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Semiolecturas 2

Fernando Fraenza

1.4. Barthes para diseñadores.

Roland Barthes del Centre d' Etudes de Communications de Masse de la Ecole


Pratique des Hautes Etudes de Paris, es uno de los primeros autores en escribir un
texto teórico tratando de ampliar el enfoque lingüístico para articular una
semiología general: el célebre artículo Elementos de semiología (1964). En este
artículo, básicamente adopta el modelo de signo propuesto por Hjemslev, pero,
intenta verificar su funcionamiento en el marco de una semiología general.

Según lo dicho, la substancia del contenido o significado (un concepto, o una de sus
definiciones) puede ser claramente inmaterial, pero en el caso de la substancia del
significante, estamos -necesariamente- ante la segmentación de una entidad o
continum material, provisoriamente amorfo como lo es el sonido, las formas y
colores de una imagen, o la materialidad de los objetos. A fin de aclarar esto,
hagamos un resumen de lo expuesto:

Resumen

El signo, según la tradición semio-lingüística europea, está compuesto por un


significante y un significado. El plano de los significantes constituye el plano de la
expresión, y el de los significados el de los contenidos. En cada uno de estos planos,
Hjemslev ha introducido una nueva distinción que -como hemos dicho- puede ser
importante para la investigación en el signo semiológico en general; cada plano
implica dos estratos: forma y sustancia.

Esta última distinción se vuelve necesaria para el estudio de todo sistema


semiológico no-lingüístico en el que ciertos objetos, poseen una sustancia que no es
inmediata, manifiesta, o expresa, o privativamente significante; ya que puede ser,
primariamente utilitaria. Veamos pues, que cierto equipamiento doméstico puede
servir para significar un determinado presupuesto, una determinada capacidad de
consumo, o una particular inclinación del gusto, pero, fundamentalmente sirve
para cumplir con funciones de acondicionamiento del ambiente. Esto significa que
además -y antes- de tener una función significacional, un objeto posee una función
utilitaria. Conclusión: muchos sistemas semiológicos no-lingüísticos tienen una
sustancia de la expresión cuyo ser no está en la significación. Ejemplos clásicos: el
vestido o un manjar, sirven para protegerse y nutrirse, aún cuando, también, sirvan
para significar. Roland Barthes llama a este tipo de texto función-signo, indicando
con esto que fatalmente, en un primer momento, «la función se preña de sentido» y
así, cualquier artefacto de uso se convierte en signo de este uso. Luego -habiéndose
ya constituido o leído este signo- la sociedad lo refuncionaliza en una segunda
instancia significacional que pertenece al orden de lo que se denomina -como
veremos- connotación.

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En general, los Elementos que Barthes expone en su artículo no son producto sino
de extraer de la lingüística algunas categorías analíticas consideradas -con apuro-
suficientemente generales como para dar pie a la investigación semiológica. El
propio Barthes no da por supuesto que tales elementos se mantengan cuando la
semiología desarrolle su propio enfoque independiente de sus orígenes lingüísticos
(1964, p.17). "Nos contentamos con proponer y aclarar una terminología,
esperando que permita introducir un orden inicial (aun cuando sea provisorio) en
la masa heteróclita de los hechos significantes" (ibid.). Esto es lo que nosotros
mismos hemos venido haciendo desde el comienzo.

Barthes agrupa estos elementos bajo los cuatro rubros dicotómicos que provienen
de la lingüística de Saussure:

lengua-habla
significado-significante
sistema-sintagma
denotación-connotación

En secciones precedentes hemos explicado -aunque brevemente- algunas de estas


nociones desde el punto de vista lingüístico; reconsideremos ahora estas categorías
vueltas a comentar por Barthes en aquellos aspectos en los que podrían contribuir -
ahora- a una semiótica general.

