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Fernando Fraenza
Según lo dicho, la substancia del contenido o significado (un concepto, o una de sus
definiciones) puede ser claramente inmaterial, pero en el caso de la substancia del
significante, estamos -necesariamente- ante la segmentación de una entidad o
continum material, provisoriamente amorfo como lo es el sonido, las formas y
colores de una imagen, o la materialidad de los objetos. A fin de aclarar esto,
hagamos un resumen de lo expuesto:
Resumen
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En general, los Elementos que Barthes expone en su artículo no son producto sino
de extraer de la lingüística algunas categorías analíticas consideradas -con apuro-
suficientemente generales como para dar pie a la investigación semiológica. El
propio Barthes no da por supuesto que tales elementos se mantengan cuando la
semiología desarrolle su propio enfoque independiente de sus orígenes lingüísticos
(1964, p.17). "Nos contentamos con proponer y aclarar una terminología,
esperando que permita introducir un orden inicial (aun cuando sea provisorio) en
la masa heteróclita de los hechos significantes" (ibid.). Esto es lo que nosotros
mismos hemos venido haciendo desde el comienzo.
Barthes agrupa estos elementos bajo los cuatro rubros dicotómicos que provienen
de la lingüística de Saussure:
lengua-habla
significado-significante
sistema-sintagma
denotación-connotación
Lengua y Habla
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que el habla como acto individual no constituye un acto de creación pura porque es,
básicamente, una combinatoria. ¿En qué grado sucede algo semejante en el acto de
dar solución a un problema de diseño «creando» un nuevo objeto?. Arbitrar las
líneas de configuración (o diagrama estructural) de un nuevo «ventilador de mesa»
(cfr., Maldonado, 1974), ¿constituye -en igual medida- una combinatoria del
sistema de los objetos (existente o ya diseñados)?; ¿o constituye -por el contrario-
un acto de creación pura, creación fuerte o bien, algún tipo de creación que ignora
algunos de los elementos preexistentes de su sistema (no-lingüístico)?. Estamos
seguros -si seguimos a Saussure en su «lingüística de la lengua»- que la lengua es a
la vez, producto e instrumento del habla. También lo estamos cuando tenemos que
decir que algún sistema no-lingüístico es producto del conjunto de objetos
semejantes o equivalentes precedentemente concebidos. No lo estamos en cambio,
cuando tenemos que decir que tal sistema no-lingüístico es instrumento de las
nuevas configuraciones futuras del tipo formal funcional en cuestión (del futuro de
la tipología de objetos de la que hablamos); instrumento a partir del cual, las
nuevas configuraciones pudieran ser, meros resultados combinatorios. Identificar
la lengua con un código y el habla con el mensaje (Llovet, 1977, 4.) es ya un
problema de ciertas consecuencias teóricas, sin embargo A.Martinet (1960) -en
cierto modo, uno de los principales seguidores de Saussure- admite los aspectos
principales de dicha homologación; volveremos adelante sobre ello. Con esto, la
verdadera pregunta es: ¿podemos postular una categoría general lengua-habla o
equivalente, extensiva a todos los sistemas de significación cuya substancia no sea
ya verbal?. Por ser la distinción «esencial» del análisis lingüístico, Barthes (I.2.2.,
p.25) sostiene que "...sería inútil proponer de entrada esta separación para
sistemas de objetos, de imágenes o de comportamientos que no han sido
estudiados aún desde un punto de vista semántico". Y si la distinción entrara a
formar parte de la semiología general, sería a riesgo de sufrir modificaciones cuyas
especificidades deberían quedar claramente señaladas. En un primer acercamiento
a estos posibles cambios categoriales, Barthes considera tentativamente como
ejemplo, los aspectos semiológicos sistemáticos de la vestimenta, el mobiliario, la
alimentación, y el automóvil. En el primer caso, distinguiendo preliminarmente el
problema propiamente semiótico sistemático del "vestido que se lleva puesto" (en
tanto que signo) de otros sistemas emparentados cuya consideración podría llevar a
la confusión (como la descripción o la representación fotográfica del vestido). Una
suerte de lengua vestimentaria estaría constituida por (i) las oposiciones de piezas
diversas cuya variación provocaría un cambio de sentido (diversos abrigos, diversos
sombreros, diversos conjuntos o piezas de vestimenta interior, diversos pantalones,
diversas camisas, diversos conjuntos de calzado, etc.); y (ii) por las reglas que
ordenan la asociación de las piezas entre sí, ya sea a lo largo del cuerpo (en un eje
vertical), ya sea en el sentido del espesor (varios ejes que se cruzan con el anterior).
