los trabajadores predominan los jóvenes y los de
edad avanzada, siendo frecuente entre los voluntarios la dedicación reducida.
Tanto en esta estimación como en la anteriormente citada se incluyen volunta-
rios de baja dedicación que solamente aportan algunas horas mensuales.
Tabla 4.4. Proyección para los años 2010, 2020 y 2050. La evolución de la demanda
de cuidado en Europa según edad de la población demandante (1995 = 100)
Escenario básico
Por lo que se refiere a los demandantes del trabajo no remunerado, a los que
necesitan cuidados, las proyecciones demográficas permiten conocer con bas-
tante aproximación la evolución de la demanda por tipos de edad en los próxi-
¤ Editorial UOC 174 Sociopsicología del trabajo
mos años. La tabla 4.4, realizada sobre datos de 1995, toma como base la
distribución por edades de la Unión Europea en tres horizontes temporales y
permite prever el volumen de la demanda y anticipar las medidas necesarias
para atenderla. Esta proyección, para la que se han utilizado los datos de los ins-
titutos de estadística de los países europeos, supone que la cantidad y la calidad
de los servicios de cuidado demandados para cada persona van a mantener los
niveles de 1995.
Sin embargo, todos los estudios que se han llevado a cabo sobre niños, adul-
tos y ancianos, están de acuerdo en que la cantidad y la calidad del cuidado se
incrementa constantemente a medida que aumenta el nivel de vida y las expec-
tativas de la población respecto a educación, salud, ocio e independencia. Así
como el consumo de bienes es relativamente estable, el consumo de servicios es
extraordinariamente elástico y la economía europea ya es, de hecho, una eco-
nomía basada en el sector servicios y no en la producción de bienes en la indus-
tria y la agricultura.
Si a la demanda de trabajo de cuidado cuyo origen es meramente demográ-
fico se le añade la demanda procedente del crecimiento de las expectativas res-
pecto a la cantidad y la calidad, estas cifras pueden duplicarse fácilmente. Como
resumen de los cambios que se avecinan hay que destacar la última cifra de la
tabla 4.4. Para el año 2050, es previsible que la demanda de cuidados por la po-
blación de edad muy avanzada sea casi tres veces mayor que en la actualidad.
Los problemas sociales surgirán ante la diferente capacidad de cada grupo
para pagar por sus propias necesidades. Los adultos con buena salud no tendrán
problemas para encontrar cuidados, pagado o no pagado. La mayor parte de los
niños tampoco tendrán problemas, debido a la intensidad de sus relaciones con
sus propios padres. La mayoría de los niños europeos han sido “elegidos” y sus
padres sienten hacia ellos una intensa solidaridad, así como una proyección y
reconocimiento social común. La vinculación más débil es la que se establece
entre los ancianos y los muy ancianos. La demanda de cuidado por parte de la
generación mayor es muy exhaustiva, y la generación siguiente también nece-
sita cuidado para sí misma. Los mayores de sesenta y cinco no son ricos ni dis-
frutan de buena salud, y en la medida en que el número de hijos ha descendido,
cada vez será más frecuente que estas personas de edad avanzada no tengan des-
cendientes. En muchos casos, el cuidador potencial no es el hijo o la hija, sino
¤ Editorial UOC 175 Capítulo IV. Sociopsicología del trabajo...
Resumen
Capítulo V
Las esferas de la producción y el consumo
Julio Rodríguez Suárez, M. Silveria Agulló Tomás y Esteban Agulló Tomás
• Unidades de consumo: fin último del proceso productivo; las personas ad-
quieren y utilizan los productos y/o servicios generados por la producción
con el fin de satisfacer sus necesidades.
Por tanto, todo proceso económico se inicia con la producción y finaliza con
el consumo. Se trata de un proceso cíclico, en el que el ciudadano es, a un tiem-
po, productor (en la esfera del trabajo) y consumidor (fundamentalmente en la
esfera del tiempo libre). A través del trabajo produce bienes o servicios y adquie-
re el capital que le permite consumir esos bienes y servicios y otros que el mer-
cado genera. El hombre produce para poder consumir y, al mismo tiempo,
consume para producir. El consumo se sitúa, pues, como el motor que impulsa
la actividad económica, pero la producción continúa configurando la vida so-
cial de los ciudadanos, puesto que el trabajo sigue ocupando gran parte de su
tiempo (incluso, la mayor parte de su tiempo). En cualquier caso, ambos proce-
sos se han ido transformando, de tal forma que, desde que se estableció la socie-
dad de consumo de masas, los aspectos relacionados con el consumo han ido
adquiriendo una mayor relevancia en el conjunto de los ciudadanos; el consu-
mo ha pasado a formar parte de su identidad individual y social, de sus preocu-
paciones e intereses. Las fábricas no han desaparecido, pero han empezado a
compartir con los centros comerciales el papel de ser los centros de gravedad en
torno a los cuales se organiza la vida de las personas.
Los procesos productivos de las sociedades avanzadas contemporáneas han
pasado de la normalización y racionalización propias de la producción de gran-
des series de objetos de consumo, en un mercado estable e “intocable”, a una
línea productiva donde la integración y la flexibilidad asumen un papel priori-
tario, dentro de un mercado caracterizado por la inestabilidad, en el que los
clientes participan o pueden participar en la configuración de los productos.
Todo ello ha tenido lugar como consecuencia del proceso tecnológico de auto-
matización, y se ha visto potenciado sobremanera con la irrupción implacable
de Internet.
Los modelos actuales de fabricación y distribución se encuentran en un pro-
ceso de descentralización y reconstrucción, articulando alrededor de la red pro-
ductiva una nueva forma de entender el trabajo y una nueva clase laboral, o,
mejor dicho, unas nuevas clases laborales, formadas por una jerarquía que abar-
ca desde una alta clase de gestión muy cualificada, con una elevada empleabili-
¤ Editorial UOC 179 Capítulo V. Las esferas de la producción...
dad, hasta una clase marginal, por lo general subcontratada, cuya empleabilidad
es prácticamente nula.
Nos encontramos, en este momento, sumidos en una paradójica realidad:
por una parte, el desarrollo de las fuerzas productivas conduce a la homogenei-
zación, tanto en los procesos productivos y en las técnicas industriales utilizadas
para producir, como en los nuevos estilos de vida y las vigentes formas de con-
sumo. Pero, por otro lado, se tiende a la diversificación y racionalización de la
producción, a la llamada producción a la carta, una forma de producir individua-
lizada y segmentada en la que se genera una mayor variedad de productos según
las demandas concretas de los diferentes consumidores.
Cualquier empresa que actúe en el mercado tiene, al menos, tres funciones prin-
cipales: la función comercial, encaminada a la obtención de clientes; la función ad-
ministrativa, orientada a organizar la gestión económica; y la función de producción,
que viene definida por la cantidad máxima de producto que puede obtenerse con
una cantidad dada de factores productivos. Además de la transformación física que
suele darse en todo proceso de producción, hay que tener en cuenta la transforma-
ción económica que se produce siempre, y que se corresponde con la transforma-
ción de la utilidad de un recurso a un producto final. Esta diferencia es lo que se
conoce como valor añadido, que proporciona medios económicos al sistema pro-
ductivo para invertir en nuevos recursos con los que elaborar una mayor cantidad
de productos finales, generando riqueza mediante este proceso de transformación.
En este contexto, serán productores, pues, todas aquellas personas que parti-
cipan de forma activa en el proceso de generación, distribución y venta de bie-
nes y servicios. Su participación en este proceso será a través del trabajo (del
objeto, los medios y la fuerza del trabajo), en que interviene un último factor
fundamental: el capital. Mediante su trabajo, el hombre produce mercancías y
obtiene dinero con el que consumir esas y otras mercancías y servicios.
Cuando hablamos de productividad, nos referimos a la capacidad de producir
que tiene un recurso; para determinarla, se dividirá la cantidad total producida
por la unidad de trabajo.
“Puedo asegurarle que cuanto más avanzo, más aprendo a apreciar este invento que
teóricamente puede aumentar las fuerzas humanas hasta el infinito. Con todo, en lo
¤ Editorial UOC 181 Capítulo V. Las esferas de la producción...
que concierne al aspecto práctico, creo poder asegurar sin incurrir en exageración
que, con ayuda de este medio, un solo hombre podrá realizar el trabajo de cien”.
1. Los niños empezaban a trabajar en los molinos a partir de los cinco o seis años, e incluso antes.
En la década de 1790, su jornada laboral era de seis días a la semana y once horas al día, extendién-
dose hasta las 16 horas en la década de 1820. No sería hasta 1833 cuando comenzasen a legislarse
las restricciones en el uso infantil laboral, limitando a 69 las horas semanales permitidas para los
menores de dieciocho años y a 48 horas para los menores de once.
¤ Editorial UOC 182 Sociopsicología del trabajo
A. Smith (1982).
Entre 1850 y 1860 se produjo lo que se conoce como la segunda fase del de-
sarrollo industrial, impulsada por la expansión de la manufactura textil y ali-
menticia y del progreso de la ingeniería y la química, que comenzaron a
¤ Editorial UOC 183 Capítulo V. Las esferas de la producción...
explotar las industrias del hierro y el acero, introduciendo para ello procesos de
producción más complejos. Además, la aparición de nuevas fuentes de energía,
el petróleo y la electricidad fundamentalmente, que conlleva la aparición de
nuevos inventos como la dinamo, la bombilla o el motor de explosión, será la
base sobre la que se sustente el establecimiento de la sociedad capitalista, junto
a la utilización de nuevas técnicas financieras y mercantiles y la progresiva in-
tervención del Estado en la economía.