Lengua y Habla

Esta es la dicotomía por la cual Saussure inaugura la lingüística con la novedad de


enfocar -como arriba hemos dado a entender- una noción social e involuntaria de
sistema lingüístico, parcialmente desconectado de sus realizaciones particulares.
Por un lado, tenemos el conjunto sistemático de las convenciones sociales
necesarias para la realización del lenguaje; por el otro, tenemos las fonaciones
particulares, las realizaciones particulares de las reglas, las combinaciones
contingentes, etc. Recordemos: la lengua es una institución social contractual y
colectiva que no puede ser modificada ni creada por la voluntad del individuo. Su
manejo requiere de un proceso de aprendizaje de sus reglas. Por otra parte, la
lengua también es un sistema de valores formada por elementos diferenciales. "...el
signo [lingüístico] es como una moneda: vale por un cierto bien que permite
comprar, pero vale también respecto de otras monedas, de mayor o menor valor"
(1964, I.1.2., p.18). El habla en cambio, constituye el acto individual de selección y
combinación en el que se actualiza la lengua. Este aspecto combinatorio del habla
(denominado también ratio facilis, cfr. Eco, 1975) ha de ser tomado con gran
utilidad para una semiótica general pues pondrá de manifiesto ciertas diferencias
entre el modo de funcionamiento del conjunto lengua-habla frente a conjuntos
otros sistemas-otras actualizaciones. La cadena del habla está constituida por la
recurrencia (alternada) de signos (o unidades sígnicas) idénticos. Así, se supone
que cada signo llega -a la larga- a convertirse en un elemento de la lengua:
repitiéndose en un mismo discurso y de un discurso a otro, en las combinaciones
ilimitadas de la diversidad innumerable de hablas. El otro aspecto de lo dicho es

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que el habla como acto individual no constituye un acto de creación pura porque es,
básicamente, una combinatoria. ¿En qué grado sucede algo semejante en el acto de
dar solución a un problema de diseño «creando» un nuevo objeto?. Arbitrar las
líneas de configuración (o diagrama estructural) de un nuevo «ventilador de mesa»
(cfr., Maldonado, 1974), ¿constituye -en igual medida- una combinatoria del
sistema de los objetos (existente o ya diseñados)?; ¿o constituye -por el contrario-
un acto de creación pura, creación fuerte o bien, algún tipo de creación que ignora
algunos de los elementos preexistentes de su sistema (no-lingüístico)?. Estamos
seguros -si seguimos a Saussure en su «lingüística de la lengua»- que la lengua es a
la vez, producto e instrumento del habla. También lo estamos cuando tenemos que
decir que algún sistema no-lingüístico es producto del conjunto de objetos
semejantes o equivalentes precedentemente concebidos. No lo estamos en cambio,
cuando tenemos que decir que tal sistema no-lingüístico es instrumento de las
nuevas configuraciones futuras del tipo formal funcional en cuestión (del futuro de
la tipología de objetos de la que hablamos); instrumento a partir del cual, las
nuevas configuraciones pudieran ser, meros resultados combinatorios. Identificar
la lengua con un código y el habla con el mensaje (Llovet, 1977, 4.) es ya un
problema de ciertas consecuencias teóricas, sin embargo A.Martinet (1960) -en
cierto modo, uno de los principales seguidores de Saussure- admite los aspectos
principales de dicha homologación; volveremos adelante sobre ello. Con esto, la
verdadera pregunta es: ¿podemos postular una categoría general lengua-habla o
equivalente, extensiva a todos los sistemas de significación cuya substancia no sea
ya verbal?. Por ser la distinción «esencial» del análisis lingüístico, Barthes (I.2.2.,
p.25) sostiene que "...sería inútil proponer de entrada esta separación para
sistemas de objetos, de imágenes o de comportamientos que no han sido
estudiados aún desde un punto de vista semántico". Y si la distinción entrara a
formar parte de la semiología general, sería a riesgo de sufrir modificaciones cuyas
especificidades deberían quedar claramente señaladas. En un primer acercamiento
a estos posibles cambios categoriales, Barthes considera tentativamente como
ejemplo, los aspectos semiológicos sistemáticos de la vestimenta, el mobiliario, la
alimentación, y el automóvil. En el primer caso, distinguiendo preliminarmente el
problema propiamente semiótico sistemático del "vestido que se lleva puesto" (en
tanto que signo) de otros sistemas emparentados cuya consideración podría llevar a
la confusión (como la descripción o la representación fotográfica del vestido). Una
suerte de lengua vestimentaria estaría constituida por (i) las oposiciones de piezas
diversas cuya variación provocaría un cambio de sentido (diversos abrigos, diversos
sombreros, diversos conjuntos o piezas de vestimenta interior, diversos pantalones,
diversas camisas, diversos conjuntos de calzado, etc.); y (ii) por las reglas que
ordenan la asociación de las piezas entre sí, ya sea a lo largo del cuerpo (en un eje
vertical), ya sea en el sentido del espesor (varios ejes que se cruzan con el anterior).
Por otra parte, podría considerarse una suerte de habla vestimentaria que
comprende todo hecho de selección y porte individual (además del tamaño y ajuste
de las piezas, el grado de limpieza, etc.). Esta dialéctica entre sistema del vestido
(lengua) y el modo de vestirse (habla) -según Barthes- no se parece a la del
lenguaje; el vestido en un cierto modo proviene del vestirse pero, principalmente
precede el modo de vestirse puesto que ha sido confeccionado por un grupo
particular de emisores.