Por otra parte, podría considerarse una suerte de habla vestimentaria que
comprende todo hecho de selección y porte individual (además del tamaño y ajuste
de las piezas, el grado de limpieza, etc.). Esta dialéctica entre sistema del vestido
(lengua) y el modo de vestirse (habla) -según Barthes- no se parece a la del
lenguaje; el vestido en un cierto modo proviene del vestirse pero, principalmente
precede el modo de vestirse puesto que ha sido confeccionado por un grupo
particular de emisores.
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Si el mobiliario constituye un fenómeno semántico, su lengua estaría formada por
las oposiciones entre muebles funcionalmente comparables (mesa-mesa, cama-
cama, etc.) que remiten a «estilos» diferentes. El habla, en cambio, por las
variaciones de selección, de asociación de los muebles entre sí, o de su alteración
constructiva (intervención artesanal).
Veamos, la lengua del sistema automóvil (de su selección, compra y uso como
significación o producción de algún sentido) está constituida por un conjunto de
características cuya estructura se establece diferencialmente comparando los
diversos modelos (ofrecidos en el mercado) entre sí. Esto es, con independencia del
hecho -muy relevante para la consideración de otros diversos sistemas semióticos-
de que cada modelo o tipo, en la industria automotriz, es calcado (al extremo) con
exactitud en cada uno de los ejemplares cuasi-idénticos conseguibles en el mercado
(cfr.Eco, 1975). El habla, muy reducida, refiere a la libertad de elección del modelo,
extremadamente limitada según el segmento del mercado: no puede ejercerse más
que sobre pocos modelos de una misma categoría y precio, sobre el color o los
accesorios, etc. Un sistema diferente también relacionado al automóvil, es el de
cómo se emplea dicho objeto. Barthes se refiere a dicho sistema en tanto hecho
automóvil o mejor, conducta automóvil. Lisa y llanamente se trata del sistema de
significación en el que todo sentido producido depende de cómo se emplea el
automóvil. Las variaciones en el uso de dicho objeto constituyen el plano del habla
actualizando formas provenientes de una lengua que contempla en abstracto, todo
lo que podría hacerse con un automóvil (y que reconozca en tanto que uso de éste).
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Existirían otro tipo de sistemas (u otro aspecto -aún no considerado- de algunos de
los sistemas ya referidos) que serían algo más complejos por intervenir dentro de
ellos «substancias diferentes» (sic.ibid., 27). Por ejemplo la tv, el cine, o la
publicidad son tributarios de un conjunto multiforme de imágenes, sonido y
escritura. Barthes supone que "es prematuro fijar, para estos sistemas, la clase de
los hechos de la lengua y la de los hechos del habla, en primer lugar, mientras no
se haya decidido si la «lengua» de cada uno de esos sistemas complejos es
original o simplemente compuesta por las «lenguas» subsidiarias que en ella
participan" (ibid.). Lo cierto es que -como veremos al revisar la dicotomía
denotación-connotación- tales decisiones habrán de tomarse a la hora de enfocar
un determinado plano o nivel dentro del sistema de encabalgamiento en el que se
presenta la semiosis. Cuando decimos cine, ¿hablamos del sistema sociosemiótico
del cine contemporáneo producido y recibido por una comunidad circunscrita de
algún modo?; ¿hablamos del sistema que soporta sus estructuras narrativas?;
¿hablamos del sistema de su «lenguaje realizativo» (técnico) propiamente
cinematográfico?; ¿hablamos del sistema de la imagen en movimiento?; ¿hablamos
del sistema de la imagen en general?, ¿hablamos del sistema que regula las marcas
de género del western-spaghetti?, ¿hablamos del sistema en el que se «escribe» su
contenido ideológico hipercodificado? (cfr.infra. y también cfr.Barthes, Op.cit., IV.,
acerca de la dicotomía denotación-connotación). Además -suponía Barthes por
entonces- era prioritario conocer primero dichas «lenguas» subsidiarias.