De esta forma, el concepto de propiedad privada se acaba por imponer defi-
nitivamente y se empieza a consolidar la economía de mercado. Entre finales del
siglo XIX y principios del XX tiene lugar un incremento intensivo de la produc-
ción industrial y de la racionalización productiva y un protagonismo económi-
co de países no europeos, como Estados Unidos y Japón, hechos que aceleran el
proceso de industrialización, dando lugar a la Segunda Revolución Industrial, ge-
neradora de la gran industria moderna. La mejora de los transportes y las comu-
nicaciones, y, sobre todo, la introducción en las fábricas norteamericanas en los
primeros años del siglo XX de nuevas técnicas racionalizadas de la organización
del trabajo, como la cadena de montaje o la producción en serie, permitieron
que se lograsen estos avances.
Tanto Taylor como Ford introdujeron la especialización de funciones, la
fragmentación de tareas y la medición de tiempos y movimientos como pautas
organizacionales que posibilitaron la producción en serie. En concreto, algunas
características del taylorismo son la reducción de la mano de obra directa (auto-
matización), la utilización de una economía de tiempos (en la que destaca la im-
portancia del “cronómetro” en el proceso productivo), el control, la eficacia, la
predicción y la uniformización del producto. Los marcados aspectos burocráti-
cos de esta forma de producción pueden separarse en dos: el encadenamiento
escalar y la unidad de mando; su implicación estructural para la empresa será la
forma piramidal de organización. El doble objetivo del taylorismo fue poner en
marcha técnicas que incrementaran la productividad, y lograrlo a través de una
buena organización y administración empresarial, defendiendo el estableci-
miento de incentivos en la producción.
Por su parte, el fordismo, que recibirá el nombre de organización científica del
trabajo, supone la culminación del taylorismo. Trata de establecer sistemas ob-
jetivos para evaluar el rendimiento individual de los trabajadores, determinan-
¤ Editorial UOC 184 Sociopsicología del trabajo
Tabla 5.1. Algunas diferencias básicas entre los enfoques tradicional y socio-técnico
de organización del trabajo (Garmendia y Parra Luna, 1993)
Enfoque tradicional Enfoque socio-técnico
Individual y jerárquicamente
Toma de decisiones Delegada en el equipo
centralizada
Improvisado y permanente
Aprendizaje Preestablecido y estable
Reciclaje
Por último, desde los años sesenta se comienza a utilizar un nuevo método de
producción: el toyotismo o sistema de producción ligera (lean production), que sur-
ge en Japón, revolucionando los sistemas de aprovisionamiento y producción de
las grandes empresas. La escuela japonesa persigue la reducción permanente de
costos y basa su reorganización de los procesos productivos en dos principios:
lará todo el proceso productivo será el kanban, que puede definirse como el “sis-
tema de información para controlar de modo armónico las cantidades
producidas en cada proceso” (Garmedia, 1993). Todo ello implica una serie de
cambios en la forma de trabajar:
Una de las críticas que se llevan a cabo del sistema justo a tiempo es que sigue habiendo
muchos supervisores que toman las decisiones.”
Industrial Post-industrial
“pensada y diseñada para producir en grandes series, aparece ahora rígida ante la ines-
tabilidad e incertidumbre de los mercados. Por tanto, son ahora las propias empresas
las que ensayan la introducción de nuevas formas de organización del trabajo, que
introducen nueva tecnología versátil, revisan el grado de división del trabajo y, por
ende, las cualificaciones y los modos de usos de la fuerza de trabajo. Ahora los obje-
tivos empresariales pasan por reorganizar el proceso productivo, flexibilizar el ciclo
de producción, diversificar la misma, mejorar la calidad y la productividad”.
J. M. Blanch (2001).
2. En 1516 Tomás Moro aventuró la posibilidad, impensable en su época, más cercana hoy día, de
trabajar una media de seis horas diarias; un siglo después, Tommaso Campanella, y cuatro más
tarde, Bertrand Russell creyeron que no harían falta más que cuatro horas; desde posturas tan
opuestas como el marxismo (Lafargue) y el capitalismo (Keynnes) se reduce la cifra a tres horas de
trabajo al día. Algunos han llegado a presuponer la completa abolición del trabajo (Bob Black, Rif-
kin, etc.); pero ¿qué nos muestra la realidad? El debate está abierto.
¤ Editorial UOC 193 Capítulo V. Las esferas de la producción...
ción del tamaño de la gran fábrica fordista, con objeto de conseguir recuperar
la eficacia del capital y mejorar el uso de los recursos” (Santos Ruesga, 1995).
Los nuevos sistemas productivos tienen en común la fragmentación del pro-
ceso de trabajo en diversas fases y del producto en distintos subconjuntos, con
el fin de externalizar su producción y su trabajo entre diversos espacios produc-
tivos.
Un nuevo modelo de fábrica viene a sustituir a la gran fábrica fordista; es lo
que se conoce como la fábrica difusa o de síntesis, en la que todo lo que no sea
la actividad principal pasa a ser realizado bien por la industria auxiliar o por em-
presas de subcontratación. Así, los programas de reestructuración y ajuste de las
grandes empresas están llevando a la externalización de buena parte de sus tra-
bajos y procesos (outsourcing). Se trata de abaratar al máximo los costes de fabri-
cación, para dedicar, así, todo el esfuerzo productivo a la tarea principal de la
empresa. La externalización implica que la empresa ha de proveerse “desde fue-
ra”, lo que hace que dependa de otras unidades económicas de producción. De
esta forma, se contrata a personal no vinculado a la empresa de forma perma-
nente (contratos a tiempo parcial, en prácticas, por obra y servicio, etc.), lo que
conlleva, por otra parte, una dependencia del mercado externo de trabajo.
La producción se redirige a los lugares donde los costes de producción y sa-
lariales son menores. A nivel local, la producción pasa de los polígonos indus-
triales al centro de las ciudades; a nivel global, se tiende a la internalización de
algunos procesos productivos, instalando fábricas en países poco desarrollados,
cuya base técnica es menor, en donde los costes se reducen enormemente (esto
se produce principalmente en el caso de manufacturas que no requieren tecno-
logías de fabricación avanzadas, pero que sí necesitan de gran cantidad de mano
de obra). En cuanto a las pequeñas y medianas empresas, la descentralización
productiva se ha producido con mayor intensidad en el sector servicios.
a) en primer lugar, el mercantilismo del siglo XVII y principios del XVIII, ori-
ginado a partir de los importantes descubrimientos marítimos que tuvieron lu-
gar en esas fechas;
b) en segundo lugar, la industrialización iniciada en siglo XVIII y sus conse-
cuencias colonialistas y de la división internacional del trabajo;
c) y, por último, desde la Primera Guerra Mundial hasta la revolución tec-
nológica que comienza tras la segunda posguerra.
M. Bekerman (1995).
Pero hay que tener en cuenta, asimismo, que la extensión del capital no se
ha visto acompañada de la libre circulación de la mano de obra, lo que genera
ciertas desigualdades. Y es que la globalización produce riqueza pero, al mismo
tiempo, conlleva una nueva forma de producción y escenificación de la pobre-
za. Algunos autores destacan el hecho de que, en la actualidad, el capital se acu-
mula sin necesidad del trabajo de una gran parte de la fuerza laboral (y menos
¤ Editorial UOC 196 Sociopsicología del trabajo
aún de los pobres), lo cual conduce a una situación paradójica, ya que los dos
mundos están cada vez más cerca y, a la vez, se encuentran cada vez más lejos,
o más bien digamos que se desencuentran.
Todas estas críticas han ido generando una adversidad hacia la globalización
que ha terminado por encontrar una especie de “contrapoder mundial” en los
llamados movimientos sociales antiglobalización, articulados a través de redes aso-
ciativas sustentadas por tecnologías de la información y la comunicación. Este
contrapoder mundial es visto por algunos autores como la necesaria oposición
al poder capitalista (Ramonet, 2001; Sader, 2001), mientras que son criticados
desde otras posiciones por la falta de un verdadero proyecto alternativo y por su
limitación a reaccionar, en muchos casos generando una innecesaria violencia
callejera en sus manifestaciones.3 Beck, desde una postura moderada, que asu-
me la globalización como el hecho real que es y prefiere aceptarla intentando
controlarla antes que entrar a valorarla, recuerda
“la necesidad de una globalización responsable que permita aprovechar las oportuni-
dades y recrear la política para que mantenga su capacidad de acción ante la econo-
mía.”
En consecuencia, cada vez resulta más difícil separar el mundo del trabajo y el
mundo del ocio; y es que los nuevos sistemas de producción influyen directa-
mente en la vida cotidiana de los trabajadores, tal y como explica Blanch:
J. M. Blanch (2001).
“Lo que muestran las investigaciones es una gran diversidad de formas de organiza-
ción y división del trabajo y la consecuente distribución de calificaciones, aunque se
destaque la poca funcionalidad de los viejos sistemas de organización taylorista del
trabajo para optimizar los complejos ‘nuevos sistemas de producción’.”
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que unos años más tarde tiene lugar
la aparición de Internet, cuya contribución técnica y social ha permitido un ma-
yor desarrollo de los nuevos procesos productivos y de las nuevas formas de pro-
ducción, a través de fenómenos como la globalización económica y el manejo
de información en tiempo real.
Actualmente, el modelo tradicional de producción continúa vigente en nu-
merosas organizaciones, sobre todo en la pequeña y mediana empresa, aunque
en muchas de ellas comienza a combinarse con nuevas tendencias de organiza-
ción, fundamentalmente dirigidas hacia la horizontalización del organigrama
organizativo y hacia la implicación del operario con las tareas que realiza.