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Si el mobiliario constituye un fenómeno semántico, su lengua estaría formada por
las oposiciones entre muebles funcionalmente comparables (mesa-mesa, cama-
cama, etc.) que remiten a «estilos» diferentes. El habla, en cambio, por las
variaciones de selección, de asociación de los muebles entre sí, o de su alteración
constructiva (intervención artesanal).

En cuanto a la alimentación, la su lengua estaría constituida por (i) las oposiciones


significantes de unidades [dulce-salado; incluido-excluido (comestible-no
comestible); etc.]; por (ii) las reglas de asociación simultánea (a nivel de un
alimento, o un plato); y por (iii) las reglas de asociación sucesiva (a lo largo del
menú o de la alimentación diaria, o de un período dado). El habla alimentaria
estaría comprendida en todas las variaciones particulares (personales, familiares,
subculturales, etc.). En este caso -en semejanza con el lenguaje- la lengua
alimentaria toma forma a partir del uso (de una suerte de sedimentación de las
ocurrencias concretas); y las innovaciones producidas por los individuos (en tanto
que usos incorrectos de las reglas establecidas) podrían, en algún momento,
adquirir valor institucional de norma. Falta, contrariamente a lo que sucede en el
sistema vestimentario, la acción de un grupo de decisión (de diseñadores) pues, la
lengua alimentaria se constituiría a partir de los mismos usuarios es decir, de un
uso "ampliamente colectivo o de un «habla» individual" (sic.ibid.,I.2.3., p.27).

"En el automóvil, la «lengua» está constituida por un conjunto de formas y


de «detalles» cuya estructura se establece diferencialmente comparando
los prototipos entre sí (independientemente del número de «copias»); el
habla es muy reducida, pues, para cada nivel de precio, la libertad de
elección del modelo es extremadamente limitada: no puede ejercerse más
que sobre dos o tres modelos, y en un modelo, sobre el color o los
accesorios" (ibid., I.2.4., p.27).

Veamos, la lengua del sistema automóvil (de su selección, compra y uso como
significación o producción de algún sentido) está constituida por un conjunto de
características cuya estructura se establece diferencialmente comparando los
diversos modelos (ofrecidos en el mercado) entre sí. Esto es, con independencia del
hecho -muy relevante para la consideración de otros diversos sistemas semióticos-
de que cada modelo o tipo, en la industria automotriz, es calcado (al extremo) con
exactitud en cada uno de los ejemplares cuasi-idénticos conseguibles en el mercado
(cfr.Eco, 1975). El habla, muy reducida, refiere a la libertad de elección del modelo,
extremadamente limitada según el segmento del mercado: no puede ejercerse más
que sobre pocos modelos de una misma categoría y precio, sobre el color o los
accesorios, etc. Un sistema diferente también relacionado al automóvil, es el de
cómo se emplea dicho objeto. Barthes se refiere a dicho sistema en tanto hecho
automóvil o mejor, conducta automóvil. Lisa y llanamente se trata del sistema de
significación en el que todo sentido producido depende de cómo se emplea el
automóvil. Las variaciones en el uso de dicho objeto constituyen el plano del habla
actualizando formas provenientes de una lengua que contempla en abstracto, todo
lo que podría hacerse con un automóvil (y que reconozca en tanto que uso de éste).