Imaginando un sistema de la prensa (del periodismo), Barthes puede pensarlo
"razonablemente" como un sistema de significación autónomo. Sin embargo tal
sistema debe ignorar, o al menos parentetizar todo elemento lingüístico en el que
pueda fundarse. Las unidades del sistema de la prensa, no son de naturaleza
lingüístico-denotativa, son unidades mayores propias del discurso periodístico. Es
decir, las que producen un sentido "secundario, parásito, por así decirlo a la
lengua propiamente dicha" (ibid. I.2.6.; y cfr. IV.). El discurso de la prensa pone en
juego, por encima y parasitariamente del lenguaje (porque lo usa) un sistema (que
Barthes denomina secundario) que también constituye lengua y respecto del cual se
desarrolla un habla. Retengamos, al menos como denominación, el carácter
secundario (Llovet, 1977, 4.) que Barthes atribuye a estos sistemas connotados
(cfr.Barthes, Op.cit. IV).
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la mayoría de los otros sistemas semiológicos, la lengua está elaborada no por la
«masa hablante» sino por un grupo de decisión" (Ibid. I.2.6., p.28). Demás está
decir que en cualquier sistema semiótico de objetos industriales diseñados
cualesquiera, los diseñadores forman parte de estos grupos reducidos (no-
anónimos) cuya voluntad cristaliza en una suerte de lengua diseñil. Tales sistemas
serían -según Barthes- «lenguajes fabricados» en el aspecto en que los usuarios
toman, seleccionan, muestran o emplean los objetos produciendo mensajes (un
habla), pero no participan sino indirectamente -tal vez a través de los índices del
mercado- en la elaboración de la lengua correspondiente. "El grupo de decisión que
se encuentra en la base del sistema (y de sus cambios) puede ser más o menos
reducido; puede ser una tecnocracia altamente calificada (moda, automóvil);
puede también ser un grupo más difuso, más anónimo (mobiliario o confección
corrientes)" (ibid.). A pesar de lo dicho, esta anomalía respecto del origen de la
lengua no impide un adecuado funcionamiento dialéctico entre sistema (lengua) y
uso (habla). Aún cuando la lengua no sea producto de su acción anónima directa, la
masa de usuarios observa este contrato, y se ve influida por él a nivel de la
socialización de sus individuos.
(iii) La limitación que la ideología (el visible o el enunciable de una época dada)
impone a la invención de formas (por fuera de lo «normal» o simplemente por
fuera de lo inteligible o reconocible).
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alimentarse" (Barthes, Op.cit. II.1.2., .p.33). Como el modelo general algunos
signos no-lingüísticos están compuestos por una función del tipo ErC (Hjemslev),
siendo su particularidad esta importante diferencia a nivel de las substancias.
"Muchos sistemas de semiológicos (objetos, gestos, imágenes) tienen un sustancia
de la expresión cuyo ser no reside en la significación: son con frecuencia objetos
de uso" (ibid., II.1.3., .p.33). Como hemos indicado arriba, Barthes crea una
denominación para el vestido y el alimento que sirviendo a los fines de protegerse y
alimentarse sirven también para producir sentido: función signo. Vale decir, signos
de origen utilitario; testigos de un doble movimiento:
(ii) Una vez establecido este signo, hablamos de él; la sociedad habla de él en tanto
que objeto de uso. El impermeable, además de significar su función (pura), es
función de otros sentidos en cuanto gusto, poder adquisitivo, participación de
determinadas subculturas, etc. Hablamos de una segunda «institución semántica»
que pertenece según Barthes al orden de la connotación (cfr.infra y también,
Barthes, Op.cit. IV.).