Esto se lleva a cabo, principalmente, a través de un proceso de motivación
(mediante medidas como tener en cuenta su opinión, etc.). Exponemos a con-
tinuación, de forma breve, algunas de las características de los nuevos sistemas
de producción:
Parece claro que al de hoy no le basta con estar en posesión de un título uni-
versitario, ni de un master o de trabajador cualificado diferentes cursos especiali-
zados; esto será una condición necesaria para ser contratado, pero no suficiente.
La propia empresa se encargará de otorgarle una adecuada formación y capaci-
tación profesional, con vistas a que esté preparado para afrontar las demandas,
cada vez más exigentes, de la sociedad de la información y de su nuevo sistema
socioeconómico, de forma que su eficiencia y su productividad se vean acrecen-
tadas. Esto quiere decir que en este tipo de trabajadores surge la necesidad de
una formación permanente, que, en definitiva, mejorará su incorporación, de-
sarrollo y permanencia en el mercado laboral, y garantizará su empleabilidad.
En cuanto a los trabajadores precarios, conforman un sector laboral mal remu-
nerado, con una fuerte rotación y un sistema de contratación básicamente tem-
poral, que realiza trabajos monótonos, repetitivos, sin posibilidades de
formación profesional. Estos trabajadores se muestran vulnerables y vulnera-
dos, deambulando entre la precariedad laboral y la exclusión social. Esta condi-
ción de precariedad se da más en la producción de bienes que en la de servicios,
pues, por lo general, el nivel de exigencia que supone la generación de servicios
es bastante superior al que supone el proceso productivo de bienes.
Este tipo de trabajadores es el que hace que las nuevas formas de trabajo no
acaben de distanciarse definitivamente de los modelos tradicionales de organi-
zación laboral.
5. Sobre el capital intelectual puede consultarse: T. A. Stewart (1997). Intellectual capital. Doubleday.
¤ Editorial UOC 202 Sociopsicología del trabajo
tuación es el de esas empresas virtuales que, pese a tener grandes pérdidas, ven
cómo sus acciones se cotizan a la alza en la bolsa. La expresión “sociedad de la
información” empieza a dejar paso a la de “sociedad del conocimiento”.
La gestión del conocimiento, como nuevo recurso estratégico a disposición de
las empresas, procura poner al alcance de cada trabajador la información que
necesite en cada momento para aumentar su efectividad. Se trata de aprovechar
al máximo el conocimiento y el resto de competencias profesionales de cada
empleado. Las razones que han llevado a la gestión del conocimiento a situarse,
actualmente, en un lugar privilegiado dentro del entramado empresarial son di-
versas, por ejemplo: los imperativos de la competitividad, la nueva concepción
integral de los recursos humanos, la existencia de un exceso de información, la
creciente movilidad laboral y dispersión geográfica del personal, la renovación
de los organigramas organizacionales hacia posiciones menos jerárquicas y más
descentralizadas, etc.
Con el objetivo de implicar a la fuerza de trabajo en el propio trabajo y en la
política empresarial, se reduce el número de departamentos y unidades, agili-
zándose la comunicación entre ellos. Se tiende, pues, hacia una estructura hori-
zontal de los organigramas jerárquicos y hacia la reducción del tiempo
destinado a compartir información/conocimiento entre los diferentes departa-
mentos de la empresa. Los círculos de calidad, los grupos de mejora continua y otros
procedimientos semejantes son utilizados para mejorar la calidad, el clima, la
participación y la comunicación interdepartamentales.
Por otro lado, se pasa de la potenciación de los factores de motivación extrín-
seca (“el palo y la zanahoria”), como son las políticas basadas únicamente en la
retribución, la supervisión u otras condiciones de trabajo, a los factores intrín-
secos, tales como los logros, el reconocimiento, el trabajo en sí mismo, la res-
ponsabilidad, los ascensos y el crecimiento o desarrollo, los cuales están
directamente relacionados con la satisfacción en el puesto.
Herzberg (1967), en su Teoría Bifactorial indica que características como las
políticas y la administración de la empresa, la supervisión, las relaciones inter-
personales, las condiciones de trabajo y los sueldos, pueden conceptuarse como
factores de higiene (son factores extrínsecos al trabajo en sí). Cuando son adecua-
dos, la gente no estará insatisfecha; sin embargo, tampoco estará satisfecha. Si
deseamos motivar a la gente en su puesto, Herzberg sugiere dar énfasis a los lo-
gros, el reconocimiento, el trabajo mismo, la responsabilidad y el crecimiento.
¤ Editorial UOC 203 Capítulo V. Las esferas de la producción...
6. F. Herberg (1967). The motivation to the work. Nueva York: John Wiley.
7. El término cibernética se lo debemos a Norbert Wiener, quien lo propuso en 1948 para expresar “el
control y la comunicación entre el animal y la máquina”, en un libro publicado bajo ese mismo
nombre. En 1984, William Gibson popularizaría el término ciberespacio, para describir un mundo
mediatizado por ordenadores, con acceso directo a un mundo paralelo de pura información
digitalizada. N. Wiener (1948). Cybernetics. MIT Technology Press.
¤ Editorial UOC 204 Sociopsicología del trabajo
de los recursos humanos de las empresas. Y es que las nuevas tecnologías se con-
figuran como medios productivos, transformando tanto los procesos de produc-
ción y distribución como el propio trabajo, modificando en gran medida la
forma en que se organizan las empresas, las relaciones sociales que se establecen
en ellas, sus necesidades de personal, etc.
La aplicación de las nuevas tecnologías provoca cambios tecnológicos en to-
dos los sectores productivos, y no sólo en el sector de servicios, donde su incor-
poración resulta más evidente, sino también en los sectores primario e
industrial. La innovación tecnológica que conllevan el automatismo y la infor-
matización de los procesos productivos implica que muchas de las máquinas
utilizadas hasta ese momento desaparezcan o registren profundas transforma-
ciones, lo que trae consigo cambios en los puestos de trabajo, que se dirigen
ahora hacia una atención individualizada de los trabajadores; se lleva a cabo
una gestión laboral más personalizada (Kern y Schumann, 1988). En esta acen-
tuación del factor humano, la motivación laboral, la promoción interna, la for-
mación y la recualificación se presentan como aspectos fundamentales, y
cualidades como la iniciativa, la responsabilidad, la implicación, la innovación,
la creatividad y la participación directa son las que más se valoran en los traba-
jadores de los nuevos sistemas de producción (en los trabajadores cualificados,
para ser exactos).
Las nuevas tecnologías agudizan los procesos de descentralización producti-
va de los que venimos hablando a lo largo de este capítulo, fundamentalmente
por dos razones:
Estos aspectos son destacados por Castells, en la Lección inaugural del progra-
ma de doctorado sobre la sociedad de la información y el conocimiento de la
Universitat Oberta de Catalunya, cuando afirma que Internet constituye el fun-
damento tecnológico sobre el que se asienta la nueva sociedad, a la que él de-
nomina, como ya hemos visto, sociedad red, configurándose más allá de una
mera tecnología, pues es, a un tiempo, “un medio de comunicación, de interac-
ción y de organización social”, que proporciona y procesa información en tiem-
po real, desarrollando toda una serie de “nuevas formas de relación social”, que
no podrían difundirse sin Internet, aunque no tengan su origen allí. De esta for-
ma, Internet viene a sustituir, en cierta medida, a las fábricas y grandes corpo-
raciones de la era industrial.
¤ Editorial UOC 206 Sociopsicología del trabajo
8. La evolución del gasto en nuevos bienes y servicios que han experimentado las sociedades occi-
dentales puede seguirse en los siguientes estudios longitudinales: B. Martin y S. Mason (1986).
Spending patterns show new leisure priorities. En Leisure Studies, (5), 233-236; B. Martin y S. Mason
(1990). Leisure in a less bouyant economy. En Leisure Studies, (9), 1-6; B. Martin y S. Mason (1992).
Current trends in leisure: the changing face of leisure provisión. En Leisure Studies, (11), 81-86.
¤ Editorial UOC 209 Capítulo V. Las esferas de la producción...
“el proceso mediante el cual los principios que rigen el funcionamiento de los restau-
rantes de comida rápida han ido dominando un número cada vez más amplio de as-
pectos de la sociedad norteamericana, así como de la del resto del mundo”.
Este proceso afecta a todos los aspectos de la vida (educación, trabajo, ocio,
política, etc.), y se caracteriza por la búsqueda de eficacia, el cálculo, la predic-
ción y el control, mediante la constante reducción y sustitución del papel del
hombre por la tecnología y la irracionalidad de la racionalización (que represen-
ta la burocracia). Para Rifter, la probable última irracionalidad de la Mcdonaliza-
ción será que las personas queden a merced del sistema y que éste llegue a
controlarlos.
Por último, dentro del actual proceso de fragmentación de mercados, poten-
ciado por el crecimiento capitalista, la producción masiva para el consumo ma-
sivo e indiferenciado no tiene cabida (al menos, hasta el punto que la tenía años
atrás). En este momento se está produciendo un cambio en la demanda, cada
vez más personalizada, de los consumidores, que solicitan productos diversifi-
cados, de mayor calidad y mejor adaptados a sus gustos individualizados, lo que
se conoce como consumo a la carta. Así surge la producción por proyectos, en la que
el control de pedidos pierde relevancia, puesto que hay uno o pocos pedidos, en
beneficio de la ordenación y el control de la producción. A diferencia de los
otros procesos de producción, cuya principal característica era la repetición, en
un proyecto la finalidad del proceso es hacer un producto único; serán únicos, en
tipo y cantidad, tanto los recursos empleados en su fabricación, como el propio
producto final.