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Existirían otro tipo de sistemas (u otro aspecto -aún no considerado- de algunos de
los sistemas ya referidos) que serían algo más complejos por intervenir dentro de
ellos «substancias diferentes» (sic.ibid., 27). Por ejemplo la tv, el cine, o la
publicidad son tributarios de un conjunto multiforme de imágenes, sonido y
escritura. Barthes supone que "es prematuro fijar, para estos sistemas, la clase de
los hechos de la lengua y la de los hechos del habla, en primer lugar, mientras no
se haya decidido si la «lengua» de cada uno de esos sistemas complejos es
original o simplemente compuesta por las «lenguas» subsidiarias que en ella
participan" (ibid.). Lo cierto es que -como veremos al revisar la dicotomía
denotación-connotación- tales decisiones habrán de tomarse a la hora de enfocar
un determinado plano o nivel dentro del sistema de encabalgamiento en el que se
presenta la semiosis. Cuando decimos cine, ¿hablamos del sistema sociosemiótico
del cine contemporáneo producido y recibido por una comunidad circunscrita de
algún modo?; ¿hablamos del sistema que soporta sus estructuras narrativas?;
¿hablamos del sistema de su «lenguaje realizativo» (técnico) propiamente
cinematográfico?; ¿hablamos del sistema de la imagen en movimiento?; ¿hablamos
del sistema de la imagen en general?, ¿hablamos del sistema que regula las marcas
de género del western-spaghetti?, ¿hablamos del sistema en el que se «escribe» su
contenido ideológico hipercodificado? (cfr.infra. y también cfr.Barthes, Op.cit., IV.,
acerca de la dicotomía denotación-connotación). Además -suponía Barthes por
entonces- era prioritario conocer primero dichas «lenguas» subsidiarias.
Imaginando un sistema de la prensa (del periodismo), Barthes puede pensarlo
"razonablemente" como un sistema de significación autónomo. Sin embargo tal
sistema debe ignorar, o al menos parentetizar todo elemento lingüístico en el que
pueda fundarse. Las unidades del sistema de la prensa, no son de naturaleza
lingüístico-denotativa, son unidades mayores propias del discurso periodístico. Es
decir, las que producen un sentido "secundario, parásito, por así decirlo a la
lengua propiamente dicha" (ibid. I.2.6.; y cfr. IV.). El discurso de la prensa pone en
juego, por encima y parasitariamente del lenguaje (porque lo usa) un sistema (que
Barthes denomina secundario) que también constituye lengua y respecto del cual se
desarrolla un habla. Retengamos, al menos como denominación, el carácter
secundario (Llovet, 1977, 4.) que Barthes atribuye a estos sistemas connotados
(cfr.Barthes, Op.cit. IV).

Ahora bien, el problema principal en torno a la extensión semiológica general del


conjunto lengua-habla refiere a las cuestiones del origen de los sistemas
semióticos, de su cristalización; o como suele afirmarse: de la dialéctica (existente
en cada sistema) entre lengua y habla. Sabemos que en el lenguaje (i) lo que forma
parte de la lengua ya fue probado en el habla; y además -paradójicamente- (ii)
cada elemento (real y socialmente significante) del habla solo es posible en la
medida sea tomado del "tesoro" de la lengua. Barthes observa que algunos sistemas
no-lingüísticos poseen una dialéctica semejante; por ejemplo el citado sistema
alimentario. Hechos individuales de innovación (bastante anónimos y colectivos)
llegan a convertirse en lengua. Vale decir, hechos del habla alimentaria individual
podrían llegar a convertirse (sin la memoria exacta de su origen particular) en
costumbres alimentarias colectivas (en recetas tradicionales). Por el contrario "...en

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la mayoría de los otros sistemas semiológicos, la lengua está elaborada no por la
«masa hablante» sino por un grupo de decisión" (Ibid. I.2.6., p.28). Demás está
decir que en cualquier sistema semiótico de objetos industriales diseñados
cualesquiera, los diseñadores forman parte de estos grupos reducidos (no-
anónimos) cuya voluntad cristaliza en una suerte de lengua diseñil. Tales sistemas
serían -según Barthes- «lenguajes fabricados» en el aspecto en que los usuarios
toman, seleccionan, muestran o emplean los objetos produciendo mensajes (un
habla), pero no participan sino indirectamente -tal vez a través de los índices del
mercado- en la elaboración de la lengua correspondiente. "El grupo de decisión que
se encuentra en la base del sistema (y de sus cambios) puede ser más o menos
reducido; puede ser una tecnocracia altamente calificada (moda, automóvil);
puede también ser un grupo más difuso, más anónimo (mobiliario o confección
corrientes)" (ibid.). A pesar de lo dicho, esta anomalía respecto del origen de la
lengua no impide un adecuado funcionamiento dialéctico entre sistema (lengua) y
uso (habla). Aún cuando la lengua no sea producto de su acción anónima directa, la
masa de usuarios observa este contrato, y se ve influida por él a nivel de la
socialización de sus individuos.