Según lo dicho, en la medida en que los objetos, imágenes, gestos, etc. son
significantes (expresión de un contenido), remiten a un sentido que solo puede ser
dicho a través de ellos sin embargo, y en esto consiste su carácter de signos
pertenecientes a un sistema secundario, su significado puede ser asumido por los
signos de la lengua. "Se dirá por ejemplo que tal sweater significa largos paseos
de otoño por los bosques; en este caso el significado no está solamente
mediatizado por sus significante vestimentario (el sweater) sino también por un
fragmento de habla (lo que representa una gran ventaja para manejarlo)"
(II.2.1., p.35). (nota interna: ¿cómo clasificar los significados? pp.35-37?).
"Se dijo (...) que tratar el signo «en sí», exclusivamente como unión de
significante y significado era una abstracción bastante arbitraria (pero
inevitable). Para terminar, es preciso enfocar el signo, no ya desde el punto
de vista de su «composición», sino del de su «entorno»: es el problema del
valor. (...) lleva a despsicologizar la lingüística y a acercarla a la
economía..." (II.5.1., p.42).
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Hemos dicho que para Saussure las relaciones que unen los términos o elementos
lingüísticos se desarrollan sobre dos ejes, cada uno de los cuales tiene sus propias
características y responden a formas diversas de la actividad mental. Uno, el eje de
los sintagmas, de las combinaciones que tiene como soporte la extensión (en el
lenguaje, lineal y encadenada; con oposiciones a lo que precede y a lo que sigue). El
otro, una multitud de ejes de las asociaciones (o paradigmáticos o sistemáticos),
ubicados fuera del discurso, ensartando unidades (virtuales, pensables) cuya
asociación se da en la memoria formando agrupaciones más o menos
jerarquizadas. [ver cuadro de la página 47.].
E r C
-
ERC
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constituye el plano de la expresión del segundo sistema. La siguiente es otra forma
de representarlos:
(ErC) r C
E r C[4]
-------
ErC ErC
[1] [2] [1] [3]
Decimos que los sistemas de significación que correlacionan [1]/[2] y [1]/[3] son
connotadores; o sea que constituyen el plano de la expresión de un sistema mayor
cuyo significado connotado es [4].
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Pero esta descripción no agota, sino que inicia una serie larga y compleja de
connotaciones que proceden en la correlación de nuevos significados. Por ejemplo,
el 'automóvil' puede reconocerse como 'Renault'. La marca puede ser leída como
significado connotativo de los sistemas ya expuestos en función de otros
connotadores que hacen a la homogeneidad estilísitca o hermandad simbólica
entre los productos de una misma firma. Veamos en el siguiente esquema como los
diferentes planos de significación van acumulándose por sucesivas connotaciones.
Tal esquema, que debe leerse de abajo hacia arriba, espacializa la continuación
connotacional de la lectura que hemos iniciado. Para una mejor comprensión,
citamos al autor de tales interpretaciones, Jordi Llovet (Op.cit.). Leamos, primero
la cita, y volvamos luego, al esquema:
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homogeneidad estilística como para fundir en una verdadera 'hermandad
simbólica' al obrero propietario de un R-5, el pequeño burgués que tiene un
R-12 y el granburgués que acaba de adquirir un r-18. En este orden de
cosas, se podría decir que la cas Renault sólo presenta un modelo
heterogéneo en toda su serie, el R-4. Observemos que la heterogeneidad
estilística marca otra diferencia interesante: el R-4 es el único modelo
'naturalista' de Renault, adecuado a las necesidades reales de los
campesinos y aldeanos franceses, mientras el resto de los modelos se hallan
sometidos a un styling solapado, 'a la europea', como marca o señal (valor
signo) propia de los automóviles como bienes para el consumo.
A sabiendas o no, el diseño de los Renault tiende a borrar los lindes de la
estratigrafía social (no los reales, claro está, sino los simbólicos), y
transforma la clasificación clásica: clase obrera- clase media- clase alta, en
otra mucho más sencilla, sin pertinencia económica y con mera pertinencia
geográfica: clase urbana - clase rural" (Llovet, Op.cit., p.73).
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