¤ Editorial UOC 210 Sociopsicología del trabajo
E. Adamovsky (2000).
“funciona en este espacio casi caníbal: mercancías que consumir, hombres en estado
de producir y de comer. Así, el ritmo de crecimiento económico se acelera con la ca-
pacidad de consumir y producir, con la angustia de la escasez, arma capitalista, miedo
a ser comido.”
J. Attali (1981).
¤ Editorial UOC 211 Capítulo V. Las esferas de la producción...
Dentro de los cambios sociales tiene lugar una nueva orientación de los va-
lores de la población, una transformación que se está produciendo ahora y que
parece que se dará en los próximos años aún en mayor medida, tal y como se
deduce de los análisis llevados a cabo hasta el momento.9
Según estos estudios, parece que se van dejando a un lado los sentimientos
de carencia económica, mientras aparecen nuevos valores más acordes con la
mentalidad neotecnológica. Bell (1973) señala que ante los valores tradicionales
y obsoletos de la sociedad industrial (búsqueda de la seguridad física y material,
del éxito personal y la conformidad individual, de la preocupación por el estatus
y el acatamiento de la autoridad), la emergencia de la sociedad postindustrial
conlleva por parte de la población un deseo de cambio y atracción por todo lo
que sea nuevo, la búsqueda de una mayor realización personal, un mayor sen-
tido hedonístico y lúdico de la vida, una búsqueda de raíces y una mayor sensi-
bilidad por la naturaleza.
Unos años más tarde, Inglehart (1991) llega a la conclusión de que en la so-
ciedad industrial avanzada los jóvenes tienden a ser sensiblemente más postma-
terialistas que los mayores y que el reemplazo intergeneracional que se produjo
entre 1970 y 1987 incrementó la población postmaterialista entre las poblacio-
nes occidentales; esta situación sugiere la posibilidad de que estemos en presen-
cia de un amplio cambio cultural, en el que una visión del mundo reemplaza a
otra. Inglehart advierte, no obstante, de la falta de constatación empírica de este
cambio, aunque asegura que lo que sí está demostrado es el relevo intergenera-
cional (que es en gran medida el hacedor de tal cambio) que se está producien-
do. El autor encuentra que en la sociedad postmaterialista a la hora de buscar la
felicidad se tiende marcadamente a dar relevancia a “las actividades socialmente
útiles e interesantes, el ser estimado por los demás, llevarse bien con los amigos
y el ocio” (1991). Mientras, los materialistas tendían en mayor medida a dar im-
portancia al “matrimonio, la vida familiar, los niños, la salud y el tener dinero
suficiente”. Será, pues, la calidad de vida la que pase a centrar la preocupación
de la sociedad actual, incrementándose el interés por el medio ambiente, la au-
toestima, la cultura y otra serie de variables.
9. Entre los estudios más relevantes sobre la transformación de los valores en las nuevas socieda-
des, véanse las obras siguientes de la bibliografía: Bell (1973); Inglehart (1991); Kaiero Uría (1994);
Díez Nicolás e Inglehart (1994); Castells (1997); Fukuyama (1999); González Rivero (1999).
¤ Editorial UOC 213 Capítulo V. Las esferas de la producción...
Los estilos de vida pueden definirse como la suma de patrones que estructura
la organización del tiempo, el sistema social de relaciones y las pautas económi-
cas de consumo; es decir, como un conjunto de consumos, hábitos, produccio-
nes y prácticas culturales, de ocio y de tiempo libre a través de los cuales cada
persona organiza su vida cotidiana.
Lo que caracteriza al estilo de vida, como forma moderna, es
“la iniciativa, por parte del individuo, de recrear su cosmos social personal y diferen-
ciado, en lugar de aceptar acrítica y pasivamente el cosmos social existente en el ex-
terior de su medio ambiente, pero, al mismo tiempo, garantizando su pertenencia
significativa a él”.
Las actividades de ocio, la ropa que se utiliza, la comida y bebida que se con-
sume, la casa, el automóvil, etc. son indicadores de la individualidad del gusto
y del estilo de vida al que pertenece el consumidor.
Esta nueva concepción de los estilos de vida los relaciona con el habitus del
que ya venía hablando Bourdieu desde 1979, y que se refiere, asimismo, a un
sistema de disposiciones perdurables y transferibles, que integran todas las ex-
periencias pasadas y que funciona en cada momento como matriz estructurante
de las percepciones, las apariencias y las acciones de los agentes frente a una co-
yuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir. El habitus se relaciona
con la importancia de conocer los nuevos bienes, el valor social y cultural que
poseen y su apropiada utilización.
Cabe destacar, por último, la homogeneidad que estos estilos de vida tienen
hoy en día; todas las personas, en mayor o menor medida, realizan las mismas
actividades (tales como salir con los amigos, ver la televisión, hacer deporte),
aunque pueden establecer “identificaciones diferenciales” dentro de ellas (co-
mo, por ejemplo, acudir a bares u otros lugares característicos, ver unos progra-
mas televisivos y no otros, practicar distintos tipos de deporte, etc.). No sólo eso.
Además, a consecuencia de la globalización, en todas partes del mundo se de-
manda (y se oferta) la misma clase de productos, en lo que se conoce como plu-
¤ Editorial UOC 214 Sociopsicología del trabajo
ralización del consumo (Levitt, 1989), aunque dentro de esa misma clase de
productos, cada consumidor realiza sus demandas de forma personalizada (se
solicitan los mismos productos, pero diversificados, adaptados a los gustos indi-
vidualizados de cada consumidor), lo que resulta sin duda, paradójico.
Por último, la enorme importancia que los nuevos centros comerciales o las
grandes superficies están adquiriendo en la estructura de las sociedades contem-
poráneas occidentales hace que requieran un análisis particular.
“En el centro comercial uno se siente seguro, a salvo: ni siquiera hay que comprar, lo
principal es que estés allí, que te acostumbres a encontrar en ese lugar la posibilidad
de que todos tus deseos pueden ser satisfechos y, naturalmente, tus deseos bajan mu-
cho de nivel.”
Las grandes tiendas y galerías aparecen en París a mediados del siglo XIX,
extendiéndose después a otras grandes ciudades. Representaban lo que Benja-
min (1982) denominó los nuevos mundos oníricos, en donde las mercancías se
exhiben fantasmagóricamente, siendo renovadas cada poco. A partir de ahí,
su desarrollo se debe, especialmente, al estilo de vida americano, que fue con-
figurando la vida de los estadounidenses alrededor de ellos. Y desde allí han
acabado por invadir los espacios europeos, a pesar de que países como España,
por su propia idiosincrasia parecían muy alejados de ese tipo de ocio y de con-
sumo. En cualquier caso, no cabe duda de que los centros comerciales han pa-
sado, en los últimos años, a ocupar un lugar cada vez más relevante en todas
las sociedades modernas occidentales, conformándose como espacios lúdicos
en los que gente de todas las edades pasan parte de su tiempo, realizando gran
número de actividades diferentes (por casi todas ellas, todo sea dicho, han de
pagar). De esta forma, en una misma tarde, y en un mismo espacio físico, una
persona puede pasear observando escaparates, ir al gimnasio, jugar a los bolos,
echar unas partidas en alguna máquina recreativa, lavar la ropa, arreglar pren-
das de vestir, ir al cine (pudiendo elegir entre varias películas diferentes), co-
mer una hamburguesa en un establecimiento de comida rápida, etc. Así,
“la nueva configuración y estructuración del tiempo libre alrededor de “la industria
del ocio” (o por decir mejor de “las industrias del ocio”), constituye un fenómeno que
afecta a la sociedad en su conjunto. La globalización genera individualismo, senti-
mientos de fragilidad e incertidumbre en los ciudadanos de las sociedades occidenta-
les. Esta situación hace que se tienda a adoptar actitudes cercanas al presentismo (vivir
al día, dada la dificultad de proyectarse en el futuro), el pragmatismo y el hedonismo.
Los nuevos estilos de vida crean una nueva forma de distribuir el tiempo libre, inter-
viniendo y distribuyendo los espacios (y los tiempos) al antojo de sus necesidades. Los
¤ Editorial UOC 216 Sociopsicología del trabajo
Resumen
Capítulo VI
Trabajo, formación y capacitación profesional
en la sociedad de la información
M. Silveria Agulló Tomás, Esteban Agulló Tomás y Julio Rodríguez Suárez
1. O. Giarini y P. M. Liedtke (1998). El dilema del empleo. Círculo de Lectores: Galaxia Gutenberg.
2. Sobre la configuración de una nueva etapa histórica puede consultarse el libro de Touraine sobre
la sociedad postindustrial, o los más actuales volúmenes de Castells sobre la era de la información:
M. Castells (1997). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1. La sociedad red.
Madrid: Alianza.
¤ Editorial UOC 220 Sociopsicología del trabajo
3. Comisión Europea (1994). Crecimiento, competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo
XXI. Libro Blanco. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas.
¤ Editorial UOC 222 Sociopsicología del trabajo
El mundo que emerge en los últimos años del siglo XX “a partir de una serie
de procesos interrelacionados [...] constituyen una nueva era, la era de la infor-
mación” (Castells, 1997). Pero, ¿qué rasgos y significados caracterizan a la nue-
va era? ¿Qué hay de novedoso en la nueva arquitectura socioeconómica de la
¤ Editorial UOC 223 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
globalización? ¿Cuáles son las exigencias y demandas del nuevo modelo de de-
sarrollo capitalista global e informacional?