Observando este último fenómeno más en detalle, en un sentido parcialmente


opuesto a lo que venimos diciendo (y también con menor énfasis), debemos
reconocer que los sistemas elaborados (o diseñados, en su conjunto o en sus partes)
por un grupo de decisión no son totalmente libres. Hoy puede reconocerse esto
mucho más claramente que en los tiempos en que Barthes propone sus Elementos
(cfr. Habermas, 1981, VIII. véase el problema del funcionamiento de medios de
control deslingüistizados en la sociedad del capitalismo avanzado). Tale sistemas
fabricados artificialmente se verían afectados en su evolución por:

(i) El surgimiento -por razones puramente sociológicas- de nuevas necesidades y


hábitos.

(ii) La influencia de los imperativos económicos (y o tecnológicos) en el


surgimiento, promoción o desaparición de ciertos productos o materiales.

(iii) La limitación que la ideología (el visible o el enunciable de una época dada)
impone a la invención de formas (por fuera de lo «normal» o simplemente por
fuera de lo inteligible o reconocible).

Sobre Expresión y Contenido (Ste-Sdo)


[además de lo ya dicho]

En ciertas ocasiones, un sistema de objetos implica una sustancia de la expresión


que no es inmediatamente significante sino principalmente utilitaria. Vale decir, la
configuración de un objeto determinado (su sustancia en tanto que signo objetual)
responde no tanto a los imperativos de un sistema (red-forma) de oposiciones y
más al objetivo funcional para el cual fue diseñado: "tal alimento [su substancia, es
decir, sus características] sirve para significar una situación pero también para

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alimentarse" (Barthes, Op.cit. II.1.2., .p.33). Como el modelo general algunos
signos no-lingüísticos están compuestos por una función del tipo ErC (Hjemslev),
siendo su particularidad esta importante diferencia a nivel de las substancias.
"Muchos sistemas de semiológicos (objetos, gestos, imágenes) tienen un sustancia
de la expresión cuyo ser no reside en la significación: son con frecuencia objetos
de uso" (ibid., II.1.3., .p.33). Como hemos indicado arriba, Barthes crea una
denominación para el vestido y el alimento que sirviendo a los fines de protegerse y
alimentarse sirven también para producir sentido: función signo. Vale decir, signos
de origen utilitario; testigos de un doble movimiento:

(i) En una suerte de semantización irrevocable (fatal) la función produce sentido.


Toda posibilidad reconocida de uso se convierte en signo de ese uso. Una moneda
de un peso significa entre muchos otros sentidos, la posibilidad de llamar (con
cierta intensidad y sin demasiado esfuerzo ni dolor) a una puerta. Generalmente un
impermeable (en la medida en que puede reconocerse como tal) es capaz de
significar su función de protección contra la lluvia. "...para encontrar un objeto
insignificante, habría que imaginar un utensilio absolutamente improvisado
[imprevisible] que no se asemeje en nada a un modelo existente, hipótesis
prácticamente irrealizable en cualquier sociedad" (ibid.).

(ii) Una vez establecido este signo, hablamos de él; la sociedad habla de él en tanto
que objeto de uso. El impermeable, además de significar su función (pura), es
función de otros sentidos en cuanto gusto, poder adquisitivo, participación de
determinadas subculturas, etc. Hablamos de una segunda «institución semántica»
que pertenece según Barthes al orden de la connotación (cfr.infra y también,
Barthes, Op.cit. IV.).

Según lo dicho, en la medida en que los objetos, imágenes, gestos, etc. son
significantes (expresión de un contenido), remiten a un sentido que solo puede ser
dicho a través de ellos sin embargo, y en esto consiste su carácter de signos
pertenecientes a un sistema secundario, su significado puede ser asumido por los
signos de la lengua. "Se dirá por ejemplo que tal sweater significa largos paseos
de otoño por los bosques; en este caso el significado no está solamente
mediatizado por sus significante vestimentario (el sweater) sino también por un
fragmento de habla (lo que representa una gran ventaja para manejarlo)"
(II.2.1., p.35). (nota interna: ¿cómo clasificar los significados? pp.35-37?).

Algo más sobre la noción de valor:

"Se dijo (...) que tratar el signo «en sí», exclusivamente como unión de
significante y significado era una abstracción bastante arbitraria (pero
inevitable). Para terminar, es preciso enfocar el signo, no ya desde el punto
de vista de su «composición», sino del de su «entorno»: es el problema del
valor. (...) lleva a despsicologizar la lingüística y a acercarla a la
economía..." (II.5.1., p.42).

Sintagma y sistema (paradigma)

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Hemos dicho que para Saussure las relaciones que unen los términos o elementos
lingüísticos se desarrollan sobre dos ejes, cada uno de los cuales tiene sus propias
características y responden a formas diversas de la actividad mental. Uno, el eje de
los sintagmas, de las combinaciones que tiene como soporte la extensión (en el
lenguaje, lineal y encadenada; con oposiciones a lo que precede y a lo que sigue). El
otro, una multitud de ejes de las asociaciones (o paradigmáticos o sistemáticos),
ubicados fuera del discurso, ensartando unidades (virtuales, pensables) cuya
asociación se da en la memoria formando agrupaciones más o menos
jerarquizadas. [ver cuadro de la página 47.].

Como se ve, hay un problema analítico frente a toda determinación de tipo


sintagmática: ¿cómo segmentar el sintagma?. A fin de cuentas el sintagma es a la
vez (y esto se acusa en los signos no verbales) algo continuo y algo articulado. Este
problema aparece en vista a cada sistema de signos. Si frente al lenguaje ha habido
inextinguibles discusiones al respecto, frente a otros sistemas semiológicos las
dificultades fueron aún mayores (Barthes, Op.cit., III.2.4.). Tan solo algunos
sistemas de signos son marcadamente discontinuos. (problema de la articulación,
ver Eco, 1968, 1975, 1984).

Por otra parte, es posible establecer la articulación sintagmática de la lengua


porque en ella los signos se repiten (es un sistema regido por ratio facilis).

1.5. El problema denotación-connotación.

Este célebre par de nociones, denotación y connotación, han sido ampliamente


utilizadas en función de ser categorías fácilmente aplicables para la interpretación
o la lectura de cualquier tipo de textos. Tales categorías son propuestas para una
teoría del lenguaje por Hjemslev (1943) y tomadas en sus aspectos semiológicos
generales por Barthes (1964). Recordemos que todo sistema de significación -como
dijimos- es de la forma:

ErC (o, dicho de otro modo Ste/Sdo)

La consideración aislada de este sistema de significación (uni-planar, como diría


Hjemslev) cumple su función en virtud de un deliberado deseo de simplificación.
Pero tengamos en cuenta que en la práctica sistemas como E r C se convierten, a su
vez, en simples elementos o funtivos de un segundo sistema, el que es, de acuerdo a
esto, una extensión del primero.

E r C
-
ERC

Decimos así, que conectamos dos sistemas de significación. En la conexión de la


que hablamos -como puede apreciarse en el esquema-, el primer sistema E r C

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constituye el plano de la expresión del segundo sistema. La siguiente es otra forma
de representarlos:

(ErC) r C

En estos casos el primer sistema constituye el plano de la denotación y el segundo


el plano de la connotación. Debido a esto, suele llamarse connotador al significante
o expresión de la connotación (el que se constituye de significante y significado
reunidos en signo). "Diremos pues, que un sistema connotado es un sistema cuyo
plano de la expresión esta constituido -a su vez- por un sistema de significación"
(Barthes, 1964, IV.1., p. 63).

El fenómeno aquí descripto -como fue ya previsto por Barthes en lo referido a la


función-signo- constituyó parte importante del análisis o del desarrollo posterior
de la semiología, sobre todo en las múltiples y complejas manifestaciones en la que
la connotación se presenta. Por ejemplo, un modelo actual de Renault (cfr. Llovet,
1979, pp.73 y ss.) permite correlacionar como función-signo el significado de
'vehículo'[2]. Esto es, en función de una percepción de algunos aspectos
diagnósticos diversos entre los que se puede contar -a modo de ejemplo- el
reconocimiento de ruedas (cuyos planos son más o menos paralelos, y cuyos puntos
de apoyo determinan una curva poligonal que incluye uno de los puntos de la recta
vertical pasa por centro de gravedad), de una suerte de habitáculo, etc. A este
primer sistema de significación, en el que el artefacto en cuestión se reconoce como
'vehículo'[2], se acopla un segundo sistema de significación, que toma al primero
como parte de su expresión, y que significa 'automóvil'[4]; pues, el primer sistema
se ha combinado con cuyos significados podrían apuntar características tales como
'no es un vehículo de tracción a sangre'[3]. Veamos su esquematización recordando
que:

[1] imagen perceptiva del artefacto


[2] 'vehículo'
[3] no se trata de un vehículo de tracción a sangre'
[4] 'es un automóvil'

E r C[4]
-------
ErC ErC
[1] [2] [1] [3]

O, expresado d otra manera:


(E r C; E r C; etc.) r C

Decimos que los sistemas de significación que correlacionan [1]/[2] y [1]/[3] son
connotadores; o sea que constituyen el plano de la expresión de un sistema mayor
cuyo significado connotado es [4].