Antes que nada vamos a tratar de clarificar algunos conceptos que serán cla-
ves para entender el resto del capítulo y, lo que es más significativo, para com-
prender la naturaleza de la sociedad que está fraguándose. En el nuevo
panorama se vislumbran con claridad los siguientes conceptos: conocimiento,
información, sociedad de la información, sociedad informacional, sociedad red,
entre otros. Pero, por otra parte, el significado de tales términos no siempre se
nos presenta con la misma nitidez.
Para la definición de conocimiento Castells (1997) se une, por considerarla
adecuada, a la que ofrece Bell (1973):
turación del sistema capitalista.5 Con todo, ha emergido una nueva estructura
social que
M. Castells (1997).
Para este autor, en este nuevo modo de desarrollo informacional, “la fuente
de la productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento,
el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos”. No obs-
tante, aunque, como ya advierte el propio autor, el conocimiento y la informa-
ción han sido factores fundamentales en todos los modos de desarrollo, lo
propio del modelo de desarrollo informacional “es la acción del conocimiento
sobre sí mismo como principal fuente de productividad”. En ese sentido, el
principio de actuación del informacionalismo no se basa en la maximización
del beneficio y el crecimiento económico como era propio del industrialismo,
sino en el desarrollo tecnológico, o sea, “la acumulación de conocimiento” y
en el incremento de la complejidad en el procesamiento de la información
(Castells, 1997). Por tanto, en el nuevo modelo informacional lo que define
a la función de la producción tecnológica es la búsqueda de conocimiento e
información.
Queda claro, pues, que los elementos centrales de esta nueva sociedad son la
información y el conocimiento. Díaz (1998), en su análisis de las tendencias
emergentes de la sociedad informacional, se refiere a la naturaleza de la infor-
mación en la nueva realidad social. En ese sentido, la información constituye
un “conocimiento práctico, que opera sobre el entorno para transformarlo”.
Esta potencialidad transformadora del conocimiento ha sido posible merced a
la revolución tecnológica desarrollada y que está propiciando enormes transfor-
maciones en cuatro tipos de tecnologías (tecnología de la información, tecno-
logía de la biotecnología, tecnología de los materiales y tecnología energética).
Sin embargo, la tecnología de la información se nos presenta como “instrumen-
5. Sobre el proceso de reestructuralción del sistema capitalista puede consultarse, por ejemplo:
Alonso (1999), Castillo et al. (1999), Miguélez y Prieto et al. (1999), Tezanos et al. (1997, 1998, 2000).
¤ Editorial UOC 225 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
“la educación y el aprendizaje son las grandes herramientas para adaptarse a la socie-
dad de la información, porque los conocimientos y la capacidad de acceso a la infor-
mación son los ejes básicos de la participación.”
CES (1999).
J. M. Blanch (2001).
J. M. Blanch (2001).
Alonso (1999) retoma esta línea argumentativa cuando afirma que “el traba-
jo –como hecho y derecho colectivo– se hace, así, en primer lugar, secundario
en la jerarquía de prioridades sociales, para convertirse, luego, en invisible. El
empleo, que lo sustituye temáticamente, es considerado como un hecho estric-
tamente económico”. Para este autor, es conveniente distinguir dos aspectos
esenciales del trabajo: el trabajo como fuente de salario y, por tanto, como valor
económico y, por otro lado, el trabajo como actividad humana, como valor so-
cial y cultural, “con sus identidades concretas y sus posibilidades de creación de
sujetos sociales y de transformación de los modos de existencia de las personas”.
Esta diferenciación es decisiva para entender lo que está aconteciendo en nues-
tros días y lo que puede derivar en un futuro. El trabajo constituye un modo de
empleo y posee un valor mercantil, pero “debemos reconocer que también tiene
un sentido humano, es un modo de vida”. Para Alonso,
L. E. Alonso (1999).
Con esta concepción cabría “la posibilidad de encontrar nuevas fuentes de tra-
bajo y nuevas situaciones de actividad social estable, no estrechamente mercan-
til”. Esta vía podría lograr el “sentido pleno del trabajo” en una sociedad como
la actual, “volviendo a relacionar –repolitizar– la situación del trabajo con res-
pecto al origen y a la distribución social de la riqueza”.
En esta tesitura de complejidad intelectual se halla el debate del trabajo, su
significado y centralidad actuales, su cuestionamiento, y su potencialidad/legi-
timidad para ser el eje centralizador de la existencia cotidiana de los ciudadanos.
Con todo ello, el debate que más acaloramiento ha generado ha sido el del fin
del trabajo.7 De la Garza (1999) resume los argumentos sobre el fin del trabajo
en varias tesis que reflejan, de forma sintética, los problemas y replanteamien-
tos que viene sufriendo el trabajo:
Para este autor, la mayor parte de estas tesis sobre el fin del trabajo posee una
fundamentación meramente teórica y, por tanto, no están basados en la eviden-
7. Sobre el debate del fin del trabajo puede consultarse por ejemplo: Gorz, 1982; Offe, 1984, 1985;
Rifkin, 1996; Méda; 1998.
¤ Editorial UOC 229 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
cia empírica rigurosa. En su reflexión intenta demostrar con datos objetivos que
se trata de meras conjeturas, sobre todo si se contemplan desde una perspectiva
internacional. Según De la Garza (1999), el fin del trabajo alude directamente al
concepto mismo de trabajo. Ninguno de los pronósticos benevolentes y opti-
mistas sobre una sociedad del ocio y el tiempo liberado se constatan en las so-
ciedades contemporáneas. Por el momento, se va a seguir precisando del
trabajo, y éste mantendrá su valor central, o si se prefiere, decisivo, para buena
parte de la humanidad. En este sentido, afirma este autor, “no parece anunciarse
el fin de la necesidad de trabajar: los hombres seguirán trabajando, aunque de
manera diferente”. El debate del fin del trabajo está, por tanto, “mal planteado”.
En todo caso, insiste De la Garza,
“sería la reducción del trabajo formal, estable, y su sustitución por otras formas de tra-
bajo consideradas anómalas en los países desarrollados, pero que en el Tercer Mundo
tienen una historia larga de normalidad.”
En definitiva, no se puede hablar del fin del trabajo; en todo caso, estamos
ante una
E. De la Garza (1999).
Para este autor, el debate actual sobre el trabajo “apunta hacia su diversidad
y flexibilidad”. Diversidad, sí: situaciones laborales heterogéneas, pluralidad de
formas y sistemas productivos, variedad de maneras de contratación, subcontra-
tación, etc. Pero flexibilidad constituye un aspecto/fenómeno menos promete-
dor de lo que se esperaba. No se trata, señala De la Garza, de una flexibilidad
masiva, creativa, liberalizadora; “la flexibilidad que ahora preocupa es la de la
subcontratación, del trabajo atípico, del sector informal”. En su opinión, la su-
peración de este dilema/crisis/planteamiento no está en la idea de construir una
nueva ciudadanía (relación laboral como ámbito y asunto público, con dere-
chos y obligaciones), sino en reconocer la heterogeneidad de las ocupaciones y
de las trayectorias laborales, tratando de ampliar este concepto al de “trayectoria
¤ Editorial UOC 230 Sociopsicología del trabajo
Una vez que hemos perfilado, de forma breve, el panorama más estructural
y el marco donde se va a llevar a cabo la formación y la capacitación profesional
de los trabajadores, en este apartado vamos a adentrarnos en un aspecto que de-
viene elemental para comprender de manera adecuada los objetivos que se per-
siguen en este capítulo.
En este sentido, es conveniente ofrecer una aproximación conceptual que
clarifique y delimite aquellos términos de este ámbito, ya que en el contexto ac-
tual de la formación y el empleo se están cometiendo muchos errores y produ-
ciendo una gran confusión, dada la enorme proliferación de términos y, sobre
todo, por la gran proximidad de los significados de algunos de estos conceptos.
En este recorrido terminológico vamos a partir del concepto de aprendizaje,
un término esencial para entender el concepto de formación y todo lo que el
mismo supone. Aprender, según el Diccionario de la Real Academia de la Len-
gua (1992) (DRAE a partir de ahora), significa: “adquirir el conocimiento de una
cosa por medio del estudio o de la experiencia”. Siguiendo esta misma fuente,
aprendizaje, es la “acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa”.
Para Buckley y Caple (1991), el aprendizaje constituye un “proceso por el que
los individuos adquieren conocimiento, técnicas y actitudes a través de la expe-
riencia, la reflexión, el estudio o la instrucción”.
Para Cabrera (1993) en la base de toda formación está el aprendizaje. Basán-
dose en la definición que ofrecen Hilgard y Bower (1976), considera el aprendi-
zaje como “el proceso mediante el que se origina o se modifica una actividad
por reacción ante una situación dada”. Según esta definición, esta autora señala
las implicaciones que tiene el aprendizaje:
Por otro lado, el DRAE nos ofrece del término formación (del lat. formatio, oì-
nis) varias acepciones, de las cuales podemos destacar la primera: “Acción y efec-
to de formar o formarse”. Por su parte, el término formar alude al hecho de: “Dar
forma a una cosa” en su primera acepción, y en la cuarta nos indica: “Criar, edu-
car, adiestrar”; acepciones estas últimas que nos remiten a otros conceptos muy
próximos, que, en primera instancia, incrementan la confusión. La otra acep-
ción que por el momento nos puede interesar es la octava, que define el concep-
to como: “Adquirir una persona más o menos desarrollo, aptitud o habilidad en
lo físico o en lo moral”. Con este último sentido, la clarificación terminológica
se nos complica sobremanera. Por ello, vamos a ir por partes, y trataremos de
proceder utilizando los conceptos de otros autores que nos ayuden a arrojar un
poco de luz en este asunto nada transparente.
En ese sentido, la formación puede entenderse como “un esfuerzo sistemáti-
co y planificado para modificar o desarrollar el conocimiento, las técnicas y las
actitudes a través de la experiencia de aprendizaje y conseguir la actuación de-
seada en una actividad o rango de actividades”. Observamos en la definición de
Buckley y Caple (1991) la alusión en el proceso formativo a la experiencia del
aprendizaje; pero, sobre todo, cabe señalar la mención de las características si-
guientes: sistematización y planificación que implica toda acción formativa
para modificar o desarrollar (conocimiento, técnicas, actitudes, etc.), y, con
todo ello, tratar de lograr una actuación deseada. Siguiendo la concepción de es-
tos autores, vemos que el objetivo central de la formación en el ámbito laboral
consiste en “capacitar a un individuo para que pueda realizar convenientemen-
te una tarea o trabajo dados”. No podemos perdernos un detalle que creemos
puede sernos de gran utilidad: la referencia al término de desarrollo, matiz que
ya se vislumbra en una de las acepciones del DRAE. Asimismo, en este enfoque
se vincula la formación con otro concepto/proceso; nos referimos al de capaci-
tación. Una primera aclaración consistiría en diferenciar la formación en el con-
texto organizativo y laboral de otros ámbitos que no tienen que ver con el
mismo. Muchos autores articulan, como luego veremos, el concepto de forma-
ción al de capacitación cuando se trata principalmente del entorno laboral. De
¤ Editorial UOC 233 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
la misma forma, como veremos a lo largo del capítulo, son muchos los autores
y enfoques actuales que también lo relacionan con el concepto/proceso de de-
sarrollo.
La definición de Buckley y Caple (1991) se acerca a la concepción de Cabrera
(1993) y Peiró (1986) sobre la formación. Para éste último la formación consiste
en el “proceso intencional y sistemático de alterar la conducta de los miembros
de una organización en una dirección que contribuya a la eficacia organizacio-
nal, que permita además establecer una armonía mayor entre los objetivos del
individuo y los de la organización y que mejore, especialmente, la relación per-
sona-puesto de trabajo” (Peiró, 1986).
Volviendo a las implicaciones que Cabrera (1993) observa de estas definicio-
nes, podemos destacar que todo proceso formativo:
“lograr que los empleados se mantengan al día, estén al tanto de las nuevas tenden-
cias y evoluciones, manifiesten un talante abierto y bien dispuesto hacia los cambios,
conozcan e interactúen con otras personas que llevan temas afines.”
J. M. Prieto (1994).
J. M. Prieto (1994).
Para terminar con este recorrido terminológico, tan sólo nos queda realizar
una serie de consideraciones respecto a otro de los conceptos que tiende a utili-
zarse de forma imprecisa o incorrecta en el ámbito de la formación laboral y pro-
fesional. Nos referimos al concepto de educación. Para Buckley y Caple, se trata de
“un proceso y una serie de actividades orientados a capacitar a un individuo para asi-
milar y desarrollar conocimientos, técnicas, valores y comprensión, factores que se
relacionan no sólo con un campo de actividad reducido, sino que permiten definir,
analizar y solucionar una amplia gama de problemas.”
Pese a las diferencias que hemos mencionado, Buckley y Caple señalan la es-
trecha relación que poseen ambos conceptos/procesos. La capacidad adquisitiva
de los formandos tiene que ver directa o indirectamente con su experiencia edu-
cativa previa. Y, al mismo tiempo, todo lo adquirido a través de las acciones for-
mativas va a influir en su educación y en los procesos de aprendizaje/
instrucción que puedan sucederse en un futuro. Por último, los autores referidos
hacen mención a otro elemento que, articulado formalmente a la formación y
a la educación, es considerado fundamental, interdependiente y complementa-
rio para el aprendizaje y su desarrollo; se trata de la experiencia planificada. Ésta
“integra y actúa de catalizador entre las técnicas, las ideas, habilidades, etc., ad-
quiridas por medio de la formación y la educación”.
G. Le Boterf (1991).
¤ Editorial UOC 240 Sociopsicología del trabajo
“La división del trabajo convierte a los puestos de trabajo en más o menos formadores.
Los itinerarios profesionales, las cadenas de empleos, o la movilidad profesional con-
tribuyen al enriquecimiento o la degradación de los conocimientos y capacidades
profesionales.”
G. Le Boterf (1991).
“El Real Decreto 676/1993 del Ministerio de Educación y Ciencia enfoca los Títulos
de Formación Profesional poniendo énfasis en la adquisición de la competencia pro-
fesional requerida en el empleo. Asume las acepciones de ‘capacitación’ y ‘cualifica-
ción’. Cada título contiene un perfil profesional. La terminología utilizada incluye el
concepto de ‘competencia profesional’.”
Por otro lado, el propio Prieto nos destaca el concepto de unidad de competen-
cia desarrollado por el MEC:
– que se obtiene desglosando la competencia general que admiten como tal la mayoría
de los empleados del sector al hablar de una determinada figura profesional,
– que constituye un rol esencial en una ocupación o una profesión dada.”
J. M. Prieto (1997).
“la realidad objetiva, que requiere competencias técnico-científicas; la social, que re-
quiere comprensión de los procesos organizativos como espacios generadores de nor-
mas que determinan los comportamientos, y la subjetiva, que se configura como
personalidad y que determina la percepción de la realidad y que es el soporte de las
facultades y capacidades necesarias para que las tres dimensiones se integren racio-
nalmente, es decir, objetiva y comprehensivamente.”
F. Moreno (1997).
C. Levy-Leboyer (1997).
¤ Editorial UOC 244 Sociopsicología del trabajo
9. Para una mayor profundidad en la relevancia socioeconómica de las organizaciones puede con-
sultarse, desde una perspectiva psicosocial: Peiró (1992), Rodríguez (1998), Quijano (1989), Agulló
(2000), Gil y Alcover (2003). Desde una perspectiva más sociológica, puede consultarse: Castillo
Mendoza (1999), entre otros.
¤ Editorial UOC 245 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
acciones formativas que hagan de estos medios unos canales verdaderos y efec-
tivos para la consecución de las metas organizativas. Por último, en la caracte-
rística de la continuidad a través del tiempo de estas entidades sociales, la
formación y el desarrollo constituyen una de las dimensiones vitales para garan-
tizar la pervivencia de la organización, pese a la desaparición continua e inevi-
table de determinados miembros de la misma.
Por formación continua se entiende un conjunto de acciones formativas que
desarrollen las empresas, dirigidas tanto a la mejora de competencias como a la
recualificación de los trabajadores ocupados, que permitan compatibilizar la
mayor competitividad de las empresas con la formación individual del trabaja-
dor o trabajadora. En el referido Acuerdo (ANFC), se define la formación conti-
nua en términos de proporcionar a los trabajadores de nuestro país un mayor
nivel de cualificaciones que permita la promoción y desarrollo personal y pro-
fesional, contribuyendo, de esta manera, a la mejora económica y competitiva
de nuestras empresas, a facilitar la adaptación a los cambios tecnológicos y or-
ganizativos y a propiciar el desarrollo de nuevas actividades económicas.
Si partimos de la concepción integral de la formación como proceso de
cambio, intencional y sistemático, de la conducta de los miembros de la orga-
nización para el logro de la eficacia de la misma, la sintonía entre objetivos
individuales y organizativos, y la mejora de la relación trabajador-trabajo, ve-
mos que se trata de objetivos muy precisos, pero a la vez entrañan una com-
plejidad significativa. El papel de la formación, en consecuencia, se hace
patente y crucial en los entornos de globalización, informalización y transfor-
mación permanentes.
Colom et al. (1994) nos advierten de una tarea previa al planteamiento de
los objetivos de la formación: “la susceptibilidad de la formación a admitir en-
foques culturales contrapuestos”. Se refieren a las diversas corrientes, enfoques
o paradigmas de la formación que cuentan, en su base, con una concepción de
la formación diferente (formación como gasto o inversión; formación como
adaptación o desarrollo). Otro aspecto importante que estos autores destacan es
que los objetivos perseguidos a través de las distintas acciones formativas son
distintos, dadas las diferentes necesidades de las organizaciones y las de sus
miembros. Lo mismo se podría afirmar con respecto a los distintos momentos
que atraviesan las empresas (inauguración, expansión, fusión, concentración,
¤ Editorial UOC 247 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
declive, crisis, etc.): cada una de estas fases requerirá políticas, estrategias y me-
canismos formativos totalmente diferenciados.
Tratando de ser sistemáticos, podemos acudir a la definición de formación
continua (ANFC, Acuerdo Nacional de Formación Continua), en donde se reco-
noce explícitamente que la formación continua posee un valor estratégico prio-
ritario en los procesos de cambio tecnológico, económico y social. En ese
sentido, por extensión, podemos destacar varias metas susceptibles de ser alcan-
zadas vía formativa en las organizaciones de nuestros días:
Por otro lado, Albizu (1997) añade o completa los principales objetivos de la
formación:
E. Albizu (1997).
Enseñanza concreta
– Ir de lo concreto a lo abstracto.
– Dispensar las nociones teóricas y técnicas con ocasión de los ejercicios prácticos li-
gados a ellas.
¤ Editorial UOC 249 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
Enseñanza dinámica
– Aprender haciendo.
– Utilizar la experiencia personal siempre que sea posible.
– Hacer descubrir al formando las verdades por sí mismo.
– Suscitar la discusión.
Enseñanza progresiva
Enseñanza variada
Enseñanza individualizada
Enseñanza estimulante
Enseñanza corporativa
Enseñanza dirigida
– Hay que utilizar los conocimientos, haciendo que en las prácticas sucesivas se em-
piecen con las anteriores.
L. Puchol (1993).
En otro orden de cosas, uno de los principales escollos con el que se encuen-
tran los formadores, sobre todo los más inexpertos, es la consideración homo-
génea de los posibles destinatarios de una acción formativa. Los grupos que se
crean para participar en un proceso formativo no siempre tienen en cuenta las
diferencias, de diversa índole, que el propio grupo presenta. Cuando hablamos
de formación en el ámbito organizacional estamos refiriéndonos a un tipo de
destinatarios que, además de otros rasgos, presentan la característica fundamen-
tal de ser adultos. En ese sentido, la formación que se diseña y planifica para
adultos debe considerar de entrada este aspecto esencial que va a determinar el
resto de dimensiones del proceso formativo. Buena parte de trabajadores adul-
tos que son potenciales destinatarios de la formación en la empresa (pese al in-
cremento del nivel de escolarización de los países desarrollados), no son
estudiantes, mientras que otros hace tiempo que dejaron de serlo, incluso algu-
nos de ellos cuentan con un paso por el sistema educativo básico poco gratifi-
cante y exitoso.
Por todo ello, el planteamiento de la formación en la empresa debe conside-
rar la naturaleza del aprendizaje adulto; las características de este aprendizaje re-
quieren contemplar una serie de principios y valores psicopedagógicos que van
a ser determinantes para la buena elaboración y puesta en marcha de cualquier
plan/programa/acción formativa.
Siguiendo a Del Pozo (1993), los adultos tienden a presentar dificultades y/o
reticencias para el aprendizaje. Muestran temor a no estar a la altura, a hacer el
ridículo frente a los compañeros. El avance de la edad puede perjudicar ciertas
capacidades pero, como señalan Rodríguez y Medrano, esto
Por otra parte, los adultos poseen una gran experiencia vital; ello, si se utiliza
de forma adecuada por el formador, puede ser de gran valía para el proceso de
aprendizaje, introduciendo una riqueza de matices, situaciones, anécdotas y co-
nocimientos que deriven en una acción formativa más dinámica y completa.
Frente a los casos en que la curiosidad de los adultos tiende a disminuir y a in-
crementarse el realismo, Rodríguez y Medrano (1993), señalan que la “forma-
ción puede cobrar gran importancia siempre que ésta concuerde con sus
expectativas y necesidades personales”, o “siempre que resuelvan problemas
que él considera importantes para la vida profesional”. En este sentido, siguien-
do a estos autores, la formación debe responder a “una necesidad que surge des-
de su propio núcleo personal”.
Además de los aspectos considerados, los adultos desean un aprendizaje que
sea útil, de aplicación inmediata en su puesto de trabajo (Del Pozo, 1993; Rodrí-
guez y Medrano, 1993). Por ello, el aprendizaje debe ser altamente susceptible
de ser transferido al entorno laboral más próximo. Los intereses y motivos de
los adultos no son exactamente idénticos a los de las personas de otras edades.
En consecuencia, uno de los primeros pasos a la hora de elaborar la acción o el
conjunto de acciones formativas será tener presentes y claros los motivos con-
cretos de los formandos (reciclaje, promoción, mejora de habilidades, incre-
mentos de conocimientos específicos, etc.).
Asimismo, el adulto “exige que se le trate con consideración y respeto y que
se le reconozca su capacidad para responsabilizarse de su propio aprendizaje”
(Rodríguez y Medrano, 1993). Todo formando requiere un ritmo y proceso di-
ferenciado de aprendizaje; el programa de formación deberá contemplar estas
características a la hora de diseñar las acciones y formar los grupos específicos
que deberán participar en el mismo. Estos mismos autores señalan que “la de-
pendencia consciente y/o inconsciente de los hábitos de comportamiento ad-
quiridos y su resistencia al cambio de estructuras mentales puede dificultar el
pensamiento creativo y la capacidad de innovación”. Se aconseja en estos casos
utilizar metodologías grupales y procedimientos que inviten a la participación
activa de los formandos.
Además de lo afirmado, y de forma genérica, la metodología de la formación
de adultos tendría que lograr una serie de características, que se detallan en la
tabla 6.3.
¤ Editorial UOC 252 Sociopsicología del trabajo
F. Moreno (1997).
Esta autora cita por ejemplo: intereses personales, valores y procedimientos tradicio-
nales, hábitos personales, modelos y estilos de autoridad y poder, etc. En consecuen-
cia, el aprendizaje organizativo implica una toma de conciencia organizativa:
“aprendizaje teórico y político, que se hace operativo en un cambio en el poder, en
las reglas, en los valores y en la finalidad de la organización”.
F. Moreno (1997).
Una vez que hemos intentado clarificar y delimitar concepciones del apren-
dizaje en/por la organización, vamos a enumerar una serie de condiciones que
promueven y posibilitan el aprendizaje organizacional. Según Burgoyne, Pedler
y Boydell (1994, citado por Gil, 2003) estas serían las condiciones más significa-
tivas:
10. Estas cuestiones y los problemas que subyacen en las mismas hacen todavía vigentes las reco-
mendaciones del Libro Blanco: Crecimiento, competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el
siglo XXI. Comisión de las Comunidades Europeas (1993).
¤ Editorial UOC 256 Sociopsicología del trabajo
11. Sobre ‘nuevos yacimientos de empleo’ puede consultarse: Comisión Europea (1995). Iniciativas
locales de desarrollo y empleo. Encuesta en la Unión Europea. Bruselas-Luxemburgo.
¤ Editorial UOC 257 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
“los puestos de trabajo de los ‘nuevos yacimientos de empleo’ no son puestos des-
cualificados; su estructura de cualificación viene a ser como la de los ámbitos tradi-
cionales de la economía. Pero en los nuevos ámbitos existen problemas de
estructuración de las cualificaciones, de clasificación profesional, de profesionaliza-
ción de los empleos y de formación más agudos que en los ámbitos económicos tra-
dicionales.”
L. Chacón (1997).
¤ Editorial UOC 258 Sociopsicología del trabajo
Tabla 6.6. Características de los empleos de algunos de los “nuevos yacimientos de empleo”
Cualificación Feminización Ocupaciones más representativas
Educadores, animadores,
b. Cuidado de los niños Media-Alta Alta puericultores y profesionales
(psicólogos, pedagogos)
Técnicos (historiadores,
h. Desarrollo cultural
Media-Alta Media documentalistas, geógrafos, etc.),
local
administrativos y animadores
Técnicos (biólogos,
k. Protección y
documentalistas, educadores
mantenimiento de las Alta y Baja –
ambientales, etc.) y operarios
zonas naturales
(peones, vigilantes, jardineros)
La revolución tecnológica que vivimos hace posible que hoy en día podamos
desarrollar e implementar nuevas formas de educación y formación con carac-
terísticas y potencialidades totalmente diferentes a los mecanismos formativos
clásicos. Nos enfrentamos a nuevas vías de acceso a la información, y, por ende,
al conocimiento. Se trata de nuevas fórmulas que suponen nuevas estrategias
caracterizadas por su mayor flexibilidad, agilidad, diversidad, innovación, ri-
queza.
Algunos autores contemplan la formación a través de Internet como una
modalidad actualizada de la educación a distancia tradicional (Marcelo, 2002).
De forma genérica se puede entender la educación a distancia12 como una for-
ma de aprendizaje sistemática y planificada para la adquisición de conocimien-
tos y habilidades a través de medios técnicos que permiten que el proceso de
aprendizaje se lleve a cabo en un lugar distinto al lugar en que se realiza el pro-
ceso educativo.
Para que sea efectivo este tipo de educación a distancia es preciso que una or-
ganización educativa organice, planifique, diseñe y evalúe los materiales, méto-
dos y recursos de apoyo y tutorización específicos para este proceso. Así como las
nuevas tecnologías han transformado (y lo seguirán haciendo mucho más) los sis-
temas y mecanismos de producción, y, por tanto, las formas de trabajo y empleo,
los sistemas educativos y formativos han tenido y tendrán que desarrollarse toda-
vía más con el fin de adaptarse a las nuevas exigencias del nuevo contexto globa-
lizado e informacional. La flexibilidad, la inmediatez, la movilidad, la adaptación,
la innovación, la virtualidad, etc. son características esenciales para entender y so-
brevivir en el nuevo escenario socioeconómico. En tal ámbito surge una serie de
modalidades y fórmulas laborales, como el teletrabajo, que permiten enfrentarse
a esta nueva realidad con mayores garantías de éxito. Asimismo, emergen toda
una suerte de formas y procedimientos educativos/formativos que posibilitan a
los nuevos trabajadores un aprendizaje y una formación adecuadas que mejore
sus competencias y cualificaciones profesionales.
12. Para Gil (2001), la formación a distancia (FAD) abarca el conjunto de los dispositivos técnicos y
de los modelos de organización cuya finalidad es proporcionar una enseñanza o un aprendizaje a
personas que están distantes del organismo de formación que presenta ese servicio.
¤ Editorial UOC 260 Sociopsicología del trabajo
“un sistema pedagógico por ordenador con ayuda de un recurso accesible vía Internet
o Intranet de la empresa y, por lo tanto, almacenado en un servidor distante.”
P. Gil (2001).
13. Por teleeducación se entiende “la integración de las tecnologías de la información y las comu-
nicaciones en el ámbito educativo con el objeto de desarrollar cursos y otras actividades educativas
sin que todos los participantes tengan que asistir simultáneamente en el mismo lugar” (Universi-
dad Politécnica de Madrid. Gabinete de teleeducación. “Informe sobre Tele-Educación en la forma-
ción de Postgrado”).
¤ Editorial UOC 261 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
VV.AA. (1998).
Los expertos en este tipo de formación destacan una serie de novedades que
las nuevas tecnologías de información y comunicación han aportado a la edu-
cación a distancia tradicional. En concreto, Marcelo (2002) alude a los concep-
tos de formación sincrónica y asincrónica. Siguiendo las definiciones de Gil
(2001) vemos que la formación asincrónica:
“una situación de formación on-line durante la cual el aprendiz está en contacto si-
multáneo (tiempo real) con su formador o los miembros de su clase virtual y puede
intercambiar opiniones con ellos mediante el chat, la telefonía multipunto, aplica-
ción compartida, tablero compartido e, incluso, sistema de videoconferencia”.
P. Gil (2001).
A día de hoy, Internet se ha convertido en una de las mejores vías para desa-
rrollar la teleformación, pero, además, nos hallamos ante uno de los mercados
para la formación que más beneficios está reportando y, sobre todo, se trata de
un negocio de enorme potencialidad.14 Philippe Gil (2001) nos ofrece una pers-
1) Los desarrolladores de soluciones de software: los tres ejes sobre los cuales
está girando este negocio son: a) las plataformas de aprendizaje electrónico (las
LMS –Learning Management Systems–), b) las plataformas de clase virtual y c) los
software para formación on-line.
2) Los servicios informáticos de la formación electrónica: desarrolladores de
contenidos a medida (partiendo de las necesidades y demandas concretas del
cliente).
3) Los proveedores de contenido (editores de contenidos pedagógicos están-
dar, vendiendo o alquilando sus servicios, recursos y productos).
4) Los centros de formación virtual (creación de centros formativos 100%
on-line).
5) Los portales generalistas de formación (modelo de negocio típico de In-
ternet destinado fundamentalmente al campo de la educación y la formación).
6) Los modelos de formación on-line gratuitos (basados especialmente en el
patrocinio y en la publicidad).
– Interactiva
– Multimedia
– Sistema abierto
– Búsqueda on-line
– Independencia de espacio, tiempo y dispositivo
– Publicación electrónica
15. B. Khan (2001). Web-Based Training. Nueva Jersey: Educational Technology Publications; B. Khan
(1997). Web-Based Instruction. Nueva Jersey: Englewood Cliffs.
¤ Editorial UOC 263 Capítulo VI. Trabajo, formación y capacitación...
– Recursos on-line
– Distribución
– Comunicación intercultural
– Multiplicidad de expertos
– El alumno controla su aprendizaje
– No discriminación
– Coste razonable
– Facilidad de desarrollo y mantenimiento de cursos
– Autonomía
– Seguridad
– Aprendizaje colaborativo
– Evaluación on-line.
Por otro lado, en este tipo de formación no todo son ventajas. Algunos de los
inconvenientes más destacables podrían ser, siguiendo la enumeración llevada
a cabo por Marcelo (2002), basándose en Horton (2000): este tipo de cursos re-
quiere un trabajo más laborioso tanto en planificación como en desarrollo; pre-
cisan un mayor esfuerzo tanto por parte del profesor (dado la diversidad del
alumnado, la mayor elaboración de los materiales y diseños, por ejemplo),
como por parte de los alumnos (además de una mayor motivación, autodisci-
plina, autorregulación de tiempos y contenidos, entre otros). Además de estas
desventajas, nos enfrentamos con los inconvenientes de que muchos de los for-
mandos muestran reticencias a los formatos novedosos y a los nuevos sistemas
informatizados/multimedia; la falta de proximidad física y la consideración de
este tipo de aprendizaje a distancia como de “impersonal” son otros de los as-
pectos que pueden frenar o entorpecer su implantación en algunos entornos y
en algunas personas.
En cualquier caso, no cabe duda de la enorme importancia que ha ido adqui-
riendo esta nueva forma de formación, cuyo futuro augura un espectacular cre-
cimiento y un desarrollo cada vez más diverso y generalizado.
¤ Editorial UOC 264 Sociopsicología del trabajo
Resumen
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¤ Editorial UOC 279 Bibliografía
Capítulo VI
Bibliografía básica
Referencias bibliográficas
Glosario
aprendizaje m Proceso a través del cual los individuos adquieren conocimientos, téc-
nicas y actitudes a través del estudio, la experiencia, la reflexión o la instrucción. El
aprendizaje constituye un proceso no directamente observable, precisa un comporta-
miento activo por parte de los sujetos, y supone en éstos un cambio relativamente per-
manente.
bienestar m Estado físico y mental que resulta de la satisfacción de las necesidades hu-
manas.
brasileñización del trabajo f Expresión utilizada por Ulrich Beck para referirse al au-
mento del trabajo informal en los países desarrollados.
capital m Riqueza necesaria para producir bienes y servicios; comprende tanto el capital
material (edificios, maquinaria, herramientas, etc. necesarios para la producción), como
el capital humano.
condiciones de trabajo objetivas f pl Características del puesto que definen las con-
diciones de trabajo independientemente de la valoración que la persona trabajadora
haga de las mismas.
consumo m Adquisición o utilización de bienes y/o servicios que produce una sociedad
determinada, para satisfacer las necesidades inmediatas de los consumidores.
consumo a la carta m Se trata de una nueva forma de consumir, que viene a sustituir
o, al menos, a convivir con el consumo masivo de bienes homogéneos. Supone una per-
sonalización del consumo: el consumidor demanda un bien o un servicio concreto, con
unas características concretas, y el sistema productivo se encarga de proporcionárselo. En
consecuencia, la producción a la carta implicará la elaboración de una mayor variedad de
productos según las demandas concretas de los diferentes consumidores.
estrés laboral m Percepción de que existe una discrepancia entre las demandas proce-
dentes del contexto de trabajo y la capacidad de la persona para responder a las mismas.
estrés m Proceso que resulta de la percepción de que existe una discrepancia entre las
demandas del medio y la capacidad de respuesta de la persona.
estudio longitudinal m Estudio que se realiza a lo largo del tiempo sobre una misma
muestra de sujetos. En el caso del desempleo, estos estudios permiten saber si el desem-
pleo es causa o efecto de un deterioro en la salud mental.
flexibilidad f Concepto que trata de explicar la actual tendencia, tanto de los mercados
como de los sistemas de producción y del trabajo, hacia la adaptación a las rápidas trans-
formaciones que se producen en dichas realidades. La configuración actual del trabajo
exige por parte del trabajador de una gran capacidad de amoldamiento a los continuos
cambios que se producen.
función latente f Desde el punto de vista del empleo, las funciones latentes del mismo
serían las de proveer de relaciones sociales, dar un estatus y una identidad, establecer re-
laciones sociales, desarrollar una actividad y estructurar el tiempo.
instrucción f Proceso compuesto de dos fases consecutivas con sus respectivas acciones
y actividades: la fase de la enseñanza y la del aprendizaje. Asimismo, es contemplada la
instrucción como resultado de la interacción entre el proceso que llevan a cabo los alum-
nos/formandos (aprendizaje) y el proceso que realizan los formadores (enseñanza).
justo a tiempo loc Filosofía de producción ajustada, utilizada desde los nuevos méto-
dos de producción, cuya finalidad es programar la producción a partir de lo que se ha
vendido. Se trata de producir el tipo de unidades requeridas, en el tiempo requerido y en
las cantidades requeridas, con lo que se eliminan inventarios innecesarios y se posibilita
la instantánea adaptación a los cambios en la demanda.
modelo vitamínico m Teoría desarrollada por Peter Warr para explicar los efectos psi-
cológicos negativos del desempleo.
Producto Interior Bruto (PIB) m Valor de mercado de todos los bienes y servicios
producidos en un año en el interior del país. Uno de los principales agregados económi-
cos contenidos en la Contabilidad Nacional.
producto m Cualquier bien, servicio o idea que posea un valor para el consumidor o
usuario y que sea susceptible de satisfacer una necesidad.
prosumidor m Término acuñado por Alvin Toffler, en La tercera ola (1980), que com-
bina las palabras productor y consumidor, tratando de explicar la situación de la mayor par-
te de los habitantes de las sociedades avanzadas, quienes asumen el doble papel de crear
bienes y servicios mediante su trabajo y de consumir éstos y otros productos durante su
tiempo libre.
reglas explícitas del trabajo f pl Regulación del trabajo asalariado mediante la cual
se establecen los derechos y deberes de los trabajadores empleados.
reglas implícitas del trabajo f pl Reglas que rigen en el ámbito de las relaciones pri-
vadas.
Renta Nacional f Conjunto de todos los ingresos percibidos por las familias. Incluye
tanto las remuneraciones por el trabajo como las transferencias (subsidios de desempleo,
las pensiones de jubilación, y también los pagos del Estado a instituciones internaciona-
les, ONU, FAO, etc.).
riesgo laboral m La sociología del cambio habla de sociedad del riesgo global para refe-
rirse a los peligros que emanan de una civilización que hunde sus raíces en la socioeco-
nomía de la incertidumbre y la inseguridad y que trasciende las fronteras sociales,
espaciales y temporales. Por otra parte, la normativa en materia de políticas de salud y
seguridad en el trabajo lo concibe como la probabilidad de producción de un daño biop-
sicosocial como consecuencia de las condiciones de trabajo.
socialización m Proceso a través del cual el ser humano aprende, adquiere e interioriza,
a lo largo de todo el ciclo vital, los elementos socioculturales de su medio ambiente, in-
corporándolos a la estructura de su personalidad y adaptándose, así, al entorno social en
cuyo seno debe vivir.
variables mediadoras f pl Con respecto al desempleo son aquellas variables que ex-
plican por qué las repercusiones del desempleo varían según las personas.