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Pero esta descripción no agota, sino que inicia una serie larga y compleja de
connotaciones que proceden en la correlación de nuevos significados. Por ejemplo,
el 'automóvil' puede reconocerse como 'Renault'. La marca puede ser leída como
significado connotativo de los sistemas ya expuestos en función de otros
connotadores que hacen a la homogeneidad estilísitca o hermandad simbólica
entre los productos de una misma firma. Veamos en el siguiente esquema como los
diferentes planos de significación van acumulándose por sucesivas connotaciones.
Tal esquema, que debe leerse de abajo hacia arriba, espacializa la continuación
connotacional de la lectura que hemos iniciado. Para una mejor comprensión,
citamos al autor de tales interpretaciones, Jordi Llovet (Op.cit.). Leamos, primero
la cita, y volvamos luego, al esquema:

E r C (El diseño se inserta en tal estructura profunda)


-
E r C (La estructura profunda del capitalismo avanzado requiere de
suprimir simbólicamente las diferencias interclasistas reales)
-
E r C (El mercado automotor contemporáneo requiere promover una
hermandad simbólica entre los diversos propietarios de vehículos)
-
E r C (El diseño comienza a no-marcar en su nivel de apariencia formal las
diferencias económicas entre las clases sociales)
-
E r C (La empresa Renault mantiene una homogeneidad estilística)
-
E r C (automóvil)
E r C (con tales y cuales marcas distintivas de una firma)
-
E r C (vehículo)
E r C (aparentemente autopropulsado)
E r C (metálico)
E r C (con signos de tracción mecánica. Semi-ejes, entrada
de aire y escapes de una unidad propulsora, etc.)

"Es por su valor cambio-signo que lo objetos modernos se convierten en


reflejo de unas todavía evidentes diferencias económicas y culturales en las
sociedades capitalistas, cuando no colaboran activamente -aunque el
diseñador pueda ignorarlo, o aunque no pueda evitarlo- a mantener
estables las fronteras económicas entre las clases sociales, aunque se señale
también la permeabilidad de tales fronteras (...) De todos modos, hoy
conviene ser muy crítico respecto a la tesis clásica a la que acabamos de
referir. En efecto esas «diferencias económicas entre las clases sociales» es
algo que el diseño empieza a no-marcar a su nivel de apariencia formal,
con lo que el diseño seguiría colaborando actualmente con la estructura
profunda del capitalismo, pero, por una vía mucho más sutil, que es la de
suprimir simbólicamente las diferencias interclasistas reales. (...) Así, por
ejemplo, los modelos actuales de Renault mantienen diferencias
importantes de precio, y son por ello mantenedores de la base económica
de la sociedad de clases; pero, por otro lado, presentan suficiente

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homogeneidad estilística como para fundir en una verdadera 'hermandad
simbólica' al obrero propietario de un R-5, el pequeño burgués que tiene un
R-12 y el granburgués que acaba de adquirir un r-18. En este orden de
cosas, se podría decir que la cas Renault sólo presenta un modelo
heterogéneo en toda su serie, el R-4. Observemos que la heterogeneidad
estilística marca otra diferencia interesante: el R-4 es el único modelo
'naturalista' de Renault, adecuado a las necesidades reales de los
campesinos y aldeanos franceses, mientras el resto de los modelos se hallan
sometidos a un styling solapado, 'a la europea', como marca o señal (valor
signo) propia de los automóviles como bienes para el consumo.
A sabiendas o no, el diseño de los Renault tiende a borrar los lindes de la
estratigrafía social (no los reales, claro está, sino los simbólicos), y
transforma la clasificación clásica: clase obrera- clase media- clase alta, en
otra mucho más sencilla, sin pertinencia económica y con mera pertinencia
geográfica: clase urbana - clase rural" (Llovet, Op.cit., p.73).